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JESUITAS, INDIOS Y FRONTERAS COLONIALES EN LOS SIGLOS XVII Y¥ XVIII: ALGUNAS NOTAS SOBRE LAS REDUCCIONES DEL PARAGUAY,. SU FORMACION Y SU DESTRUCCION FINAL 7 Maxime Aubert En 1986, la pelicula Mission de Roland Joffé resucité un episodio olvidado de la historia-colonial de Iberoamérica la cesién que hizo Espafia a Portugal a mediados del siglo XVIII, de unos pueblos misioneros de indios guaranies en el “Paraguay"’ y la resistencia que provocé esta cesi6én entre los mismos indios como entre los misioneros jesuitas. Admira ble desde el punto de vista cinematogréfico, la pelicula es absolutamente detestable desde el. punto de vista hist6rico. Describiendo acertadamente el drama de conciencia que vivie- ron’ entonces los misioneros jesuitas cruelmente divididos entre su fidelidad al Imperio y a la Iglesia y su fidelidad a los indios, por lo dem&s es una sarta de errores hist6ri- cos, pero de errores generalmente voluntarios, ya que se disfraza o se violenta la verdad para poder demostrar mejor las tesis del realizador. En particular, se comete una confusién inadmisible entre dos, hechos histé6ricos: el conflicto entre los pueblos misioneros y las potencias coloniales con respecto al tratado de Limites, por una parte, y por otra, la lucha de los pueblos misioneros contra los esclavistas brasilefios acaecida més de un siglo antes.El comportamiento de los jesuitas no fue de ningin modo el (*) Ponencia presentada al Congreso Internacional sobre Faonteras en Iberoamé~ ated, ayer y hoy. Universidad AutGnoma de Baja California. 23, 24 y 25 de agosto de 1989, Tijuana, Baja California, Héxico. Te La “provincia del Paraguay”, en la divisién territorial de 1a Compaiifa de JesGs, coincide més o menos con los estados actualea de Argentina, Paraguay, Uruguay y Rio Grande do Sul (Brasil). Por “reducciones del Paraguay", se entiende fe espectficamente los pueblos de misionea establecidos por los Jeauitas entre los indios guaranfes, en las mArgenes de los rios Paraud y Uruguay. el mismo én ambos casos, porque no eran de nigiin modo iguales las relaciones entre los imtereses -respestivos de Compaiifa de JesGs. de las potencias coloniales y ée indios. El objeto de esta ponencia es,’ precisamente, lar ciertas cazacter{sticas del comportamiento de los distintos actores implicados (gobiernos espaiiol y portugués, autorida— des coloniales, autoridades de 1a Compaifa de jests, misioneros jesuites, indios guaranfes, etc.), relacionarlas cou el problema fronterizo y anelizar cémo se modificaron radicalmente con el cambio de coyunturas hist6ricas, provocandg primero el éxito ‘de las mi Sy, luego. su fracaso. * Insistiremos tembién en el aspecto ideotégice, estudiando la abundante literatura a que han dado lugar lee mistones guaranfes y los conflictos relacionados, Como veremos, ia frontera que decide modificar ei tratado de Linitas tiene un significado mucho mas amplio que e! de un simple deslinde entre dos porciones nimias de territorios posefdos respectivamente por Espafia y por Portugel en el Rio de la Ploza. I. LA FRONTERA Y LA FORMACION DE LAS REDUCCIONES En primer lugar, debemos obsetvar que la existencia misma de las misiones o reducciones jesufticas entre los ~“guaranfes, y no sélo su existencia, sino también algunas de sus. principales caracteristicas, estén estrechamente Zelacionadas con el problema fronterizo entre los dos imperios. En efecto, la actividad misionera de los jesuitas “entre los guaranfes se llevé a cabo en una regién que revest{a una importancia considerable tanto para la defensa del camino de Potos{ y al Pec como para la mera superviven- cia de los estaplecimientos espafioles en el Rio de la Plata. Ademés, estaba poblada por cientos de miles de indios guaranfes, un pueblo de agricultores codiciados como mano de 2, Para nis detalles sobre ei asunto, remito a atros trabajos mfon que anal! zan las celactones entre ‘ndios y jesuitaa en el Rfo de la Plata, especiel- mente: la vie quotidtenne des Indlens et des jésuttes du Paraguay au temps des misstons, Parts, Librairie Hachetce, 1986 (peioera edictén 1967; teadue, cfones portuguesas: Livres do Brasil, Lisboa, y Companhia das Letzas, S30 Paulo); Indiens et jésuices au Paraguay: rencontre de deux nessiantaaes, MeohWwes de Suctotogte des Religions, Paris, Nt 27, 1969; Gens sauvages ef Bonne Nouyeeee au Paraguay, Revue Tlers-Honde, Paris, t. XIX, N? 75,1978; Lea Aéducttons quanantes ve ta théotogle de ta Libération, Estudos theroane, Fteanos (Pontificia Universidade Cat6lica do Rio Grande do Sul, Inaticuce de Filosofia e Ci@nctas Humanas, Porto Alegre), vol. XV, Nf 1, Junho de 1989, pags. 7-20. “ obra por los colonos de ambos tmperios. Ahora bien, principios dé]. siglo XVII minguno de ellos“hab{a_podi establecen su dominio en esta extensa sus, fueczas y por la tenaz Fésteacia presenta da por Las. prthie guaranfes es. Habiendo fracasado los nedios militares, ~ el fuico recurso” factible para someter a los indios parecié ser la evangelizacién. \La cruz sustituy6 e la espada, la conquista espiritual a1@ temporal, para realizar la cual los jesuitas parecfen ser los misioneros -id6neos. Cuando empezaron a fundar “reducciones"? entre los guaranYes, lo hicferon vor Lo tanto a2 peticién de les autoridades . Coloniales espaiolas, para desplazar la frovtera lo mds lejos posizle al este y al norte de los establectmientos espafioles del Rio de la Plata. Y efectivamente, los misione- fos jesuitas Jlegaron afundar reducciones hasta a unos quinientos kilémetros al norte de la ciudad brasilefia de San Pablo. : Pero estas misiones del Guairé se encontraban demasiado” cerca de ciudad de San Pablo, que ye por esas fechas. estaba en pleas fase de expansiéa. Las baadeiras paulistas, ! es decir, las expediciones armadas tierra adentro en busca de mano de obca esclava, asolaban las reducciones, obligando a los ioneros del Guaird, bajo la dicecci6n del padre. Antonio Rufz de Montoya (autor de las Conquista espinituae de? Paraguay)", 2 emprender un largo y tragico éxodo con) miles de ne6fitos. Las reducciones jesufticas se establecie= ron entonces definitivamente en una zona situada al sureste de Asuncién, a lo largo de los‘rfos Parand y Uruguay, pero incluso en esta mesopotamia platense las reducciones siguieron siendo victimas de’ las bandeiras paulistas, que| mataban 0 se lievaban a decenas de miles de indios. En vez de proteger los establecimientos espafioles, las reducciones| eran un foco de atraccién para los colonos brasileiios, | ue se trataba de indios ya concentrados y amansados por | 19, ord! 0 tos jesuicas, més faciles, por lo tanto, de capturar y de. utilizar. Los establecimientos coloniales espaiioles “ni odfan querian protegerlos, io que hubiera sido una parad6jica fnversign. de conetidos. Por eso, al cabo de varios afios,/ los jesuites obtuvieron del rey de Espatia blos de misio Jc a procede del objetivo adgcrito a los puel nag Se eat toe indios son ad {idem chatstianam et ren clwilem nes: $6° Qeratios de aevo a la fe eristiana y a la vida civilizeda”. Pie os Religivavs dt te Conquista esplattual fecha por ‘en Paovinetas det Paraguay, Parand, Uruguay y Tapé, Ha~ A. Ruiz de Montoya, Compania de Jesds, drid, 1639. “i licencia para equipar a los indios guaranfes con armas de fuego, lo que permiti6 infligir vergonzosas derrotas a los bandeirantes paulistas y consolidar la frontera con las posesiones portuguesas.| Los mismos jesuitas lucharon al frente de las tropas, @uriendo el superior de las misiones, el padre Diego de Alfaro, con un mosquete en la mano. /Segin ellos, la defensa de la libertad temporal de los indios era la primera condicién de su conquista espiritual.|Por eso también obtuvieron del rey, como recompensa#—por los servicios militares prestados por los guaranfes, que quedasen éstos exentos del servicio personal_de le encomien- da, sustitufdo por un médico tributo _en_dinero, y que sus “¥edueciones gozaran de una amplia autonom{a respecto a los establecimientos coloniales del fo de la Plata, o sea que asumieron los mismos jesuitas no sélo el gobierno espiritval én, por delegacita délas autéridades impériales, el emporal de las redudciones, La existencia y érf{sticas de“las “reducciones guaranfes pueden, pues, explicarsé en gran parte por su situacién de pueblos~ tapones ‘el imperio espafiol y el portugués, y algunos ‘ historiadores han sefialado que esa situacién de pueblos— tapones entre los imperios coloniales explica también en gran parte la existencia y las caracterfsticas de otros grandes conjuntos de reducciones, en el sureste de Bolivia, en el noroeste de México, o en el noreste de Brasil, en contraste con la situacién de los indios en otras regiges sin la misma importancia estratégica.° Pero, por otra parte, la existencia y las caracter{sti-~ cas de las ‘reducciones se explican también por su situacién _ de_pueblos-refugios para los indios guaranfes, sometidos « una amenaza permanente por ei hecho de estar situados en la” —frontera entre los dos imperios-. Durante largo tiempo, la amenaza principal hab{a provenidd del lado portugués de la zona fronteriza, pero a medida que las tribus guaran{es, o lo que quedaba de ellas, huyendo de las bandeiras paulistas, se ban acercando a los establecimientos espaiioles, aumentaba la amenaza de éstos sobre esta mano de obra potencial. Gracias a los privilegios conseguidos por los jesuitas, es decir la posesién de armas de fuego y la 5. Véage entre otros Herbert E. Bolton, The Mission as a {no Wiehe Sean ih Shnentcan Cotantedsheriean llscocical:Rovtecs tev fore eote 23, 1917; 0. Quelle, Das Problem des Jesuitenstaates Paraguay, Ibero Amert- kantsches Archiv, Berlin, Jheg.8, 1934; Magnus Horner, The PoftcLead and Economic Actwities of the Jesuits in the La Plata Region. The Hapsbung Ena, Stockholm, Library and Inatitute of Ibero-Anerican Studies, 1953, espectal- mente pags. 199-202, exencién de la encomienda, las reducciones sirvieron, pues, de refugio contra ambas amenazas, lo que ,contribuy6 grandemente al éxito de la evangelizacién. No debe deducirse, sin embargo, que la sumisién de los indios a los jesuitas se explica Gnicamente por motivos temporales y, en resumidas cuentas, circunstanciales. Al luchar al frente de los guaranfes y al.defenderlos contra sus enemigos, los misioneros desempefiaron el papel de los jefes y chamanes tradicionales, demostrando una eficacia muy superior en ello y en otros aspectos de la vida econ6mica, ‘sociopolitica y cultural de los indios. }Ademas, “la situaci6n ‘realmente apocalfptica en la que se encontraban entot los indios, atenazados. entre los esclavistas ‘portugiéses_y_los. espaiioles, fayoreci6, como hé mostrado en otros trabajos, 1a confluen- cia de un mesianismo jesuftico con un mesianismo {nd{gena Muchos jesuitas, empézando por el primero de ellos, Ignacio de Loyola, crefan més o menos explicitamente que la Compafifa de JesGe serfa la Gltima orden religiosa, creada especialnen te para conclutr los tiempos y abrir el reino de Cristo. En cuanto a los indios guaranfes, los supervivientes del cataclismo de la conquista acabarfan por idéntificar a los misioneros jesuitas con los mes{as anunciados por sus mitos, los héroes civilizadores que deberfan salvarlos del fin del mundo y conducirlos a la “Tierra sin mal Este mesianismo, que no se encuentra, por lo menos.en ese grado, en los demas grupos 6tnicos de la regién, es sin duda un, factor muy importante para explicar el éxito dé los