Está en la página 1de 27
Coleccién Fénix Dirigida por Pablo Anadén Volumen 16 st obra, eid en el marco del Programa de Ayuda 3 I Pblccion toa Ocampo, cena eo apoyo del Mister de AvutosExaneos Seaway Servi Clad Is Embajads de Fania en x Age (stowage pat dans le cadre du Programme Aide la Palcation ‘triaOcamp,bénice di soutien de Mitre des Ares trnger= 4 Fone edu Service Calta de I Ambatse de France on Agen Yves Bonnefoy La pottica de Mallarmé Dos ensayos Traduccién y notas de Cristina Pitta Ediciones del Copsta, 2002 0s frustraciones en el origen de estos poems. Pero, en primer lugar, ;qué hermoso seria si la tira, fécitmente, simplemente, lograra satisfa- ceernos! Ninguna atraccién, en Mallarmé, por los misterios de otro mundo. Si en Sinfonia literaria y algunas otras de sus primeras piginas aparecia la evocacién de una “patria” que estaria més alla de los sentidos, al otro lado del crepisculo, con los santos y los dngeles, ello ocurria bajo una de- terminada influencia, sin duda de Edgar Poe 0 Baudelaire, segiin se lo interpret en un momen- to —Ia brisa del Fauno le hace justicia—, pero ya le salia al encuentro la “clara mirada” de He- rodias. Y ademés, nada seria més lejano a este poeta que suponer que podia sentir la menor nos- talgia —€1, que cantaba el dia en Brindis fiinebre y la “diéfana mirada’— por la luz del horizonte 0 del cielo, aquélla que se distingue de las cosas que disipa, del pensamiento que ella misma ali- via, aquella que buscaron, en una especie de éx- tasis, Maurice de Guérin' 0 Joubert?. No, son los fnboles, las flores, Tos fats, todas las cosas. giin las quiere la naturaleza, las que, inmedisy profundamente, Io atraen, lo determinan perjuicio de reducirse poco a poco—, desde 1° “bordes sicilianos” de su joven madurez, hac’ tos ikimos dias, gastados en navegar por el Sent ante un paisaje elegido y hecho de un poco dy agua bajo los Arboles, una polvareda de sol, al, gunas sombras de mujeres jovenes. Como lo dijo explicitamente: “La Naturaleza sucede, no se agregue nada”. Y también: “Nada transgrede las figuras del valle, el prado, el arbol"S. Pero asi como Mallarmé esta abierto a la ex- periencia de los sentidos y listo para establecerse naturalmente en ellos con alegria, va a compro- bar —y aqui surgiré su primera decepcién— que apenas se arriesga entre las cosas tales como son, sus cualidades, su misma presencia, se disipan. Un lago, bajo la luna, con cisnes cerca de los juncos: {es posible imaginar algo més bello, que- ter algo més simple? No escuchar sino el susurro, no mirar sino la delgada linea bajo las manchas de azul y de esmeralda, sin pretender tomar nada, sin alterar esa paz®: seria un goce que justificaria toda una vida. Pero basta acercarse al lago, y he qui que la luna no se ha levantado 0, si a pesar de todo brilla, es el cisne el que esté oculto, pre- sisamente detrés de los juncos que deberian su- marse a en la armonia del conjunto. En el © hasta, 0 trafo jardin de la existencia efeetiva, todo puede ser el cisne, es decir, una belleza en potencia; prada llega a scr el pavo real que despliega, osten- toso, su hermosura. A nuestros sentidos, que per- ciben las apariencias, al espiritu, acuciado por su posible plenitud, responde la encarnacién que las narchita, las recarga de otras posibilidades, las priva, en suma, de ser ellas mismas. Y esta ten- dencia molesta, llega a angustiar como un miste- rio, aquél de lo contingente que parece lo real verdadero. De esto se deduce que al momento de confianza sigue otro de horror, el cual —en el caso de Mallarmé— no debemos suponer tan fu- gitivo como discreta es su expresién. “Horror” de la cabellera, en Herodias; “horror” de los cortina- dos —y de esta luna “enfrente”— en /gitur; in- cluso en Crisis de versos “horror del bosque”: siempre volveré a repetir este gesto, no de dis- gusto sino de pavor, que suscitan tanto la ausen- cia donde se habia esperado un poco de ser, ‘como nuestra consecuente soledad sobre esta tie- ra, que pudo haber sido el Edén, pero no es mas que el “hielo” donde queda atrapada el ala del cisne?. Precisamente porque el ser es para él la naturaleza, a la cual nada se agrega, Mallarmé debe recusar el lugar donde se vive porque éste lo limita. Y en tales condiciones podemos decir, sin arriesgamos, que sin duda se volvié con inte- rés hacia las palabras, merced a las cuales se re~ n crvpara enon en ellos es Se sang . cs * eS de suponer, 1g hallable “region donde vivir”. = Ahora bien, es cierto que Mallarmé, do y defraudado por el ser empirico, traslade a esperanza a las Virtualidades del lenguaje. Fre uno de los que destacaron —de hecho, results obvio— que si el lago “real” se repliega sobre ¢t mismo y se marchita por el fracaso de la encar. nacién, Ia frase que dice al lago puede hacer bri lar libremente su “linea azul delgada y palida™* sobre los juncos y el “ereciente claro de luna”, y todo ese paisaje nuevamente “joven”, porque las que estan gastadas, “enfermas”, son las cosas el mundo y, entre ellas, la primavera misma, Y el poeta, evidentemente seguro de su gran poder como escritor, no ha temido, siquiera, que, pues- 10 a elegir entre los aspectos del objeto, la evoca- cién por las palabras empobreciera la densidad, la variedad sensorial. Enunciados, por cierto, los juncos no son mas que “tres grandes pestafias de ‘esmeralda”, pero ese estallido que empuja la sa- via, ese perfil que ahueca el latido, aparecen des- Pojados de las sombras, de las distorsiones de la existencia efectiva y asi pueden resplandecer, es- tublecer relaciones plenas con las otras presen- clas enunciadas, hacer del texto un Inteligible y convencer asi a nuestra memoria —finalmente Gespierta a si misma— de que inscriba en su Iu- de esos juneos que es de riquezé inaleaneable, eres no se etablece 1 sugestion del obj Inolvida- a: dado que ella rememora © en Ia carne’ que en geometria, donde da integridad y, #1 80S" AY pero que retiene en da ula se hace de un trazo pero ave TOUT Te fas las propiedades de esa figur: si todas ri sal haria mas que aproximarse, la ae certitude, asegurando a todo lo que exocaci grdadora presencia. Y si uno se atiene e designar esto como la excarnacién, por lo me- hos se tendré bien claro que esa existencia en idea no se distingue ya de lo sensorial mas mati- zado que la Idea platénica, de la cual no seria po- sible excluir —el Parménides lo comprueba— ni el pelo de Ia barba, ni la linula de la ufia. Ellas nos aseguraran, por Io menos podemos pensarlo a priori, ese “goce” de los aspectos del mundo que Mallarmé considera el derecho frustrado de todo ser y el solo acto del espiritu ante la potencia de la Naturaleza: una inteleccién, si se quiere, pero que también es un éxtasis y que sobrepasa en mucho al conocimiento conceptual. Queda algo atin —y es aqui donde aparece la otra frustracién de Mallarmé, al mismo tiempo ue una reflexién, esta vez propia—: las pala bras, a su vez, nos traicionan tanto como la exis- tencia empirica y, en el fondo, por lx misons vs on: ella existen, también eee nism Fae 5 —en relacién con la 1 exacto otros aspectos designam sensible, | 13 Idea, que es necesari; dos donde se manifi ser design: ; “hipérbole"™ ypce tits BAcer gue se) + EPOr qué no? Per a aplique a ello, que hable de Ie a eee cidn puesta ca nee servacién necesaria para que el ant % o abra'?, para que la palabra noche, que soy