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Bitter End

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Cuando Alex se enamora del encantador chico nuevo en la escuela, Cole —un
guapo, divertido, estrella del deporte que la adora— no puede creer que por fin
ha encontrado su alma gemela... alguien que realmente la ama y entiende.

Al principio, Alex es completamente feliz. Claro, Cole parece un poco celoso de


la relación con su amigo Zack, ¿Pero qué chico querría a su novia pasando todo
su tiempo con otro chico? A medida que pasan los meses, sin embargo, Alex no
puede seguir ignorando pequeñas humillaciones, pellizcos o las cada vez más
violentas amenazas de Cole.

Mientras Alex se esfuerza por ponerse de acuerdo con el novio dulce del que se
enamoró y su novio cuyo "amor" ya no reconoce, se ve obligada a elegir entre su
"amor verdadero" y ella misma.

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Sinopsis Capítulo 23
Índice Capítulo 24
Capítulo 1 Capítulo 25
Capítulo 2 Capítulo 26
Capítulo 3 Capítulo 27
Capítulo 4 Capítulo 28
Capítulo 5 Capítulo 29
Capítulo 6 Capítulo 30
Capítulo 7 Capítulo 31
Capítulo 8 Capítulo 32
Capítulo 9 Capítulo 33
Capítulo 10 Capítulo 35
Capítulo 11 Capítulo 36
Capítulo 12 Capítulo 37
Capítulo 13 Capítulo 38
Capítulo 14 Capítulo 39
Capítulo 15 Capítulo 40
Capítulo 16 Capítulo 41
Capítulo 17 Capítulo 42
Capítulo 18 Epílogo
Capítulo 19 Nota del autor
Capítulo 20 Sobre la Autora
Capítulo 21 Créditos
Capítulo 22

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Traducido por Caamille

Corregido por Nony_mo

S
i tuviera que describir a mi mejor amiga, Bethany, en una palabra, sería
persistente. O quizás imparable. O, si estuviera escribiendo de ella en un
poema, podría usar insistente, porque palabras como insistente
impresionarían a la señora Moody, y cuando las usaba ella decía que era una
poeta nata, lo que era algo genial.

No importaba; todas esas palabras significaban la misma cosa, determinada, y


Bethany no era nada si no determinada.

Era una de las cosas que más me gustaban acerca de ella. Siempre tenía un claro
sentido de adónde iba su vida, o, más exactamente, dónde estaba conduciéndola.
Por todas las formas en que éramos totalmente parecidas, ésa era una de las
formas en las que éramos diferentes, y era parte del por qué me gustaba salir con
ella. Creo que esperaba que su insistencia se me pudiera contagiar y un día me
encontraría a mí misma detrás del volante de mi propia vida, segura de adónde
iba a terminar.

A veces la persistencia de Bethany podía ser un poco difícil de ignorar. No


importaba que estuviéramos recuperándonos del ajetreo del almuerzo y que
estuviera ocupada limpiando una montaña de bandejas más grandes que yo, o
que mi gerente, Georgia, estuviera de pie junto a mí. Bethany avanzó en The
Bread Bowl en sus desatadas zapatillas con caña, su gigante bolso rebotando
contra su cadera, y se sentó en la mesa más sucia en el comedor.

—¡Psst! —siseó ella, sacando un puñado de papeles de su bolso y ondeándolos


hacia mí. La ignoré, manteniendo mis ojos pegados a la bandeja que estaba
sosteniendo. Entonces, lo hizo de nuevo—. ¡Psst! —Y luego se aclaró su garganta
elaboradamente.

—Creo que alguien soltó una fuga allá —dijo Georgia, sacando un montón de
billetes de veinte del cajón de la caja registradora y luego cerrándola con su
cadera—. O un pulmón, por el sonido de eso. —La persistencia de Bethany no

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era desconocida para Georgia, tampoco. A Georgia le agradaba Bethany y a
menudo bromeaba con que ella sería con seguridad la primera mujer presidenta.

Amontoné la bandeja que había estado limpiando y dejé caer el trapo húmedo
en el mostrador.

—Creo que tengo una mesa que limpiar —dije.

—Eso parece —murmuró Georgia. Se dirigió hacia la oficina, girando todos los
billetes de veinte así estaban mirando en la misma dirección—. Y con ella
escupiendo ahí por todas partes de esa manera, se está poniendo más sucio a
cada minuto. —Luego añadió sobre su hombro—. Y consíguele a esa clienta una
bebida. Podría ayudarla con ese problema de garganta.

—Estás toda sobre el humanitarismo, Gee —respondí, agarrando un vaso vacío


en mi camino.

Limpiar el comedor era probablemente mi labor menos favorita en el The Bread


Bowl. Las personas podían dejar algo de basura realmente repugnante detrás. A
veces, sin embargo, si Bethany llegaba para pasar el rato en el The Bread Bowl,
tener los detalles de la limpieza no era tan malo. De esa manera ella y yo
podíamos hablar mientras recogía pedazos cortados en tiras de servilleta y
sándwiches a medio comer, tratando de parecer mucho más ocupada de lo que
en realidad estaba.

—Mira esto —dijo Bethany tan pronto como dejé caer de golpe una Dr. Pepper
de dieta en frente de ella y me puse a trabajar en su mesa. Golpeó mi pierna
ligeramente con su rodilla—. ¡Jacuzzi!

Me enderecé y agarré la pila de papeles engrapados de su mano y escaneé la de


arriba, la que incluía una fotografía pixelada de un Jacuzzi de doce personas.

—Oh, hombre —dije, leyendo la lista de servicios; jacuzzi, piscina cubierta, un


gimnasio con máquinas de cardio. Sonaba como felicidad. Una felicidad
costosa—. Esto es increíble. De ninguna manera podemos pagarlo. ¿Realmente
crees que podemos pagarlo?

Volteé la página y empecé a leer acerca de las atracciones cercanas. Al otro lado
de la habitación, Georgia se aclaró su garganta. Miré hacia arriba. Estaba apilando
los menús de comida para llevar junto a la caja registradora. Movió sus ojos
significativamente hacia Dave, el propietario del The Bread Bowl, o Trasero-de-
Granito, como era no-tan-cariñosamente llamado por algunos de los cocineros.
Por alguna razón Dave había estado merodeando últimamente, lo que ponía en
un real desánimo el estado de ánimo de todos, por no mencionar mi habilidad
para babear sobre jacuzzis y hoteles con gimnasio con Bethany.

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Le empujé los papales de regreso a ella y continué recogiendo los arrugados
envoltorios de sándwiches y metiéndolos en un vaso.

—¡Oh, y mira! —estaba diciendo Bethany, ignorando totalmente mi pregunta y


la no-tan-sutil advertencia de Georgia—. Tiene una gran chimenea en el
vestíbulo. Te apuesto que podrías conseguir chocolate caliente y sentarte ahí a
mirar las celebridades todo el día. Sólo piensa, podríamos terminar besándonos
en la nieve con una estrella. —Jadeó, golpeándome en el hombro con los papeles.
Y un puñado de servilletas revoloteó fuera del vaso y de regreso a la mesa—.
¡Podríamos terminar en un tabloide! —Mantuvo sus manos en el aire como si
estuviera imaginándose un título—. ¿Quiénes Son las Misteriosas Bellezas en la
Pista de Esquí que Están Rompiendo los Corazones de los Chicos de la Banda?

Me reí.

—Más como, ¿Quiénes Son las Misteriosas Torpes Que le Rompieron las Piernas
a los Chicos de la Banda por Caer encima de Ellos en una Pista de Esquí?

—Bueno, no me importaría romperme una pierna si eso significa que un chico


sexy amortiguará mi caída.

—Uh-uh. Tengo la primicia con el amortiguador chico sexy.

—De ninguna manera, yo pensé en eso primero.

Georgia se aclaró su garganta otra vez. Ahora estaba empezando a sonar como
Bethany. Dave se había movido hacia el comedor y estaba de pie con sus manos
en sus caderas, evaluándolo lentamente con sus ojos. La última cosa que
necesitaba era estar en la lista mala de Dave. Me gustaba más Dave cuando
pretendía que yo no existía, lo que era el 99 % del tiempo. Me recordaba a mi
papá de esa manera. Estaba acostumbrada a ser ignorada por los hombros en mi
vida.

—Escucha, ¿podemos hablar de amortiguadores chicos de bandas y tabloides


después? Tengo que limpiar esto.

Bethany suspiró.

—Trabajo, trabajo, trabajo.

—Síp. Y si me despiden, estarás pidiendo chocolate para uno, uno, uno.

Bethany miró a Dave y dio un gruñido de frustración.

—Claro. Está bien. Llámame, sin embargo. Quiero ver qué piensas de los
restaurantes. Zack y yo hemos estado investigando.

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Zack. Nuestro otro mejor amigo. Si pudiera describirlo en una palabra, esa sería…
bueno, simplemente no puedes resumir a Zack en una palabra. Era como un
hermano mayor sobreprotector, un tío pervertido, y un primo pequeño irritante,
todo en uno. Estaba en un viaje de un programa de humor. Un genio de la música.
Un amigo increíble. Si estuviera siendo completamente honesta, Zack era
probablemente la única razón de que Bethany y yo no fuéramos desterradas a
“demasiado nerds para ser notadas” en el estatus de la escuela. La loca-por-el-
ambiente y la poeta-invisible. Pero era imposible no notar a Zack. Todos lo
adoraban. Aunque, nosotras lo adorábamos más, y lo adoramos primero, así que
estábamos bien por asociación.

Si tuviera que escribir de Zack en un poema, definitivamente usaría la palabra


optimista.

Bethany se puso de pie y lanzó su vaso vacío en la basura antes de regresar por
sus cosas. Sabía que ella iría a casa, se dejaría caer en el sofá con su portátil, y
analizaría cada lista de restaurantes en el estado de Colorado hasta que yo la
llamara. Es todo lo que ha hecho desde que se nos ocurrió la idea de este viaje.

—¡Oh! —Ella chasqueó sus dedos—. Casi lo olvidé. ¿Adivina qué idea tuvo Zack?

—Sólo puedo imaginarlo —dije, cepillando la última basura en el vaso y


enderezando el salero y el pimentero. Bethany sacó un pedazo de pelusa de la
parte inferior de su camiseta.

—Tatuajes —dijo.

—¿Tatuajes? —repetí.

Asintió, mordiendo su labio inferior mientras sonreía.

—Sí, piensa que deberíamos conseguir tatuajes iguales mientras estemos allí.
Como una montaña… o no lo sé… algo sexy.

—Sabes lo que Zack interpretaría por “sexy”, ¿verdad? —Nos imaginé a todos
dejando Colorado con mujeres medio-vestidas y grandes-pechos en tacones de
aguja permanentemente adornando nuestros cuerpos.

Recogí el vaso y me dirigí al cubo de basura en la parte más alejada —el de la


puerta del frente— con indiferencia tirando de la manga de la camiseta de
Bethany así ella me seguiría.

—Bueno, sí, pero… —Se detuvo mientras me inclinaba para tirar la basura—. No
lo sé. Podría ser divertido.

—Y doloroso —le recordé—. Y permanente.

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—Y divertido —repitió.

La voz de Dave cortó a través del restaurante. Estaba quejándose con alguien en
la cocina, lo que me recordó que necesitaba regresar a trabajar antes de que se
enojara conmigo, también.

—Te llamaré —dije—. Podemos hablar más tarde.

Bethany sacó las llaves de su auto.

—Más te vale —dijo, empujándose a través de las puertas de vidrio.

Presionando mis dedos ligeramente contra el cuello debajo de mi camiseta, me


apresuré a regresar detrás del mostrador y continué limpiando las bandejas,
soñando despierta un poco acerca de Colorado.

Bethany, Zack y yo habíamos estado planeando este viaje desde que teníamos
ocho años, cuando la madre de Zack todavía nos llamaba los Tres Terribles.
Comenzó como mi idea ,ir al lugar donde mamá se dirigía cuando murió y ver si
podía entender qué había ahí que era tan importante para ella que dejaría a su
familia de la manera en que lo hizo.

Pero no pasó tanto tiempo antes de que Bethany y Zack quisieran entrar en el
plan. Parcialmente porque eran mis mejores amigos y sabían cuán importante era
esto para mí. Pero principalmente querían estar en el viaje porque sonaba
divertido. Y glamuroso, como algo que las personas harían en una película. Un
viaje de mejores-amigos cruzando-el-país para resolver-un-misterio. ¿Puede
haber algo más de largometraje que eso?

Decidimos que el viaje iba a ser nuestro regalo de graduación para nosotros
mismos, y desde el último día de nuestro tercer año, Bethany ha estado
prácticamente obsesionada con planificarlo. Hablaba de ello constantemente e
incluso estableció un permanente Día de Vacaciones, donde nos juntábamos a
revisar los detalles cada sábado (idea de Bethany). Rotándolo entre nuestras casas
(mi idea). Complementándolo con pizza, videojuegos y un montón de bromas
vulgares con las partes del cuerpo femenino (idea de Zack). Habíamos estado
reuniéndonos todo el verano, y hasta ahora todo lo que habíamos conseguido
lograr era inhalar unas quince pizzas grandes de pepperoni y ganar en el nivel
nueve de algún videojuego de Zombie que Zack había conseguido para su
cumpleaños.

De verdad, no me importaban los jacuzzis, las cosas de esquí y los restaurantes.


Todo lo que me importaba era acerca de mamá y lo que le pasó. Lo que a papá
no parecía importarle en absoluto. Cuando le dije después de nuestra primera
reunión del Día de Vacaciones que iba a ir a Colorado después de la graduación,

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hizo un ruido evasivo pero ni siquiera levantó la mirada del periódico que estaba
leyendo en la mesa del desayuno.

—Voy por mamá —dije, de pie en la puerta de la cocina, mirando su espalda,


como siempre.

—¿Qué tiene que ver tu madre con hacer eso? —preguntó.

—No lo sé —dije—. Ésa es la parte de por qué quiero ir. —Di dos pasos en la
habitación y luego me detuve y crucé mis brazos sobre mi pecho. La habitación
siempre se sentía sola cuando papá estaba en ella. Sola y fría—. Quiero saber por
qué se fue. ¿Qué era lo tan genial de Colorado?

Él se puso de pie abruptamente, cerrando el papel con una mano y recogiendo


su taza de café con la otra.

—Si quieres ir, me parece bien. Pero no tenemos dinero para eso. Con la matrícula
de tu hermana y sin un segundo sueldo… —dijo, colocando su taza en el
fregadero. Pero nunca terminó, y antes de que yo pudiera hacer otra pregunta, él
estaba saliendo por la puerta.

Desde que mamá murió, parecía como si papá siempre hablara en oraciones
abiertas como esa, especialmente cuando ella era el sujeto. “Sabes lo que mamá
habría dicho…” o “mamá habría pensado que tu comportamiento ahora…” o “Si
sólo tu madre estuviera aquí…”. Siempre parecía triste y dócil cuando lo decía.

Era el Gran Misterio de mi vida. Mamá. Papá. Qué pasó entre ellos y por qué no
hablamos de eso. A veces parecía como si fuera la única en la casa a quien
siquiera le importaba.

La única vez que había oído a papá decir algo real acerca de nuestra mamá fue
cuando tenía ocho años. Él bebió un paquete de seis en una fiesta del barrio, y
luego volvió a casa y se sentó en la mesa de la cocina, con una caja de zapatos
con fotos viejas en frente de él. Esa noche dijo que nuestra madre estaba “más
loca que la mierda de la casa de un pájaro” lo que sea que eso significara.

Mi hermana pequeña, Celia, y yo nos habíamos reído nerviosamente cuando lo


dijo, no seguras de si eso era alguna clase de broma, imaginándonos a nuestra
mamá como un charco blanco y pegajoso, pegada al parabrisas de una persona
o a un poste, con los ojos rodando locamente. Ninguna de nosotras recordaba a
nuestra madre. Éramos realmente pequeñas cuando ella se fue.

Pero Shannin, nuestra hermana mayor, estuvo ahí cuando mamá se fue, y ella no
se rió.

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Papá se había levantado, tomando la caja de zapatos, y tirándola a la basura,
murmurando algo acerca de ser un viejo tonto. Después dejó el vestíbulo,
aunque, yo entré a hurtadillas y saqué la caja de zapatos, la llevé a mi habitación,
y la escondí debajo de la cama. No sabía por qué, pero guardar la caja sólo se
sentía como algo que tenía que hacer.

Más tarde esa misma noche, cuando estuvimos solas, Shannin nos llevó a su
habitación y nos contó la Verdadera Historia. Cómo se había despertado una
noche por el teléfono que estaba sonando. Cómo había salido a hurtadillas de su
habitación y fue hasta el vestíbulo para mirar desde la esquina, agachándose
contra la pared con la falda del camisón puesta sobre sus piernas. Y luego cómo
el teléfono sonó de nuevo y cómo la voz de papá sonaba realmente molesta
cuando contestó.

—Ha perdido la cabeza esta vez, Jules —había dicho papá—. No lo sé. No sé a
dónde se ha ido.

Shannin nos contó cómo, justo cuando papá colgó el teléfono, la puerta del
frente se abrió de golpe y mamá irrumpió a través de ella, diciendo algo acerca
de ir a Colorado, a las montañas. Papá había tirados de sus codos, diciéndole que
estaba borracha, y rogándole que se quedara, para “ver a alguien”, y mamá
discutió que ya estaba “viendo a alguien”, simplemente no de la manera que él
se refería.

Y luego, más tarde, después de que mamá se hubiera ido y papá había
desaparecido en la cocina y el olor a café comenzó a llenar el aire, Shannin había
regresado a la cama. Y en la mañana ella descubrió que mientras dormía, la
policía había llegado a la puerta y le dijeron a papá que mamá había chocado su
auto con un poste de luz y murió. Así como así.

—Noqueó su cerebro en la carretera —susurró Shannin mientras Celia y yo nos


sentamos con las piernas cruzadas en su cama, agarrándonos de las manos y
temblando—. Eso es lo que papá le dijo a la tía Jules en el funeral. El cerebro de
mamá fue noqueado en la Calle Cuarenta-Primera, y habían tenido que cerrarla
hasta que pudieron conseguir una manguera y lavarlo. Y la tía Jules palmeó el
hombro de papá y le dijo que ella sabía que él amaba a mamá un montón y que
él nunca debería haber tenido que oír algo como eso, y papá lloró y dijo: “Lo sé,
y ahora no puedo olvidarlo”.

Después de que Shannin nos contó la historia, fui a mi habitación y cerré la


puerta. Saqué la caja de fotos de mamá y papá y las tiré sobre mi cama,
hojeándolas cuidadosamente y en secreto, como si estuviera haciendo algo malo
sólo por mirarlas.

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Me quedé mirando esas fotos por horas. Había mirado a mamá, tan feliz, delgada
y brillante, e la imaginé estando borracha y loca como Shannin dijo. No parecía
encajar.

Había docenas de ellas. Una foto de la graduación de la secundaria. Dos de una


fiesta de cumpleaños. Una de su día de bodas.

Tenía mis favoritas. Las que miraba una y otra vez.

Una foto de ellos en una fiesta. Papá sentado en una silla plegable, con mamá en
su regazo. Su cabello estaba muy corto, y estaba usando un chaleco sobre una
camisa con botones. Sus manos estaban cruzadas alrededor de su vientre y
estaban entrelazadas. Ella tenía las manos descansando en las de él y tenía una
gran sonrisa en su rostro.

Otra, de los dos sentados en un musgoso espacio entre dos árboles. Cada uno
estaba descalzo y con las piernas cruzadas, frente a frente con sus rodillas
tocándose. Sus rostros estaban en las sombras. Parecían que se estaban contando
secretos.

Y otra, papá y mamá de pie en la cocina de la abuela Belle, enfrascados en un


beso. Papá tenía a mamá inclinada hacia el suelo. Sus brazos estaban colgando
sin gracia a sus costados. El reverso de la foto decía: Primer día de regreso.
¡Reunidos!

Una tras otra, las fotos contaban una historia. Sólo que era una historia sin final
porque mamá se fue y papá nunca nos dijo por qué, y el final que sabíamos
simplemente no tenía sentido cuando miraba las fotos.

La mamá en las fotos lucía tan amable. La mamá que nos dejó debe haber sido
una persona completamente diferente.

Cuando era pequeña, le pregunté a papá al respecto. ¿Por qué ella se fue a
Colorado? No conocíamos a nadie ahí. Nunca habíamos estado ahí. Pero papá
sólo murmuró que mamá “no estaba en su sano juicio y no sabía adónde iba”.
Una vez dijo algo acerca de mamá siendo “demasiado confiada para su propio
maldito bien”. Pero algo en sus ojos cuando lo dijo me decía que no estaba
diciendo toda la historia. Había algo más en Colorado para mamá. Había algo
importante ahí. Quería gritarle: ¡Oíste acerca de su cerebro en la carretera, papá,
y dijiste que no podías olvidarlo, pero lo hiciste! ¡Lo has olvidado!

Al final, Shannin me dijo que dejara de preguntarle por ello porque molestaba
demasiado a papá el hecho de pensar en mamá. Así que lo hice. Pero no pude
olvidar la historia. Me atormentaba. Literalmente.

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Ese año, tuve pesadillas. Siempre eran las mismas. Papá gritando en una
almohada, mamá de pie en la cima de una montaña riéndose a carcajadas, su
rostro suave y dulce, su cabello ondeando detrás de ella. En el sueño, ella me
colgaba sobre el borde dentado de la montaña.

—Esta montaña es mía —dijo, nubes de humo salían de su boca—. No quiero


que estés aquí. No te quiero en lo absoluto, Alexandra.

Ella se rió mientras yo pateaba, golpeaba y le rogaba que me dejara ir.

—Oh, Alexandra —se burlaba ella—. Deja de hacer tanto escándalo. Sólo piensa,
tendrán que cerrar la vía mientras encuentran una manguera para lavar tu cerebro
de la calle. ¿No es eso emocionante?

Y siempre, justo cuando abría su mano y me dejaba caer, yo despertaba.

Se volvieron tan malas que me negué a ir a la cama por la noche. Papá


eventualmente me llevó a un terapeuta, quien dijo algunas cosas que no entendí
acerca de un “cierre” y una “sanación” y sugirió a papá que me diera algo de mi
madre que me ayudara a sentirme más cerca de ella.

Papá vino a mi habitación esa noche agarrando un doblado sobre amarillo.

Se aclaró la garganta.

—Alex, cariño, sé que estás teniendo un momento difícil estando sin tu, um… —
Sus ojos se llenaron y tragó. Entonces, empujó el sobre en mis manos—. Esto era
de tu madre. Se lo compré en nuestra luna de miel… estaba en su bolso el día
que ella, um…

Sostuvo el sobre con las dos manos, mirándolo mientras tragaba y tragaba,
incapaz de terminar alguna oración, parecía que tenía algo que ver con mi madre.
Él asintió hacia mí, y yo abrí el sobre. Adentro había un collar —una fina correa
de cuero con un pequeño aro en el final, una red de una cuerda de hilo elegante
y claro en el interior del círculo. Pequeñas cuentas salpicaban la delicada red; dos
plumas blancas, tan pequeñas que podrían haber sido de la cola de un colibrí,
colgaban de la parte inferior. Gentilmente pinché las cuentas con mi dedo.

—Se llama un atrapa sueños —dijo él—. Se supone que aleja las pesadillas.

Sacó el collar del sobre, lo sostuvo en el aire para enderezarlo, y luego


cuidadosamente lo deslizó alrededor de mi cuello. Olía extrañamente familiar —
perfume y vida, casi como un recuerdo— e instintivamente mis dedos vagaron
hacia él.

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Justo entonces, a los ochos años, lo supe. Así como supe que nunca me quitaría
el collar atrapa sueños, supe que un día llegaría a Colorado, hacia donde mi
mamá había estado yendo.

El terapeuta estaba equivocado. El collar no me dio un cierre. En vez de eso, sin


saber nada más que esto acerca de mi mamá me hizo sentir como si un pedazo
de mí estuviera perdido, y casi me sentí como si, al igual que papá, podría
romperme si no completaba ese pedazo. Que siempre habría un agujero en mi
corazón donde mamá debería haber estado, y si no lo completaba, podría
terminar vacía e insípida, como él. Que podría olvidar haber oído acerca de su
cerebro en la calle, justo como él lo hizo.

Al día siguiente mientras Zack, Bethany y yo jugábamos en el montón de leña


detrás de la casa de Bethany, les mostré el collar y les dije toda la historia. Mi
mamá no sólo se había ido, y mi papa no sólo estaba callado. Les conté acerca
de las fotos y acerca de mi mamá volviéndose loca y muriendo en su camino a
las montañas y acerca de mi plan de ir donde ella iba yendo. Y así como así, la
planificación del viaje oficialmente comenzó.

Necesitaba saber que ella iba hacia algo, no que se alejaba de nosotros. No que
se alejaba de mí. Ella me amaba. Necesitaba saber que ella me amaba.

Cuando la tía Jules o la mamá de Bethany o alguien más trataba de decirme que
mi mamá era un ángel que estaba mirándome desde el cielo, nunca pude
imaginarlo.

Para mí, mi mamá estaba en las montañas, esperándome a que llegara.

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Traducido por AariS

Corregido por Nony_mo

—E
n serio, si no vas a ser ningún profesor de inglés con un palo
metido por el culo, ¿a quién le va a importar una mierda los
objetos directos? —dijo Zack, recostándose en su silla y
cruzando los brazos. Su mondadientes, el nuevo look distintivo de Zack era un
mondadientes, rodó desde uno de los bordes de su boca al otro.

Recogí su lápiz y se lo tendí.

—Tú deberías, ese es el quién; porque si no apruebas esta clase, no te gradúas.


—Era sólo la segunda semana de nuestro último año, y ya los profesores de Zack
estaban preocupados acerca de su capacidad de dejar de perder el tiempo lo
suficiente como para ganar los créditos que necesitaba para graduarse.

Zack se encogió de hombros.

—¿Y tu punto es?

Le di una mirada.

—Pensé que el punto era bastante autoexplicativo. —Él me puso los ojos en
blanco. El mondadientes, que había hecho su camino hacia el centro de sus
labios, estaba saltando arriba y abajo mientras él estaba dándole golpecitos al
otro extremo con su lengua. Suspiré y puse el lápiz abajo—. Bien. Lo que sea.
Sólo no me vengas llorando cuando tu madre te quite el mierdamóvil de nuevo.
Y no esperes que te lleve a todas partes, tampoco.

Zack levantó una ceja.

—¿Con que así es como es ahora? He estado cubriéndote el culo desde siempre.
Salvándote más veces de las que puedo contar. Y simplemente me dejas
colgando a secar. Duele, amiga mía, duele.

Sonreí.

—Sí, más o menos. Te estoy haciendo un favor. Algún día me lo agradecerás.

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—Ahora suenas como mi madre. ¿Qué es lo siguiente? ¿Tú diciéndome que esto
te dolerá a ti más de lo que me dolerá a mí?

—Confía en mí, ayudarte puede ser bastante doloroso a veces. —Aclaré mi


garganta y comencé a escribir en el cuaderno de Zack, que estaba extendido en
el escritorio entre nosotros—. Bien, en serio. Tenemos que ponernos a trabajar.
Aquí, mira esta oración. ¿Cuál es el objeto directo?

Zack descruzó los brazos. Se inclinó hacia delante sobre el papel y estudió la frase
que yo había escrito.

—Dios, eres un dolor en el trasero —murmuró en torno a su mondadientes—. Lo


bueno es que pones. ¿Eso?

Golpeé su brazo.

—Cerca, pero no. Y ya desearías tú que yo pusiera, pervertido. Vale, recuerda,


para encontrar el objeto directo, tú…

—¿Alex? —La señora Moody, la promotora de las tutorías de laboratorio, llamó


desde la puerta, interrumpiéndonos. Me hizo señas.

—Vuelvo enseguida —dije—. Por qué no escribes cinco frases al azar, y cuando
vuelva encontraremos los objetos directos juntos.

—¿Puedo usar cualquier palabra que quiera? —dijo él, levantando las cejas hacia
mí maliciosamente.

—Sí, ¿como “fallar”, “estudiante de último curso para siempre”, “depravado”,


“castigado de por vida”? Adelante.

Él me puso una cara y recogió su lápiz. Empujé mi silla hacia afuera y me dirigí a
la puerta, donde la señora Moody seguía de pie, medio fuera, medio dentro,
hablando con Amanda, una de las otras tutoras. La señora Moody estaba
apuntando sobre su hombro con el pulgar a Zack, y Amanda estaba asintiendo.
Esperé, medio preguntándome si había hecho algo mal. Tal vez nos había
escuchado a Zack y a mí bromeando y me estaba despidiendo, lo cual apestaría
totalmente porque, sin el séptimo periodo de tutorías de laboratorio,
probablemente me quedaría atascada en cerámica o alguna otra clase de arte, en
la cual, sin ninguna duda, sería un completo fracaso. Además, me gustaba hacer
de tutora. Especialmente hacer de tutora con Zack. Zack era un estupendo
aliviador de estrés, bromas pervertidas incluidas.

La señora Moody terminó de hablar con la otra tutora y puso la mano en mi


hombro.

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—Alex —dijo con una amplia sonrisa. La señora Moody siempre sonreía, incluso
si estabas en problemas. Hablar con ella era como hablar con una nube. Era suave,
gentil. Olía como madreselva y vainilla, y sus ropas siempre se desplazaban a su
alrededor como cintas en la brisa, dando la ilusión de que se estaba moviendo
más rápido de lo que en realidad lo hacía. Cuando hablaba, tenía este constante
y moderado ritmo en su voz que me hacía pensar automáticamente en los
cuentos antes de dormir. Era fácilmente mi profesora favorita. Demonios, era
fácilmente la profesora favorita de todo el mundo—. Ven conmigo. Tengo un
nuevo estudiante para ti.

Ella se dio la vuelta y se dirigió hacia abajo por el corto pasillo hacia su oficina,
su camisa y falda ondulando detrás de ella, y yo la seguí.

—Es transferido de Pine Gate —dijo sobre su hombro—. Sólo necesita hacer un
poco de puesta al día así puede empezar con buen pie en inglés de último año.
Pensé que tú serías la mejor opción para él, siendo nuestra escritora experta y
eso. —Me lanzó una sonrisa mientras se detenía en la puerta de su oficina, luego
se detuvo a un lado y me dio paso.

—Oh —dije. Ni siquiera sabía que teníamos un nuevo estudiante de Pine Gate.
Pero entonces di un paso dentro de la oficina y allí estaba, parado junto al
archivador de la señora Moody, sosteniendo un pequeño pato de cerámica. Nos
vio entrar y rápidamente colocó el pato de vuelta en lo alto del archivador, como
si estuviera avergonzado de haber sido pillado sosteniéndolo.

—Hola —dijo.

—Hola. —Hubo una incómoda pausa entre nosotros mientras la señora Moody
agarraba el pomo de la puerta y la cerraba—. Supongo que soy tu nueva tutora.

—Totalmente innecesaria —dijo—. Pero el Entrenador Dample discrepa, así que…


—Se encogió de hombros y luego añadió—: Cole, —y extendió la mano para
estrechar la mía. Cuando puse mi mano en la suya, se sintió cálida y fuerte y
agradable. Y un poco raro. Como si fuéramos socios de negocios o algo así.

La señora Moody tomó asiento detrás de su escritorio, y ambos nos sentamos en


las sillas frente a ella. Me senté sobre mis manos, mientras Cole se repanchingó
cómodamente en la silla junto a la mía, con un pie inclinado hacia un lado y
apoyado sobre la parte superior del otro, sus piernas estiradas delante de él.

—Um, ¿qué pasa con Zack? —pregunté. —Realmente necesita ayuda con los
diagramas de frases. —Además, no añadí, nos estábamos divirtiendo allí.

La señora Moody tomó la palabra.

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—He movido a Zack con Amanda para la tutoría de aquí en adelante. Ella puede
manejar diagramas de frases muy bien. Cole, estoy segura de que encontrarás
que Alex es exactamente lo que necesitas para ponerte al día y asegurarte ese
lugar que estás buscando en el equipo de baloncesto. —Le dio una mirada a su
reloj—. Tenemos unos minutos antes del timbre final. ¿Por qué no se van los dos
al laboratorio y se familiarizan? Pueden empezar a trabajar en las asignaciones
mañana.

—Sí, señor —dijo Cole con una agradable sonrisa. Tenía un hoyuelo, sólo uno, en
el lado izquierdo. Pero el hoyuelo era bastante lindo. Ni siquiera noté que lo
estaba mirando fijamente.

—¿Tienes preguntas, Alex? —dijo la señora Moody, sacándome de ello. Salté.

—Uh, no. Le diré a Zack que vaya con Amanda.

Pero Zack ya se había movido al sitio de Amanda cuando volví al laboratorio,


dejando mi lugar completamente vacío para mí y Cole.

Me senté en la silla en la que había estado antes, pero Cole se movió a la ventana
y miró fuera, sus manos en el alféizar delante de él. Miré a la parte trasera de su
chaqueta deportiva con la letra del instituto, que estaba tan llena de parches que
difícilmente se mostraba algo de la chaqueta.

—Guau —dije finalmente—. Pine Gate realmente debe echarte de menos.

Se dio la vuelta.

—¿Por qué lo dices?

Señalé su chaqueta.

—Parece que eres una estrella del deporte.

Miró hacia abajo a la parte delantera de su chaqueta, donde había incluso más
parches y unas pocas medallas.

—Sí. Lo hice bien. Pensé que tal vez querías decir que estaban echando de menos
mi chispeante personalidad y mi inolvidable buena apariencia.

Me sonrojé, mucho, y miré hacia abajo a mis manos.

—No, no quise decir… —dije, mentalmente pateándome por sonar tanto como
una idiota.

Él se rió, cruzó la habitación, le dio la vuelta a la silla en la que Zack había estado
sentado y se sentó a horcajadas al revés.

17
—¡Estoy bromeando! No te preocupes por eso. Era sólo una broma.

Le eché un vistazo, esperando que mi cara no estuviera demasiado roja. Estaba


mirándome directamente a los ojos, lo que me hizo sentir aún más incómoda.
Extrañaba a Zack.

—Entonces —dijo—, la señora Moody dice que eres escritora. ¿Qué escribes?

Hice un gesto quitándole importancia a su pregunta.

—Ella exagera —dije—. No soy estupenda ni nada. Algo de poesía. Algunas


historias cortas. Nada importante.

—Si puedes hacerlo, yo digo que es importante. Escribir es mucho más difícil que
driblear un balón de baloncesto o atrapar una pelota de fútbol.

Solté una risa.

—No me has visto tratando de atrapar una pelota de fútbol. No es bonito. Pero
entiendo lo que estás diciendo. Gané un concurso el año pasado con un poema
que escribí para la clase de literatura.

—¿En serio? Eso es genial. Me gustaría verlo alguna vez —dijo.

Lo miré. Aún estaba mirándome directamente a los ojos. ¿Cómo hacía eso? Podía
sentir su mirada todo el camino hasta los dedos de mis pies.

—¿En serio?

Él asintió.

—Sí. La señora Moody dice que eres realmente buena. Creo que eres su estrella
deportiva.

—Bueno, tú sabes —dije—. Debe ser mi chispeante personalidad y mi inolvidable


buena apariencia.

Sus ojos se ampliaron, y me señaló.

—¡Esa es buena! —Ambos sonreímos.

Estuvimos en silencio durante unos minutos, y ocupé mis dedos, recogiendo


trozos de papel rasgados de mi cuaderno de espiral. Él se inclinó hacia atrás y
comenzó a tamborilear casualmente contra el escritorio con sus pulgares.

—Debe apestar —dije después de un rato—. Ya sabes, mudarse a una nueva


escuela en tu último año. Especialmente dejar tu equipo. Yo lo odiaría.

Se encogió de hombros.

18
—En realidad no es para tanto. Mi padre consiguió un nuevo trabajo, y
conseguimos una casa más grande. Es una oportunidad para empezar de nuevo.
—Sus ojos se desplazaron de nuevo a la ventana y se mantuvieron ahí durante
un segundo, como si estuviera viendo su antigua escuela ahí fuera. Luego se
inclinó hacia adelante sobre el escritorio de nuevo—. Además —dijo—, puedo
llegar a compartir mi chispeante personalidad e inolvidable buena apariencia con
más del mundo. Un esfuerzo humanitario.

Esta vez yo le señalé a él, y ambos reímos sin que yo dijera una palabra. El timbre
sonó. Nos levantamos, y comencé a reunir mis libros, aún esparcidos de la
revisión de los objetos directos con Zack. Cole no tenía libros, así que se agachó
y recogió mi mochila del suelo. La sostuvo abierta para mí mientras metía mis
deberes en ella.

—Gracias —dije—. Puedo decir honestamente que eso es algo que Zack nunca
hizo. —Zack era mucho más probable que pasara nuestra sesión de tutoría
tratando de hacer botar bolas de queso en mi frente.

—No hay problema —dijo—. ¿A la misma hora mañana?

Cerré la cremallera de la mochila y me la eché al hombro, asintiendo, pero él ya


estaba en la puerta. Golpeó el marco de la puerta con su palma, mirando hacia
fuera al mar de estudiantes llenando el pasillo. Saludó a alguien. ¿Era posible que
ya tuviera amigos?

Abrí la boca para decirle adiós, pero ya se había sumido en el pasillo y


desaparecido. En su lugar, enderecé la silla en la que él había estado sentado,
luego arrastré los pies hacia la puerta, esperando poder ponerme al día con
Bethany fuera del salón de la banda.

Pero justo cuando estaba llegando a apagar la luz, apareció de nuevo en la


puerta, casi topando conmigo. Estaba ligeramente sin aliento, como si hubiera
corrido de vuelta a la clase.

—Oye —dijo—. Y no olvides traer ese poema, ¿vale?

—Bien —dije, pero ya se había ido de nuevo antes de que yo pudiera hacer salir
la palabra completamente.

Después de apagar las luces, me quedé en el oscuro salón y sonreí hasta que el
pasillo estaba vacío y los sonidos de coches dejando el aparcamiento llenaron
mis oídos zumbando. No era Zack, pero algo acerca de Cole se sentía bastante
agradable.

Tenía una sensación realmente buena sobre este nuevo arreglo.

19
Traducido por nahirr

Corregido por Nony_mo

T
omé un sorbo de mi té helado y levanté los pies hacia la silla frente a mí.
Incliné la cabeza hacia atrás, volviendo la cara hacia el sol; respiré hondo y
luego lo dejé salir mitad suspiro y mitad bostezo.

Los dedos de Bethany estaban golpeando las teclas de su computador,


deteniéndose de vez en cuando para beber de su Dr. Pepper. De forma
intermitente, emitía pequeños “hmmm” sobre lo que estaba leyendo, como si
Colorado fuera el tema más interesante del mundo.

—Entonces, mira esto —dijo, justo mientras me estaba durmiendo—. Podríamos


juntar nuestro dinero y alquilar una casa rodante. Haremos que mi padre
conduzca, y nosotros podríamos hacer otras cosas, como jugar, ver películas,
comer. Sería como un autobús de fiesta.

—¿Tu padre? De ninguna manera. Sin padres. Además, suena caro —dije,
manteniendo los ojos cerrados. Enrollé los pantalones de mi uniforme del Bread
Bowl tan alto como se pudiera, y podía sentir el abrasador sol de septiembre en
mis espinillas. Después de un turno temprano en la mañana de un sábado,
trabajando con la caja registradora y llenando pedidos de bebidas, el sol se sentía
delicioso—. No estoy hecha de dinero, sabes. Una casa rodante suena como
muchos turnos tempranos —bostecé.

—¿Alguna vez condujiste a través de Kansas? —dijo ella, sus dedos golpeando
otra vez. Volteó el computador, y una foto de un campo llenaba la pantalla—. Yo
trabajaría día y noche para conseguir una casa rodante… así de aburrido es.
Imagina qué tan molesto puede ser Zack encerrado en un asiento trasero con
ocho horas de campos de soja como su única distracción.

—Lo dice la chica cuyos padres están pagando por su viaje. Tendré suerte si
puedo permitirme la gasolina para viajar en la mierda de auto de Zack. Además,
nunca subestimes su capacidad de molestar en la parte de atrás de una casa
rodante. O en un hotel, o una montaña gigante, para el caso.

20
—Está bien, está bien —dijo, sosteniendo sus palmas hacia arriba, como si se
rindiera—. El asunto del dinero. Lo entiendo. Pero voy a revisar casas rodantes de
todas maneras. Si consigo algo realmente barato, ¿por lo menos lo considerarías?

—No —mascullé. El sol se sentía tan bien que ya ni siquiera quería mover los
labios.

—Gracias —dijo ella—. Tu mentalidad abierta es asombrosa. Deberías trabajar


para la ONU algún día. —Ambas resoplamos—. Te diré lo que decida alquilar. —
Así era Beth, sabía exactamente cuándo y cuánto de duro podía presionarme y
aun así, salirse con la suya.

Deslizó su silla hacia atrás, con sus patas de metal haciendo un sonido chirriante
en el patio. Era el momento de calma a media tarde en el Bread Bowl, y éramos
las únicas afuera. Empujó sus piernas hacia la silla donde las mías estaban
apoyadas, y nuestros tobillos chocaron entre sí. Abrí un ojo y luego lo volví a
cerrar. Descansamos allí por un rato, nuestras piernas presionadas juntas, el sol
en nuestras caras, mientras Beth recitaba varias noticias y chismes que había
escuchado en la semana.

—Dios mío —dijo—. Hay un nuevo chico en mi clase de gobierno. Guapísimo.

—¿En serio? —pregunté—. ¿Cómo se llama?

— Sólo lo conozco como Chico Caliente. Pero creo que oí al señor Clairfield
llamarlo señor Cousin o algo —dijo—. Es de Pine Gate, creo. Déjame decirte,
chica, si ese chico es alguna indicación de ello, tienen buenos hombres en Pine
Gate.

Abrí los ojos y me volví hacia ella, completamente despierta.

—¿Qué? —preguntó, mirando alrededor conscientemente. Empujó sus gafas


sobre su nariz, sus ojos muy abiertos—. ¿Es una abeja?

Negué con la cabeza.

—¿Cozen? ¿Cole Cozen? Es el chico nuevo al que le estoy dando tutoría.

—¡En serio! —dijo con una sonrisa extendiéndose sobre su cara—. ¿Estás dándole
tutoría a Chico Caliente?

Asentí.

—Recién empecé, hace como dos semanas. Está intentando entrar al equipo de
baloncesto.

Ella se inclinó sobre la mesa de forma conspiratoria.

21
—¿Es estúpido? Lo sabía. Alguien tan atractivo tiene que tener algún defecto.

Negué.

—No, parece bastante inteligente.

—Entonces debe tener novia.

Me encogí de hombros.

—No lo sé. Quiero decir, no lo creo. No salió el tema. Es muy agradable. Pero un
poco pasado de moda, o algo así. Como que me estrechó la mano y llamó a la
señora Moody "señorita", y si ya está en el laboratorio para cuando yo llego se
levanta si está sentado. Muy diferente a los hombres de las cavernas de la escuela,
¿sabes? Cuando entro en una habitación en la que está Zack, en lugar de
levantarse, siempre dice: “Me pareció oler que venías”.

Bethany se rió.

—Por lo menos no te dice Vaquera Fea como a mí. Lleva botas vaqueras a la
escuela un día en el sexto grado, y Zack nunca lo olvidará.

También me reí, girando los brazos para que mis antebrazos tomaran algo de sol.

—Bueno, Cole nunca te diría Vaquera Fea. No es un Neandertal como Zack.

Bethany entrecerró sus ojos hacia mí.

—Tienes un enamoramiento del Chico Caliente.

Sentí mi cara sonrojarse. A veces odiaba la forma en la que Bethany y Zack podían
entenderme.

—No, no es verdad. Sólo te decía lo diferente que es de Zack. Y su nombre es


Cole.

Ella levantó su Dr. Pepper, estudiándome. Me señaló mientras bebía algo de


gaseosa, mientras que su pulsera de cuentas de madera se golpeaba.

—Sí, lo haces. Lo puedo ver. Te gusta.

Mi cara estaba prácticamente ardiendo ahora.

—Recién lo conocí hace dos semanas.

—No es una negación —canturreó—. ¡Alex está enaa-mora-da!

—Muy maduro —dije, pateándola en el pie. Pero no pude evitar sonreír. Era
cierto, me había encontrado a mí misma pensando en Cole un par de veces
cuando no estábamos juntos. Sobre su hoyuelo y en la forma en que bromeaba

22
conmigo y en cómo sostenía mi mochila por mí, y en cómo estaba nerviosa y
emocionada al pensar en dejarle ver mi poema, que todavía no le había mostrado.
Pero todo eso significaba nada—. Sólo le estoy dando tutoría —dije, volviendo a
ponerme los lentes de sol, cerrando los ojos e inclinando de nuevo la cabeza
hacia atrás—. Él es agradable, eso es todo.

—Y hermoso.

—Pensé que querías mapear nuestra ruta a Colorado.

—Es una línea recta. No hay que mapear nada —dijo—. Terminé.

—Bueno, entonces hablemos algo más sobre el hotel. —Podía sentir una gota de
sudor rodar por mi espalda.

—No hay nada más que hablar —dijo—. Ya tengo prácticamente memorizada la
lista de servicios. —Pero pude sentir los pies de Bethany levantarse de la silla y
escuché el roce del metal contra el concreto mientras se acercaba a la
computadora de nuevo—. Entonces llegamos el día uno, nos registramos,
comemos rápido en algún lugar, y nos sentamos en el vestíbulo luciendo increíble
con nuestro nuevo atuendo de viaje por carretera…

—No puedo permitirme un nuevo atuendo de viaje por carretera —entoné por
enésima vez.

—Puedes pedir prestado —dijo ella en el mismo tono, también por enésima vez.

La puerta del patio se agitó al abrirse y entró Georgia, sosteniendo una bandeja
de plástico en una mano y un trapo mojado en la otra.

—No me presten atención, diosas del sol —dijo, limpiando una mesa—. Sólo
estoy limpiando porque alguien no pensó en hacerlo antes de terminar el turno.

Sonreí.

—Lo siento, Gee. Supongo que no se puede conseguir buena ayuda estos días.

—Como si no lo supiera —dijo—. Demasiado ocupadas trabajando en sus


bronceados para que chicos como el que está adentro las note.

Estiré una pierna hacia arriba de forma lujosa y la miré, rotando el pie.

—Es difícil ser hermosa. —Me reí—. Pero vale la pena.

Ella sacudió la toalla suavemente sobre mi cabeza.

23
—Ja, ja, ja. Me estoy rompiendo la espalda aquí. —Pero podía ver la sonrisa
divertida en su rostro mientras trabajaba. Sacudió las migajas hacia la bandeja
que tenía en la mano.

Georgia actuaba dura, pero era tierna por dentro. Después de cerrar, prendía la
música y cantábamos mientras limpiábamos la cocina. Me llamaba su hija mayor,
y yo le decía la madre que siempre quise. Estuvo para mí más veces de las que
podía contar. Pero si había gente alrededor actuábamos molestas una con la otra.
Era nuestro pequeño juego.

—Adelante, ríete —dijo Georgia—. Voy a hacer tu trabajo por ti, perezosa buena
para nada.

Bethany se giró y miró por encima de su hombro, luego se volvió bruscamente y


volvió a mirar.

—Alex —siseó—. No está bromeando.

—¿Qué? —Dejé que mi pierna volviera a caer a la silla.

—La mitad del equipo de baloncesto está aquí —dijo Bethany—. ¿Y no es ese
Chico Caliente con ellos?

Mi corazón dio un vuelco y me senté derecha de golpe, girando mi cabeza hacia


la ventana. Dentro del Bread Bowl, justo del otro lado de la ventana, estaba
sentado un grupo de los chicos más atractivos de nuestra escuela –con Cole justo
en el medio, comiendo un bagel.

—Oh, ese —dijo Georgia—. Sí, estaba preguntando por ti, Alex. —Dejó la bandeja
en nuestra mesa y siguió mi mirada hacia la ventana.

—¿Sí? ¿Por mí? ¿Qué dijo?

—Sabía que te gustaba —cantó Bethany, volviéndose de nuevo hacia el


computador y usando la pantalla como un espejo. Empujó las gafas sobre su
nariz, tiró de la banda elástica de su cabello, y luego volvió a peinar su cola de
caballo.

—¡Cállate! —dije entre dientes—. No es verdad. —Luego miré a Georgia, que


había recogido la bandeja y había vuelto a limpiar las mesas—. ¿Qué dijo?

—Oh, sólo preguntó si estabas trabajando —dijo. Ayer, después de haber


mencionado mi trabajo, había preguntado dónde trabajaba. Sin embargo la
conversación había parecido tan improvisada. Estaba sorprendida que incluso
recordara, y mucho menos que se presentara en el Bread Bowl preguntando por
mí. Georgia se movió a la siguiente mesa, y yo la seguí.

24
—¿Y...? —insistí.

—Y le dije que estabas afuera con tu amiga, él ordenó un bagel y se sentó junto
a la ventana con los otros.

—¿Y eso es todo?

—Y eso es todo. Santos cielos, chica, estás actuando como si fuera una gran
emergencia.

—No lo es —dije, sintiendo mi cara sonrojarse.

Bethany cerró su computadora de un golpe y la metió en su bolso gigante.

—Bueno, odio tener que romper esta fiesta, chicas, pero me tengo que ir. Le
prometí a mamá que haría de niñera hoy. Alex, ¿vienes?

—Sí —dije empujando mi silla e inclinándome para desenrollar las piernas de mi


pantalón. Mi piel se sentía eléctrica ante la idea de pasar frente a todos esos
chicos, especialmente Cole, al salir.

—Espera —dijo Georgia. Sabía por la forma que mantenía la boca, que estaba
tratando de no reírse. Levantó la mano y me sacó la visera, que me había quedado
del trabajo, de la cabeza. Luego se estiró por detrás de mí y tiró de la banda
elástica de mi cabello, dejándolo caer en ondas alrededor de mis hombros. Usó
sus dedos suavemente para esponjar y domar mi cabello. Dio un paso hacia atrás
y me evaluó por un segundo, luego olfateó—. Bueno, todavía hueles a sopa de
patatas, pero te ves hermosa.

Sonreí. A veces Georgia era realmente la madre que siempre quise tener. A veces,
cuando se ablandaba y me cuidaba, imaginaba que así es como una madre
hubiera actuado conmigo. A veces, como una madre, Georgia sabía
instintivamente todas las cosas correctas que decir o hacer. A veces, no podía
saber si ella hacía que el escozor de extrañar a mi madre fuera mejor… o peor.

Si tuviera que escribir un poema sobre Georgia, definitivamente utilizaría la


palabra succor, que significa “consuelo”. A la señora Moody le encantaría esa
palabra.

—Está bien. Vamos —dije, agarrando el brazo de Bethany con ambas manos y
llevándola hacia la puerta—. Sólo saludaremos casualmente al salir.

—Como sea, señora No-Me-Gusta —murmuró, arrojando su Dr. Pepper a la


basura.

25
El aire dentro del Bread Bowl era unos quince grados más frío que afuera, y mi
piel casi inmediatamente se llenó de piel de gallina. Mis dientes incluso
castañearon un par de veces.

Bethany y yo irrumpimos en el comedor como si no nos diéramos cuenta que


había alguien allí. Odiaba cuando chicos de la escuela venían y yo estaba
trabajando. Siempre me sentía ridícula con mi pantalón uniforme azul marino de
cintura alta y una camisa de polo dentro del mismo.

Agaché la cabeza y seguí caminando hacia adelante, tirando a Bethany junto a


mí.

De repente Bethany se detuvo y se dio la vuelta, obligándome a detenerme


también.

—Oye, yo te conozco —dijo ella, e incluso antes de darme vuelta sabía a quién
le hablaba. Iba a tener que matarla. Simplemente era todo lo que podía hacer.
Efectivamente dijo—: Eres el chico nuevo en gobierno. Cole, ¿verdad? Alex estaba
hablando de ti.

—Hola —dije, saludando avergonzada e imaginando todas las formas en las que
me podría vengar de Bethany por esto. ¿Matar un árbol, tal vez? ¿Negarme a
reciclar mi botella de agua? ¿Decirle a Zack que le gusta?

—Hola, Alex —dijo él, tragando un bocado de bagel—. ¿Acabas de terminar de


trabajar?

Miré mi uniforme.

—No, sólo uso este atuendo porque me encantan los pantalones de poliéster
tipo mamá.

Intentaba ser graciosa, pero nadie rió. Pero Cole sonrió, ese hoyuelo apareciendo
justo sobre la comisura de su boca. Al menos entendió mi chiste, lo que me hizo
sentir un poco mejor.

—Amigo, tengo que volar —dijo Steve Shunk a nadie en particular, arrugando el
envoltorio de su sándwich con una mano. A continuación todos los chicos
comenzaron a moverse, empujando sus sillas y arrugando sonoramente sus
envoltorios.

—Sí, nosotras igual deberíamos irnos —dije, tirando del brazo de Bethany—. ¿Te
veo en el laboratorio el lunes?

—Sí. Allí estaré.

26
—Genial —dije, luego giré y prácticamente corrí para salir de allí antes de que
los chicos atascaran la puerta.

Una vez afuera envolví el brazo alrededor de los hombros de Bethany.

—Entonces, Vaquera Fea, ¿cuál será tu castigo?

Ella puso los ojos en blanco y me ignoró.

—Por favor. Ver a ambos pretender que no se estaban haciendo ojitos fue castigo
suficiente.

Sonreí a pesar de mí misma. Ella podía tener razón sobre ello. También creía que
él me había estado mirando diferente últimamente.

De pronto no podía esperar llegar al laboratorio el lunes.

27
Traducido por Lililamour

Corregido por Nony_mo

C
elia estaba con Bethany y Zack, esperándome en mi casillero antes del
periodo final. Tomé una respiración profunda. Sabía que éste iba a ser un
año difícil, con mi hermana pequeña paseando por los pasillos. No es que
no la amara ni nada de eso, pero, bueno, sólo digamos que si dieran premios por
ser ruidosa, malvada y totalmente inmadura, Celia necesitaría una vitrina de
trofeos.

Mi abuela solía decir que era porque Celia creció sin una mujer en la casa. Que
aprendió con papá que si sólo aullaba y pataleaba conseguiría lo que quisiera. Es
una bebé malcriada, solía decir la abuela, levantando la barbilla hacia Celia.

La abuela tenía razón, Celia era difícil de llevar. Y aulló y pataleó un montón. Pero
no era para que papá le diera algo, era porque a veces era la única manera de
conseguir que papá pusiera atención. Shannin y yo optábamos por rendirnos con
papá y atender los asuntos nosotras mismas. O a veces simplemente nos
dábamos por vencidas. Pero Celia averiguó que necesitaba chillar más fuerte. Y
por lo general funcionaba.

Celia era una malcriada. Habrías pensado que hemos sido cercanas debido a que
sólo tenemos tres años de diferencia. Pero Celia era demasiado a veces. Era
grosera y brusca y cansina y cínica. Pasaba por la vida como si todo fuera de ella
y todo el mundo debería inclinarse para dárselo. Nunca sonreía a menos que
quisiera algo. A veces me sentía mal por ella porque nunca parecía feliz, pero por
lo general ese sentimiento duraba poco porque sin duda podría decir o hacer
algo desagradable y arruinar cualquier simpatía que alguien pudiese tener para
ella.

Bueno, excepto Zack. A Zack le gusta Celia de una manera como hermano mayor.
Pensaba que ella era “frágil” y podía seguirle la corriente, dejándonos a Bethany
y a mí negando con nuestras cabezas y poniendo los ojos en blanco.

—Necesito un aventón a casa —gritó Celia, antes de que tan siquiera llegara a
mi casillero—. No voy a ir al Yearbook Club hoy.

—Está bien —dije—. Sólo encuéntrate conmigo fuera del laboratorio de tutoría.

28
—¿No puedes bajar a la sala de los de primer año y recogerme ahí? No quiero
tener que caminar todo el camino hasta aquí.

—Acabas de andar todo el camino hasta acá.

—Exactamente. Y tengo un montón de tarea. No quiero tener que arrastrar mi


mochila. Será muy pesado.

Saqué mi labio inferior.

—Pobre bebé. ¿Crees que vas a vivir?

—Dios, Alex —dijo ella, echando sus rizos por encima de un hombro—. ¿Por qué
no puedes por una vez simplemente ser agradable?

Abrí mi casillero, bloqueando su cara. Atrapé el ojo de Bethany, me estaba dando


una cara de dame-un-respiro. Si Celia fuera la hermana de Bethany,
probablemente estaría caminando a casa hoy. Bethany no toleraba mucho a sus
hermanos menores.

—Te voy a dar un aventón, ¿no? —dije con cansancio mientras sacaba un par de
Starbursts fuera de la bolsa de mi segundo estante.

—Eres tan perra.

—Bien, Celia —dije, volteando mi cabeza por la puerta del armario para fruncir el
ceño hacia ella—. Si soy tan perra, puedes conseguir un aventón con alguien más.

—Papá dijo que tú podía llevarme a casa, y que si no lo…

—Señoritas —dijo Zack, parándose entre nosotras—, creo que se están


perdiendo el panorama más grande aquí. —Metió la mano en mi armario y cogió
un puñado de Starbursts. Levantó una amarilla—. Alex nos ha estado ocultando
los dulces. —Se dio la vuelta y simuló mirarme con furia—. Sabes —dijo él—, uno
de los primeros signos de que hay un problema es cuando empiezas a esconder
la evidencia de tus amigos.

Lo empujé con mi cadera.

—¡Fuera de mi camino, ladrón! —dije, cerrando de golpe la puerta de mi


casillero—. Los tengo contados, para que lo sepas. —Pero yo sabía que para el
final del siguiente día se habrán ido. Zack y Bethany y yo nos sabíamos las
combinaciones de los casilleros uno del otro. Cada uno teníamos vía libre. Él
podía comérselas todas. Conociendo a Zack, me imaginé que probablemente los
reemplazará con condones, sólo para reírse.

Bethany y yo comenzamos a caminar hacia el laboratorio de tutoría. Zack puso


su brazo alrededor de los hombros de Celia y nos siguió.

29
—Te diré algo —dijo él con la boca llena de Starburst—. Te encontraré en el salón
de los de primer año y te acompañaré aquí yo mismo. Cargaré tu pesada mochila
por ti. Incluso te daré un paseo en mis hombros si tus piernas se rinden, mi señora
—le dijo a Celia.

Miré por encima de mi hombro. Ella estaba radiante, inclinando su cabeza contra
el brazo de Zack. A veces pienso que tal vez su acto damisela en apuros no era
tanto un acto con respecto a Zack. A veces pensaba que realmente le gustaba.

—Trato —dijo—. Es bueno saber que uno de ustedes puede ser agradable.

—Retráctate —dijo él, blandiendo un Starburst hacia su cara.

—Bien. Eres un idiota, y te odio —dijo ella, arrebatándole el dulce.

—Eso me gusta más —dijo Zack.

La campana de alarma sonó y Celia dio un gritito, se salió de debajo del brazo de
Zack, y luego se escabulló para volver a la sala de estudiantes de primer año para
su última clase. Zack se quedó atrapado hablando con un tipo en el bebedero.

—¿Vas al partido de fútbol esta noche? —pregunté a Bethany, quien tenía el más
grande enamoramiento por Randy Weston, el delantero estrella del equipo,
prácticamente desde su nacimiento. Él no sabía que ella existía.

Se encogió de hombros y empujó sus gafas.

—No puedo —dijo—. Enviro Club. —Bethany era una de esos tipos súper
cerebrito quien pasaba la mayor parte de su tiempo estudiando para exámenes
de matemáticas, incluso cuando no tenía ninguno a la vista, y en su “tiempo libre”
estaba ocupada “salvando al mundo, una botella de plástico a la vez”. Usaba
camisetas de bambú y joyería de cáñamo y por lo general hacía miserables las
vidas de sus padres con la hiperactiva vigilancia de los botes de basura. Y era lo
suficientemente inteligente como para tener, cada terrible y deprimente
estadística acerca de cómo la humanidad está arruinando la Tierra,
permanentemente grabada en el banco de su memoria.

—Pero vi a Randy esta mañana en la cafetería, y se veía increíble. Todo arreglado.

—¿Le dijiste algo?

Dejó escapar una bocanada de aire, luciendo miserable.

—Dios, no. Además, no sé, no estoy segura de estar tan colada por él nunca más.

Jadeé.

—Has estado colada por él desde el jardín de infantes.

30
Llegamos a los vestidores y nos detuvimos; Bethany tenía Everyday Sports en el
séptimo período, la cual era la clase de educación física que todos los chicos que
odian educación física toman en el último año. Se encogió de hombros otra vez.

—Y me ha ignorado totalmente desde el jardín de infantes. Probablemente ya


sea hora de que me rinda con él. Ir detrás de alguien más alcanzable.

—Tal vez sólo deberías decirle cómo te sientes. Ver a ciencia cierta si está
interesado. —Esto era enorme, viniendo de mí. Si ninguna de nosotras iba a ser
del tipo de poner sus cartas sobre la mesa, era mucho más probable que fuera
Bethany que yo.

—¿A quién le vas a decir cómo te sientes? —preguntó Zack, acercándose por un
lado. Apoyó su codo sobre mi hombro, con un palillo de dientes colgando de la
comisura de su boca.

—A ti —dije—. Por supuesto.

La sonrisa de Bethany se ensanchó.

—Sí. Sentimos que hueles como a axilas.

Soltamos la carcajada, sacudiendo los hombros, mientras Zack simulaba sacar un


cuchillo de su pecho.

—¿Es así? —dijo él, luego agarró la cabeza de Bethany con una mano y levantó
la otra mano por encima de su cabeza—. ¡Tú lo has pedido! —dijo, aplastando la
cara de ella dentro de su axila. Ella estaba chillando y golpeando su pecho, pero
cuando él la soltó, se veía sonrojada y feliz.

—¡Vete, desagradable! —dijo ella, empujando su pecho y metiéndose en su salón


de clases.

—No sin Alex —dijo Zack, agarrando mi mano y jalándome hacia el pasillo detrás
de él—. Vamos —dijo—. Te encaminaré al laboratorio de tutoría. Celia quiere que
algo de mi bondad se frote en ti. —Medio me arrastró por el pasillo hacia el
laboratorio, dándome “Bondad 101” con una voz de ridículo falsete, hasta que la
señora Moody lo hizo entrar a la habitación de Amanda, diciendo algo sobre él
necesitando poner tanto esfuerzo en su gramática como lo hace con su humor.

Atravesé la puerta de mi salón de laboratorio justo después de que la campanada


final sonó. Cole se puso de pie, al igual que casi siempre lo hacía cuando yo
entraba en una habitación. Era difícil no sentirse un poco efusiva interiormente
cuando lo hacía.

—Siento llegar tarde —dije.

31
Su cara era todo sonrisas.

—No hay problema. ¿Adivina qué?

—¿Qué? —dije, dejando mi mochila en mi silla y abriéndola. Él se sentó de nuevo


en su escritorio.

—Conseguí una A en mi prueba de ensayo. ¡Noventa y siete por ciento!

—¡Oye, eso es impresionante! —grité, y antes de saber lo que estaba haciendo,


me incliné y le di un fuerte abrazo—. ¡Felicitaciones!

—Gracias. Hice todo lo que me dijiste que hiciera. Funcionó completamente.

Me aparté, sin aliento y sintiéndome un poco incómoda, pero era una


incomodidad agradable.

—Entonces —dije, deslizándome en mi asiento, sacando de mi mente lo bien que


olía de cerca—. Tengo una sorpresa para ti, también.

Se sentó en el asiento frente a mí, apoyándose en sus codos. Las mangas de cuero
de su chaqueta Pine Gate crujieron debajo de él.

—¿Sí? ¿Qué es?

Busqué en mi mochila durante unos minutos y luego saqué una hoja vieja de
papel de cuaderno. Se la entregué sin decir nada. La verdad era que estaba tan
nerviosa que no sabía qué decir. No estaba exactamente acostumbrada a dejar
que nadie, aparte de los maestros, viera mis escritos. Y Cole no era cualquiera,
tampoco. Por alguna razón, quería impresionarlo.

Él miró el papel durante un tiempo, con una arruga entre sus cejas.

—Oh —dijo finalmente, sus ojos se iluminaron—. ¡Éste es tu poema! El que ganó
un premio, ¿verdad?

Asentí, sintiendo que mis ojos se podrían salir de sus órbitas.

—Sin embargo, no tienes que leerlo.

—Quiero —dijo, y leyó en voz alta—:

» No puedo asimilar tus endurecidos ojos

Ciegos de mi corazón encogido

Mi pecho derrumbándose

Hombros al suelo pulido

32
» No puedo asimilar tus atados brazos

Mi garganta la pierna de un hombre ahogado

Goma de un neumático ardiendo

Tus puntiagudos codos apuñalando mis sienes

» No puedo asimilar tu fría lengua

Repiqueteando detrás de tus dientes mientras tú

Enumeras mis fracasos

Yo sólo puedo llorar una polvorienta planta rodadora

Un poste de la cerca envejecida

Un puñado de clavos oxidados

Rodando fuera de mí como canicas.

Después de un largo rato, luego de que terminó, él no dijo una sola palabra. Sólo
se sentó allí y se quedó mirando fijamente al papel. Mi cara comenzó a sentirse
caliente, y sentí un tirón en mi caja torácica, vergüenza brotando desde dentro
de mí.

No le había mostrado nunca a nadie ese poema, a excepción de la señora Moody.


Cuando finalmente la dejé leerlo, se quitó sus gafas de lectura y se frotó las
huellas dejadas en el puente de su nariz, y luego me dijo que sabía exactamente
lo que yo necesitaba hacer con eso. Al día siguiente me había dado una copia
impresa de las reglas generales para un concurso de poesía juvenil respaldado
por algún grupo de escritura de la universidad. Me dijo que pensaba que yo
realmente tendría una oportunidad. Dos meses más tarde, cuando me enteré de
que había ganado el primer lugar, estaba eufórica. Pero todavía avergonzada. Ese
poema era como una parte de mi alma. Mis pensamientos. Mis sentimientos
privados. Enseñarlos se había sentido como ir a clase en ropa interior.

—Probablemente no eran muy numerosas las entradas —dije al fin, mi voz


sonaba eléctrica y crepitante en el silencioso cuarto. Recogí el papel de la mano
de Cole. Me la arrebató.

—¿Estás bromeando? —dijo él—. Es muy bueno. Quiero decir, realmente bueno.

Sentí mis mejillas elevarse en una sonrisa, a pesar de que la vergüenza era todavía
tan intensa que me retorcí.

—¿Sí? —dije.

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Finalmente levantó la mirada, con sus labios separados.

