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-2018
Por Luisa Fernanda Gómez Cruz
En Colombiacheck nos dimos a la tarea de revisar el estado actual de las penas
para este delito y la viabilidad de imponer la cadena perpetua como medida disuasoria
para frenarlo.
Desde hace al menos 10 años, cuando la entonces congresista Gilma Jiménez
impulsó un proyecto de ley para poner cadena perpetua a los violadores de niños, el
debate sobre las penas para este delito ha estado en la agenda pública. Y cada vez que
un nuevo caso se vuelve popular en los medios, la propuesta (que ya ha sido varias
veces hundida por la Corte Constitucional o por el Congreso) renace.
Hace unas tres semanas, el tema volvió a los medios de comunicación por el
caso de Génesis Rúa, una niña de 9 años que fue asesinada en Fundación, Magdalena,
a finales de septiembre.
Según esta misma organización, el abuso sexual infantil es una de las formas
más graves de violencia contra la infancia y conlleva efectos devastadores en la vida
de los niños y las niñas que lo sufren.
Y para el caso de los niños, estas prácticas que se han presentado siempre en la
historia de la humanidad, de acuerdo con el informe de Save the Children, “sólo han
empezado a considerarse como un problema que transgrede las normas sociales
cuando -por un lado- se ha reconocido su impacto y las consecuencias negativas que
tienen en la vida y el desarrollo de los niños o niñas víctimas y -por otro lado- se ha
reconocido al niño como sujeto de derechos”.
De acuerdo con los estudios citados por el informe de Save the Children, entre
el 14% y el 56% del abuso sexual de niñas y hasta el 25% del abuso sexual de niños
fue perpetrado por parientes, padrastros o madrastras.
¿En Colombia?
Lo que dicen los expertos consultados por Colombiacheck es que, al no haber
un registro único para este delito, es muy difícil conocer la realidad sobre cuántos
niños y niñas son violentados sexualmente. Más aún cuando es imposible conocer la
totalidad de casos si las víctimas no denuncian.
Por otro lado, los informes estadísticos del INPEC dicen que en el mes de
agosto de este año hubo 4.963 personas condenadas por actos sexuales con menor de
14 años y 2.436 sindicadas. Y para el delito de acceso carnal abusivo con menor de
14 años, 4.007 condenados y 2.092 sindicados.
El Título IV del Código Penal (ley 599 de 2000, modificado luego por la ley
1236 de 2008), en su Capítulo Primero, establece las penas para el delito de violación
y en el Capítulo Segundo (de los actos sexuales abusivos), explica las penas para este
delitos cometido en menores de 14 años:
Artículo 208. “El que acceda carnalmente a persona menor de catorce (14)
años, incurrirá en prisión de doce (12) a veinte (20) años”.
Artículo 209. “El que realizare actos sexuales diversos del acceso carnal con
persona menor de catorce (14) años o en su presencia, o la induzca a prácticas
sexuales, incu- rrirá en prisión de de nueve (9) a trece (13) años”.
Ahora bien, el capítulo tres de ese mismo título refiere a las circunstancias de
agravación punitiva:
Artículo 211: Las penas para los delitos descritos en los artículos anteriores, se
aumentarán de una tercera parte a la mitad, cuando:
Hurtado, sin embargo, señala que la Fiscalía continúa haciendo acuerdos para
rebajas de penas a pesar de lo que menciona el Código de Infancia y adolescencia en
su artículo 199.
Iván Cancino, abogado penalista, por su parte, considera que esto es lo que
debería hacerse en aras de salvar más niños. Porque, “por ejemplo, si llegara a manos
de la justicia un violador que tuviese conocimiento de una red de prostitución infantil,
y la Fiscalía le ofreciese un acuerdo de rebaja de la pena, ¿por qué no sacrificar la
persecución de ese delincuente para evitar males mayores?”.
Más allá de las penas
Ya pasadas las definiciones vale la pena adentrarnos en las cuestiones que
plantea el debate sobre la cadena perpetua para violadores de niños. Y estas son
esclarecer si realmente es necesario imponer esta pena privativa de la libertad
teniendo, según algunos, una condena ya bastante alta; explicar si Colombia puede,
dentro de su jurisprudencia, incluir la cadena perpetua, y exponer si esta medida
realmente es efectiva para disminuir los casos de violencia sexual contra menores.
