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ADMINISTRACION DE JUSTICIA

(ENSAYO)

Facilitadora:

Abg. y Msc. Zulay González Contreras

Participantes:

 Gutiérrez G. José G.
C.I. Nº V- 9.869.041
 Wilchez S. José M.
C.I. Nº V- 19.244.345
Santa Bárbara, Julio de 2017

Iniciamos este trabajo con una frase acorde a estos tiempos y que
hace referencia precisamente a: Si hay algo fundamental para el
funcionamiento de un Estado – y con mayor razón, de un Estado
democrático y Social de Derecho – es la administración de justicia. Sin
ella, o cuando ella no responde a las necesidades de la población,
imperan el caos, las vías de hecho y la tendencia a hacer justicia por
mano propia.

El objeto del presente ensayo es realizar un recorrido doctrinario y


normativo para así establecer nuestro propio criterio sobre la
administración de justicia, el Juez como Operador de la justicia y la
violación de los Derechos humanos en la administración de la misma.

Con respecto al primer tema, de los mencionados anteriormente,


encontramos que en La Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (CRBV, 1999) se plasma un sistema de administración de
justicia nutrida de adiciones y modificaciones, especialmente lo
concerniente a principios que consagran en su parte dogmática, que en
algunos casos, obstaculizan y alteran todos los dispositivos legales que
conforman el ordenamiento jurídico vigente.

En nuestro país, la justicia se concibe como uno de los principios


supremos ante el cual están sometidos todos los procesos judiciales, tal
como lo señalan los arts. 2, 26, 27, 49, 253 y 257 de la CRBV, no en
vano el ordenamiento jurídico refiere a manera general que el proceso
constituye el instrumento fundamental para la realización de tan magna
garantía; sea en la condición o estatus de cada ciudadano venezolano o
extranjero, es decir, así sea de los estratos económicos más vulnerables,
todos tienen el derecho a acceder al sistema de administración de justicia.

El autor patrio, Ricardo Henriquez La Roche (2003), define en su obra


“La Administración de Justicia en Venezuela”, que la justicia es un
derecho humano fundamental que el Estado como garante del poder de
imperio que le ha sido conferido por los administrados, está en el deber
de impartir. Por ello, cada nación desde la óptica del hecho social que le
da origen a sus instituciones ha interpretado de distinta forma lo que debe
entenderse por la justicia y la manera como la misma debe ser
administrada.

Visto el panorama doctrinario y normativo, resulta imprescindible


efectuar un análisis sobre todos los preceptos (administración, acceso,
otros) que se instituyan junto a la gratuidad para la efectiva prestación del
bien jurídico perseguido por el Poder Judicial de la República Bolivariana
de Venezuela que no es otro que la justicia.

En tal sentido, con la aprobación y puesta en vigencia de la carta


constitucional, se esperaba que la justicia sea un derecho más asequible
para los administrados, pero observamos que en El Código de
Procedimiento Civil (CPC) de Venezuela (1987), norma rectora de todos
los procedimientos civiles que se desarrollan en las instancias civiles y
mercantiles, es de anterior aplicación a la entrada en vigencia de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999).

Esta situación hace que surja el dilema de que si sus disposiciones


se ajustan perfectamente a las consideraciones que respecto a la justicia
se encuentran consagradas en la aludida norma superior y las novísimas
normas procedimentales que conforman el ordenamiento jurídico de la
nación venezolana.
Sabemos que la administración de Justicia venezolana se asienta en
la trilogía de jurisdicciones ordinarias: Civil, Penal y Jurisdicción
Contenciosa – Administrativa; y que la justicia es un servicio esencial que
debería llegar con eficiencia a todo el territorio nacional, donde todo
ciudadano requiere para su desarrollo en el contexto social que se le
administre justicia cada vez que la necesite en todos los campos del
derecho: civil, laboral, de familia y penal.

