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Siglo XVII como siglo de Confesionalización, religión monárquica, disciplinamiento social, siglo
de la teología. A pesar del caos generado por la R. y las guerras de religión, para finales del
siglo XVI se había restaurado una fachada de unidad intelectual y espiritual. Las cuatro
confesiones principales estaban en gran parte de acuerdo en cuanto a sus cimientos
científicos lógicos y metafísicos, sobre la base de aristotelismo escolástico, que prevalecía en
las universidades y academias y dominaba el discurso científico y filosófico. Se habían forjado
poderosos instrumentos de censura intelectual y religiosa para luchar contra el problema de la
herejía religiosa y estos podían usarse para estrechar el vínculo entre la teología y la filosofía
aprobada, y en un marco de relaciones de una tolerancia que nunca era total.
A partir de 1650, las distintas variantes de la Nueva Filosofía rompieron las defensas de la
autoridad, la tradición y la teología confesional, y hubo lugares en los que el cartesianismo
ganó una preponderancia general imponente que en algunos lugares duró muchas décadas,
pero el aristotelismo no había sido desacreditado
(Pedro Lomba) En el contexto específico de Francia, lo que da su forma más peculiar a estos
años es la acometida del catolicismo para ganar una primacía religiosa, política e intelectual
totales. El Edicto de Nantes había sido una solución provisional para poner fin a los desastres
producidos por el enfrentamiento entre católicos y hugonotes. Lo que se percibe en el siglo
XVII es que el desgaste moral provocado por las guerras ha desencadenado en la sociedad
francesa una explosión de impiedad que amenaza con disolver el orden moral y religioso. Eso
es lo que afirman dos de los apologistas católicos más activos de la época: el jesuita Garasse y
el mínimo Mersenne, que publican en la década del 20 algunos escritos polémicos donde se
forja la categoría de “libertinos” para la ortodoxia católica, definiendo a un conjunto de
movimientos intelectuales heterogéneos. Esa tormenta de impiedad debe ser esencialmente
relacionada con la Reforma Protestante, denunciada sistemáticamente como la responsable
última de la inmoralidad y la irreligiosidad reinantes, culpable de la evolución acelerada de las
corrientes escépticas, deístas, epicureísmo y ateísmo de los tiempos nuevos.
Las polémicas giran en torno sobre todo a las nociones de libertad y liberación. En la Europa
cristiana moderna, cualquier concepto de libertad que se aleje de las nociones de voluntad o
libre albedrío, será directamente considerada como fruto de la locura o la perversión, con
importantes consecuencias en el plano de los debates de la moral. Siguiendo este planteo
"libertino" en la conciencia católica es sobre todo que niega la responsabilidad moral última de
los hombres, y con ellos la libertad de la voluntad, ya que según Garasse, Dios creó al hombre
con una libertad originaria con lo que no hay violencia ni fuerza que pueda dominar su
voluntad (eso zanja la cuestión de la predestinación para los católicos, y rechaza también la
idea de que existe una causalidad mecánica que rige las combinaciones de lo humores de
nuestro cuerpo). El libre albedrío es una muestra de la semejanza del hombre con su creador, y
no es incompatible con la potencia de Dios, sino que es demostración de su omnipotencia
(consultar sobre el necesitarismo y qué más se puede agregar sobre el auge de la teología).
Muy relacionado al movimiento del libertinismo erudito y filosofía clandestina está la literatura
de viajes orientada sobre todo a China que se convierte en un objeto editorial muy consumido.
Son los jesuitas quienes escriben una serie de obras en el siglo XVII (1680 - 1685) en la que
describen a esta sociedad. Una recepción filosófica de estos textos va a poner en cuestión la
importancia del Cristianismo (en cualquiera de sus vertientes) al notar que la religión china es
más antigua y que una sociedad que desconoce el cristianismo posee “valores cristianos”, por
lo cual se siembra la duda en torno de la existencia a una religión única y verdadera. Es decir
que hay una relativización acerca de la religión y por lo tanto una relativización de la existencia
de un único Dios: hay tantos dioses como pueblos.
Consecuencia de esto es que la religión pasa de ser un aspecto trascendente a ser una más
entre muchas manifestaciones culturales. La religión que snters trascendía en el tiempo ahora
es historizada, es decir que hay alguien que inventó la religión en un momento en particular
como instrumento de control.
Estos elementos pertenecen a la Filosofía Clandestina y subversiva de fines del siglo XVII, parte
del fenómeno que Paul Hazard llama crisis de la conciencia Europea lo que es igual a la crisis
de la conciencia cristiana de Europa y a la cristalización de un proceso de secularización que
permite pensar la vida al margen de Dios. Esta crisis es recuperada por Jonathan Israel como el
origen de la ilustración radical a la que sitúa en 1650. Israel retoma los últimos estudios de la
ilustración y explica que el libertinismo erudito, aproximadamente desde 1620, ya elabora una
de las preguntas vinculadas a la ilustración.
Libertinismo Erudito (Libertinismo Barroco para Michel Onfray) aproximadamente entre 1620 y
1680
Los historiadores de la historia cultural han constatado que los siglos XV, XVI y XVII, la
producción escrita fue la principal forma de expresar ideas disidentes tanto contra la iglesia de
Roma como contra las monarquías, y tanto en lengua latina y vernácula. La producción de los
textos obedece muchas motivaciones y por lo tanto no tiene una sola y única lectura. Por otro
lado, a parte de los textos impresos, existe una fuerte circulación de textos manuscritos,
destinados a un pequeño público y que, por lo tanto, brindaba más libertad para escribir que
un libro editado que pasaba por una serie de controles. Por lo general, en los manuscritos
circulaban una serie de ideas subversivas que no podían ser publicadas, descubrimiento que
fue importante para los historiadores (temas: consejos del padre artesano al hijo, cartas de
Madame de Sevigne).
