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lE K M R M l CATOLICA.

TOMO VI.
LA SIMBOLICA
Ó EXPOSICION

DE LAS COMBAÍllEDAIlES MÍMICAS


EMTRft

LOS CATÓLICOS Y PROTESTANTES,


SEGUN SUS PROFESIONES PÚBLICAS DE FÉ,

POR M. MOEIILER,

mOFESOR DE T£01.00U E3( MCNLCH,

t r a d n c J d a «1 f r a n c é s d o l a c u a r t a e d i c i ó n
a le m a n a , y d e l fra n c é s a l e sp a ñ o l

P O R E L P R E S B IT E R O D . A N T O L IN M O N E S C IL L O .

T O M O I.

CON LICENCIA DEL ORDINARIO. '''

M A D R ID : 1846.
Imprenta de D. José F é l i x P a l a c i o s , editor.
T T & 1 M .&

DE LAS H A T E R IA S CONTENIDAS EN ESTE


PR IM ER TOMO.

Pagi.
El traductor español................................................... v
Prólogo del traductor francés.................................... xiv
Prefacio del autor........................... ........................... xxu
INTRODUCCION A LA SIMBOLICA.

Idea, objeto y fuentes de la simbólica..................... xnx


Símbolos católicos.......................... ............................. xl
Símbolos de los luteranos.......................................... xlv
Símbolos de los reformados.............................................. x lix

LIBRO PRIMERO.
CAPITULO PRIMERO.

C ontrariedades en la doctrina sobre el estado primitivo


del hombre, y sobre el origen del mal moral..
§. I. — Estado primitivo del hombre según la doc­
trina católica............................................................ 55
§. II. Doctrina luterana sobre el estado primitivo
del hombre................................................................ 63
§. 111. Doctrina de los reformados sobre el estado
primitivo del hombre.*............................................ 69
§. IV. De la causa del mal moral............................ 73

CAPITULO II.
Del petado original y de tus consecuencias.
§. Y . Doctrina católica sobre el pecado original.. 65
352
§. VI. Doctrina luterana sobre el pecado original. 92
.§• VIL. Observaciones so.bre el paganismo relati­
vamente á las contrariedades en las dos iglesias. 108
§. V lll. Doctrina reformada sobre el pecado ori­
ginal.. ■.......................... ........................................... U S
§. IX.. Opinion de Zuinglio sobre el pecado ori­
ginal........................................................................... 124.

CAPITULO III,
C ontrariedades *n la d o c tr in a de la justificación.

§. X. Exposición general sobre la manera cómo el


hombre se justifica, según las diferentes confe­
siones de fe............................................................... 126
§. XI. De las relaciones entre la actividad divina
y humana en la regeneración según el sistema
católico y luterano:........... ..................................... 132
§. XII. Doctrina de los reformados sobre las rela­
ciones entre la gracia y la libertad. — Predesti­
nación. ..................... ................................... ............ 143
§, X III. Idea de la justificación según la doctrina
católica...................................................................... 150
XIV. Doctrina protestante sobre la justificación. 159
§, XV. De ta fe justificante. — Doctrina católica. 167
§. XVI. Doctriua luterana y reformada acerca de
la ffe........................................................................... 174
§. XVII. E x á m e n de las pruebas especulativas y
prácticas que alegan los protesta ntes en fa v o r de
su doctrina acerca de la fe. — Exámen de las
pruebas esp ecu lativas............................................. .. 186
§. XVIII. Examen de las pruebas sacadas de la
práctica................................... ................................ 194
§. XIX. Exposición sucinta de las contrariedades
acerca de la fe......................................................... 207
§. XX. De la certeza de la justificación y de la
salvación.............................. ................................. . 212
XXL Doctrina católica acerca de tas buenas
obras.......................................................................... 219
§. XXII. Doctrina protestante sobre las buenas
SIMBÓI.ICA. 253
obras........................................................................ 224
§. XX III. Doctrina del purgatorio en sus relocio-
ncs con la doctrina católica sobre la justificación. 234
§. XXIV. Contrariedad en la nocion del cristia­
nismo............................ .......................................... 240'
§. XXV. Punto capital de la controversia. Lutero
establece una diferencia esencial entre la religio-
• sidad y la moralidad................................................ 251
§. XXVI. Lo que hay de \crdadero y de falso en
la doctrina protestante respecto á la fe................. 260
§. XXV11. Relaciones del protestantismo con el
gnosticismo y con algunos sistemas panteista»
de la edad media. Distinción mas precisa entre
la doctrina de Zuinglio y ia-de-Lutero................. 264.
. r '

Contrariedades en la doctrina de los sacramentar.

§. XXVIII. Doctrina católica sobre los sacra­


mentos cu general..................... . ........................... 273
§. XXIX. Doctrina luterana sobre los sacramen­
tos en general. Consecuencia de esta doctrina.. . 277
§. XXX. Consecuencias ulteriores de la doctrina
primitiva de Lulero en órden á los sacramentos. 287
§. XXXI. Doctrina de Zuinglio y de Calvino sobre
los sacramentos ...................................................... '290
§. XXXII. Del bautismo y de la penitencia.. . . . . 29-t
§. XXX11I. Continuación. Doctrina sobro li- pe­
nitencia.................................................................... 300
§. XXXIV. Dóctrlna católica sobre el sacramento
del altar y sobre la m isa................................................ 31$
XXXV. Doctrina de los luteranos y de los re­
formados acerca de la eucaristía............................ 3Fil
a a ip £ » á N > a *

J u s te siglo que parece convocar á un juicio severo


A las edades precedentes; y que en su literatura mons­
truo llama aun el porvenir ante el juzgado de sus ca­
prichos y liviandades, formará sin duda en la historia
una de aquellas épocas en que la critica, el raciocinio
y la ifnparcinlidad Be ven como agobiadas para separar
los mil elementos heterogéneos que han coincidido á
semejante formación. A
La literatu ra, como la sociedad, como los sistemas,
y las costum bres, y opiniones, apenas e n c u e r a n en
sus dorados sueños un tipo á que arreglar sus desig­
nios, ni un símbolo á que conformar sus cismáticas
discusiones. Llamólas cismáticas, porque yo veo el cis­
ma en donde 6 la independencia, ó el escepticismo, 6
ol orgullo, el interés, la ambición ó las pasiones tienen
bastante entrada y valimiento para personificarse y
aspirar al renombre de ndcionales. Y si ái esto se aña­
de la proscripción de las antiguas creencias y tradicio­
nes. del género hum ano, y la consagración de una po­
lítica de sistem a, la consagración de un partido, de
una teoría, de una opinion, del yo humano en una pa­
labra, se concebirá fácilmente cuán cismáticos, y quó
mentidos son á la vez los esfuerzo» de esos nuevos após­
tales humanitarias, que seguidos de magníficos trenes,
Afrenéticos entusiastas de una invención que son inca­
paces d e analizar, pervierten al mundo eo vez. do con­
vertirle r y ensayan sus teorías sobre la llagada sociedad*
«temiese, ó perezca entre las manos del -«anatomista.
Para, consolidar el reinado Funesta de tan ambicio-
VI EL TRADUCTOR ESI»A Mof­

aos aspiraciones ha pasado el espirltu individúa] á la so­


ciedad, como á la familia, y á todos los ministerios y
regalías que son consiguientes á tan sagradas institucio­
nes: de aquí es que los ministros, los gobiernos euro­
peos han fingido cargar Con la responsabilidad de los
tronos, y desde entonces la realidad de las monarquías
lia quedado ea una ficción, i quien se honra bajo la
imágen de persona inviolable. Y como si todo debiera
fingirse en las eociedades modernas, se han formado
las utopias de eus gobiernos bajo el optimismo de las
garantías de una multitud de poderes que se observan,
recelan unos de otros, y á cuya sombro, se dicet vivi­
rán puras las instituciones. Las cámaras alia y *bajn;
senados y congresos; ministerialismo y oposicion.; la
prensa en su vq^ta y formidable ramificación; el ejér~
cito; las corporaciones de provincia , y las municipali­
dades con todas sus consecuencias, y el recelo y antago­
nismo que entre la división de estos poderes se fomen­
tan , hé aquí lo que se ha creido necesario para rege­
nerar el linaje humano.
Al leer la Simbólica de Mcehler que va á publicarse
en nuestro idioma, he creido que si á la manera de es­
ta obra sabia, y de oportuno análisis se formara ana
cuyo objeto fuera político en su m ayoría; y en la cual
se estampara un resumen vivo y exacto de. las contra­
riedades políticas entre las constituciones modernas, y
tum bien de las contrariedades políticas entre los cons­
titucionales , resultaría de una manera espantosa el vi­
cio inherente á estos sistemas de escisión y desventura.
La Simbólica pues, por su originalidad y oportuno
objeto, ha llamado la atención de km hombres de todas
las comuniones disidentes de la única verdadera comü-
nion á que con razón llamamos católica. Los hijos pues
de esta divina iglesia encontrarán en la exposición de
Mcehler sus. títulos y proscripciones , A la vez que las
actas oficiales de la revoltosa y anárquica escisión pro­
E L TRADUCTOR ESPAÑOL. V |l

vocada y consumada en el siglo XVI , y seguida hasta


nuestros dias por todos los caminos, exceptuado el ver­
dadero; y por coD9Íguieote matizada con lodos los ex»
Iravlos y errores del entendimiento humano entre­
gado ú su propio consejo.
Resta pues en obsequio de la brevedad nutorizat
extrínsecamente un libro de la importancia de la Sim­
bólica. Hé aquí A qué pueden reducirse sus títulos apo­
logéticos.
Permítasenos citar algunos periódicos alemanes. La
Alemania, tan dividida bajo el aspecto geográpeo como
bajo el de las doctrinas, y en donde la opinioo do está
centralizada, sino que la infatuación de Yiena ó do Ber­
lín es censurada severamente por las críticas dé cual­
quiera otra capital, no lia tenido mas que una voz pa­
ra realzar el mérito de la Simbólica de Mochler.
«Evidentemente, dice un critico, llegaríamos d e ­
masiado tarde si pretendiesemos llamar la atención pú­
blica sobre una obra* que dada á luz hace dos meses,
está ya impresa dos veces. La Simbólica, de M. Moehlcr
traducida al latín y al italiano ha sida saludada por los
npluusos unánimes de los católicos. Para obtener tan fa­
vorable acogida, es preciso que un escrito haga una re­
volución en la ciencia.
»No tememos decirlo, el libro de que hablamos es
una nueva aurora para la iglesia católica..... No es me­
nos instructivo para los protestantes, á quienes hoce
ver con la historia en la mano lo filiación y desarrollo
de su doctrina, al mismo tiempo qUe lee maniQesía el
dogma católico en toda su luz y pureza: los pone tomu
bien ea actitud de dar im juicio sano y segura sobre la
«controversia que Separa tes dos iglesias..... .
¿Aunque por necesidad eS un escrito puesto de
elementos heterogéneos, forma un sistema completo
debido ¿ estudios maduros,- á largáB investigaciones, Y
á un trabajo infatigable para la disposición de Mas rao-
V III EL TRADUCTOR ESPAÑOL.

terina. Se distingue por el órden m as metódico. No con­


tento con presentar lus oposiciones doctrinales, hace
ver el autor su conexion intrínseco, y manifiesta có­
mo la una está necesitada por la o tra , remitiendo
cada doctrina á su idea madre y fundamental. Antes
de exponer el antagonismo de los diversos sím bolos
desarrolla una sabia teoría sobre el dogma controverti­
do; y colocándose en diferentes punto9 de vista penetra
hasta lo mas profundo: asi es que las contrariedades de
doctrina resaltan con la m as viva claridad. Espíritu
de orden,y de análisis, lucidez de expresión, fuerza
de raciocinio, sublimidad de imágenes, brillantez de
colorido, sentimiento profundamente religioso, todo
coucurre A la vez para formar un libro del mayor atrac­
tivo. La parte dogmática , la historia de la iglesia y de
las herejías, el conocimiento de los padres, la exége-
sis, la arqueología, la filosofía, la historia profana, en
u na palabra todos los rom os principales y accesorios de
la ciencia teológica son tributarios' del escritor.....
n Jamas se ha reunido tanta materia en .tan peque­
ño espacio (Allgemeiner Religions und Kirchenfreund.
Afio v i l , entrega 1.'* W urtzbow g, 1833),»
«Antes de Moehler, dice otro escritor , nadie se ha
anunciado al mundo sabio con semejante obra. La po­
lémica con los protestantes está elevada allí á la digni­
dad de la ciencia.
» La Simbólica es la fiel expresión del dogma cató­
lico..... Todo el que no fuere indiferente ¿ la grande
escisión del siglo X V I, no podrá estimar bastante Atal
libro ni expresar su reconocimiento’ 6 un hombre que
se ha encargado de un trabajo tan vasto. Podemos de­
cirlo sin exageración: la obra dé Moohler hará época en*
la historia deja teología ( Der K alholik, periódico religio­
so publicado en Espira bajo la dirección délos Señores
Weiss y R sss: este ultimo es superior del seminario ma­
yor de Estrasburgo. Año x i i , lomo 46, entrega 12). »
E t TR.VTVCCTOR T ttP A ^ O L. IX

«Tal e3 nuestro juicio definitivo sobro lo Simbólica


de Mcehler: la literatura no conoce obra semejante
bajo la triple relación de erudición, derociocinio y pro­
fundidad (ubi supra f tortio 47 , entrega 3 , p. 367}.»
«Toda la Simbólica manifiesta é la vez una erudi­
ción vasta y un juicio de una penetración infinita.
M. Mcehler deja en pos de sí á todos bus antepasado?,
ya por la claridad de la expresión, ya jp r la profun­
didad de los pensamientos, ya por la fuerzo del racioci­
nio ( Sion, periódico de-Atigsburgo, entrega 3 “, 1834).»
« Entre las obras de teología publicadas en estos úl­
timos tiem pos, debe colocarse sin contradicción en el
prim er lugar la Simbólica de Moehler. Por todas partes
manifiesta este libro tina riqueza de erudición que ha­
ce reco rd ará los antiguos padres, los O rígenes, los
Tertulianos, los Agustinos &c. ( Jahbücher filr Theolo-
gie tind thrisllicke Philosophie: tomo 3 , entrega 2,%
1834). d
A estos testimonios pudieran añadirse otros muchos.
Los mismos protestantes han rendido homenaje á la
Imparcialidad, al fondo y erudición del autor de lá S im ­
bólica. Un escritor célebre entre los suyos, M. Augus,-
t i , consejero del consistorio de Coblentz, miembro de
lati academias de fierliu y de Munich &c., da este fallo:
nDespues de excelentes trabajos sobre los padres y el
dogm a, trabajos que revellín un talento rico, acaba
M. Mmhler de dar, en su Simbólica una obra de que
puede gloriarse la iglesia romana, y á la cual debemos
aplicar el antiguo adagio: ¡ntroile, nam el hic dt'i sunt/
En este escrito que ha encontrado la mas favorable
acogida, combate el autor é lá iglesia evangélica con
8U9 propios símbolos, y con mucha profundidad y pe­
netración. Merecía mas que cualquiera otra obra que
algunos.de nuestros teólogos mas distinguidos la exa­
minasen severamente, y se dedicarau seriamente á re­
futarla. Muchos han descendido é la lid,, Be ha empe-
X EL TRADUCTOR ESPAÑOL.

fiado un combate que aun prosigue * y que no puede


menos de ser ventajoso á las dos iglesias, Solamente
seria de desear pare bien de la ciencia que continuase
con tanta imparcialidad, moderación y dignidad como
ha empezado ( Voyages di la re cherche d'une religión,
por Tomas M oore, traducido del inglés y acompañado
üenota9por el Dr. Augusli. Colonia, 1835. p. x m ). Si
nos lo perm ite^l tiempo aun podremos citar á Marhei-
neke , Nitzsch , S artorius, Tafel y otros muchos, n
Hasta aquí los testimonios que en favor de la £ím -
bólica ae encuentran en una ñola de la traducción fran­
cesa de esta obra. Permítaseme citar ahora en apoyo
de la misma el juicio crítico que los sabios editores
del Boletín católico de Bibliografía, que se publicaba
en París bajo la acertada dirección de M. Dufriche-
Desgenettes, cura de Nuestra Señora de las Victorias,
formaron aunque inciden tal mente sobre el libro que
nos ocupa. Hablando de la Historia de la vida, de lo»
escritos y doctrinas de Martin Lulero, se expresa en
estos términos: «M. Audin ha hecho resaltar muy
bien 18*9 diversas fases.de la vida de Lulero, le ba
presentado alternativamente dócil y arroganter predi­
cando la rebelión al pueblo y esforzándose demasiado
tarde en apagar el incendio que había causado; le ha
manifestado en sus debates con los teólogos católicos, y
con sus propios discípulos* que bien pronto se vierori
'obligados á separarse de él. Quizá hubiera sido bnenh
extenderse un poco mas sobre las doctrinas teológica»
d d padre de la reformo, y manifestar córao conducen
al mas absoluto fatalismo. Este trubajp ha sido ya he-'
cho por el Dr. aleman Mcehler en su bello libro-de fa»
Simbólica; y nosotros creemos que un análisis sucinto
de esta obra na hubiera estado fuera de liigar en un#
historia de Lulero (Bulíetin catholique etc. T. i . —
Avril. ^ -M a i 1 8 4 0).»
Ciérrese ya esta larga serie de calificaciones venta-
EL TR.VMH.TOK ESPAÑOL. XI

j&wi9 p ira la Simbólica con tns siguientes notoblos líneas:


Exponiendo Mr H u rler, autor du la Vida de Inocen­
cio I I I y del Cuadro de las instituciones y cwlumbrst
de lá iglesia en la edad media', los motivos que determ i­
naron su conversión, d i c e « Despues de luicer dimisión
de Jas funciones de presidente de consistorio, consagré
la libertad de mi. tiempo al estudio de I09 dogmas ca­
tólicos; y bajo este respecto me aproveché de lo >lec­
tura de la Simbólica de Moehler (Véwse el periódico re?-
ligioso de París titulado LU nivers, Union coikolique,
jueves ó de setiembre 1844, u»? 721).»
Cuando tan señalada importancia se da ¿ la obra e n
cuestión; y cuando el tiempo apremia de que la socie­
dad ¿vida de principios, de rpáx.imo» ciertas .y .de ideas
de eptabilidéd y ventura ha de busca/r alimentos propios
pira 9aciar sus necesidades morales y políticos, parece
que este libro producirá una sensación profunda en los
Animos.
Apenas ee discute ya an punto determinado de dog­
ma, de controversia, de disciplino y (le costum bres; todo
entra á la vez en la balanza desigual y anárquica de la
Babilonia literaria; las creencias y las instituciones; lo»
principios y doctrinas; los derechos y-las prescripciones;
las dignidades de la iglesia y ei rniaislcrio del estado; lo
eanto y lo profano f asi como la. vida 1pública y el secre­
to de las intencioné, y el sagrado d e , los negocios de
familia, todo, y todo en una misma producción, suele
presentarse al público bajo los mentidos y fatales colorea
de caducidad» proscripción, hipocresía, perversidad y
ridículo. Por manera que ñifla queda intacto de Ja»
inOcionBdas tempestades que ha.producidú la emancipa­
ción religiosa.'
* Si prcciadós de hombres sensatos acuden los con-
trorersfetaB del dia á la fuente de' las grandes cuestio­
nes religloAas«y sociales que. hace tres siglos'se debaten,
no dudamos que ,la Simbólica les sirva de guia para en­
X II EL TRADUCTOR ESPAÑOL.

tra r en el vasto laberinto de tan variada contienda; mas


pretender instruirse y tener voto decisivo en estos pun­
tos principales, ó en los accesorios que por desgracia
no9 afectan, sin entrar en el exámen de las bases y fun­
damento de la gran cuestión, valdría tanto como fallar
en última sentencia una «causa de vida 6 muerte para
la sociedad, prescindiendo de todo alegato.
A lo» que deseen penetrar el fondo de tan inmen­
sas cuestiones; á los que apreeien debidamente su ge­
nealogía .y ascendencia religiosa; 6 los qué de buena
fe busquen ya el apoyo extrínseco de sus sentimientos
católicos, ya el desengaño de sus errores, ofréceseles
como uno de los libros mas A propósito la Simbó/ica de
Moehler; cuya traducción, ademas de su reconocida
utilidad, servirá á puchos de los lectores de Ia9 P r a -
lecliones iheologicae del í \ Perrone para entender los
repetidos notables pasajes que de eHo se citan en fran­
cés por el sabio escritor de la compañía de Jesús.
El objeto pues de la Simbófíca es vaste, Meno de
interés y de vida: la idea marcha- siempre fijo, va
acompañada de la animación sorprendente de los con­
trastes ; y sígnenla en ordenado y amenísimo consorcio
la erudición, el criterio y la esperanza nunca frustra­
da de ver combatidas en sus fundamentos las diversas
contrariedades dogmáticas. Es también obra de senti­
miento, de actividad y de uit carácter propiamente
simbólico: en ella se representan con viveza, y con se­
vero realidad los punto»de creencia, los artículos, ese
culto del entendimiento y del coraron hácin los dog­
mas, que 6 se forja el hothbre, y entonces son errores
y constituyen el ídolo deforme de la disidencia, y del
delirio; ó son verdaderos artículos de fe , y entone*
producen la v id a, la unidad, el órden y las encantado­
ras armonías del culto y dé las alabanzas. Poc eso el
conde de Mawtre en su lenguaje ameno ■y filosófico á
la vez dice: « Los símbolos son profesiones de fe para
EL TRADUCTOR ESPAKOL. XIII
reconocerse, ó para contradecir los errores. Se lee en
ellos: Creemo»; y jamás cree reís. Los reíamos en par­
ticular; los C d D t a m o 9 eo los templos al sonido de la lira
y del órgano, como verdaderas oraciones porque ¡¡on
fórmulas de sumisión, de confianza y de fe dirigidas á
Dios, y no mandatos dirigidos á los hombres. Me alegra­
ría yer (dice el ilustre escritor) puestos en músic¡i lar
confesion de Augsburgo, 6 los treinta y nueve articu­
lo,i.» Y por vía de ñola añade estas notables palabras
que conQrman la idea que dejo emitida acerca del ca­
rácter de la Simbólica. « La razón no puede hacer mas
que /tablar, el amor es quien canta; y hé aquí por qué
cantamos nuestros símbolos, porque la fe no es mn*
que una creencia por antor\ no reside solamente en el
entendimiento, penetra y arraiga en la voluntad. Un
teólogo filósofo ha dicho con mucha verdad y exacti­
tud : «Hay diferencia entre creer, y juzgar que es ne­
cesario creer.... » Asi es en verdad : los símbolos se can­
tón, y determínase en ellos de una manera tierna y
afectuosa lo que creemos, y aquello á que aspiramos;
por los símbolos nos conocemos los católicos mutuamen­
te ; los símbolos hacen que distingamos á los disidentes
de con nosotros, y los distingamos entre sí: en una pa­
labra la iniciación católica, la confirmador! en la fe, la
profesioa y espontaneidad de los sentimientos religio­
sos tienen un lenguaje propio» característico, y que en
la admirable concision de la palabra afirmativa CREO,
encierra la sumisión del entendimiento, y la protesta
mas edificante de la voluntad.
« T U C CC U

« H a y tres o b re t, ha dicho S. M. el rey de-Truais,


»cuya refutación estoy prónto á recom pensar: la pri-
arnera es la Synbótica de Moehler.»
Este libro ya clásico en Alemania, adoptado como
tal en muchas universidades (*), del cual Be han he1-
cho cuatro ediciones en menos de dos años, traducido frl
latín y al italiano apenas apareció, es aun casi desco­
nocido acá del Rhin. Su ha creido hacer un sen icio á
la causa de la iglesia, que es la causa de la verdad, y
la causa del mismo Dion, dando una traducción fran­
cesa de esla obra capital.
El objeto de la Simbóked eg el de confrontar de al­
guna manera los símbolos ó confesiones de fié de las di­
versas comuniones cristianas , exponer su antagonismo,
hacer que resalte la cohesión, ja armonía interior del
dogma católico, su conformidad con el evangelio y
con la razón, demostrando á la vez cuán contradic­
torias son los otras doctrinas, ya respecto de eí misma»,
ya en ó rd e n ^ la revelación.
Lo que constituye ..sobre todo la originalidad del
trabajo de M. Moehler es que por una parte reduoe
toda su polémica ár una simple comparación de los do­
cumentos oQcialcs, digámoslo asi, de esta controversia*
quitando de esla manera á los contrarios el recurso de
rechazar la monstruosidad de sus enseñanzas sobre tal
ó tal teólogo que ;>e darian prisa A recusar; y por otra,
(■) P o r ejem plo en G iesen. V éase el C ath oliqu e, j o u r -
nul r e l ig i e u x , X 11 annee, W>.e v o l., 1 2 .c cahie r.
DEL TRADUCTOR FRANCÉS. XV
que en lugar de ver eo cada proposicion heterodoxo un
erro r accidental y aislado, hijo del capricho del her¿-
siarca que la ha producido, la presenta en8u encadena­
miento con otros errores, estableciendo asi la filiación
y conexion filosófica de las falsas doctrinos de que se
.compone cada herejía.
Por ejemplo, ha causado. admiración que Lutero,
en medio de sus mas inauditos arrebatos, haya perma­
necido instintivamente sujeto á no sé qué légica inte­
rio r, de manera que bus mas disparatados errores re
unan cd apariencia por un lazo secréto, y que todo lo
falso que hay en sus obras pueda referirse á un error
primero y fundamental sobre el estado primitivo del
hom bre, erro r que d o le pcripitia apreciar ni la ver­
dadera noción de la caída original, ni las consecuencias
positivas de esta caida, ni por consiguiente los medios
de reparación que nos están ofrecidos.
Esta primera «berrucion es la c|ave de todo el p tf-
testantismo. El frío Calvino lo mismo que L utero, se
explica .entefamente con otro error, no menos radical
sobre la condicion primera de la humanidad.
Se presentan aquí naturalmente todas las cuestio­
nes mas elevadas de la filosofía; el origen del mal, la
libertad del hombre, su degradación y rehabilitación;
problemas insolubles para la sabiduría humana, quo
han puesto en tortura A los mayores talentos desde Pla­
tón hasta K an t, y para los cuales solo el catolicismo,
con exclusión de las sectas separadas de la unidad ro­
m ana, ofrece una solucion verdaderamente satisfactoria.
Termina la obra con una revista completa de todo9
los extravíos del protestantismo hasta el Schwcdinbor-
gianismo, y metodismoque Bosauetno alcanzó. Es pues
como un complemento indispensable de la Historia
de las Variaciones.
Las miras de M. Moehler sobre el catolicismo no
son ni menos vastas, ni menos profundas. Líi idea del
XVI PnÓLOGO

Dios-Hombre, bé aquí el fundamentode todo el edificio.


Durante su vida mortal pronunció el Salvador la pala-
bra de salud, pero no vivió solamente diez y ocho si­
glos; habita siempre en medio de nosotros lleno de
gracia y de verdad. Es para siempre el doctor eterno,
bus divinos oráculos resuenan al través de los tiempos,
su Espíritu conduce al Padre, su amor aprieta los la­
zos de la unidad: Plenum veritatis.
En loa misterios celestiales hace al hombre hijo de
Dios, fortalece al adolescente, bendice la unión de los
esposos; y derramando el bálsamo sobre todas nuestras
llagas, alimenta á sus hermano9, alienta al Bel mori­
bundo, y consagra los órganos por los cuales derrama
su infatigable bondad tojjíos estos beneGcios y favores:
Plenum gratia. Oculto el Salvador bajo humanas for­
mas continua favoreciendo á su iglesia; cada dia renue­
va en ella la obra de la redención.
, Según esto, ¿qué es la iglesia? Es Jesucristo que
siempre aparece, que vive eternam ente; esla encarna­
ción permaneutedel Hijo de Dios. De aquí sé sigue que la
sociedad de los Geles participa de las prerogativas del Re­
dentor, que tiene parte en sus atributos. Jesucristo pues
es el que es, y no o tro , siempre el mismo, para siempre
inmutable; es pues una la iglesia. El Yerbo se hizo car-
n e , tomó una forma ex terio r, luego la iglesia es visi­
ble. El mediador es D ios, la iglesia es infalible. Cristo
es el sacerdote eterno: la iglesia no tiene fin. En una
palabra, como en Jesucristo la divinidad y la humani­
dad, aunque distintas entre sí no por eso están menos
estrechamente unidas, de lo misma manera la iglesia
es á la vez divina y hum ana; es divina, porque repre­
senta al Salvador de una manera viva; es humana, por­
que es una sociedad compuesta de hombres.
Asi es que en todos los dogmos católicos resplandece
esla idea sublime, inefable, la *idea del Hombre- Dios;
asi vemos por todas partes que la naturaleza se asocia
PRÓLOGO XV»!

rt lo gracia, el elemento terrestre ni elejnento superior.


No puede seguirse sin interés el desarrollo de e6te pensa
miento fundamental. El protestantismo sin velo conmovido
hasta sus entrañas se ha sentido con una herida de muerte.
Todos se han apresurado á trabajar, Pflanz, Nitzscli,
Morheinekc, Gieseler, Sartorios, T afel, los doctores y
jefes; el ataque se ha generalizado. Muchos escritores
católicos, entre otros el célebre G unter, Staudenmayer,
K uhn, han acudido & la lid; de suerte que esta obra es
ahora el centro de todas las disputas entre los dos cam ­
pos. La facultad evangélica de Tubin^a ha hecho tam ­
bién su refutación; pero muy pronto creyó mas útil
para su causa acudir á la opresión * y á una trama tene­
brosa. Despues de haber empleado todo linaje de perse­
cuciones , se lia visto precisado M. Mcchler ¿ dejar su
patria. La universidad de Munich se ha apresurado á
contarle en el número de sus profesores.
* Diremos ahora dos palabras sobre una obra opuesta
á la Simbólica, tanto mas que de ello inferiremos loque
es en el día el protestantismo al otro lado del Rhin.
El titulo de la obra es; Respuesta al escrito de i t .
Mathltr contra la doctrina de la iglesia protestante. Su
autor M. Baur considera á la doctrina de Calvino como
la verdadera enseñanza evangélica. Hé aquí pues los
principios fundamentales erigidos por el doctor do Gine­
bra. 1.° El hombre no es libre, es una máquina vivien­
te , cuyos resortes están en la mano del Regulador su­
premo. 2.a En consecuencia Dios lo hace todo» asi el bien
como el mal, por medio déla criatura. 3.” Antecedente­
mente, desde lu eternidad tal hombre es predestinado á la
gloria, tal otro ¿ la condenación (*); Dios no tiene otro fin
(*■) T al es también la fe predicada por Lutero y por
Melanchthon al principio de la reforma: Dice el prime­
ro: «Dios os agrada cuando corona á los indignos, és ne­
cesario que os agrade también cuando condena á los ino­
centes (Lutero, De sereó arbitrio, p. 4-65].»
E. C. — T. V(. 2
XVIII 1)EL TIlADirCTOtt -FRANCÉS.
al criar los réprobos que entregarlos ú las penas del infier­
no. 4." En la regeneración no se destruye la mancha Itere
ditaría sino que se debilita. 5." La fe justifica sola la fe por­
que toda obra buena es para siempre imposible al hombre.
M. Rnur mezcla do panteísmo estas proposiciones de
los reformadores puesto que presenta su compwretoco­
mo la única en soflama que confiesan lu Escritura y Iu
razón. Dice: 1.° La religión es el sentimiento de nuestra
dependencia absoluta: definición que por si sola destru­
ye la libertad moral, pues que presenta al hombre pu­
ramente pasivo cutre las manos de Dios.
2.a La nocion 'del ser íiaito implica la idea del mal,
esto e s , todo la que tiene límites es malo por lo mismo,
porque en donde concluye el bien, allí empieza el mal
necesariamente. El hom brees bueno, según que es una
emanación de la soberana esencia; pero como en la
creación no podin Dios producir mas .que seres finitos,
el hombre está según este respecto b.ijo el poso del pe­
cado. Esto es lo que quieren decir los reformadores,
añade el discípulo de Calvino, cuando enseñan que el
autor de lodas las cosas obra el mal-
3.a Hé-aquí el pecado original, esta limitación, es­
ta cualidad que lodo hombre trae al mundu.
4.° Adán, tal como lo presentan las Escrituras antes
de su caida, no es una persona real; sino solamente
la idea, el tipo, el modelo Je la humanidad. Nos traían
elideul á que debemos tocar; pintan al hombre perfec­
to, al hombre cotrcumudo, figurun en una palabra el ú l ­
timo término de la naturaleza humana.
5.° Dios se ha hecho hombre en Jesucristo; es de­
c ir, en Jesucristo ha aparecido la imágen virgen y puro,
el mas alto ideal del género humano. Todos nosotros
lievamos en el fondo de nuestro ser un priuGipio., un
gérmen divino: ahora bien , este príocipio se ha desar­
rollado en el Redentor hasta el supremo grado, este
gérmen ha producido y madurado sus mas bellos frutos.
P1IÚI.OGO X I \-

6.° La fe en el Salvador justifica, pero no tas obras,


porque la falta original aunque debilitada subsiste sin em­
bargo en el hombre regenerado. En efecto, y.i lo himo* vis •
lo: la idea del ser finito tiene por correlativa la idea del nvil,
y nosotros no quedamos hechos Dios por la justificación.
7.° En el discurso de los siglos todos son rescatados
en Jesucristo; pero como muchos no tienen fe en su exis­
tencia terrestre, no llegan ¿ la perfección hasta la in ­
mortal morada. Hé aquí pue9, dice nuestro teólogo, lo
que entienden los reformadores por el dogma de la p re­
destinación. Tal hombre está predestinado á la gloria y
tal otro á las llamas devoradoras; esto quiere decir que
los unos quebrantan sus cadenas ya en este mundo,
mientras los oíros no despiertan á In vida sino en el tiem­
po futuro. En una palabra, la elección divina itb concier­
ne mas que al estado presente de la hum¡miilad (*).
[Extraía doctrina! |Qué de erroresl jQué de absur­
dos! Y aun con todo esto, ¿queda libre Baur de las objecio­
nes de M. Moehler? Lo veremos al punto. En vista desús
ataques contra el catolicismo, una sola palabra va A po­
nernos en el caso de juzgar. Escuchemos. La doctrina de
la iglesia da en el pelagianismo, en el nestorianismo,
en el gnosticismo, en el docetfcmo, en el judaismo, en el
paganismo, en el kantianismo (tomado en mala p a r­
te), en el panteísmo. en el materialismo; niega el pu-
cado original y la redención; es fría, m uerta, relaja­
da , equivoca &c. (**). ¿Quién no se cansaría de leer
(*) Esta teoría está tomada del profesor Schleierma-
c h e r, muerto últimamente en Berlín. Los protestantes de
Alemania, por lo general, son ópanteistas, ó naturalistas,
y esto se concibe fácilmente. Lutero quebranta el lazo vi­
viente que une el elemento superior y el elemento huma­
no. En tal supuesto preciso es decir, ó que todo es Dios,
ó que todo es finito.
(**) Véase la obra citada, páginas VOy siguientes, 58,
59,16*., 105, 287, 292, 300, 375 et passim.
XX nr.L m a ductor fr a n c é s.

tantas necedades? Espero que se nos dispensará con


gusto de hablar de las injurias que el profesor der­
rama á manos 11cna9 sobre M. Moehler. Baur es uri
héroe bajo la relación del valor, quería decir du la im ­
pudencia.
Hé aquí el punto ó que la Simbólica ha reducido á
los protestantes; porque si el doctor de Tubinga nos ha
causado tanta extrañeza , le ha sido preciso descender á
este grado de absurdo.
M. Mcohler ha demostrado en una obra reciente titu­
lada: Nuevas investigaciones sobre las contrariedades
dogmáticas entre los católicos y los protestantes, que la
enseñanza de Baur es contraria á la razón, contraria á
la palabra escrita, y ademas que está en fragante con­
tradicción ^con los principios de los reformadores. Desde
que el hombre llega á la conciencia del yo, dice nuestro
autor, se siente en mano de su consejo. ¿Y de dónde na-
ccnlos gritos déla conciencia; para qué las recompen­
sas, las penas y castigos si la libertad no es mas que
un nombre vano? d& una vez: este sistem a, el hombre
está bajo el peso de la necesidad, destruye la diferencia
entre el bien y el mal, mina los fundamentos de toda
sociedad y hace de Dios el mas injusto de los tiranos.
Por otra parte, la redenciones una gracia de Dios,
un acto de la misericordia infinita. Tal es la idea que nos
dan deella los libros santos. Luego si el hombre no tuviera
en su voluntad el móvil de su9acciones, ¿qué necesidad
habia de gracia y.de misericordia? El Salvador ha disi­
pado nuestras tinieblas, sanado nuestros corazones, di­
rigido ¿ los hombres por el camino recto, y declara que
sin él nadie puede ir á su Padre: no es pues cierto que
lo reparación tenga su origen en la naturaleza humana.
En Gn los pretendidos reformadores habían con­
cebido también la redención como una gracia de Dios;
jamás elevaron al hombre á la dignidad suprema; reco­
nocieron en Jesucristo el Hijo eterno del Altísimo; ense­
PRÓLOGO XXI

ñaron también que ha y penas reservadas para el culpa­


ble, doctrinas incompatibles todas con la teoría que com­
batimos. Asi que M. Baur destruye hasta las mismas v er­
dades sostenidas por sus maestros, quebranta el cristianis­
mo en su base, y destierra toda moral de entre los hombres.
Antes de publicar la Simbólica, era ya conocido en
Alemania M. Moehler por dos obras notables. La prime­
ra es La unidad de la iglesia , ó el principio del catoli­
cismo. Í.& verdad y el om or, dice el autor, son los fun­
damentos de ta sociedad de los Heles. En su consecuencia
divide su libro en dos partes. En la primera presenta á
la verdad triunfante, como doctrina, de todBS las here­
jías; demuestra en la segunda cómo une el amor, hijo de
la verdad, ó todos los miembros de la iglesia en un m is­
mo cuerpo, y destierra para siempre el cisma y la divi­
sión. Esta obra,dice un escritor, no ha tenido igual; y
será largos años un bello monumento del rico talento
de su autor (*).
£1 segundo escrito de M. Moehler ha encontrado una
acogida igualmente favorable: Hé aquí su titu lo : Histo­
ria de san Atanasio y de la iglesia de su sigto.
La traducción de la Simbólica se ha hecho 6 vista
del autor. No podemos encarecer la complacencia con
que nos ha favorecido con sus consejos: dígnese pues
recibir el público homenaje de nuestro reconocimientos.
En fin creemos un deber rigoroso no omitir nota al­
guna del original. Son debidos ¿largas investigacionc9;mu -
chas de ellas ilustran hechos poco conocidos y aun ignora*
dos en Francfa, y todas necesarias en el plan de la obra. En
fin si se añaden algunas, están indicadas por medio de un
asterisco para que el le¡ctor sepa lo que no es de M. Maíhler.
(*) Staudenmayer. Der Katholik, eine re ligia; se Zeil-
schrift. t. M , 3.* emrega, p. 367.
Un c rític o franeés re p ru e b a un p asaje d e la unidad de
la iglesia; pero seria fácil d e m o s tra r q u e s e b a en g añ ad o
g ro se ra m e n te so b re e l sen tid o del a u to r.
PREFACIO DEL AUTOR,

TJ . odo libro tiene una doble historia ; la una precede,


la otra sigue á ati aparición. líl autor no puede escribir
sino la primera; pero el público h su vez le impone el
deber de revelarla, de manifestar las circunstancias ex­
teriores que provocaron sus investigaciones, y las rozo­
nes fundamentales intrínsecas que le empeñaron á pu­
blicar su tr.ibajo. Hé aquí lo que tenemos que decir al
lector bajo este doble respecto.
Este escrito debe su origen ó unas lecciones públi­
cas sobre las contrariedades dogmáticas entre la iglesia
y los protestantes. Hace muchos años que los luteranos
y reformados dan cursos sobre esta gran controversia
en todas las universidades de Alemania. Yo mismo he
aprobado siempre este método de enseñanza; y quise
hacerle pasar í¡I dominio católico.
Mirnd de cerca este negorio, y vereis que muchos
símbolos se disputan el imperio de las inteligencias: la
discordia religiosa ha llevado sus estragos á In iglesia y al
estado; el cisma y la herejía han quebrantado la E u ­
ropa hasta en sus fundamentos. Es pues necesario quo
el teólogo suba a! origen do estas conmociones, que se
apodere de ellas, y penetre todos sus resortes; es nece­
sario que aprecie las numerosas doctrinas que llevan el
nombre de Jesús, ¿Hubo jamas objulo mas digno de sus
trabajos? Si en esta inmensa correrá se contentase con
algunas nociones vagas, superficiales é inciertas, ¿pu­
diera considerarse al nivel de su misión? *
Pero si la ciencia exige que el teólogo profundice
las novedades del siglo X V I, la estimación y el respe­
to á sí mismo; la paz y seguridad que debe abrigar en
PREFACIO DEL A U T 0U . 1.1111
su alma, le recomiendan aun mas imperiosamente este
estudio. La iglesia que me ba recibido en su simio es la
iglesia de Dios, ¿conduce al Redentor? ¿No oculta ulyun
precipicio la tienda bajo que vivo? Este exámen oos lo
impone la rnzou, y nuestro autor. ¡Y qué! ¿cerraríamos
los ojos sobre el origen y autenticidad de nuestras ideas
religiosas y morales? ¿Lossepararíamos con desprecio de
nuestros destinos eternos? ¿Y cómo gustaríamos el re­
poso del alma y la paz de la conciencia, si en medio
devastas corporaciones que se llaman todas deposita*
lias de la verdad pura, estuviésemos sin conocimientos
é incapaces de delinear claramente nuestra poBicion?
Habría en esto una especie de seguridad» un adormeci­
miento letárgico; pero esta indiferencia nivela al hom ­
bre con el bruto.
Asi que todos nos debemos á nosotros mismos, y
debemos al criador el Jondear las bases, y examinar la
fuerzai»ó debilidad de la sociedad religiosa á que p e r­
tenecemos. Esta investigación exi^c el conocimiento
de las comuniones opuestas. Por otra parte no puede
abrazarse, ni penetrarse científicamente una doctrina
cualquiera, si no se tiene á la vista el conjunto de
la del contrario. Hay mas: la exposición de un siste­
ma dogmático t si descansa sobre un fundamento sólido,
es al mismo tiempo su apología. Manifestad al fiel umi
proposición en su verdadera Iu* ; y vereis que posee tun­
tas Ideas, religiosas y cristianas, que al instante pene­
tra su conveniencia ó contradicción con el Evangelio.
Por otra párlfc fel'ffilhlBtr'o"dírla palabra', sobre to­
do en los pueblos divergentes en creencias, no puede sa­
tisfacer i todas sus obligaciones, si no está en el ca­
so de trazar exactamente Ja línea que separa á las di­
ferentes iglesias
Es verdad que el ciclo de las fiestas católicas no da
ocasioir á discursos de controversia, porque las unas son
relativas al Sal viStlor y ó las verdades que edifican la fe
rUEIAUO
común; y los oír as se ordenan á celebrar la memoria de
los héroes cristianos y hombros ilustres que afirmaron el
reino de Dios sobre la tierra y obtuvieron nuevas con­
quistas. Asi pues, á parte de algunas raras excepciones,
el predicador no tendrá que Iratnr directamente nues­
tro objeto, Pero sus instrucciones sobre el dogma ca­
tólico ¿no irán tanto mas seguras á su fin , cuanto me­
jor hubiere estudiado su antagonismo en los otros sím­
bolos? Digo mas, es necesario que los fieles c$ten ins­
truidos sobre las doctrinas distintivas de las confesiones.
Hé aquí un deber esencial del catequista. ¿Y de dónde
nace el cmbarozo de lentos católicos, cuando se encucn-
tran en presencia de los protestantes? ¿De dónde nace
su indiferencia hácia todas las religiones? Nace de que
ignoran la enseñanza antigua y las novedades de las sec­
tas sepnradas, ¿De qué proviene que los falsoB profetas
encuentran aun acceso entre nosotros? ¿De qué provie­
ne que aun les es permitido envenenar las fuentes de
la fe? De que se ignora la doctrina ortodoxa y las
monstruosidades de la herejía.
Hé aquí algunas de los razones que me animaron
y determinaron á publicar mis lecciones.
En estos últimos tiempos han dado á luz los evangelis­
tas muchas obras sobre la Simbólica: Plank, Msrheineke,
W in er, Clausen y otros se han ensayado en este gé­
nero de escritos. Muchos teólogos católicos han acudido
á la lid, y se han^dejado ver.yna nmlW ud.de .produc­
ciones contraeos trabajos heterodoxos .Sin embargo el
objeto“qué~ Be^tgpjnTWr^eíroV^íifdfés “es "elide -resta­
blecer la antigua doctrina á su \prdadero base; mas
ninguno, que yo sepa, expone sistemáticamente las no­
vedades del siglo XVI. Asi que, dando al público el re ­
sultado de mis lecciones, he creido llenar un rocío muy
sensible en la literatura católica.
Ademas, cuando estudié las fuentes, me pareció que
c&te campo no estaba agolado y que f>otliá suministrar
DEL AUTOR. XXV

todavía una abundante cosecha. Sin hablar mas que del


punto de vista histórico, es claro q u e una multitud de
dato9 de que no se ha sacado un partido bastante grande,
ofrecen reseñas luminosas bajo el aspecto de las con­
fesiones, El público juzgará si m is investigaciones han
sido estériles en esta carrera. Sin embargo, yo me atre­
vo ¿ decirlo, hay aquí algunos indicios qHe demostra­
rán al teólogo que sus trabajos no quedarían sin re­
compenso si les diera eBte giro. Hace algunas déca­
das de años que los mas bellos talentos sacrifican su
tiempo y aun su vida al estudio de los mitos antiguos
y de las religiones separadas de nosotros por el espacio
del tiempo y de los lugareB. Hacen sin duda muy gran-
des servicios á lo ciencia; pero el ex ém en é investi­
gación de las creencias que nos atañen es tanto mas
ra ro , cuanto su objeto está ibbb cerca de, nosotros.
Tenemos muchas obras sobre las relaciones délas sec­
tas protestantes; pero en vano buscaríamos en sus au­
tores los conocimientos únicos que pueden ilustrar esta
materia.
Al publicar este escrito, me propuse también llevar
la paz á los dos campos. Siem prf he creído que puede
llegarse á este fin, si se pusiera de manifiesto el anta­
gonismo de las confesiones. Sin embargo jamas roe pro­
metí una reunión próxima. ¿Y cómo seria hoy posible?
Guando no existe lazo ni sociedad entre las inteligen­
cias; cuando se ponen en duda los dogmas mas sagra­
dos, ee niega hasta la divinidad del celestial'liberta­
dor; en fin cuando Be llama fe al asentimiento á sus
propias opiniones, entonces no es posible ninguna apro­
ximación sino en la indiferencia. No espero pues quitar
la piedra del escándalo; ¿pero no se podría al mc-
nos llamar á la paz, y á la buena armonía á las d i­
ferentes iglesias? Esto es lo que me he preguntado á
mí mismo.
Se crcc frecuentemente que la conlrovmui tiu tic-
XXVI PKUFACIU
ne su« raíces en el corazon del cristianismo. Es(ii idea
iiilluma l,i discordia, y envenena las pasiones, Dos ad­
versarios que se combaten sin ver la uecesidud de la
contienda, se deprecian el uno ai tón), y se desprecian
ji si mismosi ¿Qué resulta de esU»? Se ataca al enemi­
go con colora y dcspuefr se trueca la propia conciencia,
lomando las- injurias por el celo de In verdad. H¿ aijuí
el principio de la bilis y (tcl negro enfado de tantos au­
tores. También frecuentemente, ignorando el verdadero
pnnto de lo controversia se inventen falsas diferencias;
y hé aquí un nuevo origen de odio» y de rompimien­
tos, porque nada hiere ni irrita como una objecion
mal fundada. Se ponen tachas de aferramiento y de
mala fé; y se hacen acusaciones de sacrificar el evan­
gelio al interés particular. Escúchese é los protestantes:
L;i ambición sacerdotal, el odio á las luces, el rastre­
ro servilismo; hé aquí las columnas del edificio católi­
co. Muchos de sus adversarios no hablan de otro modo;
el orgullo, la afectación propia, el deseo, el ardor del
mando, el uraor desenfrenado de la licencia; en una
patobr», fa» pasiones nuis abyectas, tales son tas causas
que produjeron et (ftotestantismo. No puede negarse
por desgracia que en todos los partidos &e encuentran
hombres qa« buscan las ventajas de uoa secta, de una
facción, de un sistema; pero no los intereses de la ver­
dad. Nada de esto puede negarse; mas asentar las co­
muniones sobre parecidas bases, es dar muestra de un
talento singularmente limilado.
Si pudiera separarse la atención de la» pe rio e as, y
encaminarla á las mismas cosas (*), ¿se cree que seria
esta una pequeña ventaja? Lo decimos sin miedo de

(*) Este voto de! autor se ha realizado completamente.


Convienen los mismos protestantes en que la Simbólica
lus ha obligado á volver á su propia doctrina. Véase por
ejemplo la G a zettc evan geliqu e, oct. de 1834 (E . T . f'.).
ItliL AUTOR. U V 1I

euguDarnos: pTonlo se conocería que la controver­


sia giraba sobre el crntro del establecimiento cris­
tiano. Desde entonces lo» adversarios se creerían sin­
ceros y de buena f e ; la paz pc rcslablcrcria entre
las iglesias, y veríamos desarrollarse el plan que la
Providencia Be ha propuesto en uua rotura lan do­
loroso.
Debo en fin mencionar una circunstancia que, si
no me engaño , hizo que yo concibiese el designio de
imprimir este escrito. El luteranismo estuvo largo
tiempo desterrado de la Alemania, al menos nada ins­
piraba en la opinion pública. Por otra paite , el negro
calvinismo jamas encontró aliento eit mi discreta pa­
tria; y si tuvo algunos partidarios, te fue preciso su­
frir grandes modificaciones,Sushogart$ fueron*constan­
temente una parle de la Suiza y d éla Francia; des-
pues la Holanda•, la Inglaterra y la Escocia. En el dia
han enmbindo los liem os. Se ha visto salir de la tum ­
ba al antiguo ev»ngelismo; L atero, al presente, en­
cuentra celoso» y sabios defensores Muy pronto, como
puede creerse, los nuevos doctores atacaron á lo igle­
sia con cnGarntzitmiento, y volvieron contra ella.cuan­
tas armas tuvieron & la mano. En alianza íntima coti­
los pietistas • favorecido por otra parte de uno de los
gabinetes influyentes de Alemania (*), ve este partido
engrosarse el número de suj sectarios.
O nunca:ó en ests coyuntura está eitcl deber délos
católicos et delinear claramente su posicion. Esto no es
tan fácil como á primera vista parece. En efecto, ha­
ce algunas veintenas de años que loa naturalistas ata­
can el elemento divino; el protestantismo ortodoxo,
al contrario, aniquila el elemento humano.
Es pues necesario girar de un polo á otro, y tras

(*) Por el rey de Prusia. Se sabe tyie S. M. está ani­
mado de un celo verdaderamente evangélico.
X X V III PREFACIO DEL AUTOR.

feriarnos á un otro mundo religioso. Sin embargo el


católico tiene la ventuja de que su fe comprende la li­
bertad y la gracia, lo divino y lo humano; digamos
m ejor, su símbolo es la unidad de estas dos naturale­
zas. Por lo mismo nuestra doctrina abraza el raciona­
lismo y el protestantismo; reúne y concilla estos dos
extremos. Lulero ha conquistado á los materialistas la
libertad de rechazar sus propias enseñanzas; y este es
el único lazo que los utie á la reforma. Por otra parte,
los protestantes no pueden excluir lógicamente á los
materialistas de 6u comunion, y esto es cuunlo tienen
de común con ellos. El catolicismo, al contrario, pene­
tra los dos sistemas; eatS en aQnidad con ambos, y
tiene cuanto tienen ellos, menos su9 miras estrechas.
Partiendo do up punto común se asieron estos dos
erro res, el uno á la raiz, y el otro á las ram as; pero
el árbol ha quedado en toda su lozanía.
Una palabra mas. La profundidad, la pedantería, la
desconfianza alemana, ó lo que se quiera, me ha im­
puesto la obligación de alegar numerosos pasajes. Es
necesario que el lector pueda exam inar, comparar los
materiales y apreciar el juicio del a u to r; es necesario
que pueda pronunciar sin apelación. He supuesto que
muchos no tienen á la mano los escritos simbóli­
cos de los protestantes; y si no he podido fijar un jus­
to medio, mejor he querido pecar dando demasiado que
lo no bastante. Por otra p arte , casi todos « to s extractos
tienen su remisión en las notas. El que no quisiere leer­
las, puede pasarlas fácilmente; pero á quienes deseen
profundizar la materia por si mismos, les seria mas
difícil procurárselas.
INTRODUCCION

i.
IJf», objeta y fuíotri de lu S¡ml>6l¡c*. ,

Entendemos por Simbólica la expoBicion razonada


de las contrariedades dogmáticas entre las iglesias cris­
tianas opuestas á consecuencia de la revolución religiosa
del siglo X V I , exposición Bacada de sus confesiones de
fe , y de sus símbolos.
De esta definición se sigue:
1.° Que el objeto de la Simbólica no es ni polémico
ni apologético; se limita á exponer y dai*á conocer bajo
todos aspectos las diferencias entre las comuniones cris­
tianas. Aunque esta exposición no sea mas que de una
manera indirecta, tomará muchas vecüs las turmas del
ataque, ó defensa, porque la convicción personal del au­
tor se manifestará involuntariamente ya para aprobar,
ya para contradecir. Siu embargo do esto, la Simbólica
no perderá su propio carácter que es el de exponer y
referir: asi es como el historiador da su fallo sobre los
hechos y personas. Pero sobre todo la tarea impuesta
por la ciencia exige que la relación tome con frecuen­
cia un color en parte polémico, y en parte apologético.
En efecto, una simple narración, aunque fuese acompa­
ñada de las investigaciones mas imparciales y profundos»
no seria bastante; es necesario ademas que todas laí
proposiciones de una doctrina Bcan presentadas en su
XX X INTRODUCCION
conexión y armonía re -fprocas. Aquí se íiaCe necesario
analizar un dogma en sus demonios, y remontarse hasta
l.is primeras impresiones que determinaron ¡i su* au to ­
res; allá se hace sentir la necesidad de señalar la? nu­
merosos variaciones que ha padecido; pero siempre: de-
bel* considerara® las. partes de un sistema en sus rela-
¿ionetf Cón el tódb y unirlas á la idea fundamental que
en todas domíná. Por este método, sin el cual es impo­
sible penetrar el espíritu y verdadero sentido de los
símbolos, se encuentran confrontadas con el Evangelio
y con los principios de la rnzon ilustrada por el cristin-
nísmo, las doctrinas de que se componen los mismos
símbolos. Entonces sata como de sí propia su conformi­
dad ó contradicción con las verdades por todos recono­
cidas. De esta manera la Simbólica viene á ser una ver­
dadera apología, y al mismo tiempo una refutación de
las mas completas, sin que por esto su objeto directo sea
ni lo uno ni lo otro.
2.° Nuestra definición determina los límites y el ob­
jeto de la Simbólica. En efecto, pues que restringe nues­
tras investigaciones 4 las contrariedades doctrinales que
se levantaron en el siglo X V I, excluye las comuniones
separadas de la iglesia antes de esta época, aun cuando
hubieren prolongado su existencia hasta nuestros dias:
en su consecuencia no expondremos la doctrina parti­
cular de la iglesia griega. La fermentación Religiosa del
siglo XVI y los errores que de ella salieron, son de una
naturaleza enteramente diversa de la oposicion, que se­
para ci la iglesia de Oriente de la de Occidente. La con­
troversia occidental concierne únicamente á la antropo-
logia (1) cristiana; pero la cuestión oriental está fundada

(1) Por a n tr o p o lo g ía designan los téologos alemanes la


parte de la teología que trata del hombre considerado en
sí mismo y en sus relaciones con Dios, ya añiles ya despues
de la caída original. (.V. del T . F.)
Á I.A SIMBÓLICA. XXXI

en la cristoiogia (1). Por otra parte la Iglesia griega no


está en nposicion con los católicos en ningún punto per-
tenroicnle á la fe (¿). No pudiéramos pues ocuparnos de
ella sin hablar al mismo tiempo de loa nestorinnos y
monofisitas que están en contradicción foriuul ya con
los católicos i ya con los griegos ortodoxos t ya con los
mismos protestantes. £1 objeto puc9 que nos hemos
propuesto no nos permite entrar en tan largos (letallos.
Por otra parte no liemos juzgado necesario exponer esla
diferencia de doctrina, porque ademas de qtte todas l»8
historias eclesiásticas nos ofrecen sobre eslo noticias
mas que suficientrs, es claro que ningún interés del mo*
mentó y vital nos conduce é la controversia de Oriente.
Por el contrario, la doctrina de los luteranos y re­
formados debe ser expuesta en toda bu luz en loque
tieoe de contradictoria con la iglesia católica ; y reci­
procamente los dogmas afirmados por esta iglesia deben
ponerse en paralelo con las negaciones de estas dos
sectas. Acuso se juzgará que la fe católica tal como se
ha mantenido contra los reformadores» pudiera supo­
nerse conocida de antemano, á la manera que Plank en
su exposición comparad^ supuso ya conocida de eub lec­
tores la doctrina luterana. Mas como el protestantismo
no ha tenido existencia sino poniéndose en contradice
cion coo la euseñauza de la iglesia, no puede ser consi-

(1) La oristotogin trata de la persona de J. C .( de la


unión de las dos naturalezas., de la satisfacción por nues­
tros pecados t*tc, ■ (N. del T . F.)
(2) Beccus ó Veccus, León Allaccietc. prueban el
sentimiento de nuestro autor. Los pasajes y autoridades
(jue citan, no dejan soM^ esto duda alguna : los griegos
instruidos siempre han reconocido la supremacía del papa;
siempre han confesado que el Espíritu-Santo procede dtfl
Padre y del Hij<f Sola la Ignorancia, aun en esta ¡glosia,
ha negado estos dos puntos de doctrina. Consúltese al
conde de Maistrc sobre este asunto. (J\\ drl T. f\)
X X X II INTRODUCCION

(forado mos que en este antagonismo; y lié nqui por qué


el dogma católico, que es la antítesis del dogma protes­
tante, debe estar incesantemente presente al espíritu,
ai se quiere apreciar á este último en su justo valor.
Ademas nuestro trabajo va también dirigido á los pro­
testantes, y esta es una nueva razón para dar algunu
latitud á la exposición de nuestras creencias; porque
¿esta clase de lectores tiene de ellas un conocimiento
mas que superficial ? No puede suponerse.
Las sectas diferentes que se bnn formado en medio
de la iglesia protestante, los anabaptistas ó los mennonitos,
los quakeros, los metodistas, los schwcdenborgianos
e tc ., no deben pasarse en silencio. Eslas corporaciones
no son otra cosa qüe el desarrollo ulterior del evange-
lismo primitivo, no han hecho mas que empujar sus
principios hasta sus consecuencia últimas. Aunque to­
das estas sectas no hayan nacido en el siglo X V I , las
consideramos no obstante como pertenecientes á esta
¿poca bajo la relación de doctrina.
Los sociniaiios y los armenios reclaman también toda
atención. Estas herejías forman el extremo opuesto del
protestantismo; porque lo mismo que él nació de un
sentimiento exaltado y exclusivo por consiguiente; asi
que estas comuniones debieron su existencia á un ra­
ciono 1i?mo no menos exclusivo, ó al menos vinieron á
resumirlo. Desechando abiertamente las bases dogmá­
ticas de la reform a, cayeron de un extremo en otro,
mientras que el catolicismo se mantiene entre los dos
abismos. Por lo demas, ¿ deben contarse los aocinianos
entre los protestantes? Sobre este punto ni aun los mis­
mos protestantes están de acusado. A la verdad que el
sociniaitismo no puede considerarse como la pendiente
del protestantismo ortodoxo; y esto es lo que hemos
hecho entender con demasiada claridad f cuando dijimos
que tiene sobre el cristianismo unas miras directamente
opuestas á la de los reformadores. Sin embargo , como
k LA SIM BÓ UCA. 1X X 1II

los protestantes aun no lian despedida, segiín la oxprc--


«ion de Mr. H ah n , de su com un ion á los rncionalistos
no fe divisa por qué no pudieran admitir en ella á los
socio ¡anos. Cualquiera que abandona la igks:o católica;
cualquiera que entre nosotros renuncia ¿ la Té de sus
padres, que cree 6 no cree que haya caldo hasta en loe
errores últimos del aocinianismo, no importa; la socie-
dad le obre los brazos con alegría ; y despues de esto
¿«eria justo que futremos intolerantes en nombre de ios
protestante*? Pudiéramos rehusar á los eocinianos lo íb-
tinfaccion de ver realizados, al menos en este escrito,
unos rolos que forman hace tanto tiempo.
En cuanto ó los racionalistas no debemos ocuparnos
de ellos en rtuestra exposición, porque no siendo profe.
sados b u s principios por ninguna asamblea religiosa, no
podríamos presentarlos sino como las opiniones de mil
individuos, mas no como la doctrina de una corporacion
particular. No teniendo pues símbolo el racionalismo,
tampoco puede pretender el menor lugar en la Simbó­
lica. Mr. Rcchr ha formulado en verdad una confesion
d« fe con las ruinas de este sistem a; pero hé aquí que
el estimable autor no nos enseña que su escrito haya
6Ído reconocido por ninguna iglesia.
En (in , no »09 detendremos á examinar la doctrina
de los sonsimonianot!, pues que de ninguna manera puede
contárseles entre las comuuiones cristianas. Para que
una s< cía merezca obtener este lugar de honor, es nece­
sario al menos que gloriGque á Cristo como habiendo
elevado ú la humanidad al nía? alto punió de desarrollo
'religioso; de modo que lodo lo que despues- se ha pen­
todo y sentido en punto é religión , no sea mas que el
fruto del germen de \idu dado por él: por la,mfema ra­
zón uo hablar tinos ni de los curpocraciauos , ni de los
mahometanos, poique los unos colocaban ¿Orfeo, Piló?
gores, Sócrates y Pío Ion en la misma linea que.áJesu?
«.'ríalo; mientras que ios oíros ensalzan al profeta Arabe
E. ( . — T. V I. 3
1 S 1 IT INTRODUCCION-
sobre el Hijo de Ufarla. Lo mUmo sucede ron los *aw-
«imonianós: & bu juicio tío encierra el cristianismo el
pleno1concepto de la idea religiosa; el cristianismo ci
pura ellos un trán sito , uiin fase necesaria para llegar 6
Ío que lea place Homar reiigiow abioíttla; religión en Iu
euul todas vendrán á resumirse eoino eri su comple-
menlo. Colocándose lossansimonianos encima delcrittia-
iitemo, «0 colocan futra de él.
3.° La deflnición dada' arriba fija los limites co que
debe encerrarse lá Simbólica, trozoudo el carácter d«
las asamblea* religiosas que son el objeto de sus in­
vestigaciones. No tratando roas que de las contrarie­
dades dogm áticas, se limita 6 exponer lus diferen­
tes doctrinas; no se ocupa ni de la litlirgia, ni de
la disciplina, ni «sobre todo de las relaciones que tiene
tal iglesia con tul sociedad política. Según este res­
pecto , se distingue |q Simbólica de Los tratados de li­
turgia comparado , de la estadística eclesiástica etc.;
y la regla que acabamos de indicar no puede sufrir
sino pocasexcepciones,
4.° En finí la misma definición indica las fuentes en
donde beberá la Simbólica. Claro es que antes de todo
deben fijar nuestras miradas los símbolos de las diferen­
tes iglesias, y de aquí es de donde la ciencia ha tomado
su nombre. Sin embargo es necesario no despreciar otros
escritos que pueden suministrar explicaciones apeteci­
bles para hacernos entrar antes en el objeto. En conse­
cuencia las liturgias, las oraciones, los himnos usados en
el culto pudieran Invocarse por el tscritor, porque son
igualmente la expresión de la creencia común. Pero no
debemos olvidarlo, el sentimiento y el entusiasmo tienen
mi propio lenguaje, bien extraño de la precisión dograá-
tic:i: ae-i no hemos tenido en prueba ningún himno de
la iglesia protestante, aunque de ellos pueda sacarse fre­
cuentemente, un gran partido, y aunque muchos expre­
sen el dogma con la mas rigorosa exactitud. De la mis-
Á 1 A SIMBOLICA, x i xv

roa reserva hemos usado con respecto A las oraciones y


liturgia» recibidas en la iglesia católica.
i Que tos escritos particulares de los reformadores
tengan también uno grande importancia paro la Simbó­
lica , es uno cosa evidente por si m ism a: debemos puci
recurrir fin cesar ó estas obras, si queremos penetrar
lu esencia del protestantismo, y apreciarle en ru justo
valor. También los téologos católicos reconocidos por su
ortodoxia, sobre todo la historia del concilio de Trenlo,
suministran explicaciones d&tisfactorias sobre los artícu­
los de iiuo tro símbolo. Esta regla debe observarse aun
con respecto i los reformadores; de tal Bucrtc que ja­
más se presenten como doctrina protestante l»s opiniones
que se encuentran verdaderamente en su9 escritos, pero
que no lian recibido una sanción formal y pública. Fi-
nolmente, no debe hacerse igual uso de las obras de los
católicos y de las de los protestantes. La importancia del
objeto exige aquí algunas explicaciones.
Los refoi madores tienen con la dortrina de sus pnr-
tidurios relaciones enteramente diversas, que las de los
doctores católicos con lo enseñanza de 6U iglesia. Lutero,
Zuinglio y Calvino son los autores de lus opiniones entre
ellos recibidas, mas no hay jin dogma católico cuyo ori­
gen pueda atribuirse A cualquiera léologo. Como todo el
cuerpo du doctrin» que da ¿ las sectas protestantes una
vida particular ha sido producida por Lutero en su forma
primitiva, como todos sus discípulos tienen de él la exis­
tencia y se alimentan con su plenitud, en él c* también
deudo debemos beber la verdadera inteligencia de sus
principio*. Las impresiones particulares que le conduje-;
ron ¿su pisteros, ó que ol menos acompañaron su naci­
m iento; la* miras generales en que ubrazaba el conjunto
al propio tiempo que trazaba la base sobre la cual se ha
levantado todo el edificio; las pruebas traídas en favor
de su doctrina, y que encontraba ya en la rjzon ya en
sus sentimientos : todo esto es de up grande interés para
IX IV I INTRODUCCION*
el que quiere penetrar científicamente e u ta esencia del
protestantism o, y apoderarle de la idea madre de qu*
uncen todos- su» dogma?. De 16) modo e^tan ligadas
los nuevas creencias con su procreación en el espíritu d«
Lutero , de tal modo encadenadas con las pasiooesque
ocupaban su aJroa, que de ninguna manir# pueden
las unos separarse de las otros; asi como el dogma
no tiene mas valor ni verdad que la que le prestan los
causas que le han producido. Seguramente que no atri­
buiremos á las sectas Separados los punlostle doctrina no
consagrados por sua símbolos; pero esta regla por rigo­
rosa que es tvo destruye lo que acabamos de decir. En
general los protestantes se contentaron con los dogmas
que el espíritu de Lutero iba produciendoBucesivnmentej
despues, separando esto» producios de su base viviente,
los hicieron incomprensibles á la ciencia; porque los
pueblos se pagan deordinario de los dogmas (luctuautes
sin trabazón ni conjunto. La ciencia pues debe llenar
este vacío, haciendo descansar el edificio, sobre tus fun­
damentos ; y para cum plir este empeño es necesario que
consulte los esc ritos de Lutero, y hasta, cierto punto los
de los otros reformadores. , "
i Los teólogos católicos se encuentran en otra posi-»
cion enteramente diversa. Como el dogma que comen-«
tan no ha sido creado por ellos, es necesario distinguir
bien lo que tienen d e particular, de lo del dogmn unU
versal (dogma enseñado por Jesucristo y I09 apóstoles,
y definido por In iglesia). A la manera que la fo existía
antea de lus explicaciones que de ella, se han dado, asi
puede existir independicnleniente de catas explicaciones.
Esta distinción cutre lo- particular y lo general implica
una sociedad perfectamente constituida y fundada a|
mismo, tiempo sobre lm historia y la tradición. Asi ella
nopíjede hacerse sito en la iglesia católica , y aun de­
bemos decir que es allí necesaria , porque, la unidad en
su esencia 110 es la uniformidad. La actividad individual
A LA 5IMDÓL1CA. X U V I1*

011 teoría como mi prtteUea do tiene otros I(miles que


fos que encuentra en las verdades universales: en tanto
^ue no amenace desterrarlas ó trastornarlas debe de-
jarse libre campd á sus esfuerzos.
Estos principios han sido constantemente reconoci­
dos en todo la iglesia. H¿ aquí éV punto de vista desde
donde es necesario apreciar yn la inculpación dirigida
tan frcGuent'fimente á los católicos de tener sobre m u ­
chas cosos pareceres opuestos y aun contradictorio*, ya
i ! procedimiento de IpS: protestantes que quieren á toda
fuerza a tribuir la. iglesia universal las opiniones par­
ticulares de los teólogos. ¿No seria pues desconoce* In
esencia del catolicismo el presentar como parte dé la te
loe sentimientos de san Agustín sobre el pecudo original,
la teoría de san Anselmo sobre la satisfacción del Sal­
vador, 6 en fin lo& conceptos filosó&cos d e Gunter (1)
sobre esloa mismos dogmas? Estos son en verdad loa­
bles trabajos; profsridaB investigaciones propios para ha-
cer concebir la- verdad révehida, solo universal; pero se
ve fácilmente que seria* absurdo confundirlas con la doc­
trina de la iglesia. Aun puede suceder que durante
cierto tiempo obtengB- tal sistema ui> asentimiento bas­
tante general , sin que por esto pueda ser considerado
como una parte ¡alegrante del dogma, y aun menos co­
mo, el mismo dogma. Nosotros tenemos aquí teorías
puramente individuales, que presentan la verdad bojo
mil formas diferentes para boceria accesible ¿toda clase
de ingenios. Estas teorías por lo denias pueden 6er mas
ó menos verdaderas; pero la iglesia do pronuncia sobre
este objeto porque ni en la.,escritura,nten la tradición
encuentra con-qué motivar- un juicio.
(1.) Mr. Gunter es un sabio teólogo de Viena , autor de
las obras siguientes: Fbrjcftu/e zur tpeculaliven thtoló~
flit, Viena 1829; Introducción á la teología especulativa.
-mGattinahl ,'Banquete: -r-Jamskoepfe, Cabezas dcJauo.
; -•7 ' • iel. T. F..)
'X X X .V 1U 1XTBÓDÜCC 10 *
¿Quién no ve, según esto, que es imposible ó los pro­
testantes hacer cnlre la distinción de que fie trota?
Como todo su sistema no descansa mas que sobre opi­
niones particulares elevadas al rango de verdades uni­
versales; como la manera con que los reformadores con­
ciben t»l doctrina ha sido proclamada artículo de fe en­
tre sus discípulos, el protestant¡amo se hn sentido en
todos los tiempos invenciblemente arrastrado á confun­
dir lo individual con lo general. La razón, el yo de L u­
lero era A su pnrccer el centro al jededor del cual de­
bía reunirse toda la humanidad; en su orgullo se hizo
el hombre universal, en quien todos debían encontrar su
modelo; para concluir, Lutero se elevó al lugar de Cristo,
porque Jesucristo solo representa la humnnidnd, y no
ha conferido este privilegio mas que á su iglesia.
Los protestantes despues de haber errado muy largo
tiempo, han caído en el exceso contrario. A esta hora no
solamente se toleran con amplitud todas las opiniones
individuales que se añuden al dogma, sino que todos los
dogmns cristianos no son mas que opiniones que deben
tolerarse, porquo convienen á las necesidades de algunos
individuos. Si pues Lutero elevó sus miras personales á
la dignidad de verdades generales, lié aquí que se re­
baja lo general al nivel de lo particular; de suerte qpo
no puede ya establecerse la verdadera relación entre
lo uno y lo otro. Por una consecuencia rigorosa , cada
protestante en un círculo* que se ensancha sin cesar,
se considera como el representante de la humanidad li­
bertada del e rro r, y por tanto como un salvador en
pequeño, Sin embargo, pnra paliar un poco lo absurdo
de esta pretensión, se ha inventado el expediente da
dejar á cada uno lo que le pertenece; es decir. Be ha
permitido ¿ cada protestante que sea su propio salva­
dor, reprentarse ó sí mismo. En cuanto á ja humanidad
está vagamente representada por el punto indefinible
en que lodos los individuos vienen á reunirse. Desde
Á LA SIMBÓLICA. U X Il

entonces no hay dogma universal sino bajo formas abs'


Iroctas; desde entonces ni'verdadero Cristo, porque si
todos ron bu propio salvador, no hay Salvador del género
humano.
Aun debemos «nadir á eslo algunos observaciones.
El protestantismo debió su origen y progresos por una
parte á su oposicion contra los muchos abusqs que h a­
bia en la iglesia (por lo de mas la iglesia ha combatido
BÍempre los abusos, ya antes ya después de la reforma);
y por otra 6 bus aloques contra algunos sistemas dog­
máticos y diferente usos introducidas en la disciplina,
á lo que podíanos llamar forma particular de la iglesia
en la edad media (*).
Mientras el combate proseguía con encarnizamiento,
se imaginaron los reformadores (porque la pasión es
oiega) que la iglesia consistía únicamente en estos abu­
sos y en esta forma particular, y que los dos cosas
constituían su misma esencia. Asi que, despues que w
hubo formado esta opinion, se exageraron los abusos, y
bc llevaron los sistemas hasta el úllimo extremo, y vió
muy pronto que era el naneo por donde la iglesia pqdia
ser atacada, si no con honor, ol menos con mas ventaja.
Todas las cosas encuentran la condicion de8U perma­
nencia en el modo de su origen. Si pues los protestantes
entraban una vez en la distinción de que so trata; si para
juzgar ni enlol¡cismo se aletiian únicamente á lo univer­
sal, y atribuían todo lo demás á los individuos, enton­
ces su existencia, que jamás hubiera sido posible á este
precio, estaría desde ahora singularmente en peligro.
(*) Mirando esto bajo otro punto de vista, decia el
gran Federico: «Si reducimos las causas del progreso de la
reforma i principios simples, veremos que en Alemania
fue obra del interés, en Inglaterra del amor, en Francia da
la novedad.» Lutero decia también: «Muchos son buenos
evangelistas porque loa monasterios tienen aun “vasos sa­
grados (MathesiiH, sermón 111 sobre Lutero).» (E. T . F.)
lütkobüCciON
Nos parece cloro que la St'mbóUea debe hacer de
los escritos de loa reformadores un uno diferente que de
lo!» escritos do loa católicos. Nos permitiremos todavía
algunas palabras sobre Ia9 obras de Lutero y de MHanch~
thon (*). Lutero ea muy vacilante en sus opiniones;
se pone frecuentemente en contradicción consigo mismo,
apareciendo asi el juguete de afecciones pasajeras y de
las impresiones del momento. Exagerando las cojas sin
medida, quiere valerse de expresiones enérgicas, bajo
las cuales, cuando se las considera separadamente , no
ea siempre fácil descubrir su verdadera doctrina. Et me­
jor partido es el de aprender á conocer el tono que do­
mina en todas su9 obras, y no m irar nunca un lexto
aislado; antea bien consultar siempre un pasaje de cierta
extensión.
Melanchthon ofrece menores dificultades. Sin duda
supera á Lutero aun en el nrte de contradecirse; pero
por esta misma razón es mas fácil el discernir en sus es­
critos la verdadera doctrina protestante. Expliquém o­
nos. La vida de este reformador bajo el aspecto qite nos
ocupa, se divide en dos partes. En la p rim era, jóren
aun y extraño á los estudios teológicos, porque hasta
entonces no se habia dedicado sino A la literatura , y so
dejó arrastrar de tal modo por Lutero que admitió to­
dos sus sentimientos sin restricion. A este período pues
corresponde lo edición de los Lugares teológicos, su
obra mas célebre. Mas tarde, cuando el tiempo hubo
madurado su talento, cuando el estudio de la teología
dió mas claridad ásus ideas, percibió los muchos errores
á que habia sido arrastrado. Quiso desde entonces salir

(*) Melanchthon se llamaba Schtnnrzerde, Tierra-negra.


Heuchlin , que dirigía sus primeros estudios , tradujo su
nombre en griego , formando una palabra compuesta de
pites y ’x9■)?. Es pues necesario escribir ’Mclanchtlum,
con dos k. [S: D. T . F.)
A I.A SIM BÓLICA. XI I
del precipicio; pero como influenciad e i l rafias I* hftbiiin
preocupádo en su juventud * jamos pudo formarse un
sentimiento propio, una opinion independiente. Le ve­
mos también desde rale momento fluctuando por un*
parte entre el catolicismo y-el protestantismo; y por
otra entre el luteraniamo y calvinismo.
Asi las contradicciones del reforrtiador se refieren é
épocas diferentes , y hé aquí por qué decíamos que en
sus escritos se distingue mas fácilmente la verdadera
doctrina luterana. En su consecuencia no nos serviremos
mal que de la primera edición de los Lugares teológicos,
fundándonos por otra parte en las diferencias suscitados
con objeto del Corpus Philippicum, y e n la manera
con que han sido terminadas (*),
Los escritos de Zuinglio no ofrecen dificultad algu­
na; porque en gran parte no tienen mas que. un valor
enteramente histórico. En fin el reformador de Ginebra
es siempre semejante á sí mismo.

II- i
Símbolos de los católicos y de los protestantes.

S. I-
SíittWoi católico*»
, *

Antes de pasar á la Simbólica digamos una palabra


de los símbolos católicos y protestantes.
(*) E l Corpu» P h ilipp icu m es u n a coleccion de las prin­
cipales obras de Felipe Melanchthon. Había sido hecha
por sus discípulos profesores en Witenberga. Como no
contenía m n s q u e los escritos publicados en los últimos
años del reformador , fue rechazada por los luteranos rí­
gidos, y en especial per los profesores de Sena. (C. F . F-]
XUI INTRODUCCION
No puede aquí tratarse mas que de los símbolos en
que celen expuestas tos contrariedades de las dos igle--
sias, y de ningún modo de aquellos en que está eeuncinda
su fe en su primitiva Turma. Los símbolo» de los apósto­
les, de Nicea y de san Alanasio son reconocidos por los
protestantes que permanecen fides á su secta, bsí como
por los católicos. En la eofefeston de Augsburgo y los
artículos de Smnlkalda se declararon loa protestantes
solemnemente sobre este punto; no siendo ni menos
formales * ni menos auténticas las declaraciones de
los reformados. Estos símbolos constituyen el patri­
monio de todas las comuniones separadas, y el dota
precioso que estas hijas soberbias llevaron á sus nue*
vas moradas. No puede pues cuestionarse acerca do
ellas cuando se trata de las diferencias que ocasionaron
el rompimiento, ; no de los lazos que todavía unen á
los dos dos campos. Hablaremos en primer lugar de tos
escritos en los cuales proclamó la iglesia to creencia an­
tigua contra los errores que en su seno acababan de le­
vantarse.
1.° El concilio de Trenlo.
Muy poco despues de empezar las discusiones deque
ciertamente fue autor L utero, pero que tenian sus ra l­
ees secretas en toda la época, por todas partes se dejó
oír el voto de que la iglesia se reuniese en un concilio
universal, á fin de traer los ánimos á la unidad do
creencia. Sin embargo numerosas dificultades, y gran­
des obstáculos4|ue no se apreciaron siempre con impar­
cialidad , no permitieron la apertura del concilio hasta
el año lí>15, bajo Paulo III. Despues de largas inter­
ru p cio n es, una de ellas de diez años, fue terminado
en 1563, bajo Pío IV , despues de cerrada la sesión
veinte y cinco. Su decisiones conciernen al dogma y á la
disciplina. E n tre las definiciones dogmáticas, unas están
concebidas en forma de tratarlos y llevan por título Do-
trétum 6 Doctrina', las otros son corta» sentencias Ha-
Á I.V SIM BÓLICA. X llll

madas Canor¡**. Los decretos exponen el dogma católi­


co frecuentemente con muchos detalles, loa cAnotteacon­
denar» los errores contra la fe. Los reglamentos sobre dis­
ciplina titulados Decrcium de Reformatíone, no nos
ocuparán «inorara vez.
2." El catecismo romano ó catecismo del concilio
de Trento: Caltehisrtiua romanus ex decrelo concilii tri-
dm tini.
Los mismos padres munidos en Trentó sintieron la
necesidad de introducir un iiucvq cntécismo^ aunque rio
follasen ya obras de este género, y cuyo número se au­
mentó mucho durante el concilio: sin embargo ninguno
obtuvo un asentimiento general. Se resolvió pues que el
mismo concilio compusiese uno. Revisó un proferto r e ­
dactado por una comision; pero como no era de una uti-1
lidnd pública bástanle grande, ni estaba ol alcance da
todos los Hele», fue desechado. Por otra p a rte , el con­
cilio estaba á punto de disolverle: y se vió por lo tanto
oblígado á renunciar l.i publicación de un catecismo. Loa
legndos del Papa propusieron entonces el dejar oslo ni
cuidado de la silla apostólica : y el soberano pontífice eli­
gid para ejecutar este importante trabajo á tres célebres
teólogos, Leonardo de Marinis, Gil Foscarari, obispo de
Módena, y Francisco F u reiro , dpminico portugués. A ca­
los teólogos fueron agregados tres cardenales y el céle­
bre filólogo Pablo Manucio, á quien se encargó el revi­
sar el texto latino.
Apareció este trabajo en 1566 bajo Pió IV.Toda» las
iglesiasse apresuraron 6 recibirle, y aun fue reconocido
en muchos concilios particulares. Redactado en un espí­
ritu verdaderamente evangélico, escrito con mucha un­
ción, descartando las opiniones de las diferentes escuelas,
desembarazado en fin, conforme al voto general, de la
forma escolástica, merecía una acogida tan favorable.
Sin embargo esli destinado principalmente para los d i­
rectores de almas, y no puede por lo raisroosuplir á los
X L IV tN T R O D l'C C IW r

catecismos para los niños, aunque el texto primitivo fue


extendido por preguntas y respuestas (*).
¿Debe pues concederse á este libro el carácter y la
autoridad de una confesion de fe? Esta cuestión no puedo
resolvere afirmativamente; porque desde luego no ha*U
do publicado, ni confirmado por el concil to de Trcnto, sino
compuesto solamente por su órden. En seguiido lugar se­
gún el objeto á que se le destinó, no debía oponerse como
yrofesion de fe á los errores que empezaban á despedazar
ja iglesia,sino quedebia poner al alcance de I09 Geles el
símbolo ya formulado. En su consecuencia 9»rve para
otros usos ♦ y est Adispuesto segun plan diferenteal de las
Confesiones públicas de fe. Por otra parle rio se orupa
únicamente de los puntos de controversia entre católicos
y protestantes, sino que traía de toda la doctrina evan­
gélica. Debería pues llamarse mejor profesión de fe cris­
tiana contra los inQeltís, si el uso permitiese semejante
denominación. A si, por una parte, eJcatecismo romano
no ha sido formalmente sancionado por la iglesia? y ade­
mas no possee todas las cualidades que ordinariamente
tienen los símbolos. Observemos en fin que loe jesuítas
han sostenido que este escrito no tiene una autoridad
decisiva, y que no se ha dado ninguna definición con­
traria. (**) .
Pero si no podemos colocar el catecismo romano en
el número de los símbolos católicos, la sola considera­
ción de haber sido compuesto por órdeu del concilio do

(*) En las primeras ediciones estaba el texto seguido,


si» interrupción. En t572 fue dividido en libros y cantil­
los ; y en 1574- 6e puso por preguntas y respuestas..
{B%T. F.)
(**) En la disputa entre los. tomistas y mplinistaá, los
dominicanos quisieron apoyarse para establecer hi gracia,
necesitante en un pasaje det catecismo romano; y enton­
ces fue cuando los jesuítas sostuvieron que no tiene una
autoridad decisiva en materia de fe. (E. T. F.)
Á LA SIMBÓLICA. X l.V

Ttento, aos determinaría ó concederla tina gran autori­


dad. Hay m as: éste libro goza de una grande aproba­
ción en la iglesia docente, y aun bti sido recomendado mur
chas vece» por los soberanos pontíficeSiHaremoS remisiones
Frecuentes 6 esta o b ra ♦ y la invocaremos como un mo­
numento importante de nueítrn creencia, sitmpre que el
concilio du Trento no ofreciese bastantes noticias, y no
agotare la materia. 1
3.° Lo que acabamos do decir del catecismo roma­
no, se aplico al también escrito titulado; Professio fidei
tridentina,
i 4.<’ Muy poco despues del concilio de Trento, y nun
antes de term inar, se levantaron en el seno de la iglesia
unas dimensiones sobre los relaciones entre la gracia y
la libertad, y sobre otros puntos que tienen intimo en­
lace con esta cufcüon. Estas controversias no carecen
de importancia para el objeto que nos hemos propuesto.
A liri de restablecer la paz én la iglesia,:se vio obligada
la cilla apdstolica á dar muchos constituciones, en las cua­
les están definidas las molerías controvertidas. Se pre­
sentan aquí en particular la bula de Inocencio X contra
las cinco proposiciones de J mise ni o, y la bu a Unigetiüti»
<j»dn por Clemente X I. A la verdad, estas dos constituí
ciones no tienen un carácter simbólico (*), puerto que

'(*) Es necesario no engañarnos sobre el sentido de las


palabras que acabamos de leer. No dicen quejas eoneti-,
tucjones dt¡t Inocencio X y de Clemente XI no hacen aiH
torí dad, no obligan á todos los cristianos; sino solamente
que no son un síinliblo de la i"le9ia católica. El autor se
explica con bastante claridad hablando del catecismo ro­
mano. Un sfinbolo no condena solamente ciertos rfroro 9T
sino que proclama el dognia universal; y adema9 va siem­
pre dirigido contra una secta, un partido, una herejía con­
denada. Eiamínew1 el do Nicea, el de Coikstanlinopla,
ol de san Manasio e tc ., y no quedará duda alguna sobro
esto. Apenas pudiera exceptuarse el símbolo do los a|>Ó8-
X.LYI INTRODUCCION
la santa sede jamás la ha elevado formalmente á esta
dignidad. Sin embargo , como son estrictamente1con­
formes al concilio de Trcnto, y por otra parte están re.
eibidas err toda Ib Iglesia, beberemos muchas veces en
esta fuente, y sacaremos de ella gran número de ilus­
traciones.
Se ve que la igleMa católica, en el sentido que «qui
lo entendemos, no tiene propiamente mas que un sím­
bolo el concilio de Trento. Todos los escritos á que p u ­
diera dónele» este nombre* no son mas que inducciones*
comentarios y aplicaciones de su doctrina; no pueden
pues colocarse Absolutamente en'la misma línea qué el
original.
s. II.
SimLolof de los lalernOo*.