misioneros jesuitas entre los guaranfes y la fundacién de las reducciones.” Pero tre Pero lo es también para explicar las caracterfsticas de las mismas.En efecto, para responder a las esperanzas mesianicas de los ne6fitos, los jésuitas qué gobérnaban las reducciones tenfan que demostrar la extensi6n de_sus_poderes_sobrenatura “extensién de su generosidad, es decir la extensién eidad para crear y distribuir riquezas materiales * e inmateriales, lo que les llevé a extender considerablemen- te lds “cajas de comunidad”—prévistas por las leyes de Indias para los pueblos indfgenas, y por consiguiente el colectivo de la economfa_misiqnera, d&ndole ia meta _de_una_econom{a_socialista.o_comunista. ~~~ in definitiva, puede comprobarse que la situacién de los indios guaranfes en la zona fronteriza entre los 6, Véase eapectalnente Alfred Metraux, Le canaetére i , fe ta oo fete anaceana, vo, a4, Alatiny 194) (Gnbi6s en ayia as fetta hat j Jeaute Htsstons tn South America, and vol. 5,eshiegeens 1949. ook of South Ameri indians, \imperios espaiicl y portugués provocé una convergencia de intereses entre los indics, las autoridades coloniales y los. j mistoneros jesuitas, que a su vez explica tanto la é: lela como las principales caracteristicas del Paraguay. isten~ las reducciones IZ. LA FRONTERA Y LA DESTRUCCION DE LAS REDUCCIONES Un siglo después, al firmarse el tratads de Lfmites en 1750, habfa cambiado totalmente la situacién, radicando el drama de la “guerra guaranitica” precisamente 2n la profunda divergencia de intereses entre indios, autoridades colonia- ies y misioneros jesuitas.: Para las autoridades del imperio espafiol las reducebnes guaranies hab{an dejado casi por completo de tener la misma importancia_estratégica, porque ni los esta¥leéimientos' del Rio de la Plata ni el camino a Potos{ y al Peré parecfan entonces ser objeto de amenazas militares por parte de los Portugueses. La amenaze ya no era ahora’ militer, sino financiers. Los espafioles conservaban el territorio, pero perdfan el dinéro, El contrabando realizado por los portugue ses causaba, en efecto, daiios, importantisimos a la Hacienda _de_sus.focos principales era el fuerta de Nova do Sacramento, situado frente a Buenos’ Aires en la desembocadura del Rio de La Plata. Los soldados guaranies ya hab{an participado en varias expediciones militares contra este fuerte, pero los portugueses consiguieron conservarlo. “De lo que se trataba ahora, en el tratado de Limites, era de solventar’.definitivamente el’ problema, intercambiando el) fuerte contra las siete réducciones orientales del Uruguay sitiadas en 1a margen izquierda. Los 30,000 indios guaranfes, ” pobladores de estas reducciones, déberan.abandonarlas para emigrar al otro lado del.rfo, donde estén situadas las otras 25 reduéciones guaranties de los jesuitas. Apenas conocidas las cldusulas del tratedo relativas sus reducciones, los jesuitas del Paraguay hicieron todo lo le_ para obtener su anulacién. Mand civiles | memorias y eTtgiosas if ‘que la, aplicaciéa de éste supondria una violacién_ de . los. ferechos mbre y del derecho de las gentes. En efecto, Espafia no gozaba dé 1 derecho de conquista sobre los indios de las reducciones; que se habfan sometido libremente. En cambio, los Reyes Catélicos tenfan la obligacién de 10 defender su vida, su libertad y sus dienes. Los indios siendo los Gnicos poseedores leg{timos de las dengs,( la deportacién de los indios y la enajene~ us tiarres estaban expresamente prohibidas’ por la legislacisn colonial. Y en varias ocasiones los papas ~espe- cialmente Pablo Iii en 1537, Urbano VIII en 1639, y aun posteriormente Benedicto XIV en 1714- amenazaron con le excomuniéa a codes ios que, bajo cualquier pretexto, se atrevieran a despojara los indios desus dienes o a expulsar- los de sus tierras.}Uno de los misioneros del Paraguay, el Padre Cardiel, no dudé incluso, en un arrebato de ira, en’ afirmar que, para saber que no exist{a ninguna obligacién de ejecutar el crataée, bastaba con “conocer la doctrina eristiane" Los jesuites dei Paraguay intentaron demostrar que el tratado de Limites no sélo era contrario a los intereses y a los derechos de los indios sino también a los de la Corona y a los de la Iglesia. A los intereses de la Corona, porque cada veduccién por separado val{a mucho nés que el fuerte de Nova Coloni. porque intercambiar éste por ias siete reducciones de la riders oriental del Uruguay equivalia a cerrar una ventana a los ladrones y abriries todas las puettas, y porque la injusticia que se comet{a con los indios podria llevarlos a la rebeli6n contra el rey; a los intereses de la Iglesia y de Dios, porque era muy de temer que los indios perdiesen la confianza en sus misioneros y volviesen al paganismo, no s6lo en el Paraguay, sino en toda América, arruiindose asf los frutos de dos siglos de evangelizacién. Estos argumentos, sin embargo, dejaron al Rey Catéiico totalmente indiferente, tanto ms cuanto que ni siquiera el Papa se dignd realizar la menor intervencién en favor de los indios y cecordar al Rey Catélico los derechos de éstos, tal como hablan sido proclamados por la iglesia. to Gnico = conseguide por los jesuitas del Paraguay fue disponer de algunos meses m&s paca convencer a los indios y llevar cabo el traslado al otro lado del rio Uruguay. Habiendo sido imposible modificar la decisién del rey de Espaia, los jesuitas del Paraguay no pudieron mas que obedecer sin murmurar como fieles sGbditos del rey. Asi se Jo ordenaba su conciencia, porque en las reducciones no se reconocfan més furcioes que las que les fueron delegadas por el rey (haciendo caso omiso por lo tanto de las funciones que. les correspond{an como "jefes indfgenas"). Y asf lo mandabaa también los intereses