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INICIA ACCION DE AMPARO.

SE DECRETE URGENTE MEDIDA


CAUTELAR.

Sr. Juez

, por derecho propio, con domicilio real en la calle , de la Localidad de


, partido de ; con el patrocinio letrado del doctor , Abogado, inscripto en la
Matrícula del Colegio ; constituyendo domicilio procesal en la calle , teléfono
, correo electrónico , a V.S. respetuosamente nos presentamos y respetuosamente
decimos:

I. - OBJETO
Que venimos a promover acción de amparo contra la Administración Federal
de Ingresos Públicos, con domicilio en la calle , contra el Honorable Poder
Legislativo Nacional y/o contra quien resulte responsable de la explotación comercial
y/o industrial que se desarrolla en el inmueble sito en la calle de esta Ciudad
Autónoma de Buenos Aires

II. HECHOS

III. PROCEDENCIA DE LA ACCION


Se trata de preservar mediante el presente amparo el inalienable derecho a …
Además, se ven conculcados nuestro derecho a …

Por último, resalto que el objeto de la acción de amparo es el valor
instrumental que posee el ciudadano de contar con una herramienta expedita y rápida
para asegurar la vigencia cierta de los derechos constitucionales. Las cuestiones de
orden procesal no pueden ser interpretadas de modo de desvirtuar los fines de la Ley
Suprema, determinándose así la procedencia temporal de la acción que se deduce por
imperativo Constitucional.
IV. - PRUEBA
a) Documental Solicito se la tenga por agregada
b)
d) Informativa: Se libren oficios a
e) Testimonial: Se cite a declarar a (máximo 5)
f) Prueba Pericial: Se designe perito ingeniero químico de la lista, a fin de que
se expida sobre los siguientes puntos:

VI. - DERECHO
Fundo el derecho que me asiste en los artículos … de la Constitución
Nacional; ley...,, doctrina y jurisprudencia aplicable.

VII.- SOLICITA URGENTE MEDIDA CAUTELAR

1. La medida cautelar solicitada

Solicitamos que en forma urgente, con carácter previo a correr traslado de la


presente demanda, e inaudita parte, V.S. dicte una medida cautelar por la que se
suspenda …, hasta tanto se dicte sentencia definitiva firme en la presente causa.
Destacamos que en autos se encuentran reunidos los requisitos procesales para
el dictado de la medida cautelar solicitada requeridos por las normas vigentes aplicables
al presente proceso a saber: el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación
(CPCCN).
Dejamos asimismo planteada la inconstitucionalidad de los artículos 3.4., 4.1.,
5, 9,  10, 13, 14 y 15 de la ley 26.854.
Asimismo, para el caso que V.S. considere que todos o algunos de los artículos
mencionados de la ley 26.854 son constitucionales, subsidiariamente señalamos que la
presente petición de medida cautelar cumple con los requisitos exigidos por la referida
ley.
Todo ello conforme las consideraciones de hecho y derecho que seguidamente
exponemos.

2. Cumplimiento de los recaudos exigidos para la concesión de la medida


cautelar previstos en el art. 195 del CPCC

Conforme ha sido expresado en el apartado precedente, es aplicable a la


medida cautelar solicitada los requisitos exigidos por los artículos 195°, 232° y
siguientes del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
En primer lugar destacamos que existe verosimilitud en el derecho. En efecto,

En segundo lugar, sostenemos que en el presente caso existe un
gravísimo peligro en la demora. Es que, si no se hace lugar a la pretensión cautelar
solicitada en el presente, …
En tercer lugar, solicitamos a V.S. que disponga como contracautela la
caución juratoria por las eventuales costas y daños y perjuicios, caución que desde ya
dejamos planteada para tal caso. Sin perjuicio de lo anterior, también destacamos que,
conforme el artículo 199°, párrafo 3°, V.S. cuenta con facultades para determinar la
calidad y monto de la caución en función de la mayor o menor verosimilitud del
derecho y las circunstancias del caso. Dicha norma constituye una aplicación de la
denominada teoría de los vasos comunicantes de los requisitos de las medidas cautelares
por el cual si se registra una acentuada verosimilitud del derecho se podrá ser menos
exigente a la hora de graduar la contracautela y hasta a dispensar la prestación de ella..

