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0. INTRODUCCIÓN
Nos proponemos analizar los vínculos entre pensamiento nacionalista y poética teatral en
la pieza "Elelín" (1925) de Ricardo Rojas, en el marco de la producción ensayística y
dramática del autor anterior al golpe de estado del 6 de setiembre de 1930, de "El país
de la selva" [1] (1907) a "Silabario de la decoración americana" (1930).
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vitales (...) La explicación es muy sencilla (...) Desde hace un año he sentido de un modo
patético el drama actual de nuestra ciudadanía. He creído que podría ser una actitud
egoísta el mantenerme en el retraimiento; y en caso de optar por un instrumento de
acción social, he debido elegir un partido entre los que existen y he ido al radicalismo
por la lógica de mi doctrina anterior. El radicalismo es, por su latitud geográfica, por su
filiación histórica, por su fe en el pueblo, por su emoción nacionalista y por su probado
espíritu de resistencia a la adversidad, una fuerza cívica que debidamente adoctrinada y
conducida, ha de ser un baluarte de la nacionalidad y de la justicia social en esta época"
(Giacobone y Gallo, 1991, pp. 72-73). Cabe aclarar que la simpatía de Rojas con las ideas
radicales ya es perceptible en algunos de sus textos de la segunda mitad de la década del
20.
Sostenemos, en suma, que a partir de los años 30, Rojas irá relativizando parcialmente o
atenuando sus certezas idealistas, místico-introspectivas y proféticas respecto del
advenimiento del "numen" de la tierra o Argentinidad, para asumir una mirada más
"realista" y "pragmática" sobre las tensiones y agentes en juego en el campo político y el
tejido social.
Por razones de extensión, no nos detendremos en las diferencias entre los dos momentos
canónicos de la producción de Rojas [4] y nos centraremos en el correspondiente a 1907-
1930.
Según declaraciones del autor, tanto "Elelín" como "La casa colonial" fueron concluidas en
1925, por lo que corresponden al período de producción 1907-1930. La escritura final de
"Ollantay" y "La salamanca" se realizó en los años de la última etapa creadora de Rojas –
respectivamente en 1936 y 1942- y, aunque estas piezas pudieron ser bosquejadas en el
período 1907-1930 [6] o remiten a textos anteriores del autor, no son ajenas a las
transformaciones de su pensamiento y aparecen modalizadas por la nueva situación del
autor en el campo político.
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Planteados los límites de este trabajo, el desarrollo seguirá tres pasos: diseñaremos un
modelo metodológico específico para analizar el sistema de ideas del nacionalismo de
Rojas en su escritura ensayística y en la teatral; caracterizaremos luego el pensamiento
nacionalista de Rojas anterior a 1930; por último, analizaremos "Elelín" en relación con el
sistema de ideas de Rojas, consideraremos esta pieza como "puesta en forma teatral" del
nacionalismo del autor y del programa estético de Eurindia.
Tanto el teatro como el ensayo son poéticas. Llamamos poética de un texto o grupo de
textos al conjunto de constructos morfotemáticos que, por procedimientos de selección y
combinación, constituyen una estructura literaria, generan un determinado efecto,
producen sentido y portan una ideología estética en su práctica [8] . ¿Cómo se
manifiestan las ideas en una poética literaria? Seguimos al respecto la teoría de los
sistemas modelizadores primarios y secundarios (Lotman, 1970), según la cual los
elementos que componen el primer grado (los sistemas primarios) son tomados por el
segundo (los sistemas secundarios) en una nueva instancia que los transforma y re-inserta
en un funcionamiento diverso (Muschietti, 1986, pp. 11-12). Entre los heterogéneos
materiales (sistemas primarios) con los que trabaja el texto literario (sistema secundario)
se cuentan el lenguaje natural, la ideología, la experiencia del sujeto productor acerca
de la realidad y de los textos, y, entre otros, las ideas.
Es importante destacar que en las poéticas literarias como el teatro las ideas pueden
asumir una forma explícita o implícita. Llamamos ideas explícitas a aquéllas en las que el
texto teatral asume –ya sea en las didascalias o en el habla de los personajes, en la
enunciación mediata o inmediata- bases expositiva, argumentativa o directiva (por
ejemplo, el "teatro de tesis" o "teatro de ideas"). Llamamos ideas implícitas a la
presencia connotada de dichos contenidos ya sea a través del subtexto –lo no dicho-, la
ideología estética de la poética o el fundamento de valor (por ejemplo, el teatro de
Molière y sus ideas implícitas sobre el arte de la comedia).
Claudio Guillén (1985) afirma que el renacer y auge de la tematología en las últimas
décadas del siglo XX radica en el afianzamiento de "investigaciones tematológicas no
opuestas a las genológicas o morfológicas, sino vinculadas a ellas" (p. 248). Toda poética
textual, sostenemos, implica constructos morfo-temáticos. En consecuencia, el método
de análisis del sistema de ideas en las poéticas literarias debe ajustarse a los rasgos de la
poética del texto estudiado.
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del ensayo, 1998, p. 12), rasgo que lo distingue del discurso ordinario y la lengua natural,
le otorga estatuto estético-literario y capacidad de semiosis ilimitada; pero a la vez...
- preserva la referencia directa del discurso ordinario, se vale –en términos de Ricoeur-
de un uso descriptivo del lenguaje, los signos lingüísticos del ensayo preservan su
naturaleza de signos-de-objeto, de esta manera los contenidos expositivos,
argumentativos y directivos se articulan metonímicamente, por contigüidad con la esfera
o mundo de lo real, el lenguaje del ensayo no crea un régimen referencial propio;
b) En cambio, el teatro –poética ficcional– funciona de otra manera respecto del
sistema lógico-jerárquico de las ideas:
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Para elaborar el sistema de ideas de un ensayo se trata de rastrear las configuraciones
contenidistas de las tramas expositivas, argumentativas y directivas del texto ensayístico,
y de reorganizarlas lógica y jerárquicamente más allá de su disposición original. Un
ensayo de estructura desordenada y fragmentaria o de elaboración inacabada y desprolija
puede encerrar un sistema de ideas preciso y claramente articulable. Retomando las
observaciones de Adorno en "El ensayo como forma" (1962), el pasaje de los componentes
contenidistas expositivos, argumentativos y directivos del ensayo al sistema de ideas es
el pasaje de la "coordinación" de los elementos a la "subordinación", de la disposición
paratáctica a la construcción sistemática que encadena lógico-causalmente las
proposiciones derivándolas unas de otras (Altamirano-Sarlo, 1983b, pp. 143-144).
Para ello proponemos un análisis del texto dramático (Dubatti, 1999) considerado como
poética de estructura narrativa-ficcional articulado en diversos niveles a partir de una
reelaboración y combinación de los instrumentos de análisis propuestos por P. Pavis
(1990), M. Bal (1990), O. Pellettieri (1991) y U. Eco (1996) [9] . El análisis de las ideas en
el texto dramático debe indagar su presencia en los diversos niveles de composición del
texto: A) Contenido; B) Expresión; C) Semántica. Las ideas aparecen trasvasadas a las
configuraciones de la Fábula, el Campo Objetivo Catalizable, la Historia, el Discurso y las
Matrices de Representación, como veremos en el análisis de "Elelín". La pregunta por las
ideas debe también indagar en los diversos aspectos de la Semántica: qué significa el
texto, cómo significa (semiosis), qué visión encarna en tanto metáfora epistemológica,
cuál es la intencionalidad del autor y cómo se define el carácter performativo del texto.
En esta multiplicidad de niveles hay una zona que puede ser pensada como centro,
núcleo fundante, dato insoslayable en la producción de sentido: es lo que llamamos
fundamento de valor, centro en el que se asienta una manera de estar en el mundo, de
construir la realidad y habitarla. El investigador debe definir ese centro y establecer su
diálogo con el texto estudiado. Creemos que no alcanza con estudiar el texto como un
sistema de signos autosuficiente: la nueva teatrología debe problematizar los vínculos
entre teatro y experiencia cultural. Porque el fundamento de valor involucra la
intelección de todos los componentes de la poética teatral: los modaliza
semánticamente. Es imposible no pensar la poética desde el fundamento de valor si se la
quiere comprender como poética histórica desde la instancia de la producción, como en
nuestro caso. Es cierto lo que observa Ricoeur: "El texto debe poder descontextualizarse,
tanto desde el punto de vista sociológico como desde el psicológico, de tal manera que se
deje recontextualizar en una nueva situación: esto es precisamente lo que hace el acto
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de leer" (1986, p. 111), sin embargo la perspectiva que proponemos en este análisis busca
leer desde el fundamento de valor y el contexto históricos en los que el texto fue
producido. Sostenemos, en suma, que la enunciación externa –el sujeto de producción-
imprime a los objetos artísticos una semántica, más allá de los mecanismos de
desubjetivación de la escritura (Dubatti, 2002). Existe una semántica de la enunciación
(Agamben).
Nos valdremos de estas distinciones para el análisis de las ideas nacionalistas de Rojas en
Elelín.
Para el aspecto considerado en (a) recurriremos a diversos ensayos, pero sobre todo nos
centraremos en dos de ellos: "Eurindia" [11] (1922-1924), obra que el mismo Rojas definió
como una "síntesis" de su pensamiento y programa de trabajo ("Eurindia", cap. XXVI, p.
60), coronación no sólo de la "Historia de la literatura argentina" sino, por extensión, de
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las ideas desarrolladas en sus obras anteriores, eslabones de un plan de larga duración
[12] ; y "Definición del nacionalismo", texto incluido en "La guerra de las naciones"
(1924), al que Rojas remite en "Eurindia" como texto de referencia fundamental en la
sistematización de sus concepciones sobre el tema [13] .
Es cierto que dentro del período 1907-1930 los textos de los primeros años presentan
diferencias respectos de los de la década del veinte. Respecto de "Eurindia", por
ejemplo, en "La restauración nacionalista" se advierte un ataque más duro y reaccionario
–en el sentido de defensa del tradicionalismo- frente al cosmopolitismo, al punto que La
Vanguardia, La Protesta, El Pueblo y algunos periódicos de colectividades extranjeras
denunciaron a Rojas como xenófobo (Castillo, 1999, p. 163 y sigs.) y lo impulsaron a una
indispensable aclaración. Lo cierto es que la exasperación de Rojas en "La restauración
nacionalista" se va aplacando en los años siguientes en la medida en que el autor va
encontrando un tono, definiendo más claramente sus ideas y desplegando una obra vasta
en la cátedra, la escritura, la edición y los espacios institucionales universitarios. Si "El
país de la selva" y "La restauración nacionalista" deben luchar por la creación de un
espacio simbólico (Devoto, 2002, pp. 55 y sigs.), en la década del 20 dicho espacio ya se
encuentra plenamente instalado en las representaciones del campo intelectual
(Altamirano-Sarlo, 1983). En 1909 el pensamiento de Rojas, en proceso de construcción y
primer reconocimiento social y cultural, adquiría una dimensión más acentuada de
resistencia activa frente al cosmopolitismo, en un contexto de mayor aislamiento y
soledad. El mismo Rojas ha apuntado esa modificación al historiar el nacionalismo
argentino: "Acogida [la palabra ‘nacionalismo’] desde entonces por la prensa, ha venido
haciéndose cada vez más notoria, hasta ser en nuestros días [c. 1915 ó 1924, si se
consideran las fechas de las dos ediciones] una divisa de controversias pedagógicas,
estéticas y políticas" ("La guerra de las naciones", I, p. 83). Sustancialmente, los
contenidos de "La restauración nacionalista" y "Eurindia" coinciden, lo que varía es la
virulencia del ademán de convocatoria ideológica. En consecuencia, para diseñar el
sistema de ideas del nacionalismo de Rojas no tendremos en cuenta las variables
estilísticas y de tono a lo largo del período, sino los grandes núcleos temáticos y su
organización lógico-jerárquica.