El prim er Bímbolo de los lutéradoses la confcsion


de Augsburgo, á la cual dieron lugar las circunstancias
'sigu ien tes: -
Se Hablan ocupado ya muchas dietas de las ¿¡pen­
siones religiosas nacidas en W itcnberga; pero lasmedin
das ocordadds en W orms sobre « te asunto en 1521,
fueron juzgados impracticables en la conferencia de Es­
pira en junio de 1526. Durante el espacio de tres años
fue siempre en aumento la exasperación, y se manifestó
en el mas alto grado en una .nueva asamblea tenida en
esta última ciudad en marzo de 1529, y de la cual eran
miembros muchos principes. Es los principes despues de

toles. L bs constituciones pues de que se trata no han sido


opuestas á una secta existente, sino solo al libro de Jan.-
senio y á los de Quesnel. Por otra parte no defioen posi­
tivamente el dogma católico; en fin, no bao sido dad»* con­
tra los protestantes , to cual solo bastaría para justificar
el teito de nuestro autor. (¿ \ 7. f\)
i LA S1UUÚLICA. XLVJI
haber protestado (*) contra ta demanda hecha por los
católicos de no dar provisoriamente mas extensión á la
reformada Lutero; despues de haber manifestado la inten­
ción formal de no tolerar ningún r e to del catolicismo
en - 6U8 estado» , formaron celos priiuijies una liga
estrecha, basada sobre X IX artículos redactados en
Schwaboch» declarando que cualquiera que rehusase re ­
conocerlos no podia ser admitido en su alianza. Estos
mismos artículos fueron confirmados despues en T o r-
gau. Tales son pues los elementos de donde (alió la
confefion de Augsburgo,
Queriendo Cárlos Y restablecer la paz en el seno de
la . iglesia , convocó el oño 1530 en la ciudad de Augs-
burgo una dieta que debia someter á un exámen ira-
parcial la doctrina de las dos partidos. El bolo medio de
lograr un objeto tan luudable, ero el que los protestan­
tes expusiesen la nueva creencia delante desús adver­
sarios, y que hiciesen conocer por otra parte lo que
encontraban reprensible en los usos y disciplina de la
iglesia católica. Melanchthon pues quedó encargado de
redactar una memoria que fue Mamada despues Confe­
sión de Augsburgo. En cuanto é Lulero» todos opinaron
que de sus manos no podia sulir un trabajo propio para
conciliar los.ánimos.
Aunque, el autor hubo caminado, bajo muchos as­
pectos , los artículos de Scliwabacli; sobre todo-aunquo
hubo mitigado y rectificado tari opiniones de Lutero, sin
embargo no pudieron lo* católicos ni con mucho suscri­
bir ¿ la confesion de fe redactada por él. Hicieron pues
una refutación que fue igualmente leída en la usumblea;
pero como los estados protrstiintcs por su parte no^qui-
üieron reconocerla , hi/.o Ríelauchtliun una apología da
su primer escrito. Esta defensa no recibió entonces una

(*) De aquí et nombre de protestante. Véase Sleid.,
lib. t i , p . Ú , 97. [E..T. F.)
XI.V Ill INTRODUCCION
«ancion solemne} pero despues ha sido ¿ lira d a como se­
gundo si m-bolo d e loa luteranos.
En vnno tuvieron lugar cnAuggburgo muchas olrm
conferencias entre los teólogos mas moderados dé am­
bos partidos; el objeto que se propusiera el empe­
rador de restablecerla p¡m y concordia en Alemania,* no
tuvo efudo. A la verdad que de pronto hubo acuer­
do sobre muchos puntos; jero jomas1fue sincera la
unión; se cedi» por un. momento «I imperio de las cir-
cunsloncias. Eri medio de estos sucesos, todas las mira­
das entuban fijos en la iglesia. En fin Paulo II I convo­
có un.cóncilio universal en M antua, el año 1537. H a­
biendo sido invitados los catados protestantes para qué
se hiciesen representar, eligieron 4 Esm alta Ida para
concertar entre s í , y para conferenciar con los legados
del Papa* Helü y Vuretius. Ante» de esta época ya ha­
bia sido encargado Lutero de hacer una exposición de
eu:doetrin», y de preparar unas teses que llcgariun á
ser la base dé la unión entre protestantes y católicos,
caso que fuesen adoptadas por es ta i últimos. En la
asamblea:pues de É&malkalda fueron confirmados estas
teses por los principes luteranos, . y muchos teólogos
consultados al efecto-. Sin em bargo, habían impedido
una multitud de obstáculos la apertura del concilio, no
fueroii cmplvadbs las teses en el uso á que.se los hubia
destinado; pero mas tarde tuvieron de nuevo Jos pro­
testantes lii ocasion de explicarse delante de los católi’
eos, y el escrito de Lulero obtuto un lugar entre los
símbolos de sús sectarios, bajo el nombre de articulo!
de E $in alka lda .
Durante estas declaraciones echaban yá profundas
raid s los gérmenes de discordia aun en medio de la re*
furnia. Sin embargo la dimisión no Iiím> todos sus eslra-
gOs liíisla despues de la muerte de Lutero. Daremos á
conocer en la Simbólica A los su ge los y autoVes de citas
turbulencias que despedazaron la nueva Eecla- Basle-
Á LA SIMBÓLICA. XI. IX

nos d ctir aqiH q u e despues de largas 'borrascas y- Ai»*


dréa, cwicíiréme Tübinga,.crey ó' deber oponer tiflo fór*
mu\k ortodoxé i las imioTacíones qtio be pretendía in­
troducir. Su sitabota’ umversalmente reconocido ¿i Id
paz afirdnadá parasíeropre, toda dlteracioxen ta doctrina
hecha imposible pafasieinprf; tal debin ser sii triunfo y
taléslos bWveflcJosdequesu iglesia debía serle deudora j
Gracias á tercos y perseverantes esfuerzo?, -Audréfl
fuer-temWite apoyado por Chem nÜ ei^iebfD teólogo dd
Brunswiok, llegó' por 9 n fen 1677 ó4iaeerr«flondc«í8ü
fórmala. Sb 4a llamo comunmente «i iibrb deiaiConcor*
dia (Cóncordieoformel); ó b ie a c\Ubro^de la M ottíañr^
porque lai dos teólogoscitadosen utiiondaSellnecker*
le dieron tai Última mané en elíB enasierio llttraydotitfe
la MonUAa ►situado no léjol dé Magddning*.£gt6«[|ii*
bolo: conliene doel partes/ í p primera Haiuo^a- E^pkome
es úna cocta eiposrcioo de'la dootrfau oriodoaia; la Se­
gunda, Citada ordítiariailiente'feojo el nombre de»£o/ú/a>
deelaralio, contiene largas explicaciones'sobre .^I ^ogk
ma. Por lo demás este ewrilq ¿ pesar de su conformi­
dad con la doctrina dje Lutérov y¿ cog^ notable* preci*
ranéente á cansa de ésta cóoíonnlüad *, no f u e . Unlrer*
salmeóte reconocido» i < <>. •»;.
■ • Eir fin é tos si robalos;que acabe mofe de! nombra r »de»
beatos aQ ndirtl grandefy pequeño-ealecümo de L g te-
ró llamádos.poriel libro de la'Coacoidiaíla. Biblia de lo»
legos. Bien, que este» des'escritos.-hoyan tenido porche
jeto exptiraHá! doctrina protestante estaban riesli-
oadús á se r profesiones dé fé-} pero e l partido ba tenido
á bien concederles este carácter. I ,¡
v ;• ’ i¡
§ ni.
’: , ... . , ,rp^rnnil»i. 1
- iV• * rv.!¿ «I'IMI ; 'i , M.I/., • ■1.
Si\ oparte d d libio dcio^GWCPldi»!!. ha» sitio w o r
e. c .— t . vi. i
t 1X T R M W C G 10»
nooiiln? por todas las rgleáaft laacditícMiftnoa de fu lulori»-*
huí, las comiMiionearvfurmidasv atl! contrario, mo poseen
símbolo alguno adniHtidouoinTSfttaeulo. La rbion <U«i^
tu fenómeno s e . encuentra : por u n a parte en'Ha doctrina
de Zuinglio sobre la Eucaristía; y por otra cii la teoría de
Calvino sobre la predeMinBcwn^No^tisfackiKlq la prime^
ra «I sentimiento prófundameole^eligíepo^elsiglo XVI,
y «¡ublevundo la segunda á la razón iluetrada p o rc la ris-
. tian ism o .n o pudieron penetrirr^ta& tios doetriaafei eri
todas los iglesias. Asi desde el principiarlo jernoa. nin­
gún» unidad de creencia entro .los reformados. ¿Cóma
pues hubieran podido recooóoier rl m w no símbolo? Ob-
Fervemos ademas quaierí liiglalerra se-ooiieoivó 1« ins.-
tllucion divina de Ios./obl9ptt{ áo quo produjauna litu r­
gia mas 'conforme $ le de laigleeia católica (í). ■'(. H
. A ei e s q u e ha su ced id p q n e e a ca d a i p ais lienei» loi
re fo rm a d o s u n sím b o lo p a r tic u la r * y a u n m lieh o s s í m ­
bolos o p u e sto s u n o s ó o t r a s . N o h a b l a r e m o s . m a s q u i !
d e los p rin cip ales. - .
i." La confesion felrapolitana fue extendida <n >la
dieta de Augsburgo el año 1530 por las cüatto,ciuda-
dos de Estrasburgo, Ukm, Monunúigen, y Lind«ú,. Es­
te esorito no fu e reconocido por la<-wamblea. Como loa
«utorqs se inclinaban mucho háOÍé 4á doctrina ido Zuin­
glio sobre la Euotrielía^i loa; estad® protestantes «¿Hi­
paron terminantemente «I adm ítkiés á jcoimihragL ;A1*
gunos oños después las ciudades difidentes niovMa» poc
intenses políticos suscribieron a l a 1cOrifreion d^/A uga­
faurgo ,• y m u y luego d o e c volvió ó tratar dd símbolo
tetra poli la no. - ' -■ ■! ■
Las tres confesiones helvéticas. Lo que se halla
(*) Por lo domas el Nerón de la Gran Bretaña no se
hizo papú sino para robar á la iglesia con título, ni con-
ucrvA I» gi-rarqnía mas que para justificar sus rapiñas. lil
obispo de Cantorbcry tiene ^un tres millones de rentas de
(*>n1iseaeioneS eclesiásticas. ■ ■ (4 \ J ’. F.)
A la ¡ s ü m im íl t c a . >1.1
áplá cabeia de b a símbolo» reformados1,; la pri toera por
consiguiente , fue ooropuestá ei año lñ ^ ft ptíií Ebriqvq
BitUmger,' Leen Jüday ¡Mjeonius y S in io n Gpfoc«u¿
Fue rteftindida *n 1 566, y publicada i nombre dé lo­
dos las iglwia&de la Suite, menos la de Basilea y de
Neachatel. En cnanto iá la segunda, no es mas quo la*
primeva en du primitiva forma.-En 6 d tá,tercera llama-
da de M ulhausen, fue publicada en 1532 por Oswald
Aljconinfl. - 'í • -i
¡ Loe XXXJiX ArtiaüIosj^6.tA Símbolo de la tgÍ9+>
tiaianglidanfr Y a e n J 5 6 3 < tuhjo EUuafdo V I,' habían^
tido k-edaetadoa phoHableiréfilepoc: Creóme#! ¡araobUp»¡
d& Cantorbciy ',.y £or R idley, obispo de L ü n d re s.X L If
articubs. E n 1&62 . baja e lre in a d o cte-Isabel* fuerorr
reducido» al número de X X X IX , y conGrmhdos én*Qn-
concüábula teoido en LorldrieB. - . . íí > .-•íVí
- &P Los calvinistas' iranease* formaron sá símbolo
en<.i5&9, en un «hiedo convocado en Parts por, Anto*-
qío de Chanticu, pred icador re formado.’ - • •, : >
: B.° Eri los Paises-Bajos ,y 6 Q d a ñ o 1 5 6 2 ; f e e i -
bievon los sectarios de CaWino una: «oíife^on (fe fe com -:
puesta por Gui de Brés, Adriano Saravis y muchorco-
labor adores. Contólos autores de este escrito no había u-
sido públicamente encargados de este trabajo, no éncon-^j
tró porde pronto una aprobación general ; peroén 1574
lúe confirmado aparta de olgunoa artíeulóB en el «(nodo:
<le Dordrecht:, y. desdo entonces obtuvo un lugar entre'
losslmlwlos reformados. :¡
. 6 . ° : Las deciriones dogmática», igualmente dadas en
Dordrecht ou 1618 y 1619, íx ciláro n 1müchó ma»
vivamente la atención. Ya aun en medio de refor­
mados ?c Imtian decláralo muchos adárganos, contra
la docLrimv de su maestro1«obre la' predestinación y pero
la gran mayoría de los cal viniste 9 , asi como los lula*1
rano» en Alrmania, se monifestnrón muy: decidido» k
mui)tener todos los dogma» de su iglesia. También,'
L l) , k^TRODOCr.lOIÍ.
cu an d o 'árn?iníusvpredicara'? e&>Aflistcriani, ydúflt
puei deí *6Q 3pr aforar en LéydcTt«tacó: la# •opiniones
d&CafaiíioiáJaicabezBiidenii^wttdri. baetniite numero»
60v Gorairv«u. cótega, tomó vfeowsamciíWj la defendí
del rtferkitidbr; f se rió. entonces *e»fci*erneunftgran
escitéan entro lo»! reformados. >RI ■.conciliábulo de i Dor-
drecbt: quiso-aplacar Itdiscordla.que acababa ile encen--
deféey^eTOwíoíiuioiamaa que envendarla m a s , E o va­
no losor/odotfoshicieronsufrir álos arminios íoáar ciase
de ptTÓecückmfeSi -jimite ,pudieron aaiquiJa/ bu Ipartido.
Sin w d b etg o i’ tasddciewne* de Dordrechfe obtuvieron
uno favorable acogida» no *ok> enR olanda f ¡sina tnitv-
bieí>: entre loi refawnadjOB de ílo f rpqaia y los de
Suiia/i La iglesia anglicana , al contrario , los rechazó
formalmente.i v . ,■! : / / !» ! i - : i-^;. •.
7 .° Federico I I I , «m de.P o li tino *: ¿es pueade haber
abjurado lad o ctrinalutcpanajiJani abarajar el ¡ralvípis-
mov impuso dúsdeduego sus nuevas'creencias á sus áúb.*
ditos: despues huí» componer: en 1562 un catecismo,
qtfe fuQ S ^ a ln é tá e coloeada ei^ietiióitiero1dc los sím*
bo|ps refoimado».' Este e9arito c9 llamado comunmente
cateeismo devHeidelbergi ó del Palatlnadó, y recibirían
grande' aprobación que hinchas ¡glasiasli} admitieron!
como libro , clásieoí ^ ^ - . . . ,1,
- 8.° Del mismo modo que el Palatino « los principes
recien convertidos se imaginaron, quedebian creer por
sufi súbditos ¿¡y que su pefieamkinto propio era la sit-
prema regla. Después dé la muerte de: Federico^ íLuis
bu liqó arrojó & st» vez ¿ los predicadora» reformados,
y .re h a b ilité ! culto y. la doctrina iutoraba (1Í>J6). Pe­
ro l«é aquí que en-., 1 5 8 2, Arana'Federico 4 restablecer
cJ ¡calvinismo* y preparar A los .doclores.de la confc*
6Íom abolida¡en aquella hoüa, la misma.‘Buerte que los
reformados habian ileiúdo que sufrir bajo et reinado pre­
cedente.. En fuerza do reto, fue preciso creer, en el P:i-
latm ado.en tas decisiones del concilio D ordivdit
Á LA SIMBÓLICA. L ili

Lo mismo Bucedió en el principado de AntttU-Des-


sau. En 1586 Juan-Jorge quiso purgar á sus estados
del luteranísmo, y poner en vigor el culto reformado.
A este efecto hizo publicar en 1597 un símbolo conce­
bido en XXY11I artículos, y los predicadores tuvie­
ron que elegir entre el destierro y la admisión de este
escrito. Habiendo Juan subido ol trono en 1644, se
valió de medios no menos violentos para establecer la
doctrina luterana. En Ilesse^Cassel el landgrave M au­
ricio obligó ¿ sus súhditos á abrazar la fé publicada por
Calvino, y depuso A los ministros que permanecieron
fieles á Lulero. Sin embargo, no se hizo entonces nin­
gún símbolo particular, lo que no es poco sorprendente.
Sin duda no habría faltado el restaurador ¿ un deber
tan sagrado, si poco después no hubiera decretado ta
fe al símbolo de Dordrecht.
9.° Del mismo modo Juan-Siglsmundo, margrave de
Brandeburgo, abandonó en 1614 la doctrina luterana por
el calvinismo; pero no pudo por to que á él tocaba pri­
varse de la satisfacción de publicar un símbolo particular.
10, En (in la confesion de Augsburgo, no sola­
mente gota de un caracler simbólico entre los refor­
mados de Alemania, sino que en general la conceden
* una gran consideración los calvinistas. En sus últimos
años se acercó Melanchthon á la doctrina del reforma-
dor de Ginebra sobre la Eucaristía. También hubo m u­
chos cambios en el símbolo de que hablamos desde 1540.
Btsde entonces este libro debia sonreír tanto mas 6 los
reformados, cuadlo podían invocarle en 6u favor. Esto
se ilustrará ma* á. continuación.
Con respeto 6 las confesiones de fe de Polonia, de
Ungría;, de Thorn &c.« no tenemos que ocuparnos
aquí de ellas, porque nada nos enseñan de particular.
Los símbolos de las pequeñas iglesias protestantes, asi
como los libros que contienen su doctrina, serán indica­
dos en los capítulos consagrados & estas diferentes sectas.
JIM .f.lMÓBKH /.I á
■» .'rQ -)lr.itn l y!i o b tiq h n liq í j no ó lle o u * umi»¡rn o .I
í o l í l a ^ büb é M gT íig o íírip o g i o t - n c u t DEiU n 3 .u m
.ofanixrnfru o J í io h 102 ¡? n a r t m n j f .o m n o r ti s íu l fob
-&5nnn o lodm la ni) T9 Í- I «5 in o ild ü tj óxírl o j i-ib d tá í Á
-fiivoj ¡fiw íu io ib o v j Pal ’( ,ffú lu 'jiiin 1 1 1 7 / / ' n i n N
ü lv i r.!‘ iin i'im lin el ¡ tiTiíiiiíof) lo mJn>i l í s j s i i o i i p n o t
o?. , Ü O t n'j onoYJ lo oL idua n e ú l o b m id B H .oJncuK»
nf v* jnldtti^o m e q e ó J n s ío ií so n s m e n ¿o ib sm « b W lí»
-u a tñ ’j yüiijííiinf ly I:««í.'¡r>-3% ! I ít3 B f im íu l u n n J x ili
ic q u b m lM u q f!í isi ic x ’m d u 15 gyJi! d ú s s u í & ó g ild o « b h
Hoiai-jnfir.rmw] o iip jo iJ íin lm *ol s ta u q o b i ,Q n i? |iv )
- « in ? 3 3 iio in i) o s itl íih o n ,( i^ i« c ffr i 9 ftiS .o r a J u .í ft » b f t
.3 )n rj!i!io i(|io s ockvj f.o o n o n |) oí ,iB luoihiM | oJodmltf nt»j(
lorldlj 1111 fi TotcT»i;J>!')T i*j fiLfriln} en d r.fi o n r b u b <li2
Rl o b r.í'/n q !* c io id u ri 011 w u q s'jb <v?oq i* „ o b m £ M n a l
■ - .írl w i b i í / l
ob 07irn}n:fn ,n l)n u < n ?ig íri-n su l oliom o rn e en Ív(f *M "
tcK| rníiT jJuI fi.iilJjo h ni í tHT m í>noI>Misiín .O ím u to b itin íl
- n q £,(l;.'iOÍ 16 k nnp oí io q nfiuq o n o r K ] ; üm*TA¡YÍ(úb
.Hilü'*)ÍÍUjq o!r..J&»t? (IU 1íi?l{'i.»q ‘é flofcM fctfc* til » b JWIOV
-r.lrv'on ,o;tiu.IíxiiiA ;*fi no¡-'TÍÍiK»rj fti níl «jf ,01
. n-Ya »ol riJno üijiítVlftii? vüsiiii»:'. mi :>b biot»
«■ilmiwo ul Ir/nní/s tía ‘>u(> 0:1 i* , 0¡>tnrrruLA oí# qóliitm
¿ornilin ¡»»¡? (i3 .?n!»j<iiilfr> ?íj\ cnbrriltífMicrt o m g « n u #
-r.ur,' > n l ú* c n h J »o!i t i i, n¡>rihhn'fttaM t o r a n Mfcofia
-ifíii <;JTií¡ ü iiíírnisT -.iiil-infi'u/íí c! ?irV * « íd o n íO s»b *>h
,IJi : ¡ rjf.-J.b *rj:¡ii;l'Íü.r’ if:[» \h fj!>;!:rr!í h Of> noilm ft) í*r>ill
n >1 é. ruin tjjDr.;' l oiiicví m d ií ’ilfi'j w w im ím d l ^ I
L i':i Aun.] ijh 110 uiií.30711; ¡ir.¡b(ii| u rtín m (íiubr>rnTo>»y
.noioM rniluoy f¡ aern ciciJ*>ufi íw
al» t riiiolA*I ^í> ‘«1 'jL) íoiioié'ílitoí dfll ¿ üo3 '
? í:in r.(|in o í¿irp «rtmorraJ <hi *.oA rn o riT a b « ch g iiT J
«Trliriii hk| yb nijü'j^n») f¡ofj « b en a u p io q ,« bHs o b i u p o
¡1*15 tiiil«-jJiVr<| xiiií jl^r ¡ífiii'ufpsq'sfirsb íol<xfmi» í o J ;
-i¡jili(íi iif»i’v . nnnJ'xyfw ip it'jiroiJnoó ó u p « rn iil so/ orno*»
.e c J w ¿iJimírtih ¿eJiQ-i eobtígnmoiáotuJ¡qB9m í ebaob
L IB R O P R IM E R O .

'.'■■■'I' ■ :r / ••'■■ ■ ■ :• ■
CO\TnAU,IEDADE9 D O G M A T IC A S E X T B E
O A T Ó L I fiQ ^ LOS IIlT fiH JV N O S ¥ LOS E ltr
' FORflAtíOS.
«:l -) ■. ! «>* - • - . <•; j :j>- .w

. ;■ l. --1 >«:!,
CAWTCLO PRIM ERO.
• .>••<1:,; MÍ • - ->-m V •: ' * !
foMrhtUáídde* á i fa doctrina sotfe,et piado primitivo
1 del harttbfé, if sobiré d úrfgen del tftai moral. .
-1>?•, t:¡ í;' ’ •’ ,• >"

¿ '1 .:
* É iía jir |inni'í('«t) j r l ham b re't* ¿n n lid o c lr in i i fa ló lk n .
t-;-¡r.I , ' i .<• , .• ; • • !
1/ ' Se^un i^iié sW ex#miiirf lá htalofift de Ia humanidad
b«jt> fel aspecto «rttéAiro rt protestante, ven establecerse
rtirisécüericia^ ehternitiente opuestas deflJe el primer
hombftí tiAistft fe entrad» d<*T gfeirefró'hiitnano cfti la otra
vidní'j ann htá primeros momentos de esta se presentan
A nuesltri Vist*: dé ím modo muy diferente, según qué
kM examlriarrtóft á la luz del cátol teísmo 6 ’i la del i>ro-
tesiantfortm (*).
Al f>tfrrci(tf<5, ea1verdad", no tenían loa partido? en
mañ&a ftTgifóá !ta conciencia de un antagonismo tn^i
com pleto: porque las revolucionéis religiosas como Iris
polftteái ífó áe eoltsuhMn ®’¿un tín sífctema ftmváilrib

(fj' El autor liabla aquí dd ^urgíttertó. (¿\ T . FSf'


ü6 LA SIMBÓLICA.

de antemano y formulado en todns sus partes; al con ­


trario, sus principios fundamentóles no ee desenvuelven
de una manen} £pü^<;upijtí>» .q íie ^ .h u í reducirlo
á la práclú^^fdicló«vBÍiÁ3eillaii^¿i&A¿odióle asimilan
los elementos que de pronto les ernn extraños. Al prin-
tipii^ dc la revolución del siglo XVI, no se fijó la re-
fTráiqiy rtísbtire el órígén dtl género RilWdribf ííi sóbta
su fin y, entrada crv la o tra vida { tanto que-fel'dtíMrPollo
dogmático de estas cuestiones solamente 4 fwcp)i.o>úite-
rés subordinado , y muchas veces solo se las ha tratado
para no dejar un claró en~61 sistema del cristianismo.
La grande controversia que nos ocupa, parte del centro
intimo de la historia d<sl;g$n«ro homonoi y tuvo su ori­
gen en esla cuestión: ¿cómo el hombre caid^se ha pueslo
en rejaejon c.op Jesucristo;? ¿Cómo se ta c e ptrttyipnnte
de los .frutos de-la redención? Desdeeste.punto central
se dirigió la controversia necesariamente liécia la peri­
feria, y se extendió muy pronto hasta los dos límites de
la historia de la humanidajd> los cuales por su parte de­
bieron ponerse en armoníA con los cambios sobreveni­
dos en el centro. Cuanto mejor combinado esté un sis­
tema, cuanta mas cohesion hay en sus elementos, tanto
.mfts.se pesientett sus partee; cuando eehace^lguna' mo-
^iGcpCÍO|ien una d ejas idea^fundam^ptaloSv A'^ cuando
sq atacó al. c,atQÍicÍ8mo e6trechamente eucí»denedo en
todos eus dogmas,;hubo precisión de tiombojUr sucesiva­
mente, much?» verdades cu y* .aGuidad con el afticulo
dí^pulíidpalpriQCipio^pcrias/se habia-fjTfftentiíio»' .
Pudieraraos jambien p arü r del,vtírdiid(aro oentro
dé la controversia, y manifestar cómo todo Mr venido á
9 gruparse en derirpdor dé esté punto, Sinduda alguna
.desde, su p r ^ P exciturty nuestra éxpo^iejofl mu cho>mas
vivamente píiuterés dcl feptor. fi 4e pronto le «©locase
un piedio del coi^boU!, j Je biCier#, abFflzW de M»«i«ola
ojeada el vasto campo que ocupa. Sin embargo quizá
aparescan expuestas too flws caridad.das «onlianeda-
L \ 5JMBÓI.ICA. 87

d<*,«¡ tomando ul camino ©puesto, seguimos In-historia


del góncroíJbumano. , , ,
A si despues de h ab er hablado del estad o prim itivo del
h o m b r e , d e « i caída j y le las coueecuenria« q u e produjo,
entram os en e l fo n d a d o Ib controversia llegando-al a r ­
ticu lo ,d «ita hwMOcacion. E n segu id a h a cem o s ver la
influencia d ^ la s doelf¡na» co n tra ria s sob ré la mida i n ­
terior d el hom bre; iMtido á J e s u c r is to , y Tormafido con
é],<unQ¿oefedad visible. rA q n l nos e x tendera»», so b re la
idea d<¿ la iglesia se g fln J t$ rd iferen tes cOflJeiMOtles; <?on-
clniraos deapueB Con el tréwiJiO d é la sociedad p resen te
á Ja del «tn o m undo; baofeodo notar la» rela c io n e s,q u e
unen 6 los m iem bros d e Wnbaa sociedad^ v ,
; ?jPor caosiguieate JaprimetfjiCosB/que ños ocupa es
el estado primiUv'Otdel-toe^$e*í<! 1! :¡;
£1 hombre (a id o w puede llegar en manera alguna
al conocimiento p u ro y i ve*(ladero de su prim itiva esta­
do,. eino por la revelación.jdiyina. Tal es una parle del
triste desliuo d^t h^nbrje pinjado de PiM í fifiteromente
extraño A el m¡srooiino sabe coq verdad ni lo que fue
a l principio, ni lo. qua es después, En .todas las cucstior
n^ssubre e l:punto».{le que;*e trata,.debomoskJOjar £pn«*
tantamente nuestras muradas «obre el hom bre renovado
en Jesucristo:! porque 6U Tc^leurocion. no esirma¿ que
-su rcstableciroi6ntQ é In primera condición,con la dife­
rencia que la verdad; la santidad y ^ju sticia, que.eran la
herencia de Adam, sin que lo ronocioFC plenamente (*),
se han hecho presentes ol sentimiento íntim o,y el fhito
d é la libre cooperacion á la gracia. Am el coridcimiento
de lo que el Salvador hn devuelto al hombre1,’ nos re­
vela lo que l£ fue dado en el principiio:' "
" "f Te-* i .; ! 1 :
(*)_. Quiero dpcir el. autor que gomaba Adam-.d? su ino­
cencia como goza de la salud »n hombreique huftea Jta
estado enfermo. JLos teólogos y (íIósoíqs de Alemania porti-
cipan viniversslmente del sentimiento emitido por Maehler:
entre otros G ünter, Schelling y. Baader.. - v - T . F.)
138 f.A BIM W ll H ^ .

* Este cnnrinn ?c ha seguido «n todan lah InvenCigncio*-


nes que han tenido por objeto la condición primitiva
llel hotobre. , ¡ , :
La dodirma entólica se e x t r a ñ é t^a> la v¡dav^6#¿
jii ritual, ya c o r poro I del liombroparadi.sa/; y b»joewidn
do* relncioncfi tiaee conoce# no solametite lo» piivitégfos
que leerán upóploa, sino; aun lo q*ie teiiiA' c«vfnün cort
biib descendientes. Adam es'llámadfreit su mas nobltpári
te ta imágen fie Diatk e# deeir, tm ew ’ espiriUidlv-Uo-1
lulo de líbettad * ca^wi* dtecoiíocW y de junMr á t a di­
vino «Qt«r1y <•* ¿onteittptor én él toda^tas'
Esta prerogotiva ¡piles era comuna) prim er flwmb^e cotí
M a el genero-tMWBBno, y consistía en qúe s«(?an él íon-
ciliode- TrentíV]Adam táw/o , Wi etFOftítér­
minos agradable á Dios (2)$ & pare tíAbl&f «ori1lír i '^
cneln1, «ti que la* potencíala Inferiorea- 'del Hlrtin efthban
Hijetw á ki raEfirr, ;y la n i M l ‘DKkVixfrtmMfléM' ’qtié
vivía Cft 41 im artnOnla pérfedta tórtfíisi» tt»farfloíy,'tírtn;t‘l
Criador. Este estado Ideal de1-hfl«ibre: en H ftariiidé
legran»!, eo íféflignftde1pt>F los tmtigiióe teólogoséotí 'él
nombre dé ^¡ti**tlcia; orl^lflal i y fl^tt-o& hatettK ^'iun
algunas ¿bsePvaSctonéfí hiütéticM sóbt¿ la iiaturáfto’ífl dé
esta juPticiH' phrá hncer que resalte- íriejor la' o l i e r o n
sáel-dogttir ^rotaténte* tíbii él dogma católico; L" 1
La doctrina qirfc acabamos dé eXfWiléf!éü tlfclá tae-
yor importancia. Ectíando sobre el hombré la Ctfire&del

(1) «Quod ad animam pertínetveam aui imagioean <*t


simililudinem; suam foriuavit (Deus), liberumqtttiici lri-
buit arbitriurnt oaine prseterea motuB animi atque *pp|pttr
tiones itain co temperavjt yt ra¡tionig imperio nunqi^ap)
non parerent. Tum óriginális jnstitfa adm irabile, domim
addidlt etc. Calebh. ^ex decret. Concil. frirfcntl'-ex Co­
lon. 1563.fv.3S.» •
(2 ) E I’ fio n ciH o 'd ^T réftto , S-esic*ñ V , Áecrtfto d r p#*V»i-
to firhjinnti, titee sulamertto: justititim el sancifltitrm
ta g u ^co M itu tu ffiieró f. ’ " ; ^ 1 :i 1 1
I,A MJWItALaoU
m uí m antiene -p o ru n * p arto lai id e a d ü iii) in fin ita ,
m ente sa n ie y cria d o r d e t o d a s lapconas^ enaeftaM friqué
el hom bre h a sido ¿rin d o en o n tetado de in o c e n c ia ^
q n e dei su d e g ra d a fc io n d e b e se r a lrib u fd á é u n g ra n
pecado,' a fir roa ¡p o r o tra ;p n rté :ia idea d e to n a i red en ción
puram ente g r a t u it a , dogrna fü n d a n ie n to td p l cristfonisí*
roo¿. A poyados sobre la E s d B U u r a ^ iíá d ít t o h ;-^ a d e m a s
gui»dos-!pot dh h iz . de ln > fo cató lica^ i e ‘esfbWB’reta i U »
teólogo» fen pendtrar a u ít ra n r «dótenle* e D 'lv 'le g kn rik de
Ib ju stic ia o r ig in a l; y vivaido la igle&U cotí rego cijo - r l
8 cuor de predilección !cóti 'que' fce ton^jderhbft- la « ¡tíra d e
D io s , dejó un lib r e enrso É ; la 8 > lrU ettg énci*H í(kn tro.d e
I n J lm ite s tra B a d tá p o r l a rfefeUcion m ism a!' •• i ¡o
- Lo seseo tó stico s ú b d e ru a ro n ip n e s ^ t)' •«fíH&Irt- fcffltáv
des fcobre eéter m a tb ria 'q v e >la ju s tic ia p r im it iv a Jera un
a trib u to a ccid e o te lj iy « i ;ses-considom que •éstár'jus 1k ia
podía perderte ^se. eohcébicfe -M*to fécüm én te ; p o r q u e 61
hom bre j^ m a s puede s e r .despojado d e t o ^ iie le es^serti-
e ial. lü e m a a j esta ja r t ic ra né era . según lo s;lia to n e s
téiilogps, el re su lta d o d e Isa fu erzas T ilín t a le s .e l'-a lm a
h um an a (-2 ) , p o rq u e en e s fa liip ó trp ta j’ tfrftp u e rd e I#
caída i .no so v e ría ta'nécesidiid d e u n rem ed io e x t r a e r -

¡ (i^ ^lellarm.' D í gratia primi koi*. c. Oppi


t ó in . r t . p . ^ Q . « d . Pat^ 1609 ¿ !
,,($). S, Thoin, Atywq.£u9rot4TAoqf. p . l , q . x c v , a r t . ; |jé
p.,tóty ed, Gajetani Lugd, 1580. .«E fatenim rectitodo »e-
cundum h o c, quod rafio sutjdiibaiur Deo* r?tw iu. vero ipr
feriofes vires á n im s ; et aiiimae c o rp u s.» Q. C. a r t . 1 . p.
(3 ^ . «JÜ9tVtia aiitem origiíi'alis, in qiia.prim us Ijomo cou-
flitíis íú it. íu it acbldctís, riatur® speciei, lion qii&si
ex primílpris sji&iei caufiátrim; sed taritufn sictrt qnod-
darrvdonum dívinitus datnfrt tótí nnhir®.» Y el Cardenal
Cayetano hace esta obs«rvacion: '<<Nóñ est doctrina Sancti
T o ta s , qu«d jostótia origínalo sit Id e n ry q u a d gratia
fratum facjens, de qua est serbio, s*?d velut radia justi*
ti® opiginalis, .. ■„ : ,,
60 LA -s i m b ó l i c a .
diñarlo., puesto que el hombroj mientras eonierva bii»
facultaiicSv fnicáesiemprt>porcias gotas elevarse al es-
tndo de que soh la torca condiciona En bu consecuencia
fundadas estósiaulorqs -sobreuna tradic,km icoristante,
cuyos testimonios eJega.BatarpKnoeoauiia vaftaoru-
dfcfam:, explicaron la justicia pritnitiva por una aocion
sobrenatural d# 1DrtwTflobrc-el .hombre «gta explica­
ción derrami- -una gran «iartdad sobre toda la-teotegla.
* Desde,luego, segua esta, doctrina, ol carácter rigo­
rosaflneniesobrenatural deldogmn católico descansasqbrc
ráa tase'Sólld** ; esté desarrollad» eo tóda&suftconse*
cuntidas. Ea ¡efecto; hé aquJ cómo se demuestra esta
operacion d eP lo s sobre el hombre. El hombre finito nal
puede, abandonado-ésl misma, teneF d elitos un cono­
cimiento verdadera» cierto y vivifloadapor el a m o r a t e
conocimiento no pttede obtenerlo sinopor la unión de la
virtuddivjn&Aaus filenas limitadas, unión que eleván­
donos hasta I^ioS, colma el inmenso abismo qqé adpara
i lo finito do lo ¡nñníAoi Lo mismo que ante» dei lá caída
originhl, debia Oíos revelarseya éxteriormentepptf la
palabra; asi también , y en todos «los-tiempos ha sido ne-
cesario-que ,la inteligencia fuefie ilustrada y,fortificada in­
teriormente para que la palabra interésase vivamente al
hombro y le colocase eti un comercio intimo- con OioSJ En
efecto estos dos actos de la divinidad marchan sóbrela mis-
nia línea: no puedeconcebirseet nnorin él otro; y «fnstf in­
separable unidad, foriVian exactamente él fevérjo dé las
noqónes pu/atomite humanas, y de; las ideasdel deísta,
Por lo (tenias ésta doctrinaestá ^treeliaimeiiVé ^ni-
da con eí cfogma de la.rehabUitáciou; y cómo no-esinas
que upa deducción rigorosa de esta, prueba qu^^íi ja
Iglesia ee ha^ia formado una justa idea del remediotrai-
do per Jesucristo. Decion ios teólogos: obrando interior*
roente el dogma de la gracia v descarga [sgbr^ujim íej
nd menos gflnéral1que el de un* revelación fíxterlor;
principio que aplicaron ol calado primitivo dW hottobreJ
... L4:‘s im b ó l ic a ; 61
Sin:cihbqrgo pbr dmfurmep qii o seos estas>coneepeíónes
leotóg¡easal etpiritU' del «atol¡ciaiÉb^MftíCi*at fuete-lA
importAíicia njíliei las. «demos v aó^tuede mirárselas «orno
dMlrina expcecaalente.definida pomla.igfctia. Sin era^
bapgo',¿ri4 tlijw 'presente ¡el- eoncilio de/Bcenlp impcia-*,
cipio sübrenatucfll cuatwjo alribuyá la santidad al pri­
mer hombre ( 1)? Esta es una cuestión que no puede
Ber. resuelta negativamente por el teól«¡golfcalúltep (í).
■- ;: ¡ ■1: ■ •’ << :-r. •■
Müehos^teólogo»'al diatinguiri Iq justicia original
dé ú fracia santificBntev^-coareedeii'la primera aL hombre
desde elmontánto ddau creadidn; pera: ensenan qué la
segunda no le fuñé dadat !haftta imas tardb.fel objeto pues
que sie proponen estó’s teólogos , es ieh de nmnifeílar qno
Adam'ha'sida'criado en' intestado tte -inocencia, yquet
asiera puro BOTranteí derhaberrecibido-ifrigracia diviaau
DelarmiiiOi(tíí grafio priml h»mi c- iu . p. 9. 10) -non»*
brai á Iob mrtiiiúoffteólogosqiiebanllevado esta’ opinion.
£1 coircilip de •l’rento:qitóri»'decir desde Kicgo: jujfliliatp
t t mnctiuntén,.4n‘q w [A éam )'toikdiíu¿ /«era*; piero por
abaérVáotofr de* P aeecusfuei-cam biada la 1redacción en»
estas palabras: ^n p u t icotortiltilu* furrat. Palavicino que>
refiere «slb (H intíC auc. JWdi'ij'Vi*; Cj (k p&g. a fo . ed.
de' Ant«crp:’ t673). afiáde i •P a te c o moriente t-aun esse
citra edntrotér»iain1.‘áh .AdaMuSi'iutenorenl- sanjctitatem
obttfiuérit priiríd quatjreatus faik m o m e n to u ild e pátetv
quam ihfírm rli qnitiugdam deducá tur probaüo. ad* iiVaXr<
firn^andutp «k-verbis oofftcilii ) iquift ptinc ex.tant.1»: Otros;
cerícibieron'dedivergamaireraol estado priimtivortel- bom~r
bre; perosidmp<rei eoníormftí la doctruirde ja iglesia. l£li
pattfj« dek catecismo renvaiio.citadorarriba esl¿ concebí-,
do lámbiéf^eá'H Mentido de'IfaceéuaJPero euaudo pretendfe
Masheineke ¿irá íaintoTamns y'Bdarnmiosi* acercará la.
doctrtnacluteran^^sbguraitlente cae en im error gcavisirrtft.
;(*)* fGo.m6ttá doctrina léxpuestsr por el autor sobre la
jnstíclk original lw>8Ído-<fpétiuenteaiente atacada jior los
protestantes; y cotnffi cuiistiiuye una contraríe^
dad {andamentad «ittroi la« d o s -p e s ia s , creamos 4 pro-
pósitoapoyarláen algunos -(vacajes :de la escritura;: fo n
1/A; 191 m Ú R I O.Vl
* eaerp o ^l^ riraefeih D U tlfrii ,yn¡hemos
áéaw itd ííih ipnerogaUvan <te&nclste»? ‘po nqud ¿juua< d e lus
naooefl por l*fl(Cirtl«s;Áda!Q'er*>iagfkd«kjeiá Dios* es
q w liH'inoviflateiitos.-d^ B u tu e rp o e sta b a ir^ u je k » . á t e
raa9p,y:qU e yit ia ó e f tíl los sent-cdosy ol espíritu e n tin a
p e r i s t a , a r ú n a i&.! Sin e m b a rg o a u n debemo» añadir,

de proato S. Pablo recanoce( uta principio (¡v w d ^ p o rc l


cual adquiere el bombre el conocimiento de Dios y de
áf i‘mismo.. Eatej principio' eb una - facultad riatUfal; £ se
emplea frecuauteqieate como ¡sinónimo de-corazon,1dd
«enUroiento; y el apóstol - le asigna diferentes íunoiohes,
Rom. i. 9. v i* . 16. i. Cor. .Iit. l l . Vv 3 .4 * 5. vi»; 37.
Gopipt Rom.U;. 8¿ í. Gor. iTi ^t.U .-T im . i. í . i»¡S. Joan¿.
iv. 6- Pudiéramos fam hienctiar el ejemplo denlos paga¿
nos;, porque J»irt loortooid® al s e t supceaur, <ói>ai menos
hubieran podido conocerle: lo cual iros basta, .;. ; :; ;?
■ Pera S. Pabla redoaoce aqn -on. principio m a s elevado*
que da al primero-du fuerut y crecípüelito. -Este principio;
fuente de vida espiritual, es comunicado en. la regenera-r,
oion; este principio es el espirita enviado por et Salvador;
espíritu divino que hace hijo&dc D ioa, que pono en.co-
mercio con Jeaiicrtstey q*e da fcl conocimiento do loa n*iB~
terios v el sello de la salud;! los difarentfeS dbnea y "viílu-i
des. €0m p. Ltcnn. v iilj ;íi-*>-^i6j 8 . 10. .IÜk— 16, i. Gor. u.i
9. 40'. 1 3 ; * . 9; xii. -h i i r . íu Cor. i. aa.i V. Si Ephes./
Uii Ephes. vii IB. Gal. iV ,6. ¡v; 33. ietq. E n e) estado-dei
pura naturaleza no posee; el kwwbre aon este principio,'
puesto que está en guerra consigo mismo (Rom. -¡vti. lá .
■y big.}, y (|ue allí en. donde está el espíritu de B ros, aHfe
está la paz perfecta. Tambieu dúte sao Agustín Sobre,este;
últimb pasaje de sBit'Pablo, prtíp. W t hrtcU igiiur hiM
Ule homo deteriW.* (]*i índnrftm «¡sfi suh ¡grati4. ■■- ;- f/
. • Asi ekliom lire tiene la fa c u lta d ,n a k ira td e v c o ito ttrá
Dios; pero recibe aun ud-principio dáviilo -eín-la júBtiflí-a—
clon. La consecuencia pues d^ieato e* tp ie e n Adáin -la
juáticin primitiva era. uo don . sobrenatiiralv porque* ,.to
Fcstpiiracion del hombre no eal mas que el f establecí-
nüiñito á su estado prim ordial.' . .(A1;

bien quetratoORe desprenda naturalmente ffe toquedca-i
ba de decirsev'quo Adam ,nO estaba sujeto -á■■liis roí"
fcrinedades. nipor co n fu ien te ó la rouorte'^l)!.1 En
efecto ¿quién p u d ÍG T u im a g in & rB e q u e lom ueríe ee» un«
eo^o natural j lu“rauerto que hace al hombre es treme-)
««rse de horror* y contra la c u a l! se rebela t t t l o niienlvo
«er^Teme. la . naturaleza lo que la es conforme? ¿Huye
ja naturaleza de si nhisma? 1
.ii
1 ‘ >;j
: o l'n l^ i|o íp ria » iü * o .+ .-l i •

' ! DotiingUiiajnanera pui*ó Lulero'en dwdar(jueelJio/Tí-


bfe htfyt Sido■criada justó ■f Santo. Mui&hti>mw; ni é(W
nocióladogtrlnaitegaUvaí dg los proto-tantos rfé'nuesV
tro» dia^quédu'cnque ti hombreé lia Kldo-'cnndo eriült
egt¡i(k> de fjurii 'iuo^litkis de-ir*] ¡feriantia^K blén y l l 1
malr fioctriwa!<l«e hace iiteurdú-d dogmátiti la ertida'
orrginnl-; porque1se «eguirh que era necc9ati» al:honi-;
bre pasar por «I enlado delpecado para Htígar alcori0‘-
oimientodc «u- coudicion' (2 ). iPeró Lutero, por otrá*
(1) ' C áiecR . i x ¿létih t'o .C ó h c . jPriijt. j>. S $ . cíáíc corjiore'
cfl’efcÜinVet Cónstltiitum e ífín iitv u t non qnidérh Matarife fjí*
siu^-vi, séddivInóbeiW ficíei iitiihoi'triTiíress^t irtifíBssIbilis.»5
Sii rr Agustín rflweKCeltífiterrtbnie^dtí’éfíní*. a d L it. 1. vi Je.-
U&): ¿ .YI¡tid est non ppssu mork^ áliud p o ise.n o u -m a ri Üfcvi»:
:(3^¡ E ra T^ecewirk>;!qHB Aí1arto fuese p ro b a d o * á iíi» de
q ue pe ¡determ inase! él iríbuio,* ;y adquiriese, el <c4no~
ciniKiito ffe su. libef^nl ; |>pr¡o, :dp ningún. modo era n¡e-
c.c?*rÍQ¡«¿úe, si^um biesp ,á la, te n tació n . , | | i verdad flijíe
pvtr’la ca’ula. qriguial l.lle^p. ignálínente al c p n .tó m ie ii-’
tó y* í la libre posesloü dél biert y de la VeVdáií!, j>of-
quo la bondad <le D¡ü8'93Cflel_bii‘u ,d e |in is u ) 0 n is l. P e­
rú, p retender pura y .sim plem ente que el |»eoado era
n e c ta r io , es. destruir la diferencia «uU-t; e lb ie n y el niyl.
. (No dudamos que <*» el UyUo d autor no b a ja te n h
do yrtí$eultvla,<)|)iuioii que.&a |*a formado eiüre ¡loe discí-,
pillos de Hegt;|)v
64 LA SIMBÓLICA.
p»rto, ca5 Ó BittéWsniiaa vece» e n .extravíos; íü y af con-
sccuipntiaB no jon tríenos deplorables? funestase .
i J BélátiVanibiitu ó la justicia prim itiva, noeraitiú
singaría idea nueva contraria:A lamopiniones d$.la épo­
ca: eli^tá entre las’ numerosas teoriaside lá escuela la.
qno én¿tfnfr6‘ mhs conforme ó isus opiniones?*despue»
de hiibéria ’e ip u tsto con bastante t o t y m , lá ,d4optó.
asi á su sistema: por manera q u e d e ningún jB od^pue­
de com prendere su doctrina ain conocer bien esta mis»
ma troría.
Mas tarde veremos tofo la importancia de esto en
la^tadtogia luterana. Contra' los teólogos que veian ea la
jtysticiu prinaitM« tm .don,sobrenqfcjirftl, adelttnló putero
que pertenecía Alan a tura leía humana, ynegando igual’
Otenle quo liuWese aklo un atributo aocidental,. como loa
escolásticos lo.lwtoaneoaefcüdQ, pretendió que era íih
hprenteiifll pBimer hombre que fofinaba una parte in*
tegrante de b u esencia^ é9#e ds naíurade e»sen/ia homi-
nü (1); l$l hambre aun puro decía; el hombre sa-
li(indo de,la.s m 9íios del Qri.ador, pofteia en sí nrtisrno lodo
lo .quft.pofftji hacerle agradable á , Diots. Por una virtud
que,te#ra pjcopjg, to^as^as;paft$B,¿p,eu ser estaban en­
tre ^ en. u u ajelii armonfo: j relftqon íotíma; con «u
autos. Sobcetodo* sus facu! la dts. religiosos p o d a n d o -
arrollarse hasta e t mas alio grudo ¡puta conoeer á Dios,
p a ra A m a rle ' f S e rv irte no tf c n ia n e c e s id a d d e : n in g ú n
a u x ilio 's o b r e n a t i i r o l . € o n fo n d !e n d o á la fa c u lta d co n
b u s 'e f e c t o s , I f a m a r ó n l o s r e f o r m a d o r e s imágen dé Dios
A 'ta b d U ¿ c » i< ;! b h o é ''r o lf e ltí% > i 8 Jy ;á s u t i y o d e s a r r o l l o . Por
B o ila l^ e á c f . Á t i a m e s ta b a e fé c tív a .rh e n -

( 1 ) . 'f c t l t é t t y t i i :G¿tiéi; éJ m . ’ O p p k :e d ¡ J e n . t o t n . 1.
p . 'Q S V n Q u a r e s t á t n a n i ü s ju e titia m n o n e sse q u o d d a m
d o iiu m , q d o d ’ á b e x t r a '* c c e d e r ¿ t , s e p a r a f c u m q u e k n a ­
t u r a h ó m itiis lrf o é s a s i c & rn ó s e e x p l i c a b a n l o s e s c o l á s ­
t i c o ? ) , ? e d T u ii& e V e r é h a t n r á l f i m ; u t n a tu ra » A d e d ilig e r e
l> e u t n , c r é d e r e D e o , c o g u o s c e r e D e u m & c .» 1
LA SIMBÓLICA. 65
le peuélrsdo de á m o r, de tem or de Dio», y sumiso eo
lodo 6 m i voluntad (1). Los teólogo** católicos, al contra­
rié, distinguieron cuidadosamente entre estas d o sco w ; f
para precisor bien sil diferencia llamaron imagen de Dio*
A lu Facultad religiosa , y semejanza con Dio» al desarro­
llo de esta misqpa facultad (2). Veremos tos consecuencias

(1) Apología de peccaio originali,§. 1 , pag. 50. «Itaque


justilia originalia íialiitura erat tequale tempe.ramentum
qua lita tum corporie, sed etiam hsec dona: notitiam Dei
ecTtiorem , timorem D e i, fiduciam D e i, aut ccrtc re c ti-
tin)mcm , el vjm ista efficiendi. Id que tcstatur scriptura,
cum inquit homlnem ad ímaginem et similitudinem Dei
conditum esse. Quod quid est aliu d , nisi in homine hanc
aapientiam et justitiam effigiatam esse, qu® Deum appre-
hérideret, et in qua reluceret Deus t hoc e s t, hom itiidona
esse data dotítiam D ei, timorcm Dei, liduciam ergaDeum
etsiniilio.» Según estas.palabras ha dado á Dios al pri­
mer hombre no solamente las-facultades espirituales (vim
ista efliciendi), sino auú los actos de la inteligencia (ti—,
inorem Dei fiduciam). ¿Cómo pues ha podido adelantar
lierhard qaé según la doctrina lu teran a, no pertenece la
imágen de Dios á la naturaleza del hom bro, sino que so-'
lamente es una cualidad, una modificación de su esencia?
(Joann. Gerhard. h e. theol, ed. Cotta. 1765. tom. iv . p.
249. seq. cfr. Ejugdtm Confes9. Calhol. L,. n . a rt. x l
c. ii. p. 319). Por lo demas nuoBtro autor se toma el tra ­
bajo de refutarse á sí mismo ; porque dice por una par­
tee -que la conciencia es un resto de la imágen de Dios;
} l>or otra que no debe ser explicada por una acción so -
i/reiiaturul de Dios sobre et hombre. ¿Cuál es pues la c o il -
struencia de esto? E s que la conciencia y por consiguien­
te |a imagen de Dios pertenece á la naturaleza humana.
Siu embargo el mi sitio Gerhard dice: La conciencia es:.
Concreta humanat Bubttaniia inte f r i t a s , perfeclio ac rec-
titvdo eiproindt in categoría qualilulit collocanda. Loci
llieol. I. i , p. 268, cfr. Chemnit. loe. theol. P. i , pag.
217. cd.,Leys. 1615.
(Si) Dellarm.rfe gratia prhn.hum . n. 11. loe. eil. p,7...
K. C. — T. VI. 5
66 la ’s m n ó L ic A :
decisivas que a r r e d r ó consigo esta contrariedad tan pe­
queña & prim era viste; y de antem ano debemos prepa­
ram os para eseuchar pdr parte de L utero opiniones e x .
tra ñ W fo b re el pecado original. Este defecto de d istin ­
ción, por lo dém as, tiene igualmente hu razón en el de­
seo que tenían tés reform adores de pone^ sus escritos ni
alcance de todo el mundo. Cuanto era posible evitaban
escrupulosam ente, como un vano producto de la escue­
la , todo distinción y expresión A bstracta; pero también
cai.an frecuentem ente en una confusion de ideas muy
extfátíá y funesta.
La segunda contrariedad tiene su Origen' ep la doc­
trina sóbre la libertad h u m a n a .E n efi.clo, adelantó L u ­
tero corpo un artículo de fe, que el hom bre no posee
ninguna libertad; que los actos que él ¡cree libres no lo
son mas que en apariencia; que disponiendo Dios toda»
bis cosas co¡n una necesidad irresistib le, las acciones del
hombre no son en el fondo1ibas que las propias acciones
de Dios (1).
«Iiíiago , qua* est ipsa nattira mentís et Voluntatis , & soto
Deo fiuri potuil: similitudo a u te m , qua; in •virtute et pro-
bitatc consistit, íl nobis q u eq u e, Deo adjuvante, péríini-
tur.» Y mas abajo : «Ex bis ¡gitur tot Patrum testim oniis
cogímur adm itiere, non esse ómnino idem imaginem et
6imilitudinem, sed imagincm ad naturam , similitudinem
adv irtu tes pertinere.» Aun cuando esta distinción no pu­
diera apoyarse en las palabras dél (ífriesia, no dejaría por
eso de descansar sobre una base sólida / porque tiene en
sí misma un valor independiente de toda interpretación
bíblica.
(1) L utero, de Servó a r b i t r i o , ^dv. Eras. Tloterod.
Opp. ed. lat. Jen. tom. 3 , fol 170: «Est itaque et boc
in primis necessarium et salutafe C hm tiáno nosse , quod
Deus nihil pr»scit contingenter, sed quod omnia inoom-
inutabili et a;lerna infallibllique volúntate et providet et
proponitetfacit. H ocÍH lm inestem itur etcohteritiir penitua
jiberum arbítrium . Ideo qui liberutn arbitrium 'volunt as-
LA SÍMIIÓtICA.
Tal e» tnmbien la doctrina de M elónchlbon. Asi co­
mo Lutcto lo sujetó lodo á la predestinación y á la
n e m id a d ; proclamó lo doctrina de que Dios obra lodas
tas cosas, como un dogma esencial d d cristianismo; p o r­
que, dice, que esta doctrina humilla justam ente A lacabi-
darlo y prudencia lmmana. N uestro reform ador 110 se
delino en tan bello camino; repite cicn veces que sien­
do extraña á la escritura la palabra lib e rta d , debe ser
desechada por el juitio del hom bre sensato. Añade que
es la filosofía quien la ha introducido en Iu iglesia, asi
como el térm ino lunes to de razón. Según é l, es uu grm i
crimen para los profesores d e teología en la edad m e­
dia el haber afianzado ta n bien e n tre los cristianos ti
dogma de la libertad, que no se podrfc sin tra b á jo d e s-
erraigafles de e6té erro r (1). Tampoco tiene dificultad
sobre eista inculpación en llamarlos sofistas, teoloyas-

sertu m , debent hoc íulmen vel.negare vel dissim ulare,


aut alia rátione a se abigere» fol. 171.. «Ex quo sequitur
irrefragabiliter, omniaquas facimus , etsi uobis \id e n lu r
m utabiliteret contingenter fieri et f ia n t.e t itaetiam con-
tingentef nobis fian t, reverá tamen fiunt neccssario .t'l
immutabiUter , s i vpluiitatem Dei spectesj> fol. 177. A l-
terum parodoxon: «Quidquid lit a nobis, non libero arbir
rio, sed vera neceasitate lieri.» Concluye Lutero su libro
cun estas pakbFas, fol. 238: «Ego \e ro hoc libro non con-
tul i , sed asserui e t assero , ae penes nullum velo esse ju —
tlicium, sed ómnibus suadeo, ut praestent obsequium.»
l£l libro de la Concordia 11 de libere arbitrio, p. 639 , con*
ünna esta obra del reformador, y en particular lo que di­
ce de absolvía necesaitate contra omnet tinistras suspido-r
ueset corruptelas] y term ina.asi: «Ea hio repetita esso
vtílumiis, et ut diligenter legantur, el expetantur onitios
hortam ur.»
(1) Melanchthon Loe. Iheol. ed. Aug. 1821: «Sejisim
irrepsit Philosophia in Christiauismum 3 et receptuni est
impitirri delibero arbitrio dogm a.-r-U súrpala est vox l¡-
Iteri arhitrii, á divinis lilteris, a sensu ot jiidiciu spiritiis
68 LA SIMBÓLICA;
tro*, leologisfas &c. Sin em bargo mas larde r l a m p e -
riencia, la reflexión y sobre lodo la lucha «ion lo s-ía ló r
Vicos lo hicieron percibir el abismo «in fondo á que una
doctrina semejoBte precipitaría infaliblemente á la igle­
sia. Por entonces abandonó sus prim eros sentimientos,
y aun llegó hasta combatirlos (1).
En cuanto á L u le ro , no sabemos que Fe haya retrae*
tado jam as, y el libro de la Concordia confirma ey\p r e ­
samente su escrito contra Erasnou Esla doctrina lia
llegado á ser de la m ayor im ¡o rtaiicia; y según el tea.
timonio mismo de M tlanrhllion, su influencia penelra
todo el sistema luterano (2).
alienissima... add^um est fc fMatonis pliilósophia.t'oívjbii-
lurn rafionis aque perniciosissiiitnim p. 10: «ln qusestio-
nem \o c a tu r , sitne libera voluntas et qMaíeiiiis libera sit?
R espons.: quaudoquidem ótrinia qum evaniunt, weeesaario
justa divinam praedeslinationein evenient, nulla est \ o -
tmitatis nostras libertas» p, 12. i
(1) ]Cosa singularmente notablel En las ediciones de
los Lugares teológicos posteriores á 1535, OchaMelanch-*
thon en cara á lo s escolásticos el haber ensenado la n e­
cesidad absoluta ; mientras que en las anteriores les; acu~
sa de haber llevado la audacia hasta sostener la libertaria
«Et quod asperior paulo sententia de prjwlostinationo vul-
%o \id e tu r: debenius illi impías BOphistarum theologiae,
qua* inculcavil nobis contingentiárti et libertatem volunta-
tis nostrse, ut K-veritate scriptur® mollecul» aures abhor-
reant.» Esto es l-oque leemos en la primera edición; pero
hé aquí lo que dice en las que se han publicado desde
1535 á 15V3: et plerique a l i i non recte detrahunt
voluntati hominis libertatem.» ¿Quiénes bo u pue« estos
plerique ? "Nosotros encontramos en los escritos de los re­
formadores un gran número de &etnejaiite& im pertinen­
cias. lín las ediciones *que han aparecido desde 1543; ha­
ce Melanchthon derivar esta doctrina de los estoicos : H a c
im apnnlio orta est de stoicis disputa)ionifi«« érc. ¿Hay
en esto bastantes contradicciones? ' ■’
(2) M elancht. Loc¿ ihtol. ed. Aug. 1821. p. 13: *ln
LA SIMBÓLICA*
"C on respecto al estado en que fue criado et cuerpo
del liorabrc, están de acuerdo los símbolos luteranos cqu
la doctrina católica. Si no dicen expresam ente que Adam
no eslábn eujfíto 6 la m u erte, es. porqué no hay co n tra-
riedad sobre este artícu lo (1).
i

Hí,

> ( l o e t i ¡d i d a ' 1o ■ r c f i i t r a a i l o » . ta b re el titailo p r í'm iliio ilcl k o m ltre .

' C ahlno én su doctrina sobre el estado espiritual del


hom bre:paradisál, se pone en oposicion con U»8CalóliC09,
on cuantocoñcibeesté estado independientemente de toda
¡virtud sobrenatural; y también con los luteranos, erm uon-
to ensífia form almente que el hombre prim ilivo estaba
dotado de libertad (2). Vor lo demas los cscritos de Cal-
vino no contienen^contrariedad alguna pobre esta m ate­
ria y lo mismo sucede con los símbolos reformados (3). En

omnes disputa tionis nostra; partes incidet.»


(1) Cír. G erbarJi Loe. thcol. t. i r . p. 268 (loe. ix. c.
iv . § . 90). ... í
(2) Calvin, Insti t. 1. i , c. 15. §. 8. fol. 53, ed. Gen.
1559: «Animam hominis Deus mente instruxit, qua bo-
niim a malo ,*justum ab injusto discerneret, ac quid sc-
qnendum vel fugiendum srt pra»ennte rationÍ9 luce vi-
deret; unde parten» hanc directricem ra riynjj.:wh dixerunt
philosophi. Huic adjnnxit voluntatem, penesquam est elcc-
lio. His praeclarisdotíbusexcelluit prima hominisconditio,
n t ratio , mteliigentia, p n ü e n tia , judicium non modo ad
te rre n a vitae gubernatíonem suppeterent, sed quibus trans­
cender érit usque ad Deum ad avernam fclicitatein. In liac
i ntes rítate libero arbitrio pollebat hom o, quo si vellet
ailipisci posset ®teruam vitani.»
(3j Helvet. 1, c. v il (Corpus libr. Symbol, eccles. rr-
form. ed. Aug. 1817). p. 16. 1 1 . p. 9i>, m . p. 103. Sin
embargo e9tos símbolos, excppto el primero , no hablan
de la libertad; dicen solanieute que el hombre ha sido
70 j.a siM n ó L ir.i.
fio el reformador < y estos mismos símbolos cn sum nyo-
r ía , enseñan que Id m uerte es la consecuencia det |)c-
¿ado^l
l'ero ¿opino ha podido Calvino conceder In -libertad
«I prim er hom bre; Calvino que participó con Zuinglio de
los sentimientos de L utero , enseñando que todo sucedo
por la necesidad divina; y que llevó esta doctrina hasta
sus extrem as consecuencias? A la verdad observa en
el sentimiento de esta contradicción q u e no es cale el
lugar de exam inar la cuestión Robre la predestinación
divina; porque» dice, se tra ta de la condicionr prim itiva
del hombre y no de lo que hn podido suceder 6 no suce­
der (2). ¿Pero quién no vé cuán lejos e9t¿ su observa­
ción de resolver la dificultad? En efecto ¿cómo querría
Calvino, separar dos doctrinas de laa cuales una ,1o a t r r
bu ye todo á la necesidad , á los decretos eternos de la
predestinación, m ientras la otra concede la libertad al
hombre aun iiiocervte? Estas dos doctrinos ¿no estan entre
»í estrecham ente ligadas? Admitiendo la u n a debe nece­
sariam ente adm itirse la o t r a ; á menos que iKMé atrib u ­
ya á 1» palabra libertad una idea que nada tendría de
común con la facultad hum ana conocida bajo este n o m ­
bre. lió aquí pues lo que en efecto ha sucedido; porque

criado á la imagen de Dios. La Confest. Scpt. art. pi, loe.


cit. pag. 145, asi como el símbolo de lo9 reformados bel­
ga» cencede la libertad al hombre prim itivo; mientras
que la confesion galicana y anglicana guardan silencio so­
bre esta cuestión, diferencia qj|e es Tácil explicar.
(1) Helvet. i. c. v in [Corpus ' libr. S ym bol, eecl. re -
fo rm . ed, August. 1817). p. 17. Belg. c. x.iv. p .1 7 8 : Qiio
(pcccato) se morti corporali et spirituali obnoxium red-
didit.»
(2) Calvin* Im tit. 1, i. c. 15. §. 8 : *0ic enim iq|pni-
pustive quastio ingeritur de occultA. prasdestinatipne Dei:
quia non agitar , quid acciderc poluerit, necne, sed qua-
lis fiu'rit hominis natura.»
LA SIMBÓLICA,
á ejemplo de Lulero (1)* opone Calvino á ID libertad la
coaccion e x te rio r, mas no la necesidad propiamente di­
cha. Melanchthon , al contrario, tiabia reconocido la a fir
nidad de estas dos cuestiones ¡ habia creído dfeber esta­
blecer entre ellas una íntim a conexlon y tratarlas al
mismo tiem po (2). Por otra p a rte , fiegun Calvino, la
coida original habia sido resuelta desde la eternidad;
doctrina que echa por tie rra esta proposicion* el pri*
mer hombre ha sido libre, es d ecir, ha podido no pecar.
H éaquf por lo detnas las contradicciones que se notan
en los símbolos reform ados, loa unos que atribuyen- la
libertad al hom bre aun inocente; itiirntra9 los otros
mas consiguientes en e s to , se ta rehúsan expresam ente.
En fin ¿en qué pruebas sé apoya Calvino p a ra dese­
char la libertad humana? Tal es la cuestión sobre la
cual creem os deber fijar todavía la atención; Iporque

(1) L u te ro , 1de Servo a r b i tr i o ad E r a tm , Jiottro d.:


1. i. ft>l. 171: r«Optar¡m sane aljud melius yocabulumdairí
in bac disputatione, quam hoc, Necees ¡tas, quod non recto
rticitun noque de divina , ñeque de humana volúntate; est
enim uimis ingrntffi et incongrua! significatioipta pro hoc
loco, quamdam velut coactionem, et omuinoid qijpd cuut
trarium est voluntati, ingerens iutellectui. Cum tamen non
hoc Velit causa isla qu¡C agitur ; voluntas enin»r sive divi­
na sive hu m an a, nulla coactione, sed mera lubentia vel
cupiditate quasi vere liberá, facit quod facit, 6ive bonum
sivu malura. Sed tamen ijnmutabilis et infallibilis est vo­
luntas D ei, quaa nostram voluntatem mutabilcm guherT
n a t, ut canit Boetius, stabilisque manens das cu n d a mo-
Se equivoea Lutero citando aquí á. MaiilioTi^rquato
Boecio, porque este jam as ha enseñado la necesidad de
todas las cosas.
(2) ■; Melancht. ío e . títto l.n . 13; «Sed iueptus \ideor,
qui Btatiift iuitio opería de a ¿perruno lo co , de prasdestib
nattonedisseram . Quauquam quidaU inet in comptniliu,
p rim o an postremo loco id a^aoi, i¡uod (ti $innt^di spt* i ut
tiomá nosfr® partea; incúloi ? u • .
7-2 LA SIMBÓLICA,
cu exim en derram ará mucha luz sobré iíu estro obj^Ui;
y vercmoB por o lra parlo, que la ncccsiitad del refor­
m ador no debe, bajo todos resp ecto s, confundirse con
el fa tu m dé lo» paganos (1). La doctrino de la no-li-
b ertad , decin M elanchthon, es m uy propia para rep ri­
m ir el orgullo del hom bre (2), y lié a q u í, prescindien­
do d e fu e rte s declam aciones, la sola pruebo que a d u ­
cía ón favor de su sentimiento. Según Calvino, la
creencia de que Dios gobierne, todas las ■cosas por su
sabiduría su p rem a; que no solamente asigna ¿ todos los
seres el sitio que deben ocupar , sino que nada sucede
m a sq u e por un órden especial de su P rovidencia{d e s-
rihante D eo) ; esta creencia, segun G alviúo, encierra loa
mas grandes consuelos, puesto que el hom bre está en­
tonces e n tre las manos de un padre 6abio, om nipoten­
te -é infinitamente bueno (3). Ño le basta que -Dios dis-

(11 Él mismo Calvino hace n o tar esta diferencia, dice,


Inst. reí. Chriet. 1. l. c. 16. n . 8*. «Non en im cu m sto i-
cis necessitatem comminiscimur ex perpetuó causarum
nexu ét Implícita quadam s e rie , qure in natura con Un ca­
ta r : sed Deum constittiimus arbitnim ac moderatorem
omnium , qui pro aua sapientia , ab ultima aeternitate de-
crevit quod facturus e s s e t, et nunc aua po ten tia, quod
decrevit, exequifcur.» Gomo la doctrina de Calvino fuese
acusada de fatalismo por un profesor luterano de Heidel-
b e rg , publicó Bvza en defensa de esta doctrina un escri­
to titulado: Abstergió calum niar, gifibue aspersut est Joan.
C alv. á T illem a n o H cssusio, p. 208 y 6Íg.
(2) Melanahth. 1. c. « M u ltu m enim omnino r e f e r t a d
preroendam damnandamque humanas r a tio n Í9 t u m s a -
pientiam , tum prudentiam , constaúter c ro d e re , q u o d k
Deo fiant omnia.
(3) Calv. Inst. reL C hrj/t. 1. i. c. 17. § . 3. Por lo
demás, Lutero (fe Servo •arbitrio. Opp. tom. fli. fol. 171 b-
ya le habia abierto este cam ino; «U ltradico tion modo
quam ista sint v e ra , de quo infra latí as ex Sctipturis di-
c e tu r, verum etiam quam rcligioSUm, -pium e t netfetsa-
I.A s< M W Ó i - i r\ . 73
ponga todas las cosas , aun el ttial, prtfá i*l' b»**i» d<‘ liW
q u e le sirven ;ck-cyó no poder determ inar bailatile bien
la i d e a r e la presciencia d ñ 'in a, ni «segurar bástante
la salud de loü e j i d o s , sino enseñando que es Dios
mismo quien dirige sobre ellos los golpes del enemigo.
Muchos síinbolo9 reformados tom aron estas pruebas de
Calvino; pero siem pre la redactan con muchos co rrec­
tivas y con él tem or laudable de repro d u cir (esté^doc­
trin a , coir todo .lo que tteno d e irrita n te - (!). E l íéfor-
ipador al contrario , 'y « i dfctfp&lo Teodoro-
adm itieron estos errores en toda su enorm idad, mas
tAmpoeo, 6 pesar dtí to d o s‘ius>pfoteetas, puüieroti'eon-
vencer á u n a m ultitud de personas que* n o h tribuían A
Dios el origen dfel malí Nosotros pues debemos e n tra r
mas adelante en esto cuestión.

