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Sin embargo, eso no ha impedido que numerosas actividades humanas generen un impacto
importante en la calidad del agua del planeta, mediante el desecho de sustancias líquidas,
sólidas e incluso gaseosas en el ambiente. Y aunque también hay procesos naturales e
iniciativas humanas que buscan contrarrestar la contaminación del agua, es mucho más
sencillo ensuciarla que potabilizarla.
Como se ha visto, las principales (por no decir la gran mayoría) de las causas de la
contaminación del agua provienen del modo de vida de los seres humanos y, en especial,
del modo en que consumimos los recursos naturales y disponemos de los subproductos y
desechos de nuestras actividades.
En ambos casos lo hace mucho más aprisa de lo que puede la naturaleza compensar sus
efectos nocivos.
2. ¿Cuáles son los contaminantes del aiEl monóxido de carbono es particularmente tóxico y
Por ejemplo, el uso de aerosoles con CFC, por ejemplo, surtió durante finales del siglo XX un
daño grave sobre la capa de ozono en la atmósfera, y la tragedia del Reactor Nuclear de
Chernóbil arrojó al aire miles de partículas radiactivas que el viento arrastró hacia poblaciones
rurales cercanas, destruyendo la calidad del aire, agua y suelo.
El aire contaminado deteriora la salud de las personas, los animales y las plantas.
Cuando hablamos de contaminación del suelo, al igual que en los casos del agua y de
la atmósfera, nos referimos a la pérdida de su calidad natural debido a la presencia de
sustancias ajenas o tóxicas, que cambian sus propiedades químicas y lo hacen incompatible
con la vida, tanto la natural (fauna y flora silvestre) como la humana (agricultura, jardinería,
etc.).
Por otro lado, la contaminación del suelo usualmente se esparce hacia otros elementos,
como el agua y el aire, dado que las lluvias “lavan” el suelo, llevándose hacia los ríos, mares y
aguas subterráneas todas las sustancias contaminantes que deteriorarán entonces
otros ecosistemas.
En muchos casos, el origen de dichas sustancias es bélico, como las minas de guerra o el
material que esparcen las bombas de todo tipo (explosivas, incendiarias, atómicas, etc.), más
allá del daño físico que el impacto genera.
Otras posibles, aunque minoritarias, fuentes de contaminación que no están vinculadas con la
labor humana son las erupciones volcánicas, las fallas geológicas que exponen materiales
pesados del subsuelo, o los impactos de meteoritos.
3. Consecuencias de la contaminación del suelo
La principal consecuencia de la contaminación del suelo tiene que ver, como dijimos, con
la pérdida de su fertilidad y su incompatibilidad con la vida animal, vegetal y humana. Los
suelos contaminados suelen permanecer estériles y vacíos durante el tiempo que tome a
la naturaleza y a los elementos limpiar las sustancias tóxicas o descomponerlas en otros
elementos inocuos, y aun así la recuperación del suelo tomará tiempo.
Por otro lado, los suelos contaminados pueden ver adulterada su capacidad de absorción
de agua, produciéndose inundaciones inesperadas o, por el contrario, suelos marchitos y
de pH insostenible (muy ácido o muy básico), que en presencia de aguas dan origen a
sustancias tóxicas y mortales. Esto suele conducir a la devastación de los paisajes.
1. ¿Qué es el efecto invernadero?
La luz solar que recibe a diario nuestro planeta calienta su superficie, incluidas las aguas
del océano, aportándole una enorme cantidad de luz y calor que permiten la vida y que inyectan
la energía necesaria para sus distintos ciclos químicos y físicos.
Sin embargo, parte de esa energía calórica se reirradia hacia afuera en frecuencias más bajas
(radiación infrarroja), permitiendo cierto margen de enfriamiento y equilibrio.
Por otro lado, si estos gases superan la medida natural de su presencia en la atmósfera, el
calor acumulado en el planeta ascenderá y alterará el balance climático del planeta, acelerando
o intensificando el calentamiento global.
Los márgenes registrados de gases de efecto invernadero en la atmósfera a finales del siglo
XX, presentan una relación directa con el inicio de las actividades industriales humanas, que
han arrojado a la atmósfera tantos gases de esta naturaleza, que el índice de concentración
del CO2 en la atmósfera ha aumentado en un 40% desde 1750 (de 280ppm a 400ppm).
El añadido de carbono a la atmósfera por parte de nuestra especie excede las capacidades
actuales del planeta para reciclarlo (mediante el Ciclo del Carbono), ya que proviene de casi
tres siglos de combustión masiva de hidrocarburos fósiles (carbón, petróleo, gas natural) y otras
actividades económicas semejantes, como la ganadería masiva o la deforestación (que reduce
la cantidad de vida vegetal disponible para reciclar el CO2 ambiental).
Como se dijo antes, el efecto invernadero es necesario para la vida en el planeta, ya que sin
él se despediría el calor hacia el espacio. El problema está, en cambio, en el incremento
desproporcionado de los gases responsables de dicho efecto, lo cual tiene una consecuencia
directa: el incremento también, paulatino pero sostenido, de la temperatura mundial. A esto se
le conoce como calentamiento global y tiene a su vez una serie de consecuencias:
La lluvia ácida no suele ser estrictamente ácido, sino diversas diluciones en agua de ácido
carbónico, ácido nítrico, ácido sulfúrico o ácido sulfuroso, dependiendo de los
contaminantes que abunden en una región, dado que los vientos pueden movilizar estos gases a
lo largo de kilómetros de distancia. Dicha reacción química suele producirse de la siguiente
manera, por ejemplo:
El resultado de dicha mezcla suele rondar niveles de pH de 3 (semejante al vinagre), lo cual es
mucho más ácido que el normal de la lluvia de 5,65 (debido a la presencia regular
de CO2 atmosférico que da origen a cantidades mínimas de ácido carbónico).
Además, este tipo de precipitaciones suelen verse afectadas por las temperaturas y
el clima, pudiendo darse bajo forma de rocío, neblina, granizo, lloviznas o incluso
nieve. Del modo que sea, su presencia en los diversos ecosistemas suele ser perniciosa, ya que
alteran el balance químico de la tierra, el agua y deterioran la vida.
Ver también: Hidrólisis.
La lluvia ácida tiene diversos efectos medioambientales, que van desde el paulatino deterioro de
la vida vegetal, cuyas hojas no soportan la acidez del rocío o de la lluvia, hasta la acidificación
de los grandes cuerpos de agua como ríos o lagos, lo cual a menudo los hace inhabitables
por las formas de vida más débiles, ocasionando desbalances químicos y tróficos que pueden
llevar a extinciones o a sobrepoblaciones.
Otro efecto conocido en este sentido es el deterioro de los suelos, ya que las moléculas de ácido
aportan protones al suelo (H+), forzando a la producción de ciertos iones (cationes de hierro,
calcio, aluminio, zinc o plomo) y empobreciendo la química del suelo, que se hace menos
fértil y menos apto para el cultivo.
Además, la lluvia ácida es corrosiva, por lo que deteriora edificaciones y deteriora los
materiales, disolviendo el mármol o la caliza de estatuas, iglesias y edificaciones de
época.