Continuando con esta disyuntiva, encontramos que en uno de los


principios de la CRBV se consagra la gratuidad de la justicia. Este
principio rector, a nuestro entender, surge de la conmoción político y
social que circunda el acontecer cotidiano del país, que tiene su origen en
la gran deuda social que atosiga o abruma el grueso de los que
habitamos en este espacio geográfico.

La gratuidad de la justicia tiene como propósito inmediato, la


satisfacción de la gran demanda de peticiones emanadas de aquellos que
por diversos motivos se ven excluidos de la protección que de sus
derechos debe efectuar el Estado democrático, social y de derecho que
rige los destinos de los justiciables.

Como deducción de lo anterior se muestra, que si bien en Venezuela


la justicia debe ser impartida por el Estado a través de los operarios
judiciales de forma gratuita, todavía existen algunas prácticas que aún
arraigadas en el desempeño de los funcionarios judiciales, desvirtúan y
vulneran el aludido principio, logrando con ello, que muchos de los
administrados pierdan la confianza e imparcialidad en los procesos que se
tramitan ante los juzgados de la República.

En nuestro país, aún, el servicio de administración de justicia, aparte


de lo expresado anteriormente, es muy deficiente. Mucho se ha venido
haciendo en los últimos años para procurar una mejor organización del
sistema judicial y dotarlo de mejores recursos técnicos y tecnológicos.
A este respecto y a los fines de dar cumplimiento a la Tutela Judicial
Efectiva consagrada en el artículo 26 de la CRBV, la Dirección Ejecutiva
de la Magistratura (DEM) crea el Sistema de Información de Estadísticas
del Poder Judicial (SIEPJ) que consolida las estadísticas judiciales, para
el adecuado diseño de políticas judiciales, que coadyuven a la acertada
toma de decisiones en materia de gobierno y control de la gestión judicial.
El SIEPJ se encuentra regulado mediante resolución Nº 1540, publicada
en la Gaceta Oficial Nº 37.909 de fecha 30 de marzo del 2004.

Pero a pesar de la creación de este sistema todavía el Estado


venezolano esta en mora con los administrados; encontrándose que el
efecto más evidente de toda la ineficiencia del sistema es la demora en el
trámite y decisión de los procesos.

Esta demora tiene dos causas, a saber:

- La primera, la congestión judicial, es decir, la mora judicial del


pasado, que se acumula por años y genera aún más retrasos.
- La segunda, las causas iniciales se relacionan con vicios y
defectos estructurales del sistema que generan cuellos de
botella, duplicidades, choques o interrupciones del proceso de
toma de decisiones, y otras manifestaciones que van afectando
todo el mecanismo, llevando al proceso, en ocasiones, casi a su
paralización.

Si revisamos la Pagina virtual de la DEM o del Tribunal Supremo


de Justicia (TSJ), encontramos un vacío de información en cuanto a
estadística se refiere, es decir, se desconoce el inventario de procesos
civiles, penales, laboral u otra materia, por lo que deducimos que la mora
judicial es incalculable, desconociéndose igualmente, el tiempo que la
rama judicial tardaría en ponerse al día.

Igualmente, al examinar el lapso de un proceso civil ordinario en la


actualidad, encontraríamos un promedio más de 24 meses hasta la
segunda instancia (sin casación) y es muy común ver procesos que
superan años de existencia sin suspensión o remisión al archivo.

Cabe mencionar que esta situación no se observa a nivel de


Tribunales de Municipio Ordinario y Ejecutor de Medidas pero que
lamentablemente no cuentan en su mayoría con el respectivo Sistema
automatizado, destacándose que la tasa de acumulación se ha llevado
casi a cero, es decir, que se está logrando evacuar un número
equivalente al número de procesos que ingresan a la rama judicial en
materia civil, lo cual es bueno, pero claramente insuficiente porque no se
logra empezar a atacar la dilación a nivel nacional.

En el campo de lo contencioso administrativo, penal o laboral la


situación es igual, es decir, se desconoce el número de procesos tanto
entrantes como salientes; en definitiva, no contamos información referente
a: - Indicadores de acceso a la justicia, - Índice de dificultad en el acceso.

