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Introducción
Son estas preguntas fundamentales que orientan nuestro trabajo de investigación en las
aulas, trabajo que enmarcamos en la perspectiva de la Teoría de Situaciones de Guy
Brousseau (1986). Se trata de preguntas cuya respuesta obliga a poner en relación muy
estrecha, conocimientos antiguos del alumno, situaciones didácticas y nuevos
conocimientos a construir. Es claro que estas preguntas generales, adquieren una
especificidad en función del objeto de enseñanza al cual estemos apuntando. Pero
podríamos decir que las mismas resultan productivas tanto para el diseño de las
situaciones didácticas como para el análisis que realizamos al estudiar su
implementación real en la clase.
Sin embargo, - y reconociendo claramente la fertilidad que tiene para nosotros el análisis
que, muy esquemáticamente, acabamos de describir a través de las preguntas -
sabemos que la realidad es siempre mucho más compleja que cualquier modelización
que de ella podamos hacer. En el aula están los alumnos reales y los docentes que se
enfrentan diariamente al desafío de enseñar. Ellos, todos, tienen una historia escolar
particular, gracias a la cual han construido una cierta cultura matemática, una cierta
racionalidad. O incluso varias sub-culturas que se enfrentan entre sí. Los elementos que
constituyen esta racionalidad están vinculados al conjunto de prácticas que alumnos y
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docentes han desplegado a lo largo de muchos años. Entran allí no solo los aspectos
más reconocibles del trabajo matemático (problemas, conceptos, propiedades, leyes,
formas de representación) sino también aquellos más sutiles e inconscientes que están
dados por la reconstrucción personal que cada sujeto hace del trabajo común. R. Wilder
(1981) ha tratado de concebir la matemática como un sistema cultural que evoluciona.
Por sistema cultural él designa un sistema unido por lazos de comunicación entre seres
humanos y compuesto por
- una estructura de convicciones, creencias, actitudes, valores, normas, ritos;
- reglas y esquemas inconscientes de pensamiento y de comportamiento, de maneras de
comunicarse con los otros;
- conocimientos explícitos, lógicamente justificados, necesarios en las diferentes
profesiones, que son dominados por un grupo de personas asociadas por algún
elemento en común.
Si bien Wilder desarrolla esta idea para la cultura matemática de una cierta época,
inmersa a su vez en un sistema cultural más amplio, nos resulta interesante repensarla
para la cultura matemática escolar. En definitiva, alumnos y profesores constituyen, con
relación a la matemática, una comunidad que produce un cierto conocimiento que
evoluciona y en el que - nuestro trabajo didáctico lo confirma- el nivel de las
convicciones, creencias, valores, formas de comunicarse con el otro, jerarquías entre los
integrantes, juega un rol importante en las producciones de la clase.
Organización de la clase
Segunda etapa: cuando todos los alumnos tienen alguna respuesta, el profesor propone
que se reúnan en grupos de 4 y discutan el problema para arribar a una solución en
conjunto. Por otro lado, y teniendo en cuenta que tendrán que exponer y defender ante
los otros grupos su propuesta, tendrán que elaborar una justificación del resultado al que
han arribado.
Habíamos previsto que a partir del trabajo de los grupos y de la discusión en el debate,
se concluiría acerca de la “insuficiencia” de la medición para tomar una decisión y el
docente invitaría entonces a los alumnos a proponer otro tipo de argumentos para poder
arribar a una conclusión satisfactoria para todos. Si en la segunda etapa algún grupo
hubiera arribado a la igualdad de las áreas de los rectángulos a partir de una
argumentación deductiva, la discusión en el debate se centraría en una confrontación de
las diferentes prácticas desplegadas, apuntando a una elaboración colectiva de las
diferentes calidades de respuesta que se obtienen a partir de las diferentes prácticas.
Es importante señalar que esta situación permite generar condiciones para plantear el
límite de ciertos recursos habituales en geometría pero de no podemos asegurar que
“conduce” a la elaboración de pruebas. Aunque el alumno no llegue a producir por sí
mismo una prueba del resultado correcto y sea el docente quien deba plantearla, se han
generado condiciones para que el discurso del profesor no se monte en el vacío y
adquiera entonces alguna significación.
¿Hubiera sido tan fuerte la oposición si ningún grupo hubiera desplegado el recurso de la
deducción en el momento del debate y hubiera quedado a cargo del docente la
invitación a buscar un recurso mas satisfactorio que la medida ? ¿Cómo juegan las
jerarquías entre los alumnos de la clase? ¿Cómo son los mecanismos por los cuales el
marco normativo de una clase se modifica a partir de la propuesta de un alumno o un
grupo muy pequeño?
La diversidad en el aula hace muy compleja la gestión del docente, sobre todo en los
momentos colectivos de la clase. Hemos observado, como producto de nuestro trabajo
de investigación dos cuestiones sobre las que es necesario avanzar:
2) Los modelos matemáticos que tiene el docente lo llevan a concebir como iguales
producciones que, desde el punto de vista de los alumnos, son esencialmente diferentes.