superiores de la Compafifa de JesGs, que en esta clrcunstancia sélo podfan ser totalmente lL opuestos:a los de los indios por una razén muy sencilla: la Compaiifa de JesGs, como las otras 6rdenes religiosas, no era “ por entonces uma instituci6én Gnicamente religiosa, sino también colonial, cuyos intereses coincid{an necesariamente con los de las distintas potencias coloniales. Podfan producirse divergencias de opinién con otros grupos, e@ incluso con grupos en el poder, podfan realizarse interven- ciones para orientar la pol{tica en el sentido que los jesuitas considerasen id6neo, pero una vez decidida la politica no podfa haber m&s actitud que la de colaborar en la aplicact6n. Informado de las negociaéiones sobre el tratado de Limites, el padre general escribié al padre provincial del Paraguay para advertirle y mandarle que hiciera todo lo posible para su aplicaci6n r&pida y pac{fica, incluso antes de la llegada de los comisarios que debfan enviar los reyes. de Espafia y de Portugal para realizar la modificacién de la frontera en el Rio de la Plata. Algo después, nombr6 provin- cial del Paraguay aun jesuita del PerG, pensando que, al estar menos identificado con la obra mistonera de los jesuitas eatre los guaranfes, podria facilitar la aplicacién del tratado. ¥ como tanto el nuevo padre provincial como los jesuitas del Paraguay protestaban contra el tratado y llevaban a cabo intervenciones ante las autoridades colonia~ les para intentar modificarlo, el padre general, temiendo que esa intervenciones fueran mal interpretadas, envié al Rio de la Plata a un representante personal, el padre Luis de Altamirano, con todos los poderes para vigilar la realizaci6n del traslado. 7 Eran conflictivas las relaciones entre el Padre Luis de Altamirano, que querfa precipitar las cosas para demostrar sin ambigiledad 1a lealtad de la Compaiifa, y los curas de las reducciones afectadas, que querfan diferirlas para obtener quizis una modificacién deltratado y, en cualquier caso, para convencer a los indios y prepararlos al traslado, Los curas de los guaranfes, sin embargo, a pesar del drama de* conciencia que representaba para ellos, no pudieron més, al fin y al cabo, que .obedecer. Como les escrib{a el padre provincial, después del fracaso de todas las . gestiones realizadas en pro dé los guaranfes, los curas debfan inmolar a sus hijos los indios, sin murmurar, como Abraham acepté inmolar a su hijo Isaac: "En este estrecho pues de perderse las misio- nes, o de empefiarse todo el honor de 1a Compa fifa, de abandonarse los Pueblos, o de que la 12 Compafifa quede abandonada, y malquista con dos Coronas de quienes depende para el bien de {nfinites almas, y de otras, muchas misiones, que estén bajo sus Dominios" no hay ninguna vacilaci6n posible: “S6lo nos reste el recurrir por medio de nuestras oraciones al poder de la Divina providegeta (...). Vir obediens loquetur victorian". Ss Todos los curas de las reducciones acataron estricta~ mente estas instruccines y no escatimaron esfuerzos y penas Para convencer a los indios y, luego, al negarse éstos a realizar el traslado, para obstaculizar su rebeli6n. * a j Esta rebeli6n, causa de la llamada “guerra guaran{tic: es decir del conflicto armado entre los guaranfes rebeldes y | los ejércitos espaiiol y portugués,;1levé al Padre Altamira— tio, em nombre del padre general de' la Compaiifa de JesGs, a renunciar a las reducciones del Paraguay y, de ser necesario, a todos los establecimientos de 1a Compafifa en las Indias Oceidentales. La oferta 1a rechazeron el gobernador y el obispo. El Padre Altamirano, entonces, escribi6 a los curas- para ordenarles abandonar las reducciones rebeldes. Esta vez, sin embargo, fueron. Ios indios los que se opusieron a la salida de los jesuitas. Para entender el comportamiento de los guaranfes rebeldes, es necesario considerar que también para ellos suponfa un drama de conciencia 1a aplicacién del tratado de Lfmites, al encontrarse cruelmente divididos entre la doble fidelidad a los jesuitas en calidad de jefes espirituales de las comuni- dades religiosas y en calidad de jefes temporales de las comunidades polfticas. = Al principio segufan coincidiendo las dos figuras o funciones de los curas de las reducciones y, al ped{rselo o aconsejérselo &stos, los guaranfes afectados por el tratado intentaron sinceramente trasladarse al -otro lado del Rfo Uruguay. Pero el dolor de perder el fruto dé un siglo de trabajo y las enormes dificultades del traslado acabaron convenciéndoles de que sus jefes temporales les habfan traicionado y de que, en la injusticta que se les infligfa, eran cémplices dé los colonos espafioles y portugueses de América, es decir de sus enemigos de siempre. Los guaranfes mo acusaban al rey de Espaila pues, como se lo hab{an ensefiado los misionerds, lo consideraban un representante de Dios. No podfan, pues, entender que hublera vendido sus 7, Archivo llist6rico Nactonal, Madrid, Legajo 1204, pleza 27. 13 tiecras y que quisiera ahora castigarios, oividando todos los servicios prestados, a aencs de haber sido engaiiado, en cuyo caso los engafiadores no pueden sino ser los enemigos de los indios, entre los cuales habfa que contar también a los curas de las reducciones, que quizés no s6lo vendieroa a los Portugueses sus tierras, sino también a sus mujeres y a sus hijos. Como observa und de estos curas, "se dieron cuenta, se dan perlectamente cuenta de que somos el instrumento de su ruina”, “al cuchillo que sirve para su des' Los guaranfes ecusaban, pues, a los jesuitas de haber abdicado o traictonado las funciones de jeles temporalas que les habfan reconocido cuando se fundaron las reducciones. Les tachaban de traidores al ejemplo de “sus antepasados” los primeros esuitas del Paraguay, los cuales habfan luchado un ‘siglo antes al frente de los guaranies contra sus enemigos. Por cosiguiente, en muchas reducciones afectadas por él.tratado, los indios despojaron a los jesuitas de todos sus poderes temporales y destituyeron 2 las autoridades civiles nombradas por ellos. 