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ALAIN TOURAINE
26 SEP 2010
Ni los economistas ni los Gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que
ralentizar la caída. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la política y la cultural.
Existen ideas y existen fuerzas. Ahí están la ecología, el feminismo y el respeto a las minorías
2010. Las crisis se amplían y se hacen más profundas. En Europa, de forma más visible,
pero también en Estados Unidos. El hundimiento de Grecia, evitado en el último momento
y después de perder mucho tiempo, ha revelado que la mayoría de los países europeos,
incluidos algunos del Este, como Hungría, estaban en plena caída. Su déficit
presupuestario resta cualquier realidad al pacto que quería limitarlo al 3% del presupuesto
del Estado. La deuda pública se dispara y sabemos que la situación actual implica una
reducción del nivel de vida de las próximas generaciones. Ya ni siquiera se habla de
"política de recuperación", sino de "rigor" y "austeridad", lo que conduce a muchos
Gobiernos a reducir los gastos sociales. Esto se puede ver en Francia, cuyo Gobierno
quiere una reforma de las pensiones. El retroceso del trabajo con respecto al capital en el
reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.
Hay que interrogarse sobre Occidente. Desde mediados de la Edad Media, Occidente creó
un modelo diferente a todos los demás, y lo hizo concentrando todos los recursos,
conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religión en manos de una élite
triunfante. Así creó monarquías absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo. Pero al
precio de la explotación de todas las categorías de la población, desde los súbditos del rey
hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este
modelo occidental se basó también en las luchas entre Estados, que terminaron
transformándose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa. En el
plano social, la evolución fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron
liberando a fuerza de revoluciones políticas y movimientos sociales. Y los países de
Occidente conocieron algunas décadas de mejoría de la vida material, de grandes
reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte. Pero fue
un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y,
sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio
forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de
sociedades polarizadas durante tanto tiempo.
No nos dejemos arrastrar a una renuncia general a la acción. Existen fuerzas capaces de
enderezar la situación. En el plano económico, la ecología política denuncia nuestra
tendencia al suicidio colectivo y nos propone el retorno a los grandes equilibrios entre la
naturaleza y la cultura. En el plano social y cultural, el mundo feminista se opone a las
contradicciones mortales de un mundo que sigue dominado por los hombres. En el terreno
político, la idea novedosa es, más allá del gobierno de la mayoría, la del respeto de las
minorías.
Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa
de las crisis. ¿Cómo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies?