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LA OBJETIVIDAD, UN ARGUMENTO PARA OBLIGAR – HUMBERTO

MATURANA

Lizzeth Daniela Cantor Saavedra


Facultad de Arquitectura
Centro Universitario de Arte Arquitectura y diseño

Al inicio del primer capítulo “Candor y confianza” son los dos estados a partir de los cuales
Humberto Maturana invita a leer su libro, un libro que en específico no se centra en
profundos tópicos acerca de la realidad, sino, de manera puntual, como el mismo autor
afirma, es un libro sobre la “explicación de las experiencias y las relaciones humanas”. El
“objeto” de estudio del libro es, pues, el observador. En una reflexión que habla acerca de
la realidad como aquello que es construido y, contrariamente a esto, tomado al interior de
las relaciones humanas como el punto de control de la justificación y formación de
“argumentos racionales”. Esta última idea es la que revalúa Maturana. Es a este operar en
el lenguaje, y en específico a la argumentación, en donde la realidad se muestra como
independiente al hacer del ser humano, y como un punto de autoridad, en donde
Maturana centra su reflexión. Reflexión en la cual remueve aquellos supuestos firmes de
la realidad, planteando un constructivismo y modificando nuestra experiencia, generando
cambios o firmezas en las realidades que nosotros mismos, en relación con los otros,
hemos construido. Puesto que “...todo el vivir humano ocurre...en las relaciones humanas
en la continua creación de mundos...”. Este texto, magnífica fusión de biología y filosofía
(y en específico de ontología y epistemología) se centra de manera puntual en la pregunta
acerca de la «realidad como aquel punto de control argumentativo», y por consiguiente en
el carácter de lo-real y su originaria relación con el hacer del observador.

El texto se divide en cuatro partes: 1) la ontología del explicar, 2) la realidad, 3) la


ontología del conocimiento, y 4) el fenómeno social. De acuerdo con esta clasificación se
puede observar el un carácter biológico influenciado por una reflexión fenomenológica,
reflejada por ej.: en la distinción lenguaje y lenguajear. Este estilo propio de H. Maturana
también se ve reflejado en otros de sus libros como La realidad. ¿Objetiva o construida? o
Biología del emocionar o alba emoting. La primera parte se cuestiona acerca de la
relación entre el (común) vivir y las explicaciones que el ser humano pueda crear.
Maturana muestra que las explicaciones una vez configuradas articulan un rol
determinantemente operante en el vivir. Las explicaciones cambian la praxis del vivir aun
cuando no son necesarias (originariamente) para dicha praxis.

En este capítulo, determinante para el resto del libro, Maturana incorpora una distinción
clave, esta es: objetividad trascendental (sin paréntesis) y objetividad constitutiva (con
paréntesis). La objetividad trascendental según Maturana es ciega en tanto no reconoce
el hacer del observador sobre la realidad, esta crítica se encuentra en contra de aquel
sistema filosófico llamado realismo metafísico, cuyas ejemplificaciones pueden
encontrarse en Descartes y Kant, y más contemporáneamente en J. Searle. Por otro lado,
a partir de la objetividad constitutiva el ser explica la realidad como aquello
originariamente construido por él y considera sus capacidades cognitivas como
fenómenos biológicos que surgen en el vivir.

En la segunda parte del libro Maturana afirma que no somos animales racionales, por el
contrario, dice que somos animales emocionales, lenguaje ates, que a través de sistemas
racionales usamos “coherencias operacionales del lenguaje”. En este sentido la
racionalidad es redefinida. Este apartado en especial lleva a pensar acerca de la relación
entre constructivismo e idealismo, dos sistemas totalmente distintos que, erróneamente,
suelen ser confundidos.

La tercera parte del libro se fundamenta, de manera especial, en el hecho argumentado


por Maturana de que el “observador surge en el lenguaje y... no existe fuera de lenguaje”.

En esta parte analiza las relaciones entre «observador-observación», «conocer» y


«mente y cuerpo». Respecto a este último punto, Maturana asegura que nuestro vivir se
despliega en dos dominios fenoménicos independientes. Estos son: el dominio de la
corporalidad y el de la conducta. Dos dominios que no se intersectan pero que están
“acoplados en sus realizaciones”, esta es una idea que invito al lector a revisar por sí
mismo, debido a que 1) el presente texto no abarca esa intención y 2) el presente texto
pretende despertar en usted (lector) cierto curioso interés por el tema acá tratado.