De los cinco sentidos posibles que –según Stanley I. Benn (1972)- pueden atribuirse a la
voz "nacionalismo", el pensamiento de Rojas se vincula con tres: "1. A sentiment of
loyalty to a nation (a variety of patriotism) [...] 3. An attitude which attaches high
importance to the distinctive characteristics of a nation and, therefore, 4. A doctrine
which maintains that national culture should be preserved" (Tomo V-VI, p. 442) [15] . A
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partir de esas orientaciones, sostenemos que el nacionalismo de Rojas se articula sobre
el fundamento de un triple ejercicio de instancias concatenadas (la primera es condición
de posibilidad de la siguiente, y ambas son condición de posibilidad de la tercera):
-el nacionalismo es, en tanto doctrina, "praxis, método de acción patriótica": en virtud
del amor que inspira la "filia" hacia la patria y de la actividad de la conciencia en la que
éste amor se desarrolla y consolida, Rojas piensa el nacionalismo como un conjunto de
iniciativas para extender, cultivar, preservar y defender a la patria. El sistema filosófico
propone una doctrina para la acción, cuya praxis afecta todas las esferas de la actividad
nacional: social, política, artística. El propósito último de dicha doctrina "es formar en
los individuos de cada nación la conciencia colectiva de la nacionalidad a que
pertenecen" ("La guerra de las naciones", III, p. 95). En resumen, el nacionalismo es en su
base amor a la patria pero articulado en "un sistema filosófico, una doctrina política, una
moral, un método de civilización" (I, p. 86).
¿Qué es la patria/la nación para Rojas? La definición es compleja e incluye una doble
articulación temporal: sincronía y diacronía. Por un lado, Rojas concibe la patria como
una entidad metafísica-psicológica-biológica, es decir, como un "ser-en-sí"; por otro,
afirma que ese ser está en permanente proceso y metamorfosis, es un "ser-en-el-tiempo".
Rojas integra ambos perfiles sin contradicción para su pensamiento: la patria es a la vez
una entidad real en el mundo y el relato de una historia, una "etnogonía" ("Blasón de
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Plata", "Eurindia") en la que se produce el cruce entre númenes aborígenes y procesos
históricos humanos desatados por fuerzas externas. Consideraremos las dos
caracterizaciones: a) la sincrónica y b) la diacrónica [19] .
- ENTIDAD PSICOLÓGICA: la patria es "el alma colectiva" del pueblo argentino. "Concibo la
personalidad nacional del mismo modo que la personalidad individual. Estas son dos
entidades gemelas, la una de psicología individual, la otra de psicología colectiva [...]
Por eso es frecuente que hablemos de las naciones como si fuesen personas" ("Eurindia",
cap. XXXI, p. 68). La segunda meditación de "Definición del nacionalismo" está dedicada a
las correlaciones y equilibrio deseable entre el "yo individual" y el "yo colectivo". Para
Rojas puede demostrarse "con el auxilio de la psicología moderna, que el "yo colectivo"
no es sino una proyección del "yo individual" en esferas abstractas del espacio y del
tiempo" ("La guerra de las naciones", p. 90). Rojas recurre a la teoría de Ribot según la
cual la personalidad individual tiene por base la cenestesia y formula el concepto de
cenestesia colectiva, entendida como "el agregado biológico de los individuos en
solidaridad de adaptación y de éxito en su medio territorial" (pp. 90-91). Así piensa Rojas
la articulación del yo individual al yo colectivo o "yo nacional", y establece la siguiente
relación proporcional: "Una y otra conciencia [la individual y la colectiva] son tan
correlativas, que donde más se define la unidad individual, crece el nivel nacional, como
ocurre en Norte América e Inglaterra; y donde más se define la unidad colectiva, crece el
valor de la unidad individual, como ocurre en Francia y Alemania" (II, pp. 89-90). El
objetivo último de Rojas es demostrar que "la conciencia nacional no es sino el
desenvolvimiento superior de la conciencia individual" (p. 92): "[...] No adquirir la
conciencia de la nacionalidad, es permanecer en los planos de la simple vida zoológica;
[...] adquirirla es progresar hacia la más alta espiritualidad de la especie" (II, p.
93).
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Veamos ahora los componentes de la definición sincrónica: la patria resulta de "la unidad
orgánica entre el territorio, la raza, la tradición y la cultura" ("Eurindia", cap. LXXXVIII,
tomo 2, p. 62). Rojas define cada uno de estos componentes, tanto separadamente como
por sus relaciones entre sí:
- Raza: Rojas otorga a este término una dimensión que excede el positivismo
materialista: "La raza es no sólo el etnos material de la ciencia, sino la conciencia
colectiva de un pueblo" ("Eurindia", cap. LXXXVIII, tomo 2, p. 88). Si bien Rojas cuestiona
el materialismo de H. Taine ("Eurindia", cap. XXXI, pp. 67-68), incorpora
heteróclitamente la noción de raza tal como aparece en la "Historia de la literatura
inglesa" pero la amplía, espiritualizándola, hacia el concepto de conciencia. Opera así
una bizarra cruza de Taine y Hegel, sobre la que volveremos (véase 2.1.2 en este
trabajo).
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en representación de la cultura en provincia, espacio de reserva de las fuerzas del
indianismo y mayor resistencia contre el exotismo que triunfa en Buenos Aires (véase la
carta de 1912 a Carlos Schaefer Gallo que reproducimos parcialmente en 3.2).
- los dioses nativos de la polis europea también sufrieron invasiones externas múltiples,
pero finalmente "las fuerzas de afuera del continente con su reflujo territorial han tenido
menos importancia en Europa que las fuerzas de su propio pasado" ("Eurindia", cap. I, p.
9).
- en cambio, los dioses nativos de la polis americana han sido subyugados por las fuerzas
externas: "Los reflujos territoriales, de origen extracontinental, han sido en América más
decisivos que los ritmos históricos inherentes a la vida espontánea de una tradición local"
("Eurindia", cap. I, p. 10). En la lucha entre las fuerzas endógenas y las exógenas, se
imponen las últimas, especialmente la encarnada por la inmigración hacia fines del siglo
XIX, la "horda rubia, suerte de montonera pedestre y venal" ("La guerra de las naciones",
X, p. 162). Esta anomalía, característica de "toda civilización de origen colonial" (idem),
hace que Rojas conciba la patria como un proceso aún no cerrado, en el que se debaten
desigualmente indianismo y exotismo y en la que cada polo espiritual se impone en
sucesivos desequilibrios: "En naciones nuevas como la Argentina, con territorio complejo,
con población heterogénea, con proceso histórico interrumpido por cataclismos sociales,
como la conquista, la independencia y la inmigración, el proceso tradicional se complica"
(cap. XLIII, p. 92). Rojas compone un esquema histórico de las luchas entre indianismo y
exotismo, a partir del cual diseña su esquema del devenir de la sociedad, el arte y la
literatura argentinos: "[...] primero los indios precolombinos vencidos por los
conquistadores españoles; luego los conquistadores españoles vencidos por los gauchos
americanos; más tarde los gauchos argentinos vencidos por los inmigrantes europeos; y
tendremos por fin a los mercaderes inmigrantes vencidos por los artistas autóctonos, o
sea el exotismo nuevamente vencido por el indianismo" (cap. III, p. 13). Se trata de un
proceso que recién comienza y tiene mucha historia por delante: "Roto bruscamente por
la conquista europea el tipo de civilización autóctona [...] entró la América en un nuevo
proceso cultural, en cuyos comienzos nos encontramos aún" ("Eurindia", Cap. II, p. 10).
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hegelianismo [21] . "Queremos reducir ambas fuerzas [indianismo y exotismo] en la
unidad de un nuevo ser y superarlas" ("Eurindia", Cap. L, p. 107). "En esa fusión reside el
secreto de "Eurindia". No rechaza lo europeo: lo asimila; no reverencia lo americano: lo
supera" (cap. XLI, p. 89). La síntesis nacerá del amor fecundo entre lo indio y lo europeo,
del mestizaje, "cópula" [22] y fusión de ambas tradiciones. Una y otra vez Rojas deja
claro que no aspira ni a un purismo indianista ni a un purismo cosmopolita. Por el
contrario, cree en la singularidad del cruce, el encuentro, la cópula, la mezcla [23] ;
exalta el diálogo y evita tanto la intolerancia xenófoba como el racismo de desprecio a lo
indígena.
Rojas llama "argentinidad" tanto al espíritu presente y pasado de la patria como al que se
está gestando y cobrará forma futura. Son instancias del devenir de una misma entidad.
Argentinidad: tal es "el nombre de nuestra unidad funcional como Nación" (Cap. XXXIX, p.
86). Divinidad naciente, pero en otro momento calificada como "desterrada", que quiere
regresar según lo anuncia la palabra profética del Rojas vidente: "Veo, sin embargo,
claros indicios de que los dioses de América rondan otra vez muy cerca de nosotros,
sugiriendo nuevas formas estéticas y morales, como si quisieran abandonar su destierro
metafísico para reingresar en el necesario tormento de la historia. Uno de esos dioses
americanos es aquel espíritu o fuerza que llamamos Argentinidad" ("Eurindia", cap. XXXIX,
p. 85).
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para universalizar el arte, universales fenómenos de humanidad. El hombre, como
conciencia del dolor, es el mismo bajo todos los climas. Las tierras son distintas pero el
cielo es igual. Aun el genio sintetiza complejas fuerzas cósmicas y sociales,
regionalizándolas. Por nuestro arte iremos al de América, y por América a la Humanidad"
(cap. IX, p. 25). Rojas hace suyo un principio de la literatura comparada: piensa lo
nacional en contextos internacionales y supranacionales (aspecto sobre el que
volveremos en el apartado que sigue) [25] . Lo regional posee conexiones con unidades
macroculturales, como el "paniberismo" en materia lingüística ("Eurindia", cap. XIII, pp.
33-34). Rojas distingue un regionalismo y un nacionalismo "estrechos" de otros dotados de
universalidad; los primeros "ahogan", los segundos encierran el secreto del arte, la
inscripción de lo universal en lo particular ("Eurindia", cap. XX, p. 49).
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historia. En la creación literaria y artística (música, plástica, danza, etc.), la conciencia
colectiva alcanza su realización más cabal, de acuerdo con el principio hegeliano de que
"el arte se define por la Idea, es la manifestación o la apariencia sensible de la Idea"
(Bayer, p. 317).
Tal como señala en "La guerra de las naciones" (III, p. 95), "el contenido de cada
nacionalismo, como doctrina, ha de variar forzosamente en cada nacionalidad según su
tierra, su economía, su historia, su raza y la práctica regional de sus ideales", en
consecuencia las actividades antes señaladas son la condición de posibilidad del
"conocimiento de una tierra, una población, una lengua y un ideal" (pp. 95-96).
- el concepto de la patria como cuerpo de textos: en "Eurindia", cap. XXVI "El acervo
bibliográfico", Rojas sostiene la necesidad de rastreo y compilación del corpus de textos
dispersos de las letras nacionales "en su conjunto", concibiendo la idea de la patria como
conjunto de escritos, más tarde retomada por Horacio González en su "Restos
pampeanos": "[...] llamamos "pampa" a un conjunto de escritos argentinos" (1999, p. 7);
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- superación del binarismo sarmientino a partir de una apropiación de la dialéctica
hegeliana: rediseña el binomio "civilización-barbarie" en la fórmula "exotismo-indianismo"
y establece una superación inclusiva de ambos componentes en la idea de síntesis,
"cópula" o "crisol de mestizamiento" (cap. XXXIII, p. 71).
- disociación de las ideas de cultura y progreso: para Rojas "en toda verdadera
civilización las conquistas espirituales han precedido a las conquistas materiales" ("La
guerra de las naciones", "Definición del nacionalismo", IV, p. 104), en consecuencia, los
avances en el progreso material deben ser rastreados y sustentados por un avance
espiritual-cultural previo, teoría con la que Rojas pretende rectificar las afirmaciones del
"materialismo histórico" (IV, p. 104). "[...] Ningún progreso material podría realizarse si
no se apoyase en las conquistas previas de la cultura, que son progreso espiritual en las
bellezas del arte, o en las verdades de la ciencia, o en las disciplinas de la moral" (IV, pp.
104-105). "La cultura se forma de un contenido espiritual: es ciencia, es arte, es justicia –
tríada suprema de la civilización- mientras el progreso es tan sólo el medio externo y
material de realizar esa conquista suprema" (IV, p. 111).
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En cuanto al nacionalismo como praxis, "La restauración nacionalista" otorga importancia
a la tarea de los maestros y al diseño de los programas de educación. Rojas aclara que
"Eurindia" "está dedicado a los maestros y a los artistas americanos capaces de creer en
Eurindia como en una deidad guiadora" ("Prólogo").