St noridad es clara * —Mallarmé, ea aie ae lo dudé— obstaculice la libre irradiac py fe esencia nocturna en mi conciencia que la bie: y en la frase donde ella aparece. Cada palabra de la lengua introduce en la enunciacién del ob. jeto una cosa mas, que viene de los sentidos: ef fonema; y dado que en nuestras lenguas no exis te ningiin vinculo necesario entre el sonido de la palabra y la nocién que él evoca, la clucidacién se ve turbada como si se interpusiera una gota de tinta ennegrecedora'’, que es en si misma la 'W— enviscada: Scadas en esta el azar. Haby, Roche o del di di on toda ta aten. * A pesar de que en espafiol la palabra noche, al contra- rio de la nuit francesa, tiene connotaciones de oscurided, en la traduccién he mantenido el término, pues el ejemplo que toma Bonnefoy tiene no sélo valor f6nico sino seméntico Cambiar el vocablo por otro fonéticamente equivalente en espafiol hubiera perjudicado la comprensién de las ideas ulleriores centradas en la palabra noche, asi como su Pos bilidad de relacionarse con ejemplos coneretos de la poesia ‘mallarmeana. (N. de la T.) 4 ymbrado se revela oce vislu . ‘alto y especifico 1 acto mas il Mallarmé lo denomina a Vision— ie por excelencia. i ee ‘verdad misteriosa! iY ; ente la suftié Mallarmé! Percibimos qué durament? Jo en sus afios de Garamente —basta con seguir! pa formacién, entre Herodias y el Fauno- que no Te cost demasiado sacudirse Ia pena de su PI ore frustracién, En Crisis de versos, por ejem- plo, anota: “Esta prohibicion expresa advierte, en fe naturaleza (se tropieza en ella con una sonri- sa), que no hay raz6n valedera para considerarse Dios”, negacién que se refiere, con toda seguri- dad, al acto supremo, ver, y sonrisa que muestra ‘a.un Mallarmé resignado. Salvo que, en seguida, agrega: “Pero, al instante, vuelto hacia la estéti- ca, mi sentido deplora que el discurso no logre expresar los objetos por medio de toques que res- pondan en colorido o en ritmo, los cuales existen en el instrumento de la voz...”. Tenemos el ins- trumento, la voz, de sonoridades miiltiples, domi- nables y, lo que es més importante, listas para re~ flejar los aspectos sensibles. Tenemos también la conciencia, que penetra las verdaderas relaciones, y jhe aqui que un “defecto” de la lengua que ha- blamos hace imposible la salvacién! Si fuera ne- coe 4 este punto, seria momento ar, para Mallarmé, no es no es sino € Qué mala s' 15 tanto el hecho de ta finitud — gue vivir en tal lugar, que nos ha hovhy 1 ob T3. que oeulta al cisne entre tos ee tante mismo en que se 10 quien <> ago. preparado por ta luna para sib &l i e tal mane Fillo, dice ¢} 67, tiene una ateria y espi. admirable pasaje de una carta de 18 voz “una” no “descompuesta” en m, Titu, él es “la voz sagrada de la tierra ingenus’ ello porque su chirrido no esta penetrado or la nada de las palabras, como, por el contratie, | canto de una joven mujer que suena a dos pasos de alli!*. No menos finito que nosotros, no menos sujeto al azar, él esta por encima de esta cancién poesia, es verdad, ingenua, en la experiencia del ser. Ver, pensar, diferenciar el universo, presentir- lo en su figura verdadera, significa, desde el mo- mento que hablamos —jqué descubrimiento! perderlo de inmediato... En resumen, seria tan falso creer que Mallar- mé es un enemigo de las cosas de la naturaleza porque deplora que existan, como pensar que, porque suefia con una palabra, es amigo del len- guaje, como pueden serlo tantos escritores, 16 alguien atento, leyé mucho el naciente Litt’ en especial los parrafos de la ctimologia, oa puede creerse que se alcanzarin a entrever mis altos grados del lenguaje; pero todo 10 eso de sentir como nue de versos es, en aquel de 1895, apenas dolor que nunca © Cris ue he citado, uerte. con un vo. Por ejemplo. ficular 4) asaje partic re aos antes de su ™ 0 como respecto de la natu- habia nada que se refiere a las Sin embargo, tanto raleza Mallarmé pens6 que no hacer, salvo “sonreir”, en lo que palabras, nunca dejé de esperar, pese a la cons- tante negativa, que quedara una salida posible. Y, desde mi punto de vista, esta esperanza es el ver- dadero origen de su poética, ya que sélo ella le dio a su vida una razén de ser. Esta creencia —pero también esta filosofia, esta reduccién “cartesiana”— descansa sobre una comprobacién y un razonamiento. La comprobacién es que existe un movimiento de adhesibn, irrazonado, imperioso, que nos lleva a los textos poéticos. O, si se prefiere, 1a eviden- cia de una disposicién de las palabras en las fra- ses —muy poco numerosas, por otra parte— cuya naturaleza es oscura pero i t Su eficacia real, a la que Mallarmé Hai ee ima la poesia. Si t al Nn la . Si tuviera comny demostraria que aislé este fenémeno, en. Cia, Al de ore PMY temprano en su adolescen. mde olfos encuentran a Dios, el pensa- 7 pce eee Bi bla rasa— fe haber hecho, a su mere que las palaby revelaros, como un cata 3s PU laciones | ae 0 as cosas; darnos ese “goce” que nos atticula con oy gsi, también demostraria —sobre todo ne ot ¥ Sus cartas— que lo tnico que, en ntniome en dificiles, lo retuvo en este mundo, fue ne" la poesia, la cual, tal vez se redujera al ney” de Herodias en el medio de una pigina en tr co!, Para Mallarmé, el texto postico tuvo ela récter de una evidencia iltima, indestructible y por lo tanto, sagrada, mientras que para los poe tas anteriores no fue més que una respuesta dif. sa a una presencia experimentada fuera de él Sin embargo, es necesario precisar el rasgo mas especifico de esta realidad, el cual tiene v lor y funcién de polo, y que ¢s su lugar de ap ricién, sino su modo de ser: el Verso'’. Para Mallarmé no hay ni habra poesia —el Golpe de dados no cambiara nada al respecto—, si no dentro de la forma estricta que impone una pro- sodia, Pero, en este caso, dicha evidencia es me- nos un enigma que ya su explicacion, er otros, es i gue, en este punto para nosotros & rr revivir y reconocer bien. Un verso “Por é el alejandrino, que para Mallarm: : i excelencia— ¢5 ¥™ mucho tiempo el metro por elementos, pasible 4 con- Poo movimiento de si sladamente, cada palabra ciencia. Ys fom sonido que oblitera la vision, Sct cargada dew oo cio de doce sonidos aquello que tiene =. .-” se relativiza dentro Jaro la palabra “noch ae lara i Pap ef su efecto sobre MUESTA jdea de la noche y asi libera de su connotacion drronea a nuestra memoria profunda, la cual pue- de abrirse a una “impresion”, esta vez exacta. ‘Ademés, al haberse convertido en un sonido “lo- cal", un componente de la totalidad del verso, el significante fonético “noche” es Ilevado a la ple- nitud de su cualidad sensible, en su virtualidad significante —jno hay acaso correspondencias entre los sonidos y nuestros modos de ser?