En la cuarta y última parte, como se mencionó anteriormente, son los fenómenos sociales
el objeto de análisis. En este sentido y guardando coherencia con los tres capítulos
precedentes, Maturana niega la idea de que el ser humano sea ético por ser racional. Por
el contrario, afirma a la ética como algo que se construye en el interés de un individuo por
otro en el flujo de las relaciones humanas. El hombre en su carácter de animal emocional
lenguaje ante configura el interés por el otro en su praxis del vivir. En este sentido y fuera
de toda discusión ética bizantina, Maturana redefine el concepto de ‘amor’ desde una
perspectiva biológico social definiéndolo como “...la emoción que constituye la
coexistencia social...”. Idea que puede rastrearse también en su discusión con Susana
Bloch (en Biología del emocionar y alba emoting) junto con el hecho de que nuestra
cultura haya convertido el amor en una virtud. Esto es algo que revalúa Maturana desde
su posición como biólogo epistemólogo. En este apartado Maturana implícitamente pule el
concepto de coexistencia no-social y social.

Cultura, epigénesis, corporalidad, lenguajear, emociones, observador, observación,


objetividad, relaciones humanas, dominios explicativos, etc., constituyen el firme tejido
que Maturana ha construido para que el mundo de habla hispana (y otros muchos que
comprendan nuestra lengua) comience a revaluar ciertos paradigmas que se han anclado
durante mucho tiempo en el ser humano, sus relaciones y explicaciones.

Un tejido policromático se nos ofrece para reconstruir nuestras convicciones,


reafirmándolas o revaluándolas y mostrándonos, a través de su cromática lucidez, que el
ser humano es ante todo (de modo explicativo) un constructor, o en otras palabras, una
entidad biológica que debe ser consciente de su ‘hacer’, siendo este ‘hacer’ algo a su vez,
hecho por el hombre, su cultura y sus explicaciones.

Por último, algo que no se ha mencionado, el último apartado del libro (no el cuarto
capítulo, sino) un epílogo titulado: “Amor, sabiduría y acción”, parece ser el entramado
reflexivo que Maturana, en un sentido más práctico, nos invita a examinar, por ejemplo
relacionando temas como: ciencia y tecnología, democracia, el presente, etc., siempre
entremezclando esto con explicaciones teóricas y metateóricas las cuales se estructuran
articulando conceptos como: existencia sistémica, homo sapiens amans, acoplamiento
estructural, etc.

El texto de maturana no es un texto que se restrinje a una disciplina o área de estudio, es


algo que surge más de un interés reflexivo, que recoge muchos frutos de árboles
cercanos, es decir, un interés reflexivo interdisciplinar que, sin embargo, nos deja ver a
contraluz la formación biológica y epistemológica de su autor. Fundador del concepto de
autopoiesis y gran constructivista. Con todo esto, Maturana se da el lujo, en La
objetividad. Un argumento para obligar, de construir afirmaciones (posibilitándonos a su
vez el lujo de leerlas) como: “...en verdad, vivir en la negación de la consensualidad, del
amor y de la ética, como el fundamento de nuestros distintos modos de coexistencia,
constituye la negación de la humanidad. Ahora podemos estar conscientes de esto...”. Lo
cual es un gran legado.

Finalmente se puede resumir que en el texto Maturana establece distinciones entre dos
formas de asumir el  conocimiento, de llegar a él y de interactuar con este, para ello,
entiende que  desde el pensamiento occidental tradicional,  la realidad existe como una
entidad o fenómeno  separado del observador y por ello es susceptible de ser conocido
objetivamente, tal paradigma lleva a pensar que existe una única realidad que es externa
al sujeto  y que la presunción de su existencia, de sus lógicas y relaciones es lo que
permite   tener  argumentos y explicaciones racionales sobre el funcionamiento del mundo
y de la sociedad, racionalidad que se  caracteriza por la ausencia de emoción, siendo este
elemento contradictorio  en una construcción objetiva . Explica el autor que desde esta
perspectiva se tiende a negar la posibilidad de otras visiones de mundo. Así esta visión
es  nominada como la objetividad trascendental o sin paréntesis.

Desde la propuesta del autor aparece la objetividad constitutiva   que supone una visión
sistémica del planeta, el hombre, la sociedad. En este el observador no es externo al
fenómeno observado, sino que su carácter biológico permite entender su  ser  como
producto de la interacción con otros, que no solo conoce por el hecho de actuar en un
dominio  de acción particular, sino que  puede explicarlo, usando para ello el lenguaje Las
explicaciones que construye son modificadas y modificantes  en un proceso dialéctico que
se da a nivel de las relaciones entre los elementos del sistema, y las mismas
operaciones   explicativas a través de la confrontación de  diversos dominios cognitivos.
Siendo estos dominios cognitivos  formas de abordar la praxis,  que parten de las
emociones que llevan al observador a asumirlos.

Explica el autor adicionalmente la importancia de la emoción en el proceso de explicación,


siendo esta la determinante no solo como motor de la praxis, de la escogencia de
dominios cognitivos sino también en la estructuración y tipo  de participación en las
comunidades humanas, que pueden ser de índole social o no social. Atribuye el autor al
amor   como emoción cohesionadora y garantizadora de la preservación humana la
característica esencial de la sociedad pues es la emoción que permite su  creación, al
suponer  el reconocimiento y aceptación de  los integrantes  quienes adquirirán un sentido
de identidad al grupo.

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