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E
l verdadero amor puede florecer en lugares inesperados. Este es
Parker fingiendo que no le importaba...

Parker Whalen y Jaden McEntyre encajan mal desde el


principio. Jaden es enérgica y centrada, con la escuela de Medicina de Harvard a
su alcance. Parker tiene un pasado-una reputación –y los rumores sobre sus
misteriosos hábitos abundan. Así que no hay razón por la cual, cuando están
asignados a trabajar juntos en un proyecto en Inglés, descubran que tienen algo
en común, o incluso que se gusten el uno al otro, y sin duda no deberían
enamorarse.

¿Lo que ellos tienen? No es real. Porque la verdad es que, Parker Whalen
es un mentiroso. Esto nunca ha importado... hasta ahora. Porque mentir a alguien
que te importa -alguien por quien te preocupas, alguien que cree en ti –ahí es
cuando la gente sale herida. Y Parker está a punto de lastimar a Jaden de la mayor
forma imaginable.
Sinopsis Capítulo 19
Prólogo Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Capítulo 35
Capítulo 16 Capítulo 36
Capítulo 17 Capítulo 37
Capítulo 18 Epílogo
Katie Klein
Traducido por Lorenaa

Corregido por Jane

S
oy un mentiroso.

No miento porque quiero mentir. Miento porque tengo


que mentir. Es parte del territorio, un efecto secundario de lo
que hago. Igual que el mareo que viene con la medicación para
el corazón. El entumecimiento que puede ocurrir al usar el
inhalador. Solamente tienes que decidir: morirte por un fallo del corazón o por
asfixia o lidiar con unas pocas náuseas y hormigueo.

Algunos días no me molesta. Otros días deseo tener un trabajo normal,


como mi amigo Erik que trabaja en un edificio de Hamilton como especialista en
facturas médicas. O incluso Mike Rusch, Rusch para los amigos. Rusch y yo nos
graduamos en entrenamiento juntos. Él pasa la mayor parte del día estacionado
a un lado de la autopista cincuenta y ocho esperando por que algún imbécil pase.
Un imbécil que llega tarde a trabajar. Tarde a una reunión. Tarde a una cita. La
razón nunca importa.

No realmente.

Yo sólo miento.

Da miedo lo bueno que soy en ello, las mentiras vuelan de mis labios sin
que tenga que pensar en ellas.

A veces no es ni una mentira directa. Es una mentira por omisión.

Como el anillo.

Se suponía que ella nunca tenía que ver el anillo.

Pero lo hizo, y entonces ahí estaban los saltos y los gritos y Dios… los
gritos. Nunca tuve que arrodillarme. Ni siquiera le pregunté oficialmente. Pero no
tenía que preguntar.
Callie suspira, envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, presiona su
cuerpo caliente contra el mío. Han sido cuatro años. Cuatro años de presionar
cuerpos.

—Te voy a extrañar —murmura, susurrando en mi oído, con las uñas


rastrillando el nacimiento de mi cabello. Huelo en ella trazos de vainilla y jazmín,
el perfume que le compré para navidad y la acerco más.

—Te echare de menos, también.

Nos abrazamos por lo que parece una eternidad y nada al mismo tiempo,
parados en la acera justo fuera de su casa urbana, ya queriendo otro. Las farolas
de la calle proyectan un extraño brillo rosado sobre los edificios y los arbustos
que bordean la acera y los autos del estacionamiento. Mi respiración fuma el aire
helado. Ya no puedo sentir mi nariz.

Va a ser un largo camino a casa.

Levanto mi cabeza y estudio el cielo sin estrellas, medio esperando un


aluvión o dos, la primera nevada de la temporada.

Pero lo conozco más.

—Si tienes una noche libre esta semana… —empieza Callie, alejándose
de mí—, quizás podemos encontrarnos a medio camino.

—Sólo son unos pocos meses más —le prometo.

—Sí. —Ella endereza el cuello de mi chaqueta marrón y fija sus ojos en


mí, esos ojos marrones de cachorrito al borde de las lágrimas.

Mierda.

Las noches de los domingos despidiéndose apestan. Y eso no es una


mentira.

Me inclino y la beso suavemente sobre los labios.

—Te amo —me dice, sonriéndome, mirándome por detrás de sus


pestañas negras.

La respuesta llega fácilmente, practica, pronunciada mil veces:

—También te amo.

—Conduce con cuidado.


—Lo hare. Te llamaré cuando llegue.

Paso mi pierna sobre la moto, ato la correa de mi casco. El motor


retumba, rugiendo a la vida. Una despedida final y me voy, dejado a Callie sobre
los escalones de la casa que compartimos en vacaciones y los fines de semana,
con el anillo de mi abuela en su dedo.

Fue idea de mamá.

El anillo.

Estaba yendo por el pasillo, pensando en mis asuntos, cuando me llamó


desde su habitación y me tendió la caja gris de joyería que contenía el anillo de
compromiso que mi abuelo le había dado a mi abuela en su vigésimo
cumpleaños. El anillo me sacó la respiración. Era hermoso, un gran diamante
redondo, rodeado de una docena o más diamantes pequeños rodeándolo
entorno a una banda de platino.

Una pieza de reliquia.

Así es como mi madre lo llamó.

Mis abuelos murieron hace más de una década. Mi abuela murió primero.
Tuvo un ataque. La llevaron a un hospital y luego a una residencia, nunca se
recuperó. Mi abuelo comenzó a deteriorarse no mucho después de que ella
murió. Empezó a adelgazar. No salía mucho. Raramente sonreía y nunca se reía.
En nueve meses él se había ido, también. Fue un shock para todos los que le
habían visto con mi abuela. Permaneció con ella, a su lado, fuerte hasta el día que
ella murió.

Él fue decayendo rápidamente. Es lo que todo el mundo había dicho.

En cualquier momento que mi madre hablaba de ellos, siempre era sobre


lo enamorados que estaban, como ella sabía que después de que el primero se
fuera, el otro le seguiría rápidamente. Parecía imposible para uno seguir y vivir
sin el otro.

El anillo les trajo a mis abuelos cincuenta años de felicidad.

Ellos querían que yo lo tuviese, me aseguró mama.

Para Callie.
En el momento que lo vi, supe que Callie lo amaría. Nunca hubiese
encontrado un anillo mejor si hubiera pasador por un centenar de centros
comerciales. O miles de tiendas.

—No hay prisa —me dijo—. Pero han estado saliendo durante un
tiempo…

Mis dedos se aprietan alrededor del manillar mientras voy entrando y


saliendo del tráfico de Hamilton pasando por debajo de las farolas y los altísimos
edificios de oficinas. Amo la ciudad. Me encanta la grandeza de todo. El mundo
se contrae un poco cuando llego a los suburbios. Vecindario tras vecindario, cada
uno idéntico al último. Y para cuando alcanzo la carretera vacía de dos carriles
que me llevara al condado de Carson, un inhalador no suena como algo malo. Es
prácticamente necesario, incluso.

Es mi culpa. Debí haberle dicho a mamá que tenía que salir con ella
durante más tiempo. No es que no ame a Callie, y no es que no se merezca el
anillo. Jesús. Alguien que esté dispuesto a aguantarme durante cuatro años
seguidos se merece cualquier cosa.

Pero Callie, sólo tiene veinte años. Acabo de cumplir veintiuno. Ni


siquiera hemos hablado sobre el matrimonio. Salió durante los años, pero nunca
en serio. Nunca tuvimos ese tipo de conversación de vamos a sentarnos y hablar
de si estamos preparados para dar el siguiente paso.

Si hubiese estado pensando, si hubiese sido más inteligente, hubiera


sacado el anillo de mi mochila. Si hubiese recordado que estaba allí nunca la
hubiese enviado a que cogiera mi libro de historia, siendo demasiado perezoso
para salir del sofá y cogerlo yo mismo.

Callie no pareció sorprendida en absoluto. Estaba casi esperándolo. Fue


como si yo lo hubiese planeado todo, pidiéndole casualmente que fuera a mi
mochila, sabiendo que lo encontraría. Y luego ella llamó a su madre y fue como
si su madre lo hubiese estado esperando, y su padre, y todo el maldito asunto
se volvió como una bola de nieve.

Cuatro años es mucho tiempo. La graduación del instituto. Su grado. Mi


formación. Quizás ella debió esperarlo. Ambos tenemos trabajos estables.
Cuentas de ahorro. Seguros… Demonios, lo estamos haciendo mucho mejor que
la mayoría de matrimonios que conozco.

Y el anillo encaja perfectamente.


No creo exactamente en la señales, pero si existiera tal cosa, tendría que
creer ¿Verdad? El anillo de la abuela. El dedo de la novia. Todo está bien en el
universo. Si no hubiese encajado…Ahí es cuando tendría que preocuparme.

Y amo a Cal.

Me hubiese propuesto, de todos modos. Habría pensado en algo


increíble, algo que hubiese volado su mente.

Me hubiese propuesto.

Con el tiempo.
Traducido por Lorenaa

Corregido por Jane

C
uando la Sra. Tugwell, la profesora de inglés, nos pide que
escojamos un compañero, nadie me lo pide a mí. Nadie pronuncia
mi nombre, me palmea el hombro. Nadie mira a mi dirección. He
tenido éxito en hacerme invisible aquí. Soy alguien a quien temer. Evitar. Ignorar.

Le cambio las páginas hacia atrás de mi carpeta de inglés a las sosas


notas que tomé de una de las conferencias de la semana pasada sobre el
Romanticismo Americano. Me gusta Poe, sus historias. Me gusta un tipo que sabe
dónde está. Quiero decir, mierda. Si vas a matar a alguien, córtalo en millones de
trozos. Si no puedes tener al amor de tu vida, entiérrate con ella cuando muere.
Si vas a hacer algo, hazlo completamente. Y, sobre todo lo demás, no confíes en
nadie.

Escaneo cada fila, buscando a un extraviado, alguien sin pareja. Pero soy
el único paria en este aula de hormigón frio empapelada con celebridades
recordándome LEER y que NUNCA ES DEMASIADO TARDE PARA SER LO QUE
PODRIAS HABER SIDO.

Bueno.

Prefiero trabajar solo, de todos modos.

La Sra. Tugwell pasa lista, llamando nombres. Cada uno anuncia su pareja.
Estoy seguro de que puedo convencerle que me deje volar solo. Un grupo de tres
no es exactamente justo.

—¿Jaden?

Nada.

La profesora levanta su cabeza, ajusta sus gafas. Me giro suavemente


hacia el asiento de Jaden.

Está vacío.
Mierda.

Jaden no está aquí.

Mierda. Mierda. Mierda.

Debería haber presionado más por Ingles AP. Ellos no tienen que hacer
este estúpido proyecto. Incluso si lo tuviesen que hacer, nunca necesitarían un
compañero. Es insultante.

—¿Parker?

No me molesto en mirar hacia arriba cuando la Sra. Tugwell me nombra.


Ya sé cómo esto termina. ¿Sí?

—¿Tu compañero?

Me inclino en mi asiento, aclaro la garganta.

—Sí, no tengo.

Ella sonríe, obviamente complacida, y empuja sus gafas más arriba sobre
su nariz.

—¡Genial! Tú y Jaden pueden trabajar juntos. —Ella garabatea la nota


sobre su libro.

Y es como si una nube negra hubiese descendido. Pero, cuando miro


hacia mi derecha, cuando contemplo la larga hilera de ventanas recuerdo que las
nubes descendieron ya hace mucho tiempo, que no habíamos visto el sol en
semanas. Que no es posible para el mundo oscurecerse más de lo que ya está
hoy. Me pregunto si soy el único que lo ha notado.

Genial.

La Sra. Tugwell pasa el paquete de información donde se destaca los


requerimientos del proyecto. Paso las paginas azules, rozándolas.

La lista de lecturas está censurada.

Imagínate.

Ella acaba de regresar al atril cuando la puerta de la clase se abre y Jaden


se desliza dentro.

—Es muy amable de su parte hacer tiempo en su agenda de “Salvar el


planeta” para unirse a nosotros, señorita McEntyre.
Siento una sonrisa tirar de mis labios. Todo el mundo se ríe. Si hay una
cosa por la que Jaden McEntyre es conocida, es por llegar tarde.

—La pobreza no duerme, Sra. Tugwell —contesta ella—. Si no hago mi


parte ¿Quién la hará?

Ese es el problema. Mira, la tardanza de Jaden se pasa por alto. Se pasa


por alto porque es una Residente Humanitaria. Empieza y acaba el día en el
instituto Bedford con el amable recordatorio de que los huérfanos de Colombia
también necesitan zapatos. O que hay gente en este planeta que tiene que andar
un kilómetro y medio de ida y vuelta para tener acceso a agua limpia para beber.
O que es importante comer al menos tres porciones de verdura al día. Debido a
esto ella ha sido dotada con un infinito tesoro de tarjetas de ERES LIBRE DE SALIR
DE CLASE.

Me encantaría ser capaz de sacar esa mierda sobre mis maestros, pero
funciona para Jaden.

Ella es la excepción a toda regla.

Esto va a ser una pesadilla.

—Esta tarea no me la tienen que entregar hasta dentro de dos meses —


continúa la Sra. Tugwell—. Pero eso no significa que tengan que esperar hasta el
último minuto. Ustedes y sus compañeros tienen que hacer planes para reunirse
lo antes posible, luego regularmente hasta el final. Les sugiero que se reúnan
antes de que termine el día, así pueden decir en que pieza literaria van a
centrarse. Encontraran la lista de trabajos aceptables en el paquete de
información de su escritorio.

La mano de Jaden se levanta.

—¿Cuándo escogimos compañeros? —pregunta, mirando el paquete.

La Sra. Tugwell se ajusta las gafas.

—Hace unos tres minutos —contesta, de hecho.

Reprimo una sonrisa.

Eso es correcto Jaden. Los compañeros ya se han elegido.

Ella se disculpa.

—No estaba aquí.


Apesta ser tú. Deberías llegar a tiempo.

—Sé que no estabas, así que tuve el placer de asignarte uno. —Y luego
ella anuncia lo que todos estábamos esperando—. Tú y Parker trabajaran juntos.

Casi puedo escuchar la respiración de Jaden salir de sus pulmones desde


dos filas más atrás. Un jadeo silencioso. Estoy seguro de que la incredulidad, el
shock, está grabado en todo su rostro. Su vida, como ella la conocía, está
oficialmente acabada.

—Gracias —murmura.

No puedo decir si lo dice en serio o no. Jaden generalmente no es


sarcástica, especialmente con los profesores. Pero no hay forma de que esté feliz
con su pequeño arreglo. Y ahí es cuando cometo el error de mirar hacia ella. Está
mirando hacia mí, y nuestros ojos se encuentran de verdad por primera vez. Por
primera vez desde siempre, estoy seguro, ya que no puedo recordar haber visto
tal sombra de perforación verde hasta ahora. Un verde casi trasparente, un verde
de mar de aguas poco profundas, el brote de una hoja verde recién salida.
Permanezco tan quieto cómo es posible, congelado, frunciendo mientras me
estudia.

Evaluando.

Sé lo que está pensando.

El típico chico malo.

Y en este único momento incomodo, las mejillas de Jaden se sonrojan.


Abre sus labios. Se mueve en su asiento, incómoda, luego cambia su atención al
pequeño paquete azul que nos ha jodido realmente.

No me vuelve a mirar durante el resto de la jornada.

Parker: Uno.

Jaden: Cero.
Traducido por Lorenaa

Corregido por Jane

L
a clase de química AP del Sr. Colleman es algo sacado de una
pesadilla. La ultima clase del día. No ayuda que ya haya leído esta
lectura tres veces. No ayuda que la habitación esté ardiendo, con el
termostato puesto en Hades. No ayuda que mi compañero de laboratorio no sepa
tener sus cejas en su propio espacio.

Levanto la mano pero no espero a que Colleman me llame.

Eso es porque tengo un problema con la autoridad.

—¿Puedo tener un pase? —le pregunto, ya con un pie y medio en el


pasillo antes de esperar su aprobación.

Colleman piensa que tengo una enorme cantidad de potencial, pero que
estoy descentrado e indisciplinado. Eso es literalmente del último reporte de
notas. Conseguí una B menos, yo creo que el menos es lo que lo desencadenó.

Mi jefe me firma los reportes de notas cada seis semanas, recordándome


que no lo intente demasiado.

Arrebato el papel laminado rosa del escritorio de Colleman y me deslizo


al pasillo. Tan pronto como la puerta se cierra, puedo respirar otra vez. Ocho
horas en este sitio y es como si las paredes se estuviesen cerrando a mi alrededor,
atrapándome. Nunca fue así la primera vez.

Hubo una vez, donde yo pertenecía a paredes como estas.

Las luces fluorescentes brillan sobre mi cabeza, y pasillo abajo una clase
irrumpe con risas., una clase que claramente no está discutiendo sobre las
maravillas de los enlaces atómicos. Una clase a la que me tenía que haber
apuntado.
Puedo ir a cualquier parte en cinco minutos, a lo mejor diez, así que me
detengo en la fuente de agua para matar el tiempo. El motor retumba a la vida
mientras bebo, y, cuando he terminado, me dirijo a los baños.

Dentro, tiro el pase sobre el mostrador mojado y me inclino hacia el


espejo, examinando mi reflejo, escrutando la piel oscura e hinchada bajo mis ojos.
Estoy demasiado cansado, debo tomarme el fin de semana libre. Saltarme el
paseo hacia Hamilton.

Si pudiese averiguar de dónde salían las drogas, podría dejarlo ahora,


volver al mundo real.

Acabo de abrir el grifo para lavarme las manos cuando la puerta de los
baños se abre, cuando entra Jaden McEntyre tropezando.

La miro bien, con el corazón martilleando en mis oídos. Los pasillos se


supone que deben de estar vacíos. Todo el mundo está en clase.

Luego me golpea: Jaden McEntyre está en el baño de chicos.

—¿Qué diablos estás haciendo? —demando saber, mitad ultrajado,


mitad curioso. La incertidumbre se refleja en sus facciones, junta las cejas, luego
el ceño fruncido tira de sus labios, como si estuviese esperando que la pudiese
ayudar a decirlo. Se endereza, levantando la barbilla en un intento de parecer
más confiada. Compuesta. Todavía estoy a una buena media cabeza por encima
de ella. Ella es alta para una chica. Pero yo soy más alto.

—¿Qué estoy haciendo? Lo siento, pero tengo un gran proyecto de


investigación para de aquí dos meses, y por alguna desafortunada razón mi
compañero decidió estar ausente sin permiso conmigo. —Ella cruza los brazos
sobre su pecho, desafiante—. ¿Cuál es tu plan?

Cierro el grifo y sacudo las manos para secarlas.

—No tengo ningún plan, Srta. McEntyre —replico de hecho.

—¿Entonces porque estas evitándome? Se supone que somos


compañeros y ni siquiera me estás hablando. No hemos elegido un libro… ni
decidido nuestros temas. Quizás no te preocupes por tu futuro académico, pero
yo tengo que tener buena nota en esto.

¿Evitándola?

Luego me doy cuenta: Está enfadada por la nota, la que pasó esta mañana
en Ingles. La que yo no había leído hasta el segundo periodo. En la que ponía:
¿quieres encontrarte conmigo después de clase para trabajar en nuestro
proyecto? En una escritura cursiva y descabellada, con un pequeño corazón sobre
la “n” de su nombre. La nota que arrugué y tiré en la basura del pasillo de camino
a mi tercer periodo.

Sí, por todas las apariencias, la estoy evitando. Pero no puedo trabajar en
ese proyecto hoy.

Llamada de conferencia.

Erróneamente asumí que ella pillaría la pista sobre mi falta de


responsabilidad.

Espera. ¿Acaba de decir que no me importa mi futuro académico?

—¿Soy un vago? ¿Eso es lo que piensas? —Cuando ella no responde, me


trago una risa—. No conoces a la gente tan bien como crees que lo haces.

—No pretendo conocer nada sobre ti —argumenta—. Entiendo que


puede que yo no te agrade o algo…

—¿Qué no me agradas? Jaden McEntyre, no hay un alma en este colegio


que no te adore. —Me muevo hacia la puerta, intentando alcanzar la manija, pero
ella es más rápida, plantándose delante de mí. Sus ojos verdes están más oscuros
que antes. Furiosos—. ¿Te importa?

—Sí, me importa, realmente. Si eres tan miserable siendo mi


compañero… lo que, debo añadir, es la cosa más estúpida que he oído ya que ni
siquiera me conoces…

—¿No te conozco? ¿En serio? —le interrumpo—. Jaden McEntyre. Hija de


un contratista general. Animadora. Activista de los Derechos Humanos. Mejor
amiga de Savannah Wainright. Novia de Blake Hanson. Voluntaria del cáncer.
Donas sangre. Recaudas dinero por los niños pobres de Bangladesh. Notas A.
Ligada a la Ivy League. La persona más segura…. aburrida de este colegio.

Lo que no he mencionado es que sé que usó un vestido azul para el baile


del año pasado, que mantiene su taquilla organizada por clases, y que siempre
tiene un ChapStick extra a mano.

No puedo dejar de sentir que hay algún tipo de equilibrio del karma
cósmico en juego. Ella llega cinco minutos tarde a su primer periodo, por salvar
el mundo, nada menos, y aquí estoy yo: la última persona en el mundo con quien
ella querría formar parte para un trabajo.
No elegimos compañeros. Los compañeros no eligieron.

Durante un segundo parece asombrada, con la boca abierta, sorprendida


de que haya clavado su existencia perfectamente. Pero su ceño fruncido vuelve,
y el resentimiento brilla en sus ojos.

—¿Hablas en serio?

—No miento —le contesto fácilmente.

—Bien. Está bien —balbucea—. De todos modos. Somos compañeros. Y


tenemos un proyecto que hacer te guste o no, así que… supéralo.

¿Qué lo supere?

No puedo evitarlo. Las esquinas de mi boca se levantan formando una


sonrisa. Esta chica es cincuenta quilos de pura actitud. Del tipo luchadora.

Me gusta.

—Eso es bastante duro —digo—. Especialmente viniendo de ti.

Aparta el pelo de sus ojos, enganchándolo detrás de las orejas, y me


estudia, confundida, como si no supiese que hacer con Parker Whalen cuando
sonríe.

—No es gracioso, quizás tu no quieras sacar buena nota en este proyecto


pero yo sí.

Fuerzo mis ojos para no ponerlos en blanco.

Otra vez con la cosa de que soy vago.

—Eres tan presuntuosa, asumiendo que no quiero sacar buena nota.

—Vale… como sea. Así es la cosa. Voy a ir mañana por la tarde a la librería.
Estaré allí a las tres de la tarde. Haré la lista, y escogeré el libro para el proyecto.
Eres bienvenido a unirte… compañero.

Gira sobre sus talones, da un tirón a la puerta abierta. Se va como una


furia.

Cuando se cierra estoy solo otra vez, todo está ardiendo. Tiro del cuello
de mi chaqueta. Mi cuello está en llamas. El sudor sale a lo largo de mi piel.
Me esfuerzo para envolver mi mente entorno a lo que acaba de pasar.
¿Jaden McEntyre acaba de irrumpir en el baño de hombres? Esa es la clase de
mierda que sólo pasa en los sueños. Aleatorios e inexplicables sueños.

Pensándolo dos veces, mis sueños no son así de raros.

Cojo el pase del mostrador.

Una parte de mí quiere ir detrás de ella, preguntarle en qué demonios


pensaba. Pero cuando alcanzo el pasillo, ella ya está en el otro extremo,
desapareciendo alrededor de la esquina. No se detiene. No se gira. Ni si quiera
da una mirada hacia atrás.

¿Pero ese es el punto, verdad? ¿Pasar este año sin ser notado?

Tengo un problema con la autoridad. Soy descentrado e indisciplinado.

Un vago.

Parker: Uno.

Jaden: Uno.
Traducido por MaEx

Corregido por Jane

—¿P or favor? —suplica mi madre, su voz resonando a través


de mí, por lo general, tranquila cocina en el altavoz del
teléfono—. Sabes lo importantes que estas cenas son
para la familia.

Cada seis meses es la misma charla: Ven a las cenas familiares, Chris. Mis
tías y tíos no van a estar mucho más tiempo, y a todo el mundo le encanta verte.

Como si necesitara el viaje de culpabilidad, la amenaza de personas


muriéndose, visitar a mi propia familia.

—Sé que lo son, pero es un muy mal momento —le recuerdo.

—Es sólo por unas horas. Puedes traer a Callie y anunciar vuestro
compromiso. ¡Todo el mundo estará encantado!

—Lo sé, mamá, pero no estaba ni siquiera planeando regresar a casa este
fin de semana. Tengo algunas cosas que atender aquí. Haremos la cena en
agosto. Lo prometo.

Bajo el fuego en la estufa, levanto la tapa de mi olla de espaguetis, y


compruebo la hora en el microondas. Callie llamará en cualquier momento.

—¿No puedes incluso llegar el domingo durante un par de horas? —


presiona.

Paso los dedos a través de mi cabello y aprieto mi cuello, sintiendo la


tensión. Incluso ahora, todo un adulto, es difícil decirle a mi mamá no.

—Por mucho que me encantaría conducir una hora y media de camino


para el almuerzo, tengo que pasar esta vez. Lo siento.

—Está bien —responde. Pero no está bien, y los dos lo sabemos.


—Lo haremos cuando las cosas se calmen —prometo. Compruebo la
hora otra vez—. ¿Qué está haciendo papá? —pregunto, cambiando de tema.

—Está viendo el partido.

—Oh.

No pregunto qué partido. Dios. Ni siquiera sé por quién está apostando


estos días. Así que pregunto por mi hermana, en cambio, y cuando mamá
finalmente se despide, no suena tan decepcionada de mí.

Cuando desconecto la llamada, hay dos nuevos mensajes de correo de


voz. Marco el número de Callie sin siquiera escucharlos.

—Lo siento, Cal. Era mamá.

—No hay problema —responde ella—. ¿Cómo estuvo tu llamada de


conferencia?

Revuelvo la hirviente olla de espaguetis por última vez.

—Anderson está presionándome. Quiere otra búsqueda de casillero.

—Pensé que en el último no apareció nada.

—No lo hizo. Pero a él no le importa. —Inclino la olla sobre el fregadero,


escurriendo el agua.

—Hay un problema en esa ciudad, Whalen —me burlo, haciendo mi


mejor imitación del Jefe Anderson—. Nosotros te enviamos a hacer el trabajo,
por lo que consigue que se haga.

Callie se ríe.

—Daría cualquier cosa para hacer una búsqueda en auto real. Sé que hay
un punto de entrada, pero no sé dónde. Es extraño. Los adolescentes no tienen
nunca este cuidado.

—Tal vez no son tan estúpidos como nosotros —señala.

—Si alguien estuviera repartiendo en este campus, lo sabría. Lo hubieran


jodido para ahora. —Me gustaría que alguien lo arruinase, entonces podría salir
de este agujero infernal, volver a Hamilton, y seguir adelante con mi vida.

Mi apartamento de lunes a viernes está a unos veinte minutos de Bedford.


Anderson me quería cerca, pero no demasiado cerca. El apartamento está estéril,
en un buen día. Tengo suficientes ollas y sartenes y platos para salir adelante. Un
sofá en la sala de estar que se dobla como una cama, aunque por lo general soy
demasiado perezoso para montarlo. La habitación está vacía. Mamá me prestó
una de las mesas de café de la abuela, y traje el televisor de mi habitación de
casa. Está en el suelo.

No hay arte en las paredes. No hay fotos.

El apartamento representa mi historia.

La historia es que estoy en problemas, odio a mi padre y apenas hablo


con mamá. Todo está por concretarse en una docena o más de cuatro por seis
tarjetas que memoricé antes de mudarme.

Tengo una impresora inalámbrica en uno de los armarios, y tengo un


ordenador portátil que hace una doble función: el trabajo escolar y el trabajo real.
El armario del dormitorio está medio lleno de ropa, y el estante superior alberga
el casco que compré para Callie justo después de que conseguí mi motocicleta.

Nunca ha sido utilizado.

—Así que tenemos este proyecto para hacer en inglés —continúo—, y el


profesor asignó compañeros. Así que estoy atascado con la clase… —me fui
apagando, sin saber cómo, exactamente, para clasificar a Jaden. ¿Nerd?
¿Perdedora? No sé cómo llamarla. Esta chica es sólo, súper motivada.
Permanentemente fijada en ciento cincuenta por ciento, ¿sabes?

—Debería gustarte eso. Prácticamente hará el proyecto por ti.

Saqué un frasco de salsa de espagueti de la alacena.

—Lo dices como si yo no pudiera manejar algunos ensayos de literatura.

—He sido tu pareja antes —me recuerda, su voz burlándose.

No será así nunca más, quiero decirle. Pero ella nunca lo entendería. No
tiene ni idea de que podía hacer estas clases si quisiera, lo que yo podría hacerles
la primera vez si me hubieran importado.

Vierto los espaguetis y la salsa en un tazón y los revuelvo, mezclando


todo junto.

—De todos modos, nos reuniremos mañana después de la escuela. Esto


va a ser un maldito semestre largo.
—Bueno, tengo algo que te levantará el ánimo —dice, levantando la
voz—. Nos conseguí una reserva para cenar la noche del sábado en Winnfield. Ya
sabes, ¿la plantación fuera de Hamilton?

Lo conozco.

—Las imágenes son sólo... impresionantes —continúa—. ¿Recuerdas a


Bonnie Tyndall? Se casó allí el año pasado. Es una de las diez mejores
instalaciones para eventos en el estado.

No oigo nada después de la palabra "matrimonio". Debido a que la


palabra "matrimonio" eleva cada bandera roja, sonando todas las alarmas. Hay
cuerdas atadas a esta palabra. Siempre.

—Así que, esta cosa de reservas. ¿Se trata de una cena o una boda? —
pregunto.

—Ambos —confiesa—. Pero sobre todo cena. Sólo quiero que lo veas,
que me digas lo que piensas. Lanza un suspiro. —La cosa es... que se reserva muy
rápido. Si insistimos para la próxima primavera...

—Pero no hemos fijado una fecha —interrumpo.

—Estuvimos de acuerdo en el próximo año sería perfecto. Habrás


terminado con esta tarea y volverás a la estación.

Casi puedo ver sus hombros levantarse, un feliz encogimiento de


hombros, como si esto no es gran cosa. Y no es una gran cosa, supongo, aparte
del hecho de que no tengo ninguna intención de ir a Hamilton este fin de semana,
y que no estoy dispuesto a hablar de menús o de número de invitados o fijar una
fecha.

—Callie, las cosas están realmente locas en este momento... —empiezo.

—Lo sé, pero si a los dos nos gusta este lugar, entonces debemos seguir
adelante y reservarlo. Y papá estaba bien con él —me asegura—. Si esto es lo que
queremos, dijo que iría adelante y haría el depósito.

Agarro un refresco de la nevera y dejo que la puerta se cierre.

Papá.

Sr. Donovan. Y su chequera.

Mierda.
—Estás tranquilo. ¿Qué estás pensando? —pregunta.

No puedo decirle lo que estoy pensando. Ella sólo sacó la tarjeta con la
que no puedo competir. La única mano contra la que soy indefenso.

—Nada —miento—. Este fin de semana suena... perfecto.

Cuando Callie finalmente cuelga, marco el número de la casa.

Papá responde.

—Hola. ¿Dónde está mamá? —pregunto.

—Ya se ha ido a la cama.

—Oh. Bueno, dile que algo ocurrió, y que estaré en casa este fin de
semana después de todo. Callie y yo nos reuniremos con vosotros en la cena
familiar.

—Lo haré —responde.

—Bien. —Espero un momento, pensando que preguntará sobre el


trabajo. Qué estoy haciendo. Cómo lo estoy haciendo. Pero no consigo nada.
Menos de diez palabras en diez segundos, y la conversación ya se da por perdida.
Terminada—. Lo que sea. Gracias.

Presiono FIN, desconectándonos.


Traducido por Lapaskis

Corregido por Jane

C
uando llego, está sentada en el otro extremo de la biblioteca, en
una mesa cerca de la ventana, enmarcada por hojas de vidrio y un
cielo con nubes de invierno. Giro la manija y me abro paso al
interior, ignorando el ceño fruncido en el rostro de la bibliotecaria mientras paso
el mostrador, filas y filas de estanterías. Jaden escogería una mesa en medio de
la sala, donde todo el mundo puede vernos.

Me pregunto de quién dice más. De ella o de mí.

Dejo caer mi mochila al suelo y saco la silla frente a ella. No levanta la


cabeza. No dice hola. Todo lo que dice es un mordaz:

—Ya era hora. —Mientras voltea otra página de ese paquete azul del
proyecto.

Y es en ese momento que decido que Callie iba a descubrir algo. Tal vez
debería dejarla que haga todo este proyecto. Tal vez debería probarla que cada
una de sus hipótesis eran ciertas… ser el vago que sabe que soy.

—Dijiste a las tres —le recuerdo.

Toma su teléfono, comprueba la pantalla.

—Tengo las tres y cinco.

Por supuesto que sí. Obligo a mis ojos a no rodar.

—Lo siento. Supuse que era una reunión informal. No me di cuenta que
tendrías en cuenta los retrasos. Oh, espera. No sabes nada de eso, con tu infinita
fuente de tarjetas “eres libre de salir de clase” y todo eso.

Abre la boca para responder, y de nuevo es como en el baño. ¿Qué le he


hecho a esta chica? De todos modos, pensé que era más amable que esto, una
de esas personas que trata de llevarse bien con todo el mundo. Claramente no
es tan justa como quiere que creamos. Dos minutos y ya está sobre mí. Apuesto
a que le gustaría más si no tuviese zapatos. Si fuera un gato callejero. Si necesitara
acceder a los medicamentos contra la malaria.

Pero lo que planeaba decir desaparece entre la mente y la boca. Suspira,


frunce el ceño, y se sienta más derecha, todo su cuerpo rígido, a la defensiva.

Está bien, en cierto modo. Por lo menos sabemos dónde estamos


parados. No quiero ser su compañero. Ella no quiere ser la mía. Estoy a punto de
sugerir que olvidemos todo y volvamos a nuestros propios proyectos cuándo...

—Vamos a terminar con esto, ¿De acuerdo? Cuanto antes escojamos un


libro antes podremos empezar a trabajar. —Desliza la lista de libros
recomendados sobre la mesa como haciéndome un favor. Como si no traería mi
propia lista a una reunión cuyo único propósito es escoger un libro para nuestro
proyecto. Meto la mano en mi bolsillo y saco exactamente la misma lista. Como
por arte de magia. La desdoblo y la pongo sobre la mesa, y luego la veo darse
cuenta.

—Muy bien. Lo tengo —dice—. Estás preparado. Estoy equivocada.

Agarra su lista, pasa los dedos por su pelo liso castaño, y lo mete detrás
de sus orejas, centrándose.

—Está bien. Entonces la pregunta es, ¿nos conformamos con lo que


conocemos... y escogemos un libro con el que estamos familiarizados? O vamos
por algo totalmente nuevo.

No puedo ocultar mi risa. ¿Está realmente Jaden McEntyre tratando de


tomar un atajo? ¿Y cree que yo soy el vago?

—¿Cuál es el punto de hacer un proyecto sobre un libro que ya has leído?

Me mira con curiosidad, la incredulidad escrita en cada rasgo, la curva de


su boca, sus ojos verdes. Casi puedo leer sus pensamientos. Soy peligroso. Un
solitario. Me pongo ropa oscura y conduzco una motocicleta y no me relaciono
con nadie. Entonces ¿Por qué el chico nuevo con mala reputación está
preparado? ¿Y por qué no iba a querer escoger un libro que ya había leído? ¿Por
qué no iba a tomar el camino más fácil?

Estoy jodiendo todas las ideas preconcebidas en esa linda cabecita.

Este proyecto podría no ser tan malo después de todo. Si juego bien mis
cartas, incluso podría ser divertido.
—¿Y bien?

Se pone firme, las mejillas ardiendo un tono más oscuro del rosa.

—Um, sí, está bien. Entonces escogeremos algo que no hayamos leído.

—¿Estás insinuando que normalmente haces proyectos de libros que ya


conoces? —pregunto.

—Sólo estoy diciendo que si cogemos un libro con el que ya estamos


familiarizados entonces este proyecto no sería tan complicado. Al menos
tendríamos una vaga idea de lo que estamos haciendo.

—¿Estás diciendo que no tienes ni idea? Porque no quiero a una idiota


como compañera.

Su mandíbula se tensa, pero ignora la pulla. Me esfuerzo por no reír. Es


tan fácil incitar a esta chica. Ya estoy bajo su piel y ni siquiera hemos comenzado
esta cosa todavía.

Parker: Dos.

Jaden: Uno.

—¿Qué hay de Orgullo y Prejuicio? —sugiere, estudiando la lista de


títulos.

Dios. Eso no es predecible.

—No.

—¿Por qué no?

Me inclino más cerca, seguro de mí mismo.

—Porque ya lo has leído.

—No lo sabes —murmura, pero la culpa se teje en esos profundos ojos


verdes suyos.

—Por favor. Una chica de último año en secundaria. Algo... "amante de


los libros ", supongo que podría decirse...

—Puedes llamarme nerd si quieres —interrumpe, doblando los brazos


sobre su pecho—. No me ofende.

No. Es demasiado linda para ser una nerd. Demasiado guerrera.


—No... No una nerd, pero una “cerebrito”... No es que sea algo malo, así
que no te pongas hostil conmigo, ¿De acuerdo?

—No te daría la satisfacción.

—Sólo estoy diciendo que no puedes esperar que crea que no has leído
uno de los supuestos grandes romances de toda la literatura. Incluso si en décimo
grado tu profesor de literatura no lo asignó... lo leerías por tu cuenta.

Por desgracia, me vi obligado a leerlo en secundaria, y de ninguna


manera lo vuelvo a leer. Puede lloriquear y gritar todo lo que quiera.

—Está bien, lo que sea. ¿Qué hay de Jane Eyre?

—Lo has leído, también.

Tira la lista en la mesa, se inclina hacia atrás en su silla.

—Entonces ¿Por qué no empiezas a decir libros que piensas que no he


leído y seguiremos desde ahí?

Esto debería ser fácil. Examino la lista de títulos.

—Libros que no has leído.... Vamos a ver. El guardián entre el centeno. El


color púrpura. El señor de las moscas. —La miro—. ¿Me estoy acercando?

Sus labios se presionan en una firme línea.

—La jungla. 1984... Básicamente cualquier cosa de esta lista que no sea
un romance no lo has leído. Así que podemos desechar Austen, la mayoría de las
comedias de Shakespeare, las hermanas Bronte...

—Cumbres borrascosas no es un romance —interrumpe.

—Eso depende de cómo se mire.

—Heathcliff es totalmente depravado. No hay cualidades que lo rediman.


Ninguna.

—Su amor por Cathy es una cualidad redentora —le recuerdo.

—Él hizo la vida de todos miserable. Está loco.

—Tal vez el amor vuelve loca a la gente. —Mi novia solamente comenzó
a planificar nuestra boda y ya me estoy volviendo loco.

Ella se burla.
—¿Qué estás fumando? Porque puedo recomendarte un programa
impresionante de doce pasos.

Ouch. Ese fue un golpe bajo.

Le daré crédito a la chica. Es despiadada.

Parker: Dos.

Jaden: Dos.

—Sí, soy consciente de ello. Gracias. Sólo que no entiendo por qué es tan
difícil de creer que una persona pueda amar tanto a alguien que le lleve a la
locura.

—Porque. No... No es... normal.

Me río.

—¿Y el señor Darcy es lo que llamarías normal?

—El Sr. Darcy es un caballero.

—El Sr. Darcy es un narcisista.

Sus ojos se estrechan, y estoy seguro de que está a punto de ir a por otro
asalto conmigo, pero entonces su expresión se suaviza, y no lo hace. Cierra sus
ojos durante un momento, un momento más de lo que debería, porque la veo,
en ese momento. Y a pesar de que es bonita cuando está exaltada, también es
bonita cuando no lo está.

Cuando abre los ojos, me atrapa mirándola fijamente.

—Mira, por mucho que te gustaría, no voy a sentarme aquí y discutir


contigo durante toda la tarde. Escoge un libro, y salgamos de aquí —exige.

Perfecto.

Echo un vistazo a los títulos en el papel arrugado. No hay manera de


comparar lo que ha leído ella con lo que he leído yo, y de algunos de estos
libros ni siquiera he oído hablar. Esto tiene que ser lo más justo posible.

—Está bien. Voy a escoger uno al azar.

—¡Adelante!
Cierro los ojos y corro mi dedo hacia arriba y abajo en la página.
Independientemente de donde aterrice, si ninguno lo ha leído, será nuestro
libro. Me detengo, abro mis ojos.

—Sueño de una noche de verano —anuncio.

—Una comedia de Shakespeare —dice.

—Lo que significa que lo has leído.

Me lanza una sonrisa de complicidad.

—Muy bien. Una vez más. —Cierro los ojos de nuevo, muevo mi dedo
como antes, pero, cuando los abro... nada. No estoy apuntando a nada. Estoy a
punto de intentarlo de nuevo cuando...

—Espera. ¿Cuál era ese?

—¿Qué?

—¡El libro! Acabas de escoger uno, y ahora vas a escoger otro. ¡Esto
no es justo! Quiero saber cuál era. —Frunce sus cejas, enfadada, como si la
estuviera ocultando algo. Probablemente piensa que golpeé Orgullo y Prejuicio.

—En realidad... si quieres saberlo... fallé. Aterricé en blanco, espacio azul


—explico—. Ningún libro. Y eso no nos ayuda.

—Está bien.

—¿Estás segura? Quiero decir, ¿Tengo tu permiso para volver a


intentarlo?

Hace rodar sus ojos.

—Sólo sigue.

Bueno. Última vez.

Cierro los ojos, patino mi dedo sobre la página, luego los abro. Es un
acierto.

—Ethan Frome.

—Ethan Frome —repite, inclinándose sobre la mesa, mirando el nombre


encima de mi dedo.

—¿Lo has leído?


Niega con la cabeza.

—No. ¿Tú?

—No.

Jaden salta de su asiento y se dirige al catálogo del ordenador. La observo


mientras escribe. Es alta para ser una chica. Tiene sexys piernas largas, ágiles y
elegantes. Garantizo que hizo ballet. Su padre probablemente juega al golf; su
madre es miembro de un club de jardinería. Sí, ya sabes, esas cosas existen en
este lado de la interestatal.

Desaparece entre las estanterías, y, cuando regresa, está sosteniendo dos


copias gastadas de Ethan Frome.

—Toma —dice, lanzando uno de los libros. Aterriza con un golpe sordo
y se desliza sobre la mesa, deteniéndose frente a mí. Lo recojo y lo giro para ver
la descripción en la parte de atrás.

—“Una novela de pasión y de anhelo insatisfecho” —leo—. Guau, Jade,


parece que conseguiste un romance.

Su cabeza se levanta de golpe, sorprendida, confundida; sus ojos se


clavan en mí, valorándome.

—¿Qué? —pregunto.

—Nada —responde, volviendo lentamente su atención hacia el libro.

Sé que debería dejarlo pasar, pero la curiosidad se impone.

—No. ¿Qué es?

Se mete el pelo detrás de las orejas. Una vez más. Claramente un hábito
nervioso.

—Nada. Es sólo que... me has llamado Jade. Sólo fue... raro, eso es todo.

¿La llamé Jade? ¿Eso es todo?

—Si prefieres Jaden....

—No. Está bien. De todos modos —continúa—, no llamaría a esto un


romance. Aquí dice: marcado por la tragedia. Eso no puede ser bueno.

—Ahora suena mejor. —No es cortar en trocitos a la gente y enterrarla


bajo la tarima ni nada. Locura. Apuesto a que ese chico amaba a alguien.
—Por supuesto que lo haría. Viniendo de alguien que piensa que el amor
en realidad puede conducir a la gente a cometer crímenes atroces.

—Es cuestión de semántica.

Se levanta, exhalando con lo que podría ser alivio.

—Bien. Nos reunimos. Elegimos un libro. Misión cumplida. Vamos, um,


simplemente a leer esto y reunirnos la próxima semana. Entonces podemos
dividir responsabilidades y acabar con esto —Hace una pausa por un momento,
pensando—. Tenemos que hacer una presentación oral, ya sabes.

—¿Y?

—Sólo lo estoy diciendo.

Me pongo de pie, arrojando la mochila sobre mi hombro.

—No te preocupes. Estoy seguro de que con toda esa práctica para tus
futuros concursos de Miss America, te saldrá de forma natural.

—No estaba preocupada por mí —dice, con los ojos entrecerrados.

—Bueno, no te preocupes por mí. Es insultante.

Me muevo al escritorio de la bibliotecaria, dejando a Jaden clavada en el


sitio, con la boca abierta. La bibliotecaria escanea el código de barras en el libro
e imprime un recibo, luego me lo devuelve. Lo hace, sin pronunciar una palabra,
incluso después de que le doy las gracias.

Mis pulmones se niegan a llenarse hasta que estoy fuera de esa


habitación, lejos de esos pasillos, cruzando el estacionamiento casi vacío.

No puedo esperar a salir de aquí.


Traducido por Debs

Corregido por Jane

T
omo mi almuerzo solo. Suelo estudiar, o empezar temprano la
tarea. Me siento afuera, en las mesas de picnic para que nadie me
fastidie. Hasta ahora, ha funcionado. Sobre todo en días como hoy,
cuando hay apenas 5 grados. Sé que algo ha cambiado, sin embargo, cuando
Jaden McEntyre irrumpe a través de la puerta de la cafetería y marcha por la acera,
empujándose a sí misma, hacia mi pequeño mundo tranquilo.

—Odio a Zeena Frome —anuncia, golpeando su bolsa de papel contra


de mí mesa.

Lo que hay dentro está arruinado. Estoy seguro de ello. Sándwich


aplanado. Plátano aplastado.

Ella frunce el ceño. Sus ojos en llamas. Enojada. Se levanta el cuello de su


chaqueta mientras un viento frío pasa.

—¿Se supone que esto significa algo para mí? —le pregunto.

Sé que su intrusión es seria, cuando pasa su pierna, sube por encima del
banco, y se sienta frente a mí.

—Zeena Frome. ¿La esposa de Ethan? La odio.

¿Ethan Frome? ¿Su esposa? Nada de esto quiere registrarse. Nada tiene
sentido en absoluto.

¿Por qué está aquí, sentada conmigo?

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque es una farsante, quiero decir, no hay absolutamente nada de


malo con ella. Ya lo sabes, ¿verdad?

Y entonces... una conexión. Ethan Frome. Nuestro libro. Ella odia a Zeena
Frome.
—Espera. ¿Quieres decir que ya lo has terminado?

—Sí.

Perfecto. Debería haber sabido que se apuraría en llegar a casa, para


leerlo en una sola noche. No paso tanto tiempo con un libro, pero aun así. Ahora
la verdad es que me veo como un vago.

—Sé que eres un intelectual asidua y todo, pero tenía la impresión de


que tenías una semana para leerlo.

Pone sus ojos en blanco.

—Mira quién ha estado estudiando las listas de vocabulario del SAT de


la Sra Tugwell.

Divertido. Como si tuviera una razón para estudiar para el SAT.

—De todos modos, no necesitas una semana. Una vez que empecé, no
podía dejar de leerlo. Era tan adictivo... como un choque de trenes.

—Un choque de trenes —repito, incrédulo.

—Ya sabes, realmente no quieres ver la sangre, la destrucción y la muerte


porque sabes que te persiguen para siempre, pero al mismo tiempo no se puede
mirar hacia otro lado.

Lo sé. Y créanme, nadie quiere ver la sangre, la destrucción y la muerte


en el mundo real.

—¿Estás comparando Ethan Frome con un choque de trenes?

—¡Sí! —Al hacer su punto, su mano golpea la mesa de picnic. Se


estremece. Sus cejas se juntan, mientras examina su dedo medio y lo que estoy
suponiendo que es una astilla—. Eso es exactamente con lo que estoy
comparándolo —dice, con voz más baja—. Es horrible.

Ella aprieta sus uñas juntas y, después de algunos intentos fallidos,


arranca la astilla.

Me pregunto qué haría si le ofreciera una tirita. Me imagino su cabeza


estallando mientras saco el pequeño botiquín de mi mochila, y le paso algunos
Neosporin. No sólo estoy preparado... estoy preparado. Ella parece estar bien, sin
embargo, por lo que mantengo la tirita para mí mismo.

—Un horrible bueno, ¿verdad? —le pregunto, todavía mirando el dedo.


—Un horrible terrible. Un horrible trágico. —Su atención se desplaza a
un grupo de juniors, procedentes del aparcamiento. Se mueven juntos, en
dirección hacia el edificio, riendo, susurrando y mirando. Y no son sólo estas
chicas; es toda la cafetería, las que nos está mirando. No hay ni un alma a la vista
que no nos viera hablando con ella en este momento.

Jaden McEntyre, sentada fuera con Parker Whalen.

Pero Jade no parece importarle. Cualquier otra persona y sería rechazado.

¿Qué pasa con esta chica, y por qué no parece aplicarse?

—Así que, ¿qué pasa? —le pregunto.

Ante el sonido de mi voz, sus ojos se despegan del grupo de chicas.


Revisa su dedo una vez más.

—No puedo decírtelo. Tienes que leerlo.

—Voy a leerlo. Yo sólo... ya sabes... quiero saber lo que me espera.

Niega con la cabeza, seria.

—Es horrible. No hay palabras.

Guau. Un montón de melodrama.

—Lo entiendo. Es horrible. Basta con el meneo de cabeza. Puedes ser más
específica.

Ella se sienta más recta, más alta, como si hubiera esperado este
momento durante todo el día. Alguien con quien hablar. Alguien con quien
comentar.

—Hay este horrible accidente. Pero en realidad no es un accidente. Mira,


Zeena y Ethan están casados, ¿verdad?, Zeena trae a su prima, Mattie, para ayudar
en la casa, porque está enferma o algo así. Bueno, Ethan decide que él siente una
cosa por Mattie, pero no sabe cómo actuar.

—Supongo que es donde todo el romanticismo llega.

—De eso se trata —continúa, buscando en su bolsa de almuerzo—. No


hay ningún romance entre Ethan y Mattie, no hacen nada. Y Zeena, bueno, ella es
simplemente horrible, quejándose y quejándose de cuán enferma está. Va a un
médico que le dice que no debe mover un dedo, y que necesita una "sirvienta"
para cuidar de ella.
—Pensé que para eso estaba Mattie —le digo, destacando una definición
en mi libro de ciencia antes de olvidarme.

—Sí, bueno, ya no. Ella se da cuenta de que algo está pasando entre
Mattie y Ethan, y decide echarla.

—Tiene sentido.

Sus ojos se abren, aturdida por estas palabras, con horror en ellos. Y
supongo que, a una verdadera romántica, es una cosa terrible de decir. Porque
sí, la gente debería poder amar a quien quiera. Pero nunca es tan fácil. En realidad
no. Hay reglas. Directrices. Los límites no se deben cruzar.

—¡No, no! —argumenta—. Ethan y Zeena no están enamorados.

—Así que me estás diciendo, que la tragedia de esta novela es un


matrimonio sin amor y un perdedor que no puede actuar sobre sus sentimientos
adúlteros.

Ella hace una mueca, se aleja de la mesa.

—Dios, lo haces sonar tan horrible. Y no, eso no es la tragedia. No todo,


de todos modos. Cuando Ethan lleva a Mattie a la estación, se dan cuenta que no
pueden vivir el uno sin el otro, así que deciden quitarse la vida. Están deslizándose
por una montaña, dirigiéndose directamente a este enorme árbol. Ellos chocan,
pero no mueren. Quiero decir, los dos terminan heridos, Ethan con una cojera, y
Mattie, bueno, ella se queda inválida... toda enferma y fea... y no sabes lo que
hace Zeena...

Ella se calla, dejando el resto sin decir, olvidando que algunos de


nosotros no han leído este libro todavía. No sabemos cómo termina.

—Lo siento. No lo hago.

—Toma el control, como si no hubiera nada malo con ella, y comienza a


cuidar de Mattie. Quiero decir, realmente. ¿Estaba prácticamente en su lecho de
muerte, necesitando a una pobre chica contratada para cuidar de ella, y de
repente, está lo suficientemente bien, como para cuidar de sí misma y de todos
los demás? Es trágico. Eso es todo.

Mi primer pensamiento, después de escuchar esto, es que tal vez debería


haberla dejado leer Orgullo y Prejuicio, de todos modos. Todo el amor y anhelo
e intentos de suicidio, era una aguafiestas. Mi siguiente pensamiento es sobre
Jaden, no puedo creer cómo ella abandonó su mesa de almuerzo, sus amigos,
para sentarse fuera en el frío y entregar este resumen. No puedo creer que leyera
el libro entero en una sola noche. Cuando la miro de cerca, puedo ver las ojeras
debajo de sus pestañas expertamente cubiertas con maquillaje. Y esos ojos
verdes están silenciados hoy. No son como cuando está con sus amigos, personas
con que en realidad le gusta pasar el tiempo. Por lo general, brillan.

Este libro la destruyó.

En veinticuatro horas, con Ethan Frome destruimos a Jaden McEntyre.

Ella se mueve en su asiento, mete el pelo detrás de las orejas.

—¿Y bien?

Estoy mirándola de nuevo.

Aparto mi mirada, volviendo a la ciencia. Seguridad. Al mismo tiempo,


trato de tejer la historia juntos, reconstruyendo lo poco lo que sé del amor,
intentos de suicidio, con ganas de estar con alguien, incluso cuando está mal....

—¿Así que estás diciendo que Mattie y Ethan realmente consiguen lo que
quieren?

Ella se burla, ofendida.

—¡No! Ellos querían estar juntos. Ese era el punto.

Mis hombros se levanten, encogiéndose de hombros.

—Están juntos, ¿verdad?

—¡Por supuesto que no! —Pero su irritación se desvanece a medida que


realiza las conexiones—. Um, bueno.... sí, supongo que Mattie y Ethan están
juntos en el final, pero no como querían estarlo. ¿Te imaginas ver a la chica que
amas sufrir por el resto de su vida a causa de algo estúpido que hiciste?

—No lo sé —le contesto—. Nunca me ha pasado. Así que me falta un


cierto grado de empatía.

Ella desenvuelve su sándwich, le da un mordisco, y, cuando otra brisa fría


sopla entre nosotros, mira alrededor del patio. Las mesas envejecidas y césped
muerto. Los árboles vacíos. El cielo gris proyectando sombras sobre nosotros. Y
por un segundo se queda muy tranquila, y todavía creo que somos las dos únicas
personas que quedan en todo el universo. Por un momento somos los dos
últimos seres humanos en esta tierra. Y, para ese momento, creo que podría no
ser tan malo.

Le doy la vuelta a la siguiente página en mi libro.

—La historia suena bien, de todos modos —le digo, llevándola de nuevo
a mí. A esta mesa.

Parece complacida de escuchar esto. El viento mueve su pelo alrededor.


Se pasa los dedos por los mechones sueltos, corriéndolos por su mejilla. Está
sonrojada por el frío. La punta de su nariz es de color rosa, también.

—Lo siento. No quería arruinarlo para ti.

—Yo pregunté. —Vuelvo a mi libro de texto. Las definiciones. Hay un


cuestionario de Química esta tarde, y me tengo que preparar. Pero el aire, no se
siente tan frío como lo hizo hace unos minutos. Y ahora hay sudor en mi espalda.
Y no me puedo concentrar. Las palabras se confunden y las frases se convierten
en páginas incomprensibles, palabras enteras desaparecen. No me puedo
concentrar con ella aquí, sentada frente a mí, el pelo moviéndose en el viento,
hablándome como si importara.

—Entonces, ¿no comes? —pregunta, recogiendo su sándwich.

Me encojo de hombros.

—Depende de qué tipo de estado de ánimo estoy. —Como un desayuno


bastante grande, después de mi entrenamiento en la mañana, así que no estoy
exactamente hambriento esta hora del día.

—Me parece bien. ¿Por qué te sientas aquí por ti mismo?

—Porque es tranquilo —le respondo.

—¿Y eso no lo hace aburrido?

—No.

Ella suelta un suspiro.

—¿Te estoy molestando?

Si contara, probablemente he pasado más de cien días en esta mesa, solo.


Sobreviví el final del verano, algunos de los días más calurosos a finales de
agosto, otoño y ahora el invierno. Este es mi espacio. Mi mesa. Me siento aquí
por mí mismo, porque no estoy en esta escuela para hacer amigos. No necesito
lo que hay detrás de esas paredes. No necesito esta chica sentada frente a mí.

Pero no me molesta, incluso cuando me mira expectante, esos ojos suyos


clavados en los míos.

—Nah —respondo, encogiéndome de hombros casualmente.

Ella alcanza el interior de la bolsa de papel marrón y saca un paquete de


Sun Chips. El plástico se arruga y chilla entre sus dedos, ya que la abre. Se lleva
un chip a la boca, y sostiene la bolsa hacia mí. La miro por un momento,
confundido. Indeciso. Pero luego lo sacude, queriendo decir: “Toma, son tuyos”.

Y a pesar de que no tengo hambre, los tomo. Los tomo, porque ella me
los ofreció, y porque no están nada mal, y porque es la primera vez que alguien
ha hecho un esfuerzo para ser amable conmigo desde que me presenté en este
lugar.

Mis dedos rozan los suyos mientras la bolsa cambia manos. Ya sea o no,
un accidente es tema de debate. Pero sé que ella lo nota, que hace algo, porque
cuando nuestros ojos se encuentran sus mejillas están rosadas. Se aclara la
garganta, baja la mirada y no puedo evitar preguntarme qué está pensando.

Saco un chip y le doy un mordisco. Es crujiente y salado, y justo lo que


necesito para pasar el resto de este día. Es suficiente para provocar una sonrisa,
y, cuando ella mira hacia mí, está sonriendo, también.

¿Y esa chispa?

De repente, está de vuelta.


Traducido por Lapaskis

Corregido por Simoriah

—L
a carne asada estaba realmente buena —reflexiona
Callie—. Definitivamente deberíamos dar alternativas en
la recepción. ¿Quizás carne asada y pollo?

A él le había gustado la muchacha desde el primer día, cuando había


conducido a Flats para conocerla, y...

—¿Chris? ¿Estás escuchando?

—Mmm hmm —contesto—. Pollo y carne asada.

... y ella sonrió...

—¿Cualquiera de los dos? ¿O ambos?

—Cualquiera. O ambos —repito.

... y ella sonrió...

—Bueno, ¿qué opinas del lugar? Sé que estaba oscuro, pero pensé que
el mirador junto al lago era hermoso. Y los oíste decir que pueden dar cabida
fácilmente a 300 personas en el salón de recepción.

Dejo caer la copia de Ethan Frome en mi regazo, me paso la mano por la


boca. Tengo que leer esto. Tengo que hacer esto. Pero hay demasiadas
distracciones. Por mucho que me guste dormir en una cama de verdad y tener
toallas que hacen juego, realmente sólo quiero estar de vuelta en mi propia casa,
tumbado en mi sofá. Leyendo.

—Me gusta lo que sea que te gusta, Cal.

Ella se sienta, mete las piernas debajo de ella y se acomoda el bretel de


su pijama de satén rosado.
—No quiero que te guste lo que sea que a mí me gusta —dice—. Ésta es
nuestra boda. Quiero que seas parte de ella… las decisiones, la planificación. Éste
es tanto tu día como mío.

No puedo creer que siquiera estemos discutiendo esto. ¿Qué novio ha


tenido alguna vez voz y voto en la planificación de la boda?

—Todos saben que las bodas son para la novia —sostengo—. Sólo dime
dónde y cuándo estar allí.

Ella frunce el ceño, y sé que la he ofendido.

—¿Ves? Ésa es la actitud de la que estoy hablando. Si voy a convertirme


en la Sra. de Christopher Parker Whalen, quiero que Christopher Parker Whalen
esté presente durante cada aspecto de este acontecimiento, y eso incluye la
planificación.

Exhalo un cansado suspiro, me froto los ojos.

Debería haberme quedado en casa este fin de semana.

—Estoy presente, Callie. Lo juro.

—¿Qué te parece el lugar? ¿Puedes vernos casándonos allí?

Ésta es lo que llamamos una pregunta capciosa.

Cuando imagino mi boda, y no es que haya pasado mucho tiempo


imaginándola, la imagino sencilla y tranquila. Con familiares y amigos cercanos.
Quizás incluso en una playa en alguna parte. Lo que no veo es este evento masivo
en la Plantación Winnfield. No veo comidas de siete platos ni servilletas bordadas.
Lamentablemente, mi idea y la idea de Callie de una boda perfecta no se alinean.
No que pueda decirle esto.

—Sí —miento—. Era hermoso.

Pero las palabras son exactamente lo ella que quiere oír, y una enorme
sonrisa ilumina su rostro.