3. Carácter inaudita parte de la medida cautelar solicitada.  Efecto devolutivo


de todo recurso. Plazo de vigencia.
Conforme lo estipula el artículo 198° del Código Procesal Civil y Comercial de
la Nación, la medida cautelar solicitada debe decretarse y cumplirse sin audiencia de la
contraparte.
Asimismo, es preciso destacar desde ya que “ningún incidente planteado por el
destinatario de la medida podrá detener su cumplimiento” (artículo 198°, párrafo 1°, del
CPCCN) y que todo recurso que se interponga contra la providencia que admitirá la
medida solicitada debe concederse “en efecto devolutivo” (artículo 198°, último
párrafo, CPCCN).
Por último, solicitamos que la vigencia de la medida cautelar solicitada se
extienda hasta tanto recaiga sentencia definitiva firme en la presente causa.

4. Inconstitucionalidad de la ley 26.854.


Dejamos asimismo planteada la inconstitucionalidad de sus artículos 3.4., 4.1.,
5, 9, 10, 13, 14 y 15.
Ello así por cuanto las referidas normas constituyen un conjunto que –como
bloque- implica una mutilación flagrante del derecho a una tutela judicial efectiva,
derecho que cuenta en nuestro país con jerarquía constitucional y convencional.
Es sabido que nuestra Constitución Nacional consagró en su artículo 18° la
garantía de la inviolabilidad de “la defensa en juicio de las personas y los derechos”. La
interpretación de la garantía fue evolucionando y se fue ampliando hasta incluir no sólo
el debido proceso adjetivo sino el derecho a la jurisdicción, que “reclama,
simultáneamente, el derecho de ocurrir ante un juez en procura de justicia a fin de
obtener una sentencia justa y motivada susceptible de los recursos previstos en las
leyes, junto con la exigencia de que el proceso se sustancie con rapidez, dentro de
plazos razonables”.
Ahora bien, el reconocimiento del derecho a la “tutela judicial
efectiva” implica otorgar garantías adicionales y más amplias aún que el denominado
derecho a la jurisdicción, por cuanto la tutela judicial efectiva “apunta a la eliminación
de las trabas que obstaculizan el acceso al proceso, tanto como a impedir que, como
consecuencia de los formalismos procesales, queden ámbitos de la actividad
administrativa inmunes al control judicial y, por último, tiende a asegurar el ejercicio
pleno de la jurisdicción”.
En nuestro país, el derecho a la tutela judicial efectiva ha pasado a ocupar un
rol central en nuestro ordenamiento jurídico a partir de la ratificación de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, conocida como Pacto de San José de Costa Rica,
y aún más con la reforma constitucional de 1994 que en el artículo 75° inciso 22) otorgó
a dicha convención jerarquía constitucional.
Al respecto, aún antes de la reforma constitucional de 1994, la Corte Suprema
de Justicia de la Nación ha dicho que “la idea directriz de la división de poderes que
opera sincrónicamente con otra idea directriz de nuestro sistema constitucional –que
emerge de la garantía del debido proceso- cual es el principio pro-actione a que
conduce el derecho fundamental en la tutela judicial efectiva, que se deriva,
necesariamente, del art. 18 de la Constitución nacional, cuya regulación se integra,
además con las disposiciones del Pacto de San José de Costa Rica, que al ser aprobado
por la ley 23.054 y ratificado el 5 de diciembre de 1984, tiene el carácter de ley
suprema de la Nación, de acuerdo con lo dispuesto por el art. 31 de la Constitución
Nacional” (Fallos: 315:1492 y 316 :2454).
Ahora bien, para comprender el alcance del derecho a la tutela judicial efectiva
es preciso acudir al artículo 25 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
que, con meridiana claridad, establece cuanto sigue:
“1.Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos
que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la
presente Convención, aún cuando tal violación sea cometida por personas que actúen
en ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen:
a) A garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal decidirá
sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b) A desarrollar las posibilidades de recurso judicial;
c) A garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda decisión en
que se haya estimado procedente el recurso”.
