No obstante, fue en la Edad Media cuando se difundió la pintura sobre tabla y
alcanzó su máximo esplendor. En la época románica se pintaron diversas piezas de
mobiliario ejecutadas en madera, como baldaquinos o frontales. La madera que se pintaba era, en muchas ocasiones, la de muebles y otros objetos de uso cotidiano, que se adornaba mediante la pintura. Así, durante los siglos XIII y XIV, en Italia especialmente, se pintaban los crucifijos, como puede verse en la obra de Giunta Pisano. Otros objetos cotidianos decorados con pinturas fueron las arcas de esponsales o cassoni, ejemplo de las cuales es La historia de Nastagio degli Onesti de Botticelli o las cajas de partos. Especialmente durante la Baja Edad Media se pintó al temple sobre madera, en tablas individuales o disponiendo conjuntamente varias tablas, lo que se denomina, según su número, díptico, tríptico o políptico, aunque esos términos se aplican por extensión también a cualquier otro soporte pictórico. Una clase especial de políptico, en el que la decoración que enmarca a la pintura cobra especial relevancia es el retablo (donde el soporte de las pinturas puede ser el lienzo, o los soportes pictóricos planos sustituirse por relieves policromados, o incluso esculturas exentas). Se considera el punto culminante de esta pintura sobre tabla la obra de los primitivos flamencos (siglo XV), quienes ya trabajaban con óleo, bien solo, bien en técnica mixta con temple. La pintura sobre tabla se utilizó, si bien en mucha menor medida, en el siglo XVI e incluso en el XVII o el XVIII.