Rojas sólo ofrece un conjunto de principios orientadores articulados hacia una meta: el
amor nacionalista, la "simpatía americana" ("Eurindia", "Prólogo"). Aclara que el
fundamento de sus sugerencias radica en "la libertad personal", "la espontaneidad
emocional" y "la democracia" (passim), pero a la vez siembra toda Eurindia de un discurso
directivo (Werlich, 1975; Ciapuscio, 1994), es decir, apotegmas que guían la acción de los
artistas. Retomando la expresión de Emilia Ferreiro, practicamente todo el discurso de
Eurindia, incluidas sus expresiones no directivas, "abre camino a la acción reflexiva y a
la reflexión predispuesta para la acción" (2001, p. 9).
1. Los artistas deben tomar conciencia del lugar que ocupan en la evolución de nuestra
cultura y deberán "definir[lo]" (p. 65). "Es menester inscribirse en una tradición" (p. 66)
con el objeto de que "el artista, como si fuera un árbol, eche hondas raíces en tierra
americana; que se hinche en su savia tradicional; que se envuelva en la luz de su propia
atmósfera; que nos rinda en fruto de belleza la realidad de que se nutre" (p. 66). ¿Cómo
hacerlo? Rojas expresa su deseo de que "los artistas argentinos vivan en amor conyugal
con su tierra" (p. 66) y para ello...
2. ...deben recuperar la historia nacional como acervo de tradiciones y en tanto fue el
"género casi exclusivo de nuestra literatura durante centurias". Rojas afirma: "Los artistas
actuales deberán ir a esa fuente [la historia] para nutrirse de espíritu racial" (p. 65).
3. Deben trabajar sobre "la contemplación de la naturaleza", "tal como la naturaleza
se muestra en nuestra tierra" (p. 66).
4. Deben trabajar sobre "la meditación de la vida", "tal como la vida se manifiesta en
el dolor de cada alma" (p. 66).
5. Deben armarse de paciencia, trabajar sin prisa ni ansiedad pero con constancia,
porque "lograr que el paisaje y el hombre americanos entren definitivamente en el arte
no es empresa fácil" (p. 66).
6. Deben tomar conciencia de los intentos anteriores del arte local de contribuir a esa
empresa para trascenderlos: "El artista deberá servirse de esos ensayos, pero deberá
superarlos" (p. 66). Si los ensayos anteriores "sólo nos han dado una visión fragmentaria y
una expresión incompleta", se trata de acopiar esa experiencia para llegar a una
expresión integral. El punto de partida es el conocimiento de la historia del arte
nacional.
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7. Deben asumir el lugar del "esperado" y "redimir" a la argentinidad liberando a "los
númenes prisioneros" y "dá[ndoles] voz" (p. 67). "Paisajes y hombres de nuestra tierra
están esperando sus redentores" (p. 67).
8. Los artistas deben conocerse entre sí, relacionarse, atender a la "agrupación
cultural" (p. 67) a la que pertenecen [30] .
9. Deben guiarse por estas consignas pero a la vez preservar su estado de apertura a la
"espontaneidad emocional" y "la libertad creadora" (p. 67), sin caer en programas de
trabajo restrictivos ni mecánicos que trasgredan la naturaleza misma del arte.
Aunque sin desarrollar sistemáticamente el tema, Antonio Pagés Larraya (1963) y otros
investigadores destacaron la conexión de la obra de Ricardo Rojas con el romanticismo.
Es frecuente la tesis de su deuda y admiración hacia Victor Hugo, expresada
fervorosamente en sus poemas [31] . Consideramos que muchas de las ideas expuestas en
2.1 se vinculan con el pensamiento de los románticos, aunque también es destacable que
numerosos aspectos del romanticismo no aparecen incorporados en la visión de Rojas. Es
importante señalar que Rojas concibe su nacionalismo como resultado de la reflexión
sobre "los actuales problemas de la evolución argentina" y niega toda deuda con posibles
modelos europeos [32] .
En la sección "La revuelta contra el siglo XVIII", Schenk realiza una definición del
romanticismo por oposición a las ideas del siglo XVIII, es decir, una caracterización
negativa, y destaca las siguientes líneas temáticas:
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imaginación. La intuición pasa a ser la fuente privilegiada de la visión humana, por
encima de la razón, considerada como un instrumento limitado. [34] El romanticismo
descubre que, a causa del racionalismo, una gran parte esencial de la naturaleza y del
mundo estaba siendo descuidada y emprende la recuperación de lo misterioso y lo
inexcrutable. Según Jung, "caracteriza el irracionalismo romántico el intento de alcanzar
la percepción más completa de todo el universo" ("Tipos psicológicos").
- Visiones del futuro y nostalgia del pasado: A diferencia de la imagen racionalista
del hombre como un dominador de la historia y la naturaleza, los románticos sintieron
vivamente los presentimientos de un desplome apocalíptico de la civilización. Muchos de
ellos veían una Europa decrépita y compartían el sentimiento de un diluvio inminente.
Muchos escritores tomaron como motivo la imagen del "Ultimo Hombre". El rechazo por el
presente y la aprensión por el futuro hicieron que los románticos miraran
nostálgicamente ciertas edades del pasado. Al respecto se observan algunas variaciones
principales: la exhortación a que desde el presente de inseguridad espiritual y fe
vacilante la humanidad vuelva a mirar con reverencia el ejemplo de la cristiana Edad
Media; la revisión de las épocas en que algunas naciones alcanzaron su apogeo político o
cultural; y la observación de que la pérdida de los sistemas políticos aristocráticos y del
dominio de las élites del pasado determinaron las catástrofes actuales, en tanto el amor
romántico a la Edad Media iba unido a un profundo deseo de estabilidad política. La
Ilustración manifestó una violenta hostilidad por la Edad Media especialmente de parte
de Voltaire. Por el contrario los románticos la idealizaron fervientemente. En el núcleo
de la nostalgia romántica por la Edad Media se hallaba el sentimiento de que el hombre
moderno, al apartarse gradualmente del cristianismo, había sufrido una pérdida grave,
posiblemente irreparable. Esa actitud frente a la historia no fue documentalista y estuvo
marcada por el profundo auge de la imaginación.
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progresista de la Ilustración, y ante los resultados de la Revolución Francesa, los
románticos denunciaron el hecho de que los ideales de Libertad y Fraternidad no se
habían cumplido. Por otra parte, la aspiración de Igualdad fue intensamente debatida por
muchos románticos desde una perspectiva aristocrática. Muchos de ellos asumieron
posiciones desencantadas ante el igualitarismo y hay quienes, como Walter Muschg, han
interpretado el romanticismo como el canto del cisne de la nobleza europea ("Historia
Trágica de la Literatura"). Desde una actitud reaccionarios ante el avance de la
democratización, visualizaron una sociedad de masas que aplastaría la libertad
individual, entre otros, Coleridge, Carlyle, Vigny, Schlegel y Schelling.
Muchos de los núcleos ideológicos destacados por Schenk en esta sección están presentes
de alguna manera, mutatis mutandi, en la obra de Rojas. El rechazo al racionalismo
como forma excluyente de conocimiento del mundo, la valoración de lo irracional, los
sentimientos y la exaltación de la imaginación, el redescubrimiento de lo misterioso y lo
inexcrutable, están en la visión de Rojas. De la misma manera, la exaltación de la
singularidad tanto del individuo como del carácter de las comunidades (naciones,
regiones), el tópico del Volkgeist o "espíritu del pueblo" y el nacionalismo, el recurso a la
Literatura Comparada, pueden hallarse en la obra de Rojas, con la salvedad importante
de que Rojas rescata la noción de universales y universalidad (tal como se señaló en
1.1.2) a través de lo individual. Sin duda, también aparece en Rojas el anhelo de
reintegración con lo numinoso y lo sagrado [37] .
En la segunda sección de su libro, "El nihilismo y el anhelo de una fe", Schenk ilumina una
contradicción interna del espíritu romántico, tensionado entre la experiencia del
nihilismo y un potente deseo de religación con lo sagrado. Poco tiene que ver Rojas con
estas líneas temáticas. Los ítems sobre los que trabaja son:
19
de creadores como Leopardi y filósofos como Schopenhauer, quienes niegan toda
esperanza de trascendencia y de confianza en la historia; un nihilismo menos radical,
ligado a un semiconciente sentimiento de frustración (sentían que la única salvación
podía hallarse en un retorno a la religión pero también sentían una incapacidad o falta de
determinación para seguir este camino: el caso de Byron, por ejemplo). Los que padecen
el Weltschmerz son almas carentes de ideas y valores, sin deseos, hundidos en el ennui
(aburrimiento, tedio) [39] .
Muy poco tiene Rojas que ver estas expresiones del romanticismo. Aunque Rojas
frecuentó como lector las obras de los autores mencionados, esta dimensión que expresa
conflicto interior no resuelto, nihilismo y angustia metafísica sin remedio ni satisfacción,
no se encuentra en los textos del autor de El país de la selva. Por el contrario, Rojas se
afirma en su misticismo y en un sentido constructivo y progresista de la tarea social.
20
abundante obra propició la religión no sólo como una panacea individual sino también
social, para la solución de todos los problemas que afligen la vida comunitaria del
hombre. Era profundamente admirado y respetado por los escritores románticos,
especialmente por Victor Hugo, de quien fue confesor.
-Corrientes ecuménicas: Junto al auge del catolicismo se advirtió la voluntad hacia
una visión universal cristiana, una especie de reunión de todas las ramas del cristianismo.
Los intentos sistemáticos para lograrlo correspondieron fundamentalmente a Franz von
Baader y a Alexander Stourdza, quienes recibieron en el orden político fuertes
resistencias.
¿Qué hay de todo esto en Rojas? Sin duda, su anhelo de re-sacralización de la sociedad,
su voluntad de apertura a lo sobrenatural y divino, a los númenes y dioses de la tierra.
Tal como señalamos arriba, la visión religiosa de Rojas es sincrética y con fuertes
componentes arcaicos, precristianos. La singularidad de su misticismo quedó expresada
en El Cristo invisible (1928) y su distancia con el catolicismo ortodoxo fue uno de los ejes
ideológicos que lo distinguieron del nacionalismo político. El sacerdote Alberto Molas
Terán dedicó un vasto libro al cuestionamiento de las ideas religiosas del autor:
Paralogismos de Ricardo Rojas (1928). Sin embargo, no conocemos ningún aporte
bibliográfico que estudie con precisión y en profundidad la cosmovisión religiosa de
Rojas. Su concepción, en caso de buscar filiaciones con los autores estudiados por
Schenk, se aproxima –no causal o genéticamente (Schmeling, 1984) sino por afinidad y
coincidencia- al antidogmatismo panteísta de Schleiermacher.
21
entiende la fascinación que los siguientes tópicos ideológicos despertaron en el alma
romántica:
-El culto del yo: Un rasgo fundamental del romanticismo es la exaltación
egocéntrica y el individualismo. La personalidad es definida básicamente por su nivel de
sensibilidad, ostentada en la escritura romántica (ficcional o no). Dicho exhibicionismo
ha sido denominado por Russell Sebold como dandismo emocional (Trayectoria de
romanticismo español, 1981). En la escritura de René Chateaubriand, por ejemplo, se
exponen todos los padecimientos emocionales del Weltschmerz: introspección y
autodescripción, misantropía, búsqueda de la soledad, el anhelo infinito del alma así
como la insatisfacción perpetua, el ennui y la melancolía, el asco frente a la vida y el
intento de huir. Por otra parte, Schenk habla de la "autoidolatría del hombre" en tanto
los románticos crean una verdadera religión antropocéntrica, a partir de la entronización
de los individuos de extraordinaria personalidad. En el caso de Byron (típico exponente
del culto del yo) el dandismo emocional incluye la metódica y despiadada exhibición de
las propias faltas. Schenk descubre en sus obras y en sus páginas no ficcionales un
"deleite perverso por la autoacusación y la obsesión por su propio yo" (p. 184). El escocés
Thomas Carlyle expresó en sus conferencias pronunciadas en 1840 Heroes, Hero-Warship
and the Heroic in History su "admiración trascendental por los grandes hombres", entre
los que ubica a Odín, Dante, Shakespeare, Rousseau, Goethe, Cromwell y Napoleón.
22
-La intoxicación metafísica: Durante el romanticismo surgieron nuevas filosofías
irracionales que audaz o subrepticiamente avanzaron sobre el terreno teológico.