—, y puede prestarse a aquello de “claro” observable en la impresién que se forma en nosotros. Al so- meter las palabras a una estructura, por el traba- jo de la prosodia, salimos de la “selva oscura”!8; podemos ver, pero también expresar, y ello con eae ee! ms puros —esas sono- tdades suridas dnectamente de nuestros sen- vain fh le los cuales disponiamos. eros mide a otros desu misma especie g00” ah coneenbla, ¥ triunfo o, incluso, anti- lel Fauno—, permitira numerosas nociones se iluminer ne n con reflejos ve- e estructura que incluye ada en un je ser abarc : i tomada 19 Sh nidos de cada una de las demas fundizaran, se rectificardn en Se todas se pro, ea operado bajo el signo claro, en ls iueidcr ip Laos ae tHe tla mirada, como en el caso de ta palabra ante a la vez vocabulario y sintaxig gon” adelante, a instaurarla; como ocurre, po ne te, respecto del color en el easo del pinnae net, por ejemplo—, el cual libera de lnc con” ciones merced a la libertad que encuentrs en rapidez del esbozo. En resumen, las palabras eg el verso, son siempre las palabras antiguas e im. puras, pero la composicin suscitada por It con- veneién prosédica ha transformado aquel sentido que nos traicionaba, ha disipado la gota de noche que oscurecia su transparencia nativa, Y algo perdido, “olvidado”, vuelve configurarse con nitidez en la lente del conjunto. Tal es, segin Mallarmé, la operacién que se cumple en el verso, por cierto que cuando éste Hlega a ser poesia, y aqui tenemos una observ cién evidentemente muy moderna, puesto ave ‘sla, quiza por primera vez en la reflexidn sobre poitica, el trabajo propio de una escritura. Els Fel conjunto verbal se reconoce junto # aque] {& cada vocablo, atribuyéndosele incluso, ¥ &% °° ca oc. una eualidad superior. De tod08 Md ‘conveniente destacar, desde €° 1 cogito” que abre 1a poética ™ quizis sea mento del “ 20 an mas que sus consecuencias My me ara ue means Y P .genten, un presuP tg ras cuandd § chs ig ote STE un origen-—» 46) Or abitual hoy en dia... POC oes ein! de la lengua ors és por el trabajo propio ie yi eseritura, que Mallarmé no S© preocupa por Ul referente; dicho de otra manery por aqu aque, en lo “real” exterior & las palabras, garantiza Gh signo verbal, é1 mismo significante y nocién juntos, que es escéptico, por ejemplo, respecto de la realidad efectiva de aquella noche de la cual ya hemos hablado tan torpemente. Su felicidad en el ejercicio poético consistiria en crear —sobre la escena de las palabras y oponiéndose a la pala- bra ordinaria, la cual se dirige a la nada de la ac- cién— un mundo ficticio por medio de una espe- cie de juego supremo. Pero convencerse de ello, aed aso por un prejuicio demasiado moder- de ease ae ok i au pensamiento, planteado, los. les del mundo. Y: dicho, pero es ahora cuando i ‘a lo he Mallamé esta fuertemente apegade. destacarlo: tal como la naturales (eeekad @ las cosas 2a, como en el siglo XVI ligo bien la naturale- Objeto exterior— |, | ¥ no el ser o el Gran lengua, dese, las ha definido en su {eres desgraciadamente mal i Propia 8S cosas identificables, de West, Para 8, de las cuales el mo- creerse, ante tal y tan profundo inte a1 delo es la flor 0 la “familia de los trig" 20 solamente hechos, sino nombres en poten el seno de lo Inteligible; y si acusa al signiig te y ha querido reconducir nuestras significacie. nes desde el azar al ser mas alto de la nociog Pura, lo hace, en consecuencia, salvando la iden misma de la “nocién”, a la cual dota de valge transitivo. Lo que resulta abolido por la escriturg mallarmeana no es nuestra ereencia en la flor real, sino la nocién que de ella tenemos en la ex. periencia comin. “Ausente de todos los ramos” 2) —los cuales no son mas que nuestra manera de decir, de maltratar la realidad vegetal—, la “flor” esté mas presente y activa en la Naturaleza, nues- tro tinico lugar, que en ningén otro lado. Ella y el ago y la noche, e incluso esa luna que Mallarmé sofiaba con destruir —lo cual indica claramente que creia en su existencia— nos han precedido sobre la tierra y participaran, como tinica prucba, de toda auténtica “morada”. Es preciso compren- der que, en Mallarmé, un realismo de la nocién compensa su depreciacion de los vocablos y que s6lo intenta darles “un sentido més puro” a las pobres palabras de la tribu”?. Y estas dos actitudes —transposicion de las nociones corrientes y designacién de la nocién pura— se concilian tanto mejor, en la préetica de Mallarmé, cuanto que el verso, tal como él 10 concibe, es —y lo subraya— una palabra nueva” No son cia, en 22 porque, simultineamente, se impone al lector ‘como una experiencia del mundo y como el cle- mento significante que, sintético ¢ irreemplaza- bile, repetira para siempre esta experiencia... Evi- dentemente, esta prictica del mundo es también —y ya desde el comienzo, puesto que ha nacido de nuestra pluma— su traduccién de una vision humana. Lo que ella retiene es la “impresién” que las cosas producen en nosotros y no directa mente su esencia. El objeto que el discurso “fa- Ila” en reproducir, no es mejor descripto por el verso. “Abolida”, escribe Mallarmé, “la preten- sién, estéticamente errénea (...] de incluir en el sutil papel del volumen otra cosa que, por ejem- plo, el horror de la espesura, o el trueno mudo esparcido en el follaje; no el bosque intrinseco y denso de los arboles”™, Lo cual quiere decir que ese bosque, esa espesura, estén implicitos en el texto s6lo por el horror que inspiran; pero indica, ademis, que esta impresién habré sido sugerida aqui por al evocacién del trueno: un objeto que alli esté “incluido”, pero que no es tampoco el ‘trueno en su realidad intrinseca, sino un estado de conciencia. El “trueno”, el “trueno mudo dis- Perso en el follaje”, para decirlo mejor, porque es Preciso reconocer alli, como un “bloque”, un ver- So posible, y ésta es la sustancia de la palabra ‘ueva, en tanto que nombre de un estado de espi- ritu. Y asi presente en cl enigma, “ofrecido a la adivinacién”?* —de donde surge 1 texto mallarmeano, ca en suma origin ) al, Podriamos sacar la conclusion de sino de una notacién tan subj cente, que no desplaza la sig labras habituales sino para crear un mags no es més que un sueiio. Sin embargo, aise mos que Mallarmé ha hablado de adivinavién, que implica una verdad comiin; que especitics que esta relacién, este “tercer aspecto”, el truens es “fusible y claro”?*, como si debiera disiparse para cada uno de nosotros en la impresién que lo causa, y que dice, ademés, que esta “transposi. cion” desemboca en una “Estructura”?’, es decir en un Universo. Si, la eseritura tal como la com- prende Mallarmé, sin duda dota a sus versos del cardcter personal que la primera impresion arras- tra consigo. Pero ésta, de todos modos, esté cau- sada por algo de la Naturaleza y, al ser tan cons- tante, tan total y precisamente ella misma, esta tltima realidad no puede sino determinar Io que en nosotros la encuentra, y volver objetiva y e" consecuencia pasible de ser compartida, ‘fusi- ble”, la impresion experimentada por el poeta. En resumen, como la impresién ha sido auréntic®™ mente experimentada, evoca un hecho del univ Curidad det Obligada— ue no se traty jetiva como evanes. nificacion de las pa. as clara so, lo hace presente, a su manera, mis adh concretamente que ninguna definicion mane’ isamente de nociones antiguas. Y como precisa ey ha cambiado para hacerlo, vemos que la transpo- sicién de las palabras azarosas de antaio, bajo el Signo de las nociones puras, ha eliminado mas que agravado las formas subjetivas de la palabra La impresion, expresada por la “palabra” nueva, ces una respuesta especifica de la conciencia a un hecho de la naturaleza. Y todo ocurre como si, a la vez activa, por la nocién, y vista ¢ incluso pen- sada en la impresién que causa, la Naturaleza, en cel verso tal como lo entiende Mallarmé, tomara conciencia de si o, mejor todavia, adviniera a si, ella, que esta privada de si en la existencia empi- rica Hay aqui una dialéctica