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LA CASITA

Mi familia vive en La Casita. Que de chiquita no


tiene nada. Lo que pasa es que también es restau-
rante, con ocho lnesas de madera y un montón de
sillas tapizadas. Hay un jarrón con flores nuevas en
una lujosa mesa de maderabaio un candil, justo en
el cenLro del restaurante. El cuarto entero parece
brillar, especialmente de noche, cuando todas las
luces están encendidas. Y como el piso está pulido
como cristal, mis padres insisten en que caminemos
con mucho cuidado por el comedor.
La Casita tiene trás ventanas hacia la calle' Me
gusta sentarme en los bancos y ver a la gente que
,:$
pasa. del otro lado de las rejas de hierro' Algunas
'g
.€ veces la gente me sonríe o me habla. I'Jna vez,
una señora indígena vestida de huipil me dio dos
.;q

r¡;
:+ canillas de leche, que compartí con mi hermano
.E
ottt?loo"
clicen que La casita es el mejor restau-
rante en la ciuclacJ de Gtraremala.

73
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Augusto está lavando platos en el fregadero.
-Davico, ¿te gusta la n;ragia? -me pregunta, secán-
a:3
Mi cuarto favorito en La Casita es la cocina. Tiene 'r;1!

dos refrigeradoras -una fría,la otra muy, muy fría- i.*


.i¡: dose las manos en el delantal.
:+
y muchas ollas cromadas, brillantes, en la estufa 1'.ii
,,]; -Creo que sí. ¿Qué es magia?
-Trucos, vos sabés, trucos, como cuando un co-
.'*
de gas.
:5
A lo largo de una de las paredes de la cocina .:1i

nejo sale de un sombrero -dice, mostrándome los
hay un tanque de cristal grande lleno de langostas li; dos dientes de oro en su boca-. ¿Querés ver uno?
-criaturas moteadas con largas antenas y muchas 'i
-Claro.
verrugas en sLls patas peludas-. Todas tienen nom- ,N
Camina hacia el tanque de las langostas y le
bres chi.stosos como El Cid, Don euijote, Aníbal, ri guiña el ojo a Otto.
Rey Arturo. Una a una todas las langostas, excepto 't; Otto comienza a silbar el himno nacional de
.;
Gengis Kan, han desapareciclo y han siclo reempla- Guatemala. Enseguida comienzo a cantar orgu-
zaclas por otras. Es enorm e -papá clice que nunca
,!l
:l! llosamente junto con él palabras que ni siquiera
se desllará de él-.
,'il
::l
entiendo:
Cuando Felipe se va ala prepa y mi niñera Con- ¡Guatemalafelí2...! que tus etras
no profane jamás el uerdugo;
suelo está ocupada, me gusta meterme en la cocina n
ni baya esclauos que laman el yugo
y ver a Augusto, el cocinero. Se pone un delantal :.:
t.
ni tiranos que escupan tufaz.
blanco grande y trabaja ran rápido en la tabla de t;
a,

picar qlle sus manos zumban, especialmente cuan-


:4.

-iMirá esto! -interrumpe de repente Augusto.


do rebana zanahorias y fomates. Camina hacia mí. Se me acerca tanto que su
_* perfume me da comezón en Ia nariz. De repente
bate sus manos detrás de mi espalda. ¡Tiene una
Un clía, rne dejan solo con Augusto. Mamá me ad- sorpresa para mí!
vierte que no me acerqu e ala e.stufa porque una vez Augusto es más bajito que mi padre, pero lleva
Felipe trató de prenderla con un fósforo y le explotó plataformas en sus zapatos. Sus btazos son grue-
en la cara y le quemó las cejas y las pestañas. sos como los de un pescador. Ahorita se ve fluy,
Augusto me da un banco. Satre que me gusta muy alto. Me fijo en los granos rojos de su cara.
quedarme mirando el tanque de las langostas. Algunos se están volviendo blancos. Se pone grasa
Un poco más tarde entra Otto, el mesero. Se en el pelo, que hace que le brille y lo mantiene en
mete en un pequeño clóset cerca de la puerta su sitio.
trasera y se pone una camisa blanca, pantalones De repente siento que algo me está pellizcando
negros y una corbata negra delgada, Otto-es flaco el trasero del pantalón. Antes de que pueda voltear,
como un palo. Augusto grita: -¡Tarán!

74 I5
Hace girar una langosta gigante frente a mi
cafa. Una semana después de la iugarreta de Augusto,
orgu-
-Davico, dile hola a Gengis Kan, -dice escucho muchos aviones volando bajo. Papeles
llosamente.. amarillos y azvles caen del cielo, girando y dando
-No quiéro. -Tengo miedo de que las
antenas
vueltas en el airg como aviones de papel. Aterrizan
me den en los ojos. enla azotea y en el patio del restaurante. Le llevo
Augusto le hace un gesto a Otto y sonríe mientras una de las hojas a mi padre. Lee las palabras en es-
yo escapo corriendo' -¿Viste La cara que puso? pañol muy lentamente y enojado Íasga el papel.
Otto lleva un bigote tan delgado que parece -¿Qué es eso, papá?
que lo dibujaron con un lápiz. Sus labios apenas -Problemas -dice-. Problemas -y mueve la
se mueven cuanclo deia escapaÍ urra risa chillona cabeza.
de entre los dientes. Sé que las palabras en el papel lo hicieron
Gengis Kan me asustó y me hago un poco de enojar. Soy un niño grande, pero no sé leer. -¿Qué
pipí. Lo siento tibio bajando por mis pantalones tipo de problemas?
*i".rrru, salgo galopando fuera de la cocina hacia -Política. ¿Por qué no nos dejan en paz?
mi cuarto , arriba, Para cambiarme'

Ahora el restaura.rr..rrá vacío casi siempre. Mi


Decido no volver a errtraÍ nunca más en la cocina padre lo cierra tan pronto como anochece y las sire-
mientras Augusto esté solo ahí. nas comienzana gritar. Mínutos clespués, seapagan
Pero cuando él no está, me paso horas miran- toclas las luces y rni madre saca las candelas.
do las langostas en el fondo del tanque' con sus -¿Qué vamos a ltacer? -pregunta mamá una
antenas y sus patas moviéndose y sondeando' Son noche.
tan feas como las iguanas gigantes, salvo que viven Papá, que se ha vuelto muy bueno para enco-
en el agva. gerse de hombros, se encoge de hombros.
Gengis Kan es definitivamente el rey' Escala por
-Tenemos qLle hacer algo.
los lomos de las otras langostas y saca las antenas -Bueno, al menos la gente todavía puede venir
del agua como si fuera a respirar' Hace esto tres o a almorzar-, dice papá,levantando los l¡razos,
clratro veces al día. -Sólo los reporteros de Estados Unidos. Nunca
Si hubiera suficientes langostas en el tanque ordenan más que un sandwich para el almuerzo
podría escalar Y salirse. -dice mi madre, entornando los ojos-. Si estos apa-
Espero que nunca suceda eso' gones continúan, vamos a tener que tirar la carne
y el pollo del congelador.

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-Lo sé -dice mi padre, bruscamente. lrli cuerpo tibio. Las balas y los apagones hacen más
-Luis, por favor... divertida mi vida.
¡€:
-Sí, sí, lo siento. Tenemos que hacer algo -re- :il
.,;i
*
pite más suaveffrente y luego abraza a mi mamá.
Ella le pasa la mano por el pelo. Esto me hace .i¡;
Creo que podría acostumbrarme a dormir así.
feliz. l:¡
i::
Prefiero dórmir bajo la mesa a dormir en la
.t,,i

.rii cama con mi cerdito.


itti
Cuando el tiroteo termina, mi madre hace que
La ciuclad de Guatem"rr., tan peligrosa que papá '':"i fegresemos a nuestro cuarto. Tenemos que dormír
sale a las seis de la mañ.ana pata comprar comida
.::.:l

't¡
con las luces apagadas. Me da tanto miedo la os-
para el restaurante en el mercado central al lado :aa

a ctrridad que mi madre me compra una lárnpara de


de la Catedral. Camina muy rápido, pegado a las ii.:
:: baterías para qlle pr:eda clormir con la luz prendida.
parecles de los edificios, en caso de que las balas
:'rir
: l:. La Iámpara tiene Lrna pantalla que gira -cuando
il
comiencenavolar.Unavez que estaba yo sentado ,i1
.a-; da la vr¡elta, el sol, las nubes y las olas pintaclas se
en un banco, regresó y me enseñó unabala achata- ., i, deslizan a través de la luz. Me encanta ver las olas
..i

da qr-re había encontrado clavada en una pared.


.!:
estrellarse en la playa y elevar chisguetes de agua
i,i
Una noche mientras mi hermano y yo estamos ,i
lr:
irnaginarios. Felipe odia la lámpara porqLre lo man-
t
jugando palillos chinos en nuestro cuarto, escucha- tiene despierto. Dice que soy un bebé.
mos "¡pum!, ¡puml". I A mí me glrsta Ialámpara aunque algunas veces
:;.

-Agarra tu almohada y tu frazacJa, Davico. Tú j-: Consuelo deja una camisa colgada de la perilla del
t
también, Felipe. ¡Rápicio! -dice rnamá. ,:
.i::
i:' clóset y comienzo a ve-rsombras. No puedo contro-
-¿Por qué? -gime Felipe con impaciencia. Está lar mi mente. Si sopla el viento mi camisa se infla
ganando el juego. como un monstruo enorme. Luego imagino que el
-Vamos a clormir abajo en el restaurante. polvo bajo mi ca:;.":ra se ha convertido en un lobo y
Felipe agarra su perro marrón y baja con re- que los rayones en la parecl son arañas o culebras.
sistencia. No está contento. Yo me llevo el cerdito Si oigo silbiclos en la calle estoy seguro de que es un
de peluche que duerme toclas las noches sobre mi mr-lrciálago tratando de meterse a nuestro cuarto.
almohada. Ahora sólo puedo dormir con la luz prendida.
Nuestros paclres e.stán alteraclos por las balas y
nos hacen camas bajola gran mesa en el centro clel
restaurante. Honestamente, estoy feliz de tener a Las cosas están .rnp.orundo.
toda la familia dr-rrmiendo junta, envuelta en fraza- Consuelo no me lleva a darle bananos a La
das. Só1o tengo que estirar losbrazos para tocar un Mocosita en el Parque Aurora.

1B I9
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El director decide cerrar la prepa de Felipe' ,:lS
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Mi madre me toca el pelo. -Lejos. Hablan in-
Consuelo deja de llevarnos después del al-
:!*
:rá
glés allá.
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muerzo a andar en bicicleta alrededor de la fuente € -¿Qué es inglés?
del Parque Central. Extraño los árboles, los mirlos, ,i€ -Es una lengua extrañ.a -dice Felipe-. Estoy
el agua, los ishtos lustradores. Hasta las sucias ,:s
estucJiándola en el colegio. Se dice "table" en vez
palomas. de "mesa'
,€
Una noche, estamos todos dormidos bajo las j* Mi rnadre lo reprende. -No es extraña. Yo la
mesas del comedor. Mis padres susurran. ig lrablo. Tarnbién papá.¡Ustedes la aprenderán bien
-Guatemala es muy peligroso -dice papá-. Qué rápiclo!
.re
l*
tal si una bala... .:¿: -Bueno, ¿y qr-ré le pasa a la prepa? ¿La prepa
-¡No lo digasl -dice mamá severamente-. Los
rr'* viene con nosotro.s? -cligo, dándole una mordida a
niños están aquí. il: mi pan francés con queso de capas.
Cierro los oios parafr'ngir que estoy durmiendo, ., !i: -No -dice mi madre-. La prepa es un colegio.
pero está tan oscuro que no se puede ver nada. :ll
,g
Ahí se qr-reda. Su padre y yo iremos primero a bus-
-La gente tiene miedo de salir. El gobierno va caf una nueva casa.
-¿Pero qué pasará con nosotros? -Temo que
it:;a

a ser derrocado.
Imagino que mis padres se están abrazando de n
tendremos que clormir solos en las bancas del par-
la manera en que me gusta.
i:-:l
que como los ishtos lustradores.
-Tenemos que ser cuidadosos con lo que de-
.;j
-Se quedarán con el tío Aarón, dice mi ma-
cimos -susurra marná-. Hasta las paredes tienen t::,r
..i
dre.
oídos. :tl
Toclo el tiempo mi padre está tomando café,
Una parecl llena de orejas. Qr-ré extraño y es- ,¡:
leyendo el periódico y negando con la cabeza.
pantoso pensamiento. Cierro los ojos, aprieto mi ji f

cerdito, y decido que éste es un buen momento


..it:

para dormir. j
Tío Aarón es muy alto y calvo, usa lentes de ala de
'::.
il murciélago y se viste en un traje de tres piezas. Su
::i
esposa Lonia es muy bonita, pero siempre nos está
El día siguiente.n.r o"riuno, mamá nos dice que ri gritando: -¡No pises aquí, no toques allá!
ella y papá han decidido ir a un lugar llamado los '.4.
:; ¿Quién quiere quedarse con ellos?
Estados Unidos. -¿Por qué no podemos ir con ustedes?
-¿Qué es eso? -Tenemos que buscar trabajos.
-¡Dónde es eso! -me corrige Feli.pe, brusca- -Yo pr,redo buscar trabajo, digo.
mente. Ahora siempre está enoiado conmigo.

20 27
Feiipe y rl:ran:,á se están riendo de mí. ¿Dije algo Todo es tan diferente. Extraño las ollas bríllan-
gracioso? tes y el tanqLle de las langostas.
-¿Consuelo puede ir con nosotros? Desde detrás cle la ventana de la cocina veo
De nuevo se ríen con esa risa que me dice que unos días después que nuestras bicicletas se han
no entiendo. convertido en nidos de arañas. Un día veo ur'a rata
-No hay cllarto para ella en la casa de tío enorme cerca de mi triciclo.
Aarón. Quizá después nos alcanzará en los Esta-
-¡Tía Lonia! Acabo de ver una rata mordiendo
clos Unidos. rni triciclo.
Nunca he estado ahí, pero estoy comenzando
-Tonterías. Tu bici está hecha de acero.
a odiar los Esrados Unidos.
-Las llantas.
-Las llantas están hechas de hule, dice rién-
dose de mí.
Llega el clía en que nuestros paclres nos llevan a Quiero llorar. Llorar tan fuerte como pueda.
casa de tío Aarón. Nos clan muchos besos. Felipe dice que no le importamos a tía Lonia.
Yo estoy llorando. Felipe también.
Tío Aarón vive muy lejos de La Casita. Tiene una
-Estoy seguro de que la rata se divierte más que
nosotros, dice tristemente.
enorme casa de madera, con un patio grande, y dos
perros bóxers que siempre están ladrando.
Nunca podemos salir porque los perros nos Nos qr-redamos en casa * rr" Aarónun mes. A mí
pueden morder. Tienen espulna blanca saliéndose me parece como si hubieran pasado dos años -la
de los hocicos. mitad cle mi vida-. Me sorprende que el tiempo
Mi tía no nos deja andar en bicicleta en la pr-reda moverse tan lentamente, casi ir en reversa,
CASA. como cuand<; corro hacia atrás y borro mis pasos.
-Van a romper una cle las lárnparas. Tina, la sirvienta, nos vigila, con el ceño frunci-
-Prometemos que no lo haremos. do. Extraño a Consuelo. Otto. Hasta el malo y viejo
-No. No. Y dejarán las huellas de las llantas en amigo Augusto.
el piso cle madera.
Tiene respuesta s para toclo.
La bicicleta roja de dos llanras de Felipe y mi Es la temp orada¿.
ttr.rrrin, en Guatemala. Todas las
triciclo tienen que quedarse afuera bajo una cubier- mañanas jugamos damas, palillos chinos y cafias.
ta cle plástico cerca de los botes de basura detrás Nunca salimos.
de la cocina. Ni siquiera podemos verlas porque la
puerta trasefa siempre tiene el seguro puesto.

22 23
Todas las tardes, tan pronto como nuestros -¿Dónde?, pregunta Felipe.
tíos se van a trabajar luego de alrnorzar, Felipe y -En Miami, Florida.
yo ponemos nuestro disco de canciones de Cri-Cri. Estoy seguro de que odiaré Miami, Florida, en
La favorita de Felipe es "El burrito", pero a mí de los Estaclos Unidos. Pero ahí están mis paclres.
verdad me gusta "El chorrito". -¿Queda lejos?, preglrnto.
Una parte dice así: -Queda mr-r! lejos. Van a tener que tomar un
Allá en lafuente avión de hélices para llegar alní.
Había un cbctrrito
Se hacía grandote
-¿Qué es un avión de hélices?
Se bacía cbiquíto. -Como un coche, pero vuela a través del aire.
Estaba de mal bumor. -¡Una máquina voladora!, dice Felipe triunfal-
Pobre cborrito tenía calor. mente.
-Al rrrenos estarán libres -clice mi tía-, no como
Allí ua labormiga aquí.
Cr.tn su Paraguas No tengo ni idea de lo que está diciendo.
Y recogiéndose las enaguas.
' Estaba de mal bumc¡r
Porqute el cborcito la salPtcó
Y sus cbapitas le clesPíntó Cuanclo vamos Felipe y yo lleva-
", ".ropoerto,
mos ropa igual: trajes, camisas, corbatas y zapafos.
qlle está de
Es una canción sobl'e una fttente Todos piensan que somos ct¡aches aunque yo soy
mal humor, Tiene calor. Entonces pasa una hor- más alto.
miga y la fuente la salpica. También ella se pone Felipe y yo nos sentamos juntos en el avión.
de mal humor porque el agua hace que su bonito El avión sí vuela en el cielo y va directo a través
maquillaje se le caiga de sus pequeñas mejillas. Me de las nubes rebanáncl<¡las sin lastimarse.
gusta la canción porque aunque todos están de mal Qué cosa Lan extraña.
hurnor, la música es feliz. Todos nos tratan amablemente.
Todos los días es lo mismo. Jugamos juegos. Nos clan platos cle comida, libros para iluminar,
Escuchamos música. A veces comemos pan con y hasta gorras.
queso de capas. Estamos aburridos. Hace mucho t': La aeromoza le da un broche a Felipe. -YoLt're
frío. Extraño a nuestros padres. a
: rhe sky king.
.: Ella me dice: -And you're tbe sky captain.
Felipe y yo sonreímos aunque no tenemos ni
Un día, tía Lonia nos dice: -¡Van a encgntrarse con idea de lo que está diciendo.
sus padres!

24 25

,i
.,,
Ella es la primera persona de muchas con las y muchas botellas de Coca-Cola y Root Beer. No
que nos encontramos que piensa que todos en el podemos comprar roscas, espumillas ni canillas
mundo hablan inglés, de leche.
Nunca colnemos frijoles negros, yuca ni plá-
tano madt¡ro.
Nuestros padres nos reciben en el aeropuerto de Los aguacates están aguados.
Miami cuando bajamos del avión por unas escale- Nadie habla espzrño1.
ras. Están parados en el asfalto. Hay mucho ruido y Mi madre dice que tenemos que aprencler in-
¡uff, hace un calor espantoso! Todos comenzamos a glés.
llorar. No sabía que los había extrañado tanto -mi Ya casi no nos habla en español.
madre se ve igual; mi padre, más viejo y más tenso-. Haremos muchos nuevos amigos, nos dice.
Él lleva una camisa de manga coÍfa y pantalones en No se pueden ver ni montañas ni volcanes.
lugar de su traje de siempre. Veo las piernas de mi
::}:
madre -lleva pantalones cortos-. ¿Qué es eso?
. Florida es un lugar extraño. Les pronreto a mamá y papá muchas cosas:
Mientras vamos en coche hacia nuestra nueva '.1
no hablar español en la escuela.
casa, me doy cuenta que Miarni es liso como una 'ii
li
no quejarme de la comida.
tabla. ¡Sin montañasl lr.
.:::.
aprencler inglés.
Hace mucho mucho calor. Estoy sudando sen- ,!
.lr:
Pronto, lo único que recuerdo del español es
tado, sin moverme, en el asiento trasero aunque la ::: buenos días,
ai
ventana está abierta. tengo hambre,
Comprendo que nunca me pondré los panta- necesito hacer pipí.
lones y los suéteres qLre traje de Guatemala. Olvidar el español -eso es lo que venir a los
Todos en la calle llevan pantalones cortos. Estados Unidos significa para mí-.

