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La lucha ecosocial contra la minería en la Montaña de

Guerrero: defendiendo el territorio en tiempos de despojo

Eloisa Amparo Mora Cabrera1

Resumen

disputan el territorio los pueblos que habitan en él y las empresas que buscan
despojarlos para hacer negocio. En la región de la Montaña de Guerrero un con-

en el marco del modelo de acumulación en el que se desarrolla, para lo cual nos


valemos del método dialéctico crítico. Los campesinos e indígenas de la Montaña
han evitado la explotación minera en su territorio, frenando el desastre ambiental
que ello implica y anteponiendo sus propias formas de apropiación del territorio.
Estudiar a profundidad los alcances, limitaciones y perspectivas de su lucha, sirve
como referente para otras luchas en defensa del territorio, pero también por su
aportación para hacer frente a la actual crisis de la civilización occidental.

Palabras clave:

The ecosocial struggle against mining in The Montaña de Guerrero:


defending the territory in times of dispossession

Abstract

disputed by the people who live in it and corporations that seek to appropriate it

generated between mining companies, the State, and the people who have resisted

of the model of accumulation in which it develops, and using the critical dialecti-

1
Egresada de la maestria en Sociología Rural de la Universidad Autónoma Chapingo, Correo-e: mora.eloisa@gmail.com

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MOVIMIENTOS SOCIALES

cal method. The peasants and indigenous peoples of the Montaña have prevented
mining exploitation on their territory and have stopped the environmental disaster
that it implicates, prepending their own ways of appropriating the territory. This
study of the achievements, limitations and perspectives of the struggle can serve
as a referent for other struggles in defense of territory, but also as a contribution
to dealing with the current crisis of western civilization.

Key words: Conflict, territory, dispossession, mining.

Introducción
La historia de América Latina ha sido marcada por la extracción masiva de recursos
naturales desde la época de la colonización. Actualmente, esa condición vuelve a
tener importancia a partir de una renovación de los procesos de despojo de bienes
comunes. En este sentido se puede ver como en toda America Latina y en muchos
países de los llamados periféricos existe una amplia gama de conflictos de diversa
índole y con diferentes protagonistas, pero que tienen en común la defensa de los
recursos naturales y el territorio. El ejemplo de la minería es muy representativo
de esta situación, ya que en 19 países de América Latina existe por lo menos un
conflicto minero, teniendo el número más alto de conflictos países como Perú y
Chile con 35 conflictos, y con la cifra más alta México con 36 conflictos (Obser-
vatorio de Conflictos Mineros de América Latina, 2015).
El despojo del territorio y la resistencia a megaproyectos, han sido uno de los
principales motores de conflicto y lucha social en América Latina. Si antes una
de las banderas centrales de la lucha campesina e indígena era la lucha por la
tierra, ahora una de las principales razones que está movilizando a los habitantes
del medio rural es la defensa de la tierra y el territorio frente a proyectos como
hidroeléctricas, complejos turísticos, parques eólicos, aeropuertos, gasoductos,
mineras, etc. Proyectos cuyos principales beneficiarios no son los habitantes del
territorio en donde se implementan, sino las empresas que los promueven. En
muchos casos estos conflictos adquieren un carácter “ecológico” muy importante,
porque implican también oponerse a la destrucción ambiental, la contaminación,
el cambio de uso de suelo, la superexplotación de recursos y la lógica que mer-
cantiliza cada vez más a la naturaleza.
Esta situación es caracterizada por el autor David Harvey como “acumulación
por desposesión” (2004), un proceso muy similar a la acumulación originaria de la
que hablo Marx, pero que vuelve a tomar importancia en el capitalismo avanzado,