—Oh, sí. Definitivamente. No leo mucha poesía, pero esto... —Miró de nuevo el
papel—. Guau. Eres como... Emily Dickinson o algo así.

—¡Ja! Gracias —dije.

Me miró, y nuestros ojos se engancharon. Si no lo hubiera conocido mejor, habría


jurado que se veía… conmovido.

Finalmente, rompí el contacto visual y me ocupé sacando mi libreta de mi mochila


y azotándola en el escritorio entre nosotros diligentemente.

—Entonces, ¿en qué tienes que trabajar hoy? —pregunté.

Pero él seguía mirándome, sólo que ahora el hoyuelo estaba allí, encaramado en
la comisura de su labio.

—¿Tiene un título? —preguntó.

Lo pensé, sintiéndome muy consciente de mí misma ahora. En el buen sentido,


pero aun así. Me aclaré la garganta y sonreí.

—Sí —dije—. Se llama “Mi Chispeante Personalidad e Inolvidable Buena


Apariencia”. —Nuestro chiste interno.

Sonrió en serio esta vez, y lo sostuvo durante unos segundos antes de romper a
reír. Me devolvió mi poema, y lo metí en mi mochila, sintiendo la incomodidad y
la timidez derretirse.

—¿Podemos ponernos a trabajar ahora? —pregunté, mirando el reloj—. La


señora Moody podría matarme si supiera que estaba desperdiciando el tiempo
de laboratorio enseñándote mis poemas.

—Está bien, está bien —dijo, alcanzando el escritorio detrás de él para recoger
su libro de inglés. Lo dejó caer sobre la mesa al lado de mi libreta y empezó a
pasar las páginas—. Si insistes. Pero personalmente, no pienso que fue una
pérdida de tiempo en absoluto.

Continuó hojeando las páginas de su libro, pero cuando levanté la vista hacia él,
me estaba viendo directamente. Rápidamente bajé la mirada, sonrojándome y
diciéndome a mí misma que esa mirada no era nada. Simplemente estaba
impresionado por el poema, eso era todo.

Aun así, por lo que sea que fuera la mirada, no se podía negar, podía sentir su
intensidad hasta en los dedos de mis pies.

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Traducido por Mutatingskyline

Corregido por Nony_mo

C
orrí a través de la puerta principal de Bethany. Hemos sido amigas por
tanto tiempo que sus padres simplemente lo esperan. Cuando éramos
pequeñas, Bethany vivía directamente frente a Zack y a mí. Irrumpíamos
en las casa de la otra con tanta libertad que ya nadie parecía darse cuenta. Para
cuando Bethany se mudó al otro lado de la ciudad, el hábito estaba tan arraigado
en mí que todavía lo hacía.

La madre de Bethany estaba sentada en el sofá, sosteniendo la cabeza de su


hermano menor en su regazo, un par de pinzas posicionadas sobre una de sus
orejas. Él se retorcía y vociferaba, su sedoso cabello rojo moviéndose contra el
brazo de su madre.

—Hola, Alex —dijo ella al verme entrar—. No tienes una mano extra, ¿o sí?

—Seguro —dije. Ya iba llegando tarde. Probablemente, Zack ya se había comido


toda la pizza y él y Bethany estaban cocinando un “castigo” para mí. La última vez
que Bethany llegó tarde a un Día de Vacaciones, Zack hizo que nos dejara
grabarla mientras cantaba “I’m Too Sexy” para luego subir el vídeo a su página
de Facebook. Pero la mamá de Bethany era muy amable y siempre cuidaba a los
cuatro locos hermanos de Bethany hasta el cansancio. Me sentía un poco mal por
ella.

—Tiene una pasa atrapada ahí —dijo ella, extendiéndome las pinzas y apuntando
a su oído—. Puedo verla, pero él no se queda quieto el tiempo suficiente para
sacarla.

Vacilé.

—¿Quiere que yo la saque?

Asintió.

—Lo he hecho un millón de veces. Confía en mí, siempre que no la empujes más
hacia adentro, no habrá problema. Una pensaría que aprenderían. Ryan, detente
—dijo entre dientes al hermano de Bethany, sujetando sus piernas bajo el brazo,
ahora libre.

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—No sé si yo…

Ryan dejó salir otro lamento y una nueva serie de patadas con incluso más vigor
que antes, casi liberando su cabeza del brazo de su madre.

—Ryan, ¡no! —dijo ella, dándole un manotazo en el trasero. Ahora estaba


chillando y meneándose—. Vas a estar bien, Alex. Sólo hazlo rápido.

Me incliné y contuve el aliento, esperando contra toda esperanza que el


hermanito de Bethany no se soltara de repente, metiéndose las pinzas hasta el
tímpano.

Mi cara estaba justo al lado de la de la madre de Bethany. Tenía arrugas y parecía


cansada. Olía como a macarrones y queso. Rápidamente, sin pensarlo mucho,
metí las pinzas en el oído de Ryan y saqué la pasa, la cual –gracias a Dios– salió
en una sola pieza. La madre de Bethany soltó a Ryan, quien salió disparado por
la puerta gritando y sosteniéndose la oreja, como si se la hubiese pinchado.

Le pasé las pinzas a la madre de Bethany y la pasa cayó sobre su regazo. Dejó
salir un largo suspiro y pasó su mano libre por su enredado cabello rubio rojizo.

—Niños —dijo, y dejó salir una risita—. Gracias por la ayuda, cariño.

—No hay problema —dije, pero antes de poder añadir algo más, se oyó un
estrépito desde la cocina, seguido por ladridos rápidos emitidos por el perro de
Bethany, Perry, y otro de sus hermanos gritando “¡mamá!”. La madre de Bethany
apretó los dientes, golpeó las palmas de sus manos contra sus caderas varias
veces, y se levantó.

A veces no estaba segura de si cambiaría mi tan-silenciosa-que-duele vida con la


loca y salvaje vida de Bethany aunque me pagaran un millón de dólares. Su casa
estaba en un caos constante, y sus hermanos lo destruían todo. Su padre trabaja
en este extraño turno nocturno así que nunca estaba en casa y despierto cuando
los demás lo estaban, así que la obediente y estudiosa Bethany a menudo
ocupaba la posición de segunda madre. Sin duda, ella quería salvar al planeta, ya
que parecía mucho más salvable que su propio condominio.

Agarré mi bolso y me escabullí hasta la habitación de Bethany, donde ella y Zack


ya estaban sentados en su cama con la laptop abierta. Una caja de pizza
descansaba junto a él, quien reía y masticaba al mismo tiempo con los ojos
pegados a la pantalla de la laptop.

—Disculpen la tardanza —dije, lanzando mi bolso al vestidor de Bethany y


tomando una porción de pizza. Le di un mordisco—. Estaba en el teléfono —Al
decir esto, sentí mi cara enrojecer y de repente no estaba segura de si, por mucho
que masticase la pizza, sería capaz de tragarla.

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Esto era nuevo, pero empezaba a sentirlo más cada vez que pensaba o hablaba
o veía a Colin. Después de mostrarle mi poema el lunes, él parecía estar cerca
más seguido, lanzando un tímido “hola, Alex” en mi dirección o saludarme con la
mano en el estacionamiento, o lo que fuese. Comenzaba a percibir una vibra de
él que me decía que era más que una coincidencia.

Y esta noche llamó a mi celular mientras me preparaba para salir por la puerta.

—Hola, Emily Dickinson —dijo él, e inmediatamente me sentí como si estuviera


tratando de respirar en la cima de una montaña. El aire se sintió más delgado a
mí alrededor.

—No pasa nada —dijo Bethany, estirándose hacia debajo de su cama y sacando
la carpeta verde que habíamos empezado a llamar los Archivos Obsesivos. Estaba
abarrotada más allá de su capacidad con toda la información de Colorado sobre
la que podía poner sus manos. Había itinerarios, impresiones, cupones, guías e
incluso antiguas listas hechas con crayón que una vez hicimos sobre qué
celebridades deberíamos buscar (Ricky Martin y las Spice Girls encabezaban la
lista)—. No hemos empezado todavía.

—Pero serás castigada —anunció Zack en su voz de locutor de show de juegos.

Bethany rodó los ojos.

—Tiene una Oreo en su calcetín.

—Ew —dije, dejándome caer en la cama junto a Zack—. No me voy a comer eso,
si es eso lo que pretendes.

—¡Qué bien, Spoiler Sally! —dijo a Bethany— ¿Tienes soda?

—En la nevera —respondió Bethany ausentemente, hojeando una pila de


mapas—. Tráeme una.

—A mí también —añadí.

—Vaya, sí vivo para servir, después de todo —dijo él, saltando de la cama—.
¡Hola, señora M! —lo escuché abajo después de salir.

Aproveché la oportunidad.

—Beth —siseé.

—¿Hmm? —respondió, rascándose la barbilla y estudiando el mapa—. Oye,


sabes, creo que hay un museo de los dinosaurios camino a allá.

—¡Bethany! —repetí, con más fuerza esta vez—. ¡Rápido, mientras Zack no está!
—le hice señas para que se sentara junto a mí en la cama.

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Levantó la vista y cerró el ordenador, luego se sentó a mi lado.

—¿Qué? —preguntó, poniendo un mechón de cabello detrás de su oreja y


dejando el ordenador en su regazo.

—Adivina quién me llamó.

—¿Quién?

—Cole.

Sus ojos se abrieron.

—¿En serio? ¿Cole, el sexy?

Asentí, sin ser capaz de mantener mi sonrisa al margen.

—¿Qué quería?

Sacudí la cabeza.

—Clase de inglés. Tenía una pregunta sobre una novela de Ray Bradbury que
están leyendo. Pero entonces hablamos de cosas estúpidas, también. Ya sabes,
como aquella asamblea que tuvimos la semana pasada. Ese tipo de cosas.

Bethany parecía confundida.

—¿Y por qué es esto tan importante?

Me dejé caer sobre su almohada y gemí.

—No lo sé —dije—. Es que… no lo es, ¿verdad?

—No a menos que te guste.

Me reí y la golpeé en la cabeza con una almohada de Dr. Pepper.

—Cállate. Sabes que como que sí.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Así que finalmente lo admites?

Conteniendo una gran risa que quería, por alguna razón que ni siquiera
comprendía, salir de mí, asentí lentamente.

—Sí.

—¿Y crees que le gustas?

De nuevo, asentí sintiéndome como una gran y muy feliz idiota con mi sonrisa.

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—Eso es genial —dijo ella—. Él es realmente lindo, Alex. Deberías hacer tu
movida.

—De ninguna manera —dije, golpeándola con la almohada otra vez. Partes de su
cabello se erizaron y tuvo que ponerlas de vuelta en su lugar—. Y no le digas a
Zack. Ya sabes cómo se pone. El mundo entero sabría para mañana.

—Oh, por favor. Zack es la última persona a la que le contaría —dijo. Entonces
escuchamos a Zack viniendo por el pasillo, hablando con uno de los hermanos
pequeños de Bethany. Bethany abrió la laptop justo en el momento en que Zack
abría la puerta, cargando el pack de doce latas de Dr. Pepper completo.

Se detuvo en el umbral, observándonos.

—Bien, me perdí de algo —dijo él.

Bethany y yo nos congelamos frente al ordenador como si fuera la cosa más


interesante que habíamos visto en nuestras vidas.

—Uh-huh. Para que lo sepan —dijo, cerrando la puerta con su pie y


desenterrando latas de soda de la caja—, no voy a ir a ningún spa femenino
usando toallas cortas y pepino sobre mis ojos mientras estemos allá, si es lo que
planean.

Bethany y yo nos miramos y perdimos el control.

—Pero puedes obtener masajes en esos lugares —dije.

—Sí —Bethany estuvo de acuerdo—, con mucho aceite y una sensual masajista
caminando sobre tu espalda. Topless.

Zack lanzó las Dr. Pepper sobre la cama y se dejó caer a su lado.

—¡Alex! —dijo él, golpeando la parte de atrás de mi cabeza como si acabara de


ocurrírsele la más brillante idea—. ¡Creo que ya sé cuál va a ser tu castigo!

—¡Ew! —dije, rodando lejos de él—. No me voy a acercar a ti con mis pies
desnudos. Ni otra cosa desnuda, si nos ponemos a ver.

—Vamos, Alex —bromeó—. Los mejores amigos lo comparten todo. Está en el


libro de reglas. Regla número setenta y siete: Los mejores amigos no se ocultan
cosas.

Bethany y yo nos miramos por sobre su cabeza y reímos. Por ahora, Zack no tenía
que saber que yo estaba totalmente colada por Cole.

39
Traducido por maphyc

Corregido por Nony_mo

E
staba aún entusiasmada por la llamada y la emoción de Bethany por mí
cuando fui a la escuela el lunes. Algo sobre decirlo en voz alta hizo mi
enamoramiento por Cole parecer más real. Me encontré mirando por todos
lados donde iba, esperando verle y tener la oportunidad de saludarnos el uno al
otro. Tal vez decir hola. Quizás cruzar miradas. Todo parecía ridículo y oh-tan-de-
la-escuela-media, pero esa era la forma en que había empezado a sentir cuando
estaba alrededor de cole, como si los enamoramientos fueran nuevos para mí.

Pero hacia el séptimo periodo, cuando no apareció en la tutoría, era obvio que
estaba ausente, y me sentí un poco desinflada. Para el martes, cuando él seguía
sin volver, comencé a ponerme inquieta, y para el miércoles estaba intentando
intensamente no tomarlo como algo personal. Me senté en el laboratorio sola,
escribiendo un poema y preguntándome dónde estaba Cole.

No es como si fuera un gran problema, por supuesto. No es como si fuésemos


una pareja, o incluso tenía por seguro que no estaba por mí. Era difícilmente el
fin de mi mundo, no verle. Pero cuando llegué al The Bread Bowl la noche del
miércoles y él se estaba sentando en un lugar en la esquina, sólo, esa ola de
enamoramiento me arroyó otra vez. Intenté no parecer demasiado emocionada
cuando le vi. Él asintió. Le devolví el saludo. Me registré y me coloqué en la caja
registradora e intenté no mirarle demasiado seguido.

Cole tenía el libro de Ray Bradbury con él y estaba sorbiendo lentamente una
taza de café con el libro apoyado y abierto frente a él, pero intenté no ponerme
demasiado emocionada cuando me di cuenta que cada vez que alzaba la vista, él
estaba mirándome, también, en lugar de al libro. Después de las prisas de la cena,
Georgia me envió a tomar un descanso, y decidí parar casualmente en la mesa
de Cole.

—Hola —dije, tratando de no parecer demasiado torpe—. ¿Dónde has estado?

Él vaciló, mirando hacia abajo a su libro.

—Cosas de familia —dijo—. Voy a estar de vuelta mañana, lo prometo. Es por


eso que estoy tratando de ponerme al día esta noche.

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—Oh —dije—. ¿Cuán atrasado estás?

Hizo una mueca.

—Realmente atrasado. ¿Estás descansando o has acabado?

—En el descanso —dije—. No salgo hasta las ocho. —Mi turno para hacer una
mueca.

—Entonces, ¿tienes unos pocos minutos? —preguntó. De nuevo con esa sonrisa.
Asentí, sintiendo la piel de gallina subiendo por mis brazos. Algo sobre esa
sonrisa. Ocurría que la ternura que sentía cuando Cole me sonreía era algo que
nunca había sentido antes. Papá nunca sonreía, y Celia sólo fruncía el ceño. Beth
y Zack me sonreían todo el tiempo, pero sus sonrisas no se sentían como esto.
Sus sonrisas se sentían como risas. La sonrisa de Cole se sintió como calor. Y
como si estuviera destinada sólo para mí.

Hubo unos momentos de silencio incómodo entre nosotros, durante los cuales
me centré sobre todo en el sudor que pude sentir corría por mi espalda. De
repente, tenía miedo de que si mirase hacia abajo, tendría manchas de sudor
gigantes y moriría de vergüenza en el acto. Me aclaré la garganta. Mis dedos se
desviaron hacia el cazador de sueños y empujaron en las cuentas.

Finalmente él cerró el libro y se deslizo del asiento.

—Ven conmigo, tengo algo que enseñarte.

Acarició sus manos con las mías mientras caminaba más allá de mí, sacando sus
llaves fuera de su chaqueta. Le seguí fuera hacia el estacionamiento. Me llevó
hacia un viejo coche azul, uno que había visto en el estacionamiento de la escuela
sin tan siquiera preguntarme de quien podría ser, y abrió el maletero.

—Tú me enseñaste tu poema —dijo por encima de sus hombros mientras


caminaba—, así que me di cuenta de que era mi turno.

Metió la mano dentro del maletero y sacó una funda de guitarra.

—Siéntate —dijo, señalando la acera. Me senté, envolviendo mis brazos alrededor


de mis rodillas.

—¿Tocas la guitarra? —pregunté.

—Un poco —admitió él. Dejó el estuche de la guitarra en la acera detrás de mí y


manoseado abrió el cierre. Sacó una acústica brillante y se sentó a mi lado,
recostándola a través de su regazo—. Soy autodidacta, así que no soy muy bueno,
ni nada. Es sólo un hobby.

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—Interesante hobby —dije, recorriendo con mis dedos las cuerdas. Puede sentir
su hombro, caliente contra el mío—. Yo no sé tocar nada.

—Pero puedes escribir canciones matadoras —dijo—. Compruébalo.

Apoyó la guitarra contra su pecho y comenzó a rasguear. Sus dedos se movieron


a lo largo de las cuerdas como si no fuera nada. Como si cualquiera pudiera
hacerlo. Después de unos pocos acordes, empezó a tararear, luego muy pronto
cantó en voz baja:

—No puedo tragar tus ojos endurecidos...

Mi boca se abrió de golpe. Mi poema. Él estaba cantando la letra de mi poema.


Honestamente no sabía que pensar. Estaba consciente escuchando mis palabras
en voz alta, y Cole tan vulnerable, sentado en la acera cantando y tocando la
guitarra. Al oír mis sentimientos en voz alta de esa manera, podía casi sentirlos
todos otra vez, la noche cuando el agujero donde mi familia debería haberme
tragado tan completamente que no podía hacer nada más que escribir sobre ello.
Fue un momento tan crudo, tan expuesto, se sintió casi demasiado íntimo para
soportarlo. Dejé caer mi frente sobre mis rodillas y escuché, apretando mis ojos
con fuerza. Cuando terminó, giré mi cabeza para mirarle a la cara, apoyando mi
mejilla en mis rodillas.

—Eso. Fue tan increíble —dije—. No puedo creer que memorizases mi poema.

Él hizo vibrar unas pocas cuerdas aleatorias.

—No tenía toda la letra exactamente correcta —dijo—. Pero intenté recordar la
mayor parte. Fue la primera cosa en la que pensé cuando lo leí: guau, esto haría
una buena canción.

Extendí la mano y toqué la guitarra suavemente

—Siempre deseé tocar un instrumento.

—¿De verdad? —Él se movió para poder sentarse derecho—. Quizás te enseñe
algún día. No es tan difícil. —Colocó su mano sobre la mía e hizo vibrar las
cuerdas con más confianza. La vibración bajo la yema de mis dedos parecía agitar
mi cuerpo entero. Encogí los dedos de mis pies dentro de mis zapatos.

De repente, hubo un golpe en la parte frontal de la ventana. Georgia estaba allí


de pie, jugueteando con las persianas. Levantó sus cejas hacia mí.

—Atrapada —dije—. Tengo que regresar.

Cole se levantó, sosteniendo su guitarra por el cuello.

—Sí —dijo.

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Y había una incomodidad entre nosotros. Por mi parte la incomodidad se llenó
con la vibración que todavía sentía en los arcos de mis pies.

Justo cuando comenzaba a hacer un movimiento hacia la puerta, me alcanzó y


tocó mi muñeca, muy suavemente y muy rápido, como si estuviera asustado de
que pudiera quemarle.

—Entonces, ¿quizás pueda enseñarte un poco este fin de semana?

Al principio estaba confundida. ¿Qué estaba pasando este fin de semana? Y


entonces, con un pum de mi latido de corazón, me di cuenta de que lo estaba
diciendo realmente.

—Trabajo el viernes, pero estoy libre el sábado.

Él sonrió.

—De acuerdo. Podemos ir al lago o algo. Llevar comida. Te enseñaré Yesterday.


Esa fue la primera canción que aprendí. Es bastante fácil.

—Sí, suena bien. ¿Quieres que nos encontremos allí?

—No —dijo—. Me pasaré por tu casa y te recogeré. —Nos sentamos allí


asintiendo y entonces Georgia golpeó en la ventana de nuevo.

Ambos giramos nuestras cabezas a la vez. Georgia elevó sus cejas, incluso más
arriba. Cole se rió entre dientes.

—Creo que debería volver ahora —dije—. Te veré en el laboratorio mañana.

—Sí —dijo, inclinándose bajo el maletero abierto y recostando la guitarra


dentro—. Estaré al día, lo prometo.

Apunté hacia él.

—¡Más te vale!

—Nos vemos, Emily Dickinson.

Me forcé a girarme y abrir la puerta.

Le vi cerrar su maletero, meterse en el asiento del conductor, y arrancó, entonces


prácticamente di un salto, sofocando una risa y haciendo pequeños chillidos,
todo el camino hasta Georgia, que estaba jugando con las persianas en la parte
trasera del comedor.

—Largo descanso —dijo ella, sin mirarme.

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—Me pidió salir —dije, poniendo mis manos en los hombros de Georgia—.
Vamos a ir al lago el sábado.

—Ooh la la, el lago —dijo Georgia en una voz graciosa—. Suena a problemas
esperando para pasar.

—Oh, por favor —dije moviendo las persianas al lado de ella. Las cerré mucho
más rápido de lo que lo había hecho ella—. Soy una buena chica. No sé nada
acerca de problemas. —Parpadeé mis ojos en forma espectacular.

Georgia se alejó, agitando la toalla hacia mí.

—Oh, Dios, no me dejes oír cosas así.

Estiré la mano y abracé a Georgia por un lado, apenas capaz de contener mi


emoción.

¿Si tuviera que resumir el día de hoy en dos palabras? Por fin.

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Traducido SOS por PaulaMayfair y Miranda

Corregido por veroonoel

C
elia me seguía mientras yo prácticamente corría a través de la sala de estar,
lanzando calcetines sucios y viejas toallas húmedas en un cesto de ropa.
Enderecé los cojines en el sofá y doblé una manta que se había quedado
arrugada en un rincón durante una semana, y la coloqué sobre nuestro feo sofá.

Definitivamente podrías decir que el lugar era mantenido por una familia que se
había dado por vencida. Normalmente eso no me hubiera molestado. Era
deprimente, pero estaba acostumbrada a ello. Pero con Cole viniendo, de repente
estaba avergonzada por todo lo que era mi vida.

Las cortinas estaban cargadas de polvo, el sofá desgastado a través de los bordes
exteriores de los cojines, la alfombra sucia y aplanada. Había vasos, platos y ropa
sucia por todas partes. Botellas de esmalte de uñas estaban pegadas
permanentemente a la mesa de café, que estaba pegajosa en uno de los extremos
por Dios-sabe-qué. No podía recordar la última vez que vi a alguien pasar la
aspiradora. Era asombroso a qué tipo de desastre puedes acostumbrarte. Era
asombroso a qué tipo de vida puedes acostumbrarte.

—¿Así que cuando vas a tener tiempo entonces? —dijo Celia por milésima vez—
. Tenemos que planear esto. Shannin no viene a casa todos los días.

Esto era cierto, sin duda. Shannin casi nunca venía a casa de visita. Iba a ser una
gran sorpresa para papá verla aparecer, sobre todo teniendo en cuenta que ella
iba a venir a ayudarnos a hacer una gran fiesta sorpresa para el cumpleaños de
mi padre, no es que papá alguna vez celebrara algo. Una sorpresa así de grande
necesitaba meses de planificación, o al menos, Celia pensaba que lo necesitaba.
El cumpleaños de papá no era sino hasta abril, y apenas era octubre. Pensaba que
seis meses era mucho más tiempo de lo que necesitábamos para hacer todo esto.
Celia pensó que no era ni de lejos suficiente tiempo. Shannin sólo intentaba
mantener a Celia feliz, pero eso era fácil de hacer a cientos de kilómetros de
distancia. Shannin no tenía que vivir con la persistencia de Celia.

—Además —continuó Celia—, le dijiste a Shannin que lo harías, Alex.

—Lo haré, ¿de acuerdo? Sólo que hoy no —respondí—. Tenemos tiempo. —Ella

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suspiró y se dejó caer en el sofá, haciendo caer la manta—. Cuidado —dije,
agachándome y recogiéndola. La extendí sobre el cojín para ocultar las manchas
de nuevo.

—¿Cuál es la gran cosa acerca de este chico de todos modos? —preguntó Celia—
. Estás actuando como si fuera de la realeza o algo. Lo vi en la biblioteca el otro
día. No creo que sea todo eso.

—Por supuesto que no lo haces —dije—. Porque si te gustara un chico que me


guste, el mundo podría revertir su giro sobre su eje o algo así. Sólo me gusta, ¿de
acuerdo? Y quiero gustarle. Así que no quiero que este lugar se vea tan...

—¿Tan… como nuestra casa? Tal vez podría traer a la madre de Zack aquí y ser
una madre suplente. Entonces quizá no tienes que preocuparte acerca de cómo
nuestra familia no es lo suficientemente buena.

Miré a mi hermana. Celia nunca vio ninguna razón para preocuparse por lo que
le había sucedido a nuestra madre. Ella lo veía de la manera que Shannin lo hacía;
la muerte de mamá era lo que era, y la vida de papá era lo que era, y nada de
esto tenía algo que ver con ella. Celia y Shannin parecían no sentir nada cuando
un niño les preguntaba cómo es que nuestro padre nunca dijo algo o cuando
otro adulto nos preguntaba dónde estaba nuestra madre. Mis hermanas no
parecían preocuparse de no poder responder cualquier pregunta sobre nuestra
madre porque esas preguntas no nos habían sido contestadas.

—No es así —espeté—. Sólo quiero que este lugar se vea decente. Sólo estás
celosa. —Por lo general, Celia era la que tenía chicos entrando y saliendo de la
casa. Por una vez, se sentía bien tener a alguien para mí. Alguien mejor que
cualquiera de los chicos grasientos que le gustaban.

Sonó el timbre. Celia hizo una cara de sorpresa fingida y tiró de ella fuera del sofá
mientras yo llevaba un puñado de platos a la cocina.

—Sí —dijo—. Estoy tan celosa de ti por salir con un chico que todavía lleva la
chaqueta de su antigua escuela a su nueva escuela para que todos puedan ver lo
increíble que es. —Ella abrió la puerta mientras yo corría a la cocina y arrojaba
los platos en el fregadero.

Me recosté en la encimera de la cocina y tomé un par de respiraciones, tratando


de aclarar mi cabeza. Mi mano se desvió hacia el collar atrapasueños colgado por
debajo de mi camisa.

No estaba avergonzada de mi familia; sólo quería impresionar a Cole. En cierto


modo, sentí lo mismo que cuando le había mostrado mi poema, nerviosa y con
miedo de mostrarle mi verdadero yo. Temerosa de que no le gustaría lo que viera.

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Oí la puerta delantera abrirse y pude oír hablar a Celia. Rápidamente me pasé los
dedos por el pelo y salí a la sala de estar.

En lugar de Cole, Zack estaba sentado en mi sofá, con el pie sobre nuestra mesa
de café, el mando a distancia ya en su mano. Celia estaba sentada junto a él,
parloteando sobre algo sin importancia. Zack ni siquiera levantó la vista cuando
entré en la habitación. Me acerqué y le di un golpe en la pierna.

—Acabo de limpiar eso —dije—. Mueve el pie.

Movió su pie hacia atrás y adelante sobre la mesa, con los ojos aún pegados a la
TELEVISION.

—Moviéndolo —dijo.

—Ja, ja, ja —dije—. Eres tan gracioso. —Empujé su pie y lo tiré al suelo.

Finalmente me miró.

—¿Qué? ¿Por qué te preocupas tanto por donde está mi pie de repente?

—Desde que el Príncipe de Pine Gate viene a recogerla —dijo Celia.

Zack seleccionó un canal y dejó caer el control remoto en su regazo.

—¿Quién? ¿Quieres decir ese nuevo chico en el laboratorio de tutoría? —Se


inclinó y sacó un palillo doblado de su bolsillo delantero, se enderezó, y se lo
metió en la boca.

Asentí con la cabeza.

—Vamos a salir esta noche.

Zack negó con la cabeza.

—El tipo está en mi clase de gimnasia. Es una especie de idiota. Cree que es un
tipo duro. Tiene una boca grande.

Cogí el cesto de ropa y lo sostuve contra mi cadera.

—Eso es gracioso viniendo de ti. —Comencé a caminar hacia el sótano—.


Bethany piensa que es caliente —grité por encima de mi hombro—. Ella está feliz
por mí.

—Bethany piensa que todo el mundo es caliente —gritó Zack mientras yo bajaba
por las escaleras. Dejé el cesto en el suelo al lado de la lavadora. Justo mientras
me dirigía hacia las escaleras, sonó el timbre de nuevo.

—¡Yo atiendo! —grité, y corrí escaleras arriba. No tenía que haberme apresurado,

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Celia y Zack estaban concentrados en el programa que estaban viendo y no
estaban haciendo movimiento alguno hacia la puerta—. Probablemente es Cole
—dije, recuperando el aliento.

—Quédate quieto, mi corazón —susurró Zack con voz de falsete. Celia soltó una
risita.

Abrí la puerta y allí estaba Cole, vestido con una camiseta negra y jeans, su camisa
apretada sobre su pecho, mostrando los músculos debajo. Se veía tan fuerte y
seguro de pie allí. Como si me pudiera proteger de cualquier cosa.

—Hey —dije, tratando de no sonar toda enamorada y sin aliento y como si sólo
estuviera revisando sus pectorales—. Vamos, entra.

Cole cruzó la puerta. Podría jurar que vi su sonrisa desaparecer un poco cuando
miró hacia el sillón. Dios, pensé, mirando la polvorienta habitación, hay todo un
desastre aquí todavía. Pero rápidamente su sonrisa volvió.

—Hey —dijo en dirección al sillón—. ¿Cómo va todo?

Celia jugueteó con sus dedos en dirección a Cole sin siquiera mirar arriba, pero
Zack se levantó del sillón y caminó hacia nosotros.

—Hey —dijo Zack, caminando hacia mí y apoyándose en mí con su codo en mi


hombro, como hacía siempre. Nunca antes me había molestado, pero cuando lo
hizo esta vez de repente quise apartarlo. Se sentía muy… posesivo. Zack era mi
mejor amigo, pero a veces necesitaba un recordatorio de que yo no le pertenecía.

—Estás en mi clase de levantamiento de peso.

Los ojos de Cole se movieron hasta el codo de Zack.

—Sí, supongo que lo estoy.

Me escurrí por debajo del brazo de Zack.

—Él es Zack —dije—. Es mi vecino. Hemos sido amigos desde que ambos
teníamos pañales —añadí, y después de decirlo me sonrojé. Dios, ¿quién habla
de pañales en su primera cita?

—Oh, ¿entonces eres una especie de hermano? —dijo Cole.

Zack entrecerró los ojos hacia él, mordió su palillo un momento, y después dijo:

—Supongo que podrías decir algo así. —Algo en su voz era lo suficientemente
agudo para hacer que Celia nos mirara, curiosa.

Apreté mi mandíbula y miré a Zack. Estaba actuando como un imbécil. Pero él no

48
me veía. Sus ojos estaban bloqueados en los de Cole, y el aire de la habitación
de repente se volvió incómodo.

Era realmente raro. Zack definitivamente tenía sus opiniones sobre la gente, pero
era el tipo de chico al que casi todo el mundo le gustaba. Podía decir que
verdaderamente no le gustaba Cole, y me pregunté qué habría pasado entre ellos
en clase de gimnasia.

Intenté darle a Zack el beneficio de la duda; quizás simplemente estuviera de mal


humor; pero me enfadó que no pudiera cambiar su humor delante de otra
persona.

—Genial —dijo Cole al final, y así como así la extraña sensación en la habitación
se evaporó. Entonces se giró hacia mí.

—¿Estás lista para ir?

—Sí —dije, tomando mis llaves y mi móvil—. Por supuesto.

Ambos nos giramos hacia la puerta, la mano de Cole en la parte baja de mi


espalda, enviando un temblor de electricidad por mi cuerpo.

—Hey, pensé que teníamos planes para esta noche —dijo Zack a nuestra
espalda—. Es sábado. —Justo así el sentimiento electrizante se fue y fue
reemplazado por molestia. Cualquiera que fuera el propósito de Zack, esto era
completamente molesto. Lo estaba haciendo sonar como si tuviéramos una cita
o algo.

—No —dije—. Bethany ya lo sabe. Le envié un mensaje esta mañana. Debería


haberte llamado. Nos juntaremos después.

—Como sea —dijo Zack—. Pero ya sabes cómo se pone cuando te pierdes uno
de sus Días de Vacaciones. Esta noche íbamos a resolver, ya sabes, arreglos para
dormir y cosas para el viaje. —Puso una sonrisa arrogante cuando dijo “arreglos
para dormir”, y quise pegarle un puñetazo. Iba a hacerle lamentar esto.

—Está bien —dije, a través de mis dientes apretados, mirándolo de vuelta


mientras abría la puerta—. Hasta luego.

Zack se encogió de hombros y sacó el palillo de su boca.

—Genial. Que lo pasen bien, chicos.

Cole se giró y le disparó una mirada a Zack.

—Te veo en el gimnasio —dijo.

Zack levantó su mentón ligeramente pero no respondió, y Cole y yo salimos y

49
cerramos la puerta detrás de nosotros.

—Vaya —dijo Cole una vez que estábamos en el porche delantero—. ¿Siempre
es tan protector?

Pensé en ello y, ya sabes, sí, siempre desde que podía recordar, Zack había sido
tan protector conmigo y Bethany que a veces llegaba a irritar. Y lo que fuera ese
pequeño enfrentamiento con Cole en mi salón justo ahora se pasaba de irritante
a ofensivo.

—Sí —dije, saliendo del porche—. Lo siento. Hablaré con él. Se tranquilizará.

Caminamos hacia el coche de Cole.

—Es intenso —dijo Cole, abriendo la puerta del coche para mí—. ¿Tus padres te
dejan de verdad ir de viaje con él?

Todo lo que pude escuchar fueron las palabras “tus padres” y mi cara ardió.
Verdaderamente no estaba preparada para la charla “dime algo sobre tus padres”
con Cole todavía. Nunca podría decir “mi madre murió” y dejarlo así sin más.
Todos querían saber cómo, y odiaba responder esa pregunta. Era bastante
complicada. Normalmente mentía sobre lo que le ocurrió. Pero no quería
mentirle a Cole. Tampoco quería decirle que mi madre estaba “loca como una
cabra” en nuestra primera cita juntos. Quería que fuera una noche divertida.

Forcé una sonrisa.

—En realidad, estará bien —dije—. Bethany y yo no seríamos capaces de ir sin él.

La idea de no llevar a Zack en el viaje conmigo parecía casi ridícula. Zack había
estado ahí desde el primer día. Sabía de las fotos debajo de mi cama. Me vio llorar
cuando Bethany pasó el sábado de compras en St. Louis con su madre. Presenció
la avergonzada mirada en mi rostro cuando tuve que sentarme con él y su madre
en quinto grado en el Té del Día de la Madre. Me respaldaba cuando le decía a la
gente que mi madre murió de cáncer, y nunca me hizo actuar aunque era
cualquier cosa menos perfecta e increíble. Él entendió lo importante que esto era
para mí. Además, sin Zack, no seríamos los Tres Terribles. Y, por todos sus
defectos, tenía una forma de hacer las cosas divertidas.

—Es una especie de viaje especial. Para nosotros tres.

—Bien, entonces —dijo Cole mientras me sentaba en el asiento del copiloto. Puso
sus manos en el techo del coche y me miró, su cuerpo bloqueando todo el marco
de la puerta, su rostro entre sombras—. Me disculparía por retenerte de ir a casa
de tu amiga esta noche, pero creo que soy un poco egoísta. Te quiero toda para
mí, Emily Dickinson.

50
Se levantó y después se agachó a mi lado. Por lo menos era capaz de ver su cara,
la cual era suave, amable, justo como cada día en el laboratorio de tutores. No
sabía cuál era el problema de Zack con Cole, pero en ese momento no me
importó. Puede que fuera nuestra primera cita oficial, pero había estado
enseñando al chico durante semanas. Lo conocía mejor que Zack. Sabía lo amable
que era. Lo que fuera que pasara entre ellos dos, Zack no tenía razón.

—No llegué a decírtelo —dijo Cole, corriendo su dedo a lo largo de mi antebrazo.


Me dio escalofríos, pero se sentía picante y cálido—. Estás preciosa.

Sonreí.

—Tú también.

Me miró otro largo minuto y entonces se levantó y cerró mi puerta. Sentada en


su coche, el cual olía a colonia y cuero, viéndolo caminar alrededor hacia la puerta
del conductor, no pude evitar que mi estómago se revolviera de emoción. Cole
era tan increíble.

Iba a tener una seria charla con Zack más tarde. Sus problemas personales con
Cole no iban a arruinar esto para mí.

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Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por veroonoel

C
ole me había invitado a salir a nuestra segunda cita antes de que incluso
termináramos con la primera.

—Oye —había dicho, sentado a mi lado encima de la mesa de picnic con


techo, ambos mirando hacia el oscuro bosque que separaba la zona de picnic del
lago. Podíamos oír el agua en la distancia, cada cierto tiempo lamiendo contra
las rocas en la orilla, lo suficientemente fuerte como para ahogar los motores de
los automóviles retumbando en la carretera, que serpenteaban por detrás de
nosotros. Estaba apoyado sobre sus manos casualmente, con las piernas estiradas
y cruzadas en el banco por debajo de nosotros. Podía sentir su antebrazo contra
mi espalda si me inclinaba hacia atrás sólo lo más mínimo. La sensación me hizo
sentir llena de energía nerviosa, como si pudiera saltar y lanzarme a través de los
bosques, bucear derecho en el agua hacia el otro lado, y nadar por millas en un
sólo aliento—. ¿Has oído hablar de la nueva película de La Casa de los Horrores?

—Sí —dije—. Se ve muy aterradora. Me muero de ganas de verla. —Me recosté


suavemente, sentí su brazo, luego se inclinó hacia delante de nuevo, frotando la
piel de gallina en mis canillas.

—¿Frío? —preguntó. Asentí con la cabeza y se quitó su chaqueta y la puso sobre


mis hombros.

Hundí mi cabeza, olfateando secretamente. Olía como él; colonia, cuero, algo tipo
tierra y dulce; y estaba caliente. La piel de gallina en mis piernas se levantó aún
más.

—¿Viste la segunda? —pregunté—. ¿En la que la chica muerta de realmente


desagradable aspecto sale del armario? Me asustó mucho.

Él se echó a reír.

—Sí, ¡eso fue impresionante! ¿Y el tipo con el machete en el granero?

Asentí con la cabeza.

—Totalmente asqueroso.

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Los dos nos reímos, y una vez más sentí su mano serpentear detrás de mí, esta
vez más cerca. No tenía necesidad de recostarme para sentir su brazo contra mí.
Estaba justo allí. Ahora la piel de gallina se había extendido a mis brazos, aunque
estaba caliente bajo su chaqueta.

—¿Así que quieres ir próximo fin de semana? —había preguntado, y cuando


asentí, había puesto su brazo alrededor de mí aún más cerca.

—Sólo una advertencia, sin embargo. Puedo tener mis manos sobre mis ojos todo
el tiempo —dije.

Él me dio un codazo con el brazo.

—Gallina.

Nos sentamos y escuchamos el agua a través de los árboles durante un tiempo,


Cole hablándome de Pine Gate y yo quejándome de mis hermanas. Deslicé mis
brazos en las mangas de su chaqueta, mirando a los parches.

—¿Así que jugabas fútbol en Pine Gate también? —pregunté.

Él asintió con la cabeza, arrastrando una hoja sobre su muslo y hacia abajo de
nuevo.

—Sí. Y béisbol. Prácticamente todos los deportes. He estado jugando desde que
tenía seis años.

—¿Seis? Guau, debes ser muy atlético.

Se encogió de hombros, tiró la hoja al suelo.

—Está bien, supongo. Estoy harto de esto. Realmente no quiero jugar más.

—Entonces, ¿por qué no renuncias? Simplemente no pruebes.

Él soltó una carcajada y se bajó de la mesa, doblando y estirando las piernas una
a la vez. Mi lado, donde sólo había estado sentado, se sintió con corrientes de
aire.

—Sólo estoy considerándome afortunado de que la mudanza me tenga fuera del


fútbol este año. Mi padre me mataría si no probara el baloncesto —dijo.

—¿Por qué? —pregunté—. Es tu vida. Él no puede obligarte a jugar si no quieres.


—Me preguntaba cómo sería tener padres que se preocupaban lo suficiente
como para forzarte a hacer cosas que no querías hacer. ¿Lo odiaría? ¿O sólo me
gustaría por la atención?

Cole dio una patada en el pie de la mesa un par de veces, y luego, de repente, se

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iluminó.

—Hey, espera —dijo. Corrió fuera de la mesa a su coche y revolvió en el asiento


trasero. Corrió de vuelta a la mesa sosteniendo una raída pelota de fútbol—.
Piensa rápido —dijo, lanzándomela. La cogí justo a tiempo—. Vamos, te voy a
mostrar una jugada —dijo, tomando mi mano y jalándome fuera de la mesa.

Yo no podía dejar de reír.

—No puedo jugar al fútbol —dije, tropezando detrás de él en la hierba.

—Claro que sí —dijo Cole—. Mira. —Me agarró los hombros y los cuadró de
modo que mi espalda estaba frente a él—. Bien, ahora me la tiras a las tres, y
entonces corres como alma que lleva el diablo. Vamos a llamar a la zona más allá
de la bomba de agua la zona de anotación, justo antes de llegar a la bomba,
comienza a mirar hacia atrás. Te la lanzaré para el touchdown.

Me eché a reír, sacudiendo la cabeza.

—No puedo hacer todo eso...

Empujó mis hombros hacia abajo, hacia el suelo, llevándome a una posición
agachada.

—Claro que puedes. Sólo hazlo.

Me agaché. Cole gritó:

—Treinta y siete... noventa y dos... ¡tres!

Ni siquiera miré hacia atrás. Empujé la pelota hacia atrás entre mis piernas y fui
corriendo a través de la hierba, riendo todo el camino. El aire, que hacía apenas
unos minutos me hacía temblar, ahora se deslizaba por mi piel, dándome energía.
Tan pronto como llegué a la bomba de agua, miré hacia atrás. Cole tiró de su
brazo hacia atrás y me lanzó la pelota.

Era difícil ver la pelota en la oscuridad, y me tambaleé hacia atrás un poco,


entornando los ojos hacia el cielo. En un instante, allí estaba, viniendo directo
hacia mi pecho. Extendí los brazos, tal vez incluso cerré los ojos un poco, y,
milagrosamente, la atrapé.

Chillé, deteniéndome sólo el tiempo suficiente para registrar que sostenía la


pelota, y di la vuelta y corrí más allá de la bomba de agua.

—¡Touchdown! —grité, luego hice un pequeño baile ridículo, clavando la pelota,


luego apuntando mis dedos al aire por encima de mi cabeza y moviendo mis
caderas—. ¡Ella anota!

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Cole estaba prácticamente doblándose, estaba riéndose muy fuerte.

—Tírala de vuelta —gritó.

Me agaché y cogí la pelota, luego la lancé tan fuerte como pude hacia Cole,
tratando de recordar las instrucciones del entrenador Hennessee de primer año
de Educación Física: dedos en los cordones, chascar la muñeca. La pelota se elevó
casi pasando a Cole. Tuvo que saltar a atraparla, sacándola del cielo nocturno
como una luciérnaga.

—¡Oye! —Sus ojos se iluminaron—. Ella es preciosa, escribe poesía, y puede


lanzar un espiral apretado. ¡Ella es perfecta!

Tiré mi pelo.

—Deberías verme taclear —bromeé, luego agachándome en una pose de sumo,


flexionando los brazos a cada lado amenazadoramente.

—¿Oh, sí? —preguntó Cole.

—Tráelo, Nancy —gruñí con una voz profunda, partiéndome de la risa.

—Vamos a verte intentarlo, nena —dijo, y luego comenzó a correr hacia mí,
narrando en voz de comentarista—. Cozen encuentra un hueco en la defensa.
Está en los cincuenta, cuarenta, treinta... parece que nadie lo va a parar ahora...

Adopté mi propia voz comentarista.

—¿Qué es esto? Un defensor en la yarda diez... no hay manera de que vaya a


superarlo...

Corrí hacia él a toda velocidad, mis brazos extendidos, pero un par de metros
antes de alcanzarlo, Cole tiró la pelota por encima de su hombro. Rebotó en la
hierba detrás de él. Dio dos pasos largos hacia mí, puso sus brazos alrededor de
mi cintura y me jaló hacia abajo, girando por lo que ambos aterrizamos en
nuestros lados, su hombro absorbiendo la caída.

—Oye —chillé—. ¡Yo tenía que taclearte!

—Nunca tuviste oportunidad —dijo.

Ambos rodamos sobre la espalda, medio riendo, medio sin aliento. Uno de sus
brazos estaba todavía por debajo de mí, sintiéndose cómodo debajo de mi
cintura.

Después de un rato, volvió la cabeza hacia mí, la hierba empujando pequeñas


hendiduras poco profundas en su mejilla.

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—Estás llena de sorpresas —dijo.

Me encogí de hombros.

—Confía en mí, no sabía que podía lanzar una pelota de fútbol así. Ni siquiera
creí que iba a pasar Educación Física el primer año.

Se sentó, sacando su brazo de debajo de mí, y cruzando las piernas por debajo
de sí mismo. Sacó una hoja de hierba y jugueteó con ella.

—No es sólo eso —dijo—. Escribes, planificas viajes de graduación, haces una
gran café, y no tienes miedo de estar en el camino de alguien que está corriendo
hacia ti a toda velocidad y que probablemente podría hacerte papilla. Eres
realmente increíble.

Estaba esperando sentir que me sonrojaba. O sentir esa sensación incómoda. O


vergüenza. Pero no lo hice. Me sentí cómoda, tumbada en la hierba, mirando a
Cole y las estrellas más allá de él. Algo en él se sentía cómodo.

—Gracias —dije, y por primera vez, no me sentí como si realmente necesitara


decir algo más.

Tiró el pedazo de hierba a un lado y arrancó otro, pasando los dedos a lo largo
de él.

—¿Cómo es que no le has dado un título a tu poema? —preguntó.

Me di la vuelta sobre un codo y arranqué mi propio pedazo de hierba, mi vientre


presionándose contra la rodilla de Cole.

—No sé —dije—. Supongo que no pensé en ello.

—¿Qué título le pondrías ahora? —preguntó.

Pensé en ello. Arranqué otro pedazo de hierba y lo enrollé en una bola entre mi
pulgar y el índice. Después de un rato, le dije:

—Tal vez me gustaría simplemente llamarlo Un poema sin nombre. Podría ser
algo simbólico. Como, la relación descrita en el poema ha terminado. Ya está
hecho. Ya no tiene nombre. No sé. Eso es un cliché. —Arrugué mi nariz.

—¿Era sobre ti? —preguntó—. ¿Como una ruptura o algo así?

Por una fracción de segundo, consideré sólo sacármelo de encima y decirle a Cole
lo de mi madre. Y no la versión editada; no en la que murió y ahora es un ángel
que mira hacia mí y vamos a reunirnos algún día; la versión real. La versión que
es fea y vergonzosa. Pero el momento pasó, y yo negué con la cabeza.

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—No, sólo lo escribí —dije.

—Me gusta. ¿Sabes cómo lo titularía? —Lanzó otro pedazo de hierba y se echó
hacia atrás sobre sus manos, estirando las piernas hacia fuera delante de él—. Lo
llamaría Amargo Final1. Porque tal vez no se ha acabado, ¿sabes? Como si
estuvieran aguantando hasta... —Él levantó las manos, una sonrisa arrogante en
su rostro.

—El amargo final —terminé por él, asintiendo con la cabeza. Apreté los labios—
. Hmmm.

Él me dio un codazo en las costillas con el dedo.

—¿Qué quieres decir con hmmm? Vamos, tienes que admitir que es un muy buen
título.

—No sé —dije, riendo nerviosamente y enroscándome lejos de su dedo—. ¿Qué


hay de esto? Si tu canción se hace grande y, como que gana un Grammy o algo
así, voy a dejar que lo titules.

—Hecho —dijo—. Oye, hablando de eso. ¿No íbamos a enseñarte una canción
esta noche?

Me animé.

—¡Sí!

Se puso de pie y se inclinó para levantarme, y luego me cogió la mano todo el


camino hasta el coche, vagamente, como si lo hubiéramos hecho un millón de
veces antes.

—Entra —dijo—. Tengo el lugar perfecto para clases de guitarra.

1
Amargo Final: En inglés “Bitter End”, como el título del libro.

57
Traducido por Lililamour

Corregido por veroonoel

N
os deslizamos dentro del auto de Cole y nos fuimos, salimos del albergue
y serpenteamos a través del parque, más allá de los otros albergues,
donde otros autos permanecían, oscuros y con niebla, en los
estacionamientos. Algunos de los refugiados tenían fuegos llameantes en los
hoyos de su albergue, rogando para que los guardabosques no se presentaran e
hicieran irse a todo mundo. Se suponía que el parque tenía que cerrar al
atardecer, pero nadie nunca prestaba atención a esa regla; ni tampoco los
guardabosques, siempre y cuando nadie corriera el riesgo de quemar el bosque.

Nos topamos con el lado de la carretera del lago, más allá de la cerrada playa y
el muelle de alquiler de embarcaciones, y luego nos topamos con una puerta de
embarcadero cubierta de hierba. Cole se detuvo, aparcó su auto, y se agachó
debajo del tablero para abrir la cajuela.

—¿Aquí? —pregunté.

Asintió.

—Bueno, no aquí, aquí. Ahí dentro. El desagüe. —Señaló hacia la puerta. Un


oxidado cartel rojo y blanco colgaba del centro de la misma: PELIGRO: NO
TRASPASAR. RIESGO DE AHOGAMIENTO.

El cartel no necesitaba estar colgado ahí. Todo el mundo ya sabía del riesgo de
aventurarse por la parte superior del desagüe. Estando ahí para drenar el exceso
de agua y mantener el lago fuera de desbordarse durante los períodos de lluvia,
las compuertas del desagüe podían abrirse en cualquier momento, liberando un
torrente de agua por la pendiente de concreto de diez metros hacia la piscina de
abajo.

La leyenda decía que en algún momento en los años setenta, una chica ebria
había subido a la puerta e inmediatamente cayó a su muerte, cayendo de cabeza
sobre la losa de cemento y ahogándose en el fondo. Shannin siempre decía que
sólo era una leyenda urbana, y que nadie parecía saber quién era la "chica ebria",
sólo que había llorado y gritado pidiendo ayuda y no hubo nada que sus amigos
pudieran hacer sino sólo mirar la superficie del desagüe y gritar su nombre.

58
Los únicos chicos que cruzaban la puerta del desagüe eran los chicos con un
deseo de muerte. Un paso en falso y podrías caer por un lado sobre el concreto
o por el otro dentro del lago mismo. O si se abría una puerta, la corriente de agua
podría llevarte hacia abajo al agua aún si querías ir o no.

Y si un guardabosques te atrapaba ahí, estarías en graves problemas.

—Cole, no creo que... —empecé, pero Cole ya había salido y estaba cerrando la
cajuela con el estuche de su guitarra en una mano. Dio la vuelta por mi lado y
abrió la puerta.

—Vamos —dijo, extendiendo hacia mí su otra mano. Cuando vacilé, se inclinó


para mirarme a los ojos—. No voy a dejar que te pase nada —dijo. Deslizó su
dedo por mi mejilla, y sentí mariposas—. Además, no ha llovido en semanas. El
desagüe no abrirá pronto. Pesimista.

Me guiñó un ojo, y de repente fui invadida por una oleada de audacia. De esto es
lo que se trata la vida, ¿no? Me dije a mí misma. Tomar riesgos. Ir por ellos. No
ser como papá: la cáscara de una persona cambiando de un lado a otro por el
viento, sin ningún lugar real en el cual aterrizar. La vida estaba a punto recibir un
revés. Parándome en la parte superior del desagüe. Escalando puertas con
carteles de peligro. Agarré su mano y salí.

—¿A quién llamaste pesimista? —bromeé, cerrando la puerta del auto con la
cadera y dirigiéndome a la puerta. En tres intentos, estaba a horcajadas encima
de ella, mirando a Cole—. ¿Qué te está tomando tanto tiempo? —dije, y giré la
pierna por encima de la puerta empujándome de la reja y dejándome caer sobre
mis pies al otro lado, casi sin poder creer que acababa de brincármela. Sacudí mis
manos y las puse en mis caderas—. ¿Y bien?

La cara de Cole se dividió en una amplia sonrisa, incluso su hoyuelo desapareció


en un surco profundo.

—Ten —dijo, y empujó el estuche de la guitarra a la parte superior de la puerta,


donde se balanceó y luego se inclinó en mi dirección. Me estiré hasta que mis
manos estuvieron alrededor del cuello, y luego lo jalé. Cole subió a la reja en dos
intentos y aterrizó a pocos centímetros de mí, nuestras caras estaban tan cerca
que nuestras narices podían tocarse—. Vamos —dijo, serpenteando su mano
sobre la mía para tomar el estuche. Me sentía entumecida, pero en lo profundo
todo mi cuerpo estaba zumbando por la adrenalina.

Nos apuramos a través de la maleza, pasando por debajo de las ramas bajas de
la arboleda que nos separaba de la saliente de concreto y de la parte superior del
desagüe. Cuando salimos en el otro lado, contuve el aliento, presionando ambas
manos contra mi estómago, y mi corazón latía con fuerza.

59
Desde lo alto, parecía como si el cemento no tuviera fin, una caída recta a una
piscina de agua verde y cubierta de musgo en su base. En ese momento, estaba
segura de que la leyenda urbana era correcta acerca de una cosa: si algo salía
mal, morirías y no habría nada que nadie pudiera hacer al respecto además de
gritar tu nombre y llorar.

Cole pasó por encima de una hielera de poliestireno desintegrada y puso un pie
en la saliente. Se dio cuenta de que me congelé a mitad de los árboles y se rió
entre dientes.

—¿Ojos abiertos o cerrados? —preguntó, levantando su pie para dar otro paso.

—Cole, no creo que…

—¿Cerrados? —interrumpió—. De acuerdo, pero eso parece un poco peligroso.


—Cerró los ojos y bajó su pie levantado, dando un paso hacia adelante.

—Cole, no, podrías... —Dio otro paso, sosteniendo sus brazos a los costados, el
estuche de su guitarra colgando sobre el borde del desagüe dramáticamente
mientras caminaba a lo largo de la saliente. Mi corazón latía tan fuerte que trajo
lágrimas a mis ojos—. ¡Abiertos! —grité—. ¡Abiertos!

Se detuvo y se dobló, riéndose. Puso el estuche de la guitarra en el suelo y regresó


a donde yo estaba parada. Me agarró las manos.

—Está bien —dijo—. Estaba mirando. Ven aquí.

Sus ojos, buscando profundamente en los míos, sentí cómo el peligro y la


seguridad juntos rodaban dentro de mí. Mis manos temblaron cuando las aparté
de mi estómago y las coloqué suavemente sobre las suyas. Las deslizó a mis
codos y suavemente me jaló a través de la hierba. Él caminaba hacia atrás,
guiando mis temblorosas piernas y mis poco dispuestos pies por encima de la
hielera desechada y hacia el concreto. Apenas podía creer que era yo haciendo
esto.

—¿Ves? —dijo en voz baja, jalándome al centro del desagüe—. Estás a salvo,
Emily Dickinson.

Soltó mis brazos, y volteamos a ver por encima del desagüe. Dejé escapar la
bocanada de aire que no sabía que había estado reteniendo. Sentí que podría
vomitar. Pero al mismo tiempo, me sentí eufórica, como si apenas me estuviera
despertando. Apenas ahora sintiéndome viva. Como si Cole me hubiera traído
del depresivo silencio en el que estaba acostumbrada a vivir. Aquí, no habían
cerebros siendo lavados de ninguna cosa. Aquí, so0lo había... vida.

Nos quedamos ahí por un tiempo, señalando las cosas; el nido de un halcón en

60
un árbol debajo de nosotros, el humo saliendo de una de las casas-refugio; los
faros del tráfico bañándonos. Finalmente, Cole se sentó, con las piernas colgando
sobre el borde del desagüe, se volvió y abrió el estuche de su guitarra. Se arrastró
hacia atrás unos centímetros, luego palmeó el concreto frente a él.

—Siéntate —dijo, y lo hice, dejándome caer temblorosamente dentro de la U


hecha por sus piernas, apoyando mi cuerpo contra el suyo y sintiendo el concreto,
aún caliente por empaparse de sol del día, debajo de nosotros.

Bajó su guitarra a mi regazo, cuidadosamente enrollando la correa alrededor de


mis hombros, luego agarró mis manos con las suyas y las colocó en las cuerdas.
Podía sentir su aliento en mi oído, sus bíceps tensos empujar contra la parte
trasera de mis brazos, sus piernas enroscadas alrededor de las mías. Poco a poco,
guió mis manos con la suyas, tarareando y nombrando los acordes en mi cuello.

Nos sentamos ahí como por horas, las estrellas centelleando por encima de
nosotros; sólo nosotros dos, solos en un lugar que era tan aterrador y maravilloso.

Estaba tan asustada y tan eufórica que no sabía dónde se detenía un sentimiento
y comenzaba el otro. Lo único que sabía era que amaba la sensación. Y no quería
que se detuviera nunca.

61
Traducido SOS por PaulaMayfair y Itorres

Corregido por Michy

M
e tendí boca abajo sobre el sofá, mis piernas serpenteando sobre las
almohadas y mi cabeza colgando lánguidamente hacia el piso. Podía
sentir toda la sangre corriendo a mis sienes. Cuando hablé, sonaba
como si tuviera un resfriado.

—Podríamos hacer rafting —dije—. ¡Atención, Beth!

Hubo un boom, seguido de un gemido de frustración. Zack estalló en risa


histérica.

—Tú totalmente caíste —dijo, locamente golpeado botones en un controlador


de juegos de vídeo.

—Adelante, ríete, Zackhole —dijo Bethany, volviendo a nuestro apodo de


séptimo grado para Zack. Hubo otra explosión, y esta vez Bethany rió, empujando
a Zack con su hombro y empujando el sofá de modo que la parte superior de mi
cabeza rozaba el suelo.

La semana pasada, mientras había estado en el lago con Cole, Bethany y Zack
tuvieron un Día de Vacaciones en la casa de Zack sin mí. En algún lugar entre
Bethany superando a Zack en Holy Rollers 5 y Zack devorando todo un plato lleno
de galletas de chocolate, la madre de Zack les había señalado que es probable
que no estaríamos haciendo mucho esquí si estábamos planeando ir a Colorado
en julio.

—No puedo creer que no haya pensado en eso antes —dijo Bethany, dejándose
caer de nuevo en mi sofá—. Supongo que simplemente asumí que podías esquiar
en cualquier época del año en las montañas.

—No hay problema —dijo Zack, conectando un controlador mientras Bethany y


yo picoteábamos los tacos que había hecho para el Día de Vacaciones de hoy.
Era mi turno de acogida, pero no tenía el dinero para la pizza. No, si yo iba a ir
realmente a Colorado y hacer algo divertido—. Vamos a ir en el invierno.

—Ho… la, universidad —dijo Bethany, empujando sus gafas sobre la nariz.

—Ho… la, vacaciones de invierno —respondió Zack, lanzándole un controlador.

62
Sostuvo un controlador hacia mí. Negué con la cabeza y retrocedió hasta el sofá
y se sentó entre nosotras, sosteniendo un controlador en su regazo. Había
empujado mi plato de tacos en la mesa de café y me di la vuelta así mis pies
estaban en la cabeza de Zack y mi cabeza estaba a sus pies. Continuaron
discutiendo mientras mi mente vagaba hacia Cole.

La semana en el laboratorio de tutoría había sido tensa entre nosotros dos, en el


buen sentido. Era difícil concentrarse en la posición del sustantivo y verbo cuando
todo lo que podía pensar, sentada frente a él y mirándolo a los ojos, era en estar
a solas con él de nuevo. Teniendo su brazo apoyado sobre mi espalda, rozándose
contra mí, poniéndome la piel de gallina en mis piernas. Sentada en la cima del
mundo, sintiendo bocanadas de aire contra mi mejilla mientras cepillamos
nuestros dedos sobre las cuerdas de la guitarra.

Se suponía que íbamos a ir a ver la película La Casa de los Horrores esa noche,
pero después de que Bethany irrumpiera en la clase Literatura Americana el lunes
por la mañana en modo de pánico de vacaciones, yo sabía que no había manera
de que pudiera abandonar nuestra sesión de planificación dos sábados seguidos.
Me excuse por mi cita con Cole, hice tacos, y suspiré mientras trataba de inventar
cosas que podríamos hacer en el verano en lugar de esquiar.

—Podríamos, uh... ir en una excursión a las montañas —dije.

—Um, ¿no es que lo primero que vamos a hacer? —preguntó Zack—. Es un


hecho. Y puedes subir a una montaña en diciembre, sólo así tú... ¡ja, JA! ¡Sólo
ignoré tu brazo!

—Gah! —rugió Bethany, golpeándolo en el hombro—. Sí, creo que una excursión
es suficiente.

—Podríamos montar a caballo —sugerí.

—Puedes montar un caballo en diciem… ¡maldita sea!

—¡Toma eso, Zackhole! —chilló Bethany.

—Toma eso, Zackhole —imitó Zack. —Bethroom2 —dijo, sacando su antiguo


apodo de la escuela primaria para ella. Esta conversación estaba sola yendo
cuesta abajo, y yo empecé a molestarme. ¿Me había perdido una cita para esto?

—¡Zackass! —replicó Bethany.

—¿Qué hay de andar en bicicleta? —dije con irritación, pero seguían discutiendo,
como si ni siquiera estuviera en la habitación con ellos.

2 Bethroom: Suena como bedroom, dormitorio en inglés.

63
—¡Vaquera fea!

Lo intenté de nuevo.

—Creo que puedes montar en bicicleta hacia abajo por Pike's Peak.

—¡Zackwad!

—Ustedes —dije, pero mantuve el tono—. Ustedes —dije de nuevo. El cable del
control de alguien botó un taco de la mesa sobre el suelo por mi cabeza—. ¡Basta!
¡Dios! —grité.

El sofá se quedó inmóvil.

—Estoy tratando de ser realmente productiva —dije, mi tono agudo. Podía sentir
mi pulso en mi frente—. ¡Están actuando como niños pequeños!

Hubo un momento de silencio, la única cosa que podía oír era el la siniestra
música de fondo del videojuego, y de repente Zack y Bethany se partieron de la
risa.

—Tiene razón —dijo Bethany—. ¡Estás actuando como un verdadero Zack-off! —


Ella se echó a reír, y no hubo más empujones.

El timbre sonó, y me costó conseguir una posición vertical para que pudiera
contestar. Pero había estado boca abajo demasiado tiempo, y Zack era
demasiado rápido. Arrojó su controlador en el regazo de Bethany y saltó así que
estaba sentado en mi estómago, frente a la parte posterior del sofá, donde mis
pies estaban.

—Niño pequeño, ¿eh? Te enseñaré niña pequeña. —Envolvió su brazo alrededor


de mis piernas, bloqueando mis pies en su lugar y empezó a hacerles cosquillas,
que él sabía que lo odiaba más que a nada en el mundo.

—¡Alto! —chillé y reí, golpeando su espalda, tratando de sacar los pies fuera de
su alcance. Todo el infierno se desató en el sofá mientras Bethany venía en mi
ayuda, arremetiendo contra el costado de Zack una y otra vez, tratando de sacarlo
de mí. Me retorcía, riendo hasta que pude ver manchas delante de mis ojos, como
si me fuera a desmayar, y seguí golpeando su espalda. No podía respirar.

Zack se la comió, como Zack siempre lo hacía. Si le decía: "No. Detente" diría
"¿Que no me detenga? Bueno, si insistes..." Si suplicaba "Acaba" solía responder:
"Bueno, voy a intentarlo, pero en realidad sólo pienso en ti como una amiga,
Alex."

Era imposible, pero al menos ya no estaba loca.

Celia pisoteó desde la cocina, masticando.

64
—Hay alguien en la puerta —dijo en tono acusador.

—No puedo levantarme —dije, entre risas—. ¡Este idiota está encima de mí! —
Golpeé su espalda como si estuviera golpeando una puerta. Celia puso los ojos
en blanco y cogió el pomo de la puerta.

—Idiota, ¿eh? —dijo Zack, y empezó a hacerme cosquillas otra vez, enviándome
a un nuevo vendaval de risas y chillidos.

No vi quién había llegado a través de la puerta hasta que Zack se detuvo


abruptamente. Golpeé su espalda con la palma de mi mano un par de veces más
y luego abrí los ojos. Cole estaba de pie junto a la puerta frontal, mirándonos en
el sofá. Tenía sus manos empujadas en sus bolsillos, sus hombros caídos.

Sentí aún más sangre subir a mi cara, y, de repente, la habitación estaba muy
seria. Planté ambas palmas en la espalda de Zack y empujé.

—Levántate —dije con los dientes apretados.

Se incorporó de modo que él estaba arrodillado en el sofá y yo pensaba, de


cabeza, en el suelo, mis piernas deslizándose por debajo de Zack mientras trataba
de enderezarme, tirando de mi camisa hacia abajo y alisando mi cabello con las
manos. Bethany estaba todavía de rodillas al lado de Zack. Ella se rió y lo empujó
con el hombro.

—Hey —dije, haciendo caso omiso de la fiebre en mi cabeza que estaba


recibiendo por estar en posición vertical. Caminé alrededor del sofá—. No estaba
esperándote. Estábamos planificando el viaje. —Incluso mientras lo decía, sabía
cómo sonaba. Por supuesto que no estábamos planificando el viaje. Cole podía
verlo con sus propios ojos.

—No hay problema —dijo, sonriendo—. Sólo pensé en pasar por aquí.

Celia se había movido hacia el sofá y se sentó donde yo había estado sentada,
agarrando un taco.

—Añádeme, estoy dentro —le dijo a Zack.

Zack cruzó la habitación y se inclinó sobre la consola de juegos, conectando otro


control. No dijo una palabra, pero se veía muy apagado.

—Hey, Cole —dijo Bethany, dándose la vuelta y acomodándose de nuevo en


posición de juego—. ¿Taco? Podemos añadirte también.