Los textos de los libertinos circulan en formato de manuscrito clandestino, entre amigos y
familiares, y es por eso que no aparecen en los estudios hechos en las grandes obras. Escriben
además de manera cifrada, con guiños que sus semejantes puedan reconocer. Así el lector se
transformaba en cómplice, porque era el encargado de completar el significado del texto
rehaciendo el camino por otros textos que el escritor había completado antes. Son personas
muy eruditas, entre ellas un círculo de oficiales de la corona y funcionarios por lo que tiene un
punto de vista muy aristocrático: no creen que las ideas puedan ser entendidas por la mayoría
de la población. Este punto es una diferencia con el movimiento ilustrado que buscaba hacer
circular todo en papel y si no podía ser editado en Francia, lo hace de manera clandestina en
holanda.
Para Ferrater Mora, la voz “Libertinos” debe servir para designar un grupo específico y no a
cualquier personas sin límite en la moral (lo que significa en su uso coloquial). Debe definir a
grupos intelectuales que es un momento determinado han sentido la necesidad de pensar
libremente sin el apoyo de las sagradas escrituras. Son libertinos porque criticas las coacciones
que pesan en el intelecto y se los podría caracterizar como “libre pensadores”. Onfray señala
que el pensador emancipado de Dios es también emancipado moralmente. El libertino barroco
desarrolla una ética más allá del bien y del mal. No es inmoral ni amoral, sino utilitarista, por lo
que lo bueno y lo malo se define en relación con un objetivo determinado.
Los autores antiguos y renacentistas a los que recurrían constituían la tradición “naturalista”,
que contribuye a señalar los límites dentro de los cuales deben encontrar explicación todos los
fenómenos reconduciendo a causas naturales las intervenciones milagrosas. Lo propiamente
humano, según Pomponazzi, deja de ser el coloquio del alma con Dios para instalarse en la
vida terrenal, en la práctica de la virtud con sí misma, ajena a los presuntos premios y castigos
del más allá. Los libertinos eruditos profundizarán esta cuestión. La Mothe Le Vayer va a
realzar la incredulidad como el sostén de la sabiduría.
Es Hegel quien ha universalizado una definición de filosofía moderna bien determinada a partir
de los siglos XVI y XVII cuando el hombre, infinitamente libre en el pensamiento, se esfuerza
por comprenderse y comprender la naturaleza. Si bien, para él esa filosofía que comienza con
Descartes, si lo propio del filosofar moderno tal como afirma Hegel es la existencia de un
pensamiento libre, entonces se puede afirmar según Laza, que el espíritu de los libertinos es ya
moderno por sostener la misma actitud crítica que Hegel. Los libertinos, sin embargo, aunque
establecieron el pensamiento crítico, no alcanzaron a ver su aspecto demiúrgico, y además,
según Onfray, en la medida que para evitar los desórdenes de la guerra civil mantuvieron, en
cierta medida, el respeto a Dios y los principios de la monarquía francesa, limitaron sus
potencialidades radicales y críticas. Bajo Luis XIV que gobierna junto a la iglesia católica no ha
llegado la hora de un mundo sin Dios y sin señor. Para tirar por la borda al Dios de los católicos
y a la encarnación de Dios en la tierra, hacía falta un filósofo que no fuera francés ni que
estuviera formateado por el pensamiento cristiano: Spinoza. Su obra culmina completa y
supera el libertinaje francés.
La filosofía clandestina forma parte y toma elementos del libertinismo erudito pero es más
radical. A diferencia del humanismo, aquí no se trata de fijar los puntos flojos de la religión
para hacerla mejor, se trata de quitar importancia y negar su necesidad. El tema es importante
porque surge la idea en el mundo europeo occidental de que la sociedad puede ser organizada
y regida sin principios trascendentes, abriendo el proceso (aún inacabado) de secularización.
Según Israel, después de 1650, todo fue cuestionado a la luz de la razón filosófica y
reemplazado los conceptos arraigados por la nueva filosofía o el discurso de la ciencia. Si bien
la reforma había generado una profunda división, durante el siglo XVI y la primera mitad del
siglo XVII, los segmentos occidentales de la Cristiandad, compartieron mucho de lo intelectual
y los debates giraban en torno a lo confesional. Para la década de 1680 el tema principal era la
competencia entre la fe y la incredulidad.
Entre los filósofos radicales el que concentraría más los ataques de todas las confesiones sería
Spinoza. Su doctrina pone de cabeza toda la estructura de una moralidad de orden divino y sus
escritos son percibidos como fuera de toda ortodoxia establecida, por lo que tuvo capacidad
de movilizar en su contra a todas las fuerzas morales e intelectuales más o menos asentadas.
En 1670 publicó el "Tratado Teológico Político" y su intensidad se redobla desde 1677 con la
publicación póstuma de su "Ética", famosa antes de ser impresa por su promesa de
amoralismo y ateísmo. En estos dos son forjadas ciertas tesis:
La sustitución del valor de la verdad del conocimiento del profeta y de las profecías por
otro meramente moral.
La negación de la posibilidad del milagro.
La desvalorización y reducción de la revelación y de la fe a un conocimiento
inadecuado de Dios apto para el vulgo y no para el filósofo.
La estricta separación de la fe religiosa de la filosofía.
