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RT 1978 PDF
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Resumen
disputan el territorio los pueblos que habitan en él y las empresas que buscan
despojarlos para hacer negocio. En la región de la Montaña de Guerrero un con-
Palabras clave:
Abstract
disputed by the people who live in it and corporations that seek to appropriate it
generated between mining companies, the State, and the people who have resisted
of the model of accumulation in which it develops, and using the critical dialecti-
1
Egresada de la maestria en Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo, Correo-e: mora.eloisa@gmail.com
cal method. The peasants and indigenous peoples of the Montaña have prevented
mining exploitation on their territory and have stopped the environmental disaster
that it implicates, prepending their own ways of appropriating the territory. This
study of the achievements, limitations and perspectives of the struggle can serve
as a referent for other struggles in defense of territory, but also as a contribution
to dealing with the current crisis of western civilization.
Introducción
La historia de América Latina ha sido marcada por la extracción masiva de recursos
naturales desde la época de la colonización. Actualmente, esa condición vuelve a
tener importancia a partir de una renovación de los procesos de despojo de bienes
comunes. En este sentido se puede ver como en toda America Latina y en muchos
países de los llamados periféricos existe una amplia gama de conflictos de diversa
índole y con diferentes protagonistas, pero que tienen en común la defensa de los
recursos naturales y el territorio. El ejemplo de la minería es muy representativo
de esta situación, ya que en 19 países de América Latina existe por lo menos un
conflicto minero, teniendo el número más alto de conflictos países como Perú y
Chile con 35 conflictos, y con la cifra más alta México con 36 conflictos (Obser-
vatorio de Conflictos Mineros de América Latina, 2015).
El despojo del territorio y la resistencia a megaproyectos, han sido uno de los
principales motores de conflicto y lucha social en América Latina. Si antes una
de las banderas centrales de la lucha campesina e indígena era la lucha por la
tierra, ahora una de las principales razones que está movilizando a los habitantes
del medio rural es la defensa de la tierra y el territorio frente a proyectos como
hidroeléctricas, complejos turísticos, parques eólicos, aeropuertos, gasoductos,
mineras, etc. Proyectos cuyos principales beneficiarios no son los habitantes del
territorio en donde se implementan, sino las empresas que los promueven. En
muchos casos estos conflictos adquieren un carácter “ecológico” muy importante,
porque implican también oponerse a la destrucción ambiental, la contaminación,
el cambio de uso de suelo, la superexplotación de recursos y la lógica que mer-
cantiliza cada vez más a la naturaleza.
Esta situación es caracterizada por el autor David Harvey como “acumulación
por desposesión” (2004), un proceso muy similar a la acumulación originaria de la
que hablo Marx, pero que vuelve a tomar importancia en el capitalismo avanzado,
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por sus propias crisis y ante las dificultades para acumular mediante la reproducción
ampliada. Esta acumulación por desposesión en nuestro país ha significado entre
otras cosas el asedio constante de territorios campesinos e indígenas, en donde se
encuentran múltiples bienes susceptibles de ser explotados por grandes empresas
trasnacionales o nacionales.
A partir de estos cambios en la dinámica capitalista y en particular del avance
neoliberal en México, los conflictos por el territorio y los bienes comunes han ido
en aumento. Particularmente los conflictos ocasionados por la actividad minera
abundan en el país, aumentando considerablemente en la última década, en relación
también al aumento en el precio del oro y otros metales. Se ha registrado un total de
100 conflictos mineros en México, incluyendo los conflictos laborales de la última
década (Pérez, 2014). En este sentido, el estudio de las diferentes pugnas relacio-
nadas con la actividad minera es muy importante por ser uno de los principales
motores de conflictividad social en el país y por las implicaciones que éstos tienen
en términos, sociales, económicos, políticos y ambientales. Para aproximarse a
estos conflictos y las alternativas que en su desarrollo se van gestando, se requiere
por un lado conocer las diversas formas que adquiere la resistencia en cada lugar,
pero también el marco común sobre el que se desarrollan estos conflictos, es decir
un determinado modelo de acumulación que se extiende a partir del despojo.
