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Crítica de la teoría neoclásica del crecimiento y la distribución.


Luigi Pasinetti (traducción no literal de la versión en inglés)
Índice

1. El problema.
2. La teoría clásica (versión “ricardiana”).
3. La teoría neoclásica de la distribución del ingreso.
4. Características dela teoría neoclásica.
5. La emergencia de una teoría “keynesiana” de la distribución con el renacer de la teoría del
crecimiento económico.
7. Crítica de la función neoclásica de producción.
8. “Represión” del fenómeno de la re adopción de técnicas en la literatura económica
dominante.
9. Consecuencia para la teoría de la distribución del ingreso.
10. El crecimiento sin problemas con la distribución del ingreso en los modelos con progreso
técnico endógeno.
11. Hacia nuevos horizontes.
12. Una crítica final.

1. El problema.

Se deben considerar las dos partes que componen la teoría neoclásica del crecimiento y la
distribución.
- La teoría de la distribución del ingreso es la componente más tradicional y también la
más controversial de la teoría neoclásica: es la parte integrante de la “revolución
marginalista” de fin del siglo XIX, revolución contra el pensamiento económico clásico
(de Smith, Malthus, Ricardo, Marx).
- La teoría del crecimiento económico es más reciente: ha sido descubierta en la
segunda mitad del siglo XX, y ha tenido el efecto de absorber, en el apogeo de la
teoría (marginalista) dominante, las ideas e intuiciones de dos economistas
“keynesianos” (Roy Harrod y Evsey Domar), que habían vuelto a despertar los
intereses por los temas “clásicos” del crecimiento económico de largo plazo.

2. La teoría clásica (versión “ricardiana”).

Ricardo realiza la síntesis de la teoría de la distribución que conocemos como clásica1:

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De acuerdo al historiador del pensamiento económico Edwin Cannan, tanto “sea el sustantivo
‘distribución’ como el verbo ‘distribuir’ fueron introducidos en la teoría económica por Quesnay”,
y de ahí por los fisiócratas franceses (en particular Mirabeau, Turgot, Cantillon), en la segunda
mitad del siglo XVIII. Adam Smith siguió a los fisiócratas. “Ningún economista inglés o escocés
parece haber hecho uso, en el sentido técnico, del término ‘distribución’, antes que Adam Smith
produjera “La Riqueza de las naciones”” (Cannan, 1929, pág. 293-295). Debemos decir que
algunos de los estadísticos de fines del siglo XVIII como Gregory King, Petty y Davenant, habían
realizado estimaciones de la renta de diversas clases de la sociedad inglesa, lo que hoy conocemos
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“El producto de la tierra - todo aquello que proviene de su superficie con la utilización combinada
del trabajo, máquinas y capitales- es distribuido en tres clases de la colectividad, los propietarios
de las tierras, los propietarios del capital ... y los trabajadores...Pero en los diversos estados de la
sociedad las proporciones de todo el producto de la tierra asignado a cada una de estas tres
clases, con el nombre de renta, ganancia y salarios, serán esencialmente distintos...La
determinación de las leyes que regulan esta distribución es el problema principal de la economía
política...” (Ricardo, 1817, pág.1)

La síntesis de Ricardo combina los aportes de numerosos economistas (Anderson, West, Malthus),
especialmente dos aportes teóricos de decisiva importancia para todas las discusiones sucesivas:
- la teoría diferencial de la renta y
- el “principio de los rendimientos decrecientes”, consecuente con la extensión de la
cultivación de la tierra.
Estos principios han condicionado fuertemente todas las teorías sucesivas de la distribución del
ingreso y del crecimiento económico.

La síntesis clásica de Ricardo se puede resumir así:


- el origen de la renta se encuentra en el dato técnico de la diferente fertilidad de las
parcelas de tierra, por lo cual los propietarios de las tierras más fértiles tendrán una
ganancia diferencial (determinada por la diferente productividad de esas parcelas)
respecto de las parcelas menos fértiles, diferencia que define el margen entre las
parcelas cultivadas y aquellas no cultivadas.
- Se vuelve crucial identificar la tierra “marginal”, es decir aquella que es menos
productiva y no obstante se debe cultivar para satisfacer la demanda total de
productos agrícolas.
- En cada situación dada encontramos una parcela de tierra “marginal” (que por
definición, no da renta alguna), parcelas de tierras extra-marginales, que no son
cultivadas porque son insuficientemente fértiles para la técnica dada, y parcelas de
tierra intra-marginales que están cultivadas.
- Esto explica porque los terratenientes obtienen una renta, la cual es la diferencia
entre la productividad de las tierras (más fértiles) y la productividad de la tierra
marginal, que es cultivada, pero con renta nula.
- Esta es la versión más inmediata, considerada “extensiva”, de la teoría diferencial de la
renta. Viene integrada, por los mismos autores clásicos, con una versión “intensiva”,
en el sentido que la clasificación de parcelas de tierra cultivada (de las más fértiles a
las “marginales”) se asocia al uso de los otros factores productivos (capital y trabajo)
cuyo rendimiento (esta vez intensivo) es decreciente.

como el tema de la distribución, pero no hablaban de ‘distribución’. Por otro lado, Smith y los
fisiócratas, explícitamente introducen y hablan de ‘distribución’, aún cuando no van más allá
señalar, como hace Smith que el valor de cada mercadería debe al fin resolverse en salario,
beneficio, y renta (ver Smith, 1776; 1904, vol. I, pág. 54). Una teoría económica de la distribución
de la renta llega con David Ricardo (1817).
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En un contexto social clásico caracterizado por tres clases sociales –los propietarios de las tierras,
los trabajadores asalariados y los “capitalistas”, que son los empresarios del proceso productivo- el
producto neto del sistema económico era considerado como un excedente, que se obtiene
después de haber reemplazado los medios de producción (los cuales comprenden los salarios de
subsistencia para los trabajadores). Una vez distribuida la renta, lo que queda era destinado a ser
subdividido entre los asalariados y capitalistas.

Es bastante intuitivo entender como en un ambiente en que prevalecía la convicción en la


existencia de leyes naturales, en particular la emergente teoría maltusiana de la población,
Ricardo (y los clásicos en general) postularon que existe un salario “natural”, apenas por encima
del nivel de subsistencia, base del ingreso familiar al cual la población (en promedio) no es
inducida a crecer ni a disminuir (población estacionaria). Después de distribuido el salario a los
trabajadores, el “residuo” restante representa la ganancia de los empresarios capitalistas. Esta, en
sus trazos esenciales, crudos y simples, la renombrada teoría de la distribución del ingreso que
Ricardo expone en sus Principios.

La característica analítica notable de este esquema de Ricardo es que inserta una concepción de la
acumulación del capital basada en el ahorro de los beneficios por parte de los capitalistas, lo cual
genera un proceso endógeno de crecimiento económico. El mecanismo es simple:
- el aumento del capital hace aumentar la demanda de trabajadores, y esta demanda
hace aumentar el salario.
- Esto induce (siguiendo la tesis maltusiana) un aumento de la población.
- La población en aumento requiere extender el cultivo de nuevas parcelas.
- Si la tecnología queda invariada, se ponen a cultivar tierras menos fértiles, o se
procede a la explotación más intensiva de las tierras ya cultivadas (aplicando más
capital y trabajo).
- Las nuevas parcelas presentan rendimientos decrecientes en la cantidad producida.
- Eso genera una variación de las proporciones del ingreso nacional neto que es
distribuido a las rentas, a los salarios y los beneficios.
(i) Los salarios generales (a nivel “natural”) no podrán aumentar en
proporción al número de los trabajadores.
(ii) Las ganancias diferenciales de productividad de las distintas tierras
continuarán disminuyendo, aunque las rentas continuarán creciendo.
(iii) Quien tendrá lo peor será la propia clase social que Ricardo consideraba la
más activa: aquella de los capitalistas. El ingreso neto nacional (residual)
que queda a los beneficios no podrá más que disminuir, y con él la tasa de
beneficio. La tasa de beneficio continuará su descenso hasta el punto en
el cual se extinguirá el incentivo a ahorrar y acumular capital.

Hay dos canales para contrarrestar esta tendencia:


(i) El primero es externo: el comercio internacional. Si se deja que los
productos agrícolas (a rendimientos decrecientes) sean producidos en el
resto del mundo se pueden concentrar sobre la producción nacional de los
bienes industriales (que se producen a rendimientos constantes o
crecientes) para ofrecerlos a cambio.
(ii) El segundo canal es interno y está constituido del mejoramiento de los
métodos de cultivo de las tierras (del progreso técnico).
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Todos los clásicos reconocerían la importancia de este fenómeno. Pero, sorpresivamente, ellos
infravaloraron su entorno, convencidos que el aumento de la población al fin terminaría
eliminando toda posibilidad de aumento de la productividad agrícola y que la acumulación del
capital terminaría en un estado estacionario, por “eutanasia” (para usar un término “keynesiano”)
de los capitalistas, permaneciendo con una cuota de beneficio despreciable y en cada caso
demasiado baja para inducirlos a ahorrar y a acumular.

La variación en el tiempo de la distribución del producto neto conduciría a un estado


“estacionario”, en el cual la distribución del ingreso sería reducida esencialmente a dos cuotas
relevantes: aquella de los salarios para los trabajadores (con una población cuyo número máximo
fuera compatible con los recursos naturales existentes, y con un salario unitario de cuasi-
subsistencia); y aquella de las rentas de los propietarios terratenientes: la única clase a devenir, y
permanecer, como una clase acomodada.

Es necesario reconocer a este esquema ricardiano de la distribución del ingreso y del crecimiento
económico una notable nitidez, integridad y sobre todo coherencia lógica. Propuesto como un
primer paso analítico de la teoría económica, el esquema ricardiano ejercitó una fascinación
irresistible en la profesión económica de la época. Pero también sostiene una perspectiva sobre el
futuro de la entonces emergente sociedad industrial que es injustificadamente pesimista, si se
piensa en aquel extraordinario fenómeno histórico que fue la “revolución industrial”. No es
sorprendente que fuesen los no-economistas, más que los economistas, los que considerasen esa
perspectiva injustificadamente pesimista. Un literato como Thomas Carlyle, por ej., no tenía
vacilación en dar a esta “ciencia económica” el epíteto, devenido en famoso, de "dismal science"
(“¡ciencia triste!”).

3. La teoría neoclásica de la distribución del ingreso.

Algunos economistas de la segunda mitad del siglo XIX intuyeron la genialidad del principio
marginal subyacente a la teoría de la renta ricardiana, y vieron la idea de “generalizar” el principio
marginal, en un proceso que se conoce como la “revolución marginalista”. Al principio para
explicar el comportamiento del consumidor (teoría de la utilidad marginal) y después, por
extensión, a todos los recursos existentes, con en la teoría de la producción y la distribución.
Importa destacar el hecho de que no surgió por una observación de la realidad, sino como un
esfuerzo intelectual de generalización del “principio marginal”. El proceso histórico del desarrollo
analítico fue el siguiente:
- Eugen von Böhm-Bawerk, uno de los principales economistas teóricos del capital,
concibió la acumulación del capital como un continuo aumento de los métodos de
producción indirectos (roundabout), como un alargamiento del “período de
producción”, que opera una sustitución de capital a trabajo. En esta versión, se viene a
retomar el principio marginal y el principio de los rendimientos decrecientes, en un
proceso lógico de generalización mediante una serie de adaptaciones analíticas que
tiene consecuencias que es necesario aclarar.
- Por un lado el principio marginal concerniente a la tierra debía ser plasmado de modo
tal de satisfacer las características de los otros factores de la producción. Aquello trajo
de hecho a una restricción del principio ricardiano a su versión intensiva, en la forma
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de considerar los rendimientos decrecientes tomando en cuenta las variaciones de las


proporciones.
- Por otro lado, la aplicación del principio llamaba a la formulación de una serie de
suposiciones que trataban a los otros factores de la producción como si tuvieran
características similares a las de la tierra y como si se tratase de cuestiones
similares. Las consecuencias de esta “asimilación” del capital a la tierra, hechas por
exigentes analistas, se han mostrado, insospechadamente, de gran aceptación.
- Knut Wicksell –el notorio economista sueco- realizó la más rigurosa versión de la
teoría Böhm-Bawerkiana del capital, destacando las dificultades analíticas (a las cuales
nos referiremos más adelante). No obstante, fue el primer economista que propuso
una “función de la producción”, que viene después transformada en una “función
neoclásica”, que consideraba todos los factores de la producción (al principio tierra y
trabajo, y después capital), tratándolos exactamente en el mismo nivel y de un modo
perfectamente simétrico. Es importante destacar la manera en que se realizó esta
sucesiva extensión lógica del principio de la tierra marginal a los otros factores de la
producción. Al principio extendido, bastante intuitivamente, al trabajo. Sólo después
sigue extendiéndose al capital (Wicksell, 1901 y 1923). Se puede notar que todavía, en
la 6ta. Edición del famoso texto de economía de Paul Samuelson (1964, pág.518 en
adelante), se daba una exposición del modo en el cual el principio del producto
marginal determina las cuotas distributivas de la renta, en términos de sólo dos
factores de producción: tierra y trabajo.

Se llega así al conocido desarrollo analítico que plantea describir el producto nacional (o ingreso)
neto (Y) como una función – supuestamente continua y diferenciable- de la tierra (T) y del trabajo
(L):

(3.1) Y = F (T, L),

todas expresiones en términos físicos. El producto será distribuido en parte a los propietarios
terratenientes y en parte a los trabajadores, siguiendo la relación contable:

(3.2) Y = rT + wL, donde: r = renta de la tierra por unidad; w = salario unitario.

Siguiendo el principio marginal, si el proceso productivo es conducido por los propietarios


terratenientes, el salario unitario no podrá superar el producto marginal de la unidad del trabajo,
expresado por la derivación parcial de Y respecto a L:

(3.3) w < ðY/ðL

Análogamente, si el proceso productivo fuese conducido por los trabajadores, la renta unitaria no
podría superar el producto marginal de la unidad de tierra:

(3.4) r < ðY/ðT.

La distribución del producto depende de quiénes conduzcan el proceso productivo, quedando


asegurada su remuneración y el resto como un residuo. Pero una mente matemática se da cuenta
que existe un caso particular, que se presenta como mucho más elegante. Un teorema de Euler
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anuncia que, si la función F es homogénea y lineal (si es de primer grado), cada asimetría
desaparecería, porque en este caso, sería válida la igualación:

(3.5) Y = (ðY/ðT) T + (ðY/ðL) L.

La tentación natural que deviene es el suponer que F sea de este tipo, de modo que la igualación
(3.5) sea siempre satisfecha y venga así a coincidir con la (3.2).

Por otra parte, si se supone que la función F sea convexa (o sea que sus derivaciones sean
positivas y después negativas), el esquema teórico se convierte en todavía más elegante y
tentador. Eso implica rendimientos constantes de escala y rendimientos decrecientes a las
variaciones de las proporciones entre los dos factores de la producción (aquello que se puede
interpretar como un fenómeno de sustitución entre los dos factores de la producción). De este
modo cada asimetría desaparece. Quienquiera que sean los emprendedores (que maximizan su
propia remuneración), cualquiera sean las dotaciones iniciales de los factores productivos, un
régimen de perfecta libertad de concurrencia conducirá los precios de los factores (es decir a un
salario unitario y una renta unitaria), además maximizará el producto, distribuirá a cada factor
exactamente su producto marginal, no dejando ningún residuo (positivo o negativo) para ninguno.

Espontáneamente se piensa que este esquema se puede extender o (siempre con una
terminología que suena ilusoriamente persuasiva) “generalizar” a un número cualquiera de
factores de la producción. En particular, que se pueda extender al capital como factor de la
producción. También James Meade (1962), al formular su versión de la teoría neoclásica de la
distribución del ingreso imponía una función neoclásica precisamente en términos de los tres
factores, la tierra (T), el trabajo (L) y el capital (K):

(3.6) Y = F (T, L, K),

Se supone que F sea una función lineal y homogénea (continua y diferenciable), que satisface el
teorema de Euler, y el producto neto resulta distribuido en rendimientos, salarios y beneficios sin
dejar ningún residuo.

(3.7) Y = (ðY/ðT) T + (ðY/ðL) L+ (ðY/ðK) K,

Basta con agregar que si el sistema económico es un régimen de perfecta libertad de competencia,
y dada cualquier dotación inicial de factores productivos, el mecanismo competitivo de los precios
conducirá a un punto de equilibrio de plena ocupación para todos los factores, que será eficiente
y estable. Ello se deriva de las suposiciones hechas, porque el esquema genera relaciones
monótonas inversas entre la cantidad física de los diversos factores (T, L, K) y la correspondiente
remuneración unitaria (r = renta, w =salario unitario,  = tasa de beneficio). El principio de
sustitución entre los factores de producción conduce la expresión (3.7) y a la conocida relación
contable:

(3.8) Y = rT + wL + K,

Pero ahora aparece también la tasa de beneficio, que debería coincidir con la productividad
marginal de capital. En el período entre las dos guerras mundiales, el estímulo, especialmente en
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Estados Unidos, a buscar confirmaciones, o en cada caso a proceder a verificaciones empíricas,


trajo dos nuevos desarrollos:
i) La concentrarse sólo sobre dos factores de la producción, trabajo y capital (¡y no más la
tierra!); y
ii) a adoptar una formulación matemática específica para la función de la producción, para
poder analizar los datos empíricos.

La función matemática que tuvo más suceso fue la conocida función Cobb-Douglass:

(3.9) Y = ALK, donde A,  son parámetros, a estimar, y donde la suma () debería
igualarse a la unidad, o sea:

(3.10)  = 1 - ,

Esta función lleva el nombre de dos autores americanos que la utilizaron (Cobb y Douglas, 1928), si
bien la misma fue usada por Knut Wicksell en su revisión del libro de Åkerman (reproducido en
Wicksell, 1934, pág. 286). La característica interesante de (3.9) es que:
- los precios de los dos factores de la producción (o sea w para el trabajo y  para el
capital) vienen determinados según su producto marginal (en condiciones de libre
competencia);
- el parámetro  asume el significado de cuota de la renta nacional que viene
distribuida a los salarios,
- y el parámetro ( = 1 - ) asume el significado de cuota de la renta nacional que viene
distribuida a los beneficios.
- Las dos participaciones emergen de la función de Cobb-Douglas como determinadas
técnicamente. Si se quisieran cambiar (como en el caso de que resulten indeseables)
significaría intervenir en un mecanismo competitivo responsable de asegurar la
eficiencia del sistema económico.

4. Características de la teoría neoclásica.

No se puede negar a la teoría (neoclásica) de la distribución su elegancia analítica y formal, la


fascinante simetría, y también aquel sentido de satisfacción que viene de la aplicación de la
instrumentación matemática, que da siempre cierta impresión de ser más “científica”, respecto a
una exposición en prosa común, como era aquella de los economistas clásicos. Pero lo que resulta
atrayente es la impresión de que el aparato analítico represente un sistema económico eficiente
desde el punto de vista tecnológico, y acorde con la “justicia” del punto de vista distributivo.
Queda abierta, la cuestión de la distribución originaria del capital y de la tierra, que viene aceptada
como dada. Pero se puede pensar (como ha hecho explícitamente Meade) en que la tarea de una
redistribución de los recursos pueda llevarse adelante por la autoridad pública mediante
impuestos. Teniendo en consideración lo dicho, no caben dudas, especialmente en lo que refiere
a la distribución, que el escenario es satisfactorio. En condiciones de perfecta libertad de
competencia, se obtiene la plena ocupación de cualquier factor de la producción, gracias a las
infinitas posibilidades de sustitución con los otros factores, y para más recibe su producto
marginal, que corresponde a su contribución a la producción, acorde con la tecnología disponible.
Tiene además la interesante característica de no requerir alguna distinción entre la productividad
marginal del capital relevante por el simple individuo y la productividad marginal “social” del
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capital. Fue en estos términos que John Bates Clark, en una serie de artículos, en el último decenio
del siglo XIX, construye una visión neoclásica de la distribución (Clark, {1894}1987,1899).

La consecuencia extrema de esta visión se puede ver en Schneider (1934), que aplicó la función de
producción neoclásica del tipo (3.9) a nivel de una sola empresa, y trató el modelo como si alguna
empresa tuviera efectivamente a disposición una función de la producción continua, diferenciable,
convexa, con todas las posibilidades de adaptabilidad inmediata implícita en las mismas funciones.

Naturalmente no todos los economistas neoclásicos han sido tan entusiastas e ingeniosos como
John Bates Clark o como Eric Schneider. De hecho la difusa convicción, no obstante la simplicidad
del modelo, fue sustancialmente debida a la intención de expresar elementos importantes de la
realidad económica competitiva.

Por citar algunos autores relevantes:


- James Meade (1962), en su presentación del modelo neoclásico, decía: “...sería
deseable suponer la existencia de una pluralidad sea de bienes de consumo o sea de
bienes de capital...pero tengo la fuerte sensación que el resultado principal sería de no
alterar sustancialmente la conclusión de base del presente análisis sino de aumentar
enormemente la posibilidad de sustitución entre los varios factores de la
producción...” (Meade, 1962, pág. X).
- Paul Samuelson, por su parte, en la 6ta. Edición de su renombrado texto de economía
concluye: “...la teoría neoclásica de la distribución de Clark, aunque simplificada, es
coherente lógicamente y una imagen verdadera de la competencia idealizada...”
(Samuelson, 1964, pág.526). Se debe reconocer a Samuelson el mérito de ser siempre
un vanguardista en su tentativa de extender la teoría de John Bates Clark al caso
general. Cuando comenzaron a difundirse los modelos económicos multisectoriales,
Samuelson (1962) formuló un esquema económico con pluralidad de bienes de capital,
que se comporta precisamente como el modelo de Clark. Presentó su construcción
analítica con el intento de demostrar que el modelo de Clark se revelaba a una útil y
significativa “parábola”, capaz de expresar los tratos esenciales de fenómenos más
complicados. La conjetura era que la realidad, si bien es compleja, fuese
sustancialmente acorde al modelo Clarkiano.
- Robert Solow (1963), extendiendo su interés a los casos en que las condiciones
tecnológicas no son tan favorables como para dar lugar a una función de producción
continua y perfectamente diferenciable, pues son discontinuas, se fue convenciendo
de haber vuelto al concepto Fisheriano de la “tasa de rendimiento” que permite una
expresión de la ganancia que se obtiene para la economía en conjunto de una dosis
adicional de capital. En otras palabras, encontró en la noción de tasa de retorno de
I.Fisher una expresión moderna -al interior de los modelos lineales con pluralidad de
técnicas de producción- de la noción más tradicional del producto marginal social del
capital. Ni Samuelson ni Solow tuvieron en cuenta, al principio, (como se señalará
pronto), de cuan restrictivas eran los supuestos necesarios para arribar a estos
resultados.

5. La emergencia de una teoría “keynesiana” de la distribución con el renacer de la teoría del


crecimiento económico.
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Harrod-Domar. Con el renacimiento del interés por la teoría del crecimiento económico se
renovaron las discusiones sobre la teoría de la distribución. (Recordemos que los clásicos se
dedicaron al tema del crecimiento con empeño, aunque con pesimismo y que casi durante un siglo
esa teoría se mantuvo entumecida) El renacer del interés resulta del intento de considerar las
relaciones macroeconómicas keynesianas en el largo plazo llevada adelante por Harrod (1936 y
1947) quien descubre -y por Domar quien confirma (1944) de modo más analítico- que en las
economías industrializadas, en las cuales adquieren relevancia los dos factores “trabajo” y
“capital”, el proceso de crecimiento económico se situará en una dinámica de crecimiento
equilibrado y de pleno empleo si se cumple:

(5.1) g = s/v, g=tasa (%) “natural” de crecimiento; s=ahorro/ingreso neto; v=capital/ingreso neto.

Por otra parte, la tasa “natural” de crecimiento viene definida por la suma:

(5.2) g=n +; n=tasa (%) de crecimiento de la población trabajadora y = tasa de progreso técnico
“neutral”.

El progreso técnico neutral es definido como la tasa porcentual del crecimiento de la


productividad del trabajo, suponiendo s y v constantes. En estas condiciones el producto neto y el
capital general crece exactamente al mismo ritmo.

La expresión (5.1) es una sola ecuación pero contiene tres variables: g, s, v. ¿Cuáles de estas tres
variables puede ser considerada la incógnita? Harrod no toma posición. Era inevitable que
comenzaran las discusiones y que las mismas trajeran varias teorías y que se pudieran tomar vías
distintas para resolver el problema.

Nicholas Kaldor (1955-56) propuso una solución de clara inspiración clásico/ keynesiana, que se
puede presentar sintéticamente del modo siguiente. En un sistema económico en expansión
capitalista, en el que ya tuvo lugar una fuerte acumulación primitiva, la tasa de crecimiento del
sistema, o sea g –como en los modelos clásicos- es la que debe considerarse la incógnita en la
relación (5.1). Siguiendo la hipótesis clásica los trabajadores están disponibles en cantidad
prácticamente ilimitada, a un salario constante. Con éstas consideraciones solo quedan la
constante v que refleja las condiciones de la tecnológica, o la posibilidad de ahorro del sistema
económico, s, como las variables que determinaran (endógenamente) la tasa de crecimiento,
mediante una hipótesis que también había sido destacada por Arthur Lewis (1954) en su teoría
del desarrollo económico.

De acuerdo a la tesis de Kaldor apenas la acumulación del capital ha absorbido la totalidad de los
trabajadores disponibles, se entra en una segunda fase. La tasa de crecimiento del sistema
económico pasa de estar limitada por la cuota de la renta destinada al ahorro, a estar limitada por
el aumento de la población trabajadora y el conocimiento técnico, que pasan a ser dos cuellos de
botella para el crecimiento. En ésta situación nueva la consecuencia principal es la de hacer
aumentar los salarios, y pasa a ocupar otra incógnita el papel central del crecimiento. Por otra
parte ahora es preciso destacar que la variable s puede considerarse como una media ponderada
de al menos dos propensiones al ahorro:

(5.3) s = sw (W/Y) + sp (P/Y),


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Siendo sw la propensión media a ahorrar de los trabajadores y sp la propensión media a ahorrar


de los capitalistas, mientras que W/Y y P/Y son respectivamente las participaciones de los salarios
y beneficios en el producto.

El caso más simple es el “caso clásico”, en el que sw = 0, o sea en el cual los trabajadores no
ahorran y todo el ahorro del sistema económico viene efectuado por los capitalistas. Se ve
rápidamente que en este caso hay una sola tasa de beneficio = (P/K) de equilibrio de largo plazo
con pleno empleo:

(5.4)  = g / sp.

En esta relación (también conocida como “ecuación de Cambridge”), el nexo causal va de g


(exógena) a  (incógnita). Esta relación se ha mostrado robusta (ver Pasinetti (1962) para el caso
en que exista ahorro de los trabajadores). Observe que la relación (5.3) explica las dos partes de
la distribución, en un mismo esquema lógico, pero una dirección opuesta a la versión
“ricardiana”: primero viene determinado el beneficio y después, en modo residual, los salarios.

Así emerge una teoría kaldoriana - que Kaldor ha llamado “keynesiana”- de la distribución de la
renta. Por una parte confirma la idea clásica de una asimetría de base entre los factores de
producción y, como consecuencia en la distribución de la renta, pero no retoma la dirección
clásica, ya que en su teoría la categoría de los beneficios pasa a estar determinada en primera
instancia, como exigencia de la acumulación necesaria para sostener el aumento de la población
trabajadora y el aumento de la productividad. La categoría de los salarios absorbe, una vez
garantizada la acumulación, todo el “residuo”. Por otra parte, la visión kaldoriana
(contrariamente a aquella clásica) aparece sorprendentemente optimista, ya que una vez
satisfechas las exigencias de la acumulación, todos los aumentos de productividad, es decir “todos
los frutos del progreso técnico” se traducen en un aumento de los salarios, que en el tiempo
aumentarán a su vez la productividad.

Kalecki. La idea que aporta el modelo distributivo de Kaldor es que las inversiones determinan los
beneficios, casualidad inversa a la de los clásicos. Esta teoría había sido ya propuesta en los años
treinta por un economista polaco, M. Kalecki (1938, 1941), en un contexto en el cual se ya se podía
avanzar la hipótesis de que la desocupación se debía a la falta de demanda efectiva. Kalecki había
anticipado a Kaldor, y por mucho también a Keynes, pero sus ideas no habían sido recogidas.

Sraffa. También encontramos en esta línea de pensamiento las elaboraciones de Piero Sraffa,
economista italiano emigrado a Cambridge, Inglaterra, a fines de los años veinte y perteneciente al
grupo de los economistas que trabajaron en estrecho contacto con Keynes. Sraffa publicó en el
año 1960, después de treinta años de gestación, su libro verdaderamente notable –breve, pero
extraordinariamente compacto y denso de conceptos e intuiciones, Sraffa tenía dedicada una vida
entera a la visión crítica de la obra de Ricardo. En su libro presentaba una versión moderna de la
teoría ricardiana de la renta (Sraffa, 1960). Adoptando un esquema de producción multi-sectorial,
Sraffa volvió a la concepción clásica de la producción neta global como “excedente” que resulta
luego de considerar el remplazo de los medios de producción.
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También demostró cómo la distribución de la renta resulta de un proceso que, si bien es más
complicado de aquel pensado por Ricardo, es todavía del mismo tipo. En primer lugar comporta
relaciones asimétricas entre las partes de la distribución.
- La renta depende de la no-uniformidad técnica de los recursos naturales disponibles,
como Ricardo había descubierto en sus trabajos. Sin embargo la renta no entra en la
determinación de los costos, y aparece como una ganancia diferencial neta para los
poseedores de los recursos naturales técnicamente más productivos, respecto a los
correspondientes recursos marginales. Se puede, por lo tanto, considerar esos
recursos de un modo separado de aquello que viene en el resto del proceso de
producción (se ve, a este resguardo, el análisis particular de Quadrio Curcio 1967).
- En relación a los beneficios (en especial la tasa de beneficio) y los salarios (nivel de
salario promedio), Sraffa demostraba que no es posible determinar a los dos al mismo
tiempo (contrario a lo que sostiene la teoría neoclásica).
- Propone entonces la tesis de que una de las dos variables distributivas -el salario o los
beneficios- viene determinada por relaciones que son exógenas respecto al proceso de
producción. Como se recordará, Ricardo (con todos los clásicos), había afrontado el
problema precisamente en estos términos y había pensado en una determinación
externa del salario. Pero Sraffa (como Kaldor) señala a la tasa de beneficio como la
variable para la cual buscar su determinación en modo exógeno respecto al proceso
de producción.
- No adhiere todavía a la teoría kaldoriana (por no la rechaza expresamente, ni le niega
la compatibilidad con su propio esquema), pero subrayó que se pueden ver varios
canales alternativos y mencionó -como ejemplo- el proceso de determinación de la
tasa de interés en los mercados financieros (con esto se acerca más a la idea de
Keynes que a la de Kaldor). Como sea, la contribución importante de Sraffa ha sido la
de abrir el problema de la determinación de la tasa de beneficio -y con ello el entero
problema de la distribución de la renta. Además no sólo tuvo en cuenta
consideraciones exclusivamente económicas sino que también consideró el aspecto
institucional del sistema económico como objeto de análisis para encontrar
explicaciones satisfactorias respecto a la distribución de la renta. Como sea, después
de un período inicial de entusiasmo- quizás también excesivo- las elaboraciones de
Sraffa concernientes a la distribución de la renta, como aquellas de Kalecki, han sido
dejadas de lado.

6. Retorno a la teoría neoclásica.

En las últimas décadas ha tenido lugar un sorprendente retorno de la teoría neoclásica. En la


interpretación de la relación de Harrod- Domar, se pone énfasis en una tercera posibilidad para
resolver cual de las tres variables es la incógnita principal. En la (5.1) figura la variable “v“, que
expresa una magnitud tecnológica. Los economistas neoclásicos la interpretan como si, en el
modelo de Harrod-Domar, esta expresara el “caso de una función de producción con coeficientes
fijos”, y puesto que v no puede considerarse fija, a los economistas neoclásicos les pareció obvio
que debería ser v la considerada como la gran incógnita en la relación (5.1).

Robert Solow. En un artículo de 1956, Solow explícitamente enunciaba el propósito de presentar


un modelo “que acepta todas las suposiciones de Harrod-Domar salvo aquella de las proporciones
fijas” entre los factores (Solow, 1956, pág. 66). Así, Solow introdujo la existencia de una función
12

neoclásica de producción en los factores “trabajo” y “capital” que tenía todas las características
descriptas en el párrafo 3:

(5.5) Y = F (K, L),

Se demuestra rápidamente que interpretada de esa manera la relación de Harrod-Domar- con g y


s fijas- se encuentra una solución de equilibrio con plena ocupación de los dos factores de la
producción K y L, cualquiera sea la dotación inicial de estos dos factores. Ello es posible dadas las
infinitas posibilidades de sustitución entre capital y trabajo, implícita en la función neoclásica de la
producción. Por otra parte suponiendo plena competencia se garantiza la igualación ideal entre
remuneración de los factores y su respectiva productividad marginal. Si la población trabajadora
aumenta la tasa de crecimiento n y el capital se incrementa a una proporción fija del producto
nacional neto, igual a s, las relaciones inversas entre los precios de los factores y respectivas
cantidades físicas aseguran la convergencia del sistema en una senda dinámica y estable a través
del cual se satisface la relación de Harrod-Domar. Solow había de este modo devuelto relevancia a
la teoría neoclásica de la distribución de la renta y la había incorporado al modelo de crecimiento
de Harrod-Domar. (Swan (1956) realizó el mismo descubrimiento en forma paralela)

Este enfoque se vuelve un poco más complejo al considerar la preocupación harrodiana por el
progreso técnico. En el modelo de Harrod, la introducción del progreso técnico aparece de modo
más simple y natural, como un aumento, al mismo ritmo, del capital per-cápita y del producto
neto per-cápita. En el modelo neoclásico en cambio, como resultado de la perfecta simetría
propuesta en la consideración de los factores de la producción (como vimos antes impuesta del
exterior al modelo), la consideración de cambios en el know-how tecnológico da lugar a tres
diversas formas de concebir el progreso técnico según se considere:
- como un aumento de la productividad del trabajo (labour-augmenting),
- como un aumento de la productividad del capital (capital-augmenting),
- o como un aumento de la productividad total de la función F.

A cada uno de las tres formas de progresos técnicos corresponde un particular concepto de
“neutralidad”, conocidos respectivamente con el nombre de sus descubridores:
- “neutralidad según Harrod” (aquella que aumenta la producción per-cápita una
relación capital/renta constante);
- “neutralidad” según Solow (aquella que aumenta la producción por unidad física de
capital, una relación trabajo / renta constante); y
- “neutralidad” según Hicks (aquella que aumenta la productividad física de ambos
factores, manteniendo invariable la relación entre las productividades marginales).

Todo esto parece bastante complicado, pero permite una elegante exposición matemática que da
la impresión de gran generalidad. El caso de Harrod aparece como uno de los tres posibles casos
particulares, pero de hecho, el caso de progreso técnico a la Harrod, (considerado “labour-
augmenting”, que en la exposición de Harrod viene dado como el caso obvio, simple y natural),
resulta en efecto el único de ser compatible con un crecimiento de la tasa de crecimiento estable
de largo plazo. Los otros dos tipos de neutralidad no conducen en general a ningún argumento
dinámico regular, o como sea, de cualquier interés. Se ha descubierto todavía que, cuando la
función de producción es de tipo Cobb-Douglas, todos y los tres tipos de neutralidad (maravillosa
Cobb-Douglas!!!) son representables exactamente con la misma expresión analítica, si bien la
13

interpretación de los parámetros de la misma es distinta en los tres casos. Es posible


comprenderlos como el único caso de “neutralidad” relevante -aquel de Harrod- para considerar
el crecimiento en equilibrio a tasa de crecimiento estable (ve Allen, 1967, cap. 13).

En los años setenta del siglo XX, y después de adoptar la teoría de la distribución neoclásica como
solución a los problemas que surgen del modelo de crecimiento de Harrod-Domar, como se ha
indicado en este párrafo, esta perspectiva del crecimiento ha ganado el mayor consenso en la
literatura económica dominante, sobre todo con el uso de la función de producción de Cobb-
Douglas. El párrafo que sigue es dedicado a una crítica severa de este descubrimiento teórico.

7. Crítica de la función neoclásica de la producción.

7.1 Sobre la utilización empírica de la función de producción Cobb-Douglas.

Es oportuno subrayar que función de la producción Cobb-Douglas viene propuesta desde los años
veinte y treinta para poder efectuar verificaciones empíricas con la utilización de los datos
disponibles sobre la producción, trabajo, y capital. Razonablemente, para usar datos agregados se
hacían simplificaciones y aproximaciones. ¿Pero con qué marcos de tolerancia? Los investigadores
presentan con gran satisfacción sus resultados (Cobb-Douglas, 1928, Douglas, 1934), pero sobre la
interpretación de los resultados las críticas fueron numerosísimas. Sylos Labini (1995) ha
presentado una reseña de las aplicaciones empíricas que se han sido realizadas utilizando la
función Cobb-Douglas desde los años treinta a nuestros días, y ha llegado a conclusiones
decisivamente negativas.

- Basta mencionar que, en la gran mayoría de los casos, la suma de los dos parámetros
(), que debería representar a la cuota distributiva de los factores, resulta
decisivamente lejos de la unidad –a veces directamente negativas- que entra en
contradicción con la teoría.
- Aquello que han hecho los investigadores, para eliminar esta contradicción, ha sido
simplemente adoptar el expediente de introducir el supuesto de que la suma sea igual
a la unidad; procediendo después de haber supuesto este vínculo, a la estimación
empírica. De esta manera se renuncia a “explicar” la cuota distributiva, ya que al
hacerlo la expresión (3.5) viene a coincidir, por hipótesis, con la misma relación
contable (3.2), y por lo tanto no es más una relación independiente derivada de la
función de producción. Se debe al menos reconocer que estos parámetros requieren
interpretaciones alternativas.

7.2 El concepto y medición del capital.

Otra crítica a la teoría neoclásica de la distribución de la renta, ha sido directamente dirigida sobre
el tratamiento del capital. Garegnani (1960 y 1990) ha realizado un cuidadoso trabajo sobre el
tema. Si bien no todas sus críticas son igualmente convincentes, sus argumentaciones de fondo no
son fácilmente refutables.
- Esencialmente, el mayor defecto de la teoría neoclásica es de haber querido imponer
la perfecta simetría entre el tratamiento del “trabajo” y el del “capital”, que ha sido
sugerida por la elegancia matemática, pero que no encuentra soporte ni en la realidad
14

ni en la lógica. Es un hecho que, por razones conceptuales, los dos factores no son
simétricos.
o El trabajo puede ser medido en términos físicos (digamos: por hora, o por día
de trabajo) y a la unidad utilizada le corresponde su remuneración (salario por
hora, por día, o por mes de trabajo).
o El capital también debe ser expresado en unidades físicas para considerarlo
como factor de la función de producción (números de máquinas, o un índice
cuantitativo de su cantidad física). Pero su remuneración (la tasa de beneficio),
lo que es relevante en una teoría de la distribución no es conmensurable en
cantidad física, sino en valor (o sea su cantidad física multiplicada por su
precio), y este precio -como todos los precios- a su vez depende de la tasa de
beneficio.
- En el caso de un modelo de un solo bien (y sólo en este caso, que es el modelo visto
en clase y presentado en los libros de texto), la cantidad física y el valor vienen a
coincidir, porque el precio del producto y el precio del capital coinciden, ya que se
trata de un solo bien. En este caso, la asimetría en el tratamiento de los factores no se
ve. La función neoclásica de producción (en este caso y solamente en este caso) no
manifiesta incoherencias lógicas.
- Pero apenas se pasa a un modelo de dos bienes (por ejemplo con un bien de
consumo y un bien de capital), la función de producción neoclásica (3.6) no es
consistente de un punto de vista lógico. Hay dos posibilidades:
o o se usa el símbolo K para indicar la cantidad física del capital (y entonces la
derivada parcial ðY/ðK no representa más la tasa de beneficio, sino la renta
del capital, que debe luego ser multiplicada por el precio del bien de capital);
o o si se insiste en usar el símbolo K para representar el valor corriente del
capital, pero en este caso la derivada parcial del ingreso (Y) respecto al capital
(K) presenta dos componentes: un componente asociado a la variación de la
cantidad física del capital y otro que representa la variación del precio de la
medición física del capital.
- El economista sueco Knut Wicksell (1901), fue consciente del problema,
o y por eso elige siempre, con gran coherencia, incorporar en su función de
producción el capital medido en términos físicos, y luego multiplicarlo por su
respectivo precio, antes de ser usado como argumento de la derivada que
representa la productividad marginal del capital.
o Wicksell concluye que el producto marginal del capital no puede ser igual
(salvo por una extrema coincidencia) a la tasa de beneficio (que el economista
sueco consideraba coincidía con la tasa de interés).
o La conclusión de Wicksell fue que el producto marginal del capital es siempre
inferior a la tasa de beneficio, porque la variación (aumento) del capital afecta
(disminuye) el precio de dicho factor, y con esto el de la unidad en términos
de la cual el capital mismo es medido.
o Esta divergencia entre la tasa de beneficio y el producto marginal del capital
ha sido denominada el “efecto Wicksell”. Un desarrollo interesante del
problema se presenta en una discusión de Wicksell con el Dr. Åkerman, en la
que Wicksell (1923), por un lado, confirma su precedente resultado, es decir
una divergencia entre la tasa de beneficio y el producto marginal del capital,
pero por otro lado viene también a descubrir, con gran sorpresa, que tal
15

divergencia no se manifestaba siempre en la misma dirección. Podía, en


ciertos casos – como había siempre pensado- ser negativa (efecto Wicksell),
pero podía en otros casos resultar positiva, generando así un “efecto
Wicksell” inverso.
o Las consecuencias del análisis de Wicksell para la teoría marginal del capital
son serias. Wicksell no tuvo el tiempo para profundizarlo, y la podemos
resumir de la siguiente manera: si el producto marginal del capital y la tasa de
beneficio no presentan una relación monótona entre sí, ¿que papel puede
tener el concepto de “productividad marginal del capital”?

7.3 La controversia de Cambridge.

Precisamente la interrogante mencionada antes ha sido la base (en los años cincuenta y sesenta
del siglo XX) de una controversia sobre la teoría del capital, que en ciertos casos ha asumido un
acento áspero. Se pueden, con resguardo, distinguir dos fases.

Primera fase: En la primera fase los temas de discusión fueron los siguientes:

- La circularidad en la medición del capital.


La primera fase comenzó con un duro ataque de Joan Robinson (y en parte, también
de Nicholas Kaldor y de Richard Khan) a la concepción misma de “función neoclásica
de la producción”. Robinson (1953-54) retoma el resultado de Wicksell y, propone una
tecnología que no se concibe como un continuo de técnicas productivas, sino como un
número finito de técnicas que se pueden combinar de a dos de manera lineal. A partir
de allí concentra su crítica sobre el concepto de “capital” como factor de la
producción. ¿Qué significado se puede dar al capital, K, que se incorpora como factor
de producción en la función neoclásica de la producción cuando, si se expresa en valor,
este valor depende de la tasa de beneficio y por lo tanto de la distribución de la renta?

- El problema de agregación de los bienes de capital.


El debate fue profuso y amplio, comenzando con un artículo de Solow (1995-1956).Un
aspecto importante de la discusión ha sido el de esclarecer cuáles son las condiciones
que podían ser satisfechas para que los bienes de capital heterogéneos se puedan
agregar en una única cantidad física. Dos artículos son emblemáticos, el de Samuelson
(1962) definiendo el concepto de “función de la producción sustituta” y la propuesta
de Champernowne (1953-54) de construir un “índice de cadena” para la agregación de
los bienes de capital, que se suceden unos a otros al cambiar las técnicas como
consecuencia de cambios en la distribución. La principal conclusión alcanzada en el
debate (Franklin Fisher, 1971) es la siguiente: las condiciones requeridas para la
agregación de bienes de capital heterogéneos son tan restrictivas que debería
abandonarse la idea de una medida agregada de bienes de capital. En su defensa los
economistas neoclásicos han señalado que también el trabajo y el producto nacional
son resultado de una agregación de magnitudes heterogéneas. Esta afirmación es
cierta. Pero el problema en el caso del capital no surge por la dificultad de encontrar
una manera práctica y aproximada de agregación. La dificultad es conceptual, ya que
exige agregar cantidades expresadas en valores (en el caso del capital) como se hace
en el caso de agregación de la tierra y el trabajo, que se pueden expresar en términos
16

físicos. Los dos tipos de cantidad agregada no pertenecen a la misma clase lógica, y no
se pueden considerar de manera simétrica en la función de producción. No se trata de
una cuestión de aproximación apropiada, sino de reconocer la fundamental e
inamovible naturaleza de los “factores” trabajo y tierra de una parte, y del “factor”
capital de la otra.

Segunda Fase. En la segunda fase de la discusión el problema principal fue el siguiente:

- El reswitching de técnicas.
o El problema mencionado antes trajo un poco más de luz en la segunda fase de
las discusiones. Éste ha tenido origen en un capítulo, brevísimo relegado al
final de la obra de Piero Sraffa (1960). Allí Sraffa hace notar que, en un
esquema multisectorial de producción, la selección de técnicas de producción
elegidas al variar las distribuciones del ingreso entre los beneficios y salarios,
no seguían un patrón claro respecto al criterio de selección. Cualquiera fuera
el criterio para “medir” al capital empleado, las técnicas de producción que
requerían una alta proporción de capital en relación al trabajo, y por lo tanto
asociadas a tasas bajas beneficio, deberían no ser utilizadas cuando aumenta
la tasa de beneficio. Pero Sraffa mostraba que la anterior técnica de
producción puede ser la más conveniente aún con tasas de beneficio más
elevada.
o Esto es conocido como el fenómeno del “retorno o re adopción de técnicas”
(re-switching of technique), que pasó casi inobservado en la publicación del
trabajo de Sraffa, pero que se trajo a la luz en las contribuciones a un Simposio
realizado en 1966, con contribuciones de Samuelson, quien estimulado por un
artículo de Pasinetti (el primero de tal Simposio), fue seguido de una muy
nutrida contribución de trabajos (ver la reseña de Harcourt, 1972).
o El resultado principal de la discusión es el siguiente: no existe, en general,
una relación monótona inversa entre la cantidad de capital (en cualquier
modo que se lo vaya a medir, en términos físicos o en valor) y la tasa de
beneficio. Esta proposición todavía permanece válida, no obstante los
enormes esfuerzos que han sido hechos por un número extraordinariamente
elevado de economistas neoclásicos por contrarrestarla, atenuarla. , Los
participantes de aquel Simposio fueron conscientes de la desbastadora
consecuencia para la teoría neoclásica de la distribución, dado que priva de
generalidad aquella relación inversa entre precios del factor “capital” y la
respectiva cantidad, en cualquier modo que venga medida. Esta era una
propiedad que era característica de todas las relaciones de la teoría
económica tradicional.

Conclusión de la controversia.

- Samuelson sintetizaba así la conclusión del Simposio: “el fenómeno del


retorno...de la técnica...muestra que la simple fábula narrada de Jevons, Böhm-
Bawerk, Wicksell y otros escritores neoclásicos, que a medida que la tasa de
interés disminuye en consecuencia de abstinencia del consumo presente a favor
del consumo futuro, la tecnología debe cambiar en cualquier sentido más
17

indirecta, más “mecanizada”, y más “productiva” no puede ser válida


universalmente... Resulta que no hay modo ambiguo de caracterizar diversos
procesos productivos como “más intensamente capitalistas”... si todo esto causa
dolores de cabeza a los nostálgicos de las viejas parábolas de la literatura
neoclásica deberíamos convencernos a nosotros mismos que los estudiosos no
han nacido para vivir una existencia fácil. Deberíamos respetar y valorar los hechos
de la vida.” (Samuelson, 1966, pág. 568, 582-3).

- Charles Ferguson, en un libro específicamente dedicado a la teoría neoclásica de la


producción y la distribución de la renta (1969), concluía renovando la proposición
de Samuelson: “La crítica que viene de Cambridge muestra en modo definitivo que
pueden haber estructuras de producción en las cuales la parábola Clarkiana puede
no ser válida... la cuestión crucial y problemática es que los economistas pueden
ser incapaces de enunciar alguna proposición concerniente a la relación que
intercede entre la producción y los input y output del mercado de concurrencia.
Yo pienso que, no obstante todo, ellos pueden enunciar tales proposiciones; pero
esto es un acto de fe”. (Ferguson, 1969, pág.269).

- ¡Un acto de fe! ¿Cómo se puede aceptar? La cuestión no quedaría evidentemente


en estos términos, o al menos no podía quedar en estos términos de modo
explícito. Vale la pena recordar que un metodólogo de la ciencia (Thomas Kuhn,
1962) quien ha enseñado que no es una novedad en la historia de la ciencia,
obtener resultados que contradicen la teoría o “paradigma” predominante. La
actitud más común en estos casos (hasta que un nuevo y más satisfactorio,
“paradigma” sea encontrado) es simplemente ignorar los resultados “anómalos”.
En los años sucesivos esto es precisamente lo que se ha hecho.

8. “Represión” del fenómeno de la re adopción de técnicas en la literatura económica


dominante.

Después de las intensas y controvertidas discusiones sobre la teoría del capital y del fenómeno de
re-switching o “retorno de la técnica” de los años sesenta del siglo XX, asistimos en el curso de
poquísimos años a una rápida y casi imprevista desaparición de las discusiones sobre este tema.

Fases de la represión:

Las fases que llevan a este estado de cosas son interesantes desde el punto de vista de la historia
de la ciencia económica y merecen cuidadosa consideración, también a costa de una breve
digresión del argumento.
- Primera fase. La primera reacción al descubrimiento del re-switching fue de fastidio,
prevaleciendo la idea que debería ser un caso extraño o bizarro o raro. Los
economistas que, originariamente, lo pensaron, lo hicieron con repugnancia instintiva,
porque iba en contra del modo de pensar que habían heredado. Lo llamaron con
variados términos: “paradojal”, “perverso”, “excepcional”, “incómodo”, “anómalo”, un
caso que “...la intuición sugiere como irreal”, y así (Pasinetti, 1966, pág.515).Charles
Ferguson, como se ha referido, fue más explícito y cándido al afirmar su instintiva
confianza en la función neoclásica de la producción como “un acto de fe”.
18

- Segunda fase. Sigue una segunda fase la cual se emprende una puntillosa búsqueda de
las condiciones para excluir el fenómeno del re-switching (a propósito se puede ver
por ejemplo Fisher 1971, Sato 1974, Burmeister 1980). Pero las tentativas en esta
dirección no llegaron muy lejos, ya que las condiciones requeridas resultaron
extremadamente restrictivas. (…)
- Tercera Fase. Hay una tercera fase, que puede aparecer un poco extraña, por su débil
soporte teórico y empírico, pero que ha sido saludada por los teóricos de la economía
dominante. Esta fase consiste en sostener que la crítica a la teoría tradicional del
capital, sobre el fenómeno del re-switching son válidas, pero sólo se refieren al
modelo teórico neoclásico en términos agregados. No lo son si vienen referidos al
modelo neoclásico del equilibrio económico general, en términos desagregados y
fundado en los comportamientos de maximización de la función individual
intertemporal de beneficio y utilidad.

Consideración crítica del estado actual de la discusión.

- La proposición de que los problemas que plantean el fenómeno de re adopción o


retorno de técnicas, el caso de las funciones de producción badly-behaved (que se
comportan “mal”, respecto a los supuestos neoclásicos) no son -como ha sido
demostrado ampliamente- una consecuencia, o característica de la “agregación”, ya
que se pueden presentar siempre, en cualquier contexto, agregado o desagregado.
Varios autores han continuado demostrándolo (por ejemplo: Kurz, 1987; Schefold,
1997, Garegnani, 1998, etc.). Pero igualmente el mainstream siguen desconociendo el
tema.

