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Las normas que se refieren al derecho a la justicia, como puede observarse en el cuadro
anterior, se encuentran comprendidas en diferentes artículos de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y cosa igual ocurre en la Constitución Política de
Colombia de 1991.
El derecho a la justicia es activo cuando busca obtener y lograr un castigo efectivo y una
reparación cierta. El derecho a que se investigue a una persona cuando es objeto de
violación por otra, esto es el hecho de reclamar y exigir justicia, pretende que se le
aplique sanción al responsable de la violación y se le pague reparación civil
indemnizatoria al que recibió la violación o el daño. Este derecho es fundamentalmente
de carácter civil e implica la vigencia del principio de que todo el que comete un daño
está obligado a indemnizarlo y el que lo sufre a exigir el cumplimiento de su derecho.
Asimismo, el derecho a la justicia implica el exigir ser objeto de un tratamiento justo,
cuando en forma pasiva recae sobre una persona la investigación o acusación de ser
presunto responsable de un hecho delictivo, cuya primera garantía de justicia constituye
el derecho a la presunción de inocencia y seguidamente a un juicio justo, con todas las
garantías que le permitan al acusado mantener su condición de inocente en tanto no se
compruebe dentro del proceso su responsabilidad penal.
Es importante destacar sobre este particular, para evitar confusión sobre el ámbito de
jurisdicción de los organismos internacionales, el pronunciamiento de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en el caso de Velásquez Rodríguez, de fecha 29
de julio de 1988, en el sentido de que "la protección internacional de derechos humanos
no debe confundirse con la justicia penal. Los Estados no comparecen ante la Corte
como sujetos de acción penal. El derecho internacional de los derechos humanos no
tiene por objeto imponer penas a las personas culpables de sus violaciones, sino amparar
a las víctimas y disponer la reparación de los daños que les hayan sido causados por los
Estados responsables de tales acciones" (Párrafo 134).
c. tramitar ante las autoridades competentes las denuncias que formulen los organismos
nacionales o internacionales sobre violación de los derechos humanos;
e. tramitar las peticiones para que se reclamen de Gobiernos extranjeros y por conducto
de las autoridades diplomáticas colombianas y en favor de los nacionales colombianos,
el cumplimiento de las obligaciones que impone el derecho internacional y en especial
de las acordadas en favor de las personas sometidas a juicio;
La Defensoría del Pueblo es un organismo que forma parte del Ministerio Público,
ejerce sus funciones bajo la suprema dirección del Procurador General de la Nación, y
le corresponde esencialmente velar por la promoción, el ejercicio y la divulgación de los
derechos humanos. La Defensoría del Pueblo tiene autonomía administrativa y
presupuestal.
E. LA ACCION DE TUTELA
a. La impunidad
Pero hay otras consideraciones que deben tenerse en cuenta y que afectan el
funcionamiento de la justicia, como el recurso a legislación de estado de sitio para
modificar el sistema judicial y la existencia de un modelo de justicia que permite
mantener el secreto de los jueces y los testigos en los casos de terrorismo y narcotráfico.
Como resulta confuso saber qué parte de estos decretos quedó sin efectividad por haber
sido declarados inaplicables por inconstitucionales por la Corte de Constitucionalidad y
cuál se mantiene en vigor, se transcriben a continuación algunas de las normas del
decreto legislativo 0099 de 1991, por el cual se modifica y complementa el denominado
Estatuto para la Defensa de la Justicia contenido en el Decreto Legislativo 2790 de 20
de noviembre de 1990, vigentes por mandato del Decreto 2271 de 1991 y no
impugnadas por la Corte de Constitucionalidad, que se refieren a las pruebas, testigos y
peritos secretos:
Artículo 20. La controversia del material probatorio se adelantará durante la etapa del
juicio. La Policía Judicial practicará las pruebas, o incorporará al expediente las que se
pongan a su disposición y que considere pertinentes, sin expedir acto en que así lo
ordene, y a su realización sólo podrá asistir el agente del ministerio público
correspondiente.....(no el abogado defensor).
