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CRISPO Y FAUTA

Antes de ascender al trono imperial, Constantino tuvo un hijo llamado Crispo, a quien siempre
llevaba consigo a sus campañas militares. Una vez que hubo ascendido al trono, Constantino le
hizo gobernador sobre las provincias, que actualmente, conforman Francia, Inglaterra, y parte
de Alemania, cuando el joven tenía apenas 21 años.

Crispo aumento el territorio de las provincias y resulto ser un gobernador capaz. Más tarde,
Crispo conquisto la mitad oriental del imperio para su padre, al mismo tiempo que el cuñado
(de Constantino) amenazaba con invadir la mitad occidental y destronarle.

Constantino se sentía orgulloso de su hijo y le nombro heredero de su imperio.

Fausta, la segunda esposa de Constantino había ayudado a Constantino a ascender al trono,


cuando confesó las conspiraciones que su padre y su hermano tenían contra el para impedirle
ser emperador. Al traicionar a su familia, se había ganado la confianza de su marido.

Ella tuvo tres hijos varones con Constantino, pero Crispo era el heredero, pues era mucho
mayor, y ya se había demostrado que era un buen líder. Fausta necesitaba un plan.

Un día, Fausta, que era poco mayor que Crispo, intento seducirle. El joven la rechazo.
Inmediatamente ella le acuso de su propio crimen ante Constantino, y este, furioso, no dejo a
su hijo defenderse y lo condenó a muerte.

Más tarde, la madre de Constantino le hizo que razonara si acaso Fausta no lo había
manipulado para asegurarle el trono a uno de sus propios hijos. Constantino se dios cuenta
que su madre tenía razón, así que envió a un mensajero con la cancelación de la sentencia,
pero este llego a la prisión demasiado tarde. Crispo había sido ejecutado.

Devastado, Constantino sentencio a Fausta a muerte y erigió un monumento en honor a su


hijo. Desgraciadamente, su imperio ya no le tocaría a un heredero digno.

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