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Ermione, hija de Elena y de Menelao, estando su padre en la guerra de Troya, fué casada en

Grecia con su primo hermano Orestes, hijo de Agamenón, por orden de su abuelo Tíndaro,
padre de su madre, á quien en aquella prolija ausencia de la guerra quedó encomendada. Pero
no sabiendo Menelao del casamiento de su hija, la casó estando sobre Troya con Pirro, hijo de
Aquiles. El cual volviendo de la guerra la usurpó á Orestes, y la poseía por fuerza; y como ella
amase tiernamente á su primero y legítimo marido y primo hermano Orestes, escribióle (según
Ovidio) esta carta (por estar él en aquella ocasión en diferente provincia que ella), donde le
ruega vuelva por su honor y la libre de Pirro, su injusto y tiránico poseedor.

Hablar y departir mi mal conviene Contigo, dulce hermano, dulce esposo, Aunque el nombre
de esposo otro le tiene.

Pirro el hijo de Aquiles animoso, Según su padre, me posee encerrada, Contra el derecho
natural piadoso.

Cuanto pude estorbé ser entregada, Y pudo más tu pérfido contrario; Que fuerzas de mujer no
pueden nada.

¿Qué haces? dije, ¡oh Pirro temerario! ¿Piensas que estoy sin brazo heroico y fuerte Que me
vengue de un crimen tan nefario?

Esta pobre mujer que de tal suerte Tratas, tiene señor, y tan buen dueño, Que la sabrá vengar
y darte muerte.

Y él, más sordo que el mar y con más ceño Que toro, asió de mí que te invocaba, Estimando mi
ultraje por pequeño.

Asió de mí, y llevóme á do moraba, Sueltas mis hebras de oro al sol v al viento, Que de
envidioso alguna me hurtaba.

¿Con qué más grave é infame tratamiento Fuera llevada, si mi patria fuera Entrada por ejército
sangriento?

Con más modestia y mano menos fiera Trató la Grecia á Andrómaca Troyana, Cuando al
greciano ardor Troya cayera.

Mas si te da cuidado la inhumana Pena que sufro, dulce Orestes mío; Si amor te ha dado fuerza
soberana,

Con fuerte brazo y vigoroso brío Cobra el derecho que de mí te ha dado, "Y venga tanta
infamia y desvarío.

Por ventura si todo tu ganado l^o robasen, estando en la dehesa De estacas y fagina rodeado,

¿Tomaras armas por librallo apriesa? Pues cómo, ¿serás tibio y perezoso Estando tu mujer
robada y presa?
Tu suegro te sea ejemplo de animoso, Pues fué recobrador de aquella esposa Que Paris le robó
libidinoso.

Fuéle ocasión el ser ella alevosa Que el nombre de magnánimo le cuadre, Porque emprendió
una guerra tan piadosa.

Si en su palacio amplifico mi padre Se estuviera sentado, fuera hoy día Del Troyano amador
mujer mi madre.

No juntes con estruendo y armonía Mil naves, ni un ejército pujante. Cual lo juntó la griega
Monarquía.

Tú solo ven, que solo eres bastante, Aunque yo así merezco ser buscada, Pues soy cual ella
hermosa y más amante.

No es cosa injusta ni por torpe dada Mover conflictos ásperos con celo De rescatar la dama
que es amada.

¿Para que en argumentos me desvelo? Si no fueras mi esposo, eres mi hermano, Y el Pelopeyo


Atreo es nuestro abuelo.

Hermano, pues, y esposo, da la mano A tu hermana y mujer, que el mundo sabe Tus dos
obligaciones que aquí explano.

Tíndaro, en años y en costumbres grave, De anciana edad, mas de valor robusto, En yugo nos
unió de amor suave.

Tuvo poder como varón tan justo De mis padres, y el mío, que bastaba De disponer de mí
según su gusto.

Mas mi padre, que ausente en Troya estaba,, Me prometió al soberbio Pirro fiero, Ignorante
del caso que pasaba.

Pero porque mi abuelo fué el primero En darme estado, y aun porque es más sabio, Es sólo lo
que él hizo valedero.

Cuando en tus bodas pronunció mi labio El sí, á ninguno entonces hice ofensa; Mas si con Pirro
estoy, á ti hago agravio.

También mi padre en nuestro amor dispensa Porque sabe que al dardo poderoso De amor, no
hay resistencia ni defensa.

A su yerno será blando y piadoso, Cual lo fué para el mesmo; y á mi madre La amansará su
ejemplo poderoso.

