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Freire, P. (1996). Cartas a Cristina: reflexiones sobre mi vida y mi trabajo (1° ed. en español) (pp.

126-162, fragmento). México: Siglo XXI editores.

DUODÉCIMA CARTA

Siento que no puedo pasar a la segunda parte de estas cartas, en las que examinaré cierto número
de problemas o de temas político-pedagógicos, sin considerar todavía algunos momentos de
capital importancia que viví en Recife y a partir de Recife, antes del gran desafío del exilio, del que
ya he hablado en trabajos anteriores.

El momento del Movimiento de Cultura Popular, MCP, el del Servicio de Extensión Cultural, SEC,
de la Universidad Federal de Pernambuco, el de la experiencia de la alfabetización de adultos en
Angicos, en Río Grande do Norte.

Desde luego, deseo dejar claro que mi intención de hoy no es hacer una historia de esos
momentos. Diciendo algo sobre ellos y sobre mi presencia en ellos estaré, espero, ofreciendo
contribuciones para su historia.

También debo decir que mi práctica intensa y extensa en el Sesi, sobre la que ya he ahondado, me
permitió un cierto conocimiento que vendría a ser de vital importancia para el desarrollo de mi
actuación en el MCP, en el SEC y en la formulación pedagógica de la que la comprensión y la
práctica de la alfabetización de los adultos eran una dimensión indiscutible.

[…]

El Servicio de Extensión Cultural de la Universidad de Recife y la Experiencia de la Alfabetización de


Adultos de Angicos, Río Grande do Norte.

En una tarde de domingo, ya no recuerdo de qué mes, de 1963, cuando llegaba de regreso a casa
de nuestro paseo regular con Elza, hijos e hijas, me encontré a Calazans Fernandes, joven pero ya
conocido periodista, en aquel entonces secretario de Educación del estado de Río Grande do
Norte, esperándome en la puerta.

[ ... ]

Calazans había venido desde Natal para conversar conmigo sobre mis búsquedas en torno a los
trabajos de alfabetización.

[…]

Quería saber sobre la posibilidad de que prestara yo ayuda al estado de Río Grande do Norte, en el
campo de la alfabetización de los adultos.
"¿Qué podemos hacer para que usted nos ayude a enfrentar el analfabetismo en Río Grande do
Norte? -me dijo Fernandes-. Disponemos de recursos provenientes de la Alianza para el Progreso,
destinados a la educación."

Mi colaboración, le dije yo, depende únicamente de la aceptación por el gobierno del estado de
Río Grande do Norte de unas pocas exigencias que tengo, y que son las siguientes:

a] Un convenio entre el gobierno del estado de Río Grande do Norte y la Universidad de Recife.

b] En este convenio se debe establecer que la Secretaría de Educación del estado asume la
responsabilidad del transporte y los gastos diarios del equipo que me acompañe cada vez que vaya
a Natal, además de una gratificación por estipular.

En lo concerniente a mi persona, el gobierno del estado solamente pagaría los traslados, el


hospedaje y las comidas, puesto que la universidad ya me pagaba para trabajar doble horario.

c] El hecho de colaborar con el gobierno del Estado no me impediría colaborar igualmente con el
municipio de Natal, cuyo secretario de Educación, Moacir de Gois, era y continúa siendo un amigo
fraterno.

Existía una contradicción entre la posición política del intendente Djalma Maranhão, hombre de
izquierda, y la del gobernador del estado Aluízio Alves, hombre de centro.

d] La coordinación de los trabajos sería entregada a las cúpulas universitarias, en estrecha


relación con el secretario de Educación.

e] Durante los trabajos, el gobernador del Estado debería abstenerse de hacer visitas a los centros
o a los círculos de cultura para evitar la explotación política.

Todavía recuerdo que Fernandes, con humor, me planteó la cuestión de la Alianza para el
Progreso (que en el Nordeste brasileño era llamada Alianza contra el Progreso) y de si mi relación
con ésta no me perjudicaría políticamente.

En primer lugar, respondí, mi relación será con el gobierno de Río Grande do Norte, por
mediación de su secretaría; en segundo lugar, lo que me importa es la autonomía que tendremos
para decidir, tanto la cúpula universitaria como yo; lo que me importa es su seriedad y el respeto
del gobierno a las exigencias que planteo. No me importa de dónde viene el dinero mientras yo
pueda trabajar con independencia en favor del sueño político al que me entrego y sirvo. Estoy
seguro de que si la Alianza para el Progreso realmente pretende cooptarnos, en poco tiempo
desistirá por la imposibilidad de hacerlo.

