Está en la página 1de 18

(In)visibilidad de la violencia hacia las mujeres en

la salud mental
Mariana Pedrosa
Valeska Zanello

Universidad de Brasilia

Abstracto

El objetivo de este estudio fue el de analizar la percepción, creencias y


conocimiento de los profesionales de la salud mental sobre la violencia hacia las
mujeres y las políticas públicas relacionadas a este problema. Para lograr este
objetivo, doce entrevistas fueron realizadas. En base al análisis de datos, cinco
temas fueron propuestos: “Percepción de las demandas presentadas por mujeres
y hombres”, “Experiencia en la atención a las mujeres que sufren de violencia”,
“Relación entre violencia y salud mental”, “Conocimiento sobre la Ley Maria da
Penha y políticas públicas para las mujeres” y “(Des)conocimiento sobre la
notificación obligatoria de violencia contra las mujeres”. Los profesionales
presentan dificultades para lidiar con este tema, principalmente en relación a la
notificación de violencia y el encaminamiento del caso. Sus prácticas están más
basadas en la intuición que en el conocimiento teórico y práctico.

Palabras clave: violencia contra la mujer; salud mental; profesionales de la salud

La violencia contra las mujeres, definida así en la (Convenção de Belém do Pará


1994) “deberá ser entendida como cualquiera acto o conducta, basada en el
género, que causa la muerte o daño físico, sexual o psicológico o sufrimiento a las
mujeres, tanto en la esfera pública o privada” (artículo 1º). Este tema tiene
dimensiones aterradoras con impactos importantes en la sociedad, ganando
visibilidad a partir de 1990, siendo considerado por la Organización Mundial de la
Salud (OMS), como un asunto de salud pública (OMS, 2015 )

De acuerdo a un análisis de datos mundiales sobre violencia contra las mujeres


realizado por la OMS en 2013, 35% de las mujeres en el mundo han sido víctimas
de violencia física y/o sexual. En algunos países, esta figura puede ser tan elevada
como hasta el 70%. De acuerdo con estas estadísticas, tres en cada grupo de
cinco mujeres han sido o serán víctimas de violencia. Por lo tanto, tenemos que
tener en mente que es una epidemia que debe ser combatida (OMS, 2015, OMS,
2013). A pesar de los datos alarmantes, la mayoría de los casos no se han
identificado. Conforme a un estudio hecho en la Unión Europea, apenas 14% de
las mujeres reportan a la policía los incidentes más graves de violencia cometidos
por la pareja íntima (European Union Agency for Fundamental Rights, 2014).

En Brasil, la realidad no es diferente. De acuerdo con el (Mapa de Violencia, 2015)


-una encuesta realizada por Flacso/Br, Brazil pasó del 7º lugar (2012) en tasas de
feminicidio, de una muestra de 84 países, hasta la 5ª posición en una muestra de
83 países. El Mapa de Violencia también muestra que de 4,762 casos de
feminicidio cometidos en 2013, 50.3% fueron cometidos por familiares, siendo que
dentro de ese porcentaje, 33.2% fueron realizados por parejas o ex parejas.

La exposición a situaciones de riesgo, como la violencia contra las mujeres, ha


sido fuertemente asociada con diversos problemas psiquiátricos. (Dillon, Hussain,
Loxton & Rahman, 2012) analizaron 75 artículos que hacen asociación entre la
violencia contra las mujeres y trastornos mentales. La encuesta fue hecha a partir
de tres bases de datos en línea (SAGE Premier, ProQuest and Scopus) siendo
seleccionados los artículos publicados desde enero del 2006 hasta junio del 2012.
Combinaciones entre las expresiones “domestic violence” (violencia doméstica) y
“intimate partner violence” (violencia por la pareja íntima) y “physical health” (salud
física) y “mental health” (salud mental) fueron realizadas. En los artículos
analizados, la experiencia de violencia fue asociada con la depresión (en 42
estudios), trastornos post-traumáticos (en 14 estudios), ansiedad (en 16 estudios),
suicidio y auto-exterminio (en seis estudios) y problemas psicológicos (en 19
estudios). Este estudio demuestra la alta correlación descritas por los
investigadores entre violencia y los desórdenes mentales. (Trevillon, et al. 2014),
(Nyame, Howard, Feder &Trevillon 2013), (Schreiber, D'Olivera & Couto, 2009) y
(Barreto, Dimenstein & Leite 2013) Demuestran que hay un expresivo número de
víctimas de violencia doméstica que utilizan los servicios de salud mental tanto en
Brasil como en otros países. Estos servicios poseen así, un importante papel en la
identificación, prevención y encaminamiento de la violencia doméstica hacia los
servicios especializados (OMS, 2010).

Para que la atención a las mujeres sea efectiva, es necesario que los
profesionales de la salud que trabajan en la atención a la salud mental, tengan
conocimiento y se sientan capacitados para atender esta demanda. Estudios
demuestran, entre tanto, que los especialistas de la salud no están debidamente
preparados para lidiar con la violencia contra las mujeres (Schreiber & D’Oliviera,
1999; Nyame et al., 2013; Rose et al., 2011).

Analizando en consideración con la importancia del reconocimiento de la violencia


contra las mujeres como epidemia, y su impacto en la salud mental de ellas, tal
como la insípida presencia de esa temática en los currículos de la graduación de
los profesionales de la salud (Souza, Penna, Ferreira, Tavares & Santos, 2008),
este artículo pretende investigar la percepción, creencia y el conocimiento sobre la
violencia contra las mujeres y las políticas públicas relativas a ese tema, en
especialistas de la salud en un Centro de Atención Psicosocial II (CAPS II) de una
ciudad capital brasileña. Se buscó averiguar la comprensión del tema por parte de
esos profesionales, como también sus conocimientos sobre la red de servicios
disponibles para encaminamiento y el trabajo en conjunto con esas mujeres.