Nietzsche definió a la filosofía alemana de su tiempo como "una teología hábilmente
disfrazada". Los tres grandes metafísicos románticos fueron Fichte, Schopenhauer y
Schelling. Este último valorizó la metafísica como forma de conocimiento del universo:
"Sin metafísica no sólo no hay filosofía sino que tampoco hay religión ni arte: todo eso se
perdería si uno desesperara de la metafísica". Esta concepción se encuentra, de alguna
manera, en toda la visión de mundo del romanticismo.
-El escritor como profeta y mesías: Durante el romanticismo el artista adoptó un
papel mesiánico compatible con la creencia romántica del mesianismo de algunas
naciones, identificadas como "pueblos elegidos de Dios". Para los franceses su patria era
redentora de la humanidad. En ocasiones Victor Hugo se creyó el mediador, divinamente
inspirado, entre la humanidad y la deidad sobrenatural. En su poema autobiográfico
"Cuatro vientos del espíritu" afirma: "Soy casi un profeta y casi un apóstol". En su ensayo
dedicado a William Shakespeare (1864) explicó así dicha idea: "El profeta busca la
soledad, pero no el aislamiento. Desentraña y desenreda los hilos de la humanidad
enrollados y atados en una madeja dentro de su alma; no los rompe. Va al desierto a
pensar... ¿En quién? En las multitudes". Los románticos defendieron la función social de
las utopías, entendidas como toda formulación relativa a la organización de una sociedad
ideal. Desde el comienzo de su producción Victor Hugo manifestó una profunda
preocupación por la justicia social y la fe en un glorioso futuro para la humanidad al
triunfo final de la verdad, la justicia y la armonía en la tierra. Sin embargo, esta religión
de la utopía tropezó con el escepticismo y la incredulidad. Ya adelantados los aportes del
positivismo, el 1872, el escritor naturalista Edmond de Goncourt anotó en su Diario luego
de su visita a Victor Hugo: "Había, en lo más profundo de mí, un sentimiento de ironía,
cuando pensé en todas las insensateces místicas, sonoras y vacías por medio de las cuales
hombres como Michelet y Hugo pontifican, tratando de imponerse a su ambiente como si
fueran augures que tuvieran el oído de los Dioses".
-La redención por la música: Fueron los románticos quienes consideraron la música
como el lenguaje más afín a su espíritu [42] . El entusiasmo romántico por la música
puede explicarse de varias maneras. En primer lugar, el emocionalismo romántico halló
en la música el arte que más profundamente que ningún otro sondeaba los abismos de las
emociones humanas. En algunos círculos románticos la música instrumental fue
considerada como el medio ideal que podía expresar lo inefable. Además se afirmó que
se trataba del único lenguaje universal en existencia. La música participaba de la esencia
misma de la religión: para algunos, virtualmente llegó a ser una religión. En el curso de
la búsqueda romántica de reintegración espiritual, se probaron muchos distintos
sustitutos (el amor, la naturaleza, la música, el yo, la patria, etc.). George Sand llamó a
la música "esa lengua divina" [43] . Si la música era la nueva religión, el artista era su
sumo sacerdote o su profeta y hasta podía llegar a ser su mesías. Todas las principales
características del romanticismo se sintetizan en la personalidad de Richard Wagner,
quien en la concepción del Musikdrama (combinando las diversas funciones de
dramaturgo, composición, escenógrafo y productor) consumó el romanticismo en la
teoría y en la práctica.
Creemos que es en esta parte del trabajo de Schenk donde afloran algunos de los núcleos
centrales de la vinculación del romanticismo con la personalidad y la obra de Rojas. La
mirada de Goncourt sobre Hugo recuerda la que muchos coetáneos de Rojas arrojaban
sobre el autor de El país de la selva, quienes atacaban desde su mesianismo y
egocentrismo hasta su indumentaria, como evoca Horacio Castillo (1999, pp. 265-267).
Tanto en la ensayística como en la poesía de Rojas se hace presente su dandismo
emocional respecto de las fuerzas y entidades de la patria. Siguiendo el modelo de
Carlyle (a quien menciona repetidamente en sus ensayos), Rojas exaltó desde la
conferencia o el libro la figura de hombres excepcionales de la patria, como en Los
23
arquetipos. Seis oraciones: Belgrano, Güemes, Sarmiento, Pellegrini, Ameghino, Guido
Spano (1922) o más tarde en las biografías dedicadas a San Martín y Sarmiento.
Rojas manifiesta una preocupación constante por distinguir sus ideas de "otros"
nacionalismos y evitar "una peligrosa confusión" (1924c, p. 84). ¿Quiénes quedan fuera
del nacionalismo de Rojas? El mismo se encarga de explicitarlo: "Se llaman a sí propios
nacionalistas, el católico que defiende la preeminencia oficial de su fe; el terrateniente
24
que defiende la integridad brutal de su privilegio; el militar que defiende la prerrogativa
feudal de su fuero; el clubman que defiende la onerosa vanidad de su holganza; el
político que defiende los fraudulentos gajes de su oligarquía; el sociólogo pedante que
construye con palabras capciosas síntesis sobre nuestra raza y su cultura" (La guerra de
las naciones, p. 84). Rojas se distancia así del nacionalismo católico y antidemocrático,
de la oligarquía, del militarismo reaccionario y de la intelectualidad cosmopolita
insensible a la problemática de lo nacional (especialmente los "materialista[s] estulto[s]
que levanta[n] contra el nacionalismo argentino toda la imbele argumentación que en
Europa se ha vociferado contra la patria desde Bakounine y Marx hasta Bernard Shaw y
Hervé" (La guerra de las naciones, p. 85).
Rojas va analizando cada uno de los nacionalismos europeos. Primero se detiene en los
que considera "los tres nacionalismos más definidos de Europa": los de Alemania, Francia
e Italia, "los que han tenido teorizadores inteligentes" (III, p. 100). Define el
nacionalismo alemán, inspirado en Fichte (cita sus Discursos a la nación alemana) como
"metafísico por sus principios, pedagógico por sus medios, imperialista por sus fines" [44]
y focalizado "contra la cultura francesa" (III, p. 98). En Francia, cuyo modelo es Barrés –
Scennes et doctrines du Nationalisme-, el nacionalismo fue "militarista, proteccionista,
aristocrático y clerical en un momento" y luego "ha evolucionado por fin acercándose a
los principios laicos, mientras a última hora hasta los mismos socialistas parecen tender
hacia él por una necesidad de defensa colectiva" (III, p. 99). En cuanto al "nacionalismo
italiano, en su faz moderna, ha sido expresado por Corradini en libros como Il volere
d’Italia, y tiene por apóstol épico a D’Annunzio, en la imprevista renovación y subversión
de valores que la guerra europea ha producido" (III, pp. 99-100). Según Rojas en Italia el
nacionalismo fue "anticlerical [...] por pragmatismo de integración territorial: era forzoso
quitarle Roma al Pontificado" (III, p. 100). Luego realiza rápido examen del nacionalismo
en Rusia, España e Inglaterra, India, Egipto, Grecia, Polonia y Estados Unidos. Este último
es el que más se parece al argentino, sin embargo fue formulado por Roosevelt –The New
Nationalism- en 1911, es decir, más tarde que el argentino. El comparatismo contrastivo
lleva a Rojas a una conclusión: hay un "nacionalismo argentino", que debe ser pensado
como "un producto espontáneo del pensamiento argentino, que expone y afronta los
problemas propios de nuestro origen, de nuestra evolución, de nuestro medio, de nuestro
ideal; que nada tiene de común, por consiguiente, con sus homónimos de las otras
naciones y se diferencia tan profundamente de ellas como los factores de nuestra
historia" (III, p. 102). Y define los rasgos identitarios del nacionalismo argentino de la
siguiente manera: "[...] Es pacifista, fraterno, democrático, laico, porque así lo plasman
nuestras necesidades y nuestra historia. [ Se trata de] una doctrina nueva y peculiar,
como lo es el pueblo cuyo destino lo interpreta" (p. 102). Como forma de tomar
distancia contra las otras ramas locales del nacionalismo, Rojas afirma: "Persistir en la
confusión de nuestro nacionalismo con el de otras naciones, es acto evdiente de la mala
fe política o flagrante ignorancia, que los defensores leales de esta doctrina deben
denunciar" (III, p. 102).
A pesar de sus intentos, el nacionalismo de Rojas no está diseñado como una orgánica
política ni partidaria. En consecuencia, no corresponde al nacionalismo político que inicia
25
un desarrollo orgánico a partir de la década del veinte en la Argentina [45] . "Rojas fue
un adelantado del Nacionalismo a pesar de que no quisiera saber nada, más adelante,
con las corrientes Nacionalistas que vinieron tras de él. Y es lógico, pues tenían una base
ideológica completamente opuesta a la suya" (Zuleta Alvarez, 1975, p. 101; el mismo
concepto puede hallarse en Glauert, 1963, pp. 1-13). Zuleta Alvarez ha definido esa
diferencia: para separarlo el pensamiento de Rojas del nacionalismo político, se refiere a
"su" nacionalismo, es decir, pone el acento en una configuración aislada, individual, no
partidaria ni compartida con los representantes del nacionalismo político en sus
diferentes líneas. Zuleta Alvarez remarca la situación de soledad de Rojas, tanto
respecto de los nacionalistas como de los representantes de las tendencias culturales
vigentes en Buenos Aires: por su "telurismo, indianismo y provincialismo" –afirma- Rojas
"fue motivo de innumerables pullas y de un titeo permanente" (1975, p. 96) [46] . María
Inés Barbero y Fernando Devoto señalan que "Rojas no formó parte de ninguno de los
grupos nacionalistas que se constituyeron a partir de fines de la década del veinte, cuyos
postulados en su mayor parte no compartía. Ya en La Restauración Nacionalista había
censurado premonitoriamente al nacionalismo de cuño francés que a través de la
influencia de Maurice Barrès comenzaba a difundirse en Buenos Aires y que no era para el
autor sino otro síntoma de que los argentinos pensaban con ideas surgidas en el
extranjero" (1983, p. 20). A su vez, Barbero y Devoto advierten que nacionalistas como
Juan E. Carulla y Manuel Gálvez rescatarán el pensamiento de Rojas en sus textos.
"Intentando una síntesis del primer Rojas –escriben Barbero y Devoto- expresado en las
obras que van de su La Restauración Nacionalista hasta Eurindia (1924), podríamos
señalar algunas características distintivas, sin pretender agotar un tema manifiestamente
complejo: un nacionalismo particular, democrático, laico, no tradicionalista ni xenófobo,
que propone una síntesis armónica entre lo antiguo y lo nuevo, entre lo indígena y lo
hispánico, que denuncia la dependencia cultural y económica, pero sin detenerse a
analizar sus mecanismos ni a ahondar en soluciones, que propone una visión renovada de
la historia nacional, de la cual no debe estar ausente la perspectiva del interior" (1983,
p. 21). En un trabajo reciente, Devoto propone nuevas precisiones y rectifica matices de
la definición anterior: "Aquellas distintas vertientes del nacionalismo, que Rojas
encontraba en los ejemplos europeos –y sobre todo en el francés, que era el
verdaderamente influyente en su pensamiento-, coexistían en sus libros, a la vez
distintas y superpuestas. Así se superponían una matriz tradicionalista, de la cual su
definición de nacionalismo es tributaria, y otra que entronca con la raíz democrática más
antigua del término y con la cual su ideario político y su proyecto social estaban más
íntimamente relacionados. Por ponerlo en términos muy simplificados, si el modelo
conceptual de Rojas no estaba lejos de la versión sentimental y telúrica barresiana (que
era contrapuesta de la maurrasiana), su modelo político y pedagógico estaba muy
próximo ya al que podían haber ejemplificado León Gambetta o Jules Ferry, es decir, la
tradición laico-democrática de la Tercera República francesa" (Devoto, 2002, p.
63).
26
- el nacionalismo como conciencia civil y estética de nacionalidad o argentinidad
confrontado a el nacionalismo como doctrina política rígida destinada a incidir
directamente en la toma de decisiones del campo político contemporáneo, con la toma
del poder como meta;
- nacionalismo filo-radical [48] (al menos desde la segunda mitad de la década del
veinte) confrontado a antirradicalismo y antiyrigoyenismo.
