Está en la página 1de 5

1

AÑO DEDICADO A DIOS, A LA IGLESIA Y A LA HUMANIDAD

A los 50 años de Perfectae Charitatis, del Vaticano II, sobre la renovación de la vida consagrada, el
Papa Francisco llama a los consagrados a vivir este año de gracia para
- hacer memoria con gratitud del pasado
- abrazar el futuro con esperanza, conscientes de que el momento actual es delicado y
fatigoso y que la crisis que atraviesa la sociedad y la misma Iglesia toca plenamente a la vida
consagrada.
- vivir con pasión el presente de nuestra vida misión, identidad y pertenencia

La vida consagrada es don inmenso que Dios ha concedido a la humanidad. No se la ama y aprecia
como se debiera porque se desconoce.

Si bien, hasta los que piensan que la religión es el opio del pueblo constatan que el cariño, la
paciencia y la perseverancia en el amor de los religiosos y de las religiosas sacan, por ejemplo, a
muchos de la droga.

Se suele conoce a los religiosos por lo que hacen en los hospitales, en los colegios, en las
misiones...

Un mayor conocimiento de lo que son, de lo qué es la vida religiosa, de su opción y estilo de vida
rompería muchos estereotipos de la gente.

Es un reto importante, a empezar por las personas que van a misa los domingos, que poco saben de
la vida consagrada y de su significado:

deseo de vivir como vivía Jesús, buscando a través de los carismas recibidos de los
fundadores algún rasgo concreto de Jesús para seguirle más de cerca e imitarle, y que eso
sea, al mismo tiempo un signo de esperanza para el futuro, un anticipo del reino de Dios,
aunque no acaben de comunicarlo bien.

¿TIENE ALGO QUE VER CON LOS LAICOS?

Todos somos consagrados, llamados a ser santos, discípulos, iglesia, misioneros

“Desde los principios de la Iglesia hubo hombres y mujeres que se propusieron seguir a Cristo con
mayor libertad por la práctica de los consejos evangélicos, e imitarle más de cerca, y cada uno a su
manera llevaron una vida consagrada… para difundir el buen mensaje de Cristo en el mundo, a fin
de que todos vean su testimonio y sea glorificado nuestro Padre que está en los cielos” (PC 1 y 25)

Alrededor de cada familia religiosa, y también de las Sociedades de vida apostólica y de los mismos
Institutos seculares, hay laicos que comparten con ellas y con ellos ideales, espíritu y misión.

Este Año de la Vida Consagrada es una gracia que nos hace a los religiosos y a los laicos más
conscientes del don recibido, herederos de grandes santos que han fraguado la historia del
cristianismo, para crecer y responder a las llamadas del Espíritu en la sociedad actual y para
enriquecernos y ayudarnos recíprocamente.

¿Qué sería la Iglesia sin Benito y Basilio, sin Agustín y Bernardo, sin Francisco y Clara de Asís, sin
Domingo de Guzmán e Ignacio de Loyola, sin Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, sin Vicente de Paúl
y Teresa de Calcuta, sin… sin… sin una lista interminable…? La caridad correría el riesgo de
enfriarse, el Evangelio perdería garra, la “sal” de la fe se disolvería en un mundo de secularización.

MIRAR EL PASADO CON GRATITUD

A lo largo de la historia han ido surgiendo en la Iglesia familias religiosas en respuesta a la llamada
de Dios y a diferentes necesidades de la humanidad y de la Iglesia.
2

EL MONACATO ANTIGUO

Los anacoretas del desierto o la lucha del hombre contra el mal


Los cenobios y la organización y la disciplina del grupo
San Basilio y el ideal del encuentro y el diálogo en la vida común
San Benito: la vida fraterna-familiar, la alabanza a Dios y el trabajo manual
San Agustín: un único corazón y una única alma hacia Dios

LAS ÓRDENES MENDICANTES

Una nueva sociedad en la Baja Edad Media


El ideal caballeresco y la mística de San Bernardo
Francisco y Clara de Asís, el Evangelio “sin glosa” y la búsqueda de lo esencial
Domingo de Guzmán, la predicación del Evangelio y la integridad humana
Mercedarios y Trinitarios en la redención de los cautivos

TRENTO Y LAS CONGREGACIONES RELIGIOSAS

El humanismo entre la nostalgia y la creatividad


La urgencia de la reforma en la Iglesia occidental
La Compañía de Jesús: un ejército para la mayor gloria de Dios
Juan de Dios y la atención integral a los enfermos
Teresa de Jesús, Juan de la Cruz y el descubrimiento de la oración
Junípero Serra en un horizonte inexplorado más allá de la Mar Océana

No se trata de hacer arqueología o cultivar nostalgias, sino de recorrer el camino de las


generaciones pasadas para redescubrir en él la chispa inspiradora, los ideales, los proyectos, los
valores que las han impulsado, partiendo de los fundadores y fundadoras y de las primeras
comunidades: cómo se ha vivido el carisma a través de los tiempos, la creatividad desplegada, las
dificultades afrontadas y cómo las superaron.