Método

Para alcanzar los objetivos de la investigación, fueron entrevistados doce


profesionales de la salud de un Centro de Atención Psicosocial II en una capital
brasileña. Los profesionales eran de diversas especialidades: un psiquiatra, cinco
psicólogos, dos enfermeras, una técnica en enfermería, una terapeuta
ocupacional, una asistente social y un gerente de salud. Considerando el pequeño
tamaño del equipo (doce profesionales) para preservar la confidencialidad y la
identidad de los profesionales, fueron presentados como: “profesionales de área
psi) que incluye psicólogos psiquiatras, y “profesionales de la salud” que incluyó el
resto de los profesionales de la salud. Esta división fue realizada tomando en
consideración que los profesionales del área psi tuvieran más profunda en tópicos
relacionados con la salud mental y el sufrimiento, mientras que los profesionales
de la salud en general no lo estuvieran necesariamente.

De los 12 profesionales, ocho trabajaron 20 horas semanales, siendo que apenas


cuatro trabajaron 40 horas a la semana. En cuanto a la formación profesional, tres
poseían apenas un nivel superior completo, cuatro tuvieron maestrías, uno tuvo un
doctorado y cuatro profesionales tenían especialización. El tiempo en servicio varió
de un año a nueve años, siendo que la mayoría han estado en servicio entre
cuatro a seis años.

Se realizaron entrevistas semiestructuradas, con preguntas detonantes que


buscaban primeramente la rutina de los especialistas de la salud y cómo lidiaban
con las demandas de hombres y mujeres atendidos en el CAPS. En un segundo
momento, fueron realizadas preguntas más específicas para analizar el
conocimiento que estos profesionales tenían sobre la violencia contra las mujeres,
su relación (o no) con la salud mental y los sistemas disponibles en la red para
atender la demanda.

Las entrevistas fueron realizadas, la mayoría de las veces, en el lugar donde se


labora, en una sala separada con el fin de preservar la confidencialidad del
entrevistado. Solo dos entrevistas fueron realizadas afuera del lugar de trabajo a
petición de los entrevistados, pero en lugares confinados en los que la
confidencialidad también fuera preservada. Las entrevistas duraron 49 minutos en
promedio, y con la autorización de los participantes fueron grabadas (totalizando
588 horas) e integralmente transcritas para análisis de datos.
Este proyecto fue aprobado por el Comité de Ética e Investigación del Instituto de
Ciencias Humanas de la Universidad de Brasilia (CAAE: 477755115.30000.5540)
y por el Comité de Ética e Investigación de la Facultad de Saúde do Distrito
Federal (CAAE: 53102116.6.3001.5553). Antes de ser entrevistados, los
participantes firmaron el Término de Consentimiento Libre e Informado - TCLE

Para el procesamiento de datos, fue realizado un análisis del contenido (Bardin,


1977; Minayo, 2014). Primero, fue efectuada una lectura superflua de todas las
entrevistas para hacer una sensibilización de los temas recurrentes. Luego, se
emprendió una lectura crítica que buscó encontrar los temas más relevantes
mencionados por los participantes. Ese proceso fue ejecutado por las dos
investigadoras por separado. Luego, fueron comparados los temas encontrados
por ambas investigadoras y enlistadas las cinco categorías de las entrevistas,
según criterios de homogeneidad, cansancio, exclusividad, objetividad y
pertinencia, propuestos por (Bardin, 1977).

Las cinco categorías construidas a partir del análisis de contenido fueron:


“percepción de las demandas presentadas por mujeres y hombres”, “experiencia
en el atendimiento a mujeres que sufren de violencia”, “relación entre violencia y
salud mental”, “conocimiento sobre la Ley Maria da Penha y políticas públicas para
las mujeres”, “(des)conocimiento sobre la notificación obligatoria de violencia
contra las mujeres”. La presentación de las respuestas de los profesionales fue
dividida conforme las categorías.

Resultados y discusión

Percepción de las demandas presentadas por hombres y mujeres. De los 12


profesionales entrevistados, siete (58.3%) perciben que hay diferencias entre las
demandas de los hombres y las mujeres. Para esos profesionales, las mujeres
piden más ayuda, son más “lloronas”, traen más contenidos, más problemas de
relaciones y relatos de violencia, como explicó el profesional del área psi 4:
“relacionado a problemas familiares, la mayoría. Problemas sociales y problemas
familiares, ¿no? Separación, dificultades con los niños, ¿no? También de
violencia, ¿no? Con relación a ella, ¿no? Permea en las familias, estas cuestiones
están bien presentes”.

Los hombres, en la percepción de los profesional, piden menos ayuda, son más
enfocados y secos, y el sufrimiento está generalmente relacionado con actividades
sexuales y laborales, como lo dice el profesional del área psi 2: “los hombres
generalmente resienten mucho dejar de trabajar, por ejemplo, y pierden todo su
lugar de macho de la casa”.

Una diferencia traída por varios profesionales es la de que los hombres buscan
menos los servicios de salud que las mujeres. Además, hasta aquellos que ya son
usuarios tienen más dificultades para hablar sobre su sufrimiento. De esta manera,
los profesionales entienden que, cuando ellos exponen su sufrimiento
explícitamente, es señal de que la situación es grave y el equipo debe de
preocuparse más:

es aquella historia: las mujeres lo sacan todo, sea llorando, sea


danzando, sea gritando. Los hombres crecen una costra y es ahí
donde está el peligro, ¿no? Que por eso ocurren más suicidios entre
hombres que entre las mujeres, ¿no? Porque los hombres a la fecha
no dicen nada (profesional de la salud 3).