Nos dicen que hay ,-,.,u Oruru cerca -arenay mar-. Extraño mi lámpara. Hasta mi camisa en el gan-
Nunca he visto ttna playa. Ni siquiera sé nadar. cho.
Las nubes son diferentes en Miami. No tan es- Mis paclres tienen r-rn Chevy, pero mi madre lo
ponjadas. Todo es diferente. maneja.
Tenemos que usar la bicicleta para llegar a la Mi padre dice que cuando tengamos dinero
tienda de la esquina. Encontramos caias de dulces me comprará un triciclo nuevo y a Felipe una pa-
llamados Three Musketeers, Mars and Snickers. tineta.

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Extraño el tanque de las langostas en el res-
taurante.
Extraño dormir bajo las mesas cuando se va
la luz.
EL INMIGRANTE
Extraño los papeles azules y arr,arillos girando
en el cielo y cayenclo en el patio de la casa.
Extraño a ALlglr.sto y sus engaños.
Al flaco y viejo amigo Otto.
Extraño las langostas, con slls antenas y sus
palas peltrdas.
Especialmente a Gengis Kan.

Traducído por lféctor y Víctor Ortiz.


Estoy tomado de la mano de un hombre, que es mi
padre. Desde que él no puede maneiar, nos senta-
mos en un banco de maclera, pintado de verde, a
esperar el autobús. De tan caliente, el trasero de mis
pantalones está húmedo. Tengo miedo de decírselo
a Pá. El parece estar pensando en algo. Lo miro.
Tiene la boca abierta cómicamente, comc> aquellos
chicos qtre he visto en el programa de tele cle Jerry
Lewis para.mongólicos y paralíticos mentales. Sé
que sus clientes no son de él; son postizos. Lo sé
porque los he visto en remojo; él los pone en el
vaso de agua que tiene junto ala cama.
De repente, Pá empieza a acaúciarme la mano.
Es una caricia linda, confortable, aunque sus manos
son tan ásperas qr-te parece que tuvieran escamas,
al revés que las de mamá. Mi paclre es un hombre
viejo. Camina lentamente, con las piernas arquea-
das como si sr-ls rodillas se odiaran la una a \a otra;
cuando se levanta cle una silla, boquea porque ne-

2A ?ct
cesita aire; y siempre suspira. Siempre. Me gustan Eso me alarma. Nueve o diez veces he ido con
sus caricias; comienza con un meneo rápido a mis mi padre a buscar trabajo y nLlnca he pensado
dedos y luego detiene el movimiento y palmea mis lo que podrá pasar conmigo si llega a encontrar
manos como si me dijera: "Ahora todo estará bien, algtrno. Má es vendedora en Burdines; Henry y
muy bien". Louis están en la escuela. Yo quíero ser grande,
Yo sé que algo ancla mal, aunque Má y Pá nunca pero no puedo. Tengo sólo cinco años. "Quién me
hablan de eso. Pero yo me doy cuenta: el problema :,* va a cuidar?", quisiera preéIuntarle. Pero no quiero
está en el aire, como el olor de las cebollas fritas. :i.l
parecer tan chico ni ser una peste para la familia.
Ya he estado en estas situaciones otras veces, Aunque habría otra salida: -Bueno, ¿y quién se
y sé que el ar-rtobús puede tardar horas en llegar. ::!,;.
hará cargo de Henry y Louis cuando vuelvan de la
;i;
Escurro mi mano del puño de Pá, apoyo mi pecho rr¡
escuela? -Se me hace un nudo en la garganta. Pero
contra el respaldo del banco y vigilo a algunos Pá no puede verlo.
viejos que están detrás -no mucho más viejos que ..tlil

-Consuelo, claro.
Pá- y que juegan al tejo con palos que parecen ga- :'i;
-Ah, sí, Consuelo -digo, un poco mareado.
i,
rras de ave. Todos Llsan gorras con visera, delgadas, '!:ll
.i -Ella se hará cargo de ti, también, si yo consigo
suéteres coloridos (a pesar del calor que hace) y
;a

.N un trabajo -dice, y mira hacia la curva del camino


.t;
alpargatas de lona blancas. Si cierro los ojos, veo a i.: para ver si descubre el autobús entre los coches
,:l
mi padre deslizándose entre ellos y a otro hombre, i: que pasan. Y vuelve a recostarse para seguir espe-
:
más joven, sentándose junto a mí en el banco. ,ii
rando-. ¡Eso es! -y se da otra palmada furiosa en
.t:

-¡Puedes esperar horas enteras! -dice Pá, a la pierna.


punto de explotar. A veces pienso que soy un estúpido por olvidar
-¿El autobús no viene, Pá? -susurro apenas. demasiadas cosas. Consuelo vino con nosotros des-
-No -contesta é1, dándose un manotazo enúna de Guatemala.Ella es mi nanny-imi niñera!- ¡Mira,
pierna-. No somos perros, carajo. ¡Esperar media Má, y estoy aprendiendo inglés! Consuelo me habla
hora un autobús! Y tengo que estar en el De Lido en español, Pá en inglés o en alemán. Y cuandct
clentro de quince minutos. yo repito algo qr-re él ha dicho, Má se vuelve loca
Mis pantalones no están tan pegajosos, ahora porque piensa qLle voy a empezar el primer grado
que estoy sobre mis rodillas. hablando alernán.
-¿Qué es el De Lido? -¿Qué iremos a hacer, Pá?
-Un hotel, en la playa. -¿Acerca cle qué?
-¿Vas a trabaiar ahí? -Tú sabes. Si el bus no viene.
-IToffentlicá. Necesitan un empleado diurno. -No lo sé.