- La posición de Hahn. Frank Hahn es uno de los principales referentes teóricos del
mainstream.

En un artículo de 1982, increíblemente polémico y dogmático, apunta sobre aquellos


que ellos llaman los “neoricardianos”. Sin duda que con habilidad retórica y dialéctica,
Hahn cambia las bases del debate. Primero ha admitido que toda la versión de la
teoría neoclásica del capital y de la distribución de la renta fundada sobre funciones
agregadas de la producción (esencialmente toda la postura neoclásica que encabezan
Böhm-Bawerk, Wicksell y John Bates Clark) debe ser abandonada por incoherente e
incorrecta.

Luego ha sostenido que la versión correcta y relevante de la teoría neoclásica no es la


de Böhn-Bawerk, Wicksell y Clark, y menos la de Marshall, sino la que proviene de la
formulación walrasiana del equilibrio económico general, en su versión moderna
representada por la versión de Arrow-Debreu (Arrow-Debreu, 1954; Debreu, 1959).
Esta versión es un modelo de puro cambio (o sea que todos los “agentes”
intercambian en base al postulado de la maximización de la utilidad), e incluyen
cambios intertemporales, asociando a cada recurso un índice de cantidad y un índice
de tiempo. En esta versión, el fenómeno de la producción se transforma en un
fenómeno de cambio en el tiempo. Se puede formular un esquema en el cual existe
toda una constelación de bienes de capital heterogéneo. En cada momento del tiempo
el postulado de maximización (de utilidad y de beneficio) de los “agentes”
19

(consumidores y empresarios) conducen al sistema a posiciones de “equilibrio


temporario” que generan un sistema general de precios de cada recurso, presente y
futuro. Esta formulación, según Hahn, comprendería también el modelo de Sraffa
como un caso particular, o sea como aquel caso particularísimo en el que la
constelación de los bienes heterogéneos que genera una tasa de beneficio uniforme.

Pero en general, “el precio de equilibrio” del sistema implicarían tasas de interés (y de
beneficio, supuestamente coincidentes con la tasa de interés) que son distintas de un
bien de capital (heterogéneo) al otro. Lo más relevante en el modelo walrasiano o el
de Arrow- Debreu, ambos como modelos de determinación de precios, se explicará en
el párrafo siguiente.

La posibilidad de que no exista una tasa de interés uniforme se presenta con orgullo
como un indicador de la generalidad del modelo. Hahn admite que en el esquema se
podría tener problemas con la estabilidad de las soluciones. Pero el modelo sería –
concluye Hahn- inmune a la crítica del fenómeno del re-switching.

¿Pero en qué modo? Aquí está el punto. Según Hahn, en un sistema con multiplicidad
de técnicas de producción, quedaría siempre válida la igualación entre remuneración
de cualquier bien capital y la “productividad marginal” (en términos físicos), si bien no
se podría afirmar la dirección de causalidad, porque todas las soluciones emergen de
un sistema de ecuaciones simultáneas. Hahn admite que podrían ser naturalmente
“no-convexas” y que puede ocurrir que la función de la producción no se comporte
bien (“badly behaved”), o situaciones de re-switching. ¡El re-switching aquí sí podría
ser! Pero en el expediente. Hahn, admitiendo este caso, relega la categoría de la
dificultad relativa a las zonas de “inestabilidad”. Ahora las zonas de inestabilidad
podrían ser en cada caso los modelos con bienes de capital heterogéneos, también en
el caso de funciones perfectamente convexas y well-behaved. En efecto, Hahn la había
demostrado en su artículo precedente (Hahn, 1966); un artículo –debe subrayarse-
crítico de la teoría dominante.

Así ha sido generalizada una confusión entre dos fenómenos diferentes:


a) la inestabilidad que resulta de la existencia de bienes heterogéneos de capital
en los modelos neoclásicos,
b) el fenómeno particular del re-switching, el cual –viene reclasificado como
generador de la inestabilidad (lo que no es incorrecto porque, entre otras casas, el re-
switching genera también inestabilidad en el mercado de bienes de capital)- viene
restrictivamente asimilado (y confundido) con el caso señalado de Hahn al que nos
referimos anteriormente.

El resultado paradojal es que la literatura dominante, en vez de adoptar el primer


resultado de Hahn (1966), que es crítico y negativo para todo el modelo multisectorial
de la teoría neoclásica, ha usado el segundo artículo de Hahn (1981) para afirmar que
la dificultad respecto a la inestabilidad era ya evidente. El re-switching no habría
revelado nada de nuevo. Como si la dificultad, cuando ella es notada, fuera capaz por
este sólo hecho, se justificara el ser ignorada, especialmente si se encontrara en otro
contexto, reiteradamente y ¡generalizada! Pero, sorprendentemente, esto es propio
20

de lo pasado. Hahn se ha resguardado bien al evadir la conclusión, estrictamente


lógica y negativa, de su artículo precedente. En cambio ha usado el buen expediente
de decir que la dificultad está presente y requiere nuevas búsquedas: vendrán, con
suerte, resultados en el futuro.

- Los “neoricardianos” fueron tranquilamente ignorados. Los economistas de la teoría


dominante han dado al problema del re-switching la apariencia de una especie de
obsesión, induciendo a la teoría dominante a no hablar más al respecto. Así las
discusiones disminuyen rápidamente, y en las principales revistas de economía el tema
ha sido olvidado. Las revistas de economía dominantes desechan sistemáticamente
como no publicables los artículos que hablan del re-switching Por otra parte la función
agregada de producción aparece en los textos de macroeconomía, sin el mínimo
recuerdo de su incoherencia lógica. Los mismos autores que dos decenios atrás
afirmaban que la función neoclásica de la producción debía ser abandonada, ahora la
usan corrientemente. El típico estudiante de economía que ha entrado en la
universidad a partir de los años ochenta y en adelante no habrá sentido hablar de la
dificultad debida al reswitching, ni respecto a los problemas de la teoría neoclásica del
capital y de la distribución de la renta. Es como si el debate sobre las cuestiones de la
técnica no hubiese sido descubierto. Un fenómeno de este tipo puede explicarse con
el término más apropiado de “represión”.
- Se trata quizás de uno de los ejemplos más interesantes de aquel proceso descrito por
Thomas Kuhn (1962), mediante el cual la ciencia “normal” dominante suprime, y
además ignora, los casos de contradicción y de anomalía de su interior.

9. Consecuencia para la teoría de la distribución del ingreso.

La remoción del fenómeno del re-switching del debate de la teoría económica, el alejamiento del
énfasis en la teoría del capital y, contemporáneamente, la posición privilegiada conferida al
modelo de equilibrio general walrasiano en la versión de Arrow y Debreu, no han sido eventos
neutrales para la teoría económica. Han hecho prácticamente desaparecer los análisis del
problema de la distribución del ingreso en la discusión de la teoría económica neoclásica.

Vale la pena el subrayar como este resultado constituye una consecuencia lógica de la elección
hecha por la teoría económica dominante de abandonar los esquemas de los economistas clásicos
y de privilegiar el esquema lógico del equilibrio walrasiano de Arrow y Debreu.

Ocurre que este esquema lógico ha adquirido elegancia y rigor efectuando “generalizaciones” que
son reinterpretaciones puramente formales. Eso reconoce que todos los problemas económicos se
reducen a identificar el sistema de precios asociado a una asignación óptima de los recursos
existentes, a partir de:
i) la preferencia del agente económico (individualismo metodológico) expresadas en
su función de utilidad (con ciertas características bien precisas, y asumida como
dato), y
ii) una distribución inicial de los recursos existentes (arbitrariamente aceptada).

El esquema se puede también considerar como una elegante extensión a todos los fenómenos
económicos de la originaria teoría ricardiana de la renta. Todos los precios son interpretados como
21

precios-renta. En este esquema, no existe un problema de la distribución del ingreso como tal.
Existe una distribución inicial de los recursos no sujeta a ninguna explicación o indagación; y se
busca un sistema óptimo de los precios de estos recursos. La teoría es, esencialmente, y por lo
tanto, una teoría de los precios. Desde el punto de vista analítico, cada fenómeno debe ser
reconducido a cualquier cosa que se presenta como un “recurso” dado, para arribar a la
determinación de su precio. La característica específica del beneficio, del salario, y de la renta, no
existe como preocupación para los economistas neoclásicos.

El esquema es tan elegantemente generalizador, que con un proceso de reinterpretación formal


de sus elementos constitutivos, reduce todas las variables económicas esencialmente a un
sistema de precios. Todo el resto asume un carácter secundario. Para retornar a la configuración,
mencionada en el precedente párrafo, de una reinterpretación de los bienes de capital
heterogéneos como parte de un fenómeno de cambio en el tiempo, el esquema walrasiano
determina la serie de precios de los bienes de capital que se encuentran en existencia a un cierto
punto en el tiempo, la serie de precios de sus arrendamientos (rentals) y la serie de los precios de
los nuevos bienes de capital producidos. Partiendo de estos elementos, se puede lógicamente
también calcular, como derivada, la correspondiente tasa de beneficio (heterogénea). Pero se
trata de conceptos derivados, no constitutivos. La tasa de beneficio viene de este modo a
constituir un elemento secundario. Se puede resolver un razonamiento análogo, no exactamente
similar, para el “salario”. El “salario” es parte de los tantos “precios” de los recursos- trabajo, y
debieron ser tratados de modo similar y simétrico al precio de cualquiera de los varios recursos.
Para resumir, el sistema neoclásico, en las versiones de Arrow-Debreu, no ha tenido necesidad ni
de tasa de beneficio, ni de salario unitario como tales: eso determina “precios” de “recursos”
dados y por lo tanto “precios”. Cada fenómeno económico, por sí mismo, debe ser interpretado en
tales términos. Con esta formulación, de la teoría económica dominante sobre la versión
neoclásica del esquema de Arrow-Debreu se tiene prácticamente una fuga general del análisis
económico de la explicación de la distribución del ingreso (y de la riqueza).

Volviendo a la teoría económica clásica, David Ricardo (1817) en sus Principios comienza con la
famosa proposición, citada al inicio, que “la determinación de las leyes que regulan la
distribución (del ingreso entre rentas, beneficios y salarios) es el problema principal de la
economía política”. En la segunda mitad del siglo XX la teoría económica dominante abandona
esta premisa y consagra un esquema teórico (la versión de Arrow-Debreu del modelo neoclásico)
en el cual el proceso y los problemas de la distribución del ingreso son transformados en
secundarios y pasan a ser irrelevantes.