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por sus propias crisis y ante las dificultades para acumular mediante la reproducción
ampliada. Esta acumulación por desposesión en nuestro país ha significado entre
otras cosas el asedio constante de territorios campesinos e indígenas, en donde se
encuentran múltiples bienes susceptibles de ser explotados por grandes empresas
trasnacionales o nacionales.
A partir de estos cambios en la dinámica capitalista y en particular del avance
neoliberal en México, los conflictos por el territorio y los bienes comunes han ido
en aumento. Particularmente los conflictos ocasionados por la actividad minera
abundan en el país, aumentando considerablemente en la última década, en relación
también al aumento en el precio del oro y otros metales. Se ha registrado un total de
100 conflictos mineros en México, incluyendo los conflictos laborales de la última
década (Pérez, 2014). En este sentido, el estudio de las diferentes pugnas relacio-
nadas con la actividad minera es muy importante por ser uno de los principales
motores de conflictividad social en el país y por las implicaciones que éstos tienen
en términos, sociales, económicos, políticos y ambientales. Para aproximarse a
estos conflictos y las alternativas que en su desarrollo se van gestando, se requiere
por un lado conocer las diversas formas que adquiere la resistencia en cada lugar,
pero también el marco común sobre el que se desarrollan estos conflictos, es decir
un determinado modelo de acumulación que se extiende a partir del despojo.
Al ir en aumento este tipo de conflictos, el interés académico en ellos también
ha aumentado. Respecto a minería destacan los trabajos de Gian Carlo Delgado
“Ecología política de la minería en América Latina” (2010) y Antonelli Mirta
& Svampa Maristella (2009) “Minería trasnacional, narrativas del desarrollo y
resistencias sociales”, como compilaciones de diferentes casos de conflictivi-
dad minera. Destacan también los trabajos de Claudio Garibay, quien habla de
una “reciprocidad negativa”, respecto de las empresas mineras y los habitantes
del territorio donde se establecen, la que se define como “la intención de tomar
impunemente algo sin dar nada a cambio”, así la corporación se queda todos los
beneficios, mientras que transfiere impunemente los costos sociales y ambientales
a las comunidades (Garibay, 2013).
Este último autor también señala las implicaciones de la minería a cielo abierto,
que, gracias a una tecnología avanzada y sumamente destructiva puede procesar
millones de toneladas de material rápidamente y a bajo costo, pero utilizando
enormes volúmenes de agua, provocando escasez hídrica donde se instala, usan-
do grandes cantidades de energía, por mencionar algunas de sus consecuencias.
Garibay menciona que en este tipo de minería se generan disputas territoriales
de “suma cero”, en donde o gana la corporación y desplaza a los propietarios del

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MOVIMIENTOS SOCIALES

territorio, o los propietarios resisten la ocupación minera. Ya que la escala de esta


minería no deja espacio a una situación de convivencia con otros usos culturales
del suelo, por sus características: su naturaleza tecnológica, su fuerza económica y
su poder político. Con ello apunta a la exclusión social y a la profunda destrucción
del paisaje cultural que existe en dicho territorio. Esto implica que no hay salida
intermedia posible, si la empresa entra hay destrucción segura para los habitantes del
territorio afectado. Por más que se negocien mejores condiciones para la población
local, los daños causados por la actividad minera a tajo abierto son inevitables,
porque son inherentes a dicha actividad (Garibay, 2010).
Ante la dimensión de estas consecuencias es que resulta primordial conocer las
distintas formas en que operan las empresas mineras y los casos donde los con-
flictos han resultado en mejores condiciones para las comunidades, ya sea que se
suspendió la actividad minera o que se haya logrado evitar que la empresa empiece
a operar. En esta última clasificación, entra el caso de la Montaña de Guerrero,
donde tras la entrega de concesiones de exploración y explotación minera, se ha
logrado evitar que las empresas empiecen a operar en la región. Este artículo se
refiere a este conflicto en particular, ya que es un caso donde se ha evitado la en-
trada de las empresas, gracias a una coordinación y movilización a nivel regional,
también porque previo a la entrega de las concesiones, ya existía una organización
comunitaria de larga trayectoria como lo es la Coordinadora Regional de Auto-
ridades Comunitarias-Policía Comunitaria, así como una fuerte historia de lucha
social en la región. Para abordar este conflicto, nos valemos del método dialéctico
crítico, que busca hacer un análisis de los problemas socialmente relevantes y el
conocimiento histórico y universal (De Schutter, 1981). A partir de éste método,
el concepto de totalidad nos permite relacionar el fenómeno local de la minería a
cielo abierto en Guerrero, en su carácter histórico, con las dinámicas globales del
sistema político económico y del modo de producción capitalista, también nos
permite, en el sentido al que hace referencia Karel Kosík (1967), ir más allá de la
apariencia fenoménica y llegar a penetrar hasta la esencia misma del fenómeno,
entender la parte con ayuda del todo, a la vez que aportar en el conocimiento del
todo a partir de la aproximación de una de las partes. Para llevar a cabo este trabajo
se realizó investigación documental, así como investigación de campo, de donde
se obtuvo información de primera mano sobre el conflicto.