Al ir en aumento este tipo de conflictos, el interés académico en ellos también
ha aumentado. Respecto a minería destacan los trabajos de Gian Carlo Delgado
“Ecología política de la minería en América Latina” (2010) y Antonelli Mirta
& Svampa Maristella (2009) “Minería trasnacional, narrativas del desarrollo y
resistencias sociales”, como compilaciones de diferentes casos de conflictivi-
dad minera. Destacan también los trabajos de Claudio Garibay, quien habla de
una “reciprocidad negativa”, respecto de las empresas mineras y los habitantes
del territorio donde se establecen, la que se define como “la intención de tomar
impunemente algo sin dar nada a cambio”, así la corporación se queda todos los
beneficios, mientras que transfiere impunemente los costos sociales y ambientales
a las comunidades (Garibay, 2013).
Este último autor también señala las implicaciones de la minería a cielo abierto,
que, gracias a una tecnología avanzada y sumamente destructiva puede procesar
millones de toneladas de material rápidamente y a bajo costo, pero utilizando
enormes volúmenes de agua, provocando escasez hídrica donde se instala, usan-
do grandes cantidades de energía, por mencionar algunas de sus consecuencias.
Garibay menciona que en este tipo de minería se generan disputas territoriales
de “suma cero”, en donde o gana la corporación y desplaza a los propietarios del
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Auge minero
Con el avance del neoliberalismo, a partir de la década de los noventa se observa una
serie de ajustes estructurales para promover la inversión extranjera directa en diver-
sos sectores, donde se incluye el minero (Delgado-Ramos, 2012). En México este
proceso toma una forma definida durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari,
en el cual se cambiaron las leyes del país, abriéndose las oportunidades al capital
privado y a las grandes empresas para apropiarse de las riquezas del subsuelo de la
nación a partir de los siguientes cambios: la reforma al artículo 27 constitucional
(1992), la Ley Minera (1992), la Ley de Inversión Extranjera (1993) y el Tratado
de Libre Comercio con América del Norte (1994) (González et al., 2011).
Actualmente, la localización de la explotación minera se delimita principalmente
por la ubicación de las reservas de minerales, pero son de especial interés las que
se encuentran en los países periféricos, donde los costos de producción se reducen
debido a los altos costos económico, sociales (Delgado-Ramos, 2010) y ambien-
tales. Es el caso de América Latina, que recibió el 26% de la inversión global en
exploración minera para el año 2009 (SENA-Fobomade, 2011). Destacan como
destino de inversión minera países como Chile, Perú, Brasil, Colombia México
y Argentina (Zibechi, 2012), donde, como ya se vio, se desarrollan diversos con-
flictos relacionados con la minería. Estamos pues, ante un proceso similar al del
saqueo colonial, con la diferencia de que actualmente se hace bajo el cobijo del
comercio internacional y el “libre mercado” (Delgado-Ramos, 2011). Y una vez
más, la principal oposición a este saqueo, la encabezan los pueblos originarios y
campesinos de América Latina.
Es bajo este contexto que en varios estados de México se despliega la amenaza
minera, frente a lo que ha surgido resistencia de la población que se ve afectada.
En este país, debido a la enorme complejidad y diversidad geológica existente
en su territorio, una característica destacada es la riqueza en recursos minerales
metálicos y no metálicos. Esto ha hecho de la minería una actividad económica
histórica desde la época prehispánica (Sánchez, 2010). Estudios oficiales calculan
que en la última década se ha extraído más oro del suelo mexicano que en los tres
siglos de colonización española (Cámara de Diputados, 2011). Para 2013 existían
más de 31 mil concesiones mineras a empresas trasnacionales (Ramírez, 2013). En
20 años, los presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León,
Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, han otorgado en concesión 97
millones 800 mil hectáreas a empresas mineras tanto nacionales como extranjeras
(Garduño, 2015).
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La Reserva de la Biósfera
Después de esa primer etapa de oposición a las concesiones mineras, encabezada
por la CRAC-PC, la campaña a corazón abierto, y el rotundo rechazo de los ejidos
y comunidades a la entrada de las empresas, continúa una segunda fase donde el
enfrentamiento ya no es directamente con las empresas que detentan la concesión,
sino con el Estado, particularmente con las instituciones federales y estatales de-
dicadas a la conservación biológica y el cuidado ambiental.