' -- 5 .: IV. •• *

De U « m ía del m al m o n i. «

En toda» fas obras dogmáticas 4 polémicas de


los Siglos XVI y XVII , en las de Belarmino, de
riu m s i t , e a q o s s e , h ís e n im ig n o ra t¡9 , n e g u é f u l e s , ne-
Í ue utlus Dei cultus corisistére potcst. Nam hoc es?et Vere
>eiim ignorare, cum qua ignorántiá s&liis ^tare nequit, u t
noíum est. Si enírii dubitás , aut contefnnis nosse , quod
Deus omniav non contingenter, sed necéssario ct ím m uta-
biliter prajsoiat et v e lit, qUomodo poteris ejus promis*-
aionibus credere, certo lidere, ac niti? Cum enim promit-
ti t , certurm oportet te esse, quod s c ia t, possit e t velit
p re sta re quod p ro m ittit 5 alioqui eum non verácem, nec
fidelem nstim abl», q u e est ínctedulttkb et sum isa im pie-
tdS e t negátio Del áltissím i.o
(1) >Cónfess. BelgH)'. oj xm en'Augurt.C orp.libror.
y'sig.
S y m b .'e ¿ c h i. r « f o n n ; p: 1 7 7
(2) Theod. Bez&, Q u a u . et retp. ehritlian. lib. cd.
quart, 1573 (no se indica el lugar en que apareció esta
74 LA SIMUÓL1CA.
Betano , de C hcm nitz, de Gurhnrü ele., encuentra el
lector un largo articulo que lleva d U lu J o d e n u e s -
tro párrafo. A to im arioraque en los .qiplos I I , y JIl
de, la igleaiS la cuestión de donde viene si m al ge pre.
sentaba en todas las disensiones relígio^as» agí ta m ­
bién fue entonces de nuevo vivamente agitada; y vece-,
mos m uy luego que no puede profundizarse el p ro ­
testantism o* ni formarse una ju sta idea de La contro­
versia {(jtre los dos csm posa sia; haber pesad» m adura­
m ente las diferentes respuestas qué se dieron, á esta
cuestión. : .
Desde ,|qs prim erea tiempos de la re fo rm a , nada
excitó mas la indignación dé los, católico$contra sus ou^.
tores q ue su doctrina sobre las relaciones del mal mor,
ral con Dios. La iglesia definió d e nuevo de I? qianera
mo9 expresa y absoluta que el hom bre ha sido criado
cftn la libertad, y que asi la falta del mal cae en tera­
mente y sin restricción sobre el hom bre. Una vez que
Lutero, M elanchthon, Zuinglio y Calvino hubieron ne­
gado )a lib e rta d , debiá tem erse q u e serian conducidos
por la fuerzo misma de las consecuencias á obscurecer
el dogma de un Dios trea veces san io , y á colocar al
hombre, aun cubierto de crímenes,, fuera de toda res­
ponsabilidad. Y cp efecto , Melanetílhon én b u «m ien ­
ta rio sobre la c a rta ¿ los rom anos, edición de 1525r
adelanta tem erariam ente que Dios obra todas ,|ás cosas
asi el mal como el bien; q u e es el au to r del adulterio de
David y de la traición de Jud as Ao. mismo q u e de la
obra), pág. 105: «Quacso, eipone, quid proYÍdentiam ap-
|»dld9 ? llesp. Sic appello non illam modo TÍnj inetwarra-
l'¡lemTqua ÍH, ut Deus ora-nía ab aetemo prospexerit.pm "
nibusque futuria sapicntíssime providerili sed imprimía
ilccrutum illud « tern u ip Dei. sapientis&imi simul ^tpoten-
lissim i, ex quo quicquid. fuit¿ fu it;q u ic q u id est , e*t;
et quicquid futurum e st, crít proai ipai ab ¿eterno decer-
m*r© libuit.» ¡ , ;
I..V álMUÓl.H'.A. 7o
couvcFsion de pan l’oblo: ¿En dónde poca Itay ■*n» Jtombi c
bastante injusto , q u e se atrevo A com parar á fisle 6olo
e rro r todos los que so han echado en cara á Ir iglesia ?
Y sin embargo M artin Chemnítz excusa 6 Melanchthofi
(es á C bem niti á quien debemos los pasajes que acuba -
raos de c ita r , porque fueron suprimidos despues en el
comentario de Mclanctithon (1 )), ¿ y cómo le excusa?
E n una m ateria tan diGcil y tan embrollado , d icei no
lio podido tratarse todo de pronto con órden y p reci­
sión; tanto menos quo la doctrina de la libertad habia
sido exagerada por los católicos ¡Singular apología por
cierto I Como si. antes del siglo vXVIla cuéstkm de dónde
viene el mal no hubiera llamado jnmtfs la ateiicion de
los católicos; como si lo E scritu ra dejóse la "menor duda
sobre ella; f e n fin como si tío hubiera sido ya form al-
roen te resuelta en- el siglo II. P o r lo demas ,'M eíonch-
thon no hace aun aquí mas que reproducir la doctrina
de L utero como lo; vemos por el escrito de este últim o
contra Erasm o. E n fin e l concilio d e T rento habia te ­
nido presente lo proposicion de qué se tra ta cuando ful*
minó anatem a contra los que dicen que Dios obra toa­
das los cosas asi el mui como él bien; y que no ha dejado
en poder del hombre el abstenerse1del pecado (2). Sin

(1) M artin. Chemnilz, Loe. th o l, e¡d, Leyscr. 1G15,


p. i, p. 173. H óaquí las palabras de Melanchthon: «Hxc
sit c«rta scnlontia, k Deo fíeri omnia , tain bona , quom
mala. — Tíos dicim us, non solum perm iltcre ©eum crear
turis u t operentur, sed ¡p9um'omnia proprie ag ere, ut
sicut fatentur, proprium Dei «pus fuisse Pauli vocationem
ita fateantur, opera Dei propria esse,, eive q u # media vq-
cantur , u t cumedece, sive q u » m ala su n t, utD ayídis
aduUerium: constat enim. Deum omnia í^cere r .non per-
missivé, sed p o te n te , iT.e, y t sit ejus proprHm» opus Judae
prodigo, sicut Pauli vocjLtMM,
. (2) Sess. v i,.C an . v i: « $ i.q u is dixerit'i non esse in
yotestate hom inis, vías sua» malas íacere, sed mala op^ra
76 LA 9IMBÓ1.ICV.
embargo, luogó que el tiempo hubo mudurado tas ideas
y dilucidado: mas esta cuestión, no vernos ya á losrefor-
taladores de Sajorna atribuir á Dios la «ausa del mal,
Melaiichlhdn tuvo aun el valor de revocar en la coiifcsion
de Augsburgo sus primeros errores en estepunto (1);
y los símbolos luteranos redactados posteriormente están
de acuerdo eon esta corrección (2 ).
Los reformadores de la Suiza ál cohtrnrio.quedaroá
tercamente aferrados en sus errores. Lo importancia ^
la mritériá»elige que refiramos 9U doctrina coto algunos
detalles. : 1 j
En su ¡escrito íotke fa Providencia dirigido ol lund-
grave Felipe de Hesse ( 1530), dice*Zuirtglio que Dioses
el nutor det'pecado , que incita y lleva el hombre al
mnlr y qae se sirve de tas crintum para olffar la injus­
ticia (3jf. En cuanta &Calvin* dice mil y mil vecesqoe

ita ut bona Deum operar!, non permísslve sólum , 'sed


ctíanri proprie, et per s e , adeo u ts itp ro p riu m e ju s opus
non minus predi ti» Ju d ie, quam vocatio P a u li, anathe-
n>a sit.» .
(1) A rt. x(x , p. 81.« D e causa peceati docent,. quod
tflmetsi DeuB creat et conservat naturanv, tamen causa
peccati est voluntas malornm, videlícet diaboli et implo­
ra ra , q u » , non adjuvante D eo, avertit se i Deo sicut
Christns áit (J o a n .s , Vi): Cum toquilur m endacium , ex
se ipso i o q v i tu r . »
(2) Solid. D felatat. i, §. 5 ,p . <513:. «Hoc extra con-
troversiam est positüm, quod Dens non sit causa, creator
\e l auctor péocati ; sed quod opera et macliinationilins
satana;, per unum hominém (quod est diaboli] in m un-
dum sit introductüm.vi 1
f3j 1¿üing!.1*¡fe P ro v id tn lid , c. v i. Opp. tom. i (sin
indicación ni lugar de f e c h a ) f o l. 3 6 5 ,b: tUnüni igitur
alque iderh fací ñus, puta adulteriiim authom icidium ,
quantum Deí^est auctor is, m otoris, impnlsoriá; opúfe est,
crimén non, est:, quanldm autem hominis est, crimen *<:
•celus cst.V Fol. 366 , a i «Cum movet (Deús) ad u'ppus
LA SIMBÓLICA» 77
el hombre hace por el impulso de Dios lo que no le es
perm itido hacer; que su corazon se inclina al mal. por
una inspiración divine; que cae el hom bre porque Dios
asi lo ha ordenado (i). E sta doctrina es horrorosa sin
d u d a ; ahora b ie n : Teodoro Beza eacó de estos princi­
pios unas consecuencias aun mas horrible»» H echo el
oráculo de los reformados , despueB de la m uerte de
Calvino lio fue bastante para él el repetir que Dios cx -

aliquod, quod perftcieoli instrum ento fraudi e s t,s ib i ta -


nitn non est, ipse enim libere movet, ñeque instrumento
fácil ¡ujuriam, cum omnia sint m agissua, quam cujusque
artificia su a.in stru m en ta, quibus non facit ¡ujuriam , si
nnne limam in malleura, et contra raalleum inlim am cun-
vertat. ^íovet ergo latronciík ad occidendum innoceutem,
etiamsi imparatum'ad mortero.»
(1J Calvin, tn stit. I», l. c. 48, §. 2 : «Hotno jnsto Dei
impulsu aglt, quod sibi non licét.#. C. t i l , c. 2 3 , § . 8:
«Cadit igitür hom o, .Dei-provídenilá: sic ordinanteivCoii
esta doctrina se encontraba Calviuo en una posicion extra­
ña ; porque bien que Ja mirase como fundada en pruebas
sólida», } cQW?:úliLen la, práctica, uq podía sufrir que se
dedujesen de ella todas las consecuencias. Apenas hemos
leído un escrito concebido en términos mas groseramente
inconvenientes, asi como su respuesta á un sabio teólogo
anónimo que había eipuesto en catorce tese9, y refutado
despues la doctrina del reformador sobre el origen del
mal. Este escrito , asi como la respuesta, se halla eu:
Calumnia nebulonisavjvsdum d e .; Joarnis Calxini ad
eatdem respontitt, Genev. 1558. Caiviijo concluye su de­
fensa con estas palab ras: «Compescat te D eus, salan.
Ainen. [E. T . F¿) La» doctrinas del reformador de Ui-
nebra Bonillam ente blasfemas, im pías, escandalosas y
desesperantes: Resulta de ellas que el Dios justo y santo
por esencia impele al hombre con jtwío impuUo al pecado,
y le hace caer por ordpn de su providenoia. listo es lo
inaa horrible: de las doctrina». Y [ cosa nota ble 1 por lo
misino partee ser en loque mas convienen los reformado­
res.
78 I,A SIMBOLICA.
cita 6 im pele al peéado; sino que anadió qué no ha cria-
rio Dio» una parte de los hombres ;:*ino con e l f i n d e
ser «irse de cUos par* hacer el mal (1)1 : ¡
Las pruebas eu que se apbyan los pretendidos re­
formadores son m uy dignas de semejante doctrina,
Zuinglio d ice: que el hom bre es quien peca violando
loa mandamientos? pero que Dio», el justo por excelen­
cia, no peca llevando el hombre al mal ; porque está es­
crito que la ley no ha sido dada al justo. Cuando Dios
h n c e á u r r ángel 6 al hom bre prevaricador (cum irán*-
qressoremfacit), no es Dios quien viola la ley. flinola cria­
tu ra , puesto que ella sola está obligado á observarla (2).
Ciertam ente que nada puede i im aginarse mas misera­
ble que este raciocinio; porque .según ,6,1 soplido de
este mismo pasaje de Ja E scritu ra„ ■eljm lff .ef j m a si
íu ley p íe a ! de donde se sigue qqe n o solamente
está sujeta A un precepto puram ente exterio r, pues que
lleva en su c o r a z o n la regla de sus Acciones. ¿Y qué vie­
nen ó ser en este sistem a la sabiduría y ta santidad de
Dios, de las cuales la ley m oral no ea más que úna ema-*
nación? ¿Y qué es Ta misma ley moral sitó un precepto

(1) Beza Aphorism . x x n : «Sic autem agit(D eus) per


illa in stru m e n ta , u t non tan tu m ainat illa a g e re , nec
tan tum m oderetur ev en tu m , sed etiam in c ite t, impell&t,
m o v e a t, regat, atq u e a d e o , quod om níutn est m áxim um ,
et creat, u t per illa agat, quod constituí!.»
(2) Zuingl. de Providentia t c. v : a Cum igHar An-
pclum transgressorem f a c it, et hominem etc-» C. vi,
fol. 365, b : «Quantum enim Deus fa c it; non est pecca­
tum , quia non est contra Legein; illi enim n o n ■est leu
po sita, utpote ju sto , na ni justis non ponftur Jex juxta
Pauli señtentiam. Unum igitur atque idem'facimus, puta
adulterium ant homicidium, quq^tum Dei eat auotorís,
motoris ác impulsoris, Opus e st, crimen non est, quan­
tum autera'hominis est» crimen est ac scelus est; lileu u im
U>”p non teiiiíhir; hic autem lege etiam dannvalur.
IA 91UBÓT.1CA. 70
a rb itra ria y accidental (i)* cualesquiera que sean por
o tra jtárté'kifl ctogioB q u e hace de ella el reform ador d e
Zurích? Zuinglio destruye ladifererií-ia e n tre el bien y el
mBV Fíltre lo jasto y lo in ju sto ; y aun cuando Iiabla de
esto no tien e la menor idea de las tantas leyes que rigen
el órderi m oral. Por todas estas rozones 110 v¡6 que si Dios
HeVo al hombre á violfrf la léy que le ha dado, se contradice
é ni mismo y lastima eris atribuios esenciales; es decir, no
Vé que aniquilaba la Idea de Dio»; en fin,esta enseiinnxa
ño puede ejercer sobre la moralidad dél hombre fnas que
oná influencia-muy funesta* y esto eB lo que se le echó
en cara á Calvino con términos baitante enérgicos (-?).
Paira justificar Zuinglio su miserable doctrina , dice

[1) Zuingl. de Provid. 'c .'v : I. ii ’p.'BGl 1», : aDuoIius


ciemnlis' ld fiú't lucúlentíusv habet pater familia? leges’
Tpiasdamdortiesficas, qtiibUS íiberos h deliciis ác désiilii)
avócet.1LecythUm mcllis qüi tetigerit, vapúlato. Calceiífn
qui non recle in d u ie rit^ aut ioductum pasaim exucrit ac
diitaiserit, dlscalceatus incedito > e t símiles. Jani « maiur
familia; aut adulti liberi m«l non iantutn attrectaverint,
Bed etiam vnaumpsermt, non continuo vapulan!, non enim
tcnentyr lege. Sed.pueri vapiílánt ,.si tetigerint, illi» eiiinx
data est lex. Taurji^aj totum arinentuiñ ineat etim p leat.
jaudi est. H erus taurl, si imam modo praeter iisorcni ag-
rioseát, rcvis fít adulterii. Causa e st, quia huic lex est
po sitá.n e adulterium admitas, llliimf milla lex coercet. U t
brevíter, veriSshn¿, slcut omnia Paiilus , summam hujus
fondameittl’ pronuntiaverít,* ubi non est l e í , ibi nonosE
prevartcalio. Deo velut patri fam ilia non est*lci posita.
idcirco non peccat, dum hoc ipsum agit in homine, quod
homini peccatüm e st, sibi vero non est.»
(2) Calumnia ntobul., Calv. resp. p . J9. «Htea sunt
Calvine, ques adversa rii tui de doctrina tua perhibeut, ad-
monentque homiftes; u t dedoctriualsU ex fru ctu judicenf.
Dicunt autétn teefc tuos discípulos Ierre multes fructus Dei
tu l; esse enim pleróaquo litig a to r e s v in d ic ta cupidos,
injuri® tenaces et m em o res, creterisque vitiis, qrta; Deus
HQ J,A :SIllHpLlQAk
q u n : que Diqü-eaí)¡em|ifq llevado <Je iiQajujt^nQipn {>ara¿
y que asi el (m justifica los m ed io s/E staW ecjen d o en
si^ui.da ruua: com paración d e ja s mas groseras, añade cqq
un cinismo de lenguaje q u e nuestra lengua r^ h y e a re r
producir (de ProviU. c. v). A d u ittriw n U a i\d , quod
ad aucíorem. D eum pertiaei , non magia esl Deo pec-
ca t uiu, quam cum taarus (oium, a rm m lu m inicendit- et
im p le t! ! ! jQué puesl ¿Seria e) hom bre jun animal ?
¿Pudría com eter d sijulterio á que (se supone) le impele
Dios sin violar las leyes de.ru naturaleza ? ¿V esta falt*
no recaería sobre el mismo D¡o&? H é aquí por lo d e i r ^
el pensapníeiito deL restaurador del E vangelio: P*°3 no
obró innpediaUmeiUe mas que «obrólo* seitüdps d e 'D a ­
vid, los cuales arrastraron con una fuerza preponderante
el asentimiento de su.voluptad. Asi {tuesto que Dios no
ejerció i (i fluencia alguna di r ceta sobre la voluntad del
profeta, no obró pues el mal en é l ; puso pues un acto
puram ente ex terio r, indiferente de su y o ; acto que eo el
adulterio es el mismo que en la unión conyugal* Pero
nosotros le preguntam os: ¿q u é diferencia habría entre
este acto de Dios y la» tentaciones dé Satanás?
A m ayor abundamiento, esta idea expuesta por Zuin­
glio de que Dios, llevandd el hombre ál m aí, fetí pto-*
pone ¿íempre un fin bueno, esla idea le esco ro u n con
Calvino y con Bezo; pero estos dos últimos la presentaron
con mas Labilidad. Rusta que exponer su sentirajento.
Confiesa Calvino que la doctrina Dios determina a i
hombre ál mal , y le impele di pecado, es iiftoncUieble
con la voliTntad de Dios tal como lá conocemos. P ro c u -

suggerit, prsetlitoe...... Jam vero doctrina Cliristi, quicre-


d e b aiit, reddebantiir meliores , sed tua doctrina ajunt
liomiries imaiiifeste fieri deteriores. Prffiterea quum dicilis,
\ó s habereeanant doctrinam , responden*r noú esse vobis
credendum. Si enim Deus verter saspisaimfc aliad cofitnt
ut Mitfc, ineluendum esse , ne vos Deum vostnim imitan»'
les . idein íacialís, at^u© homines decipiatis.
LA glUBÓLICA. 81
ra puea, a ti coiho L u lero eu su escrito contra Eraamo,
a m a f i e sobre :U»a voluntad oculta de¡&; Providencia,
vtílUi4ad justifica los camino» dq Dios, a u n q u e üín
eolrovno podanKK'deecubrir s u justicia (1). :
Asi como Calvino* en sua.InslUuoiones, procura
por lo común salir de sus apuros. P ero aun hace obserr
ver e« su Instrucción contra los libertinos. la inmensa
diferencio q u e hay entre lo cooperacion de Diost y k» del
malvado en .una «ola j misma arción:. Dk®, dice, obra
para ejercer la i ju sticia: m icutraa q u e e| malvado es
conducido por la avaricia^ por la envidia &c (2). A9i
(1) Calvin. ,lp stitu t. lib. lll, c. 23, § . 9: «No9 vero
inde QP;gatmus ritcexcusari (hornine§], quándoquidem P ^i
órtfinatiorii, qaá seexitio destínalos quéruntur, sita constet
¿quitas’,' nófeis.qbldeih incógnita , sed ilíi certissima.»
(2) Calvin. lnátructío advefs. libertrnoa c; 14.-‘(En
la colección : Joann.C alvm i opiuoula’&mnia in, u nutrid o-
lumtn eotecldj Genev. 1552. p. b28)c aAl lera eiceptio 'cu-
jus infelices iati nuil ara h a b e u tra tio n e m , hiBc e s t,m a g -
nam es$edifferentiá«a inter o p u sD e j,, e t opus ¡0>Rii,£uin
co Deus v i^ in stru m e n .tju t ¡tur. linpius enirn.sua ^varilia
aut ambitiqrio. ayt uavjilia, aut prudeUtatc incitatur ad fa-
cinus suum , nec alium íinern spectat'. Ideo ex radiceilla,
id e s|, ex arvimi aíTectione, e tf in e , quem sp e c tft, opus
<]ualitatem suirnt, et m érito malum judicatur. Sed Deus
respectara o m o i n o coolrarium tiabet: m m pe u t justitiam
«'xerceat ad conserva ndo& bonos » Cf. de telerna- prtefl.
(Optueula, 1 . 1 , p. 946). «Turpi quidem et illiberali ca­
lumníanos gravant, qui Deum peccali aupto^em fieri ob-
Uiulunt,- 6¡ om nium , qit® ag u n tu r, cnusa est «*ju9 vo­
luntas. Ñam quod homo injjuste p e rp e tra t, vel arabitio-
ne etc.» Bezé , Q u& st.rt rtspons- I. i. p. 113, distingue
entre irr aliquo agere, el p e r aliquem agere, dice ademas:
«Adjiciendum est f Deum agere quidem iubonia et per
bonos per malop; vero agere e t non in mal i#.» Zuingle,
de Provid, c . v. p. 3 6 4 , no hay dificultad por su parte
en usar de la expresión tn qliquo agere, aun para; desig^
nar el acto por el cual Dio» obra el, mal.
82 t,A SIMBÓLICA
cuando PIÓ8 á hóm ícid l^jp o r ejemplo,
i* con'In íntiehclon de cafstigflr « Is n lp a U tit ¿Juliifidi
p u ss-e fta ld e a d e Dioa anos modio9 ¡BbmejaffitesTSi los
hombres im itasen esta ffrnducta d e‘ln Procidencia, ¿no
noria desterrada del mundo toda tirtú tí y-justicia? Por
lo d e m a v 1venimos de rechano (como se ve f&cftménte)
á la calda del género hum ano; y aun pqul se presenta
la cuestión: ¿qué parto toca á Oius? C afv in ó p o rsu par-
to no era co rtam en te desparecer de atrib u irla ú la liber­
ta d ; muy al contrario, Gel'á sus principios'adelanta
que Dioa la'liabii ordenado y r e s u lto d esde la 'e te r­
nidad (1).
. En los escritos de Btíia éhcontrnthós mas desarro­
llados éstos errores n&obstrüosos: hé aqu{ ett ^(Jcas pa­
lo broasu. rmanera dé razonar. Qiferja Dios .máiiiEustár
su justicia y misericpcd,ia.: ¿cóqjo pues habiendo criado
á Adam justo y 6anto, porqueD ada-im puro pujede *q-
Ur d e s u mano» hubiera ejercido s u m isericordia,.cuyo
ralo objeto 08 >el hom bre-pecadore y eómo. habría des­
plegado su justicia , 8i el h o m b fen o hubiera pecado, y
por ello mdrecido 1$ vélAgátiza divina? E r a ' pues necet-a-
rio ijue Dios se abnésc ún caminó pbi*a m anifestar es-
(1) Calvin. Instituí. 1. Ili. c .2 3 . §. fc. «NOniríc ad «am
qii¡o; pro damnationÍ9 Causa obten ditur, comiptionem,
Dei ordinatione predeátinati ante fuerant? Cum ergo in
su» cortuptione p ereant, nihil alind quam peerías liimit
ejus calam itatis, in quam ejits ■prirdfstinatione lapsus esk
Adam , ac posteros precipites secum traxlt.» § . 7. «Di-
sertis verbts boc extare négant (Sophista» se. papistici) de*
eretum fuisse á D eo', Ut su,a defectione periret Adam,
quasi vero etc.» §. 8. «Cadit igitur homo » Dei providen-
tia sic ordinante.» QuípíL ei retpont. p. 117, de­
riva el pecadu original de un Movimiento tspontáneo, esto
es, de una inclinación natural al hombre.-La consecuencia
de esto es q u eü io s había dispuesto de tal l a n e r a la'natu­
raleza humaría, que el necado, del cual tenia necesidad pa­
ra llegar á su fin, debía seguirle Infaliblem ente;1
I.A SIMBÓLICA. 83
tM dos atribuios, y éste camino se p r w n t ó «h la caída
del prim er hombre. Asi pues el fin que Dic>9 «e1ha pro*
puesto es justo y sonto, y por consiguiente tos medios
empleados para llegar á este fin (I).
(1) Beza jlb ííew . calum. ITeshus adv. Calv. (formando
solo un voldroen cón la xtptuoxyiz sive ejclops): «SUper est u t
oslendamus, ita decretum esse a Deo Adami lapsum, ut ta­
men tota culpa penes Satanam et Adamum resideat. Hoc
autem liquido apparebit, s i, quemadmodum pauló ante
Caívinus nos m onuit, diversa atque adeo penitus contra­
ria Dei, Satanes , et hominia consilia, ac- deinde etiam di­
versos, agendi modos consideramos. Quid enim Deo pro-
|)ositum fuit, quum lapsum hominis ordinaret? nernpe pa-
teíaciend® s u s misericordias in electis gratuito servandis.
ítemqiiejusto suo ju dicioin reproborum damnauda malí tía
\iam sibi aperire.N am nisi sibi ct posteris sois lapsus esset
Adam, nec ulla extaret in hominibus miseria ciijusinisere-
retur Deus in Filio suo nec ulla malitia, quam conde raharet
ac proinde ñeque appareret ejus misericordia, ñeque etiam
judicium. Hoc igitur quem molitur et exeqüitur Domínus,
quis cum ullíus injustitise coarguerit? Quid autem m olte-
batur Salan , quam vis imprudens Dei consilio subservi-
rel? Nempe quia Deum o d it, et tótus in vid ia exaestuat
¡nimícitia» 6erere voluit inter Deum et hominem. Quid
autem c o r ita nt Adamus et H eva, si muí atque se dóciles'
Satán® discípulos prebuerunt? 'Nempe Deum ut invidum
ct mendacem coarfiuere et eo invito> sese in illius solio *
eol loe are.» Véase á Zuinglio At, providenfia, c. vi, p. 36b,
los semilleros y las ideas fundamentales de esta doctrina.
Finalmente como la idea de la justicia y de la santidad
divina habia echado profundas raices en laB alm as; co­
mo por otra parte los católicos creian firmemente en los
premios y castigos de la otra vida, no se podía con la ayu­
da de estos sofismas pervertir el sentido cristiano de los
pueblos. Esto es lo que dice excelentemente el anónimo
deque hemos hablado: «Equidem favi égo-aliquando doc­
trina tu s , Calvine, eamquequam vis non satis mihi pers-
picuam, defendí, quod tantutn tribuebam auctoritati tu » ‘
ni vel contra cogitare putarem nefas: sed iuutc auditis
84 LA SliM OtalC& ri
«, .E&p, doctoro. -IjfojM te«ta;B<m4 du Jiiin B¡mpl4>!fcoort
I$Tqqjq»,fllH5|o c ite rio r,, p u esto , que Dios, p a ra ejercer
u iju s tie j# y.iraisericoFdw. tenía, /OGceeidaJ ‘*lV| congeutir¡
miento de la voluntad si» ¡el cual- no es posible elpecado*
Ha sido 1pue8 n e c ta rio que Dios para, Ijqgar ^ e u f in
íVtíj jj,l; fes á t ó c i r ; ; h ^ '^ ^ y ^ r ¡ ó que
abi(£uñaí|e é u .jía tili^ d paira lincer xee?jjlalidccer s u ' jupli-
cÍSj ^ 8Ü rñi^ifcord]^!' .íam jpó^j'íyí puv.H« duda 'Bj»r¡
ha Jfá ;sücii^ b ^do i
uj} /í^dqn. itr^isLÁble’" después. d¡&ÜMgy‘ieo.do-caív JíUleno
y .CaJ-vújo entre, 4a, necesidad y:ln coaccion:^,Bñad^ique
Adüfn 116 ha sidd foMadú nl m a lrq u e a la o rn tra rio rla ha
caí® etido rpo r ftu prot) io mo vi ln itwty-(*•¡¡m iañé# th oí u* por
<*pe«ttíl«fr;á-Vfoél'fcrt’vüfwrtdff#'in&i-#)i''y <fHé WpjltélMQ'
djtféiridb 'qb^éiréred1iJBjé!, Hüjí ¿ti a iVd¿ bikib^ríft1Í>.bHjíío (1V,
' C ó h i t t ' é á i i t í :píii(á: deftenAüáj5'|>rc$Hf, los ‘flinjbci/

el aijtor,,tfe| ¡EW li-P^P $ ? ? ¥ « , 4&¡


bcr,tad, R n^curaaiuptificqr ft; P.íqs ,cq*i ¡Jos. m ¡SFW>9r n¡b
ciaciíúos, q u e Zuinglio, Gal vino y.:á«E#’{2)*¡;:.¡ (r::¡ ■■
i. • ■. ’ .'■■.••■■! ' ;í: - i: .• . i;: . i n J . '
adveF^iorum .apgunaentU , non t^ebea qijoidrtíspqmitea.ni.t
ijfflm fuo, obscura f e í/p r# ejíúm odi»Ht
lint depo¿ilq,(lp!,mann libr#¿vcidant ¡rutinaria , ñeque
arfcersQFÍM;(Wvmcan¿;a(tculvfir*<w¿cwvm' argumenta jyuí
o pería, acri& et qucc facile memorite mamlenl,nr , at iUi~
itr p tis g o a le s fere crani t qui CAmfvw aectabantur p'cr-
cLpipnfw- ,-Hinc fit u t tui .0ispi.piiU, fe^e ijaagis ancU»rilate
tua ni tan t u r , qua na raUona. til gnvmadversarios vincerá
non potsuni, Jiabcnt eo4:pro¡ hantlicis et pertinucibu», et
ab eorum c o tiw ito al/^i^tuuí ,pt< omties ul] ique wor\cntui
abslintant.» JEra n-ecire^rU».tener estos puutos da dúo trina
corpo.otros tantos artfeulo* de fe.,
(1) Beza A,tiste.rjs, 1,1 j/u Q u ííccttdaestvitiiorlgainins-
trumoutorum Bpontaueo oaoUi, qua íitukDeCiajustti decre*
veritqiimliiUi injilfite fecerant etc. oB^za^&'Vale frQcuente-
ruvntudM e&ia-distincicün{i«ioinp»;< ^ t f > ^ rííj?.:l, I, 120,
. (2) (bufets.- H eU 'A, c. lX (ed. Auguftt. p. 10): ¿<Brgo
m
*-.] i , i ^iü(< '■•■ f., : ( ; 1
A r ; i,. j i , . . :r.¿4i
t^ íiu L 0 ;n

t i t t bfaftfo otibfnat w d e iú¿%nsécúé^c{bií. ’

JnítqiilrofVéJ'SÍBs limtÉovidfis1d d tM fc los treá'Bígíos: 'ú í1


títftíH, tW q u e to ^ ro fo í maihtfea de&pluéS^letvdfjcr
nidó íjtfe peearidd é lp tftn e r fcftnilíretóytiltál’nWía cju'fe
siicúritírit' Jí ' IS toécésidW pefisfeffiür Sin cm boi^tf teífe
ucto involuntario exciló lall-b :dtel eíeloj f |>#0voé<3! ^
riibs ittfHLIé dfe los’éasíigds. C iertám ttité nfr e» |leéfucfia
torea IU! rfléf crfcrilíícai*»t:4nro fóédfr. t a t l ’-1dfeéoftfiflitfls: liffn
pbdltío afcdcidr&e'titi Ü ihfíírftf cabezal. Y tal a ti d¿ dfcfcffo;6&
Ibd refottttadórtis efniiWkntos d é ,,¡rtlc‘rtt« eíth'eiípreHíjf»
gertefnl;' jk w q u e y a " L u te r b y 1 M ^ k rrch tío n i Zúlnglío
y CaH.iw Jpalriqn Qrgjiujzad? su ástetn a fiolwfl el pecado

qnoad fn%]niníisi7e ^eceaf nmiirátno iioncoocfus t e l Si Deo,


vel ínliabolo ■sredfítta ¿7w n^m iilum feat.etb& oparteli-*-
berriinr e slsl'b itrü .w o ; V IH ,pvlfi:«D áranam iis:pi« tefe*.
Flonitirtn éb Blasturaj eontbaItpios é t Irenaeus aerifisifc, ot
omn^s ¿jui-Deum fachmtnuc'loremiteccati.¡) Cvwff. G¡»lt4é*
o. VIII ,.h!o, p. 113; «Negamus taincn illum íDeumi)t
auctofrerh hiaÜ, aut eorum , qiúe ^efiiCTam íiu n t ,: ullam
culpara i a ’ipsuqi irartsfcrfi pos&e . quranv í(>bíub-tola»tas
w» Bumm» ct eertísiim a omnis juBtétinjíiórtrtfl.r Habet » v
léi^ipseadrtifralH lospotiasqtiám reafibctfhilesiratiorie^et
tjuibus ste uiiturdiábol& atfraibusv ■ptmeaaahfcitius homi^
nibugtanq^m 'iíW trutneirtiBM t'qoidquw illii^aSeja^^tjád
ipscí' gfcrit jiigL^ ordiaayit ácJO^iijn in tíonuw cbmteHait.Tr»
Ln€onfat4¿ B e l g .a xinilM .;p.ilT 7,iíK -«xpresa dak'mlah
tno modo.
86 LA SIMBÓLICA.
original, haciendo recaer todavía sobre Dios la falta del
mal. ¿Cómo podía Adora llegar ó ser el objeto de uno có­
lera tan terrible, si no hizo mhs qilfi aquello á que cstobn
invenciblemente impelido, y M e l a d o puesto por él
entraba en los decretos inm utables de la Providen­
cia (I)? Despues de esto, es necesario sequilarlas contra­
dicciones y absurdos q u e abundan en la doctrina pro-:
testante sobre la caida del hombre. Exagerando sin lí­
mites los efectos del nuil h e re d ita rio , parecen qu erer
reanim ar.en el hombre el sentim iento de su culpabili­
dad; sentimiento que estaban á punto de d estruir h a ­
ciendo ¿ Dios au to r del pecado. Sin embargo no hicie-
ron mas que em peorar aun el mal¡, asi como .lo veremos
en In exposjiion siguiente; pero ahora refiram osla doc­
trino del concilio de T reílla.
E sta doctrina «es de una g ra n sencillez, y puode re ­
ducirse ¿ los puntos siguientes, P or el pecada perdió el
hom bre la justicia y la santidad prim itiva, fue d eg ra­
dado en su cuerpo y en su alm a f y quedó s u je to . A lá
m uerte (2). Estas funestas consecuencia» del pecado se
(1) Calvin, (/nfftrut. 1. m , c. i 4; fol1. 77.) pinta
con tratados asombrosos la enormidad del pecado origi­
n a l; m as, si el hombre debía precisamente prevaricar,
la» palabras del reformador no pueden causar la menor
impresión, Del mismo modo nuestro doctor hace sobresa­
lir muy bien la incredulidad, la ingratitud y el. orgullo de
Adam ; pero, todavía mas de una v e z , este es el dogma
que hubo sido para.él una necesidad perder la fe, el je c o -
nocimientoiy la humildad. (-W- O. T . t \ ) .
(2) Concil. Trid. sess. V , decret. dt peccát. orig. '«Si
quis non confiietur primura hwninem Adam, cum manda-
tum Dei in paradiso fuieaet transgressus; statim sauctátex­
tern et justitiam» in qua cénatttutüs fuerat y afrúátsae , in -
currissequa per offensam praBVHricatioois bujiwmQdiiraiH
et indignatioaem D ei, «¿que adeo-<mdrtei$ .<u:. 'tofo roque
A dam ....i secundum corpus Dtlanim am .bv.fleterlua’Oofrfe-
inutatum fuisse , anathema sit.» .' jí;i oír
I^V. (MAIBÓLICA/. 8?
trasmiten ¡ p o r t a g<*neracion á todos Ips hijos de Adorp;
ninguno pueda jiaicer un ¡solo acl(/og rn da á, D ios; nin­
guno puedo justificarse sino por Jesucristo, único m edia­
dor cutre Dios y el hombre (1). fin fin la lib ertad , aun­
que debilUada^por e l, pecado ,,qq ha, sido destniida (2);
y hé aquí por qué todaB las accioines del hom bre caído
no son necesariam ente pecado (3 ), bien qup por. 4 m is­
mos no fteaii perfectas ni agradabas á í>ios. Tal es el
dpgma expresam ente definido, por Ja iglesia.
, Nodfi jja producido mas descontento entre I09 p ro T
testante^ qup la generalidad de j a doctrina q,ue acaba­
mos de exporier , y jjyi; l¡i libertao; de opinion que se de-

( 1) L oc. gH,;í « 5i quis hoc. Ad® peccaUim., quod ori­


gine linum estt et propagotione, non im itatione transíusum
vmnibu&f inest unicuique propriuin, vel per b.uaiaii» H9t-
lurte vires.,.vel per aliud rem ediüm ass-érit ío H i, quam
per m éritiim uní n am ed ia to ris doiiiini liostiri Jcsu C hristi,
qn¡ noá Deo refonciliaivit sanguine sü ó , factUs nobis ju s -
A itia, sahctíficatio et redem ptio , anathem a sil.»
(2) Concil. T rid. sess. vi. cap. r : «Sí quid liberum ho-
minis arbitrium post Ad* peccatum amissum et e itm c -
tum esse d is e rit» aut rem esse. de 6olo titu lo , imo titu -
luin si ne re, figmentum den i que a Sata na inveetum in
ecclcsiam-, a. s.» cap. i : aPrimum declarat sánela synu-
dus , ad jUsiificatiouis doctrinam probé et sincere inLelli-
gendam , oportere, ut unusquisque agnoscat, et fatealui:,
quod cum omnes homines in pr®varicatiotie Adai jnno-
centiam perdídissent, facti immundi , et ut Apostolus in -
q u it, natura fílii ir a s ,.... usque adeo serví erant peccali,
et aub potestate diaboli ac m ortis, u t non modo gentes
per vim natui^e, sed .ne J.ud<ei. quidom per ipgam etiam
litteram legi« Aloyáis, indo liberar», aut surgere.possent,
taraetsi ia e i? liberum,arpitriura minime extindum essefc,
\ iribus scilicet attepuatum £t ¡nclÍBatum.)>
(3) J*OC. cit- c. ,v i j : «Sí quis difecit Qpora omnfh , ,qu¡n
ante jwt¿fi<j»tio/iem fiuut.. quacumqúe ratiom? [acta .íiul,
ve^e cáse p ^ p f ^ , >4íl odium’ Dei mereri,, a* s>.» , :
88 LÍV v n n ó n c Á :
ja á tos teólogós sobre esto m ateria (f)i Ptavá de AríAra­
da (A ndrádiüti)1 observa en to'i apología dél concillo dé
Trénto que esta asamblea no quiso e n tr o te n 'm á v o r e j
explicaciones. Y como tos sanh>9 d o c to re s;: Continúa,
hubieran* podiilo pronunciarse con mas déiullés, ¿cómo
habrían satisfecho todos nuestros deseos nhscñsátosí
puerto que lá E scritura y la tradición guardan silencio
sobre tantas cuestiones suscitadas por nuetfrh curiosi­
dad? Por o tra p arte la ensefiahza dé ja'iglesia 'e í sufi­
ciente para la práctica; y m uy lejos de melrecér lá me­
nor acusación; los padrqg reunidos en T refilo1, bu sabidu­
ría debe é x citar m ejor nuestro rcconociitíieuto y nu es­
tra adm iración.
• Palavioini hace tam bién sobre está nwfteria ¿na ob •
servacion muy exacta: el concilio de T rentó, diée. lia da­
do lá m ayor p arle de sus d ecreto s‘bajo una forma nega­
tiva. Sin embargo podpa estaii concebidos coh .t'aiitá p re ­
cisión, que los errarles esparcidos entonces se encuentran
alíí califiiados coa toda la claridad posible. Si la iglesia
pues, prosigue uuestro a u to r, no ha podido dar u n a
definición positiva del pecado origiunl, ba podido ni m e­
nos definir lo que no es, á la manera qué aquel que no
sabe claram ente lo que «9 el cielo, puede sin em bargó
asegurar que no es un liento cubierto con papel (2).
M uy pronto veremos toda la exactitud de este racio ­
cinio.
Ademas se han visto desarrollar en las escuelas ca-
.*
(1) Chemnilz. É xtnh. Cone. T rid. ed. F ra n c .14599'.
P . i , p. 168, exclama con este objeto: «Ad perpetuíim
igitur reí memoriam no tum sit toti orbi tjhrístiano, ete.n
Véase también Lóci ihf ohg. P . I , p. 227. Gérbiárd, £oc,
theol. tom . iv. p. 318. (loe. i x ,'§ . 58).
(2) Loe. cit. p. 248.1. tu , c. 10; dice tam bién p. 2V7.
«Hic vero admonuerunt (Légati) ne quid certi s t kt aeren t
(le natura ipsa originalis culpae, de qvaschelástiet discor-
L\>$toHtóLl<?Av 69
toliitfá ínrtnej'ós&s y ftecuéiitertfonte'ppoftinddí^ teoría*,
ya «obrela naturaleza del pecado o rig in al, y i sobre lá
iftatífeiV coti-qiie tdd<y él g é ^ r t ' l i u r t o ^ h á 'podH'ó ser
eaitlg&dó !en1a personada Adam:1Lb^ teólogas feVRarért
cctoéukiárto esfós dos escollos: Ú de rep resen tar a t;hofn¿
bre caído dé&táüádoeri toifo s u ser* 'despojado •d e :loüá
ltbtíríatf; Ó; dé atribuirte b!aSíaWte' perfección p a r a ‘ ^li'é
pueda 'attrfofrecerse ft:'DMs en sacrificio agradable; ! '
1 No debcm w pagar'iíTi 'sileAcióv pof su reláciW cdn
ta doctrina luterínayttH a telorlainucha» ateces'répiW u-
cidieiV toda Ib edad hlcifin. '• ¡
Considerado en sf y en süsi efleto airim ed iátéeétp fr-
fcádo cfrigimif , consísté etí la privación1dfe’ ta 'justicia
plrim’ili>n de H'gHicra qíré^cí'a tío'principio. :H hoto^
bre.no ha perdido hlnj*i^a (te' üüb fncaltadete héturales
ni tbrnpocoliá adquirido un po»lerr', udá entidad inala:
los ijtos1de Aflata poséan1 tuda9 lis prero^atívá» ésent
clftlés de qüc gozaba él Vnismó'ftVíUilii* (le los manos tt¿
Dios. Asi pues él horrtbita chiflo* hecha abstpdeéon d i
lü falíú origmuli sé1éhctientitt eh la WÁdldun de'fcu-pro¿
pié miseria cómo ser finito éii éf'& tadfr dé ftaltftaíozft
despojada y entregada á sím ia m a ; es dériif; ■erwfa Étin*
diciori en que hubiera esEñtfo’ el |>ritnfer:ftm tb re si nü
hubiera.tenido eiü sí uu principió divino (1 ^ E n su c o n u

dafít i n e o e n im ,s y n o d ii9 c o lte c tó -f u e ia t a rt ilu e id o n d a s t>pi-


n io n és , sed ai! é rrb rtfs ré tid e iu lo s .'» ' Y m a s at>aj& í' «¡Qud-
tiéá da reinan ti ii* h ® r« tie f, ó p tiirio n i e o u í t l i u ^ n e s l , ' Tnagís
g eínerafía, q iiip p e m a gfa i iwl 11 l»ita ta ' e o m j>l ec t t , : rjiitfd' a s y -
nodo p e ra c tu it) est- Q u o t i e s i i i t o n l e m s c rip U s fi^ H u r,
p ru d e íitfs es-t, n ü lla m if» Í 5'a u S » n i p r 3e f é r r t ' t r a e s f é r e n d jo
d¡s|V atatiG iii»‘a ' r e i p s a , qua* c e r t a e s t i1i ail m o d u m ^ q u i
e s t ¡n c e rtu s .» ; 1
(t) Beflarm. de G rat. prini'.hbni. <£ ▼. €ontárov.
tóm.'iv'. íyi1. 1 6 : «Q uare n bntnagís ■ilifTertstiítnít homi­
nis po&tlápsiim &státu ej^sdem in' puris naliitaHbua, qtláin
diíTerat spoliatus á n u d o , ñeque d e t e r i o r é fítíDifcjtó'ttJi-
‘J O LA SIMBÓLICA*
secuencia la unágen da Dios no lia sida destruida p o re \
pecado (1). ,
Sin em bargo pecado original debía. extender
sus estragos sobre todos | oa descendientes de Adam;
porque, estos n o forman con él mas que una persa-,
pa m o r a l,y , mí destino uo pu<;dc separarse del dp su
padre. En el estado dé la inocencia , la justicia primi-i
ti va inclinaba.el corazon del iuunbre liá c ia D io s: pero
|.ay ¡despojado de esta jm lid u , se supura y en tra en un
estado de , extrañam ieuto do D io s; y desde entonces
queda impresa on su voluntad una falsg dirección. Esta
desgraciada condición se ha convertid*,) en herencia de
todp el génQro h um ano; y ,el pcmdQ original puede
definirse: la pórdidfl 4 e la justicia prim itiva, pérdida que
im plica la perversión jt]p Iq yoluntad.
E n fin hemos ,v isto que en el hombre primitivo
los senLido} estaban sujetos . A, la razón y esta A Dio?.
Luego perdió el hom bre par $u ¡pecado el principio d i­
vino que oonservaba eñ él esta Ceiu^rm oniü. Desde es;*
te momento e| hom bre inferior ;y el hombre. superior
pe sublevaron uno contra o tro , y se entregaron A uu
combate, m ortal, A. pesar d e b u fa U a dirección, el esp(rr
rito llqva. aun consigo |a imógen de Dios. Atraído por
lu ra , ti culpan n a tu ra k m de trabas , .ñ eq u e magÍB igno-
ran tia et iníirm itate la b o ra t, quam csset e l laborarct in
puris, naturaIibu 9.condita. Proinde corruptio o atu r» -n o n
ex alicujus doni uatura.liacarentia ueque ex alicujus m al»
qu alitatis ac cessu , sed ex sola doni supernaturalis ob Adp
peccatum amisión»}. Quae sententia com m im is docto rum
scholasticorum veteruin et.rec en tio ru ru . » En seguidaJle-
lariflinu prueba el hecho que acaba do prop u u er; y ¿ io s
pasaje^ citados por él se podrían añadir m uchos otros
todavía,
(I) BeHarpi. de G r a t.p rim : ham. c* K, I - . I , p. 8:
«Unagioera ad naturam sjrailitudinem ad (vi.rtate»rperli'-
n<*re ; proinde Adam peoefttodo poivimaginem Iteifc sed bí-
ipíli.Minein perdidisae. » . : ,, . ,.i( l , v i l
LA S fM llÓ k K U . ftt

una clase de' instinto qu iere elevarse á lasrcgionuB buh


períorcs: pero la c a rn e e n c o r v á n d o le hácia las coi-ag
terrenas i se a p o tie c o n .a rd o r: é. su* nobles esfuerzos.
Jim perdiendo: Adam la justicia prim itiva quedó sujeto ó
la concupiscencia q u e se reb cliam cesar contra la ra^
x o n y s e trasm ite á lados U» hombre». Sin em bargo,
esta inclidacion al mal no es la fulta o rig in a l, p u esto q u e
d p e c á d o y h r r e f d a d ( r é iié ) no pueden tener euasieuto
m 09 que en la voluntad. La concupiscencia, es cierto j 09
la consecuencia necesaria ^et prim er pecado; pero no ra
el pecado mismo (1). Q ue está teoría sin embargo no
(1) Bellarm.D e am sit. ffrát. et íta t. I. v , c. 17,
I. I , p. 330 et seq.: «Sciendum ig itu re s t, peccatinom en
bifáriaríi acóipTaótere. U no m od o p ro libera traínsgressio-
he prieeepti; altó modo pro? e o , quod rcriianet In ánim a
peccatoris post actiouem illam transgres&ionis pneceplL
fíam quodaeliu ipsa. qua, preceptuó) transgra:díiuiir,el sit
ftdicatuppropriií peccatum, nemo est, qui n e g é l^ t.Q u p d
autora post actionem peoca ti, aliquid m a j ^ l » quod sty et
dK^tur proprie peccalum , ex eó potest íptelligu quod qui
peccatum com m is^runt, dicuntur .ab ómnibus post actifr-
nem peccati p fo p rieét formalíterpeccátOTes:'’itéiñ dicun-
tur esse. in peccato, hábere peccatUíta, itiundári & pec-
cato...:. Scien(dñmest secundo , íiá 9 varia sp ec cali Éfgriifi-
cationes in peccato aetuali et personal! ab ómnibus agnoscí;
non item in originali. íieil cum origínale peccatum non m i-
uusproprié e t vere sit peccatum>r quam .persónate: nihil
est cur limeaimis etiam ad origínale illas.eiteudero,;.,. lta r
que peccatum in priore signiticatioue u n u m e st d u m t^ a ^
omnium bom inum „ sed in Adamo aclu«}eet personales ia
nobis origínale dicituf,. Solus enim ipse, actualis volúntate
illud commisit: nobis vero, oomm.onic^tor per genoratip-
nem eo, m odo, .qtiQ;cQn)oiiiri4caij potes}. tid, quod transiit,
nimirum per imputationem. Ómnibus enim kpputatur qui
e i Adame jiascunkiirt quiojunestf) lumf>¡9 Ad^miejúBlen-
te s , in W i « t per eum p^ejaviimus, ‘P8? peccavit.....
PR»terei<dici0ui9 quemadmodum inA dam oprieter aciuni
iltius peccati¡ fu^t «Uajn perversio volunt^tip ct ob 1iquitas
D¡1 LVS1MDÓL1CAI
sea unaeoeeRanfen de la iglesia **6 <|ucj hdmoaitiocJto
ver j a en la sabia'«aolela del concilio «üe :(frento<>que
rehusó'¡admitir)*, bienujae ftalavieinoiiio^haya vefeiidd
csta-beehd. Gn propkw tém dnos ,¡ni JeÁ lnlja)¡fprBÍ)ad&
por las actas deh cuncHk» (IVj Marhoineke y?W¡ner >nd
han comprendido púe» el espíritu de tiuestra dootríoa
cuandohnp presentado' ésta teorlá com opertetieciertta
al dogma católico;- y n i auu la baúrepcbihioldoqoki
fidelidad^ * - ’•> ■■ - ; ¡ '■! ¡-.> ’^ p -*■¡>¡
<- ’ •••! •«• :• ¡ S't ' “VI; ¡:¡ :HM¡;.r*l!u:; »-!
i ‘:ij IJK> I;: - !! !¡ ;;¡-y . ! ¡ o í. ! ’•[ !'■

,í • ; I ft«fUr¡ii» Ut*TWii *olf* e|,p«í*4oflr¡fl¡pJ.:|.i ^


■ .■ • .1 -;i ■n . i n r ; .í : • ■•• • : . ,r» > j*i :: T . . | , ! .¡

La coofesipn dp Augshurgo se. expresa oai. *obrp e|


pecado: .original: Ellos ( los, protestantes^ ¡emenan- gtu
desput# de ¡a naidade idarti¡, todos tos kombres tngen*
tirad»* M gm fo ¿ame , ntcen w n et pecrfdai e* ¡cha'r,
bín 'dl iemór de Diob , iftt la Vótifián saL'W D foi y ton
la doctHriá hoílBO|iííti^iju
té el jijeado original e?] unja' príHclojn lia
dcdsppjaj9L«|*al hombre do] bl$>;que.‘|¡tt|i^.J 7^^^V'Q^'.«*
alguna cpao,. pÓ8.i|4yaf y |ia criado en ¿}jhwn|)rie unf
essnwa mala. Yeamo» abura en qué .camitié ol bien deftr
truidct por el pecado. .uv. ..t,......
■' .!■ i. ■-•, liji.'r ::l'.!i ;.t ¡:
ex actione relicta^ perqtiarn peccator proprie eiformaM ler
düdebatur et erát.-. .v. ita quoque In >Mdbi«:Omnibus ; cum
primiattr hoihine»'!esSe inciiiinni3 , ^f®tér Impulaliendpi
irtebedenti®; Adamí esse etiam aimttéin 'perycreionoin 'et
Obllcpiitatem uniéuiqué ¡nhierenlém* peí -quatti peceatdréB
prctyrfle«t-fotin&IHei'<4foltaiur..';,!* ' ,,r i'1 "
1■fiO : 'PaHíwicInl /ifít. s¿o« í í. rJVítfv I'.1'v n ; lc / i 8 ,: ,- “ lQ,
'P-2&3 — 248.■' !’;1’■■1; : ^ 11:‘ n; j:i:i ; >-| ; íi j i i irin
(%f j‘ 'CoHfcís. -M fJ ATt.''i*v p." 1 2 ^ ‘ j>! ^uod
post lápsurfi AilieOttine3 ht)rTi4ne'4«t!«índani hakitram |>ro>-
jtügiaií iVastüntiIr1^nín 1petibató 1¡hotí «yt Ifcn,
síj» ;ndúci4 eT§a Déam , el tiuiiüc^llébplsoéattav» ■' ¿ í :i
Vk>i SIMBÓtIOAí. 03
• ir LofricdJogoíneatólicbt <qiié;«OncurrlerCil á la idiota
deiA'ugSbiwgovíEck» W im pinu y Goclfieol hifeitíron' ob*
gefran.qiip lad efin icio n to s hombres napea: con el'pecai
do¡ e t f l í c i r ,J w » ei Utrior. de Dios, sin i la confianza
«tríK oai eittxlo.tas m » vicio9ns y debia s e r dcBCcIioda
necesariamente. La esperanza y el tem or dé Dios, d lje1-
»oh, consistoD'>en fcclds ‘d e la iátéligencia de .que el «niño
es absolutamente incapaz. El'¡defecto de -estos actos no
puedetonsirtetarsd como un, pecado en el h om bre na<-
ctente; Por pira jaiíte* lá ausencia d e estas mismas
firtudw ' constituye n n a.iíall^ lib re)y deliberada; nó
^úede'’por eon8igti1éH*e, deLerriyimr la esen ciad ri mbl
origmaft qué diiborabife trae a liv c n iri al m ü n d o iy
que cóntwié antee!dé la edad de: discreción1(1). Vor esto»
eLautbB'de la; Apología fie vió obligado ¿Pcxpregarse
cen teda'lq prerision leológtea. Iliiatró ip iics'álp aab je
éet- Blwbolo con' lai palabras eiguierites; Q m ta n m ü l
ka/fb?* naádbiseguñl [a enm e, no w i ámente-el acia, si­
no tamfiien^i p o d e r n f u o u l i u d de íemer á Dios y de
esperar qp él (2.), P o ^ t a o p í^ p jo n el dogma {>rete9tan-
te éobr^.el pecadQ herp»(»ta(rfq q u ^ i# (y e r,d a 4 w
luz ; ppTo para i com prenderlo bien c ^ a u n n e c ta r io
conocer sus relaciones con ó lra a principios proclamados
en-la reforma. Se reoordarA q u e según L u tero y sur se­
cuaces, el hombre no fue dotada prim itivam ente m«9
qwu dc fuersas naturflles’, doctrina que ejeree aquí la
mayor influéheia. E n efecto, como despues de su caida
(1) R e t p .1 h e o l o g .C a t h . 9 d . a r i . i i , « D e c lo ra tio a r -
U c u lr c s t o m n in o r c jm e n d a :- c u m s i t ' c u ilib e t c h rÍ9 tia n o
m a n iíé s tu n v , e s s e sitie m e i u D e i r a tn e fid u c tá e rg a -D c u ra v
p o liu s e s s e c u lp a m a c t u a l c m , q tia m n o x a m in f a u lis rc c u u s
n a t i , q u i u s u r a ti o n i s a d h u c n o n ' p o l l e t . » . ,. ■■
(2) Ajtólog, 11; § i ’2» p. M»: « H ic loctis test a tu r r nos
non sok'im actue sed « t fwtentram , &eu donaefficieiL diti-
nwreffi e t üduoianv erga Deum a d im rre propagalia sfrcuii»
(liim rnnialcm n atn ram . » ■v
94 I X glMUÜtlC.V'.
nó puod& c t hom bre desplegar lan ihifinws. YírlHde^ que
eii FUtcalado de Inocencio ; e o m o r p n r ó t r a p a r t e t á m -
poco lo puede porque le faltan la» fuehzts parar esto,
se vieron'obligodo* Jos reformadores á sostener q u e por
el pecado ha perdido ciertus fu e r z a s , ciertas facultades
nnlurales (1).
Encontram os en el libro de lá Concordia- grandes
explicaciones sobre está m ateria. D urante tea disputas
Sunergiaiicás (* ), que d e s p la ta ro n la iglesia luterana,
VicLurtno S trig el, hombre de un'talen to penetrante y
de una erudición v a s ta , profundamente versado en la
literatura católica; (2) éÍR tihnam ente convencido del
dogma de: la libertad, sostuvo que «4.hómbre caído ^Of
see lodivío la xipítíttíí, la cápáddhdi la fücuUad de re*’
conocer á Dios y ,dé q u erer el bien* aunque esta facul*
tad se; halle paralitadfr y «orno m u e rta , y q ú a l p t f r s l
misma jam a ; pueda elevarse hasta el acto (3>). Tatóe sea
kis expresiones de que se se rv ia : E l hom bre caído po*
6úc aun tíiodum agendi, cap a cila lem , a p litu d im m ; es
(1) L ü te ro , in cap. itt. Genef. Despues de haber r e -
ful ad o á su manfei'a á los teólogos catolióós que atribulan
á Adam fuerzas n atu rales, escribe el reform ador estas pa-
labras: «Hstic p roban t, justitiam , esse de natura hominis,
ea autem •per peccatum amista , non m am isu.integra ímj-
turalia, ui scholalici dtU ránt. »
, (*) Sinergico, dei ew práv i c o o p e ra n , qtje concierne á
la cooperacion del hom bre á la gracia. E s necesario ha^
bituarse á esta palabra para abreviar. ( E. T. F.)
(2) Victorino habia estudiado mucho & los padrea de
la iglesia griega, y traducido m achas de sus obras. Y to­
dos estos padres han sido ardientes defensores de- la li­
bertad.
(3) Planks Getchiehte der Entstthung , der Verán-'
derungen aúd dér ñildung u n ieref pr*ot. Lekriegri([t
(Historia delorfgen , de los cambios y de Ja fecmacionde
nuestra doctrina protestan te:p ó rP lan k ): tom . rv-, p. 584
y siguientes, ¡ ■
I.A SIMBÓLICA*.
deck ^au n gozo relatiY traente ASaá-tofw» esp iritu ales
de.Japtfra facultad de conocer y d e q u e re r, aüifqtib
realmente rio conozca 1a ¡verdad* ni eiperiinoirU? win-
gao atractivo .pera el bien (1]¿
A im que1Vicio riño pues hubo eoncebido'el pecado
original mucho mal» destructivo en sus efectos que lo
que enseña el eoncilío de Trento, su doctrina no satis­
fizo todavfo á los ortodoxos de su iglesia; al contrarió/
fue acusado de pelagionism o, y los verdaderos discípu­
los de Lutero arrojaron m uy lejos esta puro y simple
facultad. E ljib ro de I? Concordia proscribió1Igualmente
lá opinión áe Ios:$yncrgistas; y , se lee en él que el hom -
bré'caído h ap erd id o hasta la facultad ya de conocer la
voluntad div in a, ya de o b rar confórme á e9tq conoci­
miento (2). Én una palabra, este BÍmbpjo rehúsa aLljom-

(1) :Calvin.: Instit. h U. C. 14i fol* 87,-noS h aceco -


iiocer la idea que Be daba en la edad media- á la-pátabra
aptitudo. Sin em bargo, santo Tomás dé Aqilino-, Sumtmv
tot. Theol. P. i. Q. xeil. art. IV; ¿Ed. €taj. L tig .1 3 8 0 ;
vol. i , p. 417 T es aun mas preciso. En este lugar inves­
tiga el santo doctor cómo las facultadesdel hombre oons-
tiluyensui semejanza con Dios , despuesdice q u e la im á-
gen de Dios puede considerarse de dos maneras «Uno
quidem modo secufldiiin quod homo habet aptitudínem !
naluralem ad intelligendiun et amandum Deum. Et hác*
aptitudo consistit ip ipsa;natura mentís quae est commu-^
nis ómnibus hominibus. Alio modo secundíim quod homo
actu vel habítu Deum cognoscit et a m a t etc. Asi aptitudo,■
enoposicion. á actus . designa la disposición, la facultad
naturol, y por consiguiente la facultad religioso y moral.
(2) Sol. D edar.m i , de lib. a r h itr ., íj. A-4, p. 644:
aEam ob causam etinm non recle dicitur : hominem- in
rebus spíritualibuS habere modum egendi aliquid , quod
sit bonum-et sal uta re. Cum enim homo ante éonversioHum
in peccatia mortuu6 s it: non potest in ipsoaliqua vis ad
benc agendnm in rebus BpirKualibus in esse; itaque non
hab^t inodiini- agentli -aeti; imperan di . in rt\h,,s *iivii«is.j>
^ LA., SIMBÓLICA.
faftuHadide ctínoow ? , de¡qjtt*pi}tfí*S, fli«o
qujM 0ja,nijwah( Cn !lauto qu««e (cfierbjá>;tosttiB(«breb
nqttaralea»f¡Eft Ajano idedlata el. áutor d e ieste 'libro qu«
no quiere hacer del hombre urtd k ria lu ra u tira E o n ^ t);
Q&aiOtysQGvobiOn tejosrde, Üebi Iita* te>q u # h e ñ io s dicho,
le da -mas:bien uíí uticve;peso.1En efeu lo , fre s tá fa c ú l-
L)d que él liiB«ia !razón, no Je señala; m as (jue.el-m undo
Üpito ;pOD Oírciüo dií ¡actividad'( jÍ), e stab lecien d o asi&
|f',¡ •••.!'»•.! • ’•!•• ■■■'.■ . ¡. i::1.*; i!' i 1 ■■■■. I
I. S,:21 f p> Q lp, 617: íflepucjiantuf.qui .poceoi, hpm joeiq
^ Jiripi,a]siia Prisi^e ^liifC.aliqiiid tioni, quan^ulfunquuA
que etiam qu^ni jeiiguiitp’ atque, tejiüe id,
h d b e fe ; capapiiatepi yii.lelicpt el ápítltu-^injeni’e|; vires !álH
q^aá ih fébü^ siimtíi^Hbiis etc;#’' 1 :¡ ” h 1 , 1
'( t ) '1] SdKi, ''Dé¿itíf: i í ’d ^ lib .' a/bifcr. ;
<tNbrt'tiáTrtéri iú^eahi seWentiam 'sic lóíjüiiñMii*, quatir ho**
mo post lapsum non amplius sit creatura rationalis.»
(Úy Sol. Déttar^ I de! peccat.-origitralil § . 10 , p. 614.
«ln jü |9 « lim extexnis ét hujus muddi rebue, yuce rationi
ndj*ota «unt ^ relictuta esl hbmüii adhuc.aliqutdintellec-
tUB ,.T irin rrt e t facullátum, e ts i h » etiáui « lis te ra rélíqifia
debU#py quidem h ic e ipsaquantulacunqué pfcr m o r b ü m
illitm. h e rfid ita riilm infecta•sunt atque c o n t a m í n a l a , u t
D e u s abominelíir ea.» §. 4 0 , p* -644 :' «Et ■ v e ru H jq u i-
dem est, q u o d horao-etioni a n t e conversionem. s i t Crea^
tu ra.ra lio n a lis, quas in te llc c tu m e t1voluntatem habeat:
ifíteileclum attítm non m rebus ¿ítoinif et m !únfaiem r non
ut aliquid bom et sani velit.* En s u - ¡comentario sobre lo s
salmos publicado en 1563, Victorino S trigelhabia dicho:
«Nonomninó delntum est in corde hominis per peccatum^,
quod ibi pér, imagmem LKá .c ira ic x e a re tu r , im p re s s u m
íu e ra t, -ñeque ótico- timago D el ¿ tir ita e t t i l l a la b e ,u t
nutla -i*| anima veluti lincanicnta extrem a rtindaserit+re-
manrih en$n¿ quod to m o nan nisi rotionalis esse-lpossiti»
Pero los teólogo^ wurtembergénses ddclaráronest¿9 pala­
bras condenables y llenas-de veneno. Yease Plank ^Jes-
ehiehte'.der E-ntitchung tínd Yeranderungdes jrn tc st antis
ahen Lckrbegrtffs. Se- ve' poh eso que Victorino aplicaba ¿
la patabra ra tó n utia idea enteram ente c o n tra m aVjibro
LA SIMRÓT.ICA. 97
toda luz que según su doctrino todos los descendientes
de Adam no poseen inteligencia alguna pora los cosas de
Dios.
Llegamos al mismo resultado por muchos caminos.
Y por de pronto, como lirmus visto (j. 2), los símbolos
luteranos definen la im ágen de Dios la Facultad natural
de conocerle, de tem erle y, de esperar en él. A esta fa­
cultad es precisamente ó la que nosotros llamamos ra ­
zón en el hombre; y esto» miamos símbolos repiten cien
veces, que por el pecado ha sido reducida 6 polvo la
imágen de Dios» y quitada á todo el género hum ano (1).
En segundo lu g a r , la doctrina de los luteranos sobre
la libertad del hom bre caído conduce aun al mismo
error. A la verdad, según esta doctrina, posee el hom ­
bre todavía una cierta libertad exterior; pero eu las co­
sas espirituales es como un tro n co , como una piedra,
como el lodo; espresiones lodas empleadas en las con­
fesiones de fe luteranas (2). Según el libro do la Concor­
de la Concordia. En efecto, veia en la razón la imágen de
Dios, esto es, la facultad que percibe las cosas sobrenatu­
rales ; y como él juzgaba al hombro esencialmente razo­
nable, enseñó que esta facultSd no había sido enteramente
destruida por el pecado. Pero los luteranos ortodoxos des­
echaron esta opinion. Mas ¿cuál es la consecuencia de
esto ? es que el hombre caido en el pecado es un ser ir­
razonable , que está despojado de toda facultad para tas
cosas sobrenaturales,
(1) Solid. Declar. 1. de peccat. orig. §. 9. p. G il:
«Docetur. quod peccatum originis sit horribilis defecius
concreat® in paradiso justilias originalis , et amissio sen
privatio imaginis Dei.»
(2) Cúnfessio August. art. xv m . «De libero arbitrio
docenfc, quod humana voluntas habeat aliquam libertatem
ad effieiendum civilem justítiam , et deligendas res rationi
subjectas.» En este pasaje se concede la razón al hombre
decaído; pero aquí todavía no se le asigna m asq u e el
inundo finito , como objeto sobre el cual ella pueda ejor-
e. r, — t. vi. 7
98 LA SIMDÓI.1CA.
flia no pueden loe hijos de A d o m , relativam ente ¿ las
cosas divinas, oí pen sar, ni creer, ni querer; están com­
pletam ente m uertos para el b ie n ; no poseen n in g u n a
chispa de fas fu e rza s espirituales (1). Esto9 palabras
fuerzas espirituales están lommloa com o Binónitno de
libre albedrío. P o r lo derm is, inútil es que entrem os
en mayores d etalles; porque hé aquí lo q u e leemos en
un célebre escritor protestante: tía tomado L u lero en
u n sentido tan extenso la aserción de que el hombre no
tiene nin g u n a voluntad para el bien, que se sigue iguuU
mente que el hombre caido de D io s, es despojado de la
facultad m ism a de querer (2). Si Plank hubiese añadido
que no liay inteligencia para las cosas de lo a lto , p or­
q u e el libre albedrío no ab raza solam ente la voluntad,
habría reproducido fielm ente la d o ctrin a lu terau a (3).

citarse. Comp. Solid. Declar. n . de 11b. a rb it., §. 21.


]>. 635. Ibidem. «Antequam homo per Spiritum Sane tum
illu m in atu r.... ex «ese e t propriisn atu ralib u s suis viribus,
in rebus spiritualibus nihil in ch o are, operari, aut coope­
r a n p o te s t: non plus quam la p is , truncus ü u t lim us.»
(1) Solid. Declar. ii. de lib. arb itr. § . 7. p. 629:
«Credimus ig itu r, quod horftinÍ9 oon renati intelleclus,
cor e t voluntas in robus spiritualibus et divinis prorsus
nihil intelligere, credere, am plccti, cogitare, velle, inchoa­
re, períicere etc. possint. E t affirm am us, hominem ad bo-
nnm (vel cogitandum -vel faciendum ) prorsus corruptum
et m ortm im esse : ita quidem , u t in hom inis natura,
post lapsum , ct ante regenerationem , ne tc in tillu la q u i-
dem ipiriftia liu m v irm m r e liq u a iit.» Es necesario tener
presente siem pre que no se trata de las facultades n atu ra­
les después que el prim er hom bre no poseía facultad al­
guna sobrenatural,
(2} P lank, (¡eechichte der Em uickelung. v . v i. p. 715.
El aprcciuble au to r añade que todo discípulo verdadero
de santo Tom ás divide esto sen tim ien to ; pero ¿quién no
sabe enán fácil le ria p robar lo co ntrario?
{3) S olid. Declar. H. de lib. a rb itr. § . 2 . p. 628:
LA SIMBÓLICA. 99
Pero ¿cóm o ha podido un m iem bro ser arrancado
del organismo del alAa hum ana ? ¿Cómo entre todas
las facultades de un ser simple sola una ha sido aniqui­
lado subsistiendo las demás? Todas estas Facultades ¿no
están en una y una en todas? ¿No es verdad que la cien­
cia sola las se p ara? Y todavía no hemos agotado todos
los absurdos del dogma protestante sobre el punto que
nos ocupa (1). A la vista del mal positivo que ha reem ­
plazado al bien quitado al hom bre, no es menos extraña
ni menos absurda la doctrina luterana. En bu come nid­
rio sobre el Génesis, capitulo in , estableció L utero una
comparación entre la justicia prim itiva y el pecado ori­
ginal ; y dedujo la esencia de este de la esencia de la
primera (2). Luego como 4 los ojos del reform ador la

(cHic est verus et unicus controversia: status, quid hom i-


nisnondum renati intellectus et voluntas.... ex propriis
suis et post lapsum reliquia viribus praestare possit.»
(1) Béze, Qucest. et ñesp. p. i 5 , reprueba esta doc­
trina por conducir al epicureismo; porque desde que se
han admitido todas las consecuencias de e lla , dice, se
debe rechazar necesariamente la inmortalidad del alma.
(iQ. Ais igitur in sum m a, corrupta» esse animtc qua lita-
tes, non essentiam ? Resp. Aio, et contrarium dogma
dicó esse certum ct apertum ad epicurftismum ite r, id
est, ad mortalitem animas adstruendam , quoniam posila
essentia} ipsius vel levissima co rru p tio n e, necesse sit,
rem ipsam interitus obnoxiam coníitcri etc.»
(2) Luther. in Irene*. c. m : «Vide, quid sequatur, ex
illa sententia, si Btatuamus justitiam origmalem non fuissi*
natura, sed donum quod da m superfluum (1) superaddi-
tum. Annon sicut ponis, justitiam non fuisse de essentia
hominis, ita etiam sequitur, peccatom , quod successit,
non esse de essentia hominis?» Muchas Teces se ha que­
rido que estas palabras no debían ser tomadas en un sen-
iidn riguroso ; pero si el reformador no queria expresar
mas que opiniones recibidas mucho tiempo había, ¿porqué
no se valia del lenguaje ordinario? Un lenguaje moderno
100 t, a siM n ó i.ir.A .

justicia primitiva era la facultad de conocer y de nmar


á Dios, él pecado original ea pn?s, según su juicio, la
facultad de tío conocer ó Dios y de no am arle , ó mejor
de odiarle ó ignorarle. [Valdiia tanto como decir que
tal hom bre posee el poder no solam ente de «o tener
poder alg u n o , sino aun de 6cr la cvtreina debilidad!
[Que hayamos perdido por la falta prim itiva una parto
integrante de nuestro ser espiritual, esto no basta aun
ó L u tero : añadió que en su lugar habia venido ó colo­
rarse en el hombre una esencia o p u esta; y tan fuera
de duda le parecía este p u n to , que partia de él como
iJc una verdad incontestable para establecer nuevas con­
secuencias 1 Si no puede concebirse que la imágen de
Dios haya sido arrancada del alma hum ana, sin duda es
todavía mas inconcebible que una nuera entidad se ha­
ya identitícado con nuestra inteligencia. ¡O prodigioso
extravio! (H acer del mal una cosa sustancial! Con lúa
gnósticos y los maniqueos habia desaparecido de entre
los hombres semejante e r r o r ; pero hé aqui que se le­
vanta de nuevo en el mundo.
Sin em bargo, esta esencia mala ¿tiene su asiento en
el espíritu , ó bien está asida solamente al cuerpo? Esta
es una cuestión que no puede resolverse positivam ente,
porque de un l ^ o , L utero favorece al prim er sen ti­
miento por su comparación entre la justicia prim itiva y
el pecado original; y de o tr o , parece establecer In se­
gunda suposición, cuando dice que el lodo de que he­
mos sido formados es condenable. Por lo dem as, lo que
adelanta en el mismo lugar , que hemos pecado en el se­
no de nuestra m adre, antes de que seamos hombres (I)

manifiesta necesariamente ideas nuevas. ¿Y cómo expli­


car la doctrina de I't.icUis, si 110 so adimlia que Lutero le
había abierto el camino que le condujo á sus errores ?
( I ) L u t l i e r . i » P s . L . u L u t u in illu d , r.x q u o r a n c u -

lum hoc fingí ca'f if , damnnbUt e s t.— b\v¡us in útero, an-


LA SIMlHlLtCA. 101
comprende al cuerpo y al cs¡>ÍLÍtu. Lo mismo Melanch-
Ibon llama al mal hereditario una fuerza in n a ta ; y el
contexto hoce ver con bástanle el ti rutad que él lo con­
cebía como alguna cosa suslauciul (1).
En fin hé aquí á Matías Flacio que sostiene formal­
mente que el pecado original constituye la sustancia del
hombre caído. Cuundo el erro r lia llegado á su mas alto
período, loma necesariam ente una marcha retró g rad a.
Entonces se lomó el carácter puram ente negativo del
mal; eutouces &e acercaron á la doctrina católica; mas
ttquam nascintur ti homines esse incipimut^peecatuni CJf;>>
toja» expresiones que representan el mal como Higo esen­
cial *, asi como Belarmino 1. v. c. 1. de S tatu pcccati, l.
ir. p. 201 lo denota con razón. Este último autor había
dicho: ¿Cómo el alma que e§ criada por Dios en el momen­
to déla regeneración , podria recibir de su autor una esen­
cia mala? ¿Cómo una fuerza m aterial podria identificarse
á un ser espiritual? »Mas Gerhard acusa de pelaríaiiismn
(obligue Pelagianisare) y la doctrina expuesta por Jtelar-
mino sobre la creación de las alm as, y el dictamen dt¡
los escolásticos según el cual los niños muertos sin bau­
tismo no van al infierno, sino á un tercer lugar. Belar-
mino, ademas, habia condenado esta exproeion empleada,
por los luteranos : el pecado o rigin al es una m ala cu ali­
dad. Gerhard respondió que este término no debe enten­
derse en su rigor m etaíísico, esto e s, que no designa una
cualidad. «Quaudo pravam coiicupisceiitiam dicinius esse
qualitatem positivam, non intelligimu& hoc secuuduin
wtfjfi.m metaphysicam... non quasi aliqua vis agendi ?it
peccatum, sed quia illa vis agendi in homine est tandim ,
ad peccatum prona atque prompta.» Véase que está bien:
¿pero es esa la doctrina de Lutero ó mas bien una correc­
ción de ella? Lo mismo Martin Chemnit. E xa m , eoncil.
Trid. P. i. p. 162.
(1) Melanch. Loe. theolog. p. 19: «Sicut ¡u igne est
genuina\ifl, qua sursum fertu r, sicut in magneté est ge­
rmina, vis, qua ad 6e ferrum tra h it; ita est iu homine ila­
tiva vis ad peccandutn.»
102 LA, SIMBÓLICA.
sin embnrgo no se negó que una fuerza positivamente
m ala, inherente á toda la naturaleza corrom pida t fue­
se trasm itida de padres á hijos (1).
Este mal positivo, verdadera imógen del diablo en
el hom bre, d ió á loa reform adores su idea de la concu.
piscencia; idea que querian imponer al mundo cristiano
como la sola verdadera, y la sola conforme á la Escri­
tu ra (2). ¿Que es pues la concupiscencia en el sistema
luterano? Seguram ente no es la inclinación que arrastra
á todo el hom bre hácia las cosas ríe la tie rra , sino que la
concupiscencia son todos los movimientos, todas las inclitiu -
dones y tpdos los deseos del hom bre caído y no regenerado.
Evidentem ente que L ulero tocó á los conGnes del
m aniqueism o, si realm ente no saltó sus lim ites; y no­
sotros no podríamos sin ingratitud desconocer tos es­
fuerzos de sus discípulos para detener estos prodigiosos
errores. Sin embargo, y á pesar de los correctivos pues­
tos á esta m ateria, siempre r c em plearon, hablando del
pecado o rig in al, unas expresiones (congenita prava vis
positiva qualitas) que hacen traición al estado primitivo
de lo doctrina , y aun como tal ha sido form ulada en últi­
ma inspección, nos hace prever bastante que según
sus autores jam as puede ser destruido el mal orí-
(1) Solid. Declar, i. §. 10. p. 6 H . «Pr®terea affir*
m a tu r: Quod peccatum origiuale in humana natura non
tantummodo sit talis, qualem djxifinus, horribilis defec-
tus omnium bonarum viriuin in rebus spiritualibus ad
Deum pertinentibus: sed quod etiam in locum imaginis
Dei amissae successerit intim a, pessim a, profundissima
(instar cujusdam abyssi) inscrutabilis et meffabilis corrup-
tio totiua naturas et omnium virium , in primis vero 6U-
p e rio r u m et principalium a n im a ; facultatum : quae in 6 x a
Bit peuitus iutellectu i, cordi et voluntati hominis. Itaque
jam post lapsum homo hereditario a parentibus accipit
c o n te n i tam p r a v a m vim , immtmditiam cordis p r a v a s con­
cu piscentias et pravas inclinationes.»
(2) Apolog. ii. § . 3 et seq. p. 54 e t seq.
LA SIMBÓLICA. 103
g inerio, en cuanto A su esencia,, ui por la regeneración,
ni por la virtud de Dios mismo. Á continuación expon­
dremos este nuevo dogma, queconstituyc una contrarie­
dad esencial e n tre el catolicismo y el protestantism o.
Ciertam ente que L utero lio debido encentrarse en
una situación de espíritu bien e x tra ñ a ; sin duda su al­
ma era presa de los mas extravagantes sentimientos
cuando se dispertaron en él las prim eros ideas de su
nueva doctrina. En efecto, ¿cómo despues de haber en ­
señado que Dios obra el mal en el hom bre, podía conce­
bir el p ^ a d o como una cosa esencial? ¿Cómo podía ha­
blar de una m ateria mala de que hemos sido formados?
Los mismos maniqueos se hubieran avergonzado de una
incon&ccuencio sem ejante; y cuando consideramos esto
filosóficamente vamos á caer en un e rro r nuevo que d a re ­
mos á conocer en su lugar. En cuanto á la presente
cuestión, resta aun que hablar de algunas consecuen­
cias deducidas por los luteranos de los principios que
acabamos de exponer. •
Asi pues los símbolos luteranos enseñan fbrmalmen -
te , que en el hom bre caido no existe el menor bien,
por pequeño que queram os suponerlo (1); que la n a tu ­
raleza corrom pida, abandonada d é la gracia, no puede
mas que pecar delante de Dios (2), que el hom bre de­
gradado es lodo m a l, asi en el cuerpo', como en el a l­
ma (3). Desp«e6 de esto debemos com prender el dogma
según el cual todos los pecados deliberados, es decir,

(1) So lid. Declor. de peccat. orig. §. 2 1 , p. 7 1 6 , 717,


declara falsos doctores á los que dicen: «Adliuc aliquid
boni, quantulumeumque etiam , et quam exig-uum atque
tenue id s it, reliquum habere.»
(2) Solid. Declar. loe. cit. §. 2 2 : «lusuper etiam as-
nerunt, quod natura corrupta ex se et viribus su is , coram
Deo, nihil, nisi pescare possit.»
(3) Solid. Declar. n . de lib. arbitr. § . 14 , p. 63*2:
«Docent, ut e i ingenio et natura sua totus Bit malus.»
101 r,\ SIMBÓLICA.

lodos los pecados orinales no son mas que oirás lanías


manifestaciones, forméis particulares del pecado original;
no son mus que los ram as, llores y frutos de este árbol
m a lo (l). Los teologos católicos, al contrario, fundan la
distinción entTe el pecado original y los pecados actua­
les sobre la lib ertad , que todavía puede resistir eficaz­
m ente ó los movimientos de la carne, aunque entrega -
du á sus propias fuerzas no pueda hacer ningún acto
perfecto y agradable á Dios.
Permítansenos algunas observaciones sobre toda la
doctrina que acabamos de exponer. Y por de pronto no
puede desconocerse que haya sido producida por afec­
ciones laudables: sus autores estaban vivamente heridos
de la profunda miseria del hom bre, y querían grabal­
en los demos el mismo sentimiento. Sin em bargo, no es
mcno9 claro que no podían conseguir e&te fin; porque
la im aginación, en un estado de efervescencia, tiranizó
la razón de aquellos, y no les dejó ver nada á sangre
Ma. Si por un acto violento, físico, por decirlo asi. ha
destruido Dios en el hom bre la ra z ó n , la inteligencia y
(t) Melancht. Loe. tkeol. p. 19. «Scriptura non vocat
lioc origínale, illud actúale peccatum: est enim et origína­
le peccatum plañe actualis aliseda ni prava cupiditas etc.»
Lutero dice, Luth. W erk . W ittenb. 1551. ü.Jparte. p. 335:
Se puede muy bien llamarlo un pecado capital (R rtzfn n -
de) porque no ea un pecado que se cometecomo los demás;
es el único pecado que forma y produce todo pecado, y
todos los demás no son mas qui* el fruto de este pecado
capital.» Esta obra esde.TustoMcnio, pero el discurso preli­
minar es de Lulero, lin la obra Die tirundleltren derehris-
tlirhen Oogmatik (Puntos fundamentales de dogma cris­
tiano , por Marbeineke), 2.» edición, §. 267. p. 158,
se halla todavía la misma doctrina ó al menos el mismo
lenguaje. Los luteranos confunden el pecado inherente á
la naturaleza corrompida con el pecado cometido por el
individuo. Aquí hay el mismo error que si se le oponía
el nominalismo y el realismo.
LA SIMBOLICA.
las faculto Jes religiosas, desde entonces no puede cues­
tionarse sobre el pecado desde Adam hasta Jesucristo;
puesto q u e , en este sistema, el mal moral está transfor­
mado en mal puram ente físico. ¿Cómo podría el hombre
pecar; el hombre que no puede tener el m enor cono­
cimiento ni de Dios ni de su santa ley; el hombre que es­
tá despojado de lodo voluntad y de toda libertad? P u e­
de d e stru ir, talnr ¡ m eter ct puñal en el pecho del frutar
de sus dias; pero sus acciones no deben ser juzgadas de
otra manera que las de una bestia salvaje. Los reform a­
dores pues no percibieroif esta consecuencia tan simple
y natural. 9 '
La segunda observación que se nos presenta , es que
una vez juzgada como insostenible la doctrina de Lute»,
ro , deben caer los protestantes en el exceso contrnrio.
Y en efecto, despues de haber enseñado que el género
humano habia perdido por la caída de Adam toda liber­
tad, todo gérmen de bien, su llegó hasta decir que el
hombre caído se encuentra to d av ía, relativam ente á las
cosas del cielo, en la misma condicioii que el hom bre
primitivo. Luego que el frió pensamiento hubo roto el
dique levantado por el sentim iento, nada fue desde e n ­
tonces bastante á contener el to rre n te ; y m uy proivto
el edificio quedó enteram ente arruinado. No ern ta m ­
poco mas que la obra de uno imaginación ex altad a, (te
un sentimiento confuso y enferm o: la reflexión no tuvo
en ella la menor parte {*).
En tercer lugar, cuando en tiempo de la prim itiva
iglesia preguntaban los paganos por q u é habia Dios de-
(*) Un célebre autor protestante v S arto riy s, recono­
cía esto formalmente: «Lutero, dice, no conacia el ca­
mino que tenia que recorrer. Asi chocó muchas veces con
obstáculos imprevistos. No tenia idea alguna de uno de
estos planes concebidos con un genio vasto , y ejecuta-*
dos en seguida con vigor.» (Uistoire de la guerr?. det pay-
íímm, p. V2 .) (£. 2\ /*'.) ,
106 LA SIMBÓLICA.
jado gem ir al mundo por espocio de tantos siglos, antea
de enviarle el S alvador, los santos padres, entre otros
san Iré neo y el au to r de la carta é Diognet, respondie*
r o n d e e9ta m anera: Ha querido Dios que aprendiese
el género humano por una larga y dura experiencia lo
q ue puede abandonado ó sus propios esfuerzos; ha que.
rido excitar en el corazon del hom bre un vivo deseo del
auxilio superior, á fin de que recibiese este auxilio bien
convencido de su indispensable necesidad. En la edad
media tam bién dieron los teólogos frecuentem ente esta
respuesta (t). P ero ¿qué h u b i^ a podido decirse partien­
do del punto de visla d e j o s luteranos? Porque claro ea
que el hom bre despojado de inteligencia y de voluntad
para Isa cosas divinas, debe perm anecer para siempre
alejado de Dios y de su reino, lo mismo que privado de
piernas no puede audar. ¿Por qué pues destru ir en el
hombre la facultad religiosa? ¿Por qué b orrar violenta­
mente la imágen de Dios? Y ¿quién se a tre v e ría , según
esto» á com prender la justificación de las vías de la
Providencia?
(1) Bonavent. breviloq. P. iv. c. 4. Opp. ed. Lugd.
1668. P. vi. p. 27. «Ratio autem ad intelligentiam ho-
rúm haec e s t : quia incarnatio est opus primi principii re­
parantes, juxta quod decet, et convenit sccundum liberta-
tcm arbitrii, secundum subHmitakem rem edii, e t secun-
dum integritatem un iv ersi: nam sapientissimus artifes in
agendo omnia haec attendit. Quoniam ergo libertas arbi­
trii hoc requ irit, u t ad nihil tradatur invita, sic dehuit
Deus genus humanum reparare, u t salutem inveniret
qui vellet quacrere salvatorem: qui vero nollet qusrere
salvatorem , nec salutem per consequens inveniret. TS-ul-
lus autem quwrit m edicum , nisi recognoscat morhuun:
nu1lu9 q u s rit adjutorem, nisi recognoscat se impotentem.
Quia igifcor fcomo in principio sui lapsns adhuc superbse-
bat descientia et virtute : ideo prwrnisit Deus tempus le-
gis nafur® , In quo conviiicerebur de ignorantia. E t post,
cogaitaiguorautia , sed permanente superbia de virtute.
LA SIMBÓLICA. 107
Hagamos la últim a observación. E l libro de la Con*
cordia se esfuerza en d a r ut fiel un motivo de consuelo.
«El cristiano, d ic e , que siente en si algún ligero deseo
de la vida etern a, está asegurado de q u e la gracia ha
comenzado la obra de su restauración; y desde entonces
debe m irar con alegría al porvenir, esperando que Dios
consumará &u obro (1). Si el pecado original ha despojado
al hombre de todo facultad superior , es claro en efec­
to , que no puede nacer en él ningún deseo de los cosas
sobrenaturales; y con razón el libro de la Concordia
mira un deseo seraejtnte como una prueba cierta del
principio de la regeneración. Pero 6i al contrario se ad­
mite que el hom bre caido conserva algún resto de fuer»
zas espirituales, cb necesario reconocer al mismo tiempo
que puede aun lanzar un suspiro hácia Dios. Desde en­
tonces también la inducción que secaban de una sem e­
jante disposición m oral los autores de nuestro símbolo,

qua dicebant, non deeat qui faciat, sed deest, quijubeat,


addidit legem prseceptis fnoralibus erudieuWin ceremonia-
libus aggravantem ut habita scientia, et cognita impolen-
tia confugeret homo ad divinam m isericordiam , ct gra­
tiam postulandam, quíe data est nobis in advento Christi:
ideo post legem natura; et scriptura;, subsequi debu¡t in-
carnatio Verbi.» ¿Quién no ve que toda esta teoría, cuya
idea primordial se encuentra en la epístola á los de liala-
cia, descansa en la libertad humana? Comp. Alex. Halen).
Summ. Theolog. P. m . q. l v . a rt. it. Ed. Ven. 1575.
p. 231. b. Lo mismo Hugues de San Victor y otros
muchos.
(1) Salid. Deelar. n . §. 11. p. 63 1 : «Deus e st, qui
operatur in nobis velle et perficere pro bona volúntate:
quae scriptura dulcissima sententia ómnibus piis m entí-
bus, quae scintillulam aliquam et desiderium g ra tis d i-
vin® et vitac ajtemse ít i cordibus suis sen tiu n t, eximiam
consolationem offert. Certi enim su n t, quod Deus ipse
initium illud v e r» pietatis tanqtiam íkm m ulam in cordi­
bus ipsoruta accenderit etc.» •
108 LA SIM B Ó LIC A .

y por consiguiente el consuelo que se prom etían de el la,


se desvanecen para no volver. ¡Consuelo euganadorl [ilu ­
sión peligrosa! Porque no9 manifiesta la historia que el
mismo pagano poseía aun algunas chispas del fuego ce­
lestial, como vamos á ensayar probarlo en el párrafo
siguiente.
§. VII.

Observación*)* sobro el paganismo rulalivam entc é la* c o n tru rieileJii enlre


lo» Jos iglcalaii

Hemos dicho mas arriba que la historia entera de
la humanidad se manifiesta bajo una Taz diferente se­
gún que 9e la examina bajo el punto de vista de los ca­
tólicos ó de los luteranos ortodoxos. Estam os ahora en
el caso dp justificar esta aserción; pero antes de entrar
en sus p ru eb as, debemos hacer alguna* observaciones
para los cuates reclamamos la indulgencia del lector,
tanto m as, cuanto ya hemos d ich o , al menos en parte,
lo que aquí repetimos.
Nada ma* aflictivo podía suceder á la iglesia que
verse obligada por la situación de las cosas á prescribir
limites á las opiniones sobre la enormidad del pecado
original. Én efecto, conviene al cristiano abandonar loda
su alma ¿ un dolor infinito sobre el alejam iento de
Dios y la miseria de la humanidad caida; y en osla
aflicción profunda ea por cierto muy doloroso verse for­
zados por el e rro r á poner limites al mal hereditario.
Sin em bargo, es para la iglesia un gran consuelo que
este límite no se haya lijado mas que para m antener la
idea del mal moral, y para dar al dolor una base sólida
que faltaba en la doctrina de los adversarios. M ientras
duraron la exaltación del sentimiento y la efervescen­
cia de la imaginación , pudo enardecerse en este foco
el corazon de los reform adores; pero apenas el frió pen-
Siimifflilo, y la reflexión tranquila se dispertó eu ellos,
LA SIMBÓLICA. 109
ni punto se apagó el sentim iento y desapareció para no
volver. Sabiendo el hom bre que su ser no es santo á los
Ojos de Dios, ¿podría e sta r sum ergido en la aflicción,
cuando reflexionase en Lo que significan estas palabras:
¿Dios le ha arrebatado (oda libertad? Para conocer el
mal en su enormidad no ea necesario representarlo tan
gra»de como lo hacen los símbolos luteranos. Si pues
establecemos sobre,la vida religiosa y moral de los pue­
blos paganos una doctrina que no ha sido mas que rara
vez, ó quizá nunca deducida de los principios católicos^
no se crea que no tengamos ningún sentimiento ni del
precio inmenso de la redención, ni de la gravedad del
mal que aflige tan profundam ente al género humano;
antes bien para dar al reconocimiento un fundamento só->
lido pasamos eo revista el mundo pagano, sintiendo úni­
camente no poder extendernos mas sobre esta m ateria.
Lbb numerosas investigaciones hechas en nuestros
dias sobre el mundo antiguo han conGrmado de una ma­
nera brillante la doctrina católica sobre el hombre coido.
No se ha encontrado ningún pueblo que no haya creído
en Dios y no le haya adorado por el sacrificio. E s cierto
que en ninguna p arte son puras las ideáis religiosas; por
do quiera están plagadas de graves e rro re s; pero siem pre
se encuentra la fe oculta bajo la superstición, y est09 e x ­
travíos no son m¡>9que verdades de que se abusa. Nada hay
que no pruebe (hasta los absurdos del fetiqubm o) el vuelo
del hombre hácia la divinidad; y todo nos manifiesta que
á pesar de su depravación, posee aun fuerzas espirituales
para hablar el lengunje de Ifs confesiones de fe luteranas.
Melanchthon parece haber sentido todo rl pe^o que
este fenómeno pone en la balanza á favor de los católi­
cos; y para restablecer el equilibrio, sostiene que estos
■estos de fe son debidos á las revelaciones prim eras (I).