Este señalamiento la respaldamos con los resultados de la


investigación realizada por Alí Daniels (2016) de Acceso a la Justicia (El
Observatorio venezolano de Justicia), al señalar que:

“las estadísticas judiciales de Venezuela, tienen como principal


característica la ausencia de datos y la falta de transparencia en
los datos oficiales, que impide realizar un análisis preciso, pues
los números que en los últimos años se han publicado son
genéricos e impiden distinguir, por ejemplo, sentencias de casos
resueltos e incluso decisiones de mero trámite de decisiones de
fondo, recordando a los presentes que, aunque el número de
decisiones parezca muy alto, éstas no necesariamente resuelven
el caso ni lo cierran, y esto último es lo verdaderamente
importante para la administración de justicia”.

Con este señalamiento resulta evidente señalar que la falta de


estadísticas o la falta de acceso a datos oficiales en Venezuela, incide
negativamente no solo en la imagen del poder judicial venezolano, sino en
general en todo su funcionamiento y en la confianza que los ciudadanos
tienen en el sistema de administración de justicia.

Rogelio Pérez Perdomo (1998) en su obra El Código Orgánico


Procesal Penal y el Funcionamiento de la Administración de Justicia
señala que “el informe de la Comisión Legislativa no hace mención a la
duración promedio de los juicios penales, ni a los extremos, aunque
claramente menciona lo que probablemente sea un extremo”, es decir,
que un número de procesos dura más que la pena probable del delito que
se imputa al reo.

Continua el mencionado autor diciendo que las estadísticas que se


publican en materia judicial no dicen nada sobre duración de los juicios,
en general, ni de los juicios penales, en particular.

Ante este amplio panorama y, lo mucho que tenemos por hacer en


relación con la calidad y cobertura de la justicia, sólo el hecho de la
demora en los procesos es un asunto completamente inaceptable e
intolerable. Muchas veces se ha dicho que la justicia demorada es lo
mismo que la negación de justicia. En nuestro criterio, puede ser aún
peor.

Conforme a lo que se ha venido planteando en el desarrollo de este


estudio, un sistema de justicia ineficiente genera por ende efectos
negativos para los ciudadanos, para la sociedad y para la economía del
país (Incertidumbre para la inversión económica). Los efectos negativos
en relación con el individuo se concretan en:

1) Se perturba o se altera el derecho esencial de cada individuo a


obtener solución a sus conflictos o necesidades legales.
2) Se imposibilita la adecuada finalización y superación de los
conflictos personales, generando frustración y resentimiento en los
ciudadanos, y podría promoverse la justicia por la propia mano. Es
ineficiente un sistema judicial, entre otras razones, cuando el juez
no está suficientemente capacitado para dirimir el conflicto. Este
tema se dirimirá más adelante.
3) En lo social se entorpece la pacífica convivencia de las
comunidades.
4) Se hace inviable alcanzar una paz duradera en las regiones del
país, tal como ocurre hoy día.
5) En relación con lo económico, pueden observarse efectos
perjudiciales, tales como: Demora la investigación, el desarrollo y la
implantación de nuevas tecnologías.
6) Obstaculiza el crecimiento de mercados y aumenta los riesgos de
convenios.
7) Genera mayores costos de transacción y se afecta la
competitividad del país. La incertidumbre jurídica genera costos,
también los genera la lentitud de los procesos.
8) Perturba el volumen de negocios.
9) Afecta la redistribución del ingreso.
10) Desestimula la inversión nacional y extranjera.
11) Afecta la credibilidad del sistema judicial y de las instituciones en
general.
12) Estimula el incumplimiento de la ley o el contrato e informaliza las
relaciones comerciales.