En el momento en que parecía que las empresas se habían replegado ante la
negativa local, surge otra amenaza sobre el territorio donde opera la CRAC-PC
en la Costa-Montaña y sobre buena parte de la región Montaña. Con un objetivo
aparentemente opuesto al de la extracción minera (más aún del método a cielo
abierto), con el fin de “proteger” la biodiversidad, otra forma de desposesión de
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junto con dos oficios: en el primero se les emplazaba a dar respuesta por medio
de sus autoridades agrarias en un lapso de 21 días; el segundo era un formato de
respuesta al comisionado nacional de CONANP con copia al secretario de medio
ambiente y recursos naturales del entonces sexenio calderonista. En ese formato
las comunidades notificarían al gobierno la aceptación del proyecto de la Reserva,
ese formato hacia ver que las comunidades eran quienes solicitaban el proyecto
además de que se incluían ahí solicitudes a diversos programas de alfabetización, el
PESA (Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria), Guerrero sin Hambre,
Maíz por Bosque, Conservación y Uso Sustentable de Suelo y Agua (COUSSA),
agua potable y saneamiento (Tlachinollan, 2013). Además, la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales, SEMAREN, afirma que son los núcleos agrarios
quienes habían solicitado la Reserva y ya estaban recibiendo apoyos económicos,
lo cual no era cierto. En estos hechos se aprecia cómo el Estado pasa por encima
de los pueblos y sus autoridades locales e incluso habla en nombre de ellos, adju-
dicándose la decisión de definir qué es mejor para ellos y cómo deben conservar
y usar sus recursos naturales.
A pesar de que a los comisariados de los núcleos afectados por la Reserva ya se
les había hecho llegar el estudio, no se había dado una confluencia entre ellos. Sin
embargo, en la propia página del gobierno y en algunos medios de comunicación
impresos se anunció que el titular de SEMAREN (Secretaría de Medio Ambiente),
el coordinador regional de CONANP (Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas) y el entonces rector de la UIEG (Universidad Intercultural del Estado
de Guerrero), habían realizado una reunión para impulsar la Reserva de la Biós-
fera. El 5 de septiembre se había concretado un convenio entre la SEMAREN y la
UIEG, donde se haría un proceso de información y consulta en 250 localidades de
los municipios implicados, a cambio de medio millón de pesos autorizados para
la Universidad (Tlachinollan, 2013).
Los habitantes de la Montaña al darse cuenta de esa reunión y los acuerdos
promovidos en ella, se molestaron mucho, no sólo por la propuesta de la Reserva,
sino con la UIEG y su rector que llevó a cabo esos acuerdos a espaldas de los
pueblos, sin haberlos consultado antes. De esta manera los propios jóvenes de la
Montaña que estudiaban en esa Universidad, serían los encargados de promover el
proyecto. Al dar cuenta de esto, los pobladores y autoridades agrarias de La Ciénega
llamaron a una asamblea para tratar el problema, lo que tuvo eco en diferentes
localidades de la Montaña. En esta primer asamblea que se convirtió también en
un foro de denuncia, con más de 500 asistentes entre pobladores, estudiantes y
ONG´s, se acordó que se impulsaría en todos los núcleos afectados una campaña
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Se suspende la Reserva
Finalmente se logró un primer triunfo en este proceso, la cancelación del convenio
de la UIEG para promover la Reserva de la Biosfera. Con una acción nutrida por
pobladores de toda la región, reclamando que una institución supuestamente de-
dicada a formar profesionistas al servicio de los pueblos de la Montaña, actuara a
espaldas de éstos, los habitantes de la Montaña demostraron que no están dispuestos
a avalar que se tomen decisiones sobre su territorio sin tomarlos en cuenta. Además
de esto, a inicios de 2013 el rector de la UIEG, Rafael Aréstegui fue destituido de
su cargo. El rector que lo sustituyó, buscó el diálogo con los opositores al Proyecto,
acordó corregir el camino de la Universidad y se ha mantenido cercano a las acti-
vidades del CRAADT, sumándose también varios alumnos de dicha Universidad
al proceso de resistencia.
De igual forma, en el séptimo foro realizado en abril de 2013 en Cochoapa
el Grande, se levantó un documento regional donde se expresa el rechazo total a
proyectos que atenten contra los bienes naturales de los pueblos de la Montaña,
el documento se llamó “Manifiesto en defensa del territorio”. Este escrito fue
entregado por una comisión al Congreso de la Unión, al Senado y a la residencia
oficial de Los Pinos en abril de 2013 (Tlachinollan, 2013).
