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Aude Lancelin y Marie Lemonnier LOS FILOSOFOS yELAMOR De Socrates a Simone de Beauvoir @ Editorial £1 Ateneo Lanelin, Nude Ta inl ob Lene 5 cum or sile Seve a Sitnane di Beauoir Nude Lance Atenen. 200, worn Viees r “Truluvialy por: Sida hot ISIN 97895042407 265 [vio Filosétiew, L Leman: Nie HH Rat Sih i tl 1.1 Hipp 10 fils enone De Sierates a Sinan de Berns Aue Laneeliny Masie Len ‘Tasluctonae Silvia Kot yt: LEN PULCASOPIDES BYE MMOL Reiner dle Socvate @ Sinwas de Bemevuir vs Tes ality PLON. 208 Dineiiy de interineos: Main Isabel Bart Disen de crcelins exclusives ce eeiday en eastellane pare Ameiva Tain DOM. Grape ILLS V8.1, pasa st sel Eaiteriat El Alene es 2455 - C1282 NCA; Buren Aires Argentina 11) 40969 8200 » Bac! 411, 308 4109) vinarial@eliteweo.conn 1 ealivignc abi de 2003 ISBN 978-950-02.07 12.6 Inpreso en Verlap SoA. Chsizmlante Spare 6571, Avellaneda, rresneia de Buenos Nios nil de 201% Queda hecho efdepssito que establece fa ley 1.725. Liaw ele edicion argent «la repraducvin total 6 parcial. ¢ fa ransformacin de este lbs Inoice WeTRODUCCION momen 1. PuaToN Hiro ol amor. 2. Lucaecio amor desofad 3. MONTAIGNE Bh amor 010 en a Jeansfacques Rousseau Vida y muerte del romantic. 5. lmaNUEL KANT desir de moh 6. ARTHUR SCHOPENHAUER amor $682 nn 7. SOREN KIERKEGAARD a0 LUE eee 6: Frueoice NievascHe lomo martleee 9. MARTIN Hetozccer y HANNAH ARENDT El aletea de Fra. 10,JEAN-PAUL SARTRE ¥ SIMONE DE BEAUVOKR amore ber InTRODUCCION sun lugar comtin fuertemente instalado: el amor y la filosofia no “foriman una buena pareja. Viven en cuartos ‘separados, al menos ‘desde el comienzo de los tiempos modernos. Al parecer, el amor, el sentimiento que mas nos ha sat desencantamiento generalizado del mundo. El pequeho Cupido, ‘con su aspecto al mismo tiempo anifiado y hostil, que oculca entre sus alas un arco asesino, habria terminado en el cementerio de las antiguallas junto con los demés dioses. En el fondo, la tradicion pesimista de los moralistas franceses habria ganado la batalla del amor. Detras del torpe romanticismo, se disimullarfa apenas fa rea- lidad del sexo, del célculo y de la voluntad de poder. El sentimiento _amoroso no mereceria siquiera dos horas de esfuerzo conceptual ‘Cuando se aborda un tema tan central en la vida humana, sorprende comaprobar que es casi un terreno yermo descuidado, abandonado lo atrapar, no pudo sobrevivir al 10 AUDE LANCELIN Y MARIE LEMONNIER a los novelistas del nihilismo sexual, a fos socidlogos de una nueva confusion amorosz’, 0 a una religiosidad de pacotila. Nadie se propone realmente comparar los diferentes enfoques filosdficos sobre el amor, hasta el punto de que se suele encontrar mas pro- fundidad sobre el tema en las canciones populares que en los pensadores contemporanecs. ‘Arthur Schopenhauer formulé ya con fuerza este asombro en El mundo como voluntad y representacién, publicado en 1818. “En realidad, habria que sorprenderse de que un objeto que desempe- jia un papel tan importante en la vida humana, nunca haya sido realmente tomado en cuenta hasta ahora por los filésofos, y se presente ante nosotros como una materia que nadie ha tratado todavia’ Es una exageracién, por supuesto. Parece incluso una bur- la, cuando el irascible filésofo prusiano ha llegado @ reducir la reflexién platénica a un asunto de amor homosexual griego, Pero alude también a un verdadero misterio. En efecto, la paradoja resi de en que la filosofia, nacida en Grecia junto con la cuestion del amor, como fa Venus que surge desnuda de la valva botticelliana, parece haber renegado de ese