Por otro lado, la Corte Constitucional en varios fallos ha definido que el fin de
la cárcel es resocializar a las personas. La sentencia T-388 de 2013, por ejemplo,
dice: “La prisión es una de las herramientas en la guerra contra el delito, que buscan
evitar las violaciones a los derechos fundamentales de las personas mediante la
resocialización de quienes delinquen”.
De modo que quien cometa un acto delictivo debe tener la expectativa de volver
a la sociedad, lo que iría en contra de la cadena perpetua.
Ahora bien, lo que advierte esta misma sentencia es que en este momento ese
derecho a la resocialización no se ha logrado, “puesto que la reclusión en las
condiciones de crisis que se enfrenta, impiden que el encierro sirva adecuadamente a
los propósitos que se le asignan”.
Pero lo que dijeron los expertos consultados por Colombiacheck es que la pena
máxima que hoy tiene Colombia prácticamente ya constituye una cadena perpetua.
Suponiendo que el imputado fuera una persona de 18 años, tras 60 años de cárcel,
volvería a recobrar su libertad hasta los 78.
En todo caso, de acuerdo con Hurtado, ahí no debería centrarse el debate, “pues
lo que ha demostrado la experiencia es que la gravedad en la parte punitiva no
desestimula el delito”.
En ese sentido, el Estado y todo su poder judicial debería enfocarse, más bien,
en resolver las falencias que ya hemos venido mencionando a lo largo del artículo,
como que el número de denuncias no es representativo para el universo de actos
cometidos para este delito; que no hay una entidad única que se encargue de recopilar
la información y que la gran mayoría de investigaciones iniciadas por la Fiscalía no
conducen hacia una condena.
También es importante “que todos los entes encargados hagan lo que tengan
que hacer sin revictimizar a estos niños y niñas”, dice Hurtado, “y que medicina legal
tome las pruebas a tiempo y de forma correcta”.
Pero además, otro de los problemas con los que cuenta hoy la justicia es que
“los jueces, fiscales y demás funcionarios encargados de proteger a las niñas en
Colombia aún son presas de un sistema institucional y cultural cargado de prejuicios
y estereotipos”, según el reportaje de Mutante.org.
Esto aplica para las propuestas de aumentar las penas de cualquier delito. Y
conduce a la misma conclusión del punto anterior en el caso del delito de violación de
menores: lo que debe evaluar el sistema es cómo mejorar el proceso judicial, más que
la dureza de las penas.
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Fuera de esto, reconoce que “lo más relevante [que pueden hacer] es vigilancia
y control político a la administración” y la elección del contralor departamental.
Sin embargo, “los municipios tienen más funciones que los departamentos y en
muchos casos son más ricos”, dice Zuluaga Gil, porque se encargan de manera más
directa de aspectos como la salud, la educación o la seguridad. Por ejemplo, el
presupuesto aprobado para Medellín en 2019 supera en casi un billón de pesos al de
Antioquia. Para la misma vigencia, Cali fijó 3,5 billones y el Valle del Cauca, 2
billones; 57 por ciento más para la ciudad que para el departamento al que pertenece.
Por eso los aspirantes a algunas alcaldías pueden prometer más cosas, aunque
no es así en todos los casos. “Hay municipios en Colombia que dependen en un 90
por ciento de las transferencias de la Nación que están reguladas por ley”, señala el
constitucionalista. De modo que tiene más posibilidades de cumplir promesas
novedosas quien quiere liderar un pueblo de categoría especial o 1, mientras que esto
es casi imposible para los de la 6, que es la más baja.
Otras de sus atribuciones importantes, en las que pueden actuar con algo de
libertad, son las de regular el uso del suelo o elegir al personero municipal.
En el resto del país, en cambio, considera que “no pueden prometer ninguna
fórmula concreta” porque su función no pasa de la recomendación de inversiones sin
muchos dientes para que sean tenidas en cuenta por las administraciones y los
concejos.
En resumen, Zuluaga plantea que los candidatos a estas elecciones “deben ser
muy creativos” para prometer algo nuevo sin salirse de los límites constitucionales,
legales y prácticos que tendrían en caso de quedar elegidos. Cada ciudadano deberá
evaluar, teniendo en cuenta estos factores, si le quieren pintar pajaritos en el aire o si
de verdad le van a cumplir.