—Me dieron cada fecha disponible del próximo año —dice—. El verano
está ocupado, pero se libera de nuevo en el otoño. Sí tienen una fecha temprana,
sin embargo, por una cancelación. Es el primer fin de semana de mayo. —Me mira
expectante, esperando mi aprobación.

—No este mayo —aclaro.


—No. El próximo mayo. Te lo dije, reservan muy rápido. Es un milagro
que ese día siquiera esté libre. Si queremos casarnos allí, entonces es perfecto.
Sino, estamos hablando de casi dos años.

¿Soy el único que piensa que no hay nada de malo con un compromiso
de dos años?

—No queremos apresurarnos —le recuerdo.

—No quiero esperar dos años, Chris —dice ella, los ojos marrones muy
serios.

—Lo sé. Pero no creí que estuviéramos listos para hablar de fechas.

—Lo estamos si estamos intentando conseguir el lugar de nuestros


sueños —explica—. No tienes ni idea de cuánto tenemos que planear. Es
perfecto. Es a principios de la primavera. Estará cálido, pero no demasiado
caluroso. Podemos tener la boda al aire libre. Si hay un problema, podemos
trasladarla al interior. Me encanta el lugar, Chris. Lo adoro. Y tú también dijiste
que te gustaba. Así que es realmente simple.

No sé qué decir. Toda esta charla sobre lugares, carne asada y fechas.
Sólo quiero leer esta historia. Quiero a Ethan Frome y a Mattie Silver. Quiero hacer
mi trabajo y terminarlo. No puedo lidiar con esto ahora mismo.

Cuando no respondo, ella sale de la cama y se dirige al baño, cerrando la


puerta detrás de ella. Oigo toda su rutina de la hora de dormir (el lavado de su
rostro y el cepillado de sus dientes) y, cuando regresa, sin maquillaje y oliendo
ligeramente a menta, con el ceño fruncido, me derrumbo.

Si echo a perder esto, ella nunca me perdonará. No puedo seguir


arruinando las cosas.

—Mañana hablaré con mamá. Si no hay conflictos, lo haremos el primer


fin de semana de mayo.

Su expresión se suaviza, fundiéndose en una sonrisa. Gatea lentamente


sobre la cama y me besa fácilmente en los labios.

—Sabía que recapacitarías. —Su voz baja aún más, suave y sensual—.
¿Qué puedo hacer para agradecerte? —bromea.

—Puedes dejarme terminar este libro.

Ella se aparta, frunciendo el ceño.


—¿En serio?

Es sábado por la noche, y acabo de elegir un libro por encima de mi novia


de cuatro años. Mi prometida.

—Um... más o menos. Sí.

Ella ríe.

—De acuerdo. Eres fácil de complacer. ¿En otra ocasión?

—Por supuesto.

Ella planta otro beso en mis labios, luego se desliza bajo las sábanas y
apaga la lámpara de su mesita de noche.

—No te quedes levantado hasta muy tarde —dice. Sobre nosotros, el


ventilador del techo gira en silencio; una y otra vez. Cada pocos segundos la
cuerda tintinea contra el globo de cristal.

Tomo Ethan Frome una vez más.

...y ella sonrió y lo saludó con la mano desde el tren, gritando: "¡Tú debes
ser Ethan!" mientras bajaba de un salto con sus paquetes... Pero no fue sólo que
la llegada a su casa de una joven y esperanzada vida fuera como un fuego
encendiéndose en una fría chimenea. La muchacha era más que la servicial
criatura brillante que él había pensado.

Sigo leyendo a la luz de la lámpara de mi lado de la habitación, pasando


las páginas en silencio, perdido en el frío y oscuro mundo de Starkfield y Ethan
Frome. Sé que termina mal. Jaden me advirtió, la autora me advirtió, pero sirve
de poco para prepararme para esos últimos momentos que comparten Ethan y
Mattie: la desesperación, el deseo de sentirla, de besarla una vez más. Y, cuando
fracasan...

Cierro el libro y lo coloco en la mesa de noche, me paso los dedos por el


cabello, tiemblo por la brisa del ventilador.

Es tarde.

Incluso, es más que tarde. Es casi... temprano.

Tiro del edredón de plumas de Callie hasta mi barbilla y me estiro hacia


el cable de la lámpara, sumiendo la habitación en la oscuridad. Espero a que mis
ojos se adapten. Espero a que las mantas calienten mi piel desnuda. Espero que
mi cabeza le dé algo de sentido a todo lo que acabo de leer. Mi mente gira con
las reflexiones de Zeena, Ethan, Mattie e Ethan y el amor, la pérdida y el anhelo.

Deberían haber huido.

Él debería haberse esforzado más.

Debería haberla dejado ir.

Callie se mueve junto a mí, dándose la vuelta, pero su respiración


permanece rítmica y uniforme.

Él debería haberse largado de allí.


Traducido por Debs.

Corregido por Simoriah

E
staciono mi moto deportiva, una Suzuki GSX-R, en el espacio del
Maestro del Año en la parte delantera de la escuela. Junto a mí, el
director Howell cierra la puerta de su minivan con un golpe. Me
acompaña hacia la entrada, jugando con sus llaves. Hace frío y está oscuro, otro
día nublado y miserable, cuando el sol se ponga en la siguiente hora más o
menos, hará incluso más frío. Estará más oscuro.

Starkfield.

—Disculpe las molestias —digo, mi aliento volviéndose humo en el aire


helado.

—Está bien —responde el director—. Sucede que disfruto pasar las


últimas horas de mi fin de semana en el trabajo.

Reprimo una sonrisa.

—Sí. Tampoco fue mi idea.

Al final encuentra llave correcta, destraba la puerta y la abre de par en


par. Hay poca diferencia entre la temperatura afuera y la temperatura adentro.
Deben apagar la calefacción los fines de semana. Exhalo aire caliente contra mis
dedos ya congelados.

Será mejor hacer esto rápido.

El director Howell enciende las luces del pasillo.

—Estaré en mi oficina si necesitas algo.

—No creo que esto tome mucho tiempo —le aseguro. La última
búsqueda de casilleros fue una completa pérdida de tiempo, y no hay muchos
estudiantes aquí. La Escuela Secundaria de Bedford es de hecho una de las
escuelas más pequeñas que he visto. Diablos, mi clase de graduación en Hamilton
tenía más estudiantes que este lugar.

Me dirijo primero al pasillo del último año, encendiendo luces a medida


que avanzo. Hay algo extraño en una escuela después de horas. Las sombras. La
quietud. Un lugar nunca debería sentirse tan tranquilo y vacío.

Podría golpearme a mí mismo por no quedarme hasta tarde el viernes.


Debería estar en casa. Relajándome. Nunca debería haber ido a Hamilton.

La próxima semana. La semana que viene me quedaré en la ciudad.

Levanto el pestillo del primer casillero y muevo los libros, apartándolos a


un lado, tocando detrás de ellos, buscando algo inusual. Fuera de lo común.

Nada.

Cierro la puerta del casillero de un golpe y paso al siguiente.

Los casilleros en esta escuela ni siquiera tienen cerraduras de


combinación; así de pequeño y seguro es este lugar. Todos conocen a todos.
Todos conocen los asuntos de todos. Cuando me presenté, sólo tomó una
semana y media antes de que recibiera miradas extrañas de los maestros, antes
de que las madres de los alumnos de primer año alejaran a sus hijos de mí, como
si la rebelión fuera una enfermedad, y ellos pudieran contagiarse si se acercaran
demasiado.

Alguien debería advertirles: los niños ya están rebelándose, y yo no tenía


nada que ver con eso.

El director es la única persona en esta escuela que conoce la verdad.


Hubo problemas en la escuela el año pasado, y el año anterior. Él fue el que contó
mi “historia" a unos pocos maestros que no estaban al tanto durante el servicio.
Después de esto, la noticia se extendió como fuego; primero a los profesores
restantes y luego a los padres. Luego llegó a los estudiantes, y pronto no hubo
un alma en esta ciudad que no supiera de Parker Whalen.

La idea era que aquel que trajera drogas a la escuela gravitara hacia mí.
Así es como funcionó antes, de todos modos. Por desgracia, eso no sucedió.
Ahora estoy atrapado con este personaje. Y es demasiado tarde en el año para
hacer amigos; para hacer algo sin que parezca sospechoso.

Sigo por la línea, en busca en los casilleros uno por uno. A mitad de
camino veo un rostro muy familiar mirándome. Dos rostros conocidos, en
realidad. Jaden McEntyre y Blake Hanson en la graduación. Están sonriendo. Jaden
lleva demasiado maquillaje y Blake luce tieso e incómodo en su esmoquin, como
si tuviera un palo en el trasero.

Entiendo el encanto de todo el asunto de la "estrella de baloncesto", pero


algo en Blake no me suena bien. No puedo decidir si es porque parece un buen
tipo o si es demasiado agradable: si él es agradable al estilo "quiero que creas
que soy una gran persona cuando realmente soy un imbécil".

Viéndolo en su esmoquin, de pie junto a Jaden, decido elegir la ruta del


imbécil.

Hay algunas otras fotos de ellos pegadas en la puerta, y una imagen de


Jaden y su mejor amiga, Savannah. Su horario de clases está tipeado y publicado,
y hay un escudo escarlata de Harvard, algo recortado de una revista o folleto.

Oí que ella aplicó. Me enteré, en realidad; las conversaciones de maestros


bien intencionados y admirados alumnos de años inferiores. Ella apunta a la
escuela de medicina. Todos parecen pensar que tiene la oportunidad de hacerlo.

Podía verla como médico. Un Médico Sin Fronteras.

Definitivamente he sido testigo del sentido de derecho1.

VERITAS. Eso es lo que dice el escudo.

Me pregunto qué significa.

Abro más la puerta y mi reflejo aparece en su espejo; fuera de lugar junto


a las grandes sonrisas y el peinado de graduación.

Me vendría bien una buena afeitada.

Me paso la mano por la barbilla, luego estiro la mano hacia la pila de


libros, listo para sacarlos, moverlos a un lado. Pero algo me detiene. El casillero
en sí es todo lo que recuerdo. Limpio. Organizado. Pero no significó nada en ese
entonces. Ahora que hemos estado trabajando juntos, ahora que conozco a
Jaden, que hemos hablado, que hemos compartido Sun Chips, rebuscar entre sus
cosas personales parece casi... mal.

No hay manera de Jaden McEntyre sea mi enlace.

1
N. de T.: refiere a la idea de que alguien tiene el derecho de que se le dé algo que los demás
creen que debería ser obtenido gracias al esfuerzo.
Cierro la puerta y paso a la siguiente, sin buscar.

Pero esa insistente voz en mi cabeza, el detective dentro que se niega a


callarse, me recuerda que no sé que ella no es mi enlace, no con seguridad.

Todos los demás están siendo revisados; ¿por qué Jaden siempre obtiene
el pase libre?

Reabro su casillero, evitando mirarla a ella, a Blake, a mi propio reflejo, y


empujo los libros a un lado.

Nada.
Traducción Itorres

Corregido por Simoriah

T
omo una tarjeta anotador del bolso durante mi última hora de clase
de Química y destapo mi marcador.

Jaden, comienzo. Terminé de leer Ethan Frome el fin de


semana y me preguntaba si querías reunirte…

Eso no suena patético en absoluto. Y la letra es casi imposible leer. Cubro


las letras y tomo otra tarjeta.

Jaden, iba a ir la biblioteca esta tarde, y…

Frustrado, también tacho esto, finalmente decidiéndome por dos simples


palabras: Zeena Apesta. Ella sabrá lo que significa.

Levanto la mano. Coleman trabaja en un problema a través de un antiguo


proyector de transparencias. Las luces están apagadas, las persianas cerradas y la
máquina zumba. Él ha trabajado bastantes años; ya debería que ésta es una receta
para el desastre. Efectivamente, todos en la fila de atrás están dormidos.

Me aclaro la garganta para llamar su atención, y él finalmente me llama.

Estamos tan cerca de la campana que tomo mi casco y mi mochila al salir,


terminando mi día temprano. No puedo recordar exactamente cuál casillero es el
de ella (todos lucen igual después de un tiempo), así que comienzo a mitad de
camino por el pasillo y abro la primera puerta. No es. Sostengo el pestillo, cierro
la puerta, luego la acomodo en su lugar. La puerta no hace un sonido.

Miro sobre ambos hombros para asegurarme de que nadie se acerca. Es


arriesgado, hurgar en los casilleros durante el horario escolar, pero sigo en la
línea. Abro. Cierro. Abro. Cierro.

Y luego ahí está, mirándome.

Lanzo la tarjeta en el interior y rápidamente cierro la puerta.


La biblioteca está vacía cuando llego. Los ojos de la bibliotecaria me
siguen sospechosamente al entrar.

Sé que no pertenezco aquí, quiero decirle. Ése es el punto.

Me siento en nuestra mesa y reviso la hora en mi teléfono celular. La


campana está a punto de sonar. Inhalo rápidamente y exhalo, a la espera. Es tan
silencioso que puedo oír el movimiento de cosas en el mostrador, entradas y
salidas de la oficina, libros siendo apilados y apilados una vez más. Miro la hora
una vez más.

No puedo sentarme aquí y actuar como si no estuviera haciendo nada;


como si estuviera esperándola. Porque eso luciría patético. Y no que yo siquiera
espera que ella aparezca. Ella probablemente tiene alguna reunión del tipo de
"Salve a las Selvas Tropicales" al que ir, de todos modos.

Saco mi libro de Geometría del bolso y lo abro en la lección de hoy. Suena


la campana, y el corredor se llena de gente. Espero. Tapando mi pluma.
Destapándola. Pasando las páginas. Mirando la puerta.

El estacionamiento se vacía, todos se van por el día.

Debería haber dicho algo acerca de la biblioteca. Fue una estupidez de


mi parte asumir que entendería el mensaje; que sabría lo que significaba.

Regreso a mi libro de Geometría.

Un set. Si ella no está aquí en veinte minutos, me iré.

A mitad del segundo problema, la puerta se balancea abierta. Mi columna


se pone rígida. Me obligo a no mirar, a relajarme, a oír el sonido de los pasos
acercándose. Y, cuando una mochila golpea el suelo con un golpe seco...

Estoy conteniendo el aliento. Ni siquiera me di cuenta...

—¿Y? —pregunta, sacando la silla justo frente a mí.

—¿Y? —Me esfuerzo por mantener mi tono casual, indiferente.

—¿Qué piensas? Quiero decir, ¿además de que 'Zeena Apesta'? —Sonríe


alegremente, mostrando esos dientes blancos y perfectamente rectos; sus labios
con una fresca capa de brillo.

Aparta la vista de sus labios, Whalen.


—No sé —respondo, cerrando el libro de matemáticas y echándome
hacia atrás en la silla. Ella abre bolso y saca un cuaderno, lista para trabajar.

—No fue romántico, eso es seguro —dice—. Odié que Ethan anduviera
de puntillas con sus sentimientos. Así que la amas. Díselo ya.

—No creo que fuera tan fácil para él. El tipo ya estaba casado —le
recuerdo—. Y no se supone exactamente que tengas sentimientos por tu ama de
llaves cuando tienes una esposa.

—Supongo que no. Pero ya sabes... Zeena no era mucho material de


esposa. Quiero decir, estaba enferma todo el tiempo y gastaba dinero en
tratamientos médicos que ni siquiera necesita. Es tan obvio que estaba celosa. ¿Y
la forma en que saltó y se hizo cargo de Mattie como si no sucediera nada con
ella? ¡Eso me molestó tanto! Quiero decir, si ella hubiera hecho su trabajo en
primer lugar, nada de esto habría sucedido jamás. Ethan probablemente no se
hubiera enamorado de Mattie.

—Crees que es culpa de Zeena.

—-No creo que ella ayudara. —Ella garabatea algunas notas en una hoja
de papel en blanco—. Repasemos nuestras impresiones hoy, y quizás en un día
o dos podamos volver a reunirnos aquí y trabajar en nuestros temas. A menos
que, ya sabes, sea mejor en otro momento —añade rápidamente.

Estaba esperándola, ¿verdad?

—No. Está bien.

—De acuerdo. Entonces.... ¿qué opinas de Ethan? —pregunta.

—No lo sé. En cierta forma me sentí un poco mal por él.

—Lo sé. Quiero decir, odio Mattie y él no pudieran estar juntos. Ellos
merecían ser felices, ¿sabes? —Se detiene un momento, pensando—. No podía
imaginar no estar con la persona por la que tenía sentimientos. Y luego no ser
capaz de hablarle a la gente acerca de mis sentimientos. Apestaría.

—Sí —contesto. Pero entonces recuerdo a Ethan, su vida, cómo él debería


haber insistido por más, por algo mejor—. Pero es más que eso. Él era inteligente.
Tenía planes. Quería salir de la ciudad y de hecho ser alguien. Luego sus padres
se enferman y él tiene que regresar a casa y cuidar de la granja. Cuando ellos
finalmente mueren él está sólo, así que se casa con Zeena para tener compañía.
Todo es frío y triste. No sé. Tienes que sentirte mal por un tipo que quería tanto
para sí mismo y terminó sin nada.

Ella me mira cuidadosamente, su ceño frunciéndose.

—Guau —murmura.

—¿Qué?

—Es sólo que... eso fue muy perspicaz.

No puedo ocultar mi sonrisa.

—Estás sorprendida de que sea capaz de una conversación reflexiva.

—No —responde, devolviéndome la sonrisa—. Entonces... son pobres. —


Escribe esto en su cuaderno.

—Zeena está enferma y malhumorada —agrego.

—Mattie es la única felicidad de Ethan.

Entrelazo los dedos detrás de la cabeza, apoyándola ahí.

—Sabes... no creo que Ethan lo hiciera a propósito —digo, pensando en


voz alta.

—¿Hacer qué?

—Enamorarse de Mattie.

—¿Por qué no?

—Porque simplemente no creo que lo hiciera. No creo que puedas


controlar algo como enamorarse.

—¿Crees que sólo sucede? —pregunta—. ¿Sin planear? ¿Sin previo aviso?

—Creo que te enamoras de alguien cuando menos lo esperas… cuando


es lo último que quieres. Eso es lo que hay de bueno en ello.

Ella parpadea un par de veces ante esto, y sé que algo que he dicho la
sorprende. Se desplaza en su silla y se aclara la garganta, nerviosa.

—Has, um, ¿alguna vez te has estado enamorado?

Ésa es una pregunta algo personal, ¿verdad? Mis ojos se estrechan,


entrecerrando los ojos.
—¿Por qué lo preguntas?

—Intuición —responde ella, los hombros levantándose con facilidad—.


Me preguntaba si hablabas por experiencia.

Inmediatamente pienso en Callie. Callie, a quien le he dicho que la amaba


un millón de veces. Callie, con quien prácticamente estoy viviendo los fines de
semana. Callie, con quien he salido durante cuatro años. Callie, quien está
planeando nuestra boda.

Pero Jaden no puede saber nada de Callie. Nadie puede.

—Nah. ¿Qué hay de ti?

Sus brazos se cruzan sobre su pecho, y espero que no se ponga a la


defensiva cuando ella acaba de hacerme la misma exacta pregunta.

—¿Por qué quieres saberlo?

—Porque tú me preguntaste —señalo—. Es justo, ¿verdad? —Jaden se


sienta más recta, pensando y espero el reconocimiento, que Blake Hanson y ella
están locamente enamorados, que nunca habrá otra persona la entienda tan bien
como él. Ella podría incluso lanzar las palabras "alma gemela." Creo que me
gustaría oírlo, viniendo de sus labios. La confirmación. Entonces puedo sentir
lástima por ambos.

—No, no lo creo.

Reprimo una risa.

—¿No es justo? ¿O nunca has estado enamorada?

—Enamorada —responde, seria.

Mierda. Eso no es lo que esperaba oír. Ni siquiera cerca. Me esfuerzo para


ocultar el shock que sé está escrito en mi rostro, en mi voz.

—¿Ni siquiera de Blake Hanson?

Su rostro palidece un poco, aunque no puedo decir si es por el nombre


o si sólo acabo de notar la horrible iluminación en esta habitación. Ella mira sus
notas, perdida en sus pensamientos... Y no responde.

Ni siquiera de Blake Hanson.


Dios mío. ¿Cuánto tiempo han estado saliendo? ¿Un año? ¿Y ni siquiera
ama al tipo? Esto está seriamente jodido. ¿Cómo no puede lo jodido que está?

—Tomaré eso como un no rotundo.

—Por supuesto que amo a Blake —farfulla. Pero ella se niega a mirarme
a los ojos, y no estoy convencido. Después de todo, no puedes mentirle a un
mentiroso.

—No dijiste que lo estabas —señalo.

Ella sacude la cabeza, encuentra el coraje para trabar su mirada con la


mía; sus ojos verdes en llamas. Pero vaciló. Sabe que metió la pata. Quizás incluso
sabe lo imbécil que es su novio. ¿Honestamente? Estoy aliviado.

—No tengo que hacerlo —dice ella—. Se entiende.

¿Se entiende? ¿Qué significa eso?

—Te pregunté si alguna vez habías estado enamorada, y dijiste que no.

—Amo a Blake. —Su ceño se frunce un poco, como si sintiera esas


palabras por primera vez. Como si incluso ahora no supiera qué hacer con ellas.
Le son ajenas. Desconocidas. Ella no ama a Blake Hanson. Ni siquiera está
fingiendo.

—Entonces, ¿por qué acabas de decirlo? ¿Por qué siquiera tienes que
pensarlo? —pregunto.

—Tengo derecho a pensar en ello.

—Si realmente amas a alguien, no deberías tener que pensar en nada.


Deberías querer decirlo. No es difícil.

Sus mejillas se vuelven de color rosa.

—Eso es absurdo. Si estuviera enamorada lo sabría, ¿verdad?

—Me gustaría pensar que deberías —respondo.

—De acuerdo, entonces. —Vuelve la atención a sus notas.

Reprimo una sonrisa al darme cuenta de que esta chica ha estado


saliendo con el mismo tipo durante un año y que ni siquiera sabe si lo ama. Pobre
Blake; perpetuamente estancado en primera base. No es de extrañar que sea tan
molesto. Quizás debería darle un respiro.
—¿Por qué haces eso? —pregunta ella, molesta.

No puedo evitarlo; no puedo dejar de sonreír.

—¿Qué?

Sus dedos se aprietan formando puños.

—Eso. Reírte de mí.

—¿Por qué te pones tan a la defensiva?

—No estoy a la defensiva —insiste.

—¿Amas a Blake? Es una pregunta simple. No sé cuál es el gran problema.


—Cuanto más me río, más nervioso se pone. Casi odio divertirme tanto a costas
de ella. Casi—. ¿Sí o no, Jade?

—Sí... no... Quiero decir... —Ella suelta un suspiro cargado de problemas.

Misión cumplida.

Me recuesto en la silla.

—No amas a Blake Hanson. De hecho, ni siquiera sabes por qué todavía
estás con él.

—¿En serio? Entonces dime, Parker. ¿Por qué todavía estoy con él? Por
favor. Ilumíname. —Para generar efecto, ella pone los ojos en blanco, pero el
daño ya está hecho y ella lo sabe.

—Estás con él porque es seguro. Estás felizmente atrapada en tu pequeña


zona de confort. Has estado con él durante tanto tiempo que ya ni siquiera sabes
por qué están juntos, pero nunca lo dejarás ir porque es tan fiable. Es una relación
de conveniencia pura. —Inclino la silla hacia atrás sobre dos patas, flotando
cómodamente—. La animadora y el capitán de baloncesto. Quiero decir...
¿puedes ser un estereotipo más grande? Apuesto a que también van a comer
pizza cada sábado por la noche. Y a veces él llama sólo para decirte buenas
noches.

—No animo el baloncesto —dice. No niega el resto.

—Es básico, Jade. Lo que necesitas es un poco de emoción en esa vida


monótona tuya, y dudo que Blake Hanson te lo dé.

—Blake es un buen tipo. Él es... perfecto.


Sí, Blake Hanson es un buen tipo tanto como yo seré nominado Rey de
la Graduación.

Espera. ¿Ella lo llamó perfecto?

Si hubiera comido algo en el almuerzo, ya lo hubiera vomitado.

—Perfecto. En serio —digo, incrédulo.

—Sí.

—Blake es aburrido.

—Dijiste que yo era aburrida —me recuerda.

—Mi punto exactamente.

—¿Cómo siquiera llegamos a esto? Pensé que estábamos hablando


de Ethan Frome.

—Lo hacíamos... hasta que tú me preguntaste si alguna vez había estado


enamorado.

Ella se aclara la garganta, traga con fuerza.

—¿Qué te pareció el gato? —pregunta, cambiando de tema.

—Espeluznante. Como la encarnación de Zeena.


Traducción Itorres

Corregido por Simoriah

M
e deslizo en la multitud de estudiantes que llenan los pasillos,
maniobrando a través de la multitud, empujando contra el
flujo. Estoy a mitad de camino de mi casillero cuando lo
oigo. Sobre los gritos, chillidos y conversaciones (el caos que es un gran pasillo
de la escuela entre períodos) hay una risa suave que se eleva por encima del
resto.

Conozco este sonido.

Y, cuando miro a mi derecha, veo a Jaden. Un vistazo rápido de esa


sonrisa, de su rosada nariz y pálidos labios, como si acabara de regresar del
exterior. Ella desaparece en un aula, Blake a su lado. Él se detiene en la puerta,
apoyándose contra el marco.

Así que Blake no sólo es perfecto, según Jade, sino que claramente son
la pareja perfecta. Lo suficientemente considerados para no besarse frente a sus
casilleros. Nunca haciendo alarde del estado de su relación frente a aquellos
menos afortunados. Apuesto a que ni siquiera han tenido una pelea.

Pero ella no lo ama.

Porque si lo hiciera, lo besaría frente a su


casillero entre cada período. Le diría a todos los que conoce que pertenece
a Blake y él a ella. Y ellos pelean como el infierno, porque luchar requiere pasión y
el amor es pasión. Cuando la lucha se detiene, cuando la pasión se ha ido, es
cuando las cosas se deshacen.

Paso junto a ellos, empujando.

Al final del día estoy en mi casillero, tomándome mi tiempo para cambiar


los libros, oyendo las conversaciones alrededor.

Alguien está castigado.


Los padres son tan injustos.

Alguien más reprobó el examen de biología de Coleman.

La ex-novia de mi novio es una perra total.

Jesús. Estos chicos no pueden estar todos limpios. Encontraron


un montón de drogas en la escuela el año pasado, por el amor de Dios. Alguien en
esta escuela sabe algo de alguien. Necesito detalles.

Exploro el pasillo. A dos casilleros de distancia hay un


tipo, pequeño y flaco, con estos indómitos rizos colgado sobre su
rostro, ocultándolo del mundo. Él tiene esta cosa del chico perdedor
perpetuamente perdido.

Juraría que era un estudiante de primer año si no estuviera en el corredor


del último año; no el hombre al que típicamente iría por información, pero
me estoy quedando sin opciones.

Parker Whalen está a punto de convertirse en social.

—Oye, hombre —exclamo. Su amigo y él continúan su conversación,


ignorándome, así que intento de nuevo—. Oye.

Su amigo le da un codazo, los ojos muy abiertos y le susurra.

—Amigo, creo que te habla a ti.

El chico se voltea hacia mí, aparta el cabello de sus ojos con un practicado
movimiento de la cabeza.

—¿Sí?

—Oye —repito—. Así que, ¿hay algo, como, para hacer en este
pueblo abandonado por Dios?

Él me mira con cautela, sin comprender.

—Como... ¿a qué te refieres?

—¿Cosas que hacer? ¿Los fines de semana?

—Jugar video juegos. Conversar —ofrece su amigo, encogiéndose de


hombros casualmente.

—Me refiero a fiestas. Ya sabes, ¿la gente no se junta después de los


partidos? ¿Los sábados por la noche?
—Yo paso el rato en casa de Tyler —dice el amigo.

El tipo con el cabello debe ser Tyler.

—No nos invitan a fiestas —dice él.

—Vamos. ¿Un par de tipos tan geniales como ustedes?

El ceño de Tyler se frunce.

—¿Eso es una broma?

Lanzo un suspiro.

—Sí. No realmente. —Esto se está yendo a ninguna parte. Cuando yo


estaba en la escuela secundaria, no esperaba invitaciones. Descubríamos quién
era el anfitrión y llegábamos sin invitación. Pero eso era cuando
era popular. Cuando me importaba. Y eso era Hamilton. Esto es Bedford. Lo cual,
aparentemente, es un reino completamente diferente. Un reino sin celebraciones
de ningún tipo—. ¿Así que me estás diciendo que nadie en esta escuela jamás ha
tenido una fiesta?

Tyler se pone la mochila al hombre, cierra la puerta del casillero y su


amigo y él se van.

—Supongo que eso es un sí —murmuro.

—No —dice una voz detrás de mí—. No hay nada que hacer aquí. —Me
vuelvo para encontrar una chica en una camisa de franela demasiado grande y
zapatos toscos, abrazando una pila de libros contra el pecho. Su cabello está
recogido en estas puntiagudas coletas. Hay pintura en la manga.

Estudiante de arte.

—Este lugar está muerto los fines de semana —continúa—. Es


demasiado pequeño. Demasiados padres conocen a los otros padres... —su voz
pierde intensidad—. Cualquiera que busque divertirse va a Trenton.

—¿Trenton? —repito—. ¿Eso no está un poco lejos para ir de fiesta?

Ella se encoge de hombros.

—Depende de cuánto lo desees. Hay más que hacer allí, de todos


modos. Compras. El cine. Además, la universidad está allí.
—¿Prescott? —Prescott es una las universidades estatales más pequeñas.
Está a unos buenos treinta y cinco minutos de vieja de aquí.

—Sí. Aparentemente Fifth Street es en donde todo sucede. Es algo así


como la Calle Fraternidad. —Pone los ojos en blanco.

—Supongo que no eres una fan —le digo.

Otro encogimiento de hombros. Ella mira por el pasillo. La gente sigue


disminuyendo.

—Es lo que es.

—Entonces quizás te vea allí en algún momento.

Ella me mira, el indicio de una sonrisa jugando en sus labios.

—No es probable.
Traductora Marcelaclau

Corregido por Simoriah

―¿Q
ué basurero ―dice Erik―. ¿Cómo
siquiera sobrevives a este lugar,
amigo? Él pincha una porción de pizza
con el tenedor―. Creo que este queso
pasó su mejor momento.

Guido’s es el único restaurante verdadero en todo Bedford, y uso el


término “verdadero” vagamente. Lo que quiero decir es que no es comida rápida,
lo cual es su único atractivo verdadero. Y como el único restaurante verdadero,
intento pasar por alto la alfombra (la cual es una enorme mancha), los asientos
de desgastado vinilo y la cadena de luces de Navidad a medio encender que
alinean el muro frente a la cocina.

No sólo es el queso; todo el restaurante pasó su mejor momento.

―Sí, bueno, aprecio que hayas venido desde tu posición elevada para
mezclarte con los siervos ―digo.

―Es la única manera en que puedo pasar algo de tiempo contigo. Esta
maravilla tiene sus días de semana, Callie reclama sus fines de semana… mi madre
me contó lo de la boda, por cierto. Felicidades. ¿Ibas a llamarme? ¿A enviarme un
cigarro?

―No se envían cigarrillos a la gente cuando anuncias tu compromiso


―señalo.

Él se estira para tomar su vaso de soda.

―Muestra lo que sé. De todos modos, no es para nada patético que


tuviera que enterarme de la boda de mi mejor amigo a través de mi madre.

―Simplemente sucedió ―explico―. No se lo he contado a nadie. Callie


está haciendo suficiente por los dos. Mi plan era tomarme las cosas con calma.
Erik se ríe, sacude la cabeza.

―Es casi entrañable cuán despistado estás acerca de las chicas y las
bodas.

Examino el restaurante; las camareras rebotando de mesa en mesa. El


lugar está lleno, casi todos los asientos disponibles ocupado. En este caso, ser el
único juego en la ciudad tiene sus ventajas.

―No te preocupes. Me están educando.

―Apuesto a que Callie te está educando muy bien ―bromea―. Yo soy


el padrino, ¿verdad?

¿Padrino? Realmente no he pensado en…

―Vacilaste ―acusa―. ¡No puedo creer que vacilaras!

―No vacilé ―afirmo―. Por supuesto que eres mi padrino. Sólo… estoy
ocupado. No he pensado mucho en ello todavía. Aún tenemos más de un año
para preocuparse por ello.

―Necesitaré un año para planificar tu despedida de soltero ―dice―.


También estoy a cargo de eso, ¿verdad?

Sin embargo, casi no oigo esto. Hay un grupo en la puerta, el gerente


saludándolos con un caluroso.

―¡Buon giourno!

Podría haber jurado…

―¿Despedida de soltero? ―repito, estirándome para ver alrededor de


una mesera que reúne menús de una mesa en el medio―. Supongo.

Él ríe.

―Clásico.

La camarera se dirige a la cocina.

Y ahí está ella.

Blake Hanson la lleva de la mano mientras cruzan el restaurante,


esquivando las mesas. Están con amigos. Ashley y Savannah, y Toni Perri del
equipo de baloncesto.
―¿Qué piensas de Las Vegas? ―pregunta Erik.

Ellos se amontonan en un cubículo.

―Demasiado caro ―respondo.

―No Las Vegas. Está bien. No es difícil encontrar problemas en Hamilton.

Me inclino hacia adelante, sólo lo suficiente… pero no puedo ver a Jaden


en absoluto. El tonto de su novio está en el medio.

―Éramos bastante buenos en eso ―murmuro.

―Lo sé, ¿verdad? Míranos ahora. Quiero decir, mírate. Tienes un arma,
una brillante placa y todo.

―Muy alejado de dónde venimos.

―¿Eso es Shakespeare? ―pregunta.

Echo un vistazo a Erik, confundido. ¿Shakespeare?

―No. No lo creo.

―Sólo estoy diciendo… ¿quién hubiera pensado la noche que fuimos


esposados, que un día serías el que colocara las esposas?

―No vayamos allí.

―¿Por qué no? ¡Es el mejor regreso jamás! De matón callejero a


trabajador.

―Jesús, Erik. ¿Podemos no hablar de esto aquí?

―En serio, amigo. Realmente deberían hacer una película sobre ti. No
me sorprende que le estés dando a Callie rienda suelta con esta mierda de la
boda.

Blake se inclina hacia atrás en el cubículo, y puedo verla de nuevo.

Si ella realmente no lo ama, ¿entonces por qué siquiera se molesta? ¿Por


qué alguien perdería su tiempo con alguien con quien no está completamente
seguro que quiere estar? ¿Cuál es el punto?

Ella le sonríe, algo que él le dice, y todo su rostro se ilumina.

Mierda.
Quizás sí lo ama; sólo que no sabe cómo.

Un cosquilleo de algo que podrían ser celos se desliza sobre mi piel.

―¿Hola? ―pregunta Erik―. Tierra a Whalen. ¿Dónde estás esta noche?

―En ninguna parte ―contesto, arrancando los ojos de Jaden McEntyre y


del hombre al que ella no ama.

―Mentiroso. Algo por allá que es obviamente más interesante que yo.
―Estira el cuello siguiendo mi línea de visión.

―Sólo son algunas personas que conozco.

―¿Quiénes son? ¿Necesitar ir y saludar o algo? ¿O deberíamos


escondernos? ¿Es una vigilancia?

Me obligo a no poner los ojos en blanco.

―No, no es una vigilancia.

―Entonces, ¿a quién estoy mirando? ¿Los dos chicos? ¿La rubia


increíblemente sexy? ―pregunta, observándolos.

―¿Savannah?

―¿Dos morenas?

―Ésa es la mesa ―confirmo.

―Hombre. ¿Dijiste Savannah? Ella está muy bien. ¿Con qué alimentan a
las chicas ahora?

―Cállate.

―En serio. ¿Es mayor de edad? ¿Puedes presentármela?

―No. En ambos casos. ―No sé si ella tiene dieciocho o no. No confiaría


en Erik, incluso si lo fuera―. ¿Estás intentando que me despidan?

Erik ríe.

―Debe apestar estar alrededor de tantos traseros de calidad todo el día


y no poder tocarlos.

Ignoro eso.
―Iré a Trenton más tarde esta noche. Aparentemente ése es el lugar para
ir de fiesta si vives por aquí.

―Aww, sí. Chris Whalen reventando algunas fiestas.

―No todavía. Sólo un poco de reconocimiento.

Echo otro vistazo alrededor de su cubículo. Blake envuelve el cuello de


Jaden con el brazo y la atrae hacia él, besándola en la frente.

Mi mandíbula se tensa.

Ella no lo ama.

Realmente no puede amarlo.

Hace tanto calor en este restaurante. Me estiro para tomar mi vaso de


refresco.

No puedo creer que ella piense que él es perfecto.

―¿Qué te sucede esta noche?―pregunta Erik―. Los sigues mirando así,


y yo iré ahí a preguntarles si tienen espacio para dos más.

―Lo siento. ¿La chica con el cabello castaño? Es mi compañera de inglés,


y realmente me gustaría que no me viera.

―Entonces deja de mirarla.

―No la estoy mirando a ella ―digo―. Estoy… vigilando.

―Entonces, con compañera te refieres a… ―su voz se desvanece.

―Tenemos este gran proyecto que entregar en dos meses. Ensayos, un


informe oral, todo. Estamos leyendo Ethan Frome.

―Suena horrible.

―No lo es.

―¿El libro o el proyecto? ―pregunta.

―Ambos.

―Wow. Chris Whalen ama los libros. Y las morenas, al parecer. ¿Vas a
mirarla toda la noche?

Mis mejillas se inundan de calor.


―No la estoy mirando.

―Podrías haberme engañado. Entonces, ¿cómo es ella?

¿Cómo es Jaden McEntyre? Inteligente. Perceptiva. Bonita.

―Sabes, probablemente deberíamos conseguir una caja para esto y salir


de aquí ―contesto, ignorando la pregunta.

Erik empuja su plato a un lado.

―Probablemente podríamos pasar por alto la caja y salir a buscar un


verdadero restaurante ―murmura.
Traducido por Lorenaa y MaEx (SOS)

Corregido por Simoriah

S
oy un mentiroso, sí, pero no tiene sentido negar que algo se eleva
dentro de mí cuando oigo que abren la puerta de metal, el ruido
de la cafetería… cuando veo a Jaden McEntyre pasearse hacia mí,
los libros apretados contra su pecho.

—Hola —dice.

Una fresca brisa sopla entre nosotros. Las páginas de mi libro de texto
pasan una tras otra. Las detengo y sigo escribiendo, intentando no parecer
afectado.

—Hola.

—Yo, um, me preguntaba si quieres que quedemos y hablemos sobre


nuestros temas después del colegio. Ya sabes, ¿para Ethan Frome?

—Claro.

—De acuerdo —responde. El alivio en su voz es notable—. Y, um, estaba


pensando, si en vez de encontrarnos en la biblioteca, tú podrías venir a mi casa…
o… algo.

Levanto la mirada hacia ella.

¿Qué tiene de malo la biblioteca?

No registro inmediatamente que a lo mejor no quiere que la vean


conmigo, que arruino su estelar reputación, hasta que se muerde el labio inferior.
Parece casi… nerviosa.

Ésta no puede ser su idea.

—Sí —digo centrándome en mis notas, ignorando esos labios—.


Necesitaré indicaciones.
Otra ártica brisa pasa mientras ella abre su mochila. La observo escribir
la dirección, la letra con rizos, formal y calculada. Practicada. Va a tener que
trabajar en eso si va a ser doctora. Me entrega la nota, e inmediatamente
reconozco el nombre de la calle. No vive muy lejos de Main. En el distrito
histórico. Donde vive el resto de la gente de dinero.

Ésta no puede ser su idea.

—Entonces, ¿tus amigos te están dando problemas? ¿Ahora tenemos que


escondernos?

—No. ¿Por qué lo preguntas? —contesta rápidamente, demasiado


rápidamente. Y no sólo se ruboriza, no puede mirarme a los ojos.

No duraría cinco minutos en una sala de interrogación conmigo.

—Eres una horrible mentirosa.

Ella sonríe, echa in vistazo hacia la cafetería, pero no niega la acusación.

—Tengo que ir a por el almuerzo. Pero, um, ¿quizás te vea alrededor de


las tres y media?

—Sí.

—Genial. —Y justo cuando está a punto de irse—. Oh, estas son para ti.

Ella abre su bolsa de papel marrón del almuerzo, y saca de la bolsa Sun
Chips, y la lanza sobre la mesa frente a mí. Trabajo para cubrir mi sorpresa.

—Aw, Jade. Estuviste pensando en mí —bromeo.

—No estés tan seguro —contesta, pero puedo oír la sonrisa en su voz,
aunque nunca llegue a sus ojos—. Te veré luego.

Se pasea de regreso a la cafetería. La observo alejarse, elegante y segura.


Esta vez, es la voz de Erik la que me recuerda no mire. Inhalo una bocanada de
aire frío y examino la bolsa de patatas fritas, girándola en mis manos.

Mis ojos se elevan, una vez más, atrapándola antes de que desaparezca.

***

El plan era volver a Trenton esta tarde, para revisar dos violaciones
separadas de sonido no lejos de las casas que ya había visitado. Se citaba al
menos a uno de los arrendatarios de proveer alcohol a menores.
En vez de eso estoy rodeando límites de Bedford, mirando la hora en mi
teléfono en cada intersección, observando los minutos acercarse a las tres y
media. Los guantes, la chaqueta de cuero y el casco funcionan para salvarme del
aire helado, pero no puedo evitar temblar, con mi corazón golpeando, tronando
con el rugido de la moto.

Debería haberle dicho que no.

Debería haber ido a Trenton, de todos modos.

Debería haber ido al gimnasio para quemar algo de esta energía.

Deslizo mi moto por el encintado frente a restaurada casa victoriana justo


a tiempo. Compruebo tres veces el número de la casa con las instrucciones de
Jaden. Luego me desabrocho el casco y me lo quito.

Esto es.

Suelto un ansioso suspiro y cruzo el césped delantero; hierba muerta y


marrón crujiendo bajo mis zapatos. La casa es enorme, elevándose sobre mí
contra un plano cielo gris. Dejo caer el casco en una de las gastadas mecedoras
del porche delantero, respiro hondo una vez más y toco el timbre.

En un momento se oyen pasos, el sonido de voces apagadas y, cuando


la puerta se abre, Jaden sonríe brillantemente, casi… feliz de verme. Un frío viento
se arremolina alrededor de nosotros, empujando las hojas sobre los listones del
porche. Ella se abriga más con su suéter.

—Hola.

—Hola. Me alegra que la encontraras. —Abre más la puerta y se hace a


un lado para dejarme pasar.

—No fue muy difícil de encontrar —contesto.

—Pueblo pequeño.

Excesivamente.

La sigo a través del comedor.

—¿Mamá? —llama.

Sofoco un gemido.

Por supuesto que su mamá está en casa.


Éste es el problema de ir a las casas de la gente. ¿Ahora tengo que
conocer a los padres? Mis hombros se enderezan cuando entramos en la cocina,
mi columna tensándose.

Jaden y su madre comparten el mismo color de cabello, pero en cuanto


a similitudes, esos es todo. Tienen la misma nariz, pequeña y respingada. Pero los
ojos de Jaden son verdes. Deben de ser por su papá. Y su sonrisa… la de Jaden es
mucho más genuina.

—Éste es Parker —dice, presentándome—. Parker, ésta es mi madre y mi


sobrino, Joshua.

Así que estaba equivocado con que Jaden fuera hija única. Tiene un
sobrino.

Su madre me mira cuidadosamente, curiosidad irradiando en ondas. Esta


mujer ya me odia. Puedo sentirlo. Parte de mí quiere darle una razón. Puedo
cumplir con el estereotipo. Puedo ser cualquier cosa que esta gente quiera que
sea. Pero el lado más racional y sensato prevalece.

También puedo ser el Sr. Perfecto.

—Es bueno conocerla, Sra. McEntyre —digo, extendiendo la mano.

Funciona. La he atrapado con la guardia baja. Se la saca de encima, su


expresión relajándose mientras pasa al sobrino de Jaden a la otra pierna.

—Igualmente. ¿Jaden me dice que están trabajando en un proyecto


juntos?

—Una serie de proyectos, en realidad.

—Es un proyecto bastante grande. Sobre Ethan Frome. Por eso lo


hacemos de dos en dos —explica Jaden.

—Suena bien. ¿Estás interesado en quedarte para la cena? —pregunta.


Pero conozco este juego. Esta charla cortés, este ir y venir. No hay forma de que
ella realmente quiera que me quede. Debería decir que sí, dejarlos a todos
mudos… dejarlos buscando palabra, otra silla, un sitio extra para sentarme… pero
muerdo el anzuelo y lo lanzo de vuelta.

—Gracias, pero mi padre probablemente me estará esperándome


cuando llegue del trabajo —miento.
Ante la mención de mi padre ella ofrece otra mirada cautelosa, luego
vuelve la atención a la revista que estaba viendo antes de que la
interrumpiéramos.

—Muy bien, entonces —dice, lamiendo la punta del dedo—. No dejen


que los entretenga.

Jaden toma un par de bebidas de la encimera.

—Vamos. —Luego a su madre:

—Estaremos en mi habitación si necesitas algo.

La sigo a lo largo de la mesa del comedor, de regreso hacia el vestíbulo.


Casi hemos alcanzado las escaleras cuando.

—¿Jaden?

—¿Sí?

—¿Por qué no trabajan en la habitación delantera? No los molestaremos.

Jaden resopla, la idea divirtiéndola.

—Porque está congelado allí. Y está cerrado durante el invierno,


¿recuerdas? ¿Cualquiera que abra la puerta morirá? Tus palabras, no las mías.

Me trago una sonrisa. Alguien no nos quiere arriba juntos. Solos. En una
habitación. Solos.

Quince minutos antes de que la Sra. McEntyre nos esté llamando,


preguntándonos cómo nos va, si necesitamos algo; lo garantizo.

Sigo a Jaden por las escaleras. La pared junto a nosotros me da una


versión más clara de ella de lo que haya visto antes. Está llena de fotos familiares.
Abuelos. Su madre y su padre el día de su boda. Tiene dos hermanos, ambos
mayores que ella, lo que la hace la bebé de la familia. Y es la única chica.

Eso explica el sentimiento de derecho.

También tenía razón sobre los ojos. Los ha sacado de su padre. Los ojos
de su hermano mayor son del mismo color. Él aparece de nuevo en una foto con
su esposa y Joshua. Junto a ellos hay una Jaden con coletas; no puede tener más
de seis o siete años. Le faltan los dos dientes delanteros, pero no esconde nada.
Es la sonrisa más grande y más graciosa que he visto en una niña, y es difícil no
devolverle la sonrisa.
Al final de las escaleras diviso un trío de portarretratos de bebés; Jaden y
sus hermanos, las fechas de sus nacimientos impresas debajo.

Su cumpleaños fue hace poco.

Estudio el año y hago unos rápidos cálculos.

Acaba de cumplir dieciocho años.

Dieciocho.

No estoy seguro de qué hacer con esa información ahora que la tengo.
Es casi demasiado, saber esto; que ella es sólo tres años menor que yo. Que es
adulta para la ley; libre para tomar sus propias decisiones.

No está fuera de los límites.

Técnicamente.

Obligo al pensamiento a salir de mi cabeza.

La habitación de Jaden es amplia y bien ventilada; tan luminosa como es


posible en un día nublado. No se parece en nada a la casa de Callie, con sus
almohadas a juego y sus jarrones de Pottery Barn. Jaden tiene pisos de madera
que podrían ser originales de la casa. Los de Callie son falsos. Jaden se inclina a
lo minimalista. Cada estante empotrado en casa de Callie, cada encimera, está
ocupado con algún tipo de vela o con un cuadro. Flores. Recipientes con canicas.
Libros colocados “porque sí” en mesas de café y mesas auxiliares. Callie está
pasando por una fase naranja. Todo en la habitación de Jaden es de un calmado
azul; la alfombra, las cortinas, las paredes, la colcha.

Extraño. La tenía clasificada como una chica “rosa”.

—Bueno, esto es típico —le digo, dejando mi mochila en el suelo.

—¿Qué es típico? —pregunta ella, rozando con los dedos una pegatina
escarlata de Harvard pegada sobre el interruptor de la luz—. ¿Agua o refresco?

—Refresco. Y tu habitación es típica.

Ella lanza una lata de cola. La atrapo con una mano.

—¿Por qué dices eso? —pregunta.

—Es sólo… exactamente como la imaginé, eso es todo.

Ella ríe. Es ligera, musical y…


—De acuerdo, Parker. Voy a fingir que no acabas de admitir que
fantaseas con mi habitación.

Espera. ¿Qué? Ella piensa que fantaseo con...

Mis mejillas se calientan.

Eso no es lo que quise decir.

—No estaba fantaseando. Es sólo que es exactamente como imaginé que


sería. Limpia… organizada… aburrida.

—No hay nada aburrido en mi habitación. De hecho… es la habitación


más genial que conozco. Partes de ella, de todos modos.

—¿En serio? —pregunto, incrédulo.

—En serio. Por ejemplo… —Hace un gesto para que la siga, luego abre la
puerta del armario y se desliza dentro.

—¿No somos un poco grandes para escondernos ahí? ¿No estás


intentando conseguir siete minutos1 conmigo, verdad? —bromeo.

—Eso desearías. —Creo que pone los ojos en blanco. De hecho, estoy
casi seguro de que lo hace. Pero conozco ese tono. Tiene un lado algo defensivo,
como si quizás hubiera un “yo lo deseo” atapado en el interior. Es hacerme
ilusiones, porque es en ese momento cuando recuerdo sus labios; el pequeño
mohín que hace cuando está molesta. Y mientras que yo podría hacer que siete
minutos atrapado en el armario conmigo valiese la pena para cualquiera algo me
dice que… ella también podría hacerlo.

Y tiene dieciocho años.

Dios. Entra ahí, y en dos segundos…

Ducha. Fría.

Piensa en hielo.

Piensa en abuelas.

Piensa en abuelas arrugadas haciendo cola en DVM2.

1
Siete Minutos: juego en el que dos adolescentes deben encerrarse en un armario y besarse
durante ese tiempo.
2
DVM: Departamento de Vehículos Motorizados.
Nos dirigimos a la parte trasera de la pequeña habitación, moviéndonos
hacia un conjunto de escaleras. Me agacho, pasando por debajo del marco.

—Vamos. —Ella empieza a subir.

—Sabes, sólo bromeaba sobre lo de los siete minutos —digo cuando


alcanzamos la cima.

Hielo.

—Como si creyera eso. Acabas de admitir que fantaseas con mi


habitación.

Me trago mi sorpresa. Esta chica es diez veces más descarada en su


territorio de lo que jamás fue en el colegio.

—Otra vez. No me refería a eso.

Ella enciende el interruptor de la luz y estamos en un tercer piso sin


terminar. La habitación es enorme. Toda la casa es enorme. La luz del día se filtra
a través de grietas de la pared; clavos sobresalen de los techos abiertos. Huele a
aislante y cartón. Y hace frio. Frío como si estuviésemos en el patio.

Y me doy cuenta: tiene un pasadizo secreto.

—Wow —murmuro, completamente impresionado.

—Lo sé. Me encanta este lugar. Solía subir aquí todo el tiempo. Era como
mi pequeño escondite propio. Podía leer, estudiar, mirar por la ventana y pensar,
lo que fuera, y nadie me molestaría. Nadie siquiera sabía dónde estaba. Hubiera
sido genial para pijamadas también, excepto que ninguna de mis amigas jamás
quiso quedarse a dormir.

—¿Por qué es eso? —pregunto.

Sus hombros se elevan, encogiéndose.

—Espeluznante casa vieja… ya sabes.

—¿Está encantada o algo? —Porque eso sería genial, al estilo de Poe3.

—Si lo está, no lo sé. Quiero decir, oigo ruidos raros de vez en cuando,
pero nunca he visto nada extraño. Si está encantada, a lo que sea que la habita
no parece importarle que estemos aquí.

3
N. de T.: Edgar Allan Poe, escritor norteamericano de cuentos de terror del Siglo XIX.
Recorro la habitación, yendo hacia una ventana. Jaden ha estado aquí;
una Jaden de nueve años, con su puff rosa, su lámpara rosa y una pila de libros
antiguos.

Así que ella fue una chica “rosa”. En algún momento, al menos.

—Hay otro tramo de escaleras, para que puedas llegar aquí desde el
pasillo —continúa—. Mi madre iba a convertir este espacio en un cuarto extra o
algo. Otra cosa que no se hizo. De hecho se puede llegar aquí desde el techo.
Hay un enorme roble justo a la izquierda. Te lleva al segundo piso. Hay una
buhardilla allí y se puede subir derecho hacia arriba. Solía hacerlo todo el tiempo.

Espío por el sucio cristal. Tiene razón. Puedo ver el roble, sus ramas bajas.

—Eres temeraria.

—Sí, bueno, no lo he hecho últimamente. Sarah, Daniel y el bebé viven


en esa parte de la casa ahora, así que… da igual, debemos irnos.

Sarah, Daniel y el bebé…

Joshua. Su hermano mayor y su familia siguen viviendo aquí.

Ella apaga el interruptor y descendemos las escaleras en la semi


oscuridad, tocando las paredes con nuestras manos.

—No está mal —digo, volviendo a entrar en su habitación. Ella cierra la


puerta detrás de nosotros.

—Bastante genial, ¿verdad? Apuesto a que mi habitación ya no es tan


aburrida ahora, ¿cierto?

—Nah. Me gusta toda la cosa de todos modos… ya sabes, restauración


de casas.

Ella sonríe, pero es una sonrisa algo triste.

—Esto no es una restauración.

—Pero pensé…

—Ven aquí. —Enciende la luz del baño—. ¿Ves eso? —pregunta,


señalando el lavabo. Al lavabo le falta un grifo. El lavabo tiene un tubo que
sobresale de la porcelana, y una pequeña llave en el eje—. Si esta casa fuera una
restauración… estaría restaurado. Significaría que no tendría que romperme la
muñeca cada vez que necesito agua fría. El inodoro es… viejísimo… la bañera
necesita un repintado…

Ella regresa a su habitación y rebota sobre el piso de madera. Éste cruje.

—El suelo necesita refuerzo. ¿Abajo? El techo de la sala se hunde en una


esquina… no podemos conseguir agua caliente en el fregadero de la cocina… esta
casa es un problema total. Quiero decir, no creo que nada grande se haya hecho
desde 1960. Estoy agradecida de que haya electricidad y tuberías interiores.

—Pero tu padre es como, este importante tipo en la construcción —digo,


sin comprender.

Ella cruza los brazos sobre el pecho y ríe; una risa queda y sin humor.

—Construcción nueva, sí O más importante: la Construcción Nueva de


Otra Gente. ¿Cuándo se trata de la nuestra? Olvídalo. La mejor parte de la casa es
lo que ves cuando conduces lentamente y sigues adelante. ¿Cuándo te detienes?
De ninguna manera. Es un gran lío.

Un gran lío.

Perfecto en el exterior, todo arruinado en el interior. Abro la boca para


decirle que... No sé... algo. Pero las palabras no están allí.

—Sólo me siento un poco mal por mi madre, ¿sabes? —continúa—.


Quiero decir, se suponía que éste sería su proyecto. Es como si nos hubiéramos
mudado, hubiéramos puesto un par de capas de pintura en las paredes y en el
exterior y eso fuera todo. Yo sé que ella tenía grandes planes para este lugar. Ella
quería volver a teñir el suelo. Actualizar la cocina. Siempre vio cuánto potencial
tenía, y aquí estamos, años más tarde y está prácticamente sin cambios. —Se
detiene aquí. Sus mejillas se ruborizan y sus cejas se juntan, como si estuviera
confundida por algo. Avergonzada, quizás. No quiero que ella se sienta
avergonzada conmigo. No debería sentirse avergonzada conmigo.

Sé todo sobre los "enormes líos" y estar "jodido por dentro”.

—Lo siento —contesto. Ella me mira, y nuestras miradas se encuentran.


Esa chispa… se ha ido. Y siento una punzada de algo en mi interior, algo
desconocido, parte de mí quiere extender la mano y tocarla; un suave golpecito
en el brazo, un “está bien”. Pero sus ojos se apartan de los míos tan rápidamente
como los encontraron. Ella inhala profundamente.
—De todos modos —dice ella, su voz elevándose—. Deberíamos
ponernos a trabajar. Espero que te gusten las Sun Chips. Se supone que son
mejores para ti que las papas fritas comunes. —Lanza la bolsa sobre su cama y
toma una botella de agua.

—Son excelentes. Están bien, en realidad.

Parece complacida de oír esto.

—Bien —responde ella, toda sonrisa; como si nunca hubiera sucedido.


Toda la conversación, estas confesiones...—. Entonces. Ethan y Mattie. ¿Qué
sabemos sobre el intento de suicidio?

Así de sencillo, se acabó.

Nos sentamos en su cama. Me pongo cómodo, apoyándome contra la


almohada; la cabecera. Huele a ella, a su champú, o su perfume, quizás, como
flores. Rosas. Ella se sienta frente a mí, como indio, y mastica las puntas de su
cabello.

—Ambos querían hacerlo —le recuerdo, yendo a una página en blanco


en mi cuaderno.

—Preferirían estar muertos juntos a vivir sin el otro —añade, dejando caer
su cabello hasta el hombro, garabateando la nota.

—Sin embargo, Zeena todavía controla a Ethan. Porque aunque están


bajando la colina, él se desvía cuando ve su rostro.

—Es casi como si ella ni siquiera los dejara morir en paz. Todavía tiene
todo el poder.

—De hecho, me preguntaba qué hubiera sucedido si él no se hubiera


desviado —reflexiono. Hubiera cambiado el desenlace de la historia. Seguiría
siendo una tragedia, pero más como Romeo y Julieta. Al menos al morir juntos
podrían haber encontrado la felicidad en la vida después de la muerte.

Si tal cosa existe.

—¿Quieres decir si hubieran tenido éxito? Buen punto. —Se sienta en


silencio por un momento, perdida en sus pensamientos—. Sin embargo, ¿sabes
lo que realmente me molestó? —pregunta finalmente.

—¿Qué?
—Lo rápido que Ethan fue capaz de levantarse y continuar con su vida
una vez que se dio cuenta de que no habían muerto. Fue como... 'Oh Mattie, no
lo logramos. Mejor voy a alimentar a mi caballo’. Quiero decir, ¿qué hay de eso?

Me encojo de hombros.

—No sé. Yo simplemente asumí que él se resignó al hecho de que dado


que el suicidio no funcionó, Mattie y él no estaban destinados a estar juntos.

—¿En treinta segundos? —pregunta ella, incrédula—. Quiero decir, hace


un minuto Ethan iba a morir si no podía tenerla, y, cuando no fue así, fue como...
no sé.

—Quizás cambió de opinión. Quizás su amor por ella era más grande que
eso. Él quería lo mejor para ella, incluso si eso significaba que ella continuara sin
él.

Me está mirando de nuevo. Mira como si no entendiera. Como si se


supusiera que yo no dijera esas cosas. No me está permitido. Y sé que es por
todo lo que ella ha oído; las historias que flotando sobre mí. Hay una razón por
la que me acusó de ser un vago la primera vez que hablamos. No soy como ella
esperaba. Y tengo que admitir que parte de mí está feliz. Porque parte de
mí quiere que esta chica me conozca. No al yo que ve en la escuela; sino
al verdadero yo. Sólo que no estoy seguro de cómo hacerlo sin arruinar todo lo
que he creado para mí allí. Aun así, me gustaría saber lo que piensa, lo que ve
cuando me mira así. Me obligo a sonreír.

—¿Qué?

Ella sacude la cabeza muy ligeramente, los ojos entrecerrándose. Pero


cuando abre la boca para responder, su teléfono celular vibra; llamándola desde
el otro lado de la habitación. Baja de la cama de un salto, atraída por el sonido y
lo recoge del escritorio. Frunce el ceño, examinando la pantalla. No puedo decir
si es una llamada o un mensaje, pero de todos modos ella no responde.

—O quizás él no la amaba realmente —dice, casi para sí misma—. Quizás


él amaba la idea de ella.

Por un segundo parece imposible que todavía estemos hablando de


Ethan y Mattie, pero estoy bastante seguro de saber quién está al otro lado de
esa interrupción.

El Sr. Perfecto tiene una sincronización impecable.


No creo en las señales.

Me alegra no creer en las señales.

***

Estoy volviendo a copiar mis notas de inglés más tarde esa noche,
intentando organizarlas coherentemente, cuando mi teléfono vibra en el sofá a
mi lado. Lo levanto, miro la pantalla, luego la hora.

Mierda.

—¿Callie? —respondo.

—Hola. ¿Olvidaste que teníamos una cita por teléfono? —bromea.

—No, no lo hice. Lo siento. Estaba trabajando en estas notas y perdí la


noción del tiempo. —Aparto los papeles, mi inclino hacia atrás, me froto los ojos.