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Auge minero
Con el avance del neoliberalismo, a partir de la década de los noventa se observa una
serie de ajustes estructurales para promover la inversión extranjera directa en diver-
sos sectores, donde se incluye el minero (Delgado-Ramos, 2012). En México este
proceso toma una forma definida durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari,
en el cual se cambiaron las leyes del país, abriéndose las oportunidades al capital
privado y a las grandes empresas para apropiarse de las riquezas del subsuelo de la
nación a partir de los siguientes cambios: la reforma al artículo 27 constitucional
(1992), la Ley Minera (1992), la Ley de Inversión Extranjera (1993) y el Tratado
de Libre Comercio con América del Norte (1994) (González et al., 2011).
Actualmente, la localización de la explotación minera se delimita principalmente
por la ubicación de las reservas de minerales, pero son de especial interés las que
se encuentran en los países periféricos, donde los costos de producción se reducen
debido a los altos costos económico, sociales (Delgado-Ramos, 2010) y ambien-
tales. Es el caso de América Latina, que recibió el 26% de la inversión global en
exploración minera para el año 2009 (SENA-Fobomade, 2011). Destacan como
destino de inversión minera países como Chile, Perú, Brasil, Colombia México
y Argentina (Zibechi, 2012), donde, como ya se vio, se desarrollan diversos con-
flictos relacionados con la minería. Estamos pues, ante un proceso similar al del
saqueo colonial, con la diferencia de que actualmente se hace bajo el cobijo del
comercio internacional y el “libre mercado” (Delgado-Ramos, 2011). Y una vez
más, la principal oposición a este saqueo, la encabezan los pueblos originarios y
campesinos de América Latina.
Es bajo este contexto que en varios estados de México se despliega la amenaza
minera, frente a lo que ha surgido resistencia de la población que se ve afectada.
En este país, debido a la enorme complejidad y diversidad geológica existente
en su territorio, una característica destacada es la riqueza en recursos minerales
metálicos y no metálicos. Esto ha hecho de la minería una actividad económica
histórica desde la época prehispánica (Sánchez, 2010). Estudios oficiales calculan
que en la última década se ha extraído más oro del suelo mexicano que en los tres
siglos de colonización española (Cámara de Diputados, 2011). Para 2013 existían
más de 31 mil concesiones mineras a empresas trasnacionales (Ramírez, 2013). En
20 años, los presidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo Ponce de León,
Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, han otorgado en concesión 97
millones 800 mil hectáreas a empresas mineras tanto nacionales como extranjeras
(Garduño, 2015).

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MOVIMIENTOS SOCIALES

Disputa por el territorio en la Montaña de Guerrero


La región conocida como Montaña de Guerrero, comprende los municipios de
Acatepec, Alcozauca de Guerrero, Alpoyeca, Atlamajalcingo del Monte, Atlixtac,
Copanatoyac, Cualac, Huamuxtitlán, Malinaltepec, Metlatónoc, Olinalá, Tlacoapa,
Tlalixtlaquilla de Maldonado, Tlapa de Comonfort, Xalpatláhuac, Xochihuetlán
y Zapotitlán Tablas. En ella habitan principalmente cuatro pueblos originarios:
tlapanecos, mixtecos, amuzgos y nahuas.
Esta región cuenta con 361, 617 habitantes, que representa el 10.67% del total
de la población de Guerrero, de los cuales 236,399 hablan alguna lengua indígena,
lo que equivale al 65.3% del total de habitantes de la Montaña. Existe un 18.4%
de la población en analfabetismo, y un 49.3% sin acceso a servicios de salud.
Abarcando los 19 municipios, la Montaña cubre 692,000 hectáreas, y subsiste la
propiedad social de la tierra, ya que en su mayoría son bienes comunales o ejidales
(Tlachinollan, 2013).
Respecto a las luchas indígenas, destacan en la región durante la década de
los noventa, la participación indígena en el Consejo Guerrerense 500 años de
Resistencia y el surgimiento y consolidación de la CRAC-PC. La región también
es conocida por haber sido foco de actividad guerrillera en los años setentas y por
haber tenido una fuerte presencia de partidos y organizaciones comunistas.
El conflicto en la Montaña comienza en noviembre del 2010, cuando los habitantes
de la Costa y La Montaña se enteran de la existencia de concesiones mineras para
exploración y explotación en su territorio. La CRAC-PC supo de dichas concesio-
nes a partir de la noticia publicada en los periódicos y porque algunos pobladores
dieron cuenta de un helicóptero que estuvo realizando vuelos rasantes en la región,
a raíz de lo cual, desde la radio comunitaria de la CRAC-PC ubicada en San Luis
Acatlán, se alertó a la población sobre los vuelos de este aparato. Tiempo después
se presentaron en la Casa de Justicia de San Luis Acatlán, tres representantes de la
empresa Hochschild Mining, buscando garantías para realizar vuelos en la zona
(Hernandez, 2014). Estas personas confirmaron la sospecha de que ya se habían
realizado actividades de exploración, ya que sabían de la existencia de oro, plata y
zinc en la región, aunque no tenían calculada la cantidad. Esto sin ningún permiso
previo de los pobladores ni las autoridades locales, únicamente bajo el amparo de la
concesión otorgada por el gobierno federal. Vemos entonces, que desde el momento
en que se otorga la concesión y se faculta a las empresas a explorar el territorio de
los pueblos indígenas se omite por completo su derecho a la consulta. A raíz de esto,
la CRAC-PC inmediatamente se puso en movimiento, encabeza la oposición a la
entrada de las mineras y pone en alerta a toda la region acerca del problema.