En mayo de 2013 la lucha contra la Reserva consigue su objetivo. El vocero
de SEMAREN, Carlos Toledo Manzur, informó que el gobierno estatal canceló
el proyecto de Reserva de la Biosfera previsto en La Montaña, por la oposición
que se presentó por varios sectores sociales, incluida la CRAC. Pero también se-
ñaló que el gobierno estatal haría una contrapropuesta, y no quitarían el dedo del
renglón, sino que se buscaría otra modalidad de conservación regida por usos y
costumbres, y que consiste en un área de conservación comunitaria. Días después
de la cancelación del proyecto de la Reserva, se destituyó del cargo también a
Carlos Toledo Manzur.
A pesar de que el proyecto de la Reserva se encuentra temporalmente suspendi-
do, se siguen realizando actividades de difusión sobre sus implicaciones, previendo
un siguiente golpe ya anunciado con las “áreas de conservación comunitarias”.
Además, ha dado pie a un esfuerzo colectivo de conservación realmente comu-
nitaria, sin la necesidad de la intervención estatal, anteponiendo la propuesta de
proyección sobre el territorio que tienen sus propios habitantes, la cual de alguna
manera se ve modificada ante la amenaza presente. En el caso de la Montaña,
se impulsó la idea de revalorar las formas “comunitarias” y “tradicionales” de
conservación, mejorándolas y generando nuevas, así como revalorar los bienes y
servicios obtenidos de la naturaleza y el conocimiento tradicional. Para ello se han
impulsado esfuerzos con el apoyo de algunas ONG´s, para hacer ordenamientos
territoriales comunitarios, proyectos de reforestación, de embellecimiento urba-
no, se han destinado áreas de los bienes comunales para conservación, y se está
trabajando para mejorar los estatutos comunales para dar un mejor manejo a sus
bienes communes y establecer en ellos el rechazo a las mineras y a la Reserva.
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contradicciones del propio Estado que suscribe el Convenio 169, pero en los hechos
no lo reconoce y favorece a las empresas.
Conclusiones
En el marco del avance de las políticas neoliberales en el país, podemos ver
cómo las dimensiones de la lucha de los pueblos de la Montaña de Guerrero son
mucho más amplias que el simple hecho, de por sí nada despreciable, de evitar
la destrucción ambiental que implicaría la entrada de la minería a la región. La
actividad de la CRAC-PC y las diversas autodefensas que han surgido en toda la
región y en el estado de Guerrero, tienen el mérito de haber conseguido combatir
la delincuencia y el crimen organizado. En este sentido, el permitir la entrada de
las mineras, es también una forma de debilitar las instituciones comunitarias y dar
pie a la actividad del narcotráfico y la delincuencia en la región.
La defensa del territorio en la Montaña, además de una defensa de su cultura, es
también una lucha por los derechos agrarios, por la tierra como medio de produc-
ción, por el cultivo de maíz, calabaza, frijol, quelites, el sostenimiento del ganado,
la leña, etc. Es defender el sostén de la vida campesina e indígena, es también
el punto clave que conecta esta lucha, con aquella de los campesinos durante la
revolución mexicana. Defender el territorio es también defender el reparto agrario.
Es la respuesta al retroceso que supone la etapa neoliberal respecto a la pérdida de
las conquistas históricas de periodos anteriores. Defender el territorio es también
defender la biodiversidad que en él habita. Como ya lo mencionamos, la minería a
cielo abierto es una de las actividades más contaminantes que existen, por lo que la
lucha contra las minas en la Montaña tiene un carácter ecológico muy importante
al evitar esa destrucción ambiental, de ahí que la caracterizemos como una lucha
eco-social, por que implica también una defensa de la naturaleza, desde la propia
cosmovisión de los pueblos.
Los campesinos e indígenas de la Montaña no sólo han resistido la invasión
de las empresas mineras, también han resistido la imposición de un proyecto de
conservación biológica que no los tomó en cuenta y resultó ser otra forma de
despojarlos de su territorio. En este caso, podemos ver cómo el Estado a partir
de las instancias destinadas a realizar tareas de “desarrollo sustentable” y “con-
servación biológica” busca modificar la relación de los pueblos con su territorio,
e incluso reducir su capacidad de gestión y decisión sobre el mismo. Peor aún,
crea instrumentos para la conservación de la biodiversidad del país bajo una le-
gislación ambigua que permite que actividades tan destructivas como la minería
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