Zack dirigió una mirada a Bethany, y se encogió de hombros, ¿Qué se supone


que debía hacer? No pensé que tenía que ver eso y me pregunté qué sabía
Bethany que yo no sabía.

65
—Ah, no. Gracias —dijo Cole—. No me voy a quedar.

Él extendió la mano y tocó la palma de mi mano con la punta de sus dedos.

—¿Puedo hablar contigo un momento? ¿A solas?

—Umm, sí —le dije—. Por supuesto.

Di un paso en torno a él y tomé mi chaqueta del gancho junto a la puerta.

—Vuelvo enseguida, chicos —les dije, y luego abrí la puerta principal y salí,
dejando a Cole detrás de mí. Ellos ya habían empezado a insultar de nuevo. No
creo que siquiera me escucharan.

Afuera, el aire era fresco y no tanto como parecía. Otra noche clara cuando el
rocío llega temprano y se aferra a los tobillos al caminar por la hierba. Me volteé
hacia Cole en el porche delantero, pero de inmediato hubo una explosión de risa
desde el interior. El rostro de Cole contrajo hacia la ventana frontal. Me di cuenta
de lo que estaba pensando, esto todavía no se sentía como si estuviéramos solos.

Bajé del porche delantero, agarrando la mano de Cole, y caminé por el camino
de entrada, y luego giré a la izquierda en la acera hacia el patio de recreo del
barrio donde Zack, Bethany y yo solíamos jugar cuando éramos pequeños.

Cole y yo no dijimos nada. Sólo caminamos. Mi frente aún latía, y estaba


avergonzada e insegura acerca de qué estaba pensando Cole. Nuestros zapatos
hacían ruidos mientras caminábamos pesadamente por la acera, la risa de mi sala
de estar desapareció.

Cuando llegamos al parque, los sonidos de nuestros pasos cambiaron con la


gravilla que estaba debajo de nuestros pies. Caminé pesadamente a través de la
grava al parque de juegos, subiendo por una escalera y metiéndome en un túnel
en la parte superior. A través de la mitad del camino, me detuve y me asomé
hacia Cole, le hice un gesto para que se me uniera.

El túnel era donde Zack, Bethany y yo solíamos ir cuando estábamos en la escuela


secundaria, cuando queríamos estar solos, pero no éramos lo bastante mayores
aún para ir realmente a ninguna parte.

Me instalé en el centro del túnel, donde es más oscuro, y me senté, curvando la


espalda a lo largo de la pared. Cole se arrastró hacia mí, y luego se detuvo
torpemente sobre sus rodillas cuando me alcanzó.

—Hola —le susurré en la familiar oscuridad, apenas capaz de distinguir sus rasgos
faciales.

—Hey —dijo él, con su voz plana.

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—Querías que fuera a solas —le dije, forzando una risa entrecortada, tratando de
romper el hielo. Me mordí el labio inferior, esperando.

Después de un golpe, le oí reír también, y podía sentirlo cambiar su peso por lo


que ya no estaba de rodillas, con la espalda curvada a lo largo del lado del túnel
frente a mí, así que estábamos frente a frente.

—Definitivamente estamos solos —estuvo de acuerdo.

Los dos nos quedamos en silencio durante un minuto, al momento que repetí la
escena con Cole en mi cabeza. A pesar de que yo sabía que era inocente, ¿cómo
se había sentido Cole? ¿Cómo me hubiera sentido si yo entrara y lo viera con una
chica sentada encima de él y haciéndole cosquillas?

—No te enojes —le dije—. Zack estaba siendo un bobo. Es lo que hace. No hay
nada detrás de eso.

Cole dejó escapar un pequeño soplo de aire. Sentí que mi pelo se movió
suavemente contra mi hombro.

—No estoy cabreado —dijo. Pero su voz sonaba muy plana, y algo sobre la
sensación en el aire entre nosotros me hizo pensar que estaba enfadado—. Es
que...

Se detuvo y cambió de posición una vez más, el túnel se zangoloteó.

Esperé. Él no continuó.

—Ellos estaban actuando como idiotas —dije, rodando mis ojos y sintiéndome
sonrojada—. Yo estaba tratando de… debería haber ido contigo anoche.

Extendí la mano y toqué su pierna con la punta de mi dedo. Fuera de la oscuridad


su dedo presionó sobre el mío, sosteniéndolo contra su pierna.

—Sólo necesito saberlo —dijo—. ¿Te gusta?

Me eché a reír.

—¿Zack? No.

Él aflojó mi dedo, y empezó a frotarlo con el suyo.

—Es sólo que... realmente me gustas, Alex. Pero no puedo compartirte. —Había
algo muy crudo en su voz.

Tomé su mano entre las mías, luego presioné mi palma contra la suya.

—No tienes que hacerlo —le dije—. Me gustas. Nadie más.

67
Sentí otra ráfaga de aire.

—Él te quiere, lo sabes.

Negué con la cabeza, aunque él no podía verlo. La idea de Zack queriéndome me


parecía casi cómica. Sería como Bethany queriéndome.

—Él no lo hace —le dije—. Tú no entiendes nuestra relación.

—No —dijo—. Supongo que no. Pero lo que no entiendes es por qué quiero
explotar cada vez que lo veo, es porque él siempre tiene sus manos sobre ti.

Apoyé la palma de mi mano contra la suya aún más fuerte.

—Entonces voy a hacer que se detenga.

Él suspiró, largo y duro esta vez.

—Mi Alex —susurró, entrelazando sus dedos con los míos, nuestras palmas aún
juntas—. Mi pequeña Emily Dickinson.

Nos quedamos así durante mucho tiempo, hablando de poesía y fútbol y la


represa y películas y la clase de inglés. Cualquier cosa menos Zack y Bethany.

En el momento en que regresamos a mi casa y Cole se fue, Bethany y Zack ya no


estaban en mi sala de estar. Los oía hablar en las escaleras del porche de Zack.
Caminé por la hierba, sintiendo una mueca irritada estirarse en toda mi cara hacia
abajo.

—Ah, ¿Cómo está Big C? —preguntó Zack—. ¿Tan caliente que está
positivamente fundido?

—Cállate —le dije.

—Ouch —dijo Zack—. Alguien está susceptible. No me hagas empezar a hacerte


cosquillas otra vez.

—No —dije—. Hay que dejar de hacer eso. Sobre todo si Cole esta alrededor, ¿de
acuerdo?

Los ojos de Zack se agrandaron. Echó un vistazo a Bethany, y luego emitió una
carcajada.

—¿Estás hablando en serio justo ahora?

Por alguna razón, su risa despertó aún más molestia en mí.

68
—Sí, estoy siendo totalmente seria en este momento —le dije—. Entró en mi casa
y vio a otro individuo sentado encima de mí. ¿Puedes realmente culparlo por ser
un poco extraño eso para él?

El rostro de Zack se retorció con fastidio. Zack era el tipo de persona que rara vez
se molestó, pero cuando lo hizo, a veces las cosas se pusieron feas.

—Uh, sí, en realidad. Puedo —dijo—. Este hombre te conoce, como que, cinco
minutos. ¿Te has perdido? ¿Entonces?

Se levantó y rebuscó en el bolsillo de sus pantalones vaqueros, sacando su tubo


de plástico de palillos de dientes. Él lo abrió y deslizó un palillo de dientes hacia
fuera, haciendo un gesto con él.

—¿Es por eso que vino? ¿Para echarnos a la cara que estábamos haciendo algo
malo?

—No —dije, cruzando los brazos—. Él vino a saludar. No es que necesite


justificarte cualquier cosa. Eres mi mejor amigo, no mi padre.

—Exactamente. Tu mejor amigo. Así que él tiene que manejarlo.

—No, tú tienes que dejar de actuar como si fuera tu novia.

Los ojos de Zack se estrecharon y él se pegó el palillo de dientes en la boca. Él lo


mordió con enojo y luego se volvió hacia Bethany.

—Apóyame aquí.

Bethany se veía miserable. Se aclaró la garganta y se lamió los labios, arrastró y


picó el concreto con su zapato, y luego se encogió de hombros.

—Alex tiene un punto. Sólo... no le hagas tantas cosquillas cuando Cole esté
alrededor. No es la gran cosa. —Ella levantó la vista hacia mí—. Pero tú como que
nos abandonas —dijo—. Una vez más.

Puse mis manos en mis caderas. Había un millón de cosas que quería decir. No,
yo no te abandono. No estaban haciendo nada más que jugar a los videojuegos
de todos modos. ¿Por qué tenemos que tener sesiones planeadas cada apestoso
fin de semana? Y, eh, sí, por cierto, tú me haces elegir entre tú y Cole, lo cual yo
nunca haría les haría a cualquiera de ustedes.

Y cuando pensé en ello de esa manera, parecía que ellos eran los que eran muy
injustos.

—La semana que viene vamos a tener que sentar realmente algunas cosas —dijo
ella, tirando sus pies más cerca de su pecho, sus sandalias hacían ruido al rascarse
contra el concreto.

69
—No puedo —le dije—. Voy a salir con Cole el próximo sábado. Vas a tener que
jugar a los videojuegos sin mí.

Giré sobre mis talones y me fui, apenas oyendo el ruido frustrado que Zack hizo
a mis espaldas, o el bajo murmullo entre ellos cuando me fui enfurecida cruzando
el césped.

Dos horas más tarde, cuando me estaba preparando para la cama, todavía
estaban por ahí. Y yo todavía estaba enojada. No podía creer que después de
todo lo que habíamos pasado como Los Tres Terribles, parecía más como si
fueran dos y yo era una.

Por lo menos tenía a Cole.

70
Traducido por AariS

Corregido por Michy

A
l final, resultó que no me iba a perder nada de todos modos. El abuelo de
Bethany se cayó saliendo de la bañera, y toda la familia estaba pasando
el tiempo en el hospital, esperando a que los médicos le suturasen la
frente y remendaran sus dos costillas rotas y su esguince en la muñeca.

Zack iba a ir a un partido de fútbol con alguna chica llamada Hannah del club de
teatro.

Cole me recogió justo cuando Zack se estaba yendo para recoger a su cita, los
dos mirándose el uno al otro a través del patio como perros callejeros
preparándose para pelear.

—Vamos —le murmuré a Cole, tirando de su codo para distraerlo. Zack y yo


habíamos arreglado las cosas, y no quería que él pensara que estaba alentando
a Cole a desafiarle con la mirada.

Cole sacudió la cabeza y rió entre dientes mientras entraba en el coche.

—Ese tío definitivamente no me gusta —dijo—. En el entrenamiento de pesas,


me negué a dejar que me vigilara. Me temo que dejaría caer una pesa sobre mí y
me ahogaría hasta la muerte.

—Entrará en razón —dije, mirando por mi ventana al coche de Zack


retrocediendo por el camino de entrada y zumbando calle abajo.

—Tiene una cita esta noche —añadí, esperando que ayudara a Cole a calmar su
mente acerca de Zack y yo. Lo que no le dije es que Zack pensaba que Hannah
era demasiado cursi y tenía una voz áspera y nasal, y sólo iba a salir con ella como
un favor a su madre, que era amiga de la de ella.

Cole puso el coche en reversa y comenzó a retroceder por el camino de entrada.


Pero después de unos metros paró de repente.

—Necesito preguntarte algo muy importante —dijo.

Zambullí la barbilla en mi pecho y traté de armarme de valor para ello. ¿Era aquí
donde me preguntaría si me gustaba Zack… otra vez? ¿O era aquí donde

71
preguntaría por qué mi casa es una ruina total? O tal vez aquí es donde
preguntaría por qué nunca hablo de mi familia o por qué nunca ve a mi madre o
a mi padre merodeando. Respiré hondo.

—Vale.

—¿Comes mantequilla en tus palomitas?

—Mientras más, mejor —respondí, el alivio apoderándose de mí.

Dio un golpe con su puño en el volante y luego le gritó al coche más cercano.

—Es perfecta, ¡te lo digo!

Riendo, salimos del camino de entrada y nos dirigimos al teatro, hablando, de


todas las cosas, de palomitas con sabores y las virtudes de los M&Ms como el
perfecto aperitivo de cine.

El cine estaba repleto, así que tuvimos que aparcar apartados en la parte posterior
del estacionamiento.

—Quédate ahí —ordenó, justo cuando alcancé la manilla de la puerta—. No


salgas.

Mi mano se alejó y aterrizó de vuelta en mi regazo. Apagó el motor del coche y


saltó fuera, luego trotó hacia mi lado. Sonrió mientras abría mi puerta con una
floritura, inclinándose un poco.

—Mi lady —dijo en su falso acento británico que me tuvo riendo. Extendió la
mano y tomó la mía, tirando de mí suavemente fuera del coche, cerrando la
puerta con su otra mano.

Hice una reverencia y adopté mi propio acento británico ridículo.

—Por eso, gracias, señor —dije.

Pero cuando levanté la vista de mi reverencia, ya no estaba sonriendo. Su cara


había adquirido una apariencia totalmente seria.

Dio un paso hacia mí, descansando ambas manos en mis caderas, que
prácticamente ardieron bajo su toque.

—Te ves increíble esta noche —dijo, tirando de mí hasta que nuestros estómagos
se estaban tocando.

Podía sentir mi cara calentarse.

—Gracias —dije—. Tú te ves genial, también.

72
Esperé que dijera algo más, pero estuve sorprendida cuando en su lugar él sólo
se estiró, enterró sus manos en mi pelo en la parte posterior de mi cabeza, y me
besó. Fue un suave, lento y sencillo beso. Uno de esos primeros besos donde
nadie se vuelve aventurero y donde se siente tan bien que piensas que los dedos
de tus pies podrían derretirse, pero estás tan ocupada esperando que tu aliento
no huela y tu estómago está en tales nudos apretados, que ha terminado antes
de que incluso registres que comenzó.

Pero cuando me liberó, no estaba segura de que pudiera siquiera caminar al


teatro, el cual parecía estar a miles de metros de distancia. Mis rodillas estaban
temblando, y no podía creer lo que acababa de pasar.

—¿Nos vamos? —preguntó finalmente, en ese mismo acento británico, y yo


asentí, presionando mis labios juntos para alisar mi brillo de labios.

Envolvió su brazo alrededor de mi cuello, y caminamos al teatro, nuestras caderas


golpeándose, y yo pensando que podría haber otros días buenos en mi vida, pero
no había manera de que cualquier día pudiera ser mejor que este.

Llegamos temprano para la película y entramos en una sala prácticamente vacía


con nuestros refrescos y palomitas. Una parte de mí esperaba contra toda
esperanza que fuéramos los dos únicos que aparecieran, incluso aunque sabía
por el aspecto del aparcamiento que estaría lleno antes de que los tráilers
comenzaran.

Aun así. Tal vez me besaría de nuevo. La idea me hizo totalmente perder el
apetito. Sorbí mi refresco.

—Tú escogiste el asiento —dijo, haciendo gestos con su refresco.

Caminé a la mitad de la fila central y nos sentamos.

—¡Perfecto! —dije, colocando mi refresco en el posavasos.

Se sentó a mi lado.

—Estoy sorprendido. Te habría tomado por una espectadora de primera fila. —


Me hizo un guiño, posicionando las palomitas en su regazo y tomando un gran
puñado.

—¿Primera fila? ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—No lo sé. Solamente pareces una mujer que quiere estar cerca de la acción.

Sacudí la cabeza.

73
—Uh… uh. Sentarme en la primera fila me da dolor de cabeza. ¿Qué hay de ti?
¿Eres un chico de primera fila?

Lanzó las palomitas en su boca, masticando por un minuto, y luego dijo:

—Siempre.

—Podemos movernos —dije—. En serio. No siempre tengo dolor de cabeza.


Además, estar en la primera fila para esta película puede ser realmente intenso.

—Nah —dijo—. A mi chica le gusta estar a salvo en el medio, estaremos a salvo


en el medio.

—¿Estás seguro? —pregunté, pero antes de que pudiera responder, un grupo de


chicas aparecieron, riendo. Ambos levantamos la mirada.

Puede haber sido mi imaginación, pero podría jurar que Cole dejó de masticar
por sólo una fracción de segundo. Pero fue tan sutil y breve que me sentí dudar
de haberlo visto detenerse, incluso mientras estaba pensándolo.

Pero una cosa no fue sutil: una de las chicas dejó de reír totalmente cuando nos
vio. De hecho, dejó de caminar, sus manos alcanzando a sus amigas a cada lado
de ella, casi como si estuviera asustada.

Todas dudaron y miraron a Cole, y luego una de las chicas susurró:

—Vamos, Maria. —Y tiró de la camiseta de la chica. Finalmente, ella dejó de mirar


a Cole y las siguió escaleras arriba detrás de nosotros. Sus risas comenzaron de
nuevo después de unos segundos, pero cuando miré hacia atrás a ellas, la chica
estaba aún simplemente mirando fijamente a Cole, su cara fría piedra.

Traté de leer la reacción en el rostro de Cole, pero estaba oscuro y sombrío, y él


estaba masticando palomitas otra vez. La luz de la pantalla de cine estaba
parpadeando en su frente.

—¿Las conoces? —pregunté, intentando sonar ligera y alegre. No quería sonar


como una novia celosa. Pero era obvio que algo estaba pasando entre ellos.

—Sí —dijo, tomando un sorbo de su refresco—. Van a Pine Gate. No son


exactamente amigas mías, sin embargo.

Miré otra vez a la chica, que estaba ahora distraída por sus amigas. Estaban
charlando, ruidosamente, y pasando una bolsa de caramelos de acá para allá.

—Me di cuenta —susurré—. Parecía lista para salir corriendo cuando te vio.

Hizo un sonido resoplando.

74
—Nah, no es nada como eso. Es de penúltimo curso. Sus padres son amigos de
mis padres. Solían ser, quiero decir. En realidad no salen juntos desde que nos
mudamos. Lo cual es bueno porque Maria es una especie de psicópata. Tiene que
ir a su terapeuta, como, tres veces a la semana. Loca.

Miré hacia atrás de nuevo. Era verdad que la chica parecía un poco desacoplada,
incluso sentada con sus amigas y hablando. De vez en cuando se volvían suaves
y vacíos, y miraba hacia abajo a su regazo con esta expresión realmente abstraída
en su cara. Y luego alguien la golpeaba, y casi podías verla salir de eso y comenzar
a reír de nuevo. Pero era una risa falsa. Una forzada. Él tenía razón totalmente.
Algo acerca de esa chica no parecía correcto.

Me di la vuelta y alcancé el cubo de palomitas.

—Entonces, ¿cómo es que se mudaron de Pine Gate de todos modos? Está tan
cerca.

Se encogió de hombros.

—¿Quién sabe? Mis padres simplemente decidieron mudarse. Querían una casa
más grande y encontraron una aquí.

—¿En tu último año? Es decir, ¿no podrías ir y venir si quisieras?

Se tragó sus palomitas y se volvió hacia mí.

—¿Estás tratando de deshacerte de mí? —preguntó, su voz tranquila pero


desagradable. Sonrió, y sus labios brillaron en la luz azul—. ¿Ya estás harta de
mí?

Se volvió hacia la pantalla de nuevo, sacudiendo la cabeza con fingida


exasperación.

—Maldita sea. Ya lo he echado a perder con la chica más hermosa de la escuela.

Me reí y luego extendí la mano y agarré su barbilla, moviendo su cara hacia la


mía.

—Me alegro de que te mudaras —susurré.

—Bien —susurró en respuesta, y me besó.

Fue mucho más fácil ignorar a las chicas de Pine Gate detrás de nosotros después
de eso. Cole y yo nos sostuvimos las manos y tratamos de vencernos el uno al
otro respondiendo las preguntas del trivial de películas que fueron
desplazándose por la pantalla mientras la sala se llenaba.

Después de un rato, una pareja entró y se sentó justo delante de nosotros.

75
Cole inmediatamente se inclinó hacia delante.

—Hey, colega —dijo—. Mi novia no puede ver contigo. ¿Crees que tal vez podrías
moverte a otro asiento?

Instantáneamente mis oídos oyeron la palabra “novia”, y no me importó si nunca


veía una sola escena en la película después de eso. Yo, la que nunca había tenido
un novio real en mi vida, era de algún modo la novia de Cole Cozen. Este chico
que ni siquiera había intentado besarme hasta nuestra segunda cita. Que era
inteligente y guapísimo y con talento y una estrella del deporte. Este chico que
me enseñó a tocar la guitarra y estaba preocupado acerca de algún extraño al
azar bloqueando mi vista de la pantalla de cine sin que yo dijera una palabra. Este
chico que parecía hacer poco más que prestarme atención y trabajar muy duro
para asegurarse de que yo sentía que importaba.

El chico delante de nosotros negó con la cabeza.

—No hay ningún otro lugar para sentarse, hombre.

Cole se inclinó hacia delante otra vez.

—Mira, simplemente pienso que deberías moverte al fondo o algo.

El chico delante de nosotros sacudió la cabeza de nuevo y se volvió otra vez hacia
la pantalla, claramente terminando de discutir con Cole. Su cita se dio la vuelta y
miró a Cole.

—¿Por qué no intercambias lugares con ella? —preguntó—. Si es que es un gran


problema para ti.

Puse la mano en el brazo de Cole.

—Hey, no pasa nada —dije—. Puedo ver si me inclino un poco a un lado. —Le di
una sonrisa tranquilizadora—. Volveré enseguida.

Me arrastré fuera de la fila y me dirigí hacia el baño de chicas.

Pude oír risas familiares haciendo eco hacia fuera de él antes incluso de entrar.
Empujé la puerta para abrirla vacilante, y allí estaba el grupo de chicas de Pine
Gate paradas delante del espejo, atusando sus cabellos y poniéndose brillo de
labios. Maria se estaba lavando las manos.

Me abrí paso a través y me empujé dentro de una cabina, intentando pretender


que no estaba allí. Pero su risa se había desvanecido en erupciones ocasionales
de risitas, seguidas por periodos prolongados de intenso susurro.

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Después de terminar, me abrí paso a un lavabo en el otro extremo de la pared.
Las chicas de Pine Gate estaban totalmente en silencio ahora, y pude sentirlas
mirándome mientras me lavaba las manos.

Finalmente una de ellas, una chica muy pecosa con rizos rebeldes, rompió el
silencio.

—¿Estás saliendo con Cole Cozen? —preguntó. La miré mientras sacaba dos
toallas de papel del toallero. Todas estaban mirándome. Todas excepto Maria.
Ella estaba mirando al suelo.

—Sí —dije, tratando de sonar desafiante—. Soy su novia.

Se sintió raro decir esas palabras, especialmente desde que sólo supe que era su
novia durante unos cinco minutos ahora, pero no pude evitar sonreír
condescendientemente cuando lo dije.

Se lanzaron miradas serias unas a otras.

—¿Cuánto tiempo hace que lo conoces? —dijo Pecas.

Me encogí de hombros.

—Un poco de tiempo —dije evasivamente. Si Maria estaba un poco loca, como
Cole dijo, y yo lo creía totalmente, dado lo raro que ella estaba actuando, era
probable que sus amigas fueran extrañas, también. Capté un movimiento por el
rabillo del ojo. Maria había extendido la mano y tirado de la manga de Pecas, y
todas empezaron a susurrar otra vez.

Tiré mis toallas de papel y me dirigí a la puerta, lo que significaba que tenía que
pasar a través de su grupo. Casi pude sentir la temperatura descender cuando
pasé por delante de ellas, poniendo los ojos en blanco. ¿Muy celosas?

La sala se había oscurecido, y los tráilers acababan de empezar cuando volví a mi


asiento.

—Lo siento —susurré—. Quedé atrapada por tus amigas de Pine Gate. Tenías
tanta razón acerca de… —Pero me callé cuando me di cuenta de que el chico
grande delante de nosotros se había ido. Señalé al asiento vacío delante de mí—
. ¿Dónde han ido?

Cole sonrió.

—Los convencí para que se movieran —dijo. —Ahora puedes ver.

Esto es, pensé. Esta es la parte acerca de las relaciones que siempre supe que
existía. La parte romántica. La parte de almas gemelas. Esto es lo que vi en

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aquellas fotos de mis padres, felicidad, amor, sacrificio. Cosas reales. Aquí está.
Es mío.

—Tengo una idea mejor —dije, agachándome y agarrando su mano—. Vamos.

Recogimos nuestros refrescos y palomitas, y lo conduje a la vacía primera fila.

—¡Pero tu dolor de cabeza! —susurró Cole, deslizándose en el asiento junto a mí.

Sacudí la cabeza.

—Que le den al dolor de cabeza. Aquí es donde está toda la acción.

78
Traducido por PaulaMayfair

Corregido por AmpaЯo

—E
stoy empezando a enloquecer —dijo Bethany, sonando sin
aliento en el teléfono. Ella había estado ejercitándose desde
nuestro primer Día de Vacaciones, diciendo que si ella iba a
estar explorando por chicos calientes, no podría estarse viendo toda flácida.
Podía oír el zumbido de su máquina para correr en el fondo—. Quiero decir,
necesito saber si vamos a ir en el verano o el invierno, por lo menos.

—Lo sé —dije por alrededor de billonésima vez.

—Tengo que pensar en la universidad, ¿sabes?

—Lo sé —dije de nuevo.

—Porque si vamos en invierno, puede que no sea capaz de ir. —Hubo un pitido,
y sus pasos se hicieron más fuerte. Ella estaba corriendo.

—Lo sé.

—Pero realmente no hay una vista de celebridades en verano —resopló—. Y creo


que Zack realmente quiere ir en invierno.

—Zack sólo quiere alguna conejita novata de esquí cayendo sobre él. Estoy
segura de que podríamos convencerlo de hacer rafting con una palabra: bikinis.

Bethany se rió entre dientes, oí más pitidos y sus pasos se hicieron aún más
fuertes y rápidos.

—Tengo que... irme —dijo aspirando aire—. ¿Podemos... juntarnos alguna vez...
antes del sábado?

—Claro —dije—. ¿Qué tal si mañana después de la escuela vamos a Shubb's?

—Sí —dijo—. Le enviaré un mensaje a... Zack y... se lo haré saber. —Hubo más
pitidos—. Mierda —gruñó Bethany y colgó.

El día siguiente transcurrió lentamente, casi como todos los días lo hacían ahora
que Cole y yo lo habíamos hecho oficial. Parecía como si el reloj apenas se
moviera durante todo el día hasta el séptimo período, y luego el avanzaría

79
rápidamente. Cole había estado sacando sobresalientes en su clase de Inglés, por
lo que en su mayoría pasamos nuestro tiempo en el laboratorio jugando futbolín
con un triángulo de papel, leyendo mis viejos poemas e intentando ponerlos en
una canción, o besándonos en la esquina entre el gabinete de suministros y la
pared, donde la señora Moody no podía vernos si miraba en la puerta. A veces, si
no tenía que trabajar, iríamos al desagüe después de la escuela, y tocaría su
guitarra mientras yo lanzaba piedras al agua.

Pero hoy Cole no parecía estar en un estado de ánimo tan juguetón como
siempre. Él estaba cabizbajo y de inmediato comenzó a quejarse del señor
Heldorf, su profesor de historia mundial.

—El tipo es un idiota —gruñó—. Me está dando un suficiente porque estaba


ausente el día que tomaron alguna estúpida prueba de lectura y él no me dejará
hacerla. Imbécil.

Traté de estirarme y sostener sus manos sobre el escritorio, como siempre, pero
él deslizó sus manos hacia abajo sobre su regazo malhumorado.

—Ese tipo no podría dar lecciones ni de cómo limpiarte el culo —continuó.

Después de un tiempo su teléfono sonó y metió la mano en el bolsillo de su


chaqueta. Miró la pantalla, puso los ojos en blanco y se lo puso en la oreja.

—¿Qué? —ladró en el teléfono. Hubo una pausa, durante la cual su rostro


lentamente se puso más y más rojo—. No me importa lo que hagas con eso. No
es mi problema. No. No. Escucha, no me llames con esta mierda, ¿vale? No me
importa lo que hagas con eso, simplemente déjame en paz al respecto. Llama a
alguien que le importe.

Cerró el teléfono y se lo puso en el bolsillo de la chaqueta. Inmediatamente, sonó


de nuevo, pero lo ignoró.

Me senté con la espalda recta en la silla. Nunca había visto a Cole así. Su estado
de ánimo era tan oscuro que casi podía ver que irradiaba de él. Por lo general
estaba feliz y emocionado de estar cerca de mí. Pero no hoy. Realmente no sabía
qué hacer con este Cole. Intenté sonreír, esperando que esto ayudara.

Puso los ojos en banco y negó con la cabeza. —Esa era mi mamá. Ella siempre
tiene algún tipo de problema que necesita ser resuelto. Siempre me llama o me
hace llevarla a algún lugar o alguna otra mierda. Nunca termina con ella.

—¿Quería que la llevaras a algún lado? —pregunté, tratando de atrapar sus


manos de nuevo con las mías. Cuando lo toqué, pareció salir de un aturdimiento
a verme por primera vez.

80
Cogió mis manos con las suyas y apretó.

—Nah. Sólo alguna mierda. Escucha, no quieres oír hablar de eso. —Se puso de
pie—. Voy a ver si el señor Heldorf tiene un segundo. Me pondré al día contigo
más tarde. —Se inclinó y besó mi oreja.

—Está bien —dije—. Estaré en casa un poco más tarde, sin embargo. Bethany,
Zack y yo vamos a Shubb's de después de la escuela. Planificando el viaje, por
supuesto.

Se detuvo, secándose la frente con tres dedos.

—Por supuesto —respondió con sarcasmo. Y se fue.

Miré el reloj. El séptimo período no terminaba hasta dentro de veinte minutos.


Recogí mis cosas y me metí en el despacho de la señora Moody.

—La madre de Cole llamó. Tuvo que irse —dije—. ¿Está bien si me voy a la
biblioteca?

Miró su reloj y asintió.

—Nos vemos mañana.

Pero yo no fui a la biblioteca. En su lugar, me dirigí a la taquilla de Bethany donde


esperé hasta que sonó la campana, preguntándome qué había querido la madre
de Cole y por qué lo había puesto tan enfadado. ¿Y por qué se había sentido
como si estuviera enojado conmigo?

Decidimos viajar a Shubb's de en el mierdamóvil de Zack. Zack estaba raro,


diciéndonos acerca de su cita con Hannah y cómo los árbitros en el partido de
fútbol los amenazaban con echarlos si no dejaban de gritar. Y cómo ella casi había
conseguido meter a Zack en una pelea con algún tipo grande, corpulento y
universitario en el estacionamiento de El Manuel's después.

—Y luego, conseguir esto —dijo, riendo—. Le dijo a su madre que no sentía


ninguna química y no quería salir conmigo otra vez. ¿Puedes creer eso? ¡Conseguí
ser abandonado por Hannah Bocazas! Ese es un nuevo mínimo. Incluso para mí.

Llegamos a Shubb's y se deslizó en un reservado del rincón curvado.

—Dos órdenes de palitos de pan de queso —le dijo Zack la camarera—. Y una
jarra de Coca. —Se tocó el pecho—. A mí, señoras.

—Gracias —murmuró Bethany, hurgando en su gigante bolso y sacando los


Archivos Obsesivos—. Está bien, chicos...

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—No —dijo Zack, agarrándonos alrededor del cuello—. Quiero decir,
literalmente. A mí. —Nos atrajo hacia su pecho.

—Basta —chillé, saliendo de debajo de su brazo y golpeándolo ligeramente en


el pecho. Bethany permaneció allí un poco más, riendo, pero golpeando su brazo.

—Lo deseas —dijo al fin, volviendo a distanciarse.

—Ahora en serio, Zack. No podemos desviarnos. Tenemos que decidir lo que


queremos hacer.

—Yo estaba tratando de mostrártelo —dijo, agarrando su cabeza y tirándola


hacia sí de nuevo.

Nuestras bebidas llegaron y Bethany usó eso como su oportunidad para tratar de
encaminarnos correctamente de nuevo.

—Estoy pensando que el verano sería mejor —dijo, abriendo el cuaderno y


girando a una ficha marcada EXTERIOR.

—Creo que el verano sería mejor, también. Podría tomar algunas clases en la
universidad comunitaria en otoño —dije, y mientras lo decía, me sorprendió que
realmente lo dijera en serio. Por toda mi vida, todo estaba llevándonos hasta este
viaje a Colorado. Todo. Nunca consideré que realmente sucedería después.
Shannin se fue a la universidad con becas. Bethany se iría a la universidad,
también. Zack iría a la escuela de actuación. Y yo... nunca había llenado el espacio
en blanco antes. Siempre me encogía de hombros cuando la gente preguntaba.
Era como si nunca hubiera considerado que después de que llegara a Colorado
y resolviera el misterio de por qué mi madre estaba tan empeñada en llegar allí
tendría que volver a mi propia vida. O empezar mi propia vida. Fuera lo que fuese.

—¿Desde cuándo? —preguntó Bethany, tomando un sorbo de su bebida.

Me encogí de hombros.

—Desde... no sé... desde ahora, supongo.

—¿Está Cole yendo a una universidad comunitaria? —preguntó, y aunque ella no


quería decir nada con eso, yo todavía lo oí como una acusación.

—No sé —dije bruscamente—. Nunca hemos hablado de ello.

Bethany se encogió de hombros.

—Genial —dijo.

La camarera trajo nuestros palitos de pan, y comimos en silencio. Después de un


tiempo, Zack comenzó con otra historia de Zack, algo sobre Celia pidiéndole

82
sentarse con ella y sus amigas de primer año en el almuerzo. No es sorprendente
que lo hiciera. Zack tenía más confianza en sí mismo que nadie que yo hubiera
conocido. Podría quitarse del medio sentándose en una mesa de primer año.
Todo el mundo preferiría morir. Incluso la mayoría de los estudiantes de primer
año.

—Algunos de esas novatas están bien construidas —dijo, una tira de queso
colgando de su labio inferior—. ¿Cómo es que ninguna de las dos se veía así
cuando eran estudiantes de primer año?

—Porque no conseguimos que nuestros padres nos compraran sostenes de agua


—dijo Bethany. Golpeó su palma contra el cuaderno abierto—. Está bien, así que
estamos de acuerdo en...

—Mierda —murmuró Zack, y dejó su palito de pan—. Tienes que estar


bromeando.

Bethany y yo levantamos la vista y seguimos su mirada a través de la ventana


frontal de Shubb's de. En el otro lado, cerrando la puerta del coche, estaba Cole.

—¿Invitaste a Cole aquí? —preguntó Bethany. Una vez más, el tono de su voz
sonaba como si ella me estaba acusando de algo, aunque no sabía exactamente
qué.

Negué con la cabeza.

—No, probablemente sólo quería saludar.

—Hurra —dijo Zack con amargura.

Disparé una mirada a Zack. Estiró su boca en una amplia sonrisa falsa.

—Volveré ahora mismo —dije, contoneándome fuera del reservado.

Al momento en que llegué alrededor de las máquinas de pinball, Cole ya estaba


dentro, estirando el cuello para encontrarme. Surgí desde el lado y lo agarré por
la cintura.

—¡Hey! —dije—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Saltó al principio, pero sonrió cuando se volvió hacia mí y deslizó sus brazos
alrededor de mi cintura.

—Buscándote —dijo—. Terminé con Heldorf más rápido de lo que pensaba.

—¿Él cambió de opinión acerca del suficiente?

Él negó con la cabeza.

83
—No. Pero no es un gran problema. Todavía puedo probar para el baloncesto.
—Él me abrazó más fuerte—. Mmm, te sientes bien. Pero no quiero interrumpirte
con tus chicos. Sólo quería verte. —Estaba de regreso el Cole al que estaba
acostumbrada, feliz y amable.

—No estás interrumpiendo nada —dije. Zack sólo tendría que acostumbrarse a
él y a Bethany no le importaría, siempre y cuando todavía estuviéramos
planeando nuestro viaje—. Ven aquí.

Tomé su mano y tiré de él hacia nuestra mesa, luego se deslizó en el reservado


junto a Bethany, haciendo que Zack se deslizara hasta el otro extremo de la curva.
Tenía una mirada de irritación en su rostro, pero no me importaba. No iba a
sentarme a su lado. Dios sabía que incitaría a Cole y comenzaría una pelea.

—¡Oye, Gran C! ¿Qué pasa? —dijo Zack en voz alta.

—No mucho —dijo Cole secamente—. Simplemente no podía permanecer lejos


de Alex.

—Apostaría —dijo Zack.

Miré a través del apartado a Zack, desafiándolo a decir algo más. Debe de haber
recibido la sugerencia porque se calló.

—Entonces, Beth —dijo, desviando su atención de Cole—. ¿Qué estamos viendo


aquí?

—Creo que estamos viendo el verano —dijo—. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —dije.

—No —dijo Zack—. No estoy de acuerdo. Quiero esquiar.

—Tal vez podamos encontrar algún lugar para esquí acuático —dije—. ¿Beth?
¿Hay un lago en algún lugar?

—Um —dijo, hojeando el cuaderno—. No sé...

—Sin esquí, no hay viaje —dijo Zack. Él pisoteó el pie debajo de la mesa—. El
hombre —anunció con voz de Ricky Ricardo— ha puesto su pie en el suelo, ¡Lucy!

—Siempre podríamos atarte a la parte posterior de la casa rodante en un par de


patines —sugerí.

Bethany se rió.

—Sí. Oí que esquiar en la I-70 es genial.

84
—Ja ja, son tan divertidas —dijo Zack—. Da la casualidad de que soy un dios en
patines. Lo rompería en mil pedazos.

—¿Desde cuándo eres un dios en patines? —pregunté, y al mismo tiempo


Bethany declaró:

—Yo nunca te he visto en patines en tu vida. —Y entonces todo nos pusimos a


hablar sobre otros. Zack tiró un trozo de barrita de pan en mi cabello. Bethany
arrojó una servilleta en la bebida de Zack. Lo de siempre.

—En realidad —dijo Cole, y todo el mundo quedó en silencio—. Yo no sé si


todavía lo hacen, pero solía haber algunos lugares por ahí donde puedes montar
estos deslizamientos de viejas pistas de esquí en el verano. Mi tío Ben me llevó
una vez, cuando yo era un niño. Fue genial.

Nos miramos unos a otros.

—Eso suena divertido —dijo Bethany.

Asentí con la cabeza.

—Definitivamente.

—Tú sabes, Gran C —dijo Zack—, eso no es una mala idea. Alex, tal vez deberías
conservar a este tipo después de todo.

Sentí a Cole tensarse a mi lado, pero traté de no reaccionar. Zack estaba siendo...
Zack. Y después de unos segundos, sentí a Cole relajarse. Tal vez, pensé. Sólo tal
vez podía eventualmente conseguir que estos dos se llevaran bien.

—Eso planeo —dije, acurrucándome bajo el brazo de Cole.

—Por lo tanto, está la autocaravana —dijo Cole—. ¿Cuánto dormirá?

Cabeza de Bethany improvisó.

—Realmente no hemos decidido sobre una autocaravana, sin embargo —


prácticamente susurró.

Cole asintió.

—¿Qué estás pensando? —pregunté, dando vuelta para que pudiera ver su
rostro, pero estaba encorvada demasiado abajo.

Él se encogió de hombros.

—En realidad no pensaba en nada. Simple curiosidad. Pero... Bethany, ¿te


importaría transmitirme todas las cosas que sabes? Una escapada de verano
podría ser divertido.

85
—Um, seguro —dijo Bethany, su pulgar picando la esquina de un pedazo de
papel, doblándolo hacia arriba—. Lo conseguiré para ti la próxima vez que te vea.

En el momento en que dejamos Shubb's, estaba sonriendo tan fuerte que mis
mejillas dolían. La idea de Cole yendo a Colorado con nosotros me hizo sentir
aún más emocionada por el viaje. Como si él pertenecía allí.

Mejor que eso, parecía que por fin todo el mundo se lleva bien. Tal vez esto se
resolvería después de todo.

86
Traducido por Kellylc

Corregido por AmpaЯo

C
ole estaba esperando por mí en la cabina de atrás, como siempre. Desde
nuestra cita en el cine, cada noche después del trabajo, Cole podría entrar,
ordenar un café, deslizarse a la cabina de atrás y hacer los deberes
mientras esperaba por mí. Él se sentaba allí durante horas. A veces sólo me
miraba. De vez en cuando, cuando levantaba la vista del registro, me guiñaba un
ojo o tiraba un beso. Era la cosa más romántica que había visto nunca en mi vida.

—¿Es que no tiene amigos? —me preguntó Georgia una noche cuando Cole se
acercó al cierre en su auto, donde me esperaría hasta que terminara con la
limpieza.

—Sí, pero todos están haciendo sus propias cosas. Es nuevo, ¿recuerdas? Todos
ellos se conocen desde hace un par de años. Probablemente una vez que inicie
el baloncesto, no va a estar más aquí. Pienso que es romántico.

Georgia asintió.

—Y espeluznante —agregó.

Lancé un clip de papel hacia ella.

—No es espeluznante.

Ella se encogió de hombros y se agacho para recoger el clip.

—Todo lo que sé es que si alguien estuviera allí sentado toda la noche, todas las
noches mirándome, se me pondrían los pelos de punta.

—Es dulce —digo.

—No he visto a esos amigos tuyos por aquí últimamente —dijo.

—Lo sé —respondo—. Todos hemos estado un poco ocupados. —Pero la verdad


es que sólo yo era la única demasiado ocupada. Bethany y Zack seguían saliendo
como siempre, pero me encontré a mí misma disculpándome más y más a
menudo, esperando que ellos entendieran y sabiendo que probablemente no lo
harían. Cole me mantuvo ocupada después del trabajo en los días que trabajaba,

87
todas las tardes en los días que no trabajaba y casi cada fin de semana. Incluso
había empezado a reunirse conmigo en mi casillero entre clases, lo que
significaba que Bethany, Zack y yo no teníamos ni ese pequeño periodo de
tiempo para ponernos al día todos los días. Y no estaba segura, pero pienso que
ellos estuvieron evitando The Bread Bowl porque sabían que Cole estaría allí.

Había empezado a ver el auto de Bethany en la casa de Zack más seguido. Me


enviaban textos y me pedían que fuera, pero nunca fue en buen momento. Me
sentía desgarrada, pero el hecho era que quería estar con Cole. Era realmente su
única amiga y casi quería comprender por qué este chico tan increíble me estaba
haciendo el centro de su universo. Además, a pesar de que no habíamos llegado
a la palabra “Amor” aún, estaba empezando a sospechar que me estaba
enamorando de Cole. Y cuando tú te enamoras de alguien, ¿No se supone que
esa persona es tu mejor amiga, también?

Luego de que Cole hiciera la sugerencia de que viajáramos a Shubb’s, pensé que
todos empezaríamos a salir juntos. Y al principio realmente trate de que así
sucediera. Pero parecía que Cole irritaba a Zack sólo por estar allí, y con Bethany
sintiéndose atrapada en el medio, hubiera sido incómodo simplemente
desaparecer. Después de un par de días todo el mundo sintiéndose incómodo,
comenzaron a estar en mi casillero hasta que Cole llego ahí. Luego dejaron de
venir por completo.

—Bueno —dijo Georgia—. Echo de menos a ese chico lindo. Siempre estaba lleno
de él cuándo venía aquí.

—¿Zack? Sí. Siempre estaba lleno de él y punto. —Sonreí sólo de pensar acerca
de eso, todas las cosas alocadas que hizo Zack sólo para conseguir una sonrisa
de Bethany y mía. Le echaba de menos. Hice una nota mental para ir a su casa y
salir por un par de minutos.

—Es genial tener amigos tan cerca —dijo Georgia, cerrando la caja fuerte. Se
sentó con la espalda recta antes de regresar a la silla—. Hemos terminado pollito
—dijo durante un bostezo—. ¡Conduce con cuidado! Y dile a Zack que venga
alguna vez.

—Está bien Gee, se lo diré —dije, mientras me quitaba el delantal.


Empujé la puerta y miré hacia el estacionamiento. Cole estaba saliendo de su
auto. Corrí hacia él y me envolví en él, respirando su aroma.

—Mmmm. Hueles bien —dije—. Me gustaría no tenerme que ir.

Me jalo hacia sus brazos. —No tienes que hacerlo —dijo—. Entra. Tengo algo
para ti.

88
—Está bien —dije—. Pero sólo por un minuto. Me tienes que traer de vuelta a mi
coche. Necesito hacer una parada donde Zack esta noche.

Cole abrió su puerta y se metió dentro, se arrastró a través del asiento del
pasajero. Se puso tras de mí y encendió el auto.

—¿Por qué tienes que ir a la casa de Zack? —preguntó.

Arrugué mi delantal y tiré mi visera hacia la parte de atrás.

—Sólo para saludar —dije—. Le echo de menos.

Cole hizo un sonido evasivo y encendió la radio. Fuimos en coche por un par de
kilómetros, mientras saqué el lazo de mi cabello y puse mi brazo fuera en la
ventana abierta, tratando de quitar el aroma de sopa de patata y levadura que
siempre se aferra a mí luego de mi turno del trabajo.

Después de un tiempo, Cole se detuvo en un estacionamiento y apago su auto.


Me asome por la ventana. Estamos en McElhaney Park, el campo de béisbol donde
Zack jugó todos los partidos de la liga menor y Bethany y yo chismeábamos de
nuestros enamoramientos sobre columpios de llanta.

Cole salió del auto y trotó hacia el patio de recreo. Se puso de pie, mirando hacia
el equipo de juego, pateando las llantas del ferrocarril cercadas. Lo seguí con
curiosidad.

—¡El merry-go-round3! —exclamé, saltando por encima de los rieles del


ferrocarril y corriendo hacia él. Me subí a la plataforma de metal oxidada y me
paré en el medio, tal y como lo hacíamos Bethany y yo cuando nos sentíamos
temerarias—. ¡Empújame, Cole!

El levantó la vista. Le hice señas para que se acercara. Dio un paso por encima de
los vagones del ferrocarril y se movió lentamente hacia mí. Yo me alzaba sobre
él, mis manos plantadas en mis caderas.

—Fíjate. Sin manos —le dije.

Ladeó la mandíbula hacia un lado y se inclinó, agarrando las barras de metal y


dándole una vuelta al carrusel. Chillé, los músculos en mis piernas y espalda se
tensaban mientras trataba de mantener el equilibrio. El mundo comenzó a girar
lejos de mí cada vez más y más rápido, hasta que todo era un borrón, como lo
recordaba. Bethany y yo solíamos tomar turnos para ver quien saltaba y se
agarraba a las barras primero. Siempre gané.

3
Merry-go-round: Carrusel para niños.

89
Me reí, sosteniendo mis brazos en alto formando una V hacia el cielo.

—¿Ves? Te lo dije, ¡yo soy la dueña del carrusel! —grité.

—¿En serio? —dijo Cole, en algún lugar cerca de mí—. ¿A qué velocidad crees
que puedas hacerlo, dueña del carrusel?

—¡Tan rápido como puedas girarla, cariño! —Me reí y el carrusel se sacudió
debajo de mí otra vez—. ¡Guau! Grité, doblando las rodillas y sosteniendo mis
brazos hacia fuera frente a mí para equilibrarme—. ¡Eso es rápido!

El carrusel se tambaleó otra vez. Y otra vez. Podía escuchar a Cole haciendo
gruñidos por el esfuerzo, estaba empujando muy fuerte. Y el mundo giraba a mí
alrededor cada vez más rápido, hasta que todo se volvió una oscuridad
vertiginosa. Ya no podía distinguir las luces del aparcamiento, mucho menos
averiguar en qué relación me encontraba con él.

Cole gruño y el carrusel giró más rápido. Mi pie derecho se deslizó unos cuantos
centímetros hacia el borde. Mis brazos giraban mientras trataba de mantener el
equilibrio. Traté de mirar hacia abajo, para encontrar las barras, pero estaba
demasiado desorientada. El mundo comenzó a balancearse hacia arriba y abajo
como si estuviera en un barco bajo una tormenta.

—Cole —dije, mis manos a tientas frente a mí—. Detente. Es demasiado rápido.

Pero Cole sólo gruñó y el carrusel comenzó a dar vueltas de nuevo. Otra vez, mi
pie se deslizó y mis brazos se giraron violentamente frente a mí.

—¡Detente! —Dije más alto esta vez—. ¡En serio! ¡Es demasiado rápido!

Pero si Cole me escuchó, me estaba ignorando. Mi pie se seguía deslizando hacía


el borde, y sabía que pronto no tendría soporte en la izquierda.

—Cole, ¡Detente! —grité, el viento tiró lágrimas hacia mis sienes—. ¡Me voy a
caer!

Sentí que una barra golpeaba mi cadera. Yo estaba dando bandazos de un lado
hacia otro ahora. Traté de agarrarme de una barra con las manos pero estaba
demasiado confundida para encontrarla, a pesar de que sólo estaba ahí.

—Cole —gemí—. Detente. —Pero para entonces ya era demasiado tarde. Mis
zapatos se deslizaban a través del metal pulido, y sabía que tenía que hacer algo
si no iba a salir lastimada.

Me dejé caer de rodillas y busqué con mis manos a tientas hasta que encontré
una barra, luego me envolví alrededor de la barra firmemente y dejé que mis
piernas se deslizaran tras de mí. Casi inmediatamente, la punta de mi zapato

90
captó astillas de madera de la rueda y las extraje, gritando cuando mis brazos se
sacudieron fuertemente con la curva del final de la barra. La rueda bajó de
velocidad, y mis piernas chocaron con Cole.

—Te quedaste fuera, dueña del carrusel —dijo con un tono de burla en su voz.
Ya se había detenido, pero Cole no hizo ningún movimiento para ayudarme a
levantarme. Incliné mis rodillas en las astillas de madera y me agarré del mango
de la barra, apoyando mi frente en el metal frío mientras me quedaba sin aliento.

—No es divertido, Cole —espeté.

Él se río más fuerte.

—Dios, Alex. No seas llorona —dijo, empujándome con la rodilla. Luego


chasqueó la lengua con disgusto—. ¿Habría sido divertido si Zack la hubiera
empujado?

Me detuve en mis codos y limpie mis ojos.

—No. —Eché chispas, mirándolo con furia—. Yo te estaba gritando. ¿Por qué no
te detuviste? —Me detuve a mí misma de hacerle la siguiente pregunta: ¿Estabas
intentando lastimarme?

—Oh, Por favor, Alex —dijo. Sentí el cambio del carrusel cuando se sentó en la
ranura a mi lado. Metió la mano entre los barrotes y movió mi cabello fuera de
mi cara. Puso su mano bajo mi barbilla y la levantó para que pudiera verlo—. No
iba a dejar que te lastimaras.

Lo miré.

Pero cuanto más entrecerraba mis ojos hacia él, más suave se volvía su rostro.
Acarició con el pulgar mi mejilla.

—Te amo.

En ese momento, fue como si nada más importara. En ese instante, toda mi furia
se desvaneció bajo su toque. La intensidad de los ojos de Cole fue como nunca
la había visto antes, como si estuviera admirando algo precioso, algo que él no
podía comprender. Su cara estaba llena de ternura y no sé cómo se las arregló
para brillar bajo la oscuridad. Si mi corazón no hubiera estado bombeando
furiosamente, habría comenzado en ese momento. Él nunca me dijo que me
amaba antes.

Nadie me había dicho que me amaba.

Me golpeó un recuerdo de una vez cuando era niña, le pregunté a papá si mamá
“fue su amor a primera vista”. Estábamos en el garaje, donde había estado

91
ayudándolo a arreglar el auto. Él había estado retorciendo alguna pieza del auto
dándole vueltas y vueltas con una toalla bajo sus manos, y se detuvo mirando al
espacio por un segundo. Luego echó una mirada hacia atrás muy rápido y espetó:

—Alex, yo no tengo tiempo para… Pásame esa llave. —Y empujó su cabeza hacia
atrás bajo el capo del auto en el que estaba trabajando, caso cerrado.

Así que más tarde, sobre los platos, le pregunté a Shannin si creía en el amor a
primera vista, y ella me había mirado directamente a los ojos cuando dijo:

—No. Debido a que sólo amas verdaderamente a tu alma gemela, y desde que
tu alma gemela es la otra mitad de ti… tú lo has visto antes, ya sabes, en el cielo.

Había pensado mucho tiempo en lo que había dicho y duramente, tratando de


darle sentido a todo eso. Encontrándose en el cielo, como si el cielo fuera un gran
mezclador de secundaria o algo. La explicación de Shannin del amor a primera
vista y las almas gemelas y el cielo no tenía sentido para mí en absoluto.

Hasta ahora.

De repente no importó más si él no había parado de empujarme en la rueda. No


importaba si él estaba irritado con Zack. No importaba que me hubiera asustado
y me hubiera dicho que era una llorona. Él me amaba. Ahora sabía la gran parte
de un hecho.

Que también yo le amaba.

Por unos agonizantes minutos, no estaba segura de si sería capaz de responderle.


Podía oler su colonia. Pude ver los músculos de su mandíbula trabajando con
ansiedad, seriamente. Podía sentir su mano cálida contra mi barbilla. Pellízcame,
quería decirle. Asegúrame de que no estoy soñando. Despiértame ahora antes de
que esto vaya más lejos.

Pero en cambio, la mano de Cole encontró la mía y la tiró hacia arriba. Me puse
de pie, mis ojos nunca dejando los suyos. Se deslizó de nuevo en el carrusel y yo
me senté en su regazo, sintiendo un cosquilleo y algo como… bueno, como ese
tipo de momento que no sucede en la vida real. No a chicas ordinarias como yo.

—Tengo algo para ti —dijo. Metió la mano en su bolsillo y sacó un pequeño oso
de peluche, rizado y blanco, vistiendo una camisa roja que decía “Te amo”. Me lo
entregó—. Es nuestro aniversario de un mes —dijo.

—Es muy lindo —susurré, finalmente encontrando mi voz. Apreté al oso en mi


barbilla—. Yo también te amo —dije, envolviendo mis manos en su cuello. Una
frase que nunca había pronunciado antes, ni a papá, Celia o Shannin. Ni al tío
Jules. Ni incluso a Zack y Bethany.

92
—No vayas a casa de Zack esta noche —susurró Cole en mi cuello.

—De ninguna manera —le susurré de regreso—. Es nuestro aniversario.

—Feliz aniversario, experta en el carrusel —dijo Cole

—Feliz aniversario —dije de regreso.

Nos besamos, el pie de Cole trabajando en las tablas de madera, empujando la


rueda, y nos giramos lentamente en el aire nocturno. Y a pesar de que lo había
besado antes, esta vez se sentía diferente de alguna manera. Había algo más
detrás de eso. Aparto un mechón y lo puso detrás de mí oreja, y luego nos
besamos un poco más, el pequeño oso presionado entre nuestras manos y supe
en ese momento que era lo que estuve buscando toda mi vida. Yo quería esto. Y
quería que esto fuera perfecto. Intocable. Sin fuego, sin carcajadas, sin carreras
hacia las montañas.

Lo que Cole y yo queríamos era ser felices como en las fotos en esa caja bajo mi
cama. Sólo que seríamos mucho mejores.

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Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por AmpaЯo

C
elia y yo nos sentamos en la mesa de la cocina, los papeles repartidos en
frente de nosotras, el teléfono en el medio de la mesa en "altavoz". Papá
estaba en el trabajo, e hicimos a Shannin saltarse su clase de sociología de
la tarde para que pudiéramos hablar con ella sobre la fiesta.

—Voy a estar a cargo de la tarta —dije—. Chocolate sobre chocolate, con “Feliz
quincuagésimo cumpleaños, Michael”, ¿no?

—Sí —la voz de Shannin sonó en el altavoz—. Y, Celia, estás llamando a las
abuelas, ¿no?

—Ya lo hice —dijo Celia, inclinándose sobre el teléfono—. Y la tía Jules ya lo sabe.
Ella está haciendo algunas llamadas también.

—¿Y la comida? —pregunté, frotándome las sienes. Habíamos estado en esto


durante una hora, y estaba lista para acabar de una vez. Tenía mejores fiestas en
que pensar. Como la del refugio del lago esta noche a la que iría, por ejemplo—
. ¿Cómo vamos a conseguir comida aquí sin que papá lo sepa?

—Todavía estoy trabajando en eso —dijo Shannin—. Pero estoy bastante segura
de que si Celia se lo pide a las abuelas, se van a hacer cargo. La abuela Shirley
vive para ese tipo de cosas.

—Preguntaré —dijo Celia.

Yo revolví algunos papeles.

—Bueno, entonces, creo que ya hemos hablado de todo.

—Sí —dijo Shannin por teléfono—. Creo que lo tenemos todo hecho. Y con un
montón de tiempo de sobra. Estamos en buena forma.

Le disparé una mirada de te lo dije a Celia, quien me fulminó con la mirada. Se


inclinó sobre el teléfono.

—¿Segura que no quieres revisarlo de nuevo? Ya sabes, ¿por si acaso?

94
—No, creo que todavía puedo ir a mi última clase si me voy ahora —respondió
Shannin—. Estamos bien, Ceel. Hablaremos de nuevo antes de que vuelva a casa,
¿de acuerdo? Puedes calmarte al respecto ahora.

—Genial —respondí, antes de Celia pudiera decir nada—. Hablamos más tarde,
Shan. ¡Chao!

Celia me dio una mirada herida y agarró el auricular antes de Shannin pudiera
colgar. Mientras ella decía sus despedidas a Shannin, reuní los papeles, los llevé
a mi habitación y los escondí en el cajón de mi escritorio bajo mis papeles de
Colorado.

Sentí una punzada de culpabilidad. Habían pasado semanas desde nuestro


último Día de Vacaciones, el que cuando Cole entró y vio a Zack haciéndome
cosquillas. Sabía que Bethany y Zack lo estaban tomando como algo personal,
pero no era a propósito o algo. Era sólo que, entre el trabajo, la tarea y hacer a
Celia feliz con la planificación de la fiesta de papá, apenas tenía tiempo de hacer
algo más. Además, Cole había entrado en el equipo de baloncesto y estaba
ocupado con la práctica casi todas las tardes. Apenas tenía tiempo de hablar con
Cole, y no podían esperar que dejara plantado a mi novio sólo para hablar con
ellos, ¿cierto? No era mi culpa que Zack odiara a Cole sin razón. Se excluyó a sí
mismo, si me preguntas.

Además, Cole era tan increíble. Siempre tan romántico. Siempre me llamaba "sólo
para decirte que te amo." Siempre traía cosas: un animal de peluche, una rosa,
una pulsera de dijes. Siempre esperándome en el trabajo, en mi coche, en mi
casillero. Siempre.

Metí los papeles de cumpleaños de forma segura y cerré el cajón, apartando mis
sentimientos de culpa. Vería a Zack y Bethany en la fiesta de esta noche.
Hablaríamos entonces. Tal vez podría incluso hacer que Zack y Cole se gustaran.
Tal vez se convertirían en amigos. Yo sabía que era una posibilidad remota, pero
tenía que seguir intentándolo.

Mis dedos ociosamente encontraron mi clavícula y corrieron arriba y abajo del


collar mientras una idea se formaba. Sí, eso era exactamente lo que iba a hacer
esta noche. Los juntaría, nos haría a todos amigos, así que no me sentiría tan
dividida entre ellos nunca más.

Dos horas después estaba duchada, vestida y de pie en el porche de Zack. Su


madre abrió la puerta.

—Oye, ¡cuánto tiempo sin verte, extraña! —dijo, abrazándome y metiéndome en


su casa al mismo tiempo—. ¿Dónde has estado estos días, señorita Alexandra?
Zack dice que tienes un nuevo novio.

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Asentí con la cabeza y la seguí a su sala de estar, que era brillante, alegre, limpia
y olía ligeramente a limón y pino. Tan diferente de nuestra sala de estar de
mierda. En cierto modo, Celia no había estado demasiado lejos ese día cuando
estaba limpiando, no me importaría pedir prestada a la madre de Zack sólo un
poco. No es por otra razón que la de hacer que nuestra sala oliera tan bien.

—¿Está Zack?

—Siéntate, siéntate, sí, está —dijo. La madre de Zack siempre tenía su manera de
hacer oraciones así. Era una especie de conocida por decir cosas como: ¿Por qué?
Sí ,¿te gustaría una bebida? Yo de hecho conseguí una alfombra nueva aquí, toma
un refresco, gracias por notarlo, ¿te gustó? A veces era difícil seguirla, y su
costumbre de decir frases tontas juntas realmente molestaba a Zack, pero
siempre me pareció que era una increíble y perfecta mamá. Siempre pensé que
Zack tenía tanta suerte y ni siquiera lo sabía—. Preparándote para una fiesta, esto
es una sorpresa, toma asiento, él no dijo que ibas a venir.

—Sí —dije, descansando en su sofá—. No me estaba esperando. Pero ya que


vamos a la misma fiesta, pensé en ver si quería que fuéramos juntos.

Sonrió.

—Estoy segura de que le encantaría, si me lo preguntas, yo lo consigo para ti,


¡ustedes niños están locos por tener una fiesta al aire libre en noviembre! —Me
palmeó la rodilla y se dirigió a las escaleras y gritó hacia arriba—. Zack, ¡Alex está
aquí!

Oí pasos arriba y una puerta abriéndose. Luego los pasos se hicieron más fuertes
y más rápidos mientras Zack bajaba las escaleras, con el pelo todavía mojado y
pegado a su frente. Puso una expresión curiosa en cuanto me vio.

—Pensé que olía algo —dijo.

Me puse de pie, metiendo las manos en mis bolsillos traseros.

—Oye, vas al lago, ¿no? Yo pensé en ver si querías ir conmigo.

Levantó la barbilla y se rascó el cuello, dejando marcas rojas en su piel húmeda.


Su mamá lo esquivó, tocándome el brazo mientras pasaba.

—Uh, está bien —dijo finalmente—. Estaba yendo con Bethany, pero puedo
llamarla.

—No —dije—. Eso es aún mejor. Todos podemos ir juntos.

Como si fuera una señal, hubo dos golpes en la puerta y se abrió. Bethany entró.
Me vio y casi se detuvo en seco, sorpresa registrándose en su rostro.

96
—Alex —dijo—. ¿Vienes con nosotros?

—En realidad, yo estaba hablando con Zack de todos nosotros yendo juntos —
dije.

Empujó sus gafas sobre la nariz y puso su giganto-cartera más alto en su hombro.
Como de costumbre, había papeles, cuadernos y periódicos derramándose fuera
de la parte superior de ella. Sólo Dios sabía lo que Bethany guardaba en su bolso.
Tal vez toda una biblioteca.

—Bueno, sí —dijo.

—Déjame buscar mis zapatos —dijo Zack, y corrió de nuevo arriba.

—Vamos a esperar afuera —grité, y Bethany y yo salimos, caminando a través del


patio de Zack a mi patio.

—Dios, me siento como si yo no te he visto en mucho tiempo —dije, caminando


en la hierba junto a Bethany—. Tienes más reflejos. —Saqué un par de fragmentos
de su cabello y los dejé caer de nuevo a sus hombros—. Se ven muy bien en ti.

—Gracias —dijo—. Me encanta tu suéter. —Miré hacia abajo y las dos nos reímos.

—Uh, ¿tal vez porque te lo he robado a ti?

—Tal vez —dijo riendo—. ¿Cómo van las cosas? Contigo, quiero decir.

Me detuve, agarré su muñeca. —No te lo dije. Cole me dijo que me ama.

Sus ojos se agrandaron.

—¿En serio?

Asentí con la cabeza, sonriendo.

—Vaya —dijo a nuestros pies—. Am, felicitaciones, supongo. Guau.

Caminamos unos pasos más en silencio, su giganto-cartera chocando contra mi


cadera cada cierto tiempo.

—Ya sabes —dijo Bethany al fin—. A Zack no le gusta Cole.

—Lo sé. —Unos pocos pasos más. Me detuve de nuevo—. ¿Por qué no?

Ella se encogió de hombros.

—No estoy segura. Pero creo que algo se hundió entre ellos en el vestuario el
otro día.

—¿En serio? Cole no dijo nada. ¿Qué pasó?

97
Bethany se encogió de hombros otra vez.

—¿Estás realmente segura de este tipo, Alex? —preguntó—. Quiero decir, porque
Zack lo hace sonar como un verdadero idiota, ¿sabes?

Me sentí un poco decaída. Zack todavía odiaba a Cole, lo que significaba que mi
idea de conseguir que todo el mundo se gustara entre sí esta noche era aún más
difícil de lo que pensaba en un principio.

—Estoy segura, Beth. Totalmente segura. No sé cuál es el problema de Zack, pero


Cole es increíble. Lo amo.

Seguimos caminando. Bethany parecía estar realmente pensando en lo que había


dicho.

Mientras caminábamos por el césped, Cole se detuvo en mi camino. Lo saludé y


seguí caminando, pero me di cuenta después de unos pasos que Bethany se había
detenido.

—Oh —dijo cuando miré de vuelta a ella—. ¿Cole va a ir? —No pude descifrar la
expresión de su cara. ¿Fue sólo sorpresa, o había algo más allí también? Zack lo
hace sonar como un verdadero idiota. ¿Estaba Zack volviendo a Bethany contra
Cole, también?

—Sí —dije—. Sólo pensé que lo sabías. Pensé que iríamos todos juntos. Ustedes
realmente no han tenido la oportunidad de conocerlo.

Zack nos había alcanzado y se paró al lado de Bethany. No fue difícil en absoluto
a decir lo que pensaba por la mirada en su rostro.

—Lo conozco —dijo Zack en voz baja—. No, gracias.

—Vamos, Zack —le supliqué mientras Cole salía del coche, la expresión de su
rostro era una mezcla perfecta de las miradas de Bethany y Zack: sorpresa
mezclada con disgusto. Cole no había dicho nada sobre meterse en el vestuario
con Zack, pero me di cuenta al mirar su rostro que algo estaba pasando. Me
preguntaba si podría oírnos—. Ni siquiera le das una oportunidad. Es un muy
buen chico, lo juro.

Se miraron entre sí con recelo. Bethany parecía realmente indecisa.

—¿Por favor? —añadí—. Los echo de menos, chicos.

Bethany respiró hondo y se mordió el labio.

—Está bien —dijo ella, dejando salir el aire en un soplo—. ¿Por qué no? Un tipo
así de caliente no puede ser tan malo, ¿verdad? —Sonrió.

98
La abracé.

—Gracias. Sabía que podía contar contigo, Beth. —Miré a Zack, mi cara
suplicando.

Zack miró de Bethany a mí, luego se rascó la nuca incómodamente y gimió.

—¿Por qué diablos no? —dijo—. Vamos.

—Gracias, gracias, gracias —dije efusivamente, abrazándolo también—. No te


arrepentirás, lo prometo.

Pero cuando los tres con los brazos enlazados comenzamos a caminar hacia el
camino de entrada, podría haber jurado que vi una mirada gélida caer sobre la
cara de Cole.

99
Traducido por PaulaMayfair y Jo

Corregido por obsession

M
anejamos casi todo el camino sin que nadie hablara.

