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CG II 26 PDF
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Antonio Vilanova establece el vínculo directo entre la Moria erasmiana y el hori
zonte cervantino:
« A la luz de los ejemplos mencionados hasta ahora, es, pues, evidente que Cervantes
ha utilizado los rasgos más destacados de la locura espiritual que la Moria erasmiana atri
buye al cristianismo piadoso y devoto, para llevar a cabo la caracterización psicológica
y moral de la figura de don Quijote, a la que ha dado una dimensión humana de la que
carecía la sátira despiadada e hiriente del gran humanista holandés. Es preciso tener en
cuenta, sin embargo, que si bien la intención simbólica del Quijote cervantino tiene sus
raíces originarias en la autonomía típicamente erasmiana entre los intereses exclusiva
mente materiales del hombre mundano y las preocupaciones puramente espirituales del
hombre cristiano, la genial ambigüedad de la novela de Cervantes va mucho más allá que
el mero enfrentamiento simplista entre el hombre espiritual y el hombre carnal». Antonio
Vilanova, Erasmo y Cervantes. Lumen, Barcelona, 1988, p. 94.
* Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica. FCE, México, 1981, p. 59.
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El «engaño de los ojos» se desprende de la doctrina erasmiana de la creencia erró
nea. Sobre esto véase Vilanova, op. cit., p. 34.
Vilanova vincula el episodio de la cueva de Montesinos con la interpretación era
smiana del mito de la caverna platónica:
«En rigor, éste es el problema que se plantea en el episodio de la cueva de Montesinos,
claramente inspirado en la interpretación erasmiana del mito de la caverna platónica, que
el gran humanista holandés había utilizado ya previamente en o t r o capítulo de la Moria,
para demostrar que la felicidad humana no reside en las cosas mismas, sino en la opinión
que de ellas nos formamos. Se trata de un tema clave en la concepción del Quijote cervan
tino que determina la peculiar visión de la realidad en que se basa la locura quijotesca,
y que explica, al propio tiempo, el verdadero sentido que Cervantes quiso atribuir al episo
dio de la cueva de Montesinos». Vilanova. Ibidem, p. 88.
~ Cesáreo Bandera entiende la locura quijotesca a partir de la noción del «deseo
metafisico» de René Girard. El «deseo metafisico» surge cuando los hombres establecen
lazos intersubjetivos de idolatría renunciando a su deseo en íavor del deseo de algún otro.
Este otro se convierte simultáneamente en mediador y en obstáculo. El « d e s e o metafisico»
implica pues la ficcionalización de la realidad del individuo cuyo deseo mimetiza el de otro.
El deseo quijotesco se establece a partir de una mediación interna con Amadís de Gaula.
Sobre esto véase René Girard, Mentira romántica y verdad novelesca. Editorial Ana
grama, Barcelona, 1985 y Cesáreo Bandera, Mimesis conflictiva. Gredos, Madrid, 1975.
— Ei mono dice que parte de las cosas que vuesa merced vio, o pasó, en dicha
cueva son falsas, y parte verisímiles... (I, 26)
De este modo, por boca del mono de Maese Pedro, parecería que la
ficción le negara a don Quijote la legitimidad de sus vivencias.
Posteriormente, ya durante la representación, don Quijote le llama
la atención al muchacho que narra la historia sobre el hecho de que
los moros no usen campanas sino atabales, y un género de dulzainas
que se parecen a las chirimías; observa que el que suenen campanas
en Sansueña resulta disparatado. Maese Pedro interviene entonces
para argumentar que, de ordinario, las comedias se representan con
«mil impropiedades y disparates», sin que por ello dejen de deleitar.
Es en el siguiente episodio, cuando la caballería mora sale de la ciudad
siguiendo a los dos amantes católicos en medio de «trompetas que sue
nan», «dulzainas que tocan» y «atabales y atambores que retumban»,
que don Quijote, «viendo y oyendo, pues tanta morisma y tanto ruido»,
decide ayudar a los que huyen.
Leído el atentado como respuesta a su conversación con el mono
de Maese Pedro, parecería que don Quijote hubiera preparado el ter
reno para establecer que lo verosímil es real. Primeramente, se las
arregla para caer en el hechizo de lo verosímil y, posteriormente, lo
lleva hasta sus últimas consecuencias. Otorgarle a lo verosímil el esta
tuto de realidad implica atentar en contra de la verosimilitud . 8
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Lelia Madrid, Cervantes y Borges: la inversión de los signos. Editorial Pliegos,
Madrid, pássim.
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Al ver la figura de Melisendra, dice don Quijote: «... no hay para qué venderme a
mí gato por liebre, presentándome aquí a Melisendra desnarigada, estando la otra, si viene
a manos, ahora holgándose en Francia con su esposo a pierna tendida» (II, 27).
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« L a locura es la negación del arte, es decir, la discordia, esa discordia que consi
gue, fuera del arte, exactamente lo mismo que consigue ésta: situar la realidad y la ficción
al mismo nivel. El arte no hace sino afirmar lo que lleva a cabo la discordia, en tanto
que ésta existe y se perpetúa negándolo. La discordia, causa y resultado a la vez de la
locura, niega, por tanto, su propia verdad, se niega a sí m i s m a » . Bandera, Ibid., p. 55.
i. La encrucijada epistémica.
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«Episteme en el sentido que le da Foucault, esto es, el modo de ser que tiene el
'orden' a partir del cual pensamos». I.elia Madrid, Cervantes y Borges: la inversión de los
signos. Editorial Pliegos, Madrid, p. 19, n. 7.
Los signos clásicos surgen a partir del momento en que se conoce la posibilidad
de establecer una relación de sustitución entre dos elementos conocidos. De acuerdo con
lo establecido por la Logique de Port-Royal (1662), el signo encierra dos ideas, una la de
la cosa que representa, la otra, la de la cosa representada y su naturaleza consiste en excitar
la primera por medio de la segunda. Véase Michel Foucault, op. cit, p. 40.
" La similitud renacentista tiene cuatro modalidades:
a. La conveniencia es el encadenamiento de la semejanza y del espacio que avecina lo seme
jante y asimila lo cercano de modo que el mundo forme cadena consigo mismo.
b. La emulación surge del enfrentamiento de semejanzas y se configura c o m o círculos con
céntricos reflejados y rivales.
c. La analogía implica, al igual que la emulación, el enfrentamiento de semejanzas a través
del espacio y habla, como la conveniencia de ajustes, de ligas y de junturas.
d. La simpatía (su contraparte, la antipatía) sostienen, mantiene y duplican todo el volu
men del mundo: todas las vecindades de la conveniencia, todos los ecos de la emulación,
todos les encadenamientos de la analogía. Es este el juego que hace que el mundo per
manezca idéntico, que las semejanzas sigan asemejándose. La locura quijotesca parli-
cipa de y se inscribe en esta mismidad.
Sobre la episteme renacentista véase el capítulo « L a prosa del mundo» en Foucault, Ibid..
pp. 26-52.
«... no sólo no es bacía de barbero, pero está tan lejos de serlo c o m o está lejos lo
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