En el caso de las mujeres, porque buscan más los servicios y hablan más sobre sí
mismas y de sus problemas, los profesionales descalifican o pasar por alto su
sufrimiento calificándolas como “reclamonas” y utilizando el diagnóstico de “multi-
quejosas”. La respuesta del profesional de la salud 4 ejemplifica esta
descalificación: “las mujeres son siempre más multi-quejosas, ¿no? Ellas siempre
traen mucho más quejas en ese sentido amoroso, la necesidad de relaciones con
el marido, los hijos, ¿no?” El uso de este tipo de “diagnóstico” problemático pues
acarrea una idea negativa sobre la palabra de las mujeres y descalifica sus
sufrimientos. El contenido pierdo su importancia y pasa a ser visto como una
“reclamación” más.

Dos profesionales negaron la existencia de una diferencia entre las demandas


entre hombres y mujeres, pero el discurso en sí es capaz de señalarla. En estos
casos hay una tendencia a racionalizar las respuestas. Los profesionales
manejaron un de carácter universal, basado en el argumento de que:

todo mundo habla sobre el sufrimiento, ¿no? Todo mundo está


hablando sobre el amor, el rechazo, lo que sea, de sueños perdidos.
(…) no veo una demanda de mujeres y una demanda de hombres,
pero lo que yo veo, porque final todo mundo está hablando de
desamor, de desamparo, de problemas sociales gravísimos
(profesional del área psi 3).

Detrás de este discurso tan universal yace la idea de que no hay diferenciación de
género y que todos son tratados de la misma manera. Esta idea debe ser
problematizada porque si no se señala y se asumen las diferencias, se pierde la
posibilidad de un tratamiento con equidad de género. (Schraiber, d’Oliveira,
Portella & Menicucci, 2009) corroboran la discusión y afirman que hay una
necesidad de deconstruir la noción de igualdad puesta en la salud. Esa
perspectiva transforma cualquier admisión diversa en la adopción de privilegios en
lugar del cumplimiento de los derechos. Por lo tanto, cualquier ideología de
igualdad es una barrera en la búsqueda de la equidad.

A pesar de la denegación, los profesionales revelaron diferencias en las


demandas de hombres y mujeres. En el caso de los hombres, la demanda era, de
acuerdo con su percepción, relacionada al trabajo. Para las mujeres, en cambio,
estaría relacionada con el hecho de que ellas son más víctimas de abuso sexual
en la infancia y dificultades de relacionadas con sus madres y esposos.

Tres profesionales relataron que nunca habían pensado en la diferencia entre las
demandas de los hombres y mujeres. De ellos, dos (profesional del área psi 5 y
profesional de la salud 1) consiguieron, durante la entrevista, identificar diferencias
entre las demandas. El sufrimiento de las mujeres fue relacionado a problemas de
relación y las necesidades de la familia, mientras que el en los hombres era sobre
la falla de ser proveedores y en tener dificultades para buscar ayuda. La tercera
profesional (profesional de la salud mental 2) efectivamente no consiguió observar
diferencias entre las demandas, relatando que todos los que buscan los CAPS lo
hacen para tener acceso a los medicamentos.

A partir de las entrevistas, fue posible ver que, a pesar de que algunos afirmaron
nunca haber pensado en el problema y que otros denegaron la diferencia, once
profesionales (91.7%) percibían diferencias entre las demandas de hombres y
mujeres. Además, hay un consenso sobre cuáles son las mayores demandas
conforme al género.

El sufrimiento de los hombres, en general, fue relacionado con su función de


proveedor y las quejas de las mujeres a cuestiones de naturaleza relacional.
(Zanello & Bukowitz, 2011), en un estudio realizado en un ala de internamiento
psiquiátrico, observaron que 77% de las quejas de las mujeres era de naturaleza
relacional y 71% de los reclamos de los hombres poseían un discurso marcado
por la virilidad sexual y las actividades laborales. Este estudio corrobora lo que fue
afirmado por los profesionales de la salud y refuerza la idea de que no es posible
separar el sufrimiento mental de los estudios de género, tomando en cuenta que el
propio sufrimiento psíquico es construido socialmente (Zanello & Silva, 2012).

Experiencia en la atención a mujeres que han sufrido violencia. Todos los


profesionales ya habían atendido mujeres víctimas de violencia en el CAPS II.
Durante la entrevista los profesionales comentaron sobre cómo ellos han lidiado
con estas mujeres. A partir de las respuestas de los profesionales, los
comportamientos citados fueron divididos en tres grupos: actitudes pasivas y
acogedoras, actitudes interventoras y actitudes indiferentes.

En las actitudes pasivas y acogedoras, fueron enlistados comportamientos como


escuchar, apoyar, observar la carga emocional y observar los silencios. De estos,
el comportamiento más citado fue el de escucha (citado por siete profesionales).
Los comportamientos de este grupo son importantes porque pueden servir de
base a la realización de comportamientos más activos. Ocho profesionales que
apuntaron tener actitudes pasivas y acogedoras también realizaron intervenciones
con las mujeres, como en el discurso del profesional del área psi 1: “pues, es
aquella cosa, el escuchar mucho, recopilar mucho, y luego, puntualizar algunas
cosas”.

En las actitudes interventoras fueron agrupadas comportamientos como


empoderar, puntualizar, orientar, preguntar, incrementar la frecuencia de la
atención, discutir con el equipo, medicar, notificar, responsabilizar y hacer visitas
domiciliares. Vale la pena resaltar que los comportamientos intervencionistas no
son necesariamente, adecuados para atender la demanda de violencia.

Un ejemplo de esta inadecuación es la medicalización del sufrimiento de las


mujeres. El profesional del área psi 6, por ejemplo, afirma que él no toma en
consideración la violencia para medicar a las pacientes: “en relación a la conducta
médica, existiendo violencia o no, yo prescribiré drogas para un cuadro de
depresivo. Si es motivado o no, si el motivo es la violencia o no, no va a cambiar
mi conducta”. Al no tener en consideración lo que está detrás de los síntomas, hay
una reducción de la historia vivida por la mujer entonces es reducida en su
condición psiquiátrica.