origen. Su iniciador, Sécrates, decia en i banquete de Platén que no sabia nada, més alld de “los temas relativos a Eros’, Una declaracin prometedora, pero que casi no tuvo efectos posteriores. Habra que llegar a Kierkegaard para que clamor wuelva a ser abordado como un modo de comprensién de la existencia Condici6n sine qua non de la felicidad para la mayoria de las personas, tema inagotable de todo drama literario, el amor es tra- tado por los filésofos con la prudencia de quien entra ala jaula de una fiera que amenaza con comérselo crudo, Frente a este hecho, podemos aventurar toda clase de explicaciones. Se puede en- tender que los fitdsofos, en su preocupacion por liberar al hombre 105 FILESOFOS ¥ EL AMOR n de toda alienacién mental, observen con circunspeccién esa extrafia pasién que puede llevar a dejarse motir de tristeza. Un pensador del siglo 1a. C. como Lucrecio, inspirado en la antigua ética griega, sefiala que la filosofia debe apuntar a esa ausencia de preocupa- ion. "Vacio es el discurso de! fildsofo si no contribuye a curar la enfermedad del alma’ dice u los sisternas filoséficos modernos le dieron la espalda, en cierto modo, a esta preocupacién por la "vida buena’. Pero en lo referente al amor ya las pasiones ambiguas en general, el reflejo antiguo sub- sistiées mejor cuidarse de esta energia tan dificil de controler. Sobre todo porque el amor resist a toda, racionalidad. Este €s, sin duda, otro elemento que permite comprender la desconfian- sentencia epicirea. Como se sabe, za secular que le inspira a la filosofia. Arrojado al dominio de! pathos, de los afectos oscuros, de todo ese magma psicolégico que, por definicién, no suele ser iluminado por el sol de la raz6n. ei amor no seria un “objeto” apto para filésofos. A lo sumo, un tema entretenido para literatos. Los esforzados trabajadores del concep- to tratan al amor con el desdén supuestamente muy masculine que siempre esta cispuesto a atacar a cualquiera que se niegue a su viril enfoque. Aunque esta interpretacién parezca estereotipada ¢ irdnica, esta lejos de ser equivocads. No se debe olvidar que el discurso filoséfico sobre el amor es un discurso enunciado por hombres. Nadie sabe cémo serd en el futuro y deberiamos evitar las especulaciones sobre ese punto, pero hasta ahora fue asi. Con ‘excepcién de Hanna Arendt y Simone de Beauvoir, que por otra parte nunca pretendieron destacarse en filosofia pura, no habré que sorprenderse entonces de oir en este libro solo la version de una mitad de fa humanidad. Que el amor sea un tema infrafilos6fico es una peticion de principio que merece ser cuestionada, sino pulverizada. Uno de los i” [AUDE LANCELIN Y MARIE LEMONNIER pocos grandes fildsofos contemporaneos que piensa seriamente ef amor, Alain Badiou, lo define como una “produccién de verdad’. Una experiencia que se basa en el hecho de que “hay Dos’, una iniciacién que se hace posible por un encuentro singular, y mas atin por la “declaracién de amor’, etapa crucial que distingue al deseo de una actividad puramente masturbatoria. Significa que muchos filésofos ignoraron esa apuesta? Evidentemente no, y esa és incluso la tesis de este libro, que se propone modestamente hacerles jus- ticia en ese punto. A su manera complicada o jactanciosa, casi siempre desgarradora, valiéndose muchos de ellos de una feroz animadversién, todos hablaron del tema en forma decisive. Todos tienen, en realidad, algo que decimos sobre el amor, la ilusion de exernidad que ofrece, los suftimientos que provoca y la manera en que se puede tratar de superarlos, ‘Otro lugar comin asegura que solo los poetas y los escritores