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El mundo sin nosotros

Hace un tiempo, en una discusión pública, cometí la impertinencia de decir que el desacuerdo sobre
la reserva Van der Hammen debía resolverse hablando, que el reto a las partes era producir una
propuesta conjunta, mejor que las que están en disputa. Mis argumentos fueron que la reserva hoy
no está bien, que generalmente hay más de una solución para cada problema, y que si en el corazón
del Amazonas “dejar quieto” puede ser una buena estrategia de conservación, en la sabana de
Bogotá es la peor estrategia posible. La controversia debería ser una oportunidad. .

Entre las reacciones (en diversos tonos, generalmente graves) llamaron mi atención algunas que
con ira sagrada pedían, para bien del planeta, la extinción de la especie humana. Se identificaban,
sin saberlo, con el ‘Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria’, que existe hace rato en los
Estados Unidos. .

Hace unos años estuvieron de moda dos historias: 'El mundo sin nosotros', un libro de Alan Weisman,
y 'La Tierra sin humanos', una serie de History Channel. Las dos empiezan minutos después de que
misteriosamente desapareciera de la Tierra la especie humana. Lo primero que pasó fue un gran
apagón. Las termoeléctricas acabaron su combustible y se pararon, los sistemas de seguridad
apagaron las hidroeléctricas. Las plantas nucleares que requieren electricidad para refrigerarse se
fundieron en días, arrasando grandes extensiones. Pero después de unos pocos meses la
radioactividad se filtró y permaneció en aguas profundas por milenios mientras que la superficie se
llenó nuevamente de plantas y animales. .

En semanas murieron 1.400 millones de vacas, 16.000 millones de gallinas, 2.000 millones de ovejas
y 1.000 millones de cerdos. Las cucarachas del hemisferio norte, sin calefacción, desaparecieron y
algunas especies protegidas, como las tortugas en las Galápagos, también. La mayoría de los 400
millones de perros murió, muchos de ellos consumidos por los de mayor tamaño que se organizaron
en bandas de cazadores. .

Unos 25 años después empezaron a inundarse ciudades como Ámsterdam y Londres, que se
mantenían con diques artificiales. Las casas se desmoronaron, las ciudades fueron invadidas por la
maleza. A los 100 años colapsaron los grandes puentes, los túneles de los metros, los rascacielos y
las torres. La pirámide de Giza, las esculturas en el monte Rushmore y la Gran Muralla China
aguantaron unos 100.000 años. Para entonces ya se habían derrumbado todas las represas, hasta
las fenomenales del río Colorado. Los últimos testigos de la existencia del hombre fueron los satélites
y las sondas espaciales. .

Sería una lástima que eso ocurriera. La especie humana es muy interesante. Desarrolló un gran
cerebro que le permitió generar hipótesis sobre el clima, el comportamiento de las presas de caza y
la distribución de frutas y vegetales. Después, otras más sofisticadas hasta comprender el Universo.
Se irguió sobre sus extremidades inferiores usando las superiores como instrumentos, que potenció
con artefactos que la llevaron cada vez más alto, más lejos y más fuerte. .
.
Desarrolló un sistema de comunicación único, primero con palabras y luego con signos. Imaginó
historias de caballeros peleando con molinos y construyó grandes catedrales: unas con piedras y
otras con sonidos. Entendió las enfermedades y domesticó los alimentos. Con eso multiplicó sus
años. Su población creció y casi llenó el planeta. .

Estoy de acuerdo con muchas preocupaciones de los conservacionistas, pero confieso un sesgo.
Ojalá que incluyan en sus planes a la especie Homo sapiens. Puede ser que esta haya hecho daños,
pero sin ella aunque hubiera un planeta Tierra no habría mundo. Este existe por ser conocido y
entendido, y solo nuestra especie puede hacerlo.

Moisés Wasserman
17 de marzo de 2016.www.elTiempo.com

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