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RESUMEN
Uno de los elementos fundamentales con los que se fortalece y nutre el Estado es la
educación, quien recreará y moldeará los pensamientos a su imagen y semejanza, sin
embargo en la concepción medieval, el tema educativo era ajeno al Estado, y por tanto
quehacer de la Iglesia, elemento importante de su pacto de legitimidad. Este trabajo tiene
como propósito dar testimonio como el Estado mexicano asumió la educación como parte
importante de su consolidación y moldeador de mentes que concibieran a una educación y
un Estado laico que garantizara la libertad de credo, fuera de fanatismo e imposiciones. Sin
embargo esta posición se consolida a partir de una encarnizada lucha entre las ideologías
liberal y conservadora, que habrán de poner en una situación de debilidad a la naciente
nación mexicana.
ABSTRACT
One of the key elements that strengthens and nourishes the state is education, who will
shape the thoughts and recreate his image and likeness, but in the medieval conception, the
education issue was outside the State, and therefore work of Church, an important element
of the covenant of legitimacy. This paper aims to witness as the Mexican government took
education as an important part of its consolidation and molder of minds that conceived to
education and a secular state that guarantees freedom of religion, out of fanaticism and
impositions. However this position is consolidated from a bitter struggle between liberal and
conservative ideologies, to be put in a position of weakness to the nascent Mexican nation.
1
Sociólogo por la Universidad Autónoma de Sinaloa, México y Maestro en Economía del Medio Ambiente y de los Recursos
Naturales por la Universidad Autónoma de Baja California Sur, México.
2
Licenciada en Turismo por la Universidad Autónoma de Sinaloa con Especialidad en Competencias Docentes en Educación
Media superior.
INTRODUCCIÓN
De esta manera, es importante analizar como el Estado mexicano empezó hacerse cargo
del tema educativo y como se le quitó a la iglesia esta función, institución que era el
receptáculo de muchas funciones que el Estado medieval español le otorgaba en
concordancia con la alianza entre el Estado Vaticano y las monarquías europeas con el fin
de justificar el “derecho divino” de la nobleza de encabezar los reinos, de ser reyes.
El fin del Estado es, particularmente, la seguridad. La causa final, fin o designio de los
hombres (que naturalmente aman la libertad y el dominio sobre los demás) al introducir esta
restricción sobre sí mismos (en la que los vemos vivir formando Estados) es el cuidado de su
propia conservación y, por añadidura, el logro de una vida más armónica; es decir, el deseo
de abandonar esa miserable condición de guerra que, tal como hemos manifestado, es
consecuencia necesaria de las pasiones naturales de los hombres, cuando no existe poder
visible que los tenga a raya y los sujete, por temor al castigo, a la realización de sus pactos y
a la observancia de las leyes de naturaleza.
Para Hobbes la existencia del Estado se justifica desde el momento mismo en que los
hombres abandonan su estado de naturaleza y se sujetan a las leyes impuestas por los
hombres, ejecutados por un gobernante o soberano y le da certidumbre al hombre mismo y
se evita que los instintos prevalezcan y se imponga la ley del talión, ojo por ojo, diente por
diente.
De esta manera Hobbes (íbid.) afirma que si no se instituye un poder que garantice la
seguridad, cada individuo sólo confiará de su habilidad o fuerza para protegerse de los
demás. Thomas Hobbes (Íbid.:71-72) argumenta que el único camino para construir un
poder que proteja a los ciudadanos de invasiones de extranjeros, injurias, satisfacer sus
necesidades con el producto de su esfuerzo, la seguridad y paz comunes; esta multitud de
almas será unida por un ente llamado Estado.
De las características más conocidas del Estado son la soberanía, que toma decisiones
sobre su territorio sin interferencias de fuerzas externas; otra característica es su asociación
con una nación en específico y con el espíritu nacionalista, el representar los intereses
comunes, el de centralizar y racionalizar los proceso políticos, su racionalidad burocrática,
el ser representado por una clase social en específica (Schmitter, 2005:2).
2. EL ESTADO Y LA EDUCACIÓN
La alianza entre el poder público y la iglesia se dio a partir de ciertos privilegios tanto para
los unos, como los otros. La iglesia por ejemplo, disfrutaba del monopolio de la fe, además
de recursos que por concepto de diezmo les otorgaba la feligresía, el control de registro
civil, de la misma manera manejaban cementerios, además de no pocas veces ciertos
miembros del clero combinaban puestos de decisión política y eclesial.
México como país naciente a inicios del Siglo XIX, hereda toda una estructura político
religiosa basada en la tradición medieval española, pero con un crecimiento en el
pensamiento iluminista que asume la educación como instrumento para consolidar y
desarrollar las potencialidades creativas de la novel nación y que quiere destacar en el
mundo de las naciones, posición del pensamiento exclusiva de los liberales, no así de los
conservadores que heredan la tradicional colonial hispana de la dualidad Estado- iglesia
como complemento esencial del desarrollo social. Así que en los inicios de la vida
independiente se establece este conflicto constante entre estas dos perspectivas o maneras
de ver el ámbito educativo.