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La lucha ecosocial…

El rechazo a la entrada de las empresas mineras es rotundo, todas las comu-


nidades de la Montaña y de la Costa-Montaña, acuerdan rechazar a las mineras,
con la sola excepción de la comunidad de Paraje Montero, la cual con engaños
y sin tener información clara firmó un contrato de exploración por cuatro años.
Sin embargo, con la presión a nivel regional de no dejar entrar a las mineras, este
contrato difícilmente será renovado.
Inicialmente se identificaron las siguientes concesiones: Corazón de Tinieblas
(perteneciente a la empresa inglesa Hochschild Mining), tiene una extension de 43
mil 747 hectáreas y abarca 10 núcleos agrarios; La Diana con 14,722 hectáreas, San
Javier con 253 hectáreas (perteneciente a la canadiense Vendome Resources Corp)
y San Miguel con 1,890 hectáreas. Todas a 50 años con posibilidad de renovación.
El primer periodo de resistencia consiste principalmente en la difusión del
problema, en informar a todas las comunidades posibles de lo que ocurría y anti-
ciparles de la visita de representantes de las mineras, así como dar a conocer las
consecuencias de la minería y sus implicaciones. Para ello se efectuaron asam-
bleas informativas, se hicieron pintas en los principales caminos de la Montaña y
brigadas de difusión. También se realizaron algunas movilizaciones al Zócalo de
Chilpancingo, donde junto con otras demandas propias de la CRAC-PC se exigió
la cancelación de las concesiones mineras en la Costa-Montaña y Montaña. El
eje central de esta primer etapa fue la campaña “A corazón abierto, defendamos
nuestra madre tierra” que lanzó la CRAC junto con algunas ONG´s, radios comu-
nitarias y medios libres, donde difundieron en toda la Montaña y a nivel nacional
la problemática con las concesiones mineras.

La Reserva de la Biósfera
Después de esa primer etapa de oposición a las concesiones mineras, encabezada
por la CRAC-PC, la campaña a corazón abierto, y el rotundo rechazo de los ejidos
y comunidades a la entrada de las empresas, continúa una segunda fase donde el
enfrentamiento ya no es directamente con las empresas que detentan la concesión,
sino con el Estado, particularmente con las instituciones federales y estatales de-
dicadas a la conservación biológica y el cuidado ambiental.
En el momento en que parecía que las empresas se habían replegado ante la
negativa local, surge otra amenaza sobre el territorio donde opera la CRAC-PC
en la Costa-Montaña y sobre buena parte de la región Montaña. Con un objetivo
aparentemente opuesto al de la extracción minera (más aún del método a cielo
abierto), con el fin de “proteger” la biodiversidad, otra forma de desposesión de

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MOVIMIENTOS SOCIALES

las tierras campesinas amenazó a los habitantes de la Montaña: la Reserva de la


Biósfera. En esta etapa quien encabeza la lucha ya no es tanto la CRAC-PC, sino
las autoridades agrarias de varios núcleos de la región.
En septiembre del 2012 se presentó el “Estudio Previo Justificativo para el
establecimiento del Área Natural Protegida Reserva de la Biosfera Montaña de
Guerrero”, en el cual la SEMARNAT (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos
Naturales) y su órgano encargado de las áreas protegidas, la CONANP (Comisión
Nacional de Áreas Naturales Protegidas) proponen crear una Reserva de la Biosfera
en los municipios de Atlamajalcingo del Monte, Cochoapa el Grande, Iliatenco,
Malinaltepec y San Luis Acatlán con una superficie de 157, 205.54 hectáreas.
Cabe destacar que en Guerrero no existen Areás Naturales Protegidas bajo esta
categoría. Lo que sí existe es un gran número de “áreas destinadas voluntariamente
a la conservación” principalmente en la Montaña. Sin embargo, a pesar de que las
Reservas de la Biósfera son un instrumento para conserver áreas prioritarias cuyos
ecosistemas son relevantes de preservar para todo el país, la legislación en esta
materia establece que existen actividades que por su importancia para el desarrollo
económico nacional se pueden llevar a cabo aún en un Área Natural Protegida
(ANP). La minería, en este caso, se considera una de estas actividades prioritarias,
por lo que el establecimiento de la Reserva en la Montaña no es garantía para evitar
que entren las empresas mineras. Además, el establecimiento de una ANP implica
también que la gestión de los recursos naturales que en ella se encuentran pase
a manos de la dependencia del Estado encargada de dicha tarea, desplazando y
limitando la capacidad de los núcleos agrarios de administrar su territorio.
En la región de la Montaña se encuentran ecosistemas con importancia global
como los bosques de pino encino, el bosque de encino y el bosque mesófilo de
montaña. Además de considerarse una región geográficamente prioritaria por los
escurrimientos que de ahí fluyen hacia gran parte de las cuencas de algunos de los
principales ríos del estado, como en el Río Papagayo, el Río San Luis Acatlan, el
Río Quetzala y el río Tlapaneco (Tlachinollan, 2013). Por todo ello, el objetivo
de preservar y cuidar esos bosques en términos ambientales tiene mucho sentido.
Sin embargo, existe una coincidencia entre al área propuesta como Reserva y las
concesiones mineras. Además, cabe resaltar que los municipios en donde se dieron
las concesiones mineras y en donde se pretende implementar la Reserva de la Biós-
fera, coinciden en ser los municipios con mayor densidad de población indígena
de la región e incluso del estado. Los pobladores de la Montaña supieron de dicho
proyecto, al llegar a las autoridades agrarias de los núcleos afectados en octubre
de 2012, el Estudio Previo Justificativo para la creación de dicha Reserva. Esto

