Está en la página 1de 1

LA MADRE MONTE

Está vestida de hojas y de líquenes, vive en la profundidad de los bosques. La cabellera, víctima de
soles y lunas, le oculta el rostro, ese es su enigma. Podemos escuchar el grito de fiera entre los
árboles, ver la silueta que se pierde en la espesura, pero nadie ha visto nunca su rostro cubierto de
musgo y sombra.

La Madremonte ama las grandes piedras de los ríos, construye sus aposentos en los nacimientos
de las quebradas, se distrae con el silbido de las mirlas y los azulejos. Algunos han creído
escucharla cuando imita el canto de los grillos, en las tardes de verano, y cuando persigue las
luciérnagas en las noches sin luna.

Como vigilante de las selvas, la Madremonte cuida que no desaparezcan la lluvia ni el viento,
orienta los periodos de celo de los animales del monte, grita de dolor cuando cae alguna criatura
de su dominio. Por eso, odia a los leñadores y persigue a los cazadores: a todos aquellos que violan
los recintos secretos de las montañas.

Cuando la Madremonte está poseída de furia dicen, los que han padecido su venganza, que se
transforma: los ojos despiden candela y con las manos de puro hueso, se agita de rabia entre los
matorrales. Se desencadenan entonces, los vientos y las tormentas. Los ríos y las quebradas traen
inundaciones, arrasan las cosechas y el ganado. Todo parece como si se anunciara el
estremecimiento de la tierra y los astros.

También podría gustarte