Un partido de baloncesto está en silencio en la televisión; los platos de


la cena fueron empujados a un lado para dejar espacio para los libros. Esta noche
era noche de Bolsillos Calientes. Últimamente, todas las noches se sienten como
noches de Bolsillos Calientes.

—Así que, ¿cómo fue hoy? —pregunta ella.

—¿Hoy? Hoy estuvo bien.

—¿Las clases? ¿Algún examen del que debiera estar orgullosa de que
aprobaras?

—No. Sin exámenes. Las clases están bien.

—¿Qué hay de tu gran proyecto de inglés?

No sé cómo responder esto; cuánta información proporcionar. ¿Le digo


que Jaden y yo trabajamos esta tarde? ¿Que fui a su casa? ¿Qué me senté en su
cama y comí Sun Chips? ¿Siquiera importa?—. Um, bien. Viene bien.

—¿Tu pareja no te ha vuelto loco todavía? —bromea.

—¿Loco? No. De hecho, nos reunimos esta tarde —confieso,


enderezándome—. No ha sido tan malo como pensé que sería. Quiero decir,
probablemente estemos más adelantados que el resto de la clase.

—¿Ves? Te dije que ella prácticamente lo haría por ti.


—Ella no está haciendo el proyecto por mí —digo—. Ambos
contribuimos. Hoy hablamos de relaciones. ¿Sabes cómo a veces te acostumbras
tanto a otras personas que se convierten en prácticas? El tipo en nuestra historia
ha estado casado con esta mujer a la que prácticamente detesta durante años…
no es que él lo admitiría, porque es el tipo de persona que simplemente lo acepta,
pero...

—¿Recibiste mi mensaje acerca de mis padres? —interrumpe ella.

—¿Tu mensaje?

—Te llamé esta tarde. Te dejé un mensaje.

¿Un mensaje? No tuve ningún mensaje esta tarde.

—De todos modos —continúa—. Mamá y papá quieren hacernos una


fiesta de compromiso el próximo mes.

—¿Una fiesta de compromiso? —Al parecer, mis habilidades de


conversación se han reducido a repetir tontamente lo que Callie dice.

—Una cosita en el club de campo en nuestro honor. Para la familia.


Amigos. Ya sabes, para que la gente nos pueda felicitar. Y el primero de lo que
espero sean muchos regalos. —Se ríe.

Apoyo los codos en mis rodillas, me paso los dedos por el cabello.

—No pensé que ya íbamos a hacer nada de eso —digo—. Las cosas
están... están agitadas para mí en este momento, Cal. Tengo la escuela, este
trabajo...

—A mí me suena que el proyecto está cubierto —señala.

¿El proyecto está cubierto? Ni siquiera estoy... Espera.

—Ése no es el proyecto del que estaba... No, Callie. Mi trabajo asignado.


De hecho, iba a decirte... No puedo ir a Hamilton este fin de semana.

—¿Qué? —La sorpresa registra en su tono—. Pero te quedaste el pasado


fin de semana.

—Lo sé. Y sé que prometí que las cosas volverían a la normalidad pronto,
pero me estoy acercando. Tengo algunas pistas que seguir.
—Dos fines de semana consecutivos, Chris. Dos. Ya es bastante malo que
no te vea más en la semana, ¿sino que ahora también nos estás quitando los fines
de semana?

—Es temporal, Cal —le recuerdo—. Tengo que estar encima de esto. Se
me acaba el tiempo.

—¿Qué se supone que le diga a mis padres? ¿A mi padre? —grita.

Sr. Donovan.

Nunca saldré de esto.

—¿Puedes decirles que posterguen la fiesta de compromiso por unos


meses? ¿Cuál es la diferencia entre la primavera y el verano?

—¿Quieres que le diga a mis padres que no?

—No es no —aclaro—. Sólo no ahora.

—Está bien. Como sea. —Pero puedo decir por su voz que no está bien.
No bien en absoluto.

—Lo siento, Callie. Sé que estás emocionada, y que esto es importante


para ti. También es importante para mí —le aseguro—. Quiero hacer esto. Quiero
ser parte. Pero necesito terminar este trabajo. No puedo concentrarme en nada
hasta que se acabe.

—No, lo siento. Entiendo. En serio —responde, su voz suavizándose—.


Tu trabajo también es importante. No quiero que pienses que no te apoyo…

—Me has apoyado mucho. Terminaré las cosas aquí pronto, luego
regresaré a Hamilton. No serás capaz de deshacerte de mí —prometo.

Esto devuelve la sonrisa a su voz.

—Cuento con eso.


Traducido por Marcelaclau

Corregido por Debs.

J
aden llega a tiempo hoy.

Me pregunto qué pasó con los niños de Bangladesh, los


que ella estaba salvando todas las mañanas en el vestíbulo, los que
nos metieron en este lío en primer lugar.

La Sra. Tugwell garabatea algo en la pizarra. El marcador chirría,


atenuándose a medida que ella escribe. Términos literarios. Dios. Espero que no
estemos teniendo un examen.

Paso algunas páginas, revisando mis notas, buscando las palabras.

Pero algo es extraño, no está bien. Y no tiene nada que ver con la Sra.
Tugwell, quien está regresando a su escritorio, o las palabras que dejó en el
tablero.

Es ella. Jaden. Me está mirando. Puedo sentirlo.

No mires hacia arriba. No la mires a ella. Ella no existe.

Todavía no puedo encontrar las palabras.

No puedo encontrar…

Mi pulso se acelera. No está funcionando. Ella está mirando. Y no puedo…

Son nuevas palabras. Tienen que ser.

Y sí, tal vez Jaden es linda. Ella podría incluso ser hermosa, en ese tipo de
forma sin pretensiones, difícil de reconocer. La chica de al lado.

Paso otra página.

No hay palabras.

No hay forma en que ella se quedaría conmigo.


Me estremezco.

No es que quiera que se quede conmigo, porque eso implicaría…

Mierda.

Estoy pensando en Jaden McEntyre. Jade. El proyecto de inglés Jade.


Estoy pensando en ella de esa manera.

Mi columna se pone rígida.

No. No. No. No. No. Esto no es bueno.

Mierda.

Esto no es bueno.

Tiro de la manga de mi chaqueta y cambio de posición. Hace un calor del


demonio. Es como si ella estuviera haciendo un aburrido agujero a través de mí
con sus locos y verdes ojos de láser. Mi piel está en llamas.

El resto de nuestros compañeros de clase se apresuran a sus asientos


mientras suena la campana.

Doy un vistazo rápido. Eso es todo. Una rápida mirada para ver lo que
está haciendo.

Ella probablemente está envuelta en sus propias cosas. Probablemente


ni si quiera sabe que estoy vivo.

Exhalo un suspiro, y, cuando la miro, nuestros ojos se encuentran.

Mierda.

Alejo la mirada de ella tan pronto como se conectan. Pero ella me vio. Sé
que me vio. Y Dios. Esos ojos.

No puedo dejar que piense que la estoy ignorando. Incluso si lo hago.


Incluso si se supone que lo debo hacer.

Cuando vuelvo la cabeza, no me sorprende encontrarla todavía mirando.


Pero estoy sorprendido de encontrarla sonriéndome, el más mínimo, pequeño
movimiento de sus labios. Labios que exigen ser besados.

Y mi pecho se contrae. Mi corazón deja de latir. No puedo sentirlo


moviéndose en absoluto. Y la sangre de mis venas deja de fluir, y todo lo que
puedo hacer es levantar mi cabeza y asentir en respuesta.
Cuando regreso a mis notas, la sangre corre por mis oídos. Mi corazón
truena. Inhalo fuertemente, aspirando tanto aire como sea posible.

Esto no está sucediendo.

***

―Me alegro de que pudiéramos hacer esto ―dice mamá―. Siento que
apenas los he visto a ustedes dos en estas semanas.

―Lo sé. ―Callie está de acuerdo―. Chris ha estado tan ocupado con el
trabajo.

Deslizo la silla de madera debajo de la mesa y me siento al lado de Callie.


Mi papá toma el asiento al lado de mamá, estamos a medio camino de Cracker
Barrel entre Bedford y Hamilton. Idea de mamá. Es pintoresco, confortable y el
fuego cruje, ardiendo en el otro lado de la habitación.

La camarera toma nota de las bebidas que ordenamos mientras nos


acomodamos.

―¿Te dijo Chris que elegimos una fecha? ―pregunta Callie, bajando su
bolso en el suelo.

Mamá me mira.

―No. No lo hizo.

―Sí, lo hice ―le recuerdo, mientras reviso el menú del desayuno―.


Hemos hablado de ello en la cena familiar. Les pregunté acerca de la primera
semana de mayo del próximo año. Dijiste que no había planes.

―Pero nunca confirmaste que era la fecha oficial ―responde.

―Eso es porque no pensé que estábamos escogiendo fechas


―murmuro.

―No lo estábamos ―Callie accede―. Pero Winnfield tenía una fecha


libre. Fue un golpe de suerte, en verdad. Pero ambos amamos el lugar de la
celebración, así que sentimos que debíamos saltar sobre ello. ―Roba una mirada
en mi dirección.

―¿Cierto?

―Es genial. ―Estoy de acuerdo.


Panqueques. Huevos. Tocino. Cierro el menú, lo tiro sobre la mesa.

―Winnfield es hermoso. ¡Estoy tan emocionada por los dos! ―dice


mamá. Entonces volviendo a mí:

―Se lo dije a Nora. ¿Has hablado con ella últimamente?

Nora es mi hermana mayor, una estudiante de posgrado en la Estatal de


Northwestern. Nora es la buena. La grandiosa, en realidad. Estudiante perfecta.
Hija perfecta. Nunca se iba de fiesta. Estaba ya en la universidad cuando… pero
ella estaba allí ese fin de semana. Recuerdo la expresión en su rostro cuando me
trajeron a casa, de pie en las escaleras en su bata de baño, con los brazos cruzados
sobre su pecho, el pelo despeinado, tan decepcionada como mamá y papá.

Me aclaro la garganta, alcanzando mi vaso de agua.

―Lo hemos hecho por mensaje de texto un par de veces. Ella me envió
un email felicitándonos.

―¡No me dijiste eso! ―Acusa Callie―. Necesito que me des su número


de todos modos. Quiero que sea una de mis damas de honor.

―Seguro.

―Ya se lo pedí a mi hermana, y le dije a mi hermano que sea uno de los


acompañantes del novio. ―Continúa―. Espero que esté bien.

―Sí. Está bien. Le pedi a Erik que fuera el padrino. ―No es que se lo
pidiera. Más bien lo asumió. Pero en este punto ¿Cuál es la diferencia?

―¿En serio? ―La sorpresa en su voz es evidente―. Pensé que se lo


preguntarías a Rusch.

―Erik y yo hemos sido amigos desde la secundaria. ―Le recuerdo.

―Pero Rusch es como, tu compañero. Han estado juntos desde el


entrenamiento.

Sus cejas se juntan confundidas.

―Yo estaba segura de que se lo pedirías.

―¿Cómo está Rusch? ―pregunta papá.

―Bien. Todavía está trabajando en los suburbios. ―Me dirijo de nuevo a


Callie―. Tú esperabas que se lo preguntara. ―La reto.
―No tengo nada en contra de Erik. ―Me asegura―. Puedes tener dos
padrinos, si quieres. Toda una comitiva. ―Se ríe, pero es obligado. Incómodo.

La camarera nos interrumpe, revoloteando mientras ordenamos nuestras


comidas. Soy el único que opta por el desayuno. Mamá y Callie eligen platos
vegetarianos y papá consigue un plato de jamón del país, también conocido
como el “elemento más salado del menú.” Mamá jura que es un ataque al corazón
a punto de ocurrir y la mayoría de nuestras cenas implican algún tipo de discusión
acalorada sobre médicos y niveles de colesterol. Sin embargo, papá no es de los
que se aleje de los conflictos. De hecho, les da la bienvenida, porque tan pronto
como los menús son tomados dice:

―¿Cómo está saliendo tu asignación?

Me limpio las palmas a través de mis pantalones.

―Está saliendo. Tengo unas buenas pistas que estoy siguiendo.

Papá es un sheriff retirado. Él finge interés en el trabajo que hago, pero


preguntando “cómo va” casi siempre se convierte en algo seguido de lo bueno
que era cuando era sheriff, y cómo estoy cometiendo un gran error trabajando
para la ciudad. Y él definitivamente no le ve el atractivo a trabajar encubierto, es
más un gran inconveniente. Y eso es en algunos aspectos.

No puedo decirles a mis padres donde vivo, por ejemplo. Ellos no saben
dónde se encuentra mi apartamento. No tengo un teléfono fijo atado a mi
nombre, cualquier comunicación es a través de mi teléfono celular. Ellos saben
que estoy trabajando en una escuela, pero no saben cuál.

―Tu último trabajo fue más rápido. ―Señala.

―Eso es porque eran descuidados.

Pasé la mayor parte del segundo semestre trabajando en una escuela


privada cerca a la costa después de inscribirme para una transferencia. No tomó
mucho tiempo para encontrar el vendedor allí. Una vez tenía un caso solido
construido, pasé la evidencia, las agencias locales realizaron una emboscada, y lo
abandone, desaparecí unas semanas más tarde. Sólo otro estudiante que se
deslizo a través de las grietas.

―Los problemas en esta escuela… no son generalizados. Todavía estoy


intentando encontrar un vínculo sólido.

―El año está llegando a su fin, ―me recuerda, alcanzando su vaso.


―Sé eso. Estoy en ello.

Afortunadamente mi madre, quien no es fanática de demostraciones


públicas controversiales, se mete.

―Déjalo solo, Frank. Déjalo hacer su trabajo. ―Se vuelve hacia a Callie
cambiando de tema―. Así que ¿qué dijeron tus padres cuando les contaste que
Chris te lo propuso?

No le propuse exactamente… simplemente no negué la propuesta.

―Estaban muy felices por nosotros ―dice sonriendo―. Quiero decir,


ellos sabían que ocurriría. Estábamos pensando en realidad que iba a suceder en
navidad. De hecho, quieren hacernos una fiesta de compromiso esta primavera,
pero no pienso que Chris esté interesado.

―No dije que no me interesaba ―le explico―. Dije que era un mal
momento para mí.

Espera, ¿Callie dijo que esperaba que le pidiera matrimonio en Navidad?

―Siempre habrán problemas, Chris ―me recuerda mamá―. En tu línea


de trabajo…

―Deja hacer al chico su trabajo Meg ―interrumpe papá.

―Estoy segura de que puede escaparse por una noche…

Busco mi bebida, dejando de prestarles atención. Entre Callie, la boda,


papá y mi trabajo….

La pizza congelada en un apartamento vacío nunca sonó más atractivo.


Traducido por MaEx

Corregido por Debs

N
o quiero correr el riesgo de encontrarme con Jaden o su novio,
así que pido el pase en el tercer período y me muevo
rápidamente por el pasillo, pasando la larga fila de taquillas. Es
tan fácil para mí racionalizar esta distancia. Tenemos un proyecto para hacer.
Tenemos que trabajar en ello, ¿no?

La verdad es que quiero verla.

Exploro los números.

Ciento cincuenta y siete.

Ciento cincuenta y siete.

Cuando alcanzo su casillero tiro del mango y allí está ella, mirándome de
vuelta, sonriendo.

Con Blake.

Reprimo las ganas de ensuciar su cara con mi Sharpie.

Puse la tarjeta de ¿Biblioteca: 3:00? en el estante y cierro la puerta


rápidamente, antes de que el diablo en mi hombro me convenza y haga algo que
podría lamentar más tarde.

Poder arrepentirme.

Me detengo en mi propio armario justo antes del almuerzo. Estoy


cambiando los libros de los últimos períodos del día cuando la veo. Cierro la
puerta y me mezclo entre la multitud, moviéndome más cerca, entonces me
libero, apoyado contra una pared entre dos puertas de clases, lo suficientemente
lejos para no llamar la atención.
Cuando abre su casillero, inmediatamente se rompe en una sonrisa.
Levanta la tarjeta. Lee las palabras. Pero entonces Blake está ahí, justo detrás de
ella. Ella cierra la puerta, gira sobre sus talones, volviéndose hacia él.

Mi mandíbula duele, apretada.

Gilipollas pretencioso.

Debería de haber ennegrecido su cara, de todos modos. Enviar a ambos


un mensaje.

***

Ya estoy esperando en nuestra mesa en la biblioteca cuando ella llega.


No me doy cuenta de inmediato del ceño que lleva, sólo las botas marrones que
llegan hasta sus rodillas, con un tacón que la deja elevarse sobre mí.

Sexy como el infierno.

La saludo con una sola palabra.

―Invierno.

Ella deja caer su mochila al suelo, su chaqueta en la mesa y saca una silla y se
sienta, dejando sólo un espacio vacío entre nosotros.

―No me gusta el invierno —refunfuña—. ¿Qué hay de ello?

Fue entonces cuando me di cuenta de los ojos cansados, las mejillas que
podrían utilizar un poco de sol, pero estoy demasiado orgulloso de este
descubrimiento. Esta conexión. La comprensión de que todo lo malo que le
pasará a Ethan se produce en miserables días de invierno.

—Es crucial. Todo lo que sucede tiene lugar durante el invierno.

Un largo tramo de frío sin sol.

—El invierno absorbe.

—Exactamente —respondo.

Suspira profundamente, retirando su cuaderno de su bolso.

―No te entiendo. ¿Estás hablando de ahora o del libro?

Algo en su tono, la frustración en ella, es inquietante. Este no es el


comportamiento normal de Jaden. Puedo tratar con la alegre Jaden. Incluso
puedo hacer frente a la molesta, argumentativa Jaden. Ya está demostrado que
no tengo ni idea de qué hacer con una triste.

Y mi primer pensamiento es que algo pasó entre ella y Blake. Que él


encontró la nota que le dejé. Que él le dijo algo para molestarla. Eso hizo que
rompieran.

¿Mi siguiente pensamiento?

Bien.

—¿Qué ocurre contigo? —pregunto, tratando de no parecer demasiado


preocupado.

—Nada... es sólo que... uno de esos días. —La respuesta es tan vaga que
no estoy mejor que antes. No sé si se trata de Blake o Savannah o un profesor.
Pero sigo su mirada hacia el oscuro cielo sombrío, de todas formas, las nubes
cuelgan bajo fuera de la ventana, para ver qué, exactamente, se parece a uno de
"esos días".

—De todos modos —continúa—, tengo esta cosa contra el invierno. Es


como... después de la Navidad la vida se detiene o algo así. No hay nada que
esperar. Los días son cortos y fríos... nunca nieva aquí. Es sólo... la temporada que
menos me gusta, eso es todo. Me deprime.

Me recuesto en mi asiento, doblando los brazos, divertido.

―¿Quieres decirme que Jaden McEntyre se deprime?

Sus mejillas se tiñen de rosa, la insinuación de una sonrisa avergonzada


jugando en sus labios.

―A veces, aunque no lo creas, sí. Me deprimo.

—De ninguna manera. Nunca lo hubiera adivinado. Tienes el acto de la


vida es perfecta, ven a salvar al mundo conmigo controlado. ¿Quién habría
pensado que podrías utilizar un poco de terapia? —Bromeé.

Sus cejas se fruncen, aproximándose, la sonrisa fugándose.

—Cállate. No es un acto. Y no necesito terapia. Es importante pensar en


cosas más grandes que uno mismo, para tratar de hacer una diferencia. Sólo
tienes una oportunidad, ¿sabes? ¿Por qué no hacer todo lo que puedes mientras
lo tienes?
—Lo dices como si hay algo más grande y mejor allí fuera.

Se encoge de hombros.

―¿Cuál es tu trato con el invierno? ¿Estamos hablando de mí o de Ethan?

—En realidad —comienzo—, estaba hablando de Ethan... y el invierno.

—¿Qué hay con eso?

—Bueno, es un elemento central de la novela. Quiero decir, piensa en


ello. Hace frío, el negocio va mal, Zeena está enferma. Todo se mueve a paso de
tortuga. Él es un poco como tú en ese sentido. ¿Quién no estaría deprimido?

Mattie es todo lo que el hombre tiene, y él ni siquiera puede tenerla.

No digo esto en voz alta, pero ella lo consigue.

—Todo es mucho peor porque está frío, oscuro y los problemas parecen
de nunca van a acabar —confirma.

—¿Y Ethan no dijo que si su madre hubiera muerto en la primavera él


nunca se habría casado con Zeena? —le recuerdo.

Reflexiona sobre esto por un momento antes de que una sonrisa brillante
ilumine su rostro.

—Parker, eres bastante brillante —dice ella, escribiendo en su cuaderno.


Garabatea furiosamente al principio, luego se ralentiza, la sonrisa casi
desapareciendo. Su pluma se detiene. Se queda mirando a su papel, ni siquiera a
su papel, sino más allá de él. Un millón de millas de distancia. Perdida. Pensando.

Palidece, el color drenándose de sus mejillas. Estoy a punto de


preguntarle si está bien cuando...

—Dios mío.

—¿Qué es?

Jadea, cubre su boca con la mano.

—Oh, Dios Mío. —Tira de su cabello lejos de su cara y cierra los ojos con
fuerza—. Dime que hoy no es jueves —susurra.

—Um, sí. Es jueves.

—¡Dios mío! —llora.


El bibliotecario nos hace callar a través del cuarto. La miro, parte de mí
queriendo saltar por encima de ese escritorio y empujar hasta el último libro que
está comprobando al suelo. Pero Jaden ya está en pie, agarrando su abrigo y su
bolso.

—¿Qué está mal? —pregunto.

—¡Me perdí mi reunión!

—¿Qué reunión?

Empuja notas en su mochila, arrugándolas, se precipita.

—En la escuela primaria. Estamos recaudando dinero para la biblioteca y


estoy a cargo. ¡Jesús! ¿Cómo pude dejar que esto suceda? ¡Nunca me olvido de
nada!

Me esfuerzo por conectar las piezas. ¿Se perdió una reunión? ¿Para
trabajar en un proyecto escolar?

—Creo que estás siendo un poco dura contigo misma.

—No, no lo soy. No te inscribes para hacer algo y luego dejas tirado a


todo el mundo. Personas están contando conmigo —responde ella, su voz
mezclada con una mezcla de pánico e ira.

Mierda. ¿Se está volviendo loca?

Jaden McEntyre me está volviendo loco a mí.

Por una reunión. ¿Cómo es esto incluso posible? Hace más en esta
escuela que nadie que yo haya visto. Estoy seguro de que ha pasado por alto algo
antes de ahora. Esto no puede ser la primera reunión que se ha perdido, la
primera que se ha olvidado. Nadie es tan perfecto.

Compruebo el reloj en la pared por encima de la puerta. ¿Y ella tiene que


llegar a la escuela primaria? No hay forma.

—Pues no tiene sentido ir ahora. Estará acabando para el momento que


llegues allí.

—Gracias por transmitir lo obvio —asiente.

Mierda.

¿Acaba de gritarme?
Tomo un profundo respiro, me recuesto en mi asiento, y trato de
racionalizar con ella.

—Mira, Jaden. Es una reunión. No es el fin del mundo.

Hay un dicho que dice: si las miradas mataran...

Si las miradas mataran, estoy muerto. A partir de este momento. He sido


arrojado al infierno, fulminándome bajo los helados ojos verdes como ningunos
que haya visto en mi vida.

—Tal vez no para ti, pero es el fin de mi mundo. No me pierdo reuniones.


No me inscribo para hacer algo y no seguir adelante. Soy mejor que eso.

—Por favor, bajad la voz —dice la bibliotecaria.

—Estoy manteniendo mi voz baja —sisea.

Mierda.

¿Acaba de gritarle a la bibliotecaria?

Cuando ella se vuelve hacia mí, sus ojos están brillando. Lágrimas,
lágrimas de enojo, llenan sus ojos, todo su mundo cayéndose en pedazos.

La culpa se atasca en mi garganta, forzándola a cerrarse.

Yo soy el que quería reunirse. Soy el que puso esa nota en su casillero.
Quería verla.

Me levanto, acercándome.

—Jaden —ruego.

—Me tengo que ir —dice ella, su voz quebrándose entre las palabras—.
Podemos hacer esto mañana. En mi casa. Yo, um... lo siento mucho.

Se apresura hacia la salida. Desaparece. La puerta se cierra detrás de ella.


Lucho contra el impulso, obligándome a permanecer quieto, a no echar a correr
tras ella. Si pudiera convencerla para que me deje conducir, ella podría llegar a
su reunión un poco más rápido. Si pudiera volver atrás en el tiempo, yo nunca...

Me quedo ahí, congelado, pensando un centenar de cosas que podría


haber dicho. Que debería haber dicho. Algo que hubiera hecho una diferencia.

No es mi problema. En realidad no. Ella no se olvidó de su reunión por


mi culpa. En el fondo, sé esto. No es mi culpa.
Pero cada vez que veo parpadear los ojos llenos de lágrimas; la
desesperación en su voz suena entre mis oídos.

Parker: Dos.

Jaden: Tres.
Traducido por magdys83

Corregido por Debs

M
i teléfono vibra contra la mesa de café. La fotografía de Callie
aparece en la pantalla.

Mierda.

Cita de teléfono.

—Hola, Cal. Estaba a punto de llamarte. —Miento.

—Pensé que podrías haberlo olvidado de nuevo.

Reviso la hora en mi portátil. Son las nueve y doce.

—Estaba trabajando en Biología. El maestro de ciencias es viejo. Creo que


olvidó asignar la tarea a principios de la semana, porque nos dio dos conjuntos
de preguntas esta noche.

—Sigo sin entender por qué tienes que hacer todo este trabajo. Quiero
decir, no eres un estudiante real. ¿Por qué no puedes sólo fingir?

—La facultad no lo sabe —digo—, el director es el único en la escuela


que tiene alguna idea de lo que estoy haciendo ahí.

—Lo sé, pero si se supone que tienes que ser el estudiante problemático,
¿por qué incluso molestarse con la tarea? Al final del día no importa. Esto no es
real.

Mi pulso se ajusta un grado.

¿No es real? Por supuesto que es real. Estoy sentado en las clases.
Tomando notas. Estoy aprobando los exámenes y superando las pruebas. Esto
demuestra que tengo lo que se necesita, que podría haber sido alguien. También
podría haber ido a la universidad. Podría haber hecho lo que sea que jodidamente
quisiera. Por supuesto que es real. Por supuesto que importa.
—Importa. Me importa a mí —respondo.

—¿Qué te pasa? —pregunta—. No estas actuando como tú mismo.

Me recuesto en el sofá, exhalando un aliento frustrado.

—Nada. Estoy bien. Lo siento. Era sólo… uno de esos días.

Tan pronto como pronuncio las palabras es como que estoy de regreso
en la biblioteca. ¿Eso no es exactamente lo que dijo Jade? Uno de esos días. Como
si eso lo explicara todo. Y luego ella se olvidó de su reunión. Y después lloró.

Si hubiera sabido que ella tenía otros planes, nunca le habría pedido
reunirse.

Pero entonces, ¿Cuándo Jaden McEntyre no tiene planes?

—¿Christopher? —La voz de Callie interrumpe mis pensamientos.

—¿Sí?

—Dije que no tenemos que hacer nada esta noche. Si quieres regresar al
trabajo… —Se va apagando, titubeando.

Una parte de mí sabe que debería decir que no. Que está bien, podemos
hablar. Otra parte mira a esa tarea de biología. Y otra parte, todavía está
completamente atascado en Jaden, tratando de averiguar qué demonios pasó
esta tarde.

—Hay muchas preguntas aquí —respondo, antes de que siquiera me dé


cuenta de lo que estoy diciendo.

Sé que esto no es lo que quiere escuchar Callie. Sé que estoy haciendo


todo mal. Sé que probablemente Jaden me odia después de esta tarde. Me odio
y ni siquiera sé por qué. No sé por qué importa, porque me molesta tanto.

A Parker Whalen no debería importarle una mierda.

—Está bien —dice—. Hablaremos mañana. Trata de dormir, ¿está bien?


Suenas cansado.

―Está bien.

—Te amo.

—También te amo. —Le respondo, las palabras se pronunciaron mil


veces, en tantas ocasiones que ya ni siquiera estoy seguro de lo que significan…
***

Me levanto antes de que salga el sol. No puedo dormir. Llego al gimnasio


justo cuando el cielo se comienza a aclarar. Estoy en mi moto y me dirijo a la
ciudad más temprano de lo habitual. Soy uno de los primeros en el
estacionamiento de la escuela. Uno de los primeros adentro del edificio. El
primero en entrar en la sala de la Sra. Tugwell. Espero. Y espero. Los asientos se
llenan. Suena la campana. Y espero.

Ella se desliza adentro del aula durante los avisos.

Mis ojos la siguen desde la puerta a su silla. Ella no mira hacia mí. Ni una
vez. No durante todo el periodo. Y sé esto porque cada jodido segundo estoy
mirándola. Todo lo que quiero es una sonrisa. Un asentimiento. Alguna clase de
reconocimiento.

Sólo quiero saber que ella está bien.

Me ignora la hora completa, luego salta fuera de su asiento antes de que


la campana deje de sonar, la primera en salir del aula. Veo la puerta cerrarse
detrás de ella.

Pero a pesar de que es como que está tratando de estar tan lejos de mí
como le es posible, sigo corriendo hacia ella. En los pasillos. Pasando las aulas.
Ni siquiera la estoy buscando, y de repente está por todos lados. Es la peor clase
de pesadilla, porque por muy poco que debería importarme, no puedo evitar
encontrarla en todo.

Paso la mitad de mi día cabreado porque no hay manera en que ella


pueda culparme por perder su reunión.

Paso la otra mitad queriendo desesperadamente hacer lo correcto.

Y así es como me encuentro parado en su porche delantero esa tarde.


Porque a pesar de que nunca confirmamos nuestros planes de reunirnos, ella me
invitó. Y podría estar cometiendo un error enorme, operar en el supuesto, pero
tengo que ver a esta chica.

Lo siento por lo de ayer, acerca de la nota. No quise decir que…

Jaden, lo siento mucho por hacerte olvidar…

Jade, nunca fue mi intención…

Sólo necesito ver su sonrisa.


La puerta oscilante se abre.

Y, después de veinticuatro horas de preguntarme, pensar y preocuparme,


ella está a medio metro de mí, frunciendo el ceño, jugando con el dije de su collar,
tirándolo de un lado para el otro.

Un hábito nervioso.

Mi corazón golpea contra mis costillas. Abro mi boca para hablar, pero
las palabras no salen. No importa, sin embargo, porque antes de que pueda
disculparme…

—Mira, sólo quiero decir que lo siento por lo de ayer —dice—. Ya sabes,
um, por irme temprano.

Ella se disculpa conmigo. Y sus ojos, son dulces. Sinceros. Nunca me


culpó por hacerle perder su reunión. Ella pensó que yo estaba enojado con ella
antes de irse.

Ella estaba esperándome.

Me siento como un pedazo de mierda. Un aliviado pedazo de mierda.

—No es gran cosa.

—Está bien. Porque no quería que pensaras que te estaba abandonando


o siendo grosera. Yo sólo… —Y luego se detiene. Rompe nuestra mirada, los ojos
viajando a lo largo de mi pecho. Cuando miro hacia abajo, mi chamarra tiene
abajo la cremallera. Ella está observando mi camiseta azul tipo polo. Cuando
nuestros ojos se encuentran de nuevo, me está estudiando detenidamente,
arrugando su frente.

Y sólo estamos… parados aquí. Sin hablar. Sin movernos.

—¿Puedo entrar? —pregunto finalmente.

Ella regresa de golpe al presente.

—Sí. Por supuesto. Lo siento.

¿Dejé sin palabras a Jade McEntyre? Quizás debería haberme sacado


antes la camiseta polo. Y ahora no hay motivo para disculparme:

—Hola.

Sus mejillas se sonrojan.


—Hola.

Sin palabras.

Nos dirigimos hacia la cocina. La madre de Jaden está allí; su sobrino está
sentado en su silla alta. El niño sonríe cuando me ve. Golpea su bandeja, feliz.

—Recuerdas a mi madre —dice Jaden—. Y esta es mi pronto-a-ser-mi-


cuñada-oficialmente, Sarah, y Joshua.

Así que Daniel y Sarah no están casados. Y ellos todavía viven aquí. Con
su hijo.

—Gusto en conocerte —le digo.

Ella sonríe.

—Igualmente.

—¿Un refresco? —pregunta Jaden.

Tomo la lata de ella.

—Gracias.

Jaden agarra nuestros bocadillos y regresa al vestíbulo.

—Estaremos en el piso de arriba si nos necesitas —grita.

Tomo mi tiempo mientras subimos las escaleras, estudiando las


fotografías familiares más de cerca, mirando crecer a Jaden con cada paso.

—Esta es una de mis favoritas, creo. ―Es Jade en la secundaria, llena de


flequillos y cabello rizado y una boca llena de ortodoncia. Delgada. Linda, pero
de una manera torpe y tipo patito feo.

Una etapa que ha superado claramente.

—Eso fue en octavo grado —explica―. Ese fue un año difícil para mí.

Me trago la risa.

—Puedo ver eso. En realidad en cierta forma lamento que me lo perdiera.

—Cállate. ―Ella se vuelve hacia las escaleras.

Paso ese trío de fechas de nuevo y resto los números en mi cabeza.


Todavía dieciocho.

Y de nuevo, ella toca la pegatina de Harvard en su camino hacia el


dormitorio.

—Hiciste eso la última vez que estuve aquí. —Señalo.

—Oh. Lo sé. Es sólo esta cosa extraña. Puse esto después de que nos
mudamos. Por motivación. Después de enviar mi solicitud, sin embargo, empecé
a tocarla cada vez que vengo o salgo de mi habitación. Buenas vibraciones. Ya
sabes. También está uno en mi casillero —dice. Pero esto ya lo sé. Lo he visto.
Ella se ríe, nerviosa—. ¿Supongo que podrías decir que estoy obsesionada?

—Al parecer. Así que… ¿Qué sucede si no logras entrar?

—¿Por qué preguntarías eso? —Su rostro palidece ante la insinuación,


sus cejas se juntan, como si supiera algo que ella no. Y me doy cuenta, dos
segundos más tarde, que si esta chica no puede manejar una reunión perdida, un
rechazo de Harvard la devastaría.

—No estoy diciendo que no lo lograrás, obviamente —aclaro—. Era una


pregunta hipotética.

Ella arrastra sus dedos por el cabello, después lo mete detrás de las
orejas, relajándose.

—Oh. Bueno. En ese caso, no es una opción. Yo voy a entrar. Ya sabes, es


extraño —continúa, cambiando de tema—. Tomamos gran cantidad de las
mismas clases, pero no estamos juntos en ninguna.

—¿Qué es tan extraño acerca de eso? Espera. ¿Cómo sabes qué clases
estoy tomando? —Nunca hemos hablado de nuestros horarios. Ni siquiera ha
surgido.

—Yo, um, trabajo en la oficina la última hora y sucedió que vi tu horario


el otro día —masculla, ocupándose con bocadillos, abriendo bolsas, negándose
a mirarme.

He tratado con suficientes criminales, he visto suficientes interrogatorios,


escuchado bastantes historias, para saber que esta chica está ocultándome algo.

—¿Sólo sucedió que viste mi horario? ¿Cómo lo lograste? —presiono,


agarrando un puñado de patatas fritas.

—Sólo lo vi, eso es todo.


No hay manera de que salga de ésta tan fácilmente.

—Entiendo esa parte. Sólo estoy tratando de averiguar cómo,


exactamente, conseguiste verlo.

Ella exhala un aliento frustrado.

—Tu archivo, ¿está bien? Hay una copia de tu horario en tu archivo de


estudiante. Así es cómo sé qué estas tomando. ¿Estás feliz ahora?

Muerdo una Sun Chip, incapaz de esconder mi sonrisa. Así que Jaden
McEntyre ha estado haciendo un poco de reconocimiento por sí misma. De mí.

—Pensaba que los archivos de estudiantes eran prohibidos.

—No para mí —dice, derrumbándose en la cama.

—Al parecer.

—Sólo fue esta cosa estúpida. Tenía curiosidad. Quiero decir, te vi en


inglés y en el almuerzo, pero eso fue todo. No sabía nada acerca de ti, así que sí.
Miré en tu archivo de estudiante.

Jaden McEntyre tiene curiosidad acerca de mí.

Y me gusta esa fotografía, esa cita, en el pasillo, no estoy seguro de qué


hacer con esta información ahora que la tengo.

—Sabes que eso es ilegal, ¿verdad?

Ella retrocede, mete el cabello detrás de las orejas.

—Tú no vas a reportarme, ¿verdad?

—Tengo que pensarlo. Así que, ¿Estamos en las mismas clases?

—Química Avanzada, Biología, Español III. Sabes, podrías estar en la


Escuela de Medicina de Harvard.

—¿Qué, también viste mis calificaciones? —pregunto.

—¿Qué te hace pensar que vi tus calificaciones?

—Es sólo que debes pensar que lo estoy haciendo bastante bien si podría
ingresar ilegalmente a Harvard.

Otro suspiro.
—Sí. Vi tus calificaciones. Y sí, lo creas o no, no soy la única en esta
habitación que podría dirigirse a una escuela de la Ivy League1.

¿Ivy League? ¿Cómo jugadores de polo, usando chaquetas de punto,


futuros congresistas de la Ivy League? ¿Qué demonios? La única razón por la que
estoy tomando clases avanzadas es porque ya había pasado las básicas. Quiero
decir, si tienes que repetir el último año, ¿por qué no expandir tu repertorio? Y
no es como que lo hice todo genial la primera vez.

Ivy League.

Una prueba más de que esta chica no es mi tipo, en varios niveles.

—Nah. ―Agarro mi cuaderno, listo para trabajar.

—¿Por qué no? —presiona—. Tus calificaciones son estelares. Estás en


clases avanzadas. Probablemente podrías entrar en cualquier universidad que
quieras.

—La universidad no está en mi agenda. ―La universidad nunca estuvo


en mi agenda. Incluso cuando era un estudiante verdadero de último año, incluso
cuando mis amigos estaban comparando campus, cuando Callie estaba
aplicando para sus colaboradores… la Universidad no era para mí.

—¿En verdad? —pregunta—. ¿Por qué no?

—Eso es una clase pregunta personal, ¿verdad?

—Tal vez, pero, ¿Por qué no quieres ir? Ir a la universidad es la manera


más rápida de salir de esta ciudad.

—Quizás me gusta estaraquí —señalo, hojeando a través de las páginas,


buscando mis notas de Ethan Frome.

Ella me mira atentamente, escéptica. Ella no se lo está tragando.

—No te ofendas, pero en verdad no pareces como el tipo de chico que


querría quedarse después de la graduación.

1
Ivy League: Es un conjunto de 8 universidades privadas del noreste de Estados Unidos.
Denominadas así por sus connotaciones académicas de excelencia, así como de elitismo por su
antigüedad y admisión selectiva. Harvard, Yale, Princeton, U. de Pensilvania, U. Brown, U. de
Columbia, U. Cornell y Dartmouth College.
Mis ojos viajan a los suyos, nuestras miradas se bloquean.

—Faltaba más. Y tienes razón. Me voy a ir en el momento en que mi


diploma esté en mi mano.

—¿En ese momento? ¿Cómo, que te vas a marchar en tu toga y birrete?


—dice, provocando.

—En ese momento.

Antes, si el tiempo es adecuado, cuando tenga un caso lo bastante sólido


para tomar al distribuidor. Podría desaparecer mañana. Pero entonces, si lo
hiciera, ¿A dónde nos deja eso? A Jaden y a mí. A nuestro proyecto, quiero decir.

Ella se aclara la garganta.

—¿A dónde vas?

¿Cuándo termine con Bedford? De regreso a Hamilton. Para trabajar en


las calles. Demonios, para otoño probablemente estaré en alguna otra escuela en
alguna otra ciudad, haciendo lo mismo que estoy haciendo aquí. Pero Jaden no
puede saber esto.

Tengo un problema con la autoridad.

Soy desenfocado e indisciplinado.

—No lo sé. Algún lugar… cualquier lugar menos aquí.

Ella se sienta en silencio, esperando desesperadamente que siga. Estoy


en un nuevo nivel de desconcertante. Impenetrable. Cada pregunta que respondo
aumenta tres preguntas más. Y la mata no saber, no entender.

—¿Esto tiene algo que ver con tu padre? —pregunta finalmente.

Podría haber predicho que esto sucedería. Fuerzo una risa.

—Supongo que mi archivo de estudiante mencionó que hay problemas


en casa.

—Vagamente.

Llego adentro del bolsillo de mi chaqueta y saco una pluma.

—Bien, créeme, yo no soy el problema —digo, siguiéndole la corriente.

Es fácil, mentirle a los extraños, a la gente que no te importa.


Esto, mentirle a Jaden, no se siente bien. No en absoluto.

—Por lo menos deberías aplicar a la Universidad Northwestern State —


dice—. No queda muy lejos, y ellos tienen unos programas impresionantes.

Me encojo de hombros.

—Sí. Lo que sea.

Jaden deja el tema y nos lanzamos de regreso en Ethan, Mattie y


Starkfield, ese pueblo deplorable lleno de gente miserable. Pienso en los dos,
sólos en casa mientras Zeena está lejos. Qué feliz es Ethan teniendo a Mattie para
sí mismo. Cómo, por un momento, ella casi parece cómoda con el rol de amante
esposa.

Por un momento, ella lo es.

Y, por un momento, él experimenta una nueva clase de por siempre. Él


ve como podría ser la vida.

El día siguiente, cuando llego a inglés, hay una bolsa de Sun Chips y un
refresco en mi escritorio, esperándome.
Traducido por Lorenaa.

Corregido por Debs.

L
os golpes del bajo suenan, todo mi cuerpo late con el ritmo.
Conozco este lugar. Me pasé por aquí no hace mucho, simplemente
de pasada, me imagine que merecía que lo comprobara una
segunda vez.

Hace demasiado calor aquí, demasiado humo, la habitación está


demasiado llena de gente. En otro tiempo de mi vida yo vivía para sitios como
este. Fiestas de fin de semana. Erik. Callie. Todo el juego. Nos adentraríamos tarde
en la noche a nuestras habitaciones –con nuestras cabezas zumbando por el
alcohol, despertándonos la mañana siguiente con resaca.

Cruzo la cocina y me dirijo a la puerta lateral.

No está mucho más tranquilo en el porche, la fiesta interior se derrama


por el césped a pesar del aire frio de medianoche. Un único objetivo brilla en el
patio, hay unos cuantos grupos de personas dispersos, un chico y una chica
enrollándose en una esquina oscura, otros sentados sobre las barandillas, un
grupo sobre el césped. Exhalo una vez, ya que hay humo.

Humo.

Alcanzo dentro del bolsillo de mi chaqueta, saco un paquete de cigarros


y el mechero.

Doy una calada y recuerdo porque lo dejé.

Toso en mi puño, con la garganta ardiéndome.

—Oye hombre, ¿te puedo pedir uno?

Un tipo sale de las sombras, de mi edad, quizás un año o dos mayor.


Estatura media. Rasgos oscuros.
—Sírvete tú mismo. —Le paso el paquete y el encendedor. Se los puede
quedar si quiere.

Saca un cigarro, lo enciende y me devuelve el resto.

—Gracias.

—Sin problema.

Él da una calada, relajándose visiblemente, recorre los dedos por su pelo


grasoso. Podría estar sólo. A la mejor una tercera rueda.

—¿Estas en la universidad? —Le pregunto.

—Nah, hombre. Esa mierda no es para mí.

Fuerzo una risa.

—Te entiendo.

—No te había visto por aquí antes. ¿Vives cerca?

—En Bedford. Por la carretera de Michigan.

El asiente, sonriendo, exhala otra calada.

—Eso no fue una sorpresa.

—Lo sé. ¿Verdad? Mi padre apesta. Esta fiesta apesta. Toda la jodida
semana apesta.

—¡Hey Vinny! —Un tipo saca la cabeza por la puerta―. Te están


buscando.

Vinny levanta el cigarro.

—Dos segundos. —Luego se gira otra vez hacia mí—. Acostúmbrate


hombre, no se vuelve mejor. —Le da una calada final y luego tira la colilla a la
húmeda hierva.

—¿Necesitas otro?

—Estoy bien, pero gracias.

—Sin problema.

Él cruza el porche, desapareciendo dentro de la casa. La puerta de


pantalla golpea contra el marco. Un durante un momento se está tranquilo, la
fiesta está entre dos canciones, luego la música vuelve a golpear, fuerte. Alto.
Salto por las escaleras y me dirijo alrededor, cortando a través del patio del vecino
y aterrizando en la calle, ondeo entre los coches hasta que alcanzo mi moto.

Eso fue una pérdida de tiempo.

O no.

—¿Parker?

Mi columna se pone rígida; la puerta de mi taquilla se cierra con un bang.

—¿Sí?

—¿Conoces a Vince?

Estudio su rostro, este chico me ha acorralado. Alto, pero no tan alto


como yo. Escuálido. Larguirucho. Con la cabeza rapada.

—¿Perdona? —Le pregunto sin entender.

—Vince De Luca. La fiesta de la otra noche. Ambos estuvisteis fumando


en el porche.

Me sacudo el cerebro. ¿Vince De Luca? El tipo, ¿Vinny?

—Sí, lo conozco. —Miento.

—Me refiero a conocerlo, conocerlo. —Me mira expectante. No estoy


seguro de que responder a esto, pero he aprendido que si mantienes la boca
cerrada el tiempo suficiente la gente te dirá todo lo que necesites saber, cualquier
cosa que quieras oír. La gente nerviosa habla demasiado. Este chico luce más que
nervioso.

Demasiado:

—Es sólo que he escuchado algunas cosas… —se calla—. Parecía que
erais cercanos.

—Lo conozco. —Repito—. ¿Por qué te interesa tanto?

Él se encoge de hombros.

—¿Crees que le podrías hablar bien de mí? —pregunta, en voz baja.


Cuando me niego a contestar, continúa:
—Quiero decir, ya sabes cómo es él con su mierda. El otro chico entró.
Pero no tengo toda la vida para esperar, ¿Sabes? Si le pudieses decir que soy
bueno… eso estaría bien.

¿Él quiere que le diga a algún tipo llamado Vince De Luca que él está
bien porque él quiere su mierda?

Mierda.

—Claro. Veré lo que puedo hacer.

El alivio se ve en su rostro, sus hombros se relajan.

—Gracias hombre. Eso es genial de tu parte, ¿sabes? Y oye, cualquier cosa


que pueda hacer por ti. Cualquier cosa que mis chicos puedan hacer por ti,
házmelo saber. ¿Vale?

Asiento.

El tipo se aleja en la distancia. Miro hacia mi izquierda donde Tyler y Su


Amigo están en su taquilla, intentando no mirar.

—¿Por casualidad lo conoces? —le pregunto.

—Brandon Garrels —dice el amigo.

—¿Quién es? No está en ninguna de mis clases.

—Es junior. Juega al baloncesto y al béisbol.

Baloncesto y béisbol.

Un Atleta.

Le doy las gracias, entonces me escabullo entre la multitud, hacia la


oficina delantera. Paso a Jaden en mi camino. Está sentada en una mesa en el
recibidor, recolectando dinero para los niños pobres de Bangladesh.

¿No es su aplicación a Harvard lo suficientemente acolchada ya?

Cállate. Es importante pensar en cosas más grandes que tú mismo. Sus


murmullos llegan a mis oídos, castigándome. Le doy otra mirada, sintiendo las
esquinas de mi boca elevarse con una sonrisa.

El director Howell está en su oficina discutiendo sobre unos papeles con


unos de los asistentes administrativos cuando entro. Asiente cuando me ve,
terminando con la secretaria, luego señala para que lo siga.
Cierro la puerta detrás de nosotros.

—¿Qué puedo hacer por ti, Parker?

—¿Cuándo fue la última vez que hubo una búsqueda en los vestuarios?
—pregunto.

Se rasca su cabeza calva con las cejas elevándose.

—No te lo puedo decir, nunca hubo una. No desde que yo estoy aquí.

—Me gustaría tener permiso para comprobarlas. La de los chicos —


aclaro.

—Vale, pero no están asignadas a alguien en particular. Las usan cuando


las necesitan.

—Pero las están usando. ¿Verdad? ¿Ropa? ¿Mochilas?

Él asiente.

—Va a haber un partido en casa. Haremos un plan para entonces.

—Vale. Y ya que estoy aquí. ¿Conoce a un chico llamado Vince De Luca?

Él sacude la cabeza, entrecierra los ojos, pensando.

—El nombre no me suena.

—¿No fue un estudiante aquí o algo?

—No que yo pueda recordar. Por favor, ten en mente que sólo es mi
tercer año aquí, pero si quieres saberlo, la biblioteca tiene copia de todos los
anuarios.

—Los miraré. Gracias.

La bibliotecaria está cerca de un ataque coronario cuando le pregunto


por los anuarios. A mí casi me da el ataque cuando descubro que Vince De Luca
estuvo en Bedford High hace cuatro años.

En mi apartamento, entro en el sistema de información de la comisaría a


través del ordenador que mi jefe Anderson me gestionó.

Hombre. Dieciocho a veinticinco años. Condados de la Union y Carson y


cincuenta kilómetros a la redonda.
Vince De Luca aparece varias veces.

Hay uno que cumple los parámetros.

Cliqueo en un enlace.

Es él.

El chico de la fiesta. Veintidós años. Pelo castaño. Ojos marrones. Ha sido


arrestado varias veces por separado, cada una portado su propia ficha policial.
Puedo desplazarme por la hoja de los antecedentes penales del tipo, leyendo su
reporte policial.

Asalto con lesiones.

Asalto femenino.

Allanamiento de morada.

Posesión de sustancias controladas con intención de venta.

Conspiración para vender sustancias controladas.

Dos cargos de entrada ilegal.

Posesión con intención de venta.

—De seis a ocho meses en el Departamento de Corrección. Veinticuatro


meses de libertad condicional —murmuro por debajo de mi aliento—. ¿Eso es
todo?

Hago clic en el primer informe, de hace cuatro años. Vince fue arrestado
en Trenton cuando una fiesta fue allanada. Le encontraron Marihuana. Hubo otros
arrestos aquella noche. Menores bebiendo. Posesión de drogas. Miro la lista de
nombres.

Uno en particular sobresale de los otros.

Daniel McEntyre.

Mierda.

¿McEntyre?

Mi corazón está en silencio, ha parado de bombear, todo dentro de mí


está muy quieto. Cliqueo el enlace y se carga la ficha. Lo reconozco al instante de
las fotos familiares. Es él, el hermano de Jaden.
El hermano mayor de Jaden fue arrestado la misma noche en aquella
fiesta con Vince De Luca.

Posesión de drogas.

Me recuesto en el sofá, recorro los dedos por mi pelo mientras él sigue


mirándome, frunciendo el ceño.

Esta mierda se acaba de complicar.


Traducido por Selene1987

Corregido por Debs

A
parco mi motocicleta en un lugar detrás de la escuela. Puedo oír
la multitud en el gimnasio. El cante y las palmas y los aplausos. Y
me acuerdo de lo mucho que odio los deportes de instituto.
Cómo, en algún momento, importaban.

Apago mi teléfono. No necesito interrupciones, esta noche no.

El director Howell se encuentra conmigo en la puerta de al lado. Bajamos


por pasillos oscuros hasta que llegamos al vestuario de los chicos.

—Sé rápido —advierte—. Esperaré ahí fuera.

Abro la puerta y hablo:

—¿Hay alguien aquí?

Nada.

Giro la cerradura de la puerta, luego agarro el pomo, sólo para


asegurarme. Miro los baños. Las duchas. La sala está vacía.

El olor me lleva a los vestuarios de mi antiguo colegio: la lejía, el almidón


de maíz, el olor corporal. Capas y capas de suciedad y sudor.

—Entrar y salir —murmuró.

Hay cientos de personas reunidos en el gimnasio, el tiempo marca el reloj


del partido. No tengo mucho tiempo. Abro la primera taquilla y cojo una bolsa
de lana. Abro cada cremallera, meto mi mano en cada bolsillo. Pongo a un lado
las ropas y toallas y botellas de agua. Nada. Meto la bolsa de nuevo en la taquilla
y me muevo hacia la siguiente. Y la siguiente. Miro bolsillos de pantalones
atléticos. Chaquetas. Y la siguiente bolsa. Y la siguiente.

Nada.
Nada.

Nada.

Cierro fuertemente la puerta. El sonido se esparce por las paredes,


llenando la sala.

—¡Mierda!

Quito la cerradura, la abro.

—¿Despejado?

—Todo despejado —contesta el director Howell. Entro en el pasillo y le


sigo hacia la salida—. ¿Algo de suerte?

Miro por encima de mi hombro rápidamente. Aún estamos solos.

—No. Pronto lo intentaré nuevamente. Si tengo una sospecha razonable


de algún jugador en específico, puedo obtener una orden para una búsqueda
más concreta. Mientras tanto, necesito una lista de cada atleta de este colegio.
Volveré a Trenton esta noche. Si encuentro otra cosa, se lo haré saber.

Me da las gracias y me deslizo en la noche. Rodeo el gimnasio,


dirigiéndome a mi moto, cuando la multitud grita.

El partido de baloncesto.

No es ninguna coincidencia que Brandon Garrells, jugador de baloncesto,


estuviera en esa fiesta. Que me viera hablando con Vince. Que me pidiera que
dijera “buenas palabras” de él, como si tuviera más conexiones que él.

Si Vince De Luna está llevando…

Giro la manija y entro en el gimnasio. Los ruidos están amplificados, las


palmas y los gritos y los zapateos, el rechinar de zapatos nuevos rozando el suelo
del gimnasio. Mis ojos encuentran instantáneamente a Blake Hanson. Pasa la
pelota por el campo y hace un lanzamiento rápido de dos puntos. La multitud
ruge.

Sr. Perfecto.

Y de repente me doy cuenta… Sé lo que Jason encuentra tan atrayente.


¿Cómo le llamé? ¿Seguro? ¿Aburrido? Si ella le quiere o no, no es el problema.
No es como Daniel, es lo que importa.
La encuentro sentada en la mesa cerca del bar, hablando con Savannah.

Hace cuatro años, habría sido una novata. Lo suficientemente mayor para
saber que su hermano fue arrestado. Lo suficientemente mayor para entender
por qué.

Explica mucho, en realidad. La atención. La determinación.

Lo entiendo. La entiendo.

Suena la alarma del tercer cuarto y salto, sorprendiéndome el ruido. Los


jugadores corren hacia sus respectivos asientos.

Miro de nuevo a Jaden, e, incluso a través de todo un gimnasio, sus ojos


encuentran los míos. Rápidamente aparta su mirada, volviendo su atención a lo
que sea que estuviera haciendo.

Ignorándome.

Mis músculos se tensan.

No puedo culparla. Ha oído los rumores. Es sólo… ¿el problema de los


rumores? No son necesariamente ciertos.

No soy así, quiero decirle. No soy como piensas que soy.

Y entonces, como si hubiera hablado directamente con su cabeza, como


si me hubiera escuchado por encima de todas las conversaciones y animadoras y
gritos… alza su cabeza de nuevo, y nuestros ojos se encuentran. Conectando. Y
cuando lo hacen mi corazón se detiene contra mis costillas. Durante ese segundo,
todo se detiene. Se coloca el pelo detrás de sus orejas y saluda.

Asiento contestándole, sin poder esconder mi sonrisa.

Me sonríe de vuelta, una sonrisa gloriosamente hermosa, y se gira hacia


Savannah.

Siento esa sonrisa por todos lados.

No tiene que ser así. Podría dirigirme a su mesa ahora mismo. Podría
saludar.

Podríamos hablar de nuestro proyecto. Podríamos hablar de cualquier


cosa.

No es problema.
Me senté en su cama, por el amor de Dios. Vi su ático del tercer piso. Sé
que su casa no es una restauración. Vi su grifo. La vi casi llorar.

Pero algo hace que me quede plantado en el lugar, evitando que cruce
ese límite invisible. Esa línea que divide, separando nuestros territorios. Porque
las chicas como ella no se asocian con chicos como yo.

Mis ojos se mueven, alejándome de ella.

Y ahí está Vince, apiñado con un grupo cerca de los bancos, con las
manos en sus bolsillos, observando el partido, riéndose de algo que dice uno de
ellos.

Mierda.

Está aquí.

Se dirige hacia la salida, con su séquito siguiéndole. Y por un momento


estoy dividido. Una parte de mí quiere quedarse, encontrar una razón para
acercarme más a esa mesa junto al bar. Pero Vince se marcha.

Cuando miro de nuevo a Jaden, Blake está de pie enfrente de ella,


bloqueando mi vista.

Con esto, me deslizo por la puerta y pongo un pie en la fría noche.

Meto las manos en los bolsillos de mi chaqueta y me muevo alrededor


del gimnasio, siguiendo el camino. Las luces de la calle parpadean sobre mi
cabeza, intentando iluminar las oscuras esquinas del edificio. El patio está
rodeado de árboles.

Les oigo llegar antes de poder verles. Saco mi mechero, un cigarrillo del
paquete, lo enciendo e inhalo.

Voy a necesitar una buena desintoxicación cuando esta tarea termine.

Cruzan el aparcamiento, deteniéndose junto a una motocicleta,


hablando, riéndose.

Con un gran milagro, la puerta prácticamente se me abre.

Miro la entrada, salgo del camino y doy golpecitos a mi cigarrillo.

Otro gran coñazo.

—Buen vehículo —digo, acercándome a ellos—. ¿Hayabusa?


—Sí —dice uno de los chicos.

—¿Primera generación?

—La conseguí de segunda mano.

—Es bonita. ¿Una ochenta y cinco? ¿Ciento noventa?

Sus ojos me miran con curiosidad.

—¿Sabes de motos?

—Tengo una setenta y cinco aparcada ahí detrás.

—¿De verdad?

—La compré el año pasado.

—¿Nueva?

—Sí —contesto—. Podéis venir a verla si queréis. Dejaré que la escuchéis.

El chico mira a Vince esperando aprobación.

—¿Tenemos tiempo, Vin? —pregunta.

Vince asiente, así que nos dirigimos al aparcamiento de atrás.

—¿La conseguiste cuando salió? —pregunta el chico, dando vueltas


alrededor.

Mantengo mis ojos en Vince, observándole inspeccionar la moto con el


resto.

—Justo de la sala de exhibición. Conozco a chicos que han llegado a


ciento ochenta y dos con esta cosa.

Pasa un pie por encima, poniéndose a horcajadas sobre ella.

—¿Alguna vez has corrido tanto?

—Hice ciento veinte en la autopista de Hamilton una noche.

Mentira.

La verdad es que respeto mi moto. Una de las alegrías de ser el primer


en responder es que soy consciente de lo que ocurre cuando no las respetas. Y
mientras Callie no confía en mí en absoluto, soy de hecho uno de los conductores
más seguros que conozco.

Ciento veinte no es una opción.

—¿Haces carreras callejeras? —pregunta.

Yo me encojo de hombros de manera informal.

—A veces.

—Tío. Probablemente te hayamos visto entonces. Hay un grupo que se


reúne por los ciento cuarenta.

Sé todo lo de los chicos que hacen carreras ilegales por la noche. Son
muy difíciles de atrapar.

—He estado ahí. ¿Conoces a Justin Raitt? —pregunto—. Tiene una


setenta y cinco como ésta. Es la razón por la que conseguí la mía.

—No reconozco el nombre.

—¿Y cómo corren estos bichos? —finalmente Vince se adelanta para


hablar.

—Doce de base, pero conocía a un tío.

Me mira con curiosidad.

—No eres de por aquí, ¿no?

—No. Nos conocimos, de hecho. En una fiesta la otra noche. Necesitabas


un cigarrillo.

Sus ojos se entrecierran, pero asiente, recordando.

—De Bedford por Michigan. Te conozco. ¿Vas a la escuela aquí?

—Desafortunadamente. Soy Parker.

—Vince —contesta.

—Gianni —dice el chico sentando en mi motocicleta—. Ése es Dave. —El


otro chico asiente.

—Tu padre tiene que ser un tío genial —dice Vince, con los ojos mirando
el motor.
—Mi padre es una mierda —contesto—. Me gané cada dólar que pagué
por ella.

—Eso es mucho dinero de cumpleaños.

Reí.

—Puedes encenderla si quieres —le digo a Gianni.

Pasamos los siguientes veinte minutos hablando en el aparcamiento,


sobre motocicletas, hasta que oímos la alarma final, señalizando que el partido
ha terminado.

—Vamos —ordena Vince—. Tenemos que irnos.

Gianni me da un medio apretón de manos, medio abrazo.

—Gracias, tío. Es hermosa.

—Cuando quieras.

—Estaremos en Trenton esta noche, si te interesa.

—¿Cuál es la dirección? —pregunto.

—Seis-seis-siete de East Elm.

La misma casa de antes.

—Por el campus, ¿verdad?

—No demasiado lejos.

—Puede que aparezca más tarde.

