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El Banquete Del Reino
El Banquete Del Reino
(Al salir vio a un recaudador, llamado Leví, sentado junto a la mesa de recaudación
de los impuestos. Le dijo: ---Sígueme. Dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví
le ofreció un gran banquete en su casa. Había un gran número de recaudadores y
otras personas sentados a la mesa con ellos. Los fariseos y letrados murmuraban
y preguntaban a los discípulos: --- ¿Cómo es que coméis y bebéis con
recaudadores y pecadores? Jesús les replicó: ---No tienen necesidad del médico
los que tienen buena salud, sino los enfermos. No vine a llamar a justos, sino a
pecadores para que se arrepientan... Ellos le dijeron: ---Los discípulos de Juan
ayunan con frecuencia y hacen sus oraciones, y lo mismo hacen los discípulos de
los fariseos; en cambio los tuyos comen y beben. Jesús les contestó: --- ¿Pueden
los invitados a la boda hacer ayuno mientras el novio está con ellos? Lc. 5, 27-32;
33-34)
Jesús les dice que un padre tenía dos hijos y el pequeño le pidió la
parte de la herencia que le tocaba. El padre les repartió sus bienes
a los dos hijos, a los dos, atención a este punto que es donde nos
confundimos. El padre no sólo da herencia al pequeño que se la
pide sino a los dos hijos. Es el padre de todos no sólo al pequeño –
el Dios desde el que Jesús se vive es el Dios de todos, de justos e
injustos, de malos y buenos, hace salir el sol sobre todos – y el
pequeño se va de casa y se pierde en un país lejano fuera de la
tierra santa, cuidando cerdos y comiendo algarrobas, más bajo no
ha podido caer, no se vive ya como hijo sino como asalariado y
quiere volver a casa, aunque sea para sobrevivir. El padre al verlo
llegar sale corriendo con las entrañas conmovidas, lo abraza, lo
besa y le monta la gran fiesta. El mayor, que también había recibido
lo suyo, no quiere entrar cuando se entera que hay banquete y
fiesta en casa porque ha vuelto su hermano. El padre también sale
a buscarlo, como al pequeño, ha salido a buscar a los dos, pero
sigue empeñado en no querer entrar. Es decisivo percibir como el
mayor no quiere entrar al banquete del Reino, los que se sienten
buenos y con derechos son incapaces de fiesta, incapaces de
banquete y mesa compartida.
(Observando cómo escogían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente
parábola: ---Cuando alguien te invite a una boda, no ocupes el primer puesto; no
sea que haya otro invitado más importante que tú y el que os invitó a los dos
vaya a decirte que le cedas el puesto al otro. Entonces, abochornado, tendrás que
ocupar el último puesto. Cuando te inviten, ve y ocupa el
último puesto. Así, cuando llegue el que te invitó, te dirá: Amigo, sube a un puesto
superior. Y quedarás honrado en presencia de todos los invitados. Pues quien se
ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado. Al que lo había invitado
le dijo: ---Cuando ofrezcas una comida o una cena, no invites a tus amigos o
hermanos o parientes o a los vecinos ricos; porque ellos a su vez te invitarán y
quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y
ciegos. Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando
resuciten los justos. Uno de los invitados, al oírlo, dijo: --- ¡Dichoso el que coma en
el reino de Dios! Jesús le contestó: ---Un hombre daba un gran banquete, al que
invitó a muchos. Hacia la hora del banquete envió a su criado a decir a los
invitados: Venid, que ya está preparado. Pero todos, uno tras otro se fueron
disculpando. El primero dijo: He comprado un terreno y tengo que ir a examinarlo;
te ruego me disculpes. El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes y
voy a probarlos; te ruego me disculpes. El tercero dijo: Me acabo de casar y no
puedo ir. El criado volvió a informar a su amo. El amo de casa, irritado, dijo al
criado: Sal aprisa a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos,
ciegos y cojos. Regresó el criado y le dijo: Señor, se ha hecho lo que ordenabas y
todavía sobra sitio. El amo dijo al criado: Sal a los caminos y veredas y oblígalos a
entrar hasta que se llene la casa. Pues os digo que ninguno de aquellos invitados
probará mi banquete. Lc 7, 7-24)
Jesús les está diciendo con su gesto que no hace falta oprimir al de
abajo ni adular al de arriba para sentirse alguien, les está queriendo
decir que si todos se convierten en servidores se reencontrarán en
horizontal y en la fraternidad. Quiere una comunidad de otro estilo,
no quiere relaciones patriarcales, las quiere fraternas. Por eso lo
que viene, el Reino de Dios, enfrentará a suegro con yerno, padre
con hijo, madre con hija, pero nunca será una confrontación entre
hermanos. Será un derrumbe de las relaciones verticales y un
emerge de las horizontales. Los discípulos, y Pedro a la cabeza, no
entienden. Da la impresión que es demasiado lo que están viviendo
y no lo pueden o no lo quieren entender.
Jesús vincula el pan compartido y la copa brindada a su propia vida
que va a ser entregada, todo su vivir ha sido un desvivirse. Desde
que el Compasivo lo arraigó en su seno toda la vida de Jesús ha
sido una vida en favor de otros. El cumplimiento de su misión es
convertirse él mismo en banquete, eucaristía, para que ante su
entrega nadie se sienta con derechos ni privilegios, sino que se
sienta convocado para el abajamiento y el servicio.
Cuando llegó la hora, se puso a la mesa con los apóstoles y les dijo:
---Cuánto he deseado comer con vosotros esta víctima pascual antes de mi
pasión. Os aseguro que no volveré a comerla hasta que alcance su cumplimiento
en el reino de Dios. Y tomando la copa, dio gracias y dijo: ---Tomad esto y
repartidlo entre vosotros. Os digo que en adelante no beberé del fruto
de la vid hasta que no llegue el reinado de Dios. Tomando pan, dio gracias, lo
partió y se lo dio diciendo: ---Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros.
Haced esto en memoria mía. Igualmente tomó la copa después de cenar y dijo: -
-Ésta es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se derrama por
vosotros. Lc 22, 14-20
Jesús quiere irse a orar después de cenar, está inquieto, nota que
tanta adversidad lo está llenando de angustia. La dureza de corazón
acecha, es espesa y viscosa, amenaza como una red de muerte,
como un lazo del abismo. En la misma cena uno de los suyos
ha tenido un comportamiento inquietante y se ha marchado antes
que todos, algo se está tramando y muy serio. Jesús se lleva a orar
consigo a Pedro, con el que se enfrentó a propósito de su
mesianismo, y a Juan y Santiago, que le pidieron los primeros
puestos, al huerto de Getsemaní. Jesús se traga que en la vida no
hay atajos, que el Compasivo lo lleva a la compasión solidaria, a
la comunidad compasiva con los sufrientes.