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Todas las variables de la televisión, los celulares y sus aplicaciones, las redes sociales e
internet, entre otros, son parte de nuestra vida cotidiana, de la información que
recibimos o enviamos y de los lazos que establecemos con los demás, generando
nuevas oportunidades y ventajas, y también efectos negativos.
También el internet permitió que las interacciones con el otro no tengan límites
espaciales. Las redes sociales o profesionales, entre otras, nos permiten interactuar
con las demás personas más allá de las fronteras del barrio, la ciudad o el país.
Aunque, la misma tecnología que facilita la interacción se encarga de moldearla de una
manera específica, estableciendo relaciones distintas a las que se dan “cara a cara”.
En las redes sociales se valora más la cantidad de “amigos” que se pueden mostrar en
el perfil que la autenticidad de la amistad. En ellas, nuestra “vida” se expone
principalmente a través de imágenes que se convierten en el motor de la
socialización, por encima de los valores o las ideas. Las imágenes, además, se
presentan en poco tiempo, lo que puede olvidarse fácilmente. Un nuevo peinado,
vacaciones en un lugar costoso, fotos con amigos. Todo se expone en internet para ser
atractivos para el resto.
Si bien las nuevas formas de socialización global nos facilitan la "conexión" entre
nosotros y la posibilidad de establecer solidaridades con las causas que consideramos
justas (defensa del medio ambiente o los derechos de las mujeres), aún siguen siendo
débiles para organizar acciones colectivas capaces de transformar esas mismas
realidades.