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La lucha ecosocial…

junto con dos oficios: en el primero se les emplazaba a dar respuesta por medio
de sus autoridades agrarias en un lapso de 21 días; el segundo era un formato de
respuesta al comisionado nacional de CONANP con copia al secretario de medio
ambiente y recursos naturales del entonces sexenio calderonista. En ese formato
las comunidades notificarían al gobierno la aceptación del proyecto de la Reserva,
ese formato hacia ver que las comunidades eran quienes solicitaban el proyecto
además de que se incluían ahí solicitudes a diversos programas de alfabetización, el
PESA (Proyecto Estratégico para la Seguridad Alimentaria), Guerrero sin Hambre,
Maíz por Bosque, Conservación y Uso Sustentable de Suelo y Agua (COUSSA),
agua potable y saneamiento (Tlachinollan, 2013). Además, la Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales, SEMAREN, afirma que son los núcleos agrarios
quienes habían solicitado la Reserva y ya estaban recibiendo apoyos económicos,
lo cual no era cierto. En estos hechos se aprecia cómo el Estado pasa por encima
de los pueblos y sus autoridades locales e incluso habla en nombre de ellos, adju-
dicándose la decisión de definir qué es mejor para ellos y cómo deben conservar
y usar sus recursos naturales.
A pesar de que a los comisariados de los núcleos afectados por la Reserva ya se
les había hecho llegar el estudio, no se había dado una confluencia entre ellos. Sin
embargo, en la propia página del gobierno y en algunos medios de comunicación
impresos se anunció que el titular de SEMAREN (Secretaría de Medio Ambiente),
el coordinador regional de CONANP (Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas) y el entonces rector de la UIEG (Universidad Intercultural del Estado
de Guerrero), habían realizado una reunión para impulsar la Reserva de la Biós-
fera. El 5 de septiembre se había concretado un convenio entre la SEMAREN y la
UIEG, donde se haría un proceso de información y consulta en 250 localidades de
los municipios implicados, a cambio de medio millón de pesos autorizados para
la Universidad (Tlachinollan, 2013).
Los habitantes de la Montaña al darse cuenta de esa reunión y los acuerdos
promovidos en ella, se molestaron mucho, no sólo por la propuesta de la Reserva,
sino con la UIEG y su rector que llevó a cabo esos acuerdos a espaldas de los
pueblos, sin haberlos consultado antes. De esta manera los propios jóvenes de la
Montaña que estudiaban en esa Universidad, serían los encargados de promover el
proyecto. Al dar cuenta de esto, los pobladores y autoridades agrarias de La Ciénega
llamaron a una asamblea para tratar el problema, lo que tuvo eco en diferentes
localidades de la Montaña. En esta primer asamblea que se convirtió también en
un foro de denuncia, con más de 500 asistentes entre pobladores, estudiantes y
ONG´s, se acordó que se impulsaría en todos los núcleos afectados una campaña

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MOVIMIENTOS SOCIALES

de información, se harían foros cada mes en una comunidad distinta, se levantarían


Actas de rechazó en el Registro Agrario Nacional, y se exigiría a la UIEG cancelar
el convenio con SEMAREN y respaldar los derechos de los pueblos (Tlachinollan,
2013). Se acordó rechazar el proyecto porque se vio en él una vía de entrada a las
empresas mineras y una forma de restar poder de gestión de los recursos naturales
a los núcleos agrarios afectados.
En este primer foro también se tuvo como invitado especial a un compañero
de Chiapas, quien participó para dar a conocer su experiencia con la reserva de
Montes Azules, decretada desde hace más de 30 años, señalando que una Reserva
de la Biosfera iba a traer la muerte y el desplazamiento de los pueblos, que una
vez que se estableciera se les prohibiría a los pobladores entrar a su territorio, pero
no así a las empresas mineras, a los turistas y a las empresas.
Como medida de repudio al papel que estaba jugando la UIEG en el proyecto
de la Reserva y para presionar su cancelación, se acordó tomar las instalaciones de
la Universidad. Los pueblos apoyaron de diferentes formas, quienes no se sumaban
directamente, mandaban dinero o alimentos. Los pobladores comentan que fueron
más de mil personas las que participaron en la toma de las instalaciones, mientras
que los medios oficiales hablaron de 200 campesinos de seis municipios.