Durante el establecimiento del sistema colonial español, había dos tareas importantes para
el Estado español: la conquista material y su visión de generación de riqueza en torno a los
metales preciosos (oro y plata); y la conquista espiritual, esta ultima marcaría la agenda
educativa del status político colonial, por lo tanto la iglesia, como en Europa, asumirá el rol
educativo del Nuevo Mundo y de la Nueva España en específico.
En los inicios del sistema colonial, llegaron a la Nueva España los doce primeros religiosos
franciscanos, le seguirían dominicos y agustinos en las primeras dos décadas del dominio
español. Después de estas primeras órdenes religiosas en el S. XVII, se sumarán los
mercedarios y Jesuitas, dedicándose a las labores de evangelización misional; los
carmelitas descalzos, los trinitarios. Dentro de esta cauda de religiosos, los que destacaron
por su labor evangelizadora con los naturales fueron los religiosos de la Compañía de Jesús
quienes tuvieron presencia en las indias occidentales en los actuales estados de Baja
California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa (Espinosa, 2005).
Los principios religiosos fueron los pilares rectores durante la Colonia, por lo tanto quienes
se encargaron de ese ministerio fueron miembros de la Iglesia, fundaron escuelas, institutos
educativos, así como la universidad, donde además de alfabetizar se enseñaba gramática,
teología, filosofía escolástica (Castro, 1954), todo ello en concordancia con la alianza
Estado-Iglesia.
En el ocaso del sistema colonial español, quienes iniciaron con las inquietudes
independentistas fueron personajes ligados a la iglesia que tuvieron contacto con las
nuevas formas de pensamiento liberalizador que significaba la ilustración y la búsqueda de
una sociedad más justa en términos jurídicos.
El parto doloroso del Estado mexicano se dio en la pugna entre liberales y conservadores,
los primeros en defensa del Estado Laico y los segundos en defensa del Estado
confesional, de ahí que de 1821 a 1850, la disputa generó clima de inestabilidad política,
económica y social lo que originó que tuviéramos alrededor de 50 gobiernos, quedando el
país inerme ante las ambiciones de países extranjeros que con éxito lograron arrebatar
territorios o imponer gobiernos.
Esta disputa de concepciones de diferentes proyectos de Estado-nación para Roberto
Blancarte (2001), investigador del Colegio de México afirma que:
El factor central que dio origen a la laicidad mexicana no fue la necesidad de responder a
una pluralidad confesional que demandara la tolerancia, ni la presión por obtener libertades
religiosas (como fue el caso en otros países), sino la lucha por establecer las formas de
soberanía. Mientras que el Estado republicano establece como norma la voluntad popular
como criterio de definición última del poder soberano, la Iglesia se niega a aceptar una
soberanía que no tenga como fuente a lo sagrado y que no esté avalada por el poder
religioso. Desde esa perspectiva, el conjunto de las “Leyes de Reforma”, establecen el
mismo principio de laicidad. Las medidas específicas son, por supuesto la desamortización
de bienes eclesiásticos, la separación del Estado y la Iglesia, que específicamente significa la
separación de los “negocios del Estado” y los “negocios eclesiásticos”, el establecimiento del
registro de nacimientos civil y el matrimonio como un contrato civil, la secularización de los
cementerios y otras medidas afines.
Así pues el Estado laico, sin ser antirreligioso es partidario de su separación de la Iglesia y
con ello se consolida la libertad de conciencia, apelando a la desaparición de toda escuela
confesional. Para los tiempos de Juárez y Lerdo de Tejada, la religión fue sustituida por la
moral, sin hacer referencia a algún culto religioso.
José María Luis Mora, el ideólogo de los conservadores y asesor de Valentín Gómez Farías
en un discurso afirmaba que “nada es más importante para el estado que la instrucción de
la juventud. Ella es la base sobre la cual descansan las instituciones” (Bolaños, 1981). Era
para Mora importante que el Estado se haga caso de la educación pues así se formarían
nuevas generaciones, las cuales deberían ser organizadas y controladas por el Estado,
imponiéndoles así su filosofía y protegerlas de grupos que estuvieran en contra de los
intereses mismos del Estado como la iglesia.
Los primeros intentos de impulsar una educación laica en México fue de Valentín Gómez
Farías, entre 1830-1833 en nuestro país se dieron reformas legales contra los privilegios del
clero y de la Iglesia. Producto de dichas reformas se cerró la Universidad Pontificia de
México, se reconoció la responsabilidad del Estado en relación con la educación y se
ordenó la fundación de instituciones de formación de maestros. Estos fueron los primeros
pasos o primeros intentos en la búsqueda de la separación Estado-Iglesia (Ehlrich, 2001).
Además se creó la dirección General de Instrucción Pública para el distrito y territorios
federales, con lo cual el estado intentaba controlar la educación; se instituyó que la
enseñanza fuera libre, pero que se deberían respetar las disposiciones y reglamentos del
gobierno federal; se arrebató de las manos del clero para consolidar la formación
ciudadana, además de la formación científica sólida; se fomentó la educación elemental
para hombres, mujeres, niños y adultos (Bolaños, 1981:30).