y ella constituye lo esencial del analisis mallarmeano. El verso es una palabra, nos decia, porque sélo él —en su fulgor intocado y en la seguridad que trae al espi- ritu la feliz unién de sus componentes— puede repetir la impresién que ha liberado, pero, al mis- mo tiempo y por reconciliar el sonido y el senti- do, es la nica palabra que uno puede pronunciar sin privarse de si mismo, cosa que ocurre, por el contrario, en el “universal reportaje”®*. Pero en el horizonte de esas palabras de la poesia y, por il bane ea eer oe fuerza las nociones Caen cuales, al igual que los astros del cielo, nae 9 extremo de la impresién experi- , resencia del mundo. Entre unas y otras —las primeras, ex, de nuestro ser-en-el-mundo en su recobrada a tenticidad; las segundas, determinantes de one las— hay una “reciprocidad de pruebas”, un in tercambio de intensidad que es el espiritu misma Digémoslo con otro concepto mallarmeano: en ly poesia se produce la transformacién de nuestras palabras antiguas, la “ascensién”, la revelacién de un Verbo. Y se comprende que Mallarmé haya podido oponer a los infelices encadenamientos que, en nuestra vida ordinaria, vinculan las repre- sentaciones imperfectas y las actividades initiles, esta accién “restringida” pero salvadora, la poe- sia, Sélo ella recupera, esta vez en el nivel de un Universo diferente, designado, esa adecuacién de la tierra a si misma que traspasaba al grillo y ase- guraba su presencia. Es una dialéctica, pero también una ambigtie- dad, porque si el verso es una palabra nueva —Y la dinica que se puede pronunciar—, también con- tiene otras, las ordinarias; y como estas ultimas son transformadas por él, liberadas por él de sv carga de azar, no podrian dejar de significar ~@ pesar de la tribu que todavia se sirve de ellas no podrian dejar de recibir —por cierto que vel ; do, a distancia— el brillo de esas nociones Purse que el verso ha hecho ascender. En la frase Gi enuncia la impresién producida por el Bosdt palabra “bosque”, en caso de aparece, nom Presion, bosque en su esencia, como “trueno” que a pesar de ser en principio, y segin lo he subrayado, una parte de la impresién experimentada, también nos hace pensar en un en-si de la tormenta. ¥ si bien Mallarmé a menudo se cuida en la préctica, su poesia esta construida sobre verbos que remiten al gesto humano, en su carcter de instancia que recibe la impresién o la prolonga, aunque tam- bien gusta de los objetos mediadores entre con- ciencia y naturaleza, como es el caso del encaje 0 el laad—, jcdmo podria dejar de inscribir en su palabra los grandes vocablos —lago o sol, rosa 0 lis— que rememoran sus afectos? En la escritura mallarmeana, tan sccundaria, el ser también emerge en la palabra venida del uso y limitada a sus pocas letras, dotada solamente de un “sentido més puro”. Y alli esta la ambigiiedad, que es pre- ciso comprender bien, porque sino seria dificil interpretar cicrtas paginas de este poeta. Por lo mismo que representan la nocién pura, las pala~ bras estén alli y a cada una de ellas las emplea, pero, como ocurre con las estrellas en la penum- bra noctuma, para hablar no puede tomarlas una por una —como se hace en el uso comiin—, ya que su brillo se disiparia; se acerca a ellas, mas bien, como para recortarlas més nitidamente, como si el verso fuera una lente enfocada sobre €l cielo, Ellas son el fin, no el medio, Y sin em- bargo, gde qué cosa partir para escribir un verso, sino de las palabras de aqui, tal como ellas son Debemos, incluso, mirar cémo se encienden coy “fuegos reciprocos”, debemos “cederles la in ciativa”? ya que, si no, no hariamos mas que for, mular, como antes. Entonces, ;no nos arriesgs. mos, a menudo, a experimentar slo reflejos deseos que pertenecen al lugar oscuro? En reali. dad, a las palabras les haria falta, desde antes del ‘comienzo del poema, la intensidad de transparen- cia que éste les confiere. Y a raiz de ese circulo, al que bien podemos lamar légico, circulo del logos como tal —el Nombre, pero también el empleo habitual siempre reanimado, la Blasfemia—, pronto aparece en Mallarmé el desengafio, que es a otra cara de su descubrimiento primero: a saber, que la plenitud percibida en la evidencia de un verso se niega de inmediato; para darse cuenta de ello, basta con leer el verso que sigue. Por pleno que esté de poe- sia, el verso més bello nunca ha sido —es nuestra experiencia hasta el presente— mas que un ex- tranjero en el seno de un conjunto donde lo poéti- co se rompe y donde el azar se reafirma, al punto que, jay!, podemos llegar a temer que ese verso no haya sido sino producto de aquél. Es un hecho y Mallarmé debié comprobarlo: los més grandes poetas, y él también, dentro de su propia practice, dejan que el pensamiento comin, las emociones, los valores del mundo ordinario, todo aquello ave 28 conforma nuestra condicién encamada, apague cada vez, “aviente” de un golpe, el Verbo que ha- bia brillado un instante, aboliendo el azar. Mm Ahora bien, si una vislumbre puede bastar para probar una posibilidad —la del “goce estéti- co”, cn este caso, que es el espiritu—, va de suyo que ella pronto hard que se despierten nostalgias y, también, indicaré tareas. Si la poesia tiene lu- gar, s6lo serd por instantes, y uno tiene el deber de combatir los modos pobres del existir, por ejemplo, y restituirlos a una morada més auténti- ca. Y no bastard con escuchar pasivamente aque- lo que aportan los versos, sino que sera preciso hacerlo bajo el signo de una exigenci De aqui surge, como consecuencia de la certe za primera, la necesidad de ir més adelante y, también, un razonamiento, porque ahora es como si se hubiera vuelto al campo de la razén ordina- ria. Si por momentos —y es de suponer, incluso, que el azar mismo sea la causa—, cl verso nos abre un espacio, habitualmente imposible de al- canzar, donde centellean, como grupos de estre- las, las nociones puras, {no es posible —en lu gar de resignarse a volver, con esa visién perdida, @ los extravios y los titubeos— movilizarse, ha- cerse todo atencién a Ia intensidad, a ty que alli se ha revelado, ¢ incluso haces P28 manera también tan intensa y pura que lante, no amemos, no queramos sino eso" 84> donde toma forma la Idea? S05 versos Liberadas de las distorsiones de lo vivido, nociones son como notas, donde el sonido prov” lece sobre el ruido; y seria preciso no poder der Pertarse, seria preciso no poder existir sing on nivel donde ha tenido lugar esa conversion; cons el miisico, quien por perdido que esté entre los tuidos, s6lo tiene relacién verdadera con los ele. mentos de a escala. Mallarmé hablé mucho del caréeter esencialmente musical de la nocién pura El espiritu, dice en una frase célebre, “no tiene nada que hacer salvo la musicalidad de todo™!, y en otro lugar de su obra, la comparacién se hace mas precisa atin entre “las sonoridades elementa- les de los cobres” y la “palabra intelectual en su apogeo"’?, Pero, ges acaso decisivo este acerca- miento; permite, de hecho, una esperanza? En efecto, ,qué hace el music? Nada més natural: expresarse a si mismo “como el esbozo” escribe Mallarmé, “de alguno de los poemas inmanentes a la humanidad” 0, incluso, agrega, “su estado original, tanto mas comprensible que ni"? y tan to més cuidadosamente trabajado, por otra part dado que los sonidos responden de manera (an inmediata, siendo hechos naturales, a !as intuicie nes de nuestra naturaleza. Y sin embargo, a pe- 1d”, es un universo como tal sar de esta “faci = aqueél de los sonidos, en sus relaciones exactas, inamovibles— el que adviene a si en la menor frase compuesta, {Qué fusién literalmente mila- sprosa! Un trabajo enteramente personal es, al mismo tiompo, Ia revelacién de un Inteligible, donde nada es sino esencia, La obra de cada ‘compositor esté como salvada, desde un princi pio, por esta participacién, de hecho obligatoria, ten el absoluto de la escala. Parece correcto dedu- cir que una reduccién muy parecida —aquélla que nos haria pasar, en cada situacién existencial, de la realidad empirica a la nocién pura— permi- tiria, también ella, un porvenir de musica, y que los poemas que de ella resultan serian —incluso “con plenitud de evidencia”, “en tanto que el conjunto de relaciones existentes en todo” susci- tado por la menor frase— la Gnica creacién a la medida del Universo y la nica musica verdade- 1a, frente a la cual la otra, aquélla de los sonidos, no seria mas que la penumbra augural, He aqui el razonamiento, al que no podemos sino concederle coherencia y, frente al cual, in- cluso, debemos rechazar las objeciones que sur- gen demasiado fécilmente en nuestro espiritu. Es legitimo recordar que sera imposible lograr que |as nociones reunidas —aunque sean puras— no expresen algo demasiado humano —bastan unas 31 Palabras, por ejemplo, que tan bien se tan a menudo se offecen a la narracign Presién, al sentido. Si es facil crear fo Sefiarlas como tales cuando se usan notas das de sentido, {cémo reencontrar aguello pie ha vivido como forma, como pura “tonalideg™ se tas nociones, en la maraia del diseurso que so Puede nacer de las palabras? Pero la misice también —cuando es mala— puede cargarse de efectos narrativos, en los que uno se detiene en lugar de escucharla. Puede ocurrr, incluso, que “hable”, cuando el compositor ha prestado aten. cién a los aspectos psicoldgicos o afectivos de ig emisiOn que lo anima. Mientras que entre una cosa del mundo y las demas —digamos, entre la luna y el lago, con los juncos como pestaiias de esmeralda y la presencia de un cisne— uno sien- te que la mirada es capaz de establecer —en la “evidencia” y la “plenitud’ una conjuncién, en si misma tan bella como decididamente por en- cima de las significaciones, por cierto innumera- bles, que se esté tentado de inscribir en ellas. La palabra también puede presentar pero no expli- car. En el Universo, o el Espiritu, existe un po- der de agregacién de las partes que no es la cau- salidad y que tiene curso multiple, convergencias ‘enigméticas pero arménicas, de una armonia que se produce sin nada de oculto —no he dicho sin misterio—, cuya representacién seria la escritu- Presta » a la ex. nas y o, es evidente que lo mas dificil sera nein pura nssta experiencia det : atropellada. Porque si eee 1 ae ec danas de los ruidos cl misiet focerse en las formas, aquél que pre- ara ein formalizacion de todo lo que existe, "ee desprenderse, a fondo, de la experiencia fefectiva de cada cosa, segin tiene a oe grado de lo habitvalmente vivido, es decit, sin Snigencia, asi como de los sentimientos y valo fes que de ella derivan; lo cual implica morir a fu propia vida, a su diferencia, la cual no es més Gue una relacién contingente con el ser, una ilu- sin. La accién restringida pero absoluta, el poe- ma, “se paga, en cada uno, con la omisién de indica claramente Mallarmé y con ‘‘su muer- te en tanto que tal”, Por otra parte, la musica comiin emplea, en su transposicién del dato sen- sible, s6lo un nimero muy limitado de elemen- tos, mientras que las “escalas” del poeta, cuyos intervalos son las palabras, son inmensas, tal vez hasta infinitas, {Sera posible lograrlo con Ia sola ayuda de ciertos puntos nodales de lo Inteligible Y gracias a sus virtualidades de armonia; sera Posible instalarse en los centros, en las “piedras angulares”, como una “araia sagrada”™"? Si, Puede ser, pero, de hecho, nada se logra —cuan. do el razonamiento ha tenido lugar— de la “fa. cilidad” que permitiria al autor novel “ceder la ra. De hee reducir a la 33 iniciativa a las palabras” si ine bussy mientras escucha, con oY COmo alerta, el murmullo el esprit sin go de su teclad sin dug, En todo caso, si ya se ha pen . un verso —que podemos enter ido el do i teclado fugitivamente ‘lumineda, Como todo de un tema—, habré que cuidage Potency duda— de pasar de ese primer vagy? M9 io como por un encadenamiento, segs Siguiente tes, cuando el segundo verso se corti venir a continuacién del inicial, pan tse? €on historia © como forma de elocuna, Mt cue simple que se inscribia en el tiempo virgo : tempo vivido lestaba al poeta con sus arménicos impure” es preciso instalarse dentro del tema, eof i", preci "ma, en el nivel de éste es estructura a fin de diferenciarlo, di, versificarlo, suscitarle variantes, completarla, ero sé: % z rs th sélo por medio de simetrias, de “choques y eslizamientos", de “trayectoriasilimitads ys guras”™*; eso y solamente eso. Una descomposi cién, una recomposicién, igualmente “prismiti- cas” que amplian el tema, merced a esas dos fases, hasta que alcance la proporcién de poema, y “luego de la ubicacién de los versos en el poe- ima, a la autenticidad del poema dentro del volu- men”; pero siempre fuera del tiempo de la vide y de la historia, en la “desaparicién vibratoria"* de aquél que en eso se afana. “Un ordenamiento del libro de versos en absoluto o totalmente inna a4 ae « nota Mallarmé, “aboliré el azar [. ] Todo = ano epenso, disposivion fragmentaria Con ‘enfrentamientos, concurrente a un abras, que tambien 1 devi alemanci aaa Mallarmé, seria transponer al libro la sin- Fane naciendo que las orquestaciones € incluso secs aparecieran poco a poco en un espacio res jl cada vez mas vasto, El poeta interioriza en {iu propia escritura los modos de ereacién de la musica, y asi “recupera su bien’ Y atendiendo a ese hecho, al “cavar el ver~ so”, el contacto con los grandes arquetipos es a Ia vez personal —por la modulacién de sus te- mas— e idéntico al de todos los demas verdade- ros poctas, porque todos tendrian en comin la escala de las nociones puras. Un libro no, “el Li- bro” escribié Mallarmé, “convencido de que en el fondo no hay més que uno™! y nos asombramos de esta proposicién, porque parece referirse a un ermite colorearse con sus reflejos reciprocos; y tab ie Fava que secret de Mallame los desea , esti menos lejos de lo que se cree de aque Pusicron sus poemas “cn ci paid! motel a dA) a sem mo da. Pero nada esta a!” inh su intuicin musical —, Sst mas Ig ea —Pienso que aks, i°8 de "Jor— que una unicidad de |g «on™ se unicidad de la eseala; y si ét pan! momento —hacia 1867, cuando? SOF €0 uy Herodias— con Megar a escribi, gt v88 en hiciera vanos a todos los demas, qn roe™® due Pidamente que no abdicaba en. sports ambicién poética si su bisqueda se oe de sy sola pagina, pero, eso si, auténticameng oe cal... Una particula de oro seria alquimista, suficiente para disipar, por eiempis los falsos pretextos del drama “total” de Wagner, y que esa pieza de Mallarmé no lo excuse de |y Gran Obra no se debe a que tenga apenas unas lineas, sino a que su metal es ain el plomo, pot més finamente que lo haya trabajado. La unicidad del libro yace, “en el fondo”, en el secreto de su metal, en tanto que es la Naturaleza