Propone un método crítico histórico, filológico de la interpretación de las sagradas
escrituras. Si la comprensión de la escritura exige una investigación y sentido, el rango
de la Biblia queda igualada con cualquier otro escrito antiguo.
Dios y la Naturaleza son lo mismo y existe una única sustancia lo que implica la
negación de la existencia del cuerpo y el alma (monismo)
Existencia de un determinismo absoluto que conduce la negación del libre albedrío
Para ampliar uno de los elementos de su sistema, Israel destaca que Spinoza es el único de los
principales pensadores europeos que descarta los milagros, antes del siglo XVIII. De acuerdo
con Spinoza, ni la encarnación, ni la resurrección, ni ningún milagro atribuido a Cristo había
ocurrido nunca; y dado que los teólogos de la época veían los milagros como el primer pilar de
la fe y la autoridad, la negación de Spinoza, parecía poner en duda todas las creencias. El
sistema de Spinoza, las leyes universales de la naturaleza, son decretos de Dios y se deducen
de la necesidad y la perfección de la naturaleza divina, por lo que si sucediera algo que
contradijera esas leyes universales, sería afirmar que Dios actúa en contra de su naturaleza. En
este sentido, para el filósofo, el milagro no es más que algo que el hombre no puede explicar
por no conocer su causa.
Las escrituras explican las cosas de acuerdo a las creencias ignorantes de la gente común. Por
eso, al hacerlo, no se preocupan por la verdad, sino por un estilo que pueda mover la plebe a
la devoción. Aquel que busca las verdaderas causas de los milagros son tenidos en todas partes
por herejes o impíos, esto porque saben que una vez que se quite la ignorancia se le quita el
único medio para salvaguardar su integridad. Aquí está el germen del concepto de oficio
sacerdotal como un sistema de impostura y engaño, enraizado en la credulidad y superstición.
Una de las virtudes de Spinoza es que ha obligado a las diversas posiciones no solo ha
refutarlo, sino también a matizar y profundizar sus propias tesis, frente a un sistema, cuya
potencia conceptual hace imposible la desatención. Esto es así no solo por su contenido, sino
también en virtud del método que ha utilizado, el método geométrico por la cual sus planteos
parecían fundamentados matemáticamente.
La querella de Spinoza se sitúa en el marco del debate de la obra de Descartes a fines del XVII.
En estos años en dónde la filosofía cartesiana es fuertemente cuestionada, en especial por la
Compañía de Jesús (porque bla enseñanza de Descartes difunde una física incompatible con el
dogma eucarístico, favoreciendo la expansión del calvinismo), algunas voces establecen una
filiación entre Spinoza y Descartes. Mientras tanto, los cartesianos aprovechan la irrupción de
Spinoza para dar nuevo impulso a sus doctrinas tratando de demostrar su utilidad en defensa
de la ortodoxia cristiana. Entre estas voces se encuentra la de Pierre Bayle quien busca señalar
los errores e incongruencia las del sistema de Spinoza. Sin embargo, más allá de sus
intenciones profundas, sus esfuerzos contribuyen menos a aniquilar el Spinozismo, que a
construir y fijar para el siglo XVIII una imagen positiva de Spinoza a difundir su doctrina y darle
publicidad, hasta el punto en que los escritos de Bayle son una de las principales fuentes de
información sobre Spinoza 🤣.
Por otro lado, Bayle presenta una suerte de panspinozismo que se había ido afirmando a lo
largo de la historia de la filosofía. Sus teorías resurgirán como si se tratase de una inclinación
eterna del espíritu, por lo que Spinoza lo único que hizo fue aplicar el espíritu metódico a unos
principios casi eternos para construir su propio sistema concediendo una solidez intelectual,
hasta entonces, inaudita. La vaguedad conferida al término Spinozismo relatividad la
singularidad atribuida al sistema del holandés que ahora tiene una historia, una generación y
una genealogía.
Bayle desempeña también y a función paradójica en la función de la filosofía spinozana porque
lo ha hecho de una manera no siempre negativa, por lo que Bayle se convierte en una pieza
fundamental de la transformación que va a aparecer el concepto de ateísmo, proponiendo la
idea del ateo virtuoso en un contexto en que el ateísmo sólo es pensable causado por una
depravación moral. Para construir su teoría, Bayle debió hacer dos cosas:
1. En primer lugar, polemizar con uno de los argumentos en favor de la existencia de Dios
que es el del consenso universal de los pueblos. Según este, la existencia de Dios tiene
pruebas empíricas: que todos los hombres, que todos los pueblos, se hacen una idea
de Dios en torno a la cual es posible organizar toda la vida política y moral. Sin
embargo hay numerosos testimonios de pueblos que han ignorado la existencia de
Dios o los dioses y que viven, por lo tanto, sin organizar su vida política y moral en
función de ideas y divinidad. Esto muestra que el ateísmo puede ser sincero, al menos
si proviene de la ignorancia.
2. En segundo lugar, Bayle ofrece dos ejemplos que suponen la existencia de ateos
virtuosos: Giulio Cesare Vanini y, sobre todo, Spinoza. Sin embargo, Bayle no se
conforma con remitirse a la existencia de ejemplos históricos y construye una teoría de
tipo psicológico en la que muestra que la conducta de los hombres es singularmente
independiente de los principios especulativos que adopta y llegará a afirmar que la
capacidad de la religión positiva para influir sobre las costumbres, no solo no las
impregna de valor moral, sino que, lo más frecuente, ocurre en lo inverso y las
religiones se convierten en fuente de discordia, odio y violencia, y no de virtud.