Recibo un apretón de manos de Dave. Y luego Vince.

Y, justo así, estoy dentro.


Traducido por Selene1987

Corregido por Debs

L
a gente sale del gimnasio, cruzando el aparcamiento, dirigiéndose
hacia sus coches. Mis ojos siguen buscando a Jaden, pero no la veo
por ningún lado. Incluso después de que la mitad del aparcamiento
se haya quedado libre, no la encuentro por ningún sitio.

Necesito ir a Trenton. Pero su coche todavía está ahí, el pequeño Civic


blanco aparcado en la segunda fila.

Estoy aquí. Ella está aquí. Simplemente saludaré.

Por fin salen: Jaden y Blake, Savannah y Tony.

Mierda.

Claro que se marcharían juntos.

Me alejo de su coche, lejos de la farola, deslizándome hacia las sombras.

—A Guido, ¿verdad? —dice Tony.

—Sí. Jaden, nos encontraremos contigo y con Savannah allí —responde


Blake.

¿Doble cita en Guido? Obligo a mis ojos a no ponerse en blanco.

Jaden sube a su coche, abrochándose el cinturón. La veo dar marcha atrás


del aparcamiento y salir. Me quedo mirando hasta que desaparecen las luces
traseras.

Y nuevamente no puedo creer que esté saliendo con Blake Hanson. Sea
atleta o no, sea una estrella del baloncesto o no, seguro o no, el tío es un inútil.
¿Es lo mejor que puede hacer?

No sé por qué importa eso, por qué me molesta tanto. Estoy con Callie.

Pero… ¿y si no estuviera con Callie?


Y por primera vez, de pie sólo en el frío aparcamiento, con luna brillando
y muchas nubes arriba, me imagino cómo sería. Si no estuviera atado a nadie
más. Si Callie no estuviera ahí. Si hubiera conocido a Jaden en algún otro
momento, en otro universo…

Le hubiera pedido salir.

Le hubiera pedido salir en un segundo, y no hubiera aceptado una


negativa por respuesta.

La voz de mi cabeza me grita, diciéndome que ella nunca lo haría. Que


nunca le diría que sí a alguien como yo.

Y me viene la inspiración: sé lo que hacer. Sé cómo remediarlo, cómo


detenerlo, sea lo que sea, lo que hay entre Jaden McEntyre y yo.

Es estúpido. Es estúpido y arriesgado y peligroso. Pero funcionará. Sé que


lo hará.

Hacen falta veinticinco minutos para llegar a casa desde la escuela.


Veinticinco minutos bajo la noche. Veinticinco minutos de viento cortándome el
cuerpo. Veinticinco minutos para estar convencido de que esto resolverá cada
problema.

Enciendo las luces de mi apartamento, apresurándome hacia el armario


de la habitación, y saco el casco de repuesto del armario. El casco de Callie. El
que aún tiene que llevar.

Cojo mi mochila del sofá y tiro todo su contenido en el suelo. Los libros
golpean la alfombra. Se dispersan los folios. Meto el casco dentro. Si mi propia
prometida no se montará en la parte de atrás de mi moto conmigo, no hay
manera de que pueda convencer a Jaden. Cuando diga que no, entonces esto,
todo esto, habrá terminado.

Mi mundo será normal otra vez.

Me dirijo hacia Guido alcanzando cada límite de velocidad establecido.


Pronto terminará. Tengo que llegar allí antes de que se marchen. Tiene que ser
esta noche. No puedo malgastar otro día por esta chica.

El aparcamiento está casi vacío cuando llego, pero su Civic blanco aún
está allí, aún bajo una farola. Suspiro de alivio y dirijo mi moto hacia la farmacia,
deteniéndome en una esquina oscura a un lado del edificio.

Ahí, espero.
Y espero.

Y espero. Y cuando finalmente sale está flanqueada por Blake y Savannah,


con Tony en la parte de atrás. Se detienen a la mitad del aparcamiento, con risas
de felicidad haciendo eco en las calles tranquilas.

Una sola vuelta. Es lo único que pediré. Me mirará, luego a la moto, y dirá
no, gracias. Entonces sabré, sin duda, que no merece la pena pensar en esta chica.

Savannah y Tony se montan en su coche, dejando a solas a Jaden y Blake


para despedirse. Él se acerca para besarla.

Buen pensamiento, Whalen. Ahora tienes que quedarte sentado aquí y


observar al Sr. Perfecto meterle la lengua hasta la campanilla.

Me trago el mal sabor de mi boca, pero no me dejan esperando. En unos


minutos, Blake monta en su furgoneta y la deja sentada sola en el coche.

Es el momento.

Enciendo el motor, cruzo la calle, y aparco en el sitio vacío a su lado. Me


reconoce. O la moto. De cualquier manera, abre la puerta y sale a la noche.

—Hola, tú —dice. Juro que hay un poco de sonrisa en su voz. No parece


sorprendida encontrarme allí en absoluto. Casi como si estuviera esperándome.

Me quito el casco, recorro los dedos por mi pelo, arreglándolo.

—¿Qué tal?

—Podría preguntarte lo mismo.

—Sólo salgo para una vuelta nocturna —digo, encogiéndome de


hombros con naturalidad.

—Si no lo supiera bien pensaría que me estabas siguiendo.

Mierda.

Nota mental: nunca dar por sentado a nadie de Harvard.

Obligo mi ceja a levantarse, mirándola con escepticismo, manteniendo


mi tono lo más igualado posible.

—¿Estás dando a entender que no tengo nada mejor que hacer un


viernes por la noche que seguirte por ahí?
—Sabiendo que fantaseas con mi habitación y todo eso… claro que no
—dice, acercándose más.

Ouch.

Jaden: Cuatro.

Parker: Dos.

Toca el manillar de mi moto, pasando los dedos alrededor, curiosos. Casi


puedo sentir el movimiento sobre mi piel. Tengo un escalofrío.

—Te vi en el partido —dice—. Savannah cree que me estás acosando.

—Es bueno saberlo, supongo —respondo con serenidad.

Son chicas. Dejemos que cotilleen. Dejemos que piensen lo que quieran
de mí. Encaja en el estereotipo, de cualquier manera: Parker Whalen, acosador
problemático.

—También cree que estás bueno.

Mi respiración se corta ante sus palabras, las mejillas se ponen más


calientes, lo más calientes que han estado en toda la noche.

¿De verdad acaba de decir que su amiga piensa que estoy bueno? ¿Y
significa eso que ella está de acuerdo?

—De cualquier manera. Me alegra que no seas un acosador —continúa—


. Aunque no sé cómo supiste que estaría aquí.

—Como ya he dicho. Viernes por la noche. Eres bastante predecible.

Me mira de manera extraña, sin creerlo, y de repente nuestros papeles se


intercambian y yo soy el criminal que no puede mantener la boca cerrada. En el
silencio que viene, respiro el aire que queda en mis pulmones por lo que pueda
ser una confesión. O algo así.

—Estaba pasando por al lado y reconocí tu coche.

—Casi te lo pierdes. De hecho estaba preparándome para marcharme.

Sonrío ante eso.

—No he dicho que fuera la primera vez que pasaba.

Ella da un paso atrás, alzando las cejas sorprendida.


—Así que sí me estás siguiendo.

—Noche libre. Entonces… ¿la pizza estaba buena?

—Ya sabes. Más de lo mismo.

Eso es, lo que he estado esperando. Puedo demostrar, de una vez por
todas, que Jaden McEntyre no es buena para mí.

—¿Quieres poner un poco picantes las cosas?

Su cabeza se echa hacia un lado, pendiente.

—¿Lo dices en serio?

—¿Sabes? Eso no es muy amable. Aquí estoy, ofreciéndote pasar un buen


rato, ¿y tú tienes la valentía de hacer preguntas?

Se ríe.

—¿Ese picante tiene algo que ver con Mattie Silver o Ethan Frome?

—No a menos que tú quieras. Estaba pensando más en Parker Whalen y


Jaden McEntyre.

Sólo nosotros dos.

—¿Qué tienes pensado?

—Una travesía nocturna.

—¿En tu moto? —pregunta.

—Sí, ésa es la idea.

—¡Pero hace frío!

Bien. Otra razón para que diga que no. Porque no voy a dejar esto mucho
tiempo más. No voy a esperar hasta que haga más calor. Puede montar o esta
noche o ninguna otra. Puede decir que no ahora mismo, y ambos podremos
seguir con nuestras vidas.

—Podría hacer más frío. Además, el frío es bien. Te recuerda que estás
vivo.

Menea su cabeza, insegura.

—¿En tu moto? ¿Contigo? —repite.


No sólo conmigo. Con un tío, por lo que ella sabe, que es exactamente
como su hermano.

—Sí. —Abro mi mochila y saco el casco de Callie.

El hecho de que le esté ofreciendo el casco de mi prometida a mi medio


atractiva compañera de inglés para que podamos dar una vuelta nocturna habla
por sí sólo, y no muy bien de mí como persona. O como novio. Soy una mierda.
En muchos niveles, soy una mierda. Pero luego recuerdo que no hay manera en
la que Jaden vaya a decir que sí, así que en realidad no hay nada de lo que
preocuparse.

Di que no, Jaden. Venga, y muestra que eres la segunda chica que no está
dispuesta a montarse en la parte de atrás de mi motocicleta conmigo.

Sus ojos se estrechan.

—Lo habías planeado —acusa, con los brazos cruzados.

No voy a darle ninguna otra razón para que diga que no que no quiera
dar. Es la única manera en la que funcionará.

—No estás asustada, ¿no? —digo.

—No estoy asustada —murmura.

Mentirosa. La chica está aterrada.

Como si fuera a dejar que algo le pasara. Soy la persona más segura con
la que podría estar. La primera persona a la que llama la gente cuando necesita
ayuda.

—Una vuelta rápida —mira el casco, curiosa, pero no se mueve para


aceptarlo—. No te preocupes. No me pueden ver contigo más de lo que puedan
verte conmigo. Es tarde. Está oscuro. Los cascos nos esconderán. No se puede
estar más a salvo que así.

Se muerde el labio inferior, con las cejas casi juntas, entrecerrándolas. Y


sé que no lo planeó así, pero es una de las cosas más sexys que jamás le he visto
hacer. Y sé que no debería, pero me tienta incluso más. Y sé que debería
detenerme ahí, que debería aceptar la negativa, pero no.

―Ah. Ya veo.

—¿Qué?
—Simplemente he recordado con quién estoy hablando, eso es todo. Ya
sabes, la Jaden McEntyre que todo el mundo conoce. Segura, aburrida, sin salir
de su zona de seguridad…

Su mandíbula se tensa.

—No estoy en una zona de seguridad.

Viene un soplo de viento, arrastrando una palabra.

—Demuéstralo.

Se da la vuelta, cierra la puerta del coche y para el motor. Se da la vuelta


nuevamente, con los ojos encendidos, y me quita el casco de las manos.

Y me parece ver, mientras se lo baja por la cabeza, mientras se ajusta las


correas, que de verdad va a hacerlo. Sé que debería decirle que se detenga. Sé
que debería decirle que todo es una broma, que no pensaba de verdad que diría
que sí, pero las palabras… no puedo encontrarlas. No existen. No quieren decirse.

Enciendo el motor, revolucionándolo mientras ella monta en la parte de


atrás. Echa su cuerpo hacia adelante, presionándose contra el mío, cada parte de
ella conectada a cada parte de mí, fusionándonos como si perteneceríamos
juntos, como si así es como tendría que ser desde el primer momento en el que
nos fijamos en el otro.

Mi corazón late en mi pecho, balanceándose con el ruido del motor


mientras ella abraza sus brazos a mí alrededor, cada latido confirmando lo que,
en el fondo, ya sabía:

No quería que esta chica dijera que no.


Traducido por Pandora Rosso

Corregido por ☽♏єl

—o h, Dios mío. No puedo creer que


acabamos de hacer eso.

Mierda. No puedo creer que


acabamos de hacer eso.

Jaden soltó el casco y se lo quitó. La evidencia de nuestro paseo a


medianoche estaba en todas partes: en sus mejillas enrojecidas, en sus ojos
brillantes. Pasa los dedos por su pelo, desenredándolo. Sus respiraciones
superficiales forman un halo en el frío.

En mi cabeza me lanzo hacia ella, envuelvo mis brazos a su alrededor y


tiro de ella en un beso, el más largo y profundo jamás compartido por dos
personas. El tipo de beso que sacude tu mundo, porque Dios sabe que ella
sacudió el mío.

En la realidad me quedo quieto, temblando en la fantasía. Contra el frío.

Esta chica no es nada como lo que pensaba.

Ella es... malditamente increíble.

Me sonríe, como si estuviera leyendo el hambre en mis ojos, sabiendo


mis intenciones... como si supiera exactamente lo que estoy pensando.

Espero por Dios que no sepa lo que estoy pensando.

—Vamos. Dejaré que uses prestado mi calefactor —dice.

Nos movemos hacia su auto. Jaden gira la llave y ajusta las rejillas de
ventilación.

—No puedo creer que de verdad monté una motocicleta —murmura.

—¿Fue como lo imaginaste? —pregunté.


—¿Imaginarme? Nunca me imaginé eso. Jamás.

—¿Estás diciendo que es una de las cosas más impresionantes que has
hecho?

Frunce el entrecejo.

—Estoy diciendo que nunca, jamás, volveré a hacer algo así de loco.

Me río. ¿Ahora se siente culpable?

—Vamos, Jade. Te encantó cada segundo de ello —le digo.

Ella niega con la cabeza, insistente.

—No.

La empujo con mi codo, desesperado por sentirla, tocarla una vez más.
Ansío su cuerpo, su suavidad, sus curvas.

—Admítelo. Pasaste un buen momento.

—Lo que sea.

Me acerco más, provocándola.

—Sabes, para alguien que supuestamente tiene todas sus morales en


línea, cedes muy rápido a la presión.

—Cállate.

—Dilo. Pasaste un buen momento.

—No.

Me estiro a través de la consola y pellizco su costado, haciéndole


cosquillas.

—¡Dilo! —exijo.

Ella se ríe, retorciéndose lejos de mí, agarrando mis dedos y


sosteniéndolos firmemente.

—¡No!

Su mano se siente... increíble. Más pequeña que la mía, pero no


demasiado pequeña. Sus dedos son largos, finos. Y ella es tan cálida y perfecta.
No quiero dejarla ir. Quiero seguir agarrándola, robar el calor de su cuerpo.
Ella se aleja de mí e, incluso en la oscuridad, sé que está ruborizándose.

Me gusta esta Jaden, esta chica brillante con la risa contagiosa que se
sube a la parte trasera de las motocicletas sin vacilar.

—Deberías salir más a menudo —le digo, aligerando las cosas—. Tienes
que vivir un poco. Eres demasiado precavida.

—¿Qué hay de malo en ser precavida? —pregunta.

—Nada, pero te estás perdiendo mucho, ¿no crees?

Ella suspira, derrotada.

—Mi familia piensa que soy una fanática del control.

Muevo mis manos a las rejillas de ventilación, calentándolas de una


manera más adecuada.

—¿Por qué?

—Soy una especie de obsesiva, supongo.

—¿Acerca de qué?

—Harvard, mis tareas, mis causas. —Ella baja el calentador un poco—.


Quiero decir, lo viste. Me puse como loca porque olvidé una reunión.

—¿Eso fuiste tú siendo descontrolada? —Me lanza una mirada asesina—


. Hay peores cosas con que obsesionarse —señalo.

—Sí, pero estás tan en lo cierto, ¿sabes? Soy aburrida... y predecible. Y sí,
soy precavida. Todos y todo a mi alrededor es seguro. Mis decisiones son
absolutamente calculadas.

Siento haber dicho esas palabras, estar tan equivocado sobre... todo.

—Eso no es del todo cierto. Porque esta noche… fuiste bastante


impredecible. No pensé que fueras a por ello. Incluso con la presión del grupo.

—Sí, bueno, no debería haberlo hecho —admite—. Si mis padres se


enteran que monté por la ciudad en la parte trasera de una motocicleta contigo,
van a enloquecer. Voy a estar castigada para siempre.

Pienso en su familia. Su hermano. Su historia. Tienen que saber lo que


soy. Qué estoy fingiendo ser, de todos modos. Ellos no pueden estar contentos
con Jaden pasando tiempo con alguien como yo.
—¿Qué los preocupa más? ¿Yo o la moto?

Nuestros ojos se encuentran

—¿Honestamente? —pregunta.

—Honestamente.

—Tú. —La confirmación duele más de lo que esperaba—. Pero eso es


porque no creo que sepan que montas una motocicleta —aclara—. Y porque no
te conocen, obviamente.

Obviamente.

—Ya sabes, la gente dice mucho acerca de ti a tus espaldas. Me gustaría


que al menos salieras y aclararas algunos de los rumores. Son tan molestos.

Los rumores.

Mi columna se tensa. No tiene ni idea. Ni idea de que no soy para nada


como esos rumores.

Bueno, ya no. Porque incluso mientras estoy sentado aquí, fingiendo ser
alguien que no soy, recuerdo que no estoy tan lejos de esos rumores como me
gustaría estar.

—La gente cree lo que quiere creer. Eso no es algo que se pueda cambiar,
lo desees o no.

—Sí, bueno, tú pensabas que me conocías y no lo haces.

—Yo te conozco. Eres precavida y aburrida.

—Esta noche fui impredecible.

—Todos tenemos nuestros momentos.

Ella se ríe. Pero se detiene. Y sé que está pensando... Mierda. No tengo ni


idea de lo que está pensando. Y de repente se está dando la vuelta hacia mí,
metiendo su cabello detrás de sus orejas, frente a mí, con los ojos buscando los
míos.

—Vamos, Parker, ¿quién eres?

La sangre en mis venas se congela. Podría bien estar afuera, de pie en la


oscuridad del invierno. Esto. Esto es exactamente por qué no te acercas a la gente
cuando estás encubierto. Ya es bastante malo mentir a toda una escuela. Una
ciudad entera.

No me obligues a mentirle a ella también.

—¿Qué quieres decir? —murmuro.

Sus hombros se levantan en un encogimiento y suaviza su voz.

—Sólo quiero saber quién eres.

—¿Por qué?

¿Por qué? ¿Por qué siquiera importa? No puedo ser honesto con ella.

—Porque me siento tan transparente a tu alrededor —confiesa—. Siento


que me tienes toda descubierta. Como si supieras todo sobre mí y eso me vuelve
loca. Y perdóname, pero lo único que sé de ti tuve que husmear para averiguarlo.
Sólo dame algo para continuar. Cualquier cosa.

—¿Cómo qué?

—Como... ¿cuál es tu color favorito?

Me río. ¿Eso es todo? ¿Eso es lo que quiere saber de mí?

—Eso es tan elemental. ¿Tengo que ser definido por un color?

—Sí.

Un color. Vaya.

Exhalo un suspiro de poca profundidad y ajusto la manga de mi chaqueta.


Al menos puedo ser sincero sobre esto.

—Negro.

Ella asiente con la cabeza.

—Podría haber adivinado eso.

—Entonces, ¿por qué no lo hiciste? —pregunto, robándole una mirada.

—Porque quería escucharlo de ti. ¿De dónde eres?

Mierda.
Trago saliva, hojeando las notas mentales, recordando la historia hecha
para mí, los detalles grabados que podrían surgir alguna vez en una conversación
como esta.

Dile la verdad. Nadie tiene que saberlo.

Pero el lado más racional y sensato de mí prevalece. Una respuesta


incorrecta, un paso en falso, y se acabó. Mi trabajo está en juego. Me gustaría
saber dónde estaba este lado "sensato" hace una hora, cuando planeé todo esto.

—Michigan.

—¿Por qué estás aquí?

—¿Alguien sabe realmente por qué está aquí? —pregunto.

—Parker —me advierte.

Por supuesto que ella quiere una respuesta real.

—Es, um.... Es una larga historia.

—Tengo tiempo.

Claro que sí.

—Está bien. Bueno. Estoy, eh, aquí porque mis padres se divorciaron. Viví
con mi madre por un tiempo. Pero hace unos años empezó a salir con este tipo...
un idiota total. Hubo algunos problemas... y me enviaron a vivir con mi padre, a
quien no había visto en años, y que no quería tratar conmigo.

Memorizado. Exactamente como aparece en mis notas en casa, en la


comisaría. Probablemente esté así escrito en mi archivo de estudiante.

Jaden frunce el ceño.

—¿Te echaron de la escuela?

—Sí.

No. Sólo me suspendieron por unos días.

—¿Por qué?

—Fui atrapado con algunos chicos, y había marihuana en el auto.

Eso es cierto.
—¿Así que los rumores son ciertos? ¿Acerca de las drogas?

Sí.

—¿Qué rumores? —pregunto, haciéndome el idiota.

—Tenías un problema con las drogas.

—Usé drogas ocasionalmente. No lo veía como un problema, de verdad.


—Cierto. Sólo unas cuantas fiestas—. Quiero decir, no era un adicto —aclaro.
Dudo antes de continuar:

—Tuve suerte ese día. ¿Los chicos con los que estaba? Estábamos
negociando. Y ninguno de ellos me delató.

Cierto. Nadie me delató, pero aun así nos atraparon. Pasé la mitad de la
noche en la cárcel con mi mejor amigo y mi novia.

—¿Por qué las estabas vendiendo?

—La emoción. La adrenalina. Porque estaba cansado de estar en la ruina.


Porque no podía permitirme un auto y necesitaba algo para conducir. ¿Por qué
alguien hace algo?

—¿Vendes ahora?

—No.

Cierto.

—¿Las usas ahora?

—No.

No, a menos que tenga que hacerlo. Por desgracia, venía en la


descripción del trabajo.

—¿Estás mintiendo?

—Yo no miento —miento.

Ella se inclina hacia atrás en su silla, con el ceño fruncido.

—Eso es estúpido. Todo el mundo miente.


Y me pregunto, ¿sobre qué podría Jaden McEntyre posiblemente tener
que mentir? Pero ella tiene razón. Es estúpido. Ella no debe confiar en mí. No
debe creer una maldita palabra de lo que digo.

—Sí, bueno, es una pérdida de tiempo. Cuantas más mentiras dices, más
historias tienes que recordar. Créeme. Es más fácil simplemente ser honesto.

No es suficiente saber esto, por lo que continúa, preguntando por mi


papá, por mis planes después de la graduación. Hay tantas mentiras que salen de
mi boca que apenas puedo realizar un seguimiento. Ella está haciendo preguntas
que no estoy preparado para responder. Me estoy volviendo loco, mintiendo
sobre la marcha ahora, y no me gusta pensar que soy bueno en esto, no me gusta
verla creyendo cada palabra que digo. No importa. No es real. Esto, lo que sea
que está pasando en este auto, no es real.

—¿Por casualidad no eres voluntaria en algún tipo de programa de


consejeros? —pregunto cuando menciona la universidad por millonésima vez.

Pone los ojos en blanco.

—Como si tuviera tiempo para eso. Y no trates de cambiar de tema.


Hablo en serio, Parker. Eres inteligente. Te debes a ti mismo ir a la universidad y
hacer una vida mejor.

¿Una vida mejor para mí? Ya he hecho una vida mejor para mí, y no tuve
que ir a la universidad para hacerlo. Esto es lo mejor que se pondrá para mí, y
tengo una maldita suerte de estar donde estoy.

—Es fácil para ti decirlo. Tus padres pueden darse el lujo de enviarte a
una universidad de la Ivy League —le recuerdo.

—He solicitado becas para ayudar. Y la única razón por la que mis padres
pueden pagar por Harvard es porque tengo dos hermanos mayores que se
echaron para atrás con la educación superior.

Se detiene, perdida en sus pensamientos. Y de nuevo me pregunto lo que


está pensando.

¿En la universidad? ¿En sus hermanos? ¿Daniel? ¿Los errores que


cometió? Ella sabe, tiene que saber. No se puede pasar por alto los cargos de
posesión de drogas. Si Daniel tiene un registro, tiene que explicar la detención
en todas las aplicaciones que presente para puestos de trabajo, la escuela, para
votar.
No te alejas de un cargo como ese.

No a menos que seas yo.

Pero ahora lo sé: es por eso que Harvard es tan importante. Sus hermanos
nunca lo lograron. Dejaron todo para ella.

—Ya sabes —dice—. El pasto no es siempre más verde...

¿Ella quiere hablar del pasto siendo verde? Ella no me conoce. No tiene
idea de lo que es vivir una mentira. De cómo estuve a dos putos segundos de
distancia de ser Daniel McEntyre.

—No sabes nada de mi vida. Quizás a veces la hierba es más verde.

Ella está ardiendo ahora. Enojada.

—¿Así que simplemente vas a huir? Vas a tener que conseguir un trabajo.
Vas a tener que encontrar un lugar para vivir.

Dios mío. ¿Ahora va a decirme cómo vivir mi vida? ¡Tengo 401 mil
dólares, maldita sea! Cada mes separo dinero para mi jubilación. Compruebo
estados de cuenta bancarios para asegurarme de que el pago del servicio de la
basura sea hecho a tiempo. ¡Ella está actuando como si yo no pudiera tomar mis
propias decisiones, como si yo no pudiera cuidar de mí mismo, como si no
hubiera estado preparando pagos del servicio de la basura desde que tenía
dieciocho años de edad!

—¿Y crees que no he descubierto todo eso hasta ahora? Puede que no
sea un maniático del control, pero tengo un plan.

Ella se estremece al oír las palabras, un golpe inesperado en el estómago.

Mierda.

Ella no lo sabe.

—Eso es un golpe bajo —susurra.

Ella no sabe nada del apartamento y las cuentas. El trabajo. La prometida.


Soy Parker Whalen, odio a mi padre y apenas veo a mi madre. Tengo un
problema con la autoridad. No voy a ninguna parte.

Dile la verdad.
Me giro para mirar por la ventana, en el estacionamiento vacío. Un
pesado silencio cae entre nosotros.

¿Qué está pasando aquí? ¿Qué me está haciendo esta chica? ¿Por qué
estoy siempre a dos segundos de tirar toda mi vida a la basura cuando estoy
cerca de ella?

Echo un vistazo hacia ella y sus ojos se encuentran con los míos. E incluso
en la oscuridad brillan, llenos de vida y pasión. Emocionados, enojados,
preocupados y confundidos a la vez. Están aniquilándome. Y por un momento
creo que podría perderme en sus ojos para siempre. Nunca me cansaría de
mirarla. Y ante el pensamiento, no pude evitar sonreír.

Ella mira hacia otro lado, incómoda e insegura.

—Hey. —Aparto los mechones de pelo que cubren su rostro,


metiéndolos detrás de su oreja. Los nudillos de mis dedos rozan su mejilla. Guío
su barbilla hacia mí. Ella aspira una bocanada de aire y una llamarada se enciende,
abrasando mi piel.

—Me encanta que te preocupes por mí, Jade, pero no soy un proyecto.

Mientras digo las palabras, espero que de alguna manera ella escuche el
significado, la verdad detrás de ellas. Que lo sepa. Ella no tiene que preocuparse
por mí. Soy la última persona por la que tendrá que preocuparse jamás.

—No he dicho que lo fueras.

La libero, pero mis dedos todavía cosquillean donde tocaron su piel.

—¿En serio? Porque está empezando a parecerlo. Y no te estaba


llamando maniática del control. Sólo pienso que tienes suficientes quebraderos
de cabeza sin añadirme a mí a la lista.

—Yo no hago listas —dice ella con el ceño fruncido.

—Sabes, eso realmente me sorprende.

Sube la calefacción y revisa su teléfono.

—¿Cuándo empieza el toque de queda? —pregunto.

—En quince minutos. —Mira por la ventana al cielo—. ¿Has visto la luna?

—Lo hice.
—¿Crees que podremos ver el sol mañana?

—No lo sé.

—Espero que sí.

Jaden y su interminable invierno.

—Sé que lo haces. —Alcanzo la manija de la puerta—. Gracias por


prestarme tu calefacción.

Ella regresa mi sonrisa.

—Gracias por acecharme.

Salgo del auto y me apoyo en el techo, inclinándome.

—Tal vez pueda acecharte de nuevo algún día.

—Por supuesto.

—Estaba pensando en acecharte el lunes por la tarde alrededor de las


tres. Pensé que deberíamos repartir tareas para nuestro proyecto.

—Bueno.

En los últimos momentos antes de ir por caminos separados, trato de


memorizar esos ojos. Esos pómulos. Esos labios. ¿Pero cuando ha sido suficiente
un momento con esta chica?

Cierro la puerta entre nosotros, rodeo su auto y me monto de nuevo en


mi moto. El aire pica en mi cara y mis manos, y cada centímetro de mí anhela
estar de vuelta en su Civic con ella. Me pongo mi casco, las correas de mi bolso
sobre mi hombro y meto los dedos en mis guantes.

Una última mirada. Eso es todo.

Ella pasa. Asiento con la cabeza. Entonces me detengo, mirándola salir


del lugar, cruzar el estacionamiento y salir a la calle.

Mi moto se siente más ligera, más vacía sin ella.

Giro a la derecha moviéndome en la dirección opuesta, mirando sus luces


traseras en mi espejo lateral. Y cuando llego a la señal de “Pare” al final de la
cuadra, espero. Mi pie encuentra el pavimento y espero, volviéndome en el
asiento mientras ella desaparece.
Una última mirada.
Traducido por magdys83

Corregido por ☽♏єl

H
ay algo en mi apartamento.

Es mi primer pensamiento la mañana siguiente.

Hay algo en mi apartamento. Está zumbando y no


se va a detener.

Ruedo del sofá, me refriego los ojos y reviso la hora en el microondas.


Son casi las diez. Nunca dormí hasta tan tarde.

Deambulo hacia el baño. El espejo lo confirma: me veo como la mierda.


Me siento como la mierda, en realidad.

Y finalmente me doy cuenta, el zumbido.

Mi teléfono.

Callie.

Me apresuro a la sala de estar, busco en la mesa de café, los bolsillos de


mi chaqueta, mis vaqueros… está en el bolsillo trasero de mis vaqueros.

El zumbido se detiene, pero la pantalla anuncia exactamente lo que


temía:

Callie llamó. Ella llamó seis veces anoche. Llamó cuatro veces esta
mañana.

El teléfono zumba en mi mano, pero no es la fotografía de Callie la que


aparece en la pantalla. Es mi mamá. Lanzo un suspiro y dejo que la llamada vaya
al correo de voz. De alguna manera no creo que mi prometida apreciaría saber
que respondí una llamada de mi mamá cuando ella me llamó diez veces en las
últimas doce horas.
Tan pronto como termina el mensaje, marco el número que memoricé
hace cuatro años. Callie atiende al primer timbrazo.

—¿Christopher?

—Hola, Cal.

—¡Dios, Chris! ¿Tienes alguna idea de lo preocupada que he estado? —


grita. Alejo el teléfono de mi cabeza, mis oídos zumbando—. ¡No has contestado
ninguna de mis llamadas! Llamé a tus padres y ellos no habían escuchado nada
de ti. Creí que hicimos un trato. Cuando aceptaste este trabajo juraste que
llamarías cada día. ¡Lo juraste!

—Lo sé. Lo siento, pero surgió algo… apagué mi teléfono más temprano
y olvidé volver a encenderlo hasta que…

—¿Apagaste tu teléfono? —interrumpe.

—Sólo por la noche. Tengo una pista sólida, Cal. No llegué a casa hasta
muy tarde, así que imaginé que podía llamarte en la mañana —explico. Me dirijo
a la ventana y abro las persianas. Mi vista es el estacionamiento. Del Burger King
cruzando la calle. Otro día nublado.

—Te dije que no me importa a qué hora llegues a casa, o a qué hora
llames —dice con las palabras cortadas—. Si son las tres de la mañana, no me
importa. ¡Pero no me puedes hacer esto! No puedo sentarme aquí sabiendo que
estas en las calles, sin saber si estás bien.

—Está en la descripción del trabajo —le recuerdo, elevando la voz—. Hay


noches tardías. Calles. Armas. Criminales. ¡Viene con el sueldo!

—Merezco una llamada telefónica —responde firmemente—. Lo que no


merezco es quedarme esperando a medianoche, preguntándome qué estás
haciendo y si llegaste bien a casa.

Mi mente vuela a la noche anterior, no a cuando pasé el rato con Gianni


y Dave siguiendo de cerca de Vince DeLuca hasta altas horas de la mañana, sino
con Jaden. Jaden, quien dejé usar prestado el casco de Callie así podíamos
atravesar la campiña después de oscurecer. Jade, con quien hablé, bromeé y
coqueteé. Jade, en quien no dejo de pensar, incluso mientras mi prometida me
está interrogando por no llamarla.

Aunque sí se lo prometí. Prometí llamarla cada noche. Prometí que, sin


importar lo que estuviera pasando, encontraría una manera.
Mierda.

Paso los dedos a través de mi cabello.

—Lo siento, Cal.

—Estoy tan cansada de esto —dice, su voz rompiéndose—. Estoy cansada


de que tú estés ahí y yo aquí. Estoy cansada de sólo verte los fines de semana, y
últimamente ni siquiera entonces. Estoy cansada y preocupada por ti y te extraño
como loca.

Me desplomo en el sofá, pellizcando el puente de mi nariz, tratando de


aliviar el dolor de cabeza persistente. ¿Cuándo se volvieron las cosas tan
complicadas? No se supone que sea de esta manera. No se supone que sea así
de difícil.

—También te extraño. Mira, tengo que salir esta noche de nuevo, pero
voy a llegar a primera hora de la mañana. Vamos a pasar todo el día juntos, lo
que sea que quieras hacer. Desayuno en la cama. Una película. Vamos a trabajar
en nuestra lista de invitados. Nuestro registro. El día es tuyo, te lo prometo.

—Sabes que tengo brunch1 con mis padres los domingos por la mañana
—me recuerda.

Brunch con sus padres.

El Sr. Donovan.

Los músculos en mi estómago se tensan.

—Entonces te voy a encontrar en el brunch —digo, forzando un alza en


mi tono—. ¿A qué hora debería estar allí?

Casi funciona. Casi.

—¿Quieres ir al brunch con mis padres? —pregunta, incrédula.

—Claro.

—Tú nunca vas a brunchs. Has ido a brunchs, como, dos veces desde que
empezamos a salir.

1
Brunch: Neologismo de la unión de breakfast (desayuno) y lunch (almuerzo), consiste en una
comida realizada por la mañana entre el desayuno y el almuerzo, se sirve en un periodo de tiempo
que va desde las 10:00 am a la 1:00 pm. Se puede emplear la palabra para definir la comida a
últimas horas de la mañana.
—Porque eso es una cosa de tus padres y tuya.

—Eso es lo que siempre dices.

—¿Quieres que vaya al brunch o no? —pregunto.

Ella exhala un suspiro cansado.

—Sí. Me encantaría, en realidad.

—Así que… ¿Estoy perdonado?

—Voy a pensar en eso.

—Lo siento por hacer que te preocuparas —agrego por si acaso.

—Voy a pensar en eso —repite, justo antes de terminar nuestra llamada.


Traducido por Roxywonderland

Corregido por ☽♏єl

C
allie entrecruza sus dedos con los míos, facilitando el estar más
cerca, sosteniendo mí brazo.

—Gracias por venir hoy —susurra en mi hombro. Paramos


en el paso para peatones, esperando que los autos pasen. Miro hacia el cielo.
Nubes. ¿Dónde está el condenado sol?—. Mis padres estaban felices de verte —
continúa ella.

Acabamos de terminar el Brunch en un restaurante céntrico. El padre de


Callie es un abogado. Si hay algo así como un buen abogado, él no lo es. Lo
respeto, pero es la clase de tipo que puede caminar dentro de una corte después
de meses de investigación y arruinar todo por lo que he trabajado. Pero entonces,
él es la razón por la que estoy donde estoy hoy en día, así que supongo que
debería estar agradecido de que haya gente en este mundo dispuesta a enviar
perdedores de vuelta a las calles.

Callie Donovan es una asistente legal.

El Sr. Donovan presionó insistentemente para que fuera a la escuela de


leyes. Hubo muchas conversaciones acaloradas acerca de eso. Yo tuve el placer
de presenciar algunas de ellas, usualmente mientras me sentaba frente a la Sra.
Donovan en su gran mesa del comedor. Usualmente mientras trataba de ingerir
un casi impalpable e impronunciable plato principal, cuando todo lo que de
verdad quería era una hamburguesa con queso o un perro caliente. Las cenas de
alguna manera siempre terminaban con el Sr. Donovan demandándome que
ponga “algo de sentido” en su hija. Pero mayoritariamente yo era la primera
llamada telefónica después del hecho, donde tenía que escuchar a una furiosa
Callie despotricar, entre llantos temblorosos, acerca de cuán injusto era su padre.
Rápidamente aprendí a dejarla hablar, dejarla sacarlo de su sistema. Entonces,
cuando ella terminaba, le lanzaba el discurso alentador, prometiéndole que todo
se pondría mejor, que él entraría en razón.
Estaba en lo correcto.

Ella ganó. Un día, justo antes de la graduación, mientras argumentaba


sobre que “de todos modos, los asistentes legales hacen todo el verdadero
trabajo”, ella ganó. Él cedió. Cuando finalizó su programa dos años después, él le
ofreció un trabajo en su firma. Ella en su lugar aceptó uno con el estado.

Hay una razón por la que evito los brunch de los domingos, y tiene todo
que ver con el Sr. Donovan. Tiene todo que ver con el hecho que no estoy en una
base de datos criminal, ligado a personas como Vince De Luca, a causa de él.

—Fue agradable verlos también —replico.

Cruzamos la calle y entramos a una de esas gigantescas librerías. Incluso


con cientos de miles de volúmenes bajo este techo, todo lo que puedo oler es
café.

—Quiero mirar las revistas para ver si salió algo nuevo —dice Callie.

—¿Te refieres a desde la semana pasada?

Ella ríe.

—Sí.

La sigo hacia un lado de la tienda, observándola buscar entre los estantes


que están a lo largo de la pared. Hay docenas de revistas relacionadas con bodas.
Revistas de vestidos de bodas, de decoración de bodas, de bodas a distancia, de
bodas con presupuesto.

Callie las saca del estante, una por una, y luego se sienta en una banca
cercana.

—Sólo necesito hojear algunas de estas para ver si merece que pague
por ellas.

Esto tardará un rato.

—Ok, yo voy a estar viendo. —Miro sobre mi hombro, leyendo uno de


los letreros—, ficción y literatura supongo.

—Ve por ello. Te buscaré cuando termine.

Vago por los pasillos, hojeando los estantes, estudiando tapas y títulos.
Algunos los reconozco, muchos no. Ir a librerías nunca estuvo en mi lista de
prioridades cuando estaba en la escuela. No sé por qué. Mamá nos tenía a Nora
y a mí anotados en el programa de lectura de la biblioteca cada verano cuando
éramos niños. Aun así, los libros eran para ñoños. Leer era para perdedores.
¿Quién imaginaría que eventualmente me encontraría a mí mismo con alguien
como Ethan Frome? Como Heathcliff. Como el fantasma viviendo debajo del
teatro de ópera, haciendo música para la chica que ama.

Agarro Orgullo y Prejuicio de una de las mesas, y allí es cuando lo veo.

Ethan Frome.

Es de tapa dura, una edición de colección, con elegante escritura y letras


metalizadas. El tipo de libro creado para exhibirse.

Jade y yo pedimos copias prestadas en la biblioteca. Yo ya había


renovado la mía. Y estoy seguro de que ella renovó la suya. Doy la vuelta al libro,
comprobando el precio.

—Mierda. Más vale que este oro sea real —murmuro.

Hay dos copias en la mesa.

Podría ser una señal.

Si yo creyera en señales.

Sostengo uno en mi brazo y agarro el otro, abriendo la tapa frontal,


pasando las páginas. Es hermoso. Sería un lindo gesto, llevarle uno a ella. Nunca
lo esperaría.

Y casi puedo verla, vernos, en mi mente.

Deslizo el libro por la mesa.

—¿Qué es esto? —pregunta, recogiéndolo, examinando la tapa—. ¿Ethan


Frome?

—Lo vi en la tienda y pensé en ti.

—¿Estabas pensando en mí? —pregunta, levantando una ceja.

—Posiblemente.

Ella recorre la cubierta con sus dedos estilizados, arrugando la frente.

—Es hermoso.

—Tú eres hermosa —respondo.


Ella me mira, su rostro sonrojado. Lleva su cabello detrás de su oreja.

—Gracias. Me encanta. —Se levanta de su silla y da vuelta por la mesa,


moviéndose más cerca.

—¿Encontraste algo?

Salto, volviendo a la realidad con el sonido de la voz. Callie está parada


junto a mí.

—Um, sí. Yo sólo… no entiendo este libro —replico, alcanzando Orgullo


y Prejuicio—. Quiero decir, ¿cuál es el atractivo?

—¿Lo leíste?

—Lo leímos en la clase de Hockman —le recuerdo.

—Lo sé, pero, ¿realmente lo leíste, o leíste algún pésimo resumen de


internet?

—Lo leí… lo hice… y quizás un pésimo resumen. Pero no entiendo a Darcy.


Él era un idiota.

—Sí, era una especie de idiota al principio —concuerda—. Pero porque


es cuidadoso. Él tenía este papel que trataba de cumplir, el Señor de Pemberley.
Luego conoce a Elizabeth Bennet y… eso es todo. Al diablo con la precaución.

—¿Al diablo con la precaución? —repito, riendo.

—Sí, de todos modos —dice, sacándome el libro de las manos—,


eventualmente entra en razón. Hace las cosas bien. Prueba que es un buen tipo
después de todo. Me recuerda a ti en ese sentido.

Él eventualmente hace las cosas bien. Como, no andar escabulléndose


por ahí, ofreciendo a chicas que no son su prometida, paseos en motocicleta. No
pensando acerca de esta chica que no es su prometida. Queriendo comprarle
libros. Queriendo decirle que es hermosa.

—¿Estás diciendo que soy un idiota? —pregunto, tratando de ignorar la


culpa que crece en la boca de mi estómago.

—Tienes tus momentos. ¿Así que vas a llevarte este? —pregunta.

—Ya que estoy…

Lo pone en su pila.
—¿Qué otra cosa?

—Encontré Ethan Frome. ¿Recuerdas ese proyecto de inglés del que te


hablé? Lo pedí prestado en la biblioteca y pensé que sería bueno tener mi propia
copia.

—Tienes dos. —Asiente hacia al libro atascado en mi brazo.

Tengo dos.

¿Cómo, exactamente, alguien explica comprar dos copias del mismo


libro? Podría decir la verdad: que estoy comprando uno para Jaden. Pero, ¿qué
significa eso? Significa que me gusta mi compañera de inglés lo suficiente como
para comprarle un libro. Un costoso libro. Que me gusta lo suficiente como para
buscarla en corredores concurridos. Que disfruto encontrándola en
estacionamientos oscuros. Que me gusta sentir sus brazos a mi alrededor.

Trago con dificultad.

—Lo estaba comparando —miento—. Por posibles defectos. —Devuelvo


el que está en mi mano a la mesa—. Parece que encontraste algunas cosas —
digo, cambiando el tema.

—El nuevo envío llegó.

—Así que, ¿estamos listos?

—Lo estamos —me asegura.

—Bien.
Traducido por Roxywonderland

Corregido por ☽♏єl

U
na bolsa de Sun Chips aterriza en la mesa frente a mí con un
suave “smack”.

—Lo siento. Estuve algo distraída en el almuerzo —


dice Jaden, encogiéndose de hombros.

—Nadie te pidió que siguieras trayéndome comida —señalo.

—Eso no hace que dejes de agarrarla.

Touché.

Ella saca la silla junto a mí, y siento su perfume, esa esencia floral única
que define su cabello, rostro y cuerpo. E inmediatamente estoy de vuelta en su
cuarto, sentado al borde de su cama. En su auto, pasando junto a ella en el
corredor. Toma cada gramo de fuerza, y toda mi voluntad y determinación, no
moverme más cerca de ella, inhalarla, decirle cuan extraordinario huele. Cómo
esas flores son como kriptonita, dejándome las rodillas débiles y desvaneciendo
mi autocontrol.

—Además, pensé que te gustaban los Sun Chips —continua.

—Me gustan.

—Son mejores para ti que las patatas fritas normales.

Mi experiencia con la comida chatarra es limitada a lo que podía


conseguir de la máquina expendedora o comer en la casa de mis amigos al crecer.
Mi madre no es exactamente una “maniática de la salud”, pero se las arregló para
asegurarse de que mi hermana y yo tuviéramos montañas de comida decente. Mi
padre, por otro lado, fue criado más en el Sur, donde la Coca-Cola y los pastelitos
de luna eran indispensables después de la escuela.
—Mi padre tampoco es un gran fan. Es más el tipo de hombre que le
gusta el chicharrón.

Su nariz se arruga con desagrado.

—Ew.

—Dímelo a mí.

—Debería dejarte hacer las compras —sugiere.

—Hago las compras. Pepsi, carne en conserva, pan, frijoles y chicharrones


multiplicado por catorce… cada semana.

Casi verdad.

Mi padre era la excepción a las reglas de mamá, y esa es su lista. Y aunque


nunca he comido carne en conserva, recuerdo la primera vez que él me hizo un
recipiente de frijoles con salchichas. Pensé que había muerto e ido al cielo.

—Ew —repite.

—A veces tengo suerte y tenemos una comida de verdad… como Hot


Pockets1.

—Parker, esa no es una verdadera comida.

—Eso es lo que pasa cuando dos solteros viven juntos —bromeo.

—¿Dos solteros, uh? Recuérdame mantenerme alejada de tu baño —


murmura.

Choco mi rodilla con la suya. Es como si no pudiera estar lo


suficientemente cerca de esta chica, pasar el suficiente tiempo con ella.

—Sólo estoy tratando que sientas lastima por mí. ¿Está funcionando?

Pone los ojos en blanco dramáticamente.

—Sí, lo lamento muchísimo por ti.

Me reclino en mi silla, satisfecho, incluso si está siendo sarcástica.

—Bien, así que, ¿cómo vamos a dividir estos trabajos?

1
Hot Pockets: Comida para microondas fabricada por Nestlé.
Abre su bolso, sacando su cuaderno y un lápiz.

—Bueno, tenemos que hacer un resumen, biografía del autor, analizar


tres personajes, tres temas y un análisis oral de lo que aprendimos —dice,
leyendo las consignas—. ¿No te alegra tenerme como compañera para ayudarte?

Hay humor en su voz.

¿Está coqueteando conmigo?

—Por supuesto, porque Dios sabe que no puedo terminar un trabajo sin
ti —respondo.

Se ríe, sus ojos resplandeciendo. Brillando. Felices. Y no puedo evitar


pensar que este es el momento exacto donde habría sacado esa copia de Ethan
Frome. La habría deslizado a través de la mesa. Ella habría actuado confusa, al
principio. Luego lo habría rechazado, diciendo que no habría manera de que
pudiera aceptarlo. Pero la habría convencido y ella lo habría agarrado. Lo habría
amado.

—Sé serio —dice, empujándome juguetonamente en el brazo—. Tú me


necesitas.

Desafortunadamente, ahí es cuando la puerta de la biblioteca se agita


abriéndose. Cuando Blake Hanson entra. Me siento, atento, y hasta Jaden advierte
el cambio en la atmósfera.

—¿Qué? —pregunta.

Me aclaro la garganta, girando mi cabeza hacia la puerta, enmudeciendo.

—¿Jaden?

Su rostro palidece con el sonido de su voz, el color drenándose de sus


mejillas, su expresión poniéndose fría. Cualquier cosa que estuviera pasando,
cualquier cosa que estuviera ocurriendo entre nosotros, se acabó.

Él mira hacía nosotros, frunciendo el ceño.

—¿Qué está pasando? Te esperé en el estacionamiento —dice,


apuntando a la puerta con acusación flotando en su tono.

Estamos trabajando en un proyecto, idiota.

—Lo lamento, Yo, um… pensé que tenías práctica. —La voz de Jade
tiembla mientras dice las palabras. La miro, sorprendido por la culpa, la incerteza
en ellas. Cuan rápidamente se cerró a mí. No me gusta esta Jaden. Esta insegura
Jaden. Quiero la Jaden que ríe. Que se relaja. Que se sienta en su auto, hablando
conmigo hasta el toque de queda. Que no tiene miedo de subirse en la parte
trasera de motocicletas. Mi motocicleta.

Creo que odio a Blake Hanson.

—La temporada terminó, ¿recuerdas?

—Sí, claro —dice, asintiendo—. Puedes sentarte si quieres. —Trata de


sonreír, pero es una sonrisa tensa. Forzada. La luz no llega a sus ojos—. Estamos
tratando de dividir estos trabajos, para nuestro proyecto de inglés. Casi
terminamos. —Se pone tiesa a mi lado, alejándose, distanciándose ella misma. Se
aclara la garganta y se debe haber dado cuenta de que Blake y yo no hemos sido
propiamente presentados, porque agrega:

—Oh, Parker, este es Blake. Blake, este es Parker.

Como si yo quisiera ser presentado a este perdedor, este tipo que alejó
a mi compañera de inglés de mí.

—¿Qué haces? —pregunta Blake.

—No mucho —respondo.

Sólo estoy sentado aquí, pensando en el grandioso imbécil que eres.

—Así que, ¿sobre qué decidiste hacer tu proyecto? —pregunta,


mirándome con vacíos ojos grises. Una mirada dura y fría. Retadora.

Lo miro en respuesta.

—Ethan Frome, ¿tú?

—Rebelión en la granja —contesta.

—Buena elección.

—Sí, como lo leímos en décimo grado, pensamos que sería fácil.

Wow. Eso no era para nada predecible. ¿Hacer un proyecto de un libro


que ya ha leído?

—Así que, um, temas —interrumpe Jaden, cambiando el tema. Ella lleva
su oscuro cabello detrás de la oreja, estudiando las asignaciones del proyecto,
frunciendo sus labios. Esto es lo suficientemente incómodo para ella. No hay
necesidad de hacerlo peor.

Blake Hanson no lo vale.

—¿Quieres el resumen o la biografía del autor? —pregunto.

—Cualquiera.

—¿Qué tal si yo hago el resumen y tu escribes acerca del autor?

—Suena bien —concuerda, mirando rápidamente a Blake antes de


escribirlo en el papel.

¿Qué demonios?

¿Ella de verdad va a sentarse allí y dejarlo hacerla sentir así de nerviosa?


Estamos trabajando en un proyecto.

—¿Quiénes deberían ser nuestros personajes? —pregunta.

—Realmente sólo hay tres personajes importantes: Zeena, Mattie y Ethan.


Y no es por presionar, pero quiero a Ethan.

—Está bien. Si no te importa hacer dos de los temas. Entones me hago


cargo de Zeena y Mattie.

—Está bien. ¿Por cuáles temas nos decidimos?

Blake está sentado tranquilamente, mirándonos como alguna clase de


ave de rapiña. Pequeños y brillantes ojos evaluándonos, a la espera de que
terminemos.

Ella no le habría dicho acerca de encontrarnos en Guido’s, ¿no? Ella no le


habría dicho nada acerca de la motocicleta.

La mesa está muy llena. Hace demasiado calor en esta sala.

Jaden pone cada gramo de atención en sus notas, las líneas en su frente
fruncidas mientras se concentra.

—Me gusta la idea del invierno… y el aislamiento. Quiero decir, sé que


era tuya, pero como realmente no me gusta, um, el invierno, quiero decir, me
imagino que puedo relacionarme con Ethan de esa manera.

—No, está bien —le aseguro—. Puedes tener el invierno. Puedo hacer
otra cosa de las que hablamos como el amor, o los celos, o algo.
Blake se ríe. Es una risa tranquila, tenue, pero algo que dije obviamente
le parece divertidísimo.

—¿Hay algún problema, Hanson? —demando.

—Para nada —responde, apoyando su silla hacia atrás sobre dos patas,
cruzando los brazos sobre su pecho como el imbécil engreído que es.

—De acuerdo, porque por un minuto pensé que te reías de una broma
que me perdí o algo así.

—No. —Blake dirige su silla devuelta al piso—. Sólo me preguntaba por


qué querrías escribir un ensayo acerca del amor.

—Es una parte importante de la historia, Blake —explica Jaden.

Él le sonríe, esa sonrisa exasperantemente condescendiente que me hace


querer saltar sobre la mesa y chocar mi puño contra su nariz.

—Ese no es un tema de hombres, eso es todo.

—¿Estas queriendo decir algo? —pregunto—. Porque si es así, dímelo a


la cara, imbécil.

La bibliotecaria nos silencia desde el otro lado de la sala.

—Una vez más y les pediré que se vayan —advierte.

Jaden se disculpa.

—Chicos, deténganse, ¿de acuerdo? Blake, ya casi terminamos aquí. Dos


minutos —dice, manteniendo su voz baja.

Blake se para, aun riendo ahogadamente como la niñita que es.

—Está bien, estaré en la sección de No Ficción.

—Buen tipo —le digo, viéndolo desaparecer entre los estantes—. Espero
que no se pierda.

—Lo lamento tanto —susurra, presionando sus dedos en su sien—. No


sé qué se le ha metido.

—Tengo una teoría o dos —murmuro.

—Lo sé.
Miro hacia ella, sorprendido. Y preguntándome a cuál teoría está
aludiendo: a que somos compañeros y él está celoso, o que algo está pasando
entre nosotros, algo que nos hace más que sólo compañeros… y él está celoso.
De cualquier forma, Blake está celoso. Pero hay una diferencia entre las dos, y me
pregunto si su amargura es infundada. Porque si no lo es… eso quizás pueda
cambiar todo. Y ahora quiero saber si ella siente ese “algo” también. Quiero saber
qué está pensando, qué está sintiendo en este preciso momento.

Quiero saber si Blake Hanson tiene una razón para estar celoso.

Trago con dificultad, forzando a los pensamientos a irse.

—De todos modos, está bien. No quiero mantenerte aquí. ¿Te parecen
bien nuestros temas?

Ella muerde su labio inferior y asiente.

—Sí, quiero decir, si algo cambia te lo haré saber. —Mete el cuaderno en


su bolso y me pregunto qué habría pasado si Blake no hubiera llegado cuando
lo hizo. ¿Estaría lista para irse? O estaríamos sentados aquí, bromeando y
riéndonos y hablando acerca de Ethan y Mattie y cuan miserables ellos eran, como
todo conspiraba en contra de ellos.

Mientras la vida siempre parece entremeterse en el camino.

Arroja su bolso sobre su hombro y se levanta, así que hago lo mismo. Y


mientras ella se mueve, huelo ese perfume de nuevo. Siento sus brazos envueltos
alrededor de mi pecho, su cuerpo presionado junto al mío. Y tan equivocado
como lo es, tan mal, malo como esto es, no puedo hacer nada. No puedo parar.
Es como si fuera otra persona, inclinándome cerca de ella, bajando mi boca a su
oído, susurrando las palabras:

—Si voy a la ventana de tu tercer piso esta noche, ¿me dejarías entrar?

—¿Qué?

—Dijiste que se podía llegar al tercer piso subiendo el roble hasta el


techo del segundo piso, ¿verdad?

—Sí, pero…

—Así que si golpeo la ventana de tu ático esta noche, ¿me dejarías


entrar?
Ella se aleja de mí, estudiando mis ojos, casi ansiosa. Pero debe haber
visto algo en ellos. Algo allí dentro. Porque ella dice sí. No puedo creer que dice
sí.

—¿A qué hora? —pregunto.

—Tendría que ser tarde —susurra, mirando a la bibliotecaria trabajando


en su escritorio de entrada—. Medianoche, incluso. Y no puedes estacionar tu
motocicleta en la casa. Tendrás que caminar.

—Está bien, lo haré.

—¿Por qué estás haciendo esto? —pregunta.

¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Por qué estoy haciendo esto cuando ya
tengo una vida? ¿Un trabajo que hacer? ¿Cuándo tengo una condenada
prometida que está planeando mi boda mientras hablamos?

Mierda. No tengo maldita idea de porque estoy haciendo esto.

Lanzo un suspiro de frustración.

—Porque… no sé. Quiero pasar más tiempo contigo… fuera de la escuela,


y este proyecto, y… —Miro hacía la sección de No Ficción, asegurándome de que
aún estamos solos, luego encontrando sus ojos nuevamente—. Otra gente.

—Podría meterme en tantos problemas.

Lo sé. Y esto es lo que me llevó a hacerlo. Esto es lo que me mantiene


esperanzado. Yo conozco a esta chica. Tan equivocado como sea, ella nunca
habría dicho sí, si no quisiera encontrarse conmigo.

—No te meterás en problemas —prometo—. Lo juro.

Dibujo una X en mi pecho con mi dedo.

Ella sonríe, la primera sonrisa verdadera desde que Hanson apareció.

—Nadie ha jurado así desde cuarto grado —dice, poniendo los ojos en
blanco.

—¿Quieres un juramento de sangre? ¿Una ampolla de mi ADN para usar


alrededor de tu cuello? —pregunto. Ella ríe, el color subiendo por sus mejillas—.
Mejor márchate. No quiero hacer esperar al Sr. Perfecto.
Ella se dirige a la sección de No Ficción para encontrar a Blake. Veo a los
dos moverse hacia la salida. Lo veo abrir la puerta para ella. La veo desaparecer
dentro del corredor. Lo veo girándose mientras sale, una mirada final, una mirada
de precaución en mi dirección.

No significas nada para mí, Hanson.


Traducido por Pandora Rosso

Corregido por ☽♏єl

E
n lugar de trabajar en ejercicios de matemáticas, estudio mi
historia, las notas escritas bajo la supervisión del Jefe Anderson. Ya
me cuesta recordar lo que le dije a Jaden la noche que nos
sentamos en su auto. Acerca de mí, mi vida, mi familia. Me temo que si lo
hablamos de nuevo, voy a decir algo equivocado. Voy a meter la pata. Me temo
que ya he metido la pata. La chica es inteligente. Meticulosa. Ella va a recordar
todo lo que he dicho. Ella detectará una mentira en un segundo.

Lanzo mis notas a un lado.

Tanto como quiero esto, no puedo correr ningún riesgo. No puedo


arriesgarlo. Un paso en falso y mi identidad secreta se arruina. Mi maldito trabajo
está en juego.

Pero cuando mi trabajo termine, diré la verdad. Juro que lo haré. Pase lo
que pase, esté donde esté, lo explicaré todo. Incluso si.... reviso mi celular. Es casi
la hora de llamar a Callie.

Callie.

Mierda.

Y la comprensión se asienta en mí: estoy planeando escabullirme a la casa


de otra chica esta noche. Una chica que ni siquiera es mi novia, que nunca podría
ser mi novia, ¿y para qué? ¿Porque quiero pasar más tiempo con ella?

¿Cuál es mi maldito problema?

Marco el número de Callie. Ella responde al cuarto timbrazo.

—Llamaste temprano —responde, sorprendida.

—Lo sé. Yo estaba... listo para llamar, supongo.

Soy un mentiroso. Soy un mentiroso y un imbécil.


—¿Qué tal tu día?

Alcanzo las tarjetas de notas, poniéndolas en una pila más ordenada.

—Um... bien, supongo.

—¿Eso es todo? ¿Sólo bien? —se burla.

Me siento más derecho, cambiando el teléfono a la otra oreja.

—Callie, ¿por qué quieres casarte conmigo? —suelto abruptamente.

Ella se ríe.

—¿Qué?

—¿Por qué quieres casarte conmigo?

—¿Qué es esto? No entiendo. ¿A qué viene esto? —pregunta.

—Es una pregunta honesta. Hablo en serio, Cal.

Ella duda, confundida por la dirección de esta conversación. Pero


necesito saberlo. Necesito saber por qué sucedió esto, si esto es tan bueno como
se supone debe ser. Si esto es lo que "está destinado a ser". Si así es como se
suponía que debía ser desde el principio.

—Bueno, te amo, obviamente. Hemos pasado por muchas cosas juntos.


Quiero decir, sé que nos conocimos cuando estábamos en la secundaria, y
deberías saber que nunca creí en todo el asunto de “amores de secundaria”,
pero... no sé. Yo siempre sentí que lo que teníamos era real, que iba a durar, sin
importar qué. No me veo despertando junto a alguien más. Sé que aún somos
jóvenes, pero te encontré, ¿sabes? No quiero esperar para estar juntos por
siempre.

Me recuesto, cayendo sobre los cojines, y froto mis ojos con los dedos.

Mierda.

No puedo ir a casa de Jaden. Todo esto... es una estupidez. No puedo


creer que en realidad le sugerí... que pensé....

—¿Todavía estás ahí? —pregunta Callie.

—Sí —le contesto, tragando saliva—. Lo siento, Cal. Perdón por ser un
incordio.
Ella se ríe, pero lo digo en serio. No puedo arruinar esto. No puedo
arruinar lo que tenemos juntos. No puedo arriesgarme a meter la pata en este
trabajo. No puedo arriesgarme a perderlo. Tengo que arreglar esto, empezar a
pensar.

Agarro las notas y las tiro sobre la mesa de café, y luego me siento en el
sofá mientras Callie habla sobre colores para la boda.

