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La Objetividad
La Objetividad
MATURANA
Al inicio del primer capítulo “Candor y confianza” son los dos estados a partir de los cuales
Humberto Maturana invita a leer su libro, un libro que en específico no se centra en
profundos tópicos acerca de la realidad, sino, de manera puntual, como el mismo autor
afirma, es un libro sobre la “explicación de las experiencias y las relaciones humanas”. El
“objeto” de estudio del libro es, pues, el observador. En una reflexión que habla acerca de
la realidad como aquello que es construido y, contrariamente a esto, tomado al interior de
las relaciones humanas como el punto de control de la justificación y formación de
“argumentos racionales”. Esta última idea es la que revalúa Maturana. Es a este operar en
el lenguaje, y en específico a la argumentación, en donde la realidad se muestra como
independiente al hacer del ser humano, y como un punto de autoridad, en donde
Maturana centra su reflexión. Reflexión en la cual remueve aquellos supuestos firmes de
la realidad, planteando un constructivismo y modificando nuestra experiencia, generando
cambios o firmezas en las realidades que nosotros mismos, en relación con los otros,
hemos construido. Puesto que “...todo el vivir humano ocurre...en las relaciones humanas
en la continua creación de mundos...”. Este texto, magnífica fusión de biología y filosofía
(y en específico de ontología y epistemología) se centra de manera puntual en la pregunta
acerca de la «realidad como aquel punto de control argumentativo», y por consiguiente en
el carácter de lo-real y su originaria relación con el hacer del observador.
En este capítulo, determinante para el resto del libro, Maturana incorpora una distinción
clave, esta es: objetividad trascendental (sin paréntesis) y objetividad constitutiva (con
paréntesis). La objetividad trascendental según Maturana es ciega en tanto no reconoce
el hacer del observador sobre la realidad, esta crítica se encuentra en contra de aquel
sistema filosófico llamado realismo metafísico, cuyas ejemplificaciones pueden
encontrarse en Descartes y Kant, y más contemporáneamente en J. Searle. Por otro lado,
a partir de la objetividad constitutiva el ser explica la realidad como aquello
originariamente construido por él y considera sus capacidades cognitivas como
fenómenos biológicos que surgen en el vivir.
En la segunda parte del libro Maturana afirma que no somos animales racionales, por el
contrario, dice que somos animales emocionales, lenguaje ates, que a través de sistemas
racionales usamos “coherencias operacionales del lenguaje”. En este sentido la
racionalidad es redefinida. Este apartado en especial lleva a pensar acerca de la relación
entre constructivismo e idealismo, dos sistemas totalmente distintos que, erróneamente,
suelen ser confundidos.
En la cuarta y última parte, como se mencionó anteriormente, son los fenómenos sociales
el objeto de análisis. En este sentido y guardando coherencia con los tres capítulos
precedentes, Maturana niega la idea de que el ser humano sea ético por ser racional. Por
el contrario, afirma a la ética como algo que se construye en el interés de un individuo por
otro en el flujo de las relaciones humanas. El hombre en su carácter de animal emocional
lenguaje ante configura el interés por el otro en su praxis del vivir. En este sentido y fuera
de toda discusión ética bizantina, Maturana redefine el concepto de ‘amor’ desde una
perspectiva biológico social definiéndolo como “...la emoción que constituye la
coexistencia social...”. Idea que puede rastrearse también en su discusión con Susana
Bloch (en Biología del emocionar y alba emoting) junto con el hecho de que nuestra
cultura haya convertido el amor en una virtud. Esto es algo que revalúa Maturana desde
su posición como biólogo epistemólogo. En este apartado Maturana implícitamente pule el
concepto de coexistencia no-social y social.
Por último, algo que no se ha mencionado, el último apartado del libro (no el cuarto
capítulo, sino) un epílogo titulado: “Amor, sabiduría y acción”, parece ser el entramado
reflexivo que Maturana, en un sentido más práctico, nos invita a examinar, por ejemplo
relacionando temas como: ciencia y tecnología, democracia, el presente, etc., siempre
entremezclando esto con explicaciones teóricas y metateóricas las cuales se estructuran
articulando conceptos como: existencia sistémica, homo sapiens amans, acoplamiento
estructural, etc.
Finalmente se puede resumir que en el texto Maturana establece distinciones entre dos
formas de asumir el conocimiento, de llegar a él y de interactuar con este, para ello,
entiende que desde el pensamiento occidental tradicional, la realidad existe como una
entidad o fenómeno separado del observador y por ello es susceptible de ser conocido
objetivamente, tal paradigma lleva a pensar que existe una única realidad que es externa
al sujeto y que la presunción de su existencia, de sus lógicas y relaciones es lo que
permite tener argumentos y explicaciones racionales sobre el funcionamiento del mundo
y de la sociedad, racionalidad que se caracteriza por la ausencia de emoción, siendo este
elemento contradictorio en una construcción objetiva . Explica el autor que desde esta
perspectiva se tiende a negar la posibilidad de otras visiones de mundo. Así esta visión
es nominada como la objetividad trascendental o sin paréntesis.
Desde la propuesta del autor aparece la objetividad constitutiva que supone una visión
sistémica del planeta, el hombre, la sociedad. En este el observador no es externo al
fenómeno observado, sino que su carácter biológico permite entender su ser como
producto de la interacción con otros, que no solo conoce por el hecho de actuar en un
dominio de acción particular, sino que puede explicarlo, usando para ello el lenguaje Las
explicaciones que construye son modificadas y modificantes en un proceso dialéctico que
se da a nivel de las relaciones entre los elementos del sistema, y las mismas
operaciones explicativas a través de la confrontación de diversos dominios cognitivos.
Siendo estos dominios cognitivos formas de abordar la praxis, que parten de las
emociones que llevan al observador a asumirlos.