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A esta generación le ha tocado una de las mayores crisis de la historia. Es la primera vez que
la humanidad, toda, no una gran parte, toda, encara una epidemia que sin ser letal para su
supervivencia prueba nuestra gran fragilidad y nos obliga a repensarlo todo.
El coronavirus nos da una lección brutal. Nos hemos comportado como inmortales e
invencibles. Los fuertes a costa de los débiles con la bandera del éxito por delante. El
contagio de una enfermedad muy probablemente transmitida por la irresponsable
manipulación ilegal de animales silvestres, nos unifica a todos y nos muestra que además
de estar conectados con el aire, el agua, la tierra y todos los seres vivos, también lo estamos
entre nosotros a través de los microorganismos que pululan en nuestros cuerpos y van de
uno a otro por los cuatro puntos cardinales del mundo, gracias a nuestros increíbles avances
tecnológicos.
Lo primero, entender que está fuera de discusión en un contexto como este el rol
protagónico y fundamental que tendrá el Estado en el liderazgo de la acción para la
superación de la crisis. Segundo, porque las medidas paliativas para ayudar a los más pobres
requieren una inyección inmediata de liquidez que beneficie directamente a los ciudadanos.
Tercero, porque la tarea de salvar la economía, productiva, comercial y de servicios,
requiere un esfuerzo conjunto que demanda un fuerte estímulo fiscal, además de medidas
de plazos y condonaciones en impuestos, pagos a las AFP y seguridad social, pagos de costos
de servicios básicos tanto individuales como empresariales, que requerirán un colchón
monetario de seguridad que sólo lo puede dar el Estado. La cuarta, porque le toca al Estado
gestionar un apoyo internacional que le permita contar con los recursos adecuados en este
trance. Todo esto demanda la definición del rol financiero del BCB y su correlato con el
sistema bancario en su conjunto. También es necesario demandar a los organismos
internacionales y países poderosos que deben asumir su rol para, en favor de todos, evitar
un colapso mundial, a través de medidas económicas concretas.
Nuestra primera prioridad debe ser lograr que nuestros compatriotas del área urbana y del
área rural salgan de las condiciones de pobreza, que no padezcan hambre y que reciban
respuestas concretas a sus grandes necesidades en los tiempos más difíciles de nuestra
historia contemporánea.
Respuestas urgentes
En lo general:
En lo social:
2. Es imperativo orientar una parte fundamental del presupuesto y del gasto sobre el
PIB total a una reestructuración de nuestro sistema de salud, no solo invirtiendo en
infraestructura, equipamiento e ítems, sino sobre todo en la orientación general de
su actual base y en la gestión y su eficiencia tanto preventiva como de tratamiento.
Colocarse una meta: lograr cifras equivalentes al resto de América Latina en número
de médicos, especialistas, trabajadores, camas y camas UTI por cada 10.000
habitantes.
En lo económico:
En lo político:
8. No se puede encarar el tamaño del desafío histórico que afronta el país en medio de
una crisis, producto del fraude electoral perpetrado por Evo Morales y el MAS, que
se caracteriza por la existencia de un gobierno de transición que ha decidido
equivocadamente ser protagonista del proceso electoral y que ahora tiene, además,
la titánica tarea de enfrentar la pandemia del coronavirus.
9. Elecciones en el plazo más corto posible, después de haber superado la crisis de salud.
Que el gobierno que emerja de las urnas construya mayorías que le den
gobernabilidad, y que se comprometa a la conformación de un gobierno de unidad
nacional para gestionar los años de reconstrucción política, económica y social del
país.
10. Llevar adelante esa agenda de Estado que esté por encima de las diferencias
ideológico-partidarias, cuyas metas claramente delimitadas, deben ser de
cumplimiento y respaldo obligatorio por el conjunto de las fuerzas políticas, sociales
y económicas del país.