De vuelta en la casa, salté al otro lado del camino de entrada a Cole,


levantándome de puntillas y lo besé suavemente, pero él no había
hecho ningún movimiento para besarme en respuesta. Claramente,
el tono estaba fijado. Parecía tan ridículo para mí.

—Hola, cariño —dije—. Están viajando con nosotros, ¿de acuerdo?

Su mirada se volvió lentamente hacia mí, y en realidad estaba tan conmocionado


por la mirada en sus ojos que di un paso atrás. Pero tragó y su rostro se suavizó
un poco.

—Claro —dijo, una sonrisa obviamente forzada extendiéndose por sus mejillas—
. Cuantos más, mejor.

Dio un paso a mi alrededor y abrió la puerta del pasajero, se agachó y tiró de la


palanca para poner el asiento delantero hacia adelante, luego se puso a un lado,
sosteniendo su brazo fuera dramáticamente.

—Cualquier amigo de Alex es un amigo mío —dijo.

Bethany miró a Zack con inquietud, pero los ojos de Zack no dejarían los de Cole.
Finalmente, ella le tiró de la manga de la camisa.

—Vamos —dijo en voz baja, y se metió en el asiento trasero. Zack permaneció


con el rostro hacia de Cole durante todo el camino hasta el coche, y conocía a
Zack lo suficientemente bien como para saber que iba a decir algo, incluso antes
de que lo hiciera. Cuando habló, su voz resonaba y goteaba con burla.

—¿Cómo diablos estás, Gran C? Te ves musculoso esta noche —dijo cuando fue
directo en la cara de Cole. Dio una palmada en el hombro de Cole una vez, sacó
un palillo de la nada, se lo metió en la boca, y se metió en el asiento trasero junto
a Bethany.

Cole se volvió y me miró a través de la puerta del coche. Me encogí de hombros


con impotencia.

100
—Son mis amigos —susurré—. Él está tratando de aligerar las cosas. —Pero, en
realidad, yo ni siquiera podía convencerme a mí misma.

—Vamos —respondió Cole, y caminó alrededor de la parte trasera del coche y se


subió.

Conduciendo en silencio, seguí tratando de pensar en algo que decir para


conseguir que todos hablaran, pero cada vez que lo intenté, obtuve un vistazo de
la mandíbula apretada de Cole o escuché a Bethany aclararse la garganta con
inquietud y perdía el valor.

Finalmente, justo cuando estábamos llegando al Lago Road, escuché a Bethany


empezar a cavar en su bolso.

—Ah, se me olvidaba —dijo ella. Sacó un fajo de papeles y lo extendió por sobre
el asiento delantero—. La información que querías sobre el viaje a Colorado, Cole.

—Oh, bien —dije, tomando los papeles. Los sostuve y los sacudí un poco—. Tus
cosas de Colorado —dije con una voz cantarina.

—Sí, genial —dijo Cole, su voz tan fría era como nada que hubiese oído viniendo
de él antes—. Mira eso. La mierda que pedí hace semanas. Realmente amable de
tu parte hacerlo bien, Bethany. —Él bajó la ventanilla, cogió los papeles de mi
mano, y los arrojó a la calle.

Di un grito ahogado. Me volví y miré por la ventana de atrás. Los papeles se


habían dispersado y fueron amontonados en las malas hierbas al lado de la
carretera. Bethany y yo intercambiamos miradas. Parecía tan sorprendida como
yo misma me sentía. Sus ojos estaban muy abiertos detrás de sus gafas, su frente
arrugada, su boca abierta. Zack parecía que estaba echando humo, con los puños
apretados en su regazo.

—¿Qué demonios fue eso? —dije, pero la sorpresa hizo mi voz débil, y sonaba
como un leve gemido bajo el viento azotando a través de la ventana abierta de
Cole.

—Bueno, ya sabes, Gran C —dijo Zack—. Eras la persona importante número uno
en su lista, pero estaba tan abrumada por lo increíble que eres, que nunca podría
reunir el coraje para estar en tu presencia.

—¡Zack! No lo empeores —susurré, pero Cole puso su mano en mi pierna, los


dedos clavándose en mi rodilla.

—No, Alex, deja que tus amigas digan lo que piensan. Está bien. Por favor,
continúen, señoritas.

101
—Cole, detente —dije. Me agaché y empujé su mano de mi rodilla, sintiendo
moretones donde sus dedos acababan de clavarse. Oí a Zack reír en el asiento
trasero, y Bethany acallarlo—. Chicos —dije sin poder hacer nada, pero no sabía
cómo terminar. Obviamente, mi idea de poner a todos juntos iba a terminar como
un desastre total. Me encogí en mi asiento y cerré los ojos. Iba todo mal.

—Lo siento mucho —dijo Bethany, su voz cargada de sarcasmo—. Tal vez es sólo
que no tuve la oportunidad de dártela aún. No he visto a Alex desde que empezó
a salir contigo. —Pude escuchar la culpa en su voz—. Además, queríamos tener
un “buen” momento en ese viaje. —Dejó la acusación colgar en el aire.

—Aw, pero vamos, Bethany —dijo Zack con una voz simpática realmente falsa—
. Un viaje no sería un viaje sin Gran C aquí. Su segundo nombre es diversión.

—Zack —espeté—. Basta. Chicos, por favor...

Cole giró hacia el lugar del refugio. Hizo un sonido de tos extraño en la garganta
y se detuvo en un lugar de estacionamiento debajo de un árbol. La noche apenas
comenzaba a caer, y no podía distinguir a nadie dentro del refugio, pero parecía
como si la mitad de la escuela ya estuviera allí. De repente, no quería ser uno de
ellos. No estaba de humor de fiesta.

Cole puso el coche en el estacionamiento y se volvió.

—Dame un puto descanso. Alex puede ser demasiado tonta como para ver lo
que ustedes son, pero yo no. Tú... —apuntó a Zack—, simplemente quieres entrar
en los pantalones de mi novia, y tú… —apuntó a Bethany—, estás demasiado
desesperada para ver eso. Es obvio que te gusta este idiota. Pero nunca vas a ser
lo suficientemente buena, porque quiere a Alex. ¿Por qué no los dos toman el
viaje solos? Tal vez encuentren una conexión de amor. Ser el premio de consuelo
entre sí.

Se giró con una mirada engreída en su rostro. El auto estaba completamente en


silencio, todos nosotros demasiado sorprendidos para decir algo. Mis oídos
pitaban. Cole no sabía nada acerca de nuestra relación. ¿Cómo se atrevía a decir
esas cosas? ¿Cómo se atrevía a llamarme una tonta?

—Alex —susurró finalmente Bethany, y me miró, con sus ojos aguados y su


barbilla temblando.

Abrí mi boca para decir algo, pero honestamente no sabía qué decir. Estaba
furiosa con Cole, furiosa con Zack, furiosa conmigo misma, y tan avergonzada.
No había palabras correctas.

Cole abrió su puerta y salió. Tiró el asiento hacia adelante y se inclinó para mirar
el asiento trasero.

102
—Sal del maldito auto, hermano mayor —dijo en una voz que sonaba más como
un gruñido—. Y lleva a tu fanática número uno contigo. —Se giró, caminó a mi
lado del auto y abrió la puerta de un tirón.

Zack se inclinó hacia adelante. Su rostro estaba a centímetros del mío.

—Sí, Alex. Él es realmente agradable. Buena elección de novios, en serio.

Bethany limpió sus mejillas y comenzó a arrastrarse más cerca de la puerta.

—Conseguiremos un viaje a casa con alguien más —dijo ella.

Ambos salieron del auto, y los observé caminar hasta el refugio, el brazo de Zack
envuelto alrededor de los hombros de Bethany, y la cabeza de Bethany
apoyándose en el lado de Zack.

Me sentí cada vez más pequeña, volviendo a ver la escena en mi cabeza. Intenté
descifrar dónde se había arruinado todo. Era casi increíble para mí que sólo hace
veinte minutos había estado caminado entre Zack y Bethany, con los brazos
entrelazados como lo hacíamos desde que éramos niños, convencida de que esta
iba a ser una noche perfecta y que se enamorarían de Cole justo como yo lo había
hecho. ¿Cómo pudo Cole lanzar esos papeles por la ventana? ¿Cómo pudo tratar
así a Bethany? Puede que no le gusten, pero él sabía cuán importantes eran
Bethany y Zack para mí.

¿Cómo pudo hacer eso?

Podría haber dicho algo. Debería haber dicho algo. Ellos eran mis mejores
amigos. Bethany sólo estaba tratando de ser una ayuda. Qué gran mejor amiga
era yo. Debería haber sacado la cara por ellos. Maldición, debería haber sacado
la cara por mí misma.

Luego de unos minutos, Cole se agachó y puso su mano en la mía. La quité


bruscamente con enojo.

—¡Déjame en paz! —dije, limpiando mi nariz en la parte trasera de mi mano. Pero


él puso su mano de vuelta en la mía, frotándola suavemente. Lo escuché respirar
profundamente y suspirar.

—Lo siento —dijo suavemente, todo su comportamiento cambiado—. Pero sabes


que es verdad. Sabes que Zack está enamorado de ti. Siempre está alrededor de
ti y tocándote y... y no puedo evitar sentirme celoso. Te amo tanto. No quiero que
nadie te robe y te aleje.

Lo fulminé con la mirada.

103
—¿Qué hay de Bethany? Fuiste tan malo con ella. Probablemente nunca me
volverá a hablar —dije, con mis lágrimas cayendo lentamente—. Y estabas
equivocado acerca de Zack. —Estaba defendiendo a Zack por hábito de mejor
amiga. La verdad era que estaba tan enojada con él como lo estaba con Cole.
Zack sí lo presionaba cada vez que Cole estaba alrededor. Llamándolo Gran C.
Realmente, de una manera, Zack lo había empezado, ¿no? ¿Qué tipo de amigo
hace eso?

—Le hice un favor a Bethany —dijo Cole—. Cuando Zack se dé cuenta de que
eres mía y no puede tenerte, ella tendrá una oportunidad con él.

Sacudí mi cabeza.

—Bethany no quiere a Zack. No sabes nada acerca de nuestra amistad. Sigo


tratando de explicártelo —Golpeé mi cien con mi dedo, enojada—, pero tú, por
cual sea la razón, no pareces entenderlo. —Pero por dentro me preguntaba si era
verdad. Tal vez Cole sí entendía, y “yo” era la que no lo entendía. Tal vez Cole vio
algo acerca de nuestra amistad que ni siquiera yo veía. Tal vez todos éramos un
poco demasiado cercanos. Tal vez él tenía razón, y yo era demasiado tonta como
para ver de qué se trataba esto realmente.

—Lo superarán —dijo, su mano moviéndose por mi brazo hasta mi hombro. Mi


pierna se sentía hormigueante donde su mano la había agarrado antes. Me
pregunté si tendría moretones allí después—. Probablemente para el final de la
noche lo habrán superado. —Sacudí mi cabeza dudosamente—. Pero nunca lo
superaré si Zack te aleja de mí.

Sus manos encontraron los lados de mi cabeza, y lentamente la giró.

—Nunca superaría que alguien te alejara de mí —dijo.

Él estiró sus pulgares y secó las lágrimas de debajo de mis ojos, luego besó mis
mejillas donde las lágrimas habían estado. Me incliné hacia él, sintiéndome
miserable y con tanta culpa como el infierno. Yo había hecho esto. Había
lastimado a todos. Todo esto era mi culpa. Nunca debería haber empujado mis
amigos hacia él.

Bethany y Zack eran mis mejores amigos, pero no podía permitirme cualquier
extraño triángulo amoroso justo ahora. No podía permitir que ellos odiaran a
Cole por ninguna razón real y que empujaran sus botones cada vez que nos
juntáramos.

Ellos no entendían a Cole. Acerca de la manera que me sentía por él. La manera
en que me tocaba tan suavemente y me miraba a los ojos con tanta bondad. Esas
cosas no sólo se iban porque él se enojaba y perdía la paciencia.

104
No dejaría que cualquier cosa extraña que estuviera pasando entre Bethany y
Zack pusiera las cosas raras entre Cole y yo. Éramos tan perfectos juntos.

Apoyó su frente contra la mía.

—Lo siento —susurró—. ¿Me perdonas?

Cerré mis ojos y asentí, insegura de qué más hacer.

105
Traducido por RoChIiI

Corregido por obsession

L
a fiesta no fue divertida, a pesar de que todo el mundo estaba allí, y la gente
había traído todo, desde pelotas de voleibol hasta perros calientes. Incluso
con las puertas del coche abiertas de par en par y la música a todo volumen,
troncos apareciendo y barriles de hielo fluyendo. Esto iba a ser una de esas épicas
fiestas de las que todo el mundo habla todo el año. El tipo de fiesta que queda
en la historia de la escuela. Y todavía no era divertida.

Cole se lanzó derecho a la muchedumbre, palmeando a la gente en los hombros


y llamándolos "amigo", como si se hubieran conocido durante toda la vida, su
otra mano agarrando una cerveza. Estaba contando chistes y riendo y pateando
una pelota de fútbol que alguien había traído. Era como si nada hubiera pasado
en el coche en el camino. Como si él lo hubiera olvidado totalmente.

De vez en cuando se había acercado a la mesa de picnic en la que estaba sentada,


apretándome el hombro, y diciendo: "Hola, cariño, ¿puedo ofrecerte algo?" y yo
trataba de sonreír con mi sonrisa de "está todo bien" y sacudía la cabeza.

Pero no pude evitarlo. Nada estaba bien. Había asentido cuando me había pedido
perdón, pero yo todavía estaba enojada.

Zack y Bethany estaban en el otro lado del refugio, sentados en el suelo junto a
la fogata por sí mismos. El rostro de Bethany estaba rosa y triste, y de vez en
cuando Zack recogería una hoja o un palo del suelo y lo lanzaría al fuego.
Ninguno de los dos me miraba. Si ellos levantaban la vista, rápidamente
desviaban la mirada. Era como si yo no existiera.

Yo sabía lo suficiente como para saber que Zack, por lo general el payaso en un
evento como este, estaría normalmente justo en el centro del juego de voleibol,
"accidentalmente" tropezando y cayendo sobre una de las chicas
(preferiblemente la que tuviera la menor cantidad de ropa), y al principio todo el
mundo se reiría y pensarían que era gracioso y luego con el tiempo las chicas se
cansarían de ser magulladas y lo sacarían a patadas, y él vendría a donde Bethany
y yo estábamos y jugaríamos algún tonto juego como Joder, Casarse, Matar, y él
nombraría a todas las chicas sobre las que estaba. O tal vez, si Bethany y yo nos
sentíamos malvadas, podríamos empezar una partida de Reta a Zack a Hacer
Cosas Estúpidas, como comer bichos y subir árboles en su ropa interior. Cosas

106
que habíamos estado haciendo que haga desde que teníamos siete. Cosas que
nunca se cansó de hacer ni se enojó por ello.

En su lugar, yo estaba sentada sola, Bethany estaba tratando de parecer como si


ella no hubiera estado llorando, y Zack estaba tirando hojas en la fogata. Pero
Cole estaba teniendo un gran momento.

Y me sentí como si todo fuera mi culpa.

Después de un tiempo, la oscuridad cayó y empezó a hacer frío, y Zack y Bethany


se fueron con un par de niños con los que pasábamos el rato un montón en la
escuela primaria, y luego fui simplemente yo, sentada sola mientras la fiesta se
hacía más y más escandalosa, viendo a Cole, que había organizado un partido de
fútbol tan intenso que todas las camisas de los chicos estaban pegadas a ellos
con el sudor.

El equipo de Cole estaba ganando. Por supuesto.

No nos fuimos hasta que el juego hubo terminado.

En el coche de camino a casa, Cole siguió preguntando si estaba bien, y yo seguía


diciendo que sí, a pesar de que en el interior no estaba segura de lo que estaba
sintiendo, sólo que lo que estaba sintiendo definitivamente no era " bien". Le di
un beso cuando llegamos a mi casa. Le dije que lo amaba. Y entré, sin saber qué
pensar.

No dormí mucho. No dejaba de oír las palabras de Cole.

“Tú sólo quieres meterte en los pantalones de mi novia, y tú eres demasiado


estúpida para ver eso” y ver la mirada herida en el rostro de Bethany. Le había
dicho a Cole que lo había perdonado. Y era cierto que Zack estaba actuando
como un idiota total alrededor de Cole. Era cierto que de cierta manera se lo
había buscado con su charla de “Gran C” y su actitud de “Ese tipo es una
herramienta" desde el primer día.

Pero aun así. Cole se había pasado de la raya. Y yo no entendía cómo podía
hacerme daño de esa manera, sólo para molestar a Zack. No entendía por qué
tenía que hacer daño a Bethany. Ella sólo trataba de ser agradable. Bethany no
sabía cómo ser otra cosa más que agradable. No entendía por qué Cole no podía
esperar hasta que nos quedáramos solos y decírmelo a mí en vez de en sus caras
y arruinarles la noche.

Y no entendía cómo podía estar teniendo diversión el resto de la noche, viéndose


como si estuviera en la cima del mundo, mientras que el resto de nosotros éramos
miserables.

107
Y sobre todo, no entendía por qué lo había dejado pasar.

A medida que la noche avanzaba y pensé las cosas, empecé a perdonar a Cole
cada vez menos. Era más fácil estar enojada cuando él no estaba acariciando mis
mejillas con sus dedos y diciéndome que me amaba y estaba celoso. Era más fácil
estar enojada con él y que tal vez Zack tenía razón. Quizá Cole era una
herramienta.

Pero Zack no estaba allí cuando Cole llevaba mi mochila al coche después de que
sonara la campana final del día. Zack no estaba allí en el cine o en el centro
comercial, cuando en verdad me sentía como la reina de Cole. No sabía cómo
suavemente Cole podía acariciar mi brazo, o como eso me hacía sentir por dentro
o lo cálido que se sentía mi cuello cuando Cole caminaba junto a mí con su brazo
alrededor de él.

Por encima de todo, Zack no sabía cómo, finalmente, me sentía como si... por
primera vez en mi vida... alguien me amaba. Alguien que podía hablarme más
que con mitad de oraciones. Alguien que podía ser más que un collar descolorido
y un montón de fotos antiguas en una húmeda caja de zapatos debajo de mi
cama. Cole era real. Su toque era real. Su suavidad era real.

Y la gente real comete errores, ¿no?

Cuando por fin llegó la mañana, yo estaba más confundida que nunca. Yo amaba
a Cole, al menos, creo que lo hacía, pero nunca había quedado atascada con
cualquier persona que hubiera herido a Bethany y Zack. Y por primera vez desde
que nos conocimos, yo estaba realmente enojada con Cole. Y estaba enojada con
Zack. Diablos, creo que estaba enojada con todos.

Papá estaba en la cocina, de pie ante el fregadero con una taza de café, cuando
fui a la planta baja para el desayuno. Me acerqué a él, me puse de puntillas y le
besé en la mejilla. Como de costumbre, no dijo una palabra o hizo un movimiento
para besarme de vuelta. Sólo tomó un sorbo de su café de nuevo, mirando hacia
el espacio.

—Buenos días, papá —le dije, estirándome sobre él para alcanzar un plato de la
rejilla de secado al lado del fregadero.

—Alex —dijo. Sólo una palabra. Típico.

—Lo siento por llegar tan tarde anoche —le dije—. Cole estaba terminando un
partido de fútbol.

—Más como que Cole se estaba emborrachando —dijo Celia, desde la sala de
estar, llevando un cuenco medio lleno de leche. Su cabello estaba parado en

108
trozos grasientos alrededor de su cabeza, y ella aún llevaba sus pantalones de
pijama y camiseta de tirantes.

—Él no estaba emborrachándose —le dije.

—Eso no es lo que dijo Zack —replicó ella—. ¿Lo conoces, Zack? ¿Tu supuesto
mejor
amigo? Él me envió un mensaje anoche. Me dijo sobre lo que pasó. —Caminó
perezosamente a mi alrededor a la pileta y dejo el cuenco.

—Ahora, ya sabes lo que pienso acerca de beber... —dijo papá, señalando a mi


alrededor al asa de su taza de café. Pero, en realidad, no, yo no sabía exactamente
lo que papá pensaba sobre beber, porque eso requeriría que papá nos diga
realmente lo que pensaba sobre algo.

De hecho, me encantaría saber lo que papá pensaba acerca de la bebida. O lo


que papá pensada de algo, para el caso. Pero no dije eso en voz alta. No había
necesidad de agravar una situación ya agravada. Además, me recordé a mí misma,
yo no estaba enojada con papá. Yo estaba enojada con Cole. Y ahora con Celia,
también.

—Yo no estaba bebiendo. Y Cole tampoco estaba emborrachándose —le dije,


mirando a la espalda de Celia. Saqué la caja de cereales de la parte superior de
la nevera y sacudí un poco en mi plato. —Zack no sabe de lo que está hablando.
Su boca lo metió en problemas, y está enojado. Eso es todo. Lo superará. No
deberías enviarte mensajes de texto con mis amigos de todos modos, Celia.

—Yo no le mandé ninguno. Él me envió un mensaje. Y Zack es mi amigo también


—dijo. Y añadió para papá:

—Y dice que el nuevo novio de Alex es un idiota total.

Saqué la leche de la nevera y serví un poco en mi cereal, esperando que papá


respondiera. No lo hizo. Agarré una cuchara del cajón.

—Zack no conoce a Cole —le dije—. Y tú tampoco.

Celia se encogió de hombros y se acercó a la sala, sosteniendo su mano hacia mí,


al estilo háblale-a-la-mano, y me dejó sola con papá.

Esperé a que papá me presione para obtener detalles sobre Cole. Una parte de
mí quería que lo hiciera. Quería que él me preguntara quién era este hombre y si
lo que decía Celia era cierto. Quería decirle que estaba enojada y que Zack estaba
causándose problemas él sólo y que me sentía mal por Bethany, pero que aún
amaba a Cole, y yo quería que papá me aconsejara sobre lo que se suponía que
debía hacer ahora.

109
Pero no lo hizo. Terminó su café, enjuago la taza, y la metió en el lavavajillas, todo
en silencio. Me senté en la mesa a comer mi cereal, deseando que él dijera... algo.
Cualquier cosa.

En su lugar, oí sus llaves sonar.

—¿Vas a trabajar? —le pregunté con la boca llena de cereal. Podía escuchar el
filo en mi voz.

Papá gruñó.

—Tengo que trabajar hoy, también, así que voy a verte... —comencé, pero él ya
había dejado el cuarto, un murmullo que no podía distinguir su reconocimiento
de que él me había oído. Suspiré.

—Adiós, Alex. Que tengas un buen día, cariño. Te quiero —dije en voz baja en mi
plato. De repente, ya no tenía apetito. Agarré el cuenco y arrojé el cereal en el
fregadero, escuchando a la estrecha puerta de entrada y el coche de papá en
marcha en el camino de entrada. Al mismo tiempo oí la ducha en el piso de arriba
y las voces con eco del estéreo de Celia.

Suspiré y me incliné hacia delante contra el fregadero. Pude ver a Zack en su


camino de entrada poniendo en marcha la cortadora de césped. Levantó la
mirada, como si supiera que estaba siendo observado, pero volvió su mirada
hacia la podadora antes de que pudiera levantar la mano en un saludo. Yo sabía
por la forma en que hizo una pausa antes de tirar de la cuerda de arranque que
me había visto y estaba totalmente pretendiendo que no lo había hecho.

Lo vi presionar sus auriculares en sus oídos, y él comenzó a caminar con la cabeza


gacha, detrás de la podadora.

Era casi imposible creer que tan sólo dos días antes, pensé que tenía exactamente
lo que siempre había querido. Esa persona que me haría su mundo. Quien diría
que me amaba y lo diría en serio. Dos mejores amigos que estaban ahí para mí,
sin importa qué.

Hoy, todo el mundo estaba haciendo fuera sus propias cosas, y yo estaba
totalmente sola.

Sólo que esta vez, no era sólo mi familia la que me daba la sensación de soledad.
Con Zack y Bethany enojados conmigo, estar sola realmente se sentía así.

110
Traducido por PaulaMayfair y Itorres

Corregido por obsession

P
or primera vez en la historia, llegué tarde al trabajo.

No tenía una buena excusa. Había estado junto a la ventana y mirado a


Zack segar el césped durante un largo tiempo, esperando a que se girara y
llamara mi atención, que me saludara. Perdonarme en la única forma bondadosa
que Zack podía hacer. Pero nunca lo hizo. Sólo segó el patio lateral y se movió
hacia el otro lado, donde no podía verlo.

Había ordenado la cocina un poco. Apilé mi plato en el lavavajillas desbordante


y lo encendí. Encontré un viejo trapo debajo del fregadero y lo usé para limpiar
un anillo de taza de café pegajoso de la encimera. Apilé los periódicos viejos y
los tiré en la papelera de reciclaje en el vestíbulo vestidor. Guarde los pocos
comestibles que papá había recogido en algún momento y que dejé, todavía en
la bolsa, en el mostrador, como si la energía para ponerlos en la despensa era
más de lo que él era capaz. Como si aún estuviera dejando la mitad de sus tareas
para una esposa que no estaba allí. Y no había estado allí por un muy largo
tiempo. Si hubiera alguna vez realmente estado allí en absoluto.

La ducha de Celia se cerró, y subí las escaleras para tomar la mía. A mitad de
lavarme el pelo, me di cuenta de que había estado tan distraída por las
acusaciones de Celia sobre Cole y por papá dejándome sin decir palabra y por
Zack segando sin reconocerme que había perdido la noción del tiempo.

Me presenté quince minutos tarde, mi pelo todavía mojado y colgando, mi


maquillaje descuidado. Y había olvidado mi visera.

—Lo siento, lo siento —dije, respirando con dificultad mientras corría pasado la
oficina de los gerentes para registrarme—. Perdí la noción del tiempo.

Georgia estaba sentada en la oficina, separando cupones y juntándolos con


elásticos. Se movió hacia atrás en su silla, que crujió, y me miró antes de hablar.

—¿Dónde está tu visera? —preguntó—. Olvídalo. Toma, sujeta tu cabello hacia


arriba. —Me dio una banda elástica, y lo más rápidamente recogí mi cabello en
una coleta, se inclinó y abrió un cajón y sacó una visera rota y la sacudió para
ahuecarla—. Ten esta.

111
—Gracias —dije, tomando la visera—. Justo lo que siempre quise. —Pero Georgia
no respondió con una de sus observaciones inteligentes habituales. Reconocí la
voz cortante y los labios fruncidos y movimientos de cabeza contundentes. La
había visto usarla con otros empleados, siempre cuando estaba molesta. Mi
estómago se retorció mientras me daba cuenta de que, por primera vez en la
historia, ella estaba enojada conmigo. Dios, ¿estaba todo el mundo enojándose
conmigo ahora?

Me deslicé la visera en la cabeza.

—Realmente lo siento... —empecé, pero Georgia me interrumpió con un gesto


de la cabeza.

—Tienes que salir allí —dijo—. Greg se quedó hasta tarde para cubrirte hasta que
llegaras. Consigue el registro. El almuerzo comenzará pronto.

—Georgia, realmente lo...

Ella levantó la vista hacia mí.

—Más tarde, ¿de acuerdo? Te necesito en el registro.

Asentí con la cabeza y la dejé con sus cupones.

La hora punta de almuerzo comenzó temprano, casi inmediatamente después de


que sustituí a Greg, de hecho, y estaba hundida. Aturdida, seguí cometiendo
errores, pulsando el botón equivocado, olvidando descontar los cupones,
repartiendo el cambio equivocado y teniendo que llamar a Georgia para venir
abrir mi cajón con llave para que pudiera hacerlo bien, y dos veces conseguí un
regaño de clientes enojados.

Lo bueno es que estaba demasiado ocupada y demasiado preocupada haciendo


mi pésimo desempeño para Georgia (cuyo estado de ánimo sin duda no mejoró
con cada error que cometí) para siquiera pensar en Cole o Zack o Bethany.

Después de la hora punta terminó, sentí una mano en mi cintura, y oí la voz de


Georgia en mi oído, más suave ahora, más como la Georgia que estaba
acostumbrado a oír.

—Vamos, vamos a hablar —dijo. Luego, más fuerte, hacia la cocina—. ¿Jerry?
¿Puedes ver el registro, por favor?

Seguí a Georgia de nuevo a su oficina. Se sentó en la silla y me puse de pie, mi


hombro presionado contra la puerta, la oficina era demasiado pequeña para dos
sillas.

112
Al principio, ella no dijo nada. Sólo se agachó y abrió la caja fuerte, lanzó una
bolsa de depósito vacío, y cerró la pesada puerta. Pensé que tal vez ella todavía
estaba enfadada, y, más que eso, pensé que me volvería loca si no decía algo
pronto. Pensaba que correría por la calle gritando si una persona más me hacía
la ley del hielo.

Pero después de que ella cerró la caja fuerte, se inclinó hacia atrás, pasó los dedos
por debajo de sus gafas para frotarse los ojos, y luego me miró y sonrió.

—Día ocupado —dijo—. Ha estado así toda la semana. Ven, déjame arreglarte.

Ella me indicó que me diera la vuelta y lo hice. Su silla chirrió, y luego sentí la
visera y la banda elástica ser sacada de mi pelo. Mi pelo cayó contra mi espalda
de nuevo, y entonces las manos de Georgia lo cogieron de vuelta, alisando con
destreza los lados y arriba.

—No eres tú misma hoy, querida —dijo, su voz amortiguada en torno a lo que
supuse que era la correa de la visera o la banda de goma.

Me encogí de hombros.

—Lo sé. Tuve una muy mala noche ayer. Lo siento.

Mi pelo tiró en contra de mi cuero cabelludo mientras enrollaba la banda elástica


en él. Hice una mueca, pero no dije nada.

—Así —dijo. Me di la vuelta y me dio el visor de nuevo y se sentó en la silla—.


No te preocupes por eso —dijo—. Muchos de ellos ni siquiera aparecen en
absoluto y todavía esperan volver a trabajar al día siguiente. Greg llegó tarde esta
mañana, también. Llega tarde casi todas las mañanas, el perezoso. Tú no estás
pensando en convertirte en una perezosa, ¿verdad?

Negué con la cabeza mientras me tiraba la visera y arreglaba mi cola de caballo


en la cinta elástica.

—No va a suceder de nuevo, lo prometo.

Agitó su mano hacia mí. —Oh, cariño, sólo estaba bromeando. Todo el mundo
tiene un mal día. Pero escucha. Dave ha estado rondando mucho últimamente.
He oído de Nan que en la tienda Clancy Avenue ha estado en un alboroto.
Cogimos un gerente robando en la tienda del centro y está convencido de que
estamos todos por él ahora. Nan dice que está despidiendo a la gente a diestra
y siniestra, por las cosas más pequeñas, y es por eso que el viejo Grano en el
culoha estado husmeando tanto.

—Oh —dije—. Él me habría despedido hoy.

113
Ella asintió con la cabeza.

—Quizás. Y quizá me iría contigo.

Me recosté contra la puerta. La última cosa que necesitaba era perder mi trabajo.
Todavía tenía sólo alrededor de la mitad del dinero que iba a necesitar para
Colorado, y eso era si Bethany no pensaba en más cobros adicionales como casas
rodantes y observación de estrellas en los chalets de montaña. Pensar en
Colorado me dio mi punzada habitual de malestar, y mis dedos se desviaron hacia
mi collar. Pero esta vez el malestar no era porque sabía que estaba cada día más
cerca de finalmente salir allí, sino debido a lo que había sucedido con Bethany la
noche anterior. Dudaba que el arrebato de anoche de Cole hubiera hecho
cancelar el viaje, pero ella probablemente se preguntaba si tal vez me gustaría
cancelar. Habíamos estado en discusiones antes, y siempre nos reconciliamos.
Sólo esperaba que esta vez no fuera diferente.

Debería haber llamado esta mañana. Debería haber pedido disculpas


inmediatamente. Hice una nota mental para llamarla tan pronto como mi turno
hubiera terminado.

—Escucha —dijo Georgia, inclinándose hacia delante—. Todavía voy a decidir lo


mismo que le digo a todo el mundo. Lily comienza la escuela este otoño, y no
necesito decirte que nos va a costar un ojo de la cara enviarla a algún lugar que
pueda ayudarla. Además de todos los suministros y equipos especiales. Así que
no puedo darme el lujo de perder este trabajo, y necesito la ayuda de todos con
eso, ¿de acuerdo? Tú me ayudas, yo te ayudo. Sabes que siempre voy a batear
por ustedes.

La campanilla de la puerta del comedor sonó, y ambas se inclinaron para ver


quién iba a entrar. Era sólo una pareja mayor, y Jerry parecía tener todo bajo
control. Casi podía sentir la tensión que irradiaba Georgia mientras se recostaba
en la oficina, su silla chirriante bajo ella otra vez. Ella estaba muy preocupada por
esta cosa de Dave.

Supongo que no podía culparla. La hija de Georgia, Lily, había estado en algún
tipo de accidente cuando era un bebé, lo que la hizo tener todo tipo de
problemas físicos y de retraso en su desarrollo. Georgia no hablaba mucho de la
salud de Lily, y sólo llevaba a Lily a la tienda en muy raras ocasiones. Ella y su
esposo trabajaban duro para conseguir lo mejor de todo para su hija, pero no
tenían mucho dinero, y Georgia estaba constantemente preocupada por su
trabajo.

Asentí con la cabeza.

—Entiendo perfectamente. No hay problema. No va a suceder de nuevo.

114
Georgia se levantó y puso su mano en mi brazo.

—Sé que no volverá a pasar —dijo, extendiéndola y acariciando mi codo—. Eres


es una de los pocos con los que puedo contar. —Ella puso sus manos sobre mis
hombros y me dio la vuelta, hacia la salida de la oficina.

—Ahora a sal y ponte a trabajar, tú mocosa malcriada. ¿Crees que esa línea de
enfrente se va a arreglar por sí misma mientras chismorreas?

Me hizo señas de saludo. Ella definitivamente me había perdonado. Todo volvió


a la normalidad.

Me dirigí a la cabina y agarré una bolsa de lechuga, tomates, y la bañera de la


salmuera y las apilé bien alto en mis brazos. Me gustaba hacer la preparación. Era
fácil y conseguí moverme por los alrededores, en lugar de estar de pie en la caja
registradora, llenando órdenes de té verde después de órdenes de té verde, por
no hablar de la basura que no tenía que recoger del comedor. Y siempre he
encontrado que el ritmo al cortar las verduras es calmante, algo así como
escuchar la radio.

El día se mantuvo ocupado. Los clientes siguieron llegando, en un flujo bastante


constante. Seguí abandonando mi trabajo de preparación por el llamado de
alguien, lo que dio lugar a una gran cantidad de guantes de plástico a la basura,
y se estaban haciendo más y más al acercarse la cena y se juntaba con lo que no
estaba preparado. Eso estresó a Georgia, por lo que abandonó el papeleo en la
oficina y salió a hacer el registro mientras yo febrilmente picaba y cortaba en
cubitos y llené bañeras y bañeras de relleno.

Estaba cortando con tanta diligencia que ni siquiera escuché la voz de Cole.
Georgia se aclaró la garganta de manera significativa, y miró hacia arriba. Ella
tenía una mirada de advertencia en sus ojos. Yo sabía lo que significaba esa
mirada: No te quedes ahí hablando todo el día. Tenemos trabajo que hacer.

—Hey —dije, volteándome hacia el mostrador y presionando mi vientre contra


él. Traté de sonreír, pero no se sentía bien en mi cara. De repente estaba tan
nerviosa. Todavía quería estar enojada con él por lo de anoche, pero ayer por la
noche parecía que había sido hace mucho tiempo. Él sonrió con esa sonrisa suave
que siempre saca a relucir el pequeño hoyuelo en un lado, pero parecía algo
cauteloso, como si supiera que tenía que hacer algo serio. Y sólo el hecho de que
sabía que estaba equivocado y que me iba a compensar por ello hizo más fácil
que lo perdonara.

—Hey a ti —dijo. Georgia le entregó un café y él lo sostuvo en alto. —Salud. —


Georgia tomó su dinero y le entregó su cambio sin decir una palabra, y luego me

115
lanzó una mirada de reojo otra vez. Casi podía oír sus pensamientos: ¡Piensa en
Lily!

Cole se acercó un par de pasos hacia el mostrador y se puso de pie justo en frente
de mí. Podía oler su colonia. El olor hizo que mis manos temblaran, a pesar de
que quería estar enojada con él.

—No puedo hablar —le susurré, sin levantar la vista—. Tengo que terminar esto.

—Lo sé —dijo—. Yo sólo descansaré aquí hasta que termines.

Miré el reloj detrás de mí.

—No salgo hasta las cinco. —Continué cortando.

—Esperaré —dijo.

—¿Vas a esperar dos horas? —Como si no lo hubiera hecho ya cientos de veces


antes, pero estaba haciendo mi mejor esfuerzo para parecer irritada.

De pronto sentí su mano tocar mi mejilla. Miré hacia arriba. Estaba tendido sobre
el mostrador, mirándome directamente a los ojos. Su mano acarició mi mejilla
tan suave que podría haber caído allí mismo en el suelo.

—Yo te esperaría por siempre, si eso es lo que hace falta —dijo.

A pesar de mí misma, sonreí. Era algo en su tacto, mucho más real que las cosas
extrañas que había dicho y hecho la noche anterior. Y no podía evitarlo. Lo
amaba.

Entonces la voz de Georgia resonó desde la oficina:

—Alex, ¿ya están picados los huevos? —Y justo en ese momento el hechizo se
rompió.

Volví a mi trabajo de preparación, pero estaba completamente distraída y


agotada de nuevo. Seguí mirando hacia el comedor, y cada vez que lo hice, Cole
estaba mirándome directamente, recostándose en su silla, sosteniendo el vaso en
una mano. Sentí un disparo de sobretensión eléctrica a través de mí cada vez que
nos conectábamos, y fue como si mi cerebro siguiera recibiendo un cortocircuito.
Miré hacia abajo a lo que estaba haciendo, y todo parecería tan extraño para mí.
¿Había estado realmente cortando en rodajas los pepinos? No me acuerdo de
eso.

Todo el mundo tiene un mal día, había dicho Georgia. Todo el mundo. Incluso
Cole. Tal vez eso es todo lo que fue anoche, un mal día de Cole. Colosalmente
malo, pero perdonable.

116
Pasé mucho tiempo mirando hacia arriba, no me pilló por sorpresa cuando
Bethany entró.

Se acercó a la barra, y pude ver los hombros de Georgia desplomándose después


de un segundo de hablar en voz baja.

—Alex —dijo—. Tu amiga necesita hablar contigo. —Ella frunció los labios y
luego articuló, Que sea rápido.

A diferencia de Cole, cuando vi a Bethany mis sentimientos no estaban en


absoluto revueltos. Sentí una sola cosa: culpa. Tanto es así, de hecho, que mis
pies ni siquiera querían caminar hacia ella. Mi mejor amiga de toda la vida, y yo
tenía miedo de hablar con ella. Yo no sabía qué decir.

—Hola —le dije.

Ella no sonreía. Ni siquiera estaba realmente mirándome. En cambio, su mirada


cayó sobre el mostrador, en algún lugar alrededor de mis manos. Ella movió sus
gafas.

—¿A qué hora terminas? —preguntó.

—Cinco —le dije.

—Nos gustaría hablar contigo —dijo ella, sonando extrañamente formal—. Zack
y yo ¿Puedes venir?

—Escucha, acerca de anoche… —le dije, pero se detuvo en seco cuando su cara
bruscamente se encontró con la mía. Sus ojos aún se veían muy rojos.

—No quiero hablar de eso aquí —dijo—. Sé que él está sentado justo allí, y no
quiero empezar nada. La cosa es que... bueno, la cosa es que tenemos que hablar.
En casa de Zack. ¿Vendrás?

Miré por encima del hombro hacia Cole, cuya cara había conseguido una
apariencia plana. Él no me estaba mirando, más bien parecía, estar dispuesto a
darse la vuelta y voltear su cara. Dudé. De repente, la ley del hielo que había
estado recibiendo todo el día no se veía tan mal. Todo el mundo con ganas de
hablar, de repente parecía mucho peor.

—¿Irás? —pinchó, rompiendo mi atención nuevamente hacia ella.

Tomé una respiración profunda. Básicamente no había manera de que pudiera


ganar en esta situación. Asentí con la cabeza.

—Estaré en casa a las seis —le dije. No miré hacia atrás a Cole. Pero no lo
necesitaba. Podía sentirlo mirando de todos modos.

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Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por Jut

A
pesar de que Georgia se había relajado sobre mí, para cuando acabé, la
hora punta de la cena estaba realmente empezando, y su tensión había
puesto a todos de mal humor. Me encontré deseando que Grano en el
culo sólo se apareciera y declarará que todo estaba bien y la sacara de su miseria.
Realmente, Georgia era una gerente impresionante, y era tan honesta como el
día es largo. Dave no tenía nada de qué preocuparse con una tienda que ella
mantenía. Me hubiera gustado que ella pudiera ver eso, también.

Me alegré de salir de allí. Y me alegró no tener que trabajar de nuevo por unos
días. Tal vez Dave se calmaría y Georgia sería la misma de nuevo.

Di un paso hacia el comedor, donde Cole seguía sentado. Se puso de pie cuando
entré, y caminó hacia mí.

—Mi coche está atrás —dijo—. Al lado del tuyo.

Puso su mano en la parte baja de mi espalda y me guió a través de las puertas.


Me quité la visera mientras caminábamos, y tiré de la banda elástica, que mantuvo
enganchado los pelos al azar en la base de mi cuello, de mi cabello.

—No debes realmente aparcar de nuevo aquí —dije—. Es el estacionamiento de


los empleados.

Cole hizo un sonido áspero en la garganta.

—¿Y cómo iba alguien a saber que no soy un empleado?

—Bueno —dije—. Yo lo sé.

Pero Cole no parecía importarle mucho donde estaba estacionado. Extendió la


mano con frialdad y abrió la puerta del pasajero.

—Algo me dice que vas a pasar por alto mi pequeña infracción —dijo, agarrando
mi cinturón con los dedos y tirando de mí hacia él—. No me escriba una
infracción, Oficial Alex —gimió falsamente. Me besó en la frente.

118
Sonreí y me incliné hacia él. Se sentía tan bien. Cálido. Relajado. Cómodo. Y a
pesar de la noche anterior, todavía se sentía... seguro. Si cerraba los ojos y lo
aspiraba, casi podía hacerme creer que nada había ocurrido la noche anterior.

Incliné mi rostro hacia él, y usó su dedo para empujar hacia arriba una de las
esquinas de mi boca y luego la otra. Puse los ojos en blanco, pero la sonrisa se
quedó. Él se inclinó y besó cada esquina de mi boca, luego la nariz y cada ojo. En
el momento en que él me jaló más cerca, mis ojos se cerraron y respiraba su olor
y la sensación de los músculos de sus brazos alrededor de mí, y de repente no
podía recordar cómo había estado tan enojada con él. La ira sólo se fue.

Dio un paso a un lado y me metió en el coche. Cerró la puerta, dio la vuelta y se


puso en el lado del conductor. El asiento hizo un gemido coriáceo debajo de él,
y el olor de cuero resopló en el aire, recordándome nuestra primera cita y
provocándome mariposas.

Una vez dentro, no se movió. Sólo se sentó allí, sus manos yaciendo flojas en su
regazo, mirando al frente a la pintura descascarada en la pared del fondo del The
Bread Bowl. Lo miré y volvió la cabeza hacia los coches que pasaban, y en una
ocasión vi como la puerta de atrás se abría y Jerry arrastraba una bolsa de basura
al contenedor de basura, todo el tiempo mirando el auto de Cole con suspicacia.
Me hundí un poco más en el asiento.

Después de varios minutos, Cole se aclaró la garganta, golpeó sus pulgares en


sus muslos, y dijo:

—Sobre lo de anoche. Con tus amigos. Lo siento.

Parpadeé.

—Ya me dijiste —dije, esperando no sonar como si lo acusara.

Pasó el dedo a lo largo de un borde de su tablero, deslizando el polvo.

—Lo sé. Pero quería decírtelo otra vez hoy. Ya sabes, no en el calor del momento.
Me di cuenta de que estuviste muy enojada toda la noche.

Asentí con la cabeza, mis dedos levantándose automáticamente al atrapa sueños.

—Ellos son mis mejores amigos —dije—. Ni siquiera entiendo lo que pasó.
Bethany estaba tratando de ser agradable. Lo que hiciste fue realmente... malo.

Miró a la pared pelada, tamborileando los dedos pulgares sobre sus muslos
rítmicamente.

—Ella está controlando —dijo—. Ella te controla. Sabes eso, ¿cierto? Con toda
esta mierda de Colorado... —se interrumpió, sacudiendo la cabeza—. ¿Cuál es el

119
asunto con este viaje de todos modos? Sabes, nunca preguntaría si estás bien
conmigo yendo a un viaje fuera de la ciudad con otra chica. Una “mejor amiga”.
—Hizo comillas en el aire con los dedos mientras decía las dos últimas palabras.

De repente tenía sentido para mí. Sí, Cole estaba celoso de Zack. Eso ya lo sabía.
Pero él estaba celoso sólo porque no lo sabía todo. ¿Cómo podría? Cada vez que
habíamos hablado de nuestras familias, cambiaba de tema tan rápido como
podía. No tenía la menor idea de lo que significaba para mí mantener a mis
mejores amigos en mi vida. No tenía ni idea de cuántas veces habían estado allí
para mí, o cuántas veces había estado ahí para ellos. No estaba allí cuando
hicimos el plan de ir a Colorado para averiguar el misterio de mi vida. No estaba
allí cuando nos comprometimos a hacer este viaje juntos, los tres, sentados en la
pila de leña en el patio trasero de Bethany. No tenía ni idea de nada de eso.

Incliné una pierna debajo de mí y me volví hacia él. Cogí su mano, parando el
tamborileo agitado, y tiré de ella en mi regazo. Sus mejillas se habían sonrojado
con círculos rojos sobre ellas. Estiré la mano y toqué una. Se sentía caliente bajo
mis dedos.

—Colorado es todo para mí —dije—. Lo ha sido desde que tenía ocho años y mi
padre me dio esto. —Saqué el collar atrapasueños de debajo de mi camisa y lo
dejé colgar entre el dedo y el pulgar.

Se quedó mirando el collar, con el rostro confundido, luego volvió a mirarme a


los ojos. Había dejado de tamborilear con la otra mano, y sabía que lo haría
entender y todo estaría bien otra vez.

Dejé caer el collar en mi pecho y sostuve su mano entre las mías, mirando
directamente a sus ojos. Y le dije todo. Le hablé de mamá muriendo. Le hablé de
las fotos y la forma en que solía obsesionarme con ellas cuando era pequeña, y
por papá llamando mamá loca como un gallinero de mierda. Le hablé de las
pesadillas y la terapia y el collar que se suponía iba a traerme el cierre y la forma
en que nunca me lo había quitado desde entonces, y sobre Shannin y Celia y
cómo nunca parecía importarle realmente. Le hablé de cómo papá apenas podía
atarse los zapatos en la mañana, y mucho menos hacer algo para cuidar de
nosotras, incluso después de tantos años.

Y le conté lo de Colorado. Acerca de la forma en que no era sólo que sonara


divertido, sino que tenía que ir allí. Que a veces me sentía como si
independientemente lo que diera o lo mucho que lo intentara, nunca sería capaz
de poner en palabras por qué tenía que ir allí. Que era como describir un agujero
a alguien, que no sea profundo, negro y solitario, no había ninguna descripción.

Le dije que no se trataba de jugar y conseguir romance o dejar a Zack y Bethany


ponerse tan cerca de mí que no había más espacio para él. Se trataba de cierre.

120
Se trataba de resolver el misterio. Obtener las respuestas que papá no podía, o
no quería, proporcionar. Se trataba de estar donde mamá quería ir y poner su
memoria a descansar. Era sobre mí subiendo en una montaña y ver si podía
sentirla allí. Se trataba de mi vida, y no podía dejarlo pasar porque uno de mis
mejores amigos era un chico. Necesitaba saber que ella no estaba sólo...
abandonándome. Que había algo mejor en Colorado. Tenía que haberlo. No me
dejó atrás a causa de... un capricho. Un estúpido viaje de carretera.

Había hablado hasta que el sol se había bajado completamente y las luces se
habían encendido, bañándonos en un resplandor anaranjado. Los vehículos
pasando por allí estaban usando sus faros ahora, y me alegré de la sensación de
intimidad en el coche.

En algún momento me puse a llorar.

—Tienes que entender —dije, trazando la parte posterior de la mano de Cole con
el dedo—. Esto es algo que tengo que hacer. Y tengo que hacerlo con mis mejores
amigos, porque han estado allí a través de todo. Ambos. A veces incluso más Zack
que Bethany.

Cole se había quedado en silencio a través de todo lo que dije, y cuando terminé,
él no se movió durante unos minutos. Luego, lentamente, con suavidad, sacó la
mano de debajo de la mía. Con un dedo, trazó la correa de mi collar.

—¿Nunca te lo has quitado? —preguntó.

Negué con la cabeza.

—¿Por qué no? —preguntó.

—Porque —dije, haciendo un puño sobre el collar, mi mano encerrando la suya—


. Porque es todo lo que me queda de ella.

Pareció pensar en ello durante un tiempo, luego sacó su mano de la mía, se


enderezó ligeramente, y sacó su llave del coche del bolsillo delantero. Luego
encendió el coche con un rugido.

—Tengo que ir a casa —dije—. Tengo que hablar con... —Hice una pausa al
principio, luego me senté un poco más erguida y acabé—. Tengo que hablar con
Bethany y Zack. Sobre lo de anoche. Tengo que arreglar las cosas con ellos.

—Esto no tomará mucho tiempo —dijo—. Sólo quiero mostrarte algo.

Puso el coche en marcha y salió del aparcamiento.

121
—Tengo que estar en casa a las siete —dije, la curiosidad ganando a lo largo de
mi sentido de urgencia. Sólo tendría que decirle a Bethany y Zack que había
tenido que trabajar un poco más, es todo. Ellos lo entenderían. Siempre lo hacían.

Cole encendió la radio y fue a la calle, golpeando el pedal del acelerador con
tanta fuerza que me sentí presionada en mi asiento. Tenía una determinada
expresión en su rostro. La misma que había estado usando la última noche en el
lago mientras jugaba al fútbol. La que decía que iba a conseguir exactamente lo
que quería, sin importar quién o qué se pusiera en el camino. La que decía
"ganador".

Después de unas cuantas vueltas estábamos en un barrio, y Cole finalmente


ralentizó. Unas pocas vueltas más tarde, estacionó frente a una casa gris.

Me asomé por la ventanilla a la casa a oscuras frente a mí y luego miré a Cole


interrogante.

—Vamos —dijo, abriendo la puerta—. Quiero que veas lo que te estás perdiendo.
—Él salió y cerró la puerta, pero esta vez, en lugar de caminar y abrir la mía, se
quedó donde estaba. Abrí la puerta y salí, mirándolo por encima de su coche.

—No se ve como si hubiera alguien en la casa —dije.

—Oh, ella está en casa —dijo—. Los dos lo están.

No me dijo una palabra más mientras lo seguía adentro, preguntándome por qué
su voz sonaba tan amarga cuando dijo la palabra "ella".

122
Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por Jut

L
a casa estaba completamente a oscuras cuando entramos. Como una cueva,
casi. Y si no hubiera sido por el zumbido haciendo eco del diálogo de
comedia en la distancia, seguido de ataques de risas pregrabadas, habría
pensado con certeza que Cole y yo estábamos solos.

Cole depositó sus llaves con un estrépito en una pequeña mesa junto a la puerta,
luego atravesó la habitación del frente tan rápido que tuve que seguirlo
rápidamente para mantenerle el ritmo. Traté de tomar tanto como que pude
mientras caminábamos, pero era difícil en la oscuridad.

La casa parecía mínimamente decorada. Sin cuadros en las paredes. Sólo un par
de chucherías aquí y allá en el escaso mobiliario, sólo formas indescifrables en la
oscuridad. Una canasta en el suelo con una manta derramando fuera de ella. Una
vela aquí. Un libro allí. Me preguntaba si el resto de sus cosas todavía estaban en
cajas de mudanza, o si su casa siempre parecía tan desnuda.

Caminamos a través de la habitación principal y a la cocina. Aquí el sonido de la


risa de la audiencia ilegible se hizo más fuerte, y noté el parpadeo azul-gris del
cambio de imágenes de televisión iluminando una pequeña escalera a nuestra
derecha. Alguien estaba mirando abajo la televisión.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Cole, abriendo el refrigerador. Un parche


de luz amarilla cortaba sobre el linóleo y me hizo entrecerrar los ojos. Ya mis ojos
se habían acostumbrado a la oscuridad.

Negué con la cabeza. Él agarró una lata de algo y la abrió y cerró la nevera y
envolviendo la habitación en lo que parecía una oscuridad aún más sombría.
¿Cole siempre vivía así? ¿Paseando por una casa sombría, escuchando la risa
graciosa y barata durante toda la noche?

—Cole —dije, pero él ya había comenzado a ir hacia las escaleras.

—Vamos. Quiero que conozcas a mis padres. —Se detuvo en lo alto de las
escaleras y extendió un brazo hacia mí. No podía ver su rostro en las sombras y
estaba repentinamente agradecida de ello. Algo me decía que era sombrío. Algo
me decía que la calidez del chico acariciando mi mejilla y diciéndome que me

123
esperaría hasta el fin de los tiempos había desaparecido en el momento. Caminé
hacia él lentamente, luego tomé su mano y la sostuve mientras me guiaba por
las escaleras.

Terminamos en una habitación de estar larga, y flaca que, de haber estado


apagada la televisión, habría estado más oscura que cualquier habitación que
jamás hubiese visto en mi vida. El suelo era de baldosas de un color profundo,
marrón, tal vez, o incluso negro, y las paredes estaban revestidas. Una puerta
corredera de cristal estaba cubierta con una cortina de color oscuro, y frente a
ella estaba una gran masa de sombras que supuse sería un sofá.

La televisión estaba, frente a nosotros, en una antigua base de aluminio en el otro


extremo de la sala, junto a la chimenea. Una vieja comedia de los años setenta
estaba en ella, el sonido estridente. Justo enfrente de nosotros, apuntando hacia
el televisor, estaba un conjunto de sillones reclinables. Uno estaba en la posición
reclinada, y un par de pies descalzos, definitivamente masculino, tendidos en el
reposapiés. La otra silla, de espaldas, de todos modos, parecía vacía.

Cole tiró de mí entre las sillas y en la habitación.

—Hey, chicos —dijo en una voz plana—. Quería que conocieran a mi novia, Alex.

Me volví y vi al dueño de los pies reclinables. Era un hombre grande, de tripa


gruesa que llevaba calzoncillos y una camiseta de crucería. Sostenía una cerveza
contra su estómago. Se veía como Cole, sólo más viejo y más gordo. Era difícil
creer que este era el padre de Cole. Me había imaginado a alguien guapo y
exitoso. Este tipo casi parecía una caricatura de exactamente lo contrario de la
forma en que habría imaginado al padre de Cole. Algo que verías en una
caricatura, una parodia de un padre.

—Hola —dije, empezando a levantar la mano en un saludo, pero él me


interrumpió.

—¿Qué demonios estás haciendo, Cole? No puedo ver la televisión, ¡maldita sea!

Cole y yo nos movimos unos pocos centímetros hacia el lado.

—Papá. Se trata de Alex —intentó Cole de nuevo, y esta vez el hombre, al menos,
reconoció que estaba en la habitación, incluso si él no me veía exactamente.

—Mira —dijo distraídamente, agitando su cerveza en mi dirección.

—Encantada de conocerlo —susurré prácticamente.

—Ese es mi padre —dijo Cole—. Y esta es mi madre. Brenda, esta es Alex.

124
Me volví hacia el otro sillón, donde Cole estaba apuntando, y casi salté. Había
pensado que nadie estaba en la silla, pero sentada, acurrucada prácticamente en
una bola, estaba una mujer muy delgada con grandes y vacíos ojos. Su cabeza
descansaba contra el reposabrazos, sus piernas levantadas en el asiento, sus
manos sosteniendo sus pantorrillas apretadas. Tenía el aspecto de un bebé
mayor, escondida, asustada por una tormenta eléctrica. Ella parpadeó
lentamente, asimilándonos, pero no dijo ni una palabra.

La televisión cambió a un comercial, y el padre de Cole se removió en su silla.

—Entonces —dijo—. ¿Alex, que dijiste? ¿Eres una chica? —Se rió, como si hubiera
hecho una broma particularmente divertida—. Cuando yo tenía tu edad, Alex era
un nombre de muchacho. No sales con un chico, ¿verdad, Cole? —De nuevo con
la risa—. Caray, tendría que patearte el culo si estuvieras saliendo con un
muchacho.

Vergüenza inundó mis miembros, y estaba realmente contenta por la oscuridad.


Abrí la boca para decir algo, pero no estaba segura de cómo responder.

Cole tiró de mi mano un poco.

—Sólo es una broma —dijo en voz baja. Corrección: en voz derrotada—. Él no


quiere decir nada.

La mujer parpadeó con sus ojos gigantes y los desplazó de vuelta a un espacio
de linóleo sobre tres pies delante de ella.

Oí el otro reclinable moverse de nuevo, y la voz del papá de Cole retumbó tan
fuerte que realmente me hizo saltar esta vez.

—Brenda, Cole tiene compañía. —Dio una carcajada que me hizo ponerme una
pulgada más cerca Cole—. Ella no es muy buena con la gente. Mujer asustada de
su propia sombra. ¿No es así, Brenda?

La mujer se irguió para sentarse y miró por encima del brazo del sillón a su
marido. Ella hizo un ruido en la parte posterior de su garganta y murmuró algo
que no pude entender. No estaba segura de si ella estaba hablándome a mí, a
Cole o al padre de Cole, y me moví inquieta. Afortunadamente, el programa de
televisión volvió, y el padre de Cole estaba absorto una vez más.

—Vamos arriba —anunció Cole, y comenzó a retirarse de la sala. Sentí alivio


inundándome. Incluso en la oscuridad, esa habitación podría haber sido la
habitación más incómoda que he pisado.

—¿Quieres que te lleve algunos refrescos? —dijo una voz mansa a nuestras
espaldas. Tan pequeña y nasal que podría haber sido confundía con un maullido

125
o un chillido electrónico. Vi un bulto sombrío colgando sobre el lado de silla de
la mamá de Cole, er, de Brenda, que supuse sería su cabeza.

—No, Brenda, quédate ahí —respondió Cole. Detecté algo en su voz. ¿Molestia,
tal vez? ¿Vergüenza?

—Por el amor de Dios, Brenda, van arriba. Pueden conseguir sus propios
refrescos. Ellos quieren estar solos —explotó el padre de Cole otra vez. Y le oí
continuar mientras subíamos las escaleras de vuelta a la cocina—. Jesús, ¿siempre
tienes que sofocar a la gente?... Entonces, ¿qué si están allí solos?... Déjalo en paz,
joder... Esto es por qué estás siempre...

Cole me arrastró a través de la cocina y regresó a la habitación principal. Pero en


lugar de dirigirse hacia la puerta principal, se volvió y me llevó hasta otra escalera
corta. Subimos a un pasillo que estaba tan oscuro que puse mi mano libre en la
espalda de Cole para seguirlo.

Nos sumergimos en un dormitorio, y Cole cerró la puerta detrás de nosotros.


Arriba aquí, no podíamos oír la televisión. Era como entrar en una cabina de
aislamiento.

—Cierra los ojos —dijo, y lo hice. Oí un clic y vi la luz entrando a través de mis
párpados—. Está bien, puedes abrirlos —dijo. Abrí los ojos y entrecerré los ojos.
La lámpara que había encendido daba poca luz, pero aún dolía, y parpadeé un
par de veces para acostumbrarme—. Lo siento —murmuró—. Este lugar es un
desastre. Brenda nunca limpia nada.

Se agachó y cogió algo de ropa sucia y luego la tiró en un sillón junto a la ventana.
Estudié la habitación mientras él ordenaba. Una vieja silla de mimbre al lado de
la ventana, un pequeño amplificador y la guitarra en el suelo delante de él. La
lamentable cómoda en la pared del fondo, en la parte superior un denso bosque
de trofeos. Cama, sin hacer, frente a la cómoda. Una mesita de noche modesta al
lado de la cama, con un par de vasos vacíos, un reloj alarma que parecía sucio, y
una foto de mí que había dado a Cole en nuestra tercera cita. Cogí la foto,
sintiendo cálida por dentro.

Nadie nunca había mantenido una foto mía al lado de su cama antes.

—Siéntate, si quieres —dijo Cole, haciendo un gesto con la cabeza hacia la cama
mientras él cogía un par de zapatos y los arrojaba en el armario. Pensé en Bethany
y Zack esperándome en casa de Zack. Ellos me estaban esperando. Miré el reloj,
estaba definitivamente llegando tarde, pero todavía había tiempo. Consideré
decirle a Cole que necesitaba llegar a ellos. Que tenía que hacer las paces con
ellos, y entre más tardara en hacerlo, más difícil sería. Pero había algo en su rostro
que me dijo que no estaría de ánimo para discutir sobre Bethany y Zack esta

126
noche. Algo en la oscuridad que todavía rodaba en él, incluso en la luz, me dijo
que necesitaba que me quedara. Me senté en el borde de la cama y puse la foto
de nuevo en la mesa de noche, con la esperanza de que Bethany y Zack serían
comprensivos durante unos minutos más.

—Entonces —dijo él, sacando una toalla y colgándola sobre el respaldo de la


silla—. ¿Qué piensas de mi mamá y mi papá?

No sabía qué decir.

—¿Siempre llamas a tu madre Brenda? —pregunté.

Él se encogió de hombros.

—Más o menos. La viste. Papá dice que si no puede actuar como una madre, no
debería tener el título. Empezó a llamarla Brenda a mi alrededor desde que puedo
recordar. Supongo que lo cogí. —Pateó algunos libros bajo de su cama mientras
hablaba.

—¿Siempre, um..?. —Me fui apagando. ¿Cómo decía lo que estaba pensando?
¿Siempre parece un zombi? ¿Siempre habla en chillidos y yace acurrucada en su
silla como si estuviera tratando de desaparecer?

Pero Cole terminó para mí.

—¿Actúa como si ella perteneciera en un manicomio? No. Sólo cuando está


teniendo una de sus fiestas de compasión. La mayoría de las veces es
simplemente muy molesta. Siempre con ganas de hacer cosas para mí. Siempre
queriendo meterse en mis cosas. Siempre siendo patética. Mi padre no es un
santo ni nada, pero al menos él le dice cuándo dejarme en paz. No te preocupes.
Ella no nos molestará esta noche. No con él en casa.

Me quedé en silencio. Nunca había pensado en ello antes, está molesto por una
madre que estaba "demasiado allí." ¿Pensaría que era irritante tener siempre a
alguien husmeando en mi vida personal? No lo sabía. Una cosa sobre mi padre
era que podría tener toda la privacidad del mundo, si quería.

Cole se sentó a mi lado en la cama y se inclinó hacia delante, con los codos sobre
las rodillas, con las manos colgando entre las piernas. Él dejó escapar un gran
suspiro.

—Yo sólo... quería que los conocieras —dijo—. Quería que vieras que entiendo
lo que se siente desear una madre. Desear una familia. Siempre lo he querido,
también. —Él se acercó y empujó mi pelo detrás de mi oreja—. Creo que esto es
lo que nos ha unido —susurró—. Ambos nos necesitamos mutuamente. Los dos
nos entendemos.

127
Asentí. Estaba en lo cierto. Supe en ese momento, en cada parte de mi cuerpo,
que Cole tenía razón. Estábamos destinados a estar juntos. Entendía. Sólo porque
había un cuerpo físico de una madre en su casa no significaba que tenía una
mamá. Entendía lo que era desear algo perfecto, un cuento de hadas. Entendía lo
que era estar solo en tu familia. Me entendía. Y yo lo entendía.

Bethany y Zack... podían decir que entendían. Podían estar allí para mí en los Días
de Colapso. Podían planear el viaje a Colorado y decir que estarían allí para mí
cuando llegara a la cima de la montaña. Ellos podían apreciar la historia de mi
familia. Pero nunca habían sabido en realidad lo que se sentía ser yo. Tenían
familias felices. Tenían familias enteras. Nunca suspiraban por el amor, siempre
estaba allí sólo para que lo tomaran.

Cole sabía. Cole era el único que realmente sabía.

Así que cuando él se inclinó y me besó, me dejé perdonarlo por lo que pasó la
noche anterior. No sólo decirlo, sino que realmente creerlo. Y cuando él me
empujó sobre la cama, susurrando:

—Alex. Eres mi alma gemela. —También lo sentí. Se sentía como caer, sólo que
no había aterrizaje para esta caída.

Y cuando apagó la luz y me besó en los párpados y los hombros desnudos y los
dedos, me abrí a él por completo. Nunca fui querida por nadie antes. Realmente
nunca pertenecí a nadie antes, no de esta manera. Cole me tenía, corazón, alma,
cuerpo. Y se sentía correcto.

Se sentía casi como estar en una montaña.

128
Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por Jut

B
ethany y Zack estaban de pie en mi casillero cuando di la vuelta a la
esquina después del período final del jueves. Mi estómago se redujo
cuando los vi. Había estado temiendo toda la semana. Me sentía tan
culpable por haberlos dejado plantados la noche del sábado, los había estado
evitando desde entonces. Pero la próxima semana era Acción de Gracias, y papá,
Celia y yo siempre cenábamos en la casa de Zack, y después de cenar donde Zack
siempre iba donde Bethany para ayudarla a decorar su árbol de Navidad, así que
sabía que eventualmente tendría que enfrentarme a ellos. No estaba todavía
segura de qué decir cuando lo hiciera.

Zack se veía ultra genial, con la espalda pegada a la taquilla junto a la mía
pasivamente mirando por las puertas laterales de la escuela, donde los rezagados
se acumulaban en sus coches y chillaban fuera de la zona de aparcamiento.
Bethany me miró de frente, sus brazos cruzados sobre el pecho incómodamente,
su gigante bolso tirando uno de sus hombros un par de pulgadas más bajo que
el otro. Unas cuantas hojas marchitas asomaban la parte superior de la bolsa. Lo
más probable es que Bethany rescatara un árbol joven de una grieta en la acera
o algo así.

Por la mirada en el rostro de Zack, esto no iba a ser lindo. No los culpaba por
estar enojados de que nunca me presentara para nuestra "reunión", pero también
sabía que nunca lo entenderían por qué no podía levantarme y dejar a Cole
después de lo que había pasado entre nosotros.

Me moría de ganas de decirle a Bethany que había tenido una "primera vez" y
que se sentía increíble y surrealista y que estaba asustada, pero muy enamorada
y muy segura de que había hecho lo correcto.