(1) Melanchthon 1j>c. t h e o l . , p. 67: «Ita ut tuihi pene


Lilu'al \oi-í»re legem nal tira’ non aliquod congciiiliim jiuli-
110 I.A SIMBÓLICA.
Sin duda , y tal es tam bién el pensamtento de la igle­
sia f sin duda fie habría perdido la fe si no se hubiera
trasm itido de edad en edad por la tradición; pero si al
mismo tiempo no hubiera hallado profundas raicee en el
corazon hum ano, m uy p ro n to , como una coso p u ra­
m ente ex terio r, hubiera nido condenada al olvido ; muy
pronto habría desaparecido d«l mundo.
Sin la religión no hay sociedad , no hay órden po­
lítico entre los hombres. De aquí las divinidades tu te ­
laras década imperio, de aquí los templos erigido» en su
honor y las oraciones que se les dirigían. Por este culto
manifestaban los pueblos el sentim iento de b u depen­
dencia á la vista de un poder superior que conducía y
protegía á sus adoradores, bien que en ninguna parte
haya encontrado los honores que le eran debidos. La
propensión indestructible q u e lleva al hom bre hácia la
sociedad es en sí profundamente religiosa y á la vez
un testimonio indeleble de las fuerzas superiores. En
efecto, el hombre enteram ente malo (tolus m alus), ja ­
más habría experim entado la m enor propensión hécia
los otros h o m b res; y si hubieran podido multiplicarse
todos se habrian exterm inado en los combates mas fe-
Toees. Cuando Calvino (1) representaba á las sociedades
antiguas, estos tipos de la futura iglesia, como única­
mente formados por el concurso de las facultades infe­
riores del hom bre, sin que la fe y la religión hubiesen

cium seu insítum et insculptum na tur® mentibus homi­


nem, sed leges acceptas a paítibus ut quasj per manus tra-
ditas subinde posteritati. XJtde creatione rcrum, de colendo
Deo docuit posteros Adam: sic Cainura docuit, ne Tratrem
occideret.» El libro de la Concordia, n , §. 9, p. 630 , va
aun mas lejos; pero cae en contradicción formal consigo
mismo. Dice que la razón humana posee aun notitiw illins
tcm lillulam , quod sil Deus; pero ¿cómo seria esto po­
sible sin ninguna scintillula «pirilvalium turíum ?
(1) Calvin- I n tlit., 1. ir, c. 2, §. 13, p. 87.
LA SIMBÓLICA* 111
presidido á su nacimiento, seguram ente ignoraba su na­
turaleza y constitución.
Pero nada prueba m ejor nuestra creencia que la
China, este imperio del medio, en donde las antiguas ins­
tituciones establecían una verdadera teocracia. E l em ­
perador debe escuchar la voz del cielo, y servirle de
órgano pura todo el pueblo que Forma su gran familia.
En su consecuencia, todos los males y calamidades que
afligen á los ciudadanos de este imperio p n tern al,so n
mirados como enviados del Dios en castigo de la deso­
bediencia al dominador invisible. También la vuelta á la
virtud y á la piadosa sencillez de los antepasados, es A
los ojos de los chinos el solo medio de tra e rla prosperi­
dad á la patria. ¿Quién pudiera pues suponer la e x tin ­
ción de las facultades espirituales, cuando vemos á la
doctrina religiosa abrazar de esta manera todos las cir­
cunstancias de la vida, y en trar como elemento esencial
en la constitución y gobierno del estado? ¿Quién ha leí­
do jamás algunos fragm entos de los Filósofos chinos, sin
admirarse de su sa b id u ría , y sin adm irar tam bién los
excelentes preceptos de moral que en ellos se encuentran
Acada página ?
A esto diría M elanchthon sin duda, como de la for­
taleza de S ócrates, de la templanza de Zenon, y de la
castidad de Jenócrates, que las virtudes de los L ao-tseu,
de los Congfu-tseu y de los M cng-tseu no han tenido por
fundamento mas que la afectación propia ; y que por lo
mismo debemos m irarlas como vicios (1). Seguram ente
que no proclamamos nosolros á los sabios de la Grecia
como dechados de virtud capaces de subsistir ó presen­
cia del soberano ju e z ; por cierto que no pretendemos

(1) M elarcht. Loe. theol., p. 22. «E sto fuerit q u í ­


dam in Socrate cúnstantia, in Xenocrate caetitas , in JCe-
none tem perantia,.,. non debent pro veris virtutibus, sed
pro viliis haberi.»
112 LA SIMBÓLICA.
que torios sus esfuerzos hayan partido de un principio
Agradable á Dios; pero no se tro ta de saber si el hombre
que no conoce n Jesucristo, que no está ilustrado por m
luz ni fortificado por su virtud, puede por sí misiuo lle­
gar á ser justo y santo ó tos ojos del Criador. Al contra­
rio, tal es la cuestión qihc tenem os que decidir. ¿El hom­
bre caido lia sido herido en el corazon y degradado en
todo su ser? ¿Todos sus pensamientos y acciones son pe­
cado fl) y condenables (2) ? ¿Ha perdido hasta las facul­
tades religiosas y m orales? En una palabra, ¿las v irtu ­
des de estos sabios deben ser consideradas tom o una
cosa puram ente exterior, qtic no tiene mas relación con
k>s otros hombres que la hermosura corporal y la ri­
queza (3)? Hé aquí pues lo que negamos, y lo negamos
altam ente contra los reform adores, siquiera se nos acuso
de relajación, y aunque se avive la censura que M e-
lanchihon hacia á nuestros ilustres antepasados (4). Si
est09 sabios han podido conocer algunas verdades y as-

(1) Melancht. Loe. cit. «Negant tamen (Peíagiani)


eam esse vim peccati originalis, ut o m n ia hominum opera,
ornaes hominum con atu s s in t peccata.»
(2) Calvin. I n s tit., 1. n , c. 3, fol. 93. Tal es ya el tí­
tulo de este capítulo: «Ex corrupta hominis natura nihil
niái d a m n a b ile prodire.»
(3) Melancht. I. c .: «EflYinUit autem hujusmodi v ir-
tutuin umbras Deus in gentes, in impíos quosvis non ali-
te ta tq u e formam , opes et similia dona largitur,» es de­
cir, de una manera puramente Tísica; di! tal modo que
nada hay de moral eri esta clase de virtudes. Por lo de­
m a s , era indispensable llegar hasta allí t una vez que se
hubo Telitisado al hombre toda facultad religiosa y moral.
(i) «Pseudotlicolo^i nostri falsi cseco natura) judicio
conunendarunt nobis philosophica studia. Quantum in Pla-
tone tumoris est et fastus? Ñeque facile íieri mihi pos se
videtur, quin ab illa platónica ainbitione contrahat ali-
quid vitii etc.»
LA SIMBÓLICA. 113
pirar á la v ir tu d , es porque la iraágen de Dios no ha
quedado aniquilada; pero si cayeron en graves errores,
si se revolcaron en el fango, es la consecuencia necesaria
de la caida original, Pasemos de los chinos á ios indios.
Este pueblo, profundam ente penetrado de la degra­
dación del hom bre, enseñaba que las almas preexisten­
tes al cuerpo han sido desterradas á este mundo en cas­
tigo de sus pecados: doctrina notable en sus relacionas
con la inteligencia hum ana; porque el m undo, en su in ­
fancia, jamás pudo concebir en Dios la idea eterna del
hom bre, sin verla toda ju n ta realizada en el tiempo.
En consecuencia toda la vida te rre stre , é los ojos de es­
ta Dación, es una dilación concedida al hom bre para p u ­
rificarse de sus manchas. E sta creencia expuesta en los
fragmentos de Hollwell con no menos verdad que poe­
sía, no solamente se encuentra en el T ibet, en el reino
de los birmanes, entre los siameses &c.; sino que esté gra­
bada en toda la vida política del H indou, y principal­
mente en las relaciones de las diferentes castas entre sí,
Nosolros pues le preguntamos*, ¿pudiera el hom bre sen­
tir con tanto dolor su alejamiento de Dios, ei no conser­
vara alguna cosa común con é l, ai aun no llevara su
imágen ? Si se empleaban pues falsos medios para re ­
conciliarse cotí el cielo, es porque no podemos llegar é
ser justos mas que en Jesucristo; pero estos inmensos
esfuerzos, infinitos para llegar á Dios, prueban que ha
quedado en el corazon del hombre un ardiente deseo,
de la vida eterna. ¿Quién .puede verlos templos de Ele­
fantina, y de Salsetla, y rehusar á los indios toda facul­
tad religiosa? ¿Qui¿n lia considerado jam ás su doctrina
sobre la edad actual (K ali-Ju g a) y los tiempos pasados,
íin reconocer allí el sentim iento del mal que pesa mas. y
mas sobre la humanidad? Dígasenos si su a mitos sobre las
encarnaciones de (os dioses no encubren el deseo de un li­
bertador celestial; deseo que se e n c u e n tra , por lo de­
mas, en toda la antigüedad. Si el teísmo prim itivo de lot.
114 LA. SIMBÓLICA.
indios, bojo muchas relaciones, ba venido á resolvería
en el panteísmo, es porque las tinieblas han ¡do siem ­
pre condensándose delante de la razón; pero s í, rodan­
do de abismo en abism o, no han caído hasta el ateísmo,
es efeclo de la ímágen de Dios indeleble en el hombre.
¿Qué hubieran podido responder Lulero, Melanchthon y
todos los reform adores, si se hubiera expuesto á sus ojos
la doctrina de los paraos, este pueblo tan vivamente he­
rido d éla enormidad del mal que no podia explicarlo si­
no admitiendo la existencia de un ser m alo, siempre eo
lucha con el principio bueno? ¿No oculta esla doctrina
un sentimiento mas tierno y religioso que la de M e­
lanchthon, de Beza y de Calvino, que haciendo á Dios
autor del m a l, le atribuyen todos los crím enes y mal­
dades? Si los parsos como los indios confundieron el mal
moral y el mal físico; bí al menos no supieron distinguir
bien e n tre uno y otro, esto nada prueba contra nosotroB,
porque decimos: Ved si los reformadores han sido m u ­
cho mas felices que este pueblo. Y sin em bargo los parsos
estaban sumidos en las tinieblas de la m u e rte , mientras
los doctores del siglo X V I estaban rodeados de los mas
vivos rayo9 de la verdad.
En todo el m ando antiguo vemos al hombre buscar
la verdad. Si nadie la encontró por s u b propias fuerzas,
porque es necesario que sea dada á la c ria tu ra , se h i­
cieron al menos grandes esfuerzos para llegar á ella.
El hombre pues enteram ente corrom pido, despojado de
toda facultad espiritual, no aspira, ni puede aspirar é
la poáesion de la verdad. La buscó sin duda demasiado
en el mundo fenoménico; sabemos que arrastrado hacia
la tie rra , solo de tarde en tarde volvía el espíritu sus
miradas al cielo; pero si descubriéramos que un solo
hom bre se hubiera elevado hasta allá, desde entonces
quedaría probado que siem pre hubiera podido, sí asi Jo
quisiera; desde entonces también quedaría dem ostra­
da la libertad.
LA SIMBÓLICA. 115
Nos pinta la historia con infinitos m atices el carác­
ter religioso y m oral de los individuos. Desde las m ayo­
res abominaciones hasta la mas tierna piedad, encontra­
mos en todos los grados imaginables unos ejemplos d ig ­
nos de sorpresa. |Y no veríamos en este fenómeno mas
que el efeclo de una libertad puram ente exteriorl ]Y re ­
chazaríamos la libertad moral! ¿Por qué dos hombres co­
locados en iguales circunstancias han sido tan diferentes
en costumbres y sentimientos? Si se « trib u y e á Dios la
causa de todas fas cosas» asi del mal como del bien. este
hecho no prueba mas, es verdad, sino que el hom bre caido
posee todavía facultades religiosas, cuyo empleo ha q u e ­
dado á su libertad; pero en la suposición absurda de quo
Dios lo hace todo, asi el m al como el bien, dejamos des­
de entonces de hablar de lo justo y de lo injusto, del
crimen y de la v irtu d ; coloquemos pues en la esfera de
sueños, la idea de Dios y la nocion del m érito y del de­
mérito.
Asi q u e la historia confirm a la doctrina católica b o -
bre el pecado original; porque manifiesta hasta la evi­
dencia que el hombre posee aun la libertad y la im á-
gen de D ios; que todos sus pensamientos y acciones no
ton pecado y condenables; que no tiene eo fin solamen­
te la facultad de hacer el m a l, como lo aseguran los slm -
bolos luteranos.
§. V III.

Doctrino reform ada sobra el pecado original.

Los reform ados, no avaniaron tanto como los lute­


ranos eo su doctrina sobre el pecado original. Produci­
do, ó al menos formulado por Calvino, todo el sistema
de aquellos ha sacado grandes ventajas de los errores
enseñados por loa primeros reformadores. E l sabio Gal-
vino se manifiesta alguna vez menos injusto hácia los ca­
tólicos; frecuentem ente refiere nuestra doctrina con mas
116 LA SIMBÓLICA.
Gdelidad: sobra lodo procede con mucha mas circuns­
pección que el padre de la reforma. Del interno modo
que trajo mas cerca del cristianismo los principio* de
Zuinglio sobre la E ucaristía, él también6fí acercó mas 6
la verdad sobre el punto de que se trato. Sin em bar­
go esta vuelta á la verdad , aunque hubiera tenido
efecto (porque las mas veces aun quedó Calvino aferra­
do en sus añejas preocupaciones), esta vuelta hácia la
verdad fue comprada casi siempre ó precio de la cla­
ridad y de la .precisión en las ideas; y si se ven con rego­
cijo desaparecen algunos errores la incertidum bre y Que-
tuacioa que los reemplazan es mas aflictiva q u e ellos.
Calvino se expresa con diversidad sobre el pecado de
origen. E n nlgunos lugares dice pura y simplemente que
la imágen de Dios ha sido destruida por el pecado (1),
y en otra parte explica asi la misma doctrina: E l hombre
d ic e , de tal modo ha sido desterrado del reino de Dios,
que todo lo que dice relación á la vida bienaventurada del
alm a está en él extinguido (2), y no recibe sentido para
la» cosas divinas m as que en la nuevd creación en Je­
sucristo (3).
En otros pasajes al contrarío, enseña que la imágen
de Dios no ha.sido completam ente aniquilada, sino des-
Ggurada, m anchada y horriblem ente m utilada (4). En

(1) Calvin. Jnstit. 1. n i , c. 2 , n. 12. «Denique sicut


primi hominis defectione deleri poluit ex ejus mente et
anima imago Dei &c.»
(2j Calvin. In stitu í. 1. i i , c. 2 , §. 12, p. 86. «Unde
fiequitur, ¡ta exulare k regno D ei, ut quaecumque ad bea-
tam aiiimae vitam spectant, in eo éxtincta sint.»
(3 ) C a lv in . I n s t i t u t i 1. m , c . 2 9 , § . 2 ^ p . 3 5 3 . « A c ne
g lo rie to T , q u o d v o c a n ti et u ltr o se o ffe re n ti s álte m ré s p o n -
d e r i t , n u lla s ad audienduim esse a u r e s , n u il os ad v id e n -
d u m o culo a a ffir m a t ( D e u s ) , niBÍ quoB ipse íe c e r it .»
(4) Calvin. Jn$litut. 1 . 1 , c. 15* §. fc, p. 57: «Etsi de^-
mus non prorsus exinanitam ac deletam in eo fuiste Dei
LA S12UJ1ÓUCA. 117
cuanto á la» fuerzas espirituales del hom bre caído, no­
tamos la misma incertidum bre 6 incoherencia de opi­
niones. Jam ás, dice Calvino, ba podido el =hom bre ser
despojado ni de la razoti (ralio> inlcih clu s), ni de ia vo­
luntad (voluntas); porque estas dos facultades constitu­
yen la diferencia característica entre el hom bre y el
bruto (1). En las artes liberales y m ecán icas, y en ge­
neral en las ciencias puram ente h u m a n a s, l;i razón
(ó mas bien el entendimiento) ha dado un vivo brillo, y
desarrollado una admirable actividad en tre los paganos.
Aquí el reformador da un ataque vigoroso contra el
desprecio que afectaban los luteranos hácia la 6losofla (2).
Pero cuando llega á hablar de tas fuerzas religiosas y
momles, al punto vemos reaparecer la mas extraña in-
certidum bre. Relativamente al conocimiento de Dios,
no duda que de tard e en tard e se hayan conocido algu­
nas verdades aun entre los g entiles; lo cual parece
suponer que no admite la extinción de las facultades su­
periores (3). Pero muy pronto se desvaneció una espe­
ranza tan dqlce; porque añade que si en la noche p ro -
imaginem, sic tamen corrupta fuit, u t, quidquid superest,
horrenda sit de[brmitas. — E rgocum Dei ¡mago sit inte­
gra natura: hum ans praestantia, quae refulsit in Adam ante
defectionem , postea sic vitiala ac propc deleta, u t nihil
ex ruina, nisi confusum, mutilum, labeque iníectum s u -
persit etc.*
(1) Calvin. Insíit. 1. 1 1 . c. 2. § . 12. p. 86.
(2) Loe. cit. §. 15. fol. 88: «Piuteat n o s ta n t» ingra-
titudinis, in quam non inciderunt EUinici poetse , qui et
philosopbiam, et leges, et bonas omnes artes deorum in -
vénta esse confesai slmt.»
(3) Loe. cit. §. 12. fol. 8G: «Hoc sensu dicit Joan-
nes, lucem adhuc in tenebrie lucere , sed á tenebris non
comprehendi: quibus verbis utrumque clare exprimitur,
in perversa et degenere bominis natura m icare adhuc
scintlllas, q u a ostendant, rationale esse animal et á b ru -
tis di (Ierre.»
118 LA SIMBÓLICA.
funda hace Dios brillar algunos resplandores es á fio de
poder condenar A los hom bres por su confesion propia
haciéndoles imposible toda excusa (1). En eu consecuen­
cia atribuye estas débiles Iuce 8 no 6 las Fuerzas de la
inteligencia hum ana, sino á una acción extraordinaria de
Dios sobre algunos hombres. En otro lugar dice que el
cuidado de la reputación tiene b u raiz en el p u d o r, y
este en un sentim iento innato de justicia y de virtud;
sentimiento que abraza un principio religioso (2). Le
preguntam os pues cómo conciliar estos dos pasajes.
Asi vemos en el apóstol de Ginebra á la razón en pugna
con el ciego sentim iento; pero bien pronto despues de
una lucha de algunos instantes alcanza el sentimiento
una completa victoria.
Tal es con co rta diferencia la doctrina de Calvino
sobre los fenómenos del mundo moral antes de Jesu­
cristo. Para establecer la libertad del hom bre caido te ­
nían costumbre los católicos de manifestar á los sabios
de la antigüedad; enseñaban despues que en muchas cir­
cunstancias ha fortificado Dios visiblemente á los genti­
les por una gracia concedida en vista del Salvador (3).
Pero ¿cómo explica Calvino las virtudes practicadas en
el paganismo? Con semejantes ejem plos, dice, fácil­
mente puede uno ser inducido á e rro r; porque muchas
veces tiene la gracia un efecto puram ente coercitivo, es
decir, frecuentem ente no purifica ni fortifica el interior

(1) Loe. cit. § . 18. fol. 8 9 : «Pnebuit quidem illis


Deus exiguum divinitatis s u s gu stu m , ne ignorantiam
¡mpietati obtenderent: et eos interdum ad dicenda non-
nuil a impulit, quorum confessione ipsi convincerentur.»
(2 ) L . c. I. i .c . 15. n. 8 .
(3) La Constituí. Unigénitos (Harduin concil. tom. xi,
fol. 1635) desecha la proposicion: n. xxvi. «Nuil®
dantur gratiffi , nisi per fidem.» u. xxix. «Extra eccle-
•iam milla conceditur gratia.» Por fide» es preciso enten­
der la fe en Jesucristo.
LA SIMBÓLICA. 119
del hombre; bído que Bolamente im pide por una fuerza
mecánica que se produzca el mal exteriorm ente (1 ).
Asi la virtud de los paganos no ha podido ser ma9 que
hipocresía, 6 el efecto de una gracia que hubiera con­
centrado el mal en su corazon sin hacerlos mejores (2 ).
Si pues habla el reform ador de la inteligencia y de la
voluntad como distinguiendo al hom bre del b ru to , no
cree sin embargo que despues de su catástrofe haya
conservado el hom bre facultades religiosas y morales.
Sin embargo por ex trañ a q u e sea la doctrina de Cal­
vin o sobre el pecado original (3)» no cayó en tan g ra u -

(1 ) Calvin. Inst. 1. n . c. 3. § . 2, fol. 9%; «Exempla


igitur ista monere nos videntur, ne hominis naturam in
totum -vitiosam putem us.... Sed hic succurrere nobis d e-
bet, ínter illam natur® corruptiopem esse nonnullura Dei
gratis locum, non qute illam purget, sed intus eohibeat.»
(2) Loe. cit. § . 3. fol. 9 5 : «Quid autem si animas
pravus fuerit et c o n to rtu s, qui aliud potiua quidvis quam
rectitud inem sectatus e s t.... Quamquam hsec certissima
est et facillima hujus quaestionis solutio : non esse istas
communes n a tu ra dotes , sed speciales Dei gratias, quas
varié et meertum modum profanis alioqui hominibus dis­
pénsate
(3) Calvin. In stitu í. 1. II. c. o. n. 19: E n este lugar
habla Calvino al intento del caminante presa de los ladro­
nes, y socorrido por el sam aritano. «'Ñeque enim dim i-
diam homini vitam reliquit Dei verbuin , sed penitus ia-f
tcriis9e docet, quantum ad beatas vita» rationem.» Se sabe
que los católicos se valían de esta parábola para denotar
que al hombre caido le quedan todavía algunas reliquias
de la vida espiritual. Calvino continúa: uStet ergo nobis
indubia ista v e rita s, quae nullis machina m entís quatenus
fieri potest: mentem homínis sic alienatam prorsus k Dei
justilia, u t nihil non ¡mpium, contortum , faedum, impu-
rum, flagitiosum concipiat, concupiscat t moliatur : cor
peccati veneno ita penitus delibutum, u t nihil, quam cor-
ruptum fietorem e fila re qut-at.»
120 LA SIMBÓLICA.
des extravíos como los luteranos. Cuando dice que la
razón y la voluntad subsisten en el hom bre caído , en­
tiende el poder de conocer la verdad y de elegir el bien.
E n efecto , si en un gran núm éro de pasajes parece des­
tru ir hasta la facultad, declara eü otros que no habla
entonces mas que de la voluntad actual, pero no del libre
albedrío (1). Asi la opinion de Victorino Strigel rechazada
por los luteranos parece ser la de los calvinistas.
En consecuencia de estos principios, estableció Cal-
vino sobre la concupiscencia casi la mi*ma doctrina que
las confesiones de fe luteranas (2). Solo que no se sirve
tan arbitrariam ente de este térm in o teológico, y proba­
blem ente esta es la razón por que los símbolos reform a­
dos no le emplean sino m uy rara vez (3f. En cuanto ó es­
to s símbolos, Be les puede dividir en muchas clases;
porque los que han sido redactados bajo la inmediata
influencia de Zuinglio, 6on m uy diferentes de aquellos

^1) J n stit. lib. ii. c. 3. n.-G: «V oluntatcm dico abo-


le n , non quatenus est voluntas; quia in homini9 conver-
sione integrum m anef, quod primee est naturte: creari
etia m nouam dico, non u t voluntas esse in c ip ia t, sed u t
ve rta tu r e x m ala in bonam. Haec in solidum & Deo fieri
affirmo. Cfr. loe. cit. c. 5. 16. en donde concede que lo
bien hacho por nosotros puede ser llamado nuestro; por­
que, dice, la voluntad nos pertenece.»
(2) Loe. cit. lib. ii. c. 1. n. 8 : «Ñeque enim natura
nostra boni tan tum inopset vacua e st; sed malorum om-
nium adeo fertilis et ferax, ut otiosa esse non possit. Qui
dixerunt esse concupiscentiam , non minis alieno verbo
usi s u n t, si modo adderetur [qüod minime conceditur ¡I
plerisque, saber por los católicos), quidquid in homine est,
peccatum e s t , ab intellectu ad voluntatem , ab anima ad
carnem usque, hac coacupiscentia inquinalum refertum-
que esse.»
(3) Nosotros no nos acordamos de haberlo léido en
otra parte mas que en la Confesión anglic . art. ix.
p. 130.
LA SIMBÓLICA. 121
en que respira el espíritu de Cnlviuo. E n lo confesion
tetropolilana no está tratada en particular la cuestión
del pecado de origen; está solo desflorada en el artículo
de la justificocion.'M as tard e harem os conocer lá causa
de este silencio, cuando expongamos la doctrina de
Zuinglio sobre et punto de que se tro tu. Las confesiones
helvéticas mas antiguas (In U y 1 1 1 ) se expresan con
mucha mas reserva sobre la talta p rim itiv a; y sin duda
tendríamos motivo de felicitarnos por esto, si tal reserva
no hubiera sido mandada por los mismos motivos que el
silencio de la confesion de las cuatro ciudades ( 1 ).
O tro tanto sucede con la confesion anglicana: por
todas partes evita con cuidado lo que pudiera darle un
carácter de origiualidad (2 ).

(1) Confeti, helvet. ll, c ..x m . p- 9 5 : «A tque hsec


Iue9, quam originalem vocant, genus totum sic pervasit,
ut nulla ope irse íilíua ínimicusque D e i, nisi divina per
Christum curari potuerit. Nam si quid bou® frugis su­
perites est, vitiís nostris assidue debilita tum in pfejus ver-
git. Superest enim malí vis > et nec rationejn persequi,
nec mentís divinitatem excolcre sinit.» (¿Qué es esto sino
m«nlM divinitas?) Confest. helret. m . e. 2. p. 103: «Con­
fite mu r, hominem ab initio secundum Dei imaginem et
justitiam et sanctitatem k Deo integre factum. E st autem
sua aponte lapsus in pecatura, per quem lapsum totum hu­
man um geryps corruptum ct damnationi obnoxium factum
sst. Hinc natura nostra vitiata est, ac in tantam propensio-
nemad peccatum devenit u tn isi eadem per Spiritum-San-
ctum red integre tur, homo per senihil boni faciat, aut velit.»
(2) Confess. anglic. art. ix. p. 129: « Peccatum ori­
gínale non est, u t labulanlur pelagiarti, ín imilatione si­
ta n , sed est vitium et depravatio naturio cujuslibet homi­
nis ex Adamo naturaliter propagati, qua f i t , u t ab origi-
nali justitia quam longissime d istet, ad malum sua natura
propendeat, et caro semper ad versus spiritum concnpis-
cat, unde in qnocjue nascenlium iram Dei atque damna-
tionem meretur.»
122 LA SfMBÓUCA.
La prim era confesión helvética al co n trario , asi co­
mo las de los reformados franceses, de los belgas y es.
coceses, ensena expresam ente que el hombre caído está
degradado en todo su ser (1). Sin em bargo notamos en
estos escritos la misma indecisión é incertidum bre que
en Jos de Calvino. En Gn,el primer símbolo de los sui­
zos tacha de maniqueisrao la propo9ic¡on avanzada por
los lu teran o s, de que el hom bre caído no possee ni in­
teligencia ni voluntad para el reioo de Dios (2).
Detengamos todavía un momento nuestras miradas
sobre el fenómenu siguiente. Según los símbolos refor­
mados, las faltas actuales no son mas que los frutos del
mal h e re d ita rio , y su manifestación sucesiva en casos
particulares. P ara ellos también el pecado de Adam es
el solo pecado; es la fuente única en que beben todos
los m ortales sin agotarla jamás; fuente infinita, siempre
viva, que se alim enta de sus propias aguas; pecado activo
que obra sin cesar y quiere reproducirse siem pre á la

(1) Cónftsi. helvet. i. c. v m , re. p. 1 6 e t seq* Gall.


c. x . — xi. p. 114. Scot. art. m . p. 146. Belg. c. x ir.
p. 178. Aunque conduce por otros motivos que la confe­
sión tetrapolitana , la de Ungría pasa en silencio el peca­
do original. En cuanto á laa vacilaciones, á las incoheren­
cias de la doctrina de que hemos hablado en el texto, la
prim era confesion helvética presenta un gran número de
ella9 r para que nosotros pudiésemos referiros en partí'
cular. Por una parte el símbolo de los belgas dice que
por el pecado el hombre ha sido enteramente separado
de Dios; por otra le concede alguna semejanza con su
autor, algunos ligeros vestigio» de los dones primitivo».
(2) Helvet. i. c. ix. p. 19: «Non sublatus est quidem
homini intellectus, non erepta ei voluntas , et prorsus in
lapidem vel truncum est com m utatus__ » p. 2 1 : «Maní'
cheei spoliabant hominem omni actioue , et veluti saxum
et truncum faciebant;» lo que solo puede aplicarse á la
doctrina luterana, puesto que el símbolo realza hasta las
expresiones de ella.
LA SIMBÓLICA. 123
luz (I). Entonces sin duda estaban los católicos m uy en
derecho de objelnr que según esta doctrina todos los pe­
cados deberían ser semejantes en sí; porque en este falso
realismo, la persona está absorbida en la naturaleza y
el individuo en lo universal. ¿Por qué pues todos los m al­
vados no son igualm ente p arricid as, a d ú lte ro s, lad ro ­
nes, envenenadores? No podéis, continúan los católicos,
explicar está diferencia por el uso diferente de la lib er­
tad : en vuestros principios el mal prosigue su acción
necesariamente, y encuentra en el cristiano un in stru ­
mento dócil y pronto á todos los crím enes. Tal hom bre
es compasivo, bienhechor, justo , virtuoso, m ientras que
otro no respira ó gusto mas que sobre un monlon de
Tuinas; no puede atribuirse mas que á la casualidad, y el
uno no es menos malvado que el o tr o ; solo el pecado
igual en todos se manifiesta en el segundo de una m a­
nera mas terrible. La prim era confesion helvética re ­
chaza estas consecuencias, y llega hasta, condenar á los
jovinianistas, á los pelagianos^y estoicos que enseñaban
la identidad de todos los pecados (2); pero ella misma
no puede distinguirlos mas que por su manifestación ex­
terior. No expondremos en particular la doctrina de los
símbolos reformados sobre la concupiscencia, porque no
se diferencia esencialmente de la de I09 luteranos. En
cuanto A la m uerte corporal, también enseñan tos cal-*
vinistas que es la consecuencia del pecado (3).

(lj Confeti* belg. c. XV. p. 179.


(2) Confets. helvet. 1 . c. v ln . p. 17.
(3) Conf. belg. c .x tv . p. 178 : «Quo morti corpore®
et spirituali obnoxium reddidit.» H elvtt. 1 . c. v m . p. 17:
«Per mortem i taque intelligimus non tantum corporea m
mortem etc.»
124 LA SIMBÓLICA.

§. IX .

Sentimiento J i Zuinglio n itr o el pocailo origio» I.

P ara ilustrar algunos puntos de doctrina en los s(m.


bolos reform ados, exponemos como suplem ento la opi­
nion de Zuinglio «obre el pecado original. No solamen­
te pretendió eBte atrevido reformador encontrar en la
E scritura santa la clara nocion del mal hereditario, Bi­
no aun explicarte de una manera psicológica; tentativa
infinitam ente superior á bus fuerzas y ante la cual ven­
drán á estrellarse siempre todos los esfuerzos de la sabi­
du ría hum ana. P o r de pronto hace una inconveniente y
fría burla: la formación de la m u jer, dice, fue de mal
presagio para el futuro esposo. No habiéndose dispertado
Adam mientras Dios sacaba á Eva de una de sus costi­
llas, desde este momento fue claro que podía fácilmente
ser engañado: Entonces viendo el demonio la sencillez de
la m ujer y al mismo tiempo el espíritu de intriga que
se dispertaba en ella, fortificó el deseo que habia con*
cebido de jugar una pasada ó su querida m itad; despues
le facilitó los medios de salir bien en esta em p re sa : de
aquí el pecado original.
Despues de haberse divertido asi con el pecado, aña­
de nuestro au to r con tono Bcrio: por la tentación de Sa­
tanás no menos que por sus promesas, C9 fácil ver que
el amor propio*ha sido la causa de la desobediencia de
A dam , de donde se sigue que toda la miseria humana
dimana del orgullo. Según pues una ley constante del
mundo fenoménico, toda causa produce un efecto seme­
jante á sí m ism a; por consiguiente, despues de la caída
todos los hombres nacen con el amor propio, sola causa
del mal moral. Según esto define Zuinglio el pecado
original, que en g( mismo no eB pecado, la ¡nclinacioo,
la propensión que nos lleva al m a l; en seguida tra ta do
LA SIMBÓLICA. 125
«clarar esta definición cou la comparación siguiente:
Un lobo jó yen es lobo por toda su n atu raleza, es d e ­
cir, su ferocidad n atu ral le inclina á devorar las ove­
jas; y aunque todavía no huya devorado ninguna, le
matan los catadores como si fuera un lobo viejo; por­
que no igooran que com enzará 6U6 estragos inme-t
dia la mente que tenga fuerzas. Asi las disposiciones
(rotúrales constituyen en él el pecado 6 vicio h ered ila-
rio; y la Tapiña que tiene b u raiz en estas disposiciones,
es llamada con propiedad pecado, m ientras que el p ri­
mero no puede considerarse coreo una falta im puta­
ble (I). Por una parte esta explicación nada a c la ra ; y
por otra es m uy conforme 4 ) espíritu del protestantis­
mo- Por de pronto nada ex p lica^p o rq u esi el pecado o ri­
ginal tiene su causa en el am or propio, este estaba ya
en el corazon del hom bre antes de b u caida, y no ba
hecho mas que producirse exteriorm ente por el pecado.
Por otra p a rte , el reform ador considera el orgullo, éste
fruto del árbol prohibido, como una disposición natural
al hombre; no es pues una herencia de Adam; luego
tiene á Dios por au to r inmediato. Y h é a q u l por qué es-

(1) Zuinglii de P eccat. o rig . declar. Opp. tom. 11 . fol.


117: «Quam ergo tándem causam tan imprudentis facti
aliam esse putemus quam amorein sui? etc. Habemus
nunc prevaricationis fontem <ptXaurixv scilicet, hoc est sui
Ipsius am orem : ex hoc manaYit quidquid uspiam est m a-
loruiri ínter m oríales. Hoc mortuus jam homo filios dege­
neres procrearvisse 11 e uti quam cogitandus est: non m a-
gis.quam quod ovetn lupus au t corvus cygmim p ariat.....
Est ergo.ifita ad peccandum a more sui propensio. perca­
tara, origínale: qpae q^idem propensio nop est proprie
peccatum sed fons.quidem et ingenium. Exemplum Redi­
mas de lupo adhuc catulo...., Iogeniupa ergo est peccatum
sive \itiüm origínale: rapiña vero péccatum quod ex in­
genio dim anat, id ipsum peccatum actu est quod recen-
tiores actúale vocant, quod et proprie peccatum est.»
126 LA SIMBÓLICA.
ta explicación está enteram ente en loa principios del pro­
testantismo. A tribuyendo ¿ Dios la causa del m al, ha­
ce de loa pecadoa actuales loa vástalos necesarios, las for­
mas visibles de las disposiciones naturales; lo que se ve
claram ente por el ejemplo del lobo jóven, que privado de
toda libertad, no puede resistir al instinto. A si'el pecado
original no constituye un verdadero pecado; Hiño que es
un vicio inherente á la naturaleza humana. Zuinglio cae
en una contradicción manifiesta, cuando enseña que 1q«
pecados actuales son verdaderos pecados; porque en su
sistema no son mas que el desarrollo necesario de las in­
clinaciones que el Criador ha puesto en nosotros. P or otra
p a rte , si no hubiera considerado ningún crim en como
im putable al hom b re, habría sido mas Bel á b u s p rin ­
cipios sobre el origen del mal.

C A PITU LO III.
Contrariedades en la doctrina de la justificación.

§. X .
EiposieioD g en e ra l de la m an era con «]'u» el (som bra le ju s tific a Rcgun
la.» di Terenlcs c o o fc iio u e l de fe.

La diferencia de sentimiento sobre la caída de la


hum anidad debe ejercer la m ayor influencia sobre
la doctrina de la reparación. Sin em bargo, debemos
tra ta r este ponto eo p articu lar; y reclam a tanto mas
toda nuestra atención, cuanto que los reform adores ha­
cían consistir^au m ayor m érito en la pretendida co rrec­
ción del dogma sobre esta materia. Reconocían que sus
adversarios habrían salido victorioso» del com bate ai
hubieran alcanzado el triunfo en el artículo de la ju s­
tificación (1). El mismo L utero dice (T isc h re d e n ): Si
(1) A rt. Sm alk. Para. n . § . 3. Cf. Sol. Dec. ni.
p. 653.
LA SIMBÓLICA. 127
«fe capitulo llega á c p e r, hemos concluido p a ra siempre.
Exponemos desde luego en general la doctrina de
las diferentes confesiones, entrando despues en todos loa
detalles propios para ilu stra r nuestro objeto.
Hé aquí lo que enseña el concilio de Trento. Des­
terrado el pecador lejos de D io s, despojado de todo
mérito, es llamado al reino de los cielos por In pura
misericordia divina (1). E ste llam am iento q u e se le ha­
ce en vista de Je su c ris to , no solamente se anuncia á él
de una manera exterior por la predicación del evange­
lio; sino que obrando sobre su alm a el E sp íritu Santo,
despierta sus facultades mas ó menos adorm ecidas en
el sueño de la m uerte , le impele á unirse á la fuerza de
lo alto para volver á una vida nueva y restablecer sus re ­
laciones con Dios. El pecador es dócil á esta voz del cie­
lo, el prim er efecto de la virtud divina y de la actividad
humana es la fe en lo palabra de Dios. Conociendo
entonces la existencia de u d mundo su p erio r, cree en
él con una certeza plena y e n te ra , de la cual jam ás
habia tenido presentim iento, Las prom esas y verdades
(1) Concil. Trident. sess. vi. c. 5 : «Declarat p r s -
terea, ipsius justificationis exordium in adultis k Dei per
Christum Jesum preveniente gratia summendum esse,
hoc est, ab ejus vocatione , qua nullis eorum existentibus
meritis v o can tu r; u t qui per peccata k Deo aversi erant,
per ejus excitantem -atque adjuvantem gratiam ad conver-
tendom gead suam ipsorum justificationem , eidem gra­
tis libere assentiendo et cooperando dlsponatur; ita ut
tangente Deo cor hominis per Spiritu 9 Sancti illuminatio-
n em , meque homo ipse omnino nihil agat, inspirationem
illam recipiens, quippe qui illam et abjicere potest, ñe­
que sine gratia Dei movere se ad justitiam coran» illo li­
bera sua volúntate possit. Unde io sacris litte ris, cum
dicitur convertimini ad m e, et ego convertar ad vos, l¡-
bertatÍ9 nostr® admonemur. Cum respondem us: Con ve r-
te&os Domine ad t e , et cottvertem ur, Dei nos gratia p r tt- ''
venir i confiteiriur.:»
128 LA. SIMBÓLICA.
sobrenaturales que le son anunciadas, y sobre todo (a
noticia de que Dios ha amado lanío al m u n d o , que dió
por él á su H ijo u n ig én ito , todas estas verdudes con­
mueven y. quebrantan al pecador. Comparando lo que
es con lo que debería ser según La voluntad divina, llega
aL verdadero conocimiento de si mismo , y concibe el
tem or de I09 ju ic io s de Dios. Desde este m om ento, se
vuelve hácia la m isericordia divina, esperando obtener
el perdón de sus pecados. En vista de la infinita bon­
dad , se encienden en su corazon algunas chispas ds
am o r; se despiertan en su alma el odio y la detestación
del pecado, conviértese en penitente (1). Asi es como
por la acción del E sp íritu Santo y la del lihre con­
sentimiento se prepara la justificación. En efectó, b í el
hom bre queda fiel á la santa obra comenzada en s í , el
espíritu divino perdonando sus pecados, derram a en su
alma lu gracia santificante y el am or do Dios, y desde
entonces renovado interiorm ente y libre de la escla­
vitud del dem onio, comienza á vivir una nueva vida;
b u s acciones son puras y agradables á Dios, cam ina de
justicia en justicia , y por los m éritos del Salvador se
hoce heredero del reino de los ciclos (2). Sin embargo,
(1) Loe. cit. c, 6 ; «D isponuutur ad ipsam justitiam,
dum eicitati divina gratia et adjuti, fiüem exanditu e x ­
cipientes, libere m oventur in Deum crcdentcs vera esse,,
quae dívinitua reveíala et promissa sunt, atque illud im­
p rim ís, k-Deo. ju&tiücari impium per gratiam ejus per re-
demptionem , qus& est in Christo íesu et dum peccatores
se inteligentes, a di vinas jnstitiae timorc, quo ulilHer con-
cu tiu n tu r, ad considerandam Dei misericordiam se con-
vertendo inspem eriguntur, fidenteg Deum sibi propter
Ghrislum.propitium fore, illumque tanquam omnis justitía
fontem , diligere incipiunt, ac propterea ,moventur ad-
versus peccata per odium aliquod et detestationem etc.»
(2) C o n c ilT rid e n t. sess. v i, c. 7: «H anc dispositie­
ne m, aeu prseparationem justifica tío ipsa consequitur qu®
non est sola peccatorum rem issio, sedet sanctidcatio «tre-
LA SIMBÓLICA. 129
el hombre justificado no posee sino uno revelación p arti­
cular, la plena cerlcza de pertenecer al número de
los elegidos.
Los símbolos luteranos ee explican de esta manera
tabre la justificación : Cuando el pecador es am edren­
tado por la predicación de la ley, le ensefla entonces el
Evangelio la consoladora n u e ta de que Jesucristo es el
Cordero de Dios que lleva los pteados del m undo. Lleno
ti corazon de te rro r y espanto, abraza por la fe única
que justifica los méritos del Sabedor. A causa de estos
méritos declara Dios ju 9to al fiel sin que realm ente lo
sea; y aunque reputado inocente y á cubierto de la pena,
subsiste aun en él la falta original. P ero si la fe ju sti-
lica delante de Dios, siu embargo do queda boIu ; por­
que la santificación se une ¿ la juslifícucion, y la fe se
manifiesta por las buenas obras que son sus frutos.
Aunque estrecham ente unidas e n tre sí la juslilicacion
y la gantiücacion no deben confundirse de otro modo
no se podría tener ninguna certeza ni del perdón de los
pecados ni de la salud e te rn a ; certeza q u e es una cua­
lidad esencial de la fe cristiana. En lin toda la obra de
Id regeneración pertenece 6 Dios solo. El hombre no
tiene en ella la menor parte. N o solamente precede ni
velo del hombre la operacion divina , sino que el E spí­
ritu-Santo es exclusivamente aclixo: asi pues toda la
gloria es para Dios y nada para el hombre (1).

novatio interioris hom inis per voluntariam susceptionem


g ra tis etd o tio n im , unde hom o ex yijusto tit ju s tu s , ct ex
iiiimico am icus u t sit hacres secundum spem vita; ¡eter­
na:...... Ejusdem sanctissimae passionis m érito p er S p iri-
tum Sanclum charitas Dei difl'unditur in cordibus eorum ,
qui justifícantui' etc.»
(I) Solid. Declar . v* de Lege et Evangel. §. 6 . p. 678:
«Peccatorum cognilio ex lege est. Ad salutarem verb con-
versionem illa poenitentia, quae tantum contritionein lialiet,
non siiHicit-. sed necease e st, u t Pides in Chrislmti accc-
l'. c. — t . vi. í>
130 Í.A S I M B Ó L I C A .

Aunque en el fondo esten de acuerdo los rtform a-


mados con los luteranos, observamos sin em bargo algu­
nos diferencias en lo« símbolos de e6lasdcw comuniones.
Sogmi Calvino, la función de dispertan en el hom bre el
Ki'iilimiento tic su culpabilidad, no perlenccc clám en le
u la ley; des'te el principio, d ice, concurre el Evange­
lio á la justificación del pecador; de suerte que instruido
gobre su estado por la misericordia divina pa sa de la fe
á la penitencia (1). Eu el mismo lugar se levanta fuer-

dat, cujas mcritum, per dulcissimam et consolation¡9 ple-


nam Evangelii doctrinain ómnibus rrsipiseeutibus peeca-
torilms olferlur : qui per legis doctrinam perterriti et
prostrati sunt. Evangelium enim rcmissíonom peccatorum
non securis m entibus, sed perlurbatis et vere pasnilenti-
bus anuntiat. E t nc contritio et terrores legis in despera-
tionuin vertanlur, opu9 est prxxlicationu Kvaiigelii: ut sit
pocniU-utia ad solutein.» Apolog. iv. §. 45. p ( 87: «Fides
illa, de qua loquim ur, e iistit in pceuitentia, hoc est,
concipitur in terroribus consclentiíc, qua; senlit iram Dei
adversus nostra peccata et quacrit remissionein peceato-
rum et liberar» a peccato.» Apolog. iv. de jn slit. § . 26.
p. 76: «Igitur sola fide justificamur, ¡ntelligendo justifica-
tionem .ex injusto justum eflici, seu regeneran.» §. 19.
p. 72: «Nec possunt acquiescere perterrefacta corda . si
sentiré debent se propter opera prtfpria, aut propriam di-
lectioneni, aut legis im pklionem placere , quia hseret in
carne peccatum, quod semper accuaat nos.» §. 25. p. 75:
<(Dilec:tio ctiani el opera sequi lidem delient, quare non
sic tíxcluduntui , ne sequantur , sed liJucia m eriti dilec-
tionis autoperum in justificalione excluditur.»
(1) Calvin. Instituí. 1. iu .c . 3. §. 1. ful. 209: «Proxi-
raus autem a íide ad poenitcntiam erit traiisilus; quia hoc
capitc lione coquito, melius patebit, quoinodo sola fide et
mera venia justilicatur homo, nc lumen a justitiffi imputa-
tiene separetur realis (ut ita luquar) >it® sauetitas, pecni-
tunliam vero non modo fidem continuo subsequi, sed ex
ea nasei, extra contvoversiam esse d e b e t.— Quibus aur
ten» vidutur, lidein potius preceder® pipnitenli® , quam
I.A SI»1BÓI.£CA. 131
Icmentc contra los que enseñan otra doctrino. A que­
llos, ciclam n, no saben lo que es la fe. quienes no ven
en ella el orfgiii del arrepentí míenlo, y del «ambio de
vida. Que el doctor de Ginebra esté en su derecho h a ­
ciendo esta inculpación á los luteranos , es lo que se
demostrará ciar ¡símilmente en seguida; porque veremos
que tiene de la penitencia una iden opuesta á la de L u­
tero ; y que establece una alianza mas íntim a entre la
justificación y la santificación.
Hé aquí una contrariedad mucho mas im portante.
Hemos visto que los luteranos desechan la predestina­
ción absoluta; pero según los reform ados, Dios no obra
mas que sobre los elegidos para conducirlos á la ju stifi­
cación.
En fin el discípulo de Calvino debe considerarse
asegurado de su eterna salvación.
Se sigue de todo esto que debemos h a b la r, 1.° de
las relaciooes de la actividad divina con la del hom bre
011 la regeneración; 2 .° de la predestinación; 3.° de In
idea de la justificación según los diferentes símbolos;
1 .° de lo fe; 5.° de los o b ras; 6 .° en Gn de la eerleza
dt: la salvación.
Cuando todoB estos puntos se hayan tratad o en p ar­
ticular, sera fácil abarcar la cuestión de una sola ojeada
y formarse una idea cabal de toda la controversia. Quien
pensase ahora que las contrariedades sobre esta m ateria
no son de b ogante im portancia para justificar los aria-
lomas de la iglesia, verá entonces claram ente que no
podía cam biar su antigua fe contra la nueva doctrina;
y que el dogma católico y el protestante se oponen dia-
uietralmcnle.

ab ipsa. manari vel proferri t- tanquam fructus ab arbore,


niinquam ejus visfu il cognita et nimium leve argumento
üiI id sentieiulum mo ven tur.»
132 I.A SIMBÓLICA.

S- XI.
De las rtlatione* «U la a.rti<i<lnJ di vino j <1* la o tfifiJ tJ b«nuoB ffl li
regeneración, legnn pl «i «lema ciilAliro ¡r el InUrano.

En los principios católicos se encuentran y penetran


en la regeneración dos actividades, la de Difls y la del
hom bre ; por m anera que la regeneración es una obra
divina y hum ana á la vez.
La gracia celc6lial previene al p ecadorj y sin que
pueda m erecerla ni llam aría en su au x ilio , despierta
ella y anima las adormecidas fuerza? del pecador; pero
este debe consentir A la gracia y corresponder á ella
libremente ( l).
Ofrece Dios al hom bre su socorro p ara sacarle del
fondo del abismo; pero el hom bre debe recibir este so­
corro y o b rar con Dios, y ento n ces, y solo entonces es
acogido por la virtud divina y llevado ¿ la a ltu ra de

(1) Concil. T rident. eess. vi. c. v . « .... ut, qui peccata


á D eoaversi e ra n t, per ejus eicitantcm adque adjuvan-
te m gratiam ad convertendum se ad suam ipsorum ju sti-
Ocationem eidem gratín libere assentiendo, ct cooperando
disponantur, ita ut, tangente Deo cor hominis per Spiritus
Sancti illuminationem , neqnc homo ipse omnino niliil
a g a t, inspirationcm illam recipíens, quippe qui illam et
abjlcere potest, ñeque lamen slne grutia Dei movere se
ad justitiam coram illo libera sua volúntate possit. Unde
in sacris litteris cum d icitu r: converlimini ad me , et ego
convertar ad v o s ; liberíalis nos trae admonemur. Cum
respondemus : converte nos Domine ad te , et converlc-
m ur: Dei nos gratia pnevenire coulilemur.» Can. iv: «Si
quis dixerit, liberuin arbitrium a Deomotum etexcitatum
nihil cooperari assentiendo í)co excitanti atque vocanti,
quo ad obtinendam justLQcaticfnis gratiam se (lispoust, ac
prioparet, ñeque posse dissentire, si v e llt, sed velut iná­
nime quoddam nihil omnino agefe, mereque passive se
habere; anathema sit.»
LA SIMBÓLICA. 133
que habia caído. Aunque su acción penetra á lodo el
hombre, el Espíritu Santo no obra de tina m anera ne­
cesitante: y ¿cóm o osí ? porque se prescribe un lím ite
que no quiere tra sp a sa r; y si obrase con toda la pleni­
tud de w fuerza destruiría el orden moral establecido
Kibre la libertud. La iglesia tam bién Ini condenado la
proposición jansenista que dice:*/ira el estado de la n a -
(uraleza corrompida nunca se resiste á (a gracia in ­
terior ( 1 ).
Se ve pues que la doctrina que-acabam os de e x p o ­
ner se desprende naturalm ente del dogma católico so­
bre el pecado original. En efreto-, si la iglesia hubiera
rehusado al hombre toda libertad y facultad para ha­
cer el b ie n , desde entonces no habría podido enseñar
que debe ó brar con la gracia, y qiie sil* fuerzas deben
ser excitadas y vivificadas por el E spíritu Santo. Si el
hombre despojado de la imágen de Dios estaba fuera de
toJa relación con su au to r, no podría en m anera alguna
recibir la gracia justificante; ni la actividad divina en­
contraría mas eco en él que en el animal privado de
razón.
Por o tra p arte no es menos claro que los luteranos

(1) La Constitución do Inocencio X (H ard . concil


lom. xx. ful. 143) rechaza la proposicion n. h : In terio r i
gratiw in sia tu n a tu r a lapsa nunquam r e s ñ t i t n r ; y la
constitución U nigenitus (Hard. loe. c it., fol. 1634), con­
dena lasqu e siguen: n. x m : Quando Deus v u lt anim am
jn lv a m facere, et eam tangit in le rio ri g ra tiw fine m a n » ,
n ulla vo luntas hum ana ei re sistit. n. x v i : N ullm su n t
illecebrce, qn<u non cedan I illeccbris g ra tia : quia n ih il re-
fiilit om nipotenti. n. xix: Dei gratia n ih il aliud est, quam
ejus otnnipn/fitis voluntas : luec est úfftk, quam Deus ipso
nobif tra d it in ómnibus sui* scripturis. 11 . x x : Vera y r a -
tiw idea e i t , quod Den» vull tibi á nobis obediri et obedi-
fur; im pera! et ojnnia fi u v t , loquitur tanquam D ominus,
et ornato sibi tubm issa sunt.
134 LA SIMBOLICA.
no pueden adm itir l;i libro cooperación ; porque segun
su doctrina, el pecado original consiste en In destruc­
ción de In imágen de D io s, es d e c ir, en la extinción de
las facultades que pueden obrar con el E spíritu Sanio.
Enseñan también que (a regeneración es exclusivamente
obra de Dios, que el hombre no tiene en ella la menor
parte. Ya en la célebreilisputa de Leipsick, Bostuvo Lu­
tero este e rro r contra el doctor Eck; comporó el hom­
bre á una üii'rra que puram ente pasiva bajo la mano rli*|
obrero se deja mover en todas direcciones. Después le
«gradó asemejar el hombre á un (ronco, á una piedra,
á un¡i estatua que no tiene n i co razon, n i ojos, ni oí­
dos (1).
E n la escuela de M elanchthon se vió nacer y desar­
rollarse una doctrina menos m ala; y aun sus discípulos
despues de la m u erte de L u te ro , tuvieron el valor ite
defenderlo. Pfeflinger (2) y V ictorino Slrigel (3) levan­
taron el e sta n d a rte ; pero todos sus esfuerzos no produ­
jeron otro resultado que el de em peñar una lucha , en
la cual sucumbieron ; porque el espíritu de L utero a l­
canzó una victoria com pleta, y sua principios y senti­
mientos, todo, hasta sus expresiones, fue consagrado por
los símbolos del partido (4).

(1) Luther in G enes., c. x ix : «In spiritualibus et di-


vinis rebus, quaa ad anini® salutem spectant, homo est
instar ítatu® salís, in quam uxor palriarchae Loth est
conversa, imo est similis trunco et lap id i, statu® vita
carenti, qu<e ñeque oculorum , oris aut ullorum sensuura,.
cordisque usum habet.»
(2) Pfeffinger, Propotilionet de libero n rb itñ o , Lips.
1556.4. Comp. Plank. loe. cit. vol. iv. p. 567 y siguientes.
(3) Plank. loe. t i l . p. 584 y siguientes.
(i) Solid. Deelar. u . de lib. a rb itr.§ . 4-3. p. 644: «Ad
conversionem suam prorsuH nihil conferre potest.» §. 30.
p. 635: aPneterea sacrie litterse homiqis conversionem,
fidem in C hristum , regenerationem , rsnovationem ....
I.A SIMBÓLICA. 13o
Permítasenos citar un pasaje de P ln n k , en donde
este escritor refiere el parecer de Atnsdorf sobre la
operocion divina. « P o r sn pnlabra, dice, y por fu vo-
uliintad obra Dios toda» las cosas en las crin turas* Cuando
*»Dio» quiere y h a b la , la m adera y la piedra Fon llevn-
udas, trobajadna y colocadas cóm o, cuándo y en dórde
»quiere. Del mismo modo cuando Dios quiere y habla
»el hombre se hace penitente, virtuoso y ju sto ; porque
*osi están en la mano y podtír de D Í0 9 la madera y la
upiedra, como la inteligencia y voluntad hum anas; do
»suerte que el hom bre no puede q u e re r nada mns que
»lo que Dios quiere y habla, ya en su bondad, ya en su
»¡ra (1).» ¿Quién no reconoce aquí la doctrina de L u ­
tero? E n cada palabra está embebido el espíritu del
reform ador.Seguu Nicolás de A m sd o rf, la ira de Dios
fuerza al uno al m a l, como su bondad lleva al otro á
la virtud. Asi el espíritu hum ano se ve arrastrado por
una inclinación irresistible á confundir con las le)es g e ­
neróles las relaciones particulares establecidas por e l
mediador entre Dios y el hombre.*
Pero ¿cuál no es el em barazo del libro de la Con­
cordia cunndo se traía do tra e r al infiel é la predicación
del Evangelio? Los absurdo* en que pone esla cuestión
á sus autores'bastarían para haberlos convencido de la
falsedad de su onseñnnzn. Si el hom bre no puede con­
tribuir en nada á su justificación, si ni aun posee la ca­
pacidad de recibir la operación divina; en una pala­
bra , Si para siempre le es imposible todo comercio con
el alelo ¿de qué puede ser culpable el pecador que per-

■impliciter «olí d iv in s operationí et Spiritui Sane tu ad-


scribunt.» En cuanto á la comparación del hombre con
una piedra, ved § . 16. p. 633, y §. 43. p. 6 Vi.
(1) Plank. Historia d tl origen, de los cambios y de
la formación de m u sirá doctrina protestante, tom. iv.
p. 708.
LA SIMBÓLICA.
m.inecc alejado d¿ Dios? ¿.Cuál es ct delito del que no
quiere ni leer la E scritura , ni oír la palabra celestial,
sin lo que no obstante es desterrado para siem pre de la
familia del C risto? Si pues el hombre está destituido de
toda facultad religiosa, el exigirle que oiga la feliz nueva*
es m andarle un claro absurdo. Decidle roas bien que to­
me vuelo y se eleve por los aires; y al m inos com pren­
derá vuestro lenguaje. ¿Cómo pues resuelve la dificultad
el libro de la Concordia? El hom bre caído, dice con gra­
vedad , posee todavía el poder de transportarse de un
punto á otro; y si no tiene 0Í1I09 interiore», conserva lo»
exteriores. No tiene pues quo hacer m as q u e servirse
de sus pies y de sus oídos, y despues si no se convierte
es culpa suya . Asi m ientras el hom bre, según los ca tó ­
licos, posee aun facultades intelectuales y m orales; se­
gún los luteranos (1) los pies han reemplazado á la vo-

(1) Solid. Declar. u . de lib. arbitr. §. 19. p. 636.


Según este sím bolo, el hombre tiene aun la locomaiitam
polentlam ; puede aun externa membra regere. § . 33.
p. CVO. «Non ignoramus autem et enthusiastas ct epicú­
reos pia hac de impotentia et malitia naturalis liberi aíb i-
trii doetrina, qua conversio et regeiieratio nostra solí Deo,
nequaquam autem nostris viribus trib u itu r, imple turpi-
ter ct_ maligne abuti. E t multi impii illorum sermonibus
offensi atque depravati, dissoluti et feri fiunt, atque om-
nia pietalis exercitia, o rationem , sacram lecUonem, pías
meditationes, remiase tractan t aut prorsus negligunt, ac
dicunt: Quandoquidem propriis finia naturalibus viribus
ad Deum sese convertere nequeant, perrecturos se íimÍIU
sua adversus Deum contumacia: aut expectaturos, doñee
a Deo violenter, et contra suam ipsorum voluntatem con*
vertantur etc.» § . 39- p. 042. « Dei verbuúi homo etiam
nondum ad Deum conversus, nec renatus, exlernisauribua
atidire aut legere potest. In ejusmodi enim exterai»rebus
homo adhuc, etiam postlapsum , al iquo mOdoüberu'm arbi-
trium habet, u t in ¡psius pote9tale sit ad caotus públicos
«eclesiásticos aucedcre, verbuin Dei audire vel non audite.»
LA SIMBÓLICA. 137
lurtod; los oídos á la razón, y d cuerpo á la inteli­
gencia.
Los reform adores en general se ven singularm ente
embarazados cuando emprenden señalnr en 6U fistem a
un lugar ¿ lo idea del m érito y del dem érito: esta idea
eterna é indestructible en el entendim iento hum ano, y
sobreda cual descansan , según K a n t, todas las pruebas
da la existencia del ser soberano. Suel h o m b re , dicen,
no puede obrar con D íós, puede a l mcno9 alejar de sí la
operacion divina; lo cual basta para hacerle culpable.
Pero si el hom bre no puede menos de resistir ¿ la g ra ­
cia» si toilos son igualm ente necesitados, ¿ p o r qué el
uno llega á la justificación m ientra» et otro perm anece
endurecido ? No busquemos la causa de esto en la cria­
tura, sino en el inílexible regulador de todas las cosos:
¿I es quien se complace en alejar los obstáculos en el
primer ca so , dejándolos subsistir en el segundo. ¿P ero
costa ría -mas á Dios tra e r é un hom bre al Evangelio
que ó o tro , puesto que todos están bajo el peso de In
necesidad? Sea de esto lo que f u e r e , manifiéstesenos In
fulta del pecador. En una palabra esta doctrina: E l
f>*r..jre no cooperad la g ra c ia , tiene su fundamento
metaffsico en la teoría de L u tero , que hace del espíritu
humano un instrum ento puram ente pasivo e n tre las
monos de Dios. ¿Cuál es pues la consecuencia de lodo
esto? Q ue Dios ha predestinado desde la eternidad A
uaos hombres á la gloria , y á los otros ú la condena­
ción. A si, d u ran te las disputas sinergísticas, los teólo­
gos mas consecuentes del p a ítid o , F ln c ío » Heshusio y
otros, establecieron la predestinación absoluta (1); pe­
ro el libro de la Concordia sacrificó In arm onía del sis­
tema á unos sentim ientos m as sanos (2).

(1) Plank. loe. cit. tom . i v , p. 704 et 707.


(2) Solid. D id a r . „ p. 644: « E tsi autem Domintis
hominem non c o g it, ut co n v crtatu r: qui enim semper
133 LA BIUDÓI.1C
Esforcémonos para penetrar mas en vi dogma pro.
testante. Si el hom bre por la fnlta prim itiva perdió la
inteligencia y la v oluntad, evidentemente en la regene­
ración restableció Dios ni punto estas mismas potencias.
Asi pues dicen los católicos: El prim er erecto de la gra­
cia 08 el d isp e rta r, reanim ar y purificar l;is fuerzas del
h o m b re ; pero los protestantes responden : la fuerfa re.
paradora crea de nuevo las facultades superiores.
Según eato debemos concebir, al menos hasta cier­
to punto , la observación del libro de la Concordia, que
si el Del obra en el desarrollo de la regeneración, no es
sin em bargo mas que auxiliado por su p arle re sta u ra ­
da , puesto que todo J o q u e viene del viejo Adam nada
vale para el reino de lo» cielos (1). Se ve puro que esta
doctrina destruye la identidad del yo humano. E n efec­
t o , ¿córaowl Hbmbre regenerado, el hom bre en quien
so ha obrado una nueva creación , pudiera reconocerse
por el mismo individuo? Por consiguiente en este siste­
ma nada de a rrep en tim ien to , ninguna penitencia se
d escubre; porque difícilm ente se arrepentirían las nue-

Spiritui Sancto resistan!...... ii non convertuntur : alta-


m entraliit Deus hominem, quem convertere decreveril.»
(1] Solidé D a d o r., u . de lib. arbitr. § . 4 5 , p. 645:
«Ex his consequitur, quam primum Spiritus Sanctus,
per verbum et sacramenta opus suum regenerationis et
renovationis in n o v is inchoaverit, quod reverá tune per
virtntem Spiritus Sancti cooperari possimus, ac debea-
niU 9, quamvis multa adhuc infírmitas concurrat. Hoc
vero ipsum , quod cooperam ur, non ex nostris carnalibus
e t naturalibns viribu9 est, sed ex novis illis viribus et do-
nis, qu® Spiritus Sanctus in converaione iu nobis inchoa-
vlt.» Si esas no son palabras al a ir e , este pasaje significa
que por el pecado original el hombre ha perdiJo no una
simple cualidad del entendim iento, sino las facultades
superiores de creer y de querer; que en consecuencia no
recubra estas facultades mas que en la regeneración.
LA s :> iu ú l u ; a . 130
vas facultades del mal que ro han hecho; y el hoñríWo
viejo, privado de todo sentido para las cosas celestiales,
no puede ni aun concebir el dolor del pecado.
Observemos odemas que la inculpación de pelogin-
nismo, esta eterna acusación de los protestantes , en­
cuentra oqu i su explicación (I). A la verdad notamos
por todas partes en I09 reform ndores la intención for­
mal de disfráiar el dogma católico, y en este concepto
aventajó Melanchthon aun á su maestro. P o r otra parte
la ignorancia en tró por m ucho en esta objccion. ¡Cosa
increíble I |Los tomistas son lachodns de pelagianismo;
y Lulero proclama sus opiniones como la antigua doc­
trina sostenido contra esta herejía! ¿Quién pues lia en-
Befiado en la iglesia que el pecado ha destruido las fa­
cultades religiosos y m orales? Sin em bargo debemos
reconocerlo, es muy fácil equivocarse sobre el sentido
Intimo de nuestra doctrina. Manifestemos lo que indu­
jo é erro r á los p ro testan tes, y veremos por ello que
aun aquí lian eido guiados de sentimientos laudables;
pero que la razón y In inteligencia 110 presidieron ó la
concepción de su sistema.
Enseña la iglesia que en el hom bre caído existen

(1) Calvino es mucho mas justo que los luteranos.


Inatit., I. m , c .l V ,§ . 11 , fol. 279: «De principio ju sli-
ficationls ríihit inter nos et saniores seholaslicos pugnas
est, quin peccator gratuito á damnalione Uberafut, jvs~
titiam obtineat >idqueper remissionem peccatorum * nisi
quod illi sub justificationis vocabulo renovationem coni-
prehendunt, qua per Spiritum Sane tu m renovamur in
vita) novitatem. Justitiam vero hominis regenerati sic
descTÍbnnt, quod homo per Christi fídem Deo semel con-
ciliatus, bonis operibus ju stas censeatur, et eorum m éri­
to sit acccptus.n Hay ademas en estas palabras algunas
inexactitudes; pero ¡cuánto mas concienzudo no es L ute­
ro que los autores dél libro de la Concordia! Véase Solid.
dwlar. 1 1 , 5 2 , p. G48.
110 LA SIMBÓLICA.
aun*facultades superiores * u e estas facultades no son
exclusiva raen te capaces de p e c a r, sino que deben con­
c u rrir á la regeneración. Esta enseñanza hizo pues
creer ¿ los luteranos q u e , según nosotros, el buen uso
d e la voluntad m erece la gracia santificante. Efectiva­
m ente seria caer en el pelagiauUmo el sostener seme­
jante opinion; porque entonces no seria Jesu cristo , sino
el hom bre quien m erecería la g ra c ia , digamos mejor
la gracia dejaría de ser gracia. P a ra evitar este preten­
dido e r r o r , dijeron I09 reform adores que el hombre
horriblem ente degradado no recibe sino en la regene­
ración la facultad de percibir las cosas divinas.
H é aquí el sentido profundo del dogma católico. Lo
finito no puede por si mismo lle g a rá lo inGnito; y por
mas que la naturaleza desplegue todos sus esfuerzos, ei
incapaz de tocar á lo sobren atu ral: en tre Dios y el hom<
bre quedaría un inmenso abismo si no le colm ara la
gracia. Eu una palabra es necesario que Dios se abaje
linsta el h o m b re » para que el hom bre sea elevado hasta
Dios. Asi pues en el m isterio de la reconciliación Dios
es quien se hizo h o m b re, pero no el hom bre quien se
hizo Dios. A unque todavía posea el hom bre caído fu er­
zas espirituales, no puede por el buen uso de estas ve­
nir á la g ra c ia ; sino que es necesario que la gracia
siem pre misericordiosa dé á nuestras facultades la p ri­
m era consagración d ivina: es necesario que nos prepa­
ren á recibir la imágen de Cr¡6lo.
Aquí se deja conocer toda la im portancia del dogma
sobre la condicion primero de la humanidad. Los cató*
licos dicen r El hom bre prim itivo para en trar en co­
mercio con su au to r debia ya estar penetrado por la
virtud de lo alto: ¿con cuánta mas razón debe ser inca­
paz el hom bre caído de restablecer sus relaciones con
el C riador? Tal es, al contrario, la doctrina de los pro­
testantes: El hom bre aun inocente podía por si mismo
unirse á la divinidad; luego Id idea de las fuerzas espiri-
LA SIMBÓLICA.' 141
1 nales pertenece á la n atu raleza; luego principalmente
|,i actividad del hom bre en la regeneración es incompa­
tible con In idea de la g ra c ia , y deroga los m éritos del
Snlvñdor, si ea que no los an quila. E l hombre posee
aun todos sus facultades: esto s>ignií¡ca en su sistema
que puede por si mismo conocer ó Dios y am arle con
un amor perfecto. Si pues querían consen a r la idearde
la gracia, les era preciso destru ir la inteligencia y la
voluntad; pero no sucede lo mismo en el sistema cató­
lico que no querían profundizar.
Coloquémonos ahora en o tro punto de visto. A rras-
Irado? los reform adores por la fuerzo del sentim iento
confundieron al parecer el objeto y sugeto en la rege­
neración. Bajó el prim er especio el hom bre es e n tera­
mente pasivo; pero no lo es bnjoel segundo. Esclavo
del pecado y desterrado lejos del cielo, no puede en
manera alguna llegar á la gracia b¡ no confiesa que no
encuentra en si mas que indigencia y miseria. Lleno
de una profunda humildad debe abandonarse ¿ la mise­
ricordia divina, reconociendo que no puede hacer mas
que re c ib ir, y que por consecuencia está puram ente
|>asivo. Entonces y solo entonces entra en sus relaciones
de dependencia con el cielo. P ero si quisiera ofrecer su
obra á Dios por precio de la g ra c ia , es d e c ir, si q u i­
siera hacerle su d e u d o r, se igualaría á la divinidad , y
se hollaría fuera de lasjelacio n es de la criatu ra con t i
autor de los seres. Apoyándole pues únicamente en los
méritos del Solvador , el hom bre está psigño, sin acción,
y deja que Dios solo obre. Pero cuando recibe la opera­
ción divina se hace activo y obra con Dios; y aun cuan­
do reconoce libremente que es pasivo , y que no puede
hacer mas que recibir „ ejerce la mayor actividad de
que sea capaz. Si pues los reformadores rechazaron toda
acción de p arte del p e c a d o r.e s porque confundieron
oslas dos cosas. Según la doctrina de la iglesia el liom~
bre está pasivo en el sentido que no puede m erecer la
142 T.A SIMBÓLICA.
gracia; pero ea nclivo en cuanto debe recibir libremen­
te la virtud divina y apropiársela por su cooperacion.
Reconociéndose ct fiel católico pasivo en d prim er ca*o
da gloria á Dios; y considerándose activo en el segundo
da gracias ó Dios de poder glorificarle (1).

fl) Los reformadores, >' después de ellos los teólogos


protestantes, echan en cara á la iglc/ia el enseñar el mé­
rito de congruidad. Tachando |>ol¡ig¡antsmo á la doctrina,
segun la cual es de esperar que Dios haya dado su gracia
á los paganos que hicieron el mejor uso de sus faculta­
dos. Por de pronto el concilio de Tren lo 110 habla de es­
te máríto. En cuanto á los escolásticos que eran de esta
opinion , se apoyaban en el ejemplo del Centurión Corno-
lio [H ist. de los Apóst. X , 22, 2 3 ); y hubieran podido
añadir que muchos platónicos lian abrazado el cristianis­
mo , mientras que en ninguna parte vemos que se haya
convertido un epicúreo. Desearíamos ver explicado este
liecho por un luterano ortodoxo. Este luterano acusaría
de herejía la mas bella parte de la historia eclesiástica de
Neander, la parte en donde dem uestra lo que las anti­
guas religiones y los sistemas de los filósofos tenian de
favorable al Evangelio. En los principios protestantes es
radicalmente imposible toda filosofía de la historia. Tor
otra parte una cosa es enseñar que Dios tenga en consi­
deración los esfuerzos del pagano, y otra que este merez­
ca la gracia por sus esfuerzos.
Pero no es esto todo: si c r e a o s á los mismos refor­
m adores, lia enseñado la escuela que ct hombre por sus
propias fuerzas puede am ar á Dios sobre todas las cosas.
Por poco que se conozca la teología de la edad media,
causa esto admiración. Algunos profesores oscuros, sin
crédito ni reputación habrán podido sostener ntia doctri­
na sem ejante; pero escuchemos al célebre Pallavicini:
«Si vitium aliquorum acussat, reminisci debuerat ( S arpi)
in ómnibus disciplinis, ac potiseimum in nobilissimis,
adeoque máxime a rd u is, tolerandos esse professorum
plerusque vitiis laborantes : plurimis concedí, ut in illit
ingenia e se rc e an t, quo doctrina prspistantia in paucis
1.A SIMBÓLICA. 143

S X II.
PBftnni Jfl los rrío rm xloi 10I1M It» r*l«c¡OM« ile In g rácil fon In li­
bertad. l’rciLiliiitcion.

Hemos visto mas arriba que la doctrina reform ada


sobre el pecado original degrada horriblem ente ol a l'
iru humana, aunque 110 llegue haslff d estru ir la inteli­
gencia y la voluntad. Esta doctrina ejerce aqui la m a­
yor influencio. P o r una consecuencj? necesaria enseñan
también los calvinistas que la gracia previene al peca­
dor , y que produce todas las acciones m oralm ente bue­
nas. Vemos pues que sobre este punto están todas las
iglesias en uua perfecta uniformidad de creencia. I'o r
olra parte como estos herejes tenían acerca d d mal
hereditario ideas mas sanas y menos ex ag erad as, no se
dejaron llegar d d espíritu (Je sistema para rechazar
toda cooperación de parte del hom bre ( I ) ; pero en esto

i'IQorescat......Nuil! datum reipublic® e s t , ut in sua quis­


que arte praecellat: vel ipsa n a tu ra , quacumque solertia
humana m ajor, ’vitiosos p artu s, abortua, monstra pr®-
pedire non valct. Un icum superest remediura , u t videli-
cet eos artífices adhibeas, quos com m unis ciistím atio
comprobat. Id usu venit scholasticse theologise. Discipli-
narum omnium prcestantissima aimulque diflicillima ea
est; eius possessionem sibi multi arrugant, pauci obli-
nenL: líos conataiiter adm iratur hominum conscnsio: alii
procesan teinporis, qua neglecti, qua iguoti ja ^ e n t, qua
cliam derisi.» [ U iit. Concil. Trident. ,1 . v il, c. 14,
|i. 253. )
(I) Calvin. In s liíu l. , I. u , c. 3 , n. 6 : « S e d c m n t
forte, qui concedeut, ¿1 bono suopte ingenio aversam,
sola Dei virtute convertí ( volunlatcm ): 6ic lamen u t
| trasparala, suas deinde in ageudo partes habeat (A quí
('alvino ataca particularm ente á Pedro L om bard). K^o
Jiilcni tüiilendo, quod et pra\ani noslram voluntalem
114 LA SIMBÓLICA.
lio están mas de acuerdo entre sí que con los católico?,
porque chocan de fren te con la enseñanza luteruno.
Sin em bargo de que el hom bre pucdS obrar con la
gracia, no pe sigue en los principios de Calvino que
pueda recibir ó repeler la opei ación d iv in a : al contra-
vio en donde Dios llam a, preciso es que la puerta se
abra necesariam ente: el hom bre que 110 entra en la
tienda , no lia sido tocado por la virtud celestial. Hemos
pues llegado al dngiíia de la predestinación.
Al lado de insignificantes ó absurdos sistemas na
vieron en todas las*época9 desarrollarse en lo iglesia
católica profundas teorías sobre la elección divina. Cqii-
fi-te esto en que la ciencia y el ingenio encuentran cu
esta m alcría un campo inmenso é inagotable, y que
frecuentem ente provoca sin descansó las investigaciones
del f i l ó l o . Sin em bargo la iglesia ha reducido la cues­
tión á ciertos lim ites. Se puede representar á Dios re­
lativam ente al hom bre de m anera que este desaparezca;

oorrigat Dominus , vel potius aboleat, et á eeipso bonam


submittat. Quatenns k gratia prajvenitur, in eo ut pedise
quam 'appelles, tibi permitto , sed quia refórmala opus
est Domini.» A pesar de estas palabras , tal podría ser la
diferencia entre Calvino y los católicos. Según el refor­
mador restablece al punto la voluntad sin cooperacion
alguna de parte del hombre (¿Cómo se hace eso? ¿Quién
podrá com prehenderlo?). Pero en seguida la voluntad es
activa para el reino de los cielos. Mas la iglesia enseña
que la voluntad debe concurrir á sil propia restauración.
Kespectojie la contrariedad entre Calvino y Lutero con­
siste evidentemente en lo que t despues del último , ja ­
más nada del hombre antiguo puede obrar para el cielo.
— Confesa. Hetuei. 1 , c. i x , p. 21 : o Dúo observanda
esse docem us: prim um , regeneratos in boni electione et
operatione , non tantum agere passive, sed active. Agiin-
tur enim a Deo, u t agant ipsi, quod aganl. llecte enim
Aiigustinus adducit illud , quod Deiifi dicitur noster adju-
tor. Nequit autem a d ju ra n , nisi is, qui aliquid agit.»
LA 9IMDÓLICA.
asi coma establecida sem ejante relación del hombre al
Criador, aniquilaría ia idea de Dios como dispeiisudor
de la gracia. E n el prim er caso aparece Dios obrando
arb itrariam en te, y su voluntad no puede ser concebida
por el hom bre: en el segundo’ ul contrario de tal modo
aparece Dios dominado por el hom bro, quo deja de ser
lo que es, el autor de todo bien. No hay pues d e te r­
minación necesMhnle, ejérzase del hom bre A Dios, ó de
Dios b! hombre. V<>r una p arte enseña tombien la igle­
sia que Ja gracia es puram ente g ra tu ita ; y por o tra que
'se ofrece 6 todos los h o m b re s; y por tanto que la con­
denación tiene su causa en la libre resistencia á recibir
el auxilio del cielo ( 1 ).
Los símbolos lu te ra n o s, aunque no el- fundador de
la secta, enseñan también que el Salvador ha m uerto
por to d o s, que llama ¿ si á todos los pecadores, y que
quiere sinceramente la salvación de todos los hom­
bres ( 2 ).
(7) Concil. Tridenl. sess. vi. c. ii : «H uncpropo-
suit Deus propitiatorem per fidem in sattguine ipsius pro
peccatis n o s tr» , sed etiam pro totius mundi.» c. nr.
«lile pro ómnibus mortuus est.» Can. x v u : «Si quis ju-
siiíicationis gratiam non nisi predestinaos ad vitam con-'
tingere d ix e rit; reliqnos vero omnes , qui vocanlur , vo-
cari quhlem , sed gratiam non accipere, utpote divina po-
k'state prnidestinatos ad m alum ; anathema sit.» En su
constitución contra Jau sen io , Inocencio X desecha la
proposicion (n. v ) : Semipelagia nurn est di ce re , Cltri-
shtm pro ómnibus otnnino hnmini litis niortuum etse , aut
sanguinem (udisse (H ard. Concil. tom. xi. fol. 1 íi3).
(2) Solid. Declar. xi. de £ lerna ftei prtedetünoli&ne.
§. 28. p. 765: «Sicigiturecternam eleolionem ad salutem
uliliter considerare voluerimus , firmissime et constantei-
illud retín endum e st, quod non tantum prsedieatio peeni-
tcntí®, verum etiam promissio Evangelii reverá sit uni-
versalis , hoc est quod ad omnes liomines pertineat. » Si­
guen á continuación muchos pasajes de- la RscTitura
E. c. — t . v i. IU
146 LA SIMBÓLICA.
No enseña esto la doctrina de-Calvjnó. A-la verdad
previene ol lector q u e , marchando prudentem ente so­
bre el borde del o bis ra o , no tc i^ a la audacia de Fondear
los secretos de la Providencia, ni de tocar i la prtidéa*
tin 'icioli: dice que el suscitar una sol» cuestión sobre
e^ta materia ra a rro stra r ya el mas peligroso de todos
los escollos (i). Sin etnborgo en cu en tra un gran interés
práctico et: In elección absoluta. H é a fu í cómo habla
de los dulces frutos (suavissim m fr ip lu s ) que linbia
descubierto» Por de pronto no puede el lid estar inti­
m am ente convencido de esta verdad, q u e la salvación
tiene su origen únicam ente en la misericordia divina,
si no sa le que lodos no con deítinmlos á la g lo ria, y
que Dios da á uno lo que rehúsa á otro. ¿Y quién no
ve esto ? La doctrina contraria, prosigue el reform ador,
arranca de raíz de los corazones la humildad (ipsam
humititaiis radietm evcllil), hace imposilde todo recono­
cimiento hócia P ío s, en fin siembra la inquietud en la
conciencia d d ju sto ; porque de la idea de que en tre él
y el réprobo no hay otro diferencia qué Id de 1 la fe , re­
ciba los mas seguros consuelos ( 2 ). . 1

§. 2,9. p. 766 : « E t hanc vocationem D ei, qum per v er-


imin Evangelii nobis ofTertnr , non existim em irs sim ula-
tam e tfu c a ta m : sed cerlo ntatunm us , Deuna nobis per
eam vocationem voluntatem suam rev e lare: quod vídel¡~
cet in i¡9 , quod ad eum modum v o c a t, per verburn efieax
esse v c llit, u t illu m in e n tu r, co n vertantur e t salventur.»
§ . 38. p. 7 6 9 : a Quod autem verbum Dei contem nitur,
non est in causa Dei vel prUcsCienVia vel pr&desiinatio,
sed perversa hominis voluntas'.
(1) Calvin. In»1itvt. I. in . c .2 1 . fol. 336.
(2) Calvin, loe. cit. c. 21. §. 2. fol. 336. c . 2 i . §. 17.
fol. 390: «Nempe tntius piorum éonscienti® acquiescunl,
dnm intelligunt, nullam esse peccatorum differentiam,
modo adsit fides.» Esto está dicho mas adelante en la
obra sigu!ente*de Calvino de ¿Eterna D ti praidesl. O puit.,
T/A 51MBÓMCA. 147
Calvino ha dejado un rjeniplo tntiy ¡ristra olivo para
los que juzgan de la verdad de una nueva doctrina por
las ventajas prácticas que de ella reportan. Sus ab erra­
ciones lo man ilíe*tan b a sta n te : toda la tarea del teólo­
go consiste en investigar en la Te católica ló propio que
contiene paro Alimentar la p iedad; porque aquí la ver­
dad del dogm a asegura la verdad misma de Í09 senti­
mientos religiosos por él inspirado». Asi deGiie Calvino
la predestina cío n : « [.lomamos p r e d e s tin a c ió n , d ic e , ni
«decreto eterno por el cual ha fijado Dios la suerte
»do rada hom bre en p a rtic u la r, porque todos no 6on
»criados par* el mismo (in : los unos son destinados á la
»vida etern a, los otros A las penas del infierno. Asi
»pues según que tal hom bre ha sido elegido para una á
»otra de estas condiciones, decimos que ha sido p re ­
d estinado A la vida ó a la muer-té (l).tf Las palabras
siguientes explican aun la misma d o c trin a : «P rcten d e-
umos que Dios por un decreto eterno ha determ inado i
«cuáles de sus criatu ras haría bienaventuradas, y á
«cuáles destinaría ¿ la condenación. Con respecto á los
udegidos, este decreto esl& fundado única m ente en la

p. 8 8 3 : « Im p rim ís re g a lo s v élint le c to re s....... n o n essn u t


quibiisdam falso v i d e t u r , a rg u ta m h a n c vel spinoftam
sp e c u latio h em , qnse a lo q u e fru c tu in g en ia ía tig e t: sed
d isputationem s o lid a m e ta d p ie ta tis u su m m áx im e acco m -
niodatam : n o m p e , qu® e l fidem p ro b e eed ificet, et n o s
ad h u n rilitatem c r u d ia t, e t in a d m ira tio n e m e x to lla t ¡in­
mensas erga nos D ei b o n ita lis : e t ad h a n c eelebranclam
cxcitel S.C.»
* (1) C alvin. I n s tit u í. I. n i. c. 2 1 . n . 51 p . 337:
« P n ed cstin alio n em v oca m u s s t e r n u m Dei d e c re tu m , quo
apud se c o n stitu tu m h o b a it, quid de n n o q u o q u e h o m in e
fi«ri v e llet. N on en im p a n c o n d ilio n e c rean tu r o m n e s:
sed aliis v ita « t e r n a , a liis d a m n a tio ¡etern a prceo rd in atu r.
llnque p ro u t irt a lte rn triim finem q u isq u e e o n d itu a e st,
ita vel ad v itam , vpI ad m o rtem p rffd e stin a tu m dicifiíiis,»
148 LA SlMItÓLlCA,
»misericordia 'divina: los reprobados al contrario son
«excluidos de la vida por uii juicio, ju s to , pero incom>
«prensible ( 1 ).»
Apenas es creíble á qué blasfemias se ve Calvino
obligado á recu rrir para poner su doctrina ó cubierto
de las objeciones. Como reconocía q u e la rfe es un don
del cielo, loa católicos discurrió» asi apoyados cu La
E scritu ra: M uchos han abrazado el Evangelio y creído
en Jesucristo sin q u e no obstunte huyan perseverado
en el b ie n : no es pues cierto que Dios no conceda su
gracia mas q u e á los elegidos. ¿ Qué re&poude á esto
Calvino? Insinuándose Dios, dice, en el coraion del
reprobad o , produce en él la apariencia de la te para
hacerle tanto mas inexcusable (*2). Asi en vez de reco-

(1) Loe. cit. n. 7 . p. 33 9 : «Quos vero damnationi


addicifc, his justo quidem et irreprehensibili, sed iuconi-
prehénsibili indicio vitae aditum praecludi.^ E s preciso ver
cómo trata Calvino á los teólogos que atacaron esta doc­
trina. Su obra de ¿Eterna Dei prádestinatione, y su tra­
tado Je libero a rb itrio , están dirigidos contra Alberto Fi-
gio , sabio y profundo escritor. Én la prim era no \a á
herir todas las conveniencias; pero leemos en la segunda,
p. 881: « Albertus Pighius Campen ais , homo phrenetica
plano audacia praeditus....... Paulo post liipruin editum ,
morítur Pighius. Ergo ne caui mortuo ¡nsultarem , ad
alias lucubraciones rae conv ertí.,... In Pighio nunc ut
Georgio siculo, belluarum par non male comparatum &c.»
(2) C alvin, l n s l i t u t , I. n i . c . 2 . n . 11. p . 191:
« E tsi in íidein non illu m in a u tu r, n ec E v a n g elii eflicatiani
v ere s e n t i u n t , n isi qui praeordinati s u n t ad salu tem : ex­
periencia t a ni en o s t e u d í t ,re p ro b o s interdiuT) sim ili fere
seu su a tq u e electo s aflici, u t n e ¡juo q u id e m ju d ic io q n ic-
quain ab e le c tis ditT erant. Q u a re m liil a b su rd i e s t , quod
cocleslUim d o n o m m g íistu s ab A p o ste lo , e t tem p o ralis
fides a C hristo illis a d s c rib ítu r : non quo d vim sp írilu a lis
g ra tis; solide p e rc ip ia n t, ac c e rln m fidei ju m e n : sed quia
D o m in u s , u t in ag is,co n v icto s e t in ex cu sab iles j e d d a t ; se
LA BIMBÚLICA. 14»
notar en el Dispensador de los tie n e s la voluntad de
raliar á todos los hom brea, dice osadam ente el refor­
mador: Dios engaña at reprobado, y le tanza en el
error.
Pero hé aquí una cosa no menos extraña. Una p ru e ­
ba inverffcible de la predestinación es que Dios m ani­
fiesto su bondad en los elegidos, y su justicia en los re ­
probados, como si no hubiera en tre estos do 9 atributos
ninguna conexion, ninguna relación necesaria. ¿N o es
pues Dios ¿ la vez justo y misericordioso, y esto liácia
lodos los hom bres? ¿ E 9 pues como los jueces corrom pi­
dos de este m undo, solamente justo con los unos, y so­
lo misericordioso con los otros? Ademas la idea de jus­
ticia en Dios lleva consigo la idea del pecado. El peca­
do pues no puede ex istir en el reprobado, puesto que
no posee ninguna lib e rta d , pues que está absolutamen­
te excluido del reino de los cielos. Eg Bn lo mismo d e­
bemos decir d e la m isericordia, p orque su objeto es
necesariamente el hom bre pecador que se ha alejado
de la te y librem ente; pero no el que ha sido separado
de ella por una fuerza extraña.
Merced á los grandes esfuerzos de Culvino y de bus
discípulos, llegó por fin esta doctrina á pervertir en
sentimiento cristiano de los pueblos.. Es cierto que por
espacio de largo tiempo la ciudad de Berna rechazó con
indignación dicha doctrina; pero despues los diputados
de la Suizo reunidos en Zurich asintieron á ella plena­
mente. En seguida fue enseñada por la confesion de
Francia (1) y la de Bélgica (2).

insinuat in eorum m entes, qnatenus sine adoptionis spi­


ritu gustan potest ejus bonitas.o p. 195: «Commune
cum illis ( filiis D e i) fidei principium habere videntur,
sub integumento hypocriscos.«>
(1) Confets. Gallic. c. * ii. p. 115.
(2) Confess. Belg. c. xvi. p. 189: «Credimus, postea*
130 L.V SIMBÓLICA.
Sin embargo mucbas ¡glosas,, entre oirán la de In­
glaterra , han dulcificado mucho las opiniones de Ca).
vino (1). En cuanto al catecismo palatino, guarda si­
lencio sobre la m ateria de Ja predestinación; y el sím­
bolo de la M archa la rechaza form alm ente{*2 ).