Verde.

Ella eligió el verde.

***

Mi pierna se sacude. No deja de rebotar.

No voy a ir. No puedo ir a su casa. Me van a atrapar, entonces ella estará


jodida y yo estaré jodido. No vale la pena. No vale la pena arruinar lo que tengo
con Callie. No vale la pena arruinar mi trabajo....

Pero se lo prometí. Ella estará esperándome. Ella se preguntará que me


pasó, por qué no me presenté.

Miro la hora en mi celular, mi laptop, el microondas. Ya casi son las 11:30.


Ahí es cuando me tendría que ir, no más tarde de las 11:30.

11:28.

Podría decirle que mi padre estaba en casa, que se encontraba en uno de


esos estados de ánimo. Ella lo entenderá.

No tengo que decirle nada. Yo podría pasar de ella. Lo odiaría, se odiaría


a sí misma por creerme. Y entonces no tendría que preocuparme por ella nunca
más.

11:29.

Pero yo no quiero que me odie. Quiero verla.

Callie confía en mí.

Lo que está pasando entre Jaden y yo, no es nada. Nada.

11:30.

Exhalo aliviado.
Bueno. Está decidido. No voy a ir.

Hago clic en el icono de correo electrónico en mi página de inicio. No


hay nuevos mensajes. Leo uno de los titulares. Cuando miro de nuevo la hora,
todavía son las 11:30.

Mi corazón palpita con fuerza, golpeando en mis oídos. Deslizo las manos
a través de mis vaqueros. Y, cuando cierro los ojos, ella me sonríe. Oigo su risa.
La veo mirando hacia mí desde debajo de esas largas pestañas con ojos verdes
chispeantes.

Todavía son las 11:30.

—Maldita sea —murmuro, lanzando mi portátil a un lado.

Agarro mis llaves, mi casco, apago la luz y cierro la puerta detrás de mí.
Traducido por Pidge

Corregido por ☽♏єl

E
staciono a cuatro manzanas de la calle de Jaden y camino por la
acera, tratando de mantenerme en las sombras. Es un mierda que
todo esté tan bien iluminado por aquí. Espero a que una de las
señoras que cuida del barrio salga corriendo a su puerta principal, exigiendo que
me vaya. Pero todo está tranquilo. Incluso las casas están dormidas, con las luces
apagadas y las persianas cerradas.

Tardo una eternidad en llegar a la de Jaden, pero cuando veo su casa, mi


corazón late rápidamente, exprimiendo un latido adicional. Mis ojos zigzaguean
a través de la calle mientras me muevo hacia la valla que delimita su propiedad.
Las viejas torres de roble por encima de mí.

—Realmente no pensé esto detalladamente —murmuro entre dientes.

Rodeo el árbol. Una rama baja cuelga a un costado. Salto, sujetándola.


Los músculos de mis brazos se tensan mientras me levanto hacia arriba. Hago
una pausa para recuperar el aliento, con las piernas colgando y el sudor
cosquilleando en la parte baja de mi espalda.

Mierda. ¿Cuándo fue la última vez que me subí a un árbol?

Levanto la cabeza hacia el dosel. Las ramas son bastante cercanas entre
sí desde este punto. La parte más difícil ya pasó. Exhalo un rápido suspiro y subo
a la siguiente rama, y luego a la otra, hasta que estoy paralelo al segundo piso.
Desato mis botas y las lanzo suavemente al techo. Aterrizan con un golpe más
fuerte de lo que esperaba.

¡Mierda!

Grito por dentro.

Me acerco al tronco, mirando mis zapatos, esperando una luz en el


dormitorio, en el porche, que cualquier luz se encienda y alguien me atrape. Pero
la casa permanece tranquila.
Me muevo lentamente a través de la rama, no mires hacia abajo, y salto
la distancia restante. Agarro mis zapatos y me apresuro a la claraboya,
presionándome contra la pared. El techo es fresco bajo mis calcetines, el aire de
invierno pica en mi piel expuesta.

Nada.

Mis ojos van hacia el oscuro desván.

Podríamos realmente salirnos con la nuestra.

Con renovada esperanza, subo la claraboya, respiro hondo y golpeteo


ligeramente la ventana del tercer piso.

Y entonces ella aparece. Y mi corazón late entrecortadamente. Y de


alguna manera esta noche, todo lo que he pasado, todo lo que sucederá, vale la
pena.

Ella destraba la ventana, empuja la ventana. Se agrieta, estallando


fuertemente.

Ambos nos congelamos, mirándonos fijamente.

Por favor, no me digas que no se abrirá. Que esto es lo mejor que se


puede estar, por siempre separados por un panel de vidrio.

Pero cuando lo intenta de nuevo, se levanta fácilmente. Le paso mis botas


y me meto dentro.

—Ni siquiera te escuché —susurra.

¿No escuchó el sonido de mis zapatos, de mi cuerpo, estrellándose en el


techo? Entonces debe haber un Dios en alguna parte. Porque si ella no lo oyó....

—Eso es porque soy sigiloso —le contesto, jugando. Ella baja el marco
de la ventana. Hace tanto frío en el ático como afuera. Hay poco, si es que lo hay,
aislamiento térmico—. ¿Todo está bien?

—Todo el mundo está dormido —confirma, el alivio evidente en su voz.

Estoy aquí. Lo logré.

Lo hicimos.

Ella sonríe con los ojos entrecerrados.

—Así que... ¿qué es todo esto? —pregunta.


—¿Qué es esto? —Soplo en mis manos ahuecadas, tratando de calentar
mis dedos—. Pensé que te gustaba pasar el rato conmigo.

—Yo… me gusta —balbucea, metiendo su cabello detrás de las orejas—.


Esto es sólo... imprevisto. Tú. Entrando a escondidas. En la oscuridad.

Me hundo en el suelo, apoyado contra la pared debajo de la ventana.


Jaden se hunde en el puf y envuelve el edredón azul de la cama alrededor de su
cuerpo. El aire cambia, y en un instante hay flores. Jaden y yo y docenas de flores,
una combinación letal. Intoxicante. Estoy agradecido por la distancia entre
nosotros, que ella no se ofreciera a compartir esa manta. Este Sr. Perfecto tiene
sus límites.

—Simplemente no te entiendo —concluye.

—¿Qué hay que entender?

—No sé —responde.

Así que... sí. Esto es extraño. No soy el tipo de persona que anda
escabulléndose por la ciudad después de la medianoche. Pero tampoco soy el
tipo de persona que ve a chicas a escondidas de mi prometida. Y aquí estoy,
rompiendo todas las reglas.

Una vez más.

—Si te sientes incómoda, o quieres que me vaya, me iré. Pero la forma


en que lo veo, la vida es corta. El tiempo se está escapando, lo queramos admitir
o no, y no voy a perder un segundo de ello. Tuve una idea... tal vez quería verte,
y fui con ello. Si no lo hacía, me habría quedado despierto toda la noche
deseando haber dicho algo, y pateándome a mí mismo por no haber hecho nada.
Odio el arrepentimiento.

Arrepentimiento.

Por la mañana, cuando todo esto termine, ¿me arrepentiré de haber


venido? Cuando llame a Callie, sabiendo que le estoy mintiendo, sabiendo que le
estoy mintiendo a Jaden... ¿De qué me voy a arrepentir más?

Fuerzo al pensamiento fuera de mi cabeza.

—Además —digo finalmente—, necesitas más emoción, ¿recuerdas?


Considera esto una experiencia educativa.

—¿Una experiencia educativa? —repite.


—Sí. El arte de vivir.

Ella se ríe tranquilamente y pone el edredón más apretado alrededor de


su cuerpo.

—Gracias. Lo agradezco.

—No me puedes decir que esto no es emocionante —le digo.

—Es la cosa más arriesgada que he hecho —responde ella—. Jamás.

—Pasear conmigo en mi moto la otra noche fue bastante arriesgado.

—Sí, bueno, estás en mi ático a la mitad de la noche. Esto como que lo


supera.

Incluso en la oscuridad, puedo decir que está ruborizándose. Lo escucho


en sus palabras, en el tono de su voz, y algo en mi pecho se aprieta.

—Wow, Jade. Estás realmente destrozando todo el estereotipo de “chica


buena”, ¿no es así? Apuesto a que si voy a la escuela mañana diciendo a todos
que te montaste en mi motocicleta y me dejaste entrar a escondidas en tu casa,
nadie me creería.

—Será mejor que no lo hagas —advierte.

—¿Por qué? Me lo agradecerías.

—No, no lo haría.

—Apuesto a que nunca has invitado a Hanson después de que tus padres
se fueran a dormir. Estás dejando que mi degeneración te corrompa.

Sus ojos se estrechan, evaluándome.

—Tú no eres malo.

—¿En serio?

—En serio. Es una fachada. Eso es lo que la gente quiere creer así que vas
con ello, porque si realmente supieran quien eres, la vida no sería tan
emocionante.

No puedo evitar reírme de lo increíblemente acertada que está. El mundo


entero es una fachada en este momento, y aquí estoy, atrapado en el medio de
todo, en el papel del protagonista.
—Así que —continúa—, ¿acostumbras ir a escondidas por la ciudad
después de la medianoche? Quiero decir... ¿qué estarías haciendo ahora si no
estuvieras aquí?

—Salgo de vez en cuando... cuando no puedo dormir o lo que sea, pero


por lo general estoy en casa.

—¿Qué haces en tu casa?

Me trago mi vacilación, tratando de canalizar esta fachada. Ella tiene que


creer, no importa qué, tiene que creerme hasta que esto termine.

—Estudio. Leo. Escucho a mi padre maldecir a los árbitros por realizar


amonestaciones patéticas.

—Suena emocionante.

—Sí, chicharrones, baloncesto y licor.... Pero eso es bueno, porque cuanto


más bebe, más rápido se desmaya, y al menos me da un poco de paz y
tranquilidad.

—¿Es por eso que quieres irte? —pregunta.

¿Por qué me quiero ir? Busco en mi cerebro. ¿Por qué iba yo querer dejar
un mal padre con problemas de manejo de la ira?

—En parte —empiezo—. La verdad es que simplemente no nos llevamos


bien. Nunca lo hicimos. Él es feliz trabajando por un salario mínimo en un empleo
de salario mínimo, si es que va a trabajar en absoluto. Yo soy mejor que eso.

Hay algo de verdad en esto, mi padre y yo… no nos llevamos bien.

—Ves, eso es bastante condescendiente. Porque si no recuerdo mal, tú


eres el de las notas estelares que está renunciando a una educación universitaria
—señala.

—Touché.

—Lo digo en serio, Parker. Si quieres hacer una diferencia... ser diferente,
entonces debes ir a la universidad. ¿Qué pasa si terminas igual que él?

—Primero que nada, no soy nada como mi padre. Segundo, hay un


montón de buenos puestos de trabajo para alguien sin un título universitario.
Puedes ser un buen trabajador sin un pedazo de papel.

Ella se inclina hacia atrás, cruzando los brazos, el puf cruje debajo de ella.
—Sí, bueno, un día mirarás al pasado y recordarás a esa chica que
conociste en la escuela secundaria que pensaba que merecías algo mejor que
eso.

—Ya lo veremos, señorita Harvard.

Ella me patea juguetonamente.

—Cállate.

La habitación cruje, asentándose; una ráfaga de viento entra en la casa. Y


en ese instante parece cobrar vida. Nuestros ojos permanecen en el otro,
paralizados, mientras gime. Cuando la brisa finalmente muere, me doy cuenta de
que estoy conteniendo la respiración. Creo que Jaden también lo está. Ella
parpadea, sus hombros se relajan.

—Supongo que eso significa que todavía no has oído hablar de ellos —
le digo finalmente, mi voz significativamente más baja.

—No —susurra—. Pero he sido aceptada en todas las demás


universidades que solicité, así que supongo que eso debería hacerme sentir
mejor.

¿Cuándo Jaden McEntyre se ha conformado con lo segundo mejor?


Dejando de lado al novio actual.

—No, en realidad no.

—Bien. Porque no es así. Las otras universidades... Quiero decir, están


bien... pero no es lo que quiero.

—¿Por qué Harvard?

—No lo sé. Porque... es como lo mejor de lo mejor. Es la reputación.

—Así que, ¿estás eligiendo una universidad basándote solamente en su


reputación? ¿Eso es todo? ¿No consideras otros factores?

—Por supuesto que he considerado otros factores —contesta—. Lo


académico. La vida estudiantil. Las posibles conexiones. El hecho de que es una
de las mejores universidades del país.

—Sigues volviendo a eso.

Ella exhala un suspiro rápido.


—La verdad es que siempre he querido ir allí. Desde que puedo recordar
quise hacerlo. Es Harvard o nada.

—No puedes decir eso —advierto.

—¿Por qué no?

—Porque si por casualidad no entras, entonces perderás la universidad y


terminarás haciendo un trabajo con salario mínimo en un empleo de salario
mínimo.

—Todavía puedo ser una buena trabajadora sin un pedazo de papel —


responde, lanzando mis palabras hacia mí.

Olvídense de la escuela de medicina. Esta chica necesita postularse para


un cargo de oficina.

—Tienes potencial, ¿sabes eso?

—Sí, bueno, hay muchas cosas que no sabes sobre mí —dice ella.

Jaden McEntyre, quien sólo saca dieces en química avanzada, pero


permite que chicos entren a hurtadilla en su ático; quien recauda dinero para la
biblioteca de la escuela primaria y luego sube a la parte de atrás de motos.

Una contradicción andante.

—Me estoy dando cuenta de eso.

Se pasa los dedos por su cabello, dándole vueltas, inquieta, perdida en


sus pensamientos. Y la forma en la que las luces de la calle caen a través de su
cuerpo.... Estoy intentando con dificultad quedarme donde estoy. Mantener las
manos quietas. Una parte de mí quiere pasar mis dedos por su pelo. Se ve tan
suave. Brillante.

—Dime algo —susurra, liberando los mechones de cabello, dejándolos


caer sobre sus hombros.

—¿Qué?

Rezo para que no me pida que le diga lo que estoy pensando ahora
mismo. Lo que estoy sintiendo en este momento. Porque siendo sinceros, estoy
pensando en todas las cosas equivocadas, y tienen todo que ver con ella.

—No sé —responde ella—. Cualquier cosa. Dime algo real. Algo que no
sepa.
—¿Acerca de qué?

—No importa. De ti.

Yo. No estamos siendo honestos. La realización me hunde, dejando un


palpitante dolor sordo en mi pecho. No me puedo mover más cerca. No puedo
sentir su pelo. No se me permite tocar a esta chica. Ni siquiera debería estar aquí.

Estoy tan cansado de esta maldita historia. Estoy harto de mentirle a esta
chica. Ella ni siquiera sabe quién soy. El verdadero yo.

Trago saliva, dirigiéndome directamente a esas fichas. A la seguridad.

—Estoy enojado con mi madre por sacarme a patadas de la casa —


empiezo—. Por no querer lidiar conmigo.

Le digo lo que era estar en la ruina. Bueno, le digo lo que hubiera sido si
yo hubiera estado en quiebra, ya que nunca necesité nada en mi vida. Le hablo
de los novios de mi madre, novios que no existen. Acerca de un nuevo
matrimonio que nunca sucedió. El licor y los chicharrones y las mentiras.

Pero hay una verdad que puedo decir, a pesar de todo.

—Odio el tipo que me ofreció hierba por primera vez. Jodió todo. Casi
arruiné todo por aceptarla. Y la noche que nos atraparon, me sentí como el mayor
idiota en la tierra. Dejé todo después de eso. Beber. Fumar. Está bien, he
pospuesto lo de fumar un par de veces, pero odiaba lo que quedo de mí después
de esa noche, esta cáscara de la persona que podría haber sido.

—No todo está perdido —me recuerda, sacudiendo la cabeza.

¿No todo está perdido?

La sangre en mis venas se congela. ¿De dónde viene diciendo estas


cosas? ¿Cómo puede esta chica tener tanta fe en mí? ¿Qué ve en Parker Whalen,
desenfocado, indisciplinado, que yo no puedo? Ya que Parker no es tan diferente
de Christopher, y estoy seguro de que todo ha terminado para él.

—Tu turno —le anunció, sofocando mis emociones, mis sentimientos, de


vuelta a donde pertenecen.

—¿Mi turno?

—Sí. Es lo justo, ¿no?

Ella se sienta más erguida.


—Está bien. ¿Qué quieres saber?

—La misma idea. Algo verdadero. Algo que nadie más sabe.

Ella piensa por un momento, considerándolo.

—Yo, um, yo realmente no sé cómo relacionarme con mi padre —


confiesa—. Está ocupado. Todo el tiempo. Él no me presta mucha atención, o
hace cosas que me gustaría que hiciera. Cosas que necesito que haga. Como
arreglar mi grifo. —Sus hombros se levanten, como si no fuera gran cosa. Incluso
ahora, ella lo defiende a su manera desinteresada. El tipo suena como un imbécil,
un maldito padre ausente. Pero ella nunca lo va a acusar de ello. Nunca lo culpará
por ello. Ella va a sufrir en silencio. Jaden McEntyre, la chica humanitaria que habla
por todos, pero no por ella misma.

—Soy la más joven de la familia —continúa—. Tengo dos hermanos


mayores, así que fui prácticamente torturada mientras crecía, sobre todo por
Phillip. Él es como el bromista de la familia. Aunque si tuviera que elegir, creo que
me siento más cercana a Daniel. Él es muy protector, probablemente con todo.
Pero, ¿sabes esa persona que haría cualquier cosa por ti? ¿Esa única persona que
llamarías si todo explota? Yo llamaría a Daniel, y sé que él haría todo lo posible
para solucionarlo. Él no es perfecto. Quiero decir, ha cometido errores, pero
aprendió de ellos. Y ahora hace todo lo posible para que yo y Phillip no
cometamos los mismos.

Ella sabe lo de la detención. Tiene que saberlo. Y todavía ve a su


hermano… sabe que haría cualquier cosa por ella. Y si Daniel no pudiera
responder a esa llamada, ella se lo pediría a Phillip. Y en el fondo sé que él
también dejaría cualquier cosa que estuviera haciendo para ayudarla. Esta
punzada de... algo, algo que podrían ser celos, agita mi estómago.

Porque parte de mí quiere desesperadamente ser esa persona, alguien


con el que Jaden puede contar cuando todo salga ala luz. Alguien con el que
pueda contar. En quien pueda confiar.

Confiar.

—Tengo miedo de decepcionarlo —continúa—. De decepcionarlos a


todos. Tengo miedo de que, un día, no vaya a ser suficiente, de fallar. Miedo de
que nunca vaya a estar a la altura de las expectativas de todos.

¿Jaden? ¿Fallar? Las dos palabras no pertenecen en la misma oración.


—Pero eso ni siquiera es lógico —le digo—. Quiero decir, si eso es cierto,
entonces ya te estás ajustando al fracaso porque no se puede complacer a todo
el mundo.

—Lo sé. Es que, es como si todo el mundo estuviera anticipando que voy
a ir y hacer algo increíble como salvar el mundo o lo que sea. Ellos lo esperan.

—Es por eso que necesitas empezar a centrarte más en Jaden y menos
en lo que todos quieren que Jaden sea —le digo—. Necesitas relajarte. ¿Cuándo
fue la última vez que saliste e hiciste algo loco, para ti?

—El sábado... y ahora esta noche.

—Sí, bueno, ha tardado un largo tiempo en llegar. No puedes dejar que


las opiniones de otras personas se interpongan en el camino de quien quieres
ser.

—Lo sé, pero en muchos sentidos es mi culpa —admite—. Las


expectativas son tan altas porque yo las elevé. Están todos sentados, esperando
a que me convierta en... no sé... Jaden McEntyre, con Doctorado en Medicina.

—¿A quién le importa? Tú no estás viviendo para ellos.

—Lo sé... pero...

—Tienes un "pero" para todo, ¿sabes eso?

Pero algo que ella dijo, algo acerca de todo el mundo queriendo,
esperando, que ella se convirtiera en médica. No suena para nada como alguien
entusiasmado con la oportunidad. Las posibilidades. Suena como alguien con
una lista, otro elemento que tachar. Otro detalle para marcar "completado." Pan.
Leche. Detergente. Convertirme en doctora.

—Espera un minuto. ¿Qué estás diciendo? Quieres ir a la escuela de


medicina, ¿no? —pregunto.

Ella abre la boca para responder, pero nada sale.

Mierda. Ni siquiera puede darme una respuesta directa. No tiene una. Ella
no lo sabe. Ha trabajado duro los últimos cuatro años y, ¿por qué? ¿Por qué eso
es lo que todo el mundo esperaba que hiciera?

Sus ojos se cierran con fuerza y pellizca el puente de su nariz. Y recuerdo


la forma en que se derrumbó el día que olvidó esa reunión, el miedo en sus ojos
cuando le pregunté acerca de su plan de respaldo en caso de que Harvard no
funcionara.

—¿Jade? —presiono.

—¿Qué? —Sus ojos capturan los míos y los sostengo, mirando adentro
suyo.

Por favor, no te desmayes.

Parpadea mientras agarro su mano, llevándola a mis labios, atrayéndola


hacia mí. Sus dedos tiemblan, congelándose.

—Por favor, dime que quieres ser doctora, y no es algo que alguien te
dijo que deberías hacer y sonaba como una buena idea en el momento.

—No. Quiero decir, la facultad de medicina es el desafío más grande,


¿no? —responde con voz vacilante y confianza forzada—. Quiero ver si puedo
hacerlo.

—No se trata de un desafío —siseo—. Se trata de encontrar lo que te


gusta hacer, hacer algo que te hace feliz.

Ella aleja su mano de la mía, distanciándose.

—Ayudar a la gente me hace feliz.

—Si no funciona...

—No lo sé —admite—. ¿Pero no es ese el punto? ¿Ir a la escuela y


averiguar lo que quieres hacer?

—Sí, teniendo en cuenta que es tu decisión y de nadie más.

—Hago mis propias decisiones, gracias.

—Está bien. Permítanme parafrasear eso. Teniendo en cuenta que tus


decisiones no deben ser influenciadas por otras personas.

—Deberías tomar tu propio consejo —espeta.

—Estás volviendo a lo mismo otra vez.

—Tú empezaste.

—Sí, bueno, los amigos no dejan que sus amigos se arruinen por
estresarse con lo que los demás piensan.
Esto la frena. Levanta una ceja, curiosa.

—Así que... ¿estás diciendo que somos amigos?

¿Ella no quiere que seamos amigos? ¿Puedes llamar a alguien que no


hace más que mentir todo el día, todos los días, un amigo? No. A pesar de esto,
quiero que esta chica piense en mí, y si "amigos" es la forma en que nos ve....

—Yo creo que sí. ¿Tú no?

—Sólo me estoy asegurando de que estamos en la misma página, eso es


todo. Tú no eres la persona más fácil de leer. —Su fácil sonrisa envía fuego a
correr por mis venas. Me encojo de hombros alejando la sensación—. En ese caso,
los amigos no dejan que sus amigos se arruinen a sí mismos por no pensar en su
futuro en lo absoluto —continúa—. Así que no esperes una tregua en todo el
asunto de la universidad. Como tu amiga tengo permiso para fastidiarte al
respecto. Sacar el tema. Hacer que te rindas.

—Entonces esta es una relación abusiva —confirmo.

Yo podría manejar una paliza por parte de ella.

Ella se ríe en voz baja.

—Esto es una amiga... preocupándose por su amigo.

La noche se desliza, cada segundo nos arrastra más cerca de lo inevitable.

Ethan y Mattie. Escuela. El clima. No importa lo aburrido o trivial del tema,


parte de mí se quedaría despierto para siempre a escuchar a esta chica, para no
perder una cosa de lo que diga.

Pero cuanto más tiempo nos mantenemos escondidos en este ático, más
pesados se hacen sus ojos. Más bosteza.

Y finalmente tomo la decisión.

—Probablemente debería dejar que te vayas a la cama.

Ella ahoga otro bostezo.

—Supongo que sería bastante obvio si ambos aparecemos en la escuela


medio dormidos.

—Y no creo que el Sr. Perfecto agradecería los rumores sobre tus


escapadas nocturnas en el tercer piso —bromeo.
Ella me mira, completamente despierta y con el ceño fruncido.

—Es por eso que no deja esta habitación.

—Él no lo va a saber por mí, así que no te preocupes —le prometo. Trazo
una X en el pecho.

Qué me caiga muerto.

Ella sonríe, se levanta, tirando del edredón con ella.

—Ha sido divertido.

—Deberíamos hacerlo de nuevo —le sugiero.

Se acomoda más cerca, tan cerca que estoy casi de pie encima de ella.
Ladea la cabeza, encuentra mis ojos y mira directamente en ellos. Directamente
en mí. La luz de la ventana cae sobre su rostro, resaltando cada rasgo perfecto.
Sus mejillas, la pendiente de la nariz, y Dios, aquellos ojos. Se muerde el labio
inferior, y algo se atasca en mi garganta. Siento esta fuerza, este impulso, este
deseo inexplicable, todo dentro exigiendo, moverme cerca. Que baje la cabeza.
Que bese a esta chica, que viva esta fantasía sólo una vez.

—Te veré mañana. Bueno, hoy más tarde, supongo —aclaro, mi voz
apenas un susurro.

Por dentro estoy gritando, mi cuerpo está en llamas. Porque daría


cualquier cosa por tocar esos labios. Ni siquiera creo en las señales, pero estoy
desesperado por una. Algo. Cualquier cosa que me haga saber lo que está
pensando, lo que ella siente. Porque si siente la mitad de lo que estoy sintiendo
en este momento....

—Está bien —murmura.

Trabajo en ocultar mi decepción, retrocediendo, avanzando hacia la


ventana. Levanto el marco, y una corriente fría se precipita en la habitación.
Agarro mis botas y salgo. Pero me vuelvo hacia ella una última vez antes de irme.
Y, cuando ella me sonríe, sé que voy a ver esa sonrisa todo el camino a casa. Será
lo último que piense cuando caiga en el sofá y cierre los ojos.

Va a ser la primera cosa que recuerde cuando me despierte.


Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por hermosaoscuridad

E
xtraño mi entrenamiento de la mañana. Golpeo el botón de
repetición de la alarma varias veces, cada diez minutos, hasta que
estoy atrasado. Ruedo fuera del sofá y me paro. Me duele el cuerpo.
Me duelen los ojos. Me duele la cabeza. Estiro mis brazos hacia el techo, bostezo.

Todo sobre la noche anterior viene en tropel, y al principio es como un


sueño. Como si hubiese sucedido hace un millón de horas y cinco segundos y, si
no me acuerdo de todo, en este momento, todo va a desaparecer.

Una parte de mí no puede creer lo que hice, lo que hicimos, Jaden y yo.
No puedo creer lo que sugerí. Que ella estuvo de acuerdo. Salirnos con la nuestra.
Pero no me arrepiento de ello. No me arrepiento de la misma manera en que no
me arrepiento de pedirle que se subiese a mi moto conmigo.

No me arrepiento de ella.

Lamento no tener ese momento final que tuvimos juntos.

Debería haberla besado.

Compruebo la hora en el microondas. Ya estoy llegando tarde.

Me apresuro a través de una ducha, estiro mis vaqueros del día anterior
y agarro una camiseta limpia del montón sobre la silla.

Llegar a Bedford toma más tiempo de lo que quiero, cada señal de alto,
cada semáforo conspirando para mantenerme alejado de ella.

No hay tiempo para el desayuno.

El estacionamiento está casi lleno cuando llego. Mi lugar habitual


ocupado, así que estaciono en el otro extremo de la última fila. En mi camino,
paso el coche de Jade. Cuando lo veo pienso en esa noche, sentado con ella,
solos en la oscuridad. Mi pecho arde ante el recuerdo, y la necesidad de la, para
verla, escuchar su voz, consumiéndome. Necesito saber que lo que ocurrió
anoche fue real. Que ella estaba ahí.

Necesito saber si me habría devuelto el beso.

La encuentro parada junto a su casillero, mis ojos atraídos hacia ella a


pesar de la multitud de cuerpos que se encuentran arriba y abajo del pasillo. Me
dirijo hacia ella, abriéndome paso entre la multitud, apresurándome y pasando
los grupos juntándose antes de la campana.

Más cerca.

Más cerca.

Está revisando su teléfono, escribiendo un mensaje de texto. Me muevo


junto a ella mientras bosteza.

—Buenos días, Luz del Sol. ―Inclino mi cabeza hacia abajo, susurrando
las palabras directamente en su oído. Se mueve, y atrapó las flores. Al igual que
su almohada. Al igual que anoche. Me deja tambaleándome, mi cabeza dando
vueltas en las nubes, el mejor tipo de extasiado.

Cierra su teléfono y me enfrenta. Persisten las huellas de insomnio. Sus


ojos están vidriosos, cansados, la piel debajo de sus pestañas de un tenue
púrpura.

―No gracias a ti ―responde. Y por un segundo no puedo leer su


expresión. El tono de su voz. Empiezo a imaginarme que se arrepiente de todo lo
que pasó, que desea no haberme dejado subir nunca a través de esa ventana del
tercer piso―. Cuando por fin llegué a la cama ―continúa, sacando un libro de su
casillero―, fue como, las tres y media de la mañana. Mi alarma sonó a las seis y
media. Eso significa que si me quedé dormida de inmediato, estoy corriendo con
tres horas de sueño. Y voy a ser honesta contigo. No duermo de inmediato.

Las palabras envían un escalofrío deslizándose por mi columna vertebral.

No durmió enseguida.

Ella estuvo allí.

Me apoyo contra el casillero junto a la de ella, ajusto mi mochila, paso


mis dedos a través de mi cabello. Echo un vistazo a nuestro alrededor para
asegurarme de que nadie nos está escuchando, pero todos están distraídos,
totalmente absortos en sus propios mundos. También podríamos ser las únicas
dos personas en el pasillo. Las únicas dos personas en este planeta.
―Sí, bueno, no tenías diez minutos a pie o un viaje a casa de veinte
minutos. Estoy corriendo con dos horas. Si me quedé dormido de inmediato.

―Simplemente deberíamos habernos quedado arriba ―dice.

Sonrío ante la idea.

―Escandaloso.

Lanza su bolso sobre su hombro y pasa rozando a la multitud, y por


primera vez me pregunto dónde está Hanson. Por qué él no está aquí. Si estamos
a salvo. Pero Jaden no parece preocupada.

―Lo siento por todo el mundo a mi alrededor, porque en la hora del


almuerzo... se acabó. Voy a ser una completa perra.

Me rió. ¿Jaden? ¿Una perra?

―Dudo eso.

―No lo hagas ―responde, con voz seria.

No. La palabra Jaden y perra ni siquiera pertenecen a la misma frase.

―No hay manera de que Jaden McEntyre sea una perra en público
―digo, sacudiendo mi cabeza―. Eso simplemente no está ocurriendo.

―Créelo, porque ocurre.

―No en público. Puedes ir a casa y gritar en tu almohada o volverte loca


en el espejo, pero no pierdes la calma en frente de la gente, incluso si te has
acercado peligrosamente.

Hace rodar sus ojos dramáticamente.

―Odio cómo crees que me conoces ―murmura, deslizando sus dedos a


través del escudo de Harvard antes de cerrar la puerta de su casillero.

―Sí, bueno, dame una advertencia razonable si realmente planeas ser


violenta con alguien hoy, porque pagaría para verlo.

―Si tienes suerte, estarás en el extremo receptor. Oh, eso me recuerda.


Toma esto.

Extiende su cartera. Una pequeña cosa negra. Con flecos. Y este


momento, parado junto a ella en este pasillo, hablando el uno con el otro, se
convierte en un poco más surrealista. Jaden, sosteniendo su bolso, confiada,
pidiéndome que lo agarre como si hubiéramos hecho esta misma cosa un millón
de veces antes, en un centenar de mañanas exactamente como esta.

―Es sólo por un segundo ―me asegura.

Lo agarro, vacilante. Desliza su mochila de su hombro y baja la cremallera,


luego retira una bolsa de papel marrón. Intercambia la bolsa por su cartera. Sólo
un segundo, justo como prometió.

—¿Qué es esto? ―pregunto, abriéndola, mirando el interior.

—Almuerzo.

—¿Así que estamos más allá de los refrescos y papas fritas? ―pregunto.

—Sun Chips, hay una diferencia, y sí, empaqué para ti todo lo que
empaqué para mí.

—No puedo creer que ahora me estás trayendo mi almuerzo.

—¿Prefieres comer chicharrones y salchichas? Dios, Parker, no es extraño


que no traigas comida a la escuela. Y lo siento, pero estoy renunciando
oficialmente a los refrescos. Primero, porque son malos para ti, y en segundo
lugar, Phillip estaba enojado la otra noche, ya que seguían desapareciendo. Pero,
más importante aún, son malos para ti.

—Primero, no te hablé de los chicharrones para que sintieras lástima por


mí. Y segundo... tenías razón. Realmente eres una especie de perra.

Frota sus ojos, exhala un suspiro, agotada.

—Te dije que si no te cuidabas... Te juro... la privación del sueño saca lo


peor de mí.

—Ya sabes ―digo, examinando el contenido de la bolsa―. Está bien.


Porque el jamón y el queso son mis favoritos... ¿y una manzana? Es como, el
almuerzo de los campeones.

—No hay nada mejor que eso, ¿verdad?

—Sólo si estuvieses comiendo conmigo. ―Las palabras escapan de mi


boca, pasando mis labios, incluso antes de que me dé cuenta de lo que estoy
diciendo.

¿Acabo de pedirle que almuerce conmigo?


Se ríe, pero está nerviosa, insegura.

—Me encantaría, excepto que conseguí muchas preguntas la última vez.


Si lo hago de nuevo me veré forzada a algún tipo de intervención. ¿Por qué no
comes conmigo? ―Sus dedos rozan la manga de mi chaqueta, enviando un
escalofrío ondulando por mi brazo―. Vamos, te voy a presentar a Savannah y
Ashley. Son geniales.

Suena la campana de aviso. Ella salta, sobresaltada, sacude su mano. Nos


dirigimos por el pasillo, caminando al paso.

—Dudo que eso vaya muy bien ―digo.

—Te refieres a Blake.

—No creo que él aprecie que esté ahí mucho.

Ella lo considera.

—Probablemente no.

—Pero si cambias de opinión ya sabes dónde encontrarme.

Seguimos caminando en silencio, la charla de pasillo llena el espacio


entre nosotros, y mientras nos abrimos paso entre la multitud, me doy cuenta:
nos hemos arreglado para sacar a esta gente de sus pequeños círculos. Ahora
nos están observando. Susurrando.

¿Jaden McEntyre y Parker Whalen?

Es como, La Bella y la Bestia.

Christine y el Fantasma.

Esmeralda y Quasimodo.

Catherine y Heathcliff.

Mattie Silver y Ethan Frome.

Si Jaden se da cuenta, no lo demuestra, no dejar que la moleste.

—Entonces ―dice, deteniéndose fuera de la clase de la Sra Tugwell―,


¿cuánto tiempo crees que nos tomará para que nos quedemos dormidos en esta
clase?
—Depende de cómo de cálida esté la habitación ―respondo, tratando
de alcanzar el picaporte―. Vamos por lo menos a intentar permanecer despiertos
el tiempo suficiente para que tome la asistencia. ―Estiro la puerta abriendo y
dejo que Jaden entré―. Ella quiere que estemos presentes. Nunca dijo nada
acerca de ser coherentes.

***

Por mucho que quiero, Jaden no se une a mí para el almuerzo. Por mucho
que observo esa puerta de la cafetería, nunca la empuja saliendo. No es que no
me lo esperaba. Así que me siento en mi habitual mesa de picnic, comiendo el
almuerzo que hizo para mí, haciendo cero progreso en mi lectura de Biología.

Porque no puedo dejar de pensar en ella, su sonrisa, sus ojos, cómo a


veces mastica las puntas de su cabello cuando piensa que nadie está mirando,
esta chica que se supone que es mi compañera de inglés, quién de alguna
manera, en las últimas semanas, se ha convertido en algo más.

Algo importante.

Algo demasiado importante para ignorar.

Demasiado importante para dejarlo ir.

Y entonces pienso en Callie, y la culpa corrompe mi estómago. Callie,


quien me amó durante los últimos cuatro años. Callie, quién está pegada a mi
lado. Callie, quién está planeando casarse conmigo para que podamos pasar el
resto de nuestras vidas juntos.

Todo sucedió tan rápido.

¿Y si ella no encontraba ese anillo? ¿Qué pasaría si no hubiera hablado?


¿Qué pasa si le hubiera dicho que fue un error?

¿Qué pasa si Jaden no estuviera en la escuela secundaria? ¿Qué pasaría


si todo lo que estábamos haciendo no estaba mal en lo absoluto?

Cierro mi libro de ciencias, incapaz de concentrarme, para centrarme en


las palabras.

Esto no es normal. No soy yo.

No sé qué infiernos estoy haciendo. Le estoy mintiendo a cada persona


de mi vida. Estoy comprometido con una chica y ando a escondidas con otra. No
conozco a esta persona, este yo en el que me he convertido. Ya no sé quién soy,
sólo que me gusta lo que soy cuando estoy con ella, y me gusta quién es ella
cuando está conmigo.

***

No la estoy buscando.

Me dirijo por el pasillo, dirigiendo mi paso entre la multitud, no


buscándola.

De todos modos, no está en su casillero. Probablemente está en el


vestíbulo, sentada en su mesa, ya en el siguiente tema. ¿Un centavo para la
investigación del cáncer? ¿Cupones de libros para ayudar a construir una iglesia
en el Congo? Sin embargo, estar de acuerdo con eso, está fuera de cuestión.
Ahora no puedo dar marcha atrás. No puedo ir a buscarla. Así que sigo adelante,
dirigiéndome a la salida.

—¡Parker!

Al principio creo que imaginé que escuché mi nombre gritando por


encima de las conversaciones, el sonido de las puertas de los casilleros
cerrándose de golpe. Aparte de Jaden, no hay un alma en esta escuela que iba a
tratar de llamarme a medio pasillo.

Pero cuando lo escucho de nuevo, me detengo y me doy la vuelta, y


espero a que Brandon Garrels me alcance.

—Oye, hombre ―dice, sin aliento―. Me preguntaba si aún tenías la


oportunidad de hablar con Vince sobre mí. ―Mantiene su voz baja, mirando
furtivamente a nuestro alrededor por potenciales fisgones.

—No ―confieso―. No ha llegado. Conoces a Vince. La elección del


momento oportuno tiene que estar bien.

Asiente, entendiendo, y me doy cuenta: Brandon lo sabe. Puede dar


nombres. Señalar. Sabe quién está “adentro” con Vince De Luca. Necesito a
Brandon.

—¿Estás de fiesta este fin de semana? ―pregunto.

—Organizándola.

—Genial. Quizás te veré por ahí.

Extiendo mi mano, da un golpe, y chocamos puños.


—Por supuesto.

Empujo a través de las puertas dobles y salgo a la tarde. Y tan pronto


como doy un paso en esa acera, sé que algo ha cambiado. Algo es diferente. El
mundo entero está iluminado. Brillando. Echo un vistazo al cielo, entrecerrando
mis ojos por el sol.

El sol.

Está fuera. Está quemando nubes, calentando el aire.

Y lo primero que pensé, cuando veo esto, es en Jaden. Buscarla. En cada


rostro, cada cola de caballo marrón con un bolso colgado del hombro. Quiero
encontrarla. Quiero agarrarla por su muñeca y sacarla fuera de aquí para que
también pueda ver esto. Quiero ver la sonrisa en su rostro cuando levante su
mirada hacia el cielo y se dé cuenta del final del invierno. Ese sol aún existe.

¿Mi siguiente pensamiento?

Tengo que hablar con Callie.


Traducido por KarlaMcCool

Corregido por hermosaoscuridad

—N
o estoy seguro de cómo me siento sobre jugar paintball
con paramédicos con horas de instrucción de armas
—dice Erik.

—Relájate —respondo, ajustando mi máscara—. Estás jugando en mi


equipo, y yo no pierdo.

Rusch, mi compañero antes de que fuera asignado a Bedford, sonríe.

—Poderosas grandes palabras, Whalen.

—¿De verdad? No te hemos visto exactamente en este campo


últimamente —agrega Amy, otro miembro de nuestra unidad. Ella está usando
pantalones de camuflaje y una chaqueta de Columbia, su cabello tirado hacia
atrás en una ajustada cola de caballo. Muy dura—. No olvides que mientras
estabas de encubierto, hemos estado entrenando.

—Estás insinuando que me he vuelto suave.

—Estamos a punto de enterarnos, ¿no es así?

Terminamos de ponernos nuestro equipo de seguridad y nos dividimos


en equipos.

—Oye, ella es bastante luchadora —dice Erik, arrastrándome al campo de


paintball, con los ojos fijos en Amy—. ¿Crees que diga que sí si la invito a salir?

—Ni por casualidad.

—Podría intentarlo —dice.

—Puedes hacer lo que quieras. Me preguntaste si creía que ella diría que
sí.

—Me subestimas.
—Tú la subestimas.

Nos reunimos en el centro del campo, nuestros dos equipos de seis


diferenciados por brazaletes de colores.

—¡Está bien, jugadores! —llama el árbitro—. Este es un simple juego de


Captura la Bandera. Conozcan a sus compañeros de equipo. Conozcan sus
colores. Protegerán la bandera en su base mientras intentan robar la bandera del
otro equipo. Si son golpeados están fuera. Levanten sus manos, alcen su arma, y
salgan del campo. Si son golpeados mientras cargan la bandera, deberán dejarla
caer donde estén. El primer equipo en robar la bandera del oponente y llevarla
con seguridad a su base gana. ¡La seguridad es lo primero! Nunca se quiten sus
máscaras mientras juegan. Si están en un rango cercano y un miembro del equipo
contrario los rodea, no le disparen. No le disparen a gente que esté dejando el
campo. No les disparen a los árbitros. No hagan fuego a ciegas. No se pasen de
la raya. ¿Está claro?

Estamos de acuerdo y nos encabezamos a nuestros lugares designados


para crear una estrategia. Erik y yo protegeremos la bandera; los demás jugarán
en el campo.

Cuando el silbato suena, Erik y yo corremos pasando inflables y


barricadas hacia donde nuestra bandera pende de un tubo. Nos posicionamos
detrás de una baja pared de madera enfrente de ella.

—Hombre, olvidé cuán intenso era este juego —dice Erik, respirando
pesadamente—. ¿Cuándo fue la última vez que jugamos esto juntos?

—No lo sé. ¿Preparatoria?

—Es cierto. ¿Recuerdas cuando trajimos a Callie y a Jess aquí?

Miro el campo, escuchando por acción en el otro extremo.

—Recuerdo a Jess.

—La que se escapó —dice él, su voz colapsando.

—Pensé que tú habías roto con ella.

Piensa en esto por un segundo.

—Oh, sí. Tienes razón.

Obligo a mis ojos a no rodar.


—Hablando de Callie, ¿cómo va la planificación de la boda? Le dijiste que
estoy a cargo de la fiesta de despedida de soltero, ¿cierto? ¿Qué dijo?

—No. Pero le dije que eres el padrino. No quería sorprenderla con


demasiadas buenas noticias a la vez.

Una serie de gritos y órdenes entran en erupción a mitad de la arena, y


el silbato suena. Alguien está fuera. Agarro mi pistola de paintball más
apretadamente, manteniendo mis ojos abiertos. Si perdemos a nuestros
compañeros de equipo en el campo, nos toca a Erik o mí ir tras esa bandera.

—Hablando de bodas… —continúo, convencido de que aún estamos


seguros—. ¿Qué es lo que piensas, en general?

—No tengo pensamientos sobre bodas, amigo. En serio.

Por supuesto que no los tiene.

—Está bien, bueno, ¿crees que soy demasiado joven para casarme?

—Sí —responde, sin vacilación.

Parpadeo en sorpresa.

—Wow. Gracias por la honestidad. Mis padres se casaron cuando tenían


mi edad, sabes.

—Eso fue hace un billón de años.

—Está bien. Hipotéticamente hablando… ¿Qué dirías si te dijera que


estaba pensando en cancelarlo?

—Diría “bien”. Finalmente me estoy contagiando en ti.

Esta no es la dirección que esperé que tomara esta conversación.

—¿Y si…? —Me interrumpo, pasando mi mano a través de la línea de mi


mandíbula—. ¿Y si no es hipotéticamente hablando?

Su frente se arruga, sus cejas uniéndose.

—Espera. ¿Qué? ¿Como en, de verdad estás pensando en cancelarlo?

—No lo sé. Tal vez —confieso.

—¿Por qué?
—Porque… no sé. No creo que esté listo.

—Por supuesto que no estás listo. ¿Qué hombre de sangre-caliente y


completamente funcional está alguna vez listo para sentar cabeza con una mujer?

—Eso no es lo que estoy diciendo. Creo… no lo sé. No sé si quiero


casarme.

─¿Nunca?

─Con Callie.

Me mira desde detrás de su máscara, boquiabierto.

—Mierda, Chris. ¿Estás bromeando? ¡Ustedes han estado juntos desde


siempre!

—¡Lo sé!¡Lo sé! Es sólo… No sé si ella es la indicada, ¿sabes?

—¿Qué quieres decir con “la indicada”? No hay “indicada”. Hay una
persona en tu vida que realmente te saca de quicio las veinticuatro horas del día,
pero nunca podrías deshacerte de ella porque la extrañarías demasiado si se
fuera. Hasta que te deshaces de ella porque, de hecho te saca de quicio.

—¿Eso es lo que crees que es el matrimonio? —pregunto, mirándolo con


incredulidad.

—¡Eso es lo que sé que es el matrimonio! Mis padres se odiaron entre


ellos por años antes de que se divorciaran. Luego ambos se volvieron a casar y
ahora odian a mis padrastros, y aún tengo que comprar dos regalos extra de
Navidad cada año.

—Lo que explica porque nunca has tenido una relación real con ninguna
chica.

—Oye, he tenido un montón de relaciones reales.

—¿Han durado más de dos meses?

Una mancha capta mi atención, Rusch cerniéndose de un inflable al otro.


Apunto mi arma y disparo, pero es demasiado poco y demasiado tarde. Está
limpio.

Y acercándose.

Concéntrate, Whalen.
—Me gusta mantener mis opciones abiertas —continua Erik, mirando la
barricada—. Como sea, tú no eres yo. No eres nada como yo. Tú y Callie, tienen
una historia juntos. Ustedes no se molestan entre ustedes. Ustedes mean al resto
de nosotros porque se llevan muy bien. Son perfectos para el otro.

Perfectos.

Creo que odio esa palabra.

—Hipotéticamente hablando…

—Dios. ¡Termina con esta mierda hipotética!

—¡Me estoy enamorando de otra persona! —dejo escapar las palabras


sin pensar, sin darme cuenta de las implicaciones. Lo digo. En voz alta. No puedo
volver a atrás porque ahora es real. Estoy me, me he enamorado, de alguien más.
Lo confieso.

—Jesucristo —murmura—. ¿Hablas en serio?

—Sí. Lo hago.

—Estás encubierto. ¿Cuándo has tenido tiempo de enamorarte de


alguien más?

No respondo. En lugar de eso, observo el campo, esperando por Rusch


para hacer otra aparición, para venir por lo que legítimamente nos pertenece.

—Dios mío. Es esa chica, ¿no es así? Tu compañera. Para ese proyecto.
¡La que nos topamos en la pizzería!

Mi columna vertebral se pone rígida por esto, la conexión que ha hecho.


¿Se da cuenta que podría ser despedido si alguien más se entera?

—Por favor, mantén tu voz baja —le ruego.

—¿Estás bromeando? —pregunta él, los ojos muy abiertos—. ¡Está en la


preparatoria, Chris! ¡Ni siquiera es legal!

—Tiene dieciocho. Lo revisé.

—¿Lo revisaste? ¿Lo revisaste? —Su voz baja a un susurro—. ¿Te la estás
tirando?

—¡No! ¡Dios, no! Ni siquiera la he besado.

Aún.
Y nunca me tiraría a Jaden. Sería más que eso, ella significaría más que
eso para mí.

—Bien —responde Erik—. Al menos parte de tu cerebro aún está


funcionando. No es que esté diciendo que no estaría perversamente caliente en
cada nivel.

Exhalo, mi energía, mis defensas, todo agotado.

—Pero quiero besarla. No puedo dejar de pensar en ella. Sigo creando


excusas, tratando de encontrar formas de estar con ella.

—Lo que sucede es que estás nervioso acerca de casarte. Todo esto de
la boda te tiene asustado. Y lo entiendo. Lo hago. Pero, ¿ realmente cancelarías
todo el asunto, romperías con Callie, por esta chica?

—Ella es increíblemente inteligente. No tienes idea. Va a ir a Harvard para


convertirse en doctora. Tiene los pies en la tierra. Es graciosa. Realmente se
preocupa por el mundo y la gente en él. Y sus ojos… Dios. No tienes ni idea —
repito.

—De acuerdo, ¿ves? Acabas de resolver tu propio problema, porque si va


a Harvard, no hay manera en el infierno de que quiera estar atada a ti.

—Todavía no se ha ido, pero si lo hace… no lo sé. Podríamos hacerlo


funcionar.

—Ninguna chica de Harvard quiere una relación a larga distancia con un


Chico de Vuelta a Casa —afirma.

—Hay una fuerza policíaca en Cambridge.

—¿Así que te mudarías? ¿Dejarías todo por estar con esta chica?

Mis hombros se levantan, encogiéndose.

No lo sé. No. Tal vez.

—Eso es lo que llamamos ser un acosador. ¿Y si no funciona?

—¿Y si ni siquiera lo intento? —contrarresto—, ¿Y si termino esta


asignación? ¿Y si ella se gradúa y se muda? ¿Y si me despierto cada mañana
arrepintiéndome de haberla dejado ir?

—Sólo estoy diciendo… que lo tienes hecho. Tienes un buen trabajo y


una gran prometida. La mayoría de hombres matarían por estar en la posición en
la que estás ahora, no yo, obviamente, pero toda esta cosa de “otra chica” suena
arriesgado y estúpido. No vayas y jodas el orden del universo. Y hablo en serio
sobre la parte de joder.

—¡Ríndanse! —El enemigo está encima de nosotros, arma apuntada, lista


para disparar.

Erik y yo saltamos en nuestros pies, manos alzándose al cielo.

Rusch trota hacia el tubo, arranca la bandera de nuestro equipo, se mete


la tira de tela en el bolsillo de su abrigo.

—¿Ves lo que hiciste? —grita Erik. Me apunta con su pistola y aprieta el


gatillo, disparando a quemarropa—. ¡No soy tu jodido terapeuta, imbécil!

—¡Jesús, Erik! —Me doy la vuelta, tratando de proteger mi pecho, cada


bola de pintura explotando contra mi pecho, como rocas.

Dispara mi brazo. Mi espalda. Apedreándome hasta la muerte.

El silbato suena, sacándolo por la infracción.

—¡Se lo merecía! —grita Erik a través del campo.

***

Cambio las bolsas de hielo del congelador, me siento en el sofá, y enfrío


mi brazo.

Marco el número de Callie.

—Hey. Llegas temprano —dice ella.

—Tengo que salir esta noche.

—¿Cómo estuvo el paintball?

Me muevo, sintiendo las magulladuras en todo mi cuerpo.

—Aparentemente estoy fuera de práctica.

—Aww, lo siento. —Hay una sonrisa en su voz.

—Yo también.

—Así que, ¿voy a verte mañana?


Una cuchillada de frustración pincha en mi piel. O tal vez necesito otra
Advil. Es difícil de decir.

—No puedo venir mañana, Cal. Tengo esta cosa esta noche. No estaré
hasta muy tarde. De verdad necesito tener este caso cerrado para poder ir a casa.

Erik está en lo cierto, soy estúpido. Soy estúpido y estoy arriesgando todo
por una chica que apenas conozco. Lo mejor que debo hacer es concentrarme en
mi trabajo. Necesito pruebas de que Vince De Luca es mi enlace a Bedford. Una
vez que este capturado, podré ir a casa. Podré volver a mi vida real. Podré poner
todo este desastre detrás de mí.

—Está bien. Bueno… me estaba preguntando… si no puedes venir


mañana, ¿podrías venir a Hamilton el miércoles?

—¿Por qué? ¿Qué hay el miércoles?

Ella vacila.

—Mis padres quieren echar un vistazo a un restaurante para nuestra


fiesta de compromiso en caso de que el club de campo este contratado. De
hecho, papá arregló su horario para poder tomarse la tarde libre, y sería
agradable para todos volver a estar juntos. Podrías invitar a tus padres. Quizás a
tu hermana, si no está ocupada. Ya sabes, hacer algo familiar.

—Sí. Puedo hacerlo el miércoles.

—¿En serio?

Puedo decir que esto no es lo que ella esperaba oír. Pensó que tendría
que rogar y suplicar, pero no necesito que me convenzan. No esta vez.

—El miércoles por la noche. Cena con las familias.

—Así que… ¿estás a bordo con todo eso de la fiesta de compromiso?

—Si esto es lo que quieres, Callie, entonces sí. Estoy a bordo.

Chilla, eufórica, lo más feliz que la he oído desde que descubrió el anillo.

—Oh, Dios mío, está bien, como esta noche estás ocupado, voy a seguir
adelante y llamar a tu madre y hacérselo saber a mi padre. Se supone que este
lugar es increíble. ¡Va a encantarte!

—Sólo dime donde debo de estar y cuando debo estar allí.


Traducido por Jenn Cassie Grey y HeythereDelilah1007

Corregido por hermosaoscuridad

M
i cuerpo entero duele. Mi espalda. Mi estómago. Mis brazos. Las
Advil que me tomé antes de dejar el apartamento no han hecho
efecto aún. Eso o eran inefectivas contra las heridas del
paintball.

Dejo mi motocicleta al final de una llena calle Elm. La fiesta ruge en la


distancia. Sigo el sonido hasta que llego a la casa, brillante con luces y llena de
cálidos cuerpos. Meto una mano en mi bolsillo, buscando mi paquete de
cigarrillos, nueva marca, asintiendo hacia las ocasionales miradas mientras paso.
Mi dedo roza contra la pequeña, y plástica USB que grabará todo lo que es dicho
por las siguientes ocho horas.

Es esto.

La sala de estar está llena de personas, desconocida sonriéndose unos a


otros entre el duro golpeteo de una mala canción de rap. Me hice camino a
empujones, cruzando la sala.

—¡Parker! ¡Mi hombre! —grita Gianni, alzando su mano. Apenas puedo


oírlo entre todo el caos.

—¿Qué hay? —grito, encendiendo mi cigarrillo e inhalando.

—¡Este lugar es asqueroso! ¡Vamos! ¡Voy a conseguirle a Vince una


bebida! ¡Vamos a ir al piso de abajo! —señala hacia las escaleras.

Gianni lidera el camino, toma una brazada de cervezas de la hielera en la


cocina, y camina hasta la escalera en el pasillo. El aroma en el sótano es
inconfundible: cervezas, cigarros, tabaco.

Tomo otra calada y exhalo, añadiendo mi arma a la mezcla.

Abajo, Vince y Dave y otros están tirados en sillones, o en sillas. Un juego


de billar está en marcha. Yo sólo puedo identificar el ritmo de una guitarra, la
vieja escuela del rock sureño, viniendo del estéreo anclado en la esquina de la
habitación.

—¡Whalen! —dice Vince, parándose—. Justo el sujeto que quería ver. —


Me saluda con un apretón de manos—. Vamos fuera.

Dave y Gianne y yo seguimos a Vince al piso de arriba. Salimos a través


de la puerta trasera y estoy de vuelta al frío are de medianoche.

—Así que, Gianni está convenciéndome bastante de que necesito una


motocicleta para mí —dice Vince—. Estoy mirando a la Suzuki y me estaba
preguntando si estarías dispuesto a dejarme tomar la tuya para dar una vuelta.

—¿Quiere que te preste mi motocicleta? ¿Has conducido una antes? —


pregunto, mirándolo cuidadosamente.

—He estado conduciendo la mía —dice Gianni.

—¿Así que sabes lo del freno y el acelerador y todo?

—Todo lo que necesito es tu permiso —dice Vince.

Y aunque creo que no lo sabe, Vince ha abierto una puerta para mí. El
inicio del final.

—¿Qué es lo que gano con eso? —pregunto.

Vince sonríe fácilmente

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Qué es lo que tienes?

Ríe.

—¿Entonces tengo tu permiso?

—Tómala —digo, asintiendo hacia el final de la calle—. El casco está en


la mochila sobre el asiento.

—Excelente. —Da un golpe en mi hombro, satisfecho —. Dave,


consíguele a este hombre lo que él quiera.

***
Vince saca un pie. Minutos más tarde lo vemos pasar, la luz trasera de la
motocicleta parpadea roja. Desaparece, girando en otra calle oscura, el motor
acelerado.

—Regresará ¿cierto? —pregunto.

—No te preocupes —dice Gianni—. No necesita tu paseo.

—¿El mercado es bueno por aquí?

—¿Con el campus justo al final del camino? Diablos sí.

Ahí fue cuando me golpeó: derribar a Vince De Luca significaba más que
eliminar al proveedor de Bedford High. Estoy a punto de destruir a un capo del
condado de Carson.

—¿Qué es lo que tienes para mí? —le pregunto a Dave.

Busca en su bolsillo, sacando tres porros fuertemente atados. Uno para


cada uno de nosotros.

—No eres policía ¿verdad?

—No. —Miento fácilmente, dejando salir una risa como buena medida—
. Debería estar ofendido que preguntaras, creo. Pensé que ya habíamos pasado
por esto.

—Nah. Sólo es parte de las reglas de Vince. Tienen que decirnos, ya


sabes. Cuando preguntamos.

Tomo dos porros, y coloco uno detrás de mi oreja.

—Eso es lo que escuché.

Mito. Podemos decirte lo que queramos decirte cuando preguntes.

Estos chicos eran tontos como rocas.

Saco mi encendedor, y con un chasquido lo enciendo, entonces lo acerco


a Gianni mientras Dave busca otro en sus bolsillos.

—Gracias, hombre.

Inhalo, exhalo, pasando el humo a través de mi nariz y hacia el aire,


exactamente como fui enseñado.

Pero ese aroma.


El aroma me regresa a mi último año de bachillerato.

Esa fiesta.

Deberíamos de haber sabido que se estaba saliendo de control, que


alguien iba a quejarse, que los policías aparecerían. Toda la noche fue algo
sacado de una pesadilla. Ser sacado del auto. Buscado. Esposado. Llevado a la
estación. Fichado. Tomaron mis huellas digitales.

Después puesto en libertad bajo fianza a las tres de la mañana por la


novia de mi padre.

Mi novia, quien ahora es la prometida de mi padre.

Porque cuando usé la llamada que tenía, él me colgó.

Mi propio padre, jodidamente, me colgó.

—Buena mierda —digo, tomando otra calada.

Vince regresa después de unos cuantos minutos.

—Me gusta —anuncia, acercándose a nosotros. Estamos de pie en las


sombras debajo de un roble—. Gracias por dejarme darle un paseo.

—Sin problema.

—¿Mi hombre tiene lo que necesitabas?

—Lo tenía —replico. Señalo hacia la moto—. ¿La quieres tomar?

—Aquí tenemos un chico del que estaba hablando —dice—. Habla como
si pudiera darme realmente un buen trato, puede que haga que vengas conmigo
cuando vaya a verlo. Asegúrate de no meter la pata.

—Claro, sin problema.

—¡Oye Vin-Nay! —Nos giramos al mismo tiempo, hacia la voz mientras


un gripo de chicos pasaba cerca de un poste de luz, acercándose a nosotros. Y
aun cuando trato realmente duro de no inhalar, la hierba debió de haber
embotado mis sentidos porque apenas estoy consciente del aire golpeando en
la parte trasera de mi cuello, apenas estoy consciente de que algo parecido al
horror pincha a través de mi piel, apenas estoy consciente de que debería estar a
la defensiva.

Mierda.
—¿Qué hay chicos? —pregunta Vince—. ¿Cómo están mis sujetos
favoritos de Bedford?

—La fiesta es asombrosa, Vince. Como siempre —dice Tony.

Se detuvieron en la acera, reuniéndose con nosotros a un lado del árbol.


Saludaron con un apretón de manos a todos a mi alrededor.

—Hey, Whalen ¿Qué hay? —pregunta Brandon.

Asiento como un saludo, pero mis ojos se quedan trabados en el tercer


miembro del grupo. El tercer jugador de baloncesto, sus ojos inyectados en
sangre.

Ojos de un drogadicto.

Blake Hanson.

—¿Conoces a estos tipos? —pregunta Gianni.

Aprieto cada dedo con mi pulgar, tronando mis nudillos, tratando de


mantener el latido de mi corazón a un ritmo normal.

—Vamos a la escuela juntos —respondo.

—Estamos bien —les asegura Tony—. ¿Vince?

Tony y Vince se alejan de nosotros, moviéndose más cerca de la casa.