Artículo 22. Cuando las circunstancias lo aconsejen para seguridad de los testigos, se
autorizará a que éstos coloquen la huella digital en la declaración en lugar de su firma;
pero en estos casos es obligatoria la participación del agente del ministerio público,
quien certificará que dicha huella corresponde a la persona que declara. Se omitirá la
referencia al nombre y generales de estas personas en el texto del acta, la que se hará
formar parte del expediente correspondiente con la constancia sobre el levantamiento de
la identificación y su destino.
Artículo 27. Desde el momento mismo de la ocurrencia de los hechos, el agente del
ministerio público deberá procurar el recaudo de las pruebas tendientes a establecer la
naturaleza y cuantía de los perjuicios causados con la infracción, solicitando para ello la
práctica de las pruebas correspondientes a cualquier Juez de la República, salvo a los de
orden público, las que no causarán costos de ninguna naturaleza diferentes a las
erogaciones necesarias para producirlas y serán trasladadas durante el juicio al
expediente. Los testigos y peritos que intervengan en el trámite previsto en el inciso
anterior tendrán, si lo solicitan, las mismas garantías de reserva y seguridad consagradas
en el artículo 22 de este decreto.
Por lo demás cabe aclarar que el Decreto 709 de 1003 que establecía la posibilidad de
dictar sentencia condenatoria sobre la base de testigos de identidad reservada, fue
declarado inconstitucional por la Corte, con lo cual los testimonios secretos sólo pueden
fundamentar medidas precautelares.
c. El fuero militar
Rara vez la justicia penal militar sanciona a miembros de las Fuerzas Armadas
comprometidos en estas violaciones, y por el contrario, ésta impide el juzgamiento de
militares y policías por los jueces ordinarios, incluso en crímenes de lesa humanidad.
Igualmente importante es que se establezca claramente que en los delitos cometidos por
miembros de las Fuerzas Armadas que tengan víctimas civiles o que hayan causado
daño a los particulares, los afectados pueden constituir parte civil, pues la interpretación
actual de la ley, que ha impedido la presencia de la parte civil en el proceso, impide a
los familiares o a la víctima intervenir en el proceso y reclamar la aplicación de pronta y
cumplida justicia.
Por otra parte, es evidente que con frecuencia no se aplican las sanciones
administrativas pertinentes en casos de evidente violación de los derechos humanos
cometidos por funcionarios oficiales. Aunque en ocasiones estas sanciones han sido
aplicadas, o por las autoridades de la fuerza pública o por la Procuraduría General de la
Nación, que tiene la potestad de hacerlo, son muchos los casos en los que a la
impunidad judicial se añade la ausencia de sanción administrativa. Los funcionarios
públicos que violen los derechos humanos deben ser removidos de sus cargos, usando
los procedimientos y la autoridad administrativa determinados por la ley.
Otra manera de superar la impunidad generada por el fuero militar sería la de poner en
práctiva las importantes recomendaciones propuestas por la Defensoría del Pueblo en su
reciente informe sobre la violación de derechos humanos contra militantes de la Unión
Patriótica y del grupo guerrillero reinsertado Ejército Popular de Liberación, hoy
Esperanza, Paz y Libertad, cuyas partes pertinentes se transcriben a continuación:
Esta misma dificultad que tiene por su parte la Procuraduría General, con todo su peso
institucional, para hacer sus propias investigaciones al personal militar, permite
comprender las dificultades que confronta el modesto juez militar al que se le asigna
una investigación judicial contra un alto oficial o suboficial de su propio cuerpo militar,
donde tiene que sumar al encubrimiento, la complicidad o simplemente el silencio de
los compañeros de armas del o los implicados, --usando los propios términos del
Procurador General-- el arraigado espíritu de cuerpo que, mal interpretado a veces por
sus integrantes, da como resultado una falta notoria para con el investigador el cual no
puede recabar información en la forma más expedita y confiable posible, elementos
éstos que se suman a su propia deformación profesional de ser militar y no juez, a la
presión de sus propios compañeros de armas que esperan de su parte una muestra de
solidaridad con su institución y sus integrantes y además, al medio que lo rodea, donde
su falta de espíritu de cuerpo o de identificación castrense constituyen un estigma para
su carrera militar, sin contar el asunto de la obediencia debida a su superioridad dentro
de un régimen vertical de disciplina y conducta militar, son los problemas que confronta
la justicia militar colombiana y que sin duda explican por qué, contra evidencia, la
justicia penal militar exime de responsabilidad y sanción a la mayor parte de los
militares sindicados de violar los derechos humanos.