De acuerdo con (Maluf, 2010) lo que ocurre es un proceso de medicalización de


por vida y de control sobre las experiencias de las mujeres. La psiquiatría, a través
del uso masivo de psicofármacos, pasa a actuar como un dispositivo disciplinario
de control o de vigilancia a las mujeres. La intención es la supresión de los
síntomas y dejar que las mujeres puedan continuar ejerciendo los papeles sociales
a ellas asignados (Zanello, 2010; Zanello, 2014).

Otra acción interventora citada por los profesionales que merece destacarse es la
responsabilización de las mujeres, como podemos observar en el siguiente
extracto:

creo que, de todos modos, la violencia tiene algo que yo no soy


responsable de lo que sucede. Yo creo que el trabajo clínico sigue el
camino opuesto, diciendo: “tú eres responsable de ti mismo”. Y la
gente va tener que empezar a hacer que aparezca esa autonomía y
tendrás que asumir la responsabilidad (profesional del área psi 5).

En el imaginario social, en situaciones de violencia, en general hay dos opciones:


responsabilizar o victimizar a las mujeres. Sin embargo, es necesario puntualizar
la diferencia entre responsabilizar a la mujer y trabajar su protagonismo en su
propia vida. Cuando los profesionales tienen la idea de la responsabilidad,
podemos observar un discurso psicológico basado en la idea de “¿qué has hecho
para provocar la violencia?”. Hay una búsqueda de la forma como el “inconsciente”
funciona en esos casos. Ya en el trabajo del protagonismo de las mujeres, el
profesional pasa a empoderarlas para que salgan de aquella situación. De esta
manera, el discurso de los profesionales puede ser leído como un intento de
psicologizar (De Vos, 2013) la violencia, una práctica que puede ser violenta en sí.
En actitudes indiferentes, los comportamientos enlistados fueron: no mencionar la
violencia y no sacar el tema. La falta de actitud y la indiferencia en relación a la
violencia puede ser percibidas como signos de la poca preparación de los
profesionales para lidiar con el tema, falta de interés en el relato de la mujer,
descalificación y naturalización de la violencia.

En relación con el “no sacar el tema”, el profesional de la salud 1 afirmó: “a veces


no lo saco; de hecho, así lo hacemos, sobre todo porque no es mucho mi papel
(…) estar sacando esta cuestión así”. Este discurso claramente demuestra que el
entrevistado no entiende que la violencia es un tema que también concierne a la
salud pública y al cuadro clínico del trastorno mental presentado. Esa dificultad
también fue encontrada por (Schreiber & D’Oliveira, 1999), (Rose et al, 2011),
(Nyame et al, 2013) que trabajaron en la atención de los profesionales de la salud
en casos de violencia. Por estar en bajo una óptica biomédica, muchas veces los
profesionales no saben cómo manejar esos casos, y no los entienden como una
demanda de servicio. Por lo tanto, la falta atención o de de cuidado para lidiar la
situación naturaliza la violencia sufrida por las mujeres.

Un comportamiento destacado en las actitudes indiferentes es la de no mencionar


la violencia lo cual de por sí, podría ser considerado como una violencia simbólica,
como deja claro el siguiente discurso:

Sí… primero, ¿qué es violencia para la persona, no? Yo no soy quien


para decirle que ella está sufriendo violencia, porque, bueno, ella vive
esto la vida entera; entonces, a veces ella no se está sintiendo
violentada, pero nada de eso. Entonces, en el momento en que se
sintió que había violencia, pues yo también tengo mucha reserva para
hablar de ese asunto. Primero, porque no soy apropiado para hablar
de este concepto, porque yo creo que la violencia es un concepto,
¿no? Y también porque no es el enfoque del trabajo, ¿no? Yo no
parto de ahí, ella sí (profesional del área psi 5).

En este extracto, el profesional demuestra falta de crítica social y desconocimiento


tanto teórico como práctico sobre cómo lidiar con una demanda de violencia en el
servicio. Uno de los papeles de los profesionales de la salud en estas situaciones
es la de desnaturalizar la violencia sufrida. Debido a la escalada de violencia,
muchas veces las mujeres no ven que han sufrido violencia y no entienden lo que
está detrás de su sufrimiento. Es el papel de los profesionales de la salud de
nombrar la violencia para las mujeres. A identificar que ella sufre de violencia, los
profesionales legitiman su sufrimiento, validan su dolor y pueden empoderarla para
salir de esa situación.

Relación entre violencia y salud mental. Los profesionales también hablaron


sobre la relación entre la violencia y la salud mental. Las respuestas de los
profesionales fueron divididas en cuatro grupos: en el primer grupo están los que
afirman que la violencia juega un papel en la configuración de los trastornos
mentales; en el segundo, los que dicen que es una relación recurrente, es decir,
los desórdenes mentales vulneran a las personas que viven situaciones de
violencia, y la violencia ayuda en la configuración del trastorno mental; el en tercer
grupo estaban los profesionales que dijeron que el trastorno mental trae
vulnerabilidad en situaciones de violencia; y en el cuarto grupo estuvieron los
profesionales que nunca pensaron en el asunto.

En el primer grupo, cinco (41.6%) profesionales afirmaron creer que la violencia


juega un papel importante en la configuración de los trastornos mentales. Esa
violencia puede estar en curso o pudo haberse sufrido en la niñez, como se habla
a continuación:

Dios, una relación… fuerte. Durante la recepción es que lo escucho


más. Porque ahí ves mucha personas con las mismas historias de
gran sufrimiento, así, desde la niñez, ¿no? (…) Y a veces, la persona
llega, a veces, busca atención y dice que repentinamente están así .
Y luego, la persona empieza a contar todas sus historias y uno
comienza a percibir que, la gran mayoría, tienen situaciones de
violencia desde la infancia (profesional de la salud 4)

En el grupo 2, los cuatro profesionales (33.3%) consideran la relación entre


violencia y salud mental como recurrente. El siguiente discurso representa el
pensamiento de los profesionales incluidos en este grupo:

es una relación así, realmente fuerte. Yo veo que así, muchas


personas sufren por haber pasado por procesos de violencia, ¿no?
De esto no hay, bueno, no hay la menor duda. Y el sufrimiento
también hace que las personas se vuelvan violentas (profesional del
área psi 3).