Tú para mí serás cual fué mi padre Para tu suegra en la librar, y sea Pirro otro Paris. porque
más me cuadre.

Y si él se jacta, precia, y se bravea Con los hechos de Aquiles, padre suyo, Y en los contar se
ensalza y devanea,

También te gloriarás del padre tuyo, Que hechos tiene dos mil de nombradla: Basta el de
Troya, con que lo concluyo.

Agamenón á todos los regía, También Aquiles era del regido, Y á su imperio y mandato
obedecía.
Si en capitán Aquiles fué elegido, Capitán general fué sin recelo Tu padre, que de Tántalo ha
venido.

Tienes por bisabuelo y tercio abuelo A Pélope y su padre, el cual se sienta, Según nuestra
opinión, allá en el cielo.

Y si acertares en echar la cuenta, En el quinto hallarás que ser mereces De Júpiter, que á todos
nos sustenta.

Ni de propias hazañas tú careces; La espada asiste célebre, envidiada Del mundo en ver la
fama que apeteces.

También fué esta proeza murmurada (Mas ¿quién quitará al vulgo que no ladre?),, Porque en
tu madre se tino tu espada.

Mas ¿qué pudiste hacer? ella á tu padre Dio la camisa, causa de su muerte, Y tú la diste á
Egisto y á tu madre.

Bien que quisiera yo que de otra suerte Mostraras el valor que en ti se halla, Mas la fuerte
ocasión te volvió fuerte.

No buscaste ocasión para matalla, Ella la dio, y en tan supremo grado, Que ignominia te fuera
no acaballa.

El adúltero Egisto degollado Manchó el retrete con su sangre aleve, Que la paterna sangre
había manchado.

Pirro esta muerte á condenar se atreve, Volviendo en grave culpa tu alabanza, Por quitarte el
honor que se te debe.

Y siempre que á agraviarte se abalanza. Me mira y nota bien si mi semblante Se turba ó tiene
indicios de mudanza.

Yo me deshago, y baño en un instante El rostro de color y la alma de ira, Y el corazón de cólera


abundante.

Y como este mi fuego no respira, Quema y ofende al encendido pecho, El cual con el dolor
brama y sospira.

;En presencia de Ermíone tal hecho Se sufre, que á mi Orestes le reprenda Algún hombre
mortal y á mi despecho?

¿De qué sirve que en cólera me encienda? Fuerzas no tengo, fáltame la espada; Sólo me es
dado lengua con que ofenda.

También licencia de llorar me es dada, Y así, el odio, la rabia y el veneno De mi ira inmensa, en
agua es destilada.

De las mejillas al ardiente seno Mis lágrimas descienden como un río Cuando en tiempo de
invierno está más lleno.

Siempre lágrimas tengo; oficio es mío Llorar, y el rostro inculto se humedece Con el perenne
llanto que le envío.

Este infelice caso les acaece A las de nuestra casta; nuestro gaje Es llanto, que en eterno
permanece.
Las Tantálidas hembras son ultraje De las matronas, pues las han robado Casi á todas las más
de mi linaje.

No contaré el engaño enamorado Del Cisne y Leda, ni daré querella De Júpiter en ave
transformado.

Diré que en carros Hippodamia bella Vino robada de Isthmo, la cual corta Dos mares que los
lados baten de ella.

Elena en su niñez, triste y absorta Del temor, fué hurtada por Teseo, Aunque el callar por ser
mi madre importa.

De la ciudad Mopsopia, á lo que creo, Fué por Castor y Pólux redimida, Hermanos, y uno y otro
es Amicleo.

Y habiendo el huésped que nació en el Ida Robádola, incitó con grande exceso La Grecia para
ser restituida.

Apenas se me acuerda del suceso, Pero en fin se me acuerda, que espantable Fué de su robo
todo aquel proceso.

Todo era llanto y luto miserable; Toda la casa regia amenazaba Ruina, espanto y miedo
irremediable

Mi abuelo por sus canas destilaba Lágrimas, y rni tía Clitennestra El robo de su hermana
lamentaba.

Sus dos hermanos, con llorar dan muestra De cuánto sienten de su cara hermana La suerte
avara, pérfida y siniestra

Su madre Leda, del dolor insana, A su Júpiter hizo de esto cargo, Y á cuantos deidad tienen
soberana.

Yo mi cabello, por la edad no largo, También entonces arranqué, y decía Con delicada voz y
llanto amargo:

—¿Sin mí te vas? ¿y adonde, madre mía?— Estaba Menelao de Esparta ausente, Y así no
estuvo al llanto de este día.