misma, la cual es la tinica estructura verdadera. En este punto, por cierto, y si tuviera tiempo de detenerme en ellas, seria pertinente hacer otras precisiones y, tal vez, también ciertas obje- ciones. Habria que subrayar, de entrada, que, 2 suma, es el horror el que, al haber reconocido el Absoluto y desprendido de é1 1a nocién pura, he permitido que nuestra conciencia pudiera estable- cerse en el juego de las formas, fundando ast I= lodia en jg amente musi. Suficiente para e1 36 alegria. Habria que Sena ss iy seaciones religiosas de este tas ina estetic, e80 aleeri8 en apajusencia ¥ que compite Ge 1 terreno del abandono ¥ de ie 1a caridad y el conti- pelleza y Um tar, también, que s© manera di {a muerte, te oftimiento del budismo tras consecuencia a 1 cual ha revelado a la Nat en morada donde se reunira, ‘da la que nuestra época ha privado de ceremonias. Queda menos rao a Que Mallarmé pens6 sobre el comportamien vital de ese nuevo hombre del Libro, alli donde seria necesario optar por valores. El mismo parte integrante de la Naturaleza, que se reconoce Co- mo tal y siente alegria al articularse con su tota~ lidad armoniosa, gaceptard al préjimo nada mas que en razén de su aptitud para esa transparencia esencial y dejaré morir, dejara fuera de las pala- bras a aquél que nacié junto a él, con verrugas en el rostro 0 en el alma? #2 ee re es desde la perspectiva ac- tua. Ya que, desde el punto de vista de esas frus- que comprobamos al comienzo, nel Tete Dios cristiano d dismo. E indicar, @ 6 sociales, al compro- nuacid ro torque el Libros © « jeza, se constituye celebrante, 1a multitus lo esen- 37 aquellos afios is que, sin emb: plenitud; mientras que en ince? SUS!0% los ¢ chs en 1873, en ef le su ‘ebre y luego en las Tumbas, los Home el hc a Para des Esseintes*, se deserren ee k rea uO? una Poesia que, a pesar de ser phot Sl ica”, se aparta del gran proyecto, es 1, ome en que se interroga sobre él. Tambien’ mila todo aqui, la tiniea pre. ea, ¥ sobre Preocupacién obse queda en la expectativa jonante © la duda. Y, a ‘mos todo el derecho de cree: See creerle a Mallarmé do le declara a Verlaine, a los cuarenta y nn afios, en su gran carta autobiografica de 188s aue sélo dejara “migajas” en el camino de i ran Obra. De hecho, la reflexién es el factor principal que, a lo largo de las dos épocas de su vida antes delimitadas, habrian favorecido su lle gada a Paris y su répido encumbramiento en | vanguardia. Por ejemplo, una de las “facilidade que le permitieron elaborar su tan dificil poética hasta en sus absorbentes detalles, fue que en ese momento tuvo ocasién de descubrir, é1, el provin- ciano que jams habia ido a un concierto, el ser propio de la misica instrumental, de 1a misma manera en que les va a pedir a los otros —en vano, por otra parte— que, a su vez, perciban |e especificidad de la poesia. Y sin duda ¢s sfa tividad tedriea 1a que le asegurd, hasta 1898, © prorroga vital que primero habia apo sae peranza y que deshizo, mas rapido aim, ¢ 40 é NO hubiera Sir josamente, MATT en el fondo es iosofia de 18 ores Mie un discurse jrlo?— no hay nada preciso tener Bich Mallarmé no quit hors intuicién de Lo Inteligi= reente fundamentales. La “no se agregue macion Sino ya es buena hora So tomar en cuemtay © ble, ciertas leyes igual u Naturaleza sucede, asi 10 pensos ty nije", yen ia medida en que es su att ; aetene, ya que de e80 Se trata, esta frase ¢5 © postulado que le resultaba necesario, porque S610 Fila permite relacionar la escritura con una es- tructura tinica, homogénea, aquélla que Mallar- rmé, como lo he dicho, sentfa dotada por anticipa- do de las articulaciones de un lenguaje. Que esta naturaleza ya verbal rija el ser aseguraria, por cierto, una esencia y una constancia a las nocio- nes puras. Pero, jse puede asimilar el ser y, en todo caso, el que fundan nuestras palabras, cl Epica que elas conocen, ala Naturaleza, si desde mto en que hablamos, justamente en que bres lanzados a la 41 soluto red rial, aprehen ble 2 U8 Précticn det py trai ee endido en sus fenémengy on” Ma # . “ario, solamente es total la captamreaé et “I cl cual —en un momento w ogg. ol er on. er i Se ha saci una tarea. Y no se diga que basis eT" sth Harmé tenga razén, identificar ese senigs Naturaleza, lo cual haria de clia nue on valor tltimo, haciéndola prevalecer sobve on? tos otros fines y eteencias, comprendida enelhy nuestra ilusién de tener algiin absoluto por no. sotros mismos: porque los desgarramientos, lay erupciones y los derrumbamientos del horizonte natural bien pronto harian que nos desentendiér. mos de la preocupacién por la “familia de los Iris”. No hay nada en la Naturaleza que tienda a unir “las figuras del valle, el prado, el érbol” para asegurarnos una morada. Creo que no podemos identificar realidad y naturaleza sino en el éxtsis del instante, é1 mismo desgarrado y totalmente por encima de las palabras. ‘Sin embargo, no era ¢l instante lo que Mallar- mé queria, ese instante que vacia de un _ forma, sino lo intemporal de los exstales puros Ios algoritmos. La aplicacién de esta cuss" estrecha —al fin y al cabo de dos dint ie tun dato pesar de su espacialidad forzosa— ane Ce tan contradictorio y profundo como 2 i ren efecto, sino hat * ocer en el “an- facio del Gol- “el minar por recon’ dicho en el Pre! figuo verso” —estd in tristeza— - de dados Ys Por et ease aasionee’? La imperio de Ia paste anado las dos frustraciones re ut ' ao tiempo, Ia més torturante, en Propel ton la esperanza que hace renacer. Y su ausencia, cada vez mas evidente a medida que pasa el tiempo, es lo que sin duda explica el fin —quie~ ro decir la muerte— tan extrafiamente elocuente de Mallarmé. Porque vemos que vuelve, en sus ltimos aiios, a las formas mas extremas de sus tentativas pasadas, como por una especie de ley de compensacién, El Golpe de dados, que es un aio anterior a su muerte, agranda hasta las pro- Porciones del Universo el cuarto del soneto en foghce =~ vacio donde la constelacién mora- mmiento nuevo a la Garon ieee ieee costa de los “an- © que al aio siguiente volvie 43. , dong crisy is " Paciones se hy oa a en a Cubierig mas que dunas desiers . Ne We recuse | omen cuyo papel en el yivnaalay a Poema conc pg ocsia solo resy te Pondiera en su forms han tual, tanto por medio de la tiniebla como del plandor, a quien queria darle todo el rigor ‘de wn Algebra: 1a escritura del cuerpo, en lo que a cis Tespecta, sabe vencer al azar. v Pero yo no diria que esa falta suprema, que marcé un destino, no haya sido, sin embargo, ms que un descubrimiento, aun realizado poco * Pe) y durante un largo periodo: poraue reducirla, a 3 cstatuto de acontecimiento seria resting busqueda que nos fascina a las peice” iia ficaciones © pensamiento, seguidas de verficstne gy. pasos, cosa que no fue ces necesaie CTT pay lo? Todos sus verdaderos lectores 4 deseo al vas que Mallarmé eS" sunt por mis BE que crey® violent ra, por mas ys woe nen a so. da una de 8 e Sd 0 60 4 Ca gma, objetiva YOO tas io ee go en un callejon sin come ss bles So poria de sus propias Wy y ello hizo de su poética, enel ve able a la vez, menos UN _ incluso en los dias de ¢s- rca cor una tert”, como dijo UNA Wr” Pputsada, retardada, rechazada pero siempre expt la carencia final del gran proyecto que la mi eu practica efectiva, uno de 108 priv tunis ee aponcntes de la escritura mallarmeana, AT