Hay muchas incoherencias, fruto de la debilidad humana, y a veces hasta el olvido de algunos
aspectos esenciales del carisma. Gracias a Dios han germinado en llamada a la conversión, en
experiencia del amor misericordioso del Señor y en reto para vivir el presente con pasión.

Desde los comienzos del primer monacato, hasta las actuales “nuevas comunidades”, toda forma de
vida consagrada ha nacido de la llamada del Espíritu a seguir a Cristo como se enseña en el
Evangelio: su regla ha sido el Evangelio y Cristo su ideal. Los votos son medios para realizar este
amor apasionado.

Los fundadores y fundadoras han sentido en sí la compasión que embargaba a Jesús al ver a la
multitud como ovejas extraviadas, sin pastor y se han puesto al servicio de la humanidad allá donde
el Espíritu les enviaba, y de las más diversas maneras: la intercesión, la predicación del Evangelio,
la catequesis, la educación, el servicio a los pobres, a los enfermos...

La fantasía de la caridad no ha conocido límites y ha sido capaz de abrir innumerables sendas para
llevar el aliento del Evangelio a las culturas y a los más diversos ámbitos de la sociedad.

Sin la obra de los religiosos en África, el sistema sanitario de varios países colapsaría y en varios
países de Latinoamérica y hasta también en España, se hundiría el sistema educativo.

La historia de la caridad, de la salud, del arte, de la cultura y de la espiritualidad queda totalmente


incompleta sin la contribución de la vida religiosa.

Gran número de familias religiosas consagran su vida a Dios en nuevas realidades sociales y
eclesiales. Ahí tenemos a las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta.
3

Desde los orígenes sale a la luz otra dimensión esencial de la vida consagrada: la comunidad
fraternal. Los fundadores y fundadoras estaban fascinados por la unidad de los Doce en torno a
Jesús, y por la comunión que caracterizaba a la primera comunidad de Jerusalén: un solo corazón
y una sola alma.

Que nada ni nadie os robe la comunidad. Que las actividades no os lleven la vida personal y
fraterna.

VIVIR EL PRESENTE CON PASIÓN

¿Qué sería del mundo sin la oración y misión de los religiosos?

Santa Teresa de Jesús se hacía ya esta pregunta en el Libro de la Vida y San Juan Pablo II la
recogió en Vita Consecrata en 1996.

Más allá de las valoraciones de la funcionalidad, la vida consagrada es importante precisamente por
su sobreabundancia de amor en gratuidad, tanto más en un mundo que corre el riesgo de verse
asfixiado en la confusión de lo efímero.

Una herencia y una tarea

Afirmación de Dios y su señorío


La conversión a lo esencial: evangelización y liberación, paz y progreso
Evangelizar la cultura de cada tiempo y de cada lugar
El modelo de Cristo para la vida del hombre (EG 264-266)
Escuchar la voz de los sin voz
Redescubrir la dignidad del hombre, la fraternidad humana, la comunión eclesial
Mostrar el valor de la gratuidad y la gratitud
Dar razón de la esperanza y dar esperanza a la razón
Anunciar la Buena Noticia de la Vida,
Celebrar la presencia de la vida
Cuidar de la fragilidad de la vida

En la cultura de lo provisorio el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo
rápido, lo superficial,…

La auténtica realidad ante lo efímero es lo eterno, Dios mismo, cuyos derechos están siendo
vulnerados.

Una sociedad que no es capaz de abrirse a la dimensión trascendente de la vida pierde lentamente
la propia alma y se torna incapaz de humanizar.

Sin el signo de la vida consagrada, la Iglesia, y en consecuencia la humanidad, pierde su alma.

Un mundo sin Dios, un mundo sin la vida consagrada, es un mundo contra el hombre, sin
humanidad.

Estos son tiempos recios, también en la vida religiosa: pobreza, decrecimiento, envejecimiento,
obras que se dejan, irrelevancia social… Parece que no nos necesitan, salvo aquellos a los que
damos de comer, reto de dar vida al carisma.

¿Caminamos hacia la extinción? ¿Y ahora qué? Hacer lo que sea, menos no hacer nada o
atrincherarnos dentro de los muros (hacer el fraile) de la autorreferencialidad, huir hacia delante o
confiar en nuestras propias fuerzas.
4
Misión imposible si el consagrado no está pegado a Dios. Orar no es perder el tiempo, adorar a Dios
no es perder el tiempo, alabar a Dios no es perder el tiempo. “En Calcuta vi que podía estar con un
pobre, y luego con otro, pero delante del sagrario vi podía llegar a todos a la vez”.

Si los consagrados no nos paramos cada día delante de Dios en la gratuidad de la oración, el vino
será vinagre. La humanidad necesita a Jesús y su Evangelio

La oración de los amigos fuertes de Jesús se encarna en la vida y les capaces de decir no al orgullo,
al poder, a la codicia; y sí a la pobreza, a la fraternidad, a la obediencia, a la humildad.