Adviértase entonces que el artículo 25 del Pacto de San José de Costa Rica
establece con claridad y detalle los lineamientos que el Estado debe garantizar a sus
ciudadanos para otorgarles una tutela judicial efectiva. Entre ellos cabe destacar
especialmente:
-          el derecho a un recurso sencillo y rápido o cualquier otro recurso efectivo;
-          el derecho a dicho recurso aún cuando tal violación sea cometida por autoridades
públicas;
-          el derecho de toda persona a interponer tal recurso sin distinciones;
-          el derecho a obtener una decisión sobre el recurso interpuesto;
-          el derecho a desarrollar las posibilidades del recurso judicial, sin limitaciones;
-          el derecho al cumplimiento de la decisión por parte de las autoridades
competentes.
Al respecto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha destacado que
“el derecho a la tutela judicial efectiva exige a los jueces que dirijan el proceso de
modo de evitar que dilaciones y entorpecimientos indebidos conduzcan a la impunidad,
frustrando así la debida protección judicial de los derechos humanos” y que “el
derecho de acceso a la justicia implica que los Estados no deben interponer obstáculos
a las personas que acudan a los jueces o tribunales con el fin de que sus derechos sean
determinados o protegidos”.
En particular, debe destacarse también que, como criterio de interpretación de
las normas vinculadas con el acceso a la tutela judicial efectiva, la CIDH ha dicho que
“cualquier norma o medida del orden interno que imponga costos o dificulte de
cualquier otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que no esté
justificada por las razonables necesidades de la propia administración de justicia, debe
entenderse contraria al artículo 8.1 de la Convención”.
A la luz de todo lo expuesto, es evidente entonces que el conjunto de las
normas cuestionadas de la ley 26.854 contradicen y violan el derecho a la tutela judicial
efectiva, y son por ende inconstitucionales. A continuación analizaremos la cuestión en
detalle.
En primer lugar, el conjunto de normas cuestionadas es inconstitucional por
cuanto el régimen de medidas cautelares organizado por toda la ley 26.854 y, en
particular, por sus artículos 3.4., 4.1., 5, 9, 10, 13, 14 y 15 NADA tiene de “sencillo”
“rápido” ni “efectivo”. Por el contrario, dichas normas están dirigidas a establecer un
régimen al que bien le caben todos los antónimos de los adjetivos que el Pacto de San
José de Costa Rica exige instaurar para garantizar la tutela judicial efectiva, a saber:
complejo, lento, no efectivo, y podríamos agregar también: alambicado, oscurantista,
discriminatorio, autoritario y, en suma, inconstitucional.
Adviértase que en virtud de los artículos cuestionados toda medida cautelar
contra el Estado Nacional y sus entes descentralizados en materia contenciosa-
administrativa se vea afectada por las siguientes restricciones inconstitucionales:
a) El artículo 3.4. de la ley 26.854 impide que la medida cautelar coincida con el objeto
de la demanda principal. Esta regla se aparta de la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia de la Nación y de todos los tribunales progresistas de nuestro país que, desde
el hito constituido por el caso “Camacho Acosta” (Fallos 320:1633), han reconocido la
necesidad de brindar una tutela anticipada en casos en que exista un perjuicio
irreparable que así lo imponga. Adviértase que sólo mediante la tutela anticipada, que
bien puede llevar a que la cautelar coincida con el objeto de la demanda principal, es
posible cumplir con la finalidad de las medidas cautelares, que no es otra que prevenir
que las sentencias lleguen demasiado tarde, cuando ya su dictado sea imposible o
ineficaz. Es que, sólo mediante la tutela anticipada, es posible otorgar un recurso
sencillo, rápido y efectivo como lo exige el derecho a la tutela judicial efectiva (cfr.
artículo 25.1. del Pacto de San José de Costa Rica).
b) El artículo 4.1. de la ley 26.854 establece la obligación de requerir a la autoridad
pública demandada un informe previo para que se expida sobre el interés público
comprometido, las condiciones de admisibilidad y procedencia de la medida, y
acompañe constancias documentales. De tal modo se destruye uno de los caracteres
esenciales de las medidas cautelares que es su tramitación in audita parte, dirigida a