A pesar de los tiempos difíciles provocados por la guerra de los Tres Años, en 1861 se
realizó un intento por controlar la educación a través una ley expedida por Benito Juárez
donde se proponía la unificación del plan de estudios de instrucción elemental y la creación
de escuelas primarias dirigidas por el gobierno nacional para atender las necesidades
educativas de la ciudadanía (Ibid).
Sin embargo el pensamiento de Juárez cayó en un utópico deseo, pues la falta de recursos
del Estado originó que el número de escuelas era limitado frente a las grandes necesidades
educativas del país, por lo tanto el carácter de obligatoriedad no se podía cumplir, ni por
parte del estado, ni por parte de los individuos (Ibíd.).
Sin embargo ¿es posible que la población de un incipiente y conflictivo país, con una
población abrumadamente analfabeta pudiera concebir a la educación como instrumento
redentor y vehículo de potencialización?, pues no, sólo la fuerza del Estado y su concepción
como la obligatoriedad de asumirla y quitarle la minoría de edad perpetua adherida a partir
de su ignorancia, por eso cobra gran importancia la obligatoriedad como forma de asegurar
el progreso mental e intelectual de una población inerme.
El ser humano va evolucionando mentalmente con la edad, es por eso que en las etapas
tempranas de crecimiento el niño o niña viven una etapa de dependencia en muchos
sentidos, por lo tanto es importante el establecimiento de la educación obligatoria como una
forma de evolución mental, de una custodia de la infancia que apuesta por su progreso y de
la sociedad en su conjunto sustentado en los valores de la racionalidad y la democracia
para que todo ser humano, eleve su condición y busque en la dignidad su premisa de
existencia (Gimeno Sacristán, 2005).
Los debates entre quienes pugnaban por darle toda la libertad al individuo elegir, chocaban
con quienes veía a la obligatoriedad como una manera de hacer consiente al individuo y en
ese tenor brindarle la posibilidad de hacerlo libre frente a las futuras decisiones, una vez ya
alfabetizado y desarrollado su intelecto.
Joaquín Baranda Ministro de Justicia e Instrucción Pública en el Porfiriato aseguraba que “la
instrucción Pública aseguraba las instituciones democráticas, desarrollaba los sentimientos
patrióticos y realizaba el progreso moral y material de nuestra patria” (Bazant, 2006). Con
esos argumentos los funcionarios justificaban la urgencia de instruir al país, sin darles
opción consolidando la obligatoriedad para generar condiciones de consolidación de la
identidad nacional.
CONCLUSIONES
Además de garantizar que el hombre no sea el lobo del propio hombre, el Estado busca
moldear la mente del ciudadano, permear su forma de pensar y justificarse ante él y por lo
tanto es a través de la educación que este elemento supremo busca influir en su visión de la
realidad, inyectándole la ideología que lo justifica.
En la edad media el Estado tenía a la iglesia como su gran aliada, pero también, la
institución que la maniataba y acotaba. El papel educador que tenía la iglesia permitía su
legitimación y su fortaleza, pero a medida que el movimiento intelectual de la ilustración
empezó a permear a los grandes pensadores que serán artífices del ascenso de la
burguesía y de la instauración del liberalismo como forma no corporativa de organizar a la
sociedad y dar paso al surgimiento de la sociedad industrial, la visión de la realidad se
desacralizó en muchos sentidos y es ahí donde el Estado inicia el proceso de consolidación
de separación de la institución eclesial.
Nuestro país tardó en consolidarse como Estado. La disputa de dos grupos antagónicos,
liberales y conservadores, provocó que de 1821 a 1857, se generara un clima de
inestabilidad que aprovecharon fuerzas extranjeras para intervenir en nuestra vida interna,
incluso despojarnos de nuestro territorio. En ese clima de disputas, los liberales poco a
poco, fueron consolidando la idea del Estado laico y despojar a la iglesia del papel educador
y es a través de este instrumento que los liberales empezaron a influir en la mente de los
ciudadanos.
Sin embargo en los últimos tiempos ha habido grandes embates de la iglesia por recuperar
ciertos espacios. En la presidencia de Carlos Salinas se le otorgó personalidad jurídica a la
iglesia y México envió un representante diplomático ante el Vaticano, los ministros de culto
y monjas se les otorgó el derecho del voto. En los últimos años hay voces dentro de la
iglesia católica en el sentido de formar un partido, que sus ministros de culto puedan ser
candidatos a puestos de elección popular y por último penetrar al sistema educativo público
con la introducción de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas.
Por eso es importante la defensa del Estado laico y de una educación que no esté
impregnada de un ambiente religioso y que sea el individuo quien decida desde su
privacidad, lejos de las instituciones educativas el asumir una religión o no, el ser creyentes
o no y de esa manera garantizar a todo ciudadano su derecho de creer sin menoscabo del
derecho de los demás.
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