§. X III.

liles da 1* ju itific ie io o irg iiu la iloclrio* oetdlicn-

El defecto de conocim ientoi sobre los usos y cos­


tum bres del mundo antiguo, y especialmente el estudio
superficial de sua idiomas rodearon de espesas linioblaa
el articulo de la justificación; y esto es lo que ouinentó
aun la dificultad de entender eo toda su extensión Id
doctrina católica sobreestá m ateria.
Como el mumjp invisible no reproduce A la luz, «¡
podemos osar decirlo, sino bajo la envoltura de un
cuerpo m a te ria l, para expresar las cosas interiores te­
nían los antiguos la costum bre de m anifestar el 6lmbulo
quo les sirve de emblema.
quam tota Adam progenies sic in perditionem et exitium,
primi hominis culpa, praecipitata fuit, Deum setalem dc-
monstrasse, qualÍ9 est; nimirum misericordem et justum.
Misericordem quidem, eos ab hac perditione liberando et
servando, quos teterno et immutabili suo consilio, pro
gratuita sua bonita te in lean Christo Domino noslro ele-
gitetseleg it, absque ullooperum eornm respeetu: justum
vero rcliquos in lapsu et perditione,. inquam sese praecipn
tav eru n t, relinquendo.» Gf. Synod. Dordrac. Cap. i.
art. v i. et seq. p. 303. et seq.
( 1 ) Confeti, anglic. a rt. x v n . p, 132.
(2) La Coufess. Scot. a rt. v m . p. l i i . se expresa poco
mas 6 menos como los católicos. La declar. Thorun.
Art. iv u i. p. 423, uo se manifiesta sino con duda. Ved
también Conf. Maroh. art. xv. p. 383. La Gonfeaiprt
Húngara evita con habilidad la cuestiou.
LA SIMBÓLICA. 151
Cuntido pues en la antigua alianza se representa la
justificación bajo la forma de un neto jud icialt y por
consiguiente de unn sentencia exterior , es caer en un
error grosero el uo ver también en esta figura la liber­
tad interior del mal. N ada quizá dem uestra mejor lo
poco que conocieron los protestantes el genio de las len­
guas antigua», que el pasaje siguiente: «Para designar
la obra entera de la justiGcacion, diccG erliard, 1:0 em ­
plea In Escritura mas que términos lomudos de las
formas judiciales: asi vemos el juicio en el salmo 145;
á los jueces en san Juan 5 , 2 7 ; el tribunal en la carta
de san Pablo á los romanos 1 4 , 1 0 ; al acusado en la
misma carta 3 , 1 9 ; al que se querella, en&an Juan 5, 45;
¿ tos testigos en la carta citada de san Pablo 2 , 113;
los procedimientos en la carta del apóstol á los colo-
lenses 2 , 1 4 ; al nbogado, en san Ju an 1. c. 2.1 ; la sen­
tencia, en el salmo 3 2 , 1 etc. (1).» Pero cuanto mas
numerosas y multiplicadas cstau semejantes expresiones,
torito mejor hubiera debido conocerse que al meno9 en
parte deben ser tomadas en un sentido figurado,
^ P o r otra porte cabemos que solo de tarde en tnrde
supo la ciencia teológica desarrollar sistem áticamente
la verdadera doctrino, y «sentarla sobre su base filoló­
gica (2 ). Pero uun entonces cuando 110 se podía clara-

(i\ Gerhard. Loe. theol. ed. Cotia, tom . m . p. 6 .


. (2) Bossuet un su Exposición de la doctrina de la igle­
sia católica, c. vi, se expresa así: «Como la E scritura
nos explica el perdón de tos pecados, ya diciendo que
Dios los cubre, ya que los quita y los borra por la 'gracia
del Espíritu Santo , que nos hace nuevas criaturas: cree*
mos que es necesario reunir á la vez esta9 expresiones
para formar la idea perfecta de la justificación del peca­
dor.» Consiste en no haber profundizado el genio de las
lenguas orientales, el que los p rotestantes, y , debemos
decirlo, los católicos lian interpretado muchas veces de
una manera extraña, ó al menos insuficiente, los pasajes
152 I.A SIMBÓLICA.
m ente darse cuenta d e sú creencia, se conservó siempre
el verdudero sentido de lo» antiguos. Enlazándose el
origen de la iglesia con el ñn del mundo antiguo se ha

de Ja Escritura relativos á la justificación. Belarmino va


á suministrarnos la prueba de lo que decimos. Calvin.
In slit. 1. m . c. 11. cita el c. iv. v. 7 y 8 , en donde san
Pablo refiere las palabras del salmo 3 1 : Bienaventurado!
aquellos á quienes let son perdonadas las iniquidades , y
cuyos pecados son cubiertos. Feliz el hombre á quien el
Señor no imputó el pecado. El reformador hace arriba
este raciocinio: En estos pasajes da la Escritura una de­
finición completa de la jiiblificacion; porque de otro modo
no diría : bienaventurados aquellos á quienes*... feliz el
hombre etc. TSo habla pues la Escritura mas que de cu­
b rir, de laño imputación del pecado; justificar pu es, es
no imputar el pecado, es cubrirlo 6 los ojos de Dios. A
esto responde Belarmino I. n . c. 9. de justificatione , que
está escrito en el salmo 118.* Felices los hombrea sin man­
cha en el camino que andan en la ley de Dios; y en san
Mateo, c. v: Bienaventurados los pobres de espíritu
los mansos......; los que lloran........; los que han hambre y
sed de justicia......; los misericordiosos....... ; los limpÜhde
corazon...... ; los pacíficos etc. Sobre estas palabras liacc
nuestro autor la retorsion siguiente: Aquí la Escritura da
una definición completa de la justificación. No habla files
solamente de cu b rir, y de la no imputación ; luego etc.
Entrando en el fondo de la dificultad , añade Belarmino:
«Polest igitur ad omnes ejusmodi qusestiones responden,
non poni in his locis inlegram definitioncm justificationis,
aut beatitudinis ; sed explican solum aliquid, quod perti-
net a'd justificationein , au t beatitudineai acquirendam.»
Esta respuesta resuelve sin duda perfectamente la obje­
ción de Calvino, pero no llena todas las condiciones im­
puestas por la ciencia.
(*) Pauperes spiritu (del griego 'jrrwxeí, mendigo),
es decir, los que voluntariam ente sufren la pobreza, y
aun los que poseyendo una módica fortuna, no desean ma­
yores riquezas. (E. T . F.)
LA SIMBÓLICA. IB S
transmitido de edad en ed a d > y de una monona vita la
inteligencia de pus idiomas. Ademas, si'según son Agus­
tín el antiguo Testam ento no es m a sq u e el nuevo c u ­
bierto de un velo, como este últim o no es á su vez mas
que el antiguo descubierto, la iglesia ha debido com ­
prender aun mejor que la sinagoga los libros sagrados
de los judíos. En la m ateria que nos o c u p a, asi como en
todas las ideas religiosas com unes á los dos testam entos,
da la iglesia al antiguo una forma mas análoga aun á
su contenido; de suerte que la inteligencia libre de
toda tra b o , liene una vista mas clara y penetrante.
Según el concilio de T re n to , la justificación es el
tránsito del estado del pecado al de la g ra c ia , es decir,
por una parte la destruccipn de la afinidad con Adam
pecadori y por otra la asociarion con Jesucristo, et juslo y
sonto por excelencia ( 1 )* Asi, considerada la justificación
negativamente, es el perdón d e los pecados ; y tomada
ep un sentido positivo es la santificación. Inherente al
cristiano, le renueva interiorm ente y 1c hace ju sto de­
lante de D ios: le restablece ol estado primitivo (2). La
virtud justificante da al mismo tiempo al hom bre In fe,
la esperanza y la carid ad ; n o ^u n e á Je su c risto , y nos
hace miembros d e su cuerpo (3). E n otros términos la

(1) Concil. Trid. sess. vr, c. v : «Quibus verbis justi—


ficationis impii descriptio insinúa t u r , n t sit translatio ab
eo statu , in quo homo nascitur filius primi Adíe , in sta-
tum gratia: et adoptionis filioTum Dei per secundum Adam
Jcsum Christum, salvatorem nostnirft.»
(2) Loe. c i|. e. t u : «Qu® (justificatio) non est sola
peccatonun remissio, sed el saiíclificatio et re nova tío in -
terioVis hominis per voluntariam susceptionem gratise ct
donorum; unde homo ex injusto fit jnstus etc.»
(3) Concil, T rid . sess. v i. c. v n : «Quamqnam nemo
possit esse justus, n is i cui m e rita passionis domini nostri
Jesu Christi communicantur : id tamen in hac impii jii-
slificatioDe fit, dum eju 6dem sanctissim s passionis mérito
154 LA SIMBÓLICA.
justificación es á la vez la santiGcacion y el perdón de
los pecados, porque loa dos cosos son inseparables. Der.
radiando el am or de Dios Bobre el corazon del justo,
purifica su a lm a , regenera y santifica su voluntad ; ifc
suerte que encuentra una delectación siempre nueva en
la ley del Señor. En una palabra , por lo juslificnoion
todo nuestro ser se hace agradable ¿ D ios; porque uo
solamente somos reputados sino hechos justos por la
gracia ( 1 ).

per Spiritum Sane tum cliar¡ta 9 Dei diflunditur in cordl-


bus eornm , qui justificantur, atque ipsis inhsarct, lindo
in ipsa justíncatione cum remissione peccatorum h¡ec
omnia si muí infusa accipit per Jesum Christum , cu i ¡11-
Bcritur, per fidem, spem et charitatem . Nam fides nisi ad
eam spes accedat et charitas neqne unit perfecte cum
Christo, ñeque oorporis ejus vivum membrum efflcit.»
(1); Para comprender mejor la idea de 1®justifteácion',
oigamos aun algunas definiciones Thom. Aq. Prima se-
eutid. Q. cxiu. a rt, i. et art. vi. «JustificatiQ imperial
transmutationem de statu injustitim ad statum justiti®
predictx.fi El mismo doctor había definido la justicia
«rectitudiuem quandam orcHnis in ipsa interiori iKsposi-
tione hominis, prout supftm um hominis subditur Deo, et
inferiores vires animíe subdnntur suprem * ac. rationi.»
Belarm. de Justificatione , 1. n . c- v i; « Jnstilicatio sine
dubio motU9 quídam est de peccato ad ju stitiam , ct nu­
men accipit á termino, ad quem ducit, ut omnes alii 9imi*
Ies m otus, illuminatio calefactio et caeteri: non igitur
potest intelligi vera justiíicatio, nisi aliqua príoler remiu-
sionem peccati justitiee acquiratur. Quemadmodum ucí
vera erit illuminatio, nec vera calefactio si tenebris fuga-
tis, vel frigore depulao, nulla lux, nulluaqiie calor iusub-
jesto eorpore subsequatur.w San Agustín dice, de S p itit.
et til. c. 17: «Ibi (entre los judíos) le* e striñ e ra is pogita
# st, qua injusti te rre re n tu r, hic (en el cristianism o) in-
trinsecus data e s t, qua justificarentur.» Sobre estas pa­
labras, Belarmino hace esta advertencia : «Quo loco dicit
(Augustious), liom uem jusliücari per legem scriptam ii»
LA BIUBÓMCA.
Generalmente hablando, no puede ser obra de un
momento el tránsito de la vida de la carne á la del es­
píritu. Sin dudo que el acto mismo de la justificación
es simultáneo ( 1 ) ; pero es necesario que sea precedido
de varios£>ovimientos q u e se suceden unos á oíros. Lue­
go que la inteligencia cree con una certeza plena las
verdades evangélicas, el alma del pecador profundamen­
te quebrantada , es movida por el tem or y por la espe­
ranza , por el dolor y por el am o r, y queda incierta La
victoria hasta el tiem po feliz «n que por un impulso
guperior se reúnen todas tas fuerzas dei hom bre para
dar un com bate decisiva Entonces se comunica el es­
píritu divino con todos bus dones, y cum ple nuestra
alianza con Jesucristo. Asi para llegar á ser hijo de
Dios es necesario q u e el hom bre se prepare por grados
á recibir la gracia justinam tci •
¿Quién no v&segun esto cuán absurda ett la objecion
de los protestantes que d ic e n , que los actos que p re s i­
den á la justificaran dan ó todo el sistema católico una
tendencia al pelugianismo (¡i)? L asm ovim ientos y santas

cordibus, quae u t ipse ¡Itidero explifcat, nihil est atiud nisi


eharitas Dei difTusa in cordituis nostrrs per Spiritum San-*
ctum ,quidatus est nobis.» Continua Relarmino, l . u . e.Yii:
*1 taque per justitíom ^qua justilicaoiur , iiitelligitttr fules
et eharitas, q u e est ipsa facultas beuo oparandú#, Palla-
vicini dice, I. t i i i . c. 1. p. 2 5 9 : «Conscnserunt ow nes
(en el concilio de Trento) de nomints siguiticatíoue, justi-
flcatioucm s e , esse transitiim a statu ininiici ad statum
amíci, filiique Dei adoptive.u
(1) Bell, de Just. 1 . 1 , c. 13: «Qiioa enim diligit (Deus),
prtmum vocat ad (ídem, ftme spem ad timorern etdilectio-
nenv ínchoatam inspira!, jM»trvá*« justifica!, e t perfoctam
charitatem infundí!.*
(2) Chemnit. h'xant. eona. tr ii. p. i. p. 281 y si­
guiente. Ger. thevloy. 1. vu. p. 321 y siguiente
(loe. Xvu. e. 3. aect. *,)
156 LA GIMDÓLICA.
disposiciones precursoras de lo gran obra dé la justifi­
cación, todo esto se imaginan q u e , ségun nosotros, me­
ra : c la gracia santificante. Sin embargo no es asi. Toda
Ib obra de la regeneración no forma sino un todo orgá­
nico; por m anera que el tercero y cuarto pas® no pue­
den tener lugar antes que so hayan dado el* prim ero y
segundo. Asi que como la fuerza de ejecutar el primer
acto es ya una emanación de la g ra c ia , debiendo de­
cirse lo mismo de todos los dem as; y como en conse­
cuencia todos los movimientos que concurren á la rege­
neración tienen 6U origen en la misericordia divino,
¿q u é razón hay para que lo que es verdad respecto de
las p a rte s, no lo sea respecto del todo? Indudablemen­
te , puesto que el alm a hum ana debe encontrar en si
misma el móvil definitivo de sus acciones, seria impo­
sible asi el prim ero como él segundo y tercer acto B¡n
la actividad del hombre , es d e c ir , 9in In actividad del
hom bre no podría Dios producir en él Ai f é , ni tem or,
ni a m o r, ni esperanza, ni por consiguiente la justifica­
ción , i la cual contribuyen todos estos actos d é la in­
teligencia. Pero si tal es la creencia del católico, no
cree por esto que las gracias secundarias sean la conse­
cuencia necesaria de su coopera ció □ á las prim eras
gracias.
Sin embargo pnra completar la idea católica de la
justificación hagamos aun dos observaciones im portan­
tes. Por de pronto la iglesia no pone en duda que el
justo queda sujeto á la concupiscencia; pero enseña
que esta propensión al mal no es pecado en sí misma;
y que si cq la E scritura se la da este nom bre, es por
una p arte, porque es consecuencia del pecado, y por
otra , porque conduce realm ente al pecado cuando la
voluntad presta su consentimiento. Escuchemos a l con­
cilio de T re n to : «Dios no aborrece ya nada en aque­
l l o s que son regenerados; porque no hay condenación
»paru aquellos que verdaderam ente estau sepultados
LA SIMBÓLICA* 157
»por el bautismo en la m u erte coo Jesu cristo ; que no
«caminan según la carne, sino que despojados del hotn-
»bre viejo se han revestido del nuevo criado según
jjDios; que ee han hecho inocente», p u ro s, sin mancha
uy agradables & Dios; en fin que herederos de Dios y
«coherederos de Je su c risto , nada se les opone A su e n .
»trada en el cielo. £1 santo concilio conGesa y teconoce
»no. obstante que la concupiscencia ó la propensión al
»mal queda en las personas bautizadas; pero no siendo
»esta inclinación sino para el combate, no puede dañar á
»loa que no consienten, y q u e resisten valerosamente por
»la gracia d e Jesucristo: al c o r s a r i o , el que com -
«baliere bien será coronado ( 1 ).»
Puesto que el pecado d im a n a , en últim o análisis*
del mal uso de la lib e rta d , no puede ver la iglesia nin­
guna mancha en el hpmbre despues de su regeneración.
£ n efecto es restaurado en lo intim o de su s e r : su es­
píritu alejado de la cria tu ra se vuelve hacia D ios, y su
voluntad desea l a s c a s celestiales. Por el mal heredita­
rio asi como por la habitud del pecado se forma en las
facultades inferiores, y hasta en esla porcion de lodo,
una especie de instinto que nos encorva hácia la tierra;
y hé aquí por qué la voluntad curada no tiene bajo su
dominio todos loa movimientos del cuerpo y del alma.
Pero como estos apetitos desordenados son extraños en
horror á la voluntad; como en el hijo de Dios cómba­
le» continuam ente los sentidos y la rató n , la falsa d i­
rección que la carne quiere im prim ir en la voluntad;
pero á quien esta do m in a, no puede m ancharla, ni por
consiguiente 'Constituir Una falla, un pecado. Si pues In
voluntad no en tra en los deseos de Irf carne, no hay
consentimiento, ni por lo tanto pecado (2 ).

(1) Loe. cit. sess. v , decrot. de pcccat. originali,


(2 ) Bellarmin. d eam iss. graí. et /tatú peetati, 1 . v.
«. 5. tom. iv . p. 278: «Tola controversia e s t, utrum
158 I,A SIMBÓLICA.
Asi la concupiscencia ha perdido f*a Veneno en el
hombre regenerado; porque del hom bre interior pcifió
al hom bre e x te rio r, en donde queda como consecuencia
y castigo del pecado. Por lo mi tino que lo concupiscen­
cia arrastra al hombre incesantemetüe hácia las cosas
terren as, puetle llegar á serle una ócasion de gloria ó
de recaM a: de gloria , puesto que le pone en el caío de
i «.coger constantem ente nueras palm as; y de recaidn,
porgue puede sorprender al Sel y en trar de nuevo en
bu corazón.
Si em bargo esta lucha del hom bre conmigo rnfcmo,
esta g u e r n de m uei^e de los sentidos contra la razón
va debilitándose mas y m as, porque la práctica del bien
acerca poco á poco á las do» potencias; la prlhicra
aprende sucesivamente á obedecer á In recta voluntad,
á la manera que en el eBtado del pecado estaba la car­
ne dócil ¿ todas Las sugestiones del espíritu. Con todo
eso el cristiano suspira sin cesar por el prim er momen-
te que debe despojarle deteste cuerpp m o rtal, A fin de
libertarse del com bate y del tem o r que inspira el mis­
mo combate.
Por otra p a rte , y esta es la segunda observación
que debemos ofrecer*o! le c to r, el justo no puede evitar
todos los pecados veniales * al contrario falta eh m uchas

c o rru p tio n atu ras ac prasseTtim c o n c u p isc c n tia p e r se c t


ex n a tu r a s u a , q u alis etiam in b a p tiz a tis e t ju& tiftcatit
e s t , s i t p ro p rie p eccatu m o rig in is. Id e n im a d v e rsarii
c o n te n d u n t, c a th o lic ia u te rn n e g a n t; q u ip p e q u i « a n a ta t n -
lun tate per g ra tia m ju s tilic a n te m d o c e n t re ü q u o s m orbos
n on solum non c o n s titu e ra h o m in es re o s , sed ñ e q u e posee
c o n s titu e re , cum n on h a b e a n t \c r a in jioccali ra tio n e m .
A d d it T h o m as Aq. in sola a v e rs io n e m e n tis a D eo c o n -
siste re p ro p rie c t fo rm a lite r p eccatu m o r ig in is , in reb e l-
lione a u te m p a rtís in f e rio r is , q u i fu it e d e c tu s reb ellio n is
m e n tís & D e o , n o n co n sie te re p e c c a tu m , n is i tanateria-
l i t e r .»
LA SIMBÓLICA. 139
cosa*; con m o n pues pide todos los días en la oracion
dominical el perdón de sus pecados. No obstante como
oslas rallos tienen sp origen mas bien en la debilidad
humana que eu iff) resto de perversidad, como al co­
meterlas el Gel no se separa de Di<A, único objelo de
mis afecciones, esta clase d e f a l t a s no rom pen las r e l a ­
ciones del justo con Jesucristo. A s i, para hablar con
lióssuet, lá justificación es re rd a d e ra , aunque no sea
paTecla: nuestra f r a g i l i d a d - pues reclama una v i g i l a n ­
cia contirfua sobre nosotros mismos: quiere que implo­
remos sin cesar el alimento de nuestra justicia ( 1 ).

S- XIV.
Doclrtdt pro U íU nta sobre It justificación.

Ju&itfienr, dice el libro de la C oncordia, es deda~


rar á alguno ju s to , absolverte d fl pecado y de las pe­
nas tiernas d tl pecado i á causa de la ju sticia de Jesu­
cristo que Dios im puta á la fé (2). Por consiguiente*
continúa este símbolo , nuestra justicia está fu era de
nosotros (3) Tal es también la doctrina de Calvino (i). Asi

(1) Cohcil. Tridtnt. Sess. t i . c . M .


(2) Solid. Deelar. m . de fide justif. §. 11. p. 655:
«Yocabnlum ju 6tiíicationiB in hoc negotio sig u iik at, jn -
slum promintiare , k peccatis et aelernis peccatorum sup-
pliciis absolvere propter justitiam C h risti, q u a á Deo
fidctiittputatur.it
(3) Loe. cit. § . 48. p. 66/i>: « Curo igitur in eccl&iis
nostris apud thcoíogos Augustau» confessionis extra con­
troversia m positum s i t , totam justitiam nostram extra
nos esse...... qiiBBrcndam 7 eaaique in solo Domino nostro
Je 9ii Chrísto couBÍstere etc.» <
(4) Calvin. Jnslit. 1. n i. c. 11. § . 2. fol. 260 : « H a
nos justiGcationétn simpliciler interprctam ur acceptio-
nem , qua nos Deus in receptos. pro justis babet. Eam in
160 LA SIMBÓLICA..
la justificación e s, en el sentido p rotestante, un juicio
por el cual libra Dios al hom bre de los penas del peca­
do; paro no del mismo pecado, m ientras que esta pa­
labra , eegun los católicos, com prendí á la vez la liber­
tad interior del mal y de las penas debidas al pecado,
Hé aquí pues la gran controversia en tre ambas con­
fesiones. En la doctrina de la iglesia la justicia del Sal­
vador es recibida por el hom b re, y le pe m ira hasta lo
intimo de su alma : en el sistema protestante permane­
ce la justicia en Jesucristo, y no se transm ite hombre
sino bajo una relación exterior. Por consiguiente no
lince mas que cubrir su injusticia, oculta no 6olameiy^
los pccadbs pasados, sino tam bién los existentes, porque
la volunlnd no es curada por la justificación. En una
palabra los católicos d icen : El Dios salvador se imprime
en el fiel, f este viene á ser una viva copia del origi­
nal ; pero los protestantes replican: E l R edentor cubre
al hom bre con sq so m b ra , y oculta su injusticia á los
ojos de Dios. De aquí la observación del libro de la
Concordia que el fiel es reputado justo á causa de la
obediencia de Jesu cristo , aunque realm ente por la cor­
rupción de su naturaleza sea pecador y continúe sién­
dolo hasta la* m uerte (i). De aquí tam bién estas pala­
bras de M elanchthon: La conciencia dice al fiel que
noda está menos bajo su poder que 6u corazon (2 ),
porque todos nuestros deseos son im puros. ¿N o buscan

peccatorum rem issione ac ju s tilis C hristi im pntatione


positam esse diciimis. » § . 3 : «U t pro ju stis in Chiisto
e e n ^ e a m u r, qui in nobis non sum us.»
(1) Solid. Üfclar. in . de lid. justif. § . 16. p. 657:
« P er fidem, propter obedientiam C hristi justi pronuntian-'
tu r e t rep u ta n tu r , eti¿ini&¡ ratio n e corrupta* n a tu ra su s
adhuc s in t, m aneautque peccatore9, dum m ortale hoc
corpus circom ferunt.»
(2) M elancht. Lo¿. theolog. p. 1 8 : « Christianus
ajjnoscet, nihil m inus in ppteetate su a esse, quam cor
LA SIMBÓLICA. 161
los mismos santos sus propias ventajas ? ¿N o am an la
vid a , lo gloria, el desconso y las riquezas (1)? L utero
nos habla igualm ente de la codicia, de la avaricia y de
la cólera d d hom bre santificado; y concluye esta en u ­
m eración con un grueso et caíera (2). E n fin viene
Calvino' quien nos da á conocer también ó sem ejantes
santos (3), [Santos admirables por c ie rto , q u e buscan
gus ventajas y no la gloría de Jesucristo 1 | E x tra ñ a
asociación de ideas que une la santidad á la av a ric ia , fi
la codicia y á la deshonestidad! E n nuestra sencillez de
católicos creémos que el objeto debe poseer las cualida­
des enunciados por el a trib u to ; pero nos diceo los re ­
formadores que tal hom bre es justo á causa de la ju sti­
cia de Jesu cristo ; y que al mismo tiempo es colérico,
avaro é im púdico, porque dicha justicia le es puraraen-

*
siluro, etc.» Melanchthon usa de la palabra cor por la
de vo lu n ta s; porque á su parecer el hombre no tiene
propiamente voluntad alguna ,*io tiene sino inclinaciones
y apetitos.
(1 ) Loe. cit. p. 138: «Annon sua q u s ru n t sanctif
Annon in sanctis amor eBt vita», gloTÍffl , securltatis,
tranquillitatis, rerum ?» Asi nuestro doctor coloca en la
misma línea amor gloria e l amor securilatis >tranquilli-
talis ; como si no hubiese diferencia alguna ontre estas
dos cosas. Mas abajo designa todavía el amor de la gloria
bajo el nombre mas -enérgico de x m lo h a : añade que
los parisienses (los doctores de Sorbona como representan­
do la teología católica) no tienen consideración alguna
adaffeetus internos, que no consideran mas que lo» actos
exteriores; mas él ha respondido delante de Dios de esta
aserción ó aserto.
(2) Auslegung des Briefes an die Gal. (Comentarla
sobre la epístola á los de G alacia) W itenb. 1556. i. par­
te, p. 2 0 2 . b.
(3) Calvin, in stitu í. 1 . m . c. 3. § . 1 0 . fol. 213. Sin-
embargo se expresa con mucha mas m oderadon. <
T. f>. 11
16a LA SIMBÓLICA.
le e x te rio r, y no penetra bastante p ara c u ra r su
coraron.
Sin em bargo seriamos injustos hécia los luteranos
si no añadiésemos q u e , según su d o c trin a , el hombre
justificado debe convertirse, m archar en el camino de*
la justicia y llegar h la santificación. El fiel, A quien su
conciencia da testimonio de estarle perdonados bus pe*
cados, d e b e , por un sentimiento de gratitu d , cumplir
Cada vez con m ayor fidelidad la ley divina. Calvino re­
conoce aun (tan to 6e acerca é las Teces el dogma cató­
lico) que no pudiendo dividirse Jesucristo,'su unión con
el hom bre produce al inferno tiempo la justificación y la
santificación. Asi el Del reconciliado con el cielo es ad­
mitido en el núm ero de los hijos de D ios, y t m f o r -
mado en imágen suya ( 1 }.
No obstante, por consoladora que sea esta doctrina,
queda siempre una enorm e diferencia entre lo s^ató li-
cos y los novadores. E n efecto, el requisito esencial se*
gun los protestantes es q u e el hom bre esté, unido ex te-
riorraentc ñ Jesucristo; ae modo que habiendo llegado
el cristiano á eBte grado de vida espiritual, puede des­
cansar tranquilo y detenerse en la senda de la justicia;
ademas debe estar seguro de su salvación etern o , pues*
to que los reform adores, perdonándole sus pecados, le
abren al mismo tiempo la p uerta del cielo (2). M as no

(1) Calvin. In stitu t. 1 . iu . c. 11. § . 6 . Comp. Calvin.


Ant-¿dot. in Concil. Trid. opuse, p. 702: «Ñeque tamen
interea negan d u m est, quin perpetuo conjunctie sint ac
eohereant dura ist® res , sanetificatio , et justificatio.»
(1) Solid. Declar. m . de fid. justif. §. 45. p. 663:
*$ed et hic error rejiciendus e st, cum docetur; homiaem
alio m od o , seu per aliqoid aliud salvari, quam per id,
quo coram Deo justificatur: qua ratione (juxta quorundam
opiniouem) per solam quideoi fidem coram Deo justifi-
cetur; sed tamen ita, u t absque operibus, lalutem aeter-
LA SIMBÓLICA. 163
es asi en los principios católicos; porque los pecados no
son perdonados al h o m b re, decimos, sino luego que el
mismo los detesta; la santificación acompaña siem pre
á lo justificación. Aun á loa ojos de Calvino, la espe­
ranza de la felicidad de los elegidos descansa única­
mente en el perdón de los pecados; y ge ve < ^ e , en la
vida in terio r, la justicia y santidad están íntim am ente
enlazadas la una é la o tra , y las separa sin em bargo en
la exposición. Dice que es la absolución de los pecados,
pero no la virtud santificante, la que hace al hom bre
agradable A Dios (1); de donde se seguiría que el m as
mínimo principio de conversión m erece el cielo.
Parémonos un m om ento, y consideremos con qué
complacencia da la mano la doctrina del pecado origi­
nal á la de la justificación; ó ' mas bien veamos cómo
estas dos doctrinas ee contradicen m utuam ente. ¡Cosa
extraña! El pecado prim itivo ha degradado al hom bre
hasta en el fondo de su se r: de consiguiente la justifi­
cación apenas debe tocarle. Q ue si no se hubiese hecho
al mal hereditario tan destructivo en sus efectos, co­
n o para apreciar por esta ^pedida la fuerza del E v an -

nam consequi rmpossibile sil.» Asi con la justificación se


nos concede la felicidad del cielo sin las obras.
(1 ) Calvin. Instituí: \. iti. c. 11. § . 15. Aquí combate
Calvino al punto á Pedro L om batd, cuya doctrioa la re­
fiere asi: «Priihum , inquit, more Christi nos justificat,
dum per eum exéltatur charitas in cordibus n o stris, qua
jusli efficímur: deinde quod per earadem exlíncturo est
peccatum...... » Sigue y se vuelve contra S. A gustín: «Ae
De Augustini quidem Bententia...... recipienda est. Tamet-
si enim egregia hominem omoi juslitiae laude sp o líat....,
gratiam tamen ad justificatiooem re fe rt, qua in v ita no-
vitatem per spirítum regeneram ur.» E n seguida dice:
«Ser¡ptura autem , dhm de fidei ju stic ia loquitur, longe
alio nos ducit.» § . 21. Concluye finalmente; «Ut tal i»
justitía uno verbo appelari queat peccatorum remissío. *
164 LA SIMBÓLICA.
gelio; si si; le hubiese dicho: M ir a , el pecado ha lleva­
do sus dettrozos á todas las potencias deí hombre; la
virtu d rep a ra d o ra , penetrando mucho mas a u n , va á
agotar la fuente del m al hasta en los m as recónditos
abismos del alma; b¡ tal era la enseñanza de log refor­
m adores, decimos, al menos estas aberraciones serian
puram ente especulativa». P ero se nos dice: «Loa efec­
tos del pecado son tan terribles que subsiste todavía en
el hom bre despues de su regeneración: el pecado ha
hecho en el alma uua herida tan profunda, q u e jam áí
puede ser curada de ra íz .» Asi pues injusticia en el
viejo A dam , dentro, de nosotros; justicia en el nuevo
Adam, esto es, en Jesucristo, fuera de nosotros.
Aqui todavía el mal fundamental se manifiesta á
nosotros como algo esencial. En efecto, m ientras que,
según los católicos, la concupiscencia no es m ala hasta
tanto que hay en ella consentimiento, los protestantes
comprenden que los deseos de la carne son pecados
aun cuando sean desechados por la voluntad. ¡Mas exa­
mínese de cerca esta doctrina, y dígase, con la ma­
no en la conciencia,' que si no hace del mal alguna co-,
sa sustancial; si no lo conceptúa como existente in­
dependientemente y fuera de la voluntadI ¿Q u é dan á
entender pues estas palabras, que quedd algo malo en
el hom bre; que este algo es todavía m alo , aun cuando
la voluntad resiste y triunfa de los movimientos de la
carne? Seguram ente por estos principios la razón del
pecado no se halla en la voluntad, puesto que por una
parte la voluntad es recta, y que por o tra existe algo
malo en el hom bre. E l libro de la Concordia acaba de
confirmarnos de nuevo en eBta opinion: dice que no
estaremos libres del m a l, sino hasta el momento ea
que hayamos dejado este cuerpo m ortal (1). M as, ¿qué

(1) Solid. Declar. m . de ñd. justif. §. 7. p. 686 :
«Deum hoc mortale corpusculum circum ferunt, vetus
LA SIMBÓLICA. 1C5
otra cósa ea eato, sino concebir el pecado como exis­
tente por si mismo?
¿M as cómo Lutero ha visto en el mal moral una
esencia mola? ¿N o se podría com prender m ejor su
doctrina que él mismo la com prendió? Advertim os dos
aserciones extrañas en la erisuñanza de los reform ado­
res. Al instante dicen: Dios se oculta á si mismo las
faltas de! fiel: Dio» mira como - justo ai hom bre lleno
de pecados. M as, ¿se concibe que Dios pueda o cu ltar­
se nada á si m ism o , que el hom bre injusto aparezca
justo á sus ojos? Si pues querem os sostener la infalibi­
lidad de la ciencia divina, estamos obligados á decir
que lo que ea malo según nuestras débiles luces, no lo
e6 al juicio de Dios; que 1a falta es la condicion nece­
saria del hombre como ser finito. ¿Y en qué olra
base, le preguntam os, podría descansar la seguridad
que ofrece al protestante la fe en una justiGcacjon p u ­
ram ente ex terio r?
Todo el negocio de la regeneración, dicen au n , es
obra de Dios solo (1). Pero si eso es asi, ¿p o r qué
Dios que es exclusivam ente aclivo no penetra á todo el
hombre?- ¿ P o r qué no destruye el pecado hasta en
sus raicea? ¿P o r qué pues obrando libremente no des­
pliega su omnipotencia en todo su esplendor? ¿S in d u ­
da puesto que el fiel es puram ente pasivo, podría ser
tranformado en todo su ser? Y si eslo no sucede asi,
¿cuál es la razón? Evidentem ente es la que se ha dado

Arlam inaipsa natu ra, ómnibus illius interioribus et e i -


terioríbus viribus iuhaeret.»
(1) Salid. Declar. u. de líber, arbitr. §. p. 615:
«Tantnm betni et tamdiu bonum operatur, quantum et
quamdiu a s-piritu Dei im pellitur.» No es tal la enseñan­
za de los católicos; porque ellos creen que el Espíritu
Santo conduce al h om b re á adelante, pero que el hom -
Jire no se deja siempre llevar del impulso divino, y que
queda atrás | or su propia culpa.
160 LA SIMBÓLICA.
siem pre: esto e s , que la constitución prim era del hom­
bre envuelve el pecado; que na !a es malo á los ojos de
Dios. Calvino responde que si Dios no cura al Ge! de
ra iz , es para poderle llam ar á todo m omento á su
tribunal ( 1 ); razonam iento frivolo que no perm ite el
mas mínimo exámen. ¿Y cómo no ha recurrido cuanto
antes á la necesidad, defendida tan frecuentem ente por
él? Por el pecado, herencia necesaria de la naturaleza
hum ana: hé ahí el único fundam ento ó base de todo el
sistem a: hé ahí la única razón que puede tranquilizar
al cristiano que continúa sus prevaricaciones.
Los reform adores, nos complacemos en reconocer­
lo , no descubrieron este principio fundam ental; pero
no es menos verdad que no se puede concebir de otro
modo su doctrina sobre el mal h ereditario, cuando se
la considera en sus relaciones con la de la justificación.
P or consiguiente, L u tero no se expresa con exactitud
cuando dice que el pecado constituye la esencia del
hom bre: hubiera debido decir solamente que el pecado
se une necesariamente ¿ la naturaleza hum ana. Asi es
cofho L utero y Calvino se vengaron sobre el libre a r­
b itrio; y , á pesar de todos sus discursos sobra la mag~
nitud det pecado, pronto se le consideró como no
existente en realidad; consecuencia necesaria d e su
teoría sobre las relaciones del hom bre con Dios. Aquf
vuelve á presentarse la doctrina de los reformadores
sobre el origen del m al; y aunque los luteranos ha­
yan rechazado esta do ctrin a, no se advierte menos en
*
[2) Calvin.Instituí. 1. ni. c - 11. § . 11. fol. 169: «Namhoc
secundum (reformationem in vitas novitatern) sic inchoafc
Deus in electis auis, totoque -vitse curriculo paulatim , ct
interdum lente in eo progreditur, u t semper obnoxii sint
ad ejus tribunal mortis judicio.» Aquí el reformador ha­
ce-depender solamente de Dios el progreso en la virtud;
y 8¡ el hombre se detiene en el cam ino, la culpa, dice,
de eso recae eo el dispensador de la gracia.
LA SIMDÓLICA. 167
ella la influencia en todo au sistemo. Y a lo' hemos di-
cho mucho an tes, esto ea enteram ente distinto según
los principios católicos; p orque, viendo en el libre a r-
bitrio la razón del pecado, la iglesia podia, aun debía
enseñar q u e , por la justiG cadon, el hom bre está in­
teriorm ente libre del mal.

Dt la fé jtíHijiúantt.

§* XV.
Uarlrioa celólici.

En la sucesión de las edades la doctrina de la fa


justificante participó do la misma condicion q u e todos
los dogmas fundamentales del cristianismo. YiviGcando
las inteligencias, la fe había creado por espacio de
quince srglos especulaciones sublimes sobre la misma
fe; pero los sentimientos que ella inspiró, mucho m al
profundos todavía, ¿quién podrá dA cribirlos? Con to ­
do aso, como este artículo no Iiabia sy|o term inante­
mente deGnido, la ciencia no habia podido en esta
época'formarse una teoría completa en cuanto á la fe:
asi antes de A rrio y Pelagio el dogma de la gracia,
como ni el de la divinidad de C risto, no habia sido ex ­
puesto con toda su claridad. Y asi como en los escri*
tus anteriores al concilio de N icea, hallamos sobre es­
tas cuestiones m uch ¡>6 cosas obscuras y contradictorias;
asi también sucede relativamente á los teólogos que han
escrito sobre la fé antes del concilio de Trento. F ue
pues para los padres de esle concilio una tarea de las
mas penosas y delicadas definir la verdadera doctrina y
purgarla de todo e rro r (1). P o r otro p arte A rrio y Pe-

(1) PallaYic. Hiilor. Contil. Trident. I. vm. c. V.


168 LA SIMBÓLICA.
lagio, hom bres ademas m uy superiores A L u te ro , no
fueron los creadores de Ia9 novedades erigidas por
ellos; solamente redujeron á un cuerpo de doctrina
ciertas opiniones ya conocidas en su tiempo. Mas esto
se aplica todavía al padre de la reform a; porque, asi
como él mismo nos lo enseña, no fue mas que el de­
fensor de innovaciones introducidas por algunos teólo­
gos. Los dos concilios de que hemos hablado, por el
contrario, discernieron las tradiciones de lodos los
tiem pos, de todos los lugares, y loe proclam aron dog­
ma de fe.
Al gunos de los padres reunidos en T rento se dedi­
caron especialmente á resolver esla cuestión: ¿Cuál es
la diferencia establecida por S. Pablo entre la fe que
justifica, y las obras q m no ju stific a n ? Mas hé ahí ta
interpretación del obispo de A gata: « El apostol no
rehúsa la virtud santificante, sino á las obras que pre-
ceden A la fe» que no la tienen por principio vivifican­
te (1).» E n consecuencia, añadió Cornelio M usso, las
obras puram ente exteriores no son meritorias; Abraham ,
por ejem plo, no obtuvo la amistad de Dios porque
condujo á su»hijo á la m ontaña, sino porque estaba
lleno de fe, de esperanza y de caridad (2). Asi se reco­
noció con ratón que S. Pablo no comprende las obras del
fiel justificado cuando por oposícion A la fe quita á loa
actos del hombre la virtud de hacerle agradable á Dios,
E n otros térm inos, el autor sagrado opone, según es­
tos teólogos, la ley ceremonial de los judíos oí rem e­
dio ofrecido en Jesucristo, y no atribuye mas que á la
fe en este remedio la virtud de justificar.
Estos comentarios no obstante no se anuncian sino

n. 18. p. 2 0 2 : «Ingens otoñes incesserat ¿jira esplicandí


eflatum apostoli, hominem justifican per fidem .»
(1) Pallavic. loe. cit. n. 13. p. 261.
(2; Pallavic. loe cit. n. 14. p. 261.
LA SIMBÓLICA. 169
d e u n a m anera negativa; los que siguen, por el con­
trarío , dan una definición positiva de la fe justificante.
La fe en el Salvador justifica-, eso quiere decir, según
otro p adre, que la fe es el fundam ento, la raiz de to ­
dos los acto* que obtienen el favor del cielo; de suerte
que la justificación no procede inm ediatamente de la
fr, sino de las obras que ella produce. A esto Claudio
Le-Ja y añade, con no menos exactitud que precisión:
«La fe nos procura la grncia, no de ser agradables á
Dios, sino de poder serlo.» « E n e fe c to , prosigue B erta-
nus, S, Pablo no dice: E l hombre es justificado por la
fe, sino por medio de la fe ; purque esto virtud no es la
justicia; es únicam ente la facultad de conseguirla.
(Juan 1. 12) (1).» Dejemos hablar todavía á Bernardo
de Diaz: « El hom bre se dice justificado por lo fe, por­
que ella nos levanta de nuestra debilidad n atu ral, é
imprimiendo en nosotros ciertos movimientos superio­
res á la n a tu ra le z a , hace que seamos mirados por Dios
como entrados ya en el camino de la justicia (2 ).»
Aunque concebidos en distinto* térm inos, lodos es­
tos comentarios expresan la misma doctrina, y el con­
cilio los confirma por estas palabras: « La féj*s el prin­
cipio de la salvación del hom bre, el fundamento y la
raiz de la justificación: sin ella es imposible agradar á
Di09, ui llegar á la asociación de sus hijos (3).»

(1) Pallavic. loe. cit. n. 3. p. 2G0.


(2 ) Loe. cit. n. 16. p. 262: «Ideo dici lionúnem per
fidem justifican , quod haec ex hifmil¡tate nativa nos a l-
tollít, motusque quosdam super conditionem n atu ra no­
bis imprimit, efficitque ut á Deo respiciamur ceu iter
justiti» jam ingressi.»
(3) Concil. Trid? sess. vi. c. v n i: «.Quomodo in telli-
gitur, impíwm per fidem , et gratisjustificar i. Cum vero
Apostolus dicit, justifican homincm per fidem, ct gratis;
ea verba in eo sensu intelligcnri.i su n t, quem perpetuas
ccclesi* catholic® coircensiis tcnuit, et expressit; ul sci*
170 LA. SIMBÓLICA.
E ste pacaje, sin em bargo, no contiene una defini­
ción propiam ente dicha; oigamos al catecismo romano:
L a fé es u n firme asentimiento por el cual el entendí-
miento cree con una plana y entera certeza en la re-
velación de los misterios de Dios (l). Asi la fe es la
alianza del hom bre con su a u to r, alianza que 8e efectúa
por medio de la inteligencia, y que despierta mas 4
menos los sentimientos del corazon; en una palabra, lo
fe es la luz divina, la iluminocion su p e rio r, en la cual
confesamos los decretos suprem o»; ella comprende las
relaciones de Dios con el hom bre y de este con Dios.
Mas como la justificación, en sentido católico, es la
renovación completa del h o m b re, necesariam ente la
iglesia debia enseñar que la fosola no justifica ante Dios;
que ella es por el contrarío la condición prim era, indis­
pensable para ser juslo; la raíz sobre la cual está injerta
íu justicia del hom bre; el suelo en donde se fecundiza
lu asociación de los hijos de Dios. Pero luego que la fe
past de la inteligencia á la voluntad; luego que pene­
trando y vivificando loa sentim ientos del corazon p ro­
duce al hom bre nuevo criado según Dios; cuando, para

licct per fldem ideo justificari dicam ur, quia fides est
humanas salutis initium , funda m en tum et radix ornáis
justifica tionis: sine qua impossibile est placére D eo, et
ad filiorum ejus consortium pervenire: gratis autem ju ­
stificari ideo dicam ur, quia nihil eorum , quae justificatio-
nem pracedilnt, sive fides, sive opera ipsam justiíicatio-
nis gratiam promeretu^. Si enim gratia e s t, jam non ex
operibus: alioquin, u t ídem Aposto!us inquit, gratia non
est g ra tia .»
(1) Catech. T rident. p. 17: «Igitur credendi vox hoc
loco pu tare, existim are, o p in ari, non significat, sed ut
docent sacra? I¡tiene, certissimsn assenslonÍ9 vim liabet,
quam meus Deo sua mysteria aperienti firme constanter-
que asseu titu r..... D eusenim , qui dix it, de tenebris lu­
men splendescere, ípse illusit in cordibus nostris , u t non
sit nobis opertum Evangélium , sicut iis qui p ereu n t.»
LA SIMBÓLICA. 171
hablar con Seripando, la caridad se enciende en el foco
de la fe como la chispa sale de la piedra ( 1 ), entonces
y solo entonce» la justificación es completa.
En efecto, según los escolásticos t es una especie de
fe que por si sola posee la virtud de justificar. Designada
bajo e^n o m b red e fides fórm ala, esta fe tiene la caridad
por forma, por principio vivificante; de donde se llama
también fides charitale fórm ala, aním ala, fides viva, vi­
vida. Esta es la fe superior que nos pone en comercio
con Jesucristo» que da el a m o r, el arrepentim iento, la
humildad, la esperanza; esta fe es la que libra al hom ­
bre del pecado, la que hace am ar y contem plar todas
las cosas en Dios. Perm ítasenos c ita r algunos teólogos
que han escrito sobre esta m ateria , ya a n te s , ya des­
pués del origen del protestantismo. Respondiendo ¿ la
pregunta si nosotros hemos sido libres del pecado por los
padecimientos del Salvador, Tomás de Aquino se expresa
en estos térm inos: «Por la fe nos apropiamos los pade­
cimientos de) Salvador, de modo que nos hacemos p a r­
tícipes de 6us frutos (Rom. 3. 25). Luego ¿cuál es la fe
que nos purifica del mal ? no es la fe informe la que
puede existir aun con el pecado; sino la fe form ada por
el am or, A fin de que la pasión de Cristo nos sea apli­
cada, ya en cuanto á la inteligencia, ya en cuonto ¿ la
voluntad. Asi es como los pecados son perdonados en v ir­
tud délos padecimientos del Señor (2).»

(1) Pallavic. H ist. conc. Irident. 1. v iii. c. 9. n. 6 .


p. 270: «Quemad modum k sulphure ignis em icat, i ta per
eam (fidem) in nobis charitatem extemplo succendi, qu»
praeceplorum observationem et 9 a l u t e m secum trahit.»
(2) Tliom. Aquin. Summa tot. theolog. P . m . Qusest.
x l i v . ar t. i . ed it. Thom a a V io. Lugd. 1580. vol. i n . p. 233;
•Fides autem, per quam á peccato m undatur, non e 9t li­
des informis, quse p^test esse etiam cum peccato, sed est
fides formata per charitatem , ut sic passio Christi nobis
applicetur, non sotaní quantum ad intellectum, «ed etiam
172 LA SIMBÓLICA.
El cardenal Nicolás de Gusa en su excelente obré
sobre la paz en tre (odas las religiones, sienta estas pa­
labras: «Quereis que la ju stifiq u e, yo lo quiero tara,
ubicn , pero es necesario que sea la fe formada, la fe
»viva; porgue sin las obras la fe es m uerta (1).» E n­
trando en mas prolijos detalles: «L a caridad^. dice,
»C9 el principio que consuma la esperanza y la fe; es la
•^caridad que se apodera , conserva y convierte. La
salv ac ió n fue pedida á Jesucristo, y él respondió: La
¡¡esperanza, y la fe dan lo que es amado. Luego si se ama
»al Salvador, entonces salv a: en efecto, el objeto amada
»está en el am or, y el Salvador amado por consiguiente.
«Porque DÍ09 es caridad; y el que permanece en la can­
illad permanece en Dios, y Dios en él. Cuando Cristo dice
»»iuu la fe justifica, habla de la fe vivificada por el amor,
»mas no de la fe que tienen los diablos y malos cristianos.
«Quien conoce pues á Jesucristo y no va delante de ét;
»quim va delante de Jesucristo y no enlabia un comercio
«íntimo con él, aquel está excluido de la splvaciou (2).»

quantum ad effectum. É t per bunc etiam modum pec-


cata dim ittuntur ex virtute passionis Christi.» Comp.
Q. cx m . art. iv. «Motus fidei non est períectu s, nisi sit
charilate formatus, uude simul in justificatione impiieum
motil fidei est etiam motus charitatis; movetur autem libe-
rm n arbitrium in Deum ad hoc, quod ei se sul>jiciat, tinde
et conuurrit actus timoris filialis et actushum ilitatis etc.»
(1) Nicol. Cusan, de pace fidei Dialog. Opp. edit. Ba-
sil. p. 870: tcVisi^itur, Deum in Christo nobis benedi-
ctiunem repromisisse vitae «¡ternas? — Sic vo^lo. Quapro-
pter oportet credere Deo prout Abraham credidit, ut sic
crcdttns juslificctiir cum (idoli Abraham ad assequendam
repromissionem in uno semine Abrahai Christo lesu, quae
repromissio est divina benedictio , omne bonum -inse
complicaos. — Vis igitur, quod sola fides illa justificet ad
perceptionem astenia} Vita* ?— Opo^tét aulein, quod fules
sit form ata, nnin sineoperibus est mortua.»
(2) Ni col. Cusan. E xclta l. 1. iv. opp. ed. Bas. 156b.
I.A SIMBÓLICA. 173
A estos palabras añadiremos un pataje de B d a r-
líiino, que ha vivido casi tanto tiem po despues de la
reforma como Nicolás de Cusa lia vivido antes. In te rp re ­
tando estas palabras de s¡m P a b lo , Gal. v. 6 : E n Jesu­
cristo n i la circuncisión tii ta incircttncision sirven n a ­
da , sino (a fe que obra por la caridad, el sabio cardenal
dice: «Pora prevenir todo erro r, el apóstol explica cuál
))es la fe que él llama justiGconte. N i la circuncisión ni
xta incircunciston, es decir, ni ta ley dada A los judíos,
i)ni las obras del pagano sirven de n a d a , sino ta fe que
xobra por la caridad, esto es, la fe que es movida, for-
»mada, y por decirlo a s i, convertida en viviente por el
»amor. Asi la caridad es el principio vivificante de la fe,
»asi los católicos dicen con razón q u e sin la» obras la fe
»es m uerta (I).»
Acabemos por las palabras de un célebre com enta­
dor, que escribía al principio del siglo X V II. Despues de
haber dicho que ningún hom bre seria justificado por las
obras de la ley , añade san Pablo que Dios ha abierto
otro medio de salvación; que por la fe en Jesucristo la
justicia es concedida á todos loa fieles (Rom. 5 t 2 0 , 22).
Mas sobre la palabra fieles, Cornelio á Lapide hace esta
advertencia: Esta expresión no designa al cristiano falso
que como los diablos se contenta con una fe vacía y
muerta, sino á los que .tienen una fe formada por la c a ­
ridad; esto es, los que do se lim itan á creer los dog-

p. 4-61. Cfr. Lombard. 1. m . diat. 23. c. 1. edit. 1516.


p. 136: «Cred«re in Dcum est credendo am are, credendo
in eum iré, credendo ei ad h srere, et ejus membris incor­
poran, per hanc fidem justificatur im pius, ut deinde ipsa
fides incipiat per dilectionem operari; fides ergo , quam
¿«monea et falsi christiani h a b e n t, qualitas m entís est,
sed informis; quia sine charitate est.»
(1) Bellarm. de justific. 1. ll. c. 1. Opp. tom. ív.
p. 209.
174 LA SIMBÓLICA.
mas especulativos, sino que manifiestan bu fe por los
obras ( 1 ).
Esta doctrina, por lo dem as, es de tal modo clara,
de tal modo evidente, que se presenta por sí misma al
jurisconsulto no prevenido. Asi H e in ro th ,q u e proba­
blemente jamás lia leído un solo teólogo católico, dice en
su Pisleodicea: Le fe es la base, y la caridad ti princi.
cipio de ia vida espiritual (2 ).

§. X V I.

f l o i l r i n u lu te r an o y r e f o r m a d a r n c n i n to I la T*.

¿Qué posicion tomaron los reform adores acerca del


dogma católico con respeto á la fe? Tal es la cuestión
que exige unte todas cosas nuestra atención. Desde lue­
go combatieron la distinción entre la fe viva y la m uer-
ta; ¿y por qué? E s, dicen, que estas dos clases de fe son
igualm ente falsas. Si de acuerdo con los escolásticos hu­
bieran representado solamente la fe m u e rta , como in­
capaz de justificar al h o m b re , esta enseüanea seria tan
conforme á la E scritura como á la sana ra z ó n ; pero
¿quién lo creería ? llegaron hasta ponerla en duda (J).

( 1 ) Cornelii a Lapide coinment. in omnes divi Pauli


«pist. edit. Antuerp. 1705. p. 57.
(2 ) Heinroth pi$tcodicée, Leipzig, 1826. p. 459. No­
sotros podemos llamar todavía un sabio lego á Guillermo
Beneke, autor de un comentario tobre la epístola i los
romanos ( Der B rie f an die ñom er.) Heidelberg 1831.
p. 64-, 74, 145, 241. ¿Mas cómo ha hallado el autor la
preexistencia de las almas en la epístola á loa romanos?
Hé ahí lo que no podemos comprender nosotros.
(3) L uther. Autlegung des B riefet an die Gal. en el
lugar citado, p. 70. «La fe no es una si otioia qualitat,
una cosa tan in ú til, tan inerte y m u e rta , que sea in­
crustada en el corazon del hombre pecador como una paja
LA SIMBÓLICA, 175
¿Quién no ve por lo demas la necesidad de esla doctrina
eo el sistema p ro testan te? Si destruyendo la inteligen­
cia haceiB de la fe la obra de Dios so lo , entonces 6eria
un absurdo q u e jam ás pudiese quedar sin erecto. Mas
esto no es asi según los principios católicos; porque
aqui la ineficacia de la fe halla su explicación en el li­
bre albedrío, en la resistencia de la voluntad. A nterior*
mente pn el artículo de la predestinación hemos visto
cómo los protestantes se ven obligados é violentar la
Escritura, solo porque ellos desechan la distinción de
que se trata.
Pero hay m a s: la idea de la fe vivificada por el
amor, fe á la que la iglesia atrib u y e la v irtu d justificante,
ea del misino modo refutada por los luteranos y los re*
formados. E n la conferencia de Ratisbona en 1541 es­
tuvieron de acuerdo en este punto una y o tra porte:
Es pues una firmé y sana doctrina que el hombre peca­
dor es justificado por la fe t i t a y efica z, porque esla fe
nos hace justos y sanios á los ojos de Dios (1). Mas L u­
lero rechazó este artículo con ira, le calificó con la nota
de miserable, reméhdado (2 ). Perm ítasenos citar el pa~

leve é inútil, ó como una mosca que permanece durante


el invierno en una hendidura hasta que el sol por medio
de $u$ rayos bienhechores viene á resucitarla y darla
vida.
(1) Firm a igitur est et sana doctrina per fidem vivam
«t eííicacem justifican hominem peccatorem ; nam per
illam Deo grati et accepti sumus.
(2) Ved en Getchichle de lot protestante» Lehrbegr.
ni. vol. ii parte, p. 91, cómo Pank procura excusar estas
palabras de Lutero. — Siempre que hay muchos teólogos
protestantes aun aquellos que no son racionalistas recha­
zan muy lejos la enseñanza de sus padres en la fe. Eso
•in dada nada tiene que pueda sorprendernos. Mas si por
un lado estos teólogos están convencidos de la falsedad
de esta misma doctrina, no pueden por otro lado poner
176 L A S IM IH ÍL IC A ,

8¡ijc siguiente: «Nuestros papistas y nuestros sofisías,


»(Íice el patriarca de Ui refo rm a, lian enseñado entre
«otra* cosas, que bc debe creer ©n Jesucristo, y que la
»fe es el fundamento de la salvación. No obstante la fe no
«puede justificar ó nadie, añaden ellos, si no esté formada
«por la caridad, esto es, si no ha recibido su debida forma
»de lo caridad. Mas esto sin embargo no es v erd ad ; es
9>tina pura invención, una falsa apariencia; es uga falsi­
ficación falaz del Evangelio.» ^
» Asi pues estos locos soGstos enseñan que la fe de-
»bc recibir de la caridad su modo y su debida forma.
» ¡A bsurd o , desatino m onstruosamente inútil I Porque
»la sola que ju'tilrca es la fu que afianza á Jesucristo
«por la palabra, la fe que está prep arad a, adornada
»de Jesucristo; pero no la que comprende el amor.
«Porque si la fe debe ser (irme é inalterable, ¿ á q u é
»pues podría nplicar&e sino á Jesucristo? Porque en loa
»aflicciones de la conciencia no puede subsistir sobre
»otra base que sobre esto piedra preciosa. Asi cuando
»la ley atemoriza al hombre y el peso del pecado le
nabrum n, entonces tam b ién , si él lili abrazado ¿ Jesu­
c r is to por la fu, puede creer que es justo y piadoso.

en duda la infabilídad de los reform adores, y sustituyen


al dogma enseñado por ellos el dogma de la iglesia cató­
lica. Asi el doctor Augusto de H ahn, profesor en Leipzig,
en su obra über die Lago de CUrisicnthums..*. (Del estado
actual del cristianismo, carta á Bretschneider, p. 6 i) dice
estas palabras: «En la apología, art. 3, Melanchthon recti­
fica la idea católica de la justificación por las buenas obras.
Prueba que el evangelio ha completado la doctrina del
antiguo Testamento sobre la gracia de Dios en Jesucristo;
gracia que se eitieodc á todos aquellos que con senti­
mientos de penitencia tienen una fe viva, anim ada, activa
por el amor etc. Es un hecho incontestable: los luteranos,
aun los mas adheridos á su iglesia,, han perdido entera­
mente de vista la doctrina de los reformadores.
LA SIMBÓLICA» 177
n¿Y cómo? ¿Cómo es justo de este modo? Por el.no-
»ble tesoro, por la noble perla, por Jesucristo, ú quien
nél posee en su corazon (i).
Leemos ademas en la mi&ma obra: «Cuaudo el
«hombre conoce que debe creer en Jesucristo, pero
«que la fe no puede ser para él de alguna ventaja, de
«auxilio alguno, si el amor no se une aun á esta fé
»para darle la virtud de justificar; cuando el hombre
«conoce eso, decimos, necesariamente debe pasar de la
ufe é la desesperación, y h a rre e á sí mismo este ra-
wciocinio: Si la fe no justifica sin ta caridad, la fe es
unúlit y nada vale, y es la caridad sota la que jtisii-
»f¡ta. Porque si la fe no contiene el amor que la da su
»debida forma , esto e s , la cualidad y propiedad dejus*
»íí/icar, entonces ta fe es nada; mas si ta fe nada es,
n¿cómo puede justificar ?
i) Y para apoyar esta funesta, esta execrable doc­
trin a , los contrarios citan el pasaje de la epístola
«primera á los corintios, c. 13: Aunque yo hablara todas
das lenguas de tos hombres y ángeles.... ; aunque tu r n ­
ara fí don de profecía y,penetrara todos los misterios;
»riimque tuviera toda ta fe posible y capaz de trasladar
»tos Montes, sin o tengo la caridadf nada soy: pasaje
oque se les figura es para ellos un muro de bronco.
«Asnos groseros, sin inteligencia, nada saben compren-
nder ni ver en tas obras de san Pablo; y por esta falsa
((interpretación , no solamente hacen violencia á las pa-
»labros del Apóstol, sino aun niegan á Jesucristo, y
«reducen ¿ la nada todos s u b beneficios.
«Guardémonos, guardémonos de este error, como
«de un veneno verdaderamente infernal y diabólico; y
«concluyamos con el Apóstol que nosotros somos justi-

(1) Luthers Werke {obran dt Lutero) , ed. de Wit-


tenb. i. parte, p. 47, 6 .
B, c. — t . vi. 12
178 I.A SIM BÓLICA.
»ficados por la fe sola, y no per (iderti charilute foy.
omatam (1).»
¿Qué es la fé protestante? E s la confianza con que
nosotros entrarnos en gracia de D io s ,y que en vista de
los méritos del Salvador hemos; alcanzado el perdón de
nuestros pecados (2). MelanchLhon se expresa có» mas
precisión todavía cuando dice: La fe es una confianza
absoluta en lu misericordia divina, sin consideración
alguna á nuestras buenas ó malas obras (3). Esforcé

(1) Ved la obra citada, p. 7(h Loa reíormadom


vuelven con frecuencia sobre la fe viva y siempre con
gran furijj. Asi Lutero dice, Opp. Jen. tom. i. fol. &38.
Thes. iv: «Ducent (sophist®) negué infusam Spiritu San-
Cto fidem justificare nisi chántate sitformata.» Melancht.
Loe. t he o/. p. 85: «Fingunt ( vulgus sophistarum) aliam
fidem fórmatam , i. e. chürítate conjunctam ; aliam in­
formen) i. e. qu® sit etiam in impiis carentibus charita-
Ic.» Calv. inslit. 1. m . c. 4. n. 8. p. 195: «Primo refu­
ta nda e s t, qua in scholis volitat'nugatoria fidei formato
et informís distiuctio etc.» •
(2) Confess. Aug. art. iv. fol. 13; «Item do cent,
quod homines non possint justifican coram Deo propriis
viribus, uteritis aut operibus t sed gratis justificentur
propter Christum per fidem, cum credunt se in gratiam
recipi, et peccata remitti propter Christum , qui aua
morte pro nostris peccatis satisfecit.»
(3) Mélancht. Zoc- iheol. p. 93: «Habes in quam
partém fidei nomen úsurpet Scriptura , nempe pro co,
quod est fidere gratuita Deia misericordia, sitie ulio ope-
rum nostrorum , sive bonorum, sive malorum respecto:
quia de Christi plenitudine omnes accipimus.» La defini­
ción mas completa es La que da CaLvipo, in s t itu í. I. ui.
c. 2. § .7 . fol. 195: «Justa fidei definitio nobis constabit,
si dicamus esse divinae erga nos benevolentue firmam
certamque cognitionem qua gratuitae in Christo promis-
sionis veritate fundata, per Spirítum Sanetum et revela-
tnr mentibus nostris et cordibus obsignatur.»
I.A SlM Ilál.lCA* 179
monos con todo eso en internar nos mas todavía en 1 a
doctrina de I09 reformadores, y 'turnos lo que hace
que la fe pueda jusliGcar; Hé aquí cómo fie expresa la
apología eu términos negativos: No es ni por el amor,-
ni por causa de t í , n i es ftor tas obras el obtener ó al­
canzar nosotros el perdón de los pecados (1). ¿Queremos
una definición positiva? Oigamos .ni libro de la Concor­
dia: La fe jusiifiMnle, dice, es* el medio y * l instrumen­
to que póstela gracia (la misericordia) de Dios y los
wirilos de Jesucristo (2).
Si á pesar de esto quedaba todavía a'guna obscuri­
dad sobre la fe protestante, una comparación usada
por Calvino |ftiidF¿ sin duda este asunto en toda' gu
ciar ido d Osiandro, predicador de N urem berga, y des-
pues de Konisberg; Osiandro, uno de los mus célebres
discípulos de Lulero t ni principio dc la reforma sé per­
mitió establecer una teoría particular sobre la justifi­
cación ; pero una cosa inas abominable todavía en que
su doctrina esté enteramente conforme con la de los
calólicos cuando ee explican en su verdadero sentido

(1) Apolog. iv .d e ju s lif. §. 36. p. 76: «Solafidein


Christum , non per dilectionem, non propter ditectionem
aut opera consequimur remissionem peccatorum , etsi
rlilectio Bequitur fidem.»
(3) Solid. Declar. ni. de fidei justif. 36. p. 662:'
«Fides enim tan tum eam ob cau9am juslincat, et inde
vim illam habet, quod gratiam Dei et meritum Chrisfci in
promissione Evangelii tanquam médium et instrumentan*
apprehendit et amplectitur.» §. 23. p. 659: «et qaidem
aeque contritio, ñeque dilectio, ñeque ulla alia virtus
sola fides esfc iklud instrumentum, quojgratiam Dei , me-
ritum Christi et remissionem peccatorum apprehendere
et accipere possunmis.»
Esta dase dé fe está señalada por loa teólogos alema­
nes bajo el nombre de fe instrumental, fe como médiq,
como órgano. Nosotros conservaremos esta denominación
porque acorta el discurso. ( N. D. T. F . )
I.A SIXIDÓf.lf.A.
la* expresiones obscuras que él emplea con frecuencia
sin comprenderlas bien. La f e , dice, üo tiene en si
misma la virtud justificante; mas si ella nos alcanza la
amistad de Dios, es que recibe esencialmente á Jesu­
cristo , esto eB, segon el lenguaje católico, que comu­
nica al hombre la justicia del Salvador-. A eso responde
Cálviuo: « También admito yo que la fe no justifica por
»su propia v irtu d , porque si asi fu e ra . siendo siempre
»la fé débil y defectuosa^ la justicia dei hombre set ia
»im perfecta. Asi la fé no es sino el medio por el cual
«Jesucristo es ofrecido & Dios: asi como un vaso de ar-
»cilla conteniendo un tesoro enriquece al hombre, asi
»te rabien la fe salva y justifica al creyente (1 ).»
Lo hemos oido, la fe no es un derramamiento del
espíritu de Cristo, no es un poder libertador, ua prin­
cipio de vida que regenera al fiel ►es respecto de Jesu-

(1 ) Calvin, im tit. 1. m . c. t i . §. 7. fol. 262: o Quod


objicit, vim justificandi non inesse fidei ex se ipsa , sed
quatenus Christum recipit, libenter admitió, nam si per
se vel intrínseca , ut loquentnr, virtnte justificare! fides,
ut est semper dcbilis ct imperfecta, non efficeret hocr
nisi ex parte : sic manca esset ju stitia, quaa frustulum
salutis nobis conferret......Ñeque lamen interea tortuosas
hujus sophistíe figuras admitto, quam dicit fidem esse
Christum 4 quisi vero olla fictil.is sit thesaurus, quod in
ea recohditura sitaurum . Ñeque enim diversa ratio est,
qoia fides etiamsi nulliua per se dignitatis sit vel pretii,
non justifica!, Christum. afferendo, sicut olla pecuniis
referta homincm locupletat......Jam expeditos estquoque
podus, quomodo inlelligi debeat vocabulum fidei, ubi de
juptiíicatione agitur.» Cfr. Apolog. ív. deju stif. §. 18.
p. 71: «Et rursué quoties nos de fide loquimur , intelligi
volumus objectum , scilicet miscricordiam promissam.
Nasa fides non ideo justificai, aut salva!, quia ipsa sit
opus per se dignum , sed tantum quia accipit misericor-
dtam promissam.» Cfr, Chemoit. E.rnm. concil. Trident.
t*. i. p. 294.
LA ¡MM1IÓL1CA. 181
cristo lo que el vaso de aroill» es relativamente al te­
soro. Corbo el vaso y el tesoro no son una minina cosa;
como el uno permanece de arcilla y et otro de o ro , nsi
lik fe no une al hombre intimamente á Jesucristo; nsi
13111re Cristo y el fiel no exi&ten sino relaciones pura­
mente exteriores. Jesucristo es la pureza m ism a, el
cristiano es impuro en su entendimiento y en su corn-
zon: Cristo es ofrecido ¿ Dios por su discípulo, y su
discípulo no llega á ser un sacrificio agradable ó Dios.
Con todo eso los reformadores no podían sin incon­
secuencia dar otra idea de la fe. Porque luepo que esta­
blecían como principio que nuestra justicia está fuera
de nosotros, necesariamente debían explicar de una
manera conforme A esta doctrina la aplicación que nos
está hecha de la obediencia del Salvador: debían llamar
apropiación de esta obediencia aun aquello que no la
hace nuestra propiedad in terio r, que no la hace tal­
mente nuestra , que nosotros seamos por nuestra parle
obedientes á Jesucristo. Acontece con rso de esta nueva
apropiación de los mérito* cnsi lo que con una persona
que habiendo comprado un libro instructivo se imagi-
rase por ello folo ser muy sabia , aun cuando no se hu­
biera apropiado el contenido de este libro, Ahora ó nun­
ca debemos comprender por qué los protestuntcs, ho­
llando la palabra evangélica, rechazan lu enseñanza de
la iglesia sobre la fe justificante. Por lo demas Calvino
lomó probablemente dn Lulero la comparación del va­
so y del oro que contiene aquel; porque este último
aunque no hace en ello tnntas aclaraciones, hace tam -
bien de la misma un u*o frecuente ( 1 ).
Lo que acaba de decirpc nos da igualmente la clave

(I) Comentario d? Latero sobre ta epiitolu á lot ttr


(¿alacia, edlt.dc Wit. i. parle, p. 70: «£ Por qué jus­
tifica ta fe? Hé aquí la razón de ésto: os porque toma y
conserva el noble y precioso tesoro, a saber, Jesucristo.)*
182 u \ ^ IH U Ó L IC A .
de estas- palabra!» de Lutero; « Ahora ves qué¡ rico ea el
«hombre cristiano- Aunque quiera no puede perder bu
«salvación por pecado alguno, á no ser que él no quie-
»ra crear; porque si exceptuamos los pecados opuestos
la fe « nadie puede excluirle de la salvocion. Cuando
ula fu vuelve á las promesas del bautismo, ó cuando
»»o se ha olejado de ellas, todos los pecados son ab-
»su ellos en un instante por e&ta misma fe, ó mas bien
)>por la veracidad divina; porque Dios no puede ne-
»garse, luego que tú le confieses y te entregues con
^confianza á sus promesas. El arrepentimiento y la
«confesión de los pccadoB, la satisfacción y todas, estas
nobras inventadas por los hom bres; todo eso te dejará
»pronto, te hará desgraciado si, olvidando la veraci­
d a d divina, descansas cn las vonoB prácticas de la su-
>;perdición humana; Vanidad de vanidades» aflicción
»del espirita y del corazon ea todo lo que se hace fue*
»ra de la fe en-la veracidad divina ( 1 ).

(1) Lulher. de capiivii. Babyl. tom, n. fol, 284: «Ua


vides, quam dives sit homo chrislianus, etiam volens
non potesi perdere sa tutem suam qu an tú cum qu e peccatis,
nisi nolit credere, Nulla enim peccata possunt damnare,
nisi sola incredulitas. Cxtera omnia, si redeat vel stet
fides in promissiúnem divinam baptí zalo factam, in mo­
mento absorbentur per eamdetn fidem etc.»
■Es conocida la carta que Lutero escribió desde Wart-
hurgo, en 1521, á su amigo Melanchthon. Evidentemente
cuando él escribió estas líneas, se bailaba, para no ha­
blar m as, en uua situación de espíritu mu y extraordina­
ria. No tomaremos pues sus palabras en todo rigor; pero
{io. es menos cierto que ellas son muy significativas en la
historia del dogma luterano, «Sé pecador y peca fuerte­
mente,» escribe el restaurador del Evangelio; «peca fuer­
temente, pero cree y gózate en Jesucristo c»n mas vehe­
mencia todavía, en Jesucristo vencedor de] pecado, de la
muerte y del mundo. Debemos pecar mientras: estamos
aquí abajo.: Esta Yida no es <ta moreda de la justicia; pero
LA 91MJPÓ1.1CA, 183
Seguí» este pasaje, 'la fe ee combatible. con lys ma*
grandes pecados; pero en vano Lulero procura 6 todo,
trance apoyarse en, el testipaoniode S /P ablo: segura-
raeiitc no es esta la fe que recomienda , que ensalza el
a|Hfetol de las naciones. No. podemos ver por nuestra
parte en las palabras del reformador sino el vaso de
arcilla de Calvino, la gracia exterior que justifica sin
destruir d pecado, sjn crear en el fiel un corazon nue­
vo. Lutero añade: « Si se pudiera cometer u n adulterio

nosotros esperamos, dice S. Pedro, nuevos cielos, y una


tierra nuevacñ dondcrla justicia tiene sil mansión. Basta
que, por las riquezas de la gloria de Dioá, conozcamfó
al cprdero que quita los pecados del mundo. Desde luego
el pecado no puede apartamos de Jesucristo, aunque en
un tffa Cometamos cien mil homicidios, cien mil adulte­
rios.» Epist. Dr. Mart. Lutht. A Job, Aurifabro coll.
tom. i. Jena 1556, k. p. 3 4 6 .b .: «Si gratín praedicator
es: gratiam non fictam sed veram predica: si vera gra-
tia est, verum non fíctum peccatum ferio, Deus non fá­
cilsalvos ficte peccatores.;
Esto peccaiur et pecca fortiter: sed fortius lide el
gaude in Cliristo; qui vistor est peccati, mortis ct mun-
di; peccandum est, quandiu hic sumus. Vita haec non
est habitatio justitiac ; sed expectamus, ait Petrus, ccplos
novos et te.rram novam, in quibus justitia habitat.
Sufficil quod agnovimus per divilias gloria Dei ag-
num, qni tollit peccata m undi: ab hóc non avellet nos
peccatum, etiamsi millies, millies uno die fornicemur
aut occidamus. Pulas tam parvum esse pretium et re-
demptionem pro peccatis nostrís factam in tanto ac tali
agna?» -
Se hallan en las obras de Lutero infinidad dé pasajes
semejantes. «Las almas piadosas, dice ademas, que eje­
cutan el bien para lograr el reino de los cielos, no sola­
raen te nunca llegarán á é l, sino que es necesario aun
contarlos entre los impíos; y es mas urgente .fortale­
cerse .contra la^ buenas .obras 1 que contra el pecado. »
(Opp. W itenb. tonu v i.fplr.160j.
181 LA SIM BÓLICA.

en la 'fe , esío no serta un pecado (3). Pero nosotros le


pregunlomos: ¿ estas palabras están conformes con la
doctrina de S.'Pablo? ¿Estns palabrfis son de un cris­
tiano?
También hallamos en Melanchthon un gran número
de posajes Bemejanles: «Aunque hagas, dice, comas,
beba9 , Enseñes, trabajes con las manos: digo también:
es evidente que pecas en estos acciones: no hay consi­
deración alguna A tus obras; considera las promesas de
Dios, y cree con confianza que ya no tienes juez ep el
cielo., Vino un buen padre' Heno pr$ra ti del mas tierno
ánior (á).« En lenguaje clarp ved. lo .que significan es-
tas palabras: Que seas ladrón, adúlleto,, perjuro, ho­
micida, nada importa; con tai que no olvides que Dtoi
es un excelente ancianoqtte ha tábido perdonar mucho
anles que (ú supieses pecar.
Sin otpbargo, hasta aquí no hemos considerado la

La mejor explicación de tos pasajes que se acaban de


leer es á nuestro parecer que í/utero procuraba tranqui­
lizar su conciencia., porque era muy tficioso; dice C^tlvi­
no : [Qjalá que él hubiesetenido cuidado de refrenar la
intemperancia que borbotaba en él por todas partes I
[ Ojalá qué hifbiete pentodo antes en reconocer sus viciórl
(Schlussenb., tlieol, Calv. L u . p. 126). Cirandó se ibaá
entregar' á la disolución se decía proverbialmente en
Alemania: Hoy viviremos á lo luterano. Hbdie luthera-
nice vivemus. ■ (Ff. D. T. F .) '
(1) Luther. disput. tom. i . p. 523: «Si in fide fieri
pósset adiilterftrai, peccatum nón csset.»
(2) Melancht. Loe. theo¡,. p. 92: «Qualiacumque sint
ópera,' cóimederé, bibere',' laborare oíanu, docere, addo
etiam,' íit sint palam peccata etc.» Concebiría yo mas fá­
cilmente, lo confieso, la noche y el dia bajo una sola
idea, que un hombre que tiene la fe descrita per san Pa­
blo, y que práctica la moral de Melan’clithon. ¿Qué es lo
qué impide representar al fiel iracundo deshonesto etc.,
luego que se la mezcla á la fe con los pecado* mas graves?
LA S IM B Ó L IC A . 185
To protestante mas que bajo un solo punto de vista, es­
to es, en sus relaciones con la justificación; falta con­
siderarla como fuente de am or, como principio que
produce todas las virtudes, A este fin Lutero define la
fe, casi como los católicos definían el amor de Dios en
el hombre regenerado. Podríamos citar los escritos del
reformador sobre la libertad cristiana y sobre las bue­
nas obras. ¿ Y quién no conoce Iu elegante definición
que do de la fe en su comentario sobre la epístola ti los
ropianos? «La fe, dice, ea para nosotros la obra det
«Criador. Destruyendo al hombre viejo, haciéndonos
«renacer de Dios, nos transforma enteramente en otra
«criatura; renueva nuestro corazon, nuestra alma, lo-
wdas nuestras facultndes, por la comunicación del Es-
«píritu Santo. Viviente y activo la fe practica constan-
«teniente 1¿ virtud; nunca mira atrás; siempre adelan.
»ta en el camino de l« justicie; siempre está ocupada
non hacer bien.»
Aquí el padre de la reforiüa, en contradicción for­
mal consigo mismo, enseba que la fe que regene­
ro todo el hombre espiritual, es producida por todas
las fuerzas de la nalnraleza humana. Asi es que da un
testimonio brillante del poder del Salvador sobre d
pecado y sobre ki m ueite. En otra parte, en su co­
mentario sobre la epístola á los de Galacia, llama
igualmente á la fe, el corazon ju sto , la voluntad rec­
ta , el espíritu regenerado; e$ decir, el principio de
todas las virtudes, el gérmen depositado por el Espí­
ritu Santo en nuestra alma (1 ).