asegurar con la mayor rapidez y urgencia posible, la efectividad de la medida frente al
peligro en la demora, y a evitar la apertura de una discusión que puede llevar a frustrar
el derecho cuya vigencia se encuentra afectada en el caso.
El hecho de que se permita el dictado de una “medida interina” de ningún
modo abre una esperanza respecto de la sencillez, rapidez y efectividad del régimen. Es
que dicha medida interina sólo puede ser dictada por “circunstancias graves y
objetivamente impostergables” y tendrá eficacia únicamente hasta el momento de la
presentación del informe o del vencimiento del plazo fijado para su producción. Se
establece así un valladar de difícil cumplimiento para impedir el acceso a la “medida
interina” y además se la acota en el tiempo, hasta el momento en que la autoridad
pública competente presente su informe. Luego de ese momento procesal, la “medida
interina” debería perder su vigencia, aún cuando tampoco se le otorgue al justiciable la
oportunidad de obtener otra medida de similar eficacia. Ello así por cuanto, luego de la
presentación del informe de la autoridad pública, podrá ordenarse una vista al
Ministerio Público, y el juez estudiará el pedido de cautelar, trámites que pueden
insumir varios días y aún semanas, sin que exista una “medida interina” vigente que
permita asegurar la vigencia de los derechos afectados que motivaron el pedido cautelar.
De tal modo, la imposibilidad de dictar medidas cautelares inaudita parte, y las
restricciones a las “medidas interinas” constituyen una violación del compromiso de
nuestra Nación reconocer a toda persona un recurso judicial “sencillo, rápido y
efectivo” (cfr. artículo 25.1. del Pacto de San José de Costa Rica).
c) El artículo 5 de la ley 26.854 establece un plazo de vigencia temporal razonable para
todas las medidas cautelares dictadas frente al Estado. Este plazo se debe fijar en todos
los casos bajo pena de nulidad y no puede nunca ser mayor a los 6 meses. Como
fundamento de esta regla, el Mensaje de Elevación de la ley 26.854 citó la opinión de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación en la ya remanida causa “Grupo Clarin S.A. y
otros s/ medidas cautelares”, en la que la Alto  Tribunal señaló la necesidad de que en
determinados casos se fijen plazos razonables de vigencia para las medidas cautelares
como forma de equilibrar los derechos en juego y evitar abusos en el dictado de tales
medidas. Ahora bien, a partir de un razonamiento válido, la ley 26.854 ha construido
una norma inconstitucional que nada tiene de razonable, que se aparta de los
antecedentes en que pretende  fundarse y que viola vulgarmente el derecho a la tutela
judicial efectiva. Es que, a partir de un criterio general de prudencia vertido por la Corte
Suprema para evitar abusos cautelares, el artículo 5 de la ley 26.854 ha establecido la
obligación de fijar en todos los casos un plazo de vigencia a las medidas cautelares, sin
tomar en consideración cuáles son los derechos en juego en cada caso, la gravedad de la
lesión infligida, el peligro en la demora, la irreparabilidad de los daños ocasionados y
las demás circunstancias de cada caso. Y adicionalmente ha fijado un plazo que, por su
carácter exiguo, es absolutamente irrazonable y carece de todo antecedente. Adviértase
que en el caso “Grupo Clarín S.A.” el plazo de vigencia fue de 36 meses, es decir, 6
veces más que el plazo fijado en la ley 26.854. Y aún en los casos en que el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación fija un plazo de vigencia a las medidas
cautelares, lo hace por 5 años (en el caso de embargos e inhibiciones). En cambio, el
plazo de vigencia 6 meses carece de toda justificación y antecedente que lo respalde,
por lo que sólo cabe concluir que está dirigido a recortar el derecho a la tutela judicial
efectiva. De tal modo, el plazo de vigencia de 6 meses constituye una violación del
compromiso de nuestra Nación de asegurar un recurso judicial “sencillo, rápido y
efectivo” (cfr. artículo 25.1. del Pacto de San José de Costa Rica) y de “desarrollar las
posibilidades del recurso judicial” (cfr. artículo 25.2.b. del Pacto de San José de Costa
Rica).
d) El artículo 9 de la ley 26.854 establece que los jueces no podrán afectar los recursos y