30 31
Hay veces en las que deseo que él diga que
sí sabe. Cuando dice ,,no lo sé", empiezo a deses_ banco, da un Par de Pasos hacia la calle y empieza
perarme porque pienso que yo tengo que imaginar ahacer señas, desesPerado, con los brazos. Parece
algo en su lugar. un loco.
-¡Pá! -le grito, con miedo cle que un coche
-¡Podríamos tomar un taxi! puecla atroPellarlo.
-¿Crees que tenemos tanto dinero? El atrtobús'se desvía, abandonando el carril
-¡Claro!-y quiero que diga que sí, pero sé que CefCáfio; pasa lejos de nosotros. Achico los ojos
no puede.
para ver mejor, y sí: hay gente aclentro. Pero no se
Se lo ve triste, cuanclo se empieza a rascar la piel
detiene,
de la palma de las manos. Se quita el saco marrón
y lo dobla sobre sus brazos. Todo su cuerpo está -¡Pare! ¡Pare!
Mi corazón golpetea. "No rne haré pipí, no me
en tensión.
haré pipí", me digo una y otra vez.
-Consuelo puecle prestarnos dinero. Después El chofer, sentado en sll trono negro y enorme,
se lo devolveremos.
usa anteojos de sol. Nos hace unas señas y sacude
Mi padre ni siquiera me responde . Hay cosas la cabeza.
que yo no entiendo. ¿por qué el calor?
¿Dónde están Mi padre vuelve hacia mí, con los brazos a
los volcanes? ¿euién se llevó mi rriciclo? ¿por qué los hombros caídos, encorvado. Aguas,
los lados,
Pá no puede conseguir trabajo? Recuerdo que Má
gotas de sudor, corren por las muchas arrugas de
y Pá nos dejaron con el tío Aarón, pasó bastante sll cara.
tiempo y entonces tomamos un avió n para venir Unavozllan;ra detrás de nosotros. Me doy vuel-
aquí. ¡Esto es Miami! yo nací en Guatemala. Esto ta. Un hombre con un suéter rojo se saca la goÍra,
no es Guatemala. Vivíamos en un restaurante. se seca la frente con un pañuelo.
¿Dónde está Augusto el cocinero; y Otto, el mesero?
¿Dónde están mis amigos los...? No recuerclo sus
-Oiga -dice-, movieron la parada de bus dos
cuadras más abajo la semana pasada.
nombres... Pá se queda helado.
-Levántate, hijo -una mano me tironea. -¿Y por qué carajos nadie me dijo nada? -grita
-¿Por qué? -pregunto, estirando las piernas. amargamente.
-El bus -suspira pá. El hombre se encoge de hombros, y vuelve
Ahí viene. De repente tengo ganas de hacer donde sns amigos dándose golpecitos en Lrn cos-
pipí. Apriero mis piernas toclo lo que puedo. Me taclo de la cabeza.
cloy vuelta y veo el autobús; echo un vistazo a pá. Mi padre recoge su saco del banco y me pone
Debería estar sonriendo, pero no sonríe. y de re_ sobre la vereda.
pente, deja caer mi mano, arroja el saco sobre el
-Vamos a llegar tarde, ¿no, Pá?

32 33
Él empiez a a caminar hacía la nueva parad.a del
at¡tobús. El pipí me moja los calzoncillos. pero se
secará con el calor. Estaremos allá enseguida, sólo CaNITTaS DE LECHE
qlre un poquito más tarde.

Traducido p<¡r Mempo Giardinelli.

Sofía tiró un seis y un cinco en los dados, un buen


par de números,. pero aún le quedaban cuatro
piezas.
-Doble seis, Don Samuel.
Miranclo hacia los daclos, sólo los vio borro-
samente. Miró de nuevo hacta arriba, hacia ella,
con sus ojos saltones de color rr,aetálico, y maldijo
en árabe: -Yínal dínak!
-Lo mismo para ti -respondió Sofía, recogiendo
sus últimas cuatro píezas rojas y depositándolas en
su lugar al Iado del tablero-. Gané otra vez.
Don Samuel nos volteó a ver -testigos silencio-
sos sentados junto a ellos- y preguntó: -¿Doña Sofía
está diciendo la verdad? No me mientan.
Miramos a nuestra abuela. Una mujerque cojea-
ba un poco, de no más de metro y medio de altura.
Estoicamente soportaba las exigencias y maldicio-
nes de un esposo viejo y cada vez más egoísta. Se
mordió el labio inferior y asintió.

34 35
MUFFIN MAN

-Estoy harta de la lluvia -hizo pucheros Marina,


enreclando sus trerrzas alrededor de sus dedos-;
estoy harta de q,ue llueva a cántaros cada vez que
quiero salir a jugar.
-Yo también, dijo Francisco. Se estatja escar-
bando la. nariz, embarrando distraídamente los
ril
mocos en l.as suelas de sus zapatas, a veces co-
miéndoselos.
-¡Miren!'-dijo Henry, señalando a su primo-,
Francisco,está comiéndose lqs mocos.
-¡No me los.estoy comiendo!, respondió Fran'
cisco de inmediato. Alejó la mano de su cara y
comenzó a dibtrjar círculos en el suelo.
-¡Comemocos!
-¡Qtre no!
-iCara de coche!
-¡No!
-Sólo un cerdo se come los mocos.