han planceado solidas verdades sobre este punto. Esto también es tuna ligereza o, al menos, falta de informactén. El autor de Las rela. “ino cuando amamos. Y que el hedonista siempre huira del dolor, “como las epidemias hicieron huir a! alcalde de Burdeos de su casti- Ilo durante un tiempo. Hay que sefialar también que Montaigne pertenece a la cate- gorla de os hombres que no conocieron el carifio de una madre, ~ « AUDE LANCELIN Y MARIE LEMCNNIER El pequenio “Micheau’ fue arrancado de su hogar familiar practi camente al nacer y pas6 de los brazos de una nodriza latinizante 2 los de un preceptor teutén, hasta que ingress como pupilo al col haya existido jamas’, segtin Michel, escudero proveniente de un linaje de negociantes bordeleses recientemente ennoblecido, habla decidido que recibiria esa educacién inspirada en los pre- ceptos de Erasmo. Con é{ mantenia Montaigne una relacion de verdadero afecto, pero con su madre, la gran ausente de los Ensayos, la guerra era abierta. Mujer seca y belicosa, Antoinette de Louppes nunca pudo soportar las travesuras de su hijo mayor. Intenté convencer por todos los medios a su esposo de retirarle la herencia. El rencor era tan tenaz que Pierre Eyquem debio es- pecificar en su testamento todas las condiciones de un pacto de cohabitacién después de su muerte entre la madre y el hijo, entre las que incluyd hasta las escaleras que debia usar cada uno de cellos en la casa familiar. Pero aun con esas escrupulosas precau- ciones, les resultaba imposible entenderse, Antoinette se fue del castillo y termind sus dias en Burdeos, a los ochenta y ocho afios, ge de Guyenne, Pierre Eyquem, “el mejor de los padres que sin cederle ni un denario a su nieta Léonore, la Gnica hija de ‘Michel que lo sobrevivi6. {Qué influencia puede tener en una vida una aversién tan obs- tinada? Algunos consideran fundamental et papel desempefiado por el “odio de la madre” en la melancolia de Montaigne, que lo evaba al enclaustramiento. ISOFOS Y FL AMOR 6 LA AMISTAD SUPERIOR Sin embargo, una ve2, él, que siempre procuré mantenerse fiel a si mismo, experimenté la entrega afectuosa. Y fue un hom- bre quien le hizo compartir ese embeleso: Etienne de La Boe que fue, segtin todo lo hace suponer, el amor de su vida. Cuando se conocieron, hacia 1559, el joven autor del Discurso sobre la servidumbre voluntaria tenia veintiocho afios, y Michel veinticin- co. El primero estaba muy enamorado de su esposa, y el segundo amaba a todas las mujeres. No se sabe siel jurista y el magistrado consumaron 0 no fisicamente su amistad, tan profunda que es na suerte “si se da una en tres siglos” Los Ensayos proporcionan pocos elementos para aclarar Ia cuestién. Apenas hacen una bre- ve alusién a las précticas griegas “aborrecidas con justa razon por nuestras costumbres", pero la critica se centra simplemente en la diferencia de edad entre los amantes. Y en el fondo, eso no importa demasiado. Lo mas importante es que con La Boétie, Montaigne descubre esa comunion de almas que se pierden una en [a otra de un modo tan pleno que ya no se puede encontrar la "costura’. Sea como fuere, Montaigne describe su relacién con Etienne en el tono apasionado del drama amoroso en el capitulo central "De la amistad’ (J;27).El flechazo en el cranscurso de una fiesta realizada en el parlamento de Burdeos: "por un decreto de la Providencia’, “yo no sé qué fuerza inexplicable y fatal”. La “divi- “él me conocia mejor que nadie’, “hasta lo mas na relacion’: hondo de las entrafias’ Finalmente, el fallecimienco de Etienne, que eligid sus brazos ances que los de su esposa para morir de una disenteria