bienes del Estado ni imponer cargas personales pecuniarias a los funcionarios. De tal
modo, la ley 26.854 construye un privilegio indebido a favor del Estado Nacional y aún
de los funcionarios públicos, facilitando el incumplimiento impune de las decisiones
judiciales, y  el incumplimiento del principio de igualdad contenido en el artículo 16 de
nuestra Constitución Nacional; y violando el compromiso de nuestra Nación de
“garantizar el cumplimiento por las autoridades competentes de toda decisión en que se
haya estimado procedente el recurso” (cfr. artículo 25.2.c. del Pacto de San José de
Costa Rica).
e) El artículo 10 de la ley 26.854 impone necesariamente la obligación de todo
justiciable de otorgar una contracautela mediante caución real o personal, prohibiendo
expresamente la caución juratoria.  De este modo, la ley 26.854 impone un nuevo
obstáculo a la tutela judicial efectiva, por cuanto, mediante esta exigencia de carácter
patrimonial se violenta el compromiso del Estado de “garantizar que la autoridad
competente prevista por el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda
persona que interponga tal recurso” (cfr. artículo 25.2.a. del Pacto de San José de Costa
Rica). En rigor, exigir una contracautela gravosa, sin admitir excepción alguna, y en
todos los casos –aún cuando la verosimilitud en el derecho, el peligro en la demora y el
perjuicio irreparable sean evidentes- sólo tiene por finalidad impedir el derecho a un
recurso “sencillo, rápido y efectivo” (cfr. artículo 25.1. del Pacto de San José de Costa
Rica).
f) Por último, los artículos 13, 14 y 15 enumeran un conjunto extremadamente riguroso
de requisitos a cumplir para obtener el dictado de una medida cautelar que suspenda los
efectos de un acto estatal y/o una medida innovativa y/o una medida de no innovar.
En efecto, a los actualmente aplicados requisitos de verosimilitud en el
derecho, peligro en la demora y, en su caso, perjuicio irreparable, la ley 26.854 agrega
un requisito adicional absolutamente irrazonable: que la decisión cautelar no produzca
efectos jurídicos o materiales irreversibles.  Adviértase que, en determinados casos, los
justiciables pueden encontrarse frente a una situación de todo o nada frente a la
violación de sus derechos por parte del Estado: si logran obtener una medida cautelar
que los protege y les evita un perjuicio irreparable muy probablemente dicha cautelar no
permita consumar la violación de sus derechos con posterioridad. En tal caso se trataría
de una decisión “irreversible” pero que fue dictada para evitar un perjuicio irreparable a
quien contaba con verosimilitud en el derecho. Y en tal caso la ley 26.854 pretende que
la medida cautelar no sea dictada y que prime la ilegitimidad del accionar estatal. Entre
la irreversibilidad de los perjuicios a los derechos de los ciudadanos y la irreversibilidad
de las decisiones violatorias de tales derechos por parte de las autoridades públicas, la
ley 26.854 ha optado por las autoridades públicas, violando gravemente nuestro orden
constitucional.  En suma, se trata de un recaudo inaudito que, en rigor, constituye un
gravísimo obstáculo para obtener un recurso “sencillo, rápido y efectivo”  (cfr. art. 25.1.
Pacto de San José de Costa Rica).
Adicionalmente el artículo 13.3. establece que la apelación contra una medida
cautelar que suspenda los efectos de un acto estatal tendrá efecto suspensivo (y no
devolutivo como ocurre en todas las medidas cautelares reguladas por el Código
Procesal Civil y Comercial). De tal modo, la ley 26.854 impone un nuevo obstáculo a la
efectividad de las medidas cautelares exigida por el artículo 25.1. del Pacto de San José
de Costa Rica, permitiendo que éstas queden meramente libradas a la voluntad de las
autoridades públicas de interponer una apelación.
En suma, adviértase que en sus artículos 3.4., 4.1., 5, 9, 10, 13, 14 y 15, la ley
26.854 construye un régimen de cautelares específico contra el Estado Nacional, que
requiere citar en forma previa al demandado para que se expida sobre la petición,
impone una contracautela necesariamente gravosa, impide ejercer una tutela anticipada,
otorga un privilegio a los bienes del Estado y de sus funcionarios, enumera requisitos
extremadamente rigurosos para el dictado de la cautelar, somete su eficacia a la