Ahí está mi enlace.

Y ahí está mi conexión.

—¿Tienes algún problema, Whalen? —pregunta Blake—. Porque los


estás mirando terriblemente molesto.

La pregunta me sacude de regreso al presente, me arrastra fuera de esta


mina con la que he tropezado. Contengo la risa, sintiéndome… intrépido. Osado.
Una palabra para SAT1 para Jaden. Estoy bastante seguro que es la hierba la que
habla cuando digo:

—Me estaba preguntando si tu novia sabe dónde estás esta noche. —Su
barbilla se tensa, confirmándome que golpee un nervio—. ¿Tal vez la dejaste en
la fiesta sin ti?

1
SAT: selectividad, prueba de acceso a la universidad.
—Te gustaría saberlo, no es así.

No es una pregunta.

—No, este no se ve como un lugar que frecuente.

—No mientras tú estés aquí.

No puedo evitarlo. Me río.

¿Sabes que tu novia me invitó a su casa? ¿Me trae el almuerzo todos los
días? ¿Me deja colarme por la ventana de su ático en la noche, para poder hablar?
¿Sabes que sus piernas han montado mi motocicleta?

—Sólo no sabía si este era un lado de ella que no había visto aún. Ya
sabes, un lado salvaje.

—¿Todo bien chicos? —pregunta Gianni, echando una mirada entre


nosotros.

—Sí —digo—. Conozco a la chica de Hanson, es todo. Mira, Jade y yo


somos realmente buenos amigos. Como que esperaba que él la hubiera traído.

—Amigo —dice Brandon, sus ojos ampliándose.

—No la llames así —me advierte Blake.

—¿Qué? ¿Jade? —Me encojo de hombros casualmente—. No parece que


a ella le importe.

Blake arremete contra mí. Brandon agarra su brazo, lo mantiene lejos


agarrando su manga. Gianni salta entre nosotros.

—¡Hey! ¡Hey! ¡Hey! ¡Aquí no chicos!

Respiraciones ansiosas se transforman en humo en el aire,


desapareciendo. Mi corazón trona dentro de mi pecho, los músculos fuertemente
apretados. Quiero matar a este tipo. Quiero matarlo por estar aquí, en esta fiesta.
Por pasar el rato con Vince de Luca, por mentirle a Jaden. Quiero malditamente
arrancarle la cabeza, porque cuando lo miro, veo a un perdedor. Un maldito
drogadicto.

Me veo a mí mismo.

Blake se sacude a Brandon de encima al mismo tiempo que Vice vuelve


con Tony.
—¿Todo bien? —pregunta Vince.

—Bien —le aseguro.

—¿Blake? —pregunta Tony.

—Ya terminamos aquí, de todas formas —responde él, retrocediendo.

—¡Gran fiesta, Vince! —Se despide Brandon, y ambos se dirigen hacia la


casa.

—Nunca te había visto así de alterado, Whalen —dice Vince.

—El tipo es un petardo.

—Por un momento pesé que ibas a partirle el culo —dice Dave.

—Nah. No lo vale.

Vince golpea mi hombro con la palma de si mano.

—Ven, habla conmigo. Vayan a beber algo —les dice a los otros—. Nos
vemos en un rato.

Gianni y Dave se escabullen lejos.

—Tú no compraste esa motocicleta con dinero de cumpleaños —dice


Vince, cruzándose de brazos.

Me encojo de hombros.

—Vamos hombre. Puedes contármelo.

—No te conozco.

—Tal vez no, pero conoces a los que son como yo, y yo conozco a los
que son como tú. Este mundo no es extraño para ti, Whalen. Ya has hecho esto
antes. Es obvio.

—¿Cómo?

—Tienes una baja tolerancia de idiotez y puedes detectar a un cabrón a


metros de distancia. ¿Alguna vez te han atrapado?

Sacudo mi cabeza.

—No.
—Me podría servir otro chico a mi lado, es todo lo que estoy diciendo.
Tú estarías bien. ¿Tienes contactos? Si quieres algo de dinero extra, llámame.
Mientras tanto, para lo que sea que necesites soy tuyo. ¿Entendido?

***

Son casi las tres de la mañana cuando finalmente entro tambaleándome


a mi apartamento y prendo la luz. Lanzo mi casco sobre el sofá, las llaves sobre
la mesa del café. Me quito la camisa por sobre la cabeza.

Mi pecho está salpicado de manchas rojas, los bordes dispersándose


hacia afuera, cambiando a morado.

Gris. La que tengo en mi brazo es la peor, la piel rota, desgarrada.

Eric es un cabrón.

Blake es un cabrón.

Yo soy un cabrón.

Mi estómago se retuerce, mi cuerpo rogando por otro cigarrillo. Agarro


mi chaqueta de cuero del mostrador, y meto mi mano en todos los bolsillos.
Reviso en mis vaqueros.

Nada. El paquete desapareció.

Una parte de mí se siente aliviada.

No puedo volver con esa mierda otra vez.

Exhalo un suspiro y me dirijo hacia la cocina. Agarro una botella de agua


del refrigerador y busco una cena de microondas para ver televisión. Me quedo
ahí parado, bebiendo, mirando la comida dar vueltas en el plato giratorio. Vueltas
y vueltas y vueltas. Cuando finalmente suena el bip, lo saco y lo pongo sobre un
plato.

Colapso en el sofá.

Lo logré.

Tengo todo lo que necesitaba y más.

Debería estar alucinado. EL director Howell estará alucinado. El jefe


Anderson estará alucinado.

Pero esto, todo esto, difícilmente importa.


¿Qué voy a decirle a Jaden?

A lo mejor no tengo que decirle nada. Tal vez ella ya lo sabe. Tal vez ella
sabe que su novio está con Vince de Luca en Trenton cada fin de semana.

No, ella no puede saber eso. Es imposible que ella soporte toda esa
mierda.

¿Lo haría, sin embargo? Ya soporta a su padre. A su hermano. Ella ya


soporta a todo el maldito mundo sobre ella misma.

Tengo que decírselo. Si Blake no le ha dicho nada sobre esto, si ella no


lo sabe… Ella merece saberlo.

Mi mandíbula duele, los dientes apretándose.

Ella dijo que él era perfecto.

Putamente perfecto.

Él debería haber sido perfecto para ella. Él lo tiene malditamente todo.

Me trago mi risa.

Desearía nunca haber ido a esa fiesta. Desearía nunca haberlo visto ahí.

Mi brazo se sacude instintivamente, golpeando mi casco y tirándolo del


sofá. Rebota por la habitación y golpea contra la pared.

Yo hubiese sido perfecto para ella.


Traducido por MaEx

Corregido por hermosaoscuridad

M
antengo mi distancia. No miro hacia ella. No pienso en ella.
Tomo el almuerzo que ha preparado todas las mañanas,
asintiendo con un gracias. Pero no hablo con ella. No puedo. La
primera vez que abra la boca le contaré todo.

Hanson no ha dicho una palabra. Él continúa, pretendiendo que nada


pasó. Lo cogí, fijándola contra su casillero, acompañándola a clase. Le observo
besarla en despedida en su coche, y toma toda mi fuerza, todo de mi autocontrol,
el no caminar sobre él y llevarlo.

Ella merece saberlo.

Las conversaciones con Callie son interrumpidas por el pensamiento. Mis


sueños, cuando duermo, son de mí diciéndole lo que vi. De ella rompiendo con
él.

Si ella lo deja...

Me niego a permitirme pensar así. Callie y yo... Vamos a cenar con sus
padres. Mis padres. Nuestras familias. Nos vamos a casar.

Pero si no estuviese con Callie...

Me levanto a última hora del miércoles por la mañana después de una


noche de dar vueltas. Me dormí gracias a mi ejercicio. Otra vez. No puedo seguir
haciendo esto. No puedo seguir así. Me está poniendo enfermo. Tengo que
decírselo.

Me baño, me visto y me dirijo a la escuela.

Ella estará allí temprano. Siempre es una de las primeras en llega al


interior del edificio. Me reuniré con ella en su coche. Hablaremos antes de que
empiecen las clases. Tal vez ella lo sabe. Tal vez no. Tal vez a ella no le importará.
De cualquier manera, no tendré que aferrarme a esta carga, para mantener este
secreto.

Esta es la única mentira que no tengo que contar.

Aparco a lo largo de la fila de atrás, en busca de signos de Jaden. Nada.


Miro la línea de transmisión de tráfico en la calzada, cada vehículo parado en un
espacio.

No puede no estar aquí.

Nunca falta a la escuela.

Nunca llega tarde.

El tiempo se ralentiza. El aparcamiento se llena.

Estoy un segundo lejos de localizar su número y llamar cuando la veo.


Aparca su coche en uno de los primeros espacios disponibles, sale y arroja su
bolso sobre su hombro, apresurada, con prisas.

Me dirijo hacia ella, desesperado por atraparla antes de que llegue al


edificio.

—¡Jade!

Ella sigue su marcha.

—¡Jade!

¿Qué demonios? ¿Por qué me está ignorando?

Cojo mi ritmo, corriendo a través de la multitud.

—¡Jaden, espera!

Sin embargo, ella no se detiene.

¿Qué está pasando con ella?

¡Ni siquiera soy la persona que debería estar corriendo! Es su perdedor


novio el que debería estar preocupado, no yo. ¿Y ahora qué? ¿Ella es demasiado
buena para ser vista en público conmigo?

—¡Dios! ¿Qué está mal contigo?

Agarro su brazo, girándola para mirarme.


—¡Jaden!

Una mirada a ella, sin embargo, y la ira ardiendo dentro se disuelve. Ella
ha estado llorando. Ella está llorando ahora. Sus ojos, por lo general brillantes y
claros, son de color rojo alrededor de los bordes. Y la vista de ellos envía esta
conmoción corriendo por mi espina dorsal.

Algo está mal.

—¿Qué ocurrió? —Exijo saber.

Cuando parpadea, las lágrimas se derraman por sus mejillas. Las aparta
lejos con sus pulgares, pero es inútil. Cuanto más golpea, más rápido se caen.
Toma una respiración irregular, emite un sollozo ahogado. Mi pecho se aprieta
ante el sonido. Cada segundo que pasa me deja dando vueltas, imaginando lo
peor. Es su familia. Su madre. Sus hermanos. Algo está mal con su sobrino. Es
Blake. Alguien dijo algo, hizo algo, para lastimarla.

Juro por Dios que si alguien hirió a esta chica...

Me tambaleo contra una inexplicable y asesina furia, esta repentina y


violenta necesidad que tengo de proteger a esta chica. Enmarco su rostro con
mis manos, obligándola a mirarme, abrumado por la posibilidad muy real de que
voy a matar a alguien si no empieza a hablar.

—¿Qué pasó? Tienes que decírmelo.

—Yo... yo no entré —balbucea, atragantándose con las palabras.

¿Ella no entró?

No registro inmediatamente estas noticias. Estudio sus ojos,


moviéndome de uno al otro y viceversa, tratando de entender, antes de que
finalmente me golpee.

Harvard.

La carta llegó.

Un rechazo.

Todo su mundo destrozado.

Mis pulmones se contraen, todo el aire escapándose de una vez. Libero


su cara, pero ella se inclina hacia mí, apoya su cabeza en mi pecho mientras una
fresca brisa de la mañana pasa.
—Mierda. —Envuelvo mis brazos alrededor de ella, apretando su cuerpo
contra el mío, respirando los rastros de champú y perfume y flores y todo lo que
es Jaden—. Lo siento tanto —susurro.

—Soy como una perdedora. Nadie me va a tomar en serio nunca más.

Por increíble que se sienta, nuestros cuerpos calientes apretados, me


separo, la mirada en esos ojos brillantes, algo en mi garganta ardiendo mientras
la veo sufrir.

—El hecho de que no entraste en tu universidad elegida, no te hace una


perdedora. Quiero decir, sé que no puede sentirse bien...

—¿Qué voy a decirle a todo el mundo? —interrumpe, limpiando el borde


de su nariz a través del puño de la manga de su chaqueta.

—La verdad. Ellos no van a pensar menos de ti.

—Yo…yo no puedo. —Mira hacia el edificio, a la gente pasando—. No


puedo ir allí.

Un familiar nudo retuerce mi estómago. Lo sé todo sobre el deseo, sobre


la necesidad de escapar.

Ella no puede entrar ahí.

Y sé, en este momento, que todo está cambiando.

Busco sus ojos.

—¿Estás diciendo que quieres salir de aquí? —pregunto, inseguro.

Asiente.

—Sí.

—Entonces dame tus llaves.

—¿Qué?

—Dámelas.

Tintinean suavemente mientras las pasa. Tomo su mano en la mía,


entrelazando nuestros dedos, y tiro de ella a través del estacionamiento. Nos
movemos con rapidez, tejiéndonos entre los coches, sin detenernos hasta llegar
el pequeño blanco Civic que se convertirá en nuestra escapada.
—Sabes que podrías tener problemas por esto, ¿verdad? —pregunto, con
el pecho agitado. Ella tiene que saber lo que está haciendo, en lo que se está
metiendo.

Asiente.

—¿Y todavía quieres hacerlo?

—Sí.

—¿Estás segura? —Estudio su expresión, sus ojos, esperando alguna


señal de vacilación. Una pausa, un sólo titubeo, y toda la cosa está fuera.

Asiente otra vez.

—Sí.

Abro la puerta del lado del conductor.

—Entonces nos vamos.

***

Apaga su teléfono tan pronto como llegamos a la carretera, saca un


paquete de pañuelos de la guantera. ¿Hay algo para lo que esta chica no esté
preparada?

—¿Estás bien? —pregunto.

Baja la visera, examina su reflejo en el espejo, borra las manchas de


máscara debajo de sus ojos. Otra respiración profunda y sus pulmones se
estremecen, todavía incapaz de asimilarlo todo.

—Sí. Lo siento.

¿Está pidiendo disculpas por no entrar en Harvard?

Jesús. Esta chica podría utilizar un poco de terapia.

—¿Lo sientes? ¿Por qué?

—Por eso. Lo de antes.

¿Así que ella está pidiendo disculpas por llorar? Eso es aún peor. Las
chicas tienen permitido llorar. Se supone que tienen que llorar cuando cosas
como estas suceden. Miro hacia ella.
—No tienes que pedir disculpas. Tienes todo el derecho a estar molesta.

—Jaden McEntyre no se molesta. No delante de la gente, de todas formas


—dice ella.

Trato de no reírme de esto.

—Al parecer, sí.

Mira por la ventana, anhelante, aunque no hay nada para ver. Nada más
que los árboles y los campos y el paso elevado de vez en cuando a medida que
dejamos otro pueblo olvidado por detrás.

—No es una mala cosa, ya sabes —continúo—. Está bien llorar. Para que
la gente sepa que estás sufriendo.

—Sí, bueno, soy la única que se supone que no pierde la cabeza.

—No. No lo eres. La única persona que espera eso eres tú.

—Aun así.

—No, no aun así. —Exhalo un suspiro. No quiero una discusión. Hoy no—
. De todos modos. Eso no cambia nada. Sigues siendo la misma y aburrida Jade.

Ella se inclina mirando de lado, así que hago lo mismo. Y, cuando lo hago,
nuestros ojos conectan. Un atisbo de sonrisa juega en sus labios, y me calienta
desde dentro hacia fuera.

—En todo caso —continúo—, te hace más real.

Real.

Real e imperfecta.

Real e imperfecta y maravillosa.

***

Conducimos hasta el final hacia Hamilton. Llevo a Jaden al zoo porque


hay pingüinos, y es imposible tener un mal día cuando estas mirando los
pingüinos. Cuando ella pregunta, giro alguna estúpida historia de mi pasado. Se
supone que no tengo que saber nada de este zoo, no importa cuántas veces he
estado.

No debería haber mentido.


Estoy tan harto de las mentiras, de guardar cosas a esta chica.

Pago para su ingreso antes de que pueda alegar y toma un mapa


destacando las exposiciones. Hanson, lo que sé de él, tendrá que esperar. Harvard
es suficiente por un día.

—¿A dónde?

—No sé —responde ella.

—Bueno... podemos ir a la izquierda o a la derecha. Te toca.

Estudia el mapa. Las exhibiciones. Todo lo que hace está tan calculado y
medido, cada decisión, cada acción pensada cuidadosamente. Cada pro y contra
considerado.

Ella es una patética de dieciocho años, pero va a ser un médico


jodidamente increíble.

Y mirándola, de pie en este camino de adoquines, a kilómetros de


distancia de nuestras vidas reales y nuestros problemas reales, todo está claro.

Haría cualquier cosa por esta chica.

El conocimiento arrastra un nudo de mi estómago a la garganta,


atascándola. Trago saliva, obligándola a regresar.

—Lo sé. Lo sé. Estoy pensando —dice ella.

—No. No es eso.

Sus ojos se fijan en los míos, confundidos.

—¿Qué? —pregunta.

Pero no puedo hablar. Sus gruesas y largas pestañas me han dejado


mudo. Las motas de luz bailando en sus ojos han arrebatado las palabras de mis
labios, esos ojos verdes puros que podrían hacer toda una vida digna de ser
vivida. Esos ojos que cuando los miro... veo para siempre.

Quiero contarle todo.

Quiero decirle que soy y lo que he hecho.

Quiero decirle lo que siento en este momento, que ha sacudido mi


mundo hacia los lados. Que prefiero tener mi corazón arrancado de mi cuerpo
antes que ver alguna vez su llanto.
Quiero decirle que me enamoré de ella el día que me arrinconó en el
baño de los chicos, con sus puertas de graffiti y dispensador de jabón roto, y que
me he enamorado de ella todos los días desde entonces.

Quiero decirle que, si ella me diera la oportunidad, haría todo lo posible


para mantener su sonrisa, para mantenerla feliz. Voy a ser todo lo que ella
necesita que yo sea. Lo que ella quiera.

Quiero decirle que no fue planeado, que no fue esperado, pero que la
amo.

La amo más de lo que he amado... a nada nunca.

Novios, prometidas y tareas serán condenados.

Pero no lo hago. No puedo. No puedo decirle nada de esto.

—Es sólo... tu cabello —digo finalmente.

—¿Mi cabello? —repite, sin comprender.

—Sí. —Me acerco, cepillo los hilos brillantes fuera de su cara—. Está muy
rojo hoy.

—Oh. Lo sé. Es el, um... la luz del sol. —Ella mira hacia el cielo—. Es
castaño, así que cuando estoy en el interior o en la oscuridad, o está nublado
afuera, se ve marrón. Pero cuando estoy en el sol... —Se encoge de hombros,
apagándose.

—Es casi cobre —termino.

Y cuando sonríe con esa torcida sonrisa, esa torcida, sexy, perfecta
sonrisa, sé que vale la pena el riesgo.

Sé que, pase lo que pase, no puedo dejar pasar esta oportunidad. No voy
a mirar hacia atrás en mi vida y lamentar dejar a esta chica escapar de mí.

Tengo que romper con Callie.

***

Son más de las cuatro cuando por fin llegamos a la escuela. La mayoría
del personal está todavía aquí, pero mi moto es el único vehículo abandonado
en el estacionamiento de estudiantes. Aparco en el espacio al lado de él.
—Vuelta a la realidad —murmura Jaden, agarrando la postal de un
arbolado de Market Street, donde comimos y pasamos la tarde—. Pero el lado
positivo es que tuve un gran tiempo hoy. Uno de los mejores días que he tenido
en mucho tiempo, incluso.

—Me alegro —le digo. Y lo digo en serio.

Las puertas se abren. Salgo, estiro las piernas, sintiendo el sol calentar
mis hombros. Agarro mi mochila y casco de detrás del asiento del conductor
mientras ella da la vuelta al coche.

—Es sólo que, sé que voy a tener que explicar todo ahora, y no sé qué
decir —dice ella.

—¿Acerca de Harvard?

—Sí. —Cruza los brazos sobre su pecho.

Me acomodo más cerca, miro directamente a sus ojos.

—Diles que Harvard cometió el error más grande que se puedan


imaginar y no te admitieron. Pero está bien, porque todavía vas a seguir adelante
y hacer grandes cosas.

—Lo haces sonar tan simple.

—Es simple. Nadie va a pensar menos de ti, especialmente no tu familia


y amigos. Y si lo hacen... sus prioridades se jodieron, no las tuyas.

Meto su pelo detrás de la oreja, cepillo mis dedos por su mejilla. Sus ojos
se cierran mientras se vuelven hacia mi mano, mientras mi pulgar se mueve a
través de sus labios.

No puedo hacer esto. No puedo esperar más. No puedo esperar ni un


segundo más para sentir su boca contra la mía. Y cuando ella abre los ojos, ya
estoy inclinándome más cerca, todo en ella absorbiéndome como un agujero
negro enloqueciendo, sus labios tan cerca que puedo prácticamente degustarlos.

Ella salta, golpea la puerta del coche, su cara enrojeciéndose en un millón


de tonos de rosa.

—Um, gracias. Otra vez. Por todo. —Trata de meter el pelo pero ya está
escondido, así que arrastra sus dedos a través de él en su lugar, negándose a
mirarme a los ojos.
Me aparto de ella, ocultando mi decepción, dándole el espacio que
necesita.

—En cualquier momento.


Traducido por KarlaMcCool

Corregido por hermosaoscuridad

—¿C
allie? Soy yo. Pasó algo.

Corrí de vuelta a mi
apartamento, coqueteando con los
límites de velocidad y señales de
stop. Me duché, deslizándome en un
par de pantalones caqui y una camiseta de vestir blanca, y estaba de vuelta en mi
moto en menos de diez minutos.

Hago la llamada telefónica a las afueras del condado Carson, cuando me


detengo por gasolina.

Cada segundo después de las cinco y media late dolorosamente en mi


cráneo. A las seis alcanzo los barrios exteriores. Todo el mundo está saliendo del
trabajo, y las carreteras están congestionadas. En el momento en que el horizonte
de Hamilton aparece en la distancia, por segunda vez en el día, el tráfico está
parado.

El sol se hunde, poniendo el cielo en llamas, mientras me detengo en el


estacionamiento del restaurante. Meto mi casco en mi mochila y reviso la hora en
mi teléfono.

Mierda.

Me apresuro por la acera y abro la enorme puerta de vidrio de la entrada.


El lobby está lleno de parejas y grupos de amigos esperando por mesas. Empujo
con el hombro mi camino a través de la multitud, luchando por llegar a la
anfitriona.

—Hola. Estoy con la fiesta Donovan-Whalen —le digo.

Toma mi bolso y chaqueta y las cuelga en el armario de abrigos. La sigo


a través del comedor, jadeante, metiéndome la camisa, alisando las arrugas de
mi pantalón. Exhalo aliviado cuando los veo. Callie, mi familia, aún están aquí.
Hay platos, sin embargo.

Platos vacíos.

—Lo siento mucho —digo, rodeando la mesa alumbrada por velas—.


Algo ocurrió, luego me alcanzó la hora. Llegué aquí tan rápido como pude.

Callie alcanza su vaso de agua. No dice nada. Ni siquiera me mira. Tiro


de la silla junto a ella.

—De verdad lo siento, Cal —digo, sentado, en voz baja.

—Hola, cariño —dice mi madre—. No te preocupes por nada.

Asiento hacia la Sra. Donovan. Y luego a su esposo.

—Sr. Donovan.

La Sra. Donovan sonríe hacia Callie, quien se niega a regresarla.

No hay tiempo, así que ordeno agua y tortellinis El camarero toma mi


orden y recoge algunos de los platos sucios, haciendo más espacio en la mesa.

Papá aclara su garganta, dobla sus brazos a través del pecho. Está usando
una corbata. El tipo de hecho se puso una corbata para la cena.

Mierda. Estoy tan jodido.

—¿Debemos asumir que este retraso está relacionado con el trabajo? —


pregunta.

Inmediatamente, mi mente se desliza a Jaden. Las lágrimas. El paseo. El


zoológico.

—Algo así. —Miento.

—Acostúmbrate, Callie —dice mamá, sacudiendo la cabeza—. Estos


chicos y su trabajo.

—Debe ser difícil. —Empieza la Sra. Donovan—. No saber que esperar


día tras día. —Toma otro sorbo de vino.

En esto, es claro que una línea ha sido dibujada. Los Donovans y mi padre
contra mí.

—Debes estar muy cerca de cerrar este caso con todo el trabajo extra
que estás poniendo —medita el Sr. Donovan.
—De verdad no puedo discutir…

—Christopher —reprende mi padre.

—Tú sabes que no puedo hablar sobre mi trabajo —le recuerdo.

El Sr. Donovan se inclina atrás en su silla, ajusta el cuello de un traje que


me llevaría dos meses pagar, y pasa su brazo a través de la parte posterior de la
silla de su esposa.

—Después de esto, estoy seguro de que querrás quedarte en casa por un


tiempo. Hay mucho que debe hacerse si esta boda va a llevarse a cabo. Estoy
seguro de que mi hija apreciaría la ayuda.

—Papá —murmura Callie. Puedo oír el agotamiento en la palabra, cuán


harta está con todo esto.

—No puedo escoger y elegir mis misiones —les recuerdo—. Voy a donde
se me necesita.

—Eso es lo que es tan genial de ser un alguacil —dice papá, sentándose


derecho—. Tienes tu patrulla. Respondes tus llamadas. Vas a casa para la cena.

Las palabras hacen arder mi sangre. Estoy tan harto de este mismo
cansado argumento, de mi padre, quien se supone que tiene que apoyarme, para
recordarme que nunca seré tan bueno como él. Para recordarme que escogí mal
cada vez que puede. Así que se lo digo, por lo que se siente la millonésima vez:

—No estoy interesado en ser un alguacil.

—No hay nada malo con ser un alguacil.

Y es como si no escuchara ni una palabra de lo que estoy diciendo, las


palabras que le he estado gritando por los últimos dos años.

—¡No dije que lo fuera! Mira, perdón por llegar tarde. No lo planeé…
¡Mierda! ¡Estoy haciéndolo lo mejor que puedo!

—Ese lenguaje, Chris —advierte mamá.

Me rio.

—Jesucristo, mamá. Tengo veintiún años.

—Es cierto. —Está de acuerdo el Sr. Donovan—. Un adulto. Quizá es hora


de empezar a actuar como uno.
—Con todo el debido respeto, señor, lamento haber llegado tarde.
Lamento no haber estado ahí para Callie en la planificación. Sólo estoy tratando
de hacer mi trabajo.

—Un trabajo que no tendrías si no fuera por mí —dice el Sr. Donovan.

Un espeso y pesado silencio desciende, una nube de tormenta


asentándose sobre mí.

Los músculos en mi estómago se tensan. La habitación se cierra sobre mí.


El sudor hormiguea en mi piel.

—Ustedes nunca van a perdonarme, ¿no es así? —pregunto, mirando del


Sr Donovan a papá y a mamá—. Un error, y ustedes nunca van a dejarme
olvidarlo—. Arrugo mi servilleta y la lanzo a la mesa.

Que se joda William Donovan. Que se joda esta mesa. Que se joda todo
el maldito restaurante.

—Sabe, desearía que se hubiese quedado fuera —confieso—. Desearía


haber tenido mis oportunidades.

—¿Contra el estado? —dice el Sr. Donovan, riéndose entre dientes—.


¿Tienes idea de lo sucede a los dieciocho años con antecedentes penales? Te daré
una pista. Cuando todo se acaba, no se convierten en oficiales de policía.

Mi silla chirria en el piso cuando me levanto.

—Tal vez no, pero habría hecho todo lo posible para hacer lo correcto.
Incluso ahora, estoy tratando de hacer lo correcto. Pero cualquier cosa sería mejor
que esto, tener que defender cada decisión que tomo, cada acción. Cualquier
cosa sería mejor que deberle todo a usted y tenerlo recordándomelo en cada
oportunidad que tiene.

Empujo la silla debajo de la mesa y abro mi camino a través del


restaurante. Me detengo en el armario por mi bolsa y mi chaqueta.

No tengo que hacer esto. No tengo que quedarme aquí. No tengo que
aguantar esto.

—¡Chris! —llama Callie justo cuando alcanzo mi motocicleta.

Giro para enfrentarla.


—¿Qué coño, Callie? ¿Realmente estabas sentada ahí y dejándolo
hablarme así? ¿Qué quieres de mí? ¡Dije que lo lamentaba! Lamento que esta
noche no haya resultado como la planeaste. Lamento haber llegado tarde. Pero
no voy a sentarme en esa mesa y aguantar esa mierda. ¡No va a suceder!

Sus brazos se cruzan fuertemente sobre su pecho en defensa.

—No actúes tan virtuosamente. Ni siquiera querías estar aquí esta noche.

—¡Te dije que llegaría tan rápido como pudiera!

Una pareja apresura el paso, evitándonos, en dirección a la entrada.

—No soy estúpida, Chris. ¿No quieres que esta boda se realice, verdad?
—pregunta Callie, en voz baja.

Abro mi boca para mentir, pero no vendrá. Y ahora que tengo esta
oportunidad, esta oportunidad de decirle como me siento realmente, no sé qué
decir. Pero, al final, no tengo que decir nada. El silencio habla por mí. Y a veces
es el silencio el que habla más fuerte.

No. No quiero que esta boda se haga. Era inevitable. Callie. Su padre.
Incluso sin Jaden, esto nunca hubiera funcionado. No puedo pasar el resto de mi
vida con el constante recordatorio de que estoy en deuda con mi suegro, que le
debo todo lo que soy. ¿Y Callie? ¿Por qué no dijo nada? ¿Por qué no me defendió?

Jaden cree en mí.

—Eso es lo que pensé —continúa—. No lo entiendo. ¿Qué estás


haciendo? ¿Cuál es el punto de esto?

—Te amo, Callie —digo en voz baja—. Lo hago…

—¿Pero?

—Pero… —Me interrumpo.

—Pero no quieres que se haga esta boda.

Sacudo la cabeza.

—No. No estoy listo.

Da un paso atrás, se ríe, pero no hay humor en ella.

—Bien. Al menos sabemos dónde estamos. Así que, ¿crees estar listo el
próximo año? ¿O tal vez el año que sigue? Siempre podemos esperar por otros
cuatro años. O hasta que tengamos veintiocho. Veintiocho es una gran edad para
casarse.

—Callie, lo sé. Lo siento. No tiene sentido.

—No, todo tiene sentido. ¿Cuál es su nombre?

Las palabras, son como una rápida patada a las entrañas, dejándome sin
aire para respirar.

—¿De qué estás hablando?

—Hemos estado juntos cuatro años y nunca hemos tenido un problema,


apenas hemos tenido una pelea. Algo, alguien, cambió tu mente. Así que, ¿quién
es ella?

—¿Me estás acusando de engañarte? —pregunto.

—¿Lo estás negando?

¿Lo estoy haciendo? ¿De verdad voy a pararme aquí y a decirle que mi
corazón no pertenece a alguien más?

La oscuridad invade. Las luces de la calle parpadean a la vida. Y su nombre


hace eco en mi cabeza, revoloteando sin decirlo entre nosotros. Decirlo en voz
alta y mato a Callie. Mantenerlo dentro, y soy el mentiroso que siempre he sido.
Susurro el nombre. Esta confesión.

—Jaden.

Su nombre es Jaden.

—Jaden —repite Callie, considerando esto. La comprensión llega. Su cara


se retuerce en horror—. Oh, Dios mío. ¿Tu compañera de inglés? ¿Esa Jaden?

—Callie, lo siento. Nunca lo esperé...

—¡Está en la jodida preparatoria, Chris! —chilla—. ¡Imbécil! ¿Es en serio?

—No. No es así. ¡Nada, nada ha pasado, lo juro!

—Pero algo hubiese pasado. ¡Lo acabas de confesar, en primer lugar!

—Lo siento. He estado tratando de resolver esto, para encontrar una


manera de decirte.
—¿De decirme? ¿De decirme? Oh, no lo creo, Christopher Whalen. No
puedes llegar a mí con esta confesión, diciéndome que estás cancelando nuestra
boda. No puedes romper conmigo. No tienes ese lujo. Así que, gracias por
malgastar los últimos cuatro años de mi vida, pero no voy a obligarte a hacer
algo para lo que no estás listo. Merezco algo mejor que eso. Y merezco algo
malditamente mejor que tú.

Se quita el anillo de mi abuela de su dedo y me lo arroja. Trato de


atraparlo, pero se cae de todas formas, sonando en el asfalto, la luz reflejándose
en las caras del anillo mientras rebota debajo de una llanta.

Y, justo así, se acaba.


Traducido por Jenn Cassie Grey

Corregido por flochi

T
erminar las cosas con Callie duele más de lo que esperaba. Mis
emociones están alborotadas, girando en un millón de direcciones
durante ese largo regreso a casa. Estoy triste; Callie fue mi mundo
entero por cuatro años. Estoy aliviado; la carga se ha aligerado. No era el
momento correcto. No era la chica correcta. Estoy ansioso; preocupado que le
haya puesto fin a algo bueno demasiado pronto. Callie fue un error. Terminar con
ella, un error. No he hecho otra cosa más que cometer errores colosales toda mi
vida. Ella tiene razón, merece algo mejor. Yo merezco algo mejor.

Pero esto realmente no terminó esta noche, terminó hace mucho tiempo.

Terminó el día que ella encontró ese anillo.

Terminó esa noche en la comisaría, cuando estaba esposado a una barra


de metal, esperando para hacer esa llamada telefónica.

Terminó el día en que Jaden McEntyre me trajo una bolsa de Sun Chips.
El día en que me sonrío por primera vez; en que realmente me sonrió.

Porque el amor es impredecible. El amor tiene la peor sincronización


posible. El amor no tiene compasión. Te enamoras y se acaba. Y si no funciona…
sigue estando acabado.

Mi departamento se encuentra demasiado silencioso cuando llego, se


siente más vacío de lo que debería; más vacío de lo que realmente está, con una
habitación vacía y paredes blancas desnudas. Me cambio de ropa y caliento una
lata de sopa de verduras en la estufa. Como. Trato de concentrarme en la tarea,
pero mi cerebro se rehúsa a cooperar, no sirve de nada. Mis pensamientos no
paran de girar, mi cabeza duele, un sólo nombre se repite una y otra y otra vez.

Jaden.

Se siente como que han pasado un millón de años desde que presionó
su frente contra mi pecho, desde que sentí su cuerpo contra el mío, desde que
puse mis brazos alrededor de ella. Y de pronto, tengo que verla. Tengo que saber
qué es lo que pasó cuando la dejé esta tarde. Tengo que saber que se encuentra
bien.

Son las 11:36. Si me apresuro, probablemente aún siga despierta.

En minutos estoy de regreso en mi moto, dirigiéndome a Bedford.

Me estaciono a unas cuantas calles de su casa y me escabullo entre la


oscuridad. No está tan frío como estaba antes. La primavera está aquí. Esos
nublados días de invierno están casi olvidados. Sólo un recuerdo.

Si Ethan hubiera aguantado hasta la primavera, todo habría sido


diferente.

Llego a su jardín, pasando a través de la sombras, y trepo ese roble por


segunda vez. Me quito mis zapatos, pero los llevo conmigo, tomándolos entre
mis dedos mientras salto al techo. Tomo una ansiosa respiración y la contengo.

Si alguien me ve, estoy acabado. Jaden está acabada. Y yo despedido.

Me deslizo silenciosamente a través de las cálidas tejas, moviéndome


hacia el frente de la casa; a su habitación.

Por favor que esté despierta.

Me arrodillo, agazapado, y golpeo el panel de vidrio.

¿Qué pasa si ella no puede escucharme?

¿Qué pasa si ella no está en su habitación?

¿Qué pasa si esta no es su habitación?

Golpeo nuevamente, más fuerte está vez.

Un segundo más tarde, ella aparta la cortina. Me sonríe detrás del vidrio
y mi corazón tartamudea, saltándose un latido o dos, mientras el alivio me
atraviesa.

Señalo hacía arriba, apuntando al ático, y entonces me deslizo al otro


lado de la casa, trepo a lo más alto de la buhardilla y espero.

Se siente como una eternidad antes de que la ventana finalmente se abra,


antes de que ella tome mis zapatos, antes de que me sisee:
—¿Qué estás haciendo aquí? —Mientras me cuelo dentro. Pero hay
alegría en su voz. Está feliz de que haya venido. Le gusta que esté aquí. Quería
verme tanto como yo quería verla.

—Habría llamado, excepto que no tengo tu número —susurro—. Eso


complica las cosas. —Mientras ella cierra la ventana, me impresiona su corto
pantalón de dormir que cuelga bajo en sus caderas. La línea de piel es visible
justo encima del elástico. La camiseta sin mangas abraza cada una de sus curvas.
Aparto mis ojos de ella enfocándome en cajas. Muebles viejos. Sombras de cosas
amontonadas en las esquinas. Cualquier cosa menos esa piel desnuda.

—No habría importado, porque no tengo permitido contestar el teléfono


nunca más —dice.

Fue atrapada.

—Me lo imagino. ¿Tan malo fue? —Me siento en la silla mecedora esta
vez, y Jaden se sienta en el piso a mi lado, envolviendo con una manta sus
hombros aun cuando el ático está cálido por el sol de la tarde.

—¿Honestamente? Nunca había estado en problemas, así que fue malo…


pero pudo haber sido peor, creo. No tengo nada en lo que basarme.

—¿Cuáles son los términos?

—Estoy castigada por el resto del año escolar. No tengo permitido salir
por el resto del año escolar. No puedo ir a ningún lado con nadie, ni hacer nada.
Ni caridad o paseos… ni llamadas telefónicas. Oh, y se supone que no debo verte
de nuevo —añade.

Hay algo de ironía en esto, en alguna parte, en que yo acabo de terminar


mi compromiso para estar con esta chica, y ella tiene prohibido verme.

—Eso duele. Es algo bueno que nuestro proyecto esté casi terminado.

—¿Terminaste?

—No, ¿y tú?

—No.

No estoy muy seguro a dónde puede ir esta conversación a partir de aquí.


Oye. Conduje treinta minutos para verte. Rompí con mi prometida,
deshice toda una boda, solamente porque creo que podría estar enamorado de
ti.

—Así que… hum, ¿estás castigado o algo? —pregunta.

Castigado.

Este es un tema más seguro.

Pero aun así, tengo que detenerme de decir la primera cosa que aparece
en mi cabeza: ¿Por qué estaría castigado?

Porque recuerdo las mentiras, no importa si estoy libre de sentir lo que


quiera sentir por esta chica. Aún estoy encubierto. Aún tengo un trabajo que
hacer.

Me trago un largo suspiro frustrado.

Relájate Whalen. Es sólo por unas semanas más…

—Nah, fui a casa esperando el infierno, pero el viejo no estaba. No dijo


nada sobre eso esta noche, así que me imagino que no sabe, o no le importa.
Mañana sólo haré una nota que diga que estuve enfermo o algo. Mi ausencia no
quedará sin excusa. —Fuerzo una sonrisa.

—Eres tan afortunado.

Soy afortunado, muy bien. Soy tan afortunado que nada de esto importa.
Que podría saltarme la escuela si quisiera. Que podría falsificar mis propias notas.
Era afortunado de que mi trabajo requiriera que les mintiera a las personas que
me importaban cada maldito día, este trabajo que obtuve del padre de mi ex
prometida cuando mi propio padre estuvo a punto de abandonarme.

—¿Qué mi padre no sepa lo suficiente como para darse cuenta que me


fugué de la escuela? ¿O del hecho de que tal vez lo sabe pero no le importa?

Se muerde el labio inferior.

—Tú eres afortunada, Jade. Afortunada de tener personas alrededor de


ti que se preocupan. Nunca subestimes eso. —Un denso silencio nos cubre. No
puedo seguir haciendo esto. No puedo manejar otra noche en este ático
hablando sobre mí. No quiero hacer cosas que hagan que sigamos esta
conversación. O tratar de recordar historias que he dicho (o que no he dicho)
antes— Así que… ¿Qué dijeron sobre Harvard? —pregunto, cambiando de tema.
—Nada, no pude hacerlo.

—Tienes que decírselo —insisto.

—Lo sé —ruñe, y toca su frente—. Es sólo que… no sé cómo, o qué decir.


No es el momento indicado.

—Si estás esperando por el momento perfecto, vas a esperar por un largo
tiempo —digo—. Ni siquiera hay algo como eso. Sólo tienes que hacer lo que
debes hacer y esperar lo mejor. —Estas noticias no son nuevas. Es decepcionante,
sí, pero no es tan decepcionante como recibir una llamada en el medio de la
noche para ir a recoger a tu hijo de la cárcel. No es decepcionante como tener
que comprarle a tu hijo un nuevo traje para su aparición en la corte —. Ellos te
aman, Jade —le recuerdo—. No van a estar molestos contigo, o decepcionados,
como tú piensas.

—Lo sé. —Se acerca más a mí, su cuerpo recargado contra la mecedora,
su barbilla siendo sostenida con su mano libre—. Es algo bueno que nuestro
proyecto casi esté terminado, creo —continúa—. No más esconderse en la
biblioteca. O fugarse de la escuela.

Tiene razón. Nuestro proyecto estará terminado pronto. Pero algo en sus
palabras, su tono, envía un escalofrío a lo largo de mi espalda.

No quiere que esto acabe tanto como yo.

—Siempre podemos tener un encuentro en el tercer piso —le recuerdo—


. No pueden quitarnos eso.

Pero no parece que haya escuchado lo que le estoy diciendo, o no lo


entiende. No entiende que tampoco quiero que esto, nosotros, termine. Agita
nerviosamente sus dedos, y mirándola, esta nube negra entre nosotros, me doy
cuenta que no tiene que ser de esta forma.

Estoy sentado con Jaden McEntyre, por el amor de Dios. Ella nunca le dirá
a nadie, mi secreto estaría a salvo con ella.

Podría hacerla jurar no decirle a nadie sobre lo que sabe, puedo ser
honesto con ella. Por primera vez, puedo ser sincero con esta chica. Puedo decirle
quién soy realmente. Cómo me siento. Qué es lo que ella significa para mí.

—¿Cómo sabías que estaría levantada? —pregunta, interrumpiendo mis


pensamientos.
—Tenía el presentimiento de que tendrías problemas para dormir. Me
imaginé que al menos podría hacerte compañía.

Sus labios se curvan en una sonrisa.

—Admítelo —dice complacida—. Te gusto.

Me río, sintiendo calor en mis mejillas, agradecido por las oscuras


sombras y la pálida luz de luna.

—No voy a admitir nada.

No puedo admitirlo. Me gusta esta chica. Es más que sólo gustar.

La quiero. Quiero besarla. Quiero dormir con ella. No tener sexo, aunque
Dios, eso sería asombroso. Quiero dormir con ella en la misma cama. Quiero
compartir la misma sábana. Quiero despertarme con nuestros cuerpos enredados
juntos en las sábanas, mis brazos envueltos alrededor de ella, pecho contra
pecho, compartiendo un sólo latido. Quiero que sus ojos me vean para siempre.

Esos sexys y pecaminosos ojos.

—Realmente querías odiar mis agallas, y no puedes hacerlo. Creo que es


asombroso. —Se inclina más cerca, probando, flirteando.

—No quería odiarte. Sólo no quería que me gustaras —aclaro.

Una pulsante energía irradia de cada parte de su cuerpo, la Jade que


imaginé arrastrándose fuera de mis sueños. Mis ojos bajan a sus labios, mi
corazón acelerándose por segunda vez.

—¿Hay alguna diferencia? —pregunta, alzando una ceja mientras se


inclina más cerca.

Me estremezco con anticipación, sabiendo que esto es lo que he querido


desde el momento en que conocí a esta chica.

—Como si no lo creyeras —susurro, justo antes de que sus labios


alcancen el borde de los míos. Y tan dulce y tan gentil como esto es, por tanto
tiempo que he esperado que este beso suceda, no es suficiente. Ya no. Deslizo
mis dedos por su sedoso cabello, acercándola a mí, y nuestros labios conectan,
mandando ardientes chispas de electricidad cruzando por todas mis venas.

Un pequeño suspiro se escapa de su boca, y estoy completamente


desecho.
Mis labios viajan a su mejilla, al borde de su mandíbula, a la curva de su
oreja.

Sus puños se aprietan alrededor de mi chaqueta, y antes de que pueda


pensar, respirar, reaccionar, ella está en la mecedora conmigo, a horcajadas sobre
mi regazo. Esta cruje debajo de nosotros. Moviéndose. Mis manos se deslizan
debajo de su top, sintiendo su suave piel, su pequeña espalda, mientras ella se
cierne sobre mí, sus labios colisionando contra los míos. Es como si todo lo que
ella había contenido los últimos dieciocho años cobrara vida. Los besos se
profundizan, y me derrito debajo de ella.

Maldición. Esta chica me tiene.

Pasa sus dedos a través de mi cabello, bajando por mi cuello, dejando mi


piel en llamas en su camino.

Me enderezo en la silla, deslizando el tirante de su top a un lado, y beso


gentilmente su hombro. Ella se arquea hacia mí, inclinando su cuello. Mi corazón
se sacude nervioso, acelerándose.

Ella quiere esto.

Yo quiero esto.

La quiero a ella.

Dios. La quiero. La quiero tan jodidamente que no puedo pensar. No


puedo respirar. Y no puedo pensar o respirar o… porque no hay nadie más. No
hay nada más. Mientras esta chica esté en mis brazos, tengo cada jodida cosa que
podría haber necesitado.

Le da un tirón a mi chaqueta de cuero, así que encojo mis brazos fuera


de las mangas y la lanzo al suelo. La levanto y sus piernas se aprietan alrededor
de mi cintura. Bajo con ella hacia el cómodo edredón que está debajo de
nosotros.

Hago una pausa, alzándome sobre ella, nuestros labios a unos


centímetros de distancia.

¿Estás segura?

Sus ojos encuentran los míos en la oscuridad. Aspira una bocanada de


aire.

—Creo… que podría… —Su voz, las palabras son como música.
Creo que también podría amarte, Jaden McEntyre.

Me inclino lentamente, mi corazón intentando salirse de mi pecho


mientras mi cara se inclina hacia la suya. Sus ojos se cierran mientras acaricio sus
labios con besos, mientras deslizo su cabello lejos de su cara, mis dedos
danzando sobre su piel.

Ella jala de mi camiseta, así que la tomo del cuello y la deslizo fuera sobre
mi cabeza.

Y cuando lo hago, sus ojos se agrandan con algo que probablemente es


horror.

—Oh Dios mío —dice sofocada. Se mueve debajo de mí, luchando por
sentarse—. Parker ¿Qué te pasó?

Miro hacia abajo, a mi pecho.

Los moretones.

Y no sé si es porque ella me llamó Parker cuando siempre había sido


Christopher. No sé si es porque finalmente me golpea, lo que estaba a punto de
suceder. No sé si es por los cardenales esparcidos a través de mi pecho, aún
curándose.

Paso mis manos sobre mi cara, malestar arañando mis entrañas.

—Jade… Yo no….

No soy quién crees que soy.

No sé cómo pasó esto. Cómo llegó a esto; yo arriesgando mi trabajo,


arriesgándolo todo por estar con esta chica.

—No puedo. —Me estiro para tomar mi camiseta, desesperado por


encontrar mis zapatos para ponérmelos. Para alejarme volando de ella—. No es
nada —aseguro—. No te preocupes por eso.

—Tienes que decirme qué sucedió —me ruega, poniéndose de pie.

Recojo mi chaqueta del suelo, metiendo mis brazos dentro de las


mangas. Tengo que salir de aquí. Tengo que salir antes de que algo pase. Algo
que no debería. Algo que no podamos deshacer.

—¡Parker! —sisea.
Todas las veces que fantaseé escuchar mi nombre en sus labios, no
habían sonado así: una mezcla de pánico, preocupación y molestia combinados.

Abro la ventana.

—No podemos hacer esto.

Está vez ella me ignora, moviéndose frente a mí, bloqueando mi ruta de


escape.

—¿Tu padre lo hizo? ¿Esto pasó hoy? ¿Por mí?

¿Mi padre? ¿Mi padre? ¿Ella piensa que todo esto es por él?

¡Mi padre es una jodida mentira!

¡Mi familia es una jodida mentira!

¡Todo lo que ella sabe de toda mi jodida vida es una mentira!

—Maldita sea, Jaden. No te des demasiado crédito. No todo es acerca de


ti. La escuela, está ciudad, todo el jodido mundo. Esto tal vez pueda sorprenderte,
pero el universo no gira a tu alrededor.

—Esto es por lo que querías irte ¿no? ¡Te lastimó!

Algo parecido a una risa sale de mi garganta. No sé cómo hacerle


entender. No hay forma en que entendiera, no aún. No puedo arruinar esto. No
puedo arruinar todo por lo que he trabajado.

—No es lo que piensas.

—¡No es gracioso! ¡Tienes que decírselo a alguien!

Lo segundo mejor.

Callie.

Jaden.

No importaba quién.

Quien quiera que estuviera en mi vida, por mucho que la amara, mientras
estuviera de encubierto ella siempre estaría después de mi trabajo.

—¿Siquiera me estás escuchando? —quiero saber.

¡No es lo que piensas!


—Parker… ¡Esto es un gran problema! ¡No puede hacerte esto!

Esto es inútil. No puedo defenderme.

—Tengo que irme. No debería de estar aquí. Nada de esto debió haber
pasado.

Sus ojos se estrechan acusadoramente.

—¿Qué?

Nunca debí haber venido aquí, nunca debí besarla. No hasta que tuviera
algo real que ofrecerle.

—Sal de mi camino —gruño. Si no era otra cosa, ella haría lo que le pedía,
estaba seguro. Y como pensé, da unos pasos a un lado, mordiendo su labio
inferior. Pero eso sólo me tienta, dejándome deseando poder jalarla entre mis
brazos, terminando lo que habíamos empezado.

—Mira —dice, alzando la voz—. Sé que piensas que soy como una chica
que no haría nada malo o algo así, y tal vez no soy la mejor persona para dar
consejo sobre algo como esto, pero sé cuándo…

—No sabes nada —interrumpo—. Sólo… mantén eso en tu cabeza.

No tienes idea.

Me deslizo fuera, saliendo de la buhardilla hacia el techo.

—Nadie sabrá nada de esto. Nadie. ¿Entendido?

Se para en la ventana, con su top y sus pantalones de pijama,


abrazándose contra el húmedo aire, sus ojos mojados con lágrimas.

Trago el nudo en mi garganta.

Por favor entiende que tengo que hacer esto… es la única forma.

—¿Jaden? —ruego.

Ella limpia su nariz contras su muñeca, y entonces traza una X sobre su


pecho, atravesando el corazón.

Mis pulmones se encogen, sofocándome desde adentro.


Traducido por veroonoel

Corregido por flochi

M
e deslizo en el interior del baño a la mañana siguiente,
esperando que los pasillos estén vacíos antes de dirigirme hacia
inglés. Llego segundos antes de la campana. Mi estómago se
revuelve cuando veo la bolsa de papel marrón en mi silla, pero no la miro. No
sonrío o la miro o le agradezco, aunque sé que está observando. Puedo sentir sus
ojos láser agujereando mi costado. Y esas celebridades, recordándome LEER y
que NUNCA ES TARDE PARA SER LO QUE PODRÍAS HABER SIDO.

No puedo hacer esto. No puedo estar en esta sala con ella. No puedo
estar en la escuela. No puedo arriesgarme a encontrarme con ella. No puedo
arriesgarme a que me acorrale, queriendo hablar. Pero tampoco puedo sentarme
aquí y esperar a que no pase nada.

Arreglaré esto. Ahora mismo.

Me salgo del segundo período y conduzco a Hamilton, faltando a la


escuela por segundo día consecutivo. Aparco mi moto en un aparcamiento
público fuera de la estación y corro por la calle, a través del vestíbulo, y por dos
tramos de escaleras.

—Necesito ver al jefe —le digo al asistente administrativo cuidando su


oficina, sin aliento—. Es importante.

Toma el teléfono.

—¿Jefe? Soy el oficial Whalen.

En segundos, la puerta se abre. Paso al lado de Anderson, y la cierra


detrás de nosotros. Busco en el bolsillo de mi chaqueta y saco la grabadora USB.

—Tengo todo lo que necesitamos para hacer un arresto en mi caso,


señor.
Hace un gesto para que me siente en uno de los dos asientos de cuero
en el apretado espacio y vuelve a su propia silla. La rueda hacia adelante, cruza
sus manos, y apoya los codos en el escritorio.

—Estoy realmente agradecido de que haya venido por aquí, Whalen —


comienza—. Recibí una llamada interesante de su director esta mañana.

Una oleada de miedo se desliza por mi columna vertebral.

—El rumor es que se saltó la escuela ayer con uno de sus compañeros de
clase. Una de sus compañeras de clase. ¿Confirma o niega?

—Confirmo, señor, pero no es lo que piensa.

—No, es exactamente lo que pienso. Lo enviamos a esa escuela para


trabajar encubierto. Le damos los recursos y el entrenamiento. Le damos el
permiso para que haga lo que tenía que hacer para conseguir hacer el trabajo. Y
para ser sincero, no me gusta recibir llamadas de directores diciéndome que mis
agentes están involucrados en comportamientos sospechosos. ¿Tengo que
llamar a la DEA1? ¿Retirarlo de esta tarea?

—Tengo todo lo que necesitamos. Puedo dar nombres, señor.

Su cuello se tensa, las venas sobresaliendo de su piel.

—¡Eso no es lo que estamos discutiendo! —Me señala con un dedo—.


Ahora, no sé quién es esta colega o qué están haciendo…

—Es mi pareja en inglés —interrumpo—. No es nada. No pasó nada entre


nosotros.

—Es bueno escuchar eso, porque si ha hecho algo para poner en peligro
este caso o su buena situación en este departamento…

—No lo he hecho, lo juro. Este chico, Vince De Luca, está vinculado con
tráfico en dos condados diferentes. Tenemos evidencia suficiente para
incriminarlo en la corte. Podemos tenderle una emboscada.

Me mira con recelo, dudando.

—¿Está seguro de esto?

1
DEA: Drug Enforcement Administration en sus siglas en inglés; en español: Administración de
Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas.
—Sí, señor. Estoy seguro.

—Está bien —acepta—. Conseguiremos un grupo y repasaremos la


información.

—Pronto —sostengo—. Quiero que esto suceda tan pronto como sea
posible, en el próximo par de semanas. Y… —Me callo, exhalando un suspiro
nervioso—. Quiero ser el oficial que lo arreste.

Agarra un puñado de papeles, unas cuantas carpetas, las apila y las deja
a un lado.

—Deshágase de la chica. Asegúrese de que sepa que no está disponible


para una aventura, y tenemos un trato.

***

Vuelvo a la escuela antes del último período. Agarro una hoja de mi


mochila, tomo un rotulador, y escribo las palabras:

NECESITAMOS HABLAR.

Camino por el pasillo vacío, sin detenerme hasta llegar al casillero de


Jaden, y sin siquiera detenerme entonces. Deslizo la nota entre las tablillas y sigo
caminando. Concentrado. Cuando suena la campana final, dejo mi libro de
biología en mi propio casillero y recojo el de matemáticas. Ya me he perdido dos
conjuntos de problemas esta semana, dos días seguidos.

—¿Es cierto? —dice una voz.

Echo un vistazo a mi izquierda, donde Tyler y Friend están de pie,


comiéndome con los ojos, con ojos desorbitados de sus cabezas.

—¿Qué es cierto?

—¿Tú y Jaden McEntyre realmente se saltaron la escuela juntos? —


pregunta Tyler.

Fuerzo una sonrisa, como si esto me divirtiera.

—¿Dónde escucharon eso?

Se encoge de hombros, sacudiendo su cabeza, como si la respuesta fuera


obvia.

—Todo el mundo.
Al otro lado de la sala, la chica artística, con dedos manchados de pintura
y camisa de franela, me mira fijamente. Todo el mundo me mira. Y sé que alguien
nos vio salir juntos, que la noticia se extendió como reguero de pólvora, viajó a
lo largo del día. Se intensificó. Llegó al Director Howell…

No sé qué hacer. No sé qué decir para mantener a Jaden de meterse en


más problemas de los que ya estaba. Así que hago lo mejor que sé hacer.

—Sí, bueno, creo que no le creería a todo el mundo —digo, golpeando


la puerta de mi casillero para cerrarlo.

Miento.

Miento y me alejo, dejándolos con sus teorías, sus conversaciones en voz


baja.

Afuera, el viento se está levantando. Nubes grises sofocan el cielo,


flotando, llenándose de lluvia.

Corro a través del estacionamiento, dirigiéndome a su Civic.

Ella no está aquí. No la veo por ningún lado. Una ráfaga azota a través de
los árboles; hojas nuevas y verdes se mueven ligeramente, rozándose. Es como si
todo el mundo estuviera fuera de control, pronto para explotar.

Esto no se ve bien.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo?

Me giro hacia la voz llevada por el viento.

Blake.

Me alejo del auto de Jaden, distanciándome.

—Mira, sólo tengo que decirle una cosa —explico—. Eso es todo.

Sus ojos se endurecen, su mandíbula se endurece.

—Cualquier cosa que tengas que decirle a ella, puedes decírmelo a mí.

—¿Puedo decirle lo idiota que eres?

Sus dedos se enroscan en un puño, un puño que casi inmediatamente


conecta con mi rostro. Mi cuerpo se sacude hacia atrás, la fuerza sacudiendo mi
cuello hacia atrás. Me pongo recto, parpadeando las estrellas que ponen borrosa
mi visión.
—¿Estabas con ella ayer? ¿Estaban juntos? —exige saber, moviéndose
más cerca.

La sangre gotea por mis dedos, brotando de mi nariz.

Está rota. Tiene que estar rota.

—Eso no es tu puto asunto. —Inclino mi cabeza hacia atrás para frenar la


hemorragia.

—Mi novia es mi asunto.

Pero la manera en que dice novia, la forma en que la palabra sale de su


lengua, se desliza en el espacio entre nosotros, enciende un furioso infierno en
mi interior. Mi casco se estrella contra el suelo. Mi mochila se desliza de mi
hombro. Y, en un segundo, tengo su cuello agarrado por mis puños.

Un golpe.

Un golpe por mentirle a Jaden.

Dos golpes.

Dos golpes por hacerle pensar que eras perfecto.

Mis dedos pican, palpitan, rojos por el dolor. Libero su camisa,


empujándolo lejos de mí. Se estabiliza a sí mismo y se precipita hacia adelante,
embistiéndome de nuevo.

Y entonces Jaden está entre nosotros, sus ojos captando los míos. Ojos
muy abiertos por algo que podría ser miedo, miedo por mí o miedo de mí, no
puedo saber, pero esa mirada, es la única cosa que podría hacerme dejar de
patear el culo de este tipo.

—¡Deténganse! —exige. Se vuelve hacia Blake—. ¡Blake! ¡Detente!

Se acerca a nosotros, la mandíbula magullada, un corte sangrando


debajo de su ojo.

—¿Qué estás esperando, idiota?

Jaden empuja contra su pecho, moviéndolo hacia atrás.

—¡Blake, detente! ¿Qué… qué están haciendo?

—Dándole a este idiota exactamente lo que se merece.


—¡No!

Tony interviene, agarra a Blake por los brazos, lo lanza lejos.

Una multitud se reúne.

Algo más para que chismeen mañana.

Agarro mi mochila y mi casco del piso, la sangre salpicando el pavimento.


Jaden me sigue hasta mi moto, alcanza mi brazo. La sacudo, limpio mi nariz con
la manga de mi chaqueta, deslizo mi casco en mi cabeza, y sujeto la correa.

—Parker, espera —suplica.

Balanceo mi pierna sobre la moto.

—No. He terminado —digo, con el pecho agitado, los pulmones


ardiendo—. Sólo mantén algo en la mente por mí, ¿está bien Jaden? ¿Gente
perfecta? Siempre están escondiendo algo. —Parpadea, sin entender. Robo una
mirada en dirección a Blake—. Pregúntale a tu novio dónde estaba el sábado por
la noche.

Presiono el encendido, y el motor ruge.

Es mejor así. Sabe que hemos terminado. Sabe la clase de tipo que es
Blake. Es lo mejor que puedo hacer ahora. Tengo que alejarme de esta chica, tan
rápido como pueda. Mi trabajo, mi vida entera, depende de ello.

En mi camino fuera de la ciudad soy atrapado por un par de señales de


alto, y luego en el tráfico junto a la escuela media.

Es mejor así.

Es mejor así.

Si repito las palabras lo suficiente, tal vez comenzaré a creerlo.

Y luego pasa un tren, y estoy apenas a cuatro kilómetros de la escuela


cuando Jaden me alcanza.

No sé cómo supo qué camino tomar, cómo me encontró, si todo esto es


algún tipo de señal.

No creo en las señales.

Es mejor así.
Sigo por la carretera, pensando que lo entenderá. Que se dará por
vencida. Regresará.

Pero la conozco mejor.