Revisado toda esta perspectiva, sabemos que el tema de justicia no


está en el primer lugar de la agenda gubernamental. Desde el punto de
vista del gobierno, el tema de justicia está mezclado con el tema de la
política, y esa prioridad indiscutiblemente le resta importancia al tema de
justicia y capacidad ejecutoria al Gobierno.

Es por tanto que el factor importante para lograr realmente instaurar


un sistema eficiente de administración de justicia es la determinación
política del Estado enfocada de lleno en esa dirección. La justicia debe
pasar al primer plano de la agenda gubernamental y mantenerse ahí
como política de Estado.
Mientras no se formule una política coherente, estable,
independiente que se ubique como una de las más altas prioridades de
gobierno, no será posible realmente conseguir avances significativos en el
desempeño del sistema judicial, ni mucho menos llegar a la meta de
organizar un sistema vigoroso y eficaz en la prestación del servicio a
todos los venezolanos.

Así mismo, sino existe una buena y pronta justicia, además de ser
el punto de partida para la convivencia y el respeto de los derechos, es un
paso obligado y determinante en la búsqueda de la paz y una condición
para el desarrollo económico del país. No es posible llegar
verdaderamente a alcanzar la paz y mucho menos a consolidarla en el
tiempo, sin haber logrado previamente un sistema sólido, eficaz,
equitativo, abierto y rápido de justicia.

Es por ello que, conseguir que el servicio de administración de


justicia funcione, es un asunto particularmente relevante para todos los
que habitamos en este hermoso país llamado Venezuela.

Analicemos ahora el tema relacionado al Juez como operador de la


justicia en la República Bolivariana de Venezuela, conociendo de
antemano, tal como se ha dicho anteriormente, que nuestra carta magna
establece en su artículo 2 que Venezuela se constituye en un Estado
democrático y Social de Derecho y de Justicia.

Partiendo de esa definición y en función del criterio de los juristas


Humberto Ocando Ocando, Flor Ávila Hernández y Luz María Martínez de
Correa (2011), en la obra “Principios axiológicos del juez en el Estado
Social de Derecho y de Justicia”, es necesario en primer lugar tener un
criterio preciso sobre lo expresado en el referido artículo constitucional.

Para ello, contamos con el criterio de la Sala Constitucional del TSJ


(Sentencia Nº 85, de fecha 01/02/2000), de lo que se debe razonar sobre
los principios axiológicos del juez venezolano en el modelo dogmático del
Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, el cual sabemos
que, el fin último es buscar la armonía entre las clases sociales, evitando
que la clase dominante domine a otras clases o grupos sociales,
impidiéndoles el desarrollo y sometiéndolas a la pobreza y a la ignorancia,
haciendo que mediante una debida tutela judicial efectiva el Estado
suministrara Justicia.

Desde este punto de vista, se hace imperativo revisar el rol del


Juez ante la realidad social que tenemos hoy día, sobre todo por lo
planteado en el referido artículo que tanto hemos mencionado sobre el
Estado Democrático y Social de Derecho y Justicia, teniendo como norte
la justicia, en armonía a la debida tutela de los derechos fundamentales
de los ciudadanos, ya que no se trata únicamente que este reconocido o
plasmado en la Carta Magna.

Ante este horizonte real de los venezolanos, ponen al juez en un


dilema: Una visión frente al proceso y por otro lado ante la Ley. Con
respecto al primer dilema, la Constitución coloca al Juez a disponer del
proceso como herramienta única para averiguar y materializar la justicia.

Con la segunda disyuntiva, es decir, por ante la Ley, el director del


proceso (el juez), en su tarea de juzgamiento, ésta debe ser en función
del derecho, la justicia y la realidad social, ya que debe disipar los
conflictos de intereses de forma real y efectiva, con sostén de la verdad,
la honestidad, la buena fe y la celeridad, de esta manera hacer que su
labor se convierta en realidad del bienestar social y el respeto de los
derechos humanos.