En numerosas oportunidades Rojas reflexiona sobre el lugar del teatro, como expresión
del arte, en su teoría de la cultura. Rojas comprende el teatro como "literatura
dramática", según lo detalla en Eurindia: si la danza, la música, la arquitectura, la
escultura y la pintura tienen sus capítulos autónomos, el teatro es absorbido como una de
las áreas del "arte poética" o "poesía" (caps. LXXXIII a LXXXVII). Rojas remite a la
concepción clásica de los "tres géneros típicos" de la literatura: "el poema épico que
narra sucesos, el poema lírico que canta emociones, el poema dramático que representa
caracteres" (cap. LXXXIII, tomo 2, p. 53). Para Rojas el núcleo de la teatralidad no radica
en los códigos espectaculares sino en la dimensión simbólica y literaria de la pieza escrita
por un autor.
27
que el teatro griego, arquetipo del teatro occidental, naciera de los misterios religiosos,
y que el teatro de la Europa moderna naciera de las representaciones cultuales de la
Edad Media: Esquilo teatralizando para el pueblo los mitos paganos y Calderón
teatralizando para el pueblo los sacramentos cristianos nos descubren esa zona común al
teatro y a la religión", idem), pero conecta el teatro contemporáneo con los procesos de
laicización de la modernidad. El concepto de "laico" desplaza en el presente el de
"religioso", sin embargo Rojas preserva el término "misterio", utilizado para definir una de
las formas del teatro medieval didáctico de temática religiosa (Massip, 1992). El "misterio
laico" se ha vaciado de su sentido religioso ortodoxo original –el teatro como vehículo
ilustrador de una religión oficial- para expresar la visión religiosa de los laicos, es decir,
de los que son sensibles a lo sagrado pero no se insertan en las instituciones religiosas. De
esta manera, Rojas sugiere nuevas formas de religiosidad o espiritualidad del presente
moderno, entre las que se ubica su heterodoxia mística de la argentinidad.
Si bien reconoce la fuerza institucional del campo teatral de Buenos Aires –cantidad de
producción y creadores, salas, circulación de público-, Rojas tiene una posición crítica
respecto de la situación estética e ideológica del teatro nacional en la década del veinte.
Para advertirlo basta con leer sus observaciones sobre el teatro coetáneo en Los
Modernos (1922, donde reivindica el reflorecimiento del "antiguo teatro local frente al
triunfante exotismo de la burguesía porteña") o su respuesta a la encuesta "¿Por qué es
verdaderamente malo el teatro nacional?" organizada por el diario Crítica en 1924, sobre
la que hemos escrito en otra oportunidad (Dubatti, 1991).
2. Hay que luchar contra el "democrático realismo" vigente en el teatro nacional de la
década del veinte y proveniente de décadas anteriores, tanto en sus formas populares –el
sainete, la gauchesca- como cultas –el melodrama, el realismo y el naturalismo de
modelos europeos- porque se limita a una visión externa, superficial de "la circundante
realidad", que poco tiene que ver con "la verdadera vida del individuo y de la patria"
(1929, p. 8). Rojas reconoce que "el teatro argentino debe principalmente su vigor
popular y sus tintes regionales a las especies cómicas en prosa" (p. 7) pero advierte ataca
frontalmente un realismo sin reelaboración poética: "Los atributos de color local logrados
en los temas gauchescos y arrabaleros o en la mimodia de tipos cosmopolitas y de
ambiente burgués, mediante el remedo mecánico de sus hablas y sus gestos, no bastan
28
para darnos una representación integral de la vida argentina, y mucho menos de la vida
humana en sus aspectos más universales" (1929, p. 8).
3. Los mecanismos para "trascender dichas apariencias" son "la evocación histórica"
(que remite a una recuperación del pasado), la "extensión geográfica" (que evita el
monopolio de las piezas de temática urbana) y la "intuición poética" que incluya la
dimensión imaginaria creadora del poeta: "El teatro no es sólo recreación: es también
creación" (1929, p. 8). Rojas se apura a declarar que su concepción del "teatro histórico"
no se circunscribe a la "teatralización didáctica de una crónica sino a la creación artística
que, al interpretar y representar la vida humana, puede igualmente hacerlo con temas
del presente que con temas del pasado" (1929, pp. 8-9). Rojas destaca así el valor
demiúrgico de la imaginación poética exaltado por los románticos (Abrams, 1962). La
"documentación" no debe condicionar la escritura sino orientarla hacia la floración del
mito y la poesía (1929, p. 10). El mito tiene su propia "verdad", que no es la histórico-
arqueológica y pedagógica sino la "verdad poética" (1929, p. 12): es a la par "la ilusión de
la verdad y la verdad de la ilusión" (1929, p. 9) literaria lo que encarna el teatro sobre
tablas.
4. Hay que luchar también contra la exaltación modernizadora [49] que intenta
instalar en el Río de la Plata los cambios de la "vanguardia" pirandelliana: no hace falta
renovar sino nacionalizar. "Se habla mucho en nuestros días de la necesidad de renovar el
teatro, pero es lo cierto que su estructura se halla definitivamente fijada; que los más
audaces dramaturgos modernos, antes y después de Pirandello, no han introducido
ningún recurso que no se halle en Shakespeare [...] la única renovación posible es la del
talento, cuya fuerza inmanente crea, como la vida misma, dentro de formas específicas,
fuera de las cuales la naturaleza solamente ofrece los fracasos del aborto y del monstruo"
(1929, p. 13).
Cuando Rojas escribe estas palabras, el teatro de Buenos Aires ya contaba con iniciativas
de "nacionalización". Hacia el Centenario, con el progresivo afianzamiento del "primer
nacionalismo" literario y artístico (Payá y Cárdenas, 1978), surgió un conjunto de
dramaturgos que pusieron en práctica en forma asistemática pero consecuente una
concepción nacionalista según la que el teatro valía como instrumento para dar cuenta,
desde Buenos Aires y ante un público porteño, de la realidad cultural del interior. Para
ello los teatristas se apropiaron de la estética del nativismo, asentada escénicamente en
1896 por Martiniano Leguizamón con su pieza Calandria. Entre esos autores iniciales
figuraron Julio Sánchez Gardel (La montaña de las brujas, El zonda), Otto Miguel Cione
(El corazón de la selva), Alberto Vacarezza (La noche del forastero, Los montaraces, Los
cardales), Alberto Weisbach (El guaso), Enrique García Velloso (Mamá Culepina) y Carlos
Schaefer Gallo (La novia de Zupay, La leyenda de Kacuy). Un actor que favoreció
especialmente el desarrollo de esta poética nacionalista fue Pablo Podestá, quien
encargó y estrenó muchas de las obras subsidiarias de esta concepción. Estos
dramaturgos no hicieron sino incorporar -no programática ni sistemáticamente- a la
esfera del teatro el proyecto estético-ideológico nacionalista que se afianzaba en el
circuito literario a través de figuras como la de Rojas o Manuel Gálvez (Payá y Cárdenas,
29
1978). De alguna manera, las obras del santiagueño Schaefer Gallo (que hemos estudiado
en otra ocasión, Dubatti, 1995c) pueden pensarse como la "teatralización" de la
concepción literaria expresada en El país de la selva de Rojas. En la cuarta parte de El
país de la selva Rojas desarrolla diferentes motivos del mundo mítico-popular de Santiago
del Estero y dedica sucesivos capítulos a Zupay, la Salamanca, el Toro Diablo, el
Runauturuncu y el Kakuy, seres imaginarios que reaparecen en las piezas posteriores de
Schaefer Gallo y, mucho más tarde, en el drama La salamanca. En su libro El revés de la
máscara (Añoranzas y recuerdos teatrales rioplatenses), Schaefer Gallo confirma este
vínculo estético-ideológico al reproducir una carta que le envió Rojas el 7 de agosto de
1912, con motivo de la aparición de los relatos de Schaefer Gallo reunidos en el volumen
Alma quichua. Dice Ricardo Rojas en dicha carta [50] :
De acuerdo con lo sostenido en 3.1. –la hipótesis de que el teatro es concebido por Rojas
como vehículo poético de las ideas del nacionalismo y, en consecuencia, como un
instrumento óptimo para el humanismo nacionalista-, analizaremos Elelín como una
"puesta en narración" [52] o "puesta en forma teatral" del programa estético de Eurindia y
del nacionalismo como fundamento de valor.
30
tema encarado en sus piezas teatrales y utiliza esa reincidencia como gesto de
exhibicionismo emocional (véase el concepto de Russell Sebold en 1.2): "La parte final de
este volumen –escribe sobre Elelín- contiene varias notas que documentan el origen y las
etapas de esta creación dentro de mi obra literaria, y diría que de mi propia vida" (1929,
p. 10, el subrayado es nuestro). En la "Advertencia" del apéndice a Elelín vuelve sobre la
cuestión: "Con sólo mencionar estas fechas y estos nombres [se refiere a El país de la
selva y sus años de escritura y edición: 1904 y 1907], digo con cuánta intimidad y
antelación vincúlase este asunto a mi vida y a mi labor intelectual" (1929, p. 183). A
Rojas le interesa construir una imagen de su trayectoria intelectual y de la unidad de sus
preocupaciones: quiere que el lector no sólo lea Elelín sino que, además, pueda
insertarla en el marco intratextual de la obra de Rojas, y "establecer el origen, las etapas
y el proceso de su concepción" (1929, p. 184).
En el caso de Elelín, Rojas remite a dos textos anteriores que, en términos de crítica
genética, funcionan como pre-textos de Elelín: a) "La conquista", primer capítulo de El
país de la selva (1907); b) "Catalina de Enciso", artículo publicado en el periódico
Santiago del Estero de dicha ciudad y más tarde reeditado en Buenos Aires por la revista
Babel (1921). Por otra parte, pueden hallarse referencias breves al tema de Elelín en
Blasón de plata (cap. III, en el que se refiere a "la influencia epónima del Plata", ed.
1954, p. 21 y sigs.). El mismo Rojas se encarga de destacarlo (1929, p. 216). Pero además
Rojas escribe especialmente para la edición de Elelín otro texto, que funciona –en
términos de crítica genética como para-texto: "Elelín" (1929, pp. 213-216), en el que
aclara el origen y el sentido de este nombre legendario.
-Si bien Rojas no trató anteriormente con desarrollo la conjura de Martín de Alzaga
contra el Segundo Triunvirato en 1812, La casa colonial remite por su tema a los diversos
ensayos en los que Rojas ha reflexionado sobre el espíritu de la "emancipación": Blasón
de plata, La argentinidad e Historia de la literatura argentina. III: Los proscriptos,
especialmente.
-La pieza Ollantay se relaciona con el ensayo de Rojas Un titán de los Andes (1939) y a los
numerosos estudios en los que Rojas se dedicó a las culturas indígenas de la Argentina y
América, entre otros, Eurindia y Silabario de la decoración americana.
En El país de la selva Rojas no nombra a Catalina de Enciso, sólo hace una breve
referencia a la presencia de "una mujer -¡la única!- [que] dulcificaba la rudeza de ese
grupo de hierro" (p. 24). "Era una joven castellana, compañera de Felipe Gutiérrez",
31
afirma, pero desconoce todavía su nombre y su historia, con estas palabras que registra
entre paréntesis como si se trata de una meditación al margen, un ex cursus: "(¡Clelia,
Violante, Inés, Leonor, Roxana, Estrella! ¿Quién dijera tu nombre desde el olvido secular
donde yace? ¿Fuiste acaso una tronga de las que pasaban a las Indias con los héroes de la
novela picaresca, o un noble corazón de temple antiguo, que supo unir en la vida las
fuertes emociones de la guerra con las dulzuras de un episodio galante?)" (p. 24). El
relato de El país de la selva se cierra con la muerte de Diego de Rojas y, si bien se hace
referencia a las tensiones internas en el grupo de los conquistadores ("la cizaña sembrada
en la hueste por la ambición de los unos y la avidez de los otros", p. 23), no se incluye la
acusación a Felipe Gutiérrez ni a su compañera como responsables de la muerte del
capitán. Es evidente que en el momento de escritura de El país de la selva (c.1904-1905),
Rojas todavía no conocía la Historia de Santa Clara.
b) contigüidad entre la selva y los indios: Rojas apunta en "La conquista" que la selva
"parece confabularse con el indio nativo para resistir a los bravos aventureros" (p. 18) y
32
observa que "un aire de familia identificaba este hombre y aquellos árboles" (p. 21).