7 Pero es importantisimo observar que no por eso los jesuites perdieron para los indios sus funciones y sus poderes espiritueles. En muchos relatos, incluso favorables a los jesuitas, se afirma que la evangelizaciéa no habfa conseguido dar a los guaranies m4s que un barniz cristiano, bajo el cual segufan siendo fundamentalmente paganos en creencias, costumbres y actitudes. Ahora bien, la actitud de los indios en la guerra guaranitica parece demostrar que, ms de un siglo después de su conversi6n, habfan asimilado muchos principios basicos de la doctrina cristiana, particu- larmente en cuanto a las funciones y a los poderes de sus jefes espirituales. A diferencia de los magos o chamanes paganos, los jesuitas no tienen ningune funci6n ai poder religioso sino por delegacién de Dios. La primera consecuen- cia es que no pueden utilizarlos en contra de sus fieles y que, por el contrario, estan obligados a utilizarlos en su favor. La segunda consecuevcia es que estas -funciones y estos pederes no puede poseerios nadie que no tenga la misma delegaci6n de Dios, es decir que, si los jesuitas saliesen de las reducciones rebeldes, significarfa para los indios la pérdida definitiva de su jefes espiricuales, porque, a diferencia de lo que ocurrfia en el paganismo, no pueden surgir de entre los indios otros jefes religiosos, con las mismas funciones y los mismos poderes. Puede entenderse, por lo tanto, que los guaranfes impidiesen le salida de los curas y los obligasen, pese a su traici6n como jefes. 14 temporales, a ejercer sus funciones y sus poderes espiritua~ les, 0 sea a decir nisa y a administrar los sacramentos. Por otra parte, ala paracién de ia guerra, los ejercicios | religiosos criscianos tenfan para los guaranies tanta importancia como los ejercicios militares, multiplicéndose las confesiones, 1ss oraciones, las procesiones. Pero todo fue en vano. En 1756, los guarentes rebeldes | son masacrados gor las tropas espaiiolas y portuguesas. dos | los muertos tenfan, colgade al cuello o del cinturén, un: medaila o imagen de santo. Entre los curas, no faltaron los que consideraron le matanca una justa punfcién por sit rebeliéa. Sin embargo, en su huida por el monte, algunos indios llevaron consigo a un jesuita, porque no‘ querfan quedar privados de su asistencia espiritual. En definitiva, sélo la mitad de la pobdlacién de las reducctones cedidas a Portugal se trasiadé efectivamente. el otro lado del rio \ Uruguay, en el tarritorio que quedé bajo el dominio de \ Espafia. Sy, En 1761, canceléndose el tratado de Limites, los guara~ nies expulsados pudieron reintegrarse a sus reducciones, Pero habia d uido mucho el prestigio y 1a autoridad de los jesuitas entre los guaranfes y, cuando por un decreto de 1767 se les expulsé de todo el imperio espatiol, el arresto de los curas en las reducciones no provocé ningiin movimiento . de oposicién por parte de sus feligreses, : El conflicto originado por la modificacién de la frontera en el Rio de la Plata también habla disminuido mucho el erédito de los jesuitas en Europa y es seguramente una de las causas més o menos indirectas de su expulsion de varios estados y, luego, de la supresién de la Compafifa por el Papa en 1773. Mientras tanto, el nuevo régimen al que las autoridades coloniales sometieron 2 los guaranfes provocé la hulda de gran parce de elios y ia ruina de ias reducciones. Enel siglo AIX su situacién fronteriza entre las incipientes “naciones” del Rio de la Plata dio lugar en varias ocasiones a su asolamiento por parte de los ejércitos enfrentados y a que sus habitantes fuesen enrolados, deportados o pura y simplemente exterminados. Actualmente, sélo quedan de los présperos pueblos misicnetos algunas ruinas y, de sus més de cien mil habitantes, alg(a grupo reducido de miserables A campesinos. As{ pues la situacién fronteriza de los guaranties, que habia sido primero el factor esencial para explicar estos hechos histéricos verdaderamente excepcionales que, son la 15 + qupérvivencia de este grupo étnico y el desarrollo 4 Suberetones jesusticas, acaba siendo el factor esencial pats Explicar le extinci6n de los guaranfes, 1a extinctén de tsa’ teduceiones, e incluso un factor importante pare expli tas extincién de la Compafifa de JesGs. Car la IIL. gUNA FRONTERA IDEOLOGICA? Pero no pueden entenderse estos acontecimientos histéri cos sin tener en cuenta’ igualmente el, significado simb6lico 0 tdeolégico dela, frontera, que.en este caso tiene tanbiés una importancia verdaderamentte excepcional.Como he seflalado al principio de este trabajo, la frontera de las reducciones reviste un significado mucho m4s amplio que el meramente’ geopolftico de deslinde territorial entre dos inperios coloniales. Bien es verdad que, facluso en este sentido, la fFoitéra do las reducciones tiene una importancia que rebasa con mucho el nGmero de kil6metros que tiene de largo: por lo los jesuitas intentan defender sus reducciones afirmando que representan para los portugueses la principal puerta de entrada en el Potosf y en el Ferd. Pero quiero insistir aqu{ en otros tres significados polémicos o sinbéli cos atribuides a la frontera de las reduceiones que, a mi parecer, desempefian un papel considerable en su historia: menos, ‘e un estado jesu{tico independien- _ = El de la frontera entr fia y a sus te o aut6nomo y los territorios fieles a Espai reyes. ~-El de frontera entre el verdadero cristianismo y el paganismo o la herejfa. _.7 El de frontera entre una sociedad ideal mundo corrupto. o ut6pica y un 1) Frontera entre un “estado jesuftico” independiente ° aut6nomo y los territorios bajo soberanfa espafiola Esta tesis ‘estuvo defendida principaluente por Ite _adversarios de los jesuitas, en primer lugar todos. 