ABRAZAR EL FUTURO CON ESPERANZA Y CON ILUSIÓN

“Los religiosos no sólo tenéis una historia gloriosa para recordar y contar, sino una gran historia que
construir. Poned los ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu os impulsa para seguir haciendo con
vosotros grandes cosas” (Vita Conserecrata 110)

Dios ha dado a la Iglesia, por medio de la vida consagrada, dones, que la embellecen y la preparan
para toda obra buena.

La rica historia carismática nos urge a responder creativamente a las necesidades de la Iglesia.

La crisis de vocaciones en algunas congregaciones ha sido durísima, especialmente en el mundo


occidental. Entre 1965 y 2005 disminuyó un 35%. La caída más acusada fue entre 1965 y 1975.

La generación que nos sigue (laicos, religiosos, clérigos) ha ido por otro rumbo, pero no hemos de
lamentarnos tanto de la falta de relevo

No se trata tanto de una crisis de números. Lo que está en juego es el testimonio creíble del
Evangelio, el gozo de ser consagrados que nos sale hasta por los poros, la esperanza que refleja el
rostro de una Iglesia servidora, especialmente de los más pobres y desvalidos.

Para algunos analistas la actual crisis de la vida religiosa es, en cierto sentido, la manifestación más
clara de la crisis de fe que sacude a las antiguas sociedades cristianas.

No caigamos en la tentación de decir que aquí hay poco o nada que hacer. Quizás el momento no
sea para el optimismo-que no es una virtud evangélica-pero sí para ser hombres y mujeres de
esperanza-que sí que es una virtud.

Además, la esperanza nos la están pidiendo el mundo, la sociedad de hoy y también la Iglesia.

Una gran mayoría de religiosos y religiosas están viviendo con gozo su consagración y su servicio a
los más desfavorecidos de nuestra sociedad.
Hay compromisos de religiosas y religiosos que atraen a los jóvenes, pero eso es sólo como el papel
que envuelve el regalo del esfuerzo por vivir el amor a Dios por encima de todo; por tener un trato
personal con Cristo en la oración y en la Eucaristía; por crear una vida fraterna en comunidad;

por ponernos delante del Señor para dejarnos amar y seducir por Él, a pesar de nuestras faltas y
defectos, y precisamente por nuestras faltas y defectos, y dejar que el corazón necesite responderle.

En las cosas de Dios no crecemos por proselitismo sino por atracción. Nada más atractivo que el
rostro de paz, de serenidad, de felicidad de los fieles al Señor, al Evangelio y al propio carisma.
“Para dar de comer a los pobres no me hace falta hacerme religioso”.

La clave está en dejarse tocar por Dios para llevarle a todos los ámbitos de la vida, con pasión y
reflejarlo en el día a día (obras quiere el Señor, decía Santa Teresa), en el trato con los demás y en
la vida de comunidad.
5
CUIDAR A LOS RELIGIOSOS

“Invito a todos a unirse en torno a las personas consagradas, a alegrarse con ellas, a compartir sus
dificultades, a colaborar con ellas en la medida de lo posible, para la realización de su ministerio y
sus obras, que son también las de toda la Iglesia. Hacedles sentir el afecto y el calor de todo el
pueblo cristiano”. (Papa Francisco)

Animarlos mucho. No se habla de algo o de poca cosa, sino de cuanto más mejor. Los necesitamos
y agradecemos su presencia y testimonio

Son un don de Dios de Dios y manifestación concreta de la esperanza y la alegría del gozo del
Evangelio en todos los lugares donde se hacen presentes –muchos de ellos nada fáciles- en los que
hacen vivo el rostro samaritano y misericordioso de un Dios que se interesa por nosotros.

Desdramatizar el momento. El Dios de Jesús nos precede y acompaña. Quizás no entendemos del
todo el camino ni todo lo del camino, pero podemos firmarnos.

Nos queda todavía una página en blanco que debe ser escrita

Un autor anónimo del siglo II escribió que los cristianos representan en el mundo lo que el alma al
cuerpo». La función del alma es la de sostener el cuerpo, ser su conciencia y la memoria histórica.

No faltarán conflictos y errores, ni estará ausente el pecado, pero, animados por el deseo de
construir el bien se harán maravillosas obras de arte, como se han hecho en la historia, y sobre todo,
no faltarán las obras de caridad y de edificación humana.

Y seremos capaces de abrazar con valentía el pasado y mirar con confianza el futuro para vivir
plenamente y con esperanza el presente.

Encomendar a María

“Encomiendo a María, la Virgen de la escucha y la contemplación, la primera discípula de su amado


Hijo, este Año de la Vida Consagrada. A ella, hija predilecta del Padre y revestida de todos los dones
de la gracia, nos dirigimos como modelo incomparable de seguimiento en el amor a Dios y en el
servicio al prójimo”.

También podría gustarte