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“EL TAXISTA”

Se me había hecho muy tarde en el trabajo. La calle estaba desierta; en esa tranquila noche de
jueves eran ya casi las 11 y no circulaban autobuses y la estación del metro quedaba lejos por lo que
busqué un taxi. Después de algún rato de esperar decidí caminar hasta la avenida, Al cabo de unos
minutos, pude detener a uno; se detuvo junto a mí y me preguntó:
“¿A dónde va joven?”
“Aquí a Buenavista” –contesté-
“¡Súbase!” Me dijo el chofer, abrí la puerta del taxi y me introduje. El conductor, era un hombre de
unos cincuenta y tantos años. Le comenté si podía encender un cigarro y amablemente me dijo que
sí. El taxista saco un encendedor enfundado en piel, tenía unas letras grabadas que decían el
nombre “Israel”.
“Está muy bonito, señor ISRAEL” -le contesté-
“No, yo me llamo Rodolfo, el encendedor es de mi hijo; pero ya no lo usa” –Me dijo el taxista- y pude
notar un suspiro en sus palabras.
“¿Su hijo ya no fuma señor?” –pregunté-
“No joven; mi hijo falleció” –respondió el conductor-
Muy apenado por mi curiosidad, le dije queriendo justificarme: “Discúlpeme por favor, lo siento
mucho”
“No se preocupe joven, ya hace tres años que mi Israel está descansando en paz” –Me dijo en un
tono tranquilo-
Yo todavía apenado, y no queriendo abrir la boca otra vez; pensé en callarme hasta llegar a mi
destino. Fue el taxista quien me dijo volteando a verme: “MI hijo tenía su edad, si no me equivoco
tendrá ud. Unos …¿28 años?”
Algo sorprendido por su acierto le comenté: “Si señor, 28 recién cumplidos” Yo no me sentía cómodo
hablando del tema, pero el hombre seguía platicando y pensé en escucharlo por cortesía pensando
en su dolor.
“Mi hijo también acababa de cumplir los 28 años” me dijo el taxista; “Ese día después de la cena que
le hicimos en familia, le dimos de regalo cinco mil pesos. El muy contento nos dijo que así podía
pagar lo último que le quedaba de su carro, un volskwagen rojo que había comprado con mucho
sacrificio. Cuando salió de la casa, se despidió y no sé por qué me sentí incomodo, le dije que no
saliera, pero el me dijo que era su cumpleaños y que iba a seguir festejando con sus amigos. Ya en
la madrugada, nos hablaron de la delegación, me dijeron que tenían un cuerpo y que en sus
pertenencias tenía ese número de teléfono, por lo que teníamos que ir a identificarlo”
Yo por no querer rebuscar en la pena del conductor, no sabía que contestar o decirle, me limitaba a
escucharlo.
Después de darme los detalles de la muerte de su hijo, el taxista; por el cual había sentido cierta
compasión; me dijo en un tono por demás resignado y tranquilo: “Sabe joven; yo no siento haberlo
perdido. Mi hijo sigue conmigo; lo siento acompañándome y hasta cuidándome, nunca me siento
solo” Al ver la certeza con la que este señor me decía ver y sentir a alguien que ya no pertenece a
este mundo me hizo creer que hablaba en serio.
Estábamos por llegar a mi destino, a modo de consuelo me permití decirle que su hijo estaba ya
descansando en paz y que había sido afortunado en tener un padre como él.
El conductor se detuvo y agradecí su servicio, le pagué y me dijo “ Buenas noches joven” Al
bajarme noté como veía algo por el espejo lateral y le hacia una señal , pero no había nada ni nadie
atrás de nosotros, caminé hasta la puerta de mi departamento. Yo no podía dejar de pensar en el
dolor de ese taxista y más en las palabras que me compartió.
Al voltear a ver por última vez al taxista sentí un fuerte escalofrío al ver cómo; un volskwagen rojo
arrancaba al mismo tiempo y lo seguía a corta distancia, escoltándolo a largo de la avenida

Fin

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