Ante esta realidad, compartimos los criterios de los juristas antes


mencionados al señalar que el rol del juez venezolano frente al Estado
Democrático y Social de Derecho y de Justicia, en pro de la Justicia,
deber ser:

a) El juez como garante del debido proceso.


b) El juez cuidadoso de los derechos y libertades fundamentales,
garante del derecho a la tutela judicial efectiva y del acceso a la
justicia de los ciudadanos.
c) El juez como aplicador de las normas del derecho sustantivo y
adjetivo, respetable por ser un genuino intérprete de la Constitución
y de las normas que rigen el ordenamiento jurídico venezolano.
d) El juez como director del proceso, demostrando autoridad,
liderazgo en la conducción del proceso y legitimidad social,
garantizando el desarrollo de los actos procesales.
e) El juez como gerente, que demuestre las cualidades para la
administración eficiente y eficaz de su despacho y de los
funcionarios judiciales.
f) El juez independiente, autónomo y que sepa defender su
autonomía y su independencia jurisdiccional frente a interferencias
de cualquier índole.
g) El juez conocedor y ejecutor del Principio de Oralidad.
h) El juez conocedor de las ciencias sociales y humanísticas
(sociología, filosofía, psicología, entre otras), estrechamente
vinculadas con la función de administrar justicia.
i) El juez comprometido con el rol que le toca cumplir en la sociedad.
j) El juez como la persona con los más altos principios éticos y
valores morales.

Es claro que estos roles deben conjugarse con conjunto de valores


generales que conforman el perfil ideal del Juez y que en gran medida
van a redundar en una eficaz y eficiente función en la administración de
justicia, siendo que la actividad jurisdiccional debe desplegarse como
parte de un sistema de Estado, teniendo como norte la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela.

Cabe destacar que los roles descrito inicialmente, corresponden con


las cualidades señaladas por la Escuela Nacional de la Magistratura, a
través de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura (DEM), las cuales
deben mantener y desarrollar los Jueces en su Rol en el Sistema de
Justicia venezolano.

En resumen, frente al paradigma del Estado Democrático y Social de


Derecho y de Justicia estipulado constitucionalmente, y por lo
conceptuado específicamente en los artículos 2, 3, 4, 5 y 6 del Código
Orgánico Procesal Penal (COPP), podemos destacar que la conducta del
Juez venezolano debe estar encuadrada en forma general en los
siguientes lineamientos:

- Estar atento a los cambios sociales.


- Entender que un Estado Social busca la justicia legal material
en lugar de una justicia legal formal.
- Ser activo, su rol no se limita a la interpretación y aplicación
mecánica de las normas.
- Estar abierto a la posibilidad de aplicar el control difuso a
cualquier norma que, aun cuando no sea directamente contraria
a las disposiciones expresas de la constitución que se
encuentran ligadas a lo social, vaya en contra de los valores y
principios constitucionales del estado social de derecho.
- Comprender que el término “desigualdad” no se limita a
“diferencias económicas”, sino que debe entenderse en un
sentido más amplio.
- Comprender que muchos derechos del individuo quedan
condicionados en muchas áreas al interés social.
- Debe ser progresista en el reconocimiento e interpretación de
los principios que privilegian la dignidad humana como valor.
- El Juez debe ser ejemplo en la sociedad para así ganar la
confianza del público.
- La conducta pública y privada del Juez debe ser cónsona con la
decencia que exige su investidura.
- Para ser Juez es necesario ser un ciudadano ejemplar.
Finalmente, con respecto a la administración de Justicia y la
violación de derechos humanos, sabemos que la tendencia de nuestra
carta magna es la de ofrecer el privilegio de la protección de los derechos
humanos.

Con el paso del tiempo, el reconocimiento y garantía de los


derechos fundamentales de la persona humana, ha sido el resultado del
desarrollo político y social de los pueblos, pasando de la sola
consideración de los derechos individuales (primera generación), a los
derechos sociales, económicos y culturales, (segunda generación) y, por
último, a los derechos de la humanidad (tercera generación).