a los treinta y dos afios, lo dejé devastado, como amputado de una mitad de si mismo, arrojado a “la noche oscu- ray tediosa’ de Ia vida solitaria. Sin duda, lo anaba con ese amor ca [ADE LANCELIN Y MARIE LEMONNIER inexplicable que solo encuentra razones confusas: “porque era él porque era yo" En es0s cuatro afios demasiado cortos pero esenciales, Michel forjé sus ideas més importantes sobre fa relacion con el otro. Las voleé en esos Ensayos que quiz4 no hubieran existido sin aquel acontecimiento trgico y que simbolizan, como dice Michel Butor en Ensayos sobre los ensayos, una verdadera “elegia” a La Boétie. Una manera de retomar la conversacién con “el més dul- ce,el mas querido y el mas intimo” amigo, que le hizo “la amorosa ofrenda’ de su biblioteca. “Solo él gozaba de mi verdadera ima- ‘gen, vse la llev6. Es por eso que me descifro a mi mismo en forma tan extrafia’, Como lo sefiala Jean Starobinski, estos funerales de Etienne prolongados “para siempre” fueron sin duda el tinico elemento de constancia en una vida entregada a la discontinuidad. Ese vinculo llevé a Montaigne 2 establecer la incomparable supremacia de la amistad sobre la relacién erdtica con las mujeres. El fuego del amor es seguramente “més activo, mas fuerte y mas Violento’, pero también es “ternerario y voluble’, esta “sujeto a'arre- batos e interrupciones', El erotismo que no dura se apodera de nosotros “por un solo lado”. La amistad, en cambio, nos rodea de un calor constante y tranquilo. Es sblida y confiable. Superior en todo, “mantiene su ruta con un vuelo altivo y magnifico, mirando des- defiosamente” a la pasién amorosa, que esté muy por debajo de ella. Ni sometida a las léyes de la sangre, ni con un fin distinto de si misma, como es la procreaci6n en el matrintonio, la amistad sincera es eleccién, admiracién y enriquecimiento reciprocos. Concreta la perfecta unién entre apego y libertad. Los Fudsoros v eL AMOR os {sAcaso las mujeres son capaces de esa clase de relacion profun- da? El mis6gino que hay en Montaigne lo duda, “Su alma no parece bastante firme para sostener la compresion de un nudo tan firme y duradero’, Montaigne concede, sin embargo, que, si la amistad superior con el sexo débil fuera posible, esa forma de relacion en la que el hombre estaria completamente involucrado, en la que se nirian las almas y los cuerpos, representaria un ideal de comple cud humana. El eros del amor junto con ta philia de la amistad de Jos Antiguos. Pero enseguida aclara que “ese sexo no ha dado prue- bas de poder hacerlo’ No AL AMOR ENJAULADO Reconciliar el amor, la amistad y ef deseo en el matrimonio es tuna utopia cantempordnea de la que ese escéptico seguramente se hubiera burlado. Sin embargo, después de dos afios de vehemente libertinaje que no vencieron su tristeza por haber perdido a Etienne, Montaigne se entregé a esa institucion que presentaba en su tiem po el enorme inconveniente de tener solo “la entrada libre’. El 22 de septiembre de 1565, a la misma edad que su padre —treinca y tres afios—, se cas6 con Francoise de la Chassaigne, once afios me- nor que él ¢ hija del futuro presidente del parlamento bordelés. Seguramente mis por un chantaje parental —si no habia casa- miento, no habria sucesién— que por gusto personal. ;Acaso no dijo que fue “empujado por causas ajenas’ y que si hubiera depen- dido de él, habria “evitado casarse hasta con la sabiduria misma’? “Los humores licenciosos, como es el mfo, que devesta toda clase de vinculo y de obligacién, no se avienen bien a ello’ Pero es inti lo que digamos: “la costumbre y los usos de la vida comin nos 66 AUDE LANCELIN Y