Hombres y suelo guardan un vínculo metonímico en tanto ambos responden a la misma
entidad numénica, el espíritu de la tierra. Esta concepción metonímica se vincula con la
idea del territorio como numen expuesto en Eurindia: "Crea la tierra a veces hombres tan
adheridos al barro materno que la naturaleza regional entra en la historia, enviándonos
con ellos el mensaje de sus fuerzas ocultas: el indio de los valles andinos es un hijo de la
montaña [...] Por medio de tales hombres la tierra plasma una religión, una política, una
ciencia, una industria, una música, una literatura espontáneas [...] Tal es el numen de un
lugar" (cap. XXXII, p. 69-70).
c) inclusión del punto de vista y el régimen de experiencia de los indios (pp. 26 y
sigs.), ausente en la pieza teatral, en la que la tribu enemiga a los españoles se ubica en
la extraescena. La dignidad del tratamiento idealizado de los aborígenes enemigos
acentúa el carácter épico del relato: los juríes no son toscos salvajes asesinos sino un
pueblo heroico dispuesto a luchar por su tierra. En "La conquista" Rojas otorga alto
estatuto humano y guerrero a los dos bandos enfrentados. El carácter noble y elevado de
los indios, al estar caracterizados por la perspectiva de los españoles en la pieza Elelín,
genera una ambivalencia que se riñe con los preceptos de la épica..
33
3.4.1. Contenido. Objetividades representadas: la fábula. Al Contenido corresponde el
repertorio de las objetividades representadas en el texto dramático y su sistema de
relaciones tematológicas. En el consideraremos los componentes de la fábula [53] . Tal
como se adelantó en 3.3, la fábula de Elelín es de temática histórica: Rojas vuelve sobre
un episodio del descubrimiento y conquista de las tierras mediterráneas, los avatares de
la expedición de Diego de Rojas y su enfrentamiento con los indios juríes. Los agentes son
personajes históricos: Diego de Rojas, Catalina de Enciso, Felipe Gutiérrez, el clérigo
Galán, Francisco de Mendoza, etc., combinados con otros imaginarios, como el traidor
Rodrigo y los soldados e indios sin nombre. Entre los agentes debe destacarse como tal a
la Naturaleza, cuya presencia no es mero telón de fondo o ingenua ubicación territorial
sino animismo, espíritu en acción, verdadera alma de la escena: entidad metafísica-
psicológica-biológica y a la par organismo en desarrollo temporal –sujeto a un relato
etnogónico-.
a) el viaje desde el noroeste hacia el este en busca de Elelín, comarca fabulosa del
interior argentino, "reino de la esperanza", "Edén", región de riquezas;
d) la agonía del capitán Diego de Rojas víctima de una flecha jurí;
f) el ardid, gestado por Rodrigo y Francisco de Mendoza, de acusar a Catalina y Felipe
Gutiérrez como responsables de la agonía de Diego de Rojas para desplazar al último de
su legítimo derecho a suceder a Rojas en el mando;
Entre los objetos afectados por los agentes, las acciones y el espacio, sobresalen los que
caracterizan la presencia de la naturaleza, auténticamente protagónica en el texto de
Rojas: el "corpulento algarrobo" (p. 19) que parece presidir el centro de la escena en el
Acto I y especialmente el inventario de las riquezas naturales, los "frutos de la tierra" (p.
49) capturados en la selva por la expedición: "plumas, flores, plantas, animales muertos"
(p. 50), del que Canamico, el lenguaraz amigo de los españoles, va precisando los
nombres (pp. 51 y sigs.).
Entre estos objetos Rojas destaca las algarrobas –definidas como "oro de Trapalanda" (p.
49), de dimensión simbólica en su obra -, un huevo de avestruz, una víbora, frutas de
chañar, piquillín y mistol, panales de mieles diversas (balayan, lachiguana, tiusimi,
34
ashpamisqui), animales (iguana, suri, quirquincho), un nido de picaflores, un pájaro de
copete rojo, perdices y un venado.
3.4.2. Expresión (I): la historia (sintaxis y trama). La Expresión da cuenta del arsenal de
procedimientos que dan forma al conjunto de objetividades representadas y constituyen
un constructo estético. Llamamos Historia a la articulación de los componentes del
Contenido (Fábula y Campo objetivo catalizable) en una estructura artística. El análisis
de la Historia se divide en Sintaxis (plano de los universales narrativos, las seis actancias,
es decir, la Estructura Profunda según la terminología de Pellettieri, 1991) y Trama
(plano de las estructuras particulares, de uso singular en la constitución de un texto
determinado, es decir, la Estructura de Superficie) [54] . En el nivel de la Historia, la
poética de Elelín se manifiesta como un fenómeno complejo: para su teatro histórico-
poético, Rojas trabaja sobre el modelo del melodrama social del romanticismo tardío,
intertextualizado con procedimientos de la poética simbolista.
Rojas toma del melodrama social [55] los principales componentes de la poética de
Elelín:
35
a) El sujeto de la acción es la pareja-héroe (Catalina de Enciso y Felipe Gutiérrez)
inocente e inestable, de rasgos idealizados, encarnación de los valores del bien,
personaje positivo y víctima de los avatares de un...
36
finalmente es redimida por el representante de Dios en la tierra (clérigo Galán). El modo
de ver melodramático es paranoico: el héroe se siente perseguido y le parece que todas
las cosas vivientes e inanimadas se complotan para perseguirlo. La coincidencia abusiva,
proyección del temor irracional, sirve para intensificar el sentimiento de paranoia.
Cabe señalar que el modelo melodramático que Rojas sigue más de cerca no es el de
Francisco Camprodón (autor de la muy conocida y representada Flor de un día, a la que
Lucio V. López hace referencia en La Gran Aldea), en tanto este autor español sigue en
forma más estricta y simple las claves melodramáticas sobre una intrincada historia
sentimental. Tampoco el modelo de José Echegaray, quien a diferencia de Camprodón o
el argentino Martín Coronado, dinamiza su concepción del melodrama dando cabida a las
nuevas preocupaciones estéticas del realismo y el drama de ideas [57] .
37
fotográfico en servicio de una tensión entre realismo y estilizaciones estetizantes, de
valor ideoplástico [59] . Rojas se aparta del realismo ingenuo de la gauchesca (Juan
Moreira) o del primer nativismo regionalista (Calandria de Martiniano Leguizamón) e
introduce ciertas inflexiones "manieristas" que se fundan en la autonomía artística, en los
artificios autoseñalizantes del teatro "teatralista": el verso, el delicado pulimiento
literario de los parlamentos, la creación de atmósferas con efectos lumínicos poco
frecuentes (véase 3.4.4, Matrices de representación).
d) La búsqueda de lo simbólico tiene que ver, en los simbolistas, con una intensa
fascinación por la magia, lo esotérico, las "fuerzas ocultas" (retomando las palabras de
Eurindia) y especialmente lo religioso y lo sagrado. Elelín expresa ese misticismo de Rojas
y desarrolla, en clave de visión laica, un combate entre el Bien y el Mal.
3.4.3. Expresión (II): el discurso. Se trata de considerar ahora el texto dramático como
construcción verbal, como texto hecho de palabras, de signos lingüísticos. El Discurso
incluye no sólo ``lo dicho'' sino también ciertos componentes de ``lo no dicho''
explícitamente: el sistema de presuposiciones, el uso del silencio como recurso
significativo, los prodecimientos metonímicos y metafóricos, el decir y el aludir, la
ironía, etc. La perspectiva analítica es, por supuesto, la que proveen los estudios
lingüísticos. A partir de la distinción de Anne Ubersfeld (1993), el análisis lingüístico del
texto dramático debe partir de la distinción de su doble enunciación: 1) las didascalias;
2) el habla de los personajes.
38
Rojas explicita su ideología estética al respecto: "En cuanto al tono y al vocabulario, he
creído que debía, igualmente, evitar la exaltación del verso lírico, prefiriendo para el
diálogo un verso de tono menor, y evitar el abuso de arcaismos, procurando infundir en el
lenguaje actual un dejo castizo y antiguo, pero sin alejarme demasiado del pueblo a
quien la obra está destinada, pues si no he querido componer un cuadro vivo de historia
para las escuelas, tampoco he querido contrahacer una restauración filológica para las
academias" (p. 15).
El uso del verso destaca nuevamente el carácter literario de esta pieza y su voluntad de
apartarse del realismo. Según Rojas, el verso octosílabo es complementario con el mundo
histórico evocado: "Habría falseado la justa expresión de los caracteres reales y los
sentimientos de la época evocada si hubiese adoptado el endecasílabo o el alejandrino o
cualquiera de los versos modernos" (prólogo a Elelín, p. 14). La justificación del
octosílabo en Elelín es explicitada por Rojas a partir de una conexión con la poética del
romancero español: "Tratándose de una pieza en que hablan españoles del siglo XVI,
dicho metro podía acarrear reminiscencias del Siglo de Oro, cuyos ecos resuenan todavía
en la escena española. Ni las románticas tiradas de Echegaray[ [61] ], ni la pompa
retórica de Calderón ni los ingeniosos discreteos de Lope cabían en un drama argentino
del siglo XX y tal peligro fue evitado con sólo advertir que la expedición de Don Diego de
Rojas, realizada en 1542, fue anterior al pleno florecimiento dramático del Siglo de Oro,
y que la hazaña evocada pertenece más bien al anterior ciclo épico del romancero, cuyas
sobriedad es bien notoria" (p. 14). La lectura de Bernal Díaz del Castillo le sugirió a Rojas
la familiaridad de los conquistadores con los romances populares. "Esto me dio la nota de
afinación", afirma Rojas (p. 15). De hecho, en Elelín los personajes no sólo hablan en
octosílabo sino que uno de ellos, Rodrigo, canta romances.
39
La estructura escénica, pensada para un espacio frontal tradicional (caja italiana),
remite sin embargo a una escenografía con elementos simbolistas. La pieza valoriza la
presencia escénica del cronotopo de la selva, el protagonismo de la Naturaleza como
agente. Desde lo fisioplástico Rojas se desliza a lo ideoplástico, con el objeto de
escenificar la lucha entre la naturaleza originaria y el invasor extranjero, que poco a
poco irá fusionando su existencia y su carne a la tierra. Rojas persigue el efecto de
misterio y trascendencia a partir de la poética de iluminación. Las sugerencias
simbolistas de orden plástico aparecen en didascalias: en "el sopor de la siesta" del Acto
I, "todo el campo, allá lejos, parece arder en la luz dorada, que va tornándose rojiza al
atardecer. Llegan del campo esos rumores que a tal hora acentúan la impresión de
soledad y silencio"(p. 21). Lo mismo puede observarse en la acotación que abre el Acto
III: "Es la hora del alba, bajo una luz rosada y azulada, antes de salir el sol. A lo lejos se
ve una abra de pampa; en el cielo brillan la luna y las estrellas pálidas a la hora del
amanecer" y en el centro del escenario se alza la tumba de Don Diego coronada por "una
gran cruz del tamaño de una persona" (p. 135). Más adelante Rojas vuelve a insistir: "El
cuadro es de una belleza mística y trágica: al fondo la selva, el cielo del amanecer, las
agonizantes estrellas" (p. 166).
Si bien en Elelín no aparece todavía el desarrollo que Rojas otorgará al código musical en
Ollantay y La salamanca, están presentes las canciones romanceadas de Rodrigo (Acto I,
p. 21; Acto III, pp. 142 y sigs.: "Por el misterioso sendero que cruza el bosque y llega al
lugar, viene alguien cantando la siguiente canción, cuya letra se percibe clara, en la
tonada triste con un dejo de canto andaluz y de canto indígena", p. 142).
-La puesta en práctica de las ideas apuntadas en nuestra descripción del proyecto de
"nacionalización" del teatro argentino.
3.4.5. Interpretación: semántica. Este plano se pregunta por el sentido del texto
dramático a partir de un ejercicio de interpretación, que no debe convertirse -según la
acertada terminología de Umberto Eco- en un ``uso'' o manipulación del texto con el fin
de hacerlo significar cosas que no puede ni quiere significar (Eco, 1992) [63] . La
pregunta por el sentido es en realidad la de la relación del texto dramático con su
referente, e implica los problemas de monosemia/polisemia, denotación/connotación.
Internamente, el plano de la semántica debe incluir, al menos, cinco interrogantes
fundamentales.