Yo, porque soy de aquestas descendiente, Veisme aquí pronta para prisionera De Neoptolemo
ó Pirro el insolente.

Quisiera Apolo Aquiles no muriera, Que él los protervos hechos evitara Del hijo, y de mi mal se
condoliera.

No agradó en aquel tiempo, ni agradara A Aquiles en el nuestro, que un esposo Por robarle su
esposa lamentara.

¿Qué culpa, qué pecado tan famoso Cometí, que los Dioses celestiales Pierden conmigo el
proceder piadoso?

¿Qué sinos, qué planetas principales Hacen con su influencia que me cuadre Tan grave
inundación de acerbos males?

Estuve siendo niña sin mi madre; También por la librar con sus Aquivos, Envuelto en guerras se
ausentó mi padre.
¿Qué más dolor que estando los dos vivos Me viese de los dos desposeída, Huérfana, y en
trabajos excesivos?

¡Ay madre amada, y con razón querida! "Ningún regalo tuve de tu boca En los primeros años
de mi vida

Nunca á tu cuello y delicada toca Ciñó mi corto y delicado abrazo, Que agora al alma á lo sentir
provoca.

Nunca fui carga á tu siniestro brazo, Y si lo fui, yo no me acuerdo de ello. Ni de verme sentada
en tu regazo.

No enrubiaste en lejías mi cabello, Ni con aguas mi rostro adelgazaste Para que fuese más
bruñido y bello.

Y cuando me casé no me adornaste Con regia majestad, pompa y concierto, Ni el tálamo real
me aparejaste.

Volviendo tú (confesaré lo cierto), Salíte á recibir cuando salía Mi padre del esquife á tomar
puerto.

Y viendo tanta dama y bizarría Venir en él, estaba yo dudosa Quién mi madre de aquellas ser
podría.

Pero cuando te vi, fué fácil cosa El conocerte, como ya tuviese Noticia que eras tú la más
hermosa.

Y como en tu presencia yo estuviese Con otras damas de la flor de Esparta, Preguntaste tu hija
allí quién fuese.

Una parte de dicha, y esta es harta, Tengo en tener á Orestes por esposo, Si de él mi sino
adverso no me aparta;

Y sí me apartará, si el animoso Ser suyo, por salir con esta empresa No fuere contra Pirro
victorioso.

Pirro me tiene miserable y presa, Siendo vueltos mis padres con victoria, Por quedar hecho
Príamo pavesa.

Este sosiego, gusto, bien y gloria Nos causa el fin de Troya y su ruina; Triste es la mía, como fué
su historia.

Mientras en carro ardiente el sol camina Por mi hemisferio, gozo de consuelo, Que en fin de
día mi dolor declina.

Mas después que la noche con su velo Me obliga á entrar en la funesta cama, Todo es gemido,
llanto y desconsuelo.

El sueño huye, y luego se derrama Una fuente de lágrimas, testigo Que duerme poco quien de
veras ama.

Y como de pestífero enemigo, Rehuyo con mil ansias inmortales Del que me sigue en máscara
de amigo;

Contemplo allí el discurso de mis males? Y elevóme. Y estando en tal estado, Toco los
miembros Scirios y brutales.
Y cual si hubiese crimen perpetrado Más que nefando, huyo del que toco, Creyendo que las
manos me he manchado.

Y cada vez que el nombre de este loco Me es fuerza pronunciar, como te quiero,. Siempre por
decir Pirro á Oreste invoco.

Y el error de la voz que aiií profiero Lo reverencio; porque en él se encierra Para mi gusto algún
felice agüero.

Mi Orestes, yo la triste á quien da guerra El giro sempiterno, humildemente Por nuestra sangre
infausta acá en la tierra;

Por el origen de ella omnipotente. Que es Júpiter, que tiene el poderío En cielo y tierra y
húmido tridente;

Po los armados huesos de mi tío, Y padre tuyo, cuya remembranza Aflige y turba ai débil pecho
mío, Los cuales (si á los muertos deuda alcanza) Te son deudores, pues con brazo fuerte Les
distes, donde yacen, la venganza;

Por esto y más, si más puede moverte, Te ruego que con pecho insuperable Me rescates de
Pirro con su muerte.

O yo he de ser tu esposa, dulce, amable, Y en todo grado de afición querida, O entregaré á la


parca inexorable Los más floridos anos de mi vida.

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