108 “ 0 Or, estimaban senoscabados sus. intereses__econémicos— privilegiés, “la actividad y la. existencia nisna @° reduccionés: por li lado los distintos componentes del myndo célonial “espaol en el Rio de la Plata (os colonos prope” mente dichos as{ como numerosos funcionarios’ y, sobre oder” 16 ad Brae Parte del clero, alto y bajo) y, por otro, los colonos pue: ilelios y las autoridades coloniales portuguesas. As{ 'S, cobr6é un vigor especial el mito del “estado jesustico. re e_12s_dos_tebeLiones de_los_colonos del 885 68 Te Mcabezadas respectivamente por el ‘obispo Bernardino Pla’ de~Cardenas entre 1644 y 1660 y por José de Ancequera Y Castro entre 1721 y 1735, y a cuya represi6n contribuyeron los soldados guaranfes de los jesuitas) y en la rebelién de 1750 a 1756 de los indios de las reducciones cedidas @ Portugal, susciteda y dirigida, segin se creyé, por los jesuitas para defender sus bienes, y durante la cual ‘se . difundié la “noticia” de la entronizaci6n de un jesuitr come tey del Paraguay bajo el nombre de Nicolés I. De todos modos, con corona o sin ella, se acusé a los jesuitas_de.ser_los verdaderos reyes del Paraguay, de~habér acapatado uno de los territorios m&s ricos del imperio, de haber reducido a los” indios a servidumbre para su explotacién, de realiza grandes beneficios en el comercio y en el contrabando ~ incluso de establecer alianzas con potencias enemigas de Espafia. . Para esos adversarios de los jesuitas, el fundamento de su “estado” del Paraguay era la codicia, atin apoyandoge en la religién para domesticar a los indios y engafiar a las _autoridades colontales y eclesifsticas. Para otros detracto~ res, en cambio, no era la codicia el crimen primero de lor jesuitas, sino el fanatismo: éste era el motivo que les llevS a substraer las reducciones @ las autorjdades legftimas, El feudo que habfan conquistado en el Paraguay, el destino que reservaban a los indios, sus conflictos con los gobernadores, los obispos o incluso con los reyes, todo demostraba hasta dénde pod{a llevar el fanatismo cuando se le’ dejaba rienda suelta, Compart{an principalmente esta opinién, pot supuesto, escritores o polemistas no espafioles, particularmente jansenistas, protestantes y fil6sofos. La acusaci6n de fanatismo contra los jesuitas del Paraguay fue popularizada por Voltaire y, a partir de mediados del siglo XIX, seré la piedra de toque de los ataques més severos, mientras casi nadie pone ya en duda su integridad. En todo caso, aunque haya autores que siguen sostenien~ do que la Compafifa de JesGs libert6 las reducciones del poder colonial, para ellos no es un crimen sino un t{tulo de gloria, ya que la autonomfa o independencia no tenfa ma3 preocupactén que la de servir lo mejor posible los intereses de los indios, en materia tanto espiritual como temporal. Lo que nos lleva a trater de las otras dos dimensiones simb6li- 7 cas o ineginarias de le "frontera" de les reducciones del Paraguay. 2) Frontere entre la religi6n "verdedere" y el peganisao o la herejfa Es preciso distinguir entre los que consideraban que s6lo hab{a “verdaderos cristianos" dentro de los terrLtorios administredos por los jesuites, y los que, por el contrario afirmeban que os cristianos verdaderos sél0 podfan encontrarse fuera. Debemos recordar en efecto que, en la poca colonial los adversarios més acérrimos de los jesuitas del Paraguay eran cristianes; es m4s, en gran parte pertenecfan al clero particularmente al superior, como obdispos y supertores de otras Srdenes religiosas, que les acusaban de servirse de la religi6a para asentar el dominio sobre los indios, dejando de lado la actividad evangelizadora tras 1a consecucién de sus fines. Algunos, como el obispo Bernardino de Cardenas, iban més all&, escribiendo o mandando escribir que los jesuita s6lo ensefiaben tres articulos de fe a los guaranfes: la obediencia ciega a los misfoneros, el odio a los colonos, a la verdadera religion y a sus representantes legitimos y el desapego total a los bienes terrenales; que en realidad lo: mantenfen en la idolatria y en la antropofagia; y que, por satisfacer su codicia, no dudaban en aliarse contra el rey catélico y sus leales sGbditos con los: indios paganos y con las'.potencias herejes, favoreciendo la penetracién de éstas en América y financiando sus guerras en Europa... Asimismo casi un. .siglo después, los "“comuneros" de Asuncién partidarios de José de Antequera y Castro, afirmacfan que los soldados dé los jesuitas hab{an cometido el crinen atroz de desnudar las estatuas de Cristo y de la Virgen... Durante la- "guerra guarenftica", se volvi6.a proferir les nismas acusaciones, con los mismaexcesos, por parte de l{belistas estipendiarios, muchas veces, del marqués de Pombal, primer ministro de Portugal. Generalmente esta acusaciones estaban inspiradas por el interés o por la rivalidad pero, después de los jansenistas y los £il6sofos, todos los que cuestionaban el fanatismo de los jesuitas afirmaron también que este fanatismo les ae indueido a ensefiar finicamente a los iudios una religion deformada e. incluso a hacer Gnicamente a éstos “erisrianst de £echada". La misma opinién profesaban los que considers” _ 18 : indios, aun evangelizados por los aejores Mistone~ ban fo capacet de asimilar realmente los principios alenenes ro, Jf eristienisa9, en-taz6n de una inferiorided racial = ie gel arraigamiento de sus propias creencias. * Debemos odservar 2 este Tespecto que ioe