(1 ) Amlegmg dts Britfes an die tial. edit. ¡tllein.


de Witlfenb. 1.* parte, p. 143. Se hallan en este escrito
un grau número de pasajes parecidos. :
186 I.A , S|MBÓ|.I(JA.

Esto»**, de jan prw lw s especulativas y de las prueba*,


prácticas que los prote¡(antes alegan et} favpr út su
doctrina sobre la -fe .,..: ,,

£.X.VII.
K iaiiien ilü -l.n pruiibus ss|u ‘f> iU l¡'

r . Moa ¿por qué lo» reformadores, distinguiendo do*


partea en la fe» la atribuyen por uña la virtud de justi­
ficar , y por otra la dft qbpfir por el amor y producir
las buenas obras? ¿En qué bosa m apoya estq distin­
ción ? En,cuanto 4 Lulero ¡y. 6ui sectarios la creian apo­
yada en pruebas cv iden tps £ irresistibles: la razón, |y
m oral, todo á s u parecer testifica en favor de estn ense­
ñanza. Pero veamos al punto cuáles son las pruebas de
razón.
Considerada cono el lhstrumento que abraza la mi-
Fericordia divina en Jesucristo, la fe, dicen , es la obra
{na>9 excelente de todas: teniendo á Dios por eu único
autor, no esté manchada con nada humano. Mas al coin
trario, nosotros entendemos por fe el amor y los senti­
mientos que despierta en el corazón , dejando de ser la
misma desde entonces, no es ya mas que un vástago del
árbol plantado por la mano divina; despues inherente ni
hombre pecador, participa de sus defectos é imperfec­
cio n es^ ). Luego .la justificación es solo obra de Dios;
luego es la fe corno instrumento y tío lo fg activa por

(1) Lutber. de captirit. Babyl. Opp. toni. u. |». 28i:


«Opus est entm omnium operuni cxcellentissimum ot
arduissimum , quo solo eliamsi creteris ómnibus carero
cQgereris.eervajDeri^. Est enim opus Pe¡, noii.lioniini» si-
cut Paulus, do^et ; <j£Btcra iiubiscum. ¿i pernos operaJur,
hocunicum in noliis C|l,í?itie.nukis;opcnihjr.ii IM f
U \ bimdómcA, 187
el amor la que justifico; 09 vekpuea obligados é admi­
tir la distinción de que se trata. Asi h alab a n 6 rocio-
cinabao et patriar,ca de )a reforma y sus discípulos,
E&tos errores q u e , para decirlo de poso, tienen su
fundamento en la doctrina que l>io6 solo obra la salva­
ción del hombre; efitoserrores,decimos, son demasiado
daros, demasiado evidentes por si miemos para que
Jioya necesidad de hacer ver toda la monstruosidad de
ellos. Hé aquí lo que significan las palabras de Lulero;
Dios es el que en el,corazon del Del tiene fe en sí mismo
y esperanza en bus promesas; y como en toda» las cosas
no se complace mas que en sus obras, no ve en nosotros
con un ojo satisfactorio mas que este solo acto de su
misericordia, ;
No obsUintg, aunque el absurdo e&t¿ ’nianiG.est0j no.
debemos pasar adelante sin entrar mas en et>ta doctrino*
Segnn los luteranos toda la vida superior del justo ea
exclusivamente obra de Dios; ¿Por qué pue» no dicen
ellos igualmente: Dies a m a e n n o so lro s ? ¿Y por qué
no le conceden tunta complacencia en esta óbra como
en aquella por la cual cree en éj fondo de, nuestras til­
mas? |QuéI el amor ¿no es también obra de Dio* ? ¿No
nos ha sido merecido por Jesucristo? ¿Por qué pues, de­
cimos, mira Dios con predilección la fe de la que es au­
tor, mientras que no mira sino con enojo el. a mor. que
produce igualmente en nuestros corazones? Los protesr
tantee dicen que en el am or hay algo dei hombre, y
por consiguiente de imperfecto, Pero esla respuest»r co­
mo todos ven , no puede en manera alguna adaptarte á
sus principios ; poique seguramente lo que ellos llaman
obra del Espíritu Santo, no es lo que Id caridad tiene
de defectuoso, es decir, loque no es caridad. Y lo que
hay de impuro y de extraño en el amor ou* podría, Diqs
separarlo, y despues aceptar corap obra-sotya lo que él
mismo ba puesto allí.
Una razón todavía mus fuerle debería, filialmente
188 1.4 S IM B Ó l.lO v
desvendar los ojos á los luteranos. Que Ja fu ¡>oa solo
obro de DÍ09, lo admitimos por un momento; pero di.
gaBenofl ¿nu tieno también sus dias de pruebo? ¿No hace
nunca oír gritos de (error y de angustia? Pudiendo
apenas tenerse de pie apoyada en el basto» de to pre­
sencia divina según dicen los símbolos luterano* (la Apo­
logía) va á perderse hasta en la duda de la existencia
de Dios. En vano Lutero ?e había adherido con lodos
sus fuerzas á la fe justificante; tenia él mismo que
sostener penosos combates. Y ¿cómo rechazaba los gol­
pes del enemigo? Para echar Fuera la tristeza con la
alegría se desalaba en fyror contra el pApismo ( 1 ),

(1) Nos permitiremos citar algunos pasajes del refor­


mador. En una obra titulada Ti¿ehreder [Discvnos fami­
liar e») Jen a 1603. p. 166 y siguientes, dice; «Todo lo he
creido sobre la fe del papa y de los frailes; pero ahora lo
que dice Jesucristo, que ciertamente no miente, nolocreo,
lio puedo creerlo con bastante firmeza. Esta es ya una cosa
fastidiosa; no hablemos ya de ella hasta la otra vida.»
Ibíd.p. 167: «El espíritu está pronto, y la carne débil,»
dice Jesucristo hablando de sí mismo. San Pablo dice
también : «El espíritu desearía entregarse enteramente á
Dios, caminar á él con fe y obediencia; pero la razón , la
carne y loa sentidos se resisten; cUos no quieren ni pue­
den obedécer. También Dios nnostro Señor tiene pacien­
cia con nosotros; no apaga la mecha todavía humeante,
porque los fieles tienen solamente las primicias, del espí­
ritu, pero no el diezmo y la perfección.»— «Preguntan­
do alguno por qué Dios no qqs da un conocimiento per­
fecto , el doctor Martin Lutero contestó: Si un mortal
pudiera creer verdaderamente , no podría d-é gozo beber,
comer ni hacer cosa alguna.» — «Un día se cantaban cu
la mesa del doctor Martin Lutero estas palabras del pro­
feta Oséas: Hcec dicit Domimts. Entonces el doctor Lil-
tero dijo al doctor lonas : Tan poco romo croéis que este
canto sea bello, menos creo yo que la teología sea verda­
dera. Yo amo tiernamente á mi m ujer, la amo mas (|m *>
LA SIM BÓLICA. 189
Asi p u e s d o hay medio: ó es la bondad divina quien
pone la duda y la desesperación en la fe, ó bien vednos
obligados á reconocer en esta como en el amor alguna
co9u hum ana; henos pues obligados á decir también:
Dios cree en el fondo de nuestras almas, pero es el hom*
bre quien duda y desespera. Mas si en la fe esta altera­
ció n de la obra divina no desvia la» miradas de Dios»
¿por qué lo que hay de humano en la caridad le impedi-
ria ver con u n a miradu de complacencia lo que en olla
es un derramamiento de su espíritu?
Mas la caridad» dicen los luteranos, tiene su ori­
gen en la fes luego no es la obra primitiva de Dios.
Evidentemente no es la incredulidad unida á la fe,
sino la fe sola, la que ayudada de la gracia produce el
.imor-: asi el amor no es menos que la f e , la obra de
Dios, puesto que es el puro efecto da un principio di­
vino. l*oi o tra {Kirie si habia algo de defectuoso en el
amor, eso sin duda-, como ya hemos dicho, no seria el
amor mismo, sino solo el resultado de una imperfec­
ción en In fe. En otros térm inos, como la imperfección*
esto es r la ausencia del ser nada puedo producir, un
amor mas pequeño no supone sino una fe muy peque­
ña; puro la primera de estas virtudes es divina como
la segunda,-aunque-la sea posterior n i el ‘e»l¡do de
1 que procede de él. Ln llama ne es menor fuego que la
chispa, aunque esla precede á lo llama.
Asi por cualquier parte que miremos nada descu­
brimos en apoyo de la doctrina que combo limos. Pero
hay mas: es diamelralmente opuesta á la sagrada Es-

á mi mismo; si, no lo dudéis, moriría con gusto por ella


y por mi infeliz niña. Amo tiernamente á Jesucristo, que
con su sangre me ha librado del poder y de la tiranía del
demonio; pero mi fe debería ser mucho mayor y muchp
mas viva. jAhl Señor, no entreis en juicio con vuestro
siervo etc.*:
100 LA S1M0ÓLICA.
crilu ra: Jesucristo dice (Jo a n x iv . 21* 2 6 ): aquél
que me ama será amadó de mi padre, y yo le amaré
también (Ved tam bién i. Cor. v m . 3}. Es necesario
amar á Dfos paro ser am ádade ét; luego la fe no jus-
liflca di hom bro, ni le alcanza la Amatad de Dios, sino
en tanto que amia y obra por to caridad.
Pero manifestemos el Tóndo du nuestro pensamien­
to. Cuando los- reformadores hacia ni distinción entre la
fe instrumental y la fe activa por «I am or, ¿tenían ideas
claras, precisas, bieiv determinadas? ¿Se comprendían
¿ si mismos? Creemos qu« no; y para convencernos de
ello basta indagar por una parle lo que es la fe pro­
testante en sí misma ( la confijrnia) , y por ulra lo que
es en el sisteipa de los reformadores. Por de prorito es
incontestable,' y los nuevos ductores convienen en ello,
que el amor es el vóstogo, el fruto de la fe..Luego él
¡imor está contenido en la fe; porque de otra manera
no podría nacer de ella; luego el amor es una modífi.
cacion de lo f é , mejor dicho, la misma fe bajo de otra
form a, de suerte que no se pueden separar estas dos
virtudes. Mas ¿no podríamos añadir que, según estol
principios, el amor es la fe en su esencia y en qn gra­
do mas elevado ? En su esencia, puesto que la fe se
manifiesta en el am or, como la •causa en el efecto,
como el principio en la consecuencia , como la raíz cd *
el árbol: en un grado mas flecado, puesto que la fe
no llega ó ser caridad sino recibiendo un mayor des­
arrollo. Asi cuando abraza ¿ Jesucristo y tiene por ob­
jeto la remisión de los pecados, comprende ya el amor
mismo. Luego el amor es también el órgano que se
apodera de Jesucristo por Iq confianza; luego la fe viva
es al mismo tiempo la fe como instrumento.
Muchos caminos oos conducen á la misma verdad.
¿ la idea de justicia en Dios, concebida indepemHente­
men le de las demás perfecciones suyas,'corresponde
en el hombre un sentimiento de lem or, de terror y de
LA SlMítóllCA. 191
&panlo. Si pues nosotros unimos á la idea del Sobera­
no Ser, lá de bondad, do am o r, de perdón de los pe­
cados', esto rebela evidentemente un molimiento antflo-
go ert nuestra alma, es decir, un principio, un gér-
ftien de amor, porque el amor solo concibe á Dios cómo *
un padre bueno, clemente y misericordioso. Asi jiues,
hablando con exactitud , no es la fe, fidücia, la qoe
existe en prirtier lugar, sino al contrario esta virtud
nace de la caridad, que á su vez no se desarrolla-, no
se vivifica hmta que eslá apoyndtí eñ la confianza-; Tal
es también la doctrina d é la Kscrilura sania (Véase
Rom, v. 5. v m , 15, 10). *
Por otrn parte la confianza en Jesucristo, porque,
para repc’iilo , ésto es lo que entienden, los [iroiéstan-
Íc.s jjor I» palabra /<?.: la confianza, decimos.,, envuelve
un movimiento, Una elevación del ulipa hácia cl Salva­
dor. Efectivamente si tenemos confianza en Jesucristo
es porque Dios, reanimando todo nueslro ser, nos ¡m*
pelé á Aolvernos hAcia el Redentor; es poique hace
nacer en nosotros necesidades profundas que no pueden
satisfacerse sino en el Crucificado. ¿Pero qué es esto
sino el amor? Estos deseos que parecen extender y di­
latar lodo nuestro corazon, e&la fuerte inclinación i
Jesucristo, esta necesidad de unirnos A d i, de desean -
Síir en él , de no buscar la (salvación sino en ¿1 , ¿qué
otra cosa es eslo si no el a m o r, sí,no Iu caridad ? Asi,
considerado bajo este punto dé vista , el amor es tara*
bien el fundamento, la condicion necesaria dé la con-,
fianza , todavía mi jo r, el amor es la confianza mismrí,
supuesto que el ser se reproduce en lodos sus efectos
inmediato» ( 1 ). , J

(1) Jacob: Sadol. Cardinal. S. fl. E. ad Princife»


Germ. oraiio, opp. ed. Ver. m dccxxxviií. tom. 11. p. 359
— 6 0 , dice m uy bien*, trlllud preeteréa,'docto hómihé
indignum: quod, enm istain fídem, in qnn una
192 LA SIM BÓ LICA .
Finalmente boLo confundiendo la predicación del
Evangelio con el asenso que nosotros le damos, es como
se ha podido llegar á otra doctrinal Sin duda el Salva­
dor, aquel que quita los pecados del mundo, se mani-
• fiesta al punto de una manera exterior: justitia exira
n o ¿: pero cuntido hemos reconocido, confesado esta
justicia fuera d« nosotros, la ¡mégeii divina se despierta
en nuestras alm as, y somos conducidos liácia el Corde­
ro de Dios (amor naciente-). Rompiendo entonces los
lazos del pecado, vamos á Jesucristo llenos de confian*
««(esperemos en él); y últimamente dos apartamos
del mundo y no viflmos mas q/^í en Dios (juslilia in~
h&retis, k Spíritu Sánelo nobis conceditis dari, non vt-
detis eam in amorc et charitate esse datam. Quid enim
aliud Spiritus Sanctus est, quam amor? Quod etiam ut
prstereaturcum fidem esse fiduciam afíirmatís , qua cor­
to confidimus nostra nobis peccata á Deo per Christum
fuisse ignota, spem, quamvis imprudentes, in hac fidu-
cia inserí tis: non enim sine spe potest esse Qducia. Quod
si spem, profecto etiam arnorem, sic cuiin confidimus
nostra peccata nobis condonari, non modo id speremus,
sed etiam amando optandoque expcctamus, ut ita sit:
quoniam oinnis ratio spei et fiducue, quacumque verse-
tur in re, amore rei íllius innixa est, quam nos esse
adeptos , aut adepturos confidimus. Ita in fide vera spes
et cliaritas sic implícita est, ut nullúm eorum ab aliis
possit develli.» San Ambrosio , Exposii. Evangelie.
Luc. v lll: uEx fide charitas, ex charitate spes et rursus
in se saneto quodam circuito refunduntur.» En efecto la
fiducia confianza es , según la definición de los escolásti­
cos, la Corrobora la speJ. Bella rm. de justif. 1. I. c. 13:
«Quarta dispositio ( ad justificationem j dilectio est. Sta-
tim enim ac incipit aliquis sperare ab alio beneficium, inci-
pit etiam eumdem diligere ut benefactorem , atque aucto-
rem omnis boní,quod sperat.... Porrodileetionem aliquam
priorem esse remissione peccatorum, vel tempore, si sit
dilectio imperfecta, vel certe natura , si sit perfecta, et
ex loto corde atque ad eam disponere etc.»
LA SIM BÓLICA. 193
ira n o t, intu xrtn t, infusa). Asi el asenso A la* verda­
des revendas (la fe en sentido católico) os, sin contra­
dicción, la primera cosa que existe en el hombre: es el
fundamento y h raíz de h justificación ; de modo que
ol amor ea producido por la fe. Mas al contrario, si en­
tendemos nosotros por la Te la esperanza en el perdón
de los pecados , entonces no se manifiesta como prece­
diendo al Broor divinof entonces no puedo ya por sus
propias fuerzas obrar la justificación, porque lo con­
fianza por sí no es sino un movimiento del amor. De
eslo se sigue que nosotros no alcancemos desde luego
el pertlon de nuestros pecados de modo que el amor
tenga su origen en el sentimiento de este beneficio, si­
no t) contrario, porque amamos, porque esperamos
por el amor , nuestros pecados nos son perdonado*. El
perdón de los pecados y la santificación son dos co«as
simultáneas en la vida espiritual, ó , como se expresa
excelentemente santo Tomás de A quino, la infusión de
la gracia y el perdón de la ofensa son una misma cosa,
como lajlunainacion y acción de expeler las tinieblas
lo son igualmente (1 ).
Según la Apología y el libro de la Concordia no es
la contrición , ni el am or, ni otrn virtud cualquiera,
tino sola la fe la que percibe los méritos de Cristo y
justifica al hombre ( 2 ). ¿Cuál es pues la consecuencia
de esto aserción? Que la fe justificante es radicalmente
distinta de la virtud en general y del amor en parlicu-
l«r. ¿Es fundada esla doctrina? ¿Presenta un sentido

(1) TVim. «e;*q. c u tí. art. vi: «Idem est g ratis in-
fusio, et cuIpac remissio, sicut idein est illuminatio et
Itnebrarum expulsio.n
(2) Solid. Deelar. in. de lid. justif. §. 23. p. 659:
«Ñeque contritio, ntqut diltetio, nc<r«« ulia alio virtus
est illud instrumeiitum, quo gratiain Dei, merititm Chri-
st¡ et remissionem peccatorum apprehenderc el accipere
poRsiimus.»
tí. c. — t. v¡. 13
104 LA SIMBÓLICA»

al entendimiento? Juzgúese de ella por las reflexiono


que acaban de someterse al juicio del lector. !

§. XY1II. ' ’
E i í ruco du la s p ru eb an d e ilu e iJn i da tu p r í f l i t a .

Pesemos ahora en la balanza del raciocinio las pruo-


bas prácticas alegadas por los protestantes r y veamirt
cuáles son estas pruebap.
I. Solo en nuestra doctrina , dicen';lo$ contrarios,
linlbn verdaderos y sólidos consuelos Ijjb cónc?<,niiat
alarmadas. Si la fe como órgano puede justificar ante
Dios, aparece.que tos corazones gozan de'una j>a^se«
gura y profunda; mas si vosotros cnsefiai6 p o re l con­
trario que sola la fe viva alcanza la amistad del dolo;
los entregai» á las angustias mas crueles, á la desespe*
raciorvmas horrorosa. ¿Quién puedo enef<«to asegu­
rarse gtte ama con un amor verdadero t ¿ Qué hombre
dirá que sus pensamientos, sus afecciones, qmf íodo su
ser es santo ó los ojos del Señor? 1' : .
. II, ConUnunn Los protestantes : En 1& doctrino'que
atribuye la justificación á la fe instrumental, solamente
estriba la salvación en la misericordia d iv in a ,y to J a la
gloria pertenece al Salvador.'Mas ¿quereia que la fe no
jufttjlique sino por el amor ? desde e ^ é momento la glo*
ría que solo pertenece á Dios, es dividida entre Dio» y
eJ hom bre; mejor decim os, es quitada é Dióssiu re­
serva. En una palabra, solo en nuestros principios se re­
conoce el inmenso precio de la redenaion (t). -
III. Ademas, por lo que acaba de decirseinsisten
los protestantes, ve cuán fecunda base damos ó la
virtud. En efecto, nuestra doctrina
i - ,
es el mifs sótidofun-
•, •

(1) Ápolog. IV. de dilect. et im plet. l e g . 48.. p . 90-


rrDc magna re disputamus, de honore Christi ot un(|o pe-
LA SIM BÓLICA. 195
¿amento de In humildad; porque lodolorefiere A Dios,
y nada atribuye al hotabre, evcoplo el mal ( 1 ).
tant bona mentes ccrtam ót lirmam consolálionem.» Cal­
vin. h s tii. I. ui. c. 13. §. p, 273: v'Atque omnino qui-
dem dúo hlc speclanda sunt , uerópe ut domino ¡Ilibata
constct vi veluti sarta tecta sua gloria , conscientiis vero
noslris córam ipsius judicio placida quies ac serena tran­
quil lita s .— De neccssi tale reforwanda* eceles. onuje.p. 429:
«'Noque ínter opera et Chrislum dímidiat, sea insolidiim
Chriblo adscrÚnt (Paulus) quodcoram Deo justi censeinur.
Dúo hiu in qucstioncm veiiiunti utmni ínter nos etDeuni
dividenda $it salutis nostrae gloria etc.» Véase, también á
Chcmnit. Egpm. concil. iridcnt. V- i. p. 29G,. et passim.
(ÍJ jLfút'h'.jflífiJ. Érnsm. RoUrod. Onp. tora. iu . p. 176. b.
«Dure rea ciiglm t talia pr<cdicari, rrim a est humilitaLio
nostra» superlnáe et cogriilio gratia; D oi, altera ipsa lides
christiana. Prinurm Deus aerto prom isithum iliatis, id est,
deploratisét desperatis, graliam suam. Humillar! yero pe-
nitus non potest hom o, doilec sfciit, prorsus.exira suas vi­
res, consilia, studia, voluqtatem , operad omnino ex alto-
rius arbitrio , consiíia, \otuuta te, opfcrc sunm pendere sa-
lulem, uernpc Dej solius. Siquidem, quam diu persuasus
fuerit, se se vel taululuni posse pro salute s u a , manet in
fiducia sui, ncc üe se penitus dcsperal,ideo non hum iliatur
curam Deorsed locum, tempua, opus aliquod sibi prxcsmnit,
icl aperat, vel rtptat saltoni^quó tándem pervoniat ad sa-
lutem. Qui vero nihil dubitat, lotiim in voliintate Dei [ten—
di'Pe,. is prorsiiB de se desperat, niTiil í-ligit, sed spcctat
<J|icrnntem Deum , is proximus ost grati* u t salvus íiat.
Itnquu propter electos isla viit^aiitiir ut isto modo humi-
liati et in nihiluiti redacti , sal vi [iaiil , f»tevi resistunt
ln:m¡liationi huic , imo dainnat duceri hanc despeíntro-
iH*m sui, alíquid vel niodicülum íibi relinqui vdlimt* quod
possiftt, hi oceulte manent superbi et gratia» Dei adversarii.
Hite est, iuquairr, una ratio, ut pii promissionent £rati¡»
himiilitoti coenoscsnt, inviiceut. et accipiant.» — Calvin.
J i u f i f . I. i i i . e. i ‘2 . § . 6 . p. 2 7 2 : «Hactenüs perniciosam
liypocrisin docuerunt, qui ha»cduo simuljinrxere hum ililt r
sfiitíendum et justitiam nostram aliquoloco liabendíiri.u
I.A SIMIHIL1C.A.

Examinemos ahora la primera prueba. Sin duda


loca á la verdadera iglesia consular las airona entrega^
das al dolor; pero no debe darlas consuelos engaitólos.
Ahorn bien , que asi no suceda según la dpétryi» pro­
testante, demasiada razón tenemos para temerlo por
la distinción entre la Te instrumental y la fe activa por
el amor. Oigamos el siguietiLu diálogo entre Lulero y
una alma afligida:
. Jamá& he practicado el bien* dices lú ; y por eso sóy
débil y frágil. — Ciertamente lú nunca podrás por ti
misma acumular un tesoro semejante; pero escucha la
buena, la feliz hueva que le anuncia el Espíritu Sanio
|)or boca del profeta: «Regocíjate, estéril, tú que no,pa­
res (que no obras por la caridad),» No te dice Dio* por
esto: ¿por qué afligirte, entristecerte a s i t ú que no
debe» abandonarte al dolor? — Müb yo estoy sola, esté*
ril y no produzco. — Que edifiques ó no sobre la jus­
ticia de la ley ,'q u e no produzcas como Agar, no im­
porta (1). Tu jtsticia no es por eso sino mejor y mas
elevada, á sa b e r, Jesucristo, que «abrá libertarte del
terror de la ley ; porque ha alraido la maldición sobre
si mismo para librarte de la maldición de los pre­
ceptos (-2 ).
iQué abuso tan peligros^de sagrada Escritura 1 ¿No

(1) V. CJ#| . , i , 27.


(2) Luther. Ausleg. de¿ B rief.... ( Comentario sobrt
la ¿pistola á los de Galacia\ en el lugar citado, p. 258. Es
claro que en este diálogo no se traía de una alma afligida
porque no puede hacer todo el bien que desea, porque
su polfcicion no la permite mostrar por las obras el amor
que tieue para con su prójimo. En este caso Lutero la
hubiera dado otros consuelos diferentes ; sobre todo na
hubiera citado el ejemplo de Agar. liutonces huhiern bas­
tado decir á esta alma: Tienes amor, «$ battnnte; el «wor
e« el cumplimiento de la ley. Pero c/*o t t preciiaim'nte
lo que f¡Utero no rjit*ria »*i podía drc>r.
q . IA SIMRÓMCA. 10?
os cato reemploTnr la fe viva por la fe instrumental?
Lejos de hallar consuelos en ceta doctrina, no \ eróos ni
«epuede re re n ella mas que una folia seguridad, un
mortal adormecimiento. ¡Qué! la fe viva , esta don ce­
lestial, esta virtud que justifica por medio del amor,
seria incapaz de elevarse por encima de una justicia
puramente legal. Despues ¡qué fragantes contradicciones!
Mucho miles Lutero llamaba á to fe voluntad recta;
aquí no descubrimos mas que una fe sin voluntad; al!|
era un principio'de vida, «qui es la inercia misma; allí
liacia constantemente el bien, continuamente adelantaba
en el camino de la virtud; aquí no snbe*raas que suspi­
rar y gemir; ¡:y eso. es la verdadera fe I
En vano se querría jic g a rlo : si le distinción de los
reformadores significa por una parte que la fe justifica,
pero no mientras que es activa, significa igualmente
por otra parte que justifica mando no es activa. Léanse
de nuevo algunos pasajes citado» anteriorm ente; y h H a
entonces quizá no aparecerán en toda su claridad. Pero
auto lodo llamamos la Atención sobre estas palabras:
«Luego que el hombre entiende que debe creer «n J e ­
sucristo, pero que la fe no púedé servirle de socorro
alguno, de alguna verrtaja si el amor no se une á esta
misma fe para darle la fuérza y propiedad de justificar;
cuandoel honrvbi'e entiende esto, decidnos, nceesar ilí­
mente debe c n e rd e la fe e n la desesperación , y hacerse
á bí mismo cebe raciocinio. Si-la fe no justifica sin la
caridad, entonces es inútil y nada vale, y la caridad
soia es ta que justifica. Porque si la fe no abraza lo ca­
ridad que la da su debida forma, esto es, Ib cualidad y
propiedad d» Justificar , entonces la fe no es n*du; y si
no es nada, ¿eóm opuede justificar?): Finalmente , re ­
cuérdese la descripción de las riquezas conferido» al
cristiano e n e l bautiwno. ^ 1
Mas todos estos pasajes establecen el dic tím en rpie
nosotros hemos emitido al señalar el gcnlido práctico
198 LA SIMDÓL1CA. .
de la dislincion que combalimM. Ciertamente según í.ti-
tero , Iu fe activa no puado existir sin la que abraza á
Jesucristo por la confianza; pero esta puede existir in.
dependiente de aquella; mas todavía pierdo todo precio
y valor cuando está acotapañadn de la primera; Por
cierto no es esta la doctrino de snn Pablo (Gomp. Rom. v,
i-G . v in , 1-16; Gal. v, 6-22). Nosotros exfclumaremns
en el Espíritu Santo: (Padre., Padre compasivo ] Mas
los frutos del espíritu roii el amor, la alegría , la paj,
la paciencia, la caridad , la bondad, la longanimidurf,
la dulzura, la fidelidad , la modestia, la castidad: Asi
puc* sin la rarTdnd , como sin tos demos v irtu d e s n in ­
guna paz, ninguna seguridad hay para el fiel ¿ ninguna
delectación en el Espíritu Sant£; y esto e9 lo que prue­
ba el ejemplo mUmo de Lutero. Como él no tenia una
fe apacible, humilde, afectuosa , no experimentó la< pai
del alma, y ni podía experimentarla sino cayendo en un
entorpecimiento letargoso, ó adormeciéndose con el
¿ueño de la m uerte..En cuanto á loa consuelos que rf
dogma católico ofrece ol cristiano, hablaremos de ellos
mas abajo.
Pasemos ni exámen de la segunda prueba , aquella
que los protestantes traen con la mayor confianza, y
que echa por tierra, á su parecer t toda la doctrina ca­
tólica. Seguramente seria de parte de las diferentes igle­
sias una emulación muy dign? de elogios el glorificar é
competencia, pero con discernimiento, á aquel 6 quien
lloaran de consuno como único origen de la salvación.
Mas procuremos comprender bien las alegaciones de
los reformadores. Dicen: £1 dogma católico, segun t*!
cual el hombre que ama á Dios, es Bolo-amado de Dios,
rebaja la bondad divina aJ nivel de la dul hombre;
porque amar al que. nos a m a , eso no es raro aun aquí
abajo. Si pues no hacemos agradables á Dios hasta
que la virtud de Cristo borra n u c iro s ptioarios y re­
nueva nuestro ser m orid, desde Irtego los-roéritófe del
LA SIMBÓLICA; t9 í)
mcdiadon estarían; reducidos'A h nnda. Al contrario Jn
rcdepridn nos abre elídelo sin que tintes seamos purifi­
cados del pecado: y entonces, solo entonces nparcoerian
con todo su esplendor las mÓFitos, de Jesucristo y su
poder en.presencia del Padre (1). Asi como una persona
de condicion manifestaría tanta mas amistad ti bu nmú
po,cuanto mas favorable acogida diese á loa extranje­
ros que este la presen lase en sus trajes de fflmmo, to
mismo 6 poco menos sucedo oqul, según la opinion de
las reformadores. ¿Mus trátase aquí de una vana etique­
ta y de puros ceremonias? ¿Nri se trata, por el contra­
rio, de un adorno interior, de la ropa n u p c ia ls in la
cual no pu*|dc uno ser. admitido ajt festín* dice aquel
que es misericordia, pero que il mismo tiempo es la
santidad- y lo justicio? Ademas ¿esta; persona de clase no
supondría en estos tepitranjerofi, tanta decisión hrtciá
su persona eomo'hácia bu am igo? Finalm ente, ya qné
sabemos cómo las diferentes iglesias ¡yeen diber . cele­
brar tn gloria; del Salvador, debemos .ver ya cuál le tri­
buta los homenajes mas dignos. ¿Mas sobre- du,é funda­
mento Be apoya e l baldón dirigido á la iglesia ? II¿ ahí
lo que vamos á examinar.
Lo hemos compre ndido: El dogma católiíp , sdgnií
cicual la, fe viva por&ihacd Agradable b Dios, consi­
dera la jOtótiGcticion por una parle como -obra de €ns-*
lo « y por otra edm oobra del liom bre: divide:la gloria
de la roiencion entre el Salvador y Bu discípulo;'Mas
' , •4I f•,

(í) Chemnit, Examt C onc.T rid. ? , r. p. ^(55; «Vi-


detenimpius lector, remissíonem peccatorum ádópíionem,
ipsam denique salutem et vitam aéternam adimi et detrahi
fiítiafaetioxi et obedientí* Christi, ht transfeiri ¡Wnostras
virtutes, Christo vero medlatorl hiño tañíum reíinquituri,
quod propler ifraíus meritittri accipiflttitrt elíaritótem:... I
Éxinanitá- eét Hdes , et aboVíia prrtmissíb, si Wáirt'ditás
ex lege i oujuB/uinma esltiharitasl» '
2 00 LA BIMDÓL1CA.
esta objeción por buber siílo rejielida mil veces no o*
menos injusta ni monos absurda. En efecto, «i la iglesia
enseñase que la caridad nace en el hom bre, que renue­
va , purifica , conflagra sin la gracia , ó bien ni no hicie­
se intervenir al Salvador mas que paro consumar nues­
tra justicia im perfecta, entonces esta obiecion seria
fundada; pero todo lo contrario, ve en Jesucristo In
fuente dentado bien , hace de toda la vida interior una
efusión del Espíritu Santo. ¿Cómo pues puede Irntam
de una división de gloria? ¿Cómo se nos habla de in.
gratitud paro con el R edentor? Sin duda la iglesia
exhorta á bus hijos A apropiarse toda la virtud que lo
es ofrecida en JeBuoiWlo; enseña sin duda que para al­
canzar la amistad de Dios es necesario ser transforma­
do y vivificado en Jesucristo; mas divisar en esta doc­
trina una división de gloria , es pretender que el hom­
bre que mucre de hambre divida el honor de rescate
con la mano q u q je da alimentos. ¿ Por qué no ha de
hacer uso esle desgraciado del alimento que ee le pre­
sento? ¿N o pereccria infaliblemente ¿i se contentaba
con echar^obre su bienhechor una mirada de conünn-
zo? Pues tal es la conducta del protestante respecto de
Cristo; jifero en vano se lisonjea con dar gloria solo A
Dios: si no despierta de bu letargo perecerá en el peca­
do. | Señor I ¡Señor I exclama él (sed solo alabado) , y
no hace la voluntad del Padre celestial.
Mas ¿ cómo los reformadores fueron conducidos A
c?te nuevo error ? Confundieron el objeto y el fin, los
méritos de Cristo considerados en si mismos, y la
aplicación que de ellos está hc¿ha al fiel (1). Por otia

(1) El coneilio de Tren lo distingue cinco causas de la


justificación , distinción cuyo sentido hubiera debido
profundizar Sarpi antes de atreverse á vituperarla : «Hu-
jus justificationis causas sunt finolis quidem gloria Dei
et C hristi, ac Yita e te rn a : tfccitns vero, mi sérico ra-
LA 6IJMOÓI.IC.A. 201
parle miraron la caridad, que sin embargo es tur don
del cielo» como cl fruto de la conflamu, por consiguleiu
te como el fruto de las tuertas naturales; y do esla
manera ge figuraron que, según los principios católicos,
los pecados son perdonados al hombre en ratón á sus

DeuSj qui gratuito abluit, me rilaría autem, dilectissimua


unigénitas suus, Doroinus noster Jesús Christus, qui
cum essemus inimici, propter imoiiam charitatem, qua
diieiit nos, su a aauctissima passione in ligno crucis no-
bis justificationem roeruit el pro nobis Deo Patri satisfe-
cit. IneiruMeníalit ítem eacramentum baptiaini..... de-
nium única formaíú causa est justitia Dei.; bou x¡ua ipse
justus e st, sed qua nos justos facit: qua videlicet ab eo
donati/«renovanmr spiritu mentís nostraQ , et non tnodo
reputamur, sed vere justi norainamur et sutaus , justi-
tiam in nobis recipientes,.... Sess. vi. c. viu.» Mas esta
es la eausa formal que hiere á los protestantes. En el
lenguaje culto de la edad media la causa formal es el
jant etse in aliqvo t dant aeluatitatem; aquí pues es
aquello por lo que la justicia se to m a , se realiza y se
bace en el hombre un principio vivificante. Alas la justi-*
cia se hace formada viviendo en nosotros, dice el conci­
lio de Trento , por la infusión de la justicia divina que
rectifica nuestra voluntad. Anteriormente, hablando de la
causa final, de Ea eficiente y de la meritoria , el mismo
concilio habia dicho que el perdón de los pecados tiene
>u origen , ya en la misericordia divina, ya en los méri­
tos del Salvador: que el mismo Dios imprime su voluntad
en nuestros corazones : Nos justos futit ( Deus). Mas los
protestantes olvidaron estas palabras, y sé figuraron
que, según la doctrina católica r la sola recta voluntad
alcanza el favor del cielo. Lutero dice ( Autleg. ¿et Br.
a. d. 6’a i.e n el lugar citado, p. JO ) : La fe instrumental,
la fe como órgano, ea la causa formal de la justificación:
doctrina verdadera en su sistema; porque, 6cgun él, el
hombre es justificado desde qüe tiene esta fe, es decir,
desde que percibe á Jesucristo , la justicia fuera de nos­
otros. ¿ M«s esta-doctrina satisface á la idea bíblica y aun
20-2 LA SrMBÓr.lGl;
propios méritos. Sin duda ¡interpretaciones falsos de Iq
Escritura saala cjurcieron también aquí ana influencia
muy funesta. En efecto eti las Escritura» ea representa i
cío Dio» como ornando al hombro ontcs que el hombro
ame á Dios ( i. sari Juan iv. 10 y siguienta) ;-:y la

racional de la apropiación viviente? Hé ahí loque nie^aii


los católicos; y sostienen que defendiendo eeta idtía rigu­
rosamente , no quitan la gloria á Jesucristo, fli aminoran
el beneficio de la redención. Calvin. Aní¿<ioX. in¡ donei-l,
T ritk n t. ópúsc. >p. 7 0 4 , se expresa con mucha Iiilto-
nuidad: «Potro quatri frivola.sit ct iiugAtorio couBÍrum
partitio..... aupersedóo dice re.» Gal vino tenia razón, mvn
eliísima razón |>ara no empeñarse en distincioil alguna,
porquo de ahí dependía la existencia del protestantismo.
Chemnitj Exam. P. i. p. 266;-hace esta advertencia:
«Sed Andradius hanc Christi mediatoris justitiam 1fulo
nobis imputatam blasphemat esse commentitiam, adum-
bratam et Gctitiam. Nirilum aiiteti* habent alirtá-argninun-
tuin : nisi (!) qitodoppouunt abswditateiri ex' Physicn et
Etílica: absurdiun Bcilicet'esse ( 9ÍcHt Obíiis inqufct) dice-^
re alicujiis rei fdrinatn esse , ipsi reí non insit, ivt
si dieant, parietem esse álbum albedme, qut« vesti me®
inhioreat, non pariuti: vcl-Cicel'onem essc.roftenvfoTtitu-
dinc, qute nori ipsi, sed Achilli»4 nimo iniuevoat. .Quid
vera hsec argumenta aliad ostendunt, quam pontificios
in doctrina jusliílcátionis, relicta evángclii luce, q\ia¡-
rere sententiau, qira conforroisBiconsentanea sit.phil»-*
sophicis opmionibus, aut certe tegalibus 'sonU-ntiis de
justitia? Evangeliam vero promintiat esse íapienliam in
myaterio absconditam, quam nemo.priftcrpum hojas b»->
culi cognovit. Ideo cilm babeamos séntenti*JiTiostr,¡e ip
scríptura oertaet firma fundamenta (?) non estcurandiim,
etiamsi incurrat in absu(dttaXet^:philosophioam.» Lo-hu­
mos comprendido; e a el: sistema' protestante no •pitido
ciuicehirse filosóficamente la apropiación dé los méritos
tls Cristo. En efecto; la ohediemíia sprupiada al botnhre
<<n este sistema no 4o pertenece y nó ea so'propiedad Inti­
ma; locualas uu absuriocn-fil»tofia. Hé ahí porqué «o
la s iMiíói ir.A, 203
iglesia cn&eñn que l)ias no ama sino-*• aquel que tim o
la caridad. Par está doctrina parecemos desconocer la
gracia puramente gratuita , y q u e r y m erecer Iff iwnnrs-
lad de Dios por nuestro amor» Para contestar A, enta
didcultod los alegan los católicos un grqn número de

se concibe támpoeo I» fe protestante: etta debéría apro­


piarnos igualmente Tos méritos de Grieto, y e s o sin' nproi-
piárnoslos : sobre esta, confusion de ideas estriba la obje­
ción siguiente; «Sed h ocdiguut esse tolum moritiim
Qliristi , quod peopter illuü misericordia Dei inruud^t no-
|)is nov/imqualitatcm juslitire inhserentis, q ti* est cha ri­
tas, ut illa justificcmirr: hoc est , ut non propter Cbri$tt
obedientlam, sed propter no&tram charitatem absolva-
mtir coram judicio Dei, adoptemur in lilios.,...» Chcmnit.
L i. p. 263: Conócese bien que aquí lo divino y lmtn'an»,
el objeto y el fin esta'n confundidos; Aunque Chermiit
añade: ^ U t ita misericordia Dei íanlum sit causa effi-
ciens et obedientia Chrvsti tantum sit meritoria causa ,»
no puede menos de causar espanto ; porquo si ge'cohsi-
deran en sí -misinos la mi&eriaordia divinayiosm éritos
del Salvador , ¿pueden íser otra eoaa?¿Qué quiere pvieá
Chcmnit? Quíerequc la obediencia de Cristo sea la cáusa
formal de la justificación, esto íes, «fuiere c|ue se nos baga
propia, sin qne nosotros p o rm iestra parte «earfios obts*
dientes. En una palabra, el autor prélonde qíiet paira po-
uor.lo».méritos ddSalvador en su verdadera claridad » es
necesario decir que perdonan nuestros pecados,-no solo
Cuando loa abandonamos nosotro» mismos, 'sino arniqtW
permanezcamos en ellos y no tengamos mas que la fe. 1
El autor que acabamos de' citar dice en las páginas
263 y 264: «Los católicos niegan et perdón de tos peca­
dos por los méritos del Salvador, porque este mismo
perdón para ellos es Á nn ¡tiempo la destrucción <de los
pecados y la infusión del amor divino;» Pf¡ro hé aquí'ta
qut» enseñan*los'eatóSico9 : Iti)razando ía misericordia di­
vina en Jesucristo, la fe, proíhiconeccsariamente clam or
de Diot', y. destruyo pureso mismo ol nnior d<M pw'ado.
¿Es esto pues negar el perdón de tos pecados:en Jesli-
201 L á fc m n d L ic A .
patajes qud parecen contradecir el que acabó dccHutsc,
y¡de*pues añaden.: Según el orAculo dosan Ju a n , el
amor de Dios abragp á todas las criaturas ( rír xíen» )¡
mas paro que el amor ¡ntiñito se realice en el hombre,
es necesario que el hombre mismo entre en este amor,
que le reciba en su corazon y voluntad, es decir, 09 ne­
cesario que el amor sea reciproco ( J u a n , \iy - 21, 23).
Asi hay en la sagrada Escritura dos clases de expresio­
nes para designar una sola y la misma verdad. Mas en
el punto de justificación, en donde «6 trata del acto
por el cual el hombre entra en la amistad de Dios, la
iglesia sostiene el último género de expresiones; único
modo verdadero de interpretar los libros sanios en este
artículo.
En cuanto A lo. tercera prueba, consideramos la
doctrina protestante en sus relaciones con (a humildvd.
m
cristo T Calvino echa en cara á la iglesia hacer consistir
la justificación, parte en el perdón de loa pecados , y par­
te en la regeneración espiritual. Aníirfot. in Coneil. T ri-
dentin. oputcul. p. 704: «Sed quid faois istis hestiis íá
los c a t ó l i c o s N a m justiti» partem operibus hinc
constare eolligunt, quod nemo absque spiritu regenera-
tionis per Christum Deo concilietuf;» y mas arriba: «ac
si partim remissione, partim spirituali regeneratiooe
justi essemus.» Como la fe justifica á los ojos del refor­
mador independientemente de; toda vida nueva ', debia,
para ser oonseouente, sostener que nos hacemos justos
por el solo perdón de los pecados. Mas si los católicos,
al contrario, juntan la justicia á 1a regeneración , no es
menos cierto que la justificación consiste , parte en el
perdón de los pecados, y parte en la restauración del
hombre; porque la fe crea necesariamente u n corazon,
un alm a, una vida nueva. Asi eu el justo la fe y la vida
nueva Son una unidad indivisible [ fides formato ) r como
cu Dios el perdón de los pecados y la santificación no
inlUt$en mas que una sola cotia.
LA SIM BÓLICA. 2 0 Í)

Sin duda la primera virtud de la fe descrita por snn


Publo, -efl la humildad, lo abnegación ó renuncia de íl
mismo en Jesucristo; y no se puede negar que los re­
formadores» cuondo deünieron la fe, no bahian sido
guiados por e*ta verdad. Mas- cuando imaginaron que
la fe justifica sin las \irtudes que la Bcompañan nece­
sariamente , esto ea, ein el am or, sin la renuncia de
BUS; propios méritos^, idearon el medio de dispensarte
de ia humildad por la humildad miBina, y para mn-
nifettarse verdaderamente humildes, enseñaron que la
humildad no d o s hace agradables é Dios. Ignorarse ó si
misma, ocultarse á sus propios ojos, ya lo 6abemo%
ese es el carácter de la madre de la».Virtudes: ¿pero
qué hombre verdaderamente. humilde, preguntamos,
pretendió jamás que Iu humildad no nos hace agrada­
bles á Dios? Y si, edemas de la creencia en los méri­
tos del Salvador; cuya «ola creencia rio» obliga á bus­
car nuestra salvación fuera de nosotros, existiere un
medio «apaz de producir la humildad en nuestros co­
razones, desde entonces no tendríamos ya necesiilad de
estos tnéritos: tan cierto es que todo depende de la
abnegación de sí mismo, que debe preceder ¿ todos los
demás movimiento» excitados por el Espíritu Santo.
Sin embargo,, según Iob reformadores, no puede justi­
ficarnos delante de Dios; porque, dicen, consiste rn la
persuasión misma de que no posee esta virtud. Los
nuevos profetas abusaron aquí lambien de unos se n t-
micntoK vagos y confusos, si bien muy laudables por
otra partt*. Jamás pudieron comprender ló- que la hu­
mildad tiene de activo y positivo; y mucho menos to-
dima comprendieron que una cosa es enseñar que el
hombre puede baceiso justo, y otra considerarse per­
sonalmente como tal. En efecto, esta última opinion
seria la extinción y muerte de toda vida espiritual;, la
primera por el contrario, es su condicion única, 0 in­
dispensable. *
20G LA SIMDÓLICV.

Observemos finalmente, las contradicciones en que


Be on vuelven los protestantes. La verdadera humildad,
dicen, tiene su fundamento en la doctrina de q u en o e s
necesaria pora la justificación; y riegan, por ratón de
esta no necusidud, que en el hombre siempre es impurd,
empañada con el orgullo y el amor propio. Ají para
pro d u cirla humildad en los corazones, dicen los‘re­
formadores que do es. mas que ivti nombre vono;! p ra
darla una baso sólidaV niegan’su posibilidad d él me­
nos su eficacia. Pero'finalmente, ó 4io¡ei¡isl» terdader*
humildad, ycntotícea lá doctrina pTole*l«nté es fnles,
porqué no puede haeer humildes á sus sectarios,-ó
ex ¡ale una verdadera humildad ^ y entonces también es
falsa la doctrina protestante, porque=pretende lé con­
trario. ■ ¡
Hé aquí una contradicción parecida, 6 mas bien
la misma reproducida bajo diferente forma. :A1 leer los
escritos de los reformadores no puede uno menos de
abrigar este-funesto pensamiento: «Según lo «opinion
de los reformadores* se dicte uno á si: mismo, la virtud»
la justicia y la perfección moral eod una cosa én ex­
tremo peligrosa; porque en el mámenlo que el princi­
pio de la santidad «e ha apoderado del fiel, desenvuel­
v e .g é r m e n de b u destrucción. El hombre justificado
necesariamente cac en el orgCillo; de alH'llega hasta á
igualarse á Dios, y disputarle la majestad suprema.
E s necesario pues, parece continúan los apóstoles de la
rrform a, es necesario qi>e el cristíiino conserve siempre
el mal eo su corazon; el bien es incompatible con la
humildad; eo medio del vicio es donde ella lleva sus
mas bellos frutos.»
Oigase finalmente el pasaje siguiente vertido con
una admirable sencillez: * Una larde, duraute la comir
da, el doctor Jonás dijo al doctor Martin Llitero, que
el nrsm o din 61 habia comentado en bu platica las pa­
labras de S. Pablo (u. Timoth. 4.): ftcpotv.ct rst vhihi
LA SIM BÓLICA. 207
corona jtMíifÉo; deapues añadió! ¡Con qué raagniflceii-
cía <Je csprcsion habla 8 . Pablo, de su muertdf Por lo
q\tp á,nal toca, no puedo creer cso{*). Sobre lo1 cual
respondió M artin Lutero: Yo juzgo ¡que ©i »póíito4
mismo no le creta con tanta seguridad como de ello lia
hablado, En verdad, no puedfr, ia-y de m il ereeTlo con
tanta Tuerza, como puedo pftdicarlo, decirlo y escri­
birlo,.ñi como los demás quieren pensarlo de mí. D k
gáraoalo sin rodeos , no seria bueno que el:hótn6rc hi­
riese lodo lo que Dios manda; pbrtftie *so seria concluir
ron su divinidad i y se harta embustero, y. no podría
permanecer verídicos Entonces también san Pablo wrin
refutado, cuando 1 escribió á lús romanos: Dio» lo ha
Maullado lodo bajo ci. pecado , pata tener miseri­
cordia (I).»
§. X IX ;
Cr'ctfl c ip s a ic iíB d« iM fo r ir a r ié J o J c i e t m n de In Te.

Hé aquí en pocas .palabras los pqntqs en que con-*'


vienen y se cootradiceu los diferentes símbolos en el
articulo de la fe.
I. Si por la fe se entiende el objeto de nuestra
creencia, esto es, la institución fundada por Jesucris­
to, ql católico dice sin rebozo: Por la fe podemos ai*
canzar el favor del cielo. E n e ftc lo , Jesucristo 1hijo de
Dios, hé aquí el único nombre en el cual podríamos
ser sul\o»; nombre divino que uos ha sido dado por la
misericordia * sin atención á los méritos de la humani­
dad en 'g e n e ra l, ni de tal hombre en particular. \ ú
pues no hay oposíeion sobre este partícula/.
II. ¿ l ’ero cómo paso la fe Objetiva á $u objeto?
(") Lo que el doctor Joné* no puede creer es que la
Corona de la ju s ti c ia le esté reservada p a ra di.
(.V. D. r . F.)
(1) Lofchcr. Titchrcdcn ( Discursos fam \ lia re» ) , Je-
na, IOO:», p. 160.
208 LA SIM BÓ LICA .

¿Cómo es aplicado al hombre el remedio ofrecido en


Jesucristo? Aquí empieza la contrariedad. Ski embar­
go, todas las iglesias enseñan de «cuerdo que, pera ha­
cerse hijo de Dioa, debe él hombre unirse é Jesucristo
y formar con él ana sociedad espiritual. Mas ó esto aña­
de el católico: Si esto alianza se verifica solo por la
inteligencia y do por él sentimiento; si este comercio
solo está fundado en una fe puramente especulativa,
en una simple profesion de las verdades cristianas; en
otros términos, si e l hombre no se une el Salvador,
tanto por lá voluntad y las obras, como por la caridad
y las deinas virtqdc &4 entonces la fe no puede, de mo­
do alguno, hacerle justo delante de Dios. Pero nosotros
al contrario, entendemos por la palabra fe este divjpo
sentimiento que nos hace nuevas criaturas, este espíri­
tu superior que restaura y vivifica lodo nuestro ser; y
en este sentido la fe sola no6 hace hijos de Dios; por­
que entonces contiene todo lo deiflns (1). Advertimos
con todo eso que, según la doctrina católica, la cari­
dad es la forma prim era, esencial de la fe justificante;
y muy lejos de que el amor nazca dcspUes de la justi­
ficación , es necesario que la fe esté animada por el
Amor para justificar. Es la fe en el am or, y este en la
fe lo que justifica; estas dos virtudes son, bajo este
concepto, una unidad inseparable (2 ). V irtud positiva

(1) A.1 principio de la reform a, machas veces la pro­


posicion la fé sola justifica significaba también que
)o9 sacramentos no son necesarios. Por eso, en* muchas
conferencias, los católicos insistieron sobre eate punto,
que los sacrafnentos son «1 medio primero é indispensa­
ble de la justificación. No se cuestiona aquí acerca de los
medios exteriores de la gracia, sino solamento de las
santas disposiciones del corazon, asi como de su maní*1
(estación.
(Sil Con respecto á e sto , el cardenal Sadoleto, obispo
Je C arpentras, se exprima muy bien en su Carta á lo»
LA SIM BÓLICA. 209
j negativa ol mismo tiempo, la fe justificante no es
tolamehte la esperan?n en el perdón do loa pecados:
i* ademas la voluntad santa Agradable á Dios. Sin duda
la caridad es el vástago de Ib fe, pero la fe no justifica
hiiftta después de haber llevado este fruto: sin duda la
fe es un principio de vida; m as, para alcanzar el favor
del cie.lp, es necesario q u e ‘haya desplegado eu fuérza
vivificante ( 1 ).

de Ginebra. Dice: « Assequiinur bomim hoc nostra; per­


petua» universeeqtiesalutis, íide iu Deum sola et in Jesum
Christum. Cum dico Pide sola, non ita intelligo, que-
madmodun» isti novarum rerum repertores intelligunt,
u( sechaa t h a r i t a t t t t eceterit'ckriitliana; menU s offieii*
solam in Deum credulitatem et iiduciam illam qua per-
suaíus sum in Christi cruce ct sanguine mea inihi de­
lecta omnia esse ignota: est hoc quidem etiam nol>is
necessarium , primus hic nobis patet ad Deum introit.ua;
sed is tamen non est satis. Mentem enim príeterea affe-
ramufi oportet pietatis plenam erga summum Deum , cu-
pidamque efficiendi quiecurtique illi g rata‘sint: iu quo
precipue virtua Spiritus Sancti inest. Quoe mens, etinin-
si interdum ad exteriora opeva non progreditur, ipsa ta­
men ex sese ad beue operantlum jam iritus parata est,
promptumque gerit studium ut Deo in cunclis rebus
cbsequatur: qui venís divina; justitia; in nobis est habi­
lita.» Despues de haber citado muchos pasajes de la Es­
critura, contihua Sadoleto: «Certw Íide9 , qu® in Dmm
«ostra per Jesum Christum est, non solum ut conlida-
niti», in Chriato, sed bene in ¡lio operantes, operarive
¡nstituentes ut confidaimi9 , impernt nobis ac pncscriliit.
Est enim amplum ac plenum vocabulum fides, nec so­
lum in se credulitatem et Iiduciam continet; sed spem
etiam et studinin obediendi Deo , et tlhm , qusp in Qhristo
máxime perspicua nobis facta est, principem et dominam
ebristiauarum omnium virtutum charitatem.»
(1) Sadoleti Epp. I. x m . n. 2. Gaspari Coptaronn
Cardinal»: Opp. edil. 'Véroii. tom. 11 . p. 4 5 : «D eju stifi-
catione et ju stitia , plaeet mihi vehem enter tnarum ratio-
k. c. — t . v i . 1i
210 LA SIMBÓLICA*

1I{, Oigamos ahoro á lot¡ protestante?; Si conside-


ramo? la fe en su objeto, dicen, solamente «s U
creencia eo lqs verdadps cristianas (l)¿ sirque:«ferpia
la certeza ,dc,la amistad celestial • y la esperauta en el
perdpn de loe pecpdos. Pues est 9 sola confianza,. coitlU
nuAti, reconcilia q| hombre con su autor, le justifica
iHirtv coutoxtus et;distinctiij ex Aristotele sumpta. Sequi-
tur enim corte charitas ciirsiim illum anlecedentom, que
a»l jusliliam pervcnitur: non turnen sequitur eudem cha-
rilas (meo quidem animo.opinioueque) justitlam , ¿«ci tum
ipsa c o n s t U u i t ; vel potius charitas i|>sa est justilia. Habet
enim formac vim charitas: forma autem est id quod ip&a
res. Cum crgo acceditur .prwe^nte- illa prspvatioae ad
justitiam acceditur una et ad charitatem: ad. quam cum
est perventum, tum justilia per ipsam charitatem con-
stituilur. Justitiam voco, non vulgari, neqxve Aristotélico
nomine, sed christiano more ao modo, eam q ua óranos
YÍrtutes complexa contiuet: ñeque id huitianis viribus,
sed instinetu iiifluxuque divino etc.»
(lj Sin embargo, eu este punto como eo otros mu­
chos , Lutcro’Qüctuaba entre muchas opiniones *r fluctua­
ción cuya, causa es necesario buscar en la idea confusa
que tenia de la palabra fe. Frecuentemf nte. usa el térmi­
no creer en el sentido de tener f o r cie r to ; asi por ejem­
plo (A usleg . d e s ^ r i e f e s an die 6' a l , , lugar citado, p^ 70)
llama á la fe una. creencia elevada , ocu lta, incomprensi­
ble. Pero dos líneas mas ahajo dice que e 9 ¿a verdadera
esperanza y la confianza del corazón. E 11 otro lugar com­
para la fe á la dialéctica, y la esperanza á la retóritza; in
que quiere decir que la primera es puramente .especula­
tiva y La segunda práctica. En 9u obra De servo arbitrio,
1 . 1 . p. 1 TÍ. b...... presenta nuevamente la fe como una
creencia firme.; observación que se aplica á un gran nú­
mero de pasajes, en donde la opone á la contemplación
futura'. -EiiJa obra de C'aplint. fía b y l. Opp. toin. n.
p. 270. b. dice: «Verbum Dei omniuin prinuim est,
quod sequitur fides, fidem charitas, charitas deinde fa-
cit onine bonum opus.» Aquí la f«s«es un acto del hom­
bre (<í Ja predicación sucede la f t , despues la confunza \
LA 91JUUÓL1CA. 211
delante do Dios. A la verdad este sentimiento de la
¡■mistad divina debe ir seguido de l.i caridad y de los
buenas obras; pero asi como estas obras, por 6u pre­
sencia , de ningún modo contribuyen &la justificación,
asi tampoco su ausencia nada quita II hombre justifi­
cado. Do consiguiente la caridad*no es la forma de la
fe; pero el hombre es justificado tan luego como tiene
confianza en el Salvador, Desde este momento ha reci­
bido el roclo del vicio; y si no lleva fro to , no por eso
deja de ser el árbol plantado por 1la mano de Dios. Asi
los protestantes, utribuyendo- ¿ la fe sola la virtud de
justificar, excluyen las obras hechos ya antes, ya des­
pués de la justificación; mejor dicho, rechazan lorias
los sanias disposiciones del corazon. Y , para advertirlo
<Je paso, esta-doctrina uo tiene el mas iniuimo funda­
mento en la Escritura: san Püblo nunca ha distin^uMo
asi entre la fe y la caridadt y Santiago está formal­
mente en contra de esta doctrina (I). *

mas ¿cuál es esté acto? Probablemente es la creencia y
In confianza reunidas. ¡Cuántas no han sido las conse­
cuencias funestas de estas fluctuaciones, de estas eter­
nas oscitaciones en la fe 1 I)e alií ha nacido la indiferen­
cia dogmática que, en nuestros dias, mina In reforma
por el cimiento; de allí ha nacido la opinion de que bas­
ta tener confianza, como si se concibiera la confianza
sin la fe.
(1 ) Es, según las explicaciones dadas en los párrafos
precedente», como dclte apreciarse el pasaje de Gerhard
(/oí. llieol. tom. r ti. p. 200 el seq. loe. xvu. e. 3. sect. v)
«a donde intenta probar por la tradición la doctrina pro-
talante relativa á la fe. Todo este pasaje es una compi­
lación indigna de un hombre tal como Gerhard-Enseña;
un padre que la fe en Jesucristo conduce á la salvación,
V al'm omento sin tener en cuenta el sentido del autor,
íe cita en favor tlel dogma protestante. San Ircneo dice
<|tje la fe católica, con exclusión de la fe de los seela#
ríos, nos da sola el derecho á la herencia eterna. Y
212 LA SIM BÓ LICA .

f J)« ft cerlfzo d? la j«ih£cw¡»n | ie luitltfccioa.' _, :


. * ■
El cristiano üebe^atnr cierto de poseer el cielo algún
dia , tal es uu nuevo dogma que en el sistema protes­
tante »c un& íntimamente con Ia doctrina concerníento
4 ia fe ;(l). Este dogm a, decía Melanchthon, es de tul
maneta elaro y conforme con la Escritura!, qu& ios es­
colásticos ptír Solo haberlo desechado han -dado prue­
ba de una extraña Ignorancia y de uña rara nece­
dad (2). E q cuaolo al enlace de.esta enseñanza con todo

bien, ¿quién lo creería? iNuestro doctor afiade « to s par


lateras para denotar que la le predicada y producida por
Lutero nos abre |a puerta del cielo 1 Cuando sobre el pe­
cado original, sobre la gracia y la libertad , un padre de
la iglesia, ppr ejemplo san Juan Crisóstoino, nada ha
enseñado menos que et dogma protestante, no pueda
haber erigido los principios de Lutero en cuanto i la fe.
Esto no es ciertamente tan difícil de entender; pero exi­
gir tanta penetración en Gerhard seria'ser demasiada
exigente, puesto que nunca lia conocido la necesidad de.
mirar dos cuestiones en su conexion recíproca.
(1) ApoL iv. §. /i0 . p .8 3 : «Nondiligimus, niai certa
statuant corda, quod donata sit nobis remissio péccato-
rura.w x i i . De panitent. §. 20. p. 157: «Hanc certitudi-
nnm fidei nos docemus requiri in Evangelio.» La apolo­
gía hahla frecuentemente sobre esta doctrina. Calv. insiU.
I. ni. o. 2 . 16. rol. 197 : «In summa,: vere lidelis non
e s t , nisi qui solida persuasione Deum sibi propitium be-
nevo Itini que patrem esse persnasus deque ejus beniguitate
onntia sibi pollicetuf: nisi qui divina? orga Be beneio-
Lentiac promissiouibus fretus , indubitatam salutis ex.fVec^
tationem prar^nmit.») >
(Ü) Molancht. Loe: theolog. 116: «Ut vel l*oc sulo
oro satis appareat, nihil fuisse spiritus in toto genere.»
I;A SIM BÓLICA.

el sistema €9 >por ciorto mas evidente que la lúz del


dio. Va lo liemos s ¡slo*, destruyendo et» el hombre todo
ftcdltñd espiritual, querían los* retormodores procurar
ni cristiano, luego que experinflftllabuenofidescos, algu­
nos movimientoR hácia las cocas de lo a lto , la corteza
que Dios ha empezadoá obrar en él. y que continuará
su obra. TímbScn liemos oído, exclamar é los mismos
doctore* : ]Ó hombre I mira en .derredor tuyo , y apro­
véchate de la misericordia divina ( 1 ). Y ¿cuAl es lo con­
secuencia de esto ? .Ciertamente el error que scñglnmos.
Ademas la certeza de In fsalvmcidn supone por una parte
que Dios tiene predestinado al hombre para la gloria ;1
y por o trí que’Dios no obra, no plñnta, fio vivifíca mas
que en sus elegidos: porque si el hombre nunca pu­
diera apartar la gracia que una vez lin typcnrnm tnilu,
este solo pensamiento reduciría á la nada la certeza tfc
que.se trata. También jos reformado* lipn dado. por á
esta doctrina 'todos sus desarrollo» ; los luteranos, ni
¿onlrario, despuc? de haber admitido 1* consecuencia
.; • * • • •
. • *
(1) Melancht- J-oc. fheofog. p.¡ 92. dice: «Debobant
enim non opera’sua sed promissionem misericordiíB Dei
contemplan: Quid e tt enim iiw/ufu*, quam (Titiritare
volúntatem Dei ea: operibus n ostris, quanvilte suo verbo
nobis declara vil?» Indudablemente nada^si el hombre no
tiene libertad alguna. Si después de estas palabras añadi­
mos queá los ojo9 de los reformadores la certeza del per-
don de los pecados y la de ía salvación s0n una sola, una
misma cosa, ya no sorprende ver 6 Melanchthon exigir •
que se tenga seguridad de éb> salvación ¿terna aunque ho
pueda haberla de 911 perseverancia: «Certissima eenten-»
Liaest o portere nos cc rtissi mos sem peres9e de r emi asion e
peceati, de benevolenti» Dei efga nos., qui jbBtiticati
sumus. E t norutít quidem fide saneti, certissinie se esse
in gratia, athi- condona ta esse peccata. Non enim fallí!
Dens, qui poilicitus est, se condonaturum peccata creden»
tibus, tom etsi in certi titü , j x rim r o f u ri.sint,.,».
211 LA SIM BÓLICA.

han desechado PQT fin d principio; hé ohl porquéftd-


vcrtimoa tdü grandes vacíos en ttido su sistema^. ■
Por las razones contrarias no admiten los <tat tilicos
que el hombre p.ueda Ujnnr una certeza coinplelá de «m
salvación eterna (1). Como pcgun su doctrina la nntura*

(1) Coneil. tridení. sé9s. vi. cap. ix: ^tSicnt tierno


pius de Dei m isericordia , de C hristi m érito , <le sacra-
m en to ru m v irtu té e t eficacia dubitnre debet: sis quilibet,
dum s&ipsum suam que propriam iiifirm itatum et indispo-
eitionena respicit, de sita g ratia fonnidare e t tim ere pol&it;
cum nnlliut scire v h le a t certUudine fid ei , cui non .putrst
subesse íalsum , se graliam Dei esse consecutum.)> Cap,
x h : aNemo qnoque, quam diu in hac m ortajitate viv¡tur(
de arcano divii^c p redestina ti onis m ysterio usque adro
p re su m e re d ebet, ut certo sta tu a t se om nino esse iu nu­
m ero pnediistinatorum : quasi verum e sa e t, quod justífi-
catus am plins peccare non p o s s it, au t si p eccarerit cer-
tam sibi resi piscen tía m prom ittere debeafc. N a m , nisi ei
speciali revelatione, sciri non pote&t, quos D eus stbi ele-*
gerit.u Cap. x m : «Similiter de perseverántiao m uñere, de
quo scriptum e s t : qui p ersev erav it usque in fínevn, liic
s a lv u a e rit: quod quidem alimide h a b e r in o a potest, nisi
ab e o , qui"potaos est eum , qui s ta t, státu ere u t perse-
v era n ter s te t, e t eum , qui cadit r e s titu e r e : nemo ’sihi
certi aüquid absoluta certitudine polliceatur*: tam etsi in
Dei auxilio firm issiroam spera collocare, e t repónereom ­
ites debent, D e u s e n im , n isi ipsi illius gratias defuenint,
sicut ooopit opus bonum , ■ita p e rfic ie t, operan* velle ct
perficere. V errtm tam en qui se existim an! s t a r e , viduant
* n e c a d a n t, et oum ti m ore ac trom ore salutem suam opo-
re n tu r (P h il. ii^ 1 2 ).... F<wmid are enim dehentr, se ¡en­
tes quod in spétn glortae ,■ et nondum in gloriam rbnnli
» u n t, de pugna , quao sa p erest cum carne, cuín mundo;,
cum diabolo: in qua Víctores ésse non possunt nisfc ttiin
Dei gratia apostolo obtem perent dicenti :■ D ebitares su-
m u s, non c a r u i, u t secundum cam ém v¡vaTmi9( 3Í.ejiwn
«Ccundum carncin viieritls^ m o rie m in i: si autem sprritú
faeta curhis m ortifieavtrritjs ^ vivetis;].» i •< -■
lA flU lM U C A .
loza cnidn no-wtá despojada de tentó gérmen de vida,
de loda facüUftd stípérwr , nd ptícden dfrtingtifr con lina
señal cierta la opernciofi de In pnlcia, de los efectos del
principio divinó eh el hombre ( 1 )j y atiií'qufe pudieran,
la seguridad basado en este fundamento seria muy de­
bilitada por la’ doctrino üc la coopbrnclon á Ift gracia.
En efecto , instruid*» por lo pagado el católico , si bien
lleno de confin n*a, tiembla sobre el porvenir ; y ade­
ma» nosotros desechamos lá predestinación absoluta, sola
Iu que podría destdrrdr lodo tehoor de »u espíritu. Con
lodo eso, lo repi'tlmí)?, para no descansar en una falsa
seguridad ,^el cristiano católico ntí espera menos por
i«ta con el cora ion llenó deesperanza el gtiirt dia del
juicio. ' •

(L) Melancht. Loe. iheolog. p. 121, dice: «Los efectos


del Espiritó Santo atestiguan que habita eh ilüestros co­
razones (Qiiod tn perfore noslto versétür] , porgue cada
uno puede saber por experiencia si odia eí pecadcf verda­
deramente:»Este m i*rio fes tahtoifias sorprendente en
boca del reformador, cuanto enseña que el pecado per­
manece en el corazon del hombre regenerádo, esto es,
que no ha sido verdaderamente detestado en él. Por otra
parte La esperanza descansa solamente según ,estos prin­
cipios en la dignidad del hombre;-mientras que,si la doc­
trina protestante sobre lá fe cuenta todavía un número tan
grande de partidarios, es porque los fieles apoyados sola­
mente en sus méritos*caefian necesariamente en la deses­
peración. Finalmente lá (egla designada por Melanchthon
habia sido ya dada por los te£ 1ngb& de la edad inedia, J
todo el mcttido ve que ño ^tierle hadar aplicación sino eri
el sistema caktMico. Santo Tota ás de Acjuiiio en el lugar
citado. O* citii. art. t , dice : «Hoc modo aliqüis cogno-
acere1 potest, sé habefe gratidm, in quantum stiticet per-
cipisse delecfarl In D eo, et contetnliere res riitindanas,
et in quantum htrtrto non est cortseins percalí mortaliS.
SecÜndiWn qrtém ftródiim pbtest Intclligi, /ptod habetnf.»
Apucsl. 1: «Vhtóeiitv dato mauna abdcóndiluw, quod ne-
216 LA SIMBÓLICA*
Mas oigamos las confesiones de Calvino'.veamos un*
grandes esfuerzos para introducir la nueva doctrina.
1 «No hay tentación alguna de Satanás, dice, mog
«peligrosa q u i aquella que conduce al fvel á dudar de
»5U predestinación y i buscarla en los malos caminos,
»Esla tenLacion es tanto mas funesta , cúahto que casi
«lodos los hombros son mus bien conducidos ti ella que
»¡1 ninguna otra. En efecto, de iartjc en tarde e$, con-
>4múa el d o cto r, cunado se halla un hombre cuyo es-
«jiíritu.no sea alguna vez acometido de este pensamien-
jjIo. /?n ninguna parte puedes hallar la fu tn U d e (u,
»sal vacio n mas que en la predestinación : ¿quién
ajutes le ha revelado que eres un elegido de Dios?»
Calvino concluye asi, luí blando según su propia expe­
riencia : « Lriogo que una incertidumbrc semejnnte se
»ha apoderado del cristiano, ó hace sufrir á este des­
g raciado horribles torm entos, ó enajena su razón (I).»
En vano Calvino habia asegurado 4 sus discípulos de
su salvación eterna: Ibs supersticiones mas groaras,
las perplejidades y las alarm as, hé ahí 16 que produjo
su malhadada doctrina: lan cierto es que un árbol
malo no produce mas que malos frutos. £ 1 pecado y la
lucha contra el - pecado se'mbraron la turbación y las
congojas en las conciencias, porque jamás gozarán de
una tranquilidad perfecta, eo tanto que el mal tenga

* *
m? novit, nisi qui accipit, quia se. ¡11*3 , qui accipit, per
quamrlam expericntiam dulcedinis novit, quam non espe-
ritur ¡lie, qui non accipit. Ista4amen coguitio imperfecta
est. Unde apostolus dicit i. ad Cor. iv : ISibil rnihi Coiis-
ciu» sum, sed non Ln hoc justiUcatus sum etc-v .
(1 ) Calvin, hmiitut. 1. m . c. 2 V. §. 3. fol. 353.....
kE oqite exitialior est hícc tenlatio^ quod ad uu)la<n aJiam
prop«nsiores simus fere oiunes......Qu« si apud qujum-
piam semel invaluit, aut diris formentis raiseruui per­
petuo excrutiiit aut reddit penitus attonitum.»
LA SIM BÓ LICA .
su morí da entre los hombree (1). Según ..el oráculo de
san Pablo , es cierto» el espíritu testifica que «omós liih
jos de Dios (-2); pero, esta voz interior-et tan frágil,
tan débil q u e , en et sentimiento de bu indignidad,
apenas se atreve el fiel ó oiría. Ocultarse á 6tw propios
ojos, querer permanecer uplnislerio pora si' misma,
hé ahí el carácter de la verdadera, alegría en el Señor;
y mientras moa humilde es el hombre, y mas se eleva A
ud alto grado d& perfección, menoa,se atrevo á alabar-

(1 ) C alv in .Jo c./it. e. 2. §. 17. fol. 198:. «Nos cerfe


dum fidem doceinus esse certam ac seciiram, pon, cerli-
tudinein aliquam imaginamiir, quse nulla tanga tur dubi-
tatione’, nec sccuritalem, qtia; nulla sollicitudíne impe­
la tur; qoin polilla dicimüs , perpetuum esse fiiíélibtis
certamen cum 6Ua ipsorum difidencia,» Aquí Cálvino
echa por tierra la certeza qué habia establecido á tanta
•costa. ¿De d6n.de provienen estas contradicciones asonw
brosas? De que et reformador cereta obligado i lis mar
$a su auxilio.aL sofisma para imponer, á la razonlas cosas
que cepugnaa á Ja razón. ,
(2) Sarpi, Hist. del eoncxlio de Trenzo, traducida.por
Amefot de la Houssaie» Ámst.1699. p. 1 9 8 Al princi­
pio det capítulo nono , en donde se; decía (¿ite tos pecados
tío soh perdonados por la certeza que xe tenga del perdón,
el legado cambió In patabra c e rteza ea las de jactancia
y de confianza presuntuosa , en virtud de esto corteza de
la gracia. V al fin del mismo capitulo , en vez de decir,
porque nadie puede jaber o«n certeza que ha recibido ¡a
gracia d# Dios, la palabra eo» certeza fue cambiada en
Us de ctrteza de la fe.» El ¿tutor explica esto inas abajo:
La Te, dice, es.eternamente cierta ; y aun cuando el ¿el
muda, elta permanece inmutable. Al contrario el que
cree bailarse en estado de gracia no puede lertér cei;te4a
de qiié no sé'caerá <te este estado por"# pecadb. Por eso
el fiely aunque esté lleno dé confianza en este punto , no
puede estar cierto, con la ccritta de iá fe, que alcauzará
la salvación eterna.
l í\ s í m b Ai .t c a :

so Je una seguridad'tan incfli'itpfftible' cotvln inM M ili-


dad -de las cosas de a<juí abajo. Asi á pro porción'que
e lté rm in o m&ftifbBthdo por la igitilid á hijos está,
colocado en una reglón eleitotfn , mejor sfe d^be enrtt-
prender por qué la iglésijj desecha la certe¿ndé la Sal-
vación. Apoyados los católicos en este fundamento en.-
Beñon que el del puede y debe haccr«e digntt d.e la feli­
cidad eterna; pero que jamas tiene la certeza dé scUo.
efectivamente. Según lo» reform adores, aí Contrario,
el hombre no puede de modo alguno merecer el .cielo;
pero uo debe estar menos seguro de alcanzarlo.
En toda la vida espiritual vemos repfoducirsé la
ley que hertios' establecido siempre. A^i la inocencia
que acaba de reconocerse se pierde ordinariamente en
este mismo acto: nsi el pensamiento de la pureza del
acto que vamos á hacer, la haoe muchas veces impura
4 los ojo»de Dios. Oid al gran maestro: «Es precito
que nuestra mano derecha ignore lo que hace la iz-*
quierda.» Llena de dolores á lo vez j de consuetos, tu
vida espiritual de los santos aparece pacifica , siti ruido
sin brillo: la santidad no se glorifica á sí^misma : aban­
dona fi Dios BU propio juicio. Más sois luterano, rotor,
m ado, preguntad á éste hombre Ío que piensa dentro
de s i , y bajo su palabra le mirareis como un santo
desde esta vida; pues que decís coa vuestros maestros
que la santidad uo es m asque un nombre vano, que no
hay santos en el dolo ni en la tierra. Por lo que toe*
á nosotros, la presencia de un hombre que manifestase
francamente estar seguro de su salvación, ríos ratisnTÍá
una impresión penosa , .y probablemente: no p6ilriamó$
alejar del pensamiento que' hav algo dé diabólico cri
aqü,el hqtííbféí ; * • n i'
Sin embargo ea necesario conocerlo , esta doctrina
contiene también njgun wpeelo verdadero. Individua­
lizando las. vei d«(kii cristianas , proclamaron ios refor­
madores la obligación de aplicárselas ¿ si mismos: qui-
LA SIMBÓLICA.

gicron que el fiel estimase las promesas ovangéíkás’ to ­


mo sile perteneclerán en particular:

De tas buenas obras* * j ;


i;, . , •. _■ ■i . 'i i i
.. ' " § • X X I- .
rKirlri(M e«Ml¡ea attn-a de U t fcneqai obrai. ;

Entiende la iglesia por buenas obras toJbs loB'rtctos


morales del hombre'justificado e n J e su r rislo, ó ya los
frutos «le la recta voluntad, dcil omot' dirigido pof la té.
No se trato- pues de devociones» de ceremonias, de
préctlcas: exteriores. Toda vez que la i&leftia tie-ve ya
pecado en el hoWvbte regenére do, pti«slú (fufe enseña
que bodas sus facultades son simias» Agradable* ft Dios,
síguese que debe sostener la posibilidad, existencia y
mérito do las buenas obrns. Dedúcese Cambien por unn
consecuencia no menos rigurosa que puede 'exigir ol
cumplimiento de In lej; Maa ante todo dcbertiós adver­
tir que la iglesia no lípma büennVrtifis que ¿ las obras
hechos en Jesucristo: SQ|ó habla del cumplimiento de la
ley en Jesucristo. Hé aquí la. enseñanza del concilio de
Trento sobre este punió j «Puesto que Jesucristo como
el jefe en bus miembros,,. «orno la vid en sus pámpanos
derrama incesantemente m Virtud en los que están jus-
tiflcddos, virtud que precede, acompaña y sigue siem­
pre á l«s buenas obras, y sin la coiai en mañero alguno
podrían ser meritorias ni agradables á Dios, necesa-*
rio es creer que n*da Taita yn á los q u e 1están 'justifica­
dos, para ser estimados por es^as buenas obras hechas
en la virtud dei Dios, y t,encr plenamente satisfecha la
ley divjrip. %según el ©síacío dé la vWn presente, y tener
merecido lp vida eterna, p á p obtenerla á su tiempo, con
tal que mueran en graain (í)».»

(I) Corie. T rié 8066. v k t . 1 € . ...................


220 LA SIM BÓ LICA .

Aparece igualmente de este pasaje én qué sentido


las obras son llamadas meritorias. Partiendo del dogma
fundamental de toda verdadera religión que Dios nos
lia dado la existencia , que nos ha reservado el cielo
por un amor puramente g ra tu ito , suponiendo por otra
parte la fe en esta verdad, llamamos meritorios á las
obras que ae hacen libremente en la virtud de Jesu­
cristo; y por «ala razón añade el santo concilio: l*a
bondad d t fíiot es tan grande que tetra sus dones como
nuestras propias acciones (1). Tal ea la idea que la
iglesia ba dado en todos los giglos.de la palabra mérito,
Asi la. preposición , el cristiano debe fnerncet la vida
eterna f significa que ¡debe hacerse digno de ella por e|
Salvador ; que entre el cielo y el hombre debe estable­
cerse una unión íntim a'( 2 ) , uua relación tan estrecha

(1) El mismo Calvino reconoóe expresamente que es


tal la doctrina católica sobra laa buenas obras. Dice: Jm tit.
I. ni. c., 1 1 . §. H , p. 2 C^:.«Subl»|e qlTugiiimaehaber#
putant sophisU), qui sibi ex Scriptur» depravaüoue et
manibus cavillis, ludos ¿t delicias faciuntjparo oper<i
(]as obras dé las que dijo san Pablo, que no justifican J
eXponunt, quae litteraliler tahtlim et liberi arbitrii cona-
tu extra Christi ■gratiam fafciimt homitieá necfhimregeniti*
id vero ad opera fepiritoalía spectare négant (con derecho).
Ita secundum eos tatn fide quam jopeributí justifleatur ho­
m o, modo n estat propria ipsiua operq, sed (toua Christi
et -regenerationis fruettre.» Por ki demás no. dide el cató­
lico: el liaqibre esjustificado tam qvAnt operibvt,
como si la fe y las.obras fueren >do&cosas independientes
la una-de 1a otra.
(2] Santo Tomas de Aqiuno.se expresa excelentemen­
te sobre éste objeto: la idea def mérito, dice, es t i funda­
da sobre 1la idea de justicia (éít et sentido griego y latino
de la palabra). Pues Ja justicia absoluta no phede tener
lugar mas que de igual a igual. Dar dé lo Myóttinto. co­
mo se ha recibido ó recibiere, es dar según mérito , es
obrar justam ente; lo cusd supone igual dad-.perfecta entre
LA SIM BÓLICA. 221
como éntre el principio y la consecuencia, es decir, en­
tre la sanUGeacion y la glorificación. Puesto que lá jus­
ticia es íAherente al 45el, profundamente arraigo da cu
til , pc argüe que la salvación del hombre ingerida in
erta justicia se desarrolla y crece por las buenas obras.
La semilla celestial sembrada en el justo debe.producir
fruto! para el cielo (1). Si antee no podíamos merecer

las dos partes. Ei* este sentido 110 puede habot cuestión
sobre ci mento, ante Dios, puesto qué nada le ofrecemos
nuestro, natla que;po hoyamos necibido tleól; por cense-
cuencia npnqs yusivo de io suyo en cambio de lo que lo
damos.' Pues si la sagrada Escritura habla recompen­
sas reservadas á la virtud ; si dice que cada uno recibirá
según susobriis, Soló se trata >de una jnsticij y mórilo
condicionales. Loe. cit. Q. cxu. art. i: «Mamfestum est
autem, éfuod ínter Déurii et hominem est maxima ¡nre-
qualitas, in ¡nfiuitum enim distant; totum quod est lio—
mini9 bonum, est ií Deo', nnde non potest liOiuiliis a
Deo esse justitia seeundum absolutam ajqualitalem, sed
secimdum proportioiiemqnaitdani , in quantum sciticct
uterque eperatur secundnm inodum suum. Modus auteül
et rnerisnra.humana virtutis tioniini est á Deo, et ideo
meriluiti hominis apud Deum esse non potest, nisi sc-
ctmdum priERuppositioitem divina; ordiiiatlonis: ita se. ut
id homo cónsequatur h Doo, per suam operationem,
qnasi mercedem , ad quod Den9 ei virtutem opernndi de-
putavit. Sicut etiam res naturales hoc consequuptur per
proprios mu tus et operationes, ad quod á Deo sunt órdi-
iiatic. DiITerentertamen, quia creatura rationalisseipaam
ínovel ad agendum per libenlm arbitríum , nnde sua á c -
tio habet ratíoncm ineriti: quod non est in aliis crea-
Uiris.» *
(1) Respondiendo á la cuestión sobre bí podemos lie-
par al cielo sin la gracia , y si nos hacemos dignos de él
con dicho auxilio, el mismo doctor escribo estas palabras.
Q. cxii; a r t.n : «Non potest homo mercri absipie gratia
vitara aeternain per pura- uaturalia, quia scilicet meritum
hominis dependet pneordinationi divina. Actus autem
232 LA 91MBÓ1.ICA.