Creación del consejo, foros y defensa legal


En un segundo foro/asamblea en la comunidad de La Ciénega, se conformó el
“Consejo Regional de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio” (CRAADT),
representando a 12 núcleos agrarios de la región. El consejo está formado por
gente de los municipios de Malinaltepec, Iliatenco, San Luis Acatlán, Cochoapa
el Grande y Metlatónoc, prácticamente gente de toda la región de la Montaña.
Este consejo se creó con la expresa función de rechazar el proyecto de la Reserva
de la Biosfera y también a las empresas mineras. Su principal actividad a partir
de entonces es la realización de foros en los diferentes pueblos de la región en los
que se busca exponer la problemática y conminar a los pobladores a rechazar la
entrada de estos proyectos. En los primeros foros realizados se contó con la pre-
sencia de representantes y miembros de la CRAC, quienes expresaron su rechazo
a la Reserva de la Biosfera y su apoyo a la lucha contra ella.
Los núcleos agrarios afectados con la Reserva son los bienes comunales de Co-
choapa el Grande, el Ejido de Zitlaltepec, Ejido de Huehuetepec, Bienes Comunales
de Mixtecapa, Bienes Comunales de Malinaltepec, Bienes Comunales de Paraje
Montero, Bienes Comunales de San Miguel del Progreso, Bienes Comunales de

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Colombia de Guadalupe, Bienes Comunales de Iliatenco, Ejido Montes de Oca de


Iliatenco, Bienes Comunales de Santa Cruz del Rincón, Bienes Comunales de San
José Vista Hermosa y los Bienes Comunales de Pueblo Hidalgo (SEMARNAT,
2012). En el segundo foro, con la asesoría de Tlachinollan se acordó también una
defensa vía los derechos agrarios de estos núcleos agrarios. Por ello, estos núcleos
presentaron ante el Registro Agrario Nacional las actas de asamblea donde se
acuerda el rechazó a la minería y a la Reserva de la Biosfera. Se han entregado 15
actas de rechazo a la exploración y explotación minera al RAN, y 9 de rechazo a
la Reserva de la Biosfera. De ambas, solo tres han sido aceptadas, la de Zitlalte-
pec, Zapotitlán Tablas y San Miguel del Progreso. Sobre las otras se argumentó
la carencia de validez y se han puesto trabas a pesar de que en todos los casos se
cumplió con los requerimientos señalados por el RAN.

Se suspende la Reserva
Finalmente se logró un primer triunfo en este proceso, la cancelación del convenio
de la UIEG para promover la Reserva de la Biosfera. Con una acción nutrida por
pobladores de toda la región, reclamando que una institución supuestamente de-
dicada a formar profesionistas al servicio de los pueblos de la Montaña, actuara a
espaldas de éstos, los habitantes de la Montaña demostraron que no están dispuestos
a avalar que se tomen decisiones sobre su territorio sin tomarlos en cuenta. Además
de esto, a inicios de 2013 el rector de la UIEG, Rafael Aréstegui fue destituido de
su cargo. El rector que lo sustituyó, buscó el diálogo con los opositores al Proyecto,
acordó corregir el camino de la Universidad y se ha mantenido cercano a las acti-
vidades del CRAADT, sumándose también varios alumnos de dicha Universidad
al proceso de resistencia.
De igual forma, en el séptimo foro realizado en abril de 2013 en Cochoapa
el Grande, se levantó un documento regional donde se expresa el rechazo total a
proyectos que atenten contra los bienes naturales de los pueblos de la Montaña,
el documento se llamó “Manifiesto en defensa del territorio”. Este escrito fue
entregado por una comisión al Congreso de la Unión, al Senado y a la residencia
oficial de Los Pinos en abril de 2013 (Tlachinollan, 2013).
En mayo de 2013 la lucha contra la Reserva consigue su objetivo. El vocero
de SEMAREN, Carlos Toledo Manzur, informó que el gobierno estatal canceló
el proyecto de Reserva de la Biosfera previsto en La Montaña, por la oposición
que se presentó por varios sectores sociales, incluida la CRAC. Pero también se-
ñaló que el gobierno estatal haría una contrapropuesta, y no quitarían el dedo del