Y no puedo dejar que me siga hasta mi apartamento, así que doblo en


mi señal de giro y paro en el patio de un remolque abandonado intercalado entre
campos. Un remolque por el que paso todos los días pero apenas le doy un
segundo pensamiento. El lugar es una ruina: bolsas de basura amontonadas en
pilas, maleza, autos oxidados y pilas de neumáticos usados.

Podría vivir aquí.

Arranco mi casco, apago el motor mientras Jaden estaciona a mi lado.

—¡Parker!

Subo las desgastadas escaleras, mirando a la puerta principal. Puedo


entrar si es necesario. Ella no tiene que saber…

—¡Parker, espera por favor!

—No vamos a hacer esto, Jaden.

—¿Es por Blake? Porque si lo es, estoy tan…

—¡Esto no tiene nada que ver con él! —interrumpo. Salto hacia atrás las
escaleras, encontrándome con ella en el patio. El viento sopla entre nosotros,
despeinando su cabello. Sus ojos verdes están encendidos. En llamas.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —grita—. Querías reunirte conmigo,


¿recuerdas? ¿Qué quieres decirme, Parker?

¿Qué quiero decirle? ¿O qué tengo que decirle?

Quiero decirle que no puede creer una palabra de lo que digo, ni una
maldita palabra que sale de mi boca. Que todo lo que he dicho, que todo lo que
estoy por decir, es una mentira. Que nunca he mentido tanto a un ser humano
como le he mentido a ella.

Tengo que decirle que hemos terminado.

No hay otra opción.

—Te estoy diciendo que hemos terminado.

Se ríe, pero no hay humor en ella.


—¿Qué? ¿Qué ha terminado? ¿Qué hemos empezado que deseas
terminar?

—No podemos hacer esto —aclaro.

—¿No podemos hacerlo? ¿O tú no puedes hacerlo? —me desafía—. O


quizás no quieres hacerlo.

Quiero hacerlo. Simplemente no puedo.

—Vamos, Parker. ¿Cuál es el problema? Si no te gusto, entonces puedes


decirlo. Si no quieres que vayamos más lejos, bien, pero voy a decirte algo: eso
no es lo que quiero en absoluto. —Cruza los brazos sobre su pecho, desafiante—
. Y huye todo lo que quieras, pero no puedes ocultar nada de mí. Así que deja de
fingir como si nada de esto es gran cosa.

Es una gran cosa. Eso es lo que no entiende. Es más grande de lo que


puede imaginar. La dejo ir, consigo mi arresto. La dejo ir, consigo mi arresto, me
voy de Bedford High y quizás, sólo quizás, tenemos una oportunidad.

Pero no soy el Parker Whalen que cree que soy, y nunca podremos estar
juntos mientras siga fingiendo ser alguien que no soy.

—Te voy a dar la salida perfecta —continúa—. Nuestro proyecto casi está
terminado, nos estaremos graduando, y nunca veremos al otro de nuevo. ¡Si eso
es lo que quieres, dilo!

La idea de no volver a verla, de dejarla ir, de que siga su vida sin mí…

Esto es lo que tienes que hacer, Whalen. Es la cama que hiciste, el precio
que pagas. Si está destinado a ser, te perdonará cuando todo haya terminado.

—Así es como se supone que sería en primer lugar.

—¿Qué sucedió entonces? No lo entiendo. ¿Cuál es el problema aquí?

No puedo responder, pero no tengo que hacerlo.

—Te diré qué sucedió —dice—. Lo que sucedió es que… me enamoré de


ti, Parker. ¿Toda esa cosa del momento? Tenías razón. No hay tal cosa como el
momento perfecto. Y este es el peor momento, en realidad, porque vas a
continuar, te vas a graduar y te irás. Y eso está bien, pero te estoy diciendo, ahora,
en este momento, creo… creo que te amo. —Su voz se rompe, quebrándose
mientras dice las palabras.
Te amo.

La sangre en mis venas corre fría, transformándose en hielo. Mi corazón


deja de latir en mi pecho. El mundo entero deja de girar.

No. No. No. No. No puede hacerme esto. Todavía no.

Pero lo hizo.

Lo dijo.

No puedo creer que lo dijo. A mí. En voz alta.

—Te amo más de lo que nunca he amado… a nada. Y has estado en mi


mente por semanas. Y llegar tarde ese día, que seas mi pareja, es lo mejor que
me ha sucedido. Y perdóname si creía que quizás te sentías de la misma manera.
¿Estaba equivocada al pensar eso?

No. No estaba equivocada. Porque yo también la amo. Y ha estado en mi


mente por semanas. Y que llegara tarde ese día, que fuera mi pareja, es lo mejor
que me ha sucedido a mí.

Las palabras arañan su camino hacia mi garganta, desesperadas por ser


escuchadas.

Yo también te amo.

Yo también te amo.

Me limpio la sangre aún goteando de mi nariz, forzando que las palabras


no salgan.

—Al menos puedes darme eso, Parker. Puedes huir, puedes esconderte
para siempre, pero primero mírame a los ojos y dime que no me amas.

Levanto la cabeza hacia el cielo gris y llenos de nubes.

—No te amo. No puedo.

—¡Ni siquiera me miraste y lo dijiste! —grita—. Mírame a los ojos, y dime


que no tienes sentimientos hacia mí. ¿O tienes miedo? Tienes miedo porque
quizás sí tienes sentimientos hacia mí y posiblemente podrías quererme tanto
como yo te quiero.
Otra brisa fresca sopla entre nosotros, levantando la piel de gallina en mí.
Tiene razón. Estoy asustado, y sí la quiero. No he querido algo, a alguien, más de
lo que quiero a esta chica.

Pero la voz del Jefe Anderson llena mi cabeza, y no es una voz que puedo
ignorar.

Deshágase de la chica, Whalen.

—Sabes, no pedí esto —continúa, la voz más baja—. Mi vida era mucho
más fácil antes de que llegaras. No era perfecta, y sí, podría haber sido aburrida,
pero era manejable. Pero llegaste, Parker, y no puedo ignorar eso. Puedes
alejarme, y tratar de olvidar todo lo que sucedió entre nosotros, pero puedo
decirte que, para mí, definitivamente sucedió algo. Al menos estoy siendo
honesta. Dijiste que nunca dijiste una mentira, así que dime la verdad.

Nunca dije una mentira. Esa fue la primera mentira que le dije a esta chica.
Sería tan fácil ceder, darle la pista más pequeña. No es que no la ame, es que no
puedo amarla, no ahora. Pero si puede esperar un par de semanas más. Si puede
esperar. Si puede ser paciente por mí, lo entenderá. Sabrá por qué tengo que
hacer esto, y todo tendrá sentido. Entonces le diré que la amo, mil veces al día le
diré que la amo.

Nunca será mi segundo lugar.

—Es mejor de esta manera. Créeme.

—¿Para quién? —me desafía.

Para mí. Porque soy un idiota egoísta. Porque me preocupo más por
terminar este trabajo que por la persona que más amo. Porque ese es quien tengo
que ser ahora.

—Mírame a los ojos, dime que no me amas, y me voy. —Me mira,


apretando la mandíbula, resuelta.

Respiro hondo, sacando fuerzas de partes de mí que no sabía que


existían, todo para decir las siguientes palabras:

—No te amo. No tengo ningún sentimiento por ti. No soy uno de tus
proyectos, y no te necesito a ti ni a tu comida ni tu compasión.

Da un paso hacia atrás, con los ojos brillantes y llenos de lágrimas. La


comprensión, es como si la hubiera golpeado en el estómago. La mirada que me
da, de desamor escrita en cada rasgo, es como si me hubiera golpeado en
retorno.

Entonces, con la misma rapidez, se recompone, probando que es, de


hecho, la Jaden que todos conocen. La Jaden con quien todo el mundo puede
contar, la Jaden que todos esperan que sea. La fuerte. La Jaden que no “se pierde”
en frente de otras personas. Que se niega a llorar.

—Bien, Parker. Considéralo una ruptura limpia. Puedes huir sabiendo que
no dejaste nada atrás. Buena suerte con eso.

Vuelve a su auto, abriéndose paso entre la maleza y las malas hierbas. La


veo entrar, escucho como ruge el motor. Se desplaza hacia atrás, mira por encima
del hombro, y se retira de la calzada.

Es todo lo que puedo hacer para permanecer quieto. Para quedarme


donde estoy. Para dejarla ir.

Pero lo hago.

Y se va.

Y no mira hacia atrás.

Jaden: Cuatro.

Parker: Gana.
Traducido por veroonoel

Corregido por flochi

—E
stá bien, Whalen. Esta es tu asignación. ¿Cómo quieres
que funcione? —pregunta el jefe Anderson.

Deslizo mi silla lejos de la mesa, poniéndome de pie. La


pequeña sala de conferencias, que una vez fue una oficina, está repleta con ocho
de mis colegas, el jefe y yo. Taylor, West, Rusch, es como si nada hubiera
cambiando, como si nunca hubiera ido en una misión encubierto, como si no
hubiera pasado un día fuera de este recinto. Las luces fluorescentes parpadean,
zumbando por encima, y en la esquina se encuentra un carrito de bocados, una
bandeja de rosquillas medio vacía y una taza de café rancio sobrante de esta
mañana.

—El estacionamiento de la escuela. El sospechoso se encontró conmigo


dos días atrás, sin preguntas. Sé que lo hará de nuevo.

—¿Qué hay de los estudiantes? —pregunta Rusch.

Niego con la cabeza.

—Es una escuela pequeña. Las plazas están vacías dentro de los treinta
minutos de la campana final. Incluso la mayoría de los profesores se han ido. El
personal se queda hasta las cinco, pero están en la parte delantera del edificio.
Hablé con Howell. Las puertas están cerradas a partir de las tres y media de todas
formas, excepto por el gimnasio y los vestuarios. Nuestro único conflicto es una
práctica de béisbol, pero si puedo conseguir que Vince lo confirme, Howell dijo
que podría cancelarla. No habrá ningún estudiante en el campus en el momento
del arresto.

—¿Cómo es el área? —pregunta el Jefe, con los brazos cruzados mientras


se pasea a lo largo de la habitación

—La escuela tiene importantes vecindarios en tres lados. Los caminos de


entrada llevan a la carretera. El aparcamiento del costado, donde estacionan los
estudiantes, lleva a través de uno de los vecindarios. Es la forma más rápida de
salir, así que necesitaríamos al menos a dos chicos allí, sólo en caso de que decida
huir.

—¿Hay alguna manera de bloquear esa salida? —pregunta Anderson.

—¿Sin levantar sospechas?

Exhala un suspiro.

—Eso suena arriesgado, Whalen.

—No es más riesgoso que tratar de inventar una mentira que lo lleve a
Hamilton —sostengo—. Y definitivamente es más arriesgado acorralarlo en una
de sus fiestas. Hay demasiada gente. Demasiado caos. Hemos hecho esto antes,
así que no sospechará nada. No sospecha de mí.

—¿Hay alguna manera de que rodeemos la escuela? —pregunta Taylor.

—No de manera segura —respondo—. Hay tres puntos de entrada. Si


toma alguna de las entradas delanteras, seremos vistos. Pueden posicionar
algunos oficiales dentro de la escuela, a pie. De lo contrario, ese vecindario es
nuestra mejor alternativa, al menos lo tendremos a la vista.

—Estás asumiendo que puedes desarmar a este tipo por tu cuenta —dice
el Jefe.

—He pasado tiempo con él. Tiene una historia que se remonta a un par
de años atrás, pero no estamos hablando de Juarez. No está vinculado a ninguna
actividad de pandillas, no está empujando drogas duras, pero está volando
debajo del radar por proveer a chicos de secundaria y universitarios.

—No subestime a este tipo, Oficial —advierte Anderson.

—No lo estoy subestimando, señor. Estoy siendo cautelosamente


optimista.

—Si este no es Juarez —interviene West—, ¿entonces por qué estamos


tan preocupados? Podríamos encontrar cientos de tipos como este caminando
por el centro de Hamilton en este momento. ¿Por qué perder un arresto
perfectamente bueno?

—Porque —le respondo—. Porque es Bedford. Es una comunidad


pequeña. Todos conocen a todos. Hay un lugar de comida rápida. Un restaurante.
Una tienda de comestibles. Una escuela secundaria. Ya no hay muchos pueblos
como estos. Quiero decir, Jesús. Soy la peor cosa que ha llegado en años. Y tipos
como Vince De Luca, entran y se infiltran. Empiezan con Vince y unos pocos
porros ocasionales. Y sí, no parece la gran cosa, ¿pero cuándo se detiene? Dejas
que este tipo gobierne el territorio, y más tipos vienen, y más estudiantes se atan
a esta mierda, y pronto tienes otro Hamilton. Esta gente, estas familias, merecen
un lugar seguro para vivir. Este arresto va a enviar un mensaje al pueblo entero.

—Dios mío, Whalen. Suenas como una maldita película de Lifetime —


bromea West.

—El lenguaje, Oficial —advierte Anderson—. Y esto no es solamente


sobre la escuela. Este tipo también está ligado a las ventas en el campus de
Prescott. Tenemos suficiente suciedad para encerrarlo durante bastante tiempo.
Whalen ha hecho un trabajo notable.

West se reclina en su asiento, estirando sus brazos sobre su cabeza.

—Aún suena como un idiota —murmura, bostezando.

—Me molestaría si a alguien le importara una mierda de lo que piensas,


West —digo.

Se ríe.

—No puedo esperar para volver aquí, hombre. He estado tan


malditamente solitario sin ti.

—Díselo a tu novia.

—Está bien —dice el jefe—. Cálmense. Whalen estará de vuelta muy


pronto. Vamos a arrojarnos el miércoles. Asignaré vehículos y posiciones para
cada uno de ustedes y nos reuniremos en Bedford esa tarde.

—Hay una gasolinera a una manzana —digo—. Podemos encontrarnos


allí.

—Dame la dirección. Nos reuniremos temprano la semana que viene para


organizar la logística.

***

Ethan Frome cometió un montón de errores. Quedarse, primero que


nada. Casarse con Zeena. No lo sé. Quizás enamorarse de Mattie fue un error.
Quizá hubiera sido más feliz si nunca se hubieran conocido. Quizá su vida, fría y
miserable vida como era, hubiera sido mejor sin ella. O quizás el tiempo que
pasaron juntos, aunque fue breve, quizás el reconocimiento de que sentía lo
mismo, que ella lo amaba también, quizás eso haría que todo valiera la pena.

Quizá la debería haber enviado lejos como planearon, mantener vivo el


recuerdo de su tiempo juntos. Vivo y perfecto. Quizá se debería haber esforzado
más. Quizá debería haberle dicho adiós a Zeena. Podría al menos haberle dicho
no. Pero, ¿matarse a sí mismos? Tenía que haber una mejor manera.

Lanzo mis notas a un lado, me inclino hacia atrás en el sofá, froto mis
ojos doloridos.

Dios. Ni siquiera puedo descubrir quién era la verdadera víctima en esta


historia.

Ethan estaba desesperado. Mattie estaba desesperada. Yo estoy


desesperado.

Estoy desesperado por verla. Por sentirla. Por tocarla. Me conformaría con
una llamada telefónica. Con escuchar su voz. Dios. Extraño su voz. Extraño la
peculiaridad de su boca cuando encuentra algo divertido o irónico o inteligente.
Extraño la chispa sorprendida en sus ojos cuando digo algo que nunca esperaba
oír.

Mi mundo se siente vacío sin ella. Como si estuviera desgarrado, roto por
la mitad. Como si nunca podría estar completo a menos que la tuviera a ella. No
tiene ningún sentido.

No puedo hacer esto sin ella.

Necesito saber cómo se siente sobre Ethan y Mattie.

Necesito saber cómo darle sentido a esta tragedia.

Necesito saber si ella se hubiera esforzado más. Si hubiera hecho que


funcionara.

Si lo que tuvimos era real…

Un puto montón de errores.

Pero enamorarnos… No somos ellos. Y que me condenen si no hicimos


eso bien.
Traducido por Lorenaa y MaEx

Corregido por flochi

I
nhalo, tengo una respiración ansiosa.

—¿Está bien, Oficial? —pregunta el Detective Mendoza.

—Estoy bien. Estoy listo —le aseguro.

—Todo el mundo está en su posición. Tienes tu chaleco, tu arma, sólo


por si acaso, y tu micrófono. Vas a estar a cargo hoy, Whalen. Usa tu criterio.
Vamos a hacer de esto un arresto rápido y limpio.

Asiento, ajustándome mi auricular, asegurándome de que todo está en


su lugar.

—De acuerdo.

—No intentes ser un héroe. Si algo sale mal, si él no está solo, si actúa de
forma sospechosa, lo que sea, nos reagruparemos, ¿entendido? Sin presiones.

Fuerzo una risa.

—Sin presiones.

Es como cualquier otro trato. Has hecho esto antes.

Pero mi corazón, mi corazón se siente como a punto de explotar. Como


si fuera a golpear directamente a través de mi pecho.

Tomo otra respiración. Exhalo.

Relájate.

Otra respiración. Exhalo.

—Todo bien. Voy hacia allí —anuncio.


Me ato el casco, enciendo el motor, y saco mi moto de la gasolinera.
Corto a través del vecindario, intentando no prestar atención a los coches de la
unidad que están estacionados en la carretera paralela al colegio. Me detengo al
final de la calle y espero por mi señal.

—El sospechoso se está acercando —dice por fin uno de los oficiales. Me
da la marca y el modelo del coche de Vince. Él está solo.

Vamos bien.

—Voy a entrar. —Y, justo antes de que encienda el motor, la voz de


Mendoza se siente a través de mi auricular, tan clara como el día:

—Piensa inteligentemente, Whalen. Relájate. Céntrate.

Relajarme. Centrarme. Relajarme.

Repito las palabras una y otra vez en mi cabeza, como un mantra.

Pero mi corazón no para de martillear, como si supiese algo que yo no.


Como si viese algo que yo no puedo. Y cuando entro en el aparcamiento, todo
está mal. Todo está mal porque hay un Honda Civic blanco que no pertenece ahí,
con la sombra de una figura sentada en el asiento del conductor.

Mi auricular zumba a la vida:

—El sospechoso está en el aparcamiento. Nos estamos moviendo detrás


de él.

Aparco al final de la fila y apago el motor. Vince emerge desde el lado


del edificio y aparca en la parte trasera justo detrás de Jaden.

—Joder —murmuro.

—¿Qué está mal, Whalen? —Una voz suena en mi oído.

Giro mi cabeza lejos de Vince.

—¿Alguien confirmó que el aparcamiento estaba vacío? —demando


saber, manteniendo mi voz tan calmada cómo es posible.

Otra voz irrumpe.

—No lo copio.

—¡Es una estudiante! ¡Jaden! —respondo—. ¡Ella aún está aquí!


Vince se baja de su SUV, se pasea hacia ella. Mi corazón deja de latir. El
mundo entero está en silencio. Frio. Observándolo acercarse a ella, sabiendo
quién es y de lo que es capaz.

—Joder. —Me arranco el casco, tirándolo en el suelo.

—¿Qué está pasando Oficial? —pregunta Mendoza.

—El sospechoso se está aproximando a una estudiante, voy a cancelarlo


—digo, moviéndome automáticamente con los ojos puestos en Vince—. Lo
cancelamos todo.

Dijeron que todo estaría limpio. Howell me prometió que no habría


nadie.

Un nudo de rabia me aprieta el estómago.

¿Por qué diablos ella aún sigue aquí?

—Saca a todo el mundo —digo—. ¿Me copias?

—Copiado.

Vince alcanza el coche antes de que yo lo haga, se cierne sobre su coche,


sonriendo, hablando como si la conociese. Mi cuerpo va a toda marcha,
alimentado por la adrenalina.

Tengo que llegar a ella. Tengo que interponerme entre ellos. Este tipo no
tendría que estar en ningún lugar cerca de ella. Juro por Dios que si algo le pasa…

Él me mira mientras me acerco.

—¡Hola, hombre! ¿Qué pasa?

—No mucho —contesto, luchando por mantener la voz calmada. No


puedo joder esto. Él no puede sospechar…

Vince me saluda con su típico apretón de manos, pero no puedo apartar


mis ojos de Jaden, sentada en el coche, sola. Ha estado llorando. Y cuando ella
me ve al lado de Vince De Luca, actuado como uno de sus amigos, es como si
todo su mundo se hiciera añicos. El dolor, la confusión y la decepción están
grabados en su hermoso rostro.

Lo explicaré todo. Te lo prometo.


Le hablo a través de mis ojos, con la esperanza de que me escuche. Que
lo entienda.

—Tengo lo que necesitabas —dice Vince, su mano desaparece dentro del


bolsillo de la chaqueta.

Mi auricular zumba.

—Otro vehículo está entrando en el aparcamiento.

—Repita, Oficial.

Me esfuerzo por distinguir la conversación.

—Una camioneta roja está yendo por la parte trasera del colegio.

Es Rusch. La voz, es Rusch. Mi pulso se dispara, el miedo corre por mis


venas.

Mierda. ¿Qué diablos está pasando?

—¿Tu posición fue comprometida? —pregunta el Detective Mendoza.

—No puedo confirmarlo.

Tomo la bolsa de Vince y alcanzo mi cartera para pagarle, intentando


mantener mis manos firmes, evitar que mis dedos tiemblen. La camioneta pasa
la curva. Me limpio el sudor de la frente, hace demasiado calor para una chaqueta.

—¡Ahí están mis chicos! —dice Vince.

Sus chicos.

Tony, Brandon y Blake.

Las palabras del oficial hacen eco en mi cráneo.

—Comprometido, comprometido, comprometido.

Vince se mueve en su dirección. Me giro hacia Jaden, arrodillándome al


lado del coche, hablándole entre la ventana medio abierta.

—Tienes que salir de aquí. —Robo un vistazo hacia atrás sobre mi


hombro. Vince está hablando con Tony a través de la ventana del copiloto de su
camioneta.

—¿Qué estás haciendo, Parker? Pensé… lo juraste…


—Dije muchas cosas, Jade —la interrumpo—. Pero ahora mismo necesito
que confíes en mí, ¿de acuerdo? ¡Tienes que escucharme! —Lucho por mantener
la voz baja. Calmada. Necesito que ella esté tranquila, para que escuche lo que le
estoy diciendo.

—¿Qué está pasando? —susurra.

Comprometido.

—Te lo puedo explicar todo más tarde, lo juro. Sólo por favor haz esto
por mí. Necesito que te vayas, rápido.

—¿Qué debo hacer?

—Tienes que encender el coche, retroceder por el aparcamiento y salir


como si nada estuviese mal. ¿Me has escuchado? No los dejes pensar que algo
está mal. —Ella mira hacia Vince y luego otra vez hacia mí, la ansiedad oscurece
sus facciones. Sus ojos están vacíos, sin vida—. Gira a la derecha en la calle y
espérame en la gasolinera al final de la calle. Ve. Ahora.

Ella gira la llave del motor. El motor se enciende. Me levanto, y apenas


pensando, miro hacia la unidad. Al vecindario. Al coche patrulla aparcado en la
calle. Jaden sigue mis ojos y lo ve también.

Comprometido.

—¿Qué mierda? —Vince me coge del cuello, me gira, y me empuja sobe


el coche—. ¡Déjala salir! —demanda.

—No —contesto, enderezándome.

—Hazte a un lado, o ambos lo lamentarán.

Me niego a moverme, y, mientras estoy parado, Vince me sonríe,


riéndose.

—Hanson ha escogido algunas palabras para ti —dice, con la voz


burlona. Y luego a Jaden:

—¿Cariño? Quizás quieras decirle a tu novio que empiece a escuchar.

—¿Parker? —me llama.

—Quédate dentro del coche —ordeno.


—¡Abre la puerta! —Vince me empuja fuera del camino, alcanza su
cinturón y saca una nueve milímetros. Golpea con la empuñadura el cristal. El
cristal se parte. Jaden se estremece, cubriéndose la cara con su brazo.

—¡Esto no tiene nada que ver con ella! —grito.

—¿Qué está pasando, Whalen? —preguntan en mi auricular.

—Ya veremos eso —contesta Vince. Pasa el brazo por la venta rota y
alcanza el seguro del coche—. Sal. —La puerta se abre. Arrastra a Jaden fuera del
coche. Ella cae al suelo, golpeada, luchando por librarse. La sujeta por la coleta
del pelo y la levanta.

Su grito me penetra en lo más profundo. En un segundo desabrocho mi


chaqueta, con los dedos poseídos.

Lo mataré.

—No te muevas —advierte Vince.

Miro detrás de mí. Blake, Tony y Brandon están fuera del coche ahora
mismo, observando. Les señalo que se queden atrás.

—Para, Vince —insisto.

—¿Quién de ustedes me ha vendido?

Mis ojos encuentran los de Jaden. Los tiene rojos, llenos de lágrimas,
asustada.

Trago fuerte, luchando por mantener la calma, sacando todo lo que


aprendí en entrenamiento.

—Vamos, tenías que saber que algún día te atraparían.

Si sigo hablando con él, si puedo razonar con él…. Sólo necesito sacarla
de aquí. Eso es todo. Por favor, Dios, ayúdame a sacarla de aquí.

—¡Ella me vendió!

—¡Yo te vendí! —contesto—. Ella no tiene nada que ver con esto, y sólo
se está poniendo peor. Déjala ir. Hablaremos. Podemos buscar soluciones. Tienes
opciones.

—¡Se suponía que eras mi amigo!

—No soy el amigo de nadie.


—No te creo —dice Vince, con los dientes apretados. Luego, sin quitar
sus ojos negros de mí, lanza a Jaden contra el coche. El sonido de su rostro
golpeando el metal es suficiente para que mi corazón deje de latir. La vista de su
cuerpo inerte es suficiente para ponerme en marcha, con cada sentido elevado,
cada musculo constreñido, cada instinto activado para la acción.

Arranco mi arma de su funda y la giro hacia Vince.

La voz del detective suena en mi oído:

—Vamos a entrar, Whalen. Aguanta.

Pero apenas escucho las palabras. Apenas las registro. Ni siquiera tienen
relevancia.

Lo que importa es la sangre goteando de la herida en la frente de Jaden.


Arroyos carmesíes cayendo por el costado de su rostro y cuello, goteando sobre
el pavimento. Ahoga sus sollozos. Cada nervio de mi cuerpo está en llamas,
descontrolado.

Lo mataré. Lo mataré. Lo mataré. Mataré al maldito por esto, se vuelve mi


nuevo mantra.

Vince aprieta el control sobre ella.

El pecho de Jaden se eleva y cae; lucha por respirar. Siento cada jadeo,
cada arcada asustada de su cuerpo.

Mi arma está amartillada, lista, dirigida a la cara de Vince.

—Déjala ir. Ya está hecho, Vince. Y no voy a perder el sueño por matarte.
No lo hagas.

—Te reto a intentarlo —se burla. El tiempo fluye inconexo mientras


balancea a Jaden delante de él, usándola como escudo. Atranca la pistola en su
sien.

Mi sangre se vuelve hielo, viajando a través de mis venas, moviéndose en


cámara lenta.

Jodidamente te destruiré.

Oigo a Rusch:

—Perímetro rodeado. Entrando.


—¿Cómo se siente, hombre? ¿Piensas que soy capaz? —Vince se echa a
reír. Es corta, amarga, carente de humor—. ¿Sabes una cosa? Lo soy.

Los ojos de Jaden se cierran con fuerza.

No lo hagas, Jaden. No te rindas.

Nos rodean rápidamente. Llantas chillando. Luces cegadoras.

—¡Suelta el arma! —grita el Detective Mendoza en un megáfono.

Y Vince… por un momento, hay miedo e incertidumbre. Vacilación.

Esto es todo.

Los ojos de Jaden se abren, encontrando los míos.

—¡Te tengo, Jaden! —prometo—. ¡Cruzo mi corazón!

Su voz canta en mi cabeza, burlándose: Nadie ha cruzado sus corazones


desde cuarto grado.

Y es entonces cuando reúne toda la fuerza que queda en su cuerpo y


clava su talón en la rodilla. En este caos, ellos tropiezan, Vince pierde el control
de ella, y es justo lo suficiente para que Jaden se deslice por debajo de sus brazos.
Ella se estrella contra el pavimento, dejándolo despejado.

En un parpadeo, apunta su arma y aprieta el gatillo.

Siento el aguijón del impacto en el momento en el que mi propia arma


explota.

Cae contra el auto de Jaden.

Voy corriendo hacia ella, tirando de su cuerpo cerca, protegiéndola,


estremeciéndome mientras más tiros son disparados.

Y cuando el mundo finalmente queda en silencio no hay otra cosa que el


olor de la pólvora colgando suspendido en el aire, agudo, metálico y acre, y el
cuerpo de Vince acostado en un montón junto a nosotros.

Me pongo en posición vertical, dando la vuelta a Jaden, empujo su


cabello lejos de su cara. Su cara medio cubierta de sangre.

Ella jadea, tragando aire, todo su cuerpo temblando.

—¿Jaden? Está bien. ¿Puedes oírme?


Sus ojos se niegan a permanecer abiertos. No se enfocan.

—¿Puedes oírme? ¿Jaden? —No puedo dejar que sus ojos se cierren. No
puede dormirse. Tengo que sacarla de aquí—. ¡Vamos, Jade! —ruego—. ¡Por
favor, quédate conmigo! —Arranco mi chaqueta de cuero, desato el chaleco.

—¿Estás bien? —pregunta Mendoza.

—¡Estoy bien! ¡Dame tus llaves! —Deslizo el chaleco negro por encima
de mi cabeza, fuera de mi pecho. El desgarro a través del centro, los bordes
deshilachados, este chaleco me salvó la vida.

No, mi vida está sangrando a mi lado.

—¿Jade? Jaden, ¿puedes oírme? Vas a estar bien, ¿de acuerdo? Tienes
que quedarte conmigo.

Por favor, Dios. Deja que ella esté bien.

Lo juro. Nunca voy a pedir otra cosa.

Simplemente deja que esté bien.

La alzo en brazos, levantándola del suelo. Envuelve sus brazos alrededor


de mí, entierra su cara en mi cuello. Tose y solloza y tose y mi corazón se contrae,
rasgándose en dos.

Todo esto es mi culpa.

—Lo siento. ¡Lo siento mucho!

La llevo a uno de los coches patrulla, abro la puerta, y la coloco en el


asiento del pasajero. Aparto el cabello lejos de su cara, limpio las tibias lágrimas
de debajo de sus ojos. Mis dedos están cubiertos de sangre. Los dos estamos
cubiertos de sangre.

La herida en su frente es profunda, todavía sangrando.

—Mierda. —Me quito mi camisa, la hago una bola, y la presiono sobre la


herida. Hace una mueca.

Esto es mi culpa.

—Sostén esto. —Sus dedos tiemblan, pero se las arregla para mantener
la camiseta en el lugar mientras pongo el cinturón de seguridad a su alrededor,
buscando a tientas, tratando de ajustarlo. Entonces mis ojos...
¡No puedo jodidamente ver una maldita cosa!

Los limpio con el dorso de la mano, tratando de aclararlos.

Tan pronto como ella está dentro, cierro la puerta.

—Una ambulancia ya está en camino —dice Mendoza.

—Ella necesita ayuda ahora. ¡No voy a esperar por una maldita
ambulancia!

—No puedes irte, Whalen. Esta es una escena del crimen.

—Mírame.

Doy la vuelta al vehículo. Rusch me arroja las llaves cuando alcanzo el


lado del conductor.

—Que alguien le siga —exige Mendoza.

***

El hospital más cercano está a treinta y dos kilómetros de distancia.


Llegamos en catorce minutos, los catorce minutos más largos de mi vida. Catorce
minutos de ojos rebotando desde la carretera a Jaden, a la carretera y de regreso
a Jaden. Catorce minutos de recordarle que permanezca despierta, que mantenga
la camisa contra su frente. Catorce minutos de ver la sangre secarse de un color
carmesí Harvard a un óxido aburrido.

Alguien se comunicó por radio antes. Un equipo nos espera en la entrada


de la sala de emergencia, todos con batas arrugadas y ansiosos ceños fruncidos.

Aparco bajo el toldo blanco. Una enfermera se reúne conmigo en la


puerta del lado del pasajero.

—Hola, cariño —dice alegremente—. Vamos a comprobarte fuera. ¿Está


bien?

Jaden asiente, encogiéndose de dolor.

La ayudo salir del coche, y cuando sus piernas se debilitan, dando paso,
la agarro. La recojo, le prometo que todo va a estar bien, y la tumbo en la camilla.
La toco suavemente. Con cuidado. La toco como merece ser tocada. Como si
estuviera hecha de jodido cristal, al borde de romperse. Entonces tomo su mano
en la mía y beso la punta de sus dedos.
Ellos la ruedan más allá de las puertas automáticas, la mueven a través
del vestíbulo y por un pasillo. Un médico, un hombre en bata, se reúne con
nosotros en otro conjunto de puertas dobles.

—Lo siento. No podemos permitirte paso más allá de este punto —dice,
palabras cortadas como piedra fría. Un idiota de doctor.

Mi mano aprieta con más fuerza, negándose a dejarla ir.

—No la voy a dejar.

—Lo siento, pero no hay excepciones.

—No. T… no me puedes hacer... —Pero aunque me tropiezo con las


palabras, la están llevando lejos. Un asistente se mueve entre nosotros, y mis
dedos se separan.

—Probablemente debería ser mirado, también —dice la enfermera,


sonriendo amablemente justo antes de que las puertas se cerraran entre
nosotros.

¡Mierda!

Toma todo lo que me queda en el interior para no gritar esa palabra


detrás de ellos. Para gritarla por cada maldito pasillo. Mi cuerpo se desploma
contra la pared de cemento, se desliza hasta el suelo.

No puedo respirar.

Me duele el pecho.

Este aire de hospital de mierda.

No puedo respirar.

Mi garganta, está cerrada por la hinchazón. Asfixiándome. Trato de tragar.


Una y otra vez y otra vez. Y mis ojos… están en llamas.

—¿Chris? —llama una voz—. Está bien, hombre. —Rusch se acerca, sus
zapatos rechinando contra el piso de este sombrío pasillo estéril.

—No. No, no lo está.

—Ella va a estar bien.

Me pongo de pie.
—Ella va a estar... ¿me estás tomando el pelo? ¡Podría haber muerto allí!

—Pero no lo hizo.

—¡Ese no es el maldito punto!

—No te puedes culpar. No hay manera de que podrías haberlo sabido —


insiste.

—Debería haberlo hecho mejor. Debería haber sido mejor. Ella se


merecía algo mejor.

Mira por el pasillo, luego a mí, con los ojos entrecerrados.

—¿Qué estás diciendo, Whalen?

—¡Estoy diciendo que amo malditamente a esa chica más de lo que


nunca he amado nada en este maldito mundo! —Me ahogo con las palabras,
luchando, forzando cada una—. Y si algo le pasó hoy debido a mí, puedes
también cavar mi tumba junto a la de ella, porque te aseguro que no puedo vivir
sin ella.

—Espera —dice, sin entender—. ¿La conoces?

Inhalo. Exhalo. Puedo respirar de nuevo, confesando esto. Puedo respirar.

—Somos… compañeros. Somos compañeros en inglés. —Las palabras


suenan patéticas viniendo de mis labios, tan estúpidas y triviales. Ellas no tienen
ningún sentido. Somos más que compañeros.

Rusch me mira atentamente, luego asiente.

—Está bien. Vamos a ir al baño y te limpias. Te encontraremos una


camisa. Vamos a... paso a caso, ¿de acuerdo?

Me guía por el pasillo, su mano agarrando mi brazo mientras pongo un


pie delante del otro. Taylor y West han llegado. Están esperando en el vestíbulo
de la sala de emergencia.

—Oigan —llama Rusch—. ¿Alguno tiene una camisa limpia?

—Mi bolsa de deporte está en el maletero —responde Taylor, señalando


por encima de su hombro.

—Ve por ella.

—¿Estás bien, Whalen? —pregunta.


—Él está bien —responde Rusch, empujando a través de la puerta del
baño.

—Lo jodí todo —susurro.

Rusch enciende el agua en uno de los lavabos, rasga las toallas de papel
de la máquina y me las entrega.

No conozco a esta persona, esta cosa mirando hacia mí, de pie delante
de ese espejo. Mi frente gotea sudor. Los parches de suciedad y sangre seca
manchan mi cuello y cara. Mis manos. Mis manos tiemblan. Y la piel de mi pecho
donde fui golpeado, la contusión del impacto florece, expandiéndose. Sé que
pica. Sé que duele como el infierno. Pero todos mis sentidos, todo se silencia. Sin
brillo.

Debería haber muerto.

Jaden… podía haber muerto. Debido a mí.

—Tengo que admitirlo, esto es mucho más emocionante que sacar a la


gente por las luces traseras quemadas. Debería ir de incógnito durante mucho
tiempo —bromea West.

El comentario me deja mareado, la sala girando. Agarro el borde de la


pileta, luchando para serenarme.

Los ojos de Rusch se estrechan, observándome.

—Respiraciones profundas, Whalen.

Respiraciones profundas.

Respiraciones profundas.

El mundo deja de rotar.

Me lavo la sangre, la suciedad y la mugre. Paso los dedos mojados por


mi cabello. Salpico mi cara. Taylor regresa con la camisa, me entrega una botella
de agua. La destapo y tomo un trago.

—Alguien tiene que llamar a sus padres —digo finalmente—. Antes de


que los medios consigan la historia y la jodan.

—¿Sabes el número? —pregunta Rusch.


—No. —Debería. Pero no lo hago—. Su nombre es Jaden McEntyre. Su
familia lleva McEntyre Construction.

Sus walkie-talkies explotan a la vida:

—El Jefe está en camino.


Traducido por HeythereDelilah1007

Corregido por flochi

M
e tomo mi tiempo en el baño, destruyo esa agua embotellada,
deslizo la camiseta limpia sobre mi cabeza. Para cuando regreso
al vestíbulo ya han aparecido otros oficiales. Han trasladado a
Jaden a una habitación. Le están poniendo puntos ahora mismo. Nos apuramos
al Ala Sur.

—Van a interrogarla —dice Rusch.

El pensamiento de alguien, alguno de los míos, llevándola a un cuarto


frio, haciendo todo tipo de preguntas, exigiendo respuestas, me envenena el flujo
sanguíneo.

—Y una mierda si lo hacen.

—Un chico murió allá, Chris. Te dispararon. Y esta chica, tu compañera


de inglés, caminó directamente al centro de todo. Si estás pensando que no va a
haber una investigación, te engañas a ti mismo. Si hay algo que necesitaras
confesar…

—No tengo nada que confesar. Fue mi compañera en un proyecto.


Pasamos algún tiempo juntos, fuera de la escuela, y me enamoré de ella. Eso es
todo.

—¿Eso es todo? —presiona él.

¿Eso es todo?

Exhalo, dejando caer los hombros y bajando mi voz.

—Uno de los chicos que estaba ahí hoy, él era su novio. Nos metimos en
una pelea la semana pasada, fue por ella.

—Jesucristo —murmura él.


—No fue mi intención que pasara. Y lo terminé, Rusch. Juro por Dios que
no he hablado con ella desde entonces. No hasta hoy.

—Eso podría salvarte el trasero.

—Ya no me importa. Yo no...

—¿Qué demonios le hiciste? —Una fuerte voz enojada le puso punto final
a la conversación. Pasos martillean sobre el suelo de azulejos. Reconozco
instantáneamente a Daniel, el hermano de Jaden. Y en un segundo hay oficiales
entre nosotros, conteniéndolo, protegiéndome.

—Daniel.

Todo el mundo se congela. Nos volteamos hacia la voz, la hermosa,


angelical voz. El sonido casi me lleva de rodillas. Rusch aprieta su agarre sobre
mi brazo.

Ella está bien.

La puerta de la habitación de Jaden está abierta ahora. Ella está sentada


en el borde de su cama en una bata delgada como papel, de las que dan en los
hospitales. No se ve feliz de ver a su hermano.

O a mí.

—¡Fuera de mi camino! —Él arremete contra la pared de oficiales,


empujándolos a un lado, y azota la puerta detrás de él.

—Estaba enojado —murmura West.

¿Enojado? Estaba más que enojado. Estaba iracundo. Colérico.

Tendré suerte si salgo de este hospital con vida.

¿Y por qué no? ¿Qué clase de persona soy… quien entra a escondidas a
su casa para ver a su hermanita; quien la deja saltarse la escuela, manejando el
auto en el que se escapa; quien la arrastra a un arresto de drogas que sale mal;
quien no puede decirle que la ama…?

Se siente como una eternidad antes de que la puerta vuelva a abrirse


finalmente. Pero cuando lo hace:

—Ella quiere verte —dice Daniel—. No sé por qué. Lo que sí sé, y todos
tus amiguitos policías pueden escuchar eso, es que si alguna vez, vuelves a
lastimar a mi hermana, voy a desfigurarte tanto que se necesitarán semanas para
identificar lo que quede.

—Daniel —lo regaña ella.

Él se da la vuelta para enfrentarla.

—Lo siento. Eso es lo mejor que puedo hacer.

Tomando mi señal, me deslizo más allá de él. Entro a la habitación. Cierro


la puerta.

Ella está limpia. No hay sangre en su rostro. En su cabello. Hay algunos


rasguños, pero la herida en su cabeza está suturada y vendada. Los monitores
hacen bip, marcando sus signos vitales. Me imagino el ritmo de su corazón
acelerándose cuando me ve.

Pensamiento optimista.

—¿Estás… bien? —Me arrepiento de las palabras en el momento en que


se deslizan fuera de mi lengua. Es una pregunta tan trivial. Obviamente ella no
está bien—. Mira, Jaden, siento tanto, tanto, lo que pasó. No se suponía que
hubiese nadie en la escuela esta tarde. Si se me hubiese pasado por la cabeza
que seguías ahí…

—Primero, creo que debería agradecértelo —dice ella—. Ya sabes, por


salvarme.

Me paso los dedos por el cabello, tragándome el nudo que me boquea


la garganta.

—Yo no te salvé. Esto sucedió por mi culpa. Cada vez que cierro mis ojos
sólo veo… Y tienes que saber que nunca voy a perdonarme…

—Sin embargo —interrumpe ella—, sucedió. Y eres obviamente bueno


en lo que sea que haces, porque podría haber resultado peor. Para ambos.

Dejo salir un suspiro nervioso, tratando de calmar mi creciente pulso,


agradecido de no estar conectado a esas máquinas, esas máquinas que en un
segundo me delatarían. Porque la verdad es que, no soy Jaden. No puedo fingir
que todo está bien en estos momentos. No lo está.

—Entonces… ¿Quién eres? —pregunta.

—Parker Whalen.
Porque soy más Parker de lo que alguna vez fui Christopher. He sentido
más, aprendido más, amado más en estos últimos meses… Y lo que empezó como
una mentira se ha convertido en mi piel. Y algo bueno ha salido de todo esto,
porque ahora lo entiendo. Sé qué es lo que importa.

Una de sus cejas se levanta, escéptica.

—¿De verdad?

—Sí.

—¿Parker Whalen, estudiante de secundaria?

Aclaro mi garganta.

—Oficial Whalen, de hecho. —Muevo mi mano hacia mi bolsillo y alcanzo


mi placa, ofreciéndosela como prueba. El metal dorado reluce, la luz rebotando
en todas direcciones. Toca el escudo delicadamente, la estrella en el medio, luego
la pone en la cama junto a ella.

—¿Cuál es tu historia? ¿Qué es lo que haces?

—Estaba en una asignación. En tu escuela.

—Estabas detrás de mi novio.

—Sé que eso es lo que parece, pero no es así, lo juro. Hasta hace un par
de semanas ni siquiera sabía que Blake conociera a Vince.

Ella sacude su cabeza, incrédula.

—Estuviste de encubierto todo el tiempo.

—Sí —susurro.

—Entonces… Todo lo que sé sobre ti. Todo es una… mentira.

—Jaden, sé que eso es lo que parece. Y sí. Tenía una historia de fondo.
Tuve que hacerlo. No podía enamorarme de ti. Y no tienes ni idea de lo miserable
que me he sentido yaciendo en la cama por las noches, tratando de inventar
historias que decirte, sabiendo que no eran ciertas. Todas esas cosas que dije…
No tenía otra opción. Pero tú me conoces, Jade. Lo haces. En el fondo soy la
misma persona. Amo el zoológico. Y los Sun Chips. Y creo que el Sr. Darcy es
pretencioso…

—¿Tu padre?
Mi padre, el abusivo.

—Sheriff retirado —contesto—. Pueblo pequeño.

—¿Tu madre?

Mi madre, quien pasaba de novio en novio. Quien me echó de la casa


cuando ya no podía seguir lidiando conmigo.

—Casada con él durante veintiséis años. De alguna manera feliz la


mayoría de esos. Viven a las afueras de Hamilton.

—Dijiste que ellos estaban divorciados. Que creciste sin dinero.

—Crecí en una sorprendente clase media —confieso.

—¿Hermanos? ¿Hermanas? —pregunta.

—Tengo una hermana mayor en la universidad. Tengo veintiún años, soy


Sagitario, y esta fue mi segunda asignación de encubierto.

—Fuiste expulsado de tu antigua escuela —dice ella, su tono


endureciéndose—. Estabas en las drogas.

Asiento.

—Lo estuve. No puedo mentir sobre eso. Pero nunca me expulsaron,


nunca me arrestaron. No oficialmente.

No después de que quitaran los cargos.

Gracias, Sr. Donovan.

—¿Tu motocicleta? ¿El dinero de las drogas?

—No es dinero de drogas. La compre después de recibir mis primeros


cheques de pago.

—¿Los moretones?

—Peligro ocupacional. Y… paintball.

Ella se queda mirándome, sus ojos encendidos en furia.

—¿Por cuánto tiempo has sido un policía?

—Un par de años.


—¿Y esto es algo que siempre has querido hacer?

—Parecía la decisión correcta en su momento.

—¿Y tú sólo… pasas el tiempo en las secundarias y te enamoras de las


chicas de tus clases?

—No. —Trago con fuerza. No puedo alejar mis ojos de ella, su hermoso,
roto cuerpo, no puedo dejar de pensar en lo que se sentía acunarla en mis brazos.
Cómo se acurrucó contra mí.

Cómo ella confió en mí.

—Me hago pasar por un estudiante para mantener un ojo en las


actividades de droga. Sólo me he enamorado de una chica. Y todavía estoy un
poco frenético porque hace una hora creí que la había perdido. Y si eso hubiera
pasado…

Lagrimas se asoman en las esquinas de sus pestañas.

—No hay nada como un arma en tu cabeza para ayudar a definirte sobre
tus sentimientos conflictivos —dice ella, su tono brusco.

—Sé que te lastimé, Jaden. Te herí en todas las formas en las que una
persona puede ser posiblemente herida. Pero si puedes perdonarme, prometo…

Aprieta las esquinas de sus ojos. Una lágrima se escapa y cae por su
mejilla. Exhala un suspiro, componiéndose.

—No te culpo por nada de esto, así que no hay nada que perdonar. Me
alegra que hayas estado ahí, y que supieras lo que estabas haciendo. Yo sólo…

Y con esto, ella se rinde. Ella llora. Su voz se quiebra, rompiéndose,


lagrimas derramándose. Mira al techo, decidida, incluso ahora, intentando
forzarlas lejos.

Mierda.

Mierda si algo dentro de mi pecho no se parte en dos, desgarrándose.

—No sé quién eres Parker. Yo creí… me dejaste creer…

—Tenía que apegarme a mi historia, Jaden —la interrumpo,


desesperado—. Es mi trabajo. Voy de encubierto. Habría amado, más que nada
en este mundo, conocerte en circunstancias diferentes. Pero no era seguro para
ninguno de nosotros. Y lo que te pasó hoy… Tienes que saber que daría lo que
sea por regresar el tiempo. No voy a perder un segundo de sueño por haber
matado a ese bastardo, pero lo que te pasó hoy va a atormentarme por el resto
de mi vida.

Las palabras colisionan, apresuradas, pero estoy feliz de tener esta


verdad, aliviado de poder decirle finalmente lo que ella significa para mí. Pero el
alivio termina con el miedo a que ella nunca me perdone, no por las mentiras
que le dije, no por lo que dejé que le pasara. Y es este miedo, el pensar en
perderla por siempre, lo que me quema por dentro, dejándome frenético por
hacerla entender.

—No tienes ni idea de lo que me has hecho, Jaden. ¡Tú sólo entraste y
volteaste todo mi mundo patas arriba! ¡No sabía que hacer! Renunciaré a mi
trabajo. Entregaré mi placa. Renunciaré a todo, juro que lo haré, si es lo que se
necesita para hacer las cosas bien. —Sus ojos están fijos en los míos, y sé que me
cree.

Y lo haré. Renunciaré a todo por esta chica, lo que ella quiera que yo sea,
lo seré. Lo que ella quiera que haga, lo haré. Lo que malditamente quiera. Es suyo.

No soy nada sin ella.

Hay un golpe en la puerta, y la enfermera mete su cabeza,


interrumpiéndonos.

—Jaden, tu familia está aquí.

Su espalda se endereza. Se sienta más alta, más recta.

—Está bien. Él ya se va.

Él ya se va.

Las palabras destruyen lo que sea que quedara de mí por dentro,


partiéndome en pedazos. No sé qué demonios hacer, qué decir. No sé cómo
arreglar esto.

Me estoy yendo.

—Ahora sé cómo se siente Ethan. —Reprimo una risa—. ¿Ver a alguien


sufriendo por algo estúpido que él hizo? Lo entiendo. Y tú estabas equivocada,
porque eso lo devastó.
Ella exhala, lleva sus pulgares debajo de sus ojos, limpiando las lágrimas.
Y la conozco. Sé que pondrá una cara valiente para su familia. Porque eso es lo
que ella hace. Es lo que ella es: la fuerte.

Alcanzo la caja de pañuelos que está sobre el mostrador, saco uno y se


lo paso.

Sus ojos se cierran, y el montón de lágrimas reuniéndose en sus pestañas


caen por su rostro. Cuando respira, todo su cuerpo se sacude.

Está bien llorar. Dejarle saber a la gente que te duele.

Y entonces, como si me oyera, como si hubiera dicho las palabras en voz


alta, ella asiente. En ese momento, más que nada en el mundo, quiero envolver
mis brazos a su alrededor, jalarla hacía mí, sostenerla cerca y no dejarla ir nunca.

—Te necesito, Jade.

Ella inhala profundamente, pulmones llenándose.

—Necesito que te vayas —susurra.

Una pesadez enferma se instala en la cima de mi estómago. Recojo mi


placa, luchando por mantener la compostura, y la deslizo en mi bolsillo trasero.

Pero me voy. Porque eso es lo que ella quiere, lo que ella me pide, y
demonios, si yo no le daría el universo entero si me lo pidiera.

Es mejor así.

Paso a los chicos que permanecieron en el pasillo. Paso a Daniel en el


vestíbulo. Él ya no está solo. Toda la familia de Jaden está aquí. Su otro hermano.
Su padre. Sarah, Joshua y su madre. Sé que debería decir algo. Sé que debería
disculparme. Sé que debería dar una explicación…

Pero no puedo.

No puedo. Sólo siento que dejé a mi mundo entero, mi vida entera, allá
en ese cuarto. Porque la amo lo suficiente para dejarla ir. Porque eso es lo que
ella quiere.

Las puertas automáticas se abren, e intento poner tanta distancia física


como pueda entre mí y el hospital. Aspiro una bocanada de aire, entrecerrando
los ojos a un sol que me calienta los brazos y hace que me piquen los ojos.
—¿Estás bien, Whalen? —pregunta el Jefe Anderson, abriéndose camino
por el andén.

Me paso los dedos por el cabello, aclaro mi garganta.

—No, no lo estoy —admito—. Acabé. He terminado. —Saco mi placa de


mi bolsillo y mi arma de su funda—. Renuncio.

Se niega a tomarlas, su ceño fruncido en determinación.

—No vas a renunciar a la fuerza.

—Sí, lo estoy haciendo.

—No. Lo que está pasando es que, a partir de este momento, estás en un


descanso pagado. Tienes tres semanas. Tómate el tiempo para ti. Tu familia. Vete
de vacaciones. No me importa lo que hagas. Componte.

Parpadeo mis ojos secos.

—¿Y cuándo las tres semanas terminen?

—Si todavía quieres renunciar, no me pondré en tu camino. ¿Hay algo


que debería saber respecto a esto?

Cuadro mis hombros, peleando una guerra de emociones.

—Lo hice lo mejor que pude, señor.

***

Paso la mayor parte de la tarde sentado en una mesa de McDonald’s, con


un ojo puesto sobre el hospital, mirando como el trafico viene y va mientras el
sol se va hundiendo en el cielo, mientras las luces de la calle vienen a la vida.
Cuando ya no puedo quedarme sentado por más tiempo, salgo del restaurante,
cruzo la calle. El aire está más frío. El estacionamiento no está tan lleno como
antes, el vestíbulo está casi vacío. Las horas de visitas terminaron.

Me dirijo directamente a la recepcionista

—¿Hay alguna noticia sobre Jaden McEntyre?

—¿Eres algún familiar? —pregunta ella.

—Amigo —miento—. De hecho, soy uno de los que la trajo aquí hoy.
Sólo quiero saber si ya se fue a casa.
Ella desliza algunos papeles a un lado, escribe el nombre en su
computadora, lee la pantalla.

—No. Ella está aquí. Van a dejarla por esta noche.

—¿Puede decirme cuando van a dejarla salir?

Ella sacude su cabeza.

—Lo siento, no tengo ninguno de los detalles.

—Está bien. Gracias.

Me dirijo de vuelta al área de espera y escojo un sillón. No tengo ningún


lugar a dónde ir. Nada que hacer excepto esperar. No tengo un vehículo, todavía
está en la escuela. Todos los demás se fueron. No podría haberme ido a casa
incluso si lo hubiera querido. Pero no quiero. No esta noche. No mientras ella
siga aquí.

Y entonces espero.

Miro a uno de los televisores que cuelgan por encima.

Miro al reloj de la recepcionista.

Miro al equipo de limpieza que entra.

Sólo quedan unos pocos de nosotros, dispersos en toda la habitación.


Todos tenemos nuestro propio sillón. Nuestro propio televisor. Ningún otro lugar
donde preferiríamos estar.

Dormito.

Camino a la cafetería a la mitad de la noche para comprar algunas


golosinas. No hay Sun Chips, así que me conformo con otra marca. Agarro un
jugo de fruta del refrigerador y le pago a la única cajera. Las luces sobre las mesas
están apagadas, así que lo llevo a mi sillón.

Como.

Las papas saben cómo a aserrín.

Veo televisión.

ESPN repite el mismo especial una y otra vez.

Dormito.
Cuando cierro mis ojos lo veo. La veo. Escucho el sonido de disparos, y
me sacuden hasta despertarme.

El sol sale.

Las enfermeras llegan en sus uniformes. Los doctores en sus batas. Los
miembros del personal en sus ropas, carnets de hospital colgando de sus
chaquetas. La recepcionista vuelve a su estación. La tienda de regalos abre.

Estoy sacudiéndome el sueño de mis ojos, sofocando un bostezo cuando


una sombra se acerca a mí.

—Te quedaste aquí toda la noche, ¿no es cierto? —Es Sarah. Sarah, la
prometida de Daniel, un envase de poliestireno en cada mano—. ¿Eres de los que
toma café?

Otro bostezo.

—Podría ser.

Me pasa el vaso. Lo tomo agradecido.

—¿Te han dicho alguna novedad?

Sacudo mi cabeza.

No.

—Quién lo diría. —Se sienta a mi lado, abre un paquete de azúcar, y bota


su contenido en su vaso—. A menos que seas familia, son muy reservados con
respecto a dar información por aquí. Como sea —continúa—, Daniel se quedó
toda la noche. Acabo de hablar con ella. Está bien. Le diagnosticaron una
contusión. Probablemente le duela la cabeza por un tiempo. Tal vez un poco de
mareo. El doctor le dio una prescripción en el caso de que se ponga muy mal,
pero no creen que ella presente repercusiones graves. La van a mandar a casa en
unas horas.

Asiento y le doy un sorbo a mi café. Es oscuro, y amargo y todo lo que


merezco.

—Sabes que puedes ir a verla.

Sí, porque eso saldría muy bien.

Reprimo una risa exhausta.


—Ella dejó muy claro ayer que no quiere tener nada que ver conmigo.

—Entonces, ¿porque sigues aquí? —pregunta.

¿Por qué sigo aquí? Porque no tengo ningún otro lugar a dónde ir.
Ningún otro lugar en donde quiera estar. Porque amo a Jaden McEntyre más de
lo que me amo a mí mismo.

—Mira, he conocido a Jaden por un buen rato —dice Sarah—. Cuando


estaba pasando por… todo ese rollo con Daniel y mis padres, creí que mi vida
había terminado. Pero Jaden fue mi roca. Y ella es más que una de mis mejores
amigas, ella es como una hermana para mí. ¿Y para Daniel? Dios. Esa chica no
consigue hacer nada malo. —Ella deja salir un suspiro y toma un pequeño sorbo
de café—. Lo que estoy intentando decir es que ella es importante para todos
nosotros. Y sé que también es importante para ti. De otra manera no hubieras
hecho lo que hiciste, y no seguirías aquí en estos momentos.

Ese nudo familiar se forma en mi garganta de nuevo, aferrándose a eso.


Lucho por hacerlo desaparecer.

—La amo, y ni siquiera pude decírselo.

Ella sonríe tristemente.

—Ella vio algo en ti, Parker. Te escogió por una razón. Y ella va a regresar.
La conozco, y cuando pone su mente en algo, no para hasta que sea suyo. Sí, está
enojada. Estoy segura de que está confundida, y herida, pero este no es el
momento de desaparecer. Dale algo de espacio, pero cuando esto desaparezca,
ella irá a buscarte. Te lo garantizo. —Ella se levanta, ajusta su bolso sobre su
hombro—. No le hagas difícil encontrarte.
Traducido SOS por MaEx

Corregido por veroonoel

—G
racias por venir, Oficial Whalen —dice un
miembro del comité.

Me siento en una de las sillas de


cuero en la sala de conferencias en el
juzgado, frente a tres hombres y una mujer
con elegantes gafas y el ceño fruncido. Ella voltea a través de una pila de papeles,
se inclina hacia al hombre a su lado, y le susurra algo.

—No hay problema —contesto, enderezando mi corbata.

El jefe Anderson toma el asiento a mi lado. También lleva un traje oscuro,


y me doy cuenta de que nunca lo he visto sin su uniforme. Pero está aquí hoy.
Por mí.

Me dirige un gesto fácil, y me maravillo de lo familiar que todo se siente:


ser puesto ante un comité en el palacio de justicia de Hamilton, llevando un traje
demasiado rígido comprado directamente del estante, prometiendo a mi
abogado que no diré una palabra.

Sólo que esta vez no hay abogado, y cualquiera sea el veredicto


alcanzado hoy en esta sala, no empezaré a olvidar la razón por la que fui llamado.
Cuando todo haya terminado, puede ser borrado de mi registro, pero nunca de
mi memoria. Aprendí esa lección hace mucho tiempo.

—En la investigación en el asunto de la muerte de Vincent De Luca —


empieza la mujer, empujando sus papeles a un lado y mirándome—, nos gustaría
hacerte unas preguntas. Esperamos que respondas honestamente y lo mejor que
puedas.

Un abogado podría no haber sido tan mala idea.

—Ya hemos hablado con varios de los implicados y estudiamos la


evidencia relacionada con este caso, pero nos gustaría darle la oportunidad de
compartir su versión antes de que compongamos el informe final y hagamos
nuestras recomendaciones a la junta —continúa, forzando una sonrisa que no
acaba de llegar a sus ojos. Pura jefe del comité. Toda eficiencia y trabajo. Mira de
vuelta a sus papeles—. ¿Podría usted por favor, para que conste, decir su nombre?
Está siendo grabado.

Como si hubiera esperado menos de estas personas.

Aclaro mi garganta, limpio mis manos en mis pantalones, me muevo en


mi asiento, trato de ponerme cómodo.

—Mi nombre es Parker Whalen.

—¿Su nombre completo, por favor?

—Christopher Parker Whalen.

—¿Cuánto tiempo ha trabajado para el Departamento de Policía de


Hamilton? —pregunta.

—Cerca de dos años.

—¿Fue su primera misión encubierta?

El jefe Anderson se inclina hacia atrás en el asiento de al lado, cruzando


los brazos.

—No. Fue mi segunda.

Ella es la única en el comité tomando notas. Otra mujer se sienta en el


extremo de la mesa, escribiendo, transcribiendo nuestra conversación. Trato de
ignorar el chasquido clack clack de la máquina de escribir.

—¿Qué, exactamente, hace usted, agente? ¿Cuál es el propósito de estas


tareas?

—Voy de incógnito en las escuelas secundarias para investigar la


actividad de drogas.

—¿Se considera exitoso en esto? —Debo imaginar la sonrisa burlona


mientras dice la palabra.

—Supongo que depende de cómo defina usted “exitoso” —respondo.