En 1970, cuando aún estaba en Cambridge, compré el libro The alliance that lost its way, * en cuya
página 291 decía, y permítaseme ahora una larga cita:

El programa de Paulo Freire era naturalmente subversivo en su base técnica de deliberada


provocación y en su propósito de desarrollar una conciencia crítica, creando un sentido de
capacidad y de responsabilidad moral en el individuo para cambiar su vida y su entorno. En una
sociedad paternalista y jerárquica, donde la palabra del coronel era la ley, ese énfasis en el
pensamiento crítico y en la acción del individuo y de la comunidad era destructor de los valores
tradicionales. El programa de Freire era revolucionario en el más profundo sentido del término.

En enero de 1964 la insatisfacción con la técnica pedagógica de Freire y la inquietud con respecto
al contenido político del programa llevaron a la Alianza para el Progreso a retirar su apoyo
financiero al Programa (exactamente tres meses antes del golpe de estado contra Goulart).

Nunca hice una afirmación tan bien y objetivamente comprobada más tarde por los hechos como
la que hice para aceptar mi presencia en Angicos.

Lo ideal habría sido que el estudio del medio urbano de Angicos y sus prolongaciones rurales, la
investigación del universo del vocabulario (que nos daría el universo temático), la elección de las
llamadas palabras generadoras y la creación de las codificaciones, estuviese todo estructurado
desde el primer momento del curso de formación. De esta manera, los futuros educadores y
educadoras, haciendo, habrían aprendido a hacer; desembutiendo su teoría de la práctica. *

En Angicos tuvimos trescientos educandos, alfabetizandas y allfabetizandos, distribuidos en quince


círculos de cultura instalados en salones de escuelas o de casas de la ciudad.

Recientemente he regresado a Angicos; treinta años habían pasado desde que viviera con fuerza,
con intensa alegría, la experiencia en la que trescientas personas de diferentes edades
aprendieron a leer y a escribir debatiendo problemas locales, regionales y nacionales. En la que
trescientas personas, al percibir su forma de leer el mundo anteriormente, mientras aprendían a
escribir y a leer la palabra pasaron a leerlo de una manera más crítica. En Angicos me
acompañaban Ana Maria, Nita, el profesor Moacir Gadotti, de la Universidad de São Paulo, y el
profesor Carlos Torres, de la Universidad de Los Ángeles, California. En esa ocasión estuvimos con
diez de los alfabetizadores y alfabetizadoras y doce de los ex alfabetizandos. Conversamos.
Recordamos casos, momentos importantes, como por ejemplo la solicitud de indulto de diez
condenados recién alfabetizados por Marcos Guerra, líder del grupo y hoy secretario de Educación
de Río Grande do Norte. La decisión del presidente Goulart de acceder al pedido, una vez
atendidas las instancias regulares. La historia contada por Marcos sobre la primera huelga que
tuvo lugar en la ciudad, en el sector de la construcción. Obreros de ciudades vecinas eran llevados
hasta Angicos para tratar de boicotear la lucha de los trabajadores locales, en su mayoría alumnos
del programa. El encuentro a medio camino entre los que venían y los locales. En el diálogo se
llegó a la conclusión de que los que venían regresarían y los huelguistas continuarían la lucha por
sus derechos. Angicos fue un ensayo progresista.

Mientras conversábamos y escuchábamos los testimonios de los ex alfabetizandos sobre la


nostalgia de aquellos tiempos, sobre la nostalgia de su maestra, sobre su experiencia de leer y
escribir; mientras conversábamos con el autor del discurso, que dio mucho de que hablar en el fin
del curso, cuando el presidente Goulart afirmó que los aIfabetizandos allí presentes no sólo sabían
leer la cartilla del AB C “de Brasil, su Constitución sino que también estaban dispuestos a
reescribirla", yo recordaba la decisión de la Alianza para el Progreso* de cortar su apoyo al
programa tres meses antes del golpe de estado de 1964.

Qué acertado estuve al dar mi contribución al programa. Qué equivocados estuvieron quienes me
criticaron por esto.

En la ceremonia, en que la Cámara Municipal me otorgó el título de ciudadano de honor de


Angicos, una joven mujer entrevistada por Nita dijo haber sido alfabetizada junto con sus padres
que la traían para que no se quedase sola en la casa. En aquel entonces ella debía tener unos seis
años.

Adquirí un gusto tan grande, por la lectura y por la escritura que ahora soy maestra. El día que
terminó el curso yo me aproximé al presidente João Goulart y le dije que yo también sabía leer y
escribir. Riendo, y a modo de chiste, pidió a uno de sus asistentes que le entregase un periódico
para que yo lo leyese. No tuve ningún problema, leí buena parte de las noticias de la primera
página. Fue entonces cuando él me preguntó:

-¿Qué es lo que quieres de regalo?

-Una beca para la escuela –respondí

. -Y si el presidente te preguntase lo mismo el día de hoy, ¿qué le responderías? -indagó Nita.

-Hoy pediría respeto a las maestras y a los maestros de este país, salarios decentes y educación
seria para todos los niños brasileños.

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