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MOVIMIENTOS SOCIALES

renglón, sino que se buscaría otra modalidad de conservación regida por usos y
costumbres, y que consiste en un área de conservación comunitaria. Días después
de la cancelación del proyecto de la Reserva, se destituyó del cargo también a
Carlos Toledo Manzur.
A pesar de que el proyecto de la Reserva se encuentra temporalmente suspendi-
do, se siguen realizando actividades de difusión sobre sus implicaciones, previendo
un siguiente golpe ya anunciado con las “áreas de conservación comunitarias”.
Además, ha dado pie a un esfuerzo colectivo de conservación realmente comu-
nitaria, sin la necesidad de la intervención estatal, anteponiendo la propuesta de
proyección sobre el territorio que tienen sus propios habitantes, la cual de alguna
manera se ve modificada ante la amenaza presente. En el caso de la Montaña,
se impulsó la idea de revalorar las formas “comunitarias” y “tradicionales” de
conservación, mejorándolas y generando nuevas, así como revalorar los bienes y
servicios obtenidos de la naturaleza y el conocimiento tradicional. Para ello se han
impulsado esfuerzos con el apoyo de algunas ONG´s, para hacer ordenamientos
territoriales comunitarios, proyectos de reforestación, de embellecimiento urba-
no, se han destinado áreas de los bienes comunales para conservación, y se está
trabajando para mejorar los estatutos comunales para dar un mejor manejo a sus
bienes communes y establecer en ellos el rechazo a las mineras y a la Reserva.

La amenaza que ataca desde adentro


Una de las particularidades del escenario donde se desenvuelve el conflicto con la
minería, es la presencia de la CRAC-PC y la Unión de Pueblos y Organizaciones
del Estado de Guerrero (UPOEG). La CRAC-PC como una institución comunitaria
abocada a la impartición de justicia y al resguardo del territorio comunitario, y la
UPOEG como un vehículo de expresión de las demandas de los pueblos de Guerrero
al Estado. Ambas organizaciones, comparten zonas de influencia y muchos de los
dirigentes que fundaron la CRAC-PC contribuyeron a la formación de UPOEG y
participan activamente en ella. Sin embargo, recientemente se han presentado una
serie de enfrentamientos entre un sector de la CRAC-PC y la UPOEG, habiendo
acusaciones mutuas de ser agentes del gobierno y/o grupos paramilitares. El des-
envolvimiento de estas pugnas internas ha derivado en la división de la CRAC-PC,
donde un sector incluso ha aceptado la credencialización, lo que implica una sub-
ordinación del sistema comunitario al sistema estatal, también ha recibido fondos
por parte del gobierno de la entidad. Esta fractura en la CRAC-PC ha llegado a tal
grado, que incluso existe más de una casa matriz de dicha institución comunitaria.

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Detrás de estas pugnas internas se encuentran visiones distintas, por un lado


de un sector que discursivamente se posiciona en contra del gobierno y la entrada
de las empresas mineras, pero que en los hechos se ha acoplado y ha dado pie al
control del gobierno perdiendo autonomía, y otro sector que busca seguir admi-
nistrando su territorio de manera comunitaria y ve en las asambleas comunitarias
el máximo órgano de decisión y acción de las comunidades.
Cabe señalar que esta división interna y esta fractura de la organización comu-
nitaria, implica un debilitamiento de la resistencia y la oposición a los proyectos
mineros. De tal manera que es más fácil para las empresas mineras entrar en la
región y ahondar estas divisiones. Incluso es probable que haya injerencia de las
empresas y del gobierno estatal en estas pugnas internas, para provocarlas y/o
acentuarlas, acabando así con la fuerza principal que tienen estos pueblos contra
el despojo: su organización.

El caso de San Miguel del Progreso


En este proceso de lucha regional, destaca el caso de la comunidad indígena
me’phaa San Miguel del Progreso (Júba Wajíin), el cual es muy importante ya
que, por medio de estrategias legales, respaldándose en sus derechos de propiedad
social, logró ampararse frente a la minera inglesa Hochschild (Giles & Tapia, 2013).
En una asamblea general de comuneros, rechazaron la exploración y explotación
minera en su territorio, y dieron de alta esa acta en el Registro Agrario Nacional,
su acta fue de las pocas aceptadas por el registro, por lo que pudieron proceder
a dar el siguiente paso. Este fue interponer una demanda de amparo donde ar-
gumentan que esa concesión contraviene lo establecido en la Constitución y los
Tratados Internacionales. Este amparo, prohíbe cualquier tipo de actividad ya sea
de exploración o explotación minera en el territorio de la comunidad. Además,
la comunidad pidió a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que determine
la constitucionalidad de la Ley Minera, y revise si ésta se apega a los estándares
internacionales en materia de derechos humanos (Giles & Tapia, 2013). San Miguel
del Progreso marca un precedente importante al ser el primer amparo que gana
una comunidad indígena contra las concesiones mineras.
El caso de San Miguel del Progreso es ejemplo a seguir para otras luchas contra
empresas mineras en el aspecto legal, pero también en el social y ambiental, con-
siderando que sienta las bases de su lucha en la asamblea comunal en un proceso
regional de resistencia y porque ha avanzado en mejorar su formas tradicionales
de aprovechamiento de los bienes comunes. En este proceso vemos también las

análisis del medio rural 141


MOVIMIENTOS SOCIALES

contradicciones del propio Estado que suscribe el Convenio 169, pero en los hechos
no lo reconoce y favorece a las empresas.