voluntad de las autoridades públicas de interponer un recurso de apelación y, para el
caso que se haya podido sortear todos los obstáculos establecidos, fija un exiguo plazo
de vigencia, obligando a reeditar la discusión sobre su admisibilidad y procedencia cada
6 meses.
Se advierte entonces que, en su voracidad por limitar las medidas cautelares
contra el Estado, la ley 26.854 ha construido un régimen cuya complejidad, lentitud y
falta de efectividad necesariamente impone que se lo declare inconstitucional.
En segundo lugar, los artículos 3.4., 4.1., 5, 9, 10, 13, 14 y 15 de la ley 26.854
son inconstitucionales por cuanto establecen, para los actos cometidos por las
autoridades públicas, un régimen diferencial  discriminatorio extremadamente más
gravoso y restrictivo que el régimen general previsto en el Código Procesal Civil y
Comercial.
Esa discriminación entre sujetos demandados en un proceso cautelar, si bien se
la intentó justificar en el Mensaje de Elevación de la ley con alusiones genéricas al
interés público, la autonomía del derecho administrativo y la preponderancia del Estado
sobre los particulares, no constituye más que una discriminación autoritaria, reñida con
una visión progresista de los derechos humanos y, en lo que importa al presente,
violatoria del derecho a la tutela judicial efectiva.
Es que el artículo 25 del Pacto de San José de Costa Rica establece que el
derecho a un “recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo” es
reconocido aún cuando las violaciones de derechos sean cometidas por “personas
que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”. Es decir, no es
constitucionalmente admisible estructurar un recurso alambicado, complejo,
oscurantista y autoritario para obstaculizar el ejercicio del derecho a la tutela judicial
efectiva frente al accionar de las autoridades públicas. Y si bien no es
constitucionalmente admisible, los artículos 3.4., 4.1., 5, 9, 10, 13, 14 y 15 de la ley
26.854 lo han pretendido hacer, y es por ello que corresponde declarar su
inconstitucionalidad.
En tercer lugar, los artículos 3.4., 4.1., 5, 9, 10, 13, 14 y 15 de la ley 26.854
son inconstitucionales por cuanto pretenden efectuar una discriminación indebida
entre las personas amparadas por el derecho a la tutela judicial efectiva.
Conforme se ha señalado, el artículo 25.2.a. garantiza “a toda persona” el
derecho a interponer un recurso sencillo, rápido y eficaz. Consecuentemente, no existe
ni debe existir distinción alguna para ejercer la tutela judicial efectiva en los casos en
que se violen los derechos fundamentales de una persona reconocidos por la
Constitución, la ley o la Convención Americana de Derechos Humanos.
Sin embargo, la ley 26.854 construye un régimen que efectúa distinciones
indebidas entre las personas afectadas, los derechos afectados y los procesos tramitados.
En efecto, la ley 26.854 distingue entre las medidas cautelares solicitadas contra y por el
Estado, entre las medidas cautelares solicitadas en cualquier tipo de proceso y las
solicitadas en los procesos de amparo, y entre las medidas cautelares vinculadas o no
con situaciones de vulnerabilidad.
En relación a este último punto, la ley 26.854 pretende aliviar sus exigencias
rituales cuando “se trate de sectores socialmente vulnerables acreditados en el proceso,
se encuentre comprometida la vida digna conforme la Convención Americana de
Derechos Humanos, la salud o un derecho de naturaleza alimentaria” y “cuando se trate
de un derecho de naturaleza ambiental”.  Ahora bien, de tal modo la ley 26.854 sólo
profundiza su inconstitucionalidad por cuanto efectúa una discriminación absolutamente
irrazonable e, incluso incompleta.
Es absolutamente irrazonable porque no se comprende por qué los sectores que
no son socialmente vulnerables deben ver restringidos sus derechos a una tutela judicial
efectiva. La vulnerabilidad no es un criterio que permita discriminar válidamente a los
fines de garantizar o no garantizar el cumplimiento mínimo de un derecho tan
fundamental como el derecho a la tutela judicial efectiva.
Y la discriminación efectuada por la ley 26.854 es incompleta  por cuanto el universo de
situaciones que requieren de normas flexibles para el acceso a la justicia no está
únicamente limitado a los supuestos identificados por la ley 26.854. Ni siquiera la