Lo que Bayle pone en juego es la absoluta independencia de la moral respecto de toda religión
positiva lo que lo lleva a establecer una suerte de moral natural, independiente de la
metafísica. En esta teórica de la religión, se puede prescindir de toda idea material de Dios,
puesto que toda estas leyes y preceptos universales son accesibles a los que nos profesan
ninguna religión positiva o que incluso carecen de la idea de Dios. Demostrará incluso, la
superioridad del ateísmo sobre la idolatría, sosteniendo que el primero no le pone obstáculos
al conocimiento de la moral natural.
Si bien todas estas tesis encuentran un eco en Spinoza, también los hacen sus consecuencias.
En primer lugar, la defensa de la tolerancia y la libertad de conciencia y que es reflejo de un
contexto en el que la intolerancia religiosa está diezmando a los reformados en Francia cuando
el Estado no debería permitir, según Bayle y Spinoza, que ninguna confesión determine los
poderes civiles, que es lo que deriva en la guerra civil.
Otro ejemplo dentro de este movimiento de filosofía clandestina es Jean Meslier (1664 - 1729)
que en su obra póstuma "Memorias de los pensamientos de Jean Meslier" de 1729 marca un
punto de inflexión en la crítica de la religión. Meslier fue párroco de Entrepingy y Balaives,
aldeas rurales que no superaban las 200 almas. Según Manuel Tizziani, como párroco parece
haber representado el tipo usual de cura rural del Antiguo Régimen, con el gusto por cierta
independencia doctrinal de las jerarquías eclesiásticas.
La obra de Meslier, por una parte, puede ser considerada como la culminación de dos siglos en
la que las críticas de la religión habían experimentado un notable auge en la filosofía. Meslier
había leído una amplia bibliografía pero había excedido a Michel Montaigne, a Gabriel Naudé,
tenía alguna noción del pensamiento de Spinoza Bayle y del cartesianismo de Malebranche,
pero el conjunto de sus lecturas no dejaba de ser limitado.
Este cura de aldea, no solo elaboró su pensamiento a partir de sus lecturas, sino que también,
apoyándose en sus experiencias y el contacto directo con la realidad política, económica y
social de la Francia de las primeras épocas del XVIII. Tizziani señala una serie de altercados con
el marqués de Clèry, señor feudal de su comarca, y el arzobispo de Reims, quien lo amonestó a
causa de sus controversias con el noble.
Según Meslier, el objetivo de su obra es aportar pruebas que puedan desengañar a los
feligreses de lo errores que han nacido y por lo tanto, un intento filosófico por
desmitificar los fundamentos teológicos y políticos sobre los que se sostiene la
dominación. Para ello, pone en claro que todas las religiones son inventadas como
instrumento de control y que la idolatría es el origen de todos los males.
La fe es el fundamento último de todo el sistema de dominación Teológica y política
pero su antítesis, el buen sentido es el instrumento de liberación que abre los ojos de
la razón humana y permite liberar la impostura.
Rechaza las pruebas de credibilidad que ofrecen los "cristicolas", entre ellos los
milagros, las profecías y las revelaciones que son difíciles de distinguir de los engaños
sobre todo porque llegan a través de los relatos que no son fiables. Critica también el
dogma de la Trinidad, la encarnación de Cristo, la idolatría de dioses de pasta y harina,
y analiza tres príncipes errores de la moral cristiana: el primer error, consiste en hacer
que el grado de virtud del hombre pase por buscar el dolor y el sufrimiento, en
contraste con los bonitos preceptos de Cristo. El segundo error de su moral consiste en
que condena como vicios de castigo eterno, no solo las obras sino también los
pensamientos y deseos, que son cosas naturales y necesarias para la conservación del
género humano. El tercer error consiste en que recomiendan la práctica de ciertas
normas que tienen a la subversión de la justicia natural a favorecer a los malvados y
oprimir a los débiles sosteniendo ideas como la de poner otra mejilla sin protestar.
Meslier lleva su crítica al terreno político objetando una serie de abusos objetado por
la religión por ejemplo, al autorizar una desproporción en el estado y la condición de
los seres humanos y sin iguales por naturaleza al permitir la existencia de ocupaciones
que no son de utilidad en el mundo (como los frailes inútiles que solo sirven para
pisotear y saquear a la población). También permite el gobierno tiránico de los reyes y
príncipes del mundo.
Por último, Meslier desarrollará los lineamientos generales de su materialismo ateo.
En primer lugar dejará en claro que la existencia de la divinidad no es aceptado
universalmente y que existieron en la historia célebres ateos. Desmontará los
argumentos del designio utilizado por Fenelon que buscan demostrar la existencia de
un Dios perfecto y todopoderoso por la belleza de la creación, en la que nada podría
haber sido puesto en su orden y lugar sin la existencia de un omnipotente. Para ellos
pondrá las dificultades del sistema de la creación, acontecimiento imposible, y exhibirá
las ventajas de concebir a la naturaleza en sí misma compuesta solamente de materia
y movimiento, lo que explica su perfección). Por otro lado, dejará en claro que la
existencia de la miseria y la maldad de los hombres muestra que no hay un ser
todopoderoso y bueno.
Meslier representa la consumación de la crítica libertina pero también excede una ruptura
decisiva: Meslier no disimulará ni escribirá entre líneas. Tampoco adoptará el anonimato como
lo habían hecho sus predecesores, sino que prepara un mecanismo que se accionaria en el
momento de su muerte. Todo esto representa en sí mismo una actitud inédita. Es inédito
también que su obra no estaba destinada a sus pares sino a los campesinos y los parroquianos
para que pueda servir de testimonio de verdad, para todos los hombres del mundo que se
encuentran engañados por los obispos y sometidos por los tiranos, lo implica una segunda
ruptura con la cultura libertina elitista.