)a gracia que precede á laxegenerariop v en este mo­


mento el estado de la cuestión ha m iad o . En efecto
entonces la gracia y. la na Luraleza decaída» Dios y el
hqnibre culpable estaban en presencia; nías ahora no
sucede ya.^si. $i abandonado cMioiubte á bus propias
fuerzas no puede llegar &l C riador, existe ya en el fiel
regenerado un principio- divino que le eleva infinita­
mente . una f u m a sobrenatural que lleva en sí misma
el yói inon de salvación. Sin embargo»; según esta ense*
lianza , |<i gracia de salud no dejs de ser gracia » por­
que está contenida ci^ la de lajustificación, de suerte
que dando Dios la ana , concede laJ otra necesariamen­
te. También el concilio de Trente en el artículo de las
buenas obrds hace observar que su doctrina no puede
dar lugar A la vanagloria, que el, quo se glorifique de­
be hacerlo en el Señor, Despues de esto ¿ es necesario

cujuscumqué rei non ordinatur divinitua ad aliquid exoe-


deiis proportiouem virtütis, qua; est priúcipium acttisi
huc enim est «¡x instituhione divin© providenti® , ut ni-
liil agat ultrasuain virtutem. Vitáautem teterna C9t quod-
dam bojium, excedeos proportiouem natura créalas: quia
etiam excedit coguitionem et desiderigm ejua ^éeeundum
illud i. ad Cor. 2: nec oeulus tid it etc. Et inde est,
quod nulla natura créala c&t sufficiens priucipium actus
incritorii vil® eternas , nisi supperaddatur aliquid super­
na tu rale donu tu , quod gratia dicitur. Si vero loquamur
de hómiñe sub percato existente, additur cum boa secun­
da ratio propter impedimcutum peccati etc.» Art. ni:
«ái loquamur de opere meritorio, secundumquod proce-
dil.ex gratia Spiritus S ancti, sic est moritorium vita
ietcriiíC ex condigno. Si enim va!(ft mcriti altenditur se­
cuudum virtutem Spiritus Sancti, moventis no 9 in vitam
aiternam, secuudum illud Joan. \s. fiel in eojons aqua
¿salienlig in vilattí tulernam etc. Gratia Spiritus Sancti,
quam in.jj-raeseiili liabenius. eUi non sit «qualis gloria;
ijj actu , est tnmen ajqualis in virtule: sifiit acmen arfo©-
ruin , iu quo est virtus ad totano arborem.»
LA SIM BÓ LICA . 223
advertirlo? La salvación no c 9 el fruto de los obra»
mismafi, de Iqs obras consideradas en abstracto ; pues
£¡ proporcionan una felicidad eterna» es en cuantopro-
cedcndcla voluntad canta, en cuanto son la mar.ifes-
tacion del amor. Según el lenguaje mtemo: de la Escri­
tura 1 tomamos metafóricamente «I 6;gno. visible per «1
hecho in terio r; porque eslas dos rosas no hact-n mas
que un solo if mismo u<fto, uu lodo indivisible. Por
otra parle 110 es menoé claro que la voluntad roela;
pero que no tiene los medios ni ocasion para liac* r el
bien, no e6 menos agradable á Dios que si hubiese in­
molado millares de víctimas (1). En Gncn&eña briglc-
: •.ti] i
(I) Jacob. Sadol. G'ard. ad PHn&ip. G erm . or'at. I. l.
p. 360: «Quomodo ig ilu r ópera cum fide sim ul ju s tiíi-
aiitv cvim s®pe ab sque«penbii9 faciat sola fitJcs ju s ti-
Í¡ain > u ti mi. Iatroné f e c itr u t hi aliis m u itis , quos t?*
liiftoriis ,w<;lewast.ipis-jíossumu& coBigere? N em p e , quia
babitua justitia; , quo ad beue operandum propensi. eflici-
m u rr fidei ipsi ab uiitio statim p ropter amoreirí*el cliari-
tatem ést a u n é i s ; ubi ením apiior Dci in e s t, qui in
vera illa fije prótinlis d u c e t ¡sim u l 'illa súbito adest pro­
pendo animi et Cogitatií): esse in actioilibtis rec lis am o-
ri fieltro iri D eum , et Deo ipsí satisfaciendum , adm o-
Deuti nos ¡lli e td o e e irti; si diligam us eum , ét m aiúlata
ejus servem us. H ie in te stin as justitiíc habitu9 , non
conüatus ex-a.ctionibuSí e t operibus n o s t á s , sed cum ip -
sa Tule charitateque conjunctiin divinilus nobis iinpres-
su s, is ille ipse e s t , qui ju sto s nos faeit. E t sane cojivc-
uíciililis e s t, ut a ju stitia ju sti ,.qua«n a fide noininernur.
Tainctsí { .ut d ix i) om nia bscc iu uinun coiinexa su n l ¿ t
cohwrent. H unc babitum pncclare exprim ít Paulu& d iv i-
nis illis varbis T quibus ad Ephesio9 u titu r ; sic scrihons:
gratia aervali estis per Q deni, -ñique. non e x v o b r s , TVi
douum e s t: ñon e i , o p e rib u s, n e quis g lo rie tu r, D ii
eniin ipsius su m u & e ffe ttio , aedific&ti iu C hristo Jos 11 ad
opera b o n a, quibus praíparabit D eus in illis u t anibula-
renins. Ad Deum ¡taque per C hristiiw a c c o d e n ti; statinv
224 LA SIM BÓLICA.
«¡a que las buenas obras aumenten la gracia aonlificnn-
t e , porque la práctica del bi(*n la abre man y mas mies-
(ros corazones. Podemos aplicar aquí este principio,
que el ejercicio de una facultad desplega sus fuerzan,
y el que no ha profundizado en talento , pero le ha he­
cho justificar, recibirá aun otros muchos: tal es la pro-
mesa del Señor. ;
■’ §v x x i i , '*
D o ctrin a p r o tc íf íó U Solire Ins (x iro iu .o lrn * . 1

¿Qué debemos entender por buenas obras? ¿cuál


es su mérUo? ¿cuál 911 necesidad? Hé aquí las cues­
tiones sobre que debemos exponer la enseñanza protes­
ta n te. Es altamente evidente q u e este artículo no es
inas q u e una deducción rigurosa del nuevo dogma so­
bre la justificación ; y vem os también reproducirse el
principio fundamental que la virtud justificante no
puede destruir el pecado ni restaurar al hombre enlodo
su ser. tín una palabra, la relación establecida por los
reformadores entre el amor y la fe, tal es la idea pri­
mera que penetra su doctrina en orden ¿ las buenas
obras. Tiernos oído do h boca de Lutero: EL pecado ori­
ginal y con él lodos sus efectos subsisten en el hombre
después de su justificación. Apcnns había entrado el
ductor eo su nueva c a rre ra , cuando rechazó también

nd recle faciendum promta facilitas quttdam et voluntas


bujua agnoscitur. P urro iste ipse habitus justiti* tune
absotute in nobis perfectas eBt, cum explicat 6ese , et
exerit in sanctas actienes; exercitationemque continet
justitise cum ipsa cxercendi volúntate conjunctam. Ipso
autem fidei initio, autsi spatium non est recte faeiendi,
lieet totam perfectionem justitiro non ten eat, idem lamen
nobis potest ad salnterrt , quod absoluta plena que jn s-
titia.»
I.A S IM B O L IC A . 225
la posibilidad de los buenas, obra» añadiendo que lo m e­
jor acción os un pecado venial. Habiendo sido censur/ida
esto proposición por la corle de Roma. Lutero no se
paró aquí: llegó ba«ta sostener que todas laa pretendi­
dos buenas obras, es decir, todas las acciones del cris­
tiano son oíros lanío* pecado» m ortales; pero que !e son
perdonados en virtud de ia Te (1). Melonchtlion sobre­
pujó á su maestro acerca de su doctrina , sostuvo que
todos nuestros aclos y esfuerzos 6on pecados (2). En fin,
(I apóstol de G inebni, bien que sirviéndole de expre­
siones menos violentas , con firmó la ensenanza de sus
dos predecesores (3). Oigamos las pruebas alegadas por

(1) Luther. Astert. omn. Arlie. Opp. tom. n . fol. 325. b:


«Opus bonum optime factum est veniale peccatum. Hic
(articulus) maní fes te sequitur ex priori, nisi quod ariden-
dum sil, quod alibi copiosins dixi: hoc veníale peccatum,
non natura sua , sed misericordia Dei tale esse.... Omite
opus justi damnabile est et peccatum mor tale, si judicio
Dei judicetur.» Cfr. Antilatom. (Confut. Luih. rat. latom.)
). c. fol. 406. b. 407 et scq.
(2) Melanch. Lee. tkeolog. p. 108: «Quse vero opera
justifícationem conseqiiuntnr, ea tametsi ú spiritu Dei,
qui ocupavit corda justificatorum, proficiscimtur, tamen
quia fiunt in carneadhuc impura, sunt et ipsa immnnda.»
P. 158: «Nos docuimus, justifican sola fidé.... opera tioi-
tra, eonatus nosiroi nihil m*í peccatum ene.-»
(3) Calv. Jnstii. 1. u. c. 8. §. 59. I. iv. §. 2ST Se ex­
presa déla mi&ma manera en su escrito de Necessit. re~
formandtf ecclet. Opuscul. p. 430; pero con mucha mas
moderación que Lutero, dice: «Nos ergo sic docemu*,
semper deeBse honis fidelium operibus nummnm puritatein,
<]ll® conspectum Dei fe m possit T imo etiam qwdam
modo inquínala esse etc.» En cuanto á Zuinglio , expono
la doctrina protestante á una luz enteramente falsa. En
bu escrito titulado : Fidei christrance e.rposit. ad rer¡em
ehristinianisB. Gall. Opp. tom. u. p. 538, dice: «Fidrm
eportet esse fontem operis. Si fides ailsit, jani opus ”rn-
B. C, — T. VI. 15
226 LA SIM BÓLICA.
Lutero; ellas derramarán una grande luz sobre nues­
tro objeto. Necesario es distinguir, dijo, dos rosasen el
hombre justificado: un servidor del pecado, panto según
la carne; y un servidor de Dios, santo según el espíritu.
Asi la persona del juslo es parte Banla y parte mancha-
da por el mol. Las obras (1) pues, frutos de una vo­
luntad pura y corrompida á la vez, son lo nno y lo otro
en conjunto. Melanchthon enseña igualmente que el
finí no puede nunca desembarazarse de e>te dualismo.
Siempre, <li^t aun cuando esté penetrado de la virtud
de lo alto , siempre quedan en el hombre dos natura-
lesas , Jp carne y el espíritu (2). Porque la carne, según
los reformadores, no solamente es el cuerpo, sino que
es lodo el hombre, todas sus facultades, todo su s e r , á
excepción de las nue\as fuerzas que lia recibido del
cielo (3). Ahora ó nunca debemos entenderlo. El espí­
ritu de Cristo es demasiado débil pava renovar, purifi­
ca r, consagrar al Gel, para poner en su corozon un
amor perfecto, capaz de obras agradables ¿ Dios. Tam-
bien desde los primeros dias de to reform a, sus autores
repitieron cien veces que d hombre no puede cumplir
la ley ni aun despucs de eu regeneración (4). Lulero se

tum est Deo: si d esit, pcrfidio9iim e s t, quicquid fit. et


subindenon t^plum ingratum, sed et abominabile Deo....
Et ex nostris quídam adseruerunt ( ? ) , omne
o pus nostrum esse abominationem. Qua sentenlia nihil
aliud Yoluerunt, quam quod jam dixiimisl?» Lutero jamás
ha querido esto, porque á no ser asi no habría ya contra­
riedad en esta materia.
(1) Luther. A m r l. ómn. Artie. n. 31. Opp. tom. 11 .
fol. 319.
(2) Melancht. Loe. theolog, «Ita fit, u t dúplex Bit san-
ctorum natura, spiritus et eáro.»
(3) Loe. cit. p. 138.
( V) Melancht. Loe. theolog. p. 127: «MaledixiUex eo?,
qui non universa in logcm semel absolvcrint. At universa
I.A. SIM BÓLICA. 227
expresa con una admirable naturalidad. Como Ion cató­
licos le objetasen que Dios no mando fo imposible, por
ItLipnto que podemoaamnríe üe todo corazón, respondió:
{'Mandar y hacer son dos cosns: m andar se dice pronto,
pero obedecer no ae hace luego. Es pues mal raciocinar
decir que Dios nos fia mandado amarle; luego pode­
mos (1). L« imposibilidad de sostener esta doctrina , su
manifiesto contradicción con la santa Escritura, la per­
niciosa influencia que ejercía en las costumbres de su»
partidarios, pero sobre todo las objeciones de los cató­
lico»; todo esto trajo poco á poco algunos correctivos
que han Bido consignados en los últimos escritos de Me-
lanchtbon y en sus confesiones públicas de fe (2). Sin
embargo se*quedó siempre en la reforma lejos, bien le­
jos del término que la iglesia muestra á sus hijos. Si se
pregunta ahora cuál es el mérito de las buenos obras,
ó mas bien cuál es e! mérito de lo voluntad re c ta , del
corazon santificado, de la observancia de lo ley por el
amor, se ve que los protestantes deben resolver esta
cuestión de otra manera que los católicos. En efecto, por
lo sola razón que los reformadores niegan la libre coope­
ración á lo gracia, deben rechazar forzosamente toda
especie de m érito; y aun su misma idea se hacia pura
siempre imposible. Por otra parte la virtud justificante
según su doctrina , no produce la santidad en el alma
del ju sto : luego iio pueden hacer aparecer la salvación

lex nonne summum amorem erga Deuin , vehementissi-


mum metum Dei exigit? & quibus cum tota natura sik
alienissima, utut máxime pulchcrrimum phariseismum
prestes , malediclionis tamen reí sumus.»
(1) Auslegund des ¡trufes...* [Comentario sobre la
epístola dios gálatas) lugar citado, p. 333.
(2) Apolog. iv de Diltet. et implet. legis. §. 50. p. 91:
«Hase ipsa legis implctio , qiuc sequitur renovationem,
est exigua et immnnda.-» §. 16. p. 88: «In hac vita non
pnsfumut legi satisfacere.»
228 H SIM BO LICA . ■
como un fruto de la santidad inherente al fiel. También
asignan una distancia inmensa, infinita (I) entre et ciclo
y la virtud, lo mismo que entre la justificación y la
tiücacion. Para apreciar loda la opo<¡icion de los sím­
bolos sobre el punto que nos ocupa, basta recordar el
ni'gocio de Jorge M ajor, celebre profesor en W itten-
berga, Major veia con dolor que entre los suyos se despre­
ciaba enteramente la práctica de las virtudes cristianas.
Creyó hacer un cambio saludable enseñando que las bue­
nas obras ¡%on necesarias para la salvación. En cuanto á lo
dornas apenas se aproxima un paso hacia la doctrina ca­
tólica. En efecto, no estableció relación alguna íntima
necesaria entre la santificación y la glorificación;sola­
mente representó las obras como una condicion sin la
cual no puede obtenerse el cielo (2). Sin embargóse rc-

(1) Solid. Deciar. iv. §. 15. p. 672: «Interini tamen


(íiligenter in hoc negotio cavendum est, no bona opera ar­
ticulo justifica tionis et salutis nos tríe immisceantur.
Propterea hae propositiones rejiciuiilur: bona opera pio-
rum necessaria esse ad salutem etc.» m . de fidei justitia,
§. 20. p. 658: «Similiter ct renovatio seu sanctificatio,
quamvis et ipsa sit beneficium mediatoris Christi et opus
Spiritus Sancti, non tamen ea ad articulum aut negoliuin
justificationis coram Deo pertinet: sed eam sequitur.
(2) Hé aquí la diferencia que estableció Marheineke
‘entre la doctrina antigua y la nueva enseñanza- Los pro­
testantes, dice, rechazan la necesidad de las buenas obras;
mientras q u e , según los católicos, son la condicion sine
qua non para conseguir la salvación. Claramente se ve
que el autor aquí supone á la iglesia la opinion de Jorge
Major. La Condicion sine qua n o n , dijo.Melanchthon
[J íro te m a l. dialectices, Wiltiínb. 1550. p, 276) no es la
condicion intrínseca de un efecto; mas es aquello sin lo
que el efecto no puede te ner lugar. Supongamos que un
rey promete la mano de su hija al caballero que dé docr
yeces la vuelta á una grande plaza; en este caso la condi­
ción no estii en íntima alianza con su efecto. Por el con-
LA SIM BÓ LICA . 2-29
helaron por todas parles cofftra su doctrina ¡ entonces
Amsdorf, el antiguo amigo de L u tero , publicó un libro
dirigido á probar que los buenas obrns son nocivas ¿ la
ralvacion (I). Por su parle el libro do la Concordia des­
cendió también ¿ la liza; y desaprobando en un lodo la
doctrina de Amadorf, desechó no menos la enseña rúa
de Mnjor ; porque, dice este símbolo, es incompatible
con las proposiciones: La [« sola justifica, ñus justifica-
mos sin ¡as obras (á). Pero si los bucn&B obras no son
»

t.rario, hé aquí tina comparación que puede aplicarse al


dogma católico. Un padre promete' su bija á aquel que la
ama y es de ella correspondido; este amor recíproco es la
condición intrínseca del matrimonio, es una cosa que per­
tenece á sil esencia.
(1) Hé aquí el titulo de esta obra apostólica: Niklas
ton Atntdorf, dass. diepropositio.... [Nicolás de Amsdorf:
que la proposicion, las "buenas obras son perjudiciales á
la salvación, et una proposicion justa, verdadera, crittia-
na, predicada por san Pablo y por san Lulero) , 15oí>. 4.
Nuestro doctor sostuvo su proposicion casi en el mismo
sentido que Lutero ha podido sostener esta thesis : fule a
nü i «ule ullis, etiam minimis opcribtts, non justificat, itrio
non est fides. (Opp. tom. i. p. 523). Despues de lo que
se lia dicho hasta aquí, se debe concebir fácilmente el
sentido de esta thesis ; ademas que va seguida inmediata­
mente de esta: hnpossibilc est, fidem esse sine assiduis,
mullís et magnit operibtts. Estas dos thesis contienen ex­
presiones violentas, exageradas mas allá de toda medida-,
asi es como se las debe apreciar segun nuestra exposición.
El editor de las obras de Lulero dice que en las* thesis de
este reformador es en donde mas fácilmente se encuentra
su verdadera doctrina; lo que en efecto es muy verdadero.
(2) ■Solid. Declar, iv. p. 672: «Simpliciter pugna nt
cum particulis excluBivia in articulo justificationis et sal-
vationís.» §. 25. p. 676: «Interin haud quaqitam cousu-
quitur, quod simpliciter e t nude asserere liceat, opera
bonacredentibus adsalutem esse perniciosa.
230 LA SIM BÓLICA.

necesarias para la salvacrfti. ¿son al menos necesarias en


general ? Acerca de esto los luteranos han dadu di­
ferentes respuestas; mas la sola posibilidad de esta
cuestión en un sistema dogmático supone ya una extraña
confusion de ideas. En muchos pasajes la Confcsion do
Augsburgo asi como la Apología, dicen que las buenos
obras son necesarias (1); mas ¿qué ideo debemos formar
de esta palabra? Hé aquí lo que no es fácil de determi­
nar. Acaso quiera decirse que la fe se muestra siempre
por algunas acciones. Por lo Remas la virtud no queda
enteramente sin recompensa : el libro de Iu Concordia la
«segura ventajas temporales, y una remuneración m a­
yor en ia mansión de los bienaventurados (2). Asi la fe
soh merece el cielo absolutamente, pero las obras m e­
recen aun alguna cosa man.
¿Con cuánta mas penetración y profundidad los es­
colásticos no han determinado la relación de las obras
con la fe en órden ¿ la salvacton (3)? ¿Qué es esto
pues mas que la fe viva? Las obras aun encerradas en
el corazori; y las obras ¿son otra cosa que la fe m a­
nifestada? Por lo tanto las obras y la fe no son mas
que una cosa; solamente su modo de existencia es di­
ferente. Pues este es el punto de vísta en que los ca­
tólicos explican los lugares de la Escritura donde el
ciclo está prometido ya é la fe, ya á las obras; y, se­
gún estos principios, Lutero procura refutar la obje­
ción sacadu de los numerosos pasajes que atribuyen la
salvación á las virtudes cristianas. En efecto, dice el
(1) Solid. Deciar. ív. §. 10. p. 670; «Negari non po-
te$ t, quod in Augustana confesione, ejiisdemque apolo­
gía haec verba saepe usurpentur atque repetantur: bona
opem ente necettaria etc.»
(2) Loe. cit. I. it . §. 25. p. 676.
(3) Véase par ex. Heinrich. Sehmid: der Afyslieh-
m«9 des Mitfelalters (El mitdcütjto de la edad media por
Henriquc Sehmid). lena 1824. p. 245 y siguientes.
LA S IM B Ó L IC A . 231
reformador que la fe y las obra9 no son mas que una
sola m asa; que estas dos cosus, vista su unidad inse­
parable, cambian sus atributos. Asi los libros santos,
continúa, atribuyen ó la divinidad en Jesucristo las
cualidades de la naturaleza hum ana, y reciproca-
pente (1).
Pero ¿cómo no vió Lutero quedando esta respues­
ta se colocaba sobre el terreno de los católicos, y re­
ducía á la nada eU o g m a establecido por él: Za f e
justifica sin tas obras? Porque admitid que la fe y las
obras no forman mas que una unidad; que c&tus dos
cosos están tan estrechamente encadenadas como rl
principio y la consecuencia, como la causa y el efecto,
desde este momento no podéis ya decir: La fe justifica
sin las obras; desde este instante la fe no (¡ene valor
sino en cuanto obra por el am or: consecuencia que
destruye de arriba abajo toda la doctrina protestuule
sobre la justificación. Hé aquí cómo el doctor se en re­
dó en sus propias redes: aquí atribuye la virtud justi­
ficante á la fe dirigida por el am or; y según lodo su
sistema, no debe atribuido m asque á la fe como ór­
gano; á la fe que $e adhiere únicamente á los méritos
de Jesucristo (2). Solamente desde este punto de vista

(1) Lutero. A usleg, de» B r ie f. on. die Gal. lugar ci­


tado, p. 145.
(2) Lutero hace también este razonamiento: la9 bue­
nas obras son el fruto de la vida nueva, del espíritu su­
perior. Luego do pueden hacer justo ante Dios; sino que,
al contrario, es necesario que el hombre sea ya justo,
para que sean buenas. Tischreden , le n a , 1603. p. 171.
«Que las buenas obras no merecen ni la gracia, ni la vi-
da, ni la salvación, esto es lo que no puede ser objeto de
contestación; porque las obras no son el renacimiento
espiritual, sino solamente sus frutos. No son las obra» la
vía por la que llegamos á ser cristianos, justos, santos,
hijos y herederos de Dios ; todo al contrario, es necesa-
232 I,A 5IMDÓI-1CA,
Lutero podía descubrir toda la falsedad de su enserhn-
za. Jamás la Escritura santa hubiera prometido 4 liia
obrns la salud e tern a, si la fe instrumental justificara
sola, independientemente de las virtudes religiosas y
morales. Si pues las escrituras nos dicen: Una eterni­
dad de dicha está reservada á la fe no menos que á las
obras que de ella emanan, evidentemente se traía lio
la miaran fe que los católicos llaman fe formada por In
caridad. Tumbicn Lutero obandon^ien pronto In res­
puesta de que se trata; pues con su autoridad sobera­
na, ordenó no hablar ya de las obras cuando se tratase
de la fe juslilicanie (I), es decir, no ver ya en ln fc
y la* obras una sola masa, sino dos cosas esencialmente
diferentes. En cuanto al libro de la concordia jamán
entró en la ideo de la m aja, pues no promete A la \ir-

rio que la misericordia divina nos haya justificado por la


fe; necesario es que hayamos sido'regenerados, transfor­
mados en todo nuestro ser, para ser capaces de buenas
obras. Insístasele sobre la regeneración, sobre los subs­
ta n c ía la , la esencia del cristiano , y el mérito de las
obras para la salvación queda muerto, reducido á polvo.
Vanas palabras echadas al aire: porque la iglesia en­
seña también que tas obras no merecen la regeneración,
sino que son los frutos de la vida nueva producida por el
Espíritu Santo. Sin embargo, sesjun que concibe el ár­
bol y 9us frutos bajo una sola idea, no puede decir que
la vida nueva merezca al cielo independientemente de s
las buenas obras.
(1) Auxleg. des Briefes an die Gal. p. 74. Solid. Dc-
clar. n i. de fid. juitif. §. 26. p. 660: «Etsi conversi et
in Cliri&tum ere don tes habent inchoatam in se renovatio-
nem, sanctilicátuuiem, dilectionem, virtutes et bona
Opera: tamenhaec omnia nequaquam immiscenda sunt
articulo justificationis coram Deo: ut Hedemptori Climto
honor illibatus maneat; et cum nostra nova obedienlia
imperfecta et impura sit, perturbatre con se ien ti ac certa
et firma consolatione sese sustentare valeant.»
LA SIMBÓLICA. 233
tud mas que recompensas temporales y uu floron ade­
mas en encielo.
¿Cómo MM. Reinhardt y Knapp han podido crecr
esta doctrina capaz de oponer un dique ¿ las posiones?
¿Cómo la han podido encontrar conforme á la Escritu­
ro, puesto que promete pura y simplemente el ciclo ¡i
las buenas obra9 (1)? {Véase par ex. Malth. 25, 31 y
siguientes.^

(I) Latero [Tischreden. Jena, 1603. p. 176) explica


con una profundidad sin igual, la relación establecida
por la Escritura entre la salvación y buenas obras. Ea
necesario ver, en este admirable pasaje ct>mo*sabe el
reformador torcer el sentido de los libros santos. ¿Quién
lo creería? Las recompensas prometidas á la \irtud no
son, á su juicio, mas que unos medios ptdagóyicot, sin
relación-alguna con la vida interior. Hé aquí este pasaje:
«En 15V2 (por consiguiente en su edad madura, poco
tiempo antes de su muerte) el doctor Martin Lutero dijo:
«Sucede en la justificación anle Dios, como con un hijo
que, heredero de los bienes paternos, no le sucede á
causa de sus méritos, m a9 bien sin méritos m obra al­
guna. Sin embargo, su padre le manda hacer ó ejecutar
esto ó aquello, le promete también un presente ó don,
para que se porte mejor, para que lo haga mas fácilmente,
mas voluntario y con mas alegría. De la misma manera
que le dice: Si eres sabio, obediente sumiso, si estu­
dias con aplicación, quiero comprarte un hermoso vestido.
Il em: Ven cerca de mí-, voy á darte lina excelente man­
zana. Un padre enseña á su hijo ¿ andar, á ir á la escue­
la; y no obstante que por derecho natural et lujo sea el
heredero de su padre, este quiere sin embargo empeñarle
y alegrarle con promesas, á fin de que haga voluntario lo
que le ha mandado. En una palabra, un padre liaee !a
educación de su hijo.— Pue9 es necesario saber que de
la misma manera tas promesas de Dios y sus recompen­
sas no son mas que una pedagogía, unos medios de edu­
cación. Como un buen padre nos excita Dios, nos atrae,
nos regocija y lleva á hacer el bien,'á servir á nuestro
231 LA SIM BÓLICA.

§. X X III.
D o c lr íu ii p u r j a lo r íu en iq b re la c io n e s eoo lo ito c trio a c a l 6 l¡ n mUj
Iu juiliG eocion.

Lo cue9lion que hemos tocado antes, sobre la posi­


bilidad de cumplir La ley, merece examinarse mas de
cerca; pues las doctrinas opuestas ¿ este punto son
bastante importantes para que pesemos las razones que
le sirven de fundamento. Dijo Calvino: «Jamás hom-
»bre virtuoso ha hecho una sola obra que no fuese eon-
»denabte, si Dios la examinase en la severidad de 9a
«juicio.’ Hay mas: cuando por imposible existiese un
»acto perfecto, no estaría su autor monos manchado
«por otros pecados.... Elevemos, elevemos nuestro es­
p í r i t u hácio Dios, si queremos saber lo que respun-
rfderemos al soberano Juez cuando nos llame ante su
«tribunal.....En este mundo» acaso, las obras exterio.
»rc8 satisfagan á la ley; pero entonces solo se tendrá
»en cuenta la recta voluntad. Rechacemos pues Ta jus-
wtiflcacion interior, dogma que hace imposible el cum-
»pl¡mierito de la ley; dogma que no puede hacer olra
»<;osa que colocar las conciencias en la desesperación (l).

prójimo; no para que merezcamos el cielo, porque nos le


da y nos hace de él un presente por una gracia pura­
mente gratuita.»
(1) Calvin. Instit. 1. m . c. 14- §. 11. fol. 279:
n ü u o b u s his fortiter ¡nsistendum: nullum u n q u a m ex-
tilissé |*ii hominis optis, quod si severo Dei judicio exa-
minaretur, non esset damnabile. Ad h a c , si tale aliquod
detur, quod homini po99Íbile non est, pcccatis tameü,
quibus laborare autorem ipsum certum est» vitiatum ac
inquinatum gratiam perdere, atque hic est praecipuus
disputationis cardo.» c. i-V. §. 1. fol. 270: «H uc, huc
rcíerenda meus est, si volumus de vera justitia inquire-
re: quomodo coalesti judiei respondeamus, cum nos ad
LA. S IM B Ó L IC A . 235
El católico responde á esto: O es posible al hombro
fortificado por la «irlud de lo alto cumplir los preceptos
evangélico», ó le es imposible. Cada uno pues encuen­
tra en su corazon la prueba de la primera suposición,
porque I09 remordimientos que persiguen al pecador,
cuando ha infringido la ley. suponen que puede obser­
varla. Admitid por el contrario la segunda hipótesis,
entonces de dos cosas una: ó Dios no ha establecido re­
lación alguna entre la ‘ naturaleza humana y la ley ►ó
rehúsa al hombre las gracias necesarias para cumplirla.
Mas ¿quién no ve lo absurdo de estas dos proposicio­
nes? Pues se seguir^ por una parte que Dios no quiere
el cumplimiento de su voluntad , lo que es coutrail¡do­
rio ; y por otra que la violación de la ley no pni'do
manchar al hom bre, lo que arruina la diferencia entre
el bien fr el mal, entre lo justo y lo injusto (1). Mas si
se trata de la naturaleza cuida , prosiguen los protes­
tantes, el pecado es el que ha colocado al hombre et»
unos fulsns relaciones en ÓTden á la ley.
iQuél ¿la naturaleza no ha sido reparada por Je­
sucristo? ¿El mediador no ha reconciliado al hombre
con el precepto? Herederos de la corrupción de la na­
turaleza recibimos en Jesucristo una herencia de fuerza
espiritual, y esta, es necesario reconocerlo bien, debe

ntionem vocaverit.H §. 4: «lllic nihil proderunt ex ter­


ne bonorum operum pompe......sola postulabitur volún­
tate siuceritas.» Cf. Chema. Exam . Concil. Trid. P. i.
p. 292».
(1) ¿Cuál es en efecto la consecuencia de I09 princi­
pios establecidos por Lutero? Es que el órdeu universal
quiere que no cumplamos la ley moral. El reformador
mismo apercibió esta consecuencia: «Dios, dijo, sabia
bien que no haríamos todo, ni que podríamos hacerlo:
por esto nos ha dado remissionem pgccatorum.» (Tiufire-
deh. Jena 1603. p. 162. b . ).
236 LA SIM BÓ LICA .

prevalecer contra el mal principio ( I ) . ó rrtínosquc no

los hijos de Adara , sino solamente para el hombre pii-


mordía!.
En estos últimos tiempos se ha llegado hasta decir
que la ley impone unos preceptos ideales, unas obliga­
ciones á las q u e jam ás podemos alconznr. Si esto es asi,
el hom bre que queda sin llegar á lo regla moral no es
mas culpnble que el poeta que río ha igualado d Home­
ro ó á Virgilio. Sin em bargo, bien pronto los novado­
res se han mostrado mas ingeniosos aun: han enseñado
que cuanto mas avanza el fiel de perfección en perfec­
ción, tanto mas le exige la ley virtudes sublimes; de
suerte que elevándose infinitamente el precepto, deja
siempre al cristiano bien bajo de él. Mas cuando consi-
durumos la vida de los sa n to s, observamos preotenmeii-
te el fenómeno contrario. El hom bre re sta u ra d o , santi­
ficado en Jesu cristo , siente en su alm a una fuerza oai’

(1), Concil, Trident. sess. vi. c. XI, De obrej-rah'ojif


mandatorum , deque illiu t neeessitate et poisiliiíitafe:
«Nemo autem , quantnmv¡9 justificatus, Hberum se essa
ab observatione mandatorum putare debet: nemo teme­
raria illa, et k Patríbus sub anathemate prohibila voce
u t i , Dci praecepta homini justiflcáto ad observandum esse
impossibilia. Nam Deus impossibilia non jubet, ttdjuben-
do mnnet et facere quod pos s is, et petere quod non pottis,
et adjuvat, ut pottis. Gujus mandata gravia non sunt,
cujus jugum suave est et onos leve. Qui énim sunt filii
D e i, Chrístum d ilig u n t; qui autem diligunt eum , ut ¡|»-
semet tcstatur , servant sermones ejus Quod utique cuín
divino auxilio n ra sta re possnnt etc.» De la misma mane­
ra Inocencio X en su constitución contra las cinco pro*
posiciones de Jansenio (H ard. Concil. t. xi. p. 143. n. 1.1
rechaza la que sigue; « Aliqua Dei praecepta justis \olen-
tihus e t conantibus, secundum presentes qnas habent
v ire s, su n t imposibilia: deest qnoque illis g ra tia , qut
possibilia fiant.»
LA SIM BÓLICA. 237
nipotente, y los lazos quo le unen á las cosas divinas
«e estrechan constantem ente. Se tiene un am or infini­
tamente mas elevado que la le y : inventa siempre n u e ­
vo* Fncrificios; 7 el Bel abrasado frecuentem ente con
ésle luego, pasa ¿ l,oa ojos del mundo por un entusias­
ta, por un fanático.
Pues desde este punto de vista eB necesario conside­
rar la doctrina de las obras superabundantes ( aperum
iupererogationis); doctrina que debe apoyarse , como
toda entigua creencia, en una base sólida , indestructi­
ble. Permítasenos decir que el sentido profundo, pero
tierno y delicado de esta d o c trin a , debe necesariam en­
te escaparse á tos reform adores, que no soben com ­
prender cómo el hombre pueda librarse de la ambición,
de la avaricia ó impudicicia.
Y cuanto mas esta opinion, puesto que no es un
dogma de fe, se apoya sobre un fundamento elevado,
tanto mas puede d esm urársela horriblem ente, sobre
todo cuando se la m ira , como hicieron los protesta 11 tes,
bajo un punto de vista puram ente ex terio r. Mas cuan-
do los adversarios, invocando la experiencia , dicen que
nunca ha podido el hombre lisonjearse de haber c u m ­
plido la le y : que 6in embargo se trata de su cumpli­
miento re a l, mas no de la posibilidad de cum plirla * la
objecion es demasiado coi d iad a, en una p alab ra, d e ­
masiado absurda. ¿Cómo se quiere, que probemos la
n U in c in de las obras supererogatorias? No pudiendo
penetrar los corazones, ignorando si somos dignos de
amor ó de odio, dejemos el juicio al Señor (I). También

(1) Concil. Trident. sess. t i : a Quia in mullís ollen-


diinus om nes, uausqiiisque sicut misericordiam et boni-
latcm , ita et severitatem c t judicium ante oculos haber»
debet, ñeque se ipsum aliquis , etiamsí nihil sihi cons-
eins fu e rit, judien re: quoniam «mnis hominum vita non
humano judicio esaminanda , et jndicanda e s t, sed Dei:
238 LA SIMHÓ1.1CA.

«lijo san Pablo que á la verdad su concienga nuda le


«ru$ab 3 ; pero que no era juez de esto. Adema» si que-
n.is deternim ni por la vista de lo que hacemos real-
instile los limites de lo que no es dado hacer en Jesu,-
c risto , veréis al instante desaparecer la virtud de «n.
medio de los hombres.
Calvino quiere q u e elevemos nuestras miradas hária
el tribunal de Dios. Seguram ente nada mas propio ¿
desprenderse el pecador de sí mismo que lo visto del
juicio que debemos sufrir, no ante ios hombres (*), sirio
ant e Dios infinitamente justo y santo. ¡Desgraciado en­
tonces el que no s« haya vuelto hácia el Salvador!
I desgraciado tam bién el que no haya sido purificado por
su sangre, divinizado por la sociedad viva con el Dios-
hom bre I Sin duda los protestantes no dirán que en la
mansión perfecta lo» elegidos están todavía manchados
por el m a l, que Cristo les introduce en el cielo ocultos
con el m aoto de su justicia. Que el pecado esté ó no
cubierto excluye para siem pre xlel seno de Dios.
Preséntase pues ahora la cuestión: ¿cómo somos li­
bertados en fin del mal? O ¿cóm o cuando dejamos es­
te mundo manchados aun llegarnos á purificarnos á los
ojos de Dios ? ¿ P or la libertad puram ente ffsica de
cala porcion de tie rra ? Tal parece ser la opinion de los
protestantes; ¿pero se concibe que el pecado sea arrau-

qui illuminavit abscondita tenebrarum , et manifestabit


consilia cordium : et tune laus erit unicuique á D eo, qui,
ut scriptum e st, reddet unicuique secundum opera.»
(*) El juicio fin a l , dicen algunos filósofos de Alema­
nia , consiste simplemente en la cuenta severa que todos
loa hombres rinden á la posteridad. Asi los periodistas,
biógrafos y la opinion pública , ;h é aquí los últimos jue­
ces del genero hum ano! Muchos teólogos protestantes,
entre otros Marheineke , participan también de esta
opinión. ( N. D. T . F. )
LA. SIM BÓLICA. 239
fado de nueatroB almas lan solo porque deponemos esto
cuerpo m ortal ? Para que sem ejante ¡dea tenga cabida
en In cabeza de un cristiano, necesario es que solo vea
en el mal moral una cosa física que haya descendido
Itastu los errores de los gnósticos y de los maniqueo?.
Mas ¿sumos acaso purificados por una palabra omnipo­
tente, por un procedimiento violento y mecánico? En
efecto esto es lo que dicen, ó al menos suponen , loa
nuevos doctores, puc 9 según su sistema es necesario
que en el últim o dia se obre un cambio mágico y ve-
jjentino. ¿Y quién pudiera adm irarse de esto , uno ves
que por el pecado original hacen caer, por decirlo asi,
un pedazo del entendimiento hum ano cuando suponen
ni hombre enteram ente-pasivo en la regeneración? El
católico, al c o n tra rio , no pudiendo concebir al hombre
sin el ejercicio de la libertad, v e 'a u n en este último
acto la libre coopcracion á la gracia (*), y rechaza el
procedimiento mecánico protestante como incompatible
con el órden moral. Por otra parte fácilmente se ve que-
b¡ Dios hubiera querido servirse de semejante medio,
la venida de Cristo hubiera sido sin razón. ¿Cuál es
también la consecuencia del dogma católico sobre la
justificación ? Q ue en el dia del juicio Jesucristo habrá
cumplido la ley, no solamente fuera de nosotros, sitio
tnmbicn en el fondo de nuestros corazones. P erd o ­
nando el Salvador nuestros pecados, los destruye por
l;i fuerza de su espíritu de dos maneras. Los unos salen

(*) Se dice frecuentemente que los santos en oí cielo


no poseen libertad alguna. Es necesario distinguir: no
posten el poder de elegir el m a l , porque este es una im­
perfección: poseen la facultad de elegir entre bienes dife­
rentes , pues este es el mas bullo privilegio del hombre,
el que mas le aproxima á la divinidad, lis un error , un
absurdo pretender que los elegirlos entrando en el seno
de Dios pierden esta sublime prerogativa. (iV. O. T. F.)
240 LA SIM BÓLICA.

de este mundo enteram ente purificados en la sangre


del Cordero, los otros no se libran de toda mancha sino
en la otra vida. El dogma del purgatorio se fija pues
íntim am ente en la doctrina de la justificación interior;
roas bien, le es com pletam ente necesario, porque solo
(M consuela á las almas aterradas por el pecado. Asi los
elegidos son juslilicadoa, regenerados hasta en el fondo
de su se r: todos han observado los preceptos, han gra­
bado la ley santa en su corazon.
Los protestantes rechazaron la doctrina constante,
universal del purgatorio; pero para consolara) hombre
les ha sido necesario tumbicn establecer sobre la jus­
tificación una teoría de la que no se puede form ar idea
alguna: les ha sido necesario-admitir la imposibilidad
de cum plir la le y , despues una operncion mecánica,
una palabra om nipotente q u e purifica al hombre des­
pues de la m uerte.
Asi es cómo las dos confesiones consuelan á sus se­
cuaces. ¿M as quién no ve la diferencia? La una es un
comentario fiel de la E scritu ra santa ^ ja otra la contra­
dice en cada página. Aquella m antiene la ley moral en
toda bu integridad: esta la destruye de cabo á cabo.
La prim ero está en arm onía con los desarrollos del en­
tendimiento hum ano : manifiesta cómo fecunda por
largos esfuerzos la semilla que ha recibido para el cielo:
1 ¡1 segunda quebranta las leyes eternas de la inteligen­
cia, destruye la virtud entre ios hombres.

$. X X IV .

C on ir u r i ?d « d rn la noeion ¿e l e r i i l i t n i i m o ,

Q ue los católicos y los reform adores conciban el


cristianismo de una m anera radicalm ente diferente, tal
es Bin duda el pensamiento que preocupa al leclor. Ma­
nifestaremos que esta idea no carece de fundamento;
LA SIM BÓLICA. 211
de este modo penetrarem os aun mas adelante en la
esencia del protestan lismo.
Disipar el e r r o r , esclarecer el m undo con los ra ­
yos de la v erd ad , proclam ar y sancionar la ley m oral,
ofrecer & todos él perdón de los pecados, lo gracia de
la santificación y de la salvación: lié a q u í, según la
antigua creencia , el objeto esencial del cristianismo.
Mas ¿ cómo concibe L utero el. establecimiento fundado
por Jesucristo?
I. Pretende L utero q u e el Gn próximo inmediato»
para el cual el H ijo de Dios ha venido á este mundo,
no ha sido tra e r la verdad sobre ta tie rra , 6Íno cum ­
plir la le y , satisfacer sus preceptos, y m orir por no­
sotros. También acusa 6 los papistas de enseñar qüfe el
Evangelio es una ley de am or; que contiene unu m oral
nm difícil, es d e c ir, mas pura y mas elevada que el
mosaismo. En su com entario sobre la epístola á los g á -
latas, dice el reform ador: « Cristo no ha venido entro
^nosotros para enseñar la ley sino para cum plirla. Q ue
»si al mismo tiempo la ha enseñado, h a sido acciden­
ta lm e n te y fuera de su misión, de la misma m Atera
¿que salvaba á los pecadores, curaba los enfermos
&c. (l)n. Leemos en otro lu g a r ; «A unque lo contrario
»sea mas claro que la luz del medio d ia , los papistas
nliaü sido bastante ciegos y locos paTa hacer del Evange­
lio una ley de ain o r, y de Jesucristo un legislador q u e
shabrin impuesto una tey mas difícil todavía que la do
«Moisés. Mus deja correr ¿ estos locos y ciegos, y
na prende de san Püblo q u e , seguu el Evangelio, Cristo
»no ha venido paro dar una ley nueva, sino para ser la
«victima de propici»cion,por los pecados del mundo.»
I Coa qué vista tan corta m ira L utero la misión del
Hijo de Dlosl jQ u é l je! doctor de las nociones 110 debía

(1) Ausleg. des Briefcs, a n d íe ( ra fa l., lugar citado,


p. 219.
242 LA SIM BÓLICA,
enseñar la verdad á ios hombres! |e l suprem o legisla­
dor no debia dar una ley roas pura , mas perfecta, y
por consiguiente mas difícil que la de Moisés (M att. v.
31 y siguientes)! M a 9 no dice el mismo Jesucristo:
Yo os doy u n nuevo precepto de amaros ios unos á ios
otros (san J u a n , x m . 34). En cuanta A lo demás vere­
mos cu seguida frobre qué fundamento, ó mus bien sobre
qué equivocación Lutero nos «cusa de rebajar á Cristo
á la simple cualidad de legislador.
JI. Mas si el Señor no ha venido para enseñar una
moral mas perfecta, ¿cuál era pues su misión? Oiga­
mos til padre de la reform a: su misión era revocar la
ley , librar al hombre de su inuldiciou. El Evangelio no»
ha devuelto la libertad: el decálogo lio puede ya acusar
al fiel, ni por consiguiente a te rra r las conciencias. Eu
el principio decía L u te ro : La ley retira del pecado a|
hombre que no está aun convertido porque le amenaza
con los juicios de Dios, le atemoriza y espanta. Despues
cuando está suficientem ente conmovido, le conduce al
Salvador y le obtiene el perdón d e s u 9 peen dos. Tales son
las cj^s funciones que deBde luego asignó L utero á los
preceptos: pero bien pronto añadió: Cuando el fiel ha
llegado al Salvador, la ley moral desaparece: desde en­
tonces, el decálogo concluye y el Evangelio comienza:
desde entorn es nada de angustias, nada de te r r o r , y sí
una seguridad perfecta.
Tu rabien nuestro doctor distingue escrupuloso menta
el Evangelio de la ley; quiere que no se oprima al cris­
tiano con el peso de los preceptos, sino que no se le
presente mas que las promesas y consuelos del Evange*
lio. D ice: « Im porta pues mucho que sepamos y cora*
»prendam os bien cómo la léy ha sido revocada; por
»el conocimiento de que toda ley está suspendida, por
»lo tanto q u e no pued.e ni acusar ni condenar al Gel;
ueste conocim iento, decimos, confirma nuestra doctri-
wqq sobre la fe, al propio tiempo que es A propósito
LA. SIM BÓLICA. 243
«para consolar las conciencias en los combates que tene­
smos que sostener, y sobre todo á la hora de la
«muerto.
»He dicho cien vccc 9 , y repito aun (p u es nunca se
»podria decir lo bastante) que el cristiano qué hn abro­
jozado y se ha opoderado de Jesucristo nuestro Salvador
»no está ya sometido á la ley m o ra l, sino que exentó
»de la obligación de llenarla (¡o puede asustarle ni con-
udenarle. E sto es lo que enseño Isaias en el pasaje r e -
«ferido por san P a b lo , Regocíjale, e sté ril, tú que no
^produces.
«Guando Tomás (d e A quino) y los demas teólogos
»de la escuela hablan de la suspensioii de la ley, dicen
»que las leyes judiciarias y políticas de los judíos (ju -
n d ia a lia ), que sus leyes eclesiásticas y ceremoniales
»se han hecho nocivas despues de la m uerte de J e s ­
ucristo» y que hon sido anulados por esta razón, m a s
ucosa ex trafla, si les creyesem os, los diez preceptos
«que lla m rt' m o ra iía , non han sido abrogados. C ree-
»me, estas #lfiÉes not saben lo que se dicen.»
«En cuanto» á tU c a a n d o tra te s de la le y , piensa
»que hablas de la qué es y llama le y , es decir, de la
»ley espiritual. T ó m ala, tómala en toda su extin^ioo;
»no distingas en tre las leyes cerem oniales, políticas y
»los diez preceptos. Cuando san Pablo dice que por
nJesucm to nos hemos libertado de la maldición de la
»Iéy evidentem ente entiende toda ley , pero ante todo
»Eoe mandamientos; porque estos últim os solo espantan
ula conciencia y la acusan ante Dios. P or esto decimos
«que el decálogo no tiene ya el derecho de asustar las
«conciencias donde reina C risto*por su gracia; porque
Subiéndose convertido para nosotros en un objeto do
»maldicioD, el Salvador le ha suspendido (1).»

(i) Lulhór. A ati eg. dei B rief. <m die Gálat. , lugar
citado, pég. 257: b. comp. U nterricht, wic tíos i» Biicher
211 LA SIM BÓLICA.
La doctrina de M elanchthon no es menos estricta ni
menos sorprendente. En algunos pasajes hace sobresalir
en alto grado la verdadera nocion de la libertad cristia­
na. Dice, por ejem p lo , que la ley ceremonial está revo­
cada; que el fiel m archa por la recta vía movido libre-:
mente por el espíritu divino; que no cum pliría menos
los preceptos, cuando 110 le fuesen impuestos exterior-
m ente. ¿Q u é es pues la libertad cristiana ? Es la obe­
diencia voluntaria á la ley de Dios , es la exención de
las cadenas que el pecado habia echado alrededor del
hombre. Ma9 bien prouto volviendo al dogma protestan­
te , el reform ador distingue dos cosas en esta misma
libertad: la p rim era, que el decálogo no puede conde­
nar al pecador ; la segunda, que cumplimos la ley por
nuestras propias fuerzas (1). En fio expreeáudose én

su lesen sinel. { Como es necesario leer los libras de Moi-


t ú j , v. parle, cd. de W ite n b ., p. 1. b : «L&ley concierne
lo que debemos h acer, lo que debemos evitar, y lo que
debemos hacer lúcia Dios. Sin cesar la ley, m anda, sin
cesar ordena; pues Dios dice por la Ley/. S a z esto, no
hagas aquello; hé aquí lo que quiero. E l Evangelio, al
eoutrario, no predica ni lo que debemos hacer ni lo que
debemos evitar; el Evangelio nada exige de nosotros.
Bien lejos de esto , lo toma de otra manera , toca el con­
trapunto; no grita: H a z esto , haz aquello. Pero dice:
Abre tu seno; despues dice todavía: Hombre querido,
hé aqui lo que Dios ha hecho por t í : ha enviado ( dol'rsb,
ce& ieckt) su hijo en la carne; y le ha dejado degollar
para librarte del pecado, de la m u e rte , del diablo y del
infierno. Cree esto , y te salvarás.»
(1) Melanchthon dice muy bien acerca d é la libertad
cristiana ( Log. teolog. pág. 127): «Postrem o libertas est
christianismus qui a qui spiritum De i non habent, legem
facere neutiquam possunt, «untque maledictionum legis
reí. qui spiritu Christi renoval i su n t, ii jam 8na sponte,
etiam non precunte lege feruntur ad ea , qu«e le* jubebat.
Voluntas Dei lex est. Nec aliud Spiritus Sánctus eat, nisi
LA SIM BÓLICA. 245
téritioos tía ros y lacónicos, ta ley está revocada, dice,
vías esto es para que pueda ser cum plida, y para qu t
no condene cuando es violada.
Aquí ge presentan una m ultitud de cuestiones. En
primer lugar, si la esencia de la libertad consiste en
la observancia de In ley , ¿cómo es libre el hombre que
no la observa? ¿Cómo pues esta libertad se manifiesta
tna9 veces sum isa, otras Tcbeldc? ¿Cóm o no queda
semejante á sí misma sino en cuanto de ningún modo
condona al cristiano? Ademas esta extrañ a libertad qua
libra al hombre de la condenación, sin libertarle sin
embargo del m al, ¿ se extiende á lodos los puntos del
decálogo? ¿ Dónde está el lím ite dentro del cual posee
nuti bastante fuerza para paralizar los efectos del nial?
Mas volvamos á nuestra exposición.
S trobel'ha venido á anunciar al mundo sabio, como
una cosa enteram ente nuevo, que ya en 15*24, por con­
siguiente siete años después del origen de la reForma
Melanchthon ha llamado al Evangelio una predicación de
penitencia (1). Mas [cuánto rtinyor no es nuestro pasmo,
cuando llevamos la reflexión á la idea que da el reforma.
tp tíDei voluntas, et agitatio. Q u are ubi spiritu Deí, qui
viva voluntas Dei est* regenerati sum us, jam id ipsum
volumus sponte, quod exigebat l|jp. » Pero á la pági­
na 130 leemos y a : «H abes quatenus á Decálogo liberi
fiim u s , p rim u m , quod lametsi jicccatores, dam nare non
possit eos , qui in Christo sunt. Dcinde , quod r qui sunt
in (¡hriíto , spirUu tr a h u n t u r , ad legem facien d a m , et
spiritu ía ciu n t, a m a n t, tim e n tD e u m etc.» p. 131. «Ergo
abrogata lex e s t , non u t ne fía t, sed ut et non. f a c ta , non
damnet, et ficri possit.» Evidentemente estas dos doctri­
nas son contradictorias. H emos visto también que Me­
lanchthon enseña en la Apología que el hombre no puede
cumplir la ley.
(1)' S tro b el, Yerauch. einer. liter. Gesehiehte M t-
lanchtho*. {Ensayo de uga historia de Melanchthon).
Véase á Melanchthon , Log. thelog. pág. 240.
216 LA SIM BÓLICA.

dor de la vivificación del fiel! En todas partes hace de la


vivificación lo contrario de mortificación, y como solo en­
tiende por este último término el temor de las vengan­
zas divinas , no ve bnjo el primero mas que la exención
de este temor. Luego que el hombre aprende la nueva
feliz que los pecados del mundo son perdonado?» desde
entonces está vivificado en Jesucristo (1). El fiel triun­
fando de la muerte/volviendo á tomar una fuerza vic­
toriosa, infinita; este dogma ensebado constantemente
en la iglesia jamás pudo concebirlo. El mismo Calvino
fue escandalizado de la doctrina de Melanchthon, al
menos no sabemos d quién se dirigirían las palabra*
donde la infam a, sino ¿ su amigo wittenbergense (2).

(1} L u te ro , de eaptiv. Bábyl. ' eccle. Opp. tom . tt.


fol. 287, da también la misma idea de novitas vitce. Sin
embargo M elanchthon, Loe. theolog. p. 147, e9 mas pre­
ciso. D ice: cQui rectissim i sen seru n t, i La jtidicarunt:
loannis baptismum esse víviGcationis, quod ei ad<lita sit
g ra tis promissio, seu comlonatio peccatorum .» Trátase
de dar una definición del Evangelio; Melanchthon no
tiene la vista menos corta que Lutero: «Novurn testam en-
tum non aliud est, nisi bonorum omnium promissio citra
legem , millo justitiarurn nostrariim respecta. Vetere
testamento promiLlej^ntur bona, sed simul exigebatur &
populo legis impletio. Novo prem iltuntur bona cilra legis
conditionem, cum nihil ¿i nobis vicissim exigatur. Atque
hic vides, quae sit amplitudo g ra tis , quae sit misericor­
dias divinas prodigalitas. Loe. theolog. p. 126. Los pasajes
como este que leemos en la p. 140 son unos verdaderos
fenómenos, y claman por encontrarse al lado de los otros.
(2) Calvino, In ttit. I. m c. 3. §. 4. fol. 210: «Viví-
ficatíonrm interpretantur consolationem, qua! ex íide nas-
c itu r : Ubi scilicet homo, peccati conscientia postratus ae
Dei timore pulaus, postea ín Dei bonitatem , in misericor-
diam , g ra tia m , salutem , qu* est per Christum , respi-
ciens , sese érig tt, reapirat, animum colligit, et Telut é
morte in vitam rw lit.... non a m n íio r, quam potimí tanctt
LA SIMBÓLICA» 217
También en la Apología la palabra vivificación y la do
regeneración significan' frecuentem ente la exención de
]a libertad (1); observación que se aplica igualm ente al
libro de la Concordia (2). Alguno recordará sin duda
haber leidoen los símbolos luteranos estas palabras d i­
rigidas á la conciencia presa del dolor: T ú lo puedes todo
en el que le foriifir,a....t no í ú \ sino Jesucristo contigo,
Xo es Cristo fortificando á su fiel el que manifiestan al
hom bre, le hacen ver siem pre el Cordero de Dios que
quita los pecados del mundo. Tal es el conduelo único que
en mil lugares dan al pecador. Como también despertarle
de su adormecimiento , m overle de su apotía letárgica,
hubiera sido para ellos transform ar el Evangelio en ana
ley demasiáHo severa (3). ¿Y cómo hubiesen exhortado al
hombre á la v irtu d ; al hombre que está pasivo en toda9
eos acciones, que no posee ya ninguna facultad para el
bien ? Nada pues mas extraño que In enseñanza del li­
bro de la Concordia. Cuando la cuestión respecto A la
ley causó la disensión en la iglesia luterana , hé aquí
cómo este símbolo definió la verdadera doctrina: «Es ne-

pieque vicendi sludium tignificet, quod oritu r ex Tena-


scentiat qrnsi diceretur, hominum sibi m o rit u t eo v iv e n
i nc i p i a l . »
(I) Apolog. iv. § . 21. p. 7 3 : «Corda rursus debent
concipere consolationem. Id fit, si credant promissioni
Christi, qnod proptereum habearrms remiasionem pecca­
torum. Hsoc fides, in illis pavoribus erigen» et consolans,
accipit remiasionem peccatorum , justificat et vivificat.
Nain illa consolaEio, est nova et spiriltvalis vita. Véase
sobre la regeneración, § . 26. p. 76.
(‘2) Solid. Declar. n i. de fidei ju stitia . §. 13. p. 656.
(3) Véase Apolo//, iv . §* 11. p. 68. §. 13. p. 69. §. 14.
p. 70. §. 19. p. 12 y 73. § . 20. p. 73. §. 21. p. 73. §. 26.
p. 76. §. 27. p. 77. §. 30. p. 78. §. 38. p. 81. §. 40.
p. 8 3 .§ . 45. p. 87. §. 48. p. 90. El libro de la Concordia
está igualmente lleno rebosando estos consuelos.
248 L A SIM BÓLICA.

ucesario no confundir desde luego el Evangelio con el


«p recep to , ¿ y por qué? A ser de o tra m anera ee obs­
c u re c e ría n los m éritos de C risto , se arran caría ¿ las
«conciencias el ma9 dulce de los consuelos (1).» M as no
es esto to d o ; oigam os: «En un sentido lato el Evange­
l i o es la predicación de la penitencia, como también
» del perdón de los pecados; pero tomado en su propia
«significncion, en solamente la predicación de la miseri-
wcordia divina (2).» Distinción maravillosa en verdad; y
cosa mas maravilloso aun no se entiende por la predica-
cion de la gracia mas que el perdón de loa pecados, mus
de ningún modo la gracia santificante. Verdad es que
en un pasaje se habí» en términos vagos de la com uni­
cación del E splrilu Santo (3); mas ver allí e f dogma de

(1) Solid. D eelar . y. de lege e t 'Evángel. §. l.^p. 676:


«Carendum e s t, ne hsec duo doctrinarum genera Inter se
com m isceantur: aut EvangeTiuim in legem tran&formetur.
Ea qiiippe ratione meritum Christi obscu rarctu r, et con-
scientiis perturbatisdulcissim a consolatio (quam in Evan­
gelio Christi, sincere praedicato „ habent, qua etiam 9cse
ín gravissimis tentationibus ad versus legis terrores sus-
tentant) prorsua eriperetur.»
(2) Loe. cit. § . W. p. 678, se dice del Evangelio toma­
do en el sentido lato: « E s t concio de poenitentia et rc -
missione peccatorum.» §. 5. p .6 7 8 : «Deinde vocabnlum
Evaneelii in alia et quidem propriissima sna aisnificatione
u su rp a tn r; et tum non concionem de prcnitentia, sed tan-
tum praedicationem de clementia Dei complectitur.»
Comp. § . 15. p. 681 y 682. § . 16. p. 682. «Quidquid
enim pavidas m entes consola t u r , quidqnid favorem et
gratiam Dei transgressoribus legis ofTert, hoc proprie e9t,
e t recte dicitur Evangelium, hoces! kctiasimum nuntium.
Gratia i i est remissio peccatorum.» Apolog. i t ; § . 13.
p. 6 9 : «Evangelium, quod est proprie promissio rem is-
sionis peccatorum.»
(3) Salid. Declar. v. de le<fe et EtanqfJio, §. 17.
p. 682: «Le* ministeriura est , quod pér íitteram occi-
LA. SIM BÓ LICA . 249
Id santificación es evidentem ente in terp retar mal el sen­
tido de estas palabras. E n efecto , si creem os bu mismo
escrito, el espíritu divino se lim ita á asegurar las con­
ciencias; la función de acusar al mundo de pecado
(arguere de peccato) le es ex trañ a en la nueva alianza (1).
]ín vano se d irá que en o tro lugar se hace mención de
la virtud santificante en Jesucristo; pues cuando Be em ­
prendió explicar e x profeso la significación de la p a­
labra Evangelio era el propio lugar de expresar todo su
pensamiento.
iQué profundos extravíos! iquó tejido de absurdos!
jEspectAculo desgarrador p a ra 'e l observador cristiano
ver la revelación envuelta en tan chocantes contradic­
ciones, y entre los luteranos ninguno conoció la necesi­
dad de desem brollar este caos, de esclarecer estas tinie-
blosl Las disputas sin fin , las interm inables contiendas
respecto 6 la ley descubren bien un sentim iento vago de
los monstruosos errores en que se habia caíd o ; mas no
so pensó en alejar la divergencia de opiniones, en conci­
liar las doctrinas. Irritad o en fin Agrícola de Eislcben
por estas ludias f dilaceraciones, vom itólas mns insen­
satas blasfemias contra M oisés, exhortó á sus hermanos
á no hacer uso alguno de la reglo moral; y pura te rm i­
nar redondamente la dificultad intimó ¿ su iglesia no

dit, et damnationem d en u n tiat: Evangelium autem est


potentia Del ad satutem omni credenti, et hoc m iniste-
riurn justitiam nobis oflert et 3|>iritum Sanctum donat.»
(1) Loe. cit. §. 8. p. 679 : «Manifestum e s t, SpiriLus
Sancti offidum esse , non tantum consolari, verum etiam
(ministerio legis) arguere mitndum de peccatd: loli. i6 , 8 t<
et Lta etiam in novo Testamento faceré opu¿ alienum,
quod est arguere: ut postea faciat opns próprium , quod .
est consolari et gratiam Dei predicare. Hanc enim oh
cansam nobis Christus precibus snis et senctissimO mé­
rito eumdem nobis h P atre im petravit et misifc; unde et'
Pdracletus seu consolator dicibur.»
250 LA SIM BÓLICA.

hablar mas que de la gracia en Jesucristo. El ílbro de


la Concordia no devolvió la unidad de creencia; tampoco
hubiera podido conseguirlo sino abandonando entera­
mente el pnnto de vista luterano.
Toda la Encarnación forma solamente ana unidad,
un conjunto orgánico: las acciones, doctrina, padecí-
mientos y m uerte del Salvador tenían igualmente por
objeto la redención del género humano. Toda la vida, y
no un solo acto del Hijo de Dios, es la que nos obtiene
el perdón de los pecados; y si su m uerte es exaltada de
una manera p a rtic u la r, es porque en ella sobre todo
ha brillado con mas vivo resplandor el am or inmenso y
eterno. El conocimiento de las nina a Has verdades reli­
giosas y mor» tes, el ejemplo de las mas sublimes virtudes,
el perdón de (os pecados, la graeiu santificante: hé aquí
los beneficios que el Redentor, ha Iraido necesariamen­
te á este m u n d o ; y asi como todos estos beneficios es-
tan estrecham ente encadenados en la vida del Hom bre-
Dios » de la misma m anera debemos recibirlos todos á
la vez.
En vano las pasiones m u rm u ra n , Cristo ho procla­
mado unos preceptos correspondientes á la» verdades
especulativas reveladas por é l ; mas no es menos verdad
que en su nombre está prometido el perdón de los peca­
dos á todos los que tengan f«. Parecen contradecirse estos
dos puntos de doctrina, busquemos pues un tercer dogma
en el que se retinan. ¿Y cuál puede Ber la naturaleza de
este principio conciliador? Necesario es que esté en alinnza
con el precepto y la g racia, con la justicia que condena
y la bondad que perdona. Tal, pues, sepresenta. La virtud
santificante que emana de la uniun con Jesucristo; tal,
también el puro am or que derram a en el corazon de
los suyos: am or que revoca la le y , puesto que no im­
pone m asque preceptos exteriores; am or que la afirma
en cuanto es su cumplim iento. En la caridad, la gracia
y la ley son una sola y la misma cosa, lié aquí el sen­
LA SIM BÓLICA. 251
tido profundo del dogma católico en órden á la ju sti­
ficación del hom bre: amor de D ios, perdón de los p e­
cados, santificación. De aquí también el dogma enseñarlo
en todas las edades, que entrando el fiel en com ercio
con Dios, recibe el perdón de sus pecados pasados, mas
no de los venideros; lo que supone que el Salvador cum ­
plió la ley en nosotros y nosotros en él. Jam ás en la
iglesia podía suscitarse controversia sobre las relaciones
de la ley con la g ra c ia , pues que su enseñanza acerca
de la justificación arranca la raíz de toda contrariedad.
Mas no sucede asi en la nueva doctrina. En vez de ver
ed el am or el cum plim iento de la ley , los protestantes
solo apercibieron la ley misma; en tugar de com prender
que Jesucristo está todo entero en el a m o r , ya como
legislador, ya como víctima acusaron á los católicos de
sepultar ¿ Jesucristo de rebajarle á La simple cualidad
de preceptor del género hum ano (1).

§. X X V .

Puní* CnpiU l d« la cO O lroTersia. L u le ro rS tuL lfce una difi-rencia esencial


4 e n tr o l l r e lig io s id a d y la m o r a lid a d .

Distinguiendo de este modo el Evangelio y el p re ­


cepto, los reform adores degradaron com pletam ente la
ley m oral; de suerte que se puede trner á este único
punto toda la controversia sobre la justificación: ó los
ojos de los católicos, la religiosidad y moralidad están
unidas por su esencia y ambas son e te rn a s ; según los

(1) Apolog. iv . de justific. §. 23. p. 7 5 . : «lta q u e


ttegant fidem (solam ) justificare, nihil nisi legrm abolito
Evangelio et abolito C hrísto, docent- » §. 26. p. 77:
«Adveraarii Christum ita intellígnnt mediatorem et pro-
pitiatorem , quia meruerit babilum dilectionis...... Annon
est hoc prorsus sepelire Christum et tolam fidei doclri-
nam tollereí»
252 LA BIMBÓI.U X .

protestantest al co n trario , no e x i4 c relación alguna


en tre estas don cosas; pues la una es de un prccío eterno,
la otra solo tiene un valor pasajero. En rail lugares in­
siste Lutero sobre esto diferencia; asegura que e[ prin­
cipio religioso y el mor ni están tan distantes como et
cielo y la tie rra . mas b ie n , tan opuestos como e! dia y
la noche, como la luz y Ins. tinieblas. Q uiere que la ley
divina sen desterrada de las conciencian; es bastante
vor allí alguna consideración en las relaciones de la vid»
terrería. Cuando se le presenta esta cuestión: ¿P a ra
qué ha sido promulgada la tey m o ra l? da por toda res­
puesta : / A fin de m antener ¡a p a z en la sociedad tem­
poral / Destinada asi In ley á conservar el órden en el
estado Bocial, no tiene relación alguna con las cosas
religiosas. Mas oigamos al refo rm ad o r, ¿I es oquí el
m ejor in térp rete de su pensamiento.
:c Hé aquí la distinción que debes establecer entre
«el Evangelio y la ley: eleva el uno hasta el ciclo, y
» re baja el otro hasta la tie r r a ; pues la justicia del
» Evangelio es celestial y divina, mas la ju stic ia de lo
»ley es terren a y humana. Asi como el Sciñor ha sepa­
r a d o el cielo y la tie r r a , lo luz y los tinieblas, el día •
»y la «oche; de la misma manern ha sepnrado el Evnn-
«gelio y los preceptos. Asi piics la justicia del Evangelio
»es 1u7. y dia; la de la ley tinieblas y noche; y ¡oj.iM
»fuese posible separar estas dos cosas por una distancia
«todavía m ayor! Cuándo se habla también de la fe, de
»la justicia celestial, d$ la conciencia &c., se lince
«completamente abstracción de la ley , se la deja sobre
»la tierra. Mas si se tra ía de las obras, entonces altim-
»bra la antorcha que las conviene como también á la
ajusticia de la ley , es d e c ir, á la noche. Asi la lu í del
»Evangelio debe destellar al medio dia; la luz de la ley
sdebe aparecer en la noche. Estas dos cosas deben es-
u ta r separadas de tal, m anera en nuestro entendimiento,
»quc la misma conciencia forma este discurso cuando
LA SIM BÓLICA. 253
«siente el pego del pecado y cae en el tem o r; Ahora tú
¡iestas sobre la tie rra , que tu asno trabaje, ¡leve su a l-
¡¡barda; es decir, que lu cuerpo y tus miembros cumplan
ala ley. M as cuando le eleves al cie lo , deja tu a!>no
»sobre esto tierra con su el barda y su carga; porque á
»Ia conciencia tío la importa ni la le y , ai las obras» ni
»La justicia terrena.
«Asi el asno queda en el valle, m ientras que la con-
«ciencia, con Isaac, se eleva sobre la m ontaña sin cui­
d a rs e de la ley ni de las obras, mas si esperando el
«perdón de los pecados y la pura justicia que nos está
«ofrecida en Jesucristo.
»En la sociedad política, por el contrario , debe
«exigirse la mas estricta obediencia é la ley; mas no
«hablemos aquí ya del Evangelio, de la g racia, del
«perdón de los pecados, de la justicia celestial ni de
«Jesucristo, solo tratem os de Moisés, de la ley y de las
«obras. De esta suerte el Evangelio y la ley deben estar
«enteramente y para siem pre separadas, deben perm a­
n e c e r en el lugar que les pertenece. Ln ley quede pues
afuera del cielo, es d ecir, fuera del corazon y de la
«conciencia, y la libertad del Evangelio quede á su vez
«fuera del m undo, es decir, fuera del cuerpo y de sus
«miembroB. Cuando la ley y el pecado quieren en trar en
»el cielo, es decir, en la conciencia, apresurémonos á a r ­
ro ja rlo s, pues la ley uo menos que el pecado no deben
«tener entrada en nuestros corazones, sino Jesucristo
«solo. Y reciprocam ente, cuando In gracia y la liber­
t a d quieran en trar eu el m u n d o , es decir en el cuerpo
»y sus m iem bros, es necesario decirles: Escucha, no te
«conviene encenagarte en este estoblo de puercos, en
«el fango de esta vida c o rp o ra l; allá en lo alio está tu
«asiento en el cielo (1).»

(1) Ansltgund den B riefet an die Gal. (Comentario


tobre la epístola á ¡os gálatas), lugar citado, p. 62.
LA. SIM BÓLICA.

Lutero no puede volver muchas veces sobre la dife­


rencia esencial entre el principio religioso y el m oral; y
ciertam ente un descubrimiento tan precioso mereció bien
ser proclamado sobre los techos. Dice también en otro
lugar: « E s extrem adam ente peligroso ro sarse con la
«ley, porque bien pronto dnreis una caída profunda,
ucomo si os hubieseis precipitado de las alturas del cielo
»en los abismos del infierno. Necesario es pues que todo
«cristiano sepa distinguir bien entre el Evangelio y la
nley. Deje el hom bre dom inar los preceptos sobre b u
acu erp o , mas nunca sobre su conciencia. Pues esta des-
» posad a , esta princesa no debe ser m anchada, desflora-
»da por la le y ; sino que es necesario que sea conducida
npura á Jesucristo su esposo legitimo y muy amado.
«Esto es lo que dice san Pablo en este lu g ar: Yo os he
^confiado u n hombre, p a ra ¡ieoar á Jesucristo una vír-
y>gen sin mancha.
iiAsi la conciencia no debe tener bu lecho nupcial
»en el valle p rofundo, sino en la cima de lo montaña
«elevada. Aquí Jesucristo no espanta ni atorm enta é los
apobres pecadores, sino que tos inspira confiárnoslos
^consuela y ab re la p uerta dei cielo (1).» Y ¿ p o rq u é
el fiel observa la ley divina? «N o es, responde Lutero,
»para hacerse ju s to , porque esto no sucede mas que
»por la ley; mas la guarda por am or á la p a z , sabien-
»do bien por o tra p arte que esta obediencia es agrada­
b l e ó Dios, y que de eBte modo da un buen ejemplo
»que conduce á los otros A c re e r en el Evangelio.»
Recuérdese tam bién la opinión de Zuinglio sobre el
mUmo objeto ( Vénse en et cap. 1. §. 4 ).
Si Lutero m as consecuente consigo m ism o, hubiese
experim entado la necesidad de d ar A sus priocipios to­
dos su s desarrollos, le hubiéramos visto redondeando bu
sistema caer hasta en el gnoticismo. Según los herejes

(1) Lugar citado p. 6%, comp. p. 79. 168. 172.


LA. SIM BÓ LICA . 255
de los dos prim eros sig lo s, existían hom bres de trea
especies; y los que pertenecían á las dos prim eras cla-
Bes, los m ateriales ( uXixoi) y los anímale* ( ^xikiií),
eran 60I0 obligados por loa mando m íenlos, pues los
terceros» nacidos espirituales (n«uju«Tocpí) Be encontra­
ban un grado mas alio en la escala de los «eres, y no
formaban parte del órden de cosas que rige la regla
moral. De La misma m anera los valentiníanos se creían
libre» de toda obligación, m ientras ¿ sus ojos los c a tó ­
licos 00 podían ealvaree sino m archando en la ley del
Señor. Marcion 110 podía conciliar de o tra manera la
gracia y lo» preceptos; decía también q u e el Dios del
antiguo Testamento, au to r de la ley m oral; era esencial'
mente diferente del del nuevo.
A pesar de lo absurdo de esta do ctrin a, adveram os
al menos alguna armonía en sus elementos. E n el refor­
mador, al contrario , no 6e ven m a sq u e incoherencias
y contradicciones; y auu su punto de partida no puede
recibir el menor exámen. Oigámosle: [La ley aterra es­
panta la conciencia; no existe entre la conciencia y la
ley relación alguna, punto alguno de contacto! (E x tra ­
vagante asociación de ideas, si la hubo jam ás! | Quél
La ley destruye al pecador amenazándole coo penas
eternas; y no tiene mas que un valor te m p o ra l, mas
que unos efectos pasajeros. Y ¿ qué hace en este siste­
ma el misterio de la redención? ¿No ha m u erto pues el
Salvador por nosotros para librarnos del infierno in cu r­
rido por la violacion de la ley ? Mas aun; la tran sg re-
Eion de una ley finita no concerniendo mas que 6 las co-
sus de la tierra, ¿puede m erecer un castigo eterno? ¿Qué
viene á ser la misión del Hijo de Dios? | El Altísimo
toma la forma de esclavo, atraviesa este valle de lá­
grimas llevando 6u c ru z , y todo esto para cum plir uuos
preceptos q u e no se elevan mas arrib a de este mundol
Y despues de la ley debe conducirnos á Jesucristo. {Cosa
extraña I j La ley no tiene relación alguna con el Salva.
LA SIM BÓ LICA .
d o r, y nos conduce ol Salvador! Mas lo que no queda
en Jesu cristo , lo que no arraiga en é l , ¿ cómo puede
abrirnos el camino hácia Jesucristo? En fin cuando la
ley moral ha llevado una vez ni pecador »1 reino de
D ios, desde entonces debe ser desterrada para siempre
de su conciencia, desde entonces no debe ya reinar mas
que sobre su cuerpo; asi lo quieren todavía Lutero y
su sistema. Pero si la vivlacion de la ley inspira un do­
lor tan profundo, un espanto tan terrible ¿cómo puede
el doctor arrojarla del corazon del fiel ? L o q u e no per­
tenece esencialmente al interior del hom bre, no puede
en época alg u n a, ni en ningún modo de su existencia
obrar fuertem ente sobre 9U alm a. Si pues la ley divino
debe afectar profundam ente al p ec a d o r, síguese tam ­
b ié n que tiene relaciones necesarias con la conciencia
del justo.
£1 Salvador ba llenado la ley que conduce A Dios,
mas no la ha revocado. El dolor m«9 despedazador de
Israel era que el Dios de la antigua alianza, Dios terri­
ble , siem pre a ira d o » estaba fuera y bien alejado del
hombre. De la misma manera tam bién, y por una con­
secuencia necesaria, la ley de Israel estaba lejo s, bien
lejos de los ju d ío s: ley de am enazas, de venganza,
escrita sobre una§ tablas de p ie d ra , pero no en los co­
razones. La ley no es mas que ta voluntad de Dios
manifestada : donde hay escisión con Dios, hay divor­
cio con la ley. El mediador ha cegado el abismo que
separaba al hom bre de su a u to r, ¿y la ley no deberá
estar unida al hom bre? P or nuestra reconciliación con
Dios no» hemos reconciliado también con la le y : reci­
biendo á Dios en nuestros corazones, recibimos lambipn
su ley santa, pues ella es su volunlad d e r n a y una
misma cosa con ¿ I; donde eslá Dios, allí está también
la ley.
¿',Es necesario decirlo en medio del cristianismo?
La religiosidad y moralidad están unidas por los mas
LA SIM BÓ LICA . 257
estrechos lazos (*). Fijad un instante vuestros m iradas
on el hom bre inmorol» y ved cómo se apaga rn su co-
roion la vid* religiosa : ved cómo con el vicio el ¡puro
conocimiento de las cotas de Dios se obscurece. Consi­
derad los anales de lo» pueblos, y por lodas partes
apareceré» In incredulidad y la superstición avanzando
con paso igual con la corrupción de costumbres. El pa­
ganismo en sus diversas fases ha grabado esta verdad
con rasgo» horrorosos en la» páginas de la historia. En la
vida de los santos*, la misma le y , el mismo fenómeno.
Cuanto mas se clora el hombre á la perfección evangé­
lica , y mas se arraigan en él la tiernn piedad y el pu­
ro em or|t tanto mas se descubren á sus ojos los m iste­
rios de Dios. También cuando el gran m aestro quiso
dar una base sólida ¿ la fe cristiana, mandó g uardar
prácticamente sus divinas enseñanzas.
¿E n qué pues consiste que la vida religiosa des­
aparece ante la transgresión de los preceptos? ¿ De dón­
de proviene que no lleva frutos mas que en los corazo­
nes donde reina In ley m o ral? ¿N o dem uestra este so­
lo hecho toda la falsedad del sistema luterano? ¡Oh!
creedm e: el que parq^conscrvar la fe en su conciencia
so ve obligado á d esterrar do ella la ley m o ra l, posee
una fe falsa en su conciencia. La fe viva se aviene m uy
bien con lu ley: ¿m as qué digo? Estas dos cosas no son
mas que una. RepitAmoslo: ¿por qué vemos m archar
(*) S I, pensar, querer y obrar es todo el h o m b re: co­
nocer , amar y servir á Dios* hé aquí todo el cristiano.
Asi como lo justo y lo verdadero son inseparables, de la
misma manera la moral y religión se confunden en su
origen común. De aquí se sigue igualmente que la fe no
puede justificar sin las obras. En e le ito , en tanto que la
voluntad no practique el bien que la inteligencia conoce
como verdad, hay división, hay guerra entre estas dos
potencias. Pues el hombre en lucha consigo mismo no
está restablecido al estado primitivo , es d<>cir, 110 eslá
justificado. íiV. fl. I \ /•'.)
E. C. — Ti VI. 11
258 I .\ SIM BÓ LICA .

de frente ol elem ento religioso y ol m oral? Hélo nqní.


La idea de nuestra dependencia, respecto del Criador,
produce la hum ildad y la confianza , despues nace el
am or q ue nos coloca enteram ente en el dominio de la
le y , puesto que lleva en su Beño la obediencia á la vo­
luntad de Dios. Si el culto del entendimiento pertenece
mas de cerca á la religión , m ientras que el del'cora­
zón es mas m o ra l, desaparece esta diferencia en el
a m o r, centro de lodos las v irtu d e s , unidad viva, don­
de se reasum en la religiosidad y moralidad.
A hora debemos com prender el dogma protestante,
que la fe sola, independiente de toda otra v ir tu d , nos
merece la bienaventuranza eterna. El católico considera
la salvación como el fruto de toda la vida su p erio r: Ia
hace derivar de la f e , del am or y del cumplimiento da
la ley , es decir , del principio religioso y del principio
moral formando un conjunto. Atribuyendo á estos rio*
principios un valor eterno, los coloca en In misma linea
respecto á la vida bienaventurada. El patriarca de la
reform a , al c o n tra rio , no ve el origen de la salvación
m a sq u e en la fe , pues la moralidad nu es ¿ s u s ojos
mas que uno cosa terrena y pasajera. Las o b ras, dice,
proceden de un principio mitad corrom pido; luego na
pueden abrirnos la p uerta del cielo.
A ntes hemos visto ya lo absurdo de este razona­
m iento, pues que por la misma razón él representaba
también la fe como defectuosa , se vió obligado ¿ decir
que no podía obtenernos la felicidad de los elegidos.
P or lo demas desde el punto de vista donde estamos
colocados, una clara luz debe derram arse sobre toda
In cuestión. En fifi, m ientras las disputas syntrgisticm
apareció Andrés Poach , y , mas consecuente que L u ­
lero , aventuró ingenuam ente á decir que la obser­
vancia mas fiel de la ley no da derecho alguno á la feli­
cidad eterna (1).
(I) «P ropositio, bona opera /u n í ntres-iaria ad safo'
L A S1MDÓT.ICA. 2íi9
En la actualidad tnmbicn lo esperam os, podremos
hncer resaltar la idea fundam ental de la justificación
protestante. Agí hemos visto que I» doctrina que hace
A Dios autor del pecado, y considera al hom bre m an­
chado aun despues de su regeneración, reposa sobre
este princip io , que el mal es la condicion necesaria de
todo lo infinito. Podemos igualm ente expresar asi esta
idea: El sentim iento del pecado no puede arrancarse
de la conciencia del ju s to : este gusano roedor le a to r­
menta incesantem ente,, pues el mal procede de su
esencia misma. ¿ Cómo pues consigue el cristiano la paz
del alm a? P o r la elevación de su entendim iento ¿ las
regiones superiores: el conocimiento de Dios, la vista
de su bondad, la fe en una palabra destierra este f u ­
nesto sentimiento. £ si despues de haber destruido la
libertad m oral se la sustituye con la libertad cristiana,
es decir, la exención de la ley que no se eleva mas arri­
ba del tiem po y del espacio. No pretendemos» sin e m ­
bargo , que los reform adores hayan apercibido esta
idea fundam ental: al contrario, preferimos reconocerlo:
si sé hubiesen comprendido á sí m ism os, si hubiesen
conocido las consecuencias de bu sistem a, le hubieran
rechazado como contrario al cristianismo.
F in alm en te, aparece ahora bien claro que para
Balvar la justicia y la santidad d iv in as, para m antener
la libertad hum ana , asegurar la dignidad de la ley mo­
ral , afirm ar la verdadera noi ion del m érito y dem éri­
to , es c la ro , en una pn labra , q u e , para no dejar con -
lent, non potest c o n sid e r e in doctrina le g is , ñeque lex
ullas habet de e tern a vita prom issiones , etiam p efectissi-
me impleta. A uctore Andrea Poacli, 1535- » L os lu tera­
nos rígidos no se expresan con tanta fuerza.
E n n uestros di as S ch leierm a ch er, T w e s te n y Sack;
pero sobre todo los d es prim eros han separado entera­
mente el elem ento religioso y el m oral, y en e sto no han
hecho otra cosa que m anifestarse decididos por su iglesia.
260 LA SIM BÓ LICA .

v e rtirse la redención en lo c u ra , los católicos deben


condenar la d o ctrin a p ro te sta n te sobre la justificación.

§. X X V I.

L o <iue h c y da r e r ilt J e r o y do f o lt o en Id <locLrim p rfrteita n l* r o í-


p e c io é U fr.