guaranfes, por gu parte, se consideraban a si mismos verdaderos eristianos, {neiuso los Gnicos cristianos verdederos. En cualquier caso, rachaben a sus adversarios de nalos cristianos o de infteles” Zo que se pone de manifiesto durante su rebelién contra el cratado de Limites. En todas las relaciones aparecen conven- cidos de que, al defender sus reducciones, defendian también, la religi6n verdadera contra los colonos portugueses, cuyas fechorfas anteriores denostraban que "no formaban parte de la Santa Iglesia", y de que su lucha estaba aprobada y respaldada por Dios, los Angeles y los santos. La frontera de su territoric era tambiga una frontera sagrada, por 13 que fueron dispuestos a morir cantando le gloria de Dios (aunque ya no cantasen con tanto entusiasmo la de sus ainistros). Por lo que respecta a los jesuitas, como hemos visto, en las sfplicas contra el tratado no dejaban de insistir en que violaba las leyes de la Iglesia y los derechos de los indios como hombres y como cristianos. Y también insinuaban que su aplicacién precipitarfa de nuevo a los indios en el paganismo -sobre el que habfan, desde hacfa siglo y medio, conguistado territorios inmensos- y favoreceria de hecho los intereses de los judfos y de los herejes ingleses, mantpulan do éstos en sacreto a los portugueses. Habria no obstante que preguntarse si, como lo han pretendido muchos autores, no consideraban también las reducciones del Paraguay una suerte de cristiandad modélica, siendo por lo tanto ua atentads contra Dios y la Iglesia cualquier ataque contra ellas formulado. Al parecer, no estaban muy lejos de pensarlo algunos de los primeros agéstoles de los guaran{es, conportando ia rapidez de su conversién y la intensidad de su devocién a Dios y a sus sacerdotes, ciertas esperanzas de carécter mesigaico: jacaso no reeogian en el Paraguay las primicias de la gran cosecha redentora, presagio del advenimiento del Salvador y de! establecimiento del Reino de Dios? Estas esperanzas no tardaron en. volverse frustradas por la realidad de la administraci6n cotidiana de las teducciones, desenbocando incluso en un profundo desprecio por parte de los curas hacia las capacidades espirituales de los guarantes. Peco, al misno tiempo que en América iban desvanecigndose las esperanzas mesianicas de los jesuitas, 19 en Europa comeizaban las espe. culaciones d tépico sobre sus redveciones del Parnguey. agcantscce’ nese - 3) Fronteru entre una “soctedad ideal" y una sociedad pervertida o decadente Del mesianismo a la utopfa hay poco trecho, pero: no Llegaron a franquearlo los jesuitas del Paraguay. La visi6n ut6pica se refiere en efecto a una situaci6n en la que la perfecci6n de las instituciones garantiza la felicidad de los ciudadanos. Ahora bien, no hay indicios de que uno solo de los misioneros o curas de las reducciones pusiera.en duda las instituciones de la &poca y las desigualdades que comportaban. Cierto es que organizaban las reducciones de modo de asegurar el “bien comin" de los fieles, y que lo consideraban més o menos conseguido. Pero no juzgaban esta organizaci6n ideal; muy al contrario, porque le hab{an adoptado atendiendo Gnicamente a las condiciones de la evangelizacién y de la civilizacién de los guaranfes. Ante todo, si el “bien comGn" de &stos “estaba mal que bien asegurado, era Gnicamente porque hombres virtuosos se habfan hecho cargo de ellos. Para los jesuitas, como para el conjunto de la Iglesia de la Gpoca, el perfeccionamiento de las relaciones sociales en la tierra residfa en la moral individual, tanto de los pr{ncipes como de los sGbditos, y no en una reforma institucional. La calidad de las institu- ones est4 determinada por la calidad de los hombres, y no a la inversa. . i En Europa, sin embargo, las querellas ideol$gicas operaron un desplazamiento paulatino del interés de la cuesti6n: no se trataba ya de demostrar, so pretexto de laa reducciones, la excelencia de los jesuitas, sino m&s "bien la del catolicismo romano respecto a otras religiones doctrinas o sistemas de pensamiento. As{, por ejemplo, cuando en 1718 los jesuitas -franceses publicaron ‘en las Lettnes édéfiantes et curceuses Gerites des missions étran- * - geres, el relato id{lico de un fraile capuchino sobre una supuesta estadfa en lds reducciones, resaltaron en comentario el orden admirable que imperaba en es como en ningGn otro’ lugar delmundo, basado en la satisfacci6n de las necesidades esenciales y 1 del interés individual. Por cierto, este otden dectenen directamente de la pr&ctica de las virtudes cristianag : exaltaba expl{citamente como la.resurgencia de la Telesis prinitiva, cuando los fieles “s6lo tenfan un corazGe yan su ta sociedad, la igualdad, “20 alma". Pero, con todo, no se trataba ya de celebrar princi- Palmente las cualidades morales personales de los cristianos sino m&s bien sus consecuencias benéficas en el aspecto social, Esta argumentaci6n prefigura la desarrollada. un cuarto de siglo nfs tarde por el erudito italiano Ludovico Antonio Muratori en su célebre libro 12 cristianesimo fetice (.