También conviene citar en esta misma sección, como ejemplo de la falta de ética
profesional con que actúan como jueces algunos militares, el caso 10456,
correspondiente a la campesina IRMA VERA PEñA, citado con mayor amplitud en el
capítulo VII, correspondiente al derecho a la vida, en el cual la Comisión constató que
había actuado como Juez Instructor Penal Militar a cargo del 25º Juzgado el Coronel
Plinio Rodríguez Villamil que era la misma persona que, como Comandante del
Batallón de Infantería Nº 13 "García Rovira", había dirigido la operación en que sus
subordinados, obedeciendo sus órdenes, habían asesinado a Irma Vera Peña y luego,
actuando impúdicamente como Juez del caso, los había eximido y se había eximido de
responsabilidad.
Las ineficiencias del sistema judicial de Colombia y los constantes hechos de impunidad
frente a las situaciones de violencia que ocurren en dicho país ha generado una especie
de justicia privada que opera en forma directa cuando quien ha sido víctima de un acto
de injusticia toma justicia por mano propia, o indirecta, cuando para lograrlo utiliza a
terceros con tal propósito.
Los grupos de limpieza social: En Colombia desde hace varios años se presenta el caso
de que grupos de derecha que sirven fundamentalmente a intereses de los grandes
empresarios colombianos, por mandato de éstos o por iniciativa propia, y muchas veces
con la complicidad de miembros de las Fuerzas Armadas, realizan lo que se ha dado en
denominar asesinatos de "limpieza social", que no son otra cosa que el homicidio de
prostitutas, mendigos, delincuentes comunes, drogadictos y otras personas consideradas
marginadas para la sociedad.
Entre las modalidades de violencia, 278 casos son homicidios (de éstos 13 magistrados
y 18 abogados auxiliares murieron en la doble toma del Palacio de Justicia, ocurrida el 6
y 7 de noviembre de 1985), 51 son atentados y 124 casos tratan de amenazas de muerte.
El miedo constituye, sin lugar a duda, uno de los principales problemas que afecta a
toda la población de Colombia y, en particular a quienes están encargados de
administrar justicia. El problema del temor a ser víctima de alguna represalia ha venido
afectando a los jueces, cualquiera que sea su nivel dentro de la administración de
justicia, a los abogados que participan ejerciendo la defensa de sus patrocinados, a las
partes involucradas en conflictos judiciales, a los policías judiciales que colaboran en
las investigaciones en los juzgados penales y a los testigos que constituyen piezas claves
para determinar la autoría de los hechos que son investigados y cuya versión puede
determinar el esclarecimiento de los hechos y la sanción a los responsables.
Uno de los hechos que sin duda tiene que haber afectado a los jueces colombianos es la
actitud con que los poderes del Estado confrontaron la toma de que fue objeto el Palacio
de Justicia en noviembre de 1985. En dicha oportunidad, y esto es materia de
comentario personal de algunos miembros de ASONAL a la Misión Especial de la
CIDH, los jueces sintieron que el país y las autoridades públicas no consideraban las
defensas de sus vidas y de su integridad personal como algo que mereciese un
tratamiento especial. En efecto es un hecho bien conocido que en Colombia el Gobierno
ha celebrado negociaciones, en varias ocasiones, con grupos de guerrilleros con el
propósito de salvar las vidas de las personas que se hallaban en situación de rehenes,
luego de haber caído víctimas del secuestro de tales grupos. Se recordó a la Comisión
Interamericana cómo al ser capturado un grupo de extranjeros del cuerpo diplomático
acreditado ante el Gobierno de Colombia, la propia CIDH había sido requerida para
participar y actuar a fin de liberar y salvar la vida de los diplomáticos extranjeros
retenidos como cautivos por el M-19 en la Embajada de la República Dominicana.