57
-Deja en paz a Francisco, ordenó Danny. Aun- imaginaba que el Muffin Man era LIna especie de
que era dos años menor que su hermano Henry, él rnonstrllo. De repente, se levantó y atacó.
mandaba clebido a sLl tamaño. -Cáknate, Muffin Man, le advirtió Danny, ale-
-¿Por qué? janclo a su primo menor con Llna mano.
Los dos hermanos se miraron el uno al otro -Le voy a clecir a mi mami que me estaban
tensamente. f)espués, Danny bajó los ojos y dijo: molestando cie"nuevo, y les va a dar una paliza a
-Ya sabes que no hay qr-re molestar a Francisco. De los clos.
segLrro pensó que tenía oro en 7a nariz... Y además, Marina levantó la cabeza despreocupaclamente
va a comenzar a llorar, ¡como siempre! y miró. Los golpes salvajes de Francisco le claban
Danny y Henry estallaron en risa. al aire. -Eres tan llorón.
Francisco les sacó la lengua, y después miró a -¡No soy llorón, Marina!
su hermana. Marina estaba recostada boca abaio, -¿Entonces por qué lloras, bebé?
con la cabeza apoyatla en las palmas de su mano, Francisco dejó de lanzar golpes a Danny y
soñanclo despierta mientras miraba por la ventana. arremetió contra su hermana. Lucharon: Francisco
Se sintió traicionado por la indiferencia de su her- úatando de morder aMartna, y ella clavándole sus
mana; los ojos se le llenaron cle lágrimas. uñas largas. Danny y Henry, sentados en el banco
-Apuesto que podría llover cuatrocientos días del piano, aclarr,aban'.
y clratrocientas noches. Todo estaría cubierto de -¡Rasgúñalo, Marina!
agua, excepto esta casa, que flotaría como una caja -¡Vamos, bebé llorón, vamos!
en el mar. Y yo podría quedarme así y no mojarme -Auch, Marina, tus trñ¿ts...
-dijo Marina, bajando las manos y apoyando la -¡Mira al rnariquita pelear con Llna niña!, dijo
cabeza en los antebtazos. Henry. Estaba orgulloso cle cómo había logrado
Henry miró cómo Francisco se secaba los ojos que Llna tarde abr-lrrida y lluviosa se convirtiera en
con las mangas. Comenzó a cantaÍ -Ob, do you una pelea.
knout tbe Muftin MAn, tbe Muffin Man... -iCállate, Henry!
-¡Marina, dile a Henry qL¡e se calle! -Peleando con niñas, peleando con niñas.
Danny también canf"ó. -. . .tbe Muffin Ma.n. Ob, -iAyl ¡Me mordistel -gritó Marína. Dejó de lu-
doyou knotu... char, miró las marcas moja<las de los dientes en su
-...diles que se callen... lr
brazo derecho-. ¡Eres Lrn perro, como Farouk!
-..,tbe Muffin Man tabo liues in Drury lane. ii.
!l
, -Y tú eres Lln gato como...
-Le voy a decir a mi mami, lloró Francisco. i';
-¿Como qué, bebé?
Siempre lloraba cuando oía esa canción. No sabía !:l
x' La mente cle Francisco estaba en bianco. -¡Tina,
exactamente por qué. La melodía lo entristecía. Se ii
Tina!Me están molestanclo otra vez, dijo, corriendo
f.
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52 53
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fuera del cuarto. Un rayo restalló. El rugido del -Ya sé lo que dije. Nada más estaba fingien-
trr-reno agító los marcos de las ventanas en el cuarto do.
del piano. Los tres primos se apiñaron muy cerca -Las niñas siempre fingen, dijo Danny. Caminó
t¡no del otro. por el piso de parqtlet con-)o si estuviera paseando
-Podría caernos, dijo Henry, haciendo una un poodle con.una mano y traiera una sombrilla
mueca cle miedo. enla otta.
Marina se alejó de sus primos. -No, no nos Henry se rió un poco: -¡Bravo, Madame Pom-
caerá, manifestó. Puso elbrazobajola luz del gran padour!
candelabro que colgaba en medio del cuarto.Laluz Marina se sonrojó. -No siempre, sólo cuando
salpicaba las dos medias lunas de su brazo. -Mira las obligan a iugar con niñitos estúpidos.
lo que me hizo Farouk, dijo, sin clirigirse a nadie Danny fue hacia cloncle Marina estaba parada.
en particular. La agarró del brazo, justo de doncle Francisco la
-¿Te duele?, preguntó Danny. Para é1, Marina había mordido.
era Lrna persona a la que se debía proteger del -Me estás lastimanclo, Danny.
dolor. Sus brazos osclrros eran suaves, casi sin -Por favor no me digas estúpido, Marina. -Que-
huesos. ría abrazarla, no sabía por qué, pero tenía miedo.
-Por supuesto qlle me duele. Nunca me había Quería apretar su cuerpo contra su-suéter amarillo
mordido Lln perro. y decirle que podía hablarle así a Henry, pero no
-Te van a tener que poner inyecciones contra a é1.
la rabia -bromeó Henry, mientras se movía bajo la Tina apareció de repente en la pllerta. -¿Qué
láylpara para tener una mejor visión de la mordida. están haciendo, patojos malcriados? -Era una mujer
-¡Doce inyecciones en el estómago! de gran tamaño, y tenía pllesto un clelantal blanco.
-¡Francisco no tiene rabia! Se peinaba el cabello aceitoso, salpicado cle gris,
-Y ní siquiera es un perro, añadió Danny, todo hacia atrás. A veces, cuando estiraba elbrazo
Marina miró a Danny. Sintió la preocupación derecho, se le veía t¡n tatuaje rojo y azttl de un
de su primo y se sentía asustada por ello. -Cual- hombre en rnotoneta.
quiera que muerda gente -en especial a niñas- es -Nada, Tina -gritó Marina-. Estábamos cantan-
Lrn perro. ¡No clebería entrar a la casa y Tina sólo do y el pequeño chillón ernpezó a llorar.
debería darle cle comer arrozl -¡Mentirosa, mentirosa!
-Los perros no comen arroz -respondió Hen- -Es verdad, Tina -dijeron en coro Danny y
ÍY-, ? menos que estén enfermos. Henry.
-¿Crees que no sé eso? -Toclos son Llnos mentirosos y les va a crecer
-Pero dijiste que... la nariz.

54 55
-iCállate, Muffin Man! rina, añadió: -¡Una palabra de esto a tu madre y te
Francisco se lanzó hacia Danny, pero Tina lo calentaré el trasero para que no lo olvides!
dett¡vo como si fuera un palo de escoba' Su mue- -Sí, Tina -dijo Marina.
ca mostraba su odio por los niños. Cada vez que -Ni r,rn ruidito más ¿Me escuchan?
podía, cuando no estaba lloviendo, los ahuyenta- -Sí, dijeron. los primos.
ba hacia el patio clelantero. Le encantaba soltar a Tina dio la vuelta. Las ventanas se agitaron
Farouk, el bóxer <le la familia, sabiendo que los cuando salió del cllarto.
niños tendrían que pasar horas en los árboles o -Es una bruja, susurrír Danny.
en los juegos porque le tenían miedo al perro. Los -Come ratas y culebras, añadíó Marina, estre-
ffi primos la odiaban, de igual rnaneta, por esto, y sólo meciéndose.
Francisco era suficientemente tonto para correr a -Es algo peor -dijo Henry-, es la hermana de
pedirle ayuda. Si alguna vezse quejaban con Alma, úa Alma.
la madre de Francisco y Marina, ella se ponía del -No hables así de mi madre.
lado de la sirvienta. Henry solía molestat a Matína -Es cierto, Marina, acéptalo. ¿Por qué rnás la
diciendo que nunca despedían a Tina porque era defendería tu madre?
medio hermana de su madre. Henry nunca perclía una oportr-rniclad de ir con-
-¿Cómo voy a hacer mi trabajo si cada cinco tra su tía, que siempre lo señalaba como el travieso
minutos vienes llorando? -dijo, sacudiendo a Fran- del grupo.
cisco. -No sé... Simplemente no es justo... No deberías
Los otros se que<laron perfectamente quietos' decir esas cosas sob¡e mi madre. Les dio la espalda
-Tina, me estás lastimando. Francisco trató de a sus primos y miró hacia la ventana. Los vidrios
patearla. estaban manchados de agua de lluvia; casi no se
-¡Ya es suficiente! ¡Ahora te portarás bien! -arro- veía nada.
jó a Francisco sobre su regazo y comenzó a golpear Danny tocó el brazo de su hermano, y luego se
su pequeño trasero. pLrso un dedo en los labios.
-¡No, Tina, no! ¡Me estás lastimando! -Tienes razón, Ivfarina -dijo, caminando hacia
Cinco nalgadas después, dijo: -Si no dejas de ella-. Henry dice cosas qLrc'no qniere decir. Le pr-rso
llorar, te pondré un vestido de Marina. elbrazo alredeclor de su pequeña cintura y le dio trn
Tina dejó caeÍ a Francisco, que correteó entre beso en la mejilla. Ella se soltó incliferentemente.
lágrimas hasta llegar debajo clel piano de cola en la *r
-Lo siento, Marina, dijo Henry.
esquina del cuarto. Entonces, ella levantó la mano. j;;ri
g Marina aún no se volteaba.
-¡Sigan así, y les tocará a todos! Apuntándole a Ma-
?¿::
'f¡ Danny intentó de nuevo. -Henry lo siente por
*i
haber dicho eso. No te enoies.
I
+

