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ESPERANDO LA PAZ

ELOY FRANK.

Conocía a Don Fernando desde niño, era el Párroco del pueblo, un hombre bonachón y dedicado por
completo a su labor pastoral, era un hombre al que le encantaba leer libros de varios temas, sobre
todo de leyendas e historias.

La biblioteca de Don Fernando era enorme y contenía infinidad de libros de filosofía, historia y
mitología (Estos últimos mis favoritos), todos ellos ordenados en lujosas estanterías adornadas por
pequeñas figuras de porcelana.

Yo apreciaba su amistad, así que solía acudir a su casa cuando salía de clases para pedirle me
dejara leer aquellos libros.

En una de mis visitas, me encontré mirando detenidamente a una muñeca de porcelana, vestida a la
usanza antigua. Era muñeca llamativa, inocente pero con un halo inquietante por lo que decidí verla
más de cerca y alargue mi mano para tomarla de su lugar, pero la imperiosa voz de Don Fernando
me sobresalto:

- No toques esa muñeca!, ¡Nunca la toques...!- Gritaba fuera de si- ¿Ha quedado claro?.

Sobresaltado asentí con la cabeza y me dispuse a abandonar la biblioteca, pero Don Fernando me
tomo del brazo y ya con gesto más amable me relato la historia de esa misteriosa muñeca.

Para mediados de 1800 habitó en el pueblo una dama de noble familia que desde niña resalto por su
educación y delicadeza. Según cuentan, el esposo enfermó y murió al poco tiempo así la dama
nunca concibió hijo alguno y poco a poco, se fue marchitando en soledad..

Así; viuda, sola y entrada en años; le dio por añorar los hijos que nunca había tenido, así que se
aficiono a coleccionar muñecas de porcelana. Según el relato del cura, la pobre mujer acabo por
perder el juicio en sus anhelos por tener un hijo que ya nadie podía darle. Así que, en su locura,
escogió a la muñeca más perfecta de las que poseía, y la bautizo según sus creencias cristianas.

De este modo, un alma descendió de los cielos y por aquel “Bautizo”; el único cuerpo que tuvo para
alojarse, fue el de esa muñeca.

Al pasar los años; la anciana dama falleció; su casa pasó a manos de su parentela. Pero nadie pudo
acomodarse en ella, al parecer los llantos de una niña no cesaban de oírse todas las noches en
todas las estancias de la casa. Por lo que nadie había conseguido establecerse ahí aún después de
varias generaciones. Así, poco a poco; la casa quedó abandonada, teniendo en ella el espíritu preso
de la niña.

Mucho tiempo después, en vista de su abandono y deterioro. Los propietarios decidieron tirar la
casa y reconstruir. Para esto se hizo llamar a un cura (Don Fernando) para que bendijera los
terrenos.

Durante de la demolición de la casa se extrajo una muñeca de porcelana, pulcra y limpia como si el
derrumbe nunca la hubiese afectado.

Una de las responsables de la casa recogió la muñeca. La tubo con ella varios años y en su lecho
de muerte llamó a Don Fernando para recibir los santos óleos. Así, al recibir este sacramento y antes
de morir; contó al sacerdote la increíble y perturbadora historia de esa muñeca a la que sin querer o
sin pensar, se dejó un alma encerrada

Concluyo don Fernando su relato contándome que la muñeca reposa en el único lugar donde puede
descansar y ser vigilada: En terreno sagrado

Consternado; me fui a casa con un sentimiento de pena pensando en cuantos años le quedan de
penas a un alma inocente que espera el día para su reposo final. ¿Cuántos años lleva esperando la
paz?

Nunca ha nacido, por lo que no puede morir. Según la teología cristiana, esa es su única forma de
descanso eterno.

FIN

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