El público al que está dirigido es concebido como un público político, no de súbditos, sino de
actores involucrados en el espacio de la discusión de la respública. En tal sentido cabe
remarcar que Meslier, no sé concibe en una situación de privilegio respecto a la verdad que
transmita ya que no es necesario ser ninguna erudito para tomar conciencia del carácter
ficcional de las religiones y del uso político que se hace de ellas. Al contrario de libertinos
eruditos que llegaron a pensar que la religión aún siendo falsa conserva un sentido político y
moral, Meslier afirmara que todas ellas son funestas, pues producen los peores abusos y
desigualdades sociales, siendo uno de los primeros en denunciar la complicidad de los poderes
de la iglesia y la corona, el rol que jugaban los mecanismo de la creencia en los abusos de
poder de Luis XIV.
Todo esto da cuenta, como muestra Jonathan Israel, de la importancia de la ola filosófica del
siglo XVII. Aquellos que se enfrentaron a los dilemas intelectuales de la época fueron llamados
por Thomasius como Philosophes, término que a finales del siglo XVII comenzó a adquirir una
resonancia nueva y revolucionaria. Si bien la filosofía en sí no era nueva, hasta alrededor de
1650 había sido considerada como una modesta “criada” al servicio de la teología. Con la crisis
de fines del siglo XVII la vieja jerarquía de estudios se desintegró súbitamente y la filosofía fue
liberada de su subordinación y se enfrentó a la teología y las Iglesias, y son los filósofos
quienes dominarían el ambiente intelectual en la época.
De ahí que las disputas filosóficas en Europa durante la Alta Ilustración y hasta 1750 nunca
estuvo confinada la esfera intelectual, sino que se jugaba qué tipo de creencias debería
prevalecer en el orden social y político de Europa y sus instituciones, en la alta cultura y en las
actitudes populares. Históricamente, el Estado y la iglesia habían trabajado de forma estrecha,
pero cuando el desacuerdo dejó de ser Teológico y pasó a ser filosófico, se dió una inevitable
falta de coordinación en la colaboración entre el Estado y la Iglesia en las esferas culturales,
educativas e intelectuales.
Por el contrario, la Ilustración radical, ya sea en su vertiente ateísta o deísta, rechazaba todo
compromiso con el pasado y buscaba romper con las estructuras existentes en su totalidad,
negando la creación como se la entendía tradicionalmente y la intervención de la divina
providencia en los asuntos Humanos, impugnando la posibilidad de milagros y el sistema de
recompensas y castigos en el más allá, despreciando la autoridad eclesiástica y la sanciones
religiosas del poder de los hombres. Desde sus orígenes, en la década de 1650 y 1660, el
radicalismo filosófico, de la alta Ilustración europea en general combinó una reverencia por la
ciencia y la forma matemática con una forma de deísmo no providencial.
Es importante, dentro de esta ilustración radical, la cuestión del Spinozismo, término
empleado en Francia para denotar la totalidad de la Ilustración radical que incluía deistas,
naturalistas, ateístas, no providencialistas y, no tanto, adherentes al sistema de Spinoza como
tal.
En la obra de Israel, la explosión intelectual que comenzó a mediados del XVII con el
surgimiento del cartesianismo y la difusión de la filosofía mecanicista, es llamada "crisis de la
conciencia europea". Frente a la cohesión de los principales bloques doctrinarios, el
surgimiento de los nuevos sistemas filosóficos y enraizado en los avances científicos, generó un
arduo combate intelectual entre las ideas tradicionales sobre el hombre, Dios y el Universo
sancionadas teológicamente, y las concepciones seculares mecanicistas. Lo que llevó a
llamarse la “Nueva Filosofía”, en la mayoría de los casos, significaba cartesianismo divergía de
la visión del mundo pre científica, esencialmente mágica y aristotélica.
La fase de transición o preludio de la "Alta Ilustración" corresponde a casi toda la mitad del
siglo hasta 1680. En esos años, el dominio de la teología, la autoridad eclesiástica y la
monarquía por derecho divino, se encontraba intacto pero estaba siendo debilitado por el
surgimiento de fisuras. Esporádicamente, en especial en Francia e Italia, diferentes
manifestaciones de ateístas y deístas clandestinas de la antigüedad reaparecía por medio de
autores como Bodin, Bruno y Vanini (que pertenecían a una forma de discrepancia,
denominada "libertinismo erudito"). Era una contra corriente intelectual poderosa y preparó
las bases para el surgimiento de la ilustración radical.
A partir de 1650, sobre todo en lugares como en los Países Bajos e Inglaterra, existía una
posibilidad de forjar un radicalismo filosófico sistemático y explícito como los de Spinoza y
Bayle, que ya no buscaron acomodar los avances de la ciencia a las creencias cristianas y las
Sagradas Escrituras.
El concepto de crisis de la conciencia europea de finales del siglo XVII como una fase de
transición entre la era confesional y la Ilustración fue introducido en la Historiografía moderna
por Hazard en 1935. Este autor tendía a fechar el inicio de la crisis en 1680, pero podemos
conservar el concepto en tanto modifiquemos esta fecha por una más anterior que empieza en
1650 y termina en 1680. Esa crisis europea tenía implicaciones religiosas, intelectuales y
potencialmente políticas de largo alcance. Aún cuando el pensamiento político no haya sido
una de sus características más desarrolladas, la Ilustración radical era republicana, rechazaba a
la monarquía de derecho divino y mostraba tendencias Anti aristocrática, pero hay pocos
elementos concretos para sugerir que proviene del ejemplo inglés.