La relación percibida por la mayoría de los profesionales de la salud de que la


violencia trae consigo daños la salud mental de las personas y ayuda a la
configuración de los desórdenes mentales ha sido abordada en diversos estudios.
De acuerdo a (Schraiber & D’Oliveira, 1999), las mujeres víctimas de violencia
tienen más posibilidades de presentar diagnósticos de depresión, ansiedad,
insomnio y fobia social, entre otros. Este dato se confirma en un estudio por (Rose,
et al. 2011), que indica que las mujeres que sufren de violencia llegan 11 veces
más a los servicios de salud mental que mujeres que no han pasado por esta
situación.

En el tercer grupo, apenas un profesional afirmó que el enfoque estaba en el


trastorno y lo cual coloca al sujeto en una situación de mayor vulnerabilidad de
sufrir violencia, como lo dice el profesional de la salud mental 2: “tanto los
pacientes con trastornos mentales son víctimas, como ellos… y… cómo puedo
decirlo? Ellos causan víctimas”.

En el cuarto grupo, dos profesionales no supieron responder. La falta de respuesta


a la pregunta puede ser interpretada como una falta de crítica a la práctica misma.
Esto ocasiona la necesidad de estimular la reflexión en los profesionales sobre
cuestiones sociales (como la violencia, género, raza, clase social) que ayudan en
la configuración del sufrimiento psicológico. Si la cultura tiene una participación
importante en el deterioro mental y en la forma en que los síntomas son
manifestados (Zanello, 2014), el tratamiento debería de hablar de esa cultura en
lugar de ser pensada de manera independiente.

Conocimiento sobre la Ley Maria da Penha y políticas públicas para las


mujeres. La Ley Maria da Penha (Ley 11340/2006) es considerada como una de
las tres leyes más progresivas en el mundo para combatir la violencia contra las
mujeres y, a partir de ella, diversas políticas públicas fueron propuestas en Brasil.
Sin embargo, se observa que hay una brecha entre la ley y la práctica en los
servicios. Esa disparidad puede ser observada en lo dicho por los profesionales de
la salud entrevistados.

Esta ley fue citada por 50% de los profesionales como una de las políticas
públicas para hacer frente a la violencia contra las mujeres. Sin embargo, no
poseían el mucho conocimiento sobre esta ley: seis profesionales afirmaron que
solo sabían lo que está en el sentido común: tres afirmaron no saber nada; dos
afirmaron que la conocían en términos prácticos; una conocía la historia de su
creación. Estos datos demuestran que hay una evidente falta de conocimiento al
respecto de la Ley Maria da Penha por parte de los profesionales de la salud en el
CAPS.

Los profesionales que afirmaron que conocían la ley en términos prácticos eran los
psicólogos, y ellos relataron que en durante su graduación habían hecho prácticas
en órganos de justicia o con profesores que trabajaban en este tema. Por lo tanto,
en la graduación ellos tuvieron la oportunidad de lidiar con el tema pero no a un
nivel teórico sino en un nivel práctico. La falta de aproximación al contenido en los
cursos de graduación ha sido también discutida por otros sondeos en Brasil, como
(Souza, et al., 2008).

A pesar de afirmar que tienen poco conocimiento sobre la ley, los profesionales
expresaron sus opiniones en relación a ella, basadas muchas veces, en el sentido
común. Por ejemplo, la idea de que la Ley Maria da Penha no funciona y ha sido
utilizada de manera equivocada por las mujeres, como a continuación:

lo sé… el hecho de que una mujer puede denunciar a un hombre y…


eso criminaliza a un hombre, básicamente. [Risa] (…) y yo soy un
poco crítico, supongo que el proceso de criminalización es más
grande que, que, lo que demás, ¿no? ¿Qué es eso, que la mujer
manda al hombre a arrestar, poco después ella vuelve con él y lo
arrestan? ¿Qué mas, no? En este sentido (profesional del área psi 2).

Es que a veces las mujeres usan la Maria da Penha, yo digo esto,


que debería haber también una João da Penha porque las mujeres la
usan de una manera distorsionada, para tener este poder así: ella no
consigue salir del juego de la violencia, pero va y usa la Maria da
Penha [risa]. Es difícil pero delicado también. Yo creo que no hay
garantía de que una mujer que está con la María da Penha, está
realmente sufriendo de violencia y no está violentando a nadie, o que
hay realmente un trabajo para que ella salga de eso. Mmm… esto es
básicamente lo que sé (profesional del área psi 5).

Estos discursos muestran que la falta de conocimiento de los profesionales sobre


la ley y de los aparatos legales de protección y asistencia a las mujeres puede
provocar equivocaciones diversas en las creencias y prácticas de los
profesionales. Estos discursos sostienen una idea de que las mujeres serían
“villanas” y que con la creación de un mecanismo de protección, ellas pasaron a
ser beneficiarias de las políticas públicas para “perjudicar” a los hombres. Esta
idea está difundida en el sentido común, siendo un argumento usado por muchos
para descalificar la Ley Maria da Penha.

Es importante cuestionarnos los mitos sociales que los profesionales poseen y la


influencia que ejercen en su práctica profesional. Creencias como las
mencionadas anteriormente son una forma grave no solo de invisibilización de la
violencia en el sentido de que los profesionales no buscan los conocimientos sobre
la ley para basar su práctica, sino además en la violencia institucional que los
mismos profesionales pueden cometer al atender mujeres en esa situación. Estos
estereotipos deberían ser destruidos en la sociedad, sobre todo entre los
servidores públicos del área de la salud.