MARIE LEMONNER arrastran’, Una vex ms, Montaigne esta dividido entre su visceral anhelo de libertad y su conservadurismo familiar. Para compatibilizar ambos, deberé asumir plenamente la di- cotomia de los sentimientos De un lado el amor y del otro, el matrimonio. Las amantes en la ciudad, la esposa en el castillo. Mezclar las cosas seria casi un pecado: se estarfa expuesto a la co- rrupcién de ambas. No hay que olvidar el desastroso matrimonio de Jpiter cuando desposé a la mujer con fa que antes habia tenido tun amorio, Y agrega estardelicada expresion: eso es como “defecar en el cesto y ponérselo después en la cabeza”. Habria ademés una doble presion en el hecho de que cohabiten esos dos tipos de rela- ciones: la que surge de las leyes del matrimonio y la del amor que “nos esclaviza a otro". Su inico punto comtin reside en Ia aliena- cién, que es también para Montaigne su mayor defecto. Parece bastante claro que la felicidad no se encuentra en la unién conyu- gal. “Jamas dirfa yo que el matrimonio aporte més alegrias que légrimas’, dice también la frase de Euripides que exhibe en su gabi ete de trabajo. Solo que, una vez que uno se casa, es demasiado tarde para “cocear", Hay que mantener respetuosamente los juramentos, 0 al menos, inventarlo, “Es traicién casarse sin acoplarse’. Montaigne, tan prudente en materia de compromisos, se jacta de haber “ob- servado las leyes del matrimonio con mayor severidad” de lo que “se habla prometido y esperaba’ Con estos obstaculos, uno tiene que saber manejar su indepen dencia: "Debemos reservarnos una trastienda totalmente nues- tra, totalmente libre, en la que establezcamos nuestra libertad y 4 ; 10s FtésOFos ¥ EL amor 6s principal retiro y soledad’, escribe en el libro |. En 1571, cuando vendid su puesto en el parlamento para dedizarse a la escritura entre las doctas Musas, Michel se procuré un lugar de trabajo en una de las torres, a unos cincuenta metros de las habitaciones de Francoise. La ventaja del castellano sobre tun inquilino de dos euar- tos con cocina: en su torrecilla, estrictamente vecada a la comunidad conyugal —Francoise non grata—, tenia su biblioteca, una capilla y el dormitorio en el que se complacia en dormir “duro y solo como un rey’, Como Didgenes en su tonel, paso alli veinte afios, interrumpidos de ver en cuando por sus célebres viajes. Misiones diplomaticas y periplos por Italia ~idiecisiete meses de vacaciones sin esposa ni hijos!— que eran también fa manera mas segura de escapar a la prisién marital. "Dormia, estudiaba cuando queria, y cuando sentia deseos de salir, encontraba siempre com- paiiia de mujeres y de hombres con los que podia conversar. escribié en su Diario de viaje. Orgullosamente sentado sobre su ja~ melgo, dominando por fin el mundo sin embarrarse los pantalones, comparando a su gusto las jévenes beldades romanas con las flo- rentinas, simplemente era libie y feliz, Después de todo, “al casarnos, no hemos jurado mantenernos amartados uno al otro". Aunque Frangoise quiza se habla casado con un “adicto al ‘sexo’, su lecho solia estar bastante frio. Al parecer, Montaigne vi- sitaba en forma muy ocasional a su esposa. Florimond de Rémond, amigo de la pareja, aseguraba incluso que él nunca la habia visto desnuda. Sin embargo, decfan que era lo “suficientemente bella’ y por poco lasciva que fuera, did a luz a seis hijas que, con excep- cién de Léonor, murieron a edad temprana. Salvo para fa pro- creacién, el sexo no parecfa formar parte de los "servicios mutuos” que para Montaigne eran propios del matrimonio. Le parecia més

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