Está en la página 1de 2

Natalia Calvo Ramiro

El escritor relata el día/la jornada del terror/fatídica, la trágica jornada [sus. Adj.] horror
en Madrid
“Ahora iremos a las elecciones con/manchadas de la sangre”

Aquel/Ese silencio a primera hora de la mañana


De Javier Marías
Todas las veces/Cada vez/Siempre que ETA asesina, y casi siempre lo hace a primera hora de la
mañana –los terroristas si levantan [muy] temprano o puede que ni si quiera duerman la noche
anterior- los responsables de los ayuntamientos de las ciudades, cerca del mediodía, salen a la
calle, y enfrente al edificio del municipio/cabildo/consistorio –aunque llueva, haga frío o calor-
guardan uno o dos minutos de silencio. Se les unen todos los otros ciudadanos que lo deseen,
normalmente aquellos que se encuentran más cerca.
Es algo que impresiona mucho, este silencio que al mismo tiempo es luto y rechazo/repulsa, un
silencio colectivo de individuos que interrumpen sus actividades y sus/o
paseos/tareas/menesteres/cosas/desplazamientos [sus vidas] para quedarse inmóviles y callados
en medio de la calle.
Si alguien grita o maldice//profiere gritos o insultos/maldiciones contra los asesinos,
generalmente se le ordena/invita a callar/insta a guardar silencio (su voz suele ser acallada),
porque en aquellos momentos, la verdadera condena es no decir nada. Y, aunque este acto se
repita desde hace muchos años, no ha perdido fuerza, no se ha consumido/desgastado, a
diferencia de otras tantas reacciones que la constante reiteración ha acabado por vaciar de
significado//q/a fuerza de repetirlas constantemente han acabado por perder su significado/la
constante reiteración ha acabado perdiendo su significado.
A diferencia de los terroristas, yo por la mañana, me levanto tarde. Desde el balcón de mi casa
se ve el edificio del Ayuntamiento de Madrid, en pleno centro de la ciudad. Si estoy sentado en
el escritorio/mi estudio, absorto mientras escribo/escribiendo/trabajando, un inesperado silencio
me revela que se ha cometido un atentado. Quién será/habrá sido la víctima, se pregunta
uno/nos preguntamos. ¿A quién le habrá tocado esta vez? ¿A un pobre concejal de algún pueblo,
que compagina los asuntos institucionales/municipales con su trabajo de carpintero o con su
quiosco? ¿A un periodista? ¿A un militar, a un policía, a un juez? ¿A alguien importante, un
político? ¿A una mujer con sus hijos, que pasaban cerca del lugar de la explosión? ¿A obreros?
¿Puede que a los bomberos, mientras ayudaban a otras víctimas de una primera explosión y la
segunda bomba de acción/efecto retardada los sorprendió mientras las rescataban? Excepto a
curas, ETA ha asesinado a todo tipo de gente//gente de todo tipo y condición. No es para
sorprenderse/sorprendente/ninguna sorpresa/sorprende/de extrañar, dado que estos asesinos han
acumulado/suman ya más de mil muertos/muertes.
Hoy he notado, desde mi casa, este silencio que me ha levantado sospechas. Me he asomado al
balcón y he visto al alcalde y a todos los concejales, de su partido y de la oposición, de pie
frente al edificio, en silencio. Los transeúntes que se acercaron para unirse a ellos eran más
numerosos de lo habitual/que de costumbre. Las banderas a media asta. “Otra vez”, he pensado.
¿Quién habrá sido la víctima? Sin imaginarme que hoy esta pregunta no tenía sentido, porque de
momento solo hay muertos anónimos, ciento setenta y ocho mientras escribo estas líneas, y aun
habrá más: muchos de los asesinados todavía no han acabado de morir.
En tres o cuatro estaciones ferroviarias madrileñas, trece bombas estallaron a primera hora de la
mañana, cuando los trenes de cercanías van llenos de gente que va al trabajo, de estudiantes que
van a clase, de personas adormiladas, que acaban de levantarse.
Natalia Calvo Ramiro

Es el atentado más sangriento de la historia de España, el más imponente/impresionante, cuando


solo faltan un par de días para las elecciones generales, aquellas a las que nosotros, que hemos
vivido el franquismo y que soñábamos con poder ir a las urnas al menos una vez en la vida, no
faltamos nunca, no importa si los partidos políticos actuales nos gusten más o menos. Aquella
dictadura acabó. La de ETA permanece, es casi como/como si fuera una prolongación de
aquélla/la otra. Cuánto deben añorar el franquismo, cuando podían pasar por
“resistentes”/resistencia/ser la resistencia.
ETA no soporta que exista una democracia, ya dé igual lo imperfecta que pueda ser. No soporta
que desde hace veinticinco años en el País Vasco no exista ninguna opresión, o mejor, solo
aquella que la misma ETA impone; que haya un Gobierno autónomo y un Parlamento dotado de
amplios poderes (competencias) muy amplios, incluida una policía vasca también a veces
objetivo de atentados. ETA hoy solo es una mafia. Sus militantes y sus simpatizantes saben que
si paran de asesinar ya no serán nadie, ya no serán nadie “de respeto/bien//respetable” –es decir,
personas temibles e influyentes (aprovechadas)- en sus pueblos y en sus ciudades.
Madrid, durante el franquismo, sufrió la opresión de igual manera que el País Vasco y cualquier
otra región de España/nuestro país. Si no más, dado que el Gobierno central estaba siempre
aquí, controlando/vigilando desde cerca, reprimiendo y encarcelando “en su territorio”. Hoy ha
tenido que volver a soportar (sufrir) la máxima opresión. Podía haber sido en cualquier otro
lugar, pero aquí que hay más gente y puede haber más víctimas.
Hace algunos años supimos, por su propio reconocimiento/por confesión propia, que los
miembros de un comando de ETA que dispararon habían disparado a la nuca a un concejal de
Sevilla y a su mujer, que paseaba con él por la calle, pero que no tenía/ocupaba ningún cargo,
festejaron su hazaña esa misma noche con una gran cena, mucho champán y con muchas
risas//champán incluido y risas incluidas. No hay motivo para creer que hoy no lo festejen igual.
Qué maravilla, qué risa, mirad cómo lloran, cómo saltan en mil pedazos, cómo explotan o
quedan aprisionados sus cuerpos entre los amasijos de hierros, cómo son lanzados por los aires,
cómo arden vivos y después cómo continúan muriendo, uno detrás de otro, en los hospitales.
Iban a clase, a la oficina, a la fábrica. Y miradlos ahora, qué risa.
Puede que un día ETA se disuelva. Es muy probable que en tal caso haya una amnistía que haga
salir de la cárcel a todos sus presos, como aquélla que hubo al inicio de nuestra democracia y
fueron todos liberados, incluidos los que habían cometido homicidios. Si ese día llega, será un
día de fiesta, porque ETA ya habrá desaparecido/no existirá, y estoy seguro de que todos los
ciudadanos estarán de acuerdo con esa amnistía, la aceptarán, aunque sea con repugnancia. Pero
no en nuestro fuero interno, no en nuestra memoria ni en nuestra conciencia. Allí, no en el/fuera
del territorio cívico ni político; allí, en el territorio íntimo y personal, no la/los perdonaremos
jamás.
Autor de numerosas novelas, Javier Marías ha escrito, entre otras, “Mañana en la batalla piensa
en mí”

(Traducción de Natalia Calvo)/(18/04/2020)

https://elpais.com/diario/2004/03/12/espana/1079046060_850215.html

También podría gustarte