Además de la Ley Maria da Penha, los profesionales señalaron la existencia de


otras políticas públicas para el enfrentamiento de la violencia contra las mujeres.
En general, estas están relacionadas a los lugares donde los profesionales
encaminaban a sus pacientes mujeres cuando identifican situaciones de violencia.
Siete profesionales (58.3%) citaron el Programa de Asistencia a la Violencia
(PAV). Este programa tiene como objetivo de “atender a las personas en situación
de violencia, con un un acercamiento bio-psicosocial e interdisciplinario, en
articulación con la red de atención, el encaminamiento institucional e intersectorial,
la promoción de la cultura de paz y la vigilancia de casos de violencia” (Portaria nº
141/2012-MS). El programa sirve a todos las personas víctimas de violencia, y no
hay un enfoque especializado en las mujeres en esta situación. Cabe resaltar que
existe un PAV en el hospital donde el CAPS está localizado. Se hizo evidente en
muchas entrevistas, la idea de que los profesionales encaminan a las pacientes a
ese programa para “remediar” una responsabilidad y “pasar el problema a otros”.
De esa forma, ellos estarían cumpliendo con su deber de encaminar y resolver la
situación. Cuando fueron cuestionados, la mayoría de los profesionales afirmó que
no acompañaron a las mujeres en su tratamiento en esos lugares.

También fueron citadas como políticas públicas para el enfrentamiento de la


violencia las delegaciones especializadas en asistir a las mujeres (DEAMs), las
delegaciones comunes, la defensoría pública, el programa Pró-Vítima, la
notificación obligatoria y la asistencia social del hospital. A pesar de haber sido
citadas estas políticas públicas por los profesionales, es posible observar que
conocen esos dispositivos más por el nombre que por el papel y la función de
estas políticas en la red de enfrentamiento a la violencia.

El conocimiento de los profesionales sobre la Ley Maria da Penha y las políticas


públicas fue, de hecho, basado en el sentido común. Apenas tres profesionales
afirmaron que había una necesidad de un conocer mejor la ley o el tema. Por lo
tanto, lo que se observa es un desinterés sobre el tema y en sobre la búsqueda de
formas más eficientes de atención. Esta falta de conocimiento está ampliamente
destacado en la literatura (Trevillion, et al., 2014; Rose, et al., 2014; Schreiber &
D’Oliveira, 1999) como una de las barreras para una práctica más efectiva para el
atendimiento a la demanda de la violencia contra las mujeres en Brasil y en el
mundo. Por lo tanto, hay la necesidad de inversiones en el área de la educación
para estos profesionales.

(Des)conocimiento de la notificación obligatoria de la violencia contra las


mujeres. La notificación obligatoria fue citada por los profesionales, y merece ser
enfatizada por ser considerada como una fuente importante para base de datos en
la creación de políticas públicas. No obstante, los profesionales de la salud
demostraron una vez más no conocer la función de este mecanismo y no la
ejecutan apropiadamente.

De los profesionales entrevistados, nueve relataron que no realizaban las


notificaciones obligatorias. Aquellos que no las realizaron, alegaron los siguientes
motivos como razón: miedo a perder el vínculo, alta demanda de servicio, la idea
de que no funciona, tamaño y complejidad de la ficha de notificación, falta de
conocimiento sobre la diferencia entre denuncia y notificación, cuestiones
relacionadas a la discrecionalidad profesional y el desconocimiento sobre el
mecanismo. La respuesta del profesional del área psi 2, a continuación, describe
algunas de esas dificultades encontradas por los profesionales:

Mira, nos sucedió recientemente. Sabemos un poco más cómo


hacerlo, pero hacemos muy poco. (…) Porque recientemente nos
obligaron a hacer eso no solo lo de género, no solo de las cuestiones
de violencia física de género, sino también de varias formas de
violencia. Nuestra obligación era la siguiente: esto es algo medio loco,
la verdad. Cualquier paciente que entra al consultorio u a cualquier
lugar, que ya fue violentado en el pasado, en el presente y en el
futuro – no el futuro, estoy bromeando. Uno tiene que llenar un
formato gigante, surreal el formato. La ficha de notificación es bien
complicada, uno tiene que tener un montón de datos, así toma
alrededor de 20 minutos rellenando ese formato, que yo ya lo rellené
una vez.

Adicionalmente, también mostró la creencia de que la notificación no sirve para


proteger, pero sí es una forma de denunciar y criminalizar:

Y… y… sinceramente, no hemos completado ninguna, porque


ninguna de ellos tenía un proceso decisivo para proteger a alguien,
entonces… aquí tienes dos lados que te hacen desistir, que son
mucho trabajo, no tenemos tiempo para hacer eso siempre y lo otro
es que no da nada. (…) porque yo personalmente creo que las
notificaciones sirven para proteger, pero yo creo que entonces, la
gente tiene que… es como yo digo: la denuncia, la criminalización es
importante, pero es un papel muy reducido, yo creo, lo que la gente
puede hacer en ese caso. (…) Yo denuncié. Y no ayudó en nada. Fue
lo que yo dije ese día, lo había dicho antes: “la gente… puede ayudar
en decir que yo me protegí como psicólogo, que yo hice la
notificación, que sé que es verdad, entonces pienso en que que no fui
directamente, [porque] notificar es lo óptimo, que si la mujer muere yo
digo: yo notifiqué”. Entonces, pensar en mi es óptimo, pero pensando
en el vínculo terapéutico, en la negociación de todo lo que mencioné
antes, tío… mierda de caso. De todos modos, todo sale mal. Pero la
gente conoce el formato, pero casi nadie cumple. Hasta tenemos las
fichas en nuestro armario. Creo que son súper complicadas… son
súper…

Los argumentos dados en esta entrevista pueden ser leídos como


desconocimiento del profesional sobre lo que de hecho es la notificación
obligatoria. De acuerdo a la (Ley 10777/2003), todos los profesionales de la salud
están obligados a notificar los casos de violencia contra mujeres atendidas en
servicios del cuidado de salud públicos y privados. La notificación es un
instrumento de vigilancia epidemiológica que tiene como objetivo mapear las
formas de violencia, sus agentes y proporciones para luego pensar en acciones y
políticas enfocadas en la prevención y la asistencia más adecuadas. Ningún
profesional consiguió identificar la notificación como instrumento de vigilancia
epidemiológica.