56 *
:1.

$
F
Henry miró a Francisco. -^fodavía no lo entien-
-No te enojes, repitió Francisco, desde debajo
del piano. des, Muffin Man: ¡Cacla vez que le chismeas algo lo
Marina echó una mirada fría a su hermanito. único qr-re hace es pegarte otra vezl
Sus ojos es¡aban húmedos. -¿Y qué?
Danny levantó las manos y gruñó.
-Oh, pequeño chillón. Tú empez^ste todo
esto. -La lluvia nie pone tan tri.ste. No se pueden ver
los volcanes, ni siquiera los columpios -se quedó
-¡Mentirosa! Fueron ellos, pero siempre me
molestas a mí. pensando en silencio pof, unos segundos. De re-
Henry se agachó debajo del piano. -¿Eso es pente se volteó-. Hay que hacer algo juntos.
todo lo que puedes decir, changuito? ¡Más te vale -¿Como qrré?
que salgas de ahí, antes de que te muerda la ratal -¡Hay qué jugar a la casital
Francisco salió corriendo. -No hay ratas en la Henry tomó aires de ztdulto. -Ya estamos gran-
casa. des como para jugara a eso. Aclemás, es un juego
cle niñas.
-Y tú qtré sabes -dijo Henry-. ¡Vi una grando-
ta ayer, corrienclo de la despensa a la cocina. Era -Oh, no seas tonto. No podemos quedarnos
más grande que ttn coneio, mucho más grande, y aquínacla más a ver la lluvia tocla la tarde contando
chillaba! cuento.s cle Tina y las ratas. ¿Te acuerdas de esas
cajas que ftajo papi la semana pasada?
-¡No!
-Por favor, Henry -clijo Marina-, el chillón va -¿Las cajas grandes cle la mueblería?
a empezar a llorar otra vez. -¡Sí! ¿Dóncle las puso'/
Todos se encogieron de h<¡rnbros.
-No lo voy a hacer, dijo Francisco. Se movió
y miró por la ventana como si alguien de afuera -Nada sale bien nlrnca, dijo Marina sobria-
ptrdiera defenderlo. Las nubes colgaban baias y mente.
pesadas, como los cachetes de un gor<1o; la lluvia -¡Yo sé! ¡Yo sé!
zigzagueaba por los vidrios. -¿Dónde, Mufñn Man?
-Apuesto a que Tina corne ratas -sugirió Hen- -No les voy a decir.
ry-. Por eso está gorda como un barril y tiene bi- -¡Te voy a poner un rafa en la cara!
gotes negros. Nunca he visto una mujer así. Parece -¡No!
una... Marina le pasó el brazo por la espalda a Fran-
cisc<¡. -Si me clices, tú puecles ser el esposo.
-No lo digas, dijo Marina.
Henry tragó saliva. -Parece una carnicera, o un -¿De verclacl'i
convicto que se escapó. iQuizá una asesinal -De verdad.
-¡Le voy a decir a'fina que dijiste eso! -Están en el sótano, junto a las escaleras.

58 59
-Creo que voy a ir a leer, Marina -dijo Danny. -¿Por qué, Marina?; preguntó, aún mastican-
-Sí -dijo Henry-, no estoy para iuegos de ni- clo. Tenía migajas pegaclas precariamente en la
ñas. barbilla.
-¿Por favor? ¡]ugaré kickbol con ustedes en -¡Porque eres groserol -entonó-. Tus hermanos
cuanto deje de llover! ¡No me importa si se me -continuó, apLlntando a sus primos-, me tratan
enloda toda la ropa! nril veces mejor, podría tener un a¡(faire con uno
Henry se encogió de hombros. de ellos.
R Danny vio una expresión de clesamparo en la Henry y Danny se carcajearon ruidosamente.
ffi cara de Marina. En momentos como éste, sentía -¿Qué es un c4(fctire?, preguntó Francisco.
w algo como amor por su prima. -Está bien, está -Me iré con Henry o Danny. Como el tío Abie
bien. con la esposa de Roberto Perera. ¡Durmieron jun-
-Eres genial, Danny. Tú también, Henry -dijo tos!
Marina, abrazanclo a sus primos uno después del -¿Quién te dijo eso?, pregllntó Danny.
otro. -Un pajarito.
-¡Pero sólo por una hora! -¿Y qué? -dijo Francisco-. Yo duerrno con
-¡Una horal, repitió contenta. Marina.
{ -Eso es diferente, Muffin Man. Tú te pones
piiama.
-Hay que cenar primero, y luego leer un libro e -¡Ya sé quién te clijol, dijo Henry.
irnos a dormir -dijo Marina, en cuanto la casa de -¿Qtrién?
cartón estuvo construida. Las divisiones de los -Eso te gustaría saber.
cuartos cubrían el piso del cuarto del piano. -No tienes ni la menor idea, lo retó Marina.
Los cuatro primos se .sentaron con las piernas -¡Fue la hermana cle Tinal
cruzar)as en el comedor. -¿Quién?
-¿Me pasas el pan, querido? -le dijo tnarina -La chismosa. Tu maclre. ¿Quién más?
a Francisco. Estaba sentado jr-rnto a ella, junto al -No, no fue ella, respondió Marina, agitada.
queso y un cuchillo, mordiendo grandes boca<los Henry se levantó, brtrscarnente. -¡Jura por Dios
del pan francés que se había robado de la panera que no fr-re tu madre! ¡Odia al tío Abie!
de la cocina. -No tengo qr-ré jr-rrar por nada.
-Estoy comiendo. -Le voy a decir a mi mamá que la llamaste
-¡Eres un pésimo esposol chisrnosa.
Henry recogici el cr-rchiilo para el pan. -Si dices
una palabra, Mufñn Man, me n-reteré en tu cuarto