En primer lugar, hay que preguntarse por el Significado, es decir, el valor conceptual e
ideológico del texto dramático a partir de su capacidad de construcción de un referente;
corresponde a la consabida pregunta: ``¿de qué habla la obra?''. Elelín habla de la
etnogonía nacional, tematiza el nacimiento de la patria, de la nación, a partir de los
primeros cruces conflictivos y contrastantes entre América y Europa, indios y españoles.
Rojas elige una localización que le es particularmente significativa: las tierras
mediterráneas, el Santiago del Estero de su infancia y adolescencia. En la semántica de
40
la enunciación, la patria es correlato de la infancia. No elige la conquista y
descubrimiento del Río de la Plata, sino de las tierras provincianas. Su teatro histórico-
poético combina de esta manera el conocimiento de la historia con el del mito, y afirma
la posición de que la identidad nacional también debe ser contrada de las provincias. En
su pieza la Naturaleza –la selva santiagueña- adquiere el protagonismo de un agente
como base de la etnogonía: la territorialidad es la fuente de la raza, la tradición y la
cultura.
En segundo lugar, la Semiosis: cómo el texto dramático produce ese Significado, a través
de qué mecanismo se lo genera, y cómo ese mecanismo está determinando los límites del
Significado. Rojas compone en Elelín una poética euríndica, que cruza romanticismo
tardío melodramático y romancero, ambos de origen español pero con arraigo en
América, más intertextos de modernización simbolista. La ideología estética de Rojas
rechaza el realismo fotográfico y trabaja con aquellas poéticas que resaltan el estatuto
artístico, la negatividad o especificidad del lenguaje del arte. Poéticas que tensionan la
verdad de la historia con la verdad de la poesía, el mito. De esta manera la poética
teatral se ubica en una tensión entre tradicionalismo y modernización, anclaje en el
pasado teatral argentino y receptividad moderada, controlada a los estímulos que
provienen de los centros teatrales modernizadores –Europa-, de acuerdo con la visión de
Rojas respecto de la identidad evolutiva, en permanente metamorfosis de la patria.
En resumen, nuestro objetivo ha sido advertir la identidad del sistema de ideas del
nacionalismo de Rojas en sus ensayos y en su teatro. La escritura teatral de Elelín implica
en sus procesos de composición y en la poética resultante la definición triádica
concatenada del nacionalismo: una erótica, una conciencia-doctrina, una praxis o
41
método de acción patriótica. Elelín concibe la patria como una entidad metafísica-
psicológica-biológica, es decir, como un ser-en-sí, y a la vez afirma que ese ser está en
permanente proceso y metamorfosis, es un ser-en-el-tiempo. Es a la vez sincronía y
diacronía, relato de etnogonía. En las objetividades representadas de Elelín se ponen en
escena los elementos constitutivos de la patria como entidad: territorio, raza, tradición y
cultura, así como los procesos de su evolución en la historia, los conflictos dialécticos
entre América y Europa, la manifestación de las primeras formas de superación en las
mezclas (de cuerpos y lenguas, de sangre y tierra). Para la escritura de la pieza Rojas
debió partir del estudio y la investigación sobre el país (él mismo se encarga de editar
con su teatro los ensayos que acompañaron dicho proceso de estudio) y luego producir la
síntesis artística que expresa hegelianamente –a través del teatro, la literatura, el arte,
etc.- el Espíritu nacional. Corolarios de la circulación de este teatro nacionalista son, en
el público, el ejercicio de la conciencia nacional –vitalidad del Espíritu argentino- y la
educación –consecuencia de la experiencia expectatorial-. Rojas se suma a la concepción
del teatro como escuela, como instrumento pedagógico e ilustrador, en este caso puesto
al servicio de la ilustración nacionalista. Elelín le permite a Rojas sintetizar las tres leyes
enunciadas en Eurindia: la continuidad de la tradición, la correlación de los símbolos, la
unidad de la cultura. Rojas pone en ejercicio el programa euríndico para los artistas
argentinos –una suerte de predicación con el ejemplo-, así como los principios de su
proyecto de nacionalización del teatro argentino en sus puntos principales: 1. La
inscripción en una tradición teatral local, tanto en lo temático como en las convenciones
formales, con el objetivo de dinamizar dicha tradición y superarla; 2. la lucha contra el
"democrático realismo" vigente en el teatro nacional de la década del veinte y
proveniente de décadas anteriores que poco tiene que ver con "la verdadera vida del
individuo y de la patria"; 3. La valoración de "la evocación histórica" (que remite a una
recuperación del pasado), la "extensión geográfica" (que evita el monopolio de las piezas
de temática urbana) y la "intuición poética" que incluya la dimensión imaginaria creadora
del poeta; 4. La lucha contra la exaltación modernizadora que intenta instalar en el Río
de la Plata los cambios de la "vanguardia" pirandelliana: no hace falta renovar sino
nacionalizar; 5. El respecto por la multiplicidad de las identidades locales y regionales,
especialmente por las culturas del interior argentino.
Creemos finalmente que la puesta en relación del sistema de ideas de Rojas con su teatro
ilumina la singularidad de su proyecto estético en la historia del teatro argentino y
exigirá una reubicación de su obra dramática en las perspectivas de la historiografía
teatral.
Apéndice I
En las primeras líneas de su ensayo Rojas expone su intención, que parece encaminar las
páginas hacia la apología o la condescendencia:
42
"A propósito de Malas herencias, procuraré analizar la manera dramática de su autor y
discernir la razón del buen éxito de esta vida, que sin ser la de un artista supremo,
llegara a la ancianidad aplaudido y amado de su patria, mientras un tribunal extranjero
exornaba su frente con el laurel del Premio Nobel" (p. 132).
d) La adulación de las pasiones del público masivo por toda finalidad; intrascendencia,
carácter efímero y superficial de su alcance: "Incendia o mata por la grandeza de los
espectáculos, por los violentos estados emotivos con que las catástrofes repercuten
simepre en el alma ruidosa de las multitudes (...) Si la obra dramática no concurre a otro
objeto que el de conmover al público por una sucesión de escenas emocionantes, realiza
la conquista inmediata del aplauso pero muere pronto. Y se podría demostrar que toda la
máquina de Echegaray está montada principalmente para ese fin. Se ha disispado en
sangrientas orgías escénicas, descuidando la creación de un carácter dominante o de una
pasión menos decorativa y más intensa" (p. 138-139). Más adelante concluye: "Y
Echegaray sabe cautivar a la multitud" (p. 147).
43
descripciones ampulosas. Hasta en las situaciones más vulgares de la vida, su diapasón es
el mismo" (p. 146).
Tales son en síntesis los rasgos negativos de la dramaturgia de Echegaray según Ricardo
Rojas. En el cierre de su ensayo propone una interpretación sobre el por qué de la
naturaleza patética de su obra y sobre su consagración internacional:
Apéndice II
En 19 de marzo de 1901, con motivo del estreno en Buenos Aires de Electra, Ricardo
Rojas publicó en El País una extensa nota, reeditada en 1907 con una introducción
evocativa en el volumen El alma española (Rojas, 1907, 89-106) y más tarde recogida en
el Boletín de Estudios de Teatro (Rojas, 1943). Antes de plantear sus argumentos en
torno de Electra, Rojas recuerda en el volumen El alma española que
"Esta palabra disonó entonces en el coro unánime de los aplausos [se refiere a
1901]. Al reaparecer varios años después, dirá el lector quién fue más razonable en
aquella victoria tan ruidosa como fugaz" (1907, 90).
Rojas realiza un conjunto de valiosas observaciones para construir una imagen negativa
de Galdós dramaturgo. En sus líneas fundamentales pueden sistematizarse de la siguiente
manera (citamos por la edición de 1907):
"No está exenta de errores la realización de este drama. Graves son sus defectos
de técnica y de lógica (...) La más profunda falla de la obra: la aparición corporizada del
alma de Eleuteria (...) Hay en el conjunto de Electra tal cual belleza de detalle, propias
de un hombre de talento, pero en el curso de la acción y en la psicología de los
personajes la obra me parece deleznable" (pp. 97-98).
44
"Se han negado a Galdós, aun dentro de la Península, cualidades de dramaturgo
(...) Extraordinario narrador, las aptitudes que le dieron preeminencia y popularidad en
la novela no le han bastado para descollar en el teatro" (p. 102).
"Tampoco hace falta un poderoso esfuerzo de análisis para comprender el éxito de
Electra en el estado actual del alma española y de la conciencia del mundo. Ella apareció
en momentos en que el bando liberal de la península se encorajinaba con las íntimas
derrotas de las instituciones y los partidos conservadores" (p. 92).
Este comentario crítico de la pieza de Galdós desentonó en 1901 con otros que se
ubicaron entre la aceptación calurosa y la apología. Sin embargo, el hecho de que
Ricardo Rojas se decidiera a reeditar su crítica demuestra su pleno convencimiento
respecto de las limitaciones de Galdós dramaturgo, así como la supuesta existencia de
toda una corriente de opinión solidaria con esta postura en el Buenos Aires de la primera
década de este siglo. Más allá del apoyo generalizado de la crítica periodística, Galdós
nunca llegó a ser considerado en el Río de la Plata entre los dramaturgos españoles más
influyentes del período 1890-1920 (Dubatti, 1995).
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53
-Zuleta Alvarez, Enrique, 1975, El nacionalismo argentino, Buenos Aires, Ediciones La
Bastilla, dos tomos.
[1] Aunque considerado por un sector de la crítica como libro de cuentos o narraciones de
ficcionalización histórica y folklórica, El país de la selva contiene, desde nuestro punto
de vista, escritura ensayística, especialmente en su Segunda Parte. Perosio y Rivarola lo
califican "libro de difícil inclusión en un género literario tradicional" (1980, p. 217).
[2] No nos detendremos en esta etapa de búsqueda y formación que M. Garrido López
estudia en su trabajo "El joven Rojas: período de formación e influencias (1899-1908)".
Sobre dicho período provee documentos y observaciones valiosos Horacio Castillo (1999,
Primera y Segunda Parte, pp. 21-154), quien ha consultado los manuscritos de las
Memorias de Rojas conservados en la Casa-Museo que lleva su nombre.
[3] En realidad, los textos incluidos en La guerra de las naciones (1924c) ya hacen
referencia a su intento de 1918 de crear un nuevo movimiento político (especialmente
"Alianza de la Nueva Generación"), pero a la vez confirman las palabras de Zuleta Alvarez
respecto de la falta de identificación de Rojas con las estructuras partidarias
preexistentes.
[4] Tal deberá ser, por razones de extensión, el tema de estudio de otra investigación,
para la que hemos acopiado abundantes observaciones a partir de los ensayos de Rojas y
los avatares de su actividad política (su trabajo dentro del radicalismo como
Convencional, Secretario del Comité Nacional, Presidente de la Convención Partidaria,
candidato a Senador, el destierro, su polémica con el peronismo, etc.). Se tratará en
dicha oportunidad de definir el sistema de ideas de los ensayos del segundo período
(1931-1957) y contrastarlo con el elaborado en el presente trabajo.
[5] Ismael Moya refiere la existencia del texto de Oratorio laico, "poema simbólico" de
Rojas con música de Pascual de Rogatis, escrito en homenaje al Centenario de la
Revolución de Mayo y estrenado en el Teatro Colón el 25 de mayo de 1910 (Moya, 1961,
p. 54). Ese sería, en realidad, el primer texto de Rojas escrito para el teatro. A pesar de
nuestro esfuerzo, no hemos hallado aún edición o copia de dicho texto. El hecho de que
no sea incluido entre los textos teatrales de Rojas por otros investigadores (Payá y
Cárdenas, Castagnino, Pickenhayn, Salvador, entre otros), nos permite suponer que se
trata de un poema musicalizado y no de una pieza dramática.
[6] Según informa Rojas en el prólogo a la edición de Elelín (1929), su interés por la
escritura dramática fue temprano: "Ya en 1909, hace veinte años, se anunció al público
mi Ollantay, una tragedia de los incas, y luego escribí un drama sobre la época de la
independencia [¿La casa colonial?] y otro sobre una leyenda colonial [¿La salamanca?]: a
la par de esas obras, Elelín yacía olvidada, cuando el actor Enrique de Rosas vino a
sacarla de mis manos" (p. 16).