10. El crecimiento sin problemas de distribución en los modelos con progreso técnico endógeno.

No obstante el privilegio que la literatura económica dominante ha reservado al esquema lógico -


fundamentalmente estático- de Arrow y Debreu, el problema del crecimiento económico y del
progreso técnico no han tardado en revivir. Un vigoroso retorno del interés por el crecimiento
económico ha llegado, casi de improviso, en los años ochenta del siglo XX, seguido por una serie
de tentativas de estudiar un problema real y de gran relevancia. Se ha comenzado a indagar como
el progreso técnico puede ser incorporado de manera exógena, para ser producto de una actividad
económica expresamente orientada a su producción. El problema es interesante, pero complicado
por la peculiar propiedad del conocimiento técnico, que no está sujeto sino parcialmente y
22

temporalmente a derechos de propiedad, y que tiene características similares a los bienes


públicos no exclusivos.

Han surgido los modelos de crecimiento económico con progreso técnico endógeno. Era inevitable
que, por haber sucedido allí, las búsquedas iniciales sobre el progreso técnico endógeno
comenzaran en las universidades de los Estados Unidos de América. Pero habían transcurrido diez
años desde cuando la dificultad de la teoría neoclásica del capital, debido al fenómeno del re-
switching, habían sido removidos de las discusiones económicas y habían quedado fuera de la
atención de las nuevas generaciones de estudiantes. Habiendo sido olvidado el debate precedente
las nuevas elaboraciones han sido realizadas dentro del pensamiento neoclásico dominante. Los
modelos de crecimiento con progreso técnico endógeno son extraordinariamente refinados, por
los instrumentos analíticos adoptados, al mismo tiempo que ingenuamente simplificadores en la
versión global. Usan pocos instrumentos analíticos de fascinante elegancia: esencialmente
presentan una reedición y una readaptación restrictiva de un modelo matemático de
maximización intertemporal que Frank Ramsey, un joven matemático del grupo de Keynes en
Cambridge, había propuesto, en el año 1928, como un ejercicio para conocer las propiedades
analíticas de un hipotético sistema económico en el cual un Programador central omnisciente y de
vida infinita decida la distribución en el tiempo de la producción y del consumo, teniendo presente
las preferencias y las vinculaciones de las condiciones tecnológicas.

Pero los autores de los modelos de crecimiento con progreso técnico endógeno han tenido
ambiciones más grandes, a partir de un esquema descriptivo de la realidad que ha revelado una
ingenuidad sorprendente:
- Ninguno ha tenido dudas en usar funciones neoclásicas agregadas de producción,
continuas y diferenciables, del mismo tipo de las cuales veinte años atrás se había
dicho, o escrito, que debían ser desechadas y abandonadas.
- Ninguno ha advertido la necesidad de justificar o de explicar el uso de nociones como
la de capital físico agregado,
- o utilizar funciones de producción de tipo Cobb-Douglas, de soporte empírico dudoso
(como anteriormente –párrafo 6- se ha subrayado).
- Estas vienen usadas como si fueran parte de la realidad económica de todos los días,
sin que se exprese sobre tales la mínima duda.
- Ha sido introducido un ulterior concepto, todavía más problemático: el de una
cantidad física de “capital humano”, sin que se discuta el fundamento lógico y las
condiciones necesarias para su representación cuantitativa.

La reseña de “la teoría neoclásica del crecimiento y de la distribución” en este mismo volumen
(Solow, 1999) presenta una valiosa reseña de este modelo y nos ilustra magistralmente sus
méritos y límites. No hay necesidad de repetir sus comentarios. Pero vale la pena subrayar las
características de los mismos vinculadas al origen neoclásico que estos modelos han tenido, y las
consecuencias que se han derivado, para los analistas del problema de la distribución del ingreso.

Si volvemos a la ecuación de Harrod-Domar – (la 5.1)- se podría decir que en los modelos con
progreso técnico endógeno, la gran incógnita considerada es g –la tasa de crecimiento- como en
el modelo de Kaldor, o en el modelo de Lewis (si ve el párrafo 5). Pero mientras que en Kaldor (o
Lewis) g es determinada por la posibilidad de la acumulación del capital, aquí g es determinada
por la posibilidad de conocimiento técnico.
23

Esto constituye una contribución interesante, si bien no completamente nueva. Pero los autores
del modelo de crecimiento con progreso técnico endógeno han tenido, como se ha dicho, mayores
ambiciones. Entre las dos magnitudes de las ecuaciones de Harrod-Domar –v y s- ninguna es
aceptada como constante. Han sido “modeladas” como resultado de un comportamiento de
maximización. Según una formulación que ha sido difundida recientemente, esta viene basada en
los “micro -fundamentos”. Y es esta característica que revela la elegancia y al mismo tiempo la
simplicidad de estos modelos. Esencialmente se reducen a analizar el comportamiento de un
individuo considerado “representativo”, ya no un planificador central que planifica para todos los
individuos sino que planifica para si mismo. Este singular individuo vive al infinito, conoce
perfectamente la función técnica de producción (en efecto aquella función de producción de una
sola mercancía) y el modo para mejorarla (o sea el modo de producir el cambio técnico); conoce
perfectamente su función de utilidad, de ahora al infinito, adopta una tasa (dada) de preferencia
intertemporal , y conoce perfectamente como ahorrar esfuerzos y consumir en el tiempo, en
modo tal de realizar la maximización del valor presente de su satisfacción de ahora al infinito, dada
la característica de la producción, el aprendizaje y las preferencias para el consumo, de ahora a la
eternidad. Es difícil pensar cómo, a este singular individuo, se pueda hacer asumir una justificación
de “representatividad”.

En un modelo agregado, estos expedientes analíticos generan indudablemente elegancia formal,


pero difícilmente relevancia explicativa. Parece razonable pensar como se puede representar un
individuo que represente el promedio. Pero en este caso no se podrían evitar numerosas
incoherencias del método propuesto. A menos que se adopte el supuesto, difuso, de eliminar los
problemas mediante una serie de otras simplificaciones; en este caso: que todos los individuos
sean entre ellos idénticos, que tengan exactamente la misma función de utilidad, el mismo
conocimiento técnico, presente y futuro, la misma capacidad de aprendizaje, de previsión, de
actuación racional,....etc. Se puede pedir, en este punto, que no sean muchos los problemas
eliminados por hipótesis. No esta sólo el inconveniente de ignorar aquellos problemas –como
Solow precisa al inicio de su contribución, - que se define como de “coordinación”, y que en la
práctica plantea los problemas de la ocupación y de la desocupación. De hecho los individuos no
podrían estar en parte ocupados y en parte (involuntariamente) desocupados. El individuo
singularmente considerado no puede estar siempre ocupado, y en efecto siempre ocupado del
mejor modo (óptimo).

Pero hay un problema todavía más relevante, del punto de vista del tema que nos ocupa en este
artículo: resulta un sin-sentido hablar de la distribución del ingreso ya que ¿entre quiénes podría
ser distribuido el ingreso, si esto va siempre todo al mismo individuo “representativo”?
Naturalmente podría ir todo al mismo individuo bajo formas diversas: por ejemplo en forma de
salarios, y/o en forma de beneficio. Pero, en esta distinción, si el individuo “representativo” junta
todo, parece difícil o al menos problemático, el dar alguna respuesta. Es de hecho el mismo
individuo, que, con un comportamiento maximizante, hará emerger su renta como beneficio o
como salario según la forma que le parezca apropiado a la maximización de la función de utilidad y
de producción.

O sea: el percibir su ingreso de una forma u otra ello incide en el proceso de maximización. Una
vez más, la distribución del ingreso parece secundaria. Al fin de esta reseña para la presente
publicación, después de haber precisado –como se ha mencionado al inicio (ver fin del párrafo 1) -
24

que poquísimo ha sido dicho de la distribución del ingreso, Solow se justifica: “esto es así porque
no hay ninguna conexión entre el modelo neoclásico de crecimiento de la renta y la
determinación de los precios de los factores (esto es la distribución de la renta)” (Solow, 1999).

Quien ha leído las páginas precedentes debería haber entendido la razón de esta singular
afirmación. Es interesante considerar la siguiente afirmación de Solow: “La práctica habitual es
considerar las ideas sobre los precios de los factores como lo considera la teoría neoclásica
estática del equilibrio. Si se abandonara la suposición que en todos los mercados hay un perfecto
equilibrio entre demanda y oferta sería ciertamente necesaria una teoría alternativa de los
precios de los factores. Pero muchas cosas cambiarán en ese caso.” (Solow, 1999). Por fortuna en
la literatura económica reciente han aparecido contribuciones que parecen abrir nuevos
horizontes propios en estas direcciones.

11. Hacia nuevos horizontes.

La relevancia práctica del problema de la distribución del ingreso es manifiestamente más vasta
que la dimensión económica, aunque este problema puede quedar al margen de la investigación
económica, a pesar de la tendencia en esta dirección en que insiste la teoría neoclásica
dominante.

Es significativo que en el año 1996 en la reunión anual de la Royal Economics Society, el


Presidential Address se ha dedicado al tema de “sacar la distribución del ingreso del congelador”.
El presidente de la Royal Economist Society, Anthony Atkinson ha dicho: “el título de este
Presidential Address ha sido elegido para evidenciar el modo en el cual el argumento de la
distribución de la renta ha quedado al margen” (Atkinson, 1997, pág. 297). Atkinson hace una
reseña de las contribuciones que han comenzado a reaparecer en la literatura económica de los
últimos años del siglo XX sobre el tema de la distribución. Si bien estas contribuciones no son
muchas, le ha dado pié para concluir su reseña con dos notas positivas. La primera es que “la
distribución de la renta está comenzando a recibir de nuevo la atención que merece”. La segunda
es que “la evidencia de que la economía debe aprender en esta área de otras disciplinas.”
(Atkinson, 1997, pág. 318). Pero también más interesante es lo que el presidente de la Royal
Economic Society no dice; que todas las recientes contribuciones, que les han dado tanta
esperanza han sido insertadas en la teoría neoclásica desde el exterior de la misma.

En breve, se puede al menos hacer una revisión de cuatro tipos de búsqueda.