La percepción que algo crucial para el nacimiento de la ciencia había tenido lugar durante los
siglos XVI y XVII es una idea que los europeos defendieron por primera vez en el siglo XVIII. Los
tiempos transcurridos entre los trabajos de Copérnico y la consolidación del sistema
newtoniano fueron interpretados como una maravillosa revolución en el saber. Según Peter
Dear,desde la perspectiva del siglo XVIII, el saber de la edad media había sido retrógrado y
vacío de contenido, pero pese a las exageraciones hay una transformación significativa:
mientras los aristotélicos y la escolástica se habían concentrado en la explicación de la realidad
natural, los nuevos filósofos se interesaban más por la predicción y el control, y ya no estaban
tan vinculados a la iglesia y a su programa cultural.
Peter Dear señala que la principal disciplina interesada en el conocimiento de la naturaleza era
la filosofía natural, a la que Aristóteles había llamado physica. Pero el objetivo de la filosofía
aristotélica era explicar el por qué las cosas eran como eran, enfatizando que, en última
instancia, el conocimiento viene de los sentidos sin los que no podría conocerse nada. De ese
conocimiento sensible partían las elaboraciones del conocimiento filosófico (del tipo de
afirmación como la de "Sócrates es mortal, todos los hombres son mortales"). Para un filósofo
aristotélico, afirmar que sus conocimientos se basaba en la experiencia sensible, significaba
que se había familiarizado con las propiedades de los objetos que estudiaban (memoria
repetida de lo mismo), de manera que afirmaba ser una ciencia por basarse en la experiencia.
Su propósito era comprender fenómenos ya conocidos, no descubrir. El cambio de objetivos
hacia descubrimientos constituye uno de los elementos más importantes de las
transformaciones intelectuales.
Con la RC se da una unión entre dos tradiciones, eliminando la barrera entre la tradición
artesanal (saber adquirido por oficios) y la tradición culta (saber producido en las
universidades). Bacon fue uno de los primeros en dar cuenta de que no existe tal distinción
entre la teoría y la práctica, destacando los beneficios de la observación y la experimentación
en la naturaleza contra la contemplación pasiva. La razón no es todo lo que importa, sino que
se debe recolectar información y esta importa cualitativamente. Es INDUCTIVISTA. Descartes,
en oposición a Bacon objeta que el conocimiento provenga de los sentidos, descartando el
papel de a la experimentación y destacando el racionalismo puro. Importancia de la
DEDUCCIÓN.
En definitiva, durante el siglo XVII, el experimento se convirtió en uno de los principales
métodos para generar conocimiento, asociándose con la idea de descubrimiento. El giro
temáticas de carácter práctico y no contemplativo era en parte consecuencia de la retórica
baconiana que seguía vigente a principios del siglo XVIII. Esta transformación cultural, fue
resultado de la consolidación de una filosofía natural, diseñada para controlar la realidad, lo
que está en estrecha relación con la expansión de las Naciones europeas y la necesidad de
dominar lo desconocido. Pese a las transformaciones, el proyecto de la filosofía natural
conservó algunas características fundamentales: a lo largo de este período, la figura de Dios
fue una constante en todos los planteamientos, tanto si se trataba del Dios aristotélico o del
Dios de los newtonianos, libre de actuar a su voluntad, y en este sentido, la filosofía natural,
produjo pocos ateos genuinos durante los siglos XVI y XVII.
El aristotelismo escolástico, dominante en Europa a principios del siglo XVI, difería en algunos
aspectos en la filosofía contenida en los textos de Aristóteles. Esa filosofía había sido
incorporada al mundo académico durante los siglos XII y XIII, cuando la inmensa mayoría de los
académicos eran clérigos. En este sentido, Aristóteles interesaba enormemente la Iglesia
porque sus teorías podían ser utilizadas para esclarecer problemas teológicos. La filosofía
natural tenía valor Teológico, ya que desde el punto de vista cristiano, su objeto de estudio era
toda la Creación (lo cual no significa que todos los trabajos de filosofía natural se justificaran
por su objetivo piadoso), lo que llevó a pensadores como Tomás de Aquino a entender a la
filosofía natural como doncella de la teología.
Este pensamiento estaba muy afincado en el mundo universitario que mantuvieron en el 1500
su estructura organizativa medieval (facultades). La vocación típica desde la EM y más
prometedora era la religiosa y se ha sugerido que el carácter marcadamente masculino de la
ciencia moderna, es consecuencia de su origen clerical. Los planes de enseñanza estaban
centrados en el Trivium y el Quadrivium. La astronomía era la más importante en las
universidades por varios motivos. Sus aplicaciones prácticas eran valorables en el uso de los
calendarios y el diseño de horóscopos (astrología).
La astronomía es uno de los principales campos en que tuvo lugar la RC. La única figura
importante del siglo XVI fue la de Copérnico que con la teoría heliocéntrica del sistema solar
desplazó a la humanidad de su morada central y creó un universo infinito de gran espacio
vacío. N. Copérnico escribió Sobre las revoluciones de las esferas celestes suele considerarse el
punto de partida de la astronomía moderna v clave de la Revolución científica: la naturaleza
pierde su carácter teológico, el hombre no es el centro del universo, no existe un centro único
de todas las esferas celestes, la tierra tiene una posición móvil como cualquier otro planeta
(rotación, traslación, declinación).