Pero sabía que no lo aprobaría. Sabía que no sólo todavía me culparía por no
presentarme donde Zack como había prometido, sino que pensaría que había
cometido un error, sobre todo porque fue con Cole. Ella no sería feliz por mí.

Y había algo más, también. Algo que sucedió en el mismo segundo que asentí
cuando Cole preguntó si lo que estaba haciendo estaba bien. Cambié. Nunca
sería "su Alex" de nuevo. Me tenían que compartir con Cole, porque ahora tenía

129
un pedazo de mí que ellos nunca habían tenido y nunca jamás lo regresaría. Y no
había manera de que Bethany o Zack, ambos vírgenes, a pesar de los repetidos
intentos de Zack para convencernos de que lo había "hecho tres cuartas partes "
con Lynesia Mahan en el cine en el séptimo grado, nunca podría entender eso.

Era diferente ahora.

Pero Cole no había ido a la escuela hoy, él me envió un mensaje que tenía "cosas
familiares" de las que hacerse cargo, y tendría que enfrentarme a ellos por mi
cuenta.

—Hey —dije, tratando de parecer y sonar alegre.

Zack no se volvió para mirarme.

—Te echamos de menos el sábado —dijo Bethany. Descruzó un brazo lo


suficiente para empujar sus gafas sobre la nariz, y luego metió su mano de nuevo
bajo su brazo. Ella no parecía enfadada, pero todavía tenía esa mirada de ojos
rojos, como si estuviera molesta. Tal vez esa mirada era permanente en ella ahora.

—Lo sé —dije, abriendo mi casillero, tratando de ser lo más indiferente posible—


. Lo siento mucho. Es que... no podía salir.

—¿Del trabajo? ¿O simplemente demasiado ocupado saliendo con Mister


Universo? —dijo Zack, finalmente volviéndose a mirarme—. A diferencia de ti,
nosotros realmente no viajamos en los mismos círculos que los Grandes Mierdas.

—Zack —dijo Bethany, extendiendo la mano y tocándole el brazo. Puso los ojos,
metió un palillo de dientes en su boca, y volvió a su postura.

—Nosotros sólo... bueno, no apareciste después de que dijiste que lo harías —


dijo Bethany.

Saqué mi libro de inglés de mi casillero y lo metí en mi mochila, que estaba


descansando en el suelo a mis pies.

—Lo siento, chicos. Sólo estaba ocupada con cosas.

—¿Cosas? —dijo Bethany, su cara se enrojeció. Ella empujó sus gafas de nuevo,
a pesar de que no se habían deslizado por su nariz en absoluto desde la última
vez—. Quieres decir Cole.

Me detuve y la miré, mi brazo congelado en a mitad de camino al estante superior


de mi casillero.

—En realidad, sí. Cole. Él es mi novio, ya sabes.

130
—¡Oh, lo sabemos! —gritó Zack con una voz sarcástica. Se apartó de las taquillas
y empezó a bajar por el pasillo—. Definitivamente lo sabemos. Pero gracias por
recordárnoslo. Por si acaso se nos olvidó —escupió por encima del hombro—.
Bethany, te esperaré en el auto.

Lo vi irse, luego me volví hacia Bethany.

—¿Qué demonios? Dije que lo sentía. ¿Cuál es su problema? —Saqué otro libro,
lo metí en mi mochila con enojo, y cerré la puerta del armario.

—Oh, no lo sé —dijo Bethany—. ¿Tal vez sea que tu novio nos trató como mierda?
¿Tal vez es que probablemente te trata como la mierda, también? O tal vez es
porque desde que has estado saliendo con él no has hecho nada con nosotros.
Tus mejores amigos. —La palabra " mejores" estaba llena de sarcasmo, y creo
que en realidad hice una mueca cuando lo dijo de esa manera.

Negué con la cabeza.

—Te equivocas —le dije—. Él me trata como si fuera lo mejor que le ha pasado.
Y él me entiende. A diferencia de mis mejores amigos. —Traté de saturar
"mejores" con sarcasmo también, pero fracasé miserablemente. Sólo sonaba
necesitada. Porque en el fondo creo que sabía que ella tenía razón.

Bethany apretó los dientes y se volvió en silencio y comenzó a caminar a paso


rápido de la misma manera que Zack se fue. Inmediatamente me sentí mal. No
era mi intención desquitarme con ellos. Yo era la que debería disculparse. Los
dejé plantados. Incluso si tuviera una buena razón para ello.

Fui tras ella.

—Beth —dije, alcanzándola y agarrándola del codo. Ella se detuvo y se dio la


vuelta, sus ojos eran rendijas detrás de sus gafas—. Beth, vamos. Lo siento. Tienes
razón. He sido una mala amiga últimamente. Es sólo que... es sólo que Cole y yo
hemos estado tan cerca y sabes cómo se siente acerca de Zack y... voy a
compensártelo. Lo prometo.

Ella consideró esto por un segundo, su cuerpo poco a poco perdiendo algo de
su rigidez. Después de un rato, suspiró, rodando sus ojos de forma espectacular,
y luego asintió.

—Está bien —dijo—. Lo entiendo. Todavía estoy enojada, pero... sé cómo estaría
si Randy supiera que existiera. Lo entiendo.

Sonreí y la abracé.

—Es por eso que eres mi mejor amiga —dije.

131
—Zack solía ser tu mejor amigo, también —dijo en mi cabello. Me di cuenta de
que no me estaba abrazando de vuelta.

—Todavía lo es —dije, alejándome—. Sólo tengo que encontrar la manera de


tener a ambos en mi vida, ¿sabes?

Ella asintió con la cabeza.

—Lo sé.

Empezamos a caminar de nuevo.

—Realmente me trata como a una reina —dije.

Ella asintió con la cabeza, pero no respondió. Tema cerrado.

—Hey —dijo después de un rato—. ¿Sabes de esa casa rodante de la que


estábamos hablando?

Gemí.

—No me digas que...

Ella sonrió y asintió.

—El abuelo de Zack, ya sabes, El Abue Dinerales, dijo que se sentiría mejor acerca
de nosotros en uno de esos que en el mierdamóvil, así que se ofreció a pagar por
todo el asunto. ¡Vamos a estar montando con estilo! —Chasqueó los dedos e
hizo un pequeño deslizamiento moderno por el pasillo, las hojas cayendo de su
bolso y dejando un rastro en el suelo. Me reí.

—No puedo creer que lo lograste —dije entre risas.

Ella sopló sobre sus dedos y se acarició en el hombro.

—Nena, puedo hacer cualquier cosa. —Tenía una mirada seria—. Cole no va a
tratar de convencerte de no ir en este viaje ahora, ¿verdad?

—De ninguna manera —le aseguré—. Él no podría aunque lo intentara. No te


preocupes por eso. ¿De acuerdo?

Nos fuimos al estacionamiento. Zack estaba tendido sobre el capó de su coche,


con los brazos cruzados detrás de la cabeza, palillo de dientes en su boca, los
ojos cerrados. Parecía como si estuviera durmiendo.

Bethany me miró maliciosamente y puso su dedo sobre sus labios. Asentí,


volviendo mis labios sobre sí mismos para contener la risa. Ella se coló alrededor
del coche, alcanzado la ventana abierta, y toco la bocina.

132
Zack parecía como que alguien le hubiera disparado con una pistola paralizante.
Saltó, maldiciendo, y salió del auto.

Bethany había corrido de vuelta a mi lado, y nos inclinamos hacia la otra,


sosteniéndonos el estómago porque nos estábamos riendo muy fuerte.

—Oh, está bien —dijo Zack, poniéndose de pie y saltando por encima hacia
nosotras utilizando su andar arrogante—. Está bien, chicas. Adelante. Ríanse. La
Venganza es una perra, sólo para que lo sepan.

Bethany aspiró una gran bocanada de aire.

—Lo siento, no pude evitarlo. Te veías tan cómodo.

—Pero es una lástima —añadí entre risas—. Estaba esperando que orinaras tus
pantalones. —Hice sonar mis dedos en un humilde movimiento—. Tal vez la
próxima vez.

—¿En serio? —dijo Zack, lanzándose hacia nosotras de repente. Chillamos,


tratando de esquivarlo, pero nos consiguió, agarrándonos a cada una bajo sus
brazos, y apretaba firmemente—. Vamos a ver quién se orina. No seré yo.

Chillamos, gritamos y reímos hasta que nuestros estómagos dolían mientras nos
hacía cosquillas sin descanso. Pronto todos estábamos un montón en el asfalto
del estacionamiento, riendo y pateándonos y cansándonos.

Justo como en los viejos tiempos.

Casi me sorprendió lo bien que se sentía. No había sentido esa luz desde antes
de la fiesta del lago. Se sentía más que bien. Se sentía necesario. Necesitaba a
estos chicos, no importa quién más estuviera en mi vida.

Finalmente, Zack tiró de sí mismo fuera de la pila de piernas y brazos.

—¿Estás lista para salir, Roja? —preguntó, despeinando el pelo de Bethany.

Ella asintió, levantándose, también.

—Sí. Mi mamá va a preguntarme lo que me pasó.

Zack se puso de pie y luego se inclinó con una mano.

—¿Qué hay de ti? —preguntó.

Hice una pausa por un segundo y luego agarró su mano y me puse de pie, a su
lado. Me agaché y cogí mi mochila.

—Estoy bien —dije—. Estoy estacionada allí. —Señalé mi coche unos espacios
abajo.

133
—Genial —dijo.

Nos sonreímos el uno al otro. Todo perdonado. Sin grandes disculpas necesarias.
Éramos mejores amigos. No había nada que no pudiéramos superar.

Zack y Bethany se metieron en su coche, y me dirigí hacia el mío. Justo cuando


estaba abriendo la puerta del copiloto para poner mi mochila, el auto de Zack se
acercó a mí, y Bethany asomó la cabeza por la ventana.

—¿Vas a casa? —preguntó.

—Sí —dije. No añadir que Cole tenía alguna función familiar para ir a esta noche
y que era la única razón por la que no iba a estar con él—. Poniéndome al día de
las tareas de esta noche.

—¿Quieres venir donde Zack? Todavía tenemos que hablar sobre el viaje —dijo—
. Quiero decir, que te dije sobre la casa rodante, y no hay un montón de otros
cambios, pero... hey, vamos a hacer galletas.

—Suena muy bien. Voy a estar allí.

Ella sonrió.

—Genial. ¡Hasta luego!

Ella echó la cabeza hacia atrás, y rugieron fuera del estacionamiento. Deslicé mi
mochila en el piso y cerré la puerta. Hubo un chillido en la entrada de la escuela
mientras Zack conducía rápidamente, lo cual era un requisito prácticamente en
nuestra escuela, todo el mundo lo hacía.

Levanté la vista justo a tiempo para verlo despegar.

Justo después de su coche se retiró, sin embargo, otro salió detrás de él,
lentamente, tranquilamente.

Y si no lo conociera mejor, habría jurado que era el coche de Cole.

134
Traducido por Itorres

Corregido por Skylove

T
odo estaba bien de nuevo.

Volví a casa y corrí dentro, subiendo las escaleras para dejar la mochila
en mi habitación. Me puse unos pantalones de pijama, recogí mi pelo en
una coleta desordenada y me asomé por la ventana en dirección hacia la
calzada de Zack. Su coche ya estaba allí, lo que significaba que me estaban
esperando.

La casa se encontraba en silencio, papá no traería a Celia del Club Anual del libro
hasta después de las seis. Garabateé una breve nota en la parte trasera de un
sobre y lo puse sobre la mesa de la cocina, avisándoles que estaría en casa de
Zack, luego caminé hacia afuera, arrastrando los pies a través de la hierba en mis
calcetines, el frío se filtró rápidamente en los dedos de mis pies.

Cuando entré, la madre de Zack estaba en el estudio, sacando flores secas de


entre las páginas de una guía telefónica y pegándolas en pequeñas tarjetas de
notas. La Sra. Clavinger era realmente hábil con eso, siempre estaba haciendo
cosas de rafia a mano, gofrado de sobres y cosas así. Tenía su propio negocio de
scrapbooking1 y asistía a reuniones una vez al mes. Zack siempre las llamaba sus
“reuniones de gallinas”, siempre encontraba algún otro lugar para estar cuando
las damas terminaban.

—¡Hola, Sra. C! —llamé, cerrando la puerta detrás de mí.

Ella levantó la vista, y un poco de cabello salió del pañuelo que tenía en la cabeza,
cayendo sobre su frente.

—¡Alex! —dijo excesivamente animada—. Qué… maravillosa sorpresa… están en


la cocina, haciendo galletas.

—Genial —dije, y me dirigí a la cocina.

Bethany sostenía un recipiente de metal en su estómago y Zack relamía una


cuchara de madera, mientras trataba de meter sus dedos en la masa.

1
Scrapbooking: Libro de recortes o técnica de personalizar álbumes de fotografías.

135
—Hola —dije, deslizándome hacia ellos. Esperé que Bethany se balanceara contra
Zack otra vez y llene mi dedo con masa para galletas mientras ella estaba
ocupada.

—¡Oye! —exclamó, golpeando mi brazo con la cuchara, y dejando una mancha


de masa. Zack aprovechó que Bethany estaba concentrada en mí, y metió la mano
en el tazón por el otro lado, sacándola con un puñado de masa—. ¡Ustedes
chicos! —chilló, pero ahora se reía demasiado fuerte para mantenernos alejados.
Terminamos colocando el tazón sobre la mesa y nos sentamos alrededor de el,
comiéndolo con los dedos.

Era exactamente igual a como lo habíamos hecho un millón de veces antes,


comer basura y hablar de cosas cotidianas como nuestras clases y qué profesores
pensábamos estaban secretamente conectados, y como las tetas de Mia Libby de
repente eran más grandes este año, después de que “fue a Europa durante dos
semanas”.

Hablamos sobre el viaje a Colorado, todavía discutiendo acerca de las virtudes


del verano sobre los viajes de invierno. Bethany nos mostró fotos de nuestra
caravana. Buscó el Hotel Stanley en su computadora portátil, y leímos acerca de
todos los fantasmas que supuestamente había allí. Decidimos qué de seguro nos
gustaría ir al museo de historia natural en Denver. Las cosas realmente se estaban
uniendo. Todo lo que teníamos que hacer era escoger una fecha.

Nadie mencionó la noche de la fiesta del lago. Nadie mencionó a Cole.

Esto era lo mejor acerca de la amistad: el perdón y el amor incondicional. Y la


masa de galletas.

Zack estaba a punto de levantarse para conseguirnos unas gaseosas, cuando su


padre asomó la cabeza por la puerta que conducía al garaje.

—Hola, es el monstruo de tres cabezas —dijo.

—¡Hola, Sr. C! —dijimos Bethany y yo al mismo tiempo, nuestra boca llena de


pasta de galleta.

Él asintió con la cabeza hacia nosotras, luego volvió su atención a Zack. —Hola,
amigo. ¿Puedes ayudarme a llevar el bebedero de pájaros de tu madre al patio
trasero? Esa cosa pesa una tonelada.

Zack se levantó y flexionó sus músculos, al estilo luchador profesional. Dejó


escapar un largo gruñido.

—Necesitas un hombre de verdad para hacer el trabajo, ¿eh? —bromeó.

136
—Algo así —dijo su padre, riendo y sacudiendo la cabeza—. Chicas, no sé cómo
lo soportan.

—Nosotras tampoco —dijo Bethany—. La mayor parte del tiempo lo ignoramos.

—Buena idea —dijo el Sr. C, y luego se metió de nuevo en el garaje con Zack.

Bethany y yo nos quedamos a solas. La madre de Zack continuaba ocupada en el


estudio, y Zack y su papá fueron alrededor del garaje. Éramos nosotras dos, y no
podía recordar la última vez que habíamos estado así. Todo se sentía tan bien,
excepto por una cosa: había algo enorme que no le había dicho a mi mejor amiga
todavía. Tan cierto como que unas horas antes no pensaba decírselo, ahora
estaba segura de que ella tenía que saberlo, porque me dolía demasiado como
para no hacerlo.

—Beth —dije—. Tengo que decirte algo. Pero tienes qué jurar que no se lo dirás
a Zack.

Bethany pasó un dedo en la masa de galletas y lo metió en su boca.

—Está bien —dijo, masticando.

Tragué saliva y me froté las palmas en el pantalón de pijama, tomé una


respiración profunda. De repente, no estaba segura de cómo decirlo, así que sólo
respiré hondo y deje salir el aire.

—Lo hice con Cole.

Bethany dejó de masticar. Se asomó al tazón como si lo que acababa de decir


hubiera salido de allí. Un segundo pasó, y pensé qué tal vez no me había oído, o
tal vez en realidad no lo había dicho en voz alta, como pensé qué lo había hecho.
Pero entonces empezó a masticar nuevamente y tragó, volviendo la cabeza
lentamente hacia mí. Sus ojos eran enormes detrás de sus gafas.

—¿Lo hiciste? —preguntó.

Asentí. —

Es por eso que no llegué la noche del sábado. Él me llevó a conocer a sus padres.
Ellos son horribles. Su padre es realmente malo, y su madre es como un zombi.
Fuimos a su habitación y... —Me encogí de hombros, mis manos descansando en
mi regazo.

—Guau —dijo Bethany—. No puedo creer qué lo hiciste... no habías llegado tan
lejos.

—Bueno, no es que Cole y yo tampoco conociéramos ayer —dije bruscamente.

137
—No te enojes —dijo a la defensiva—. Es sólo que... ¿estás segura de qué estás
haciendo lo correcto? —Empujó sus gafas, dejando una mancha de masa
grasienta de galleta en el puente de su nariz.

Ahora era mi turno para estar a la defensiva.

—Utilizamos protección, si eso es lo que estás preguntando.

Ella negó con la cabeza.

—Quiero decir, sí, eso es bueno, pero... Bueno, es sólo que él fue tan agradable
en Shubb, y luego en la fiesta del lago fue tan... —Su voz se apagó.

No era así como se suponía que sería. Se suponía qué Bethany estaría
emocionada por mí y me preguntaría por detalles.

—Él estaba teniendo una mala noche en la fiesta del lago, Beth —le dije—. Si
llegaras a conocer al verdadero Cole, también lo amarías.

Bethany se levantó. No dijo nada mientras se dirigía al lavabo y enjuagó sus


dedos. Luego fue a la nevera y sacó dos gaseosas.

—Beth —dije—. Quiero que estés feliz por mí.

Sus hombros cayeron, y vaciló en el refrigerador abierto por un pequeño


segundo. Cuando se volteó hacia mí, tenía una sonrisa temblorosa en su cara,
casi avergonzada. Se sentó, empujando una de las gaseosas a través de la mesa
hacia mí.

—Estoy feliz por ti —dijo ella—. Pero es que... no quiero que te hagan daño. Cole
no parece... tan bueno.

—Tú no lo conoces —le dije en voz baja—. No como yo. —Abrí mi lata de refresco
y miré por la puerta corrediza de cristal al patio trasero, donde Zack y su padre
estaban de pie junto al bebedero para pájaros, con las manos en las caderas,
charlando. Parecía tan injusto que por fin había encontrado a alguien que me
amaba, finalmente me había enamorado de alguien lo suficiente como para llegar
hasta el final, y tenía que defenderlo así de mis mejores amigos.

—Lo sé —dijo ella—. Pero... —Se inclinó hacia delante y miró dentro del tazón
de masa para galletas de nuevo—. ¿Recuerdas cuando te dije que él y Zack
tuvieron en una pelea en el vestuario hace unas semanas? ¿Sabes por qué estaban
peleando? —preguntó.

Negué con la cabeza.

—Se pelearon porqué Cole seguía hablando de cómo quería llevarte a la cama.
Estaba siendo bastante asqueroso al respecto, por lo que Zack intervino.

138
—Asqueroso, ¿cómo?

Se encogió de hombros. Se echó hacia atrás y uso su uña para rascar un poco de
masa de galleta de la parte delantera de sus vaqueros. Zack y su padre se alejaron
del patio trasero, volviendo hacia la casa.

—Sólo hablando acerca de tu cuerpo, supongo. Con una gran cantidad de


detalles.

Me sonrojé. Cole estaba hablando de mí en el vestuario de chicos. Tanto así que


mi "hermano mayor" Zack tuvo que intervenir. En frente de todos. Qué vergüenza.
Estampé masa de galleta en mi boca, pero de repente ya no me gusto.

Podíamos oír a Zack y a su padre en el garaje y se podía oír el estruendo de la


puerta grande al cerrar.

—Alex —dijo Bethany, poniendo su mano sobre mi hombro—. Sé que lo amas,


pero él es... no es... sólo ten cuidado, ¿de acuerdo?

Resistí el impulso de rodar los ojos. Algo en la forma en como me hablaba se


sentía tan condescendiente. Al igual como si estuviera tratando de ser mi madre.

Está bien, así que hablaba de mí en el vestuario. Eso fue vergonzoso, pero no era
el fin del mundo. Tal vez él no estaba tratando de ser "asqueroso". Tal vez sólo
estaba expresando deseo. Cole no me avergonzaría a propósito.

Bethany no conocía a Cole como yo. Ninguno de ellos. ¿Y si a ellos Cole nunca
les llegaba a gustar? Bueno, tendrían la opción de apoyarme o no. Eso sería todo
para ellos. No era la única mejor amiga en este escenario.

—Estoy siendo cuidadosa —le dije, con masa de galleta en mi boca—. Lo


prometo.

139
Traducido por Kasycrazy

Corregido por Skylove

N
o vi a Cole en absoluto al día siguiente.

Bueno, realmente, lo vi mucho. Pero él nunca pareció verme. No se


acercó a mi casillero después del segundo período como generalmente
hacía. Y anduvo por los pasillos con las mismas pintas que tenía en la
fiesta del lago, la intensidad dándole a su cara un lustre casi brillante. El par de
veces que lo vi a través de la multitud, estaba aplaudiendo y riéndose tan fuerte
qué era como si estuviera representando un espectáculo. Como si quisiera que
todo el mundo viera lo bien que se lo estaba pasando.

Honestamente, era raro. Al principio, traté de no pensar demasiado en ello. Él


tenía alguna basura familiar sobre la que preocuparse, ayer. Sabiendo cómo se
sentía acerca de su padre y Brenda, no me sorprendería en absoluto descubrir
qué estaba molesto y simplemente quería que lo dejaran solo.

Pero una cosa era perdonarlo por el primer par de horas del día. En el almuerzo,
empecé a sentirme muy molesta. Se suponía que yo debía ser su respiro de las
cosas malas. Se suponía que yo sería su otra mitad de “solo”. Pensaba que ya nos
habíamos abierto con nuestros problemas familiares por ahora.

Esos momentos que habíamos pasado el uno envuelto en el otro, hablando de


nuestros padres, hablando de la soledad y de algo diferente, algo mejor. Él dijo:
no le he dicho esto a nadie, excepto a ti, Alex. Esas veces en las que nos
prometimos mutuamente qué estaríamos allí. Nos entendíamos. Sólo que ahora
no me necesitaba. Simplemente no tenía sentido.

Para el momento en que el sexto período terminó y era hora de ir al laboratorio


de tutorías, realmente tenía mariposas en mi estómago. Había parado de
convencerme a mí misma que su distancia conmigo era por sus problemas
familiares. Algo estaba mal con nosotros. Podía sentirlo. Simplemente no sabía
lo que era. Me devanaba los sesos una y otra vez, tratando de encontrar algo qué
hubiera dicho o hecho que lo hiciera enfadar. A veces Cole se ponía de mal humor
sin ningún motivo, pero eso por lo general iba dirigido a Brenda. Siempre estaba
de mal humor cuando ella lo llamaba. Le gritaba sin siquiera decir hola, después

140
colgaba y apagaba el teléfono. Pero nunca había pasado un día entero sin
hablarme.

Estaba retrasado. Realmente retasado. Había sacado mi tarea, pero me sentía tan
perdida y trastornada, mis ojos escocían, y no me podía concentrar en nada.
Finalmente, justo antes de que la campana sonara, irrumpió a través de la puerta.

Me quedé helada. Lo observé mientras se deslizaba por la habitación y se sentaba


en su lugar habitual.

—Llegas tarde —dije, tragando saliva para evitar que las lágrimas se derramaran.
Estaba tratando de sonar indignada, pero mi voz tenía un anillo lastimero que me
hizo sonar desesperada, asustada y quejumbrosa. Quería sonar cabreada.

Me miró bruscamente.

—¿Y?

¿Eso era todo? ¿Y?

—¿Y?—dije—, ¿dónde has estado hoy? Ni siquiera me has saludado. ¿Cuál era tu
asunto familiar ayer? ¿Por qué no me llamaste?

—Guau —dijo él, inclinándose hacia atrás con una media sonrisa arrogante en su
rostro. El aire de la habitación realmente comenzaba a parecerme desagradable.
Algo en él se sentía más que de mal humor. Más que enfadado—. Tienes un
montón de preguntas.

El silencio se extendió entre nosotros. Mis ojos prácticamente dolían ahora, y eso
era todo lo que podía hacer para mantenerlos húmedos. Todo lo que sabía era
qué necesitaba salir de allí inmediatamente, antes de que me echara a llorar o…
antes de que me diera cuenta exactamente de porqué de repente me sentía tan
incómoda. Me levanté, echando los libros y papeles a mi mochila lo más rápido
que pude.

—Creo que tendremos que dejar esto hoy, ¿vale? —dije, pateándome
mentalmente de nuevo por la oscilación de mi voz. Empecé a cerrar mi mochila.

Alzó la mano y me agarró la muñeca. Fuerte.

—No lo creo.

Me sorprendió la fuerza con la que apretaba mi muñeca. Recordé la noche de la


fiesta del lago, cuando me agarró la rodilla tan fuerte que dejó pequeños
moretones débiles en forma de dedos. Lo miré con incredulidad. Asumí que esos
moretones habían sido un accidente. Me imaginé qué había sido por el calor del
momento, y ni siquiera había pensado en ello de nuevo. Pero aquí estaba,

141
agarrando mi muñeca, lo suficientemente fuerte como para dejar moretones de
nuevo. Y la forma en la que sus labios estaban presionados juntos en una fina
línea, me decía que esto no era un accidente. Me apretaba la muñeca a propósito.

Traté de liberarme de su agarre.

—Suéltame, Cole. Me voy. —Apretó con más fuerza, sus dedos clavándose en mi
piel, y girando lo suficiente para hacer que mi muñeca latiera—. Ouuu —susurré,
doblando las rodillas y tirando hacia atrás—. Eso duele. Suéltame. Hablo en serio,
Cole.

Se puso de pie, rodeando la mesa y acercándose a mí, nuestras narices


prácticamente tocándose. Podía oler el chicle en su aliento. Me miró fijamente, y
cualquier pensamiento que estuviera en su cabeza hizo que sus ojos se pusieran
más oscuros. Su sonrisa desapareció y fue sustituida por un gruñido. No creí que
fuera posible, pero me agarró todavía más fuerte. Sentí algo dentro de mi muñeca
latir y tensarse. Aspiré el aire a través de mis dientes, mis rodillas doblándose
todavía más. No había nada que pudiera hacer con las lágrimas ahora, y parpadeé
furiosamente para alejarlas.

Parecía como si siempre me hubiera mirado así. Después, se acercó más y susurró:

—¿Qué? ¿El toque de Zack se siente mucho más suave?

La sorpresa me golpeó. Me olvidé del brazo durante medio segundo y lo miré


confundida. ¿El toque de Zack? ¿Qué significaba eso?

—¿Qué estás…? ¡Ouch! ¡Cole, para! ¡Eso duele!

Pero apretó con tanta fuerza que ahora estaba temblando. Mis dedos volviéndose
morados, con la circulación cortada por lo que no podía doblarlos.

—Los vi —dijo, su cara volviéndose roja, su voz convirtiéndose en ese grito ronco
que ponía mis brazos con piel de gallina. Lo alcancé con mi otra mano y tiré de
sus dedos. No se movieron, él era demasiado fuerte—. Los vi tocándose el uno al
otro ayer en el estacionamiento. Parecía un verdadero festival de amor. Muy
acogedor.

—¿Tocándonos? No estábamos… oh Dios mío… ¿me estás espiando, ahora? —


Pensé en Georgia diciendo que Cole era espeluznante, la forma en la que siempre
estaba cerca, mirándome. Y pensé en el auto que había seguido lentamente el
auto de Zack afuera del estacionamiento, ayer.

Tiró de mi muñeca, quitándome el aliento.

—¡No me mientas, Alex! —gruñó en mi cara—. ¡Los vi por ahí! Y te vi salir de su


casa y caminar de vuelta a la tuya anoche, también.

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En la palabra “también”, me soltó la muñeca para meterla en mi estómago y
darme un fuerte empujón. El alivio de mi muñeca duró poco, mientras caía hacia
atrás por la fuerza de su empujón, volcando la silla y golpeando mi cadera con
fuerza contra el suelo. Estaba tan aturdida, no me podía mover. La muñeca y la
cadera me dolían.

Se puso de pie sobre mí, respirando fuerte a través de sus fosas nasales como un
animal. Trepé hasta mis rodillas, lo que no era fácil con una sola mano y con una
cadera que no podía mover. No podía decir nada. Y las lágrimas se habían ido
repentinamente, también.

—¿No es lo suficientemente malo que tenga que lidiar con la mierda de Brenda,
no, Alex? No es suficiente que tenga que quedarme en casa para cuidar de ese
pedazo de mierda. Sino que tomas la primera oportunidad que tienes cuando no
estoy cerca y me engañas con el idiota de tu vecino.

Todavía seguía intentando ponerme sobre mis pies, cuando de repente me


agarró del pelo y tiró hacia arriba. Solté un grito. De alguna manera estaba de
pie, y ni siquiera sentía la muñeca o la cadera por este nuevo dolor en mi cabeza.
Sentí algunos cabellos romperse y arrancarse. Temblaba tanto que no estaba
segura de sí sería capaz de mantenerme de pie si él me dejaba ir. Esto era más
que tener algunas marcas de dedo en mi rodilla. Esto daba miedo.

Empujó mi cara hacia la suya de nuevo.

—No vas a joder conmigo, Alex —gruñó con una voz que no le había escuchado
nunca—. No eres lo suficientemente inteligente para hacerlo, de todos modos.
Te atraparé. Cada. Momento.

—Está bien —gemí, mis manos revoloteando alrededor de su mano, y


sosteniéndome de puntillas para evitar que me arrancara más cabellos. Quería
decirle que no había estado engañándolo con Zack, sino que en realidad había
estado tratando de convencer a mis amigos de que era un buen tipo. Pero tenía
miedo de que si protestaba él tiraría más fuerte, o haría otra cosa, así que
simplemente asentí, tanto como su agarre me lo permitió, estuve de acuerdo con
él.

—Está bien.

Me mantuvo allí durante algunos segundos más, después me soltó con un medio
empujón y se trasladó de nuevo a su lado de la mesa. Cogió su mochila y se la
colgó al hombro, con la misma calma con la que lo haría en un día ordinario.
Mientras tanto, yo estaba frotando el lateral de mi cabeza dónde había agarrado
mi pelo, concentrándome solamente en mantenerme de pie, con mis rodillas

143
temblando mucho. Tratando de entender todo lo que acababa de pasar. Todo
había sucedido tan rápido, que era casi como si me lo hubiera imaginado.

Con la mochila en su lugar, finalmente habló. Su voz era normal de nuevo, no ese
gruñido áspero que adoptó minutos antes. En su lugar, sonaba agotado, cansado,
calmado.

—Hablaremos más tarde —dijo. Caminó hacia mí, tomando mí barbilla


suavemente entre el pulgar y el índice, levantó mi cabeza, y me besó—. Te amo
—dijo, mientras caminaba hacia la puerta—. Y no dejaré que me vuelvas a joder.

Se deslizó por la puerta y dejó que se cerrara con un suave shush, de repente,
estaba sola.

Y fue entonces cuando todo me empezó a doler.

Mi muñeca.

Mi cadera.

Mi cabeza.

Mi cuello.

Y ninguno de ellos se acercaba al dolor de mi corazón.

¿Cómo era posible que este fuera el mismo chico que apoyaba su mano
ligeramente contra la mía, rasgueando acordes y poniendo música a mi poesía?
¿Cómo era ésta la misma persona en la que había confiado que me mantendría
a salvo en la cima del desagüe? ¿Quién besó mis párpados en su habitación?

No sabía qué hacer, así que me puse a trabajar. Pasé unos minutos ordenando la
mesa y las sillas, con todo mi cuerpo temblando. No podía usar realmente mi
mano izquierda, la que había agarrado, así que hice una especie de medio
empujar, medio colocar las cosas de vuelta a su lugar.

Una parte de mí no podía creer lo que acababa de pasar. La mayor parte de mí,
realmente. Como si tal vez sólo fuera un sueño del que me despertaría,
temblorosa y molesta, pero muy contenta con que todo hubiera terminado. Pero
una parte de mí sabía que era verdad, lo que acababa de experimentar. Parte de
mí lo había sabido en la fiesta del lago. Parte de mí había sentido algo peligroso
en Cole incluso desde aquél entonces. Pero nada como esto. Nunca, ni en un
millón de años, podría haber prevenido esto.

Despacio, temblorosamente, me deslicé en una silla. Giré la mano y miré mi


muñeca, la cual estaba roja con verdugones, y que sin duda se pondría morada
en cualquier minuto. Me incliné y bajé un poco la cinturilla de mis vaqueros. Mi

144
cadera ya lucía un moretón hinchado, tan morado que prácticamente parecía
rojo.

Y luego las lágrimas empezaron.

¿Cómo pudo? Mi mente hacía estragos. ¿Cómo pudo hacerme esto?

Mis pensamientos giraban. ¿Qué haría yo?

Sentí que debía decirle a alguien lo que acababa de sucederme. Correr gritándolo
por el pasillo. Llamar a la policía. Decírselo al Sr. Nagins, el consejero escolar.
Hacer algo. Llamar a Bethany. Correr a la puerta de al lado y sacar a Zack del
laboratorio. Llamar la atención de alguien, y…

¿Y qué? ¿Enseñarles mis moretones? ¿Decirles sobre la fiesta del lago? ¿Sobre el
carrusel dónde me asustó a propósito? ¿Decirles que había tenido sexo con él de
todos modos, incluso después de que me había asustado? ¿Decirles que había
buscado excusas para él esa noche?

Estaba tan avergonzada. No podía imaginarme diciéndole a nadie esas cosas.


Esas cosas que me hacían parecer estúpida, ingenua y necesitada, y yo sabía que
no era ninguna de ellas. Sabía que era más complicado que eso. Pero nadie más
lo entendería.

Por no mencionar, que probablemente el Sr. Nagins me apuntaría en algún taller


para mujeres maltratadas de porquería o algo así. Ellos llamarían a papá. Sería un
asunto enorme porqué había pasado en la escuela. Y todo el mundo se enteraría.

Sabía cómo trabajaba esta escuela, si una persona se enteraba, todo el mundo lo
sabría inmediatamente. Y no estaba preparada para ser el ejemplo de violencia
doméstica de la escuela. ¿Has escuchado lo que le ha pasado a Alex Bradford?
Dios, yo nunca sería tan estúpida. Patearía su trasero.

Probablemente me pondrían al frente de la clase de salud, haciéndome contar mi


historia a los demás para que pudieran aprender de ella. Todo el mundo en las
clases pensaría que yo era una estúpida por no haber luchado. Se preguntarían
como podría amar a un chico como ese. Me llamarían patética.

Y, Dios, ¿qué hay de Bethany? “No parece tan bueno”, había dicho. “Ten cuidado”.
Si le dijera lo que acababa de hacer, pensaría que estaba en lo cierto con él.
Demostraría su certeza.

Sólo Dios sabía lo que haría Zack si se enteraba.

Y lo peor, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí, si le dijera a todo
el mundo la verdad, Cole me odiaría. Nunca me perdonaría.

145
Me odié a mí misma por pensar incluso sobre los sentimientos de Cole en este
momento, pero simplemente no podía evitarlo.

Crucé mis brazos sobre mi escritorio y recosté mi cabeza sobre ellos, lloré,
pensando en todas esas cosas y más. Pensando que esto no era como Cole. Él
estaba estresado. Tenía que estarlo, porque normalmente no hacía esto. Eran sus
problemas familiares.

Tal vez yo lo había empujado a hacer esto. Lo había empujado al dejar que Zack
me hiciera cosquillas en el estacionamiento y al no decirle que iba su casa esa
noche, no explicándole que Bethany estaba allí y que habíamos estado comiendo
masa de galletas y hablando de la caravana.

Tal vez incluso debería haberlo invitado a venir. Haber hablado con Bethany y
Zack sobre dejar que se nos uniera.

Debería haberle hecho ver que eso era completamente inocente. Que yo era
completamente inocente.

¿Qué habría pensado si yo fuera él? Por supuesto que habría pensado que algo
estaba pasando. Me habría enfadado, también, si hubiera visto a Cole saliendo
de la casa de una chica por la noche. Me habría sentido herida. Habría estado
impactada.

En algún momento mis lágrimas se convirtieron, de lágrimas de dolor a lágrimas


de tristeza y pesar. Podríamos haber roto ahora. Todo podría haber terminado.

Y de alguna manera eso resultó ser lo peor de todo. A pesar de que estaba herida,
avergonzada, incómoda y enfadada de que me hubiera hecho esto a mí, todavía
lo amaba. Todavía sentía como si estuviéramos destinados a estar juntos. Todavía
lo quería. Y lo había arruinado.

La campana sonó y me senté, me limpié la cara con el dorso de la mano y acabé


de poner los papeles en mi mochila, haciendo una mueca de vez en cuando,
cuando me olvidaba y utilizaba mi mano izquierda para mover o coger algo. Me
pregunté si Amanda, en la habitación contigua, había oído lo que acababa de
pasar. Probablemente no, o Zack habría irrumpido dentro. Al menos creo que lo
habría hecho. Nadie había escuchado nada. Era la única que lo sabía.

Me puse de pie y tomé algunas respiraciones profundas mientras me colgaba la


mochila en los brazos, y luego salí como si nada hubiera pasado. En lo que me
concernía, nada había pasado.

146
Traducido por maphyc

Corregido por Skylove

C
elia se dio cuenta de mi muñeca de inmediato.

—Santo cielo, ¿qué pasó? —gimoteó, arrastrándose sobre el borde de mi


cama, despertándome. Abrí un ojo para encontrarla, mirando
boquiabierta mi muñeca, que yacía sobre la almohada al lado de mi
cabeza.

—Nada —murmuré, ocultándola bajo las mantas—. ¿Qué quieres?

—De ninguna manera —dijo—, eso no es nada. Eso es horrible. —Retiró la sabana
e intentó agarrar mi mano.

La retiré y la golpeé contra mi cadera, y tuve que contener la respiración para


evitar llorar. Dolía como el infierno. Me senté, enfadada, escondiendo mi muñeca
en mi regazo.

—Me la golpeé con una puerta en el trabajo, ¿vale? No tiene importancia. ¿Qué
quieres Celia?

Hizo una mueca.

—Buenos días para ti también, Maria Sunshine. Sólo quería decirte que Shannin
llamó, y las abuelas están totalmente absortas con la comida de la fiesta de papá.
Encargaste el pastel, ¿verdad?

Rodé mis ojos. No con la fiesta otra vez. Lo juro, Celia, algún día con su
persistencia iba a hacer a un hombre completamente miserable. Todavía
teníamos unos meses para prepararlo todo, sin embargo, me preguntaba cada
día si había encargado el pastel, el cual no había encargado. Simplemente tenía
demasiadas cosas en mi mente.

—Me pondré a ello —le dije, deslizándome hacia el otro lado de la cama y
mirando el reloj. Tenía que trabajar en una hora. Lo que significaba que tenía que
tomar una ducha, vestirme, desayunar, y encontrar la manera de ocultar estos
moretones, con no mucho tiempo. Y todavía no había tenido noticias de Cole

147
desde ayer. Pensar en lo que pasó, hizo que la tristeza y el miedo cayeran sobre
mí de nuevo—. ¿Llamó Cole esta mañana?

—¿Aún no lo has encargado? Alex, esto es importante.

—También mi trabajo. Y la escuela. Y... ya sabes, no es como si tuvieras que


encargar un pastel meses antes, Celia. Dije que lo haría. Lo haré —solté, sacando
mi uniforme del armario—. ¿Llamó Cole esta mañana o no?

Celia me fulminó, todavía sentada en el borde de mi cama.

—No. No lo hizo. No hacer llamadas telefónicas tiene que ser una de las cosas
más fabulosas que tienen en común. Se suponía que tenía que hablar con
Shannin hoy. Ella va a estar súper cabreada si no encargas el pastel, ya sabes.
Dijiste que te encargarías de eso, así que está esperando que lo hagas

—Lo haré. —Prácticamente chillé, sacando la ropa interior de mi cajón y


dirigiéndome al baño—. Simplemente... Dios, Celia. Eres una...

Dejé la frase sin terminar mientras cerraba la puerta del baño. Pero la escuché al
otro lado llamando.

—El mundo entero no gira alrededor de Cole, ¡sabes! —Sus pasos resonaron por
el pasillo hacia su dormitorio, y abrí la ducha tan caliente como podía.

Mientras esperaba que la ducha calentara, me giré la mano y miré mi muñeca.


Estaba moteada y de color púrpura oscuro. Casi amarillo. Horrible. Me quité el
pijama y miré mi cadera, que no parecía mejor que mi muñeca. La toqué con
cautela, haciendo una mueca de dolor al tocar los pequeños golpes, pero se
sentía mejor. Los moretones no estaban tan mal como pensaba que estarían
originalmente. Esto, podría cubrirlo. Y, por suerte, era fin de semana. Tenía un par
de días antes de que tuviera que preocuparme de mantenerlo cubierto en la
escuela. Tal vez sanarían antes del lunes. Toqué el lado de la cabeza donde Cole
me había agarrado el pelo. Nada. Por lo menos no tenía que preocuparme por
eso.

Después de mi ducha, sequé mi muñeca cuidadosamente, luego apliqué


suavemente corrector alrededor. Cubrí el corrector con una masa de base líquida
de una vieja botella que encontré en el fondo del cajón del baño. Probablemente
uno de los de Shannin. Finalicé con polvo y la extendí para su inspección.

Nada mal. Mucho mejor de lo que estaba. Probablemente nadie se daría cuenta.
Tendrías que estar realmente buscando.

Supongo que medio esperaba ver el coche de Cole esperándome en el


estacionamiento de empleados en The Bread Bowl, pero no fue así. Estaba

148
llegando demasiado tarde para meditar sobre ello, por lo que simplemente dejé
el coche en el estacionamiento y entré, pero sólo para estar segura, me dirigí
hacia la puerta frente a la salida del estacionamiento.

No. No Cole.

Estaba tan distraída al entrar por las puertas de The Bread Bowl, que casi me
estrello contra el pecho de Dave.

—Guao —dijo, con una sincera cara de enfado cruzando su rostro. Estaba
sujetando un tazón de sopa y lo elevó por encima de su cabeza para evitar que
se derramase—. Ve con cuidado, Anna.

—Alex —le corregí, deseando entonces no haberlo hecho, cuando me fulmino


con la mirada por encima de sus hombros.

Entregó la sopa a una mesa, y aproveché eso como mi oportunidad de huir a la


oficina de Georgia para marcar. Ella estaba sentada ahí, estirando su cuello para
mirar hacia el comedor.

—¿Te chocaste con él? —susurró.

Negué con la cabeza.

—Casi.

—Oh, chica. Él va a estar detrás de ti ahora. Hoy se encuentra en un infierno de


estado de ánimo. Aquí viene. Consigue tu visera, rápido.

Tecleé mi número de identificación en el ordenador para reportar mi hora de


entrada, rápidamente me puse la visera sobre mi cabello, y luego tomé un
delantal de una percha junto a la puerta de la oficina y la até a mi alrededor.

Georgia tocó algunos números en la vieja máquina de sumar que estaba situada
en su pequeño escritorio, y luego anotó un número en un formulario.

—Todo este papeleo... —murmuró, dijo entonces en voz más alta:

—Hay un nuevo lote de bollos listos para ir al frente. Y mira qué más está listo
para poner. Sólo sigue ocupada y te irá bien.

Asentí con la cabeza y me dirigí hacia la cocina.

—¿Va todo bien contigo, Alex? —preguntó Georgia.

Me detuve, me apoyé de nuevo en el escritorio, y asentí.

—Sí. Estoy bien —mentí. Y por alguna razón que no podía explicar por completo,
las lágrimas brotaron de mis ojos. Volví la cara hacia abajo y actué como si me

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estuviera cepillando algo de mi delantal para evitar que Georgia lo notara.
Cuando volví a mirar hacia ella, estaba entrecerrando los ojos hacia mí, con la
cabeza inclinada hacia un lado.

—No pareces la misma en estos días, chica. Espero que estés cuidando de ti. No
haciendo nada estúpido.

Pensé en lo de ayer. Acerca de levantarme del suelo del laboratorio de tutorías.


¿Pensaría qué eso fue estúpido? Si le dijera que casi había hecho que Culo-
Granito derramara la sopa porque todavía estaba buscando esperanzadoramente
el coche de Cole después de lo que pasó ayer, ¿pensaría qué fui estúpida
entonces? En vez de decirle nada, simplemente sacudí la cabeza.

—No lo estoy. Simplemente estoy estresada, creo. No quiero meternos a ninguna


de nosotras en problemas con ya-sabes-quién.

Me miró de soslayo y entonces sacudió la cabeza y volvió a rellenar los


formularios en su escritorio.

—Si tú lo dices —dijo—. Tengo muchas cosas que discutir contigo. Eso sí, no
hagas nada estúpido, o voy a ir a por ti yo misma.

Rodé mis ojos exageradamente.

—Sí, mamá —dije. Ella movió su bolígrafo en el aire encima de su hombro.

El día se arrastraba, e intentando parecer constantemente ocupada finalmente


hizo parecer que no había trabajo por hacer.

Zack entró con sus padres para almorzar. Trajeron a Celia con ellos, quien se
quedó mirándome con una actitud súper presumida en su cara todo el tiempo,
sin duda diciéndoles cuan horrible hija era por no encargar el pastel de papá aún.
O quizás ella simplemente parecía presuntuosa porque era Celia.

Después de un rato, Zack se levantó a rellenar su soda, y se paró en el mostrador,


donde yo estaba rellenando el bote de galletas de chispas de chocolate.

—¡Psst! ¡Camarera! ¿Puedo recibir algún servicio por aquí? —siseó.

Lo miré.

—¿Qué necesitas? —pregunté, esforzándome por oír si Dave estaba aún en la


cocina con Jerry, jugueteando con la nueva receta de pan corporativo que
lanzarían en todas las tiendas en dos semanas

Movió las cejas hacia arriba y hacia abajo sugestivamente. —Bueno, doctor, tengo
este dolor en mi…

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—Ja, ja, ja —le dije sin expresión—. No puedo jugar. El dueño está aquí hoy.

—¿Y? —dijo, buscando en el bolsillo y sacando su tubo de plástico de palillos de


dientes. Abrió la parte superior del tubo, y sentí una bocanada de aceite de canela
salir. Ese era el nuevo sabor favorito de Zack, canela tan caliente que hacía que
sus labios se hinchasen—. Sólo quería decir hola. Y soy un cliente. No se puede
ignorar a los clientes, ya sabes. Tienes que cumplir con todas nuestras
necesidades.

—Dudo que Dave llame hacer gilipolleces contigo, cubrir las necesidades de sus
clientes. ¿Dónde está Bethany?

Tomó un sorbo de su bebida.

—En casa. Haciendo de niñera, creo. Tratando de ganar algo de dinero para
nuestro viaje. Sigue diciendo algo sobre el deseo que tiene de comprar un poco
de piel auténtica nativo americana o algo así. Si me aburro lo suficiente, voy a ir
y la molestaré. Dejar que los niños me aten o algo así. A menos que quieras ser
voluntario para el trabajo... —Otra vez con lo de los ojos sugerentes.

Por el rabillo del ojo, vi a Celia jalarse fuera de la cabina y deslizarse


silenciosamente al otro lado del restaurante, fingiendo que necesitaba rellenar su
bebida, también, pero manteniendo los ojos pegados en nosotros todo el tiempo.

—Parece que estás muy ocupado con señorita Personalidad para ir a pasar el rato
con alguien más.

Celia se deslizó junto a Zack. Él llevo la mano hacia atrás y le pasó un brazo
alrededor de los hombros.

—¿Qué? ¿Mi chica? —dijo Zack, arrastrando las palabras—. Ella puede ir conmigo.

—¿Ir a dónde? —peguntó Celia—. ¿A encargar un pastel de cumpleaños?

Hice una mueca.

—Escuchen niños, me encantaría charlar, pero ¿necesitan que les recuerde qué
se supone debo estar trabajando? Y si pierdo mi trabajo, no hay viaje a Colorado.

Celia rodó los ojos.

—¿Siguen hablando de ese estúpido viaje? Dios, cuando yo me gradúe, voy a ir


a un lugar increíble. Como Beverly Hills o la ciudad de Nueva York. Totalmente
no Colorado.

Instintivamente, mi mano se desvió de nuevo hacia mi cuello y toqué el collar.


¿Cómo podría Celia no estar interesada? ¿Estábamos tan alejadas?

151
—Mmm, Beverly Hills —dijo Zack, haciendo rodar el palillo—. Hogar de rubias
calientes en pantalones muy cortos.

Celia hizo una mueca y le dio una palmada en el pecho, retorciéndose de debajo
de su brazo.

—Eres repugnante. No me toques.

Él se acercó y le dio un codazo en el costado.

—Tocada —dijo. Luego se deslizo sobre el mostrador e hizo lo mismo conmigo—


. Tocada.

Celia gritó cuando él la tocó, y los rostros de varios clientes se volvieron hacia el
mostrador. Ella lo empujó hacia atrás.

—¡Tocada! —dijo. En voz alta. Y lo siguiente que supe es que estaban bateando
en las manos del otro, Zack saltando alrededor en una pose de esgrima, hablando
en un acento francés.

—¿Crees qué puedes vencerme en una batalla? ¡En guardia!

—¡Chicos! —les susurré—. ¡Basta! Me van a meter en probl…

Sentí a alguien detrás de mí. Pero siguieron con su espectáculo, Celia gritando:

—: ¿Qué, vas a tocarme con tu desagradable muñeca? ¿La has visto, Zack? Es
asquerosa. ¡Tocada! ¡ja ja!

Se me cayó el estómago. Tenía miedo de mirar detrás de mí, para ver quien había
oído el comentario de Celia. Mi conjetura es que todo el mundo en el restaurante
lo había escuchado.

Rápidamente recogí la espátula y empecé a meter galletas en el bote de las


galletas, a paso ligero, actuando como si no hubiera oído nada. Pero entonces,
oí otra serie de pasos silbantes detrás de mí, seguido por la voz inconfundible de
Dave.

—¿Qué está pasando aquí, Anna?

Inmediatamente, Celia y Zack detuvieron su lucha de dedos espada y se dirigieron


de nuevo a su mesa, donde los padres de Zack recogían la basura.

Me di la vuelta.

—Lo siento —le dije—. Esa es mi hermana. Ella es sólo... —Me callé, no estaba
segura de qué decir que no hiciese que grano en el Culo se enojase aún más de
lo que ya estaba.

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Georgia, que había sido la que había estado de pie detrás de mí, en primer lugar,
no dijo ni una palabra. Se quedó mirando mi muñeca, que extendí en frente de
mí torpemente, agarrando la espátula en el aire.

La cara de Dave era pétrea y roja. Cómo ver a alguien construir un muro de ladrillo
justo en frente de ti. Su mandíbula se movió hacia afuera un par de veces, y tomó
un respiro gigante. Casi esperaba que dejara salir el aire en un vendaval de gritos,
pero en su lugar simplemente dijo con mucha calma—: Este no es un lugar para
ti y tus amigos, o hermanos, lo que sea, para perder el tiempo. No puedo permitir
que los clientes estén molestos por un par de niños luchando alegremente
enfrente de la caja.

—Yo les decía... —le dije, pero él levantó una mano para hacerme callar. Se volvió
a Georgia, que seguía mirando mi muñeca. Dejé la espátula sobre el plato y hundí
mi mano tan hondo como pude en el bolsillo del delantal.

—¿Esto pasa todo el día? —preguntó, haciendo un gesto hacia mí—. ¿Es por eso
que esta tienda está perdiendo dinero? ¿Están los amigos de tus empleados
ahuyentando a todos los clientes, mientras beben recambios de soda gratis y
actúan como si este fuera su patio de recreo personal?

—No —dije, antes de Georgia pudiera incluso abrir la boca—. No. Nosotros no
jugamos por aquí. Además, mi hermana y su amigo estaban allí con sus padres.
Ellos pagaron.

Georgia se acercó y puso su mano en mi brazo. No tuvo que hablar para que
comprendiera el mensaje alto y claro: No intervengas en esto. Esta es mi lucha
para pelear.

—Trato de disuadirlos de charlar cuando sus amigos están aquí. Pero con esta
tienda estando tan cerca de la secundaria, no puedo mantener a los adolescentes
fuera. Nos iríamos a pique. Esto… —Georgia hizo un gesto hacia el comedor—,
es realmente una cosa de una sola vez.

—Cada vez que estoy aquí, Anna está charlando con algún amigo u otro —Dave
contrarrestó.

—Alex —murmuré, aunque sabía que no me oyó. Y aunque lo hiciera, nunca se


hubiera preocupado de hacer las cosas bien.

—Dave, realmente creo que nos deberíamos estar concentrando en las


promociones de otoño... —Georgia respondió, soltando mi brazo y entrando de
nuevo en su oficina. Mi brazo se sentía frío donde su cálida mano sólo había
estado descansando. Me estremecí.

153
Zack dijo adiós cuando se fueron, pronunciando la palabra lo siento en mi
dirección, y con mi mano izquierda me quede sosteniendo una bandeja medio
llena de galletas a un lado del mostrador, mi otra mano metida en el bolsillo del
delantal.

La saqué y la miré. Fui una estúpida al pensar que el corrector cubriría hasta los
moretones en forma de dedos. Todavía podía verlos, pareciendo podrido y negro
en una película de color beige.

Y Georgia, definitivamente podía verlos. Estaba mirando directamente a ellos.


Mirando justo a través del corrector y la base y el polvo al lío feo debajo.

La pregunta era... ¿podía ver a través de mí?

154
Traducción SOS Itorres y Clary

Corregido por niki26

D
urante un tiempo consideré simplemente ir a la oficina de Georgia y
sostener mi muñeca y contarle todo.

Después de todo, este era el tipo de cosas que le diría a mamá, ¿no?
Mostrarle los hematomas y llorar en su blusa y le decirle que todavía lo amas y le
preguntas qué se supone que debes hacer ahora. Y ella te daría consejos y diría
que te entiende y diciendo que eres hermosa y esto no te va a definir. Que no lo
hará, no importa qué, nunca definirá quién eres.

Pero cuando entré en la oficina de Georgia esperando el final de mi turno, ella


estaba sentada allí con un pañuelo de papel arrugado en la mano, y su voz era
rasposa, su nariz estaba cargada y me di cuenta de que no podía apoyarme en
ella hoy, porque hoy no era un buen día para que fuera mi mamá, y si realmente
lo fuera, no importaría porque tu madre es tu madre, sin importar qué clase de
día que esté teniendo. Y por mucho que Georgia era como una madre para mí,
no lo era y nunca sería mi madre, así que ella podía tener malos días de descanso.

Y entonces me acordé de Brenda, y cómo parecía que siempre estaba teniendo


malos días, y sentí pena por Cole, a pesar de todo, y podía entender por qué
estaba tan estresado y enojado con nadie en quien apoyarse. Y así sin más, me di
cuenta de que, en cierto modo, lo que pasó ayer ya había comenzado a definirme
de todos modos, estaba haciendo excusas de por qué me hizo daño.

Había oído los gritos ahogados que venían desde detrás de la puerta de la oficina
mientras terminaba de almacenar las galletas. Se prolongó durante lo que pareció
una eternidad. La voz de David, al fondo, subiendo, bajando, subiendo, bajando,
luego una respuesta con la voz de Georgia, de manera constante en voz alta.

Entonces David salió furioso, y unos segundos después vi su Lexus plateado


chillando lejos hacia el semáforo, pero antes de que pudiera volver a la oficina, la
fiebre de la cena comenzó y estaba demasiado ocupada como para hacer otra
cosa más que cumplir con los pedidos de sopa.

Oí un tintineo pesado como si Georgia cerrara la caja fuerte, y el crujido de su


silla de oficina mientras se empujaba a sí misma fuera de su asiento. Y entonces

155
se retiró a la cocina, donde permaneció hasta pocos minutos antes de que mi
turno terminara.

—Lo siento —le dije, mientras escribía mi número de identificación marcando mi


hora de salida—. Realmente les dije que se detuvieran. Espero no haberte metido
en problemas.

Ella apoyó un codo sobre la mesa y se palmeó la frente y luego me miró, con los
ojos enrojecidos y llorosos, débiles detrás de sus gafas.

—No lo hiciste —dijo—. Pero he salvado tu culo. Probablemente no seré capaz


de volverlo a hacer.

—Lo siento —repetí—. Quiero decir, gracias. Yo...

—No —me interrumpió—. Él es sólo un tonto. No le des la dignidad de responder


a esa mierda. Él no sabe nada acerca de la compasión.

Una lágrima se deslizó debajo de sus gafas, y se limpió con un pañuelo de papel.

—¿Georgia? —dije en voz baja—. ¿Todo bien?

Podría jurar que vi echarle la más pequeña de las miradas a mi muñeca. Se puso
de pie, tomó una respiración profunda, se secó sus ojos de nuevo, y dijo:

—¿Te gustaría tomar chocolate caliente?

No esperó mi respuesta. Pasó junto a mí y la seguí fuera de la oficina y de regreso


en enfrente, donde sirvió dos tazas de chocolate caliente y las llevó por el
comedor, al patio vacío en el exterior.

—Me estoy tomando un pequeño descanso —llamó a Clay, el nuevo empleado,


justo antes de dejar la puerta cerrada chasqueando detrás de nosotros.

Ya estaba oscureciendo. Las luces en el exterior del edificio estaban encendidas,


y las polillas revoloteaban a su alrededor locamente, chocando contra ellas varias
veces, como si pensaran que si podían volar lo suficiente en el lugar correcto,
podían pasar a través de la luz, después de todo.

Finalmente había comenzado a hacer frío en las noches, y deseaba haber traído
una sudadera con capucha conmigo. La brisa parecía azotar a través de mi
camiseta, y antes de que incluso me sentara estaba temblando.

Georgia puso las tazas sobre la mesa y sacó la misma silla en la que Bethany se
había sentado el día que vimos por primera vez a Cole aquí. Georgia usó su mano
para limpiar un par de hojas perdidas, luego se movió hacia el otro lado, hizo lo
mismo, y se sentó.

156
—Vaya, el invierno estará aquí antes de darnos cuenta —dijo, cogiendo su taza y
soplando en la parte superior. Pensé que tal vez podría ver flotar el vapor cuando
hizo eso, pero probablemente era sólo yo con la sensación de frío y pensando
que estaba más frío de lo normal.

—Se siente como que ya está aquí —le dije, acomodándome en la silla y
envolviendo ambas manos alrededor de mí taza—. Gracias por el chocolate
caliente.

Me despidió con un gesto.

—Lily ama el invierno —dijo, mirando por encima a la pista hacia los coches en
hora pico en fila de los semáforos, las luces delanteras encendidas y sus oscuras
ventanas—. Pero, oh, es un dolor, tratar de moverla de un lugar a otro con toda
la nieve y el aguanieve y hielo en una silla de ruedas. No estoy preparada para
ello todavía.

—¿Cómo le va a Lily en la escuela? —pregunté.

Georgia sonrió.

—Awww, le encanta este año. Tiene un gran maestro. Simplemente genial. —Se
quedó en silencio por un momento, saboreando el chocolate caliente. Seguí su
ejemplo y tomé un trago del mío también, calentándome al instante. El temblor
se calmó un poco, y tomé otro trago.

—Sabes —dijo al fin—, una cosa sobre el invierno es que puede ocultar una gran
cantidad de imperfecciones con toda esa grande y voluminosa ropa.

Me detuve en medio de mi trago y la miré por encima de mi taza. Todavía estaba


mirando a la carretera, su dedo índice envuelto en el asa de su taza.

Sin pensarlo, puse mi taza en la mesa y las manos en mi regazo.

—Uh-huh. —Mi voz era tranquila e incierta.

Finalmente, salió de su trance de la carretera y se reclinó en la silla, acariciando


su cuello.

—Puedo usar cuello de tortuga y ocultar este maldito cuello de pavo que tengo.

Me reí.

—No tienes un cuello de pavo —le dije, a pesar de que, ahora que ella lo dijo,
podía ver totalmente porque lo nombró así.

157
—Chica, sólo espera. Eres hermosa, pero con el tiempo tendrás cuarenta, y lo
siguiente que sabrás que estás tragando y escondiéndote detrás del sofá porque
se acerca el día de Acción de Gracias.

Nos reímos, y bebí mi chocolate caliente nuevamente, imaginando a Georgia con


un gran conjunto de plumas de la cola.

—Sólo asegúrate de que… —dijo, interrumpiendo mis pensamientos con un tono


muy serio—, no estás escondiendo cosas que no deberían estar ocultas.

Las risas se precipitaron de una a otra y murieron allí mismo, en mi garganta —


un arsenal estancado que creó un bulto tan grande que estaba segura que
Georgia podía verlo desde el exterior.

—No sé por qué... —le dije, mi voz sonaba toda extraña con ese bulto—. ¿Cómo
qué?

Ella extendió la mano y agarró la mía, la cual apoyé distraídamente sobre la mesa
de nuevo. Mi muñeca en realidad no se veía amoratada bajo el corrector en la
oscuridad. Parecía una muñeca perfectamente normal, y si no hubiera sido por la
forma en que sus ojos se veían líquidos y en búsqueda, podría haber negado que
estuviera allí. En cambio, sólo me atraganté.

—¿Está lastimándote? —dijo, su voz baja y urgente.

Y una vez más, tuve este pensamiento de que finalmente tenía mi oportunidad
de decir la verdad sobre lo que había ocurrido entre Cole y yo. Por fin tenía la
oportunidad de hablar acerca de eso. Para tener consejos.

Llorar, porque todavía lo amaba y estaba preocupada de que él estuviera enojado


y nunca regresara. Y llorar aún más fuerte porque sabía como sonaba lo que me
hizo y no quería ser esa chica, la que todo el mundo compadecía porque era
demasiada estúpida para dejar de amar a un abusador.

Pero, una vez más, decir esas cosas se sentía como un problema. Sabía que iba a
trabajar más duro que el infierno para evitar que vuelva a ocurrir. Y si sacaba todo
fuera ahora, después cuando él regresara, todos lo odiarían y lo perdería de
seguro. El bulto avanzaba palpitando y empezando a querer salir pero no podía
soltarlo. Tenía que mantenerlo allí, ondulante y seguro.

Sacudí mi cabeza.

Ella cerró los ojos unos instantes y tomó una respiración profunda.

—¿Estás segura? —preguntó—. Porque eso no se ve como un portazo para mí.


Parecen huellas dactilares.

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Una vez más, sentí como si mi muñeca estuviera en el fuego, sólo que esta vez el
fuego iba de mi brazo a mi cara, y estaba segura de que si abría mi boca una vez
más, todo podía salir de mí en una avalancha. Tiré mi mano lejos de ella y me
puse de pie, la parte de atrás de mis rodillas empujando la silla en el patio, con
un fuerte sonido.

—Me tengo que ir —dije. Y antes de que Georgia pudiera discutir, me di la vuelta
y atravesé el restaurante y salí por las puertas por donde había venido al
comienzo del día.

Estaba cavando a través de mi bolso en busca de mis llaves y concentrada tan


fuerte en salir rápido, antes que Georgia pudiera venir detrás de mí. Ya casi había
llegado hasta mi coche cuando vi a Cole apoyado en él.

En un instante, mis dedos estaban entumecidos y se me cayeron las llaves al


suelo.

—Hola —dijo, empujándose del lado del auto y caminando por la acera—. Estaba
esperándote.

—Tuve una reunión con mi jefa —le dije, deteniéndome a una buena distancia
de él. Intentaba parecer fría y desinteresada, pero estaba segura de que podría
ver mi pecho jadeante y bajo la fuerza de mi corazón.

—Lo sé —dijo—. Te vi.

¿Estás espiándome ahora? Mi mente hizo eco de nuestra pelea anterior, pero alejé
ese pensamiento. Sólo hay una manera de entrar y salir del estacionamiento de
empleados de The Bread Bowl y requiere que pases por la tienda. Probablemente,
él sólo condujo pasándonos cuando llego aquí.

Insegura de que hacer a continuación, tomé un complicado paso hacia la puerta


del lado del conductor, golpeando el botón de desbloqueo de la llave. Las luces
amarillas iluminaron su frente, haciendo que se parezca a los bordes de mis
contusiones. Una vez más, empujé esos pensamientos e intente, con cualquier
vacilante agarre que me quedaba, mantener mi actitud de no-me-importa-nada.

Pero, finalmente, con el cuero de su chaqueta crujiendo, se movió hacia adelante,


tomando mis mejillas con sus manos.

—Alex —respiró, y luego me tiró en un abrazo. Yo traté de no reaccionar, de sólo


estar rígida, pero podía sentir el desentumecimiento. No pude lograr abrazar a
Georgia. No podía lograrlo con nadie. No con Betania o Zack o incluso mi padre.
Pero podía tenerlo de Cole. Y no importaba lo que había hecho, se sentía tan
bien, no importaba quien estaba viéndonos.

159
Me apreté contra él. Mi cuerpo sentía hambre de él, y durante un breve segundo
imaginé que nada había sucedido y que todo estaba bien. Todo era perfecto.
Aunque sabía que no lo estaba.

Él estaba deslizando sus manos por mis brazos. Se detuvo en mis manos y se
retiró, a inspeccionando mis muñecas. Las miró, soltó mi mano buena y trazó mi
muñeca herida suavemente con su dedo índice. La levantó y besó, suavemente,
tiernamente, una vez, dos veces, tres veces.

—Mi Emily Dickinson —susurró, y cuando buscó mi rostro de nuevo, pude ver
tristeza al igual que antes en el lago—. Estoy tan triste —dijo—. Mi Alex, lo siento
tanto.

Jalé mis brazos lejos de él y se echó hacia atrás.

—Deberías —le dije, mi voz irregular—. Tú sólo asumiste que me acostaba con
cualquiera. Ni siquiera me dejaste explicar.

Llegó hacia mí de nuevo, pero de nuevo retrocedí, determinada a dejarle saber


cómo me sentía sobre todo lo que había sucedido.