igal gue las fallas del ser empirico y del len- jquaye. ¥ seri preciso no olvidar esto, si se quiere omprender en To que son, los fragmentos donde tla ha tomado forma, Dicho de otra manera, bajo teva consiente tay una poesia de hecho, fata npn as resonances en la evidencia de que la frase que sateen et Ise que se abre es en si 'o imposible y se pein % sustrae, no dejando mas que pa- esa ceniza, Y en este nivel de sor- cones operantes fondo preci felicidad del espirity tse extrafa esenbiendo — que rein de continuar Ha, segin su \é evocaba con modes- costumbre, * bre, “un vicio, mi querido ami fa eae Mil vecg, © cansad ue 0, ido, rents SSF due tenga Sa 8° au pd 0. un tes Verdadera, que “hype” pome el mas ina 08 sacrificios, “Toye ee que se habia que s % ¥ esta obstinacién silenciosa ean bién, y al mismo tiempo, el grito mis nego e que mas resuena de abismo en abismo deste La. cifer. “Cantaré como un desesperado”, esr Mallarmé ya en 18664. ;Qué palabras con iafi- nitas implicaciones! ;Consistié en ello su poctica consciente, en descubrir esta escritura que es silo juego, supremo a fuerza de ser gratuito, esa fie ‘cin que se opone como tal al gran afuera des nocido, acerca del cual, como ya dije al comien zo, nada sabia la poética de Mallarmé? En todo caso, es lo que hoy en dia sstenir mos més a gusto, y acercarse asi @ eigess donde un escritor no tiene més haber a¥ eel hecho de que ie er a de cua que el devenit por dicho acto, smo de Mallar- to, mas que una lengua ine cual m0 POF Hee TES TT desplic- propia 1) Nast en su Libro. De hecho, has- gue de la Naturale78 Cas paginas conducen & 1a Puede reesario decit que cl Golpe de da~ soe ue, en ciertos momentos, casi quiso char cimientos sobre esa nada, en apariencia fi- nal, percibiendo en su juego de espuma bajo las cstrellas, en esa nada que se escribe y se deses- tribe, al menos un tiempo que pasa, un sucfio que se libera, es decir, una fiesta nueva para una sociedad sin esperanza. Dejar que las palabras se agiten en las palabras, de una cristalizacién en otra, como quisieran hacerlo a través de nosotros, como antajfio les impedimos hacerlo. En tal senti- do, este Ultimo metafisico habria inaugurado las poéticas de nuestro tiempo, que hacen de la es- aaa print y 7 ‘inico espacio; poéticas teen nee aaa lo, sélo se habrian limitado a ay ierza: a saber, que la palabra ca- de referente y nuestra existencia, de ser si J de dados aoe ~ parece ver en el Golpe e dicho, una reactualiza- alabras vacia otra cosas infinito ¥ ces haberse 47 Unir por fin las condiciones que permitir lanzamiento de dados verdadero? Entendann bien que la obra sélo seria capaz de revel en esta nueva perspectiva una “consfelaciin” de po ciones, es decir, una configuracién como la que imagina, ante las estrellas de! cielo lejano, nuestra mirada excéntrica, El azar que nos ubica aui en lugar de alli, viciaria siempre esa mirada global: el espejo del soneto antiguo quedaria para sien- pre como el emblema de nuestra eseriurs en lio. Sin embargo, y esto ¢s To que importa, un i cho de azar es en si mismo la manifesaci tuna fuerza que insiste, ella también, cu . Tmamos el cubilete. Y al saber que 12908 48 jon de estas hasta el fondo por 18 ceria, alguna VeZ; a penetrada nado con el mas sticularidad, in lugar fusior 1 iin a todos nuestros SuETIOS ¥> quién sabe—, suficiente, & wuténtica morada”. fintas, cada une irremediable Pa san lejos como Ut ails", la forma 0! wr jo tanto —aungue, QUIEN 8 “cual Hlamariamos nuestra “a : lecumainos mosicates, porque el prefacio del te jad vetoma ua vez mas esta analOBiy aero sila escala de sonidos que creimos du- fante tanto tiempo determinada por las Esferas, hora apareeiera como una construccién —y la tarea propia— de nuestra raza; algo asi como un Templo por construr bajo el cielo, pero, jay!, fue~ ra de nuestro aleance; una ereacién colectiva. Lo arbitrario—incluso en el sentido simple de la im- orevsin de este proyecto de templo, todavia mal reconocido— no desapareceria de alli sino éualmente, como a to largo de una asintota, por la traci ia dela hipétbole. Pero, por ieee he Jos de indica el abandono de la ides de referers Yrasopensgathandoto dela idea de referent s laNatalea, esta pte de Set Ses Postica de la desviacion, de 1a gota et lemamente ne negra en el tinter To de cristal, 49 distancia. tua Que, en of inte es la que cond Su forma, de luce e] as; pero el Universo queda como morad en tanto que tal como condicion oo rights Ys Por Io tanto, como fin. “Me fui suficientemente fel", escrii, Mallarmé apenas tres semanas antes de su muerte, en respuesta a una encuesta sobre el [deal a los veinte afios. Agregaba luego que “cotidianamen- te” desempolvaba su “iluminacién nativa”, la cual bien sabemos que fue el universo, la institucién de un en-si de la Naturaleza. Y poco importa para nuestra perspectiva actual en qué momento de su vida se operé su revolucién copemicana’ lo esen- westigacin de capil im mificacién de muchos textos, as antiguas intuiciones, & mn el magnifico 3 en que 18 dest * A pesar de que seria una in portancia para Ia propia sigt ual deberia comenzar con las ang 168 aproximadamente, ¥ Comte to "Cuando la sombra..” De la mise MT ig imposibilidad de la noci6n pure 50 cial es que, incluso su conviccién de que la Gritura es desorden, siempre sera sobrepasada por fn obsesién del orden; que incluso sus momentos de desafio vuelven a clasificarse en una “cuenta total” formada durante la noche. “Rodando”, pero también “velando”, “meditando”*!, el dado cuya séptima cara es el no-saber, abre ain, en su ren- fuera eterna, la perspectiva de un punto ultimo que lo consagre”®, “Todo pensamiento”, cuan- do se es Mallarmé, apunta irresistiblemente al Absoluto. Y mas que pretender ofr en este pocta algo asi ‘como un eco amortiguado del “Dios ha muerto” nietzscheano, mas que reducitlo, en suma, a su desesperacién, propongo que guardemos en el es- piritu la violencia con la que quiso —y, ademas, en mi opinién, a lo largo de toda su vida— forzar cl sello de ese orden que él Hlamaba 1a Naturale- za y que sentia trascendente. {No fue acaso esta obsesién, este “vicio”, el supremo y tltimo es- fuerzo del antiguo pensamiento ontolégico, antes del gran renunciamiento que vendria a fundar, justo después, la modernidad espiritual? No era ‘caso, por el contrario y partiendo del hecho mis- mo de tanta obstinacién ante tantos reveses, el mira, presintié desde mucho tiempo antes la poética in- dhlerinita si asf puedo llamarla—, falta de una poe ica absoluta. En un sentido, ella es la “accién restringida”. a la “accién restringida también que estaba equivocado, 4 buscar las esencias, las “noviones gegen de — incluso y sobre rod ss Pus ali dos. estaba equivocado al sofiar una perfeccion es lenguaje? Porque es preciso que reconozcamos de inmediato a nuestros préjimos, para después he blar, con las palabras tales como son. Su lectus del mundo, cuando seria preciso arriesgarse en él, ese ““goce”, en lugar de la compasién —todo lo que acabo de reprocharle—, quizés él haya sido el primero en lamentarlo como su “vicio", como el impedimento que lo privé de la vida. ¥ acaso también presintiera que la morada del ser —"cb- jetiva”, no lo dudemos, entre todos esos dele @sos campos, es0s caminos, incluso esas mbes ® fos que dotamos de sentido todos juntos ¥ Ot) hace tanto tiempo, por nuestros Hijo P 52 