Ahora bien, en el Preámbulo de la CRBV (1999), expresa que uno


de los fines para la refundación de la República es asegurar la garantía
universal e indivisible de los derechos humanos, tal como se reseña en
los artículos 2, 19, 23,27 y 31 del referido texto constitucional.

Constituye pues al Estado Venezolano, mediante el Sistema de


justicia y con la responsabilidad de los jueces, garantizar el vigor de los
dispositivos internos de protección de los derechos humanos, previstos en
la Constitución y en las leyes, y de esta manera evitar la intervención
supletoria o complementaria de los órganos internacionales, cuya
jurisdicción contenciosa ha sido reconocida a través de los Tratados y
Convenios suscritos y Ratificados por el Estado venezolano.

En tal sentido, son los jueces los llamados por la ley, en primer
lugar, a disponer las sanciones punitivas a los infractores de la respectiva
normativa y ordenar las reparaciones a que hubiere lugar. El director del
proceso (Juez), además de poseer un conocimiento sobre derechos
humanos, deberá ejercitar una función innovadora y creativa.

Esta aseveración es así porque precisamente al Juez como director


del proceso de manera irremediable le tocará desenredar, esclarecer
rescatar, conformar, integrar y hasta adaptar a la Constitución al caso que
corresponde conocer.
Ante un caso concreto, el Juez, al emplear la Constitución, las
leyes y los Tratados, referidos a los derechos humanos, debe ser creativo
y sensible, y estar inmerso en la dinámica social que cada vez exige con
mayor fuerza el respeto a la dignidad del ser humano, a la sociedad y a
los bienes de la humanidad.

Resumiendo el rol principal del juez en la protección de los


derechos humanos, lo hacemos con las palabras de Francesco Carnelutti,
citado por el jurista venezolano Alirio Abreu Burelli: “El juez es la figura
central del Derecho. Un ordenamiento jurídico se puede pensar sin leyes,
pero no sin jueces.” Así mismo, Burelli cita a Piero Calamandrei:

“Todas las libertades son vanas si no pueden ser reivindicadas y


defendidas en juicio; si el ordenamiento del juicio no está fundado, él
mismo, sobre el respeto a la persona humana, el cual en todo hombre
reconoce una conciencia libre, única responsable de sí, y por esto
inviolable”.
Estas afirmaciones conjugan que son los jueces los encargados de
aplicar las correctas reglas precisas recogidas por el Legislador en la
carta magna y demás leyes de la República; por tanto corresponde a ellos
aclarar, depurar bajo los principios constitucionales brindar el
cumplimiento de derechos fundamentales.

De lo señalado a lo largo del trabajo, puntualizamos que ante lo


conceptuado por la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela (1999) como Estado Democrático y Social de Derecho y de
Justicia, debemos propiciar un régimen legal de respeto y garantía tanto
los derechos humanos como las libertades individuales y los derechos
sociales; asimismo, buscar la transformación real de la administración de
Justicia y de esa manera lograr un cambio de nuestra realidad social, tan
convulsionada hoy día, generando un clima de confianza, sentido de
solidaridad y responsabilidad social en todos los ciudadanos.

Con respecto al sistema de justicia, este tiene que ser un sistema


que se desprenda de esa concepción de derecho ortodoxo, naturalista o
positivista que ve en el derecho un conjunto de normas
descontextualizadas de la realidad social que no representa los intereses
de las mayorías, ese sistema que permita el cumplimiento constitucional
de administración de justicia para todo por igual.

Es decir, el estado debe asumir un papel tutelar que garantice la


justicia y que la misma está al servicio de los ciudadanos, protegiendo la
dignidad humana, el respeto a los derechos humanos y la igualdad de los
ciudadanos; por tanto se requiere una administración de justicia que actué
bajo los principios básicos de: honestidad, eficacia, eficiencia,
transparencia y responsabilidad, con sometimiento pleno al derecho, que
como expresión de la voluntad popular, otorga la certeza y la seguridad
jurídica necesaria.

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