—Lo siento —dijo de nuevo—. Yo debería haber… tienes razón… es


simplemente… ¡Dios! —Se dio la vuelta y pateó a la pared de The Bread Bowl,
llevando sus manos en los bolsillos de su chaqueta—. Se trata de mis padres.
Brenda se puso a sí misma en el hospital de nuevo. Y mi papá… deberías pensar
que todo el maldito era el baloncesto. Y me dijiste que no ibas a dejar que Zack
te tocara. Yo sólo… no puedo lidiar con ello, Alex. —Él siguió tambaleándose
hacia mí, agarrando mis brazos y empujándome hacia él. Podía sentir su
frustración corriendo a través de su cuerpo. Él mismo se envolvió alrededor de
mí, escondiendo su rostro en mi cuello—. Tú entiendes —dijo. Podía sentir su
aliento en mi cuello, poniéndome la piel de gallina—. Sé que entiendes. Eres la
única que lo hace. Por favor, perdóname, Alex. Por favor. No sé qué haría sin ti.

Lágrimas, de alivio, de tristeza, de comprensión, caían en mi cara, mojando tanto


nuestras mejillas.

—Te juro que nunca te haré daño otra vez —dijo en mi cabello. Y, luego, se volvió
conmigo a fin de que mi espalda estuviera contra el coche, y me besó como
nunca me habían besado antes, sus manos corriendo encima de mí, como si
estuviera reemplazando todas las partes que estaban en el presente, sin
interrupciones, sin daños.

Después de un largo tiempo, se empujó hacia atrás. Corrió sus manos a través de
su cabello, luego las paso a través de su cara, la cual estaba cubierta con rayas de
mi rímel. Utilizó su pulgar para limpiar mis mejillas, tan suavemente que apenas
pude sentirlo contra mi piel.

160
—Nunca te hare daño otra vez —susurró, y yo le creí.

Esto era nada, me convencí a mí misma. Podía arreglarlo. Podríamos arreglar esto
juntos.

Me alegré mucho de estar fuera de The Bread Bowl antes de decirle a Georgia la
verdad.

No le diría a nadie. Lo que había sucedido sería nuestro secreto. Él y yo podríamos


compartir esto solos. Otra razón por la que él y yo teníamos que estar juntos. Ya
hemos compartido tanto. Este es otro pedazo de nosotros que tenemos y sólo
nosotros lo tenemos.

Podía sentir mi cuerpo relajado cuando él me tiró más contra él, como si estuviera
sosteniendo a un salvavidas, susurrando y dando besos en el vello de la nuca de
mi cuello. Y más que nada, estaba feliz que no tendría que decirle a nadie lo que
paso entre nosotros.

Una hora más tarde, mis labios estaban entumecidos por el dolor de todos los
besos, mis ojos cansados de todos los llantos, sabía que había hecho lo correcto
al mantener este secreto. Yo era todo lo que Cole tenía. Lo entendía. Y nosotros
podríamos trabajar en esto juntos. No me sentía culpable en absoluto por dejar
a Georgia sentada en el patio sola.

Simplemente… no esperaba que ella todavía estuviera allí cuando conduje por el
camino a mi casa, con los ojos en el auto de Cole siguiéndome.

161
Traducido SOS por PaulaMayfair

Corregido por niki26

T
odavía llevaba el café que Cole había traído cuando me recogió para la
escuela, y casi se me cayó sobre él cuando Bethany se unió a mí.

—¿Adivina qué? —dijo ella, prácticamente burbujeando—. ¿Adivina qué?

—¿Qué? —dije, tirando el brazo lejos de sus manos agitadas para salvar a mi café.

—Cuidado —espetó Cole, retrocediendo, como si estuviera siendo golpeado por


una ola hirviente gigante o algo así. Era curioso cómo la presencia de Bethany
podría dejar sin aliento a Cole como eso. Hace pocos minutos había estado de
pie en mi puerta, sonriendo con un café humeante, besándome después de que
tomara un sorbo, chasqueando los labios y diciendo: ¡Mmm, dulce! ¡Y el sabroso
café, también! y haciéndome reír. Él acababa de estar bromeando conmigo en el
coche, apretando mi rodilla y poniendo mi nombre en quintillas sucias, haciendo
planes para todas las cosas que nos gustaría hacer juntos durante las vacaciones
de Navidad. Y ahora estaba espetando hacia nosotras como si se hubiera
despertado del lado equivocado de la cama esta mañana.

Pero su estado de ánimo no hizo hacer nada para sofocar Bethany.

—¡Zack consiguió el principal en The Moon for Me and You! —chilló—.


Disgustado total. Mickey Hankins pensó que lo tenía en la bolsa. Mickey esta,
como, volviéndose loco ahora. En la oficina de la enfermera, llorando. Te lo juro
por Dios.

Mickey Hankins tenía buenas razones para pensar que conseguiría el principal en
el musical. Después de todo, él había tenido el principal en todas las cosas de
teatro desde que estaba en el vientre materno. Pero Zack había trabajado muy
duro durante el verano en el campamento de drama e incluso había tomado
clases privadas de voz con una estudiante universitaria, una chica que llamaba
Pechos Grandes Belinda. Él estaba consiguiendo salir en su último año como un
principal en lugar del coro zumbante en una sola producción, y estaba
definitivamente fuera de la cabeza de Mickey Hankins.

En mi opinión, Mickey nunca tuvo una oportunidad. Zack había estado


increíblemente bien.

162
—Oh, Dios mío, no puedo creer que me olvidé de pruebas la semana pasada.
¡Eso es increíble! —chillé—. ¿Dónde está?

—Afuera —dijo ella, mirando hacia las puertas dobles—. Quería llamar a su mamá
y decirle. Ella estaba muriendo por saber.

Me volví a Cole, que seguía con el ceño fruncido a mi café.

—¿Has oído eso? —dije con entusiasmo, tirando de su brazo. Había actuado tan
apenado en las dos semanas desde el incidente de la muñeca. Tenía la esperanza
de que haría otro intento en llevarse bien con Zack. O que al menos podía fingir,
por mi bien—. Vamos, salgamos y felicitémoslo. Tiene que estar tan feliz.

—Paso —dijo Cole, tirando de su brazo fuera de mi alcance.

Traté de ignorar la mirada que revoloteó en el rostro de Bethany. Estaba bastante


segura de que había pasado la etapa de tener miedo de rechazar a Cole frente a
mí. Y estaba bastante segura de que no podía culparla. No es que ninguno de los
dos parecía importarle qué tipo de posición incómoda su pequeña enemistad me
ponía todos los días.

Bethany continuó.

—Vamos a celebrarlo después de la escuela en El Manuel's. Ven. Todo lo que


puedas comer en salsa, extra caliente, y piñas coladas vírgenes, extra ñam...

—Está bien. Sí. Por supuesto —dije—. Tengo la noche libre. Vamos a estar allí.

—No —dijo Cole a mi lado—. No, no lo haremos.

—Cole —dije, volviéndome y serpenteando mis brazos con los suyos—. ¿No
puedes intentarlo? ¿Sólo por esta vez? ¿Por mí? —Pestañeé, tratando de hacerle
reír como había estado haciendo en el coche.

Él suspiró y me dio un beso en la nariz.

—No puedo —dijo—. Práctica de baloncesto, ¿recuerdas?

—Oh —suspiré—. Me olvidé de la práctica. —Me volví hacia Bethany—. Le


prometí que iría a mirar. —Bethany visiblemente se marchitó, y dejé escapar un
profundo suspiro—. Cole... Quiero decir, es sólo la práctica, ¿no? Y Zack trabajó
muy duro para esto durante todo el verano. Me iré de Manuel's temprano y veré
el final de baloncesto, ¿de acuerdo? Voy a hacer ambas cosas.

Oí Bethany soltar un gruñido frustrado, pero la ignoré. Si ella quería que yo


tragara salsa y piñas coladas con ella, iba a tener que ceder un poco, también.

El rostro de Cole se suavizó.

163
—Está bien —dijo—. No hay problema. Sólo voy a ir a la clase. —Me apretó la
mano, me dio un beso en la frente, sonrió a Bethany y se alejó.

Me quedé detrás de él, mi estómago obteniendo una mala sensación, a pesar de


que había accedido, todavía se sentía como si estuviera enojado conmigo. Era la
misma sensación extraña en el aire que llegué justo antes del incidente de la
muñeca. Bethany me agarró del codo y comenzó a tirar.

—Olvídalo —dijo ella—. Vamos. Ahí está Zack.

Nos encontramos con Zack justo cuando atravesaba las dobles puertas desde
afuera. Su rostro estaba iluminado con una sonrisa tan amplia que pensé que
debería haberle dolido.

—Felicitaciones —le dije, caminado hacia él y dándole una palmada en la espalda.


Bethany se movió al otro lado de él, saltando con pasos cortos y mirándolo con
tanta lealtad que casi parecía un cachorro.

—¿Qué dijo tu madre? —dijo—. Apuesto a que ella horneará un pastel de hoy.

Zack envolvió con sus brazos alrededor de nuestros hombros.

—Señoras —dijo arrastrando las palabras elaboradamente—. Hoy la fiesta


mexicana va por mí. Algún día, cuando me vean en la televisión aceptado mi
Oscar, pueden decir —Su voz cambio por una voz chillona de chica—. Oye, ese
tipo me dio un gran burrito cuando consiguió su primer principal, y era caliente,
¡sexy!

—EW —chillamos ambas, golpeando su pecho y esquivando de debajo de sus


brazos.

Se echó a reír, y luego en la voz de chica agregó:

—Y me lo comí todo. Noche. Larga.

Rompimos en carcajadas, los tres riéndonos y chocando con la gente y diciendo


cosas estúpidas en nuestro camino al primer período.

Excepto.

Bueno, excepto que estaba culpablemente mirando por encima de mi hombro y


en cada puerta y escalera, esperando que mi novio no estuviera mirando,
espiándome, pensando que yo estaba parada demasiado cerca de mi mejor
amigo.

¿Cuándo mi vida se había convertido en esto? ¿Cuándo había comenzado a


preocuparme de que ser feliz por mi mejor amigo estaría haciendo a alguien
enojarse?

164
Traducción SOS por Lalaemk

Corregido por niki26

P
ara el momento en que llegamos a ‘Manuel’s’, la práctica de baloncesto ya
llevaba media hora. Zack había tenido que parar en la oficina del Sr. Tucker
para recoger el guión de su papel en la obra.

Bethany y yo esperamos fuera de la oficina del Sr. Tucker, pensando que sólo
tomaría un minuto, pero al parecer el Sr. Tucker tenía planes de explicar toda la
obra a Zack mientras nos sentábamos en el pasillo, donde me puse cada vez más
agitada.

—¿A qué hora crees que terminé el baloncesto? —pregunté, mordiendo la piel
alrededor de la uña del dedo pulgar.

Bethany hizo un ruido suave y evasivo, encogiéndose de hombros mientras se


inclinaba sobre su tarea, lo que probablemente debería haber estado haciendo
también, pero estaba demasiado nerviosa para concentrarme.

—¿Crees que incluso estaremos en Manuel’s antes de que termine? —pregunté,


escupiendo un pedazo de piel al suelo.

—No lo sé —dijo Bethany, sin levantar la vista de su tarea.

Me levanté, caminé por el pasillo un par de veces, y luego me deslicé a donde


había estado sentada antes.

—Dios, ¿por qué está tardando tanto? —dije.

Bethany dejó el lápiz sobre su libro.

—En serio, Alex —dijo—. ¿Qué pasa si no llegas a la práctica de Cole a tiempo?
¿Qué va a hacer? ¿Romper contigo?

—Es sólo que... —Hice señas hacia la puerta del señor Tucker—. Quiero decir, iba
a estar de vuelta pronto. Pero esto está tomando una eternidad, y como que tenía
planes...

—Bien —dijo, tomando nuevamente su lápiz—. Entonces ve con… tus planes.


Estoy segura que Zack entenderá. Dado que tus planes son más importantes.

165
—No es así —dije en voz baja, herida. Pero antes de que pudiera decir nada más,
la puerta de la oficina del señor Tucker, por suerte, se abrió, y Zack salió, llevando
un guión en la mano.

—Vámonos —dijo, enrollando el guión y poniéndolo en su bolsillo trasero


mientras Bethany guardaba sus cosas en su mochila.

—¡Excelente! —dijo, cerrando la cremallera de su mochila y poniéndose de pie—


. El aire en el pasillo está congestionado. Tienen que poner un poco de ventilación
aquí. El mismo aire sólo está dando vueltas y vueltas y poniéndose viejo.

Puse los ojos en blanco, pero decidí dejarlo pasar. Simplemente no tenía la
energía para jugar de intermediario entre ellos y Cole.

Una vez que entramos a Manuel’s, la tensión entre Bethany y yo se aligeró. Zack
era tan boyante que era imposible permanecer enojada. Siguió añadiendo la
palabra "el" al principio de todo y "o" al final de las mismas (Vamos a tener el
mesa-o para el tres-o, el favor-o) e insistió en decir "Hakuna matata" a todos los
que pasaban. Estábamos riendo incluso antes de sentarnos.

—Así que la noche de apertura será el diez de marzo —dijo Zack, sacando su
guión de su bolsillo y extendiéndolo sobre la mesa frente a él—. Van a venir,
¿verdad?

—Por supuesto —dijo Bethany—. No hay manera de que me lo pierda. Podrías


tener un mal funcionamiento de vestuario, y ¿qué clase de amiga sería si no estoy
allí para reírme cuando suceda? —Le dio una amplia sonrisa falsa, todos los
dientes.

—Además —agregué, metiendo una papa en mi boca—, realmente necesito


trabajar en mis habilidades de exclamación. —Ahuequé una mano alrededor de
la boca y grite dentro de ella—. ¡Apestas, niño de mamá!

—Jar jar, ustedes son demasiado graciosas. Voy a contratar a un portero para
patear su trasero —dijo, limpiando el queso caído en su guión con el pulgar—.
Oigan, chicas, escuchen la letra de esta canción que tengo que cantar. 'Tengo
algo en mi mano, mi amor. Voy a dártelo, mi amor. Vivo para oír tu extasío. Esta
noche los dos estaremos extasiados. Por lo que tengo en mi mano es la diáfana,
brillante, luna romántica de diciembre’. Dios, ¿cuándo fue escrito esto?

Bethany y yo nos miramos la una a la otra y nos echamos a reír.

—Te reto a bajarte los pantalones y le enseñes tu culo a la multitud mientras la


cantas —le dije, tratando de no ahogarme con mi papa mientras me reía.

166
—Oh Dios mío —Bethany jadeó entre risas—. ¿Cuál es el título de esa canción?
¿'La Espeluznante Canción Exhibicionista’? Tengo algo en mi mano, mi amor...

Me reí a carcajadas, escupiendo migajas de papas sobre la mesa hacia Zack, que
se secó la frente de forma dramática, manteniendo su cara seria mientras Bethany
y yo prácticamente caímos debajo de la mesa, riendo tan fuerte.

—Está bien, está bien —dijo—. Ríanse, ustedes dos. Adelante. Jar jar. Son tan
morbosas. —Pero cuando eso sólo nos hizo reír más fuerte, él perdió su cara seria
y se esforzó por no reír, también—. Muy bien, eso es todo, —dijo, visiblemente
tratando de mantenerse sereno—. Ustedes dos no paran de reír y yo tengo algo
en mi mano para ustedes. —Levantó un puño como si nos fuera a noquear.

Y sólo así, dejó de ser gracioso.

Dejé de reír y me senté, Bethany inclinándose contra mí, ajena a mi cambio de


humor. Pero Zack frunció las cejas hacia mí, desplegando su puño a una palma
abierta, que levantó con estilo de rendición. Me miró demasiado, y alisé la
servilleta en mi regazo, aclarando mi garganta para cambiar de tema.

—Ustedes chicos —dije—, probablemente debamos ordenar. Al menos tengo


que intentar llegar a la práctica de Cole. —Y entonces me odié a mí misma por
decirlo, sobre todo después de que Bethany gimió.

En el momento en que pagamos la cuenta, sabía que no había manera de que la


práctica todavía estuviera en marcha. Cuando me metí en mi coche en el
aparcamiento de ‘Manuel’s’, el cielo ya había empezado a oscurecer, y un viento
frío comenzaba, azotando una bolsa de plástico en mi coche tan pronto como
abrí la puerta.

No perdí tiempo para salir de la zona de aparcamiento, sólo en caso de que aún
pudiera alcanzar a Cole, incluso en el último minuto. Sería genial si pudiera hacer
que había estado allí todo el tiempo, observando, por un largo rato. Entonces tal
vez él nunca se daría cuenta.

Me despedí de Bethany y Zack mientras salía del estacionamiento. Estaban de pie


junto al coche de Zack, inclinados sobre el guión, las mejillas de Bethany
hinchadas con una sonrisa, sus dedos empujando sus gafas sobre la nariz cada
pocos segundos. Zack medio se despidió antes de poner un palillo de dientes en
su boca.

El baloncesto debió haber terminado desde hace un rato, ya que el


estacionamiento de la escuela era un pueblo fantasma. Totalmente vacío. Incluso
el coche del entrenador se había ido.

Y, por supuesto, el coche de Cole se había ido.

167
Aparqué, salí, corrí a la puerta lateral por el gimnasio, y tiré de la palanca. No sé
lo que esperaba, supongo que tal vez que estaba equivocada. Que Cole todavía
estaba aquí, esperándome. Que su coche no se había ido y que me vería,
saludaría, y trotaría a abrazarme, su hombro sudoroso contra mi mejilla.

Pero la puerta estaba cerrada con llave.

La pateé con frustración y caminé de regreso al coche, donde me senté, con


incertidumbre por unos minutos. Revisé mi teléfono. Sin mensajes. Sin textos.

Marqué su número de móvil. Sonó. No hubo respuesta.

—Oye, Cole —le dije al correo de voz—. Estoy en la escuela. Parece que me lo he
perdido. Lo...

Lamento estuvo a punto de salir de mi boca, pero de repente tuve la certeza de


que esto había terminado para ambos, no podía seguir. Ya había puesto
demasiado en esta relación. Ya había perdido tanto en hacer que funcionara con
Cole. Estaba perdiendo a Bethany. En cierto modo ya había perdido a Zack, estos
días, pasaba más tiempo con mi hermana que conmigo. Si perdía a Cole, también,
¿qué era exactamente lo que me quedaba? ¿Celia? Odiaba mis agallas. ¿Shannin?
En la universidad. ¿Georgia? Ella tenía su propio hijo al que cuidar, además de
que ya había establecido con ella lo que quería con su consejo cuando acudí con
ella el otro día. ¿Papá? En realidad tendría que estar allí para que lo perdiera.

Colgué y me mordí el dedo pulgar de nuevo, pensando las cosas. Si iba a su casa,
lo más probable es que estaría muy enojado conmigo. Pero lo más probable era
que ya estuviera muy enojado de todas maneras. Y si tal vez acudía a él esta
noche, podría suavizar las cosas. Si esperaba hasta mañana en la escuela, sólo
tendría unos minutos entre clases para hablar con él.

Estaba decidido.

Puse el coche en marcha y me dirigí hacia la casa de Cole.

168
Traducido por RoChIiI

Corregido por niki26

B
renda abrió la puerta. Había luces encendidas en la cocina detrás de ella, y
pude tener una buena mirada de ella por primera vez.

Curiosamente, su piel tenía el mismo matiz azul iluminado por la pantalla


de la televisión que tenía cuando la conocí por primera vez en la oscura sala de
estar. Sin embargo, había algo más cálido en ella de alguna manera.

—Alex —dijo en ese pequeño maullido de ella, tirando para abrir la puerta y
dando un paso al costado para dejarme entrar—. No sabía que Cole te estaba
esperando. Entra.

—Él no me esperaba —le dije, dando un paso a través de la puerta—. Me perdí


el baloncesto. ¿Él está aquí, entonces? —Sonaba tan casual que casi me creí que
no era un gran problema. Que mis palmas no sudaban y no lo imaginaba
rompiendo conmigo en los próximos cinco minutos.

Ella asintió con la cabeza, volviéndose y dirigiéndose hacia la cocina. La seguí.

—En su habitación —dijo—. Estoy haciendo algo para cenar.

Parpadeé hacia ella. Era casi como si fuera una mujer completamente diferente.
Había una olla de sopa hirviendo a fuego lento en la estufa a su espalda, y la luz
del horno estaba encendida, iluminando un lote de magdalenas dentro. Había
música saliendo de una radio encima del refrigerador, y se balanceo un poco con
ella mientras hablaba.

Era como cuando el padre de Cole estaba alrededor, Brenda era una especie de
zombi, pero cuando él se iba, estaba viva.

Una vez más, estaba atorada con dolor por Cole y con lo que él tenía que vivir.
Brenda era todo menos la madre perfecta, y su padre era tan brusco y mordaz.

A pesar de que mi familia no era exactamente perfecta, la familia de Cole parecía


tan... rara. Como si su padre fuera la energía negativa que venció a la familia, y
sin embargo, era el motor que la mantenía en marcha. Como si para mantener
viva la familia de Cole… tuviera que ser malo y aterrador. No era extraño que a
Cole le gustara mantener su teléfono celular apagado. No me extrañaba que no

169
quisiera pasar el rato en su casa. No me sorprendía que él fuera tenso e
impredecible a veces.

Brenda se volvió y agitó la sopa, y me quedé incómoda a su lado, preguntándome


si ella iba a llamar a Cole para que baje o si debería subir a su habitación.

—¿Quieres quedarte a cenar, Alex? —dijo por encima del hombro—. Vamos a
tener bastante.

Lo apuesto, pensé, mirando a sus pequeñas muñecas y la columna vertebral de


pájaro, que se asomaba en pequeñas salientes, incluso a través de su cuello de
tortuga. Parecía como si no hubiera comido en meses.

—Está bien —le dije, haciendo caso omiso de las protestas de mi estómago,
todavía lleno de guacamole y tortilla. Esto podría ser una gran manera de hacer
las paces con Cole, cena con él y su mamá. Por la forma en que estaba actuando
esta noche, puede que incluso pasáramos un buen rato.

—¿Puedo subir? —pregunté.

Ella me miró, y por tan sólo una fracción de segundo me pareció ver esos agujeros
negros detrás de sus gafas de nuevo. Pero sus pequeños diminutos labios de niño
se detuvieron en una sonrisa, y ella asintió con la cabeza.

—Por supuesto.

Subí los escalones. La puerta de Cole estaba abierta. Podía oír sonidos metálicos
suaves saliendo de la habitación y di un paso hacia el umbral para verlo sentado
en su amplificador, de espaldas a la puerta, tocando su guitarra eléctrica, que no
estaba enchufada. Me quedé en la puerta, aferrándome al marco ligeramente con
mis dedos, y lo observé.

Llevaba un par de pantalones vaqueros y estaba descalzo y con el torso desnudo.


Tenía el pelo mojado, unos riachuelos de agua bajaban por detrás de su cuello.
El aire de la habitación olía como a calor corporal y jabón, como si acabara de
salir de la ducha.

Por un momento me quede adormecida. Estaba tan hermoso allí sentado en su


amplificador. Y me sentí como la peor novia del mundo. Yo lo había abandonado,
después de que prometí que iba a estar allí para él.

Tuve planes con él primero, y lo dejé por Zack y Bethany, después de que el
hiciera un esfuerzo por ser comprensivo acerca de por qué había cambiado
nuestros planes.

Mi mano se quedó en mi clavícula, mis dedos presionando contra las diminutas


gotas en el atrapa sueños.

170
—Cierra la puerta —dijo Cole, haciéndome saltar. No se había dado la vuelta, no
había dejado de rasguear su guitarra, pero sabía que estaba allí—. Dije cierra la
puerta —repitió cuando no respondí.

Entré e hice lo que había pedido, pero paré justo en la puerta, sin saber qué hacer
a continuación. No se volvió a mirarme, no dejó de rasguear. ¿Se suponía que
debía ir con él? ¿Esperar a que venga a mí? Esta era la parte de nuestra relación
que estaba empezando a realmente odiar, la parte en la que tenía que tratar de
adivinar lo que le haría feliz. O, con más precisión, lo que le impediría enojarse.

—Salí más tarde de lo que pensaba —le dije, tratando de mantener la voz lo más
cerca de lo normal posible—. Fui a la escuela, pero todo el mundo se había ido.

Finalmente se volvió. Tenía la mirada en su rostro que alguien da cuando has


dicho algo tan ridículamente estúpido que no puede creer que siquiera abriste la
boca.

—Sí. Nos habíamos ido. Eso es lo que hacemos cuando la práctica terminó hace
una hora.

Tiró de la correa de la guitarra por la cabeza y puso la guitarra en el suelo a su


lado. Se volvió hacia mí, luego inclinó su espalda contra la pared detrás de él y
estiró sus piernas, cruzando sus pies delante de él, entrelazando sus manos y
descansándolas en su regazo. Como si no le importara nada en el mundo. Como
si no estuviera furioso conmigo. El aire del dormitorio de repente se sintió muy
frío. Como si toda la felicidad hubiera sido succionada. Algo así como se había
sentido el laboratorio justo antes de que el aferrara mi muñeca.

—Mira —le dije, tratando de sonar confiada. Tratando de sonar como si


realmente no fuera gran cosa. Tratando de calentar el aire a mí alrededor—. Dije
que lo sentía. No sé...

—¿Lo sientes? —dijo, su voz resonando en la casa tranquila—. Me dejaste por


otro chico, Alex. Una vez más. El mismo tipo. ¿Por qué no admites que lo quieres,
eh? Él te quiere a ti ¿Por qué no los dos de ustedes se van y son muy felices
juntos? Me importa una mierda, sólo hazlo.

—No lo quiero —le dije, dando un paso hacia adelante—. Y él no me quiere. Te


quiero a ti, Cole, en caso de que no te dieras cuenta.

—¿Sabes? No me di cuenta. Porque estaba demasiado ocupado notando que mi


supuesta novia es una puta que parece que no puede hacer mantenerse a sí
misma lejos de su vecino de al lado para venir a mi práctica como dijo que lo
haría. Oh, quiero decir mejor amigo. Vecino la hace sonar como una prostituta
total. Mejor amigo es más como de... puta.

171
Me puse rígida.

—No soy una puta, y no estoy haciendo nada con él. Y él es mi mejor amigo —
le dije, mi voz más alta y temblorosa—. No es totalmente inaudito que un chico
y una chica sean mejores amigos sin nada más sucediendo, ya sabes.

Él asintió con la cabeza con sarcasmo, mirando como si apenas se aguantara la


risa.

—Lo que sea, puta —dijo—. ¿Tú y Bethany le dieron un buen regalo de
felicitaciones por conseguir el papel grande en la obra?

De repente, todos esos sentimientos de preocupación habían desaparecido,


reemplazados por la ira. Iba demasiado lejos. ¿Qué clase de novio llama a su
novia una puta a la cara? ¿Quién actúa de esa manera? Yo amaba a Cole, pero a
veces amarlo se sentía como si estuviera en una montaña rusa y no pudiera
recuperar el aliento entre las inmersiones y vueltas. Y a veces yo sólo quería
bajarme.

—Deja de llamarme así, Cole. Si eres demasiado denso para ver que...

—¿Denso? —La ira brilló en sus ojos y vi los músculos de su estómago tensarse,
pero no me importaba. Estaba enojada.

—Sí, es la forma en que actúas. Denso y celoso y estúpido y grosero.

—Cállate, puta —respiró, pero yo seguí.

—Y si no fueras tan terco y en realidad trataras de llevarte bien…

Pero antes de que pudiera siquiera envolver mi boca alrededor de la sílaba


siguiente, él estaba fuera del amplificador y al otro lado de la habitación, con una
mano en mi cuello. Hice un pequeño ruido de sorpresa en la parte posterior de
mi garganta, pero él estaba apretando demasiado fuerte para decir nada. Mi
mano llegó hasta la suya, pero antes de que pudiera apalancar los dedos de mi
cuello, su otra mano, acurrucada en un puño apretado, llegó a lo alto de mi
mejilla, dos veces, con fuerza. Vi destellos de luz con cada golpe, y dolor
quemando a través de mi cara. Grité de verdad esta vez.

—No vuelvas a decirme qué hacer —dijo Cole, tan lleno de furia que pedazos
espumosos de saliva se reunían en las esquinas de su boca—. Nunca vuelvas a
decirme qué hacer. Lo juro por Dios, Alex. No. Lo. Hagas. —Él sacudió mi cuello
con cada palabra, mi cabeza tirando atrás y adelante como el de una muñeca de
trapo.

Así de sencillo, mi enojo fue sacudido directamente de mí. De repente no parecía


gran cosa ser llamada una puta. De repente todo lo que importaba era el zumbido

172
en mis oídos y el hecho de que mi ojo se sentía como gelatina y mis rodillas
querían salir de debajo de mí.

—Está bien —lloré, mi ronca voz pasando más allá de su estricto control sobre
mi garganta. Llevé mi mano hasta mi cara, porque no podía pensar en otra cosa
que decir o hacer más que cubrirme y estar de acuerdo con todo lo que él dijera.
Lo que sea que hiciera falta para hacer que parara—. Está bien, está bien, de
acuerdo, lo siento —lloré, las lágrimas saliendo de mis ojos en ríos, a pesar de
que los tenía firmemente cerrados.

Mi estómago se tambaleó, y tuve que apretar los dientes para retener el vómito.

Soltó mi cuello y caí al suelo, sosteniendo mi cara y sollozando. Demasiado


asustada para correr. Demasiado sorprendida para pararme. Demasiado dolorida
para ser valiente o estar indignada o cualquier otra cosa que rota.

—Lo siento —gemí, acurrucándome sobre mis rodillas y presionando mi frente


en la alfombra, deseando que mi ojo dejara de aguarse. Deseando que mi cara y
cuello dejaran de doler—. Oh, Dios mío, lo siento mucho...

Oí a Cole respirando con dificultad y caminando. Oí un ruido cuando su guitarra


chocó con algo duro. Escuche los resortes de su cama chirriar cuando se sentó
en ella, lo oí gemir de nuevo unos pocos segundos después, mientras se
levantaba. Murmuraba cosas, cómo que era mi propia culpa y que debía cumplir
mis promesas y cómo nadie hablaba con él de esa manera.

—¿Por qué no escribes sobre ello en uno de tus pequeños poemas estúpidos? —
dijo en un momento dado, pero no respondí. Estaba demasiado asustada como
para levantar mi rostro, para mirarlo de frente.

Nada de esto tenía sentido. Todavía tenía las líneas débiles de moretones en el
interior de mi muñeca. Yo había estado orgullosa de mí misma por haberlo
perdonado en ese momento. Me había convencido a mí misma de que era una
cosa de una sola vez. ¿Cómo pudo pasar esto otra vez?

Él había prometido, se puso de pie allí en el estacionamiento de The Bread Bowl,


presionándose contra mí y besándome, y lo prometió, que nunca me tocaría de
nuevo. Y esta vez había hecho más que agarrar mi muñeca. Él me había golpeado.
En realidad me golpeó. Toda mi cabeza se sentía dividida, como una ardiente
caverna enorme, y palpitaba como si estuviera viva. No podía dejar de llorar. No
podía respirar, estaba llorando tan fuerte.

Lloré tanto tiempo que casi me olvidé de Cole. Definitivamente perdí la noción
del tiempo. Y cuando sentí sus brazos deslizándose alrededor de mis hombros
desde atrás, salté.

173
El pánico me sacudió mientras me pregunté que me haría esta vez. ¿Sería posible
que él me matara aquí mismo en su habitación con su madre en la planta baja
tarareando y revolviendo la sopa?

Pero fue el cálido Cole el que me envolvió. La tensión en su cuerpo se había ido.
La furia en su voz toda drenada.

—Mi Alex —respiró en la parte de atrás de mi cuello—. Oh, Dios mío, mi Alex. —
Al igual que antes—. Perdóname. Me tienes que perdonar. No quise... yo no
quería tener que... Yo sólo me pongo tan celoso... Jesús, no quiero perderte... por
favor... por favor, no me dejes... no te vayas... Voy a hacerlo mejor... Dios, te lo
juro...

No dije nada. Sólo lloré con más fuerza, sin saber cómo seguir después de que
algo como esto había sucedido. ¿Levantarme y alejarme como si todo mi mundo
no acabara de ser destruido? ¿Cómo? ¿Cómo las piernas y los pies y los brazos y
los pulmones funcionan después de algo como esto?

¿Era posible siquiera?

Nos quedamos así por un largo tiempo. Me susurró cosas. Disculpas. Excusas.
Promesas.

Rebotaban en mí, imposibles de absorber. Le creí y no le creí. Lo odiaba y no lo


odiaba. Lo amaba y no lo amaba. Me odiaba y sentía pena por mí. Las palabras
no tenían significado. No había pasado ni futuro. Era como si todo lo que tuviera
que hacer era vivir a través de este momento y todo estaría bien.

Mantuve mi cara abajo en la oscuridad durante tanto tiempo que lo que acababa
de ocurrir comenzó a sentirse como un sueño. Como si estuviera a punto de
despertar en algo mejor. Como si fuera a abrir los ojos y las cosas serían brillantes
y bonitas.

En cambio, cuando por fin me dio la vuelta y parpadeé el mundo real de nuevo,
todo lo que vi fue borroso en el ojo derecho, y sentí un adormecimiento que
abarcaba todo.

Mi nariz estaba goteando hasta mi boca, y entrecerraba los ojos contra la luz, con
el pelo pegado a la cara. Y Cole parecía estar más o menos igual. Estábamos de
duelo juntos, y de alguna manera se sentía bien. Se sintió mejor. Por lo menos si
yo iba a ser miserable, no iba a serlo sola. Por lo menos se había hecho daño a sí
mismo, también.

Vi su cara retorcerse y su boca moviéndose mientras se disculpaba, pero no


escuché sus palabras realmente. Lo observé inclinarse hacia adelante para besar

174
mis mejillas, mi pelo, mis ojos, que dolían, pero había una desconexión tal entre
el dolor y mi cerebro que apenas me di cuenta.

Era como si el dolor perteneciera a otra persona. Alex estaba allí, pero no era yo.
Ella era alguien más, cerrándose, pieza por pieza.

Dejé de llorar.

Sólo miré.

Entumecida.

Me vi a mí misma poco a poco levantarme para irme. Me vi empezar a caminar.


Me observé pisotear por las escaleras y girar la manija de la puerta del frente,
secándome los ojos con el dorso de mis manos. Me vi entrar en mi coche y
encenderlo y volver a salir de la calzada de Cole y conducir a casa. Y me vi llegar
a casa y subir a mi dormitorio y cerrar la puerta. Me vi sacar la ropa y meterme
en un pijama, todo en la oscuridad, y acurrucarme en la cama y mirar al techo, las
lágrimas escapando en mis oídos, la escena repitiéndose en las aspas de mi
ventilador de techo.

Pero era como verme a mí misma desde el extremo de un túnel largo y negro. La
pobre chica en el otro extremo, estaba herida y confundida y golpeada, y sentí
pena por ella.

Fuera quien fuese.

175
Traducido por Kasycrazy

Corregido por Michy

T
odo lo que hacía falta era una mirada en el espejo, la mañana siguiente,
para convencerme de que no había manera de que pudiera ir a ninguna
parte.

Mi ojo tenía una borrosa línea púrpura bajo él, probablemente algo que podía
cubrir con maquillaje con bastante facilidad, pero mi pómulo era un desastre.
Estaba hinchada y con moretones, y me dolía a la vista, mucho peor al tocarlo.

Camina fuera de casa con este aspecto, me dije a mí misma, y tendrás preguntas
que responder. ¿Y estás preparada para responderlas? ¿No? No lo creo.

Traté de lavarme la cara en el agua más fría que pudiera salir del lavabo, pero no
ayudó, excepto para calmar mi ojo, que se sentía como si tuviera papel de lija en
el párpado superior. Todavía era difícil abrir mi ojo completamente, y se
humedecía a la luz del sol.

Al final, me metí de nuevo en la cama, me dejé caer sobre mi lado, presionando


mi mejilla contra la almohada para esconderla, y llamé a Celia dentro de la
habitación.

—¿Qué te pasa? ¿Estás enferma o algo? —preguntó, inclinándose contra la


puerta.

Asentí, apretando los dientes para poder soportar el dolor de mi mejilla y


alejándome, así, de la almohada.

—¿Puedes decirle a papá que llame a la escuela? Se supone que tengo que
trabajar esta noche, también, así que tendría que llamar a ambos.

—¿Son calambres?

—No —dije. ¿Por qué Celia no podía hacer nada fácil?—. Creo que es la gripe.

Ella frunció el ceño.

—No pareces tener la gripe.

Solté un gruñido exasperado.

176
—Sólo… Celia, ¿puedes simplemente hacer esto por mí, por favor?

—Lo que sea. Pero si estás mintiendo para poder pasar el rato y tener sexo con
Cole durante todo el día, no esperes que te cubra. Inaceptable.

Si hubiera podido, le habría lanzado algo en ese momento. Pero no podía


permitir que mi mejilla dejara la almohada. En su lugar, puse mi mejor ‘‘patética
y miserable’’ cara de fiebre y alejé los pensamientos de matarla.

Salió de la habitación, gritando a papá, y no por primera vez me pregunté cómo


mis hermanas y yo habíamos crecido tan únicas. Cuando éramos pequeñas y
papá estaba desesperado y fallando, dependíamos los unos de los otros como
sustento. Con la punzada de no tener una madre saludable y fuerte, nos
convertimos en otra mamá.

Pero después de un tiempo, pareció que Shannin y Celia sólo… olvidaron la


punzada. Y ya que yo no encajaba en su mundo, perfecto a pesar de todo lo que
faltaba, empezaron a punzarme en su lugar.

Sabía que Celia no me odiaba realmente. Pero la mayor parte de los días parecía
que lo hacía.

Después de algunos minutos oí las botas de papá arrastrándose por el pasillo, y


comprobé mi cabello y almohadas para una máxima cobertura del ojo-negro. Tiré
de la colcha hasta mi mejilla buena y me hice un ovillo, agarrando mis rodillas y
tratando de temblar sin ser obvia.

—Celia dice que estás enferma —dijo papá, parándose en el marco de la puerta,
con las manos colgando en sus costados con torpeza.

Asentí. Tosí débilmente.

—He llamado a la escuela y al trabajo —dijo.

—Gracias —dije con voz ronca.

—No puedo quedarme —dijo con incertidumbre. No es como si yo esperara que


lo hiciera. No desde que Shannin tuvo la edad suficiente para hacer de niñera, de
todos modos.

—Está bien —dije, manteniendo mi voz débil.

—Bien —dijo él, entrecerrándome los ojos. Presioné mi rostro más fuerte contra
la almohada, por si acaso en mi actuación teatral empecé a mostrar algo la
mejilla—. Bueno, si necesitas algo…

177
Pero su voz se apagó, y yo no estaba segura de si eso era una pregunta o una
afirmación. Golpeó la puerta un par de veces con un nudillo y luego comenzó a
dejar la habitación, pero pareció pensárselo mejor y volvió.

—Cuando llamé… esa mujer con la que trabajas —dijo él—, dijo que necesitaba
cuidarte realmente de cerca. Dijo que pensaba que tal vez estabas en algún
problema.

Casi olvidé que estaba intentando esconder mi mejilla y me senté. ¡Georgia!


¿Había hablado con mi padre a mis espaldas? ¿Cómo pudo?

Negué con la cabeza ligeramente.

—Ella debe de haber querido decir que estamos en problemas con el propietario
en este momento, eso es todo. No estoy en ningún problema.

—¿Estás segura? —preguntó.

—No estoy embarazada. Sólo tengo un virus, papá.

Revolvió su bota contra el suelo de madera, agradecidamente dándole a mi cara


un descanso. Al menos ahora el temblor que estaba haciendo no era una
actuación. Estaba furiosa con Georgia por meterse en mis asuntos. Tan furiosa
que estaba temblando. Si no fuera por mi cara, iría a The Bread Bowl y la
confrontaría ahora mismo. No tenía ningún derecho.

—Sabes lo que diría tu madre de los problemas —dijo, y yo asentí, incluso aunque
nunca supe lo que mi madre hubiera dicho acerca de nada. Si ella me hubiera
dicho algo alguna vez, no lo recuerdo. Sólo por una vez me hubiera gustado que
hubiera dejado de insistir en que yo sabía lo que mi madre habría dicho o hecho
acerca de algo y reconociera que yo, en realidad, no tengo ni idea.

Recorrió el pasillo. Unos minutos más tarde los oí a él y a Celia hablando mientras
se dirigían a la puerta principal, al fin pude relajarme.

Tomé una ducha, y el agua caliente se sentía como el cielo en mi ojo. Después
me vestí y cogí una bolsa de guisantes congelados. Durante el resto del día, me
apoyé contra mi cabecera mientras programas de entrevistas sin sentido y
telenovelas se retransmitían en mi televisión y sostenía los guisantes contra mi
mejilla. Mi mente estaba corriendo, intentando entender lo que había pasado la
noche anterior. Intentando entender lo que había hecho para provocar a Cole
esta vez.

Pero simplemente no podía comprender nada de eso. No podía entender por


qué el baloncesto era algo tan importante en el mundo de Cole. No entendía
cómo sus padres lo habían puesto tan tenso. No entendía por qué no podía

178
sobreponerse a lo de Zack, y no entendía sus humores cambiantes o por qué
tenía que llamarme por nombres y hacerme sentir pequeña. No entendía que lo
había hecho romperse.

No entendía cómo podía golpearme. No sólo un empujón o un agarre-de-


muñeca, sino un golpe real. Y entendía cómo podía estar dándole un puñetazo a
mi cara un minuto y diciéndome que me amaba al siguiente.

Y no entendía cómo podía permitírselo.

En el camino a casa la noche anterior, pensé sobre la historia de Shannin de la


noche en que mamá nos dejó. Shannin hizo que mamá sonara como una chica
mala, como alguien que podía golpear a la persona que amaba un minuto y
sostenerla en el siguiente. Shannin hizo que mamá sonara como alguien que
podía entender quién era Cole.

¿Eso me convertía en alguien cómo papá?

El pensamiento me hizo sentir enferma del estómago, y comencé a preguntarme


si tal vez mi mentira sobre estar enferma no tendría una pequeña parte de verdad
en ella. Lo siento, papá, mentí sobre tener un virus. Resulta que la enfermedad
que tengo es la misma que tú tienes: caminar siempre alrededor como un perrito
abatido, suspirando por alguien que está tan loco como una casa de ganso de
mierda.

Dos veces en el día, cogí el teléfono y empecé a marcar a The Bread Bowl, no para
gritarle a Georgia por decirle a mi padre, sino para explicárselo. Decírselo todo.
Parar esta locura y todas esas cosas que estaba viviendo sin entender desde que
se filtraron en mi cerebro demasiado rápido. Ayúdame, Georgia, habría dicho.
Ayúdame a salir de esto.

Pero cada vez que empezaba a marcar los números, pensaba en lo que sería ser
“la chica golpeada”. Pensé en la gente susurrando en la escuela. En la mirada de
suficiencia de Celia. En Bethany y Zack sacudiendo tristemente sus cabezas y
diciendo que habían intentado decírmelo. En los consejeros y “hablar
detenidamente de la situación” y todo el mundo diciendo que era sorprendente
por que parecía que Cole y yo teníamos una relación perfecta.

Y, sí, tan furiosa como estaba… no pude evitar pensar en Cole. El infierno por el
que pasaría. La manera en la que sentiría que lo había traicionado. Lo perdería.
Tan loco como eso sonaba, lo perdería. Los besos. Los pequeños regalos
románticos y el llamarme Emily Dickinson. Las clases de guitarra. Las bromas
internas. El vertedero. Se irían y lo perdería.

Le mandé un mensaje a Bethany y le dije que estaba enferma. No me contestó.


Le mandé un mensaje a Zack; él respondió: “Mjorat pronto”

179
Con todo lo que estaba pasando entre Cole y yo, y con Georgia y ahora papá,
también, no podía lidiar realmente con estos dos.

“Mjorat pronto”. No eran los deseos de un mejor amigo, realmente. Lo que dolía.
Pero no me sorprendió en lo más mínimo.

Cole nunca llamó.

Antes de que Celia volviera a casa, puse la bolsa de guisantes de nuevo en el


congelador y eché otro vistazo en el espejo del baño. La hinchazón estaba mucho
mejor, pero todavía había un moretón. Iba a necesitar otro día antes de que
pudiera cubrirlo con maquillaje.

En el momento en que escuché la llave de Celia en la puerta principal, ya había


vuelto a meterme en la cama, con la mejilla mala debajo, y había adoptado mi
apariencia enferma de nuevo. Unos minutos más tarde ella apareció en la puerta
de mi habitación.

—¿Mejor? —preguntó, masticando una barra de granola.

—He vomitado dos veces —gemí, cerrando los ojos como si estuviera
interrumpiendo mi sueño.

—Uh-huh —dijo—. He visto al chico-amante hoy. No parecía muy feliz. Tal vez
está enfermando, también.

—Bueno, al menos sabes que no ha estado aquí todo el día —dije.

Ella masticó pensativamente, luego volvió a envolver la barra de granola y la


colocó en el borde de mi tocador. Se acercó a mí y cruzó los brazos. Después,
con un suspiro, los descruzó y se sentó en el borde de mi cama.

—Algo parece diferente contigo —dijo ella—. ¿Todo está bien?

Estaba tan sorprendida por el repentino interés de Celia en alguien que no era
ella misma, que casi me quedé sin aliento. Pero si hiciera una lista de la gente a
la que nunca sería capaz de decirle lo que estaba pasando conmigo, Celia estaría
en la parte superior de la lista. Tenía una boca grande, y prácticamente nunca le
gusté. Seguro que lo usaría en mi contra.

—Sólo estoy enferma —dije—. Eso es todo.

Inclinó la cabeza hacia un lado y me miró de soslayo. Sostuve su mirada.

—Es sólo —dijo—. Es sólo que tu jefe le dijo a papá que tal vez estaba pasando
algo contigo. Zack y Bethany estaban hablando esta mañana de que tu novio en
un completo idiota, y el mismo día tú estás enferma y él se ve como la mierda.
Yo sólo… bueno, si necesitas hablar o algo.

180
Cerré mis ojos.

—Realmente necesito dormir. No escuches a Zack y Bethany. Sólo están


enfadados por que no estoy pasando cada segundo que estoy despierta con
ellos. Lo superarán —murmuré.

Se sentó allí durante un poco más de tiempo; luego sentí que se levantaba y abrí
mis ojos. Se encogió de hombros.

—Si tú lo dices. —Cogió su barra de granola de mi tocador y dijo—: No pareces


estar bien. Tienes círculos oscuros debajo de tus ojos. Me voy de aquí. No lo
quiero.

Y con eso, ella se había ido, cerrando la puerta a su espalda.

—Aunque, gracias —grité a sus espaldas, pero ella no me escuchó. Cerré mis ojos
de nuevo, preguntándome cuánto más podría mantener esto como un secreto.
La gente estaba hablando. Tendría que tomar una decisión pronto, tal vez dejar
a Cole o encontrar una manera de dejar de provocarlo.

Estar allí tumbada con los ojos cerrados se sentía tan bien, los mantuve así. Y
después de un tiempo realmente caí dormida, soñando que estaba acurrucada
en el suelo de la habitación de Cole, mi cara toda gorda e hinchada, mientras la
sopa burbujeaba en la cocina, Brenda haciendo sonidos de gatito y bailando
nanas, y mamá en la azotea con su cabello ardiendo en fuego, carcajeándose y
lanzando cosas desde el borde hasta el suelo.

En algún momento la mano de papá, áspera y fría, presionó contra mi frente,


despertándome.

—Huh —dijo él—. Sin fiebre.

Me estiré, deteniéndome a mí misma de voltearme sobre mi espalda en el último


minuto, incluso aunque mi cuello estaba rígido por estar acostada en una única
posición.

—Pasaré a verte mañana, también —dijo—. Por si acaso. Aquí, estaba en tu coche.
—Me tendió una rosa, envuelta en papel de seda verde, una pequeña ramita
sostenida por el aliento de un bebé.

Papá dejó la habitación y yo me senté, sacando la nota de la flor y leyéndola:

Emily Dickinson, eres el amor de mi vida. Lo siento. Con amor, Cole.

Enterré mi nariz en la flor y tomé una profunda respiración.

Tenía que averiguar cómo parar de hacer que Cole se enfadara tanto.

181
Traducido por Katt090

Corregido por Michy

A
l día siguiente, Cole dejó otra flor en mi parabrisas, así que lo llamé.
Hablamos durante horas. Se disculpó. El prometió hacerlo mejor. Aceptar
mi amistad con Bethany y Zack. Parar de dejar al baloncesto y a sus padres
de ponerlo tan tenso. Volver a cómo eran las cosas antes.

Él me convenció de que esto era sólo una mala racha y si nos dedicamos a nuestra
relación en la forma en que decía ser, pasaríamos a través de ella sin ningún
problema. Seríamos más fuertes, y el tiempo en que me dio un puñetazo en la
cara sería algo feo que estábamos demasiado avergonzados para nunca hablar
acerca de nuevo, incluso el uno al otro.

A pesar de que en el fondo yo no le creí, me convencí de que lo hice. Tuve que


creerle. Yo ya había renunciado a mucho para estar con él. Perderlo ahora me
haría sentir como si hubiera renunciado a mucho para nada.

Después de dos días con una "gripe estomacal", finalmente volví a la escuela. Era
un viernes, y estaba tan abrumada con el trabajo y con la revisión y reponiendo
mi cara varias veces, apenas tuve tiempo de ver a Cole, mucho menos a Zack y
Bethany.

Pero al final del día, cuando doblé la esquina en el laboratorio tutor, estaba Zack
sentado en el viejo escritorio en que solía sentarse en cuando le enseñaba antes.

—Hey —dije, mis dedos se van a la deriva automáticamente hasta mi pómulo.


Luego, cuando me acordé de que no quería frotar accidentalmente el maquillaje,
cayeron a mi collar en su lugar—. ¿Qué haces aquí?

—¡Hey de vuelta! —dijo, poniendo un palillo de dientes de un lado de la boca a


la otra mientras yo tiré mi mochila sobre la mesa y saqué mi libreta.

—Ah, ella está tan ocupada que sus mejores amigos necesitan una razón para
verla ahora. —Él hizo el gesto de la celebración de un micrófono a la boca—.
Dígame, señorita Bradford, ¿cómo es evadir a los paparazzi?

182
—Vi la foto de la ducha en la Questioning Magazine, por cierto. Tu, uh... gorro de
ducha parecía increíble. Me quedé mirándolo durante horas. —Él hizo el gesto de
pegarse el micrófono en la cara. Me eché a reír.

—No, es bueno verte, Zack —le dije—. Es sólo que... ¿no se supone que debes
estar con Amanda en este momento?

—Bueno —dijo—. Resulta que Amanda no lo está haciendo muy caliente en su


propia clase de inglés. Gran escándalo. Así que Moody nos cambió a todos.
Amanda recibe la sala de estudio, me entiendes, y el Gran C va a Jackie Rentz.

—No lo llames así —murmuré, abriendo mi cuaderno y sentándome.

—¿Algo está mal con tu ojo? —preguntó, cambiando de tema—. Parece


hinchado. Debes haber estado muy enferma. Celia dijo que apenas dejaste tu
habitación.

Apoyé la frente en la mano, mirando hacia abajo y haciendo mi mejor esfuerzo


para dar sombra a los ojos y las mejillas de Zack.

—Celia es peor que los paparazzis —le dije—. Entonces, ¿en qué tienes que
trabajar?

Metió el micrófono imaginario de nuevo en mi cara.

—¿Puedo citar eso? —dijo en su voz de presentador de televisión. Pero cuando


no respondí, él tiró de su cuello.

—Joder, público exigente. Recuerdo a esta chica. Su nombre era Alex Bradford.
Solía reírse de hecho de vez en cuando —dijo, y luego se inclinó y sacó una hoja
de papel arrugado de su mochila—. Vocabulario —dijo—. Gran prueba el lunes.

Odiaba la forma en que su voz sonaba tan seria tan poco Zack-como era. Pero,
de verdad, no me dejó otra opción. No podía seguir desempeñando el juego de
flirteo con Zack. Aunque sabía que no significaba nada, que no podía seguir
invitando a las peleas entre mí y Cole así. Tuve que intentar mi mejor esfuerzo
para mantener las cosas fuera de escaparse de control. En muchos sentidos, el
humor de Cole era difícil de predecir y no tenía sentido. Pero en muchos sentidos
no podía culparlo por ser celoso de mi relación con Zack. Zack era coqueto. Y yo
le incitaba, probablemente debido a que siempre se sintió tan bien conseguir esa
atención. Pero ahora no lo quiero. No podía quererlo, porque quererlo hizo
parecer a Cole como si yo no lo quisiera.

Trabajamos el vocabulario, y luego ayude a Zack hacer algunos cambios en un


informe que tenía debido, todo el tiempo mantenimiento mi cara inclinada hacia
abajo, hacia la mesa lo mejor que pude.

183
Entonces, justo cuando estábamos a punto de hacer las maletas, la puerta se abrió
de golpe y Cole se pavoneó adentro.

Mi estómago se agarrotó automáticamente, y mi corazón empezó a correr. Cole


más Zack en cualquier habitación nunca igualaron a nada más que problemas. Y
la última cosa que necesitaba, en mi primer día de vuelta y mientras estaba
tratando de ocultar un ojo negro, era problemas.

Zack debió sentirlo, también, porque él dejó escapar un profundo suspiro y


comenzó a empacar, sin decir una palabra.

Pero el rostro de Cole era la felicidad abierta.

—Hey, ustedes dos —dijo él, apareciendo detrás de Zack y dándole una palmada
en el hombro con buen humor. Si yo no lo hubiese estado viendo con mis propios
ojos, nunca lo hubiera creído—. Es viernes, ¡no se supone que trabajen tan duro
en un viernes!

Saltó alrededor de Zack hacia mi lado, luego se inclinó y me besó.

—Gran C —Zack retumbó—. ¿Cómo diablos estás? ¿Mataste a algún cachorro


últimamente?

Cole se rió en voz alta-una forzada carcajada, entonces se inclinó sobre Zack y
golpeó ligeramente en el hombro.

—No, pero el día es joven —dijo. Entonces, para mí—. Tienes razón, Alex, el tipo
tiene un sentido del humor.

Respondí con una leve sonrisa.

Zack sacó el palillo de la boca y lo sostuvo en la mano mientras él acuño en su


mochila. Podía decir mirándolo, que no estaba encontrando esto divertido, pero
que, como yo, que no sabía exactamente como lo encontraba, tampoco.

—Sí, soy un comediante de verdad —dijo—. Escucha, Alex, ¿vas a estar alrededor
este fin de semana?

Asentí con la cabeza, lo que seguro estaba tocando entre ellos, pero volviendo
muy nervioso. Por favor, Zack, suplique en el interior. Sé que no sabes lo que te
estás metiendo aquí, pero podría salir lastimado si conviertes esto en un juego.
Y entonces mi corazón se hundió cuando lo pensé de esa manera. Podía salir
lastimada. A causa de una broma.

—Debería estarlo —le dije—. Tienes un montón de tareas, sin embargo.

—Sí, por supuesto —dijo, nivelando sus ojos a Cole a propósito esta vez. Luego
de vuelta a mí—. Bethany va a venir a ayudarme a memorizar mi parte. Pensamos

184
que tal vez te gustaría venir, también. Dado que, ya sabes, no hacemos la cosa
del sábado más.

—Tal vez —le dije, odiando el temblor de mi voz y cómo me sentía eléctrica de
pie junto a Cole, a la espera de su respuesta, que estaba segura de que iba a ser
violenta.

—Hey, bebe, eso suena divertido —dijo Cole, golpeándome con su cadera—. Mi
papá me tiene haciendo algunas tareas lame-trasero este fin de semana, de todos
modos. ¿De esta manera no tendrás que sentirte mal por haberte dejado sola
todo el fin de semana, ya sabes, hombre? —Otra vez con ese amigable golpe en
el hombro. Me estremecí, pero Zack se paró tan constante que casi parecía que
estaba hecho de cemento.

—Genial —finalmente dijo Zack, asomando el palillo de nuevo en su boca—. Te


llamaré.

Se dirigió hacia la puerta, con su guión enrollado de The Moon for Meand You en
un puño apretado.

—¡Nos vemos, hombre! Que tengas un buen fin de semana —Cole dijo después
de él.

—Hey, lo mismo para ti, Gran C, tú genial, chico genial —Zack volvió a decir sin
voltearse.

Después de que él se había ido, finalmente me volví hacia Cole.

—¿Qué fue eso?

Se encogió de hombros, su cara todavía encendida y sonriendo.

—¿Qué fue qué?

Hice un gesto hacia la puerta.

—Eso. Todo ese ''ten un buen fin de semana'' cosa.

Alargó la mano hacia mí de repente me estremecí, pero él simplemente envolvió


ambos brazos alrededor de mi cintura y me llevó en su contra.

—Estoy tratando. Por ti. Dijiste que querías que lo intente, así que estoy tratando.

Sonreí.

—¿En serio?

—Sí. Me imagino que si te gusta, no puede ser tan malo. Y si voy a estar contigo
para siempre, y lo estoy, entonces es mejor que me acostumbre a salir con él. Y

185
Bethany, también. Tus amigos son mis amigos, bebé. —Se inclinó y suavemente
besó suavemente mi mejilla.

Dejé escapar un profundo suspiro y envolví mis brazos alrededor de su cintura,


inclinando la cabeza contra su pecho. Se sentía tan bien que lo tocara de nuevo.
Sentirse así-lo que fuera-había terminado y estábamos de regreso a lo que
éramos antes.

—Gracias —susurré—. Te quiero mucho.

Él apoyó la barbilla en la parte superior de mi cabeza.

—Cualquier cosa por ti. Te dije que te lo compensaría a ti y lo dije en serio. Pero
nada bueno de aquí en adelante. Aquí. Tengo algo para ti. Presentes de Navidad
temprana.

Metió la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó algo de plata y brillantes.


Levantó la mano y lo dejó desentrañarse, una cadena de plata con un delicado
atrapasueños de plata colgando de ella. Era pequeña, con pequeñas piedras rojas
salpicando una tela de color plateado. Las plumas que cuelgan de la parte
inferior, de plata, también, todo reluciente bajo las luces fluorescentes en el aula.

Di un grito ahogado y sostuve mi mano a la boca, mirando desde el atrapasueños,


girando en el aire, a la cara de Cole, que era brillante y feliz.

—Oh, Dios mío —suspiré—. Cole, no debías...

—Tuve que hacerlo —dijo—. Porque te amo. Y te he hecho daño. Lastimé a la


persona que más quiero en este mundo, y nunca me lo perdonaré.

Tomé el collar de él y lo estudié en mi palma extendida.

—Te amo, también —le dije—. Y es hermoso. Gracias.

Desabroché el collar y se lo tendí a él, luego di la vuelta, sosteniendo mi cabello


en la parte de atrás para que pudiera ponerlo en mí. Cuando terminó, el
atrapasueños estaba frío contra mi pecho, de unos cinco centímetros más alta
que mi mamá, se quedó a salvo bajo mi camisa.

Mirando hacia abajo en él, se me cayó el pelo y puse mi mano sobre el nuevo
collar y me volví hacia él.

—Me encanta —le dije—. Es perfecto.

Movió mi mano e inspeccionó el collar, luego se inclinó y besó la palma.

—Pensé que podrías utilizar uno nuevo. Ahora no tienes que usar ese viejo todo
el tiempo más.

186
Podría haber argumentado. Podría haberle recordado que no me había quitado
el viejo desde que tenía ocho años de edad y yo no estaba dispuesta a empezar
ahora. Podría haberle dejado saber que tenía toda la intención de llevarlos a
ambos cada día. Que incluso pensaba que era genial para usarlos juntos-una que
me proteja de las pesadillas antiguas, y el otro que me proteja de las nuevas.

Pero por el momento lo único que podía pensar era, Gracias a Dios. Gracias a
Dios nunca le dije a nadie lo que había sucedido. Gracias a Dios no había perdido
la fe en él. Gracias a Dios regresó, el viejo Cole. Y gracias a Dios que tenía razón
acerca de él en el primer lugar.

En cambio, envolví mis brazos alrededor de su cintura y me incliné hacia él. Él


colgó sus brazos sobre mis hombros y apoyó la barbilla en la parte superior de
mi cabeza.

Nos quedamos así hasta uno alrededor del otro por un largo tiempo,
balanceándome, nuestras cabezas apiladas, como si fuéramos una sola persona
dividida en dos y tratando de volver a estar juntos de nuevo. Entonces,
finalmente, él se apartó.

—Hey —dijo—. Vamos a zanja tutoría hoy. Vamos a ir a mi casa. Tocaré esa
canción que he estado escribiendo para ti. Brenda con su club de lectura, y el
trabajo de papá. Vamos a tener todo el lugar para nosotros.

—Sí —le susurré—. He tenido suficiente de la escuela por un día. —Me toqué la
mejilla—. No estoy en la programación de The Bread Bowl de esta noche,
tampoco. —Gracias a Dios. Eso le daría a mi mejilla un día más para sanar antes
de los ojos escrutadores de Georgia lo buscarían definitivamente.

Subí la cremallera de mi mochila y la tiré sobre mis hombros.

—Listo —le dije. Cole volteó. Sonriéndome.

—Vamos a salir esta noche, entonces —dijo—. Tu elección.

—Está bien —le dije, pensando en lo maravilloso que se siente al salir de la casa
y ser sólo un rostro en la multitud, donde nadie me preguntaría qué le pasaba a
mi ojo—. ¡Suena genial!

Él extendió la mano y tiró de mí de nuevo, besándome en la parte superior de la


cabeza.

—Un día entero y la noche con la chica que más quiero en este mundo —dijo,
recogiendo su mochila y conduciéndome a la puerta, nuestras caderas topándose
mientras caminábamos. Al igual que antes había algo oscuro y privado entre
nosotros.

187
O tal vez no es como antes. Nunca lo había visto tan feliz antes. Esto era nuevo.
Un nuevo Cole. Una nueva relación.

Él realmente estaba intentando. Estaba intentando por mí. Y eso es todo lo que
importaba, ¿verdad? No que una persona cometa un error, sino que aprende de
él y trata de ser mejor.

Ni siquiera me di cuenta de mi mejilla por el resto de la noche.

188
Traducido por Nnancyc

Corregido por Michy

—¡A
lex! ¡La puerta! —gritó Celia desde el piso de abajo. Acababa de
llegar a casa del trabajo y estaba sacándome el uniforme.

Imaginé que era Zack, esperando para practicar su parte. Había


escuchado a Celia quejarse a papá sobre cómo ella había estado ayudando a Zack
todo la semana y había una escena de cementerio que él nunca iba memorizar.
La noche del estreno era sólo en un mes, y él en verdad estaba estresado por ello.
Ella probablemente le había dicho que me diera la lata con eso para un cambio.

Suspiré, contoneándome en una camiseta.

—¡Un minuto! —grité. Me puse un par de vaqueros, deseando que Zack al menos
me hubiera dado tiempo para enviarle un mensaje a Cole para decirle que yo
estaba en casa.

No había visto a Cole en todo el día, aunque debería haber terminado con su
práctica para este momento. No había escuchado de él, y eso me preocupó
porque sabía que estaba estresado por la inauguración del torneo el viernes en
la noche. Su padre estaba hablando un poco más, al igual que él había estado
haciendo demasiado desde que los juegos comenzaron.

Pero a menudo, Cole se pasaría por The Bread Bowl después de la práctica del
sábado y pasaría el rato, esperando a que salga. Pero no se había aparecido hoy,
y con Dave pasando el rato todo el tiempo, Georgia había adoptado una política
estricta de “no-teléfonos-celulares”, así que no tenía forma de averiguar lo que
estaba pasándole.

¿Quién sabía dónde estaba? Probablemente haciendo algo en casa.


Habitualmente cuando él estaba desaparecido, tenía algo que ver con su casa.
Nunca me daba detalles sobre lo que estaba pasando allí, pero una vez me dijo
que su mamá se había cortado las muñecas más veces de las que podía contar.
Sin embargo, nunca lo hace en serio, había dicho. Sólo quiere la atención. Y luego
terminó, como siempre hacía cuando estaba hablando sobre su familia, con
Jodidamente Brenda.

189
Tendría que librarme de Zack rápidamente. Decirle que estaba demasiado
cansada para practicar. Mañana. Le prometería que le ayudaría mañana.

Me miré en el espejo, sacando mi coleta y pasando la mano a través de mi cabello,


luego bajé los escalones a saltos.

—¿Todavía no has memorizado la escena del cementerio? —dije, pero me detuve


cuando di vuelta la esquina.

No era Zack sentado en el borde del sillón reclinable de papá. Era Cole, luciendo
ojos oscuros y brillantes. Energizado.

Se puso de pie cuando me vio.

—Hola, nena —dijo.

—No me dijiste que era Cole —dije, pero Celia estaba ignorándonos, mirando la
televisión, su pulgar trabajando en el teclado del teléfono celular.

Antes de que pudiera decir algo más, él estaba envuelto alrededor de mí,
abrazándome alrededor de mi cintura y alzándome, mis puntillas balanceándose
sobre la alfombra.

—Te extrañé hoy —dijo.

—¿Dónde estabas? La práctica terminó hace horas, ¿no?

Me bajó, me besó otra vez, y con un gesto de su mano le restó importancia a la


pregunta.

—Perdí la práctica —dijo—. Cosas de familia. Tenía que encontrarme con el


abogado de mi papá en Pine Gate. Algún pleito estúpido y antiguo. Nada
importante. Realmente aburrido. Te vi dejando The Bread Bowl y te seguí a casa.

Una vez más, me abrazó. Se sentía tan bien después de un largo día de trabajo
estar envuelta en sus brazos.

Las cosas habían sido muy buenas entre nosotros últimamente. Las vacaciones
de navidad habían sido geniales para Cole. Sin escuela y práctica, parecía en
verdad relajado, y excepto por el ocasional estallido de ira, estábamos como
habíamos estado antes de que me golpeara. La semana pasada celebramos
nuestro cuarto mes de aniversario. Al fin había nevado por primera vez este año,
lo cual era un poco inusual para febrero, y nos acurrucamos en el sofá juntos,
mirando la nieve caer y bebiendo chocolate caliente. Un éxtasis romántico, como
algo que podías ver en las películas.

Quería que así se sintiera mi vida cada día, llegar a casa del trabajo y sentir a Cole
rodeándome. Esperando a una noche entera con él. Sólo los dos, todo bien.

190
Nos besamos, y escuché a Celia chasquear con su lengua desde encima del sillón.

—Consigan un cuarto —murmuró.

—Tengo uno. Este —dije, soltando risitas y besando a Cole de nuevo, esta vez
más duro y más ruidosa para molestarla.

Después de que nos besáramos, Cole se echó atrás.