inclusión de la afectación de “la vida digna conforme la Convención Americana de
Derechos Humanos” es suficiente para permitir la incorporación de todo el universo de
situaciones susceptibles de ser amparadas por normas más benignas y flexibles.
Adicionalmente, debe destacarse que la vulnerabilidad tampoco es definida ni
identificada sino que sólo se exige que sea “acreditada en el proceso”. Ello implica que
el “vulnerable” debe acudir al Poder Judicial y, previo a obtener una decisión que
coadyuve a garantizar sus derechos, debe demostrar en el expediente que
es “vulnerable”. Es decir, la ley 26.854 contempla al “vulnerable” pero lo obliga a
victimizarse una vez más mediante la acreditación de su “vulnerabilidad”. Así de
absurdo y macabro es el sistema que la ley 26.854 pretende establecer.
5. Subsidiariamente plantea cumplimiento de los requisitos de la ley 26.854.
Por último, para el aún más hipotético e improbable caso que V.S. considere
que todos o algunos de los artículos mencionados de la ley 26.854 son constitucionales,
de todos modos señalamos que la presente petición de medida cautelar cumple con los
requisitos exigidos por la referida ley, cualquiera sea el régimen de dicha ley que se
pretenda aplicar en este caso.
Hemos señalado que la ley 26.854 distingue –en forma irrazonable,
discriminatoria y por ende inconstitucional- entre cautelares vinculadas o no a
situaciones de vulnerabilidad.
Y también hemos señalado que la ley 26.854 considera que existe una situación
de vulnerabilidad cuando “se trate de sectores socialmente vulnerables acreditados en
el proceso, se encuentre comprometida la vida digna conforme la Convención
Americana de Derechos Humanos, la salud o un derecho de naturaleza
alimentaria” y/o “cuando se trate de un derecho de naturaleza ambiental”. En el
presente caso nos encontramos ante un supuesto en que se encuentra comprometida la
vida digna, la tutela judicial efectiva y el derecho a obtener una resolución en un plazo
razonable, conforme la Convención Americana de Derechos Humanos y, por ende, se
debe regir por las normas de la ley 26.854 para situaciones de vulnerabilidad.
En efecto, en el presente caso, al discutirse …, se encuentra comprometida …
Consecuentemente, al tratarse el presente caso de una situación de
vulnerabilidad, destacamos que la presente petición de medida cautelar cumple con los
requisitos exigidos por la ley 26.854.
En segundo lugar conforme lo exigido por el artículo 3.2 de la ley 26.854,
durante todo el desarrollo de nuestro escrito hemos indicado de manera precisa y clara
el perjuicio que se procura evitar (…), la actuación estatal que lo produce (…) y el tipo
de medida que se solicita (…).
A su vez, a continuación detallaremos el cumplimiento de los requisitos que
corresponden a la medida requerida.
En tercer lugar, la medida cautelar solicitada no coincide con el objeto de la
demanda. La demanda tiene por objeto …. En cambio, la medida cautelar tiene por
objeto …. Los efectos de una y otra petición son distintos y por ende los objetos de una
y otra petición son diferentes Adviértase además que la propia ley 26.854 en su artículo
13° reconoce la posibilidad de que se dicten medidas cautelares que suspendan los
efectos de una ley. Por ende, es la propia ley 26.854 la que reconoce que los pedidos
cautelares de suspensión de los efectos de una ley, o aún de un acto administrativo, no
se encuentran prohibidos por existir algún grado de coincidencia entre el objeto de la
cautelar y el objeto de la demanda.
En cuarto lugar, atento tratarse de una situación de vulnerabilidad, la presente
medida cautelar puede tramitarse y decidirse sin informe previo de la autoridad
pública demandada, conforme lo habilita el artículo 4.3. de la ley 26.854.
En quinto lugar, atento tratarse de una situación de vulnerabilidad, conforme el
artículo 5°, párrafo 2°, tampoco es un deber de V.S. fijar un límite razonable para la
vigencia de la medida cautelar solicitada. Consecuentemente, bien puede V.S. mantener
la vigencia de la cautelar hasta tanto se dicte sentencia definitiva que haga cosa juzgada
en la presente causa y así solicitamos que lo haga.
En sexto lugar, de acuerdo al artículo 10.2, V.S. puede fijar una caución
juratoria, sin necesidad de exigir una caución real o personal. A tal efecto, dejamos