Además de Copérnico, fue Tycho Brahe quien más contribuyó a modificar la imagen del
modelo ptolemaico, disponiendo de avances tecnológicos (observatorio astronómico). Elabora
un catálogo de estrellas que servirá de base para las investigaciones de Kepler (trabajo similar
a documental). Kepler utilizará los datos brindados por Tycho y echará las bases para la
astronomía científica con los algoritmos de las órbitas planetarias y las leyes del movimiento
de los planetas en torno al sol. La primera prueba observacional a favor del sistema
heliocéntrico será dada por Galileo Galilei (Copérnico no brinda pruebas observacionales sino
que interpreta a la luz del modelo ptolemaico existente). A través del telescopio, que refina la
obtención de datos, hace algunos descubrimientos importantes: La lejanía de las estrellas en
comparación de los planetas que se ven más cercanos. La existencia de multitud de estrellas
que no son apreciables si no se observa a través de un telescopio y la existencia de las lunas de
Júpiter que demuestran que el movimiento no se produce alrededor de la tierra.
Lo importante de Galileo es que busca leyes universales para los fenómenos naturales, una
regularidad, a través de las matemáticas y la física. Su ciencia no es un sistema cerrado sino
sobre todo un método. Inicia la experimentación científica, algo como lo que Bacon quiso
establecer pero que Weimberg dice que nunca realiza ni pone en práctica.
En el siglo XVII Huygens (por citar un ejemplo de la misma época de Newton) realizó algunos
trabajos sobre óptica y sobre la teoría ondulatoria de la luz. Llegó a ser conocido por su
invento del reloj de péndulo. Sus teorías de la luz estaban basadas en la experiencia práctica al
trabajar construyendo telescopios (muestra más de la importancia del desarrollo tecnológico a
la par del científico).
Una revisión más cercana, según William Eamon, permite darse cuenta que la revolución
copernicana declaró pocos conversos. Este autor propone mirar la revolución científica desde
un ángulo diferente, como los ritmos de la vida cotidiana preguntándose si es que puede
considerarse revolución algo con poco o ningún impacto en la vida cotidiana. La cultura
cotidiana estuvo casi aislada de los cambios revolucionarios que tuvieron lugar la física y la
astronomía y persistieron en el imaginario popular la creencia en la brujería y la magia, por
ejemplo. Pero, una Historia de la revolución científica construida desde la vida cotidiana,
otorgaría un papel central a la expansión geográfica de Europa.
Para la mayoría de las personas, la verdadera revolución científica no fue la disposición de los
cielos, sino el descubrimiento de nuevos mundos de la tierra. A pesar de este hecho evidente,
los principales motores de la revolución geografía, España y Portugal, se han quedado afuera
de la narrativa del nacimiento de la ciencia moderna. Con la maquinaria necesaria para
gobernar sus imperios, los españoles y portugueses recogieron el mayor de conjunto de
hechos de historia natural, hicieron descubrimientos científicos y marítimos y llevaron a cabo
el proyecto etnológico y ambicioso de la temprana edad Moderna. En el nivel más básico de la
vida diaria, la introducción de nuevos alimentos procedente de lugares lejanos, transformaron
las dietas y fueron el recurso que permitió el aumento de la población que afianzó el ascenso
de Europa durante los siglos XVIII y XIX. Además de los nuevos alimentos, las nuevas modas
como el tabaco y el chocolate, alteraron los estilos de vida, y la introducción de estos
productos, según la historiadora Marcy Norton, ayudaron a secularizar la cultura europea al
sustituir los debates de sus efectos de las agencias sagradas por explicaciones científicas y
racionales.
Eamon señala que otro producto americano, la cochinilla, tuvo más influencia en la
imaginación europea que en la innovación de Copérnico. en la década de 1520, la cochinilla
mexicana había superado por completo a los antiguos tintes mediterráneos, fue
comercializado en el norte de Europa y utilizada en la industria de tapicería de los Países Bajos
y Francia.
La cochinilla y las plantas alimenticias, eran casi los únicos productos globales que cambiaron
el curso de la historia mundial, además de decenas de nuevos medicamentos procedentes de
América y Asia que transformaron la farmacopea europea.
Para este autor, la vanguardia estaba en la península ibérica. Gracias a la imprenta, los
descubrimientos ibéricos, fueron noticia por toda Europa y circularon muchos libros que
describen la naturaleza de nuevos mundos, por ejemplo, el de Nicolás Monardes y el del
jesuita español José de Acosta, que había pasado 17 años haciendo misiones en Perú. Acosta
sostuvo el argumento de que la naturaleza americana es parte de una naturaleza universal,
donde los americanos son parte de la raza humana.
La fascinación de Europa por la geografía y la historia natural del nuevo mundo dio lugar a una
nueva idea de lo que es la ciencia: una cacería de los secretos de la naturaleza. Al igual que el
nuevo mundo, la naturaleza se puso delante de los investigadores como un territorio
desconocido y la reverencia por la novedad, reemplazó la reverencia por la antigüedad. Esta
idea de descubrimiento no fue inventada por Bacon, sino en la península ibérica durante de la
era de los descubrimientos.
Las monarquías ibéricas crearon las primeras instituciones científicas de Europa patrocinada
por el Estado, organismo diseñados para recoger y organizar el conjunto masivo de
conocimiento científico que inundó europa: La Casa de Indias en Lisboa y la Casa de
Contratación de Sevilla, y durante Felipe II el Consejo de Indias se convirtió en una máquina de
recolección de hechos. Es Felipe II también que durante el 1570 inauguró su proyecto científico
más ambicioso, encargando una compilación masiva de plantas del nuevo mundo. Dado que
todas estas plantas eran nuevas fueron nombradas en náhuatl y se describió cómo los nativos
utilizaban estas plantas.