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Lrna noche y te cortaré.el cuello. Juro que lo haré. -iCaramba!
Y no vas a poder ni caminar ni hablar ni nada' -Cállense -ordenó Marína, a través de la pa-
¿Entiendes? red-. Es de noche. Los murciélagos ya salierony la
-Estás asustando a Francisco, susurró Marina' luna está brillando.
-No me itnporta. Henry se levantó. -¿Te quitaste la ropa, Mari-
Francisco miró a su primo. Por primera vez en na?
su vida estaba oyendo algo que le <Iecía algr-rien Francisco dejó salir una risita. Marina se cubrió
más. Sabía ql-¡e Henry no estaba bromeando, no hastalabarbilla con la cobija y miró por encima de
en esta ocasión. Ia pared. -¡Por supuesto que no!
-Me está dando srteño, dijo l)anny. -Quítate la ropa, Marina.
-Ha sido un día largo, añ'adió Marina. -Sí -dijo Francisco-. ¡Como cuando haces
-¿Cómo vamos a <lormir? popó!
-Yo donniré con mi esposo. Ustedes pueden -¡Déjenme en pazl -gritó-. Ahora acl¡éstense.
dormir juntos en el otro cuarto. Son la.s dos de la mañana y estamos cansados de
Los primos se fueron a su cuarto de mentiritas, comer y leer.
y se cubrieron con las cobijas y almohadas que Danny apoyó su brarbilla en la pared, -No leí-
habían quitaclo de sus camas. mos nada.
Henry se quitó los zapatos. -Quisiera que de- -Por favor, Danny, vete a dormir.
jara cle llover. Danny se recostó. La lluvia se estaba calmando;
-Yo también -dijo Danny, mientras se acurru- entraba luz aL cuarto. Aútn así, trató de dormir. Con
caba baio sr-r cobija-. ¿Henry? los ojos cerrados, pensó en la playa Haulover de
-¿Sí?
Miami, cómo las olas reventaban fuerte, y luego
-¿Por qué crees que la tía Alma siempre dice remolineaban en la pendiente de la playa. Siempre
cosas rnalas sobre el tío Abie? Él nunca habla mal esparcían espllma y algas, y los cangrejos se escon-
de ella. dían en la playa tan rápido que no poclían verse.
Henry se encogió. -Creo que la vieja bruja Los cangrejos invisibles; el sol caliente llenando
está celosa. No le gustan los chistes de Abie. La tocio de vapor.
avergtienzan. -Tengo que orinar, dijo HenrY.
-O quizá está enarnoracla de é1. -Yo también, rió Francisco.
-¿Córno está eso, imbécil? -Dr-rérmanse ya.
Danny se encogió cle hombros. -No sé. Una -No puedo dormir sin orinar.
vez oí que alguien dijo qr-re el tío Abie y la"tía Alma -Pues orina.
salían jr:ntos. -En nuestra casa, Marina.

62 63
ffi,ÍfT
)!!:.

-Voy a mojar los pantalones. se volteara. Cuanclo terminó, regresó con los otros.
Henry golpeó con el codo a su hermano, que Danny le clio una palrnada en la espalda. -Bien
ya estaba despierto. -¿Mtrffin Man, por qué no vas hecho, Colón.
y traes una olla de la cocina? ¡La podemos usar -¡Gracias, graciasl; Henry hizo reverencias ha-
como escusado! cia todos.
-No -dijo Ma¡ina-. A Tina no le gusraría eso. Marina se esconclió más profundo bajo su cobi-
-No le va a gustar este desorclen tampoco... ja. *No voy a tener nada que ver con esto.
Además, esto no es una casa de verdad hasta que -Vamos, Marina -presionó Henry-. Es tu tlrr-
tenga escusado. Si no tenemos uno, bueno, pues no.
ya no juego. -Estás loco. Sabes que me tengo que sentar
Antes de que Marina pudiera responder, Dan- para orinar.
ny se levantó. -Voy por ella -salió del cuarto del -Yo voy, se ofreció Danny de voluntario. Antes
piano de puntitas. Los otros niños se sentaron en de que se fuera, su hermano le aclvirtió qr-re tendría
silencio, esperando. qlle sostener la olla. Danny asintió.
Danny regresó con una pequeña olla sobre su Cuando regresó, Henry estaba emocionaclo.
cabeza.
-Tu turno, Muffin Man -la caLleza rizada de Fran-
-Un aplauso para Rin Tin Tin -gritó Henry-. cisco miró hacia el cuarto de sus primos. Estaban
Pongan el escusado en la sala de estar. ¿Quién recostados sobre sus cobijas como soldados, des-
quiere hacer primero? pués de una escaramuza difícil pero victoriosa.
-Henry, esto no me gusta -dijo Marina, preocu- -¿Es seguro?, preguntó Francisco.
pada por el giro cle vida real que había tomado el
juego.
-Por sLrpuesto, zoquete -dijo Henry-. Sólo
apúnrale al escusaclo y déjaIa ir.
-Yo no, dijo Danny. Marina tocó el brazo de su hermano. -Ten
-Te reto, dijo su hermano. cr-riclado.
-Y yo te reto de vuelta. Francisco retomó el carnino ¿r través de las caias.
-Los dobles retos van primero. La olla estaba llena a más de la mitad. Era dema-
-¿Me dejarás jugar con ru yo-yo? siado pequeño para arrodillarse, así que tuvo qué
-Só1o por una hora. orinar parado. Dejó salir un pequeño chorro. La olla
-Trato hecho. se tambaleó. Francisco se agachó a sostenerla, pero
Henry se paró y se dirigi ó a la sala de estar. Se en vez de hacerlo, La pateó y la volteó.
bajó el cierre, se arrodilló. Pr-rso su pene sobre la -¡Marinal
fría <>rilla cle Ia olla, y orinó. La olla se bampoleaba.
-¡Ahora sí la hiciste!, maldijo su hermana.Trató
Henry tuvo qLte usar sLr mano libre para evitar que de alejar las cajas de cartón y las cobijas del líquido

64 o)

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