desde ya planteada y constituida dicha caución juratoria.
En séptimo lugar, destacamos que se encuentran reunidos en el presente caso
todos los requisitos exigidos por el artículo 13 para el dictado de una cautelar que
suspenda los efectos de una ley, a saber:
a) Se ha señalado la existencia de verosimilitud en el derecho invocado y la
verosimilitud de la ilegitimidad alegada. En efecto, durante todo el desarrollo efectuado
en el cuerpo de la presente demanda se ha señalado la existencia de ….
b) Se ha demostrado que nuestra pretensión cautelar -como en verdad toda nuestra
presentación- está impregnada íntimamente por el interés público. El interés público
máximo consiste en el respeto de la Constitución Nacional, nuestra norma fundamental
que reconoce todos nuestros derechos como ciudadanos y organiza todas las garantías
institucionales para desarrollarnos como sociedad.
c) Advertimos que la suspensión judicial solicitada no producirá efectos jurídicos o
materiales irreversibles.  En efecto, aún en el imposible supuesto de que luego de
ordenada favorablemente la cautelar, la acción de fondo sea finalmente rechazada, los
efectos jurídicos y materiales de la suspensión judicial solicitada podrán ser revertidos
sin ningún inconveniente, mediante …
En octavo lugar señalamos que al tratarse de una solicitud de suspensión de los
efectos de una ley, no es necesario agotar la vía administrativa y mucho menos seguir el
procedimiento de solicitud de suspensión de los efectos del acto ante la Administración
establecido en el artículo 13.2. de la ley 26.854.
En noveno lugar, desde ya destacamos que, al tratarse de un supuesto de
vulnerabilidad, todo recurso que eventualmente se interponga tendrá efecto devolutivo,
y no suspensivo, tal  como lo admite el artículo 13.3. de la ley 26.854.
Finalmente, aún en el hipotético caso que V.S. no sólo considere que la ley
26.854 es constitucional en los artículos cuestionados por el presente, sino que también
decida que no estamos en un caso que involucra una situación de vulnerabilidad,
igualmente destacamos que la presente petición de medida cautelar cumple con los
requisitos exigidos por la ley 26.854.
En efecto, además de todo lo señalado en el punto precedente, destacamos
cuanto sigue:
a) La medida cautelar solicitada debe ser dictada in audita parte como una “medida
interina” admitida por el artículo 4.1., párrafo tercero, de la ley 26.854. Ello así por
cuanto, ante la …, nos encontramos con circunstancias graves y objetivamente
impostergables que imponen el dictado de una cautelar urgente que evite la
consolidación de un perjuicio irreparable.
b) La medida cautelar solicitada debe ser dictada fijando como plazo de su vigencia el
máximo permitido por el artículo 5° de la ley 26.854 -6 meses-, por cuanto sólo de ese
modo se permite avanzar adecuadamente con la acción de fondo sin interferencias del
proceso cautelar. Una vez vencido dicho plazo, para el caso que aún no se haya dictado
sentencia definitiva, dejamos desde ya planteada nuestra solicitud de prórroga del plazo
de vigencia conforme lo admite el propio artículo 5° de la ley 26.854.
c) Nuestra representada  cumplirá con la caución que V.S. disponga conforme el
artículo 10° de la ley 26.854. A tal efecto, solicitamos que, al momento de fijar el monto
de la caución y el modo de constituirla, tenga en cuenta la evidente configuración en la
presente solicitud cautelar de los requisitos de verosilimitud en el derecho, peligro en la
demora e irreparabilidad del perjuicio alegado.
d)  Por último, para el caso que se interponga un recurso contra la decisión que haga
lugar a la medida cautelar solicitada, desde ya dejamos planteado que la norma del
artículo 13.3. de la ley 26.854, interpretada en forma concordante con el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación conforme el artículo 18 de la ley 26.854, no
impide que, por las circunstancias del presente caso, y en virtud de las facultades
directorias del proceso con que cuenta V.S., el recurso sea concedido con efecto
devolutivo (y no con efecto suspensivo).
En síntesis, por todas las razones expuestas, solicitamos que V.S. que en forma
urgente dicte una medida cautelar inaudita parte  que …

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