Si llama “exitoso” a conseguir que los narcotraficantes estén fuera de las
calles, entonces sí. Lo soy. Si llama “exitoso” a herir a toda persona que alguna
vez te ha importado, entonces sí. Lo soy.

—¿Hizo un arresto durante su primera temporada como un agente


secreto? —pregunta.

—Sí. Fue un caso abierto y cerrado. No pasó mucho tiempo para abatir
al proveedor. Era un estudiante en la escuela.

—Gracias. —Pone el papel a un lado y mueve uno nuevo a la parte


superior—. Vamos a cambiar nuestra atención ahora al incidente que tuvo lugar
en el estacionamiento de la escuela secundaria Bedford implicando al fallecido,
Vicente De Luca de Trenton, acusados Anthony Perri, Blake Hanson, y Brandon
Garrels, y la víctima, Jaden McEntyre, todos de Bedford. —Se aclara la garganta
antes de continuar—. Díganos, oficial Whalen, ¿cuál era su relación con la señorita
McEntyre, la víctima en este incidente?

Mi columna se endurece ante el sonido de su nombre. Ya es bastante


malo que la vea cada vez que cierro mis ojos, la sangre corriendo por su rostro,
las lágrimas en sus ojos. Ya es bastante malo que sus gritos marquen mis sueños,
sacándome de un profundo sueño y en un sudor frío, gritando en mi almohada.
Ya es bastante malo que tenga que revivir esa tarde en mi cabeza una y otra vez,
¿pero hacerme hablar sobre ello? ¿Escuchar estas cosas? ¿Escuchar su nombre?
¿Confirmar todo lo que compartimos en voz alta?

Es una tortura.

—Era mi compañera para un proyecto en nuestra clase de inglés.

—Pero no sólo una compañera.

—¿Es una pregunta? —pregunto.

—¿Su relación con la señorita McEntyre se extendía fuera de este


proyecto Inglés, oficial? —pregunta.

—Usted ya sabe la respuesta, ¿por qué lo pregunta?

—Nos gustaría escucharlo de usted. Para el registro.

La habitación está tranquila, silenciosa, excepto por la unidad de aire


acondicionado en la ventana, todos los ojos en mí.
—Sí. Tuvimos una relación fuera de la escuela. Nos reunimos algunas
veces para trabajar en el proyecto. Me enamoré de ella, ella se enamoró de mí.
Nos saltamos la escuela juntos el día después de que se enteró de que no entró
en Harvard. Estaba molesta, y yo no estaba pensando. Fue un error. Sabía que
estaba mal, que no podía volver a suceder. Terminé todo al día siguiente.

Los oscuros ojos de la mujer se mantienen fijos en mí, un latido adicional


pasa antes de que ella se ajuste las gafas y continúe.

—En el día del incidente, un estudiante con el nombre de Blake Hanson


fue arrestado bajo la sospecha de que él, también, estaba conectado con el Sr.
De Luca. ¿Cuál era su relación con la señorita McEntyre?

—Era su novio. Habían estado saliendo por… cerca de un año, supongo.


No conozco los detalles. Lo vi en una de las fiestas de Vince. Antes de esa noche,
no tenía ni idea de que estaba conectado a Vince.

—¿Qué hay sobre Anthony Perri? ¿Cuál era su relación con el difunto?

—Tony y Vince se conocían bastante bien. Vince era el distribuidor de


Tony —explico—. Al principio pensé que Tony podría haber estado
suministrando al resto del equipo de baloncesto, pero en mis búsquedas de
casilleros no encontré nada. Además, Brandon me preguntó si podía poner una
buena palabra para él.

—¿Qué significa?

—Quería que yo le dejara saber a Vince que era genial; que también
entrara. Esto me llevó a creer que Tony era sólo un cliente.

—¿Fue la idea de que el Sr. Garrels necesitaba una conexión con el


difunto a fin de obtener narcóticos ilegales perpetuada por el Sr. De Luca?

—No lo sé —reconozco—. Vince parecía selectivo. No suministraba a


cualquiera.

—Gracias. ¿Puede describir su relación con Blake Hanson?

El aire acondicionado se apaga. La habitación se pone más caliente al


instante. El jefe Anderson se levanta, va hacia una mesa en la esquina de la
habitación y llena un vaso de plástico con agua de una jarra.

—No tengo una relación con Blake Hanson. Ya le dije, estaba mirando a
Vince. No tenía idea de que Tony era el enlace a Bedford, o que Blake estuviera
involucrado de ninguna manera.
—Entonces, ¿puede describir sus encuentros con Blake Hanson? —
pregunta.

El jefe regresa y pone el vaso de agua sobre la mesa, deslizándolo más


cerca. El agua no era para él. Era para mí.

—Hubieron tres incidentes separados. Entró en una sesión de estudio


cuando Jaden y yo estábamos pasando en la biblioteca una tarde. Nos
encontramos en una de las fiestas de Vince. Y luego, al día siguiente de que Jaden
y yo faltamos, tuvimos un altercado en el estacionamiento.

—Describa lo que quiere decir con “altercado”.

—Me arrinconó contra el coche de Jaden. Estaba enojado porque sabía


que Jade y yo habíamos estado juntos el día anterior. Nos metimos en una pelea.

—¿Quién empezó la pelea?

—No importa realmente. Yo diría que él. Él diría que yo. Ambos
oscilábamos.

Papeles son mezclados. La máquina de escribir repiquetea clack clack


clack. Miro a escondidas la hora en mi celular.

—Oficial Whalen, en el día de los hechos, ¿tenía idea de que había


estudiantes en el estacionamiento? —pregunta la mujer.

—No. De hecho, es por eso que elegí el momento en que lo hice. Sabía
que los estudiantes se habrían ido. Sabía que no sería sospechoso si le
preguntaba a Vince que se reuniera conmigo allí. Lo consulté con el director,
quien accedió a que todo el mundo dejara la escuela y todas las puertas del
edificio bloqueadas.

—¿Qué hizo cuando se dio cuenta de que Jaden McEntyre todavía estaba
en la escuela, sentada en su auto?

Mis pensamientos se mueven a trancas y barrancas, los recuerdos


empujando su camino a la superficie.

Ese solitario Civic blanco.

Es Jaden.

Limpio las palmas a través de mis pantalones de color caqui.

Vince grita en mi oído:


—¡Abre la puerta!

—Inmediatamente lo cancelé —digo, alcanzando el agua—. Decidí que


no iba a llevar a cabo el arresto. Traté de sacarla del estacionamiento.

—Entonces, ¿qué pasó?

Levanto el vaso de la mesa. El agua chapotea contra los lados. Mi mano,


no permanecerá estable. Inmediatamente lo pongo de vuelta en la mesa, aclaro
mi garganta.

—Um, Blake, Tony, y Brandon llegaron. Basado en lo que estaba entrando


por mi auricular, había cierta preocupación de que habían visto a los autos
patrulla en el camino. Mi mejor conjetura es que advirtieron a Vince.

—¿Fue una coincidencia, oficial Whalen, que el novio de la chica por la


que admitió haber tenido sentimientos apareciera el día en que usted planeaba
arrestar al hombre que le estaba vendiendo marihuana?

Cristales se rompen, estallando en mis oídos.

—Te reto a intentarlo.

Una espina de dolor corta desde un lado de mi pecho al otro.

—Si está dando a entender que organicé toda esta cosa, está equivocada.
Odio a Blake Hanson, sí. Era un novio de mierda para Jaden. Pero no tenía ningún
otro tipo de contacto con él. El hecho de que se presentara ese día fue un mal
momento. Era algo que él y Tony y Vince arreglaron, no yo. —La habitación gira,
casi desapareciendo. Mi voz se eleva con cada respiración superficial—. Y, si está
tomando en cuenta testimonio anterior en esta investigación, ¡entonces es obvio
que Jaden McEntyre es la última persona que hubiera querido en el
estacionamiento esa tarde! ¡Mi mundo entero se detuvo al segundo que vi a Vince
de pie en su auto!

El jefe Anderson se acerca más y susurra:

—Relájate, Whalen.

El jefe del comité ajusta sus gafas, continuando, imperturbable.

—Cuando disparó a Vince De Luca…

Cuando disparé a… ¿Cuándo le disparé?


La silla raspa el suelo mientras me levanto, el ruido rebota en las paredes
de bloques de cemento.

—Mire. No quería matar al chico. Sabía cuándo me hice policía que iba a
tener que tomar decisiones difíciles. Lo vi romper la ventana. Lo vi arrastrar a
Jaden fuera del coche. Lo observé golpear su cabeza contra el marco. Lo vi
ponerle una pistola en la cabeza y amenazar con matarla. Vi un momento, y lo
tomé. No siempre se nos proporciona una segunda oportunidad en esta línea de
trabajo. Me disparó. Le disparé. Y si hice algo mal por hacer lo que hice, lo siento.
Sólo estaba pensando en ella. —Golpeo mi silla debajo de la mesa.

—Oficial. Si puede permanecer sentado, tenemos unas cuantas más…

—No —interrumpo—. Ya he terminado aquí. Si después de todas las


personas con las que ha hablado, aún no puede ver que yo hice lo correcto,
entonces no hay nada que pueda decir para convencerla de lo contrario.

Me escapo de esa sala de conferencias, corro a través del vestíbulo, por


la puerta, y a la luz del sol. Aspiro tanto aire fresco como me es posible, aflojando
mi corbata, desabrochando el botón superior de la camisa de vestir.

—¿Whalen? —llama la voz familiar. Me soy la vuelta para enfrentar al jefe


Anderson, y espero a que me alcance—. No soy un gran fan de todo esto escape
que está haciendo últimamente —dice.

—¡Vamos! Es obvio que están sesgados. ¡Están tratando de engañarme


para que diga algo que puedan usar en mi contra!

Frunce el ceño.

—Nadie está tratando de engañarlo, oficial. Sólo queremos llegar al


fondo de esto.

—¡Era como la Gran jodida Inquisición allí!

—Sólo están haciendo su trabajo —me recuerda—. He leído las notas de


ese día, Chris. He escuchado las cintas. Hizo para lo que fue entrenado hacer, lo
que cualquiera de nosotros hubiera hecho. Su testimonio se alinea con todo lo
que el detective y los demás miembros de la operación presenciaron aquella
tarde. Se alinea con las confesiones de Tony y de Blake. Se alinea con la
declaración de Jaden.

—¿Entonces por qué está todo el mundo tratando de hacerme sentir


como una mierda?
—Nadie puede hacerle sentir algo que no quiera sentir, oficial. Y, después
de revisar la evidencia, nadie en su sano juicio podría recomendar nada excepto
ponerlo de vuelta en su trabajo. Tiene dos semanas más de permiso, entonces lo
quiero de vuelta en nuestro distrito listo para trabajar.

Gira sobre sus talones, alejándose.

Mastico el interior de mi mejilla, observándolo, curioso, desesperado por


saber:

—¿Por qué estaba ella allí? —grito detrás de él.

Se detiene en medio, girándose para enfrentarme, juntando las cejas.

—¿Perdón?

—Jaden. ¿Por qué estaba todavía en la escuela ese día?

—De acuerdo con su declaración —dice, metiendo las manos en sus


bolsillos—, estaba hablando con el consejero. Planificando la universidad. Era una
reunión no programada.

Una coincidencia.

Por supuesto que lo era.

—Dos semanas —me recuerda.


Traducido por Lizzie Wasserstein

Corregido por veroonoel

—¡B
uon giorno! ¡Bienvenidoooo a Guidos!

El gerente me saluda mientras entro en


el restaurante.

—Voy a encontrarme con alguien


—explico, buscando en el comedor. Lo encuentro en el otro extremo, sentado en
una cabina, esperando. Contengo una respiración, asiento con la cabeza hacia el
chico.

—¡Ve por tu cuenta!

Cruzo la habitación, caminando alrededor de las mesas. El lugar está


medio vacío. Al parecer, las noches entre semana en Bedford no son geniales
para los negocios.

Alcanzo la mesa, deslizándome en el asiento frente a Daniel McEntyre. La


camarera me sigue con un menú de papel, toma mi orden de bebidas. Cuando
se va, me quedo a solas con Daniel, quien ha analizado cada uno de mis
movimientos desde que entré en este edificio. Soy yo quien se aclara la garganta,
quien finalmente habla:

—Tú me llamaste —le recuerdo—. Querías hablar. Estoy aquí. Así que
habla. —Me recuesto en mi asiento, tratando de parecer cómodo, confiado,
incluso mientras mi rodilla se niega a dejar de temblar y el sudor se junta entre
mis omóplatos.

—Sé que no nos hemos conocido oficialmente —dice, rascándose la ceja.

—Sé quién eres. Sabes quién soy. —Me quito mi chaqueta de cuero,
poniéndola en el asiento a mi lado—. Me pediste que viniera por una razón.

—Lo hice. Se trata de Jaden.


Esperaba que esto fuera sobre Jaden… desde el momento en que el
nombre de Daniel McEntyre apareció en mi celular, después de tratar de ponerse
en contacto conmigo a través de la estación, después de finalmente conseguirlo
por Rusch, después de rogarle por mi número. Me preparé para esto. Pero ahora,
al oír su nombre, que alguien me dé permiso para pensar en ella, hablar de ella,
preguntarle cómo le va… trago el nudo ceñido en la parte posterior de mi
garganta, pliego los bordes de mi menú, doblando las esquinas en forma de
triángulos.

—¿Está bien? —Aunque he reunido el valor suficiente para hacer la


pregunta, mi voz se quiebra, y sé que mi tapadera está fundida.

—No. No lo creo.

No me esperaba esto, esta honestidad transparente. No. Su hermana no


está bien. Jaden… no está bien. Además, no anticipé que mi cuerpo se quedaría
laxo con las noticias.

—¿Q-qué pasa? —tartamudeo—. Quiero decir, pensé que los médicos…

—No. No es eso. Está bien —aclara—. No creo que esté durmiendo tan
bien, sin embargo. Y ha tenido algunos dolores de cabeza bastante fuertes. Los
médicos dicen que es por la conmoción cerebral. Le pusieron medicamento para
la migraña, pero la dejan inconsciente. Trata de seguir como antes, pero podemos
decir que no es suficiente. Es tan jodidamente terca.

Fuerzo una risa.

—Esa es Jaden para ti.

La camarera vuelve con mi bebida, lista para tomar nuestro pedido.

—¿Te gusta el peperoni? —pregunta Daniel.

Mis hombros se levantan.

—Lo que sea.

Mientras ordena una mediana de peperoni con corteza gruesa, me


pregunto qué tipo de pizza prefiere Jaden. Si es una chica de salsa extra o ninguna
en absoluto, si le gustan esos palitos de pan con queso. Son las pequeñas cosas.
Las pequeñas cosas que nunca tuve la oportunidad de descubrir. Las capas que
nunca tuve la oportunidad de despegar porque, incluso desde el primer día,
nunca tuvimos una oportunidad.
—La cosa es —sigue Daniel tan pronto como la camarera se va—, que es
diferente ahora.

Por supuesto que es diferente. El tipo vendiéndole marihuana a su novio


la sostuvo con una pistola en ella. Estrelló su cabeza contra un auto. No olvidas
algo así. No puedes simplemente "seguir adelante". No hay tal cosa, incluso.

—Uno de los beneficios de un fuerte traumatismo —le contesto.

—No, no es sólo eso. —Suspira—. Tienes que entender de dónde


veníamos. No era exactamente el tipo que querías que tu hija llevara a casa,
¿sabes lo que estoy diciendo?

Asiento con la cabeza. Entiendo exactamente lo que está diciendo.

—Cuando llegaste a la ciudad, sonabas muy parecido a mí cuando tenía


tu edad. —Se detiene, pensando—. Espera. ¿Cuántos años tienes, de todas
formas?

—Veintiuno —le contesto.

—Jesús —murmura, frotándose los ojos—. Veintiuno. Bien, así que pensé
que tú de dieciocho eras como yo a los dieciocho. Y, por eso, creo que te debo
una disculpa.

Niego con la cabeza.

—No, no lo haces. El yo de dieciocho años era justo como tú a los


dieciocho, sólo que yo tuve una tarjeta de “Sal Gratis de la Cárcel” en la forma del
padre de mi novia, que era un abogado.

—Así que ya sabes de mi pasado —confirma—. ¿Te lo contó Jaden?

—No. No lo habría sabido, excepto que estás ligado a Vince De Luca en


nuestras bases de datos.

Se ríe, pero no hay humor en ello.

—Mierda. Ese error va a perseguirme para siempre. —Se masajea la parte


posterior de su cuello, frunciendo el ceño—. Conocía a Vince —admite—.
Jugábamos juntos a la pelota en secundaria, salíamos los fines de semana.

—Así que lo que estás diciendo es que los atletas de la secundaria


Bedford tienen un largo historial de usuarios.

—No tienes ni puta idea.


De alguna manera, esto no me sorprende.

—Sí, bueno. Al menos te alejaste de ello.

Otro suspiro.

—Mira, sé que lo que pasó ese día fue un accidente. Y no transmití


exactamente esto la última vez que estuvimos juntos, pero mi familia y yo
estamos agradecidos de que Jaden esté bien, y sé que tenemos que darte las
gracias por ello.

Ese nudo se atasca en mi garganta, cerrándola. Trato de forzar a que se


desate.

—Sólo hacía mi trabajo.

—No, no lo hacías. Estabas protegiendo a alguien que te importa. Vince


salió afortunado, en lo que a mí respecta. Porque si no te encargabas de él, lo
habría hecho yo, y los cargos de posesión no habrían sido nada. De todos modos.
Deberíamos haber dicho algo antes, pero gracias. Por todo.

—No todo —aclaro.

—Si estamos hablando acerca de llevar a mi hermana menor a Hamilton


para ver algunos pandas cuando debería haber estado en la escuela, entonces sí.
Todavía estoy enojado como el infierno por eso. Phillip, por otra parte, él cree
que eras bueno para ella. Y con todo lo que ha pasado… estoy empezando a
pensar que tal vez tiene razón. —Vacila, pasándose la mano por la boca. Observo
la lucha en sus ojos, el fruncimiento de los labios, la emoción, la realidad de todo
lo que pasó, poniéndose al día con él—. Es sólo que… no todos los días llega
alguien dispuesto a tomar una bala por tu hermana pequeña.

Me trago la risa, tratando de aligerar el ambiente.

—Nah, estoy seguro que Hanson lo habría hecho.

Daniel pone los ojos en blanco, alcanzando su bebida.

—Odiaba a ese chico.

—Jaden pensaba que era perfecto.

—Creo que Jaden comenzó a ver un nuevo tipo de perfección cuando te


conoció.
Se me queda mirando directamente mientras dice eso; sus ojos, tan
serios, me recuerdan mucho a Jaden que es difícil enfocarme.

—Confía en mí. Soy lo último que necesita —murmuro.

—Sarah y Josh, eso es todo lo que necesito, hombre. Becky es la única


cosa que necesita Phillip. Mamá y papá… Jaden todavía está enamorada de ti. Ya
sea que quiera admitirlo o no, ella te ama, y eso te hace exactamente lo que
necesita. Si no sientes lo mismo por ella, bien. Podemos terminar esta
conversación ahora, pretender que nunca sucedió. Pero si la amas…

Toma una respiración profunda, los hombros elevándose, exhala días,


semanas, meses, años de ser el hermano encargado de la responsabilidad de
cuidar a una hermana pequeña que lo es todo para él. Entonces, como el hermano
mayor protector que es, emite una única y solitaria amenaza:

—No arruines esto. Lo digo en serio.


Traducido por Jadasa Youngblood

Corregido por veroonoel

L
evanto el limpiaparabrisas de Jaden y colocó una rosa roja debajo
de él, lo que se ha convertido en mi tarjeta personal. Un gesto cliché
de tanto amor y de por favor, perdóname. El pequeño Civic blanco
recientemente lavado y pormenorizado, la ventanilla del lado del conductor
reemplazada. Estoy contento de que su auto no es su casa, que alguien se
encargó de las reparaciones rápidamente, probablemente Daniel.

Y en caso de que no pueda ganar su corazón con flores, doy la vuelta por
el edificio, dirigiéndome hacia el frente de la escuela. La secretaria en las oficinas
principales me mira con curiosidad cuando le digo que necesito hablar con el
director Howell. Sé lo que está pensando: ¿Parker Whalen? ¿Policía encubierto?

La puerta de su oficina ya está abierta. Se pone de pie, saludándome al


entrar:

―Buenas tardes, oficial, ¿Qué puedo hacer por usted?

Cierro la puerta detrás de mí, sacudo su mano.

―Primero, me gustaría disculparme por el equipo de baloncesto.

Regresa a su silla, se quita sus gafas, limpia sus ojos, exhala un suspiro
preocupado.

―Sí, eso fue decepcionante, pero la junta escolar aprecia el trabajo que
hizo aquí. ―Recolocándose sus gafas, se sienta más alto―. Incluso si las cosas
no salieron exactamente como se planeó, creo que enseñó a todos una valiosa
lección.

Una valiosa lección. Me cuesta imaginar lo que Jaden soportó cuando


regresó a este lugar. El chisme. La especulación. Conversaciones interrumpidas
cada vez que entraba en una habitación. Y me doy cuenta, y no por primera vez,
de que va a tomar un infierno de mucho más que flores para recuperar su
confianza.
Una valiosa lección.

―Sí. La razón por la que me detuve es porque esperaba a hablar con la


Sra. Tugwell. No tomará mucho tiempo.

―¿Su proyecto final?

Asiento, mostrando la carpeta roja que contiene mis ensayos.

―Sí, señor.

Desliza abriendo el cajón de su escritorio y quita la identificación de


visitante.

―Estoy seguro de que está en su clase, por lo que sería mejor hablar con
ella entre los períodos. De todos modos, la campana está a punto de sonar.

Coloco la identificación en mi chaqueta.

―Gracias. No tardaré mucho.

Los pasillos están desiertos, las clases en sesión. Ya se siente que fue hace
como un millón de años que me infiltraba a través de estos casilleros en busca
de una ventaja que nunca encontraría, que me senté en estas sillas, que era más
que un visitante con una identificación. Y con Jaden al otro lado de una de esas
puertas, estos pasillos lo son todo para mí.

Espero afuera de la sala de la Sra. Tugwell, incluso después de que suena


la campana, observando la línea de estudiantes saliendo. Varios hacen contacto
visual, reconociéndome. Tan pronto como está vacío, me deslizo dentro.

―¿Sra. Tugwell?

―Sr. Whalen. Esta es sin duda una sorpresa. ―Termina de borrar los
apuntes en la pizarra blanca.

―Estoy lleno de esas.

―Por lo que parece. ¿A qué debo esta inesperada visita? —Me sonríe
amigablemente, empuja sus gafas más arriba en su nariz, un gesto que nunca
imaginé que extrañaría. Esta habitación, esta profesora, estos carteles ridículos
sobre la pared, son más reconfortantes de lo que quisiera admitir. Sigo a la Sra.
Tugwell mientras se mueve hacia su escritorio.

―Quería dejar mi proyecto de inglés. Ya que era una asignación de


grupos, no quería que mi… que sufran las notas de Jaden.
El no quiero que Jaden sufra en lo más mínimo cuelga entre nosotros sin
ser dicho.

Después de todo, no sé cuánto sabe ella. Si escuchó por casualidad


algunas conversaciones. Si el chisme alguna vez llego a la sala de profesores. No
sé si sabe que este proyecto, su proyecto, lo inició todo.

―Es de color rojo. ―Su sonrisa se ensancha, a sabiendas.

―Parecía apropiado.

―La señorita Wharton lo aprobaría, creo. ―Toma la carpeta, abriéndola,


voltea a través de las páginas―. Ethan Frome ―murmura―. ¿Puedo preguntar
cómo Jaden y usted decidieron sobre esta novela en particular?

―¿Era corta? ―respondo.

Se ríe de nuevo.

―Perdóneme, pero ninguno de los dos parece del tipo que se priva de
la literatura de calidad por lo “largo”.

―Supongo que no. ―Exhalo un suspiro―. Tuvimos algunos problemas


para ponernos de acuerdo sobre un libro en un primer momento, por lo que
decidimos escoger uno al azar. Cerré mis ojos y señalé y…

―¿Y Ethan Frome fue el ganador? ―termina.

Levanto mi hombro, medio encogiéndome de hombros.

―Fue un accidente.

―No hay accidentes, Sr. Whalen ―dice, reajustando sus gafas―. Aprecio
que traiga esto. A la luz de los hechos ocurridos, no tendré en cuenta su falta de
presentación contra Jaden. De hecho, estaba decidiendo no exigir el informe oral
debido a los dolores de cabeza que estaba teniendo. Ni lo consideró, por
supuesto, y procedió a darme todo su discurso directamente en mi escritorio
entre períodos.

―Por supuesto ―repito―. Eso suena… justo como ella. ―Me río, pero
es más de tristeza que de felicidad, y mis mejillas arden al darme cuenta. Paso
mis dedos a través de mi cabello. Aclaro mi garganta.

La Sra. Tugwell sacude su cabeza.


―Jaden no es Zeena Frome. No es Mattie Silver. Nunca será víctima de
sus circunstancias.

No. Es más fuerte que eso, lo suficientemente fuerte como para decirme
que me largará. Que me alejara.

Una sobreviviente.

―Gracias por esto ―dice finalmente, rompiendo el silencio―. Le haré


saber a Jaden que su compañero mantuvo su parte del trato.

***

Mi apartamento está demasiado vacío, demasiado tranquilo, así que voy


a casa temprano en la tarde del viernes. Justo antes del final del día de trabajo,
recibo la llamada de teléfono que he estado esperando. Jefe Anderson.

El comité hizo su recomendación: estoy oficialmente libre para regresar


al trabajo.

Mamá está emocionada al escuchar la noticia. Papá puede pensar lo que


quiera, porque la verdad es que me siento aliviado.

Hice lo correcto, lo que tenía que hacer.

Y no podría ser un policía de calle para siempre, pero esto es lo que soy
ahora, y estaré maldito si no voy a dar todo lo que tengo.

Mamá está en el cuarto de lavado, doblando un par de mis pantalones


vaqueros, cuando más tarde esa noche me acerco a ella.

―No tienes que hacer mi colada. Eso no es para lo que lo traje a casa.

―Lo sé. Sin embargo, es agradable ser capaz de hacer algo por ti. No me
has necesitado por mucho tiempo. Estás tan… concentrado. A veces casi no te
reconozco. ―Saca una camiseta de la secadora.

Desconcentrado e indisciplinado.

―Eres mi mamá. Siempre te necesitaré ―le recuerdo.

―La culpa es tuya por hacerme sentir tan vieja, pero estoy muy orgullosa
del hombre en el que te estás convirtiendo, Chris. Y a pesar de que tu padre
puede ser un culo terco, sé que siente lo mismo.

―Lenguaje, mamá ―bromeo.


―Es verdad. Ambos lo sabemos. Pero en el fondo sé que también está
orgulloso de ti.

En el fondo no estoy seguro de creerle, pero sonrío y de todos modos,


asiento, porque a veces eso es lo mejor que puedes hacer por alguien más.

―Entonces, quería devolverte esto ―digo, metiendo la mano en mi


bolsillo, sacando la caja gris del anillo que me entregó hace meses. Sus hombros
caen un poco cuando lo ve.

―Oh, Chris. Lo siento mucho. Realmente pensé que Callie era la indicada.

No estoy seguro de cómo responder a esto, qué decir. Quizás, sí, podría
haber sido la indicada. Probablemente no. Tal vez podríamos haberlo hecho
funcionar. No lo sé.

―¿Has escuchado algo de ella? ―pregunto.

―No, pero no es de quién quiero escuchar ―admito.

Fuerza una sonrisa.

―Así que esta chica de Bedford... ¿Alguna oportunidad de que llegaré a


conocerla algún día?

―Me gustaría decir que sí… Por ahora, quiero que guardes este anillo por
mí.

―Está bien ―responde, metiendo la caja en el bolsillo de su suéter―.


¿Alguna vez vas a volver por él?

―Absolutamente sí. Sólo necesito asegurarme de que es el dedo de la


chica adecuada.

Esa noche me acuesto en mi vieja cama, incapaz de dormir. Me quedo


mirando el techo, el techo de mi infancia, el mismo techo que me quedaba
mirando mil noches de insomnio como ésta.

Sólo que esta vez, es diferente.

Porque cada vez que cierro mis ojos la veo. La veo metiendo su cabello
detrás de sus orejas. La veo sonriéndome desde debajo de esas largas pestañas.
Veo su cabello, brillando en la luz del sol. Las lágrimas llenando sus ojos. Siento
su cuerpo, temblando mientras solloza, brazos envueltos alrededor de mi cuello.
Siento su aliento cálido en mi mejilla. Sus labios presionados contra los míos.
Siento su cuerpo debajo del mío en ese piso del ático.

Lo siento siempre, mirando ese techo, pensando en ella.

Y, en ese momento, sé lo que tengo que hacer.

El sol apenas está sobre el horizonte cuando agarro mi celular de la mesa


de luz, me desplazo por la lista de llamadas recientes y marco ese número.

Correo de voz. Pero eso está bien.

―¿Daniel? Soy Parker. Llámame cuando escuches esto. Sé qué hacer por
Jaden.
Traducido por Lorenaa

Corregido por veroonoel

L
a llave está debajo de la planta al lado de la puerta, justo donde él
dijo que estaría. La meto en la cerradura, atascándose a medio
camino, negándose a entrar más. La muevo, la saco y lo intento otra
vez. Tardo varios segundos retorciéndola y girándola para que entre del todo,
pero, cuando lo hace, la puerta se desbloquea, se abre fácilmente.

La voz de Jaden suena en mi oído.

Algo más que necesita ser arreglado.

Entro a la casa.

—¿Hola? —digo, con cautela.

Mi voz hace eco, pero nadie responde. Cierro la puerta detrás de mí,
cerrando la cerradura. La habitación de enfrente, cerrada la última vez que estuve
aquí, está abierta. Y hecha un desastre. Ropa, secadores de pelo, tenacillas,
maquillaje. Es como una zona de guerra.

—Mierda —murmuro.

En vez de madera vieja y pintura, huelo flores. Perfume. Spray para el


cabello. Sé que Jaden estuvo aquí preparándose para la boda de Daniel y Sarah
con el resto, pero no puedo encontrar nada suyo en todo esto.

Me dirijo arriba con mi bolsa, subiendo de dos en dos. Giro la esquina, y


abro la puerta de su habitación…

Lo que veo me manda sacudidas de familiaridad a través de mis venas.


Esto. Esto es ella. El edredón azul, las ventosas cortinas, la puerta de su armario…
el pasadizo secreto que lleva al ático.

El ático.

Y ahí, sobre su cómoda…


El piso de madera cruje bajo mis botas mientras me acerco. Toco los
suaves pétalos, los tulipanes rosas y morados que dejé en el parabrisas de su auto
antes de entrar al gimnasio, antes de pararme contra la pared, esperando a que
el director Howell dijera su nombre en la graduación.

Se las quedó.

Las puso en un jarrón y las dejó sobre su cómoda.

También se quedó con la tarjeta, la brumosa calle de Hamilton. Está


pegada entre el marco y el espejo.

Todo dentro de mí se anima por esto. Que se quedara esas cosas, estas
cosas que eran nuestras, que fueran lo suficientemente importantes para
guardarlas. Me da un renovado sentimiento de esperanza. Tal vez me pueda
perdonar.

Enciendo la luz del baño y ahí está.

Goteo. Goteo. Goteo.

Las bodas llevan tiempo. Las recepciones llevan tiempo. Pero no sé con
seguridad el tiempo que dispongo, y nunca he reemplazado un grifo antes. Abro
mi mochila y saco la caja que contiene el nuevo accesorio de satén cepillado.
Saco las llaves, las toallas, la masilla de tuberías y la cinta de teflón, alineándolas
sobre el suelo.

Abro la puerta del armario debajo del lavabo y cierro la llave de paso del
agua. Compruebo el grifo para asegurarme de que no hay agua, luego utilizo la
llave para desenroscar las válvulas y las líneas de suministro.

Compruebo la hora en mi teléfono.

Hasta ahora, bien.

Abro la caja, saco las instrucciones que religiosamente me estudié


anoche, y me pongo a trabajar: calafateo donde irá el grifo, instalando la barra
de drenaje, y conectando de nuevo las válvulas y las líneas de suministro. El goteo
de la fuente no era el único problema, Jaden no tenía agua fría en su lavabo.
Daniel dijo que las viejas tuberías probablemente se estaban cruzando. Unas
nuevas probablemente lo deberían solucionar.

Cuando todo está montado y apretado de nuevo, abro la llave del agua
otra vez. Me limpio las manos sucias en mi pantalón, me limpio la frente con la
manga de mi camiseta, digo una corta oración, y giro la perilla.
El agua cae del grifo.

Funciona.

Giro el agua caliente, y espero a que se caliente. Se calienta.

Giro el agua fría y espero a que se enfríe. Se enfría.

Y permanece fría.

Exhalo aliviado, me trago una risa.

Funciona.

Compruebo el tiempo, recojo mis herramientas, y las meto en la mochila.


Limpio el fregadero y el suelo con una toalla. En el último momento, tomo la llave
de Jaden, también, la que utilicé para apretar el grifo viejo.

Como recuerdo.

Examino el baño.

Perfecto.

Afuera el sol se está poniendo, lanzando reflejos naranjas y rojos a través


de la habitación de Jaden, pareciendo fuego en las paredes. La cama está hecha.
La alfombra aspirada. Podría pasar el dedo sobre la cómoda y no encontraría una
mota de polvo.

Me río.

—Maniática del orden —murmuro—. No hay manera de que no hagas


listas.

Cierro la puerta de su habitación, cierro la casa, devuelvo la llave al


macetero.

Es casi de noche para el momento en que llego a mi apartamento. Tiro


mi mochila en el suelo, dejo el casco sobre el sofá, y me dirijo a la nevera para
tomar algo de comer.

Comida precocinada.

Eso es todo.

Las compras no han sido una prioridad últimamente. Mi alquiler se acaba


a final de mes de todos modos, y estaré de vuelta a Hamilton a tiempo completo.
Meto dos bolsas en el microondas y voy al baño para darme una ducha
rápida.

La cena está casi lista cuando salgo. Me pongo unos bóxers nuevos y un
par de vaqueros, tomo un plato y una bebida. Me acabo de sentar en el sofá
cuando suena mi teléfono. Tomo mi chaqueta y hurgo en los bolsillos.

Daniel McEntyre.

Mi estómago gira, dando vueltas.

—¿Daniel?

—¿Parker?

—Sí —contesto—. ¿Qué sucede?

—Jaden, sucede.

—¿Le gustó el grifo?

—Le encantó. Pero eso no es por lo que estoy llamando. Llamo para
decirte que simplemente saltó a su auto y se fue. Tenemos una gran corazonada
de que se fue a buscarte.

—¿A buscarme? ¿Te dijo a dónde se fue? Espera. ¿No tendrías que estar
ya fuera de la ciudad?

—Nos vamos en unos minutos. Y no, no me dijo. Asumí que sabía a


dónde iba.

—Mierda —murmuro.

—¿Ese “mierda” significa que tengo que cancelar mi luna de miel? —


pregunta.

—No. Está bien. La encontraré —prometo.

Da un suspiro.

—Mándame un mensaje cuando lo hagas. No me importa lo tarde que


sea.

***

La calle de enfrente a la casa de Jaden está vacía cuando llego. No estaba


en la escuela. No estaba en Guido’s ni en el centro. No estaba en el parque. No
sé dónde más podría estar. Es imposible para ella encontrarme. Legalmente, soy
Chris Whalen de Hamilton, pero, como policía, cada pequeña pieza de
información no está publicada. Nunca me encontraría.

Mientras miro hacia la ventana del segundo piso, con sus cortinas azules
y persianas pintadas, me golpea una idea.

Con el tiempo tiene que volver a casa.

Si me está buscando porque piensa que tenemos una oportunidad, y


espero por Dios que piense que aún tenemos una oportunidad… Eso es todo. No
puedo joderla.

Vuelvo a Guido’s, la farmacia al otro lado de la calle. Recorro los pasillos,


tomo un paquete de Sharpies y una libreta delgada de la estantería. Fuera,
inclinado sobre mi moto, escribo. Escribo debajo de la luz fluorescente del letrero,
todo lo que debería haber dicho y más.

Aún no está en casa cuando vuelvo.

Cruzo la calle, con mi libreta en la mano. Trepo por la valla que delimita
la propiedad, moviéndome entre las sombras. Meto el rotulador en mi bolsillo
trasero, muerdo el borde de la libreta, y trepo. Trepo aquel roble por encima de
la casa, rama por rama, agarrándome hasta que llego a la segunda planta.

Rodeo la casa despacio, me siento fuera de su ventana, y espero.

Medio espero que Daniel me llame, preguntando por ella, pero mi


teléfono permanece en silencio.

Los segundos pasan. Los segundos se convierten en minutos, y esos


minutos en más minutos. Descanso contra la casa, con los tobillos cruzados,
observo la calle. Está tranquila aún y pronto estoy bostezando.

Veo su auto en la curva antes de medianoche. Todo mi mundo se eleva


al verla, cuando se desliza por el césped con una sudadera dos tallas más grandes
y una falda brillante. Estoy completamente despierto ahora, mi corazón golpea
con ritmo a su paso, sus chanclas golpean contra la acera mientras se dirige hacia
la puerta principal. Y eso es todo lo que puedo hacer para no saltar del techo,
encontrarme con ella en el patio, abrazarla. Es lo más cerca que he estado de ella
en semanas y aún no es suficiente.

Le mando un mensaje a Daniel.

Está en casa.
En el momento en que se lo mando, una luz brilla entre las ranuras de las
persianas de su habitación.

Aguanto la respiración, reuniendo fuerzas, por favor deja que esto


funcione, luego golpeo en la ventana.

La luz se apaga.

Golpeo de nuevo. Suavemente. Y, en un momento, las persianas se


levantan. Y ahí está ella. Sus ojos se estrechan muy ligeramente, como si fuera
incapaz de procesar lo que está viendo: a mí, agazapado sobre su tejado,
esperándola. Toca el cristal que nos separa. Mi corazón se constriñe.

—Hola —susurro.

Vocaliza la palabra:

—Hola.

Levanto mi dedo índice, indicándole que espere. Tomo mi libreta y la


abro en la primera página.

Sé que esto es inesperado… y extraño…. Pero por favor escúchame léeme.

Giro la página. Y la siguiente.

Sé que te dije que nunca mentía… pero esa fue (obviamente) la mentira
más grande. La verdad es: soy un mentiroso. Mentí. Me mentí a mí mismo y… a ti.
Pero sólo porque tenía que hacerlo. No se suponía que me enamoraría de ti,
Jaden… pero sucedió de todos modos.

Y se pone peor. No sólo soy un mentiroso… soy egoísta. Lo


suficientemente egoísta para quererlo todo. Y sé que si no te tengo… no tengo
nada. No soy Ethan… y no me voy a rendir… hasta que pueda probarte… que eres
lo único que me importa. Así que continúa mandándome lejos… pero seguiré
volviendo. Una… y otra… y otra vez.

Y si nunca puedes encontrar en tu corazón el perdón…

Haré todo lo posible para conseguirlo.

La observo detenidamente mientras lee esta confesión. Esta disculpa por


cada mentira que le he dicho. La promesa de que haré todo lo que me sea posible
para hacer las cosas bien. Y, con esta promesa, aparto la libreta a un lado y dibujo
una X a través de mi pecho, cruzando mi corazón.
Por siempre. Y para siempre. Siempre.

La sombra de una sonrisa juega en sus labios.

Alcanza la manilla de metal, desbloqueando la ventana, a continuación


la levanta. Me mira, sin nada entre nosotros, se recoge el satén de su vestido
lavanda y pasa a través del marco, con sus pies descalzos buscando el techo.

Ella es asombrosa.

Incluso más de lo que recuerdo. El color de su vestido. Los finos tirantes,


el sedoso material abrazándose a cada una de sus curvas. Su cabello, cayendo en
rizos por sus hombros. Sus ojos, como las estrellas, brillando contra la luz de la
luna.

Nos quedamos de pie, mirándonos el uno al otro, y mi mirada va hacia


su frente, hacia la cicatriz, aún curándose. La trazo con mis dedos, sintiendo mil
recuerdos: mesas de biblioteca, bolsas de Sun chips, áticos oscuros; sintiendo mil
sentimientos: sus brazos a mi alrededor, su cuerpo debajo del mío, el mundo
desmoronándose a nuestro alrededor; sintiendo un mundo donde ella es mía y
yo soy suyo y tengo todo lo que siempre he necesitado.

Pongo su cabello detrás de su oreja, rozo mis dedos en sus mejillas. Sus
ojos se aprietan con fuerza, y una lágrima se desliza entre nosotros.

Tomo su rostro con mis manos, fuerzo el nudo de mi garganta, y seco


sus lágrimas con mis pulgares.

—¿Sabes que eres hermosa? ¿Incluso cuando lloras?

Toma una profunda respiración, y sus pulmones se estremecen.

—Lo siento —susurro.

—Sé porque tuviste que hacerlo.

—Eso no hace que esté bien.

—Ya no importa —me asegura, sacudiendo la cabeza.

Y sé, con esas palabras, que estoy perdonado, que me ha dado el regalo
más grande que hubiese podido esperar. Otra oportunidad para mostrarle al
mundo lo mucho que significa para mí.

Una oportunidad para volver a empezar.


Para hacerlo bien.

Inclino mi cabeza hacia ella y la beso suavemente mientras la luna de


verano cuelga suspendida en el cielo sobre nosotros, mientras las estrellas brillan,
mientras el frío del invierno se desvanece. Mis dedos se deslizan sobre su pelo,
liberando las flores. Descanso mi mejilla contra su frente, respirándola.

Mis pulmones se exprimen por respirar cuando una punzada de deseo


rasga a través de mi cuerpo.

—Te llamaré mañana.

—Está bien —me contesta.

—Y te llevaré a cenar.

Se ríe suavemente.

—¿Cómo en una cita?

—Sí. Y sé que suena como a cliché, pero probablemente te llamaré al día


siguiente sólo para escuchar tu voz. —Se ríe, frotando su nariz contra mi
mandíbula—. Pero eso no será suficiente, así que querré verte otra vez.

—Eso estaría bien.

—Y el día después de ese —añado.

Se echa hacia atrás, mirándome por detrás de esas pestañas.

—¿Cuánto tiempo tengo que esperar a que este sin sentido continúe,
oficial Whalen?

—¿El qué? ¿Esta inexplicable necesidad que tengo de hablar contigo, de


verte, de sentirte, de saber lo que haces a cada minuto del día? Estaba pensando
que… no sé. ¿Para siempre?

—Eso suena…

—¿Cómo un acosador?

Encoge sus hombros suavemente.

—Yo iba a ir increíble.


Y, en ese momento, Jaden McEntyre se convierte en mi milagro, mi gracia
salvadora, curando partes de mí que no sabía que estaban rotas, juntando lo que
no sabía que estaba dividido.

Estar aquí sobre su tejado, rodeándola con mis brazos…

Soy un todo.

Estoy completo.

Exactamente donde estoy destinado a estar.


Traducido por Lizzie Wasserstein

Corregido por veroonoel

P
aso el resaltador a través de la página, frase tras frase, definición
tras definición, información que tengo dos semanas para
aprenderme de memoria. Me detengo cuando oigo pasos en la
escalera y compruebo el tiempo. Es ella. Tiene que ser. Cierro mi libro de
Victimología y Cambio Social, tapo el resaltador, y lo aviento sobre la mesa de
café.

Llaves tintinean contra la cerradura, mi estómago gruñe, y entra una


rabiosa Jaden.

—Oye. —Me levanto del sofá y estiro mis brazos, preparándome para
tomar mi chaqueta y casco para que podamos ir a cenar.

Jaden arroja su mochila a través de la sala de estar. Aterriza con un golpe


seco en la esquina.

Mierda.

—¿Estás bien? —pregunto, dudando.

—No, no estoy bien —responde—. El Dr. Seversky es el mayor idiota en


la historia que ha caminado por las calles de esta ciudad. No. Eso es en realidad
generoso de mi parte. El mayor idiota en caminar en este planeta.

Meto mis manos en mis bolsillos, preparándome para lo que está por
venir.

El Dr. Seversky es posiblemente, la primera persona que Jaden ha odiado


en la vida… vehementemente. El Dr. Seversky es la primera persona a quien Jaden
alguna vez llamó un imbécil… en voz alta. Nunca lo creería si no fuera porque lo
escuché yo mismo. Me reí en ese momento, le rogué que lo dijera de nuevo. Se
negó, y no ha pronunciado la palabra desde entonces, pero no importa, porque
sus sentimientos por este tipo son muy claros. Y yo sé más de lo que siquiera
quiero o me importa saber sobre el Dr. Seversky.

—¿Qué pasó?

Aprieta los dedos contra sus sienes, cierra los ojos.

—Es sólo… ¡un idiota! ¡Estoy tan harta de los gritos y la reprimenda y que
esté encima de mí! ¡Estoy cansada de no poder hacer nada bien! Acabo de pasar
las últimas tres horas consiguiendo gritos. —Sus ojos se abren, muy abiertos—.
Oh, Dios mío. ¡Es como si se metiera dentro de mi cabeza!

Abro la boca para decir algo conmovedor, algo que hará que se sienta
mejor. Algo así como que está bien o sólo está tratando de prepararte para la
escuela de medicina, o si quieres que averigüe donde vive… conozco a un par de
tipos. Pero nada viene. Desaparece dentro de la habitación, sale con un cambio
de ropa, y anuncia que necesita una ducha.

En treinta segundos el agua está corriendo.

—Ahí va la cena —murmuro. Corro los dedos por mi cabello, examinando


el desorden en que se ha convertido nuestro apartamento, entonces llamo a la
puerta del baño—. ¿Jaden?

—¿Sí? —Viene su respuesta amortiguada.

—Vamos a quedarnos esta noche. Pediré comida china, ¿de acuerdo?

Está callada por un momento, considerándolo.

—Está bien. Gracias.

El número está pegado en el refrigerador. No es que lo necesitemos. El


Restaurante de Comida China Núm. 1 en The Market Street está en nuestra
marcación rápida. Y, después de casi cuatro años del Dr. Seversky, ni siquiera
necesito marcado rápido, reconocen mi voz cuando llamo, preguntando si quiero
"lo de siempre".

Pongo una orden rápida para entrega, una mezcla de arroz y pollo
agridulce y pollo con sésamo y me dirijo a la cocina, lanzando servilletas y
manteletas de plástico y bolsas vacías de la cena de anoche. Jaden se ducha hasta
que estoy seguro que el agua sale fría, entonces sale en un par de vaqueros y una
de mis camisetas, una toalla envuelta alrededor de su cabeza.
—Estoy tan harta de él, Parker. No tienes ni idea —dice, continuando
nuestra conversación como si no hubiera habido una pausa de veinte minutos.
Se dirige al gabinete junto a la estufa, donde guardamos las medicinas y lo abre,
buscando. Y voy a admitir que hay algo dentro de mí que todavía escuece cada
vez que oigo los empujones de esa botella de Advil. Cada vez que se toma dos
pastillas en vez de una. Porque nunca sé si ese dolor de cabeza es cortesía del Dr.
Seversky o un accidente, un incidente, que ocurrió hace años. Un incidente con
el que todavía sueño. Un incidente que todavía, al día de hoy, me persigue.

—Lo sé —le digo—. Lo siento. —Es lo mejor que puedo hacer en estas
circunstancias. Esta cosa de consejero está fuera de mi control. Más allá de mi
jurisdicción. Aun así, no me gusta no poder arreglar esto, no es que Jaden me
dejaría corregir el problema. Nunca le daría al Dr. Seversky la satisfacción de saber
que él la derribó. Esa no es la forma en que ella opera. Prefiere sufrir en silencio,
hiperventila, diatriba, grita en su almohada, luego lo derriba.

Toma un trago de agua embotellada sacada del refrigerador, tomándose


un Advil, y aprieta la tapa.

—Ese hombre es como… mi némesis. Es como si viviera para torturarme.

—Te presiona porque sabe que tienes lo que se necesita. Sabe que
puedes manejar la situación.

—Está haciendo mi vida un infierno —responde, su tono cortante—


.Decirme lo estúpida que soy no me está motivando. En absoluto.

Pone el agua en la encimera, abre el armario del pasillo, y saca la


aspiradora.

Genial.

Jaden es una limpiadora enojada. Días excepcionalmente difíciles con


profesores como el Dr. Seversky significan pisos fregados. Bolsas de ropa vieja
para donar colocadas junto a la puerta. Ventiladores de techo libres de polvo.

Vuelvo al sofá, sabiendo que finalmente se quedará sin vapor. En un par


de horas el apartamento estará impecable, los armarios estarán organizados, y
colapsará. Dormiremos, despertará como nueva, y nos dirigiremos a uno de los
lugares para desayunar que abren las veinticuatro horas y comeremos
panqueques y tocino hasta que tengamos náuseas.

Está aspirando la habitación, la puerta cerrada, cuando llega la cena.


Hago dos platos y vierto vino en dos copas. Abro las cortinas y apago las luces
del techo por lo que todo lo que queda es la lámpara en la meas de luz y las luces
de la ciudad para llenar el apartamento.

—¡Jade! —grito—. ¡La cena!

Me subo en el taburete y lanzo unos bocados de pollo. El apartamento


está tranquilo, la aspiradora se detiene, pero ella no sale.

—¿Jaden?

Nada.

Bebo un sorbo de vino, y luego avanzo hacia la puerta del dormitorio,


deteniéndome afuera para escuchar. No oigo nada, pero, cuando la abro, está
sentada al otro lado de la cama, los hombros caídos, derrotada.

Y algo en mi interior se rompe un poco ante la vista de ella.

—Oye. La cena se está enfriando.

—Lo sé. Ya voy —promete. Pero la respuesta parece demasiado forzada,


demasiado alegre, y, cuando limpia sus ojos con la manga de mi camisa, sé que
está llorando; Jaden, que, incluso ahora, odia llorar delante de la gente. Me subo
en la cama sobre mis manos y rodillas y me siento detrás de ella.

—Oye. Todo estará bien —le prometo, masajeando sus hombros.

Asiente con la cabeza.

Empujo su cabello a un lado y cepillo suaves besos a lo largo de su cuello.


Está todavía húmedo, la parte posterior de su camisa está fresca y húmeda.

—Ven a comer conmigo, por favor —le ruego—. Apenas te he visto en


toda la semana.

Cuando inhala, su pecho se estremece, y sé que esto es algo más que


otra mala práctica de laboratorio con el Dr. Seversky.

—Mira. Sé que esto es difícil. Sé que estás trabajando duro, y estás


estresada en este momento, pero esto no va a durar para siempre. Estás tan cerca.
Si sólo puedes esperar…

—No. No es eso. —Su voz cede, agrietando las palabras.

—¿Entonces qué es? —No me gusta que esté de espaldas, no poder ver
sus ojos—. Háblame, Jade.
—Fu-Fue un accidente, lo juro.

Mi corazón tartamudea, saltando un latido o dos.

—¿De qué estás hablando?

Un sollozo estrangulado se atora en su garganta. Traga de nuevo,


levantando su mano izquierda. La tomo en la mía, examino el diamante brillando
en su dedo anular.

—¡Está atorado!

¿Eso es todo? ¿Es por eso que está llorando?

No sé si es por el alivio que siento, de que no es nada serio, pero me río.

Se gira hacia mí, sus ojos un tono más pálido de verde y rojo en los
bordes. Exhausta.

—¡Lo siento mucho! Estaba limpiando la cómoda —explica—. Fui a tu


cajón a guardar tu reloj y lo vi. Sé que era de tu abuela. ¡Lo siento mucho! No
debería haberlo tocado…

—Jade —interrumpo.

—Tenía curiosidad y…

—Jade.

—¡Voy a encontrar la manera de conseguir sacarlo, lo prometo!

—¡Jaden! —prácticamente le grito.

—¿Qué?

Tomo su mano en la mía, la miro directo a los ojos.

—Relájate. No es gran cosa. —El calor irradia de su cuerpo. Descanso la


palma de mi mano contra su mejilla, cepillando las lágrimas—. Aún estás caliente
de tu ducha. Vamos. —Tiro de ella suavemente poniéndola de pie, la dirijo fuera
de la habitación y hacia la cocina—. Siéntate —ordeno.

Se desliza sobre uno de los taburetes mientras agarro una taza de la


alacena y un puñado de hielo del congelador. Toma un enorme trago de vino,
enjugando las lágrimas restantes.
—Soy un desastre —declara mientras lleno la taza con agua—. He sido
un desastre durante los últimos cuatro años.

—Algunos podrían argumentar que has sido un desastre durante los


últimos veintidós años. —Coloco la taza sobre el mostrador y pongo su dedo
anular en ella. Frunce el ceño—. Dale un minuto. Una vez que tu dedo se enfríe
se caerá de inmediato. Y, si esto no funciona, vamos a tratarlo con aceite de oliva.
O acondicionador.

Exhala un suspiro cansado.

—Solía tener todo bajo control.

—Exudabas la ilusión de control —le recuerdo—. Hay una diferencia.

—No tengo ni idea de por qué me aguantas —dice, sintiendo su frente.


Se ríe—. Dios. Soy tan patética.

—No. Estás estresada. Es el final del semestre. Los exámenes están cerca.
Todo el mundo en el campus es patético en este momento.

—Estoy estresada —admite—. Pero tú también lo estás. Quiero decir,


estás trabajando y tienes clases. Tienes finales en camino, también. Soy una novia
muy desconsiderada.

—No tienes el monopolio sobre el estrés, Jaden.

—Lo sé, pero sigo haciendo todo acerca de mí.

—Estás bien.

Tomando el remanente de vino que queda en la copa, la pone de nuevo


en la encimera.

—Entonces dime cómo estuvo tu día.

—Estuvo bien —prometo—. Mejor, ahora que estás en casa.

Una explosión de color se levanta en sus mejillas. Pasa el dedo por el


borde de esa copa, girándola. Lo juro por Dios que me tienta sin siquiera
intentarlo.

—Realmente ya no puedo sentir mi dedo —anuncia.

Rodeo la encimera, tomando un paño de cocina en mi camino,


agradecido por la distracción.
—Muy bien. Vamos a ver que tenemos.

Quito la taza y limpio el anillo secándolo. Incluso en la penumbra los


diamantes brillan, destellando. Brillando. Es tan perfecto ahí en su mano. Tan
hermoso.

Y Dios, ella es hermosa.

Mis pulmones se encogen. Aspiro una respiración rápida, forzándolos a


llenarse, y giro el anillo con cuidado, trabajando hacia abajo en su dedo.

Pero entonces me mira, sus ojos verdes perforan los míos, y mi corazón
se cae a mi estómago.

Mierda.

Libero su mano.

—No puedo.

Sus ojos se abren.

—¿Qué? Parker, te juro por Dios que si arruiné este anillo…

—No. Detente. Eso no es lo que quise decir. Quiero decir… —Me quejo,
estrujando mi cerebro, luchando por encontrar las palabras—. Lo que quiero decir
es que no quiero quitártelo.

Estudia mis labios, mis ojos, buscando en ellos.

—¿Qué?

—Este anillo es tuyo, Jaden. Siempre fue tuyo. Estaba sólo… —Mi voz se
desvanece, paso mis dedos por mi cabello—. Estaba esperando el momento
adecuado para pedírtelo.

Sus ojos se estrechan.

Levanto su mano a mis labios, beso sus dedos.

—Jaden… —respiro.

—¡Dios mío! —Lanza la mano libre sobre su boca; nuevas lágrimas caen
por sus mejillas—. ¡Oh, Dios mío! Lo arruiné, ¿verdad? ¡Arruiné todo!

—No. No arruinaste nada —le aseguro—. Jaden, yo…


—Oh Dios mío, Parker. No puedo creer…

—Está bien, ¿puede que tal vez te calles por un minuto y medio y así
puedo sacar esto? —le pregunto.

—Lo siento. Sí —susurra.

—Gracias. Lo que estoy tratando de decir, y no con mucho éxito, es que


te amo. Te he amado desde el día en que irrumpiste en ese cuarto de baño y me
llamaste vago. No me importa que estuvieras husmeando mis cosas y
consiguieras que el anillo de mi abuela se atorara en tu dedo. —Se ruboriza en
un tono más oscuro de rosa, y no puedo evitar sonreír—. Tendremos que
cambiarle el tamaño. Es tuyo. Quiero que lo tengas porque quiero casarme
contigo. Dios, no tienes ni idea. Quiero casarme contigo más de lo que nunca he
querido nada en toda mi vida. Quiero esto, nos quiero a nosotros, por siempre.

Dejo ir su mano, meto la mano en el bolsillo de atrás por mi cartera. La


abro, sacando dos hojas de papel arrugadas, dobladas una y otra vez, replegadas
y replegadas un centenar de veces.

—La graduación es en pocas semanas —le recuerdo—. Y luego tienes el


viaje a Ecuador, y las clases comenzarán de nuevo. Así que, me preguntaba… —
Me dejo caer sobre una rodilla y la miro, sentada perfectamente en el taburete,
sus perfectos ojos y nariz rojos, y delineador de ojos corrido y el perfecto cabello
mojado—. ¿Jaden Elizabeth McEntyre? ¿Irás conmigo a Fiji para que pueda
proponerme de la forma correcta?

Agarra los papeles, los despliega, el shock grabándose en cada uno de


sus hermosos rasgos, sus ojos muy abiertos, la "O" de sus labios.

—¿Billetes de avión? —pregunta, incrédula.

—Tal vez.

—¿Me vas a llevar a Fiji? —chilla.

—Es posible.

—¿Estás bromeando? ¡Oh, Dios mío! —Se ríe, se desliza fuera del
taburete y en mis brazos. Me levanto a mi altura completa mientras ella planta
los más suaves y más dulces besos en mis labios. Nunca me cansaré de esos
labios. Esa sonrisa. Su risa. Nunca dejaré de querer hacerla feliz.

Se aleja, acomodando el cabello todavía húmedo detrás de sus orejas.


—Espera. Así que… ¿estás oficialmente pidiéndome que me case
contigo?

—Eso depende. ¿Estás diciendo oficialmente que sí? Porque siempre


podemos esperar a Fiji. Fingir que esta noche nunca sucedió. Si, ya sabes,
podemos sacar ese anillo de tu dedo —bromeo.

Su sonrisa, esa enorme e increíble sonrisa, envía escalofríos ondulando a


través de mi piel. Y de repente ella me besa, con hambre, con su lengua jugando
en mis labios, poniendo al mundo en llamas. Mi mano se desliza por debajo de
su camisa, tocando la parte baja de su espalda, se funde sobre su piel caliente.

—Eso suena como un sí para mí —le digo, tirando de ella con más fuerza
contra mí, arrastrando suaves besos a través de la línea de su mandíbula.

—Ese es un infernal sí —murmura.

—Así que… ¿nos vamos a casar? —pregunto, labios trazando el contorno


de su cuello, ya imaginando esos vaqueros suyos en el suelo.

—Nos vamos a casar —confirma, inclinándose hacia mí. Estoy a dos


segundos de sugerir tomar la cena en la habitación cuando se aparta—. ¡Tengo
que llamar a mamá! Espera… papá. ¿Hablaste con ellos o algo? ¿Saben acerca de
esto?

—No —confieso—. No hablé con tus padres.

—¿Apresuré las cosas? ¿Crees que deberíamos esperar antes de decírselo


a alguien?

—No lo creo. Quiero decir, no hablé con tus padres. En realidad hubo
otra persona… —Levanto un dedo—. Espera un segundo.

Agarro mi celular desde la encimera y me desplazo por mis contactos.

Cuando se trata de permiso para casarme con Jaden McEntyre, sabía que
no era la bendición de su padre la que necesitaba.

—Hola, soy Parker —digo en cuanto oigo la voz en el otro extremo—.


Jaden tiene algo que quiere decirte.

Me observa curiosamente, frunciendo el ceño, mientras pongo la llamada


en altavoz.

—¿Hola? —pregunta, suspicaz.


—¿Jaden?

Sus labios se rompen en una enorme sonrisa, los ojos iluminándose.

—¿Daniel? —Se ríe—. ¡Nunca adivinarías lo que acaba de pasar!

Y mientras observo a la chica de mis sueños, mirándome, me maravillo


de cómo el universo puede conocernos mejor que nosotros. Cómo todo puede
cambiar en un instante, un segundo, un abrir y cerrar de ojos. Cómo ese todo
puede ser todo lo que siempre esperamos y mucho más.

Nuestra propia claridad cristalina después de un largo tramo de frío sin


sol.
Katie Klein es una acérrima romántica con una predilección por los
protagonistas que patean traseros. Actualmente vive en la costa este y está
trabajando duro en su próxima novela. Puede ser contactada en
katiekleinwrites@yahoo.com, y en la web http://katiekleinwrites.blogspot.com.
MaEx

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Lapaskis Selene1987 Jenn Cassie Grey

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