--) nef Paraguay® y segin 1a cual lo que habfa en el Paraguay eran “repGblicas" en donde el cristianismo habfa realizado la felicidad de los hombres. Dicho libro goz6 en el Siglo de las Luces de una influencia tanto m&s grande cuanto que se encontraba en 1a corriente de ideas de 1a poca. Por una parte, en efecto, pretend{a aportar una contribucién al gran debate sobre las instituciones y m&s generalmente sobre la organizaci6n de la sociedad y, por otra, buena parte de la eficacta social de los misioneros resid{a, segin Muratori, en que el retorno al. cristianismo origiial corrfa parejo con 0 incluso se cumplf{a en un retorno a la naturaleza. De uno u otro modo, vamos a encontrar las mismas ideas en el Génie du christianisme de Chateaubriand, as{ como en muchos trabajos posteriores de panegiristas cat6licos. En alegatos en favor de los jesuitas y del cristianisma han sostenido ciertos autores que, desde el principio, el propésito de los misioneros del Paraguay hab{fa sido prolongar la obra evangelizadora con la construccién de una sociedad ideal cuyo plan habfan establecido en detalle, por lo que la finalidad de las fronteras de las reducciones habria sido la de defender no s6lo las conquistas éspiritua- es sino también, sobre todo quiz&, la primera experiencia social de 1a &poca moderna. De este modo se da un paso més, porque el asentamento de instituciones sociales ejemplares, on vez de considerarse Gnicamente una consecuencia més o menos esperada o necesaria de 1a evangelizaci6n, se presenta en cierto modo como uno de sus principales motivos. Esta tesis, expuesta 1g primera vez por el jesuita francés Charlevoix en 1756,’ se desarroll6 sobre todo en el s. XX a torno al “catolicismo social". favor de.los debates en Ciertos autores, como Clovis Lugon,!° glorifican a los jesui 4, Ludovico A. MuratorL, "IL Chalstiancstmo (elvee” nette llisdons de! Padd- Fetea Compagnia du Gead nee Paraguay, Venezia, 17637 1749. 9. Pr Navier, de Charlevoix, Hlstoixe du Paraguay, Paris, 1756, 10. Clovis Lugon, La RépubLique conmuntste chrdtienne des Guaranis, 1610-1768 Paris, 1949. Zeca tests ha estado de node otra vex rectentemente bajo la {ofluencta de le teolog(a de 1a liberact6n; véase al 0 5 tas’ réductions guaranies et le théologie de le Tisération, op wo 21 tas por haber, mucho antes de la expansi6n del capitalismo, concebido y dirigido durante siglo y medio una “repblica comunista cristiana"; otros, como Fritz Hochwalder,!! consi- deran en cambio que la experiencia ha mostrado.cuan ilusoria, sacrilega incluso, es la pretensién de establecer el Reino de Dios en la tierra, que s6lo podrfa ser el del Anticristo. Sin embargo, para la mayor parte de los autores cat6li- cos, la accién de los jesuitas del Paraguay en el orden temporal no est& asociada a la realizaciénde una utopfa social sino a la de una-colonizacién modélica, concordando con ellos muchos autores de corrientes de pensamiento diferentes. Es as{ como, en el s. XVIII, admiraban los f£1l6sofos a los jesuitas por haber conquistado a los indios utilizando el poder de la persuasi6n Gnicamente, lo que parecfa “expiar las crueldades de los primeros conquistado- res" espafioles (Voltaire), y varios de ellos les felicitaban incluso por haber instalado en el Paraguay una teocracia benévola... que no era en definitiva sino una especie de despotismo ilustrado para uso de pueblos atrasados. Algunos fil6sofos del Siglo de las Luces establecieron un parang6n entre las instituciones del Paraguay bajo los jesuitas y las de Esparta, las de la “RepGblica” de Plat6n o las de las utop{as contemporfneas, sin llegar a proponerlas, no, obstante, de modelo para la transformacién de la propia sociedad. A partir del s. XIX, en cambio, no han faltado autores situados en la corriente socialista que, pasando mas 0- menos por alto el hecho de que los promotores fuesen sacerdotes y misioneros, encuentren en la experiencia de las reducciones un argumento a favor de la viabilidad de sus propias teorfas, mientras que otros, cat6licos la mayorfa, han aducido el derrumbamiento final de la experiencia como prueba del fracaso inevitable a que conduce todo sistema fundamentado en teorfas tan contrarias a los mandamientos de Dios y al orden de 1a naturaleza. No es ste el lugar indicado para proceder a un anGlisis detallado de las controyersias sobre las reduccio— nes.!? pe Jo antedicho puede inferirse, sin embargo, clertas conclusiones. En primer lugar las tesis defendidas, sean o no 1, Petts Hochwatde: priocipion de 412, Véase Jacqu phie de ~.Sur ta terre comme au ciel, obra de teatro creada & fos eincuenta. : Decobert, Les misstons jeauttes du Paraguay devant a philo- lumteres, Revue des Sciences huasines, Lille, fasc. 149, 1973, asf coma mi artfculo: E1 impacto de las eh Europe, Dinensibn, haunetéas ae apes miatones J (cag, en Europ: 22 favorables a los jesuitas del Paraguay, implican: siempre, ‘en ayor o menor medida, la existencia de una “frontera” entr el territorio administrado por los misioneros y el resto del mundo colonial. Eso no soportar{a un anflisis hist6rico, pero dicha frontera imaginaria o simbélica no es m&s que la expresién de una forma de colonizaci6n ideol6gica en la que los indios y las Améticas no deben asumir otro papel que‘el de meros peones en el tablero de las querellas europeas. todos los conceptos parte inte untdad sociopo- 13, Eo realidad, las redicctones eran on ca: frante del mugdo colonial. Adeafs, no constitutes 4 1 que ne daban relactones entre las dietintas solvate ela f ra tan iaportante fncluso decirse que la fr nportante, eoeteatal Feduccfones como entre Gstas y el re expatiol. 23): /° Baeleye Yao@e WU 8us pioneros, por Hugo Humberto Beck; F. J. Monclus, J. L. Oyon, Politicas y técnicas en fa ordenaedén dee espacio aura, por Héctor Rubén Borrini; José Elfas Niklison, . Los Tobas, por Susana Colazo; Branislava Susaik, Los abor7go- nes deé Paraguay, por Graciela Guarino; Miguel Angel Stefafuk, Evotucéén de ta cantogragia de Mision2s, por Os- car Ernesto Mari; Hebe Carmen Pelosi, Histoniognagia y 50- ciedad. Las fuentes de Annales y 4u xecepeién en la histoniognagia argentina, por Marfa C. de Pompert de Valen. zuela; Jaime Pujol Balcells y José Luis Fons Martin, Los métodes en ta ensefianza universitaria, por Maria C. de P. de Valenzuela. Pag. 365 COLABORADORES DE ESTE NUMERO. Pag. 375 ees Aly usfente oul YuncliKh Jo

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