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A pocos días de abrirse la licitación para el nuevo concesionario de turismo del Parque
Nacional Natural Tayrona, una de las grandes joyas del turismo nacional, es necesario
advertir que no pueden repetirse errores que afecten esta área protegida, fuertemente
presionada por la contaminación ambiental, las disputas por la tenencia de tierras y la
sobrecarga de turistas.
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Los actores involucrados en la gobernanza del parque tienen que priorizar una utilización
sustentable de las playas y continuar con los esfuerzos para encontrar un modelo integral de
ecoturismo. En especial, más allá del tema económico, es obligatorio repensar la
sustentabilidad del área protegida, teniendo en cuenta los límites ambientales.
Uno de los puntos angulares de los conflictos es la desinformación existente acerca del
terreno de la concesión, que son entre 10 y 15 hectáreas, con la totalidad del área del parque
Tayrona, que alcanza las 15.000 hectáreas. Es innegable que la actividad turística se da en
muchos más puntos y que si no hay control de Parques Naturales ni consolidación de
procesos formales con otros operadores, continuarán la sobrecarga, las basuras y la
contaminación acústica.
Ante la complejidad del problema en el Tayrona, también hay que pensar en cómo incluir a
los turistas como corresponsables del estado del parque. Plantear medidas innovadoras para
disminuir la carga de desechos por día y continuar con las iniciativas de educación
ambiental puede ser una oportunidad de innovación para emprendedores y ciudadanos de la
región.
Los próximos meses serán decisivos en el futuro del Tayrona con el proceso de concesión,
que debe ser transparente. No podemos perder este enclave de biodiversidad y recreación
por no incluir una perspectiva de largo aliento. El horizonte no solo es de 23 años, como
reza el tiempo de la concesión. Por el contrario, se trata de un lapso más amplio que
compete a las generaciones futuras, que merecen gozar de la riqueza de este paraíso.
editorial@eltiempo.com