- Está la línea de búsqueda que emerge de la cita del final del párrafo precedente, de la
reseña de Solow; y es que “...si se abandonase la suposición neoclásica (de perfecta
libertad de concurrencia) sería ciertamente necesaria una teoría alternativa”. En
efecto, en el entusiasmo del período inicial de la teoría neoclásica de crecimiento
económico, Stiglitz (1969) había examinado como en un modelo de crecimiento
económico estrictamente neoclásico (con todas las suposiciones típicas del caso: que
no existan diferencias intrínsecas entre individuos, que no existan imperfecciones en
los mercados de capitales, ausencia de “shocks externos”, etc.) –la distribución de la
renta y de la riqueza tendería en el largo plazo a converger sobre la igualdad. Pero
también había probado que al abandonar alguna de los supuestos neoclásicos, la
desigualdad reaparece y tiende muy rápidamente a acentuarse. Este segundo aspecto
25

no recibió mucha atención. Pero ahora reaparece en los modelos de crecimiento con
progreso técnico endógeno. La reciente contribución de Galdor y Zeira (1993) abre de
vuelta esta cuestión. Se ha podido constatar que, también partiendo de la formulación
inicial neoclásica, la simple introducción de hipótesis de imperfecciones en el mercado
de capital, en conjunción con la hipótesis de partida de una desigual distribución de la
riqueza, por ejemplo a causa de desigualdad en los recursos heredados, viene a influir
sobre la posibilidad de los individuos de tener acceso a diversos grados de instrucción
(es decir aquella que viene impropiamente llamada la acumulación del “capital
humano”). Ello genera consecuencias sobre las variables económicas, en el corto y en
el largo plazo, dando lugar a movimientos dinámicos divergentes; es decir a una
creciente desigualdad de la renta y de la riqueza.

- Una segunda línea de búsqueda debida a Giuseppe Bertola (1993, 1995), ha


introducido -siempre en un modelo estrictamente neoclásico de crecimiento
endógeno- una distinción entre dos categorías de agentes. La diferencia es que unos
derivan todo de su ingreso por la propiedad de los bienes capitales y los otros por la
propiedad de “recursos no producidos” (como, trabajo y tierra, entre los cuales el
autor no hace distinción). El resultado interesante es que, el propio proceso de
maximización de la misma función de utilidad, conduce a los primeros (llamándolos
“capitalistas”) a una propensión a ahorrar positiva y a los segundos (llamándolos
“trabajadores” y “propietarios terratenientes”) a una propensión a ahorrar nula. El
modelo de Bertola arriba así a una racionalización, en términos de comportamiento
micro-económico, de eso que Ricardo (y Kaldor) había simplemente supuesto, aquello
de que todo el ahorro viene efectuado por los “capitalistas”, mientras los salarios (y las
rentas) son enteramente dedicadas al consumo. Pero el resultado que parece todavía
más interesante es que el modelo hace reemerger –se diría que hace redescubrir- la
fundamental asimetría entre el factor de producción “capital” de una parte y el factor
de producción “trabajo” y “tierra” de la otra; una asimetría que claramente emergía
de la controversia del re-switching, pero que ha sido después olvidada, o ignorada.

- Una tercera línea de búsqueda se refiere a la introducción de un canal político en los


modelos de crecimiento endógeno (Perotti, 1992; Bertola 1993; Alesina-Rodrik, 1994;
Persson-Tabellini, 1994). Esta literatura se preocupa, en efecto, no de la explicación de
la distribución del ingreso y de la riqueza (que se acepta como un dato), pero sí de la
decisión política respecto a la redistribución de la riqueza existente. El expediente es
simple, pero ingenioso. Se parte de aceptar como dada distribución de los recursos
entre los varios agentes económicos, la misma función de utilidad, conocimiento
perfecto, perfecta libertad de concurrencia...etc. La única heterogeneidad entre los
individuos es la desigual distribución inicial de la riqueza. Si se considera grupos de
agentes subdivididos por clases de ingreso, habrá conflictos de intereses respecto a la
decisión pública de fijar la tasa de imposición sobre la renta, dado que se querrá
grabar mayormente sobre los contribuyentes más ricos, mientras se supone que la
autoridad pública redistribuirá después el ingreso entre los agentes por partes iguales,
o lo dedicará a servicios públicos, en particular a la instrucción, de lo cual todos
pueden beneficiarse de modo igualitario. La idea es hacer endógeno el procedimiento
de elección pública, basado en el teorema del elector medo (Muller, 1989). Tal
teorema garantiza que-bajo ciertas condiciones - la alícuota elegida será aquella
26

preferida del elector que tiene un ingreso mediano. De este resultado se pueden traer
conclusiones sobre las relaciones entre el grado de desigualdad de la renta y el
crecimiento económico. Sobre las bases de estas consideraciones, se ha también
pasado, con mucho coraje, a efectuar numerosas verificaciones empíricas,
confrontando datos relativos a diversos países. Como era de atenderse, los resultados
han sido inconclusos. No obstante esto, la introducción de consideraciones referidas a
teoremas de elección pública –extraños a la teoría económica- ha sido generalmente
saludada con satisfacción.

- Para terminar, una cuarta línea se concentra sobre la desigualdad personal del ingreso,
y -como área particular de investigación- sobre los salarios diferenciales entre
trabajadores que en diversos niveles de responsabilidad, correspondientes la mayoría
de las veces, pero no exclusivamente, a diversos grados de antigüedad por una parte y
de instrucción por otro, en las empresas o industrias, o entre varias industrias.

El campo de la desigualdad personal de los ingresos ha sido en el pasado abordado por


los estadísticos y demógrafos con más frecuencia que por los economistas, con
excepciones notables como la función distribución personal del ingreso de Pareto
(Pareto (1897)), más recientemente Champernown y Cowell (1998), aunque el
diferencial de salarios ha sido tratado por los economistas de la economía del trabajo.
El hecho es que no existe un camino aceptado de manera general para considerar el
problema de la desigualdad personal del ingreso. Sobre este punto, no sólo la teoría
neoclásica, también la teoría clásica y la teoría keynesiana han tradicionalmente
afrontado el problema de la distribución del ingreso con referencia al tipo de
remuneración que viene atribuida al portador de los varios factores de la producción
(recursos naturales, trabajo y capital). Aquello podría tener una cierta justificación
como consecuencia de la revolución industrial, cuando parecía razonable asociar a los
tres factores de la producción entre distintas clases sociales, pero deja de serlo en las
economías actuales que ven complejizar la noción misma de “clase social” (Sylos
Labini, 1974, y las discusiones al respecto). Todavía más complejo aparece el problema
del salario diferencial, que en la teoría económica es un argumento que ha quedado
sorprendentemente poco analizado, aun en relación a su conexión con los estímulos a
la producción y la eficiencia, y con referencia al problema de la ocupación y de la
desocupación involuntaria, y más en general con el funcionamiento del “mercado de
trabajo”, si este todavía se puede llamar “mercado” con este nombre.

Sobre este argumento existe un debate intenso entre los que sostienen la pertinencia
de aplicar la perspectiva del libre mercado competitivo al mercado del trabajo, con la
típica flexibilidad que debería siempre conducir a cada mercado competitivo a un
punto de equilibrio de plena ocupación. Se ha descubierto en el mercado del trabajo
características del todo particulares, estructuralmente diversas de aquellas de los
mercados de las mercancías, porque el trabajo es realizado justamente por los propios
sujetos que llevan adelante las actividades económicas, y el trabajo parece no ser una
mercancía como las otras (Thurow(1975), Woods(1978), Atkinson(1999),
Galbraith(1998)) (….) El mismo Solow ha recientemente asumido una posición muy
interesante, en “El mercado del trabajo considerado como una institución social”
(Solow, 1990) (….)
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12. Una crítica final.

La crítica más severa que se puede hacer a la teoría neoclásica es la de haber considerado la teoría
de la distribución del ingreso en una posición secundaria y marginal. Ello ha sido así por la
combinación de rasgos propios del enfoque neoclásico: la relevancia asignada al tema de la
asignación de recursos en la versión de Arrow y Debreu, y el rechazo de considerar las
incoherencias lógicas en algunos de los instrumentos analíticos usados. Estas características
tienden a persistir, aún con los fuertes elementos innovadores como las investigaciones respecto
a la endogeneidad económica del progreso técnico.

En estas condiciones parece importante considerar el día a día de la economía observando los
problemas conexos con la distribución del ingreso, para poner remedio a la marginalización de la
teoría de la distribución. Está fuera de duda que el progreso técnico, al cual ha retornado la
atención, gracias al nuevo modelo de crecimiento económico, sea un fenómeno crucial en una
sociedad industrial contemporánea. Por larguísimo tiempo, toda la teoría económica (clásica y no
clásica) lo había descuidado. Ahora finalmente lo ha introducido prepotentemente en el análisis,
pero lo ha introducido en un modo particular, el endógeno (que no es ciertamente el todo), y de
una forma agregada, lo que siempre sigue siendo una fuerte simplificación. Pero sobre todo la ha
introducido en el interior del aparato teórico neoclásico, al precio de dejar que los problemas de la
distribución queden al margen. ¿Es el camino adecuado? Una respuesta positiva podría ser
aceptada si se pudiera sostener que el progreso técnico reduce la importancia de los problemas de
la distribución del ingreso. Pero si miramos el entorno se tiene la impresión exacta de lo contrario.
Entre las características económicas que marcan profundamente este final del siglo XX, la
desigualdad en el ingreso, es uno de los aspectos más variados, que emergen como un fenómeno
entre los más relevantes y desconcertantes. Y es el mismo progreso técnico el que está
continuamente ampliando y modificando las desigualdades.

Los economistas clásicos tenían una perspectiva simplificada en términos de tres categorías de
perceptores de ingreso, convencidos en este modo de poder indagar cómo la producción y el
crecimiento podían contribuir a hacer variar la distribución de aquello que viene producido. El
panorama es ahora más complejo. No es sólo entre perceptores de las tres típicas categorías de
ingreso que la desigualdad se manifiesta, es también al interior de estas categorías y la
emergencia de nuevas categorías.

Pero en la historia de la humanidad nunca se han presentado las dimensiones de desigualdad de


ingreso y de riqueza como las que se observan al final del siglo XX. La impresión final es que los
esquemas de teoría económica más apropiados son justamente aquellos que abren la posibilidad
de indagar en el problema de la distribución de la renta (o de la riqueza) y no aquellos que la dejan
al margen. Quizás no será superfluo recordar, como se ha dicho en el precedente párrafo 5, que
en un camino alternativo de búsqueda encontramos la teoría clásica, en las versiones más
modernas de Kalecki, Kaldor, Keynes y Sraffa. Estas han sido en los últimos decenios del siglo XX
dejadas de lado.

En una situación tan insatisfecha para la teoría de la distribución, como la que prevalece al fin del
siglo XX, contamos con esa notable reserva. ¿Quién podría excluir que la consideración de esos
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caminos alternativos pueda generar posibilidades y perspectiva de largo plazo más interesantes y
fecundas de aquellos que actualmente son perseguidos?

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