En el caso del Palacio de Justicia, también tomado por un comando del M-19, el
Gobierno de Colombia, sus Fuerzas Armadas y el entonces Jefe de Estado señor
Belisario Betancur, desoyeron las súplicas del entonces Presidente de la Corte Suprema
y de casi de la totalidad de los miembros de dicho tribunal supremo, para que, evitando
una masacre, se negociase y dialogase con los captores, cosa que evidentemente no
ocurrió, y que trajo como consecuencia el que la irrupción violenta del Ejército para
recuperar a sangre y fuego la sede del Palacio de Justicia, sin importar ni tomar en
consideración la vida de los magistrados tomados como rehenes, causase lo que se ha
conocido como el holocausto del Palacio de Justicia, y como consecuencia de lo cual
fueron inmolados los siguientes magistrados y personal asistente de la administración de
justicia:
Los esfuerzos del Estado para detener ese clima de zozobra no han sido lo
suficientemente eficaces. Para hacer frente a la violencia contra jueces y abogados, fue
creado el 18 de agosto de 1989 un Fondo de Seguridad de la Rama Jurisdiccional,
medida tardía adoptada después de la muerte de decenas de jueces y abogados, e
insuficiente porque el fondo es muy precario en recursos financieros y en criterios de
administración.
Se ha creado una jurisdicción de orden público y para protegerla se ha dado a sus jueces
el carácter de secretos, igual que a los testigos, peritos, funcionarios de policía judicial y
a las pruebas, lo que se contrapone con el debido proceso. Si bien estas medidas han
brindado una mayor seguridad a un sector minoritario de jueces, en particular aquellos
en más grave peligro, los jueces que conducen los casos de terrorismo y narcotráfico,
los magistrados de la Corte Suprema, el Consejo del Estado, la Corte Constitucional, el
Consejo Superior de la Magistratura y los Tribunales Departamentales, la mayoría de
los jueces no cuentan con protección especial.
G. CONSIDERACIONES FINALES
La Comisión por cierto no está en contra de las medidas que protegen la vida del juez,
del testigo, del perito y de todos los que intervienen como auxiliares en la investigación
judicial y conviene en que, en casos excepcionales, es indispensable se adopten medidas
tendientes a proteger su integridad, independencia e identidad, mientras no se afecte con
esto las garantías judiciales básicas del debido proceso. En algunos procesos judiciales
internacionales en los que la CIDH ha actuado como parte, conjuntamente con los
Gobiernos, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para preservar la vida e
integridad personal de algunos testigos, ha solicitado y la Corte ha accedido a ello, que
la identidad de éstos no sea revelada a los representantes del Gobierno denunciado. En
situaciones como ésta, el sistema interamericano de justicia en materia de derechos
humanos ha tratado de hacer compatibles la búsqueda de la verdad judicial, el derecho
de igualdad de las partes y el derecho a la vida. Lo mismo ha hecho en ocasiones la
propia Comisión, actuando como organismo cuasijudicial en la tramitación de
determinados casos individuales, por denuncias contra los Estados partes de la
Convención. La Comisión considera que la prosecución de la verdad y de la justicia no
puede llevarse hasta el extremo de atentar contra la vida, pero que, igualmente, la
protección de la vida e intregridad personal de los magistrados y auxiliares de justicia
no puede llevarse hasta el extremo de atentar contra la verdad y la justicia.
continúa ...