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En tiempos de pandemia

Pasamos por tiempos únicos.

Casi ningún humano vivo, salvo algunas escasísimas excepciones había vivido tiempos de pandemia
mundial. La última se había presentado hace 102 años, en 1918.

La inexorable rutina anual de vacaciones de fin de año, regresó al trabajo y estudio, la interrupción de la
Semana Mayor, vacaciones de medio año, más trabajo y estudio, y la Navidad, se vio súbitamente trastocada
y completamente borrada.

Un día estábamos trabajando y al día siguiente, encerrados en casa, hilvanando ideas sobre los que nos
deparaba el futuro.

En esas primeras noches de desconcierto, por mi mente pasaron imágenes dantescas y apocalípticas, en las
cuales masas de seres humanos hambrientos y sin contrapeso por parte de fuerzas del orden desaparecidas
o unidas a esas huestes, saqueaban, asesinaban y destruían todo a su paso. Otra visión conllevaba la
hambruna producto de la incapacidad de encontrar alimentos, asimilando como nuestras las imágenes que
se ven por TV del vecino de la derecha – ejemplo generado por la izquierda, cosa irónica. Ya me veía
recorriendo calles, en busca de depósitos de basura, en los cuales tratar de encontrar algo para paliar el
hambre de mi familia.

La empresa en la que trabajaba, desaparecida, los ahorros duramente acumulados desaparecidos, o peor, sin
ningún valor real, sin fuerzas juveniles, ya agotadas por la edad, para luchar por la supervivencia y
simplemente paliando los sufrimientos mientras la peste, llamada elegantemente COVID, nos localizaba y
destruía. La única duda sería quién caería primero, si yo, mi esposa, o mi hija. La familia cercana, ausente
o incapacitada para ayudar, por encontrarse sumida en sus propias luchas por sobrevivir.

Ahora que se decreta la apertura y el restablecimiento progresivo de la vida normal, nada de esas visiones
apocalípticas se materializaron, por ahora.

Porque en el horizonte se ciernes nubes tormentosas más amenazadoras que las presentadas por la
pandemia.

Aprovechando la zozobra y miseria que desencadenó la pandemia, que apareció justo en el momento que
la principal estrategia de desestabilización del orden, las marchas vandálicas de protesta languidecía, las
fuerzas de la extrema izquierda se han apresurado a montar una campaña de desprestigio del gobierno
fundamentado en la “culpabilidad” del gobierno para atender la pandemia.

Utilizando toda clase de subterfugios y juego sucio, incluyendo circulación de bulas con verdades a medias
o mentiras francas, presentación de hechos aislados como actos sistemáticos de gobierno, esas oscuras
fuerzas se preparan a dar el golpe final al orden democrático que ni por la dialéctica revolucionaria, ni por
el uso de la fuerza bruta lograron conmover, pero que gracias a la connivencia y complicidad de farsantes,
quienes, haciéndose pasar por lo que no eran, lograron alcanzar las llaves necesarias para abrir las vías a
las fuerzas del socialismo terrorista y alienante para que se colocara en posición de alcanzar el poder, poder
que una vez logrado, jamás será soltado por las buenas. Deberán pasar décadas de opresión, humillación y
pobreza para que, una vez malgastada toda riqueza y bienestar, las fuerzas del estado despótico sean
incapaces siquiera de sostenerse a sí mismos y caigan por inercia, tal como pasó en los países de “la cortina
de hierro”, cuando en un súbito colapso y luego de 70 años de crímenes y enriquecimiento de políticos
corruptos, optaron por dejar el bagazo que quedaba.

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