[8] Reelaboramos en esta definición nuestra formulación anterior (Dubatti, 1990), que
ideamos para nuestros estudios sobre la poética absurdista, en la que retomamos las
observaciones de Roman Jakobson en "Lingüística y poética" (Ensayos de Lingüística
General, cap. XIV). Según nuestra distinción de micropoéticas, macropoéticas y
archipoéticas (Dubatti, 2002), el ensayo y el teatro corresponden a esta última categoría.
54
[9] Por razones de extensión, describiremos los componentes del modelo sólo
someramente en el apartado dedicado al análisis de Elelín (3.4.).
[10] Cabe aclarar que Rojas utiliza el lexema "sistema de ideas" en su "Definición del
nacionalismo" (La guerra de las naciones, 1924c, p. 85 y p. 112).
[11] Todas las citas de Eurindia se harán por la edición de 1980 (CEAL, dos tomos).
[12] Sobre la idea de un plan de trabajo de larga duración por temas y disciplinas, véase
Eurindia, cap. XXXIX, especialmente página 85 del tomo I.
[13] En Eurindia Rojas hace referencia a "una serie de Meditaciones que titulé ‘Definición
del nacionalismo’" (edición de 1980, cap. XXXI, tomo I, p. 68). La "Definición del
nacionalismo" incluida en La guerra de las naciones consta de diez "Meditaciones", por lo
en nuestras citas del texto referiremos a cada "Meditación" con un número romano
antepuesto al número de página. La primera edición de "Definición del nacionalismo"
apareció en 1915 en la revista La Nota (Devoto, 2002, p. 62).
[15] "1. Un sentimiento de lealtad a la nación (una variedad del patriotismo) [...] 3. Una
actitud que otorga gran relevancia a las características distintivas de una nación y, por
consiguiente, 4. Una doctrina que sostiene que la cultura nacional debería ser
preservada".
[16] Debe quedar claro que no utilizamos el término como lo hace la Erótica, disciplina
en formación de la Sexología (Giberti, 2001, p. 641), sino en un sentido filosófico lato
(Boas, 1972, pp. 89-95).
[19] Creemos que en esta doble caracterización Rojas sigue el modelo fundado por
Sarmiento en Facundo: la definición sincrónica de la Argentina responde al territorio y los
tipos nacionales (dos primeros capítulos) y luego la diacrónica implica tanto la historia de
Facundo Quiroga como la de los avatares institucionales de la Argentina, incluido el
futuro (el resto del libro). Esta estructura también puede advertirse en la organización
de la Historia de la literatura argentina: a Los Gauchescos (tomo I) corresponde la
identidad sincrónica y a los otros tres tomos (Los Coloniales, Los Proscriptos, Los
Modernos) el devenir diacrónico. No es ésta, por supuesto, la única deuda de Rojas con
Sarmiento, a quien dedicó un estudio constante.
[20] Toda la producción de Rojas debería ser releída desde su relación con lo sagrado o lo
numinoso (R. Otto), que en textos como El Cristo Invisible evidencia nuevamente una
naturaleza heteróclita y compleja: integra elementos de la religiosidad panteísta del
55
hombre arcaico, teosofismo, cristianismo, libros orientales, tratados de teología,
esoterismo, etc. (1928, p. 324). La primacía del positivismo y el cientificismo
materialista entre los investigadores que han dedicado libros a Rojas ha determinado que
este aspecto central de su personalidad y su obra sólo haya sido tratado lateralmente.
Rojas se consideraba a sí mismo un auténtico "sacerdote" de la argentinidad, a la vez
profeta y elegido de los dioses de la tierra. La veneración a esos dioses es uno de los
componentes fundamentales de la pulsión amorosa que constituye el fundamento de
valor de su nacionalismo.
[21] La estructura dialéctica hegeliana vale para Rojas como modelo para pensar la lucha
entre lo endógeno (el espíritu de un pueblo) y lo exógeno (la invasión extranjera) y su
resolución. A su vez, Rojas propone en el seno de lo endógeno, una segunda dinámica
dialéctica, en escala: en este caso, el enfrentamiento de progreso y reacción y su síntesis
histórica (Eurindia, cap. I, pp. 9-10).
[22] "Eurindia es doctrina de amor, que aconseja ayuntar en cópula fecunda lo europeo y
lo indiano", Eurindia, cap. L, tomo I, p. 107). (Obsérvese el uso de este término sexual en
relación con lo que hemos llamado la "erótica del nacionalismo".)
[23] Categoría retomada por Beatriz Sarlo en sus investigaciones, entre ellas, Una
modernidad periférica y Borges, un escritor en las orillas.
[27] Respecto a su verosímil crítico para el estudio de las letras argentinas, remitimos a
las valiosas observaciones de Perosio-Rivarola (1980, pp. 231-235), Pagés Larraya (1982),
Altamirano (1983) y Estrín (1998).
[28] Categoría sobre la que trabajan actualmente los estudios culturales o la perspectiva
antropológica de Néstor García Canclini.
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maestros entrañables, entre ellos "Hugo el abuelo y el bisabuelo Virgilio" (1923, p. 230),
verso que expresa el linaje cultural con que Rojas piensa su escritura.
[33] Ver los trabajos de José Luis Romero (1983) y Altamirano-Sarlo (1983) sobre la
cultura argentina en torno de los años del Centenario.
[35] Fue en este contexto que surgió la noción de Literatura Comparada, destinada
originariamente a captar las peculiaridades de cada literatura nacional por contraste con
las otras.
[36] Sismondi (Nuevos principios de economía política) fue uno de los primeros en indicar
que la excesiva industrialización y la producción ilimitada generarían crisis económicas
que, aún en la esfera material, desmentirían el dogma de un ascenso ininterrumpido.
[37] Hemos insistido en 1.1. sobre la necesidad de releer la obra de Rojas desde su
conexión con lo sagrado y el misticismo.
[40] Schlegel sostenía que las mujeres tenían una mayor propensión a la poesía y la
religión. Se ha observado sin embargo que los hombres románticos a menudo poseían
ciertos rasgos femeninos y que, a la inversa, las mujeres románticas solían ser masculinas
en espíritu.
[41] Manon Lescaut del abate Prévost, Clarissa de Richardson y Las cuitas del joven
Werther de Goethe, todas ayudaron a allanar el camino de la idolización romántica del
amor, pero la Nueva Heloísa de Rousseau fue la que alcanzó el mayor impacto entre los
contemporáneos y la posteridad. Entre los franceses fue George Sand la principal
portavoz, y practicante, del amor romántico.
[43] Entre las figuras sobresalientes del culto a la música en el romanticismo debe
destacarse la de Franz Liszt y Niccolo Paganini a quienes sus contemporáneos atribuyeron
cualidades demoníacas o sobrenaturales para la interpretación. Debe destacarse además,
el interés del escritor alemán E. T. A. Hoffmann por la música al punto que se lo
considera uno de los originadores de la moderna crítica musical.
57
[44] En la "Meditación V", Rojas opone el nacionalismo al imperialismo, y define éste
último como "verdadera paranoia de pueblos" (p. 115). "El imperialismo es repugnante a
la historia, a las necesidades y al ideal democrático de la nacionalidad argentina" (p.
121). En la "Meditación VI", continúa su reflexión antiimperialista y, exaltando el
pacifismo argentino, propone que la patria se expanda en fronteras interiores, el Chaco y
la Patagonia (pp. 122-131).
[46] Este poema satírico de la revista Martín Fierro podría haber sido usado por Zuleta
para ratificar su hipótesis:
Mortíferas
El ómnibus. El cianuro.
[47] Seguimos la estructura contrastiva binaria X-Y del comparatismo; en este caso el
término X corresponde al nacionalismo de Rojas y el término Y al nacionalismo político.
[49] Encarnada en los años veinte por la obra de autores como Francisco Defilippis Novoa,
Armando Discépolo, Samuel Eichelbaum, Enrique Gustavino, Elías Castelnuovo y Luis
Martínez Cuitiño. Véase Dubatti 1999b.
[51] Esta actitud nacionalista podrá reencontrarse, en las décadas siguientes y con
sustanciales variaciones novedosas, en la producción teatral de algunos dramaturgos de
las provincias instalados en Buenos Aires o en el interior: no sólo en Rojas (especialmente
a través de La salamanca), sino también en Bernardo Canal Feijóo (Los casos de Juan El
Zorro, Los cuentos de don Andrónico), Clementina Rosa Quenel (La Telesita) y Juan Oscar
Ponferrada (El carnaval del Diablo, El trigo es de Dios). De alguna manera es retomada,
con cambios profundos que implican una "actualización" tanto estética como ideológica,
en la dramaturgia de Juan Carlos Gené (El herrero y el Diablo), Leopoldo Marechal
(Antígona Vélez, Don Juan), Mauricio Kartun (El partener) y Bernardo Carey (Don Miseria
y Margarita, Los dos ladrones, Florita), entre otros autores contemporáneos.
[52] Ricoeur, "La mise en intrigue: una lecture de la Poétique d’Aristote", 1983, tomo I,
pp. 55-84.
[53] Llamamos Fábula al conjunto de actores y objetos vinculados a través de una serie
de acontecimientos lógica y cronológicamente relacionados entre sí, en un espacio y un
58
tiempo. Los componentes de la Fábula (actores, objetos, acontecimientos, tiempo y
espacio) son no-catalizables, es decir, constituyen unidades invariantes, resultan
fundamentales para la constitución de la Fábula. Estas unidades invariantes se disciernen
en el plano del Contenido a partir de un proceso analítico de catálisis: los elementos no
catalizables constituyen la Fábula; el resto de las objetividades representadas que no
ingresan en la Fábula pertenecen al Campo de objetos catalizables (que en esta
oportunidad no consideraremos). Llamamos actores a los agentes que llevan a cabo las
acciones, las causan o las experimentan. Definimos como objetos todos aquellos entes,
concretos o abstractos, que son afectados por las acciones de los actores. Los
acontecimientos son las transiciones de un estado a otro, los cambios en las acciones que
permiten discernir la mecánica lógica y cronológica de un proceso. Tanto para el estudio
de la Fábula como del Campo objetivo catalizable valen las categorías fundamentales de
la tematología, disciplina teórico-metodológica que problematiza las unidades de
contenido a partir de la determinación de temas, subtemas, motivos, tópicos,
referencias culturales, características contenidistas de los personajes, tiempo y espacio,
alusiones, ideas (vinculadas a los más diferentes saberes), etc. La Fábula permite
discernir una serie de acontecimientos así como un discurso de la descripción y de la tesis
(Bal, 1990, 16) poblados de objetividades representadas que son catalizables en su mayor
parte.
[56] Véanse las observaciones de Rojas al teatro de Benito Pérez Galdós en el Apéndice II
de este trabajo.
[58] Si bien en La guerra de las naciones, X, Rojas rechaza "las fórmulas [...] parnasianas
y simbolistas en estética" (1924c, p.166) por considerarlas extranjerizantes y exotistas,
se apropia de ellas para su propia poética nacionalista en el teatro.
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[59] Tomamos los términos fisioplástico e ideoplástico del campo de las artes visuales
para designar un tipo de procedimiento visual para la construcción de la imagen
escénica: fisioplástico "se refiere al arte que busca en la reproducción de las apariencias
de la Naturaleza el placer implícito en el reconocimiento de los objetos familiares"
(Crespi y Ferrario, 1995, p. 46); en cuanto a ideoplástico, "se dice del arte que se apoya
en la idea de lo que quiere expresar antes que en la reproducción de algún objeto
percibido" (Crespi y Ferrario, 1995, 56).
[60] En cuanto al lenguaje, una retórica elevada es un requisito legítimo y, por cierto,
ineluctable del melodrama. El habla cotidiana resultaría incongruente y contraria al
clima que le es propio (Bentley, p. 195).
[62] Es el desafío más complejo del análisis de la Expresión, y sin duda uno de los
costados más originales del modelo que proponemos. Véase al respecto Dubatti, 1997.
[63] El estudio del sentido del texto dramático es una operación sumamente compleja,
porque implica desentrañar la cara abstracta del signo teatral, aquélla que no tiene
existencia material, no es tangible ni audible y por ende, escapa a las posibilidades de
identificación y descripción aplicables a los niveles de Contenido y Expresión (Rosa,
1978). Por otra parte, el sentido siempre es en relación con otros significados, se
desempeña dentro de una vasta estructura semántica en la que el texto dramático se
enlaza con la serie social, la historia, la serie literaria, etc.
60