Este fenómeno se potenciaría cuando se trata de contenidos algebraicos dado que,
relaciones de muy diversa naturaleza establecidas por los alumnos pueden converger en
una única expresión algebraica. (Vergnaud, G; 1981).
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Veamos un ejemplo de esta última cuestión. Los alumnos de un séptimo grado - en el
marco de una secuencia de varias clases que no desarrollaremos aquí- debían obtener
tres números que multiplicados dieran por resultado el número 42.
Con mucho trabajo, una alumna, Estefanía, logró reconstruir el siguiente procedimiento:
toma el número 42, lo divide por 1000, aclarando que podría haber dividido por cualquier
otro número; a ese resultado, que es 0.042 lo divide por 2 y obtiene 0.021. Luego
reconstruye que la operación que busca es 1000 x 2 x 0.021. (No relatamos aquí la gran
cantidad de idas y vueltas realizadas por esta alumna hasta llegar a establecer el
procedimiento descripto). En el momento de realizar la puesta en común, la profesora le
da la palabra a Estafanía quien comienza a relatar su producción:
Estefanía: Yo partí de 42, lo dividí por un número cualquiera, lo dividí por 1000.
Profesora: Vos me lo vas a dar con un ejemplo, yo voy poniendo el procedimiento. Vos
me decís con un número cualquiera. Puede ser cualquiera?
E: Sí
P: Puede ser 80? Puede ser 200? ¿Cualquiera puede ser?
E: Sí. El resultado de ese lo dividí por otro número cualquiera y el último resultado con
los dos números por los que dividí, multiplicados dan 42.
En ese momento la profesora anota en el pizarrón:
P: a ver, cómo sería si los números por los que se divide fueran, por ejemplo, 60 y 25? y
anota:
60 25
Estefanía queda perpleja ante esta pregunta sin poder responder. Ella no había atribuido
de entrada los dos valores que funcionan como variables independientes, sino que había
elegido un valor, realizado la cuenta y, recién una vez obtenido ese resultado intermedio,
atribuido el otro valor. Desde una concepción procedural y con una cierta temporalidad
como parte del proceso, no puede reconocer su procedimiento cuando es transformado
por la profesora quien, elige simultáneamente los dos valores por los cuales dividir.
Por su parte, desde su representación matemática, la profesora no puede percibir la
distancia entre el trabajo de la alumna y la "síntesis" que ella realiza en el pizarrón.
Estamos ante una ruptura en la comunicación que - de maneras diferentes- bloquea
tanto a Estefanía como a la docente. Por un lado la alumna no puede recuperar aquello
que tan laboriosamente había elaborado, pierde el sentido matemático de la situación y
tiende a desechar su propia estrategia tratando de apropiarse de la propuesta de la
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profesora sin poder establecer una relación entre ambos procedimientos. Por otro lado
la profesora no comprende las razones por las cuales Estefanía, quien acaba de explicar
su procedimiento, no lo puede "aplicar" a otro caso, incomprensión que atenta contra las
posibilidades de intervención de la docente.
En tanto ruptura en la comunicación, es difícil que este problema pueda ser identificado
como tal por los actores de la situación. Fue en este caso la presencia de un observador
externo la que permitió "atrapar" lo sucedido y tratar de encontrar, en un trabajo
posterior en conjunto con la profesora, una explicación. Se trata sin embargo de
rupturas inevitables y para las cuales, en el mejor de los casos, el trabajo de
investigación ayudará a encontrar maneras de controlarlas.
Conclusiones
Sin embargo toda esta información recogida previamente, no resulta suficiente para
prever cuestiones como las que hemos analizado en este trabajo, cuestiones que, como
hemos visto, tienen una influencia decisiva en el desarrollo de las clases. ¿Se trataría
entonces de afinar los modos de recolección de información previa? ¿Habría que
incorporar otro tipo de datos que permitieran anticipar más este tipo de fenómenos? ¿ O
más bien habría que aceptar que los mismos se ubican en el nivel de las creencias,
valores y ritos, y son, por lo tanto, inaccesibles a través de los relatos explícitos de los
actores y de las trazas escritas del trabajo en el aula ?
Si bien es necesario avanzar en un trabajo de investigación que se proponga esclarecer
las cuestiones planteadas, los elementos que ya surgen del análisis parecen indicar
que, junto con la incertidumbre que acompaña al alumno en algunos momentos de su
proceso de aprender y junto con la incertidumbre que debe tolerar el docente como parte
de su trabajo de enseñar, un cierto grado de incertidumbre deberá ser aceptado por los
investigadores que aspiran a comprender mejor los fenómenos relativos al aprender y
enseñar matemática.
Referencias bibliográficas .