—Ponte tus zapatos —dijo.

—Gracias a Dios —murmuró Celia—. Estoy a punto de vomitar.

—De acuerdo —dije, ignorándola por completo—. ¿Dónde vamos?

Él sonrió.

—Es una sorpresa.

Me apresuré a subir las escaleras y me puse un par de zapatillas, luego retoqué


mi maquillaje y pasé un cepillo por mi cabello. Cuando volví al piso de abajo,
Cole estaba parado en la puerta principal, su mano ya en el pomo.

—Vamos, tortuga —dijo, y nos dirigimos afuera.

En el coche, Cole encendió la música y condujo rápido, golpeando sus palmas en


el volante junto con el ritmo. Muy a menudo me miraba y sonreía, luego llegó al
otro lado de asiento y acarició mi nuca con su mano.

Llegamos a la autopista, y bajó el volumen de la radio.

—¿Vienes al torneo el viernes? —preguntó.

—Por supuesto. Estás jugando, ¿no? —dije con sarcasmo, dándole una sonrisa
enorme y parpadeando dramáticamente.

Sonrió ampliamente, subió el volumen de la música otra vez, y apoyó la cabeza


contra el reposacabezas.

—Esa es mi chica —dijo, luego subió la música más fuerte.

El coche estaba prácticamente vibrando. Cole estaba prácticamente vibrando.


Definitivamente intenso. Pero intenso en una buena forma. Lo sentía irradiando
de él, pero esta vez yo no sentía terror.

Giramos en el estacionamiento del centro comercial, y Cole aparcó. Cuando


apagó el motor, el silencio repentino hizo a mis oídos zumbar. Lo miré con duda.
Habíamos estado en el centro comercial docenas de veces juntos. ¿Por qué esta
vez era especial?

191
—Vamos —dijo—. Tengo algo que quiero comprarte.

Salimos y nos encontramos en la parte posterior del coche, donde entrelazó sus
dedos con los míos. Caminamos hacia el centro comercial de esa forma, felices y
tomados de la mano.

Cuando entramos al centro comercial, comenzó a caminar más rápido,


arrastrándome junto con él. Me llevó directo a pasar el patio de comidas y hasta
el otro lado, donde al final se detuvo en frente de Book ‘Em Danno.

Levantó los brazos como uno de esos concursos de modelos.

—¿La librería? —pregunté, mirando hacia arriba a la señal—. ¿Quieres


comprarme un libro?

Dejó caer los brazos, rodó los ojos y vino alrededor detrás de mí, haciéndome
pasar a la tienda.

—No es cualquier libro —dijo.

Una vez que estuvimos adentro, agarró mi mano otra vez y comenzó a tirarme.
Me hizo pasar la ficción, los libros de cocina y los de autoayuda, todo el camino
a la parte posterior de la tienda, donde al final se detuvo.

—Viajes —dijo. Pasó los dedos a lo largo de los estantes—. ¡Kansas, Nebraska,
ajá! Aquí está. —Sacó un libro del estante y lo sostuvo para mí.

Leí el título en voz alta.

—Frommer´s Colorado —dije.

Asintió.

—Y también encontré este. —Sacó otro libro y lo levantó: Soul of the Rockies.

Esta vez no leí el título en voz alta. No podía. Estaba demasiado sensible para
decir algo. En su lugar, lo tomé de sus manos y lo abrí, lo hojeé.

Las imágenes casi me dejaron sin aliento. Las montañas lucían tan hermosas, tan
mágicas. Podía casi sentir a mamá en el grano del papel debajo de mis dedos.
Me senté en el suelo en frente de los estantes, incapaz de apartar los ojos de las
fotos.

Había visto fotos de Colorado antes. Pero era diferente de mirar en pequeñas
miniaturas en la portátil de Bethany. Estas fotos eran tan vívidas y nítidas, tan
coloridas, que casi sentí como si ya estuviera allí. Podía entender por qué alguien
querría ir allí sólo para ver las montañas. Porque tal vez la belleza sería un motivo
suficiente.

192
Cole se sentó a mí lado.

—Cuando lo encontré, lo oculté así nadie lo compraría antes de que pudiera


traerte aquí. Sabía tan pronto como vi aquellas fotos que te enamorarías de ellas.
—Rozó su dedo sobre una fotografía de una montaña cubierta de hielo, el cielo
detrás se veía tan azul que me hacía querer respirar más profundamente—. Vas
a encontrar tus respuestas aquí, nena. Puedo sentirlo.

—Cole —dije, pero no sabía cómo finalizar. Siempre me había dicho que me
entendía, pero también lo habían hecho Bethany y Zack. Y nunca lo supe con
seguridad, con todas sus charlas de coquetear, bandas de chicos sexys y ropa
nueva, si Bethany y Zack en verdad entendían lo que las montañas significaban
para mí, que no era sólo alguna tonta obsesión ni tampoco tomar unas
vacaciones.

Pero ahora lo sabía. Sabía que al menos una persona aquí lo entendía. Cole
entendía. Él entendía todo.

—Oh, y también quiero llevarte esos —dijo. Se puso de pie y caminó alrededor
del otro lado de los estantes mientras yo daba vuelta la página de las algunas
fotografías más, retrocediendo y mirando de nuevo a las que ya había visto.
Regresó y dejó caer dos mapas en mi regazo: Colorado y Kansas—. No creo que
ustedes se pierdan, pero sólo en caso. Estos son buenos, a prueba de agua.

Levanté los mapas en una mano y cerré el libro con la otra, luego dejé el libro
Frommer´s en mi regazo.

—Me encantan —dije.

—Oh, y uno más. —Se estiró detrás de alguna guía de Walt Disney World y sacó
una edición rústica: Emily Dickinson—. Por si acaso, ya sabes, las montañas te
inspiran a escribir algo más de poesía —dijo.

Tomé el libro y lo apreté contra mi pecho, insegura de qué decir.

Fuimos a la caja registradora. Mientras Cole sacaba su cartera y le entregaba al


cajero un puñado de billetes de veinte, sabía que este era el por qué había
seguido con él cuando las cosas estaban mal. Este era el por qué un par de
moretones no importaba. Porque él me entendía como nadie jamás lo hizo antes.
Porque éramos perfectos juntos.

Me quedé detrás de él mientras el cajero le entregaba el cambio y empacaba los


libros. Apoyé la frente contra su espalda, sintiéndome con tanta suerte.

—Te amo —susurré en la tela de su camisa.

193
Traducido por Ariadniss

Corregido por PaulaMayfair

L
os Bearcats habían estado teniendo una temporada horrible, y era, en cierto
modo, increíble que hubiésemos llegado al torneo. Se podía sentir la
tensión en las gradas, irradiando de los padres, que esperaban una gran
victoria para sus jugadores. Los estudiantes estaban allí sólo para hablar con los
otros. Para conseguir un poco de libertad. Hacer tonterías en la escuela. Liarse un
poco. Pelear un poco. Usar un poco de pintura en la cara.

Estaba allí sola. No había visto a Bethany desde hace dos semanas, desde el fin
de semana en que había ido a la casa de Zack para ayudarle a trabajar en sus
líneas y me había sentido como una tercera rueda todo el tiempo. Cole se había
suavizado con Bethany, y Bethany había respondido ignorándome
completamente. Apenas habló conmigo en toda la noche, no como si estuviera
enojada conmigo, sino como si no supiera qué decir. Esa fue la primera vez que
me sentí como una intrusa alrededor de Bethany y Zack. Siempre habíamos sido
los Tres Terribles, el monstruo de tres cabezas. Ahora ellos eran dos… y yo.

Sospechaba que estaba con Zack, trabajando en sus líneas de nuevo, en lugar de
estar en el juego. O tal vez estaban viendo una película. Todo lo que sabía era
que definitivamente no estaba dentro del grupo Zack/Bethany.

Incluso cuando Zack iba a sus sesiones de tutoría, en su mayoría sólo trabajamos.
Ya casi nada era personal entre nosotros. Dejó de hacer bromas y se sentó allí,
respondiendo a mis preguntas con rapidez.

Si tuviera que escribir un poema sobre la amistad, tendría que usar la palabra
torpe. Y rebuscado. Y cambiado.

Así que, sí, estaba un poco enojada con ellos por el momento por dejarme afuera
cuando finalmente había logrado que Cole dijera que era aceptable que ellos
estuvieran ahí. Y eso significaba que si quería ver jugar a Cole, tendría que ir al
partido sola. Parecía como si estuviera haciendo un montón de cosas sola estos
días.

Y fue un mal partido. En la primera mitad el marcador era de 43-12. En el


comienzo de la segunda mitad, los Bearcats lograron poner un par de tiros, pero

194
el resultado final terminó siendo 62 a 23, una vergüenza para los Bearcats una
vez más.

La gente realmente abucheó cuando el equipo se presentó fuera de la cancha


después del partido. Se podía ver la decepción en los hombros de todos ellos.
Bueno, todos excepto uno. El número 12. Cole, cuyos hombros estaban tensos y
rígidos debajo de su jersey. Había tenido un mal partido, el entrenador lo había
enviado a la banca durante los últimos ocho minutos.

Sabía que querría estar sólo por un poco de tiempo para tranquilizarse, sobre
todo porque tenía planes de ir a una fiesta después del partido en la casa de
Trent. Querría calmarse, y entrar en modo fiesta. Y las cosas estaban yendo bien
entre nosotros. Aprendí cuando dejarlo solo. Y este era sin duda uno de esos
momentos de dejarlo solo.

Así que me senté en las gradas, pensando en lo que le diría a Cole para relajarlo
cuando saliera de los vestuarios.

Lo siguiente que supe fue que toda mi fila estaba vacía, y cuando miré a mi
alrededor, me di cuenta que la mayoría de la gente se había ido.

Me puse de pie, y ahí fue cuando los vi: Zack y de Bethany, en el juego, sentados
justo media docena de filas detrás de mí, sus cabezas inclinadas juntas
compartiendo auriculares. ¿Estuvieron sentados allí todo el tiempo? ¿Cómo es
que no me dijeron nada?

—¡Hey! —grité, y sus cabezas bajaron hasta mirarme.

—Alex —gritó Zack—. ¡No te había visto! —Pero me di cuenta que Bethany volteo
la cabeza ligeramente hacia un lado para ocultar una sonrisa cuando lo dijo.
Mentira. Sabían totalmente que estaba allí y me ignoraron. A propósito.

—Estoy segura de que no lo hiciste —dije sarcásticamente—. De lo contrario


habrías dicho hola, ¿verdad?

Bethany levantó bruscamente la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo,
una chica que reconocí por andar por el casillero de Bethany, pero que no sabía
su nombre, toco a Bethany en el hombro. Bethany volteó y su rostro
malhumorado volvió a las sonrisas, sólo así. Se puso de pie y abrazó a la chica, y
las dos charlaron alegremente.

¿Cuándo ocurrió eso? ¿Cuándo mi mejor amiga no quiso hablar conmigo? ¿Y


cuando consiguió estar tan cerca de esta otra chica que charlaba con ella como
siempre lo había hecho conmigo?

195
Zack pasó por encima de las gradas, saltando una fila tras otra hasta que estuvo
justo en frente de mí.

—Hey —dijo—. Escucha. Estoy bastante seguro de que Bethany va a preguntar si


te importa que Tina vaya a nuestro viaje.

—¿Quién es Tina? —pregunté, pero luego me di cuenta de que estaba hablando


de la nueva amiga de Bethany—. ¿Ella? —pregunté, señalando.

Zack asintió.

—Te gustará.

—No —dije, metiendo con furia mis brazos en mis mangas del abrigo—. De
ninguna manera.

—Son cercanas —dijo, haciendo un gesto con la cabeza a Bethany—. Es muy


divertida.

—No me importa, Zack —dije, dándome cuenta demasiado tarde de que mi voz
era demasiado fuerte—. Este viaje no se trata ustedes teniendo un minuto de
diversión, o tal vez ustedes con sus casas rodantes y sus tatuajes de viaje de
carretera y su dinero de compras para suvenires nativos americanos reales, no
recuerdan de qué se trata.

Extendió las manos como si quisiera captar las ondas de sonido mientras salían
de mi boca y mantenerlas justo en frente de nosotros, y evitar que Bethany
escuchara. Pero era demasiado tarde. Ella y Tina ya nos estaban mirando,
haciendo coincidir las miradas horrorizadas en sus rostros.

—Guau —dijo Zack—. No te enojes. No nos hemos olvidado de qué se trata.

—Bueno, podrías haberme engañado —gruñí, pasando por encima de las gradas
en frente de mí para acercarme a él—. ¡Quiero compartir el momento que he
estado esperando toda mi estúpida vida con La divertida Tina! —Le di un
sarcástico pulgar hacia arriba—. Un gran plan, chicos. ¡En serio!

Corrí hacia las escaleras.

—Vamos, Alex, no seas así —gritó Zack a mi espalda.

Empecé a dar la vuelta, Zack no era vulnerable muy a menudo, y comencé a


sentirme mal, pero escuché a Bethany decir:

—Lo que sea. Deja que se vaya —dijo en un muy molesto tono de voz, así que di
la vuelta y caminé más rápido.

196
Pero en lugar de girar a la derecha hacia el pasillo y esperar a Cole fuera del
vestuario de hombres como siempre hacía, giré a la izquierda y me empujé a
través de las puertas en el estacionamiento. No podía manejar las luces
fluorescentes de la escuela ahora mismo o el gimnasio húmedo y maloliente. Y
no podía manejar encontrarme con Bethany y Zack... y Tina... otra vez. En cambio,
encontré el coche de Cole y di semicírculos alrededor.

A pesar del juego horrible, había muchas fiestas. Las personas estaban
entreteniéndose, sacando bebidas de los refrigeradores en los asientos traseros.
Chicas siendo cargadas. Chicos animando cuando sus amigos salían del vestuario,
gritando cosas como: “Hey, hombre, era un equipo duro, pero te veías bien. Lo
hacías.”

Todos los padres habían salido del estacionamiento, cargando a los niños
pequeños durmiendo en sus hombros y arrastrando a los súper hiperactivos
niños de primaria detrás de ellos. Sus luces traseras estaban desapareciendo por
la calle principal hacia la ciudad, y el estacionamiento una vez más pertenecía a
los adolescentes.

Pero Cole se tomó tanto tiempo para salir de los vestuarios que incluso los
adolescentes se habían ido, dejando marcas de neumáticos en el asfalto y con las
ventanas abajo, gritando sin ninguna razón al cielo nocturno. Los únicos coches
que quedaban pertenecían a Cole y al entrenador Dample, que siempre se
quedaba por mucho tiempo después de los partidos, hasta después de que todos
los demás se hubiesen ido.

Por como sonaban las cosas, casi todo el mundo se dirigía a la casa de Trent. Me
preguntaba si Bethany y Zack iban allí, también. Genial. Probablemente llevarían
a la divertida Tina.

El pensamiento trajo nuevas olas de ira y desesperación. ¿Por qué? ¿Por qué no
podía algo alguna vez a ser fácil?

Caminé un poco más, pensando. Tal vez podríamos hablar de esto. Tal vez podría
hacerlos comprender que este viaje era demasiado personal para traer a gente
que no conocía, incluso aunque estuviera segura de que era una perfectamente
buena chica.

Tal vez podría explicarles que ahora que estaba con Cole, tenía que hacer esto
más que nunca. Necesitaba entender qué era tan importante allá en las
montañas. Lo necesitaba para demostrarme a mí misma que no importaba lo que
atrajo a mamá ahí afuera, yo debería haber sido más importante, maldita sea.
Necesitaba ponerle fin de una vez por todas, dejar de ser Alex, la niña que su
madre dejó atrás, y empezar a ser Alex, la chica que no era tan estúpidamente
necesitada y volátil. Ellos necesitaban saber eso. Necesitaban entender lo

197
insignificante que había estado sintiéndome últimamente y que sentía como si
pudiera restear esa insignificancia de vuelta al día cuando los policías estaban
lavando el cerebro de mamá de la carretera. Y cómo podría rastrear esa
insignificancia todo el camino desde ese día hasta el día que me fui de la casa de
Cole con una contusión en la mejilla. Deseaba como loca poder decirles sobre
Cole golpeándome. Entonces tal vez entenderían porqué necesitaba una prueba
de que era importante.

Pero para decirles eso, tendría que dejarlos entrar en mi secreto. Y ahora que Cole
y yo habíamos arreglado las cosas, no iba a hacer eso. No iba a ser la chica que
fue golpeada por su novio. Y no iba a dejar a Cole como el chico que golpeó a su
novia porque estaba frustrado y celoso. Él no siempre era ese tipo, pero nadie
jamás entendería eso.

Estaba cansada de pasear para cuando vi a Cole salir de la puerta lateral de la


escuela. Me había calmado, tanto así que me había dado frío. Me subí la
cremallera de mi chaqueta hasta mi barbilla y luego subí mis brazos dentro de
ella, envolviéndolos alrededor de mi cintura para mantener el calor como hacía
antes cuando era una niña pequeña. Sabía que me veía ridícula, saltando
alrededor, abrazándome, dentro de mi abrigo, pero me ayudó a calentarme.

—Pensé que estarías adentro —dijo Cole, entrando rápidamente al


estacionamiento, dando amplias zancadas. Las sombras eran densas y no podía
ver su rostro, pero pude ver que sus puños estaban apretados a los costados. Él
no había superado el juego todavía.

—Lo siento —le dije—. Quería aire.

—Apuesto a que sí —dijo él, y pulsó el botón para abrir el coche.

—Oye, lo siento por el juego —dije, temblando más duro—. Ustedes totalmente
debieron haber ganado.

Él había llegado a la manija de la puerta, pero se detuvo en seco.

—¿Debimos?

Algo en su rostro me advirtió. Esta era de esas noches en que debía cuidar lo que
dijera, seguro. Parecía peligroso, y sabía por el pasado lo peligroso que podría
ser para mí.

—No quise decir... —dije, pero me detuve y mordí mi labio. Mi mente corría. ¿Qué
iba a decir? ¿Qué podía calmarlo? — ¿No vamos a lo de Trent?

—No —dijo, extendiendo la mano y agarrando mi hombro. No estaba agarrando


con fuerza, pero no podía dejar de sentir esa sensación de frío deslizándose sobre

198
mí otra vez. Todo lo que podía pensar era en esos dos golpes y mi mejilla
palpitante. Todo lo que podía pensar era en mi cuello rígido por acostarlo en una
mejilla durante dos días, fingir una enfermedad para no tener que mostrarle a la
gente mi cara hinchada y magullada. No podía pasar por eso otra vez.

—No, nos vamos a quedar aquí, y tú me vas a decir tus teorías sobre la forma en
que deberíamos haber ganado ese juego. Puesto que sabes mucho sobre
baloncesto. —Con eso, me empujó, ligeramente, moviéndome no mucho a un
lado. Lo hizo de nuevo tres o cuatro veces más, me recordaba a un oso jugando
con su presa antes de comerla.

—¿Eh? —continuó diciendo—. Dime. ¿Cómo es que deberíamos haber ganado?

No había dicho nada. De hecho, traté de reaccionar lo menos posible, con la


esperanza de que lo haría perder interés y entrar en el coche e ir a lo de Trent,
beber y estar bien otra vez.

Pero no perdió el interés.

—¡Escuchen, todo el mundo! —gritó al estacionamiento vacío. Miré alrededor,


pero no vi a nadie en el estacionamiento—. ¡Escuchen! Resulta que mi puta novia
no es sólo una poeta de mierda, es experta en deportes también. ¡Va a decirnos
todo acerca de cómo ganar un partido de baloncesto!

—Cole —susurré—. No estaba tratando de decirte cómo ganar el juego. Yo sólo


estaba…

—¿Qué? ¿Qué estabas “sólo” haciendo? ¿Eh? Adelante. Todos nosotros estamos
esperando.

Me empujó de nuevo, un poco más fuerte esta vez, me obligó a dar un paso hacia
atrás. Miré alrededor con nerviosismo. No había ningún "nosotros" a la espera de
escuchar nada. Darme cuenta de eso me asustó, no había realmente nadie aquí.
Básicamente, podía hacer lo que quisiera.

—Por favor, Cole —dije, con voz temblorosa. Odiaba que mi voz sonara como
así, como si estuviera suplicando por mi vida, pero, en cierto modo, era así—. ¿No
podemos ir a lo de Trent ahora?

—¿No podemos ir a lo de Trent ahora? —me imitó en voz alta.

Empujón.

—¿No podemos ir a lo de Trent ahora? ¿Por favor?

Empujón.

199
Di un paso atrás con cada empujón, sin hacer ningún movimiento para caminar
hacia él de nuevo. Él estaba viniendo a mí en su lugar. Empujón. Paso. Empujón.
Paso. Estábamos a varios metros del coche ahora, y nos acercábamos a las
sombras de la línea de árboles que bordeaba el estacionamiento. Estaba
rogándole que se detuviera, envolviendo mis brazos fuertemente alrededor de
mi cintura. Quería dejar caer mis brazos de vuelta a sus mangas, pero tenía miedo
de parecer como si me resistía o, Dios no lo quiera, a empujarlo hacia atrás. Nunca
había intentado luchar con Cole antes, y no iba a empezar ahora. Tenía miedo de
lo mucho que me golpearía si lo hiciera.

—Vamos, Cole. Sólo vayámonos —dije, tratando de mantener la voz baja y


uniforme, así no se podía burlar. Así no le irritaría. Pero nada funcionaba. Él ya
estaba irritado.

Empujón. Paso.

—¿Sabes una cosa, Alex? Eres tan increíblemente estúpida.

Empujón. Paso.

—Crees que lo sabes todo, también, eso es lo que me mata. Crees que tienes
todas las respuestas. Escribes un estúpido poema de aficionados y te crees que
eres la mejor.

Empujón. Paso.

—No hay nada peor que una estúpida novia puta tratando... de decirte...

Empujón. Paso. Tropiezo.

—...¡Lo que debes hacer!

En la palabra "hacer", me dio un empujón más fuerte. Traté de mantener mi


equilibrio, pero mis brazos todavía estaban dentro de mi chaqueta y no sirvió de
nada. Yo estaba cayendo.

No hice ningún ruido esta vez. Estaba demasiado aterrada y sucedió muy rápido.
Pero en el último minuto, torcí el cuerpo hacia la caída, tratando, y fallando, de
sacar mis manos de la chaqueta apoyarme en ellas. En cambio, caí en la acera de
concreto que bordeaba el estacionamiento, mi hombro absorbiendo la mayor
parte del golpe, pero mi cara golpeo con fuerza contra el hormigón.

Y él rió.

En voz alta, rió. Con grandes y abundantes “Ja Ja ja”.

Finalmente saqué los brazos de las mangas y levanté el brazo hacia mi cara. Mis
manos se retiraron mojadas, y en la oscuridad, mis dedos parecían negros.

200
Sangre. Mi hombro dolía, pero parecía estar bien. Pude moverlo. No estaba roto
ni nada. Pero mi barbilla se había roto, y mi labio, también. Sentí algo duro dentro
de mi boca y luego lo escupí en mi palma. Un pedazo de diente. Usé la lengua,
sentí el borde donde mi diente frontal se había roto. Una gran grieta.

Me levanté, demasiado molesta para llorar, demasiado asustada para decirle


nada, y una vez más insensible. Sólo increíblemente insensible, como si alguien
hubiera encontrado un interruptor de "apagado" y me hubiera apagado. Lanzado
un velo sobre mí. Se me ocurrió que el entumecimiento era una mala señal, que
había todo tipo de otras cosas aparte de entumecimiento que debería estar
sintiendo, y eso me preocupaba, que no estuviera sintiendo eso.

Cole seguía riendo, agarrándose el estómago como si fuera la cosa más divertida
que hubiera visto alguna vez. Caminé alrededor de él, sosteniendo con la mano
mi cara, abrí la puerta del coche, y luego me senté.

Siempre había pensado que si me mantenía alejada de Zack y Bethany, Cole sería
feliz. Si hiciera que Zack dejara de hacerme cosquillas. Si dejaba de abrazar a mis
amigos. Si no hablaba sobre ellos o actuaba como si fueran una parte de mi vida,
entonces podría evitar que Cole explotara. Pero eso no funcionó.

Y pensé que si lo apoyaba. Estuviera de acuerdo con él cuando se quejaba de


Brenda. Me mantenía positiva sobre el baloncesto. Le mostraba que estaba
siempre a su lado, entonces tal vez no iba a explotar más. Pero eso no funcionó,
tampoco.

Por primera vez, eso realmente me golpeó. No había nada que pudiera hacer para
mantener a Cole sin que explotara. No había nada que pudiera dejar, hacer mejor,
mantener alejado o decir. No tenía poder sobre lo que estaba pasando entre
nosotros. Cole lo tenía todo. Nuestra relación era como Cole la había creado. Él
era el encargado. Era el que tenía la palabra. Era a su pequeña marioneta,
moviéndome en la forma en que él quería.

Finalmente se volvió al lado del conductor y entró, también. El sangrado casi se


había detenido, pero mi brazo, mi barbilla, y ahora mis dientes, habían empezado
a doler a lo grande. Me obligué a no llorar. Me obligué a no pensar en lo mal que
el diente se vería. Me obligué a no pensar en lo que papá iba a decir cuando se
lo mostrara.

—Tengo que ir a casa —dije mientras ponía el coche en marcha.

Él negó con la cabeza.

—Vamos a lo de Trent. ¿Te acuerdas? De verdad, de verdad querías ir hace sólo


un minuto. Ahora te voy a dar lo que quieres.

201
Lo miré con incredulidad. ¿De verdad esperaba que yo fuera a una fiesta así? Me
veía horrible.

—Mi diente se rompió —dije.

El aire en el coche se puso serio, y él se volvió hacia mí.

—¿En serio? Déjame ver. —Le mostré mis dientes, odiando cada centímetro de
él, pero sintiéndome muy distante para hacer algo al respecto, y miró mi boca—
. Oh, hombre, Alex. En realidad, no deberías ir caminando con las manos
atrapadas en la chaqueta de esa manera. —Y tuvo el descaro sonar serio cuando
lo dijo, como si estuviera realmente preocupado.

—¿Qué quieres decir? —dije con rabia, incapaz de aguantarme más tiempo—.
No estaba caminando. Me empujaste.

—¿Eso? —preguntó, mirando por encima de su hombro hacia donde hace un


momento habíamos estado parados en el estacionamiento. Otra vez con esa
estúpida sonrisa—. Yo te estaba tomando el pelo. Sólo jugando. Tú tropezaste.

Así que así era como iba a funcionar ahora. No iba a dejar de hacerme daño, sino
que estaba a punto de empezar a negarlo. Bueno, eso me haría el día. No me
importaba si me compraba un millón de libros, si me conocía por dentro y por
fuera. No podía seguir con esto. No podía dejar que me hiciera daño y fingir que
todo era mi culpa. Amaba a Cole, pero en este momento, con mi diente hurgando
en un punto sensible en la punta de mi lengua y mi barbilla llena de sangre, ahora
lo odiaba más de lo que lo amaba.

Por primera vez desde que toda esta locura había comenzado, me di cuenta de
que nunca dejaría de hacer esto. No había nada que yo pudiera hacer para evitar
que él se saliera de sí. No había nada que pudiera hacer para detenerlo.

Como para confirmar mi pensamiento, clavó un nudillo en mi costilla.

—Si yo iba a hacerte daño, no lo haría en un lugar donde la gente pudiera ver
eso —dijo—. Realmente eres estúpida, ¿verdad, Alex?

Nos miramos a los ojos durante un largo rato, negándome a moverme bajo la
presión de su nudillo, que fue empeorando con cada segundo desde que él lo
puso en mis costillas.

—Vamos a ir a lo de Trent —dije, pero en mi cabeza todo lo que podía pensar


era en lo que había descubierto, que me atormentó con miedo y dolor.

Cole era un abusador. Fui abusada.

Y nunca iba a mejorar entre nosotros.

202
Traducido por Katt090

Corregido por PaulaMayfair

L
a casa de Trent estaba llena. Por supuesto. Si me hubiera visto increíble esa
noche, no habría nadie allí. Sin embargo camine viéndome como si acabara
de estar en una trituradora de madera, y había una multitud de alrededor
de un millón, y por supuesto Renee Littleton sería quien está de pie cerca de la
puerta delantera, porque tiene la voz más chillona, y si estás a menos de cien
kilómetros de Renee Littleton, puedes oír absolutamente cada palabra que dice
la chica.

—¡Oh, Dios mío! —gritó tan pronto como Cole y yo atravesamos la puerta—.
¡Alex! ¿Qué te pasó en la cara? —Y todas las personas en toda la casa, te lo juro,
me miraron. Incluso la música parecía golpear una nota ligera.

Miré a Cole, que todavía tenía esa mirada de “esperar hasta que escuches esta
hilarante historia” en su rostro.

—Me caí en el estacionamiento —murmuré.

—La estúpida tenía las manos dentro de su abrigo —dijo Cole, extendiendo las
manos.

Sentí que mi cara calentarse, en parte por la forma en que Cole estaba jugando
con esto como si fuera mi culpa, y en parte por los ojos clavados en ella. Renee
se puso tan cerca que podía oler el alcohol en su aliento.

—Ew —gritó—. Realmente estás estropeada.

—Lo sé —dije, pensando, más de lo que nunca sabrás, Renee. Más de lo que
nunca sabrás—. ¿Dónde está el baño?

Sus manos volaron para cubrir su boca, y sus ojos se abrieron como platos.

—¡Oh, Dios mío! ¡Alex! ¡Tu diente!

Cole asintió minuciosamente.

203
—Eso es lo que estoy diciendo. ¿Quién se rompe un diente en un maldito
estacionamiento? ¡Amigo! —le gritó a Ben Stoley, quien estaba a cargo de un
refrigerador en el comedor—. Por aquí.

Levantó las manos al estilo de receptor, y una lata difumino por el aire,
aterrizando con un golpe seco en el centro de su pecho. Varios chicos
aplaudieron y, por suerte, se olvidaron de mí. Incluyendo a Renee Littleton, que
estaba ocupada chillándole al chico junto a ella acerca de su reciente viaje a la
Isla del Padre.

Rápidamente me escondí lejos, manteniendo mi rostro apuntado al suelo tanto


como era posible, y tratando de evitar el contacto visual.

Me deslicé por un pasillo al otro lado de la cocina. Seguramente habría un baño


allí. Las tres primeras puertas que verifiqué eran dormitorios, dos de las cuales
estaban ocupadas (una por una muchedumbre de unos diez, jugando Twister y
riéndose de sus bromas, y el otro por una pareja que avanzaban rápidamente
más allá de la etapa de sólo liarse). El tercer dormitorio parecía un dormitorio
principal, así que me aventure adentro, y por supuesto había un cuarto de baño.

Cerré la puerta detrás de mí y encendí la luz. Me volví y miré en el espejo.

Mis manos fueron a mi cara por su propia voluntad, y deje escapar un enorme
suspiro que era casi un grito. Había estado demasiado asustada de mirarme en
el espejo del coche de Cole, demasiado asustada de que vería lo mal que se veía
y llorara, y no quería darle la satisfacción de verme llorar. Pero, oh Dios mío,
parecía mucho peor de lo que pensaba que sería.

Al parecer, mi nariz había estado sangrando, también, aunque ni siquiera sentí


que choqué con el suelo. Pero había sangre seca alrededor de mi nariz y la boca,
destacándose contra de mi pálida piel, haciendo que me viera como si hubiera
besado a un payaso. Mi barbilla tenía un trozo de piel colgando de la parte
inferior de ella, y mi labio superior estaba hinchado.

Abrí la boca, luego la cerré de nuevo. Como sospechaba, mi diente no estaba sólo
un poco astillado. Estaba astillado casi en la mitad, en un ángulo, apuntando
hacia abajo bruscamente en mi lengua. Mostré mis dientes y saqué la lengua a
través del hueco, entonces inmediatamente la retire por el dolor agudo en mi
diente. Ni siquiera sería capaz de comer con el diente así.

Tratando de mantener la calma, me volví al agua tibia y empecé salpicarla por


encima de mi cara. Seguramente una vez que me limpiara no me vería tan
miserable. Seguramente sólo se vería como un pequeño arañazo, un labio
hinchado. Tal vez no tan obvio.

Sin embargo mi diente... eso era obvio.

204
El entumecimiento desapareció entonces, y me puse a llorar, mirándome a mí
misma en el espejo mientras me lavaba, suavemente, la sangre en mi cara, sólo
para descubrir que no había mucho de que desprenderse. Era una raspadura
gigante. No me extrañaba que mi cara ardiera tanto. Toda la piel estaba a carne
viva.

Pero estaba llorando suavemente. Un llanto de darse por vencido. Sinceramente,


no sabía qué hacer en este punto. Quería dejarlo, pero tenía miedo de hacerlo.
Quería amarlo pero no quería ser la persona que amaba a alguien que les hizo
esto.

Hubo un suave golpe en la puerta entonces, y se abrió, sólo un poco al principio,


revelando las gafas de Bethany, al otro lado.

—Renee dijo que te lastimaste —dijo—. ¿Puedo pasar?

Me enfadé, pero asentí, y se metió en el baño conmigo.

—Caray —suspiró, agarrando una toalla del estante de toallas junto a ella y
empapándola bajo el agua corriente—. ¿Qué pasó?

La tristeza se sentía tan pesada que no podía hablar. No sabía cómo decirlo. No
sabía si todavía era seguro decirle cualquier cosa a Bethany. Abrí la boca, pero
todo estaba estancado, en algún lugar en el fondo de mí, tal como lo había estado
esa noche en el patio con Georgia, y sabía que no iba a suceder aquí, en el baño
de los padres de Trent, esta noche.

—Me caí —dije finalmente—. En el estacionamiento.

Se detuvo frotando mi barbilla y me miró con escepticismo.

—Te caíste —dijo, sólo que no era una pregunta, sino una afirmación. Una
declaración de incredulidad. Cole podría estar en lo cierto acerca de mí, puedo
ser estúpida como el infierno, pero nunca podría acusar a Bethany de ser
estúpida.

—En la acera junto al coche —dije—. Yo estaba... —Cogí lo primero que me vino
a la mente—. Estaba corriendo.

Parpadeó, utilizó la parte posterior de su muñeca para empujar sus gafas sobre
la nariz, y luego volvió a limpiar.

—¿Estabas huyendo de alguien? —preguntó con voz apagada.

—¿Qué se supone que significa eso? —Hice una mueca cuando ella tocó un
punto especialmente adolorido.

Suspiró, dejó caer la toalla en el lavabo, y me miró a los ojos.

205
—Escucha, Alex, no te lo tomes a mal, pero... Zack y yo hemos estado hablando
de ti y de...

Me enderecé.

—Genial. ¿Están hablando de mí a mis espaldas ahora, también? ¿Estaba Tina en


la gran conversación?

Alargó la mano y toco suavemente mis hombros. Fue como una divergencia del
apretón frío que Cole había usado tan sólo unos minutos antes que no podía
evitar alejarme.

—No, no —dijo—. No es así. Estamos preocupados.

Bajé la mano y tomé la toalla, la apreté, y sequé el espacio entre mi nariz y labio
superior.

—Bueno, no lo estén —dije—. Me caí. No es una gran cosa.

—Se ve como una gran cosa de aquí —dijo. Luego, tocando suavemente de
nuevo, me quitó la toalla y comenzó a secar de donde lo había dejado—. Alex,
somos tus mejores amigos. Más como hermana y hermano, de verdad. Si ese
imbécil te ha lastimado...

Me aparté de repente, sacudiendo la cabeza. Bethany me miraba en el espejo,


con la mano con la toalla todavía en el aire donde mi rostro había estado un
segundo antes.

En mi mente, estaba pensando que era ella. Esta era mi oportunidad para
finalmente confesar. Esta era mi oportunidad para dejar a Bethany entrar en lo
que había estado sucediéndome. Esta era mi oportunidad de tener a alguien a mi
lado.

Pero entonces me acordé de lo que había pasado en el juego. Lo que sea. Deja
que se vaya, había dicho. Lo que sea. Deja que se vaya, mientras abrazaba y
conversaba con Tina, e hizo planes por Tina para ir a Colorado con nosotros.
Amaba a Bethany, pero ya no estaba segura de que pudiera confiar en ella. Había
estado tan totalmente dedicada a Cole por meses, y no sabía a quién más podría
acudir.

Además, se trataba de algo que había estado pasando sólo entre Cole y yo por
meses. Nuestro secreto. Si le contaba acerca de él empujándome y rompiendo
mi diente, tendría que contarle lo de los golpes en su dormitorio.

Y acerca de la muñeca en el laboratorio de tutoría. Tantos secretos. Muchos. Se


enfadaría porque le escondí estas cosas. Lo contaría. Tendría que repetir las

206
historias una y otra vez, todo el mundo estaría enojado y decepcionado de mí.
Sería tan humillante.

Empecé a sentirme mareada.

—Alex —dijo Bethany, su mano luciendo cómica, todavía en el aire así—. Me


puedes decir cualquier cosa.

Pero seguía retrocediendo, sosteniendo mis manos contra mis sienes pensando,
Esto es todo. Esta debe ser la parte donde voy casa loca-loca. Retrocedí hacia la
cama, pero subí rápidamente.

—Por favor —dije—. Por favor, no le digas nada a nadie.

Se puso de pie.

—¿Así que es él? Tienes que decirlo.

Sentí las lágrimas en mis ojos.

—No —dije, señalándola con una mano, la otra todavía en mi sien—. Él no es...
Por favor, no digas nada a nadie, Bethany. Por favor. Lo tengo bajo control.

Se dirigió hacia mí, pero corrí hacia la puerta.

—Alex —suplicó, y me di cuenta de que también estaba llorando. Me pregunté


qué diablos estaba haciéndola llorar. No es como que hubiera perdido a todos
los que alguna vez amó. No es como que hubiera perdido a su madre en un
accidente de coche antes de tener edad suficiente para siquiera recordarla. No
como que su padre se hubiera alguna vez metido en un agujero mental y no
hubiera salido nunca de nuevo. No como que el chico que amaba la había
golpeado en la cara. No como que sus mejores amigos habían seguido adelante
sin ella. ¿Qué diablos tenía que llorar? Ella todavía lo tenía todo, y yo todavía no
tenía nada. Del mismo modo en que había sido toda nuestra vida—. Te
ayudaremos —dijo, su voz llena de lágrimas.

—No hay nada en que ayudar —dije, o tal vez grité, porque ahora que la puerta
estaba abierta, la música latía en mis sienes en la cima de todo lo demás, y de
verdad no podía prestar atención a otra cosa que el ruido en mi cabeza.

La dejé allí. De pie a mitad de camino entre el baño y el dormitorio, sosteniendo


una toalla ensangrentada goteando en la alfombra de color blanquecino de los
padres de Trent, las lágrimas corrían por su rostro, el agua brotaba del grifo
detrás de ella. Prometiendo ayudar a un amigo que ya no confiaba en ella.
Prometiendo estar allí para alguien que insistió en que no había un "allí" para
estar.

207
Encontré a Cole en el sótano, jugando al billar con Trent y un par de otros chicos
del equipo de baloncesto. Era sólo de ellos el cuatro ahí abajo, sin música, sin
Renee Littleton, sin Bethany. Podía pensar allá abajo.

—¡Hey, ahí está ella! —dijo Cole cuándo me vio. Tomó un largo trago de su lata
de cerveza.

Lo ignoré y me acomodé en el sofá y encendí el televisor. Estaban dando algunas


viejas películas en blanco y negro, y me relajé frente a ella, sin prestar atención
alguna a que estaba viendo, pensando que podría hacerme la aburrida aquí
abajo, la mejor oportunidad que tenía de que nadie más quisiera venir y pasar el
rato.

Al final me quedé dormida, sólo para despertar de nuevo cuando alguien se dejó
caer a mi lado, lanzando un brazo por encima de mi hombro adolorido. Abrí los
ojos. Era Trent, y estaba muy borracho. Arrugue la nariz ante el olor de su aliento,
y recordé inmediatamente de mi cara pelada por el movimiento, que hizo que mi
cara se sintiera como si estuviera siendo destrozada por máquinas de afeitar.

—Heeey, Alex —dijo arrastrando las palabras—. Te ves como la mierda.

Miré por encima del respaldo del sofá. El juego de billar había terminado, y todos
los otros chicos se habían ido.

—¿Dónde está Cole? —dije, limpiando el sueño de mi garganta y sentándome.

Trent se rió en mi cara, arrojándome su borracha respiración, y se inclinó hacia


mí.

—¿Colapsaste hasta explotar? —Y entonces se rió un poco más.

Me abrí paso para salir de debajo de él, dejándolo fundirse en el sofá, sin dejar
de reír por encima de su broma. Con suerte se desmayaría. Durmiendo por la
borrachera. Con suerte el resto de la fiesta no destruiría su casa mientras él estaba
aquí debajo de bruces en el sofá.

Subí las escaleras y me zambullí de nuevo en la fiesta, que parecía haberse


dispersado un poco. De acuerdo con el reloj, ya había pasado el toque de queda.
Lo que significaba que tenía que llegar a casa antes de que Celia se diera cuenta
de ello y despertara a papá.

El problema era que no podía encontrar a Cole en ninguna parte. Revisé todas
las habitaciones. Comprobé fuera. Su coche se había ido, también.

Genial. Abandonada. Muy agradable.

Esto se estaba perfilando a ser una noche de mierda.

208
Me senté en el porche para tratar de averiguar qué hacer. Gente tropezaba por
delante de mí, se metían en sus coches, y se iban haciendo sonar fuertemente sus
motores. Me imaginé que pronto todo el mundo se había ido. Sólo yo y Trent,
roncando en el sofá del sótano, mi diente roto pudriéndose y siendo castigada
por bastante tiempo por no volver a casa.

Encontré a Bethany y Zack jugando PlayStation en una pantalla grande en la sala.


Era una especie de juego de carreras, los sonidos de los motores rugiendo
llenaban el ambiente, y Bethany ganó, poniéndose de pie y haciendo un baile de
la victoria.

Sus ojos se posaron en mí y su sonrisa se desvaneció, se detuvo a media danza.

—¿Todavía estás aquí? —dijo.

Zack se dio la vuelta, todavía con el controlador en la mano.

—Oh, hey, Alex Pensé que te habías ido.

—Me quedé dormida en la planta baja —dije—. Cole se fue.

Intercambiaron una mirada que no pude descifrar, y luego Zack se inclinó hacia
delante y apagó la PlayStation.

—Estoy listo para irme, de todos modos. Patear el trasero de Beth se estaba
haciendo repetitivo.

Ella le dio una palmada en el hombro, pero dejó el mando y salió de la habitación,
diciendo algo sobre buscar su bolso.

Me senté en el asiento trasero sola y fingí no oírlos bromeando entre sí delante


de mí. Fingí no darme cuenta de que ni uno de ellos me dijo una sola palabra en
todo el camino a casa. Fingí no estar tan aliviada cuando por fin llegamos a la
calzada de Zack, donde podría escaparme a través de los patios e ir a la oscuridad
de mi casa, sola.

209
Traducido por flochi

Corregido por obsession

M
edia hora después, había tomado una ducha, me vendé y estaba costada
en la cama, mirando fijamente las luces atravesando la ventana
reflejadas en el techo.

Mi barbilla todavía ardía, incluso más ahora que me había cortado el pedazo de
piel colgando. Mi nariz se sentía adolorida también, y mi diente, mientras que
exactamente no dolía, me irritaba al pasarle la lengua.

No podía dejarlo estar. Mientras yacía allí, pensando, empujaba mi lengua bajo
el borde afilado de los dientes una y otra vez. Golpe. Golpe. Golpe. Algo respecto
al dolor se sentía familiar y, aunque suene raro, bueno.

Porque al menos el dolor de mis dientes era algo con lo que podía contar. Algo
que podía esperar. Golpe Borde afilado. Golpe. Ouch. Bueno. Sabía que eso
llegaba. Podía predecir y entender mi diente roto.

El resto de mi vida... no tanto.

¿Cómo todo se salió de control? ¿A dónde voy desde aquí? Tenía miedo
enfrentarme a los demás.

Debió hacerse muy tarde, porque yací allí por tanto tiempo que empecé a
contemplar simplemente huir a Colorado en ese mismo momento y quedarme
allá. Sin decirle a nadie dónde me había ido. Tenía suficiente dinero ahorrado
para llegar allí. Tenía un auto. Todo lo que necesitaba era conseguir un trabajo
una vez llegara allí. Todo lo que tenía que hacer era irme y dejar el dolor detrás
de mí.

Justo cuando estaba empezando a dormirme, gritos afuera me volvieron a


despertar.

Me senté y miré por la ventana. No pude ver nada, así que salí de la cama y retiré
completamente las persianas.

El auto de Cole estaba en la acera, la puerta del lado del conductor abierta. Estaba
parado en el patio, gritándole algo a alguien que estaba parado entre las sombras
del porche delantero de Zack.

210
Fue difícil entender lo que estaba diciendo. Sus palabras estaban mal articuladas,
y había un patio y un panel de vidrio entre nosotros, pero no se necesitaba ser
muy inteligente para entender lo que decía.

—Porque quiero veeerla y na esh de tu incumbencia!... no essh tu novia, amigo,


contrólate…

Jadeé, llevando mi mano a la boca, insegura de qué hacer. Una luz se había
encendido en la casa del otro lado de la calle, y vi a los vecinos levantar sus
persianas para asomarse. Dios, si Cole seguía con esto, papá se despertaría, y lo
último que necesitaba era intentar explicar por qué mi novio estaba gritando en
mi patio, tan borracho que apenas podía levantarse, a las tres de la madrugada.
Oh, y por cierto, ¿puedes pedirme una cita con el dentista inmediatamente?

Empecé a abrir la ventana para poder abrirla y, con suerte, silenciar a Cole. Pero
antes de que mis dedos pudieran abrir la traba, él volvió a gritar.

—Mierda, me gushtaría que lo interash —dijo, vi pasar unos pantalones vaqueros


de color azul y de repente Cole estaba en el suelo, rodando enojadamente con
Zack, ambos dándose golpes violentamente.

Luces se encendieron en otra casa del otro lado de la calle, y alguien salió a su
porche y gritó:

—¡Oigan!

Mis dedos trabajaron doblemente apresurados entonces, y abrí la ventana de


golpe. El frío aire llegó a mí, y los gruñidos y garrotazos fueron sonoros y nítidos.
Pero me di cuenta que no sabía qué decir.

En serio, Cole no era rival para Zack, que era al menos tan grande como Cole, y
no estaba borracho. Golpeó a Cole cinco veces por cada golpe de Cole, y
finalmente Cole dejó de contraatacar y simplemente se cubrió la cabeza. Zack
giró a Cole sobre su espalda y lo agarró de la camiseta, levantándolo del suelo,
luego dejándolo caer. Las manos de Zack cayeron flojas a sus costados.

—La vuelves a tocar —gritó Zack en la cara de Cole—, y te romperé todo el


maldito cuerpo.

Se puso de pie y caminó de regreso a su casa, dando un vistazo rápido a mi


ventana, donde yo estaba, mis manos presionadas contra la pantalla, mi boca
abierta. Su labio estaba sangrando y estaba jadeando, pero de lo contrario no se
veía tan mal.

Cole se veía mucho peor. La nariz sangrando. El labio sangrando. Sangre


chorreando por su barbilla.

211
Se veía como yo.

Después que la puerta de Zack se cerrara de un portazo, Cole rodó sobre el suelo
un poco, luego se puso de pie, escupiendo en el suelo.

Varios vecinos estaban afuera ahora, uno de ellos sosteniendo un teléfono en su


oído.

Cole se tambaleó, maldiciendo, de regreso a su coche, deteniéndose para escupir


cada pocos pasos. Luego entró y se fue, justo antes de que la policía llegara a la
calle. Se detuvieron en la casa de Zack pero debieron haber decidido que lo que
sea que haya pasado ya había terminado, y se marcharon silenciosamente.

Me arrastré en la cama y regresé a sentir el dolor del diente con la lengua,


reproduciendo una y otra vez en mi cabeza la mirada en el rostro de Zack cuando
alzó la mirada a mi ventana.

No había manera de que pudiera averiguarlo esta noche, empezando por el chico
que amaba, por el que se suponía que era mi mejor amigo, lastimándome, y los
mejores amigos que lastimé en el juego de básquet levantándose por mí.

Zack había alzado la mirada a la ventana como si esperara que estuviera allí.
Como si supiera que estaba observando cómo golpeaba a Cole. Como si no sólo
le estuviera advirtiendo a Cole sino también a mí que no tenía miedo de
encargarse de Cole si tuviera que hacerlo, ya sea que me gustara o no.

También, hubo otra mirada en sus ojos. Una mirada que decía que no iba a
dejarme ser devorada por Cole. Una mirada que decía que siempre había
guardado mis espaldas y no iba a dejar de hacerlo ahora.

Quizás no estaba tan sola como había pensado. Quizás finalmente era momento
de hablar.

212
Capítulo 34
Traducido por Nnancyc

Corregido por obsession

―D
éjame ver ―dijo Bethany cuando me deslicé en el asiento al
lado de ella. Era la noche de estreno de The Moon for Me
and You, y yo había tenido un cita tardía en el dentista, así
que había tenido que encontrarla aquí. El centro comunitario estaba abarrotado.
Estaba nerviosa por Zack, a pesar que sabía que él estaba entre bastidores
haciendo el tonto, ni un poquito nervioso.

Sonreí ampliamente, mostrando mi diente coronado nuevamente.

―Muy lindo ―dijo ella―. ¿Dolió?

―Sólo el viaje en coche ―dije, cerrando los labios y pasando mi lengua sobre la
superficie de mis dientes para remover cualquier resto de labial. Rebusqué en mi
bolso por un espejo así pudiera chequearlos.

―Gran sermón, ¿eh?

Asentí. ―Oh, sí. ―Localicé el espejo y lo levanté en la luz, mirándome a mí misma.


Mi nariz raspada, labios y mentón pasaron un tiempo cubiertos por costras, las
costras se desprendieron. Todo lo que quedaba eran cicatrices tenues que era
mayormente capaz de cubrir con maquillaje―. “No puedo pagar el arreglo de tus
dientes cada vez que decidas perder el tiempo en el estacionamiento” ―dije,
adoptando una voz áspera que tenía intención de imitar a la de mi padre―. En
serio, estaba tan cerca de decir que lo olvide, que viviría con el diente temporal.
Un poco había comenzado a acostumbrarme, de todos modos. Ahora este diente
se siente tan grande en mi boca.

En mi cabeza, reproduje la conversación entre papá y yo en el camino a la


consulta del dentista. Hubo más que sólo un sermón.

―Ese chico ha estado dejando rosas en tu coche otra vez ―había dicho, la
pregunta permaneciendo, sin formularse, entre nosotros.

―Sí ―le había contestado, sin estar segura de qué decir.

―¿Eso es serio? ―había preguntado.

Me encogí de hombros. No había forma de contestar esa pregunta. Ya no estaba


segura de lo que era “eso” entre Cole y yo. Él había entrado en la escuela ese

213
lunes, pero actuando como si nada hubiera sucedido jamás entre nosotros. Había
comenzado dejando las rosas en mi coche de nuevo, con notas dulces,
llamándome Emily Dickinson, diciendo que lo lamentaba y rogando por mi
perdón. Al igual que siempre.

Sólo que ahora... mi piel se ponía de gallina cada vez que me tocaba. Me irritaba
demasiado cada vez que hablaba. Me asustaba. Pero no lo había dejado. En este
punto, no sabía cómo.

―No lo sé ―le dije a papá, mirando a los árboles moverse rápidamente a medida
que pasábamos. Pasamos el desagüe, y mi estómago se convirtió en nudos. Si
sólo pudiéramos volver a ese mágico tiempo atrás, pensé. Si sólo pudiera
conseguir regresar muchas de las cosas de vuelta. Y antes de que incluso supiera
lo que estaba haciendo, solté―: Papá, ¿por qué mamá se fue?

Al principio no dijo nada. Sólo miró al frente, sus manos descansando en la parte
inferior del volante. En silencio, como siempre. Sin respuestas, sólo… silencio. Me
froté la frente con mi palma, esperando por lo que suponía sería únicamente más
silencio.

Pero, sorprendentemente, justo cuando el consultorio del dentista llegó a la vista,


papá dijo:

―Se metió con algún tipo quien afirmaba ser un curandero espiritual. ―Negó
con la cabeza, soltando una risa sardónica―. Él era un repartidor de blackjack
desempleado. Pero ella le creyó.

Me senté más derecha.

―¿Tuvo un romance? ―Mis dedos se sentían fríos, y no podía darle sentido a


ello.

Pero papá negó con la cabeza, aparcando en el estacionamiento y metiendo el


coche en un espacio.

―No ―dijo―. No fue un romance. ―Sostuvo las llaves en su regazo,


arrojándolas ligeramente entre sus dedos―. Alex ―dijo con un suspiro―,
siempre fuiste la que la extrañó más. Pero tienes que entender. Ella estaba
enferma. Mentalmente. Y estaba ebria esa noche que se fue. Fue todo un gran y
triste accidente.

Abrió su puerta y salió, pero me quedé en mi asiento. No tenía sentido. ¿Por qué
mamá necesitaría un curandero espiritual? ¿Cuál era su relación si no era un
romance? ¿Y por qué mamá arriesgaría todo para estar con él? Quería
preguntarle a papá muchas cosas más, pero estaba parado en la parte de atrás

214
del coche, metiendo las llaves en su bolsillo, y sabía que había terminado de
hablar del tema.

Quería decirle a Bethany y Zack. Ver si tenían algunas respuestas más de las que
yo tenía. Ver si le encontraban sentido. Pero aún estaba aprendiendo a cómo
hablarles a mis mejores amigos de nuevo, después de todo lo que sucedió. Ya no
estaba segura de que estuvieran interesados. Ni siquiera estaba segura si seguían
interesados en nuestro viaje. Al menos, conmigo allí.

―Bueno, creo que luce bien ―dijo Bethany, sacándome de mi recuerdo―.


Espero que este no consiga ser noqueado. Imagina lo que tu padre diría si tiene
que pagar por ello una segunda vez.

Lancé el espejo de vuelta en el bolso y cerré la cremallera con vigor.

―Bethany, por favor. No comiences. Sé lo que crees, pero en verdad estaba


envuelta en mi abrigo, y si no lo hubiera estado, habría sido capaz de prepararme
para mi caída. Fue mi culpa. En serio.

Levantó las cejas.

―Lo sé. Sólo estaba diciendo que espero que no te caigas de frente otra vez, es
todo. Un montón de personas mueren por caídas cada año. No quiero que seas
una estadística. ―Ella no tenía que explicarlo con claridad para que yo sepa lo
que quería decir. Ella creía lo de fue “sólo una caída” tanto como creía que yo
podía volar.

Nos pusimos de pie mientras una pareja avanzó en frente de nosotras hasta la
fila de sus asientos.

―Estaré bien ―dije, cuando nos ubicamos de vuelta―. ¿Pueden dejarlo pasar?

Levantó las manos.

―De acuerdo ―dijo―. Pero si necesitas ayuda cortando…

Mientras las luces de la sala se atenuaban me pregunté si tal vez era un asunto
de conseguir ayuda para cortar. Tal vez no tenía miedo de lo que él me haría a
mí o a Bethany y Zack si rompía con él; tal vez yo tenía miedo de estar sin Cole.
Tal vez estar con un abusador era mejor que estar totalmente sola de nuevo.

Y antes de que pudiera siquiera detenerme, las palabras salieron de mi boca:

―Creo... no sé, es como si, lo merezco a veces.

Me alcanzó y puso su mano en mi muñeca sobre el reposabrazos.

215
―Alex ―susurró, pero las luces de la sala fueron totalmente apagadas y la música
de apertura de la orquesta irrumpió a la vida, rompiendo cual sea el hechizo en
el que yo estaba―. Alex ―susurró de nuevo, pero entonces titubeó cuando el
hombre en frente de ella le lanzó una mirada furiosa.

Sacudí la cabeza y apunté el escenario, donde Zack había emergido en un traje


de la época de 1950, cantando algo sobre el día de pago.

Las luces volvieron por un intermedio. Ambas aplaudimos y animamos el éxito


de Zack en la primera mitad, la cual era mejor que cualquier primera mitad que
Mickey Hankins alguna vez había tenido, pero de algún modo la emoción nunca
llegó por completo a nuestros ojos.

Podríamos haber hablado más sobre ello. Podría haberle dicho sobre la noche
que Cole me golpeó. Podría haber entrado en el baño de mujeres y decirle sobre
los intentos de suicidios de Brenda y el papá de Cole, quien estaba muy segura
le pegó a Brenda también. Podría haberle dicho sobre mi muñeca y sobre Cole
llamándome puta cada vez que estaba enojado conmigo. Podría haberme dejado
llevar sólo lo suficiente por Zack cantando y por la mano suave de Bethany en mi
muñeca hasta decirle todo.

Pero las luces estaban encendidas otra vez, y eran brillantes y me sentía expuesta.
La familia al lado de mí comenzó a abrirse camino a la fila de abajo, y la audiencia,
incluyendo a Bethany y a mí, hizo un éxodo en masa hacia los baños, y el
momento se había ido.

Bethany fue directamente al baño, pero todo lo que en verdad quería era algo
para beber, así que giré hacia la cabina instalada por los estudiantes culinarios y
conseguí un refresco. Pagué por ello, luego di la vuelta, tomando un sorbo y casi
choqué con el pecho de Cole.

―Ahí está mi bella dama ―dijo con excesivo entusiasmo, besándome en la oreja.
De inmediato sentí la tensión familiar elevarse en mis hombros. Últimamente,
había tenido esa sensación tensa en mis hombros cada vez que me tocaba. Sonreí
sin ganas―. Estás hermosa esta noche. No me di cuenta que las personas se
ponían tan hermosas para ir a las obras de la escuela.

Mi corazón estaba demasiado ocupado acelerándose, podía apenas soportar lo


que me estaba diciendo, mucho menos contestarle. ¿Iba a insinuar que trataba
de lucir bien para Zack? Ese fue un camino que era muy conocido y muy feo para
querer ir por ahí. Sorbí mi refresco de un modo despreocupado.

―Así que trataba de sorprenderte ―continuó, estirando un brazo alrededor de


mi cintura y atrayéndome hacia una esquina donde nadie estaba parado―. Pero
llegué aquí justo cuando el espectáculo comenzaba y no pude encontrarte a

216
tiempo. Seguro que lucía como que tú y Bethany estaba teniendo una
conversación sería allí abajo.

Hizo una pausa lanzando la indirecta, y no tenía ninguna opción excepto tragar
la bebida que estaba sosteniendo en mi boca y hablar a mi favor. Me preparé a
mí misma para un puñetazo, un codazo o un pellizco, lo que significaría Sé lo que
estabas contándole. Negué con la cabeza. ―Sólo hablábamos sobre mi diente
nuevo. ¿Ves?

Mostré mi diente, y el rostro de Cole se iluminó. ―Allí está la boca que conozco
y amo.

―Se acercó más y me besó, luego se relamió los labios profusamente―. Mmm…
¡dulce! ―Se inclinó y susurró en mi oído―. El refresco no está nada mal, tampoco.
―Nuestra vieja broma.

Lentamente, comencé a relajarme. Él era el antiguo Cole, el Cole dulce. El Cole


que trataba de hacer el mejor esfuerzo con Zack y Bethany. El Cole quien me
susurraba que era hermosa, dejaba rosas en mi coche y me aseguraba que
tendríamos una vida linda y tranquila juntos con montones de hermosos niños.
¿Por qué no podía permanecer siendo ese Cole?

Las luces parpadearon, y la multitud comenzó a entrar de vuelta en el auditorio.

―Oh, oye ―dijo Cole, sacando dos entradas de su bolsillo trasero. Las sostuvo
en alto―. Tengo dos asientos.

Miré a Bethany, quien me estaba lanzando miradas preocupadas sobre su


hombro mientras ella entraba en fila al auditorio con el resto de la multitud.
Después de lo que le había dicho, nunca, ni un millón de años entendería por qué
incluso estaría parada al lado del chico, mucho menos el por qué me sentaría con
él por encima de ella durante la segunda mitad completa del musical.

Ella podría tratar de conseguir que vuelva a mi asiento original. Causar una
escena. Hacer que las personas nos observaran. Obligarme a negar jamás haber
dicho algo. Obligarme a hacerla lucir como una tonta para salvarme a mí misma.

Pero por mucho que me preocupara que Bethany no entendería el por qué no
estaba sentándome con ella, sabía que Cole estaría enojado si la elegía por
encima de él. Y de ellos dos, Cole era al que le tenía mucho más miedo.

―De acuerdo ―dije, tomando su brazo―. Vamos.

Resultó que nuestros asientos estaban sólo a un par de filas detrás de la de


Bethany, quien escaneó el auditorio casi obsesivamente hasta que las luces
comenzaron a atenuarse.

217
Y cuando comenzaron a oscurecerse, finalmente me encontró.

Y no necesitaba luces para ver la decepción y la tristeza en sus ojos.

218
Traducido por Clary

Corregido por obsession

T
an pronto como Cole tomó la esquina hacia el lago, sabía dónde íbamos.
Esta fue la primera vez que habíamos desaparecido a ninguna parte desde
el musical. No es que Cole no estuviera intentándolo. Sino que yo estaba
evitándolo.

Tenía miedo de estar a solas con él. Miedo de que me lastimara de nuevo. Miedo
de ser forzada a romper con él y luego él hiciera algo loco. Miedo de que hubiera
mucho más de mí para romper que sólo un diente. Otras partes de mí intactas en
el interior, donde las cicatrices no se muestran. Y miedo de que él encontrara esas
piezas intactas como un bocado.

Pero no importa cuanto lo intenté, y no importa las muchas veces que Bethany
trató de hablarme de él, yo no podía romper con él. Había algo familiar acerca
de Cole. Lo amaba. Lo entendía. Nos entendíamos. Y no te encuentras con algo
así todos los días. Si tú te rindieras con tu alma gemela... si lo dejaras ir a través
de tus dedos... ¿tú nunca serás amado de nuevo? Yo no lo sabía, y yo tenía miedo
de averiguarlo.

No hablamos mucho mientras íbamos a través del bosque. La mano de Cole


estaba en mi regazo, sus dedos entrelazados con los míos. Cantó junto a la radio,
yo miraba por la ventana la silueta de las ramas de los árboles desnudos contra
los principios de primavera. Las cosas se sentían a gusto entre nosotros.

Finalmente, Cole se salió en una reja de la carretera y se estacionó en un terreno


de hierba seca. Ambos salimos y pisamos con fuerza a través del familiar follaje,
saliendo por el otro lado en la parte superior del camino.

Cole avanzó cruzando a la derecha, como siempre, pero, cuando elevé mi pie
para unirme a él, sentí la familiar punzada de miedo subir en mi pecho. Había
pasado mucho tiempo desde que habíamos estado aquí. Era tan alto. Tan
peligroso. Y había pasado mucho entre nosotros desde la última visita hasta
ahora. Cole había llegado a ser mucho más peligroso desde entonces.

219
―Ven, Emily Dickinson ―dijo Cole, extendiendo su brazo hacia mí―. Yo no te
lanzare. ―Se rió como si hubiera hecho un chiste gracioso, pero mis rodillas
temblaron cuando me di cuenta que eso era exactamente lo que me daba miedo.

―No puedo ―dije, y casi se ahogó de la risa. Mis dientes castañeaban. ―Ha sido
demasiado tiempo.

Cole rodó sus ojos y cruzó hacia mí.

―Gallina ―se burló. Entonces, como había hecho en nuestra primera cita, me
agarró de los codos y, caminando hacia atrás, me llevó a la mitad del camino de
la cornisa.

―¿Ves? Lo hiciste, gallina ―dijo. Se sentó, colgando las piernas por el borde del
concreto, y retrocedió, dándole palmaditas suaves en la tierra entre sus piernas,
igual que antes. ―Ven. Siéntate. ―Cuando sólo me quedé allí, mis brazos
cruzados contra la constante brisa fría, todo mi cuerpo temblaba, él rodó sus ojos
de nuevo―. Alex. No voy a dejar que nada te pase. Siéntate. Quiero decirte algo.

Lentamente, lentamente, bajé a su regazo, mis piernas colgando sobre el borde


ahora, perdiendo las rocas en el agua. Me incliné contra de Cole, teniendo su olor
familiar, sintiendo la forma de su pecho que yo había memorizado en los últimos
meses, y cerrando los ojos, los recuerdos tan fuertes que casi duelen.

Presionó su mejilla contra mi oído.

―Les dije a mis padres que ayer terminé con los deportes por mi bien ―dijo.

―¿En serio? ―le pregunté, mi frente estaba recostada contra su barbilla.

Él asintió con la cabeza.

―Tenía miedo de perderte. ―Él me agarró la barbilla, levantando suavemente


buscando mis ojos―. No puedo perderte. Te amo demasiado. ―Él se dobló
ligeramente y me besó―. Todas esas cosas que sucedieron, Alex. Se acabó. No
volverá a suceder.

Agaché la cabeza, mi barbilla empujando contra su mano.

―Tú has dicho eso antes ―mascullé.

Sentí su vientre moverse hacia delante y hacia atrás de nuevo cuando tomó una
respiración profunda. ―Lo sé ―dijo―. Pero esta vez es diferente. Fui con un
consejero de la ira ayer. Yo estoy cambiando. Por ti, Alex. Yo estoy cambiando
porque te amo.

Alivio inundó mi cuerpo. Cole había hablado de cambiar antes, pero esta vez se
sentía diferente. Nunca había hablado de asesoramiento antes. A pesar de mi

220
misma, empecé a dejarme a mi misma creer que quizás esta vez él quería esto.
Volteé la mitad superior de mi cuerpo, por lo que pude ver en su rostro. Yo no
sabía qué decir. Todo podría ser diferente ahora. Todo podría ser como lo había
sido al principio. Yo podría tener a mi antiguo Cole de regreso. Quería llorar,
estaba tan feliz.

Cole tomó mi mano de su muslo y la sostuvo, acariciando suavemente mis dedos.

―Quiero casarme contigo, Alex ―dijo―. Quiero que estemos juntos para
siempre.

Y de repente, encontré mi voz.

―Yo quiero eso también ―dije, y estaba sorprendida de lo cierto que era. A pesar
de todo lo que habíamos vivido, he querido este futuro con él. Y yo creía en él.

Cole retrocedió, lejos del borde del aliviadero, tirándome junto con él. Cuando
esto era seguro, Yo volteé hacia él, ajusté mis piernas alrededor de su cintura, y
nos besamos, olvidando el miedo. Olvidando la altura y de cómo el deslizamiento
más insignificante nos podía llevar a un largo camino hacia abajo.