Los profesionales también demostraron dificultades en entender la diferencia entre


notificación y denuncia o comunicación externa. La notificación está encaminada al
servicio de vigilancia epidemiológica y sirve como fuente de datos para la creación
de políticas. Es decir, a partir de los datos obtenidos en la notificación, el Estado
puede mapea la violencia y pensar en formas más eficaces de atención. La
notificación no implica resultados para el caso notificado de modo particular.
Comprende una dimensión mayor de la violencia, que es la construcción de un
perfil de mujeres que sufren violencia y que frecuentan el servicio. Ya que la
denuncia y la comunicación externa son realizadas en la delegación ante la
autoridad policial y genera un reporte e investigación policial (Ley Maria da Penha,
art. 12), que una vez concluidos, es el instrumento que da subsidios al Ministerio
Público para ofrecer la denuncia y dar inicio a la acción penal (Código de
Procedimiento Criminal, Art. 24).

Es fundamental que los profesionales sepan la diferencia entre los dos


[instrumentos] para que no crear la expectativa de que al notificar, el problema
específico será resuelto, ya que ese no es la función de la notificación. También es
necesario que haya diálogo entre los gestores que crean las leyes y políticas, con
los profesionales que diario se encuentran en los servicios para que de esa
manera los problemas que se detectan en la práctica puedan ser solucionados
como en el caso de las críticas relacionadas a la ficha de notificación. La
complejidad y el tamaño de la ficha fueron relatadas por los profesionales que
tienen que ser tomadas en consideración, con el fin de hacer más eficaz el
cumplimiento de la normativa.

Conclusiones

La violencia contra las mujeres fue relatada por los profesionales de la salud
reportaron como recurrente entre las usuarias del CAPS, como podemos ver en la
siguiente entrevista: “nuestro gran público en el CAPS es en su mayoría mujeres,
¿no? Es básicamente, no sé, diría que 90%, entonces… hay… hay una situación
de violencia recurrente” (profesional del área psi 1). Aunque haya una percepción
de recurrencia de esas situaciones de violencia, sin embargo en general no es
notificada, ni tampoco el encaminamiento hacia los servicios disponibles en la red,
solo en casos muy graves, a pesar de que la violencia ha sido señalada por
muchos profesionales un factor importante para la comprensión de la enfermedad
mental.

La (in)visibilidad del tema entre profesionales está relacionada entonces, por un


lado, a su nítida percepción y por el otro, a una omisión que acaba invisibilizando
la violencia sufrida por las usuarias, englobándola en los diagnósticos
psiquiátricos. Esto se debe tanto a que los profesionales no están calificados en
este tema, como a que no buscan los instrumentos legales en los que podrían
basar su práctica. A partir de las entrevistas, fue posible observar que la atención
está basada en la intuición y el sentido común, en lugar de conocimientos teóricos
y prácticos. De esta manera, se destaca la importancia de que los profesionales
sean entrenados para trabajar con este contenido y que haya una capacitación. Es
fundamental que el esfuerzo en la aplicación de las políticas públicas sea realizado
por ambas partes; tanto aquellos que proponen y fiscalizan las leyes como
aquellos que cotidianamente en el servicio mismo.

Vale la pena destacar que los profesionales tuvieron respuestas variadas en


relación a la percepción, creencias, conocimientos, prácticas y formas de atención
frente a la demanda de la violencia contra las mujeres, independientemente del
área. Sería promisorio que futuros estudios abarcasen otros CAPS para que haya
una mayor cantidad de profesionales con el fin de conocer las especificidades y
diferencias entre las diversas categorías. Tal investigación podría apuntar caminos
para una mejor cualificación de los profesionales en este tema, permitiendo que
las políticas públicas den un papel para los diferentes niveles de los agentes
públicos, incluyendo los de la salud, especialmente los de la salud mental.

REFERENCIAS

Bardin, L. (1977). Análise de conteúdo. (Reto, L.A., Pinheiro, A. trad.) São Paulo:
Ediciones 70. [ Links ]

Barreto, L. Dimenstein, M., Leite & J. F. (2013). Atenção a mulheres em situação


de violência com demandas em saúde mental. Athenea Digital 13(3), 195-207.
[ Links ]

Convenção Interamericana para prevenir, punir e erradicar a violência contra a


mulher. (1994). Obtenido de
http://www.cidh.org/Basicos/Portugues/m.Belem.do.Para.htm. [ Links ]

DataSenado. (2015). Violência doméstica e familiar contra a mulher. Obtenido de


http://www12.senado.gov.br/noticias/arquivos/2015/08/10/violencia-domestica-e-
familiar-contra-a-mulher. [ Links ]

De Vos, J. (2013). Psychologization and the Subject of Late Modernity. New York:
Palgrave McMillan. [ Links ]

Dillon, G., Hussain, R., Loxton, D., & Rahman, S. (2012). Mental and Physical
Health and Intimate Partner Violence against Women: a Review of Literature.
International Journal of Family Medicine, 2013, 1-15. [ Links ]

European Union Agency for Fundamental Rights (2014).Violence against Women:


an EU-wide survey. Obtenido de http://fra.europa.eu/sites/default/files/fra-2014-
vaw-survey-main-results-apr14_en.pdf. [ Links ]

Lei n. 10.778 de 24 de novembro de 2003. (2003). Brasília, DF. Obtenido de


http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/leis/2003/l10.778.htm [ Links ]
Lei n. 11.340 de 7 de agosto de 2006. (2006). Brasília, DF. Obtenido de
http://www.planalto.gov.br/ccivil_03/_ato2004-2006/2006/lei/l11340.htm [ Links ]