Conclusiones
En el marco del avance de las políticas neoliberales en el país, podemos ver
cómo las dimensiones de la lucha de los pueblos de la Montaña de Guerrero son
mucho más amplias que el simple hecho, de por sí nada despreciable, de evitar
la destrucción ambiental que implicaría la entrada de la minería a la región. La
actividad de la CRAC-PC y las diversas autodefensas que han surgido en toda la
región y en el estado de Guerrero, tienen el mérito de haber conseguido combatir
la delincuencia y el crimen organizado. En este sentido, el permitir la entrada de
las mineras, es también una forma de debilitar las instituciones comunitarias y dar
pie a la actividad del narcotráfico y la delincuencia en la región.
La defensa del territorio en la Montaña, además de una defensa de su cultura, es
también una lucha por los derechos agrarios, por la tierra como medio de produc-
ción, por el cultivo de maíz, calabaza, frijol, quelites, el sostenimiento del ganado,
la leña, etc. Es defender el sostén de la vida campesina e indígena, es también
el punto clave que conecta esta lucha, con aquella de los campesinos durante la
revolución mexicana. Defender el territorio es también defender el reparto agrario.
Es la respuesta al retroceso que supone la etapa neoliberal respecto a la pérdida de
las conquistas históricas de periodos anteriores. Defender el territorio es también
defender la biodiversidad que en él habita. Como ya lo mencionamos, la minería a
cielo abierto es una de las actividades más contaminantes que existen, por lo que la
lucha contra las minas en la Montaña tiene un carácter ecológico muy importante
al evitar esa destrucción ambiental, de ahí que la caracterizemos como una lucha
eco-social, por que implica también una defensa de la naturaleza, desde la propia
cosmovisión de los pueblos.
Los campesinos e indígenas de la Montaña no sólo han resistido la invasión
de las empresas mineras, también han resistido la imposición de un proyecto de
conservación biológica que no los tomó en cuenta y resultó ser otra forma de
despojarlos de su territorio. En este caso, podemos ver cómo el Estado a partir
de las instancias destinadas a realizar tareas de “desarrollo sustentable” y “con-
servación biológica” busca modificar la relación de los pueblos con su territorio,
e incluso reducir su capacidad de gestión y decisión sobre el mismo. Peor aún,
crea instrumentos para la conservación de la biodiversidad del país bajo una le-
gislación ambigua que permite que actividades tan destructivas como la minería

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La lucha ecosocial…

a cielo abierto coincidan con territorios que se deben destinar a la conservación


por la importancia de sus características físicas y biológicas. En este sentido, a
pesar de que en los pueblos de la Montaña existe una organización comunitaria
que tiene la capacidad de gestionar los recursos que se encuentran en su territorio,
las condiciones para realizarlo son sumamente desfavorables ya que se enfrentan
a la presión constante de la industria extractiva y del propio Estado.
Con todo y ello, frente a la amenaza del despojo la producción y proyección del
territorio se reconfigura. Se revaloran las formas tradicionales de apropiación de la
naturaleza, se revaloran los bienes obtenidos de ella y la naturaleza en sí misma,
incluso se inició un proceso de mejoramiento de estas formas de apropiación y
la búsqueda de estrategias de conservación propias y acordes a su cosmovisión.
Por el momento, los pueblos de la Montaña han logrado frenar el avance de las
empresas mineras en su territorio y descubrir los mecanismos bajo los cuales el
propio Estado favorece la entrada de estas empresas. Su capacidad de organización
y movilización ha permitido esto, el problema que se presenta en toda la región
ha sido enfrentado de manera conjunta por la mayoría de los nucleos agrarios
afectados. A su vez, esta amenaza ha desencadenado otros procesos ya no sólo de
resistencia, sino también de reflexión y coordinación para decidir como pueblos
hacia dónde quieren caminar más allá de decir NO a las minas. Sin embargo, entre
las muchas consecuencias de la actividad minera, están la división de las comu-
nidades y el rompimiento del tejido social, como ya se empieza a ver en la región
de la Montaña con la fragmentación de la CRAC-PC y las pugnas internas que
hoy en día están poniendo en riesgo un proyecto comunitario de muchos años de
construcción. En estos momentos, el reto más grande que tienen los pueblos de la
Costa-Montaña de Guerrero no es sólo impedir el paso a las mineras, sino también
y como una parte esencial para lograr el primer objetivo, reconstruir y fortalecer
sus instituciones comunitarias.

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