Mauricio Nieto Olarte, también rescata la importancia de la ciencia ibérica del siglo XVI en la
construcción de la ciencia moderna poniendo énfasis en la relación entre ciencia e imperio, en
el encuentro de ciencia occidental y otras formas de conocimiento y la construcción de un
orden mundial eurocéntrico. Plantea que los grandes imperios ibéricos del siglo XVI fueron una
gran empresa tecnica y cientifica y que de la misma forma la ciencia moderna puede ser
entendida como una empresa comercial y política en la cual la exploración del atlántico, jugó
un papel definitivo.
Para este autor, el mundo católico ha sido definido como hostil para el progreso de la ciencia y
que por esto, la exploración ibérica del atlántico no ha tenido para los historiadores ingleses la
importancia que se merece. Los naturalistas y exploradores ibéricos, se vieron obligados a
examinar críticamente los paradigmas de la antigüedad y construir una nueva forma de
entender la naturaleza cuya legitimidad se construye también en la experiencia personal. Los
exploradores, cartógrafos y naturalistas del XVI debieron nombrar y describir lo desconocido y
convertirlo el lenguaje familiar. Las instituciones creadas para la recopilación de información,
presentaron el reto de la estandarización que, como explica Barrera Osorio, implica el
desarrollo de cuestionarios y expediciones para obtener información, lo que para este autor es
la emergencia de prácticas empíricas y un mecanismo sistemático de recolección. Siguiendo
este argumento, este autor sostiene que, se puede decir, que la llamada revolución científica
comienza en el imperio español a partir de las actividades comerciales en la relación a la
iniciativa comercial y particulares e imperiales.
Para Nieto Olarte, explicar la importancia de dicho proceso, en términos de una temprana
revolución científica, o ver allí, las raíces de la revolución científica, es una tesis problemática.
Si bien, para conocer el mundo natural, la experiencia tiene una papel importante, la empresa
de traducción y dominación del nuevo mundo, sólo fue posible en el marco de un a tradición
humanística, para lo cual los textos y autores clásicos fueron casi tan necesarios como la
experiencia de los viajeros. Afin de cuentas, el éxito de la conquista, estuvo en su capacidad de
incorporar lo extraño en marco de referencias comunes. Por otro lado, la defensa de
autoridad, en términos de experiencia directa o prácticas empíricas, no fue exclusivas de los
viajeros del siglo XVI español, ni tampoco se puede comprobar o hacer visible la influencia
española afuera Europa, como para considerarlos como pioneros en el proceso de ciencia
europea.
De cualquier manera, no tiene justificación la falta de atención sobre las prácticas científicas
ibéricas en el siglo XVI. Resultaría necesario también analizar, el papel de las culturas
americanas y sus conocimientos en la transformación de la ciencia moderna.
El descubrimiento del nuevo mundo viene a cuestionar las obras clásicas de la historia natural
o la geografía, y de manera similar, las sagradas escrituras y los credos del cristianismo, son
incapaces de explicar el origen y sentido de gran parte de la creación. El resultado de este
hecho, fue la construcción de una nueva historia natural que permitiera explicar ese nuevo
mundo para explicar ese nuevo mundo como parte de un universo cristiano. Empieza a
pensarse que ese nuevo mundo y todas sus criaturas, por extrañas y espantosas que sean,
deben ser parte de la obra un Dios generoso cuyo poder es ilimitado. Así, lo descocido debe
ponerse al servicio del hombre y transformarlo en productos útiles al imperio, muestra de la
bondad del creador.
Jorge Cañizares Esguerra analiza la difusión o no de los conocimientos científicos logrados por
España en el siglo XVI por medio de la imprenta. Señala que el conocimiento científico
adquirido por España a través del control de su imperio no siempre se difundió por la
imprenta, para mantener el monopolio de poder en los territorios frente a la competencia de
otras potencias, restringe el acceso a la información, manteniendo ocultas las prácticas
empíricas de cosmógrafos. Esta característica perduró entre los Austrias Mayores, con Felipe III
se modificó apartándose del secreto para publicar como una forma de dar la imagen de poder
y mecenazgo de la monarquía.
La aparente escasez de obras científicas no anula ni invalida la importancia que tuvo España en
los avances de la ciencia, esto se explica en realidad porque los resultados de la información
recogida, las investigaciones circularon en forma de manuscritos, entre colegas y burócratas.
La narrativa referida a los adelantos de Francia, Inglaterra y Holanda como pioneros de la
ciencia moderna tendría que revisarse si se considera que hubo abundancia de prácticas en
España pero se mantuvieron secretas. Esto apoyaría la idea de que hubo modernización
científica sin imprenta porque la modernidad científica circuló por otros cauces: no
exclusivamente por libros, sino por las universidades, la corte.
Hubo una intensa actividad científica, obras innovadoras, compilación metódica, descriptiva
que acumula información y circula por otros canales. Esa actividad tuvo las sig. características:
1-el pragmatismo resalta el carácter utilitario, por ejem. la cartografía se puso al servicio de la
geopolítica para controlar el territorio (frente a Portugal); la creación de instituciones para
formar a pilotos, para instruir en los usos de los instrumentos. 2- la matematización referida a
la geometrización y matematización del espacio, a la forma de enseñar en las universidades los
cálculos, las mediciones de longitud y latitud. 3- El uso de modelos jurídicos en la recopilación
de información está referido a las reformas del Consejo de Indias de 1570 presidido por Juan
de Oviedo en las que se establecen modelos de veracidad y testimonio y métodos de
recopilación de datos a partir de cuestionarios.