He que las 1o era dios sabe qué Intel Vid ee revelarian, sino eso que construyen ociones 905 2 1 azar de los dias, el pan, resis en el tiempo, @ : nay Tas otras Cosas, 108 gestos que también son vino 3 Ms “Ou es, de hecho, su escritura en 10s sf r sesperados, sino las prosas de aiios tardios y des Freagaciones, tan abiertas, ¥ los “poemas de cit~ cvsencias", que se vuelven hacia [a realidad €o- Ggjana como si encontraran en ella una coheren- iy? Uno puede equivocarse mucho respecto de sts exeritos, sobre todo los segundos; discernir Gn ellos un renunciamiento a la Idea, una adhe- Sién a la finitud, incluso una encarnacién, al me~ nos por momentos, cuando no quieren sino ser, ‘como siempre, la biisqueda de las nociones puras, mucho més vigilante y exacerbada que nunca, puesto que se Ia Ileva a los confines del crudo mundo enemigo. Mallarmé no ignora que los as- pectos mas tenues, los mas fugitivos de nuestras experiencias —un ruido de pasos, en El nentifar blanco, 0 un sombrero de copa— son los que guardan la nica huella que cuenta y que es a ae pans ave “is ara Sagrada” del espiritu €s0 les necesarosorprenderios ali donde joes 2m, expuma chispeane de ls existenorns ones wae pom Sispeane de as existenciasoscu- argent a vuelta a lo “vivido” fuera ‘ierto donde, esi Is iden + por mucho tiempo, lo para noctuma. Pero lo importante de 53 r SEOBEF al vue biguas 180 Verdadens’ S840 au en hu cro 5 Or, 6m humildes Aetiong ge Paty 1S Senderos de ee iones lad yal envian a lo; 08 jardines, qt & los frutas © ine rmiB°S © las amie 88 car re, se incluso en amigas, en jag ne QUIOS de cumpiaget URS espejoy 8 Ney tran menos en la een: (ot Y ottog oh a Ventanas que —— Naturaleza ina 56 ce, en ¢l tiempo y el azar Me han he, an he. Al vivir tan si Te quay simplemente, tn stun bi : su bien, al luscamos, incluso, sus peques altares al borde del camino. Ley Mallarmé hubiera queride que long fuese capaz de guardar, en eb ance intangibles, los aspectos de nuestra exisenia instituidos por nuestra finitud y a los que wo ama desde el momento en que acetals inp fecciones de esta ultima. La figura “del valle, el prado, el érbol”, pero también el lugar que ellos forman sélo para quien se acepta mortal. Lt naturaleza eterna, pero también aquello que, lo proclamaba el Brindis fimebre, la priva de ser cella misma. Y venir a merodear a este umbral un suefio de It en efecto, desviarse mucho de un sett ot ible por Ia escritura, pero dé Idea accesible or 1a seit, Fo cp manera del ser mismo, 54 cen el instante en se levanta brus- fen esa nada su d de fundar el mas simples que Mallarmé, cualquier pajaro, rama, y revelat wn y su capacidat io gue un pia SMinente de un cualidad de origet sentido. platen para preparar a Cristo, dijo San Agus tin, ;Mallarmé, en os tiempos finales de Ia onto- ne para anunciar una nueva era del signo? {0 seer, simplemente, de un testigo de Ia Pre- Seneia, pero en st habitual alteracion —por la Feencia, por el Ideal—, que fue grande por el ri igor con que Ilevé sus dos intuiciones hasta el fi- ral o casi, al menos hasta el punto donde hay que legit? Estas son las verdaderas preguntas que conviene hacerle a su obra en la actualidad, cuan- do la idea del Ser se disgrega y cuando se corre cl riesgo de perder, en una indtil vigilancia, la razén de la poesia. 55 Notas 1. Mauri Poet dos posyet SUR (1819, cant, considera uc : ec, oe oa i neon, Ec ay yinculado at on : eu xh cea = a ‘erviente cau coset StERNZ6 na a ec de Pe cea apg falar de La Chesnais “i tt vane 4° cuareniay cums én men de coment? BS a iting» 2, + Joseph Jouserr (1754-189, mis célebre 4) es re es Pensa Scritor fan tu delicado de imientos, donde se rency le singular rena Cl tein, finamiento sentimena| imental 3. “Bordes sicitianos” anos” es una expres 20 de La siesta de un foun ne Ona ee Mallarmé escrbié en i865, decrease ge Lee ves donde apace esa mya nos de un estangue tranguilo/ Que por ane sl vanidad saquea!” (Trad: Federico Gotbes) 4. De su ensayo La misicay las letras. 5. De su composicién en prosa Soledad, inca en Bo gaciones. 6. Le imagen esté tomada del poema Cansod del enews reposo..,cuyes dims versos deserben psi Teese apoya Bonnefoy,sgin podenos vt “Us 6 eta y pula Hien exe ari / Un a 2 ade Melo porelana/ Un cua ene | dee et ube 7 Moja Eo tres grandes pests ‘agua / Y cerca — {junc meralda” (Trad.: Federico Gorbea). em de uno de os sonetos must ts a ms Bonney tos de Mallarmé, El virgen. pers de Nps manene Bast faint me I rmase presen wo soneto Pertenece ale argue al mismo sone Pe at el ara <1 gn dd 8, Hem nT yaa a cit, pes 9. Al Boia “Un cunt eres bianca mabe 10 fem noo 7 1 ier eg del psa roe pare det En i oppo” poi, 60 ano 8 Po Nata arb sabes aces azarte/ De ir tol mente? Hoy grmoio de un Horo / mi mers on ign (Tad Federico Gorbes. sade ser” et tomada del sonet Bt vir muro present. al que me BE = 1 1 verso de Mallarmé nte suelto de 1a eintes, 12 La idea det al oe el ier y el onl 08 7. assertive «a famosa Fase del ensayo La accion re el Jande Mallarmé dice: "El intro, eistl como rine onc, eon au goa de tinieblas, en el fondo, ‘itdor's que ago sea neg, sparta la lmpara” 14, Se refer afa cata enviada por Mallarmé desde Be- singon« Eugine Lefébure, el lunes 27 de mayo de 1867 15. Serefiere al importants Diccionario de lal io de la lengua francesa de Emile Littré (1801-1881), crudito, fildlogo 7 fieoto ances del postvismo, que se public6 en Tid de Mallarmé 16. Se refit aa cata de sibado 18 de : dol sibado 18 de febrero de 1865 Ste Ls vind dee Toon donde Malar es pl abl em or ert sata Ur que ese nombre divino, Here. 87 17, me oP un ensayee TOs msi, sig tS ideag 79 Las ter 4 verge, Ot * dictada em 08 la ene te Em espanol eng On a En igor, aparece ot ny 20. Expres 54 forma fen estrofs 8 de Popp ag 21. Tomado de Criss Esc Capitates de nate P80, le Mala no de 22. Expresion gue nm Stoo ma fe, Poe, en un vega PAE 0 YETEO que dice: =parnet® Tum Wa Palabras dea gps "Pe 23. fdem nota 24 24. fem nota 21 25. fdem nota 21 26, fdem nota 21 27. Idem nota 21 28. /dem nota 21 29. fdem nota 21 30. /dem nota 21 31. Adem nota 4 32. Idem nota 21. 33. /dem nota 21. 34, Expresién tomada de su ensayo £n cuanto al ibe, ta enviada desde Touran xpresion de una car 39 Tedore Abend 28 de julio de 1866 port ‘Théodore Aubanel el sibado mafiana. 36, idem nota 21 58 1a 4 sr en 108 58, dem 0821 {dem note 49, De una cat sibado # desde Tournon un is, enviads Syponie que fue el Henri Cazalis, emvinds ana, y cuye fee aaa dirigida a Verlaine, eau cata atobiogr af #1 Pe foviembre de 1885 cee ate “oe Aut ear kimbo Be CS Sm oe ide ge Charieville, a su amigo Pau q 19, ed ru hombre injertindose y ct onde dice: “Imagine tivdndose verrugas en la cara” 45, Est tomado de Ia famosa y ya cita 14 de mayo de 1867. : “Sus puras ufias en lo alto ofrecien- del 16 2 .da carta a Cazalis del 4: Serie al soto Soman 4s: De acuta enviada a Eugine Lefébure desde Besanson, Cite 27 de may de 1867. 46. pein ala dos slementos eno ttulo de este posma, Pr un lado, a palabra “prosa” est utlizada en Sati litirgeoy as = refiere& un him eelesidstico overs atin ilies y rimados. Dichaslusion, por sta parte, se relaciona cot el segundo slements me og Srl ater dE quien ot dediendo Huysnant, quien, spin se nos cuenta li, ee eee fencias por el latin decad Sa ent, La curiosa dedicatorie, 59 an La LLAVE DEL ULT Mo COFRE

También podría gustarte