Maluf, S. W. (2010). Gênero, saúde e aflição: políticas públicas, ativismo e


experiências sociais. In: S. W. Maluf, C. S. Tornquist (orgs.). Gênero, saúde e
aflição: abordagens antropológicas. Florianópolis: Letras Contemporâneas.
[ Links ]

Minayo, M. C. S. (2014). O desafio do conhecimento: pesquisa qualitativa em


saúde. São Paulo: Hucitec Editora. 14ed. [ Links ]

Narvaz, M. G. & Koller, S. H. (2007). A marginalização dos estudos feministas e de


gênero na psicologia acadêmica contemporânea. Psico, 38 (3), 216-233. [ Links ]

Nyame, S., Howard, L., Feder, G. & Trevillion, K., (2013).A Survey of Mental Health
Professionals' Knowledge, Attitudes and Preparedness to Respond to Domestic
Violence. Journal of Mental Health, 22(6), 536-543. [ Links ]

Organización Mundial da la Salud. (2005). WHO Multi-Country Study on Women's


Health and Domestic Violence against Women: Initial Results on Prevalence,
Health Outcomes, and Women's Responses. Obtenido de
http://www.who.int/gender/violence/who_multicountry_study/summary_report/sum
mary_report_English2.pdf [ Links ]

Organización Mundial da la Salud. (2010). Preventing Intimate Partner and Sexual


Violence against Women: Taking Action and Generating Violence. Obtenido de
http://www.who.int/violence_injury_prevention/publications/violence/978924156400
7_eng.pdf [ Links ]

Organización Mundial da la Salud. (2013). Responding to Intimate Partner


Violence and Sexual Violence against Women. WHO Clinical and Policy
Guidelines. Obtenido de
http://www.who.int/reproductivehealth/publications/violence/9789241548595/en/
[ Links ]

Pedrosa, M. & Zanello, V. (prelo). Impactos da violência sobre a saúde mental das
mulheres no Brasil: análise das políticas públicas. [ Links ]

Portaria n. 141 de 17 de julho de 2012. (2012). Brasília, DF. Obtenido de


http://sintse.tse.jus.br/documentos/2012/Jul/19/portaria-no-141-de-17-de-julho-de-
2012-institui-o. [ Links ]

Rosa, R., Boing, A. F., Schraiber, L. B. & Coelho, E. B. S. (2010). Violência:


conceito e vivência entre acadêmicos da área da saúde. Interface comunicação,
saúde educação, 14 (32), 81-90. [ Links ]
Rose, D., Trevillion, K., Woodall, A., Morgan, C., Geder, G. & Howard, L. (2011).
Barriers and Facilitators of Disclosures of Domestic Violence by Mental Health
Service Users: Qualitative Study. The British Journal of Psychiatry, 198, 189-194.
[ Links ]

Schraiber, L. B. & D'Oliveira, A. F. P. L., (1999).Violência contra as mulheres:


interfaces com a saúde. Interface comunicação, saúde, educação 3(5), 11-26.
[ Links ]

Schraiber, L. B., D’Oliveira, A. F. P. L, Portella & A. P. Menicucci, E. (2009).


Violência de gênero no campo da saúde coletiva: conquistas e desafios. Ciência e
saúde coletiva 14(4), 1019-1027. [ Links ]

Schraiber, L.B,. D’Oliveira, A. F. & Couto, M. (2009). Violência e saúde:


contribuições teóricas, metodológicas e éticas de estudos de violência contra a
mulher. Cadernos de Saúde Pública 25(2), 205-216. [ Links ]

Souza, E. R., Penna, L. H. G., Ferreira, A. L., Tavares, C. M. M. & Santos, N. C.


(2008). O tema violência intrafamiliar em currículos de graduação em enfermagem
e medicina. Rev enferm, 16, 13-9. [ Links ]

Trevillion, K., Hughes, B., Feder, G., Borschmann, R., Oram, S. & Howard, L. M.
(2014). Disclosure of Domestic Violence in Mental Health Settings: A Qualitative
Meta-Synthesis. International Review of Psychiatry, 26(4), 430-444. [ Links ]

Waiselfisz, J. J. (2012). Mapa da violência: mortes matadas por arma de fogo.


Brasília: DF. Obtenido de
http://mapadaviolencia.org.br/pdf2012/mapa2012_web.pdf [ Links ]

Waiselfisz, J. J. (2015). Mapa da violência: mortes matadas por arma de fogo.


Brasília: DF. Obtenido de
http://www.mapadaviolencia.org.br/pdf2015/mapaViolencia2015.pdf [ Links ]

Zanello, V.(2010). Mulheres e loucura: questões de gênero para a psicologia


clínica. In: Zanello, V.; Stevens, C.; Almeida, T.; Brasil, K. (Org.). Gênero e
feminismos: convergências (in)disciplinares. Brasília: ExLibris, p. 307-320. [ Links ]

Zanello, V. (2014). A saúde mental sob viés de gênero: uma releitura gendrada da
epidemiologia, da semiologia e da interpretação diagnóstica. In: Zanello, V. e
Andrade, A.P. M. Saúde mental e gênero: diálogos, práticas e interdisciplinaridade.
Curitiba: Editora Appris. [ Links ]

Zanello, V. & Bukowitz, B. (2011). Loucura e cultura: uma escuta das relações de
gênero nas falas de pacientes psiquiatrizados. Revista Labrys Estudos Feministas.
20-21. [ Links ]
Zanello, V. & Silva, R. M. (2012). Saúde Mental, Gênero e Violência Estrutural.
Bioética, 22 (2). Obtenido de
http://revistabioetica.cfm.org.br/index.php/revista_bioetica/article/view/745/776
[ Links ]
1
Apoyo: CNPq

Recibido: 9 de septiembre, 2016; Aceptado: 3 de diciembre, 2016


2
Dirección para correspondencia mari.pmedeiros@gmail.com

También podría gustarte