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Pero la manera
como describe la gracia que perfecciona la naturaleza pone de
manifiesto el dominio constante del sistema jerárquico. El principio
jerárquico no perdió su fuerza y tuvo que ser reemplazado
hasta que Nicolás de Cusa formuló el principio de la «coincidencia
de los contrarios» (por ejemplo, de lo infinito y lo finito)
y Lutero a su vez el de la «justificación del pecador» (llamando
al santo pecador y al pecador santo si era aceptado por Dios).
Su lugar lo pasó a ocupar en el campo de lo religioso, la
doctrina del sacerdocio de todos los creyentes, y en el campo
socio-político, el principio democrático de la igualdad de la
naturaleza humana en todos los hombres. Tanto los principios
protestantes como los democráticos niegan que los niveles del
poder de ser estén en una mutua independencia y bajo una
organización jerarquizada.
Las
cosas no están en el tiempo y el espacio; más bien tienen un
tiempo y un espacio definidos
comunitario-personal, o «espíritu
La vida,
por supuesto, no es autocreadora en un sentido absoluto sino
que presupone el fondo creador del que ella misma procede
la vida no es ni
esencial ni existencial sino ambigua.
No implica
una Gestalt integrada o «conjunto», sino tan solo procesos que
salen de y vuelven a un punto que no puede ser localizado en un
lugar especial en el conjunto pero que es, sin embargo, el punto
de dirección de los dos movimientos básicos de todos los procesos
de la vida. En este sentido, la centralidad existe bajo el
control de todas las dimensiones del ser, pero como un proceso
de salida y retorno. Pues allí donde hay un centro, allí se da una
periferia que incluye una cantidad de espacio o, en términos nometafóricos,
que une una pluralidad de elementos. Esto corresponde
a la participación, con la que la individualización forma
una polaridad. La individualización separa
Muchas enfermedades,
especialmente las infecciosas, pueden entenderse
como una incapacidad del organismo para regresar a su autoidentidad.
No puede expulsar los elementos extraños que no ha
asimilado. Pero la enfermedad puede ser también la consecuencia
de una autorrestricción del conjunto centrado, una tendencia
a mantener la autoidentidad evitando los peligros de la
salida a la autoalteración.
Ante todo no se
debe confundir «supremo» con el «más perfecto». La perfección
significa la actualización de las propias potencialidades; por
tanto, un ser inferior pueden ser más perfecto que uno superior
si en la actualidad es lo que es en potencia, por lo menos en una
gran aproximación.
La creación y el caos se
pertenecen el uno al otro e incluso el monoteísmo exclusivo de la
religión bíblica confirma esta estructura de la vida. Se puede
distinguir su eco en las descripciones simbólicas de la vida
divina, de su profundidad abismal, de su carácter como fuego
Es una
lástima que la palabra griega arete (en latín virtus, y en inglés y
español «virtud») haya perdido del todo su fuerza original para
tener en nuestros días una serie de connotaciones ridiculas
La ambigüedad
consiste en el hecho de que al crear amplias estructuras conceptuales
el acto cognoscitivo cambia la realidad encontrada de tal
manera que se hace irreconocible.
Las ambigüedades
del humanismo se basan en el hecho de que, en cuanto
humanismo, no presta atención a la función autotrascendente
de la vida y absolutiza la función autocreadora
Autotrascendencia de la vida
El hombre es el espejo en el
que se hace consciente la relación de todo lo finito con lo
infinito.
La autotrascendencia de la vida
en todas las dimensiones hace posible el politeísmo. La hipótesis
de que el hombre encontró primero la realidad como la totalidad
de las cosas para elevarlas luego a la categoría divina es más
absurda que las absurdidades que atribuye al hombre primitivo.
En realidad lo que la humanidad encontró fue la sublimidad
de la vida, su grandeza y dignidad, pero todo ello lo encontró en
unidad ambigua con la profanización, la pequenez y la desacralización.
Las ambigüedades de los dioses politeístas representan
las ambigüedades de la autotrascendencia de la vida. Esta es la
dureza e irresistible validez del simbolismo politeísta. Expresa la
autotrascendencia de la vida bajo todas las dimensiones frente
al monoteísmo abstracto que a fin de tributar todo poder y
honor a un dios lo transforma todo en simples objetos, privando
así a la realidad de su poder y dignidad
Con la pérdida
de su substancia religiosa, la cultura se queda con una forma
más vacía cada vez. No puede existir un sentido de las cosas sin
el manantial inagotable de sentido hacia el que apunta la
religión.
En este
sentido, todos los dioses politeístas son demoníacos debido a que
la base del ser y del significado sobre la que se sustentan es finita,
por muy sublime, grande y dignificada que pueda resultar. Y la
exigencia de algo finito por lo infinito o por la grandeza divina
es la característica de lo demoníaco. La demonización de lo
santo se da, día tras día, en todas las religiones, incluso en la
religión basada en la autonegación de lo finito en la cruz de
Cristo.
La pretensión
de ser lo santo en sí mismo es precisamente lo que les convierte
en demoníaco.
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92 Carácter existencial-ambiguo de la epistemología
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108 Anarquismo
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perfección de la naturaleza, para pasar con Nicolas de Cusa y Lutero al principio democrático de coincidencia