221
Traducido por flochi

Corregido por obsession

L
as cosas iban bien. Cole estaba yendo a terapia y parecía estar haciendo un
esfuerzo renovado para hacer que funcionara lo nuestro. Había vuelto a
llamarme Emily Dickinson y me estaba comprando cosas y haciendo que
todos pensaran que éramos la pareja perfecta. Sentí como si hubiéramos
atravesado un oscuro invierno y estuviéramos floreciendo nuevamente, junto con
las flores de primavera.

Se estaba esforzando tanto en hacer mejor las cosas, incluso yo empecé a dejar
que mi corazón crea en nosotros un poco otra vez. Y luego otro poco más. Y
luego de un mes sin arrebatos violentos, empezó a parecer como si todo eso que
sucedió estuviera en el pasado ahora, y él y yo lo lograríamos.

Una noche, acostada en el suelo de su dormitorio escuchando el ruido de la


televisión yendo a la deriva a través de los corredores de su casa, decidimos que
sólo tenía sentido que Cole fuera a Colorado también. Él lamentaba haber
lanzado los papeles por la ventana antes, dijo él. Nunca había dejado de querer
ir, dijo. Dijo que sabía tanto como Zack y Bethany sobre mí, incluso quizás más
que ellos, y ese parecía el mejor lugar para que nosotros dos creáramos un
vínculo más fuerte.

Sabía que Zack y Bethany odiarían la idea. Pero valía la pena luchar contra ellos
cuando pensaba en estar frente a un fuego rugiente, dejando atrás mi pasado,
acurrucada en los brazos de Cole, luego haciendo el amor en la cama de plumas
de una cabaña. Sonaba como el romanticismo que necesitábamos.

Además, Cole había estado hablando más y más de pasar el resto de nuestras
vidas juntos. Quizás oficialmente se propondría, seguiríamos adelante y nos
casaríamos allí mismo. Tendríamos dieciocho. Una boda en la cima de la
montaña. Hermoso.

Decidí sacar a colación la idea a Bethany y a Zack la siguiente vez que los viera.
Después de todo, ellos habían pedido llevar a Tina. Mi pedido de llevar a Cole
tenía mucho más sentido.

Esperé hasta que los vi juntos en la casa de Zack. Cada día observaba y esperaba,
y tan pronto como vi el coche de Bethany detenerse en la entrada de Zack, me
puse la chaqueta y corrí hacia allí.

222
—Hola —dije cuando la madre de Zack abrió la puerta—. ¿Están aquí?

—¡Alex! —declaró, con voz demasiado alta. Casi pensé que detecté una pizca de
algo en su voz que no pude identificar. ¿Cuánto le había contado Zack sobre
Cole? ¿Ella sabía sobre la pelea en su patio delantero?―. Bueno, cariño, ha
pasado mucho... entra... Zack está justo abajo... Zack, Alex está aquí... acabo de
hacer unos bocadillos... ¿necesitas algo?

Negué con la cabeza y dije:

—Simplemente iré abajo —y antes de que pudiera discutir, estaba atravesando


la sala y el corredor hacia las escaleras de la sala de recreo.

Como esperaba, Zack y Bethany estaban sentados con las piernas cruzadas en el
suelo frente a la TELEVISION, jugando el mismo juego de carreras que habían
estado jugando en la fiesta de Trent. Bethany detuvo el juego cuando entré a la
sala.

Me alcé sobre la lavadora, la que se encontraba a un metro del soporte de la


televisión, y crucé mis piernas en los tobillos, pateando casualmente la máquina
suavemente con mis talones, bong, bong, bong, al igual que había hecho un
billón de veces en los últimos diecisiete años.

—¿Quién está ganando? —pregunté.

—Acabamos de empezar —dijo Bathany—. ¿Quieres jugar? —Alzó el mando


hacia mí.

—Nah —dije—. Sólo quería hablar. Sobre Colorado.

Intercambiaron miradas... nuevamente... como hacían mucho últimamente, como


si cualquier cosa que pudiera ser dicha sobre mí ya haya sido dicha y no
necesitaban perder el tiempo de nadie volviéndolo a decir.

—¿Sí? —dijo Bathany, presionando el botón de des-pausar del juego. El sótano


fue inundado con el sonido de los coches serpenteando alrededor de una pista
de carreras.

—Sí —dije, y respiré hondo. No había una manera fácil de decir esto. Tenía que
acabar soltándolo—. Me estaba preguntando si Cole podía venir con nosotros.

Zack dejó salir una risotada, un simple “ja”, pero siguió jugando el juego. Bethany,
por otra parte, puso el mando en su regazo y se quitó las gafas.

—Estás bromeando, ¿verdad? —dijo. Ni siquiera me miró. Zack siguió jugando,


el “ja” su única contribución a la conversación.

223
—No —dije—. Escuchen. Sé que él no les gusta, pero promete que va a intentar
llevarse bien y... creo que podría proponerse.

—Oh Dios Mío —dijo Bethany, recogiendo el mando de su regazo y lanzándolo


a un costado. Esta vez Zack presionó el botón para detener el juego y se me
quedó mirando mientras Bethany se ponía de pie y caminaba hacia el refrigerador
oxidado en la parte más alejada del sótano—. No puedes hablar en serio.

Me levanté de la lavadora.

—En realidad, sí. Tendremos dieciocho. ¿Por qué no podemos casarnos allá?

Abrió el refrigerador y sacó una soda de naranja, sacó la parte superior y tomó
un sorbo. —Bueno, para empezar, él abusa de ti, Alex. —Me sobresalté,
parpadeando. Era la primera vez que me decía tan claramente lo que me había
estado negando incluso a mí misma.

—No ha hecho nada en mucho tiempo —dije, lo que era cierto—. Y será diferente
si estamos casados, porque entonces no tendrá que lidiar con la presión de sus
padres, la escuela, todo. Está yendo a terapia porque quiere hacerlo mejor. Por
nosotros. Por nuestro futuro.

Zack volvió a reír, esta vez como un “ja-ja”, pero no hubo rastro alguno de risa en
su rostro.

—Eres una idiota —dijo él.

—¿Disculpa?

—Tiene razón —dijo Bethany—. Había renunciado al viaje de todos modos, dado
que dejaste de mostrar interés alguno. Pero si vas a llevar a Cole, estoy fuera. No
tendré nada que ver con ese sujeto.

—Igual yo —dijo Zack.

Pude sentir la ira llenándome desde los dedos de los pies hacia arriba.

—Te encantaría eso, ¿no? —grité—. Te encantaría echarme de tu pequeña


amistad, como has intentado hacer desde que conocí a Cole. Quizás deberían ir
juntos, sólo ustedes dos. Mejor aún, quizás deberían llevar a Divertida Tina con
ustedes. ¡Escuché que es malditamente divertida!

—Uno pensaría que serías más agradecida —dijo Bethany, agitando su lata de
soda en mi dirección.

—¿Debería ser más agradecida? —Esta vez yo fui la que rió, una risa ronca.

224
—Sí —dijo ella—. Zack casi fue arrestado por intentar protegerte de ese idiota.
Casi lo suspendieron por defenderte en el vestuario. Y tiene su boca destrozada.
Todo por ti, Alex.

—Ah —dije—. Entonces estás celosa. Porque no lo hizo por ti.

Regresó a donde había estado sentada y bajó la soda.

—No. En realidad, he estado muy ocupada siendo lastimada porque mi mejor


amiga me ha estado tratando como mierda como para que algo más me importe.

—Oh, bueno, lamento si no la he venerado correctamente, Su Alteza. Lamento


tanto que yo tenga novio y tú no porque ni siquiera tienes las agallas para hablar
con el chico que te gusta, mucho menos intentar tener algo con él. O quizás no
le hablarás a Randy Weston porque en realidad estás enamorada de Zack. Dios,
Zack, ¿por qué no das un paso adelante y lo haces con ella, así puede relajarse
un poco?

Ambos lanzaron miradas enojadas sorprendidas hacia mí. El rostro de Zack se


había puesto tan gris como el suelo de concreto. Todo el cuerpo de Bethany
estaba rojo. Incluso yo me había sorprendido. Me quedé allí, jadeando, insegura
de qué hacer a continuación.

Acababa de sonar... como Cole.

Oh Dios mío. Me estaba volviendo como él.

—Ve a casa, Alex —dijo Zack. Presionó el botón para des-pausar, y el sonido de
la carrera empezó nuevamente.

Bethany limpió sus gafas con el faldón de su camisa y se las volvió a poner, luego
recogió el mando y también empezó a jugar.

Repentinamente fue como si mis piernas no pudieran moverse. Como si hubiera


olvidado cómo poner un pie frente al otro y avanzar hacia adelante. Me quedé
allí, con las manos en mis caderas, intentando recobrar el aliento, intentando
descubrir lo que había pasado.

—Dije adiós —dijo nuevamente Zack. Sin gritar. Sin maldecir. Sin ningún tipo de
emoción. Como si le estuviera hablando a un extraño. O a un perro.

—Bien —dije, intentando sonar ruda. Intentando salvar tanta cara como podía.
Intentando no sonar como si instantáneamente lamentara lo que acababa de
decir. Me fui dando pisotones a la escalera—. Pero si no aceptan a Cole, no me
aceptan a mí. Están fuera de mi vida.

225
—Es tu elección —dijo Bethany. Luego murmuró algo en voz baja que no pude
entender, y Zack murmuró en respuesta.

Subí a rastras las escaleras, sólo para encontrar a la madre de Zack parada en la
entrada esperándome. Parecía sombría. Como una especie de hada madrina que
había metido la pata y había enviado a alguien a la cámara de gas en vez de al
baile del príncipe.

—Oh, cariño —dijo ella, estirando la mano para acariciar mi cabello—. Oh, cariño,
estoy segura de que ellos... ¿pelearon?... Las cosas mejorarán... Zack y ese chico
no... Oh, cariño, me gustaría que haya algo que pudiera hacer para ayudar.

Y de repente hubo algo tan maternal respecto a ella que no quise tener nada que
ver con ella. Todo esto es tu culpa, rabié por dentro. Si no lo hubieras hecho ver
tan bien todos estos años, quizás nunca la habría extrañado . Quizás sería fuerte
como Celia y Shannin, y nunca me habría metido en este desastre. Esquivé su
toque.

—No lo hay —dije, y escapé a través del aire frío del sombrío crepúsculo, a través
de los patios, de regreso a mi habitación, donde podía fingir que todo tenía
sentido.

226
Traducido por Itorres

Corregido por veroonoel

C
uando yo era una niña, hojeaba las fotos de mamá y papá constantemente.
Después de que las había rescatado de la basura, las había escondido en
una caja de zapatos debajo de mi cama, y cada vez que me sentía triste o
sola, las sacaba y miraba hasta que conseguí memorizar cada pequeño milímetro
granulado de ellas.

Solía contar historias sobre ellas. Hablar con mamá en ellas. Decirle que se veía
hermosa. Imaginar cómo se vería la siguiente fotografía si el fotógrafo tomara
una y luego otra y luego otra foto de ellos, haciendo que cobraran vida, como en
las películas.

Tenía mis favoritas: la de sus siluetas sentados con las piernas cruzadas bajo un
árbol, con las rodillas tocándose; una de los brazos de mamá siendo jalados en
direcciones opuestas por sus amigos, su sonrisa tan brillante; aquellas en las que
se podía ver en la cara de papá. Su amor por ella. Se consumía todo el tiempo.

Solía arrodillarme al lado de mi cama y alinearlas en lo que yo imaginaba debería


ser su orden. Aquella foto de ellos en las escaleras de cemento, papá en una cursi
camisa hawaiana. Todo el camino hasta una de un parque de diversiones, mamá
viéndose tan miserable, como si fuera a vomitar.

Tratando de encontrar el perfecto orden. Sosteniendo la única foto de su boda


(¿por qué sólo una?) en mi mano y tratando de encontrar el punto exacto donde
pertenecía. Como si tal vez pudiera conseguir el orden justo, más fotos pronto
aparecerían en la caja: fotos de cosas que nunca llegaron a suceder porque ella
se había ido. Cosas que siempre sucederían sin ella. Navidades y cumpleaños y
matrimonios y nacimientos. O tal vez, Dios, yo no sé... sólo algo. Algo que dijera
que esta vida era importante también. No sólo cualquier vida vivida por mamá
en Colorado, pero ésta. La que tenía justo aquí.

Conmigo.

Mi vida.

Lo que no hubiera dado por una foto de mamá sosteniéndome o parada conmigo
o jugando conmigo y que estuviera feliz al respecto.

227
Después de la pelea con Bethany y Zack, cerré la puerta de mi dormitorio y me
arrodillé junto a mi cama. Busqué detrás de los libros y cajas de lápices de la
escuela primaria hasta que mis manos se posaron en el cartón familiar de la caja
de zapatos. La saqué y me senté en la cama con ella en mi regazo.

Había pasado tanto tiempo. ¿Tendrían el mismo aspecto en sus caras para mí
ahora como lo tenían entonces? ¿O abriría la caja sólo para descubrir que mamá
nunca se veía feliz? Que ella sólo se veía como si estuviera atrapada en un paseo
y quería, más que nada, zafarse de esto.

Poco a poco, quité la tapa de la caja. Mi respiración se cortó. Allí estaban. Así
como las recordaba. Miro. Mamá está sonriendo. Miro. Estaban tomados de las
manos. Miro. Tenían una vida feliz, y lo fue hasta Shannin, Celia, y empecé a notar
en las fotos que ella tenía esa mirada distante en sus ojos. No fue hasta que
nosotras estuvimos en las fotos que ella comenzó a soñar con Colorado.

Saqué una foto con manos temblorosas. Recordaba ésta, por supuesto. Mamá
estaba de pie a un lado de la carretera, con una cangurera atada alrededor de su
cintura. Sonreía tontamente y estaba sosteniendo una flor de modo que parecía
que estaba creciendo en la parte superior de su cabeza. Recordé todos esos
detalles sobre esta foto. Pero lo que nunca había notado antes era lo que había
en el fondo. Azul ennegrecido, nebuloso, monstruoso. Una montaña.

Me incliné sobre la imagen, mis ojos esforzándose por encontrar algún tipo de
pista. ¿Cuándo se tomó esta? ¿Dónde, mamá? ¿A dónde te dirigías? ¿Tú y tu
amigo sanador espiritual?

Nunca lo sabría. Ahora, gracias a Bethany y Zack o gracias a Cole o, rayos, no lo


sé, gracias a mí, probablemente, nunca lo averiguaría.

Busqué en la caja, sacando fotos al azar y mirándolas y luego dejándolas caer de


nuevo, sólo para bucear en la próxima.

Ni siquiera me di cuenta que estaba llorando hasta que Celia irrumpió en mi


habitación.

Salté, corriendo para ocultar la caja de ella. Incluso después de todos estos años,
todavía quería que esta vida dentro de la caja de fotos fuera toda mía. Celia y
Shannin no lo merecían. Coloqué la caja a un lado de mi cadera, y me deslicé por
el espacio entre la cama y la pared. Podía oír el roce de la cartulina en la pared
mientras caía, y el silbido del papel de las fotos cayéndose y aterrizando en el
suelo.

—¿Qué quieres? —le dije, limpiando mi cara con mi camisa.

—Zack me contó lo que pasó en su casa —dijo.

228
—Bien por ti. Vete —le dije, pensando, Ciertamente no perdió el tiempo en dar a
conocer las noticias. Tal vez debería sacar un cartel publicitario.

—No vas a ir a Colorado ahora —dijo—. Por lo menos no con ellos.

—No —dije, agarrando una revista de mi mesita de noche y abriéndola, tratando


de parecer indiferente al respecto. Un pedazo de papel doblado cayó al suelo.
Me incliné y lo recogí, sosteniéndolo en mi palma—. Puedes irte ahora.

—Um, ¿olvidas algo? —dijo, de pie sobre la alfombra en el medio de mi


habitación con las manos en las caderas.

—No —dije de nuevo—. Adiós.

—Sí —respondió ella, meneando su cabeza—. El pastel. Se te olvidó el pastel de


papá.

Llevé mi mano a mi frente. El pastel. Por supuesto. La fiesta era mañana, y me


había olvidado por completo del pastel.

—Las abuelas fueron a escogerlo —continuó, su voz llena de enojo—. Y resulta


que ni siquiera te habías molestado en pedirlo.

—Oh, hombre. —Suspiré—. Se me olvidó. Lo siento mucho. —Sentí la culpa en


aumento. Si ahora la fiesta de cumpleaños de papá estaba jodida, eso sería todo
por mi culpa también. Era como si no pudiera hacer nada bien. Había
decepcionado a mis hermanas, a mis amigos, a mi papá, a todos.

Pero Celia había visto su única oportunidad, y no estaba dispuesta a dejarla ir.

—¿Cómo? ¿Cómo es posible incluso que se te olvidara? Has tenido meses para
hacerlo, y te lo recordé, como mil millones de veces. Dios, Alex, ni siquiera te
puedo creer.

—He dicho que lo siento —le dije—. Lo ordenaré hoy. Se los pediré de urgencia
o algo así. No es el fin del mundo, Celia.

—Las abuelas ya lo pidieron. Shannin está súper enojada, para que lo sepas.

Puse los ojos en blanco, cerrando la revista de un manotazo.

—Por supuesto que lo está. Debido a que todos en el mundo están enojados
conmigo en este momento. No me importa, ¿de acuerdo? Tengo mis propios
problemas. ¿Por qué no vas a buscar a Shannin y a Zack y a Bethany y todo el
resto del mundo y tienen una fiesta de “Odio a Alex”? ¿De acuerdo? Sólo... vete.

Salté de la cama y tomé mi pantalón de Bread Bowl del suelo. Me dirigí a la


cómoda para conseguir una camisa, echando humo.

229
Celia estaba en silencio mientras cavé por una camisa y ropa interior limpia.
Entonces, justo cuando me volteé para ir al baño para prepararme para el trabajo,
ella dijo:

—¿De verdad vas a casarte con él, Alex?

Me volteé.

—¿Zack te lo dijo?

Ella asintió. Todavía estaba de pie en su pose de cabreada, pero sus ojos estaban
grandes y húmedos. A pesar de que estaba en la escuela secundaria ahora, de
repente parecía una niña pequeña.

—Me dijo algunas otras cosas acerca de Cole, también. ¿Es cierto? ¿Él te lastima?

Un millón de imágenes, pensamientos y recuerdos cruzaron por mi cabeza a la


vez, casi derribándome bajo el peso de los mismos.

Finalmente, me encogí de hombros.

—No sé lo que voy a hacer —le contesté. Probablemente era la cosa más honesta
que había dicho en mucho, mucho tiempo.

—Bueno, tienes que hacer algo —dijo en voz baja, luego se volvió y salió de la
habitación, cerrando la puerta suavemente tras ella.

Dejé caer mi ropa en el piso del baño, y luego desplegué el pedazo de papel que
se había caído de mi mesita de noche cuando tomé la revista:

No puedo tragar tus cuadrados ojos

Ceguera de mi diminuto corazón

Mi pecho hueco

Hombros al suelo pulido...

Mi poema. ¿Cómo llegó a mi mesa de noche? No me acordaba de ponerlo allí. Lo


leí, a pesar de que ya lo tenía memorizado ahora, mi pecho sintiéndose pesado y
lleno, recordando el día en que Cole cantaba para mí la primera vez en la acera
de The Bread Bowl. Un sollozo se me escapó. Quería ese momento de nuevo tan
condenadamente.

Levanté mis ojos a la parte superior del papel, sollozando. Todavía no lo había
titulado.

230
Me volteé y revolví en el cajón de la vanidad, sacando un viejo lápiz delineador
de ojos. Inclinándome sobre el mostrador del baño, garabateé "Amargo Final” en
la parte superior. Cole tenía razón… ese título era perfecto.

Entonces arrugué el poema y lo tiré a la basura.

Me enderecé y me vi a mí misma en el espejo. Miré fijamente a mis ojos, largo y


severamente… en busca de esa mirada perdida y vacía que había visto en los ojos
de mamá en las fotos. ¿Estaba allí, en mis ojos, ya?

231
Traducido por Mutatingskyline

Corregido por veroonoel

L
o único bueno que me pasó en todo el día es que Dave ya había estado en
The Bread Bowl y vuelto a casa. Georgia tenía el estado de ánimo más ligero
en el que la había visto desde que él había empezado a salir, y Jerry parecía
feliz, encendiendo la radio de la cocina y cantando cuando no había clientes en
el comedor.

Necesitaba aligerarme un poco. Lo ansiaba. Así que me uní, cantando en la


delantera, bromeando con Georgia, incluso haciendo unas muñequitas
horrorosas con coliflor y llamándolas la familia Granito.

Georgia tenía buenas noticias. Lily había sido aceptada en un programa


progresivo para niños con necesidades especiales, y Georgia estaba convencida
de que eso sería lo mejor que le podía suceder a su hija. Sacamos la bandeja de
galletas con chispas de chocolate para celebrar.

Era como una gran fiesta, y yo tenía ganas de festejar. Vamos.

Esa fue la razón por la cual fui tomada con la guardia baja cuando la chica cuya
orden estaba llevando agarró mi muñeca y tiró de mi brazo hacia ella,
inclinándose para mirar la parte inferior de mi bícep, una mirada afligida en su
rostro.

Solté mi mano, mi cara calentándose. Lucía familiar, pero no podía ubicar de


dónde la conocía.

—¿Qué…? —pregunté, pero antes de poder terminar la oración, ella habló.

—¿Sigues con él?

Honestamente, al principio ni siquiera sabía de lo que estaba hablando. Luego


me di cuenta. Ella estaba observando las marcas de pellizco en la parte de atrás
de mi brazo, las dos más bajas que apenas se veían si la manga corta de mi
uniforme se levantaba unos pocos centímetros. Cole me había pellizcado ayer,
con la fuerza suficiente para dejar marcas, diciendo que “sólo estaba jugando” y
que debería “relajarme un poco. No todo es un especial para después del
colegio”.

232
—¿Sigues con Cole? —repitió, señalando mi brazo.

Y de repente supe dónde la había visto: en el cine.

Maria está un poco loca, Cole había dicho. Psicópata.

—Tú eres la chica de Pine Gate —dije, y ella asintió—. Maria, ¿cierto? —El hombre
detrás de ella cambió el peso sobre sus pies impacientemente y suspiró.

—La ex-novia de Cole —dijo, mirando sobre su hombro como si esperase verlo
justo detrás de ella—. Sigues saliendo con él.

El tipo detrás de Maria se aclaró la garganta.

—Tengo clientes —dije. Pero lo dije sabiendo que no quería que Maria se fuera.
Tenía preguntas. Quería respuestas. Cosas que no tenían sentido en el cine
cuando todo estaba bien entre Cole y yo… ahora tenían perfecto sentido. Ella
había lucido como si quisiera largarse de ahí en ese momento. Ella había lucido…
asustada.

Maria está un poco loca había sido la explicación de Cole. Sus padres son amigos
de los míos. Solían serlo, quiero decir. ¿Por qué “solían serlo”, Cole? Ahora sabía
la respuesta, pensé.

Ella empezó a dirigirse al otro lado del mostrador, donde Jerry ya tenía su orden
en una bandeja.

—Mi descanso es en quince minutos —dije. Ella asintió y se dirigió a una mesa al
fondo, cerca de la entrada al patio.

Cuando la fila había muerto, finalmente, le comuniqué a Georgia que iba a


tomarme mi descanso y me dirigí hacia el comedor. Maria había terminado de
comer pero seguía sentada, sorbiendo su bebida y leyendo un libro de bolsillo.

—No se supone que hable de ello, realmente —dijo, sin apartar la vista de su
libro. Saqué la silla que estaba frente a ella y me senté. Deslizó un pedazo de
papel en el libro para marcar la página y lo metió en el bolsillo de su abrigo—.
Parte del litigio.

—Yo no sé nada —dije—. Él dijo que sus padres eran amigos.

Ella puso una sonrisa sardónica.

—No tanto —dijo—. Es más como que mis padres querían sacarle dinero a los
suyos para pagar las cuentas del hospital luego de que él me rompiera el brazo.

Sin pensarlo, me agarré la muñeca, la que él con tanta fuerza había sostenido en
el laboratorio del tutor. Ella lucía sombría.

233
—¿Supongo que sigue torciendo brazos?

No sé por qué, pero moví el mío hacia mi regazo, escondido bajo la mesa.

—No soy la primera —susurré.

—No —dijo ella—. Él también golpeaba a esta chica de mi escuela, Jillian, cuando
salía con ella. Ella lo dejó, y él la acosó por un largo tiempo. Tuvieron que buscar
una orden de restricción. No me enteré de nada de esto hasta después, ya sabes
—levantó su brazo.

—¿Así que esa es la razón por la que se mudó para acá?

Asintió.

—Nada de esto está en los papeles porque todas somos casos menores. Pero,
como sabes, la gente habla. Y pronto todo el mundo sabía al respecto. Algunos
chicos le decían cosas. Lo amenazaban y eso, sabes.

Me senté ahí, asombrada. Nunca se me había ocurrido que yo no era la única


chica a la que Cole había atormentado. Siempre había estado la duda, la parte de
mí que insistía en que sólo hacía esto porque yo era difícil de tratar. Que sólo lo
hacía porque yo lo empujaba, porque pedía demasiado de él, no lo respetaba lo
suficiente.

—No puedo creerlo —dije, mi voz era apenas más que un susurro.

—Escucha, no te conozco y si quieres seguir con él, ese es tu problema. Pero


pensé que debería decírtelo, ya que vi los golpes en la parte de atrás de tu brazo,
que sólo van a empeorar. Pensaba que realmente me quería hasta que estuve en
emergencias. De hecho, incluso lloré cuando mis padres me hicieron terminar
con él. Él siempre lo lamentaba tanto. Era tan romántico al respecto. ¿Puso rosas
en tu auto? —Cuando no respondí, ella asintió—. Sí. Pero va a matar a alguien
algún día, y si puedo evitar que te suceda a ti, entonces tal vez no pasé por el
peor momento de mi vida en vano. Con suerte, el asesoramiento que el juez le
puso funcionará.

Me senté, aturdida, con la boca abierta. Un juez ordenó la terapia contra la ira.
Cole no iba porque quería mejorar por mí. Iba porque tenía que pagar por lo que
le hizo a Maria.

Ella se levantó, recogió su bolso del suelo, y sacó un juego de llaves de auto del
bolsillo de su abrigo. Levanté su bandeja.

—Buena suerte —dijo—. Si te quedas con Cole, vas a necesitarla

234
Traducido por flochi

Corregido por veroonoel

N
o se necesitaba un científico espacial para ver cuánto había cambiado mi
humor mientras estaba en el descanso. Volví aturdida y emocional, sin
querer tener nada que ver con las canciones de Jerry o las celebraciones
de Georgia. Lancé la coliflor de la familia Granito.

Todo en lo que podía pensar era que Maria no era la única otra. Él había estado
golpeando no sólo a mí sino a otras chicas. Lo que quería decir que Cole tenía un
problema. Y yo también, si iba a quedarme con él.

Dios mío, ¿qué estaba mal conmigo que siquiera estaba pensando en quedarme
con él? Chicas. Plural.

La cena fue larga y ocupada, por suerte distrayéndome, pero tan pronto como
terminó, me quedé con los pensamientos de mi cabeza otra vez. Imágenes
apresurándose. Las veces que él me hizo sentir pequeña. Las veces que me asustó.
Las veces que me lastimó.

Y había lastimado peor a Maria.

Va a matar a alguien algún día, había dicho ella, y casi inmediatamente pensé en
sus dedos clavándose en mi cuello con mucha fuerza mientras con la otra mano
me golpeaba.

Y mira todo lo que había perdido, estando con él. Celia me odiaba. Había
defraudado a Shannin. Las abuelas sabían que algo sucedía, con certeza.

Y entonces estaban Bethany y Zack, el hermano y la hermana que siempre habían


entendido antes. De repente ellos era un dúo. Un claro dúo, diciéndome que me
alejara, obligándome a elegir. ¿Y qué había elegido?

Él va a matar a alguien algún día.

Incluso había lastimado a Georgia, dejándola sola en el patio cuando había


intentado alcanzarme.

Y entonces se me ocurrió: Georgia. Por supuesto.

235
Necesitaba hablar con Georgia. El secreto estaba a la vista ahora. Maria lo sabía.
También Zack y Bethany. Probablemente la mamá de Zack. Ellos le habían dicho
a Celia. Pronto papá lo sabría también, y ¿qué diría para defender mis decisiones?
¿Cómo los convencería de que todavía necesitaba a este chico? ¿Cómo podía no
haberse acabado lo que había entre Cole y yo hasta ahora?

Necesitaba decirle a Georgia. Necesitaba llorar en su remera y que me dijera que


estaba bien y que no era muy tarde y que esto no iba a definirme.

Me moví súper lento al comedor luego del cierre, para darle a Jerry suficiente
tiempo para limpiar la cocina y dejarla preparada para mañana. Barrí
cuidadosamente. Lavé las ventanas. Llené cada salero y pimentero con esmero.
Llené la barra de condimentos con servilletas y la mitad con pequeños paquetes
de mostaza y la otra mitad con salsa de rábano picante.

Para cuando terminé, Georgia estaba parada en el mostrador, mirando el


comedor, con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Vaya —dijo ella—. Geoffrey no va a tener nada que hacer por la mañana.

No dije nada, empujé el inventario de regreso al gabinete debajo de la barra de


condimentos.

—Ven —dijo ella—. Vamos a cerrar. —Y entonces, cuando seguí sin responder—
: Tierra llamando a Alex. Vamos, Alex.

Cerré el gabinete y me deslicé hasta el suelo. Así de pronto, fue como si una
avalancha hubiera caído sobre mí. Como si estuviera enterrada bajo metros de
barro y rocas y no pudiera respirar. No pudiera hablar. No pudiera moverme.

Todo lo que podía hacer era llorar.

Meses de dolor y angustia y confusión y secretos, todos presionándome hasta el


suelo. Ese bulto que me había esforzado por mantener en el fondo de mi
estómago finalmente se había liberado.

—Ey —escuché decir a Georgia, y luego escuché sus pasos acercarse—. Ey —


volvió a decir, agachándose a mi lado—. ¿Qué pasa? ¿Sucedió algo?

Fue uno de esos llantos que sentí como si no fuera a tener fin… como si la
respiración hubiera sido robada de mí. Y cuando finalmente conseguí hacer que
mis pulmones volvieran a moverse, jadeé en voz alta, un torrente de lágrimas
saliendo en jadeos ásperos y desiguales.

—Cariño —dijo Georgia, pero se detuvo, bajando su trasero hasta el suelo a mi


lado y poniendo su brazo sobre mis hombros.

236
Y la dejé. Me incliné sobre ella. Dios, la necesitaba. Volví mi rostro sobre su
hombro y apreté sus brazos con manos como garras y me derretí y derretí hasta
que nada quedó.

Nos quedamos así un largo rato, y cuando me sentí tan agotada casi mareada,
Georgia empezó a hablar.

—Lo he estado sospechando —dijo ella—. Te ha estado haciendo daño, ¿no?

Nuevamente, una larga pausa. Supongo que ella estaba esperando que dijera
algo, pero no pude. Todo lo que pude hacer fue sentarme en mis oscuros
escombros y esperar.

—El hijo de perra —murmuró—. ¿Cuán malo ha sido, cariño?

Volví mi rostro hacia el costado, el frío aire contra mi nariz, pero seguí sin abrir
los ojos.

—Maldición —dijo—. Sabía que debería haber hecho algo. Alex. Cariño. Háblame,
¿sí? Puedes confiar en mí. Te ayudaré. Haré lo que necesites que haga. Pero tienes
que decirme qué está pasando.

Me miró, pude sentir el movimiento, pero no pude obligarme a abrir los ojos. No
podía admitir eso, que ella tenía razón. No podía admitir que ahora sabía que
debería haberme quedado en el patio con ella esa noche. Debería haberla dejado
advertirme sobre él entonces.

—Pensarás que soy estúpida —dije.

Esta vez cuando ella se movió, movió todo su cuerpo, sosteniéndome con sus
brazos por lo que me vi obligada a recostarme y abrir los ojos. Su rostro parecía
angustiado, pálido, como si acabara de regresar de la muerte.

Negó con la cabeza.

—Eso es lo que él quiere que creas. Pero te conozco, Alex. No eres estúpida. Sólo
estás atrapada en algo demasiado grande para manejar tu sola. Déjame ayudar.

Alargó el brazo, sacó una servilleta de la dispensadora encima de nosotros, me la


entregó, luego buscó otra y secó la esquina de sus ojos. Sostuve la servilleta que
me había tendido en mi regazo y parpadeé.

—No sé qué hacer —dije, las lágrimas empezando de nuevo, pero más suaves y
menos desesperadas esta vez.

—Te alejas de él ahora mientras puedes —dijo—. Le dices adiós.

—¿Y si no puedo?

237
Extendió la mano y me tocó el brazo.

—Lo amas.

Asentí, limpiando mi nariz con la servilleta y doblándola en un diminuto


cuadrado.

—Oh, cariño —dijo, acercándose y tirándome hacia ella de nuevo—. Lo sé —


susurró—. Lo sé.

Hablamos por otra hora, Georgia calentando chocolate caliente como había
hecho antes, y sacando dos galletas del estuche para nosotras. Sólo que esta
vez, en vez de sentarnos en el patio, nos quedamos en el suelo en frente de la
barra de condimentos, nuestras espaldas apoyadas contra el gabinete.

Le dije todo lo que había pasado. Le dije sobre el vertedero y sus promesas. Le
dije sobre la vez que me golpeó, y sobre mi diente y los pellizcos en mis brazos.
Le dije por qué Bethany y Zack nunca estaban cerca ahora y que me sentía como
si hubiera perdido a mis mejores amigos. Y le conté lo dulce que siempre era
después, regalándome flores y disculpándose y diciéndome que me amaba, y
cómo una parte de mí le creía y sentía lástima por él. Cómo incluso cuando sentía
dolor, seguía amándolo.

Y le conté de las fotos. Y sobre Colorado, y cómo quería ir allí para encontrar el
espíritu de mi madre, y cómo no podía explicarlo mejor que eso, y ella dijo que
entendía. Y le dije que siempre pensé en ella como mi madre, y lloró un poco
pero rió, también, y dijo, Bueno, entonces te ordeno, jovencita, a alejarte de ese
chico o estás castigada.

Y para cuando lavamos nuestras tazas y barrimos las migajas de las galletas y
apagamos las luces y cerramos la puerta, dejando el lugar brillante para el turno
de la mañana, me había decidido.

Era hora de decirle a Cole adiós.

238
Traducido por Itorres

Corregido por veroonoel

G
eorgia se había agachado hacia el interior para dejar una nota para el
administrador de la apertura acerca de algo del informe de Dave que
necesitaba estar redactado al final del día, y pasé por delante de ella,
tirando de mi sudadera a mi alrededor.

Mi nariz se sentía congestionada, mis ojos picaban y me dolía el pecho. Y tenía


miedo. Pero aun así me las arreglé para sentirme mejor de lo que me había
sentido en mucho tiempo. Como si me hubiera quitado un peso de encima. Iba
a hacer lo que debía de haber hecho hace mucho tiempo. Sería honesta. Sería
implacable. Inquebrantable. Podía hacer esto. Era fuerte. Quería hacer esto. La
próxima vez que viera a Cole sabría exactamente qué hacer.

Pero no tuve la oportunidad de prepararme.

Doblé la esquina y allí, apoyado en mi coche, estaba Cole.

—¿Una buena fiesta? —dijo, y me di cuenta por el tono de su voz que estaba
enojado—. Te tomaste bastante tiempo. He estado esperando un largo rato.

—Tuve que cerrar —le dije, superándolo audazmente, con más audacia de la que
nunca había utilizado antes, a pesar de que estaba tan asustada que estaba
temblando. Incluso mi voz temblaba.

—Te vi hablando con Maria —dijo—. Más temprano.

Me estremecí con más fuerza. ¿Cuánto tiempo había estado aquí? Mi boca se
movió mientras trataba de formar palabras, pero no sabía qué decir.

—Déjame adivinar lo que ustedes dos estaban hablando —dijo—. ¿El clima? —
Se rió con amargura de su broma. Saqué la llave del coche del bolsillo de mi
chaqueta y quité el seguro. Tomó la llave de mi mano y apretó el botón para
bloquear las puertas de nuevo.

—Cole —dije—, dame las llaves. Me voy a casa.

239
Rápidamente, su brazo salió disparado y agarró la parte de atrás de mi cabello.
Hice un ruido, pero él me jaló más fuerte, girando mi cabeza hacia atrás para que
lo mirara directamente a los ojos.

—¿Esa perra te dijo un montón de mentiras sobre mí? —preguntó.

Traté de negar con la cabeza.

—No —dije—. Sólo estábamos hablando. Déjalo pasar.

Inmediatamente, me odié a mí misma por ir de vuelta a ese lugar de simplemente


decir cualquier cosa, hacer cualquier cosa para hacer feliz a Cole. Como si Georgia
y yo nunca hubiéramos hablado en absoluto. Como si nada hubiera cambiado.
Por un momento desesperado pensé que nunca sería capaz de decirle adiós. Que
siempre regresaríamos a este lugar, Cole con ventaja, siempre.

Cole soltó mi cabello, mirándome.

—Mentirosa —dijo—. Eres una maldita mentirosa, Alex.

En mi interior, rehíce mi fuerza. Tenía que hacerlo. Tenía que decirle adiós.
Ponerme de pie por mí misma. En defensa de mi futuro.

—Cállate —le dije, mi voz apenas más que un susurro.

Arqueó una ceja y tomó una respiración profunda.

—¿Qué? Lo siento, ¿mi puta novia acaba de decirme que me calle? —dijo—. Ella
no se atrevería, porque sabe que le patearía el culo, incluso por pensarlo.

Ahora, él estaba arriba de la salpicadera, inclinándose sobre mí, haciéndome


tropezar hacia atrás, cada vez más lejos de mi coche.

—No me toques —le dije, temblando tan fuerte que me castañeteaban los
dientes.

Juro que las pupilas de sus ojos brillaban, cada músculo de su cuerpo listo. Sus
ojos se deslizaron desde los míos hasta mi cuello, y por un momento pensé que
iba a estrangularme.

—Pensé que te dije que dejaras de usar este pedazo de basura —gruñó,
arrebatando el atrapa sueños de mi mamá de mi cuello y dejándolo libre. Sentí
el jalón de la correa de cuero, y por primera vez desde que tenía ocho años de
edad, estaba sola, desnuda, la barrera entre mis pesadillas y yo se había ido.

Sostuvo el collar roto en su mano por encima de mi cara y lo arrojó al otro lado
del estacionamiento. Lo perdí de vista en la oscuridad. Se había ido. Todo lo

240
importante para mí se estaba desmoronando, quebrándose. Todo había
desaparecido.

Algo se rompió dentro de mí. Me enderecé, el temblor drenándose


inmediatamente, y lo empujé en el pecho con ambas manos, dándole con todo
lo que tenía. Él se tambaleó hacia atrás, su espalda jaló el espejo lateral de mi
coche fuera de su lugar. El cual aterrizó de nuevo en su lugar con un thwump.

—¡Lo rompiste! —grité, porque no sabía que más gritar—. Se acabó. Aléjate de
mí. Nunca te acerques a mí otra vez.

Él se echó a reír. Como si lo que acababa de decir era la cosa más divertida que
jamás había oído en su vida. Como si mi empujón le hubiera hecho cosquillas.
Echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada, largas risas irregulares en el cielo
nocturno.

Y luego, cuando se enderezó, se echó hacia atrás tan de repente que ni siquiera
vi lo que pasó hasta que abrí los ojos otra vez y descubrí que estaba en el suelo
junto a la rueda de mi coche.

Mi rostro herido. No como me dolía antes. Esta vez fue diferente. Me dolía y
hormigueaba y sentía entumecido y caliente. Cuando toqué a mi ceja, mi dedo
se deslizó en un corte profundo, y quité mi mano mojada con sangre. También
me había mordido la lengua y sentía sangre en mi boca. Me atraganté, escupí,
tratando de dar sentido a lo que acababa de suceder.

—¿Crees que eres grande ahora, eh? Hablas con esa perra loca, ¿y de repente
piensas que puedes sólo empujarme y decirme que se acabó? Nunca se acabará,
Alex, ¿me oyes? ¡Levántate! ¡Levántate, mierda!

Rodé a un lado, tratando de encontrar la manera de levantarme. Estaba mareada


y el mundo no tenía sentido para mí. Debió haberme tomado demasiado tiempo,
porque vi los zapatos de Cole tomar varios pasos largos en mi visión, y luego vi
a uno dejar el suelo, y lo siguiente que supe es que estaba jadeando en busca de
aire, la punta de su zapato enterrado en mi estómago.

No podía recuperar el aliento, pero eso no le importó a Cole, que seguía


despotricando sobre mí siendo una loca si pensaba que sólo iba a dejarme y que
Maria dijo mentiras sobre él. Se agachó y me agarró del brazo, girándolo y tirando
hacia arriba de manera rápida y violentamente, sentí algo tronar. Grité,
perturbada, y conseguí levantarme en mis dos pies.

—Por favor —empecé a lloriquear, igual que como tuve que hacerlo ese día en
su dormitorio—. Por favor, de acuerdo. Está bien. Para. Por favor.

241
—Duele, ¿no es así? —preguntó, dándome golpecitos en la parte posterior de la
cabeza dos veces con sus nudillos.

—Cole —gemí—. Por favor. Deja que me vaya a casa.

—¿A casa de Zack? —gritó en mi cara, tirando de mi brazo con más fuerza. Grité
y me empujó hacia atrás con tanta fuerza, me sentí ligera y vaporosa cuando la
parte de atrás de mi cabeza golpeó el pavimento.

No sé cuánto tiempo continuó la paliza. Todo lo que sé es que terminé


acurrucada en una bola a un lado, sus pies conectando con cada centímetro de
mí al que podían llegar: mis costillas, mi coxis, mi mejilla, mi oído.

Esto es todo, pensé. Maria tenía razón. Va matar a alguien y soy yo. No salí con
la suficiente rapidez. Es mi culpa. Y justo cuando empezó a no lastimarme más y
mis pensamientos comenzaron a derivar hacia otras cosas, se detuvo.

—Oye —gritó una voz. Abrí un ojo lo más que pude y vi a Georgia corriendo
hacia nosotros, dejando caer su bolso y su bolsa de basura y las llaves en la acera
mientras corría—. ¡Aléjate de ella! ¡Aléjate de ella!

Cole dio un paso atrás y levantó las manos, como si nunca me hubiera tocado
para empezar, y Georgia se metió entre nosotros dos, levantando sus brazos para
protegerme.

Sólo podía abrir un ojo. Pero incluso a través de ese único ojo pude ver la mirada
en los ojos de Cole que era como ninguna otra que jamás había visto en él antes.
Parecía enloquecido.

Va a matarnos a las dos, pensé, y no quería nada más que no haber involucrado
a Georgia en esto.

Pero no lo hizo.

—Está bien, ¡está bien! —gritó, respirando con dificultad, como si golpearme le
hubiera dado un buen entrenamiento—. Volverás, perra —dijo, pero no respondí.
Estaba demasiado ocupada cerrando los ojos y yendo hacia el lugar donde no
estaban rotos mis huesos y no estaba drenando mi sangre en las grietas del
estacionamiento, sintiéndome como un roto saco de arena desparramado en el
asfalto, segura de que nunca me movería de nuevo.

Flotaba en ese lugar negro, escuchando la voz de Georgia gritando la dirección


de The Bread Bowl en su teléfono celular y diciéndome en voz baja que todo
estaría bien. También la oí decir:

—Tu hija ha sido herida. —Y me pregunté si era lo suficientemente malo para


que alguien tuviera que lavar mi cerebro fuera del pavimento. Y oí las sirenas y

242
las voces que me hablaban y sentí que me llevaban, pero nunca abrí los ojos a de
cualquiera de ellos.

El negro detrás de mis párpados, no parecía ni de lejos tan negro como sería el
mundo si los abría de nuevo.

243
Traducido por Itorres

Corregido por Gabba

H
abía visitantes. Una gran cantidad de ellos. Chicos de la escuela. Primos
que no había visto en mucho tiempo. Vecinos. Bethany y Zack, que
parecían tristes y sombríos y trataron de hacer bromas, pero se fueron
demasiado rápido. Quería que se quedaran. Los extrañaba más que nunca.

Y allí estaba Brenda, que entró, tímidamente llevando una maceta de flores, se
veía tan vibrante contra su piel, era casi como esas fotografías, todas en blanco y
negro, pero con una cosa en color. Dejó la maceta en el alféizar y luego me miró,
retorciéndose las manos.

—Lo detuvieron —dijo, apenas un susurro.

Todavía no me movía mucho, ni siquiera abría mucho los ojos, estaban tan
hinchados, pero asentí. Ya sabía esto. Georgia estuvo a mi lado de la cama tan
pronto como abrí los ojos, y fue lo primero que me dijo.

Brenda se rascó el brazo donde habían estado las flores, y de nuevo me


sorprendió lo delgada que estaba.

—Él dijo que lo empujaste primero —dijo. Luego sacudió la cabeza y miró por la
ventana, como si se arrepintiera de decirlo. Y entonces sólo salió. Y nunca regresó.
Supongo que tenía que ver por sí misma lo que su hijo había hecho esta vez.
Supongo que lo que vio debió de doler incluso para mirarlo.

Celia, también había llegado. Con Shannin, papá y las abuelas. Trajeron el pastel
de cumpleaños de papá y tuvimos una pequeña fiesta familiar en mi habitación
de hospital; Celia se veía tan amargada que hizo doler mi corazón, pero más
tarde, cuando papá, Shannin y las abuelas bajaron a la cafetería en busca de café,
volvió, con un libro en sus brazos.

Me lo entregó. Era un álbum de fotos.

Levanté la vista hacia ella, buscando su rostro, y levantó mi brazo entablillado.

—No puedo... —dije.

244
Miró insegura por un momento, una especie de vacilación. Luego se dio la vuelta
hacia un lado de la cama, se subió a mi lado, al igual que solíamos hacer cuando
éramos pequeñas, y abrió el álbum en frente de nosotras.

Di un grito ahogado, presionando mi mano buena a la boca. Las fotos. Todas


estaban allí.

—¿De dónde...

—Anoche dormí en tu cama —dijo—. Pensé que ibas a morir. Dejarnos como
mamá lo hizo. Y yo... sólo encontré la caja en el espacio entre la cama y la pared.
Ni siquiera sabía que todavía existían estas.

Pasó las páginas, flip, flip, flip, y allí estaban. Mamá y papá, hermosos, felices y
juntos.

—Papá las puso en orden —dijo Celia—. Ayer por la noche. Y agregó éstas. Las
ha estado guardando en su armario.

Pasó un par de páginas y abrió el libro de nuevo. Fotos de la boda. Docenas de


ellas. Página tras página tras página. Mamá y papá tan feliz. Enamorados.
Perfectos.

Unas páginas más adelante fueron adicionadas más: fotos de bebés. De Shannin,
mías, de Celia. Mamá con aspecto cansado y enamorada. Papá parece tan
orgulloso. Fotos de niñas, fotos de la escuela, fotos de nosotros en las
plantaciones de calabaza y deslizándonos por toboganes y de cumpleaños. Todas
estaban allí, la prueba de que nuestra madre nos amó.

La prueba de que tenía razón desde el principio.

Más tarde, cuando las abuelas se llevaron a Celia para cenar, papá estaba mirando
el álbum de foto silenciosamente al lado de la cama. Más que alguna vez, parecía
con el corazón roto.

Cuando llegó a la foto de mamá sosteniendo la flor en su cabeza a un lado de la


carretera, sólo soltó una risa, tocando la foto.

—Papá ¿dónde fue eso? —pregunté—. ¿Qué montaña es esa?

Acarició la montaña en el fondo.

—La Montaña Cheyenne —dijo—. Colorado Springs. Fuimos allí en nuestra luna
de miel.

La Montaña Cheyenne.

245
—Siempre dijo que la última vez que se sintió completa fue cuando estábamos
en las montañas.

—¿Es por eso que quería volver? ¿Debido a que extrañaba su luna de miel?

Dios, eso no podía ser, pensé. No pudo haberse suicidado sólo para volver a las
montañas por motivos sentimentales.

Sacudió la cabeza y cerró el libro.

—Alex —dijo, mirando hacia a lo más profundo de mis ojos—, tu madre era
enferma mental. Y después de que ustedes nacieron, se enfermó más. No
pensaba bien. Dijo que amaba tanto a sus niñas, que cada vez que llorabas sentía
como un pedazo de ella estaba siendo erosionado. Se convenció de que no era
una madre lo suficientemente buena.

—No entiendo —dije—. ¿Por qué Colorado? ¿Por qué un sanador espiritual? No
tiene sentido.

Papá sacudió la cabeza.

—No, no es así. La convenció de que, si volvía al último lugar donde se había


sentido completa, estaría todo mejor y podría ser una mejor madre para las niñas.
Suena loco, y así fue. Pero le creyó.

Mi mente daba vueltas. No nos abandonó. Se estaba yendo por nosotras. Iba a
volver a nosotras, mejorada. Estaba tratando de curarse para poder amarnos
mejor.

No podía dejar de preguntarme cuán diferente habría sido el año pasado si


hubiera conocido esto. Qué diferente mi vida entera podría haber sido. ¿Por qué
papá no me lo dijo antes? Por qué no podía salir de su propio dolor para decirme
lo único que necesitaba tan desesperadamente oír, que mi madre me amaba. Eso
me importaba. Que yo era importante.

Que la muerte de mamá era sólo un gran y triste accidente.

Después papá salió de la habitación, me acurruqué en mi lado izquierdo, que


duele menos que el derecho, y lloré. Mamá se había ido, y nunca la tendríamos
de vuelta.

Pero yo todavía estaba viva. Todavía había esperanza para mí.

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Traducido por PaulaMayfair

Corregido por Gabba

H
abía estado en casa exactamente cuatro horas, desde el hospital, cuando
me llamó a mi celular.

Las primeras llamadas las ignoré. Me acosté debajo de mis mantas y me


estremecí, como si estuviera de vuelta a esa noche. Ignoré los mensajes de voz
que dejó.

Pero no se rendiría. Cada pocos minutos llamó, su número de teléfono celular


apareciendo en el identificador. Ya estaba fuera de la cárcel. Había vuelto a casa.

La idea hizo que mi columna se pusiera fría.

Pero tenía curiosidad. Incluso después de todo lo que había pasado, tenía
curiosidad. Y me preguntaba cuán terrible sería todavía para él. Qué terrible
seguirá siendo. ¿Tendría que ir a la corte? ¿Aparecería mi papá? ¿Mi papá trataría
de demandar a su familia?

Al final del día, me había rendido. Cuando llamó, contesté.

—Alex —dijo, con la voz amortiguada, como si estuviera apoyándose con fuerza
en el teléfono—. Mi Emily Dickinson.

No dijo nada más. Yo no dije nada. Sólo sentado ahí, con el sonido de la línea del
teléfono expandiéndose entre nosotros.

Y se me ocurrió que la curiosidad no era suficiente. Sólo... no tenía nada que decir.
Ya no más.

—Dios, lo siento mucho —dijo, al fin, y aparté el teléfono lejos de mi oído, le


colgué, apagué el teléfono, y lo guardé en el cajón de mi mesita de noche.

Y se quedó allí.

247
Traducido por PaulaMayfair

Corregido por Gabba

H
emos esperado un año. Parte de ese tiempo fue dejar que mis puntos se
curaran y mis huesos se volvieran fuertes otra vez y dejarme hacer las
paces con las cicatrices internas que serían mis compañeros para
siempre. Parte de ese tiempo fue trabajar, poniéndome de vuelta a un lugar
normal, o al menos lo más normal que se puede obtener cuando has pasado a
través de lo que había pasado. Parte de ese tiempo fue hablar, viajar a todas las
escuelas que podía conseguir y contarles mi historia. Todos los terapeutas dijeron
que ayudaría. Supongo que tenían razón. De todos modos, se sentía como si
fuera lo correcto para hacer. Incluso si a veces me hacía sentir como un bicho
raro, a veces me hacía extrañar a Cole y a veces me dejaba llorando en el asiento
del conductor de mi coche, no sabía si iba a poder llegar a casa.

Y parte de ese tiempo fue para que Bethany y Zack me perdonaran.

Cuando lo digo de esa manera, suena como si fueran amargos, odiosos y no


quisieran tener nada que ver conmigo otra vez, y no fue así en absoluto. Estaban
heridos. No podía culparlos. Tomó un tiempo para que ese dolor desapareciera
y para que volvieran a un lugar de sentirse como si... bueno, como si perteneciera
a ellos de nuevo. Cole me había robado y me había conseguido de vuelta, pero
era como si no supieran qué hacer conmigo cuando la lucha había terminado.

Además, la vida continuaba. Para aquellos que no estaban tendidos en una cama
viviendo de los analgésicos, haciendo una mueca de dolor cada vez que trataban
de darse vuelta y tratando desesperadamente de olvidar las cosas buenas sobre
el hombre que hace una semana estaba sosteniendo su mano, la vida si
continuaba.

Hubo baile de graduación, finales y graduación. Hubo fiestas de verano. Películas.


Mini golf, citas y orientaciones de universidad. Hubo vida, continuando, y me lo
perdí. No porque no pudiera ir físicamente, sino porque no podría ir
emocionalmente. Había días enteros en que no podía salir de mi cama, no por
los moretones y cicatrices, sino porque levantarse y enfrentarse al mundo por
otro día se sentía demasiado aterrador e inútil. De alguna extraña manera, Cole
me había dado lo que tanto había deseado todos estos años. Por lo que me había
hecho, finalmente pude entender por qué mi madre había hecho lo que había

248
hecho. A causa de él realmente entendí el significado de la desolación. De la
desesperación. De la tristeza

Bethany fue a la universidad, como siempre dijo que haría. Estaba a tres estados
de distancia, lo que, a veces, se sentía como el otro extremo del mundo. Hizo
nuevos amigos y se enserió con un chico llamado Bryce, se unió a un grupo
activistas ambientales y una hermandad… “académica. Ya me conoces”, dijo, pero
por la cadencia en su voz supuse que era una hermandad académica muy social.

Y Zack consiguió un trabajo en un crucero… “sólo camarero por ahora”, dijo, pero
trabajaba duro por un papel en uno de sus espectáculos. A veces realmente
estaba en el otro extremo del mundo. Y casi nunca llamaba.

Pero cuando vinieron a casa para el descanso de Navidad, fuimos juntos al centro
comercial; terminando unos batidos en el patio de comidas, saque el tema de
Colorado y, a pesar que se dieron una mirada vacilante que en tantas ocasiones
había visto, estuvieron de acuerdo.

—Es un regalo para nosotros, ¿recuerdan? —dije, aunque la verdad era que sólo
quería ver las cosas hasta el final. Mis preguntas sobre mamá habían sido
contestadas. Ahora era el momento para dejarlo ir, y parte de mí necesitaba este
viaje, así podría decir que lo había hecho justo como siempre había dicho que lo
haría. Por lo que podría adoptar al menos algo de la determinación de Bethany.

El camino era como todas las películas de viaje por carretera que alguna vez había
visto. Los tres, manejando por la carretera en la casa rodante que el abuelo de
Zack alquiló para nosotros, todos aplastados dentro, juntos, riéndonos,
apoyándonos en los otros, jugando bingo, comiendo más papas fritas de lo que,
posiblemente, podría considerase saludable, y desconectándonos a través del
volante.

Nada más pasar la frontera del estado de Colorado, nos detuvimos en el


estacionamiento de una estación de servicio e hicimos sándwiches, luego
comimos en el coche cama, cerrando la cortina y susurrando tal como habíamos
hecho en nuestros armarios de dormitorio tantas veces cuando éramos niños.

—¿Cuándo quieres ir a la montaña? —preguntó Bethany, se metió un pedazo de


sándwich en su boca—. ¿Ahora mismo? ¿O...?

Tomé un sorbo de mi refresco, cavando mis pies desnudos entre el colchón y la


pared de la casa rodante, e hice una mueca mientras el tatuaje fresco en mi
hombro se frotaba contra la pared de la casa rodante. Sonreí. Aún no podía creer
que después de todo hubiésemos dejado a Zack convencernos de tatuarnos
igual. Georgia iba a tener un ataque cuando se enterara.

249
—No hace ninguna diferencia para mí —dijo Zack, respondiendo a la pregunta
de Beth—. Este es el show de Alex.

—No sé —dije—. Ahora que estoy aquí, como que... no sé...

—No quieres hacer eso —dijo Zack. Declaró, sin preguntar—. Tienes miedo.

Asentí, con lágrimas en mis ojos.

—¿Qué pasa si no la siento allí arriba?

Nadie respondió. Sólo comimos nuestros sándwiches, ensombrecidos nuestros


rostros por las cortinas de algodón a cuadros, nuestras piernas entrelazadas,
nuestras espaldas contra la pared de la casa rodante. En nuestra vida juntos como
un trío, nunca habíamos considerado qué sucedería si el viaje fuera un fracaso

Terminó, todo lo que necesite para decidirme, fue ver emerger la montaña
delante del parabrisas, en un minuto no existía y al siguiente era tan grande que
llenaba toda nuestra visión, titilando en la oscuridad.

Nos quedamos sin aliento. Y luego estábamos mareados. Prácticamente, tuvimos


que obligarnos a estacionar en el estacionamiento del hotel y registrarnos, sólo
queríamos seguir conduciendo, seguir manejando más y más y más hasta que las
nubes estuvieran en nuestras cabezas. Después de registrarnos, mientras Bethany
pedía pizza para una cena tardía, me dirigí directamente a la pequeña terraza
adjunta a la habitación.

Miraba. Esperaba. Respiraba mientras la brisa azotaba mi cabello alrededor de mi


cara. La buscaba. Intentaba sentirla.

Nada.

Después de un rato, la puerta anexa entre nuestras habitaciones se abrió de golpe


y Zack entró, cantando una canción de The Sound of Music a todo pulmón.
Bethany se rió, uniéndose, algo sobre las colinas estando vivas, pero no me podía
mover. No podía apartar los ojos de la montaña. ¿Y qué pasa si no había notado
algo? ¿Qué pasa si se había presentado y no me di cuenta? Era como si estuviera
mirando toda mi vida, sobresaliendo de la tierra delante de mí. No podía
parpadear. ¿Quién podría?

La puerta corredera abierta retumbó detrás de mí, y Bethany envolvió su brazo a


mi alrededor.

—¿Estás bien? —preguntó.

250
Asentí, pero no me di cuenta hasta que Zack se acercó al otro lado mío y se inclinó
para limpiar una lágrima de mi mejilla con el pulgar ya que había estado sin
pestañear tanto tiempo, que mis ojos estaban llorosos.

—Sí. No —dije—. Ella no está aquí. Hemos venido hasta aquí, pero...no está aquí.

Bethany suspiró y apoyó la cabeza en mi hombro. Su pelo olía a manzanas y tuve


un pensamiento que se trataba de un cambio más de todos los cambios por los
que Bethany había pasado por desde que iba a la universidad. Pero su pelo se
sentía tan bien cuando voló en mi rostro. Tan reconfortante.

—Ella está aquí —susurró—. La encontrarás.

Zack me alcanzó por la cintura, tirando de mí más cerca.

—Además estamos aquí. Siempre estamos aquí —dijo, sus palabras apretada
alrededor de un palillo.

—No tenemos que ir hasta allí —dijo Bethany—. Sólo podemos ir a casa.

Mi mano libre subió a mi clavícula y sentí la correa de cuero familiar de mi collar,


que Celia había encontrado en el estacionamiento de El Tazón de Pan al día
siguiente que Cole me había dejado allí sangrando, y lo había fijado sujetando
un broche en el extremo roto como un collar regular.

Bethany estaba equivocada. Lo hicimos. Teníamos que ir allí. No sólo yo. Todos
nosotros. Porque, de una manera muy real, todos habíamos sido víctimas de la
muerte de mi madre. Todos habíamos sufrido. Nos necesitábamos para ir hasta
allí y ver que la montaña era una montaña y ella no estaba más que en ninguna
otra. Necesitábamos ver que no podíamos arreglarla...no podíamos arreglarme...
escalando una montaña, no más de lo que se podría arreglar haciendo lo mismo.

Sostuve mi puño alrededor del atrapasueños, sintiendo la pequeña pluma en mi


mano. Y por primera vez se me ocurrió qué haría.

Subiría, rota, a la cumbre de la Montaña Cheyenne.

Y allí dejaría su collar. Tal vez, en un árbol. O en una roca. O lo colgaría encima
de un risco y lo dejaría ir.

Y bajaría de vuelta, ambos…todos nosotros… todos de vuelta.

Hubo un golpe en la puerta, la pizza siendo entregada, y Bethany salió a pagar,


dejándonos con Zack solos. Lo miré. Nos miramos a los ojos. Sonrió, muy
suavemente, y me atrajo más fuerte. Entonces se acercó, apartó un mechón de
pelo fuera de mi cara, luego sacó el palillo de su boca, se inclinó y besó
ligeramente mi coronilla.

251
—Carrera hasta la cumbre —dijo.

Sonreí.

—Estoy dentro.

Soltó una risita.

—Esas son grandes palabras de pelea. ¿Seguro que estás a la altura?

—Estoy dispuesta a todo —dije—. Sólo me veo toda remendada como


Frankenstein. En el interior, soy musculosa, nene. —Y estaba casi sorprendida por
lo mucho que eso era cierto. Todavía quedaban cicatrices, tanto dentro como
fuera, pero algo acerca de estar aquí me hacía sentir como si yo pudiera,
finalmente, dejarlos ir. Todos ellos.

Se inclinó y apartó el pelo de mis ojos de nuevo.

—Eres la persona más fuerte que he conocido —dijo, y algo en la forma en que
lo dijo lo hizo verdad.

—La pizza está aquí —dijo Bethany, volviendo al balcón, pero ella entrelazó su
brazo de nuevo en el mío y apoyó la cabeza en mi hombro de nuevo, tal como lo
había estado antes.

Ninguno de nosotros hizo un movimiento hacia la pizza. En su lugar, nos


quedamos en el balcón, brazos entrelazados, mirando a la Montaña Cheyenne,
hasta que la oscuridad la alejó de nosotros.

252
Traducido por PaulaMayfair

Corregido por Gabba

En la universidad, me especialicé en psicología. Siempre había tenido un gran


interés en el pensamiento y el comportamiento humano. Siempre quería
respuestas de por qué las personas hacían lo que hacían, qué motivaba ciertas
acciones o inacciones.

Durante mi primer año, tomé dos cursos en psicología de mujeres. El primero fue
un curso presencial, pero el segundo fue un estudio independiente, y tuve que
elegir mi propio tema para el semestre. Elegí la violencia doméstica.

Quería aprender sobre el ciclo del abuso, lo que sucede con una mujer
emocionalmente y cognitivamente cuando sufre abusos. Mi objetivo era
descubrir la respuesta a la pregunta cada vez más popular, ¿por qué no sólo
escapó?

He oído decir las palabras "Yo nunca..." un montón de veces. "Yo nunca dejaría
que alguien me maltratara. ¡Golpéeme una vez y estaría fuera de allí, nene!" De
hecho, he escuchado a muchas mujeres decir algo en ese sentido. "Si un hombre
me golpeara..." nos gustaría decir, y luego tenemos todo tipo de cosas fuertes y
poderosas para seguir esa frase. Me pregunto cuántas mujeres han quedado
atascadas en una relación abusiva, sin idea de dónde ir o qué hacer si una vez
dijo: "Yo nunca..." o "Si un hombre me golpeara..."

Así que pasé el semestre aprendiendo sobre el ciclo, o patrón, de abuso. Aprendí
acerca de la etapa de la tensión constituyéndose, la etapa de los abusos y el
período de luna de miel de una relación abusiva. Averigüé todo sobre la
indefensión y el síndrome de persona maltratada. Sabía todo. Conocía
exactamente lo que pasaba en la mente de una mujer cuando se quedaba con un
abusador.

Pero ¿qué pasa con su corazón? ¿Dónde está el corazón en esos libros de texto?

Debido a que no solemos entrar en las relaciones románticas en base a lo que


está pasando en nuestras mentes. Y no nos quedamos a menudo con ellos por lo
que estamos pensando. Nosotros amamos, y porque amamos, "Yo nunca..." se
convierte en una predicción increíblemente inexacta.

253
Sospecho que Alex no es muy diferente de un montón de mujeres de ahí afuera,
atrapadas en una relación con un hombre que es realmente estupendo y
realmente sería perfecto si no fuera por una cosa horrible que hace de vez en
cuando. Amaba a Cole, y le dio un montón de razones para amarlo. Amaba su
relación. Amaba los buenos tiempos. Amaba la forma en que la hacía sentir
especial. Y estaba dispuesta a perdonarlo, de hacer excusas por él, de sentir pena
por él, porque lo amaba mucho.

Y, también como un montón de mujeres ahí afuera, es esta habilidad especial de


Alex de amar, hace tan importante que ella salga de la relación antes de que
pierda la capacidad de sentir mucho en absoluto.

De alguna manera, siento que este libro, esta exploración del lado del "amor" de
abuso, es la culminación de un proyecto que empecé hace más de una década
en el estudio independiente sobre la violencia doméstica. Y Alex me ha ayudado
a entender que si no estás realmente en la situación, tal vez no tienes idea de lo
que harías en absoluto.

Como siempre, gracias, lector, por tomar este viaje conmigo.

-JB

254
Jennifer Brown es la autora de las aclamadas novelas para adultos jóvenes, Hate
List, Bitter End, Perfect Escape y Thousand Words. Su novela debut, Hate List,
recibió reseñas de tres estrellas y fue seleccionada como Mejor Libro para Jóvenes
Adultos por la ALA (American Library Association. Asociación Americana de libros), un
"Diez Perfecto" para VOYA (siglas de la revista Voice of Youth Advocates) y el mejor libro
del año para la Biblioteca de una Escuela. Bitter End recibió críticas de estrellas de parte
del Publishers Weekly y VOYA, y está en la lista de YALSA 2012 para Mejor Libro de
Ficción para Jóvenes Adultos.

La novela debut de Jennifer para secundaria, Life on Mars, será publicada en el 2014.
También escribe Woman’s Fiction bajo el nombre de Jennifer Scott.

Ella escribe y vive en la ciudad de Kansas, en el área de Missouri, con su marido y sus tres
hijos.

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Moderadora

PaulaMayfair

Staff de Traducción

Caamille PaulaMayfair Clary


AariS Miranda Lalaemk
Nahirr Itorres Katt090
Lililamour Kellylc Nnancyc
Mutatingskyline Jo Ariadniss
Maphyc RoChIiI flochi
Kasycrazy

Staff de Corrección

Nony_mo AmpaЯo niki26


Veroonoel obsession PaulaMayfair
Michy Jut Gabba
Skylove

Recopilación y revisión

LadyPandora

Diseño

PaulaMayfair

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