S i, volviendo nuestra >i>ta a trá s , echamos una rá ­


pida ojeada sobre las cuestiones basta aquí tratadas,
veremos que en el protestantism o el dem edio religioso
es la mus brillante f;iz, y el elemento moral el Indo mas
obscuro; lo que produce también nociones bien fu Isa»
sobre la misma naturaleza de la religiosidad.
P ara conocer h¡i9ta q u é punto está exaltado el ele*
mentó religioso en el protestantism o, basta recordar la
definición que L ulero y MeL'nchllion dieron d é la Pro­
videncia al principio do la refo rm a, y que Calvino de­
fendió hasta el (in de sus dias. Según est09 doctores,
no solamente Dios- gobierna todas las cosa9 por su sa­
biduría infinita; no solam ente conduce todos los seres
á bu tin por viua adm irables, sino que también los fe ­
nómenos del mundo moral son la obra misma del So­
berano regulador: el hom bre es un instrum ento que
manifiesta los actos invisibles de la divinidad. E n esta
doctrina todo está en Dios , y Dios en todo.
Vemos pues q u e estas contemplaciones religiosas
sobre el mundo y bu historia reflejan en todo el domi­
nio d:*l cristianismo. La nueva d o c trin a , no se puede
negar, conserva el principio de la piedad c ristia n a ; pe­
ro hace de él una falsu aplicación. En efecto, la rela­
ción que acabamos ilc ver m ire Dios y £l hom bre la
establecen los protestantes entre Cristo y el fiel. Estan­
do el Salvador igualm ente lodo en todo, su espíritu es
exclusivam ente activo en la regeneración. Asi como el
hom bre desaparece ante D io s, de la misma manera
LA SIM BÓLICA. 2Gl
desaparece el cristiano ante Jesucristo. Acerca de esto
el pasnje siguiente nos hace conocer ¿ fondo el alma da
Lulero.
«Cuando el Evangelio (el ítueuo) comenznba á fs -
uparcirse por el m undo, el doctor Staupitz era vicario
»íle los agustinos (*). Me acuerdo todavía muy bien
»que él rae dijo entonces: I.o que mas me consuela,
res que la doctrina del Evangelio, que vuelve ahora A
nía luz, da todo el honor y gloria á Dios y nuda ¡il
»horabr¿. En In actualidad es claro como el dia , que
«nunca se puede atribuir á N uestro Señor demasiada
«gloria, bondad y misericordia etc. Lo que aun me
«consuela es tam bién que la verdad del Evangelio re h u ­
y a -a l hombre todo honor, sabiduría y ju stic ia , y todo
«esto lo atribuye al C riad o r, que hace todas las cosas
»de la nada. Y no es mucho mas seguro conceder de*
nmasiudo á nuestro Dios y Señor, aunque jam ás se
npueda concederle demasiado..... A la verdad no ea
werrar ni pecar dar á Dios y al hombre lo que les
»cs propio, lo quclefe pertenece (1).»
Las opiniones que conducían á L ulero son verda­
deras en su relación mas íntim a; m as como en la opi-
uion puedo haber erro r y verdad, á la inteligencia cor­
responde hacer este discernimiento. Cuando se lee al
reformador se cree de repente haber retrocedido ái las
prim eras edades del m undo, donde el hom bre, vaci-
¡ante por su caida, no veia mas que al través de un
velo, y no podia separar los actos de Dios de los actos
de la c ria tu ra .

(*) Vicario general de la orden de los agustinos. Este


fue el que llamó de E rfu rt al famoso Lulero para ser
profesor de teología en la universidad de W ittenbevg.
(¿V. D. r . F.)
(I) Au.aletj.det B rie fe t _[Comentario sobrt la.E pitr
¡ola á lot gálutat), lugar citado, p. 35.
262 LA SIM BÓLICA.
Lutero no com prendió la verdern noción de In li­
bertad. ¿Q uién lo creería? Vió en ella la ruina de
la hum ildad, la m u erte de todo sentim iento religioso.
La recliazó como un crim en de les#- majestad divina:
»er libre para él ea ser Dios ( t) ¿ Y qué sucedió? Q ue­
riendo destruir la voluntad propia, el doctor destruyó
la misma voluntad; queriendo aniquilar el egoísmo,
aniquiló el yo humano. Quiso probar que el hombre
no posee ya la libertad su p erio r, es decir, la liber­
tad que dan la verdad y la v irtu d , y prueba al mismo
tiempo y á pesar su y o , que el hom bre no posee espe­
cie alguna de líber Lod. Asi es como L utero se enredó en
sus propias redes. Jam ás pudo reconocer la humildad
misma en ta idea católica de hum ildad; porque lavió
siempre en la negación de lo personalidad. Sin embargo
esta virtud es em inentem ente m oral, descansa sobre el
libre reconocim iento, el libre sacrificio de si mismo.
Los reformadores dijeron: Hombre pecador, tú eres
necesitado y quieres ser Ubre: hé aquí el mal. M as si el
hombre no tiene su corazón en sd mano ¿cómo quie­
re ser libre? ¿Cómo el pecado infunde este deseo? Es
p o rq u e, contra su n aturaleza, pide necesariamente la
lib ertad , y por consecuencia es necesario atrib u ir á
Dio» la causa del mal. El católico por el contrario di-

(1) L uther de servo arbitrio ad Erasm. Roterod. I. i.


f. 117. b : «Sequitur nunc, liborum arbitrium esse plañe
divinum n o m e n , nec ulli posse com pelere, q u am soli
divinje majestati; ea enim potestate facit omnin, qutt
v u lt in cqqIo ct in térra. Quod si homioibus trihiiitur,
nihil rectius trib u itn r, quam si divinitas quoque ipsa cis
tribuerekur, q u o sacrilegio nullum esse majos possit.
Proinde theologorum erat ab isto vocabulo abstinere.
cum de hum ana virtute loqni vellent; et soli Deo re-
lin q u ere; deinde ex hominum ore et sermone idipsutn
tullere, tanquam sacrura ac venerabile nomen Deo suo
asserere.»
LA S I M B Ó L I C A .

ce: ¡Oh hombre 1 tú eres libre; m is pierdes tu libertad


ante D ios, y hé aquí que ella vuelve á li consumada.
Kn estos principios es oportuno m anifestar cómo po­
demos aspirar á una fnlsa lib e rta d , y todo su siste­
ma se convierte en una justificación completa de la
providencia.
Mas f¡ los reform adores se formaron una falsa no-
cion de la libertad, desconocieron igualm ente la esen­
cia de la m oralidad; porque estas dos cosas son in se­
parables. Y sin em bargo acusaron á los católicos de
destruir la hum ildad; los católicos , los solos que pue-
den, sin contradecir su doctrina, confesarse pecado-
re* ante Dios; lo cual es el único origen de la reina
de la* virtudes.
Hé aquE los errores y contradicciones pobre que
reposa la justificación protestante. Traducida en pala­
bras claras, la voz creer significa en lu nueva iglesia
entregarse (i Dios tales cofno nos ha criado y hecho
durante el curso de nuestra vida; esperar con conflan-
la que nos libre del m al, cuyo autor es. y que ha
puesto en nuestros corazones. En este sistem a, sin
duda, no corresponde gloria alguna al hom bre; mas
Dios ¿puede ser todavía glorificado? Dejemos que ju z ­
gue el lector (1).

(1) Luther. de servo arbitrio ad Ercum. R o te to i.


l .i. fol. 236. «E^o sane de me confíteor, si quae fieri
posset nollem mihi dari liberum arbitrium , aut quippiam
in manu mea rcliuqui, quo ad salutem conari poscm;
non solum ideo quod in tot adversitatibus et periculis,
deinde tot impuguantibus daemonibus, subsislere et reti­
ñere illud non valerem, cum unys dsemon polentior sit
ómnibus hominibus ñeque alius hominum salvarctur; sed
quod etiam , si nulla poricula, nuil® adversitates , nulli
dfcmones essent, cogerer tainen perpetuo, in incerluni
laborare, et aérem pugnis verberare. Ñeque enirn cons-
cieiUia m ea, si iusoteruum viverem et operarer, unquam
264 LA S I M B Ó L I C A .

$. X X V II.
R e la c io n e ! ilol |ir u ü » ( in li> m o uon p I g i w i li i ’iam o y can a lpuno* s í i Iih iiu
p m L h r iiU s ilc ln r d jiI im 'ilia. [IÍí I í i k Íuu m as pra ci» » o n lr g 1j J n r lr im
Z u in g lio y In L u ti-ro.

Ya lo hemos advertido mas de una vez, el siste­


ma de los reform adores tiene una sorprendente analogía
co'i el gnosticismo.
1. El deseo ardiente de la vida bienaventuróla, el
soberano desprecio de las cosas te rre n a s, el profundo
senlimienio de la miseria hum ana: tal es el origen de
donde salió esta últim a herejía. La Yisla del mnl lle­
naba á los gnósticos de un horror tan vivo, que no
pudiendo conciliario con la idea de un Dios bueno, ad­
m itieron dos principios igualmente etern o s, autores de
todos los seres. La condicion presente de la humanidad,
continúan, es la obra de estos dos principios; nunca
puede el hom bre desprenderse de 1» corrupción: en
vano la declara g u erra é m u e rte , el pecado sale siempre
victorioso del com bate.
certa et secura lieret, quantum facere d eb et, qno satis
Deo íieret. Quocumque enim opere perfecto reliquus
esset scrupulus, an id Deo placeret, vel an aliquid ultra
requireret, sicnt probat experientia omnium justiciario-
ru m , et ego meo magno malo tot annis satis didici.
A t nunc cum fteua salutem m ta a t, extra meum arhi-
triw n tollenx, in suum reeeperit, et non meo opere , nut
cursu, sed sua g ra fía, et misericordia promiwerit int
•trv a re , tecurus et ccrtus sunt , quod ille fidelis s i l , et
m ihi non m en tietu r, tuftx potens et m agtius, ul nut ti
dam ones, nuUa> adversitates eum frangere aut tne M i
rapere poterunt. Nema*(inquit) rapiet eos de matiu m/n,
guia pater, qui dedit, majar ómnibus est. fta f i t , ut »i
non om.net, tamen aliqui et m u lti solventar, cum per
vim libcri arbitríi nullus prorsiu ¿enoaretur, sed in
MAtimottMiM perderimur. Tum etiam e trti sumns et setu-
ri t nos Deo plaeere , non m trito operú n o stri, sed fatore
LA S tU B Ó M C A .
Hasta los siglos X IV y X V , se ve re p ro d u ­
cirse el gnosticismo de trocho en trecho en la historia,
y en el siglo X V I los reformadores le avivaron ba­
jo una forma mas dulce. Agitados por los mismos sen­
timientos que los gnósticos, fueron tam bién vivamente
admirados#de la rcidad del género hum ano, y hé aquí
por qué representaron el hom bre corrom pido hasta la
médula de ios huesos, de tal m anera que el contagio no
puede extinguirse ya en esta vida.
IT. Este sentimiento del pecado, piadoso en verdad,
pero confuso y en ferm o , trubajó en la reformo lo mis­
mo que entre los gnósticos para su propia destrucción;
y como no se apoyaba en ninguna base sólida» se e x ­
tinguió bien pronto para no volver mas. Cuanto mas se
eleva el origen del mal objetivo en el que el individuo
«e ve envuelto sin que personalmente se haya hecho
culpable, tanto mas el mal subjetivo pierde de su g ra n ­
deza y enorm idad; pues la naturaleza se hace en la mis­
ma proporcion responsable de los pecados cometidos
por la persona. Los gnósticos también encuentran en su
sistema excusa A todos los. desórdenes, á todos los
crímenes.
Los reform adores no manifestaron menos habilidad.
IIé aqui sus principios: Adam, el solo pecador, hn sido se­
guido de Jesucristo tam bién el solo q u e practicó la virtud.
Si nuestro prim er padre nos ha quitado toda la libertad,
todo gérm cu de bien, d Salvador no necesita- de noso­
tros pora obrar la ju sticia; y cuanto mas invencible es
en el hom bre la necesidad del pecado, tanto mas fácil
lees el perdón en Jesucristo. ¿ Y qué objeto se propo­
nen con esta doctrina? Llevar muy adelante en los co­

mí¡tricordia tuce nobis p rom issa, atque ti mínua aut


ntale egerimus, quod nobis non im putet, sed palern<
íijnotcat et emendet. H ck est gloriado om nivm tancío-
rum in Deo buo. »
2GG LA SIM BÓLICA.

razones el sentimiento del pecado. ¿M as será necesario


para concluir bus dias en las lágrim as de la penitencia,
haber enrojecido bus manos con sangre inocente? Rl
arrepentim ien to , el dolor ¿no se extinguen á mediila
que los crím enes van acum ulándose? N o , no es nece­
sario que en Adam hayamos sillo corrom pidas radical­
m ente; no es necesario que el veneno pe haya introdu­
cido en nucBtra últim a Gbra para que sintam os profun­
dam ente el mal que nos h ie re , para que saludemos con
alegría á nuestro libertador. Estam os heridos en el pri­
m er h o m b re, pero el golpe no ha sido m orlnl; la llaga
nos hace sentir el dolor y bendecir la mano del médico:
en la m uerte no hay dolor ni vuelta á la vida.
III. Distribuyendo los hombres en tres clases, co-
mp hemos v isto , el gnosticismo exigía de sus sectarios
el conocimiento ( yvÍ&i í ) de que eran los hijos de. Dios,
y que por esta cualidad no podian perder el cielo. En el
protestan tism o , la fe que encierra la certidum bre de
la salvación, ofrece el paralelo de esta doctrina; puesto
que el dogma según el que los unos son predestinados
á la gloria, y los otros á la condenación, reproduce
fielmente la clasificación gnéstica del género humano.
La creencia de que ciertos hom hres'habian nacido es-
piriluales, podia inflamar las olmas y provocar una lu­
cha encam isada contra el m a l; mas ¿qué abuso tan
monstruoso no se hizo de esta enseñanza? O lro tanto
debemos decir de la predestinación absoluta. Que Dios
nos concede el cielo ñ pesar de nuestras prevaricaciones,
esto puede producir el ma» ardiente reconocimiento;
mas también de este mismo dogma pueden salir Ins mas
funestas consecuencias, lo que sucedió en dem asía, co­
mo su autor se queja de ello am argam ente. La certeza
de nuestra salvación, querem os suponerlo, produciría
los frutos mas ricos en el alma bella y tie rn o ; ¿ raa< un
corazon perfecto se alabé jam ás de poseer esta c e r­
teza?
LA SIM BÓ LICA , 267
Adornas laopinion de los reformadores sobre la degra­
dación de nuestra naturaleza, ¿les autorizaba á con la r
con unos discípulos tan privilegiados? Si se objetusc
que no hay doctrino de In cual no se puede abusar,
diríamos, sin negar el principio, que la verdad nunca
es el origen del abuso; que el e r r o r , al contrario , Ite-
ra la destrucción en su seno; que no puede edificar
mas que negóndose á si mismo. Asi pues sucede con el
dogma que la fe sola merece la amistad de Dios y con
la certeza enseñada por lo9 gnósticos y protestantes, y
con la predestinación que supone.
• I V . £1 Dios del nuevo testam en to , este Dios de
amor y m isericordia, infundía á Marcion un respeto
tan profundo, que le consideraba esencialmente dife­
rente del Dios c riad o r, y el que en la antiguo nlianza
hadado una ley tan severa ( 1 ). Asi e s, lo sabemos to s ­
ta n te, L utero oponin también la naturaleza A lo groan,
el Evangelio é la le y , no veia en Jesucristo mas que
misericordia y perdón de los pecados. M arcion, el mas
piadoso de los gnósticos, pero incapaz de asociar dos
ideas, sostenía que el Dios bueno nos ha rescatado sin
que por esto se haya aproxim ado á nosotros, pues,
6 su ju ic io , pertenecemos á un órden de cosas que
le es enteram ente extraño. ¿M as cómo podría el
hombre concebir el Ser Suprem o; cómo podría en­
trar en comercio con é l, si hnbia sido criado por
un D em iurgo, un espíritu inferior, si por consiguien­
te no llevaba en su alm a el carácter de la divi­
nidad? En su limitada inteligencia, el heresiarca del
«igto I I creyó elevar moB la misericordia divina»
*
(1) Tertull. adver». Mare. 1 .1. c. 2. «Et ita in Chris-
to quasi aliara ¡nveniens dispositionem solios et p u ra
benignítatis et diversa k creatore facile novam et hospi-
tam argum entatus est dm nitetem in Christo suo re*
vel&tam.»
2G8 LA SIM BÓ LICA .

haciéndola rescatar un ser alejado de s í, no por su pro­


pia falla, eiuo por bu misma naturnlezo. Lo mismo hizo
Lutero. Para ex altar la gloria del Hijo (Je Dios, enseñó
que el hom bre no es mas que pecado y corrupción; pe­
ro olvidó que no puede ser salvado el hom bre que está
degradado en todo su ser. A cabem os, por últim o, e&te
paralelo; tampoco podría establecerse analogía alguna
en tre el ascetismo de L utero y el de los marcio-
n ita s; tan opuestas son las consecuencias p rédicas de
los do 9 sistem as, cualquiera que sea por o tra parte su
identidad.
O tro e rro r con el cual el protestantisrtio tiene uift
conformidad q u e no puede desconocerse, es el pan-
llicismo idealista el que duran te la edad media no hizo
menos estragos que el dualismo de los gnósticos y de
los maniqueos. Se presentan aquí A m auri de C hartres y
6u discípulo David de Dinaut (* ), los bisoches, los lo-
llardos los begardos, los herm anos y liermnnas del es­
píritu lib re , asi como otros muchos. La unidad y uni­
versalidad de todas las cosas, la necesidad absoluta de

(*) Los discípulos de Amauri exigían la caridad para


liaccr indiferente el adulterio; Lutero no quiso mas que
la confianza; otros muchos protestantes del dia no exi­
gen ya nada. Hemos oido tas palabras de Lutero ; escu­
chemos á sus discípulos: « La monogamia y la prohibi­
ción de las uniones extramatrim oniales son un resto del
monaquisino, y esta moral reposa sobre una fe ciega.»
( Magas, de H tnhe , ik parte números t , 2 , 3 ). Un su­
perintendente , un obispo protestante va á h a b la r: «El
goce sensual fuera del matrimonio , si es m oderado, no
es mas inmoral que en é l ; y si m necesario evitarlo, es
porque choca co alas costumbres recibidas, y porque tnu-
chas veces arrastra la pérdida del bonor y de la salud
{Crítica de la moral cris/tana por Cannahieh. p. 185).»
lle g a d los progresos de las luces por la libertad evangé­
lica 1 (xV. D. T . F.)
I.A SIM BÓLICA. 269
todo lo Que tu c e d c , por consiguiente del m al, el hom ­
bre encadenado por los decretos de la P rovidencia, el
Hel exento de la ley m o ra l, en Gn la certeza infalible de
la salvación (aquí la vuelta del hom bre A Dios, bu absor­
ción en él; erro r que se encuentra neceanriamenle en
el porilheiamo): tales eran los errores ensoñados por
estos diferentes sectarios Debemos citar también á W i-
ctef que sostuvo abiertam ente el fatalismo propuesto co­
mo una simple paradoja por Tilomas B ra d w a n lin ; \V ¡-
def, que, después de haber negado la lib ertad , recluí zó
sobre Dios la causa del mal y enseñó la predestinación
absoluta.
Hé aquí, según nosotros, los dos caminos que toma*
ron Lutero y Z uinglio: el prim ero dió en las mons­
truosidades de los gnósticos y de los maniqticos; el se­
gundo se acercó mas al punlhcismo. Al principio la hu­
mildad de L utero le hizo rechazar Bolamente la liber­
tad en las cosas espirituales; m »9 d espués, queriendo
fijar esta virtud sobre una base mas sólida todavía, e n ­
señó q ue todo hom bre está sometido á la necesidad:
prueba evidente de la poca penetración do su efíleiidi-
miento; pues que por esta última doctrina destruía la
primera hasta en sus fundamento*. Sin embargo , según
nos manifiestan sus obras, puso su principal cuidado ea
fundar la hum ildad sobre La opiiiion de la caída original;
y vérnosle enmedio del cóm bale dispuesto á sacrificar
la parte especulativa de su sistem a, puesto que se le
abandona este punto único (I). £ 1 doctor de Z u ric li, al

(1) L uth.dcjrerüoarH fr.ado. Erasm. loe. cit. p .tÍ 7 .b .:


«Nonne agnoscis í Jam quiero et peto, si gratia Dei desit,
aut separetur ah illa vi modicula, quid ipsa faciet ? Ineffi-
cax (inquis) est, et nihil facit boni. Ergo non facict quod
Deus aut gratia ejua volet; si quidem gratiam Dei s«par;t-
tam ab ea jara posuiinus, quod vero gratia Dei non facit»
bonum non est. Qnare sequitur , liberum arbitrium sine
gratia Dei prorsus imn liberiim , sed immutabilitor capti-
270 T..V SIHDÓI.ICA.
contrarío, se apoyó casi exclusivo mente en el dngma;
porque lo que dice del mal hereditario apenas merece
nuestra atrncion. Enseñando abiertam d ite el panlhcis-
roo, adhirió con preferencia á las sectas de la edad
inedia de que hemos hablado. P o r últim o, la exposición
siguiente nos hará p enetrar mas su doctrina.
Hé aquí las ideas fundamentales de su escrito sobre
la providencia: ó una fuer/.a cualqdfera es eterna, ó ha
recibido la existencia. A hora b ie n , en la prim era hipó*
tesis es el mismo Dios; en la segunda es criada por
Dios. Ma 9 ¿qué se sigue de a q u í? Q ue todo es Dios,
pues ser criado por Dios no es otra cosa que una ema­
nación de 6u omnipotencia; todo lo que existe es de él,
e>tá en él y es por é l : todo lo que es es él mismo. Asi
toda fuerza criada no es mas que la manifestación sub­
jetiva de la fuerza universal {1). La idea de fuerza en
un ser contingente implica contradicción, toda vez que
entonces esle ser seria creado é increado ó la vez. Que­
rer pues ser libre es hacerse ¿ si mismo su propio Dios;

\n m et servnm esse malí, cum non possit vertere se solo


ad bonum , Hoc sta n te , dono tib i, uf vim liberi arbitrii
non modo facías tnodiculam , fac eam angelieam , f a c ,t i
Íiótes} plañe d m rta m , si adjeceris tam en hanc illa ta b i-
emrtappendicem , et e x tr a gratiam Dei inefficacem dicas;
m o i ademeris illi omnem vim; quid est vis inefficax, nisi
|>lane nuil a vis?» Despues de estas palabras, leemos*
«Fixum ergo stet__ nos omnia necesítate , nihil libero
arbitrio facere, dum vis liberi arbitrii nihil est, ñeque fá­
cil , fleque potcst bonum, ah.sente gratia.»
(1) Zuingli de providentia , t. i. fol. 35. a : «Quae la­
men cresta d ic itu r1 cuín omnis virios numinis virtus sit,
nec enim quiilquam est, quod non ex illo , in illo et per
illud, imo illud sit, creata inquam, virtus dicitur, eoquod
iu novo subjeclo et nova specie, universalis aut gen eral i&
isla virtus exhibetur. Testes suut M oaes, P aulus, Plato,
Séneca (11).»
I.A SIM BÓLICA. 271
luego In doctrina de la libertad conduce á la divinización
del hombre, y A la pluralidad de dioses por consiguiente.
El atributo Hberiad y el sugeto criatura se encuentran
de frente.
Zuinglio contin ú a: asi como la libertad , como fuer-
ia propia en el hom bre, es incom patible con lo omnipo­
tencia, de la misma m anera también la idea de los netos
libres en la criatura aniquila lo sabiduría infinita. Q ue­
réis q ue el hombre sra señor de sus acciones, obligáis á
Dios á cambiar sus decreto* inmutables según nuestros
caprichos, según nuestras idea* del momento. Asi á los
ojos del reform ador Iu idea de la Providencia encierra
la necesidad de todas las cosas; y por una consecuencia
rigorosa despues de haber destruido la libertad de que­
rer, encadena la inteligencia del hom bre por la presen­
cia divina ( 1 ). 4
Insiste nuestro au to r sobre la noción de la fuerza
criada y dice: Todo lo que existe es la existencia de
Dios, todo lo q u e es es Dios mismo; pues de otra m a-

(1) Loe. cit. «Jam si quicquam sua -virtule ferretur


aut consilio, jam isthinc cessareut sapientia et virtus nos-
tri numiiiis. Quod si íie re t, non esset numinis sapientia
smnma , qui non comprehenderet ac caperet universa; non
esset ejus virtus omnipotens , quia esset virtus libera ab
rjus potentia, et idcirco alia. Ut jam esset vis , quae non
esset vis numinis, esBetlux et intclligentia, qua; rion esset
numinis istias sapientia.» ]Qu6 consecuencia para un re­
formador 1 Zuinglio habría debido reformar su lógica an­
tes que todo. I,o que signe es mas especioso, aunque sin
fundamento alguno: «lmrrmtahilem autem dixiiniis adini-
uistrationem ac dispositioneni, lianc ob cansam ul et
etmiin sententiam , qui hominis arbitrium liberum esse
adseveránt, non undique firm am , et summi numinis sa -
pientiam certiorem ostenderem , quam ut eam evenlus
ullus la tere po9sit, qui deinde imprudentem cogeret aut
retractare aut. m utarr consilmm.»
272 I.A SIMBÓLICA
nern habría alguna cosa fuera del Ser de los seres, con-
secuencii subversiva de su inmensidad (1). P ara hocer
accesibles estas ideas al Inndgrave de H csse, hace esta
comparación: Gomo las plantas y k>9 anímalos salen de
la tierra y vuelven á bu peno, lo mismo sucede con todas
l is co9a8 en relación á Dios. En fin nuestra doctrina,
prosigue el re fo rm a d o r, despide una vivo luz sobre el
dogma de la inmortalidad del alm a: porque manifiesta
que nada puede cesar de ex istir, que todo vuelve A en­
tra r cri el ser universal. De la misma manera también la
filosofía de Pilágoras, dice finalmente, no carcce de todo
fundamento; contiene un sentido muy verdadero (2),
De todo esto saca Zuinglio la consecuencia que na
puede haber m a sq u e una sola causa, que todas las lia.
madas secundarias no son m a 9 que unos instrumento» da
que se sgve la causa prim era y única (S). Asi el hom­
bre no tiene en sf mismo el móvil de sus acciones; sino
que incapaz de todo bien cqmo de lodo m al, es una má­
quina viva cuyo9 resortes están en la mauo de Dios.
l i é aquí los excesos inauditos en que cayó Zuinglio
trayendo á su verdadera base la doctrina de L utero so­
bre la libertad hum ana. En estos últimos tiempos {asi
es como los protestantes se com prenden á si mismos)
se h;i visto á las ortodoxos del partido com batir los nue­
vos sistemas filosóficos y toológicos, sistemas q u e „ des­
pues de lodo, no contienen mas que las consecuencias
necesarias de los principios establecidos por los reforma-

(1) Loe. cit. p. 355. b.: «Cum autera infinitum, quod


res e st, ideo dicalur, quod esseutia et exislentia infini-
tum sit, jam c o n sta t extra infinitum hoc essenullum esse
posse....» fol. 35 6 : «Cum igiturunum ac soluni infini-
ttim s i t , necesse est p rs te r hoc nihil esse.»
(2) Loe. cit.: «Sed hanesententiam paulo
tractatam ....exem plo....conlirm abim us etc.»
(3) Loe. cit. fol. Q58. b.
LA «IMBÓLICA. 279
dores. Schleierm acher, ¿ pesar de sus numerosos e x tra ,
vloa de la doctrina de bus m aestros , e s según nuestro
dictámen el 80I0 discípulo verdadero de los apóstoles do
la reforma.
^ ,

C A PIT U L O IV .

Contrariedades en la doctrina de los sacramentos.

S- X X V III.
Dcelrinm ealAlict HJlra loa Mcranuaklot en g e n m l.

Despues de la exposición de las diferenles doctrinas


sobre la justificación seguiremos las contrariedades
acerca de los sacram entos, porque, según las palnbraa
del concilio de T rc n to , en ellos tiene principio (oda
verdadera justicio, se aum enta y se rep ara cuando está
perdida (I). ¿Q u é son los sacram entos en general?
¿Cuál es el objeto do b u institución? ¿Cóm o producen
la gracia? H é aquí las cuestiones sobre que debemos
exponer á continuación Iu enseñanza católica.
Según el catecismo rom ano, el sacram ento es una
cosa sensible q u e , por institución divina, posee In vir­
tu d , ya sea de signilicar, ya de producir la cantidad y
la justicia (2). Hay pues una diferencia esencial, prosi­
gue el libro cilad o , e n tre un sacram ento y un rito p u ­
ram ente exterior.
[1) Concil. T rident. seas. v il. decret. de Saeram.
(2) Quare , u t explicatius, quid 6acramentum s it, de*
cía re tu r, docendum e r it, rem esse sensibus eubjectam,
iuffi ex Dei institutione sanclilatis et ju stiti» tum 6igni-
Sicandffi, tum efficiendee vim babet.
B . C.— T . V I. 16
274 LA SIM BÓLICA.

Hé aquí cómo explica nuestro catecismo el objeto


de su institución. Perteneciendo al mundo de los cuer­
pos por una p arte de nosotros mismos, tenemos necesi-
dad de un signo visible para adquirir el conocimiento
de lo que pasa en nuestra parte e sp iritu al; y hé aquí
por qué Dios se 'sirv e de un símbolo exterior para co­
m unicarnos la santidad y la justicia. Difícilmente la
esperanza y la fe nacen en el corazon del h o m b re ; tara-
bien en la antigua alian za, D ios, por medio de su pa­
lab ra, se ha servido de ritos y figuras para fortificarle
en la esperanza. Pues asi es como, en la ley n u e v a , ha
establecido el Salvador ciertos signos para certificar el
perdón de los pecados, pora confirm ar la comunicación
del E spíritu Santo. E n tercer lugar los sacramentos*
conducen hasta nosotros, como dnoa canales, la virtud
que emana de los padecimientos de C risto , virtud que
restablece ó fortifica la salud de nuestras almas. Cuarto,
ion tos signoB por los que se conoce á los fieles. Final­
m ente , dice aun el catecismo romano ( los sacramentos
infunden tanto mas la piedad en los corazones, en cuan­
to son bien propios 6 hum illar el orgullo del hombre»
porque nos hocen conocer vivamente que abismados en
las cosas inferiores no podemos sino por su medio ele-
vornos hasta mas arriba del mundo visible. D urante ana
parte de la edad media y en el tiempo de la reforma se
vió un falso esplritualism o invadiendo todas las ciases,
todas las condiciones. {Y bien) la sola meditación dé
esta últim a v erd ad , mucho mas profundo que parece d
prim era v ista , hubiera podido arrancar toda la época
de su sex tra v ío s {1).
(1) Loe. cit. p. 167. Toda la exposición del catecismo
romano Sobre el objeto de los sacramentos está tomada
de los teólogos de la edad inedia, entre otros de Hugo de
S an -V icto r, de Alejandro de H alés, de san Buenaventu­
ra y de santo Tomás (T k o m . A qttln. Summ, Tot»
Thetlog. P. n i. Q. l x i . art. l. p. 2 7 6 ).
LA SIM BÓLICA.
E n cuanto ¿ la m anera de producir la gracia los sa­
cram entos, enseña la iglesia q u e obran por su eficacia
propia é in trín se c a , en virtud de bu in stitu ció n , ex
opere opéralo , scUiceí á Chrisio (1).
Sin duda debe el fiel ex citar en &u cora ro n , tanto eí
arrepentim iento de sus fa lta s, como el deseo ardiente
de recibir el socorro de lo a lto ; mas estas santas dispo­
siciones no son la causa eGciente de la gracia , solamen­
te aeparan los obstáculos que podrían oponerse ó la efi­
cacia d é la institución divina. Esta doctrina, como 80
ve, m antiene la objetividad de la gracia celestial, é
impide lim itar en el sugeto los efectos de los sacram en­
tos. Estos no obran de una m anera puram ente moral,
despertando en nosotros sentimientos de confianza y de
am or, poco mas ó menos que haria un cuadro repre­
sentando los padecimientos del Salvador. Sino que cuan­
do el fiel celebra estos santos m isterios, la gracia fe­
cunda su a lm a , reanima sus facultades religiosas, y
le coloca en un comercio mas íntim o con Dios (2). Esla

(1) Concil. Trident. sess. t t t . can. v m : «Si quis


dixerit per ipsa novaj legis sacram enta ex opere operato
non conferri gratiam , sed solam fidem divina promissio-
nis ad gratiam consequendam sufficere, anathema sit.»
(2) Concil. Trident. loe. cit. can. v i: «Si quis dixe—
rit y sacramenta novee legis con continere gratiam , quam
signiGcant, aut gratiam ipsam non ponenlibus obícem
non conferre , quasi signa tantum e t c . , anathema sit.»
Bellarmino de taeram eníis, 1. u . c. i . tom . n i. p. 108,
109, se expresa muy bien acerca de este objeto: «Igitur
ut intelligamus, quid sit opas operatum , notandutn est,
in justificatione, quam recipit aliq u is, dum percipit sa­
cramenta , m ulta concurrere , nimirum ex parte D e i, vo*
tuntatem utendi illa re sensibili; ex parte C hristi, pas-
sioncm «jua; ex parte m inistri, voluntatem , potestatem,
probitatem ; ex parte tuscipienlis m lxintatem , fidem et
p tm iten tia m ; denique ex p aT te sacram enti, ipsarn a d ió -
270 LA SIM BÓ LICA .

doctrina la hemos visto yo en el artículo de la justifi­


cación. La actividad dm ria , dijimos entonces, precede
A la actividad del hom bre: en seguida esto 9 do9 poten­
c ias, cuando la última no resiste, trabajan de concier­
to en la misma obra. Por otro lado la relación estable*
cida por la iglesia entre la libertad y la gracia podría
hacernos com prender solamente que el opus opera/um
no destruye la actividad del hom bre (1).

nem externam , qu® consurgit ex debita aplicatione má­


tense et forma:. Caeterum ex bis ómnibus id , quod active
et proxíme ct instnim eiitaliter efíicit gratiam justi(icatio-
n is, est sola actio illa exlerna, quae sacramentum (licitar,
et hsec vocatnr opus operatum , accipiendo pasáive ( ope­
ra tu m ), ita ut idem sit sacramentum conferre gratiam
ex opere o perato, quam conferre gratiam ex ipsius actio*
□is sacramental!* á Deo ad hoc in stitu to , non ex mérito
agentis, \e l siiscipientis.» Bellarmino prueba loque aca­
ba de decir , y observa que la intención sola se requiere
ea el m inistro, despues continúa: « V oluntas, fules et
poenitentia in suscipiente adulto necessario requiruutur,
u t dispositiones ex parte subjecti, non ut causar active;
Don eniin lides et poenitentia efliciunt gratiam sacramen-
talom , ñeque dant effícatiam sacram enti, sed solum tol-
lunt obstacula, quae im pedirent, ne sacramenta suam
efficatiam exercerc possent, linde in pueris, ulii non re -
quiritur dispositio, sine bis rebus fit justlíicalio. Exem -
plur» esse potest in re naturali. Si ad ligua com burén da,
prinmin exsicarenlur ligua , deinde exenteretur ignis. ex
sílice , tum aplicaretur ignis ligno, et sic tándem fieret
com bus lio; nemo diceret, causam immediatam combu-
stionis esse siccitatem , aut excussionem ignis ex silice,
out aplicationem iguis ad ligna, sed solum ignera , ut
causam primariam , et solis calorem seu calefactionem,
Ut causam instrumentalem.»
(6j Véase Concil. Trident. sess. vi. c. 6 .—Por lt>de-
m asjos teólogos enseñan con Bellarmino, que una con­
secuencia del opus o fir a tt»m es que la validez del sacra­
mento no depend« de la dignidad del ministro.
LA SIM BÓLICA. 277
Que loa católicos cuentan sícle'sacram entos no ne­
cesita explicarse.
Observaremos por últim o que no es necesaria abso­
lutam ente la recepción de ningún sacram ento para la
salvación: asi, por ejem plo, el bautismo de deseo bosta
al catecúmeno que no puede recibir el bautismo do
agua. Dios que ha elegido librem ente una m anera de
comunicarnos su gracia, puede sin duda servirse de
otro r n t'd io m a s el hom bre no es libre para rehusar el
remedio que le ba sido presentado por Jesucristo. Una
conducta semejante seria inspirada por el orgullo , y
contendría un desprecio punible de la iuslituciou divina.

§. X X IX .
D o c tr in a lu te r a n a to k r a la s la c r a m e n lo s en g e n e r a l C oD accoeocía d« e a li
d octrina.

S í, desde los prim eros pasos en su c a r r e r a , Lftte*


ro y Meliinclilhon combatieron la doctrina católica, fue
porque no comprendieron mas que ó medias’la justifica­
ción del hombre nnte Dios. Desde luego colocaron bien
lejos en últim a línea la comunicación de la gracia por
los sacram entos; avanzaron hasta ponerla en duda.
Nunca pudieron ver en estos ritos divinos, mus que el
testimonio de las promesos evangélicas: y por esto no
asignaron allí otro fin que asegurar al fiel el perdón de
sus (iccados, consolarle y exim irle del terro r de la ley.
Mas si quitáis á los sacramentos la virtud de conferir la
gracia santificante, es necesario desde entonces atribuir
toda su eficacia al que los recibe. Los doctores W ilte n -
bergenses dijeron también sencillamente que no lie-
van frutos sino en cuanto van acompañados de la fe en
perdón de los pecados. En consecuencia rechazaron el
célebre opus operalum que constituye el caracter sub-
jectivo de los sacramentos sin el cual do tienen m ai
existencia que en 6u sugeto.
278 LA SIM BÓLICA.

O tra contrariedad tiene igualmente su origen en la


idee que los reform adores se formaron de los saernmen-
tos en general. Gomo á los ojos de ios católicos, el per-
don de los pecados y la snntificacion no forman mas que
un Bola acto divino, atribuyen á los* sacram entos que
obran la justificación, lo v irtu d de producir el mismo
tiempo estos dos efecto». Si pues los m isterios de Dios
regeneran , santifican al hom bre, por esto mismo perdo­
nan! os pecados; ó si antes está exento de mancha el
fie l, la gracia santificante se aum enta en él. La nueva
enseñanza, al contrario, solo preconiza el perdón de los
pecados, tampoco ve en los sacramentos mas q u e el me­
dio de afirm ar la fe en la m isericordia divina. Melanch­
th o n , en la prim era edición de sus lugares teológicos,
no parece haber presentido que se pudiese form ar una
idea mas completa (1 ), y tal es también Ir doctrina de­
fendida por L utero en su escrito de la Cautividad de la
Igléfcia en Babilonia ('2). ¿Cuál es la diferencia en tre los
(t) Loe. cit. pag. 4-6: « A pparet, quam nihil sacra­
menta s in t, nisi fidei excrcendae: p. 111 et
seq. «Nostra imbecillitas signis erigitur, ne de miseri­
cordia Dei ínter tot insultus peccati desperet. Non aliter
atque pro signo favoris divini haberes , si ipse tecum co-
ram colloqueretur, si pecnliare aliquod pignus miseri­
co rd ia qunlecunque miraculum tibi ex h ib eret: decet de
his te signis sentiré , ut tnm certo c red as, tui mísertum
esse Deitm , cum benefícium accipis, cum participa»
piensa Domini , quam crediturus tibi videris , si ipse te*
cum colloqueretur Deus , aut aliud quidquam ederet mi-
ra c u li, quod ad te pccuüariter pertineret. Fidei excitand»
gratia signa sunt proposita.—Probabilis et illi vohinlalís
s u n t , qui symbolis seu tesseris militarihus b*c signa
com paraverunt, quod essent notae tcintum , quibus co-
goosceretur , ad quos pertinerent promissiones divina.»
(4) Opp. Jen. tom. n i. fol. 266. b: «Omnia sacra­
menta ad (ídem alendam sunt institilta.» 289. b: ( E r ­
ror enim eat sacram enta novas legii diflerri á sacram enta
LA BLMBÓI ICA. 179
símbolos ilc ia antigua alianza y los sacramentos esta­
blecidos por Jesucristo? Esta cuestión es fácil de resol­
ver según los principios católicos: los prim eros no con­
tenían la gracia justificante, al paso que los segundos la
comunican por su propia eficacia. No es asi en la doc-
tiina proclamada por los reformadores. Como separasen
la justificación y la santificación; como por otra p arte
enseñasen que la fe eol.i nos obtiene la amistad de Dios,
rechazaron la distinción establecido é continuación,
puesto que dijeron que los rilos antiguos y los sacra­
mentos evangélicos 110 tienen VBlor alguno. Oigamos A
M elanchthon: « La circuncisión no es n ad a, el b au tis­
mo no es nada, la participación de la mesa del Señor no
es noda. Todos estos ritos no son mas que el sello, qua
las <rj)pa7 i^£s de las voluntados de Dios sobre el hom­
b re : ellos asegur.m tu conciencia cuando dudas de la
gracia y amistad de Dios.» Asi el reform ador coloca
la circuncisión en la misma linea que el bautismo y la
eu caristía; y estos dos sacramentos no son á sus ojote
mas que los signos d é la nueva alianza.
Expresándose en términos mas cleros aun Alelanch-
Ilion compora los giicramcntos de la ley nuevo con las
penales que fueron dadas á Gedeon para asegurarle de
la victoria. No nos engañnmos sin em bargo acerca del
scnliilo de estos palabras. Si el testimonio concedido á
Gedeon le aseguraba de la victoria sobre Iob enemigos
del pueblo de Dios, los sacram entos no nos prom eten
triunfar de nuestros enemigos. N o , hé aquí el solo lé r-
mino de com paración; Gedeon estaba cierto de salir vic-

veteris legis penes eíTicaciam significacionis.w 287. «Ita


íiec verum esse potest, sacramentis inesse viin eflicacem
justificationis, seu esse signa eflicatia g ra tis, Hsec etenim
omnia dicuntur , in jacturam fidei, ex ¡gnorantia promis-
sionis divinal, ^ is i hoc modo efficacia d ix e ris, quod si
adsit fules indubilata , certiasime et eflicacissime gratiam
conícnint.»
280 LA SIM BÓ LICA .

torioso del co m b ate, m ientras q u e á nosotros loa sacra­


mentos nos consuelan aun cuando sucumbimos. Con
unas ideas tan m ezquinas, tan bajas «obre los sacram en­
to s. los arquitectos de la reform a debían enseñar que
no abran mas que por la fe en las promesas divinas , por
la confianza en el penloii il** los pecados. •
Sin em bargo las disputas con los sacram éntanos ó
como se expresa L u te ro , con los fanáticas libertinos, for­
zaron á loa heresiarcas aproxim arse ni dogma univer­
sal. A pesar de todas sus lergiversaciones, la confesion
de Aug«burgo rorrigió su d o c trin a ; y en las últimas
conferencias pudieron los católicos aprobarla hasta cier­
to punto. IL1 libro de la Apología está m as claro aun;
dice que los sacram entos son un rilo que sigiiiÜca la
gracia unida ó la cerem onia (1).
A unque en todos tiempos se hayan m anifestado los
lutem óos contrarios al opus op era tu m , no es menos
cierto que han vuelto poco á poco á Iu idea contenido
en e*ta ex p resió n ; lo que prueba que en el origen de
la reform a li ibinn dado ni dogma católico tina signifi­
cación puram ente a rb itra ria (2). Desde este m omento

(1) Confess. A u ffu st. A rt. x iii : «De usu sacram onto-
m m doceut, quod sacram enta instituía sin t, non modo ut
sint notffi [irofiíssionis intér lio m ines, sed magis ut sint
signa et testimonia voluntalis Dei c ria nos ad excitandam
et conlirnmmlaii fulem in liis, quí uluntiir , proposita,
ltnque utcmlum est sacrámentis, ita u t fide accedat, qua:
credat promissionibus, qure per sacramenta eshibcntnr et
ostenduntur; o A poloy. p. 1 7 8 : «Sacramenta vocamus
fita s , qui liahent mandalum D ei, et quibus addita est
promissio Rratiíe.n p. 20f>: « Sncramentum est ceremonia
vel opus inquo Den* nobis exhibet h o c , quod oflert a n -
nexa ceremoniíe gratia.»
(2) Marheineke confiesa lo que acabónos de d e c ir, y
«Hade que la diferencia en tre las dos iglesias consiste en
que los católicos dicen: Los sacramentos contibnew la
LA SIMBÓLICA. 281

no podía ya existir controversia im portante sobre la


materia que nos ocupa; mas como por una pórtese h u ­
biesen rebelado los protestantes oontrn la iglesia , y por
otra no quisieren confesar su e r r o r , se vteron obligados
á inveníar diferencias entre las ríos enseñanzas. Ya
Chcmnitz reprodujo In doctrina de L ulero con un gran
número de.co rrectiv o s; se esfuerzo en paliar la* idoag
estrechas y mezquina* de su m aestro ; y para conipcn-
aor al le c to r, m altrata horriblem ente á los escolásticos
en particular á Gabriel Biel (I).
Sin em banco, aunque la doctrina primiiiva de L u ­
lero no fuese debida mas que al espíritu de co n trad ic­
ción , no dejó de a rra s tra r consecuencias de la mas alta
importancia. Desdi1 que se rehusó á los sacram entos la
virtud de producir la gracia; desde que no fueron mas
que unos medios propios á producir la confianza, fue
obsolntannmte necesario dism inuir su núm ero. Y en
prim or lupar el m atrim onio no ha sido instituido para
asegurar al cristiano el perdón de sus pecados luego
no es un sacramento. En estn sistema el órdon también
es una pura ceremonia Hun rilo destituido de toda sig ­
nificación : no certifica la m isericordia divina (2). La

gracia; y los protestantes: Los sacramentos confieren, la


gracia. Los católicos se sirven igualmente de estas (loa
expresiones , mas la palabra contener no conviene á la
idea protestante, lo que manifestará mas abajo el i'n sub
et cum pnne.
(1) Chemnit. E x amen. p art. i».* p. 39 y siüniontes.
Bellarmino de Sacram entis, I. n . c. 1. I. i. p. 110 y si­
guientes , maniliusta muy bienios paliativosdeChemnitz.
(2) Mplanclit. Loe. Theolnr/. p . 157 : <f Matrimonium
non esse institutum ad significandam gratiam (la palabra
gracia se toma aquí pr>r prnlon de los pteados), non est
quod dubitpmus. Quid autem in mentem venit iis, qui
inter signa g ra tis ordinem nnm erarunt? Cum non aliud
sit ordo, quam deligi ex ecclesia eos qui docent e tc .»
282 LA ftUHBÓLiCA.
confirmación fue considerada como la reiteración del
bautismo; y la eucaristía, que no es otra cosa que el sello
del - perdón de los pecados, lúe substituida en lugar de la
extrem o unción;» porque t;n el artículo de la muerte
es cuando el pecado inspira sus mas vivos terro res (1),
La p e n ite n c ia re la qui1 hablaremos en p articu lar, fue
rechazado igualmente. Hollando asi con loa pies la pala,
brn evangélica, negando lo constante Iradkion de lodas
las iglesias 1 contradiciendo hasta el testimonio de los
nestorianos y do los monofisitas, que hacia doce siglos
estaban separados del centro de u n id ad , redujeron los
luteranos á dos el núm ero de los sacram entos; y aun si
conservaron el bautism o y lo cena, se pusieron por esto
en contradicción con bu9 principios.
La doctrina católica e s d e o lra m anera, ¿Q u é es un
verdadero fiel á los ojos de lo Iglesia ? Un cristiano li­
be rt» do del mal y santificado á la vez en su entendi­
miento y en su corazon; es un hom bre que do piensa,
no desea, no vive mas que en Dios. Es necesario pues
un cierlo número de sacram entos q u e, en todo el curso

(2) Melancht. loe. cit. p. 156: «Signum g ra tis cer-


tum est participatio mensae, hoc e st, manducare corpus
Christi et bibere sanguínem. Sic enim ait...... quoties íe-
Ceritis facite in memoriam mei. Id e st: cum facitis, ad*
moneamini Evangelii, seu remÍ9sionis peccatorum .... Est
autem significatio hujus sacra m e n tí, confirmare nos to-
tie s, quoties labascunt conscieutiae, quoties de volnutate
Dei orga nos dubilamus (es decir, siempre que dudamos
que Dios quiere sinceramente perdonar nuestros pecados).
Id cum alias saepe, tum máxime, cum moriendum est,
acciilit......Unctionem arbitror esse eam , de qua Mar-
ci V (...... » ( ¿ Cómo no se acordó del texto de Santiago,
V. IV.)? «Sed ea signa esse tra d ila , u t certo signi ficen t
gratiam non video. » ( Como si Santiago no dijera expre­
samente : x«v áua¡vya< n vítroinyoí, í^té&ra’íTM civr^. *)
{*) 6¡ lia cometido p«ctdu», le «criu y tr
L A 5IM11ÓL1CA. 283
dé su existencia, le manifiesten sin cesar el objeto de
bu peregrinación; son necesarios medios que le com u­
niquen la santa virtud de Dios, para m antener en su
alma la santidad y la justicia. Si por los sentidos está
el hombre inclinado Inicia la tie r r a , abismado en el
mundo in ferio r, el comercio con Jesucristo le une al
mundo de las inteligencias por lazos multiplicado» y
poderosos (1). Desde luego, por el nacimiento terreno

(1) S. Tomás de Aquiiio. Summ.P. iu . q. l x v . art. 1.


p. 296. se propone esta ohjecion: « V¡detur quod non de-
beant esse septem sacram enta. Sacramenta enim effica-
ciam ha be nt ex virtute divina e t ex virtute passionis Chri-
6ti. Sed una est virtus divina et una Christi passio : Una
enim oblatione consumma?vit in sempiternum sanctifica-
tos. » A esto entre otras cosas responde nuestro autor:
«Dicendum qiiod sacram enta ecclesiíB ordinantur ad dúo
scilicet ad perficiendum hominem in his,, quee pertiiient
ad cultum Dei secnndum religionem christianae vitae, et
eliam in remedium contra defectum peccati. Utroque autem
modo convenienter ponim tur septem sacram enta. Vita
enim spirítualis conformitatem aliquam habet ad vitam
corporalem, sicut et esetera corpuralia conformitatem
qnamdam spiritualium habent. In vita autem corporali du-
pliciter alíquia perficitur. Uno modo quantum ad perso-
nam propriam, alio modo per respectum ad lotam commu-
nitalem societatis, in qua vivit: quia homo naturaliter
est animal sociale. Respectu anlem sui ¡psius perficitur
homo in vita corporali dupliciter. Uno modo per se ad -
quirendo scilicet aliquam \itse perfectionem : alio modo
per accidens, scilicet removendo impedimenta vitae, puta
segritudines vel aliquid hujiismndi. Per se autem perfici-
tur corporalis vita tripliciter. Primo quiden per genera-
tionem , per quam homo incipit esse et vivere. F.l loco
hujus in spirituali vita est baptismii9, qui est spirítualis
regeneratio: secundum illad ad Titum m . Secundo \ per
augm entum , quo aliquis perducitur ad perfectam quanti-
talem e t virtutem. E tlo co hujus in spirituali vita est con-
281 LA SIM BÓLICA.
íomos como arrojados en medio de la gran familia del
género humano ; despues con los años nuestras relacio­
nes sociales van precisándose mas y m as; el gérmen que
humos recibido con la luz se acrecienta ,1 desarrolla y
fortifica. Sin em bargo las le} es de este mundo echan en
derredor del hombre unas cadenas coda vez mas apre-

firm atio, in qna datur sanctilaa ad robnr. Unde dicilnr


discipulís jam baptizatis, Luc. nU. : Stdete in cit:ilat«
quoadusque imhianv'ni virfute ex alio. Tertio per nutri-
(ionern, qua conservatur in homine vita et virtU9. E t lo­
co hujus in spirituali \rta est Eucharistia , linde dicitiu
Joannes, v i,: N iii manducabcrtiis carnem fili hominis tí
biberitis ejus nanguinem, nnn fiabebilis vitam in vobis. Et
hoc quidem sufficeret homini, si hnheret ct corporaliler et
spiritualiter impassihilem vitam. Sed quia homo incurrit
inlerdum et corporalem infirmitatem et spiritnolem , sci-
licet peccatum , ideo necessarin est homirti cura lio ab in-
firmitato, quae quidem est dúplex, una quidem est sana-
tio , qua) sanitatem reslituit. E t loco hujus in spirituali
vita est penitencia, .secundum illud Psalmi: Sana animam
m eam , quia peccaci tibi. Alia antem est restitulio valelu-
dinis pristiiia» per convenientem diaetnm et exereicium.
Et loco hujus in spiritunli vita est extrema nnctio , qua
remnvet peccatorum reliquias et homincm par.itiim redJit
ad finalem gloriam, linde dicitur 3¡ic. v. P erfirilnr autem
homo ¡11 ordine ad totam com m imita tem duplicitcr. Uno
modo per hoc: quod accipit potestatem regendi multilu-
dinem seu exercendi actus públicos. E t loco hujus in spi-
rituali vita est sar.ramentnm ordinis. secundum illud Hebr.
v il., quod sacerdotes hostias offerunt non tantum pro se,
sed etiam pro populo. Secundo quantum ad naturalem
propngationem : quod fit per matrimonium tam in cor­
p o ra l qnnm in spiritunli vita, ex eo quod non solum est
sacram entum , sed naturas officium. Ex his etiam patet
Bacratnentomm n u m e ru s, secundum quod ordinantur
contra defectuni peccati. Mam baptismus ordinatur con­
tra carentiam vitro sp iritu alis: confirmatio contra infir-
mitatem a ni m i , qu® in nuper natis invenitur : E uchañs-
LA SIM BÓLICA. 285'
todas, enlazándole con una fuerza que Be aum enta de
dia en dia. Aliándose á un ser de su especie, contrae
el lazo mas íntimo -y solemne; lazo de am or y lanío
mas libre cuanto que e*tá necesitado de una manera mas
rmsteiiosa. Por esta alianza, su obliga á proveer á la
condenación del género hum ano; y se constituye miem­
bro de esta gran familia que se Huma Eblodo.
Y no solamente nos hace conocer este mundo su
imperio en Inl período de nuestra existen cia; sino que
tiene leyes que nos encadenan al través de toda nuestra
peregrinación: asi la conservación personal forma el
centro do lodos lo* esfuerzos tem porales. Mas en vano
procuráis recoger nuevas fuerzas; en vano q u e rría »
prolongar vuestra existencia iudcTuiiilamentr. i A y J El
gérmen de m uerte echado en el seno del hombre desde
su nacim iento, ha m architado la (lor de la vida; anun­
cia su presencia al jó ven vigoroso, se d esarro lla, Fe for­
tifica cón nuestro ser y bien pronto alcanza la viclori?.
Asi se pasa la vid.t terrena bajo mil formas diferentes,
y despues de algunos días pasados en poca alegría, y
muchas lágrim as, en corlos placeres y largo9 dolores, la
m uerte, la inexhorable m uerte viene ¿ detener al hom ­
bre en-su c a rre ra : salido del polvo, vuelve a él.
Uniendo el cielo y la tierra,, el tiempo y la etern i­
dad , la iglesia une á este orden inferior otro mas cío-
vado y perfecto, el reino de las inteligencias. Los sa­
cramentos r signos sim bólicos, nos aproxim an al m un­
do su p e rio r, al mismo tiem po que nos comunican sus
virtudes.
El hombre ha r á b i d o un prim er nacimiento para
la tie rra , debe recibir el segundo para el cielo; si aquí
abajo tiene semejantes y prójim os, debe tener una víc­
tima, un coúsotador, un padre en la mansión eterna.
Cuando ha llegado á este momento de su existencia
Ha contra labilitatem animi ad pecandum: pccnitentiacon­
tra actúale peccatuin, poat baptismum commissum, etc.*
286 l a s im b ó l ic a .

e n q u e le rodean todas s u e rte s de p elig ro s, en q u e se le


p re se n ta n de todas p a rte s enem igos e n c a rn iz a d o s.e l E s.
p ír itu d e lo a lto fortifica bu esp íritu p ara ayudarle á
Com batir con valor.
L a alianza con y u g al, tan propia á retener al hom­
bre en la vida terrena , llega & ser una sociedad sagra-
d a , un nudo indisoluble en tre los inteligencias; y la
sensualidad q u e , abandonada fi sí m ism a, rechaza toda
unión durad era , está sometida al espíritu en Jesucris­
to. Si por el m atrim onio contrae el hombre relaciones
mas Intimas con el estado tem p o ral, existe también un
acto simbólico que santifica este lazo de los fieles, que
les da á todos el derecho de considerarse como miem­
bros del reino de Dios 6obre la tierra.
Según que es necesario el m atrim onio, no sola­
m ente para la conservación del estado, sino que tam ­
bién para la propagación de toda la vida inferior, el
órden es el fundam ento de la vida religiosa y la condi­
cion de la sociedad celestial aquí abajo.
Al lado de alimentos m ortales, el pan del cielo es
ofrecido constantem ente al cristiano; de suerte que la
mesa del Señor forma el centro del servicio d iv in o y
de la vida su p e rio r, lo mismo que la mesa del padre
de fam ilia forma el centro del Bervicio de la tie rra y
de la vida civil,
Cuando la vida corporal está í punto de agotarse;
cuando su enemigo ha llevado sus estragos á los órga­
n o s, la extrem a-unción entonces comunica al fiel fuer­
za y v irtu d , le recuerda que el ^pm bre verdadero ei
salvado por el autor de la vida.
E n cuanto al rito celestial que reconcilia al peca­
dor arrepentido, no se le puede considerar como un
acto normal de ta vida e sp iritu a l; pues de o tra manera
seria necesario decir que la caída era n ecesaria, por
consecuencia que no constituye pecado alguno. Sin em­
bargo, Dios en su infinita misericordia ha instituido
LA SIM BÓLICA» 287
este medio extraordinario de sa lu d ; de suerte que el
número de los sacramento» se elevo á siete.
Asi el reino universal penetra loa reinos limitados
de este m undo: asi la vida religiosa fecunda por su es-
pirita la vida terrena y civil.
Los protestantes no reconocen m as que dos sacra­
mentos , y dicen que por todo efecto perdonan los peca­
dos en un corazón adherido al pecado,

§. X X X .

CeDBftupocÍí » ollcriorf» de Id iloclrlna primitiva de Lulero tn óiáen i


loi farranienlot.

Q u e , según la doctrina p ro te sta n te • deba recha-


líirse el bautismo de los n iños, no adm ite la menor di­
ficultad. Si los sacram entos no tienen en si mismos vir­
tud a lg u n a ; si no llevan frutos mas que por lo confian­
za,. ¿de qué utilidad pueden ser al niño privado de
razón? Lo» anabaptistas no hicieron mas que sacar las
consecuencias de los principios establecidos por Lutero;
y en Yano el doctor se dirigió contra ellos desmesurada*
m ente : no podia combatirlos con ventaja mas que aban­
donando sus propios principios. .
Es claro igualm ente que en esta misma doctrina el
dogma de la presencia real esté destituido de lodo fun­
dam ento, desprovisto de toda significación. Si no adm i­
tís en la cena mas que el perdón de los pecados, desde
entonces no es ya necesario que Cristo resida sobre
nuestros altares: desde entonces el simple pan y el 6¡m-
ple vino pueden producir todo el efecto del sacram en­
to. Lo mismo que en las prim eras edades del mundo no
era necesario que estuviese Dios personalmente en el
arco-iris para asegurar ¿ los habitantes de la tierra q u e
no perecerían ya por o tro diluvio, de la misma m ane­
ra e» inútil que el Salvador esté realm ente presente en
288 LA SIM BÓLICA.

Ib Eucaristía para -asegurar al fiel del perdón de sus


pecados- Esta conexión lógica no se obscureció á A n­
drés Carlostadio , y bien pronto empleó contra la pre­
sencia retíI las nrmus forjídas por Lulero. Mas ¿cómo
ha podido Plank poner en duda esta filiación de ideas
cunndo él mi*mo deduce las mismas consecuencias de
la doctrina del reform ador (I)?
Aumiue asi sen , tenemos ahora la llave de este pa-.
saje de L u le ro : « Hace yo cinco ¡iños ,q u e tengo las
«mismas iileas que Carlosladio , y las hubiera expuesto
ncon gusto á la luz pública para dar una bofeladu al
«papism o; mas la clara palabra del Evangelio m etía
«impedido hacerlo.» Asi loa principios de Lulero lo
condujeron directam ente á negar la presencia real; y
este dogma que él m iraba como fundado sobre la Escri­
tu ra , no hallaba lógica m ilite algún lugar en su sistema.
Por otro lado decía este doctor que las columnas
dé la iglesia h.ibinn sido conm ovidas, que hubia caído
en errores fundamentales. Pues es-ta creencia debía
conducirle poderosamente á rechazar el punto de doc­
trin a de que se tra ta ; porque ¿ n o es un absurdo ense­
ñar por una parle que Jesucristo eslá presente en su
iglesia , y por otra que está abandonada en la vía déla
m e n tira ?
No se puede pues poner en duda que loa errores de
los reform adores suizos, respecto á la E ucaristía, en­
contraron su origen en la doctrina de Lulero y de Me-
lanchthon sobre los sacramentos en general(*). Lasconse-

(1) P la n k , Geschichte d tr Esitstehung etc. vol. u.


p. 215 y siguientes.
(*) En la obra titulada Bilibald Pirliheim en
Schweizerkrieg [Guerra de los suizo s), K. Munch refiere
una carta de Pirkhetmer á M elanchthon, que confirma
el sentir de nuestro autor. Dfcese en ella en sustancia,
pues no se puede traducir este fárrago, que Lutero hu­
biera negado la presencia real t i no te hubiste encarniza-
LA SIM BÓLICA. 289
cuencin* que el gefc de los sectarios estaba tan dispuesto
¿ sacar de sus principiost se presentan también como á
¿I, á otro cualquiera. Observamos también desde el prin­
cipio de la reforma una indiferencia común hácía lós
Micramcnto?; y muchos, tal com oCarlosladioy Schvvenk-
feld, avanzaron hasta negarlos de una manera formal. Ya
mas de una vez Lotero y Melanchlhon habían dicho que
el hombre firme en la fe, en las promesas djvinas no tie ­
ne necesidad de estos medios de salvación (I). Los sacra­
mentos, segun esto, nó son necesarios sino en cuanto
ton la prenda del perdón de los pecados. Mas bien pron­
to Carlostadio hizo esta observación: «El que tiene la
»memoria del Salvador, tiene la paz con Diw por el
«Salvador: si Cristo es nuestra paz y nuestra seguridad,

do en r e f u t a r á Carlostadio. E s conocida la envidia de


L ulero contra Zuinglio. E serib ió á los de Strasburgo, di­
ce B o ssu e t , que se atrevía á gloriarse de haber predica­
do e£ primero á Jesucristo', pero que Zuinglio quería qui~
larle esta gloria. ¿Es e¡ medio, continua , callarse mien­
tras que estas gentes turban nuestras iglesias y atacan
nuestra autoridad ? S i no quieren debilitar fa suya , tam ­
poco deben debilitar ta nuestra. Para conclusión declara
que no hay medio, y que elfos ó él non un os ministros de
Satanás. H istoria de las variacion es, lili. 11 . 2 9 .
* (N.D.T.r.)
(1) Melanchthon. Loe. theolog. p. t V 2 : «S ine si^no
restituí Ezecliias p o t u i t , si nudae promissioni credrre
voluisset: \e l sine signo Gedeon victurus c r a t , si e n di-
disset. Ita sine signo justifican {toles , motlo credas.»
Luthcr. de eapiivit. Babylon. loe. cit. fol. 280 : '<Ñeque
enim Deus aliter enm liominilm* egit íiut a g i t , qunin ver­
bo promissionis. Rursus nec nos cum Reo unquam aliler
agere possunuis, qnam Pide in verbum promissionis ejus.
Opera ille nihil c u r a l , nec eis indiget quibus potius erga
liomines et cum hormnihus ei nobis ipsis agimus.» Fol.
286. b . : «Qui eis credit is iinplet ea , eliamsijiiliil opt;-
retu r.»
I?. C. — T. V I. U>
290 LA SIMBÓLICA..

»¿ cómo unas-cosas criadas 7 $¡11 almo podrían darnos la


»paz y seguridad ( 1 ) ? j»
Cuando oyó L u lero sus propias ideos en boca de
o tro s, entonces, solam ente entonces las encontró peli­
grosas y llenas de veneno. Ku su gran catecismo no
dejó escapar palabra alguna que se encaminase á debi­
litar la necesidad de I09 sacram entos; todo al contrario
exaltó su virjud y eficacia (2).

§, X X X I.
D oclrin t Je Zutnglio ^ de Cnlvino «obro lo# • ic r tm c riíu .

Prosiguiendo el camino tro tad o por L atero y Me-


lanchtlion , Zuinglio 6c formó las roas pobres y limita­
das idea?. No \ió en los sacram entos mas que unas ce­
remonias por las que el fiel se manifiesta miembro rio
la iglesia y discípulo de Jesucristo. P o r consecuencia
aprueba la doctrina ensenada por los luteranos que ni
nada contribuyen á Ea justificación; mas cuando los
proclam aron el testimonio de la amistad celestial, ca­
yeron en un erro r bien deplorable, dice; porque no
existe la fe que tiene necesidad de semejantes c o p í e ­
los. Recibiendo los sacram entos el fiel, continúa, mas
bien prueba que toda la iglesia está mas cierta de la fe
que él mismo (3). Hollando con los pies la c e d rin a de

(1) Véanse muchos pasajes en la obra de Carlosladio


ya citada : (iesckichte d e r E n tsle h u n y e tc., ^ol, II, p. 218
y siauicntes.
(i) Catech. Maj. p. 510 et seq.
(3) D t ve ra el falsa rclíg. r o m m . Opp. toril. II- fo­
lios 197. 1W). Zuinulii.) concluyó asi: «Sunt ergo sacra­
menta sigua vel cerem onia;, pace tameir oninium dicam
sive neotericornm sive veternm , quílms se homo ecclesi®
probat aut candidatu-in , ant mililem esse C hristi, reü-
diintque geelesiam totam potius eertiorem de toa íiile.
quam te. Si enim lides tua non aliter fuerit absoluta,
I.A SIM BÓLICA. 201
la E sc ritu ra , trastornando el testimonio de todos los
piglofl cristianos, ya L ulero y M elanchlhon no habían
hecho de los garrámenlo» nta« que los «¡anos de la n u e ­
va alianza; mas el reform ador de Znrich añadió qua
no son mas que unos ritos puram ente e ste rto re s, p ro ­
pios cuando ma* ó estrechar la unión e n tre los hom ­
bres. ¿Q uién podría, según e9ta doctrina, dar un sen­
tido ¿ estas polainas de Jesucristo: E l que creyese y
fuere bautizado, será salvo? ¡Y qué dignifica el pasaje
de san Pablo en el que llama al bautismo el baño de la
regeneración obrada por el Espíritu Santo!

quam ut signo ceremoniali ad conlirmationcm egeat, Ci­


des non est.» De pe ccato original i deelarat. i. c. fol. 122:
kSigna igilur nihil quam eslernos res sunt, quibus nihil
in couscientia efGcitur. Fidos autem sola cst qua bea-
nuir...... Symbola igitur sunt interna ¡sta rcrum spiri-
lualium et ipsa minime sunt sp iritualia, nec quidquam
spírituale in nobis pevficiunt: sed sunt eorum , qui api -
rituales s u n t, quasi tesserae.» Se espresa en términos me­
nos violentos en la obra Fidei ecelesias líete expositio loe.
cit. p. 551: «Docemus ergo sacram enta coli debere, y e-
lnt res sacras, ut qure res sacratissimas significenl, larn
eas, qua; gestffi su n t, lam c a s , quas nos apere et expri-
mere debemus. U t baptismus signifieat e t Christum nos
sanguino suo abluisse, et quod nos illum, ut Paulus rlo-
f e t, induere d eb e m u s, hoc e s t , ad ejus formulam vive-
r e , tic eucharistia quoque sipnificat cuín omnia, qu;c
nobis divina liberalízate per Christum donata s u n t, ttun
i]iiod grati debemus ea chá nta te fraLrcs amplecti; qua
Cliristus nos suscepit, curabit ac beatos rertdiilit.» Según
estas últimas palabras, los sacramentos no han sido ins­
tituidos solamente para la iglesia, sino que tienen aun
alguna.relacion con el fiel. También la obra que citamos
es el canto del c is n e , segun se expresa Bulliriger en el
prcfacio de este mismo e s c rito , p. 550 : «^íescio quid
cygneum vicina morte cantavit. » ¡Carito sublime en ver­
dad! Sin em bargo, leemos un pasaje semejant-e ya en el
libro <lt V tra «t falsa religione, p. 108.
292 LA SIM BÓLICA.
Pero nada mas notable que las vacilaciones de nues­
tro a u to r, que su incerlidum brc en la Te. Abordando la
m ateria de los sacram entos, pide perdón ti se aproxi­
ma demasiado ñ los sentim ientos de I09 demos; á ex .
cepcion de Em ser y de E c k , (olera, para s i, todas las
doctrinas y cuenta tam bién con la indulgencia del
lector (1).
jQ ué! ¿Se tra ta de opiniones hum anas y dudosos?
¿E s la iglesia una institución tan defectuosa que nó
sabe ni puede caber lo que practica todos los dias, lo
que debe p racticar por orden de Jesucristo, hasla la
consumación de los siglos? Mas desde que se abandonó
el arca de la verdad , la roca inam ovible. desde enton­
ces todo fue conmovido hasta en los Fundamentos, todo
fue entregado á los caprichos de la razón hum ana.
En cuanto á la doctrina de Calvino es en un todo
opuesta á la de Zuinglio, y solo se separa de los sím­
bolos luteranos en un articulo. Al principio Calvino
eleva mucho la dignidad de los sacram entos, reco­
mienda su frecuente uso (2); mas bien pronto se pone

(1] De v e r a et falsa relig. 1. i. p. 1 97.


(2) Calvin. I n s t i t u í . 1. iv. §. 3. fol. 471: «Ut exigua
ést et imbeúilla nostra fídes, ntsi undlqne fulcialur, ac
modis ómnibus su sten te lu r, siatim concutHur, flurtua-
t u r , vaicillat, ndeoque labascit. Atque ita quidem liic se
eaptui nostro pro im m ensa sua indulgcntia atem perat mi-
sericors D ominus, ut qiiando animales sum n s, qui liumi
spmpcr adrepentes, ct in carne liiercntes nihil spirituale
cogit;jiikiis, ac ne concipimus q u id e m , e k m e n tis etiam
istis lerreniá nos ad se deduerre non gravetur atqne in
carne proponere spiritualium bonurum speculum etc.»
B ' e h ' r l . i. c. x ix . p: 63: «Pranlicntíoni verbi sui a'djunxit
Deus mox ab mitio, in ccclesia s n a t sacramenta v d sig­
na sacramentaba. ftmit autein sacramenta svmbola w y-
stie a , vel rihis sanoti ant sacraí acliones, K í)eo ipso in­
s t i t u t o , constantes verbo sa o , si^nis, et rebus siguifi-
LA SIM BÓ LICA . 203
en op&icion formal yo con los católicos ya con lo» lu ­
teranos. Separa la virtud santificante del signo ex te­
rio r, no quiere que la gracia esté unida á la sustancia
m aterial; dice también que lo .que; cada lid está obli­
gado á recibir no es el alimento divino sino el t e r ­
reno (1).
¿Q uién no ve ademas la necesidad de c?ta doctrina
en el sistemo de Calvino? Porque si la gracia sulo es
dada ¿ los elegidos, claro es que no puede estar unida
á un signo sensible (2).
■ •
cotia, qbibus in ecclesia sumnia sua beneGcia, liomini
exhibita, retinet in memoria, et subinde renovat, qui-
bus ítem promissiones suas obsignat, ct quae ipse nolis
interius p re s ta t, exturius representa! ac veluli oculis con­
templando subjicit, adeoque Gdem nostram , spiritu Dei
in cordíbus nostris operante, rofcorat et auget; quibus
denique nos ab ómnibus aliis populis et religionibus se-
p a ra t, sibique soli consecrat et obligat, et quid h noliia
req u irat, signifícate
(1) Loe. cit. §. 9. fol. k’tK'. «Caeterum muñere suo
tune rite demum perfunguntur (sacramenta) ubi interior
Ule magistér spiritus aceeserit: cujus unius virtnte et
corda pen elran tu r, et affectus perm oventur, et sacra-
mentis in animas no9tras aditus patet. Si desit illc, niliil
sacramenta plus prestare mentibus nostris possunt, qnarn
g¡ vel solis splendor cajcis oculis affulgeat, vcl surdís a u -
ribus vox insonet. Itaque sic inter spiritum sacramente­
que p a rtio r,.u t penes illum agendi virtus resideat, his
ministerium dumlaxat relin q u a tu r; idque sine spiritus
actione manet frivolum, illo vero intus agente, vimque
suam e ie rc e n te , multie energía} refertum.»
(2) Loe. cit. § . 17. fol. 177: «Spiritus sanotus (quem
non ómnibus promiscué sacramenta adeehunt sed quem pe-
culiariUr ¿ais conferí) is estq u i Dei gratias secum affert,
qui dat sacramentis in nobis Locum, qui efficit ut fru-
ctificent. > Estas palabras contienen el verdadero funda­
mento de la contrariedad eutre la doctrina de Calvino y
291 LA SIMBÓLICA.
Por otra p a rte , Dios obra necesariam ente, ¿Tice rj
reform ador; luego un réprobo podría pusar al núm ero
de los elegidos, si bajo un pan m aterial se le presentase
un alimento divino. P o r consecuencia el réprobo en el
b'Utismo no es lavado rana que de una m anera pura­
mente e x te rio r, y no recibe en la cena mas qu»; pan y
v in o ; doctrina que parece haber sido enseñada también
por G oltsclialck, famoso prcdestiuuciano del siglo mi-
veno.
En fin et reform ador de Ginebra no admito mas
que dos sacram entos (I). .

S. X X X II.

Drl fcnulinno y «1» la ptnitracíi.

Después de huber expuesto- los contrariedades so­


bre los sacramentos en g e n e ra l, hablaremos aho­
ra de los sacram entos en p a rtic u la r, comentando por
el bautismo. Describiendo los efectos del baño tic tu
regeneración es como se alejan los símbolos unos de

la de la iglesia. Despues vuelve la cosa como si los ca­


tólicos separasen la gracia de su origen prim itivo, como
si enseñasen que los sacramentos la confieren por sí
mismos: «Tantum hic qiiferitnr, propriane et intrínseca
(ut loqnuntur) virtute operetur Deus, an externis sviu-
bolis su as resignet vices. Nos vero contendimos., qua>-
cumque adhiheat organa primaria! ejus operatione luliil
decedere.» Y en se g u id a : « ln te rim illud tollitur figmcMi-
tu m , qno justificationis causa virtusqqe Spiritus saneli
elemenlis ceu vascnlis ac plaustris in c lu d itu r .»
(1) Loe. cit. §. 19. fol. 478: «Sacramenta dúo insti­
tuía , quibus mine cliristiana Ecclesia u titu r, baplismus
et cama Domini.» Se puede consultar sobre esto : i. I M -
r;eí. e. x ix ; A uy. art. 2 5 ; Gall. art. 35. p. 1123; Iltlg.
art. 3* y 35 p. 192 y siguen toa.
LA SIM BÓLICA.
otro» ; y se ve aun en esta m ateria la inílucnciu de las
diferenltíR doctrinas sobre la justificación.
Seguu los católicos el bautismo ( 1 ) no solamente dcs-r
tr u je el pecado en sus mices; Vino que también hace al
cristiano miembro del cuerpo de Je su c risto ; le despoja
del viejo hombre 5 le reviste de una vida toda nueva.
Según los p ro testan tes, ni contrario, los efectos de
este sacramento:.se limitan al perdón de los pecados.
Por la fe que precede al bautism o, dicen, los ndullos
llegan á la justificación; mas el sacrám enlo, comlmicán-
douos los méritos de Je su c risto , sella y confirma la fe.
Tál.es la idea que dan los símbolos luteranos del b au ­
tism o, idea infinitam ente inas profunda, mas conforme
ú lo E scritura que la que dió Lutero al principio d é la
reforma. O bservem os, sin em bargo, que el muí he redi -
*torio subsiste. en el hom bre bautizado; doctrina que no
necesita de mayores explicaciones.
En cuanto A los símbolos reform ados, elevan ¿
mucha altu ra la y¡da nueva conferida por el b a u tis­
m o, y exceden en elogios á las confesiones de fe lu te ­
ranas ( 2 ).
( 1 ) El Concillo de T re n to , sesión vi , supone un adul­
to que es introducido en la iglesia por el bautism o; y cu
efecto, bajo este punto de vista es como se puede explicar
mejor este sacramento.
(2) Catechism. M aj. P. w . § . 9. 1 2 «Sola Pides per-
6onam dignam fácil, ut hanc salutarem et divinam aquam
utiliter suscipiat.» §. t i . p. 5 i : «Quapropter qúivis
ehristianus per omnein \ i tara &uam abunde satis habet,
ut baptismum recte perdiscat atque exerceat. Sat eniui
habet negotii , ut credat firmiter , quaJcumquc baptismo
prom ittuntur et offeruntur , victoriain Jiempe mortis ac
diaboli; remissionem peccatorntn, gratiam Dei, Christum
cum ómnibus suisoperibus (suspadecimientos, su m uer­
te etc.) et Spirilum Sanctum cum ómnibus suis dotUxi*
(c6to es falso. Véase i. Cor. 12).») Para tener alguna cosa
que decir contra lo» calójieus, los artículos de Sm a i-
296 LA SIM BOLICA.

Queriendo im prim ir en los ánimos la altu idea que


tiene de este sacramento , en el segundo siglo ya la
iglesia rodeó la administración del bautismo de un gran
número de nociones simbólicas. A unque no se Irala
ahora dé las figuras accesorias <le la doctrina, sino de la
doctrina m ism a, séanos perm itido sin em bargo decir
una palabra de las ceremonias del bautismo , porque
por este medio penetrarem os mas adelante aun en la
enseñanza católica» y veremos d erram arse una gran luz
sobre los otros sacramentos.
Asi como en otro tiempo sanó el Señor la sordera
corporal con una mezcla de saliva y de polvo, asi ta m ­
bién en el bautismo la misma mezcla significa que los
ói ganos espirituales son abiertos á los misterios del reí
lio de los cielos. Gl cirio encendido representa la lu z .
divina que esclarece la inteligencia, y cambia las tinie­
blas del pecado en una claridad celestial. La sal figura
le sabiduría que liberta de la locura del siglo; lo unción
con el aceite simboliza el nuevo sacerdote, porque todos
los cristianos son sacerdotes en el sentido espiritual de
la palab ra: entrando en unión con Jesucristo el hombre
penetra hasta en el interior del santuario. E n Gn la tú ­
nica blanca m uestra al fiel purificado de toda m incha;
le advierte de conservar hasta la venida del Señor la
inocencia recobrada eri la sangre del Cordero. Asi eslá
el bautismo rodpado de u q ü m ultitud de imágenes , de

h a ld a , p. m . c. 5. § . 1. confunden las opiniones ríe los


escolásticos con la doctrina déla iglesia. H e lv e t. i. cap. xx.
p. 7 i: «Nascimur entm om nes in peccatorurn sordibus,
e t sum us íllii irse. Deu9 a u te m , qui dives est m isericor­
dia , purgat nos á peccatis gratuite , p er sangnm em íilii
su i7 e t in hoc adoptat nos in (ilios, adeoque feedere sancto
nos sibi co n n ectit, e t variis donis d i t a t , ut possimus no-
vam vivere vitam . O bsignantur hice om nia baptismo.
Nam in tu s regeneram ur , purificarm ir, et renovainur k
lino per Spiritum sauctum , etc.»
LA SIM UÓI.ICA. 297
símfjolos diversos , expresando todos la misma ¡den , á
sab er: el cambio duradero obrado en el h o m b re « et
principio de la vida nueva que no debe concluir mas
.que con la m uerte. E sta es una de las raiones por que no
se puede re ite ra r este sacram ento.
Recibiendo el bautismo prom ete el fiel á la iglesia
no recaer ea fulla alguna grave, y hacer constantemente
nuevos progreso» en la virtud. Sin em b arg o , si tiene la
desgracia de com eter un pecado m ortal, al momento los
tinieblas, la locura del m u n d t, la vida profana vuehrert
á en trar en su ánimo; desde entonces su s relaciones con
Dios Bon interru m p id as: ha perdido la gracia del bau­
tismo. Luego si el pecador quiere volver al autor de su
ser, es necesario que se aproxim e é él por otro sacra­
m ento, y este será la penitencia. Este santo m isterio,
adem as, no es solamente para los que han perdido la
gracia santificante; trae i todos los fíeles numerosos be­
neficios; repren d o , consuela, esclarece y produce loda9
las virtudes.
De o tra manera acontece en la doctrina de los lu ­
teranos y aun en la de los reformados. Coma á los
ojos de los protestantes el espíritu divino no puede des­
tru ir el pecado en In regeneración; como subsiste el mal
hereditario aun en el hom bre justificado, las relaciones
del fiel con Cristo se presentan bajo otro punto de vista;
y sus pecados, aun los m o rtales, no apareeen ya como
destruyendo la gracia del bautismo, por consiguiente ni
la unión con el Salvador. Por otro lado , según el nuevo
Evangelio, todos los pecados son las formas particulares
del pecado primordial i y hemos oído que el hombre
estíi pasivo en su restauración. ¿ Q u é se sigue pues de
esta doctrina ? Que no solamonte el bautismo perdona
los pecados pasados, sino que es aun la prenda del p e r­
dón de todos los que se com etan en lo venidero (1). Lue-

(1) Lulero , Auslegung des Briefes an die Gal. en el


2 Í> 8 LA SIM BÓLICA.

go el bautismo es una absolución general; ¿ cada p eca­


do basta aplicarla de nuevo por la fé. Asi es como loa
protestantes atribuyen al bautismo los efoctos de la pe­
nitencia; diremos mejor, asi escomo borran la penitencia,
del núm ero de los sacram entos ( 1 ).
Tampoco puede Lutero perdonar A son Gerónimo
haber llamado á la penitencia la segunda tabla de salva­
ción: porque la prim era que es el bautism o, no purde
perderse, dice nuestro do cto r, en tanto que el hombre
aterrado por bus pecados fu elv a á las promesas de esto

lugar citado, p. 6 8 : «Decimos que el verdadero cristiaao


no es el que no tiene ni siente pecado alguno , sino
aquel á quien "Dios nuestro señor , á causa dé la fé en Je­
sucristo, no imputa los pecados que tiene y siente. Esta
doctrina da á las pobres conciencias fuertes y duraderos
consuelos, cuando la idea de los juicios de Dios las colo­
ca en el espanto.... Luego el que es cristiano como se
debe s e r, está enteram ente y para siempre libre de toda
ley; no está sometido á ninguna, ya sea interior ó ex­
terior.»
Asi al que tiene fé nada puede conducirle 4 la per­
dición.
(1 ) Melanehthon dice algunas veces que la penitencia
es un sacramento. Veremos después la explicación de este
fenómeno. A polog. Art. iv : «ln ecclesiis nostris s<npe in
nnno utuntur sacro m en ti s, abtolutionc et cocna Domini.»
Art. v. «Absolntio proprie dici potest sacram cntum pee-
iiitentiae, u t etiam scolastici theotogi eruditiores (?) lo-
quuntur.» Art, v u : «Veré igitur suut sacram enta: bap-
tism us, cmna Dom ini, absolutin , qum est sacramentmn
prcnitenlúc.» En la tercera edición de los Lugares icolv-
gico$ , 154-5, leemos : «Cum autem vocabulum sacrammi-
ti de ceremoniis intelligitur institutis in prserlicationa
Christi, num erantur ha&c sacram enta: baptism us, crana
D om ini, absolutio.» Consúltese la obra intitulada Ar~
queologia cri$lianat por Augusto; v o l.ix , p. 28 y si­
guientes.
L A 8IJÜ U Ú LIC.A . S>99
sacramento. Según los católicos, el baño de la regene­
ración debe al través de toda nuestra peregrinación,
hacernos puros y aanto9 ¿ loe ojos do D ios; según L u ­
lero» debe consolar al hombre en todos sus pecados. Si
los reformadores hubieran atribuido á las aguas <l< l
bautismo la virtud de p u riG caral crey en te; si ademas
hubiesen hecho de la santidad y justicia una unidad in ­
disoluble, hubieran visto que la gracia del bautismo
puede perderse por un pecado m o rta l; y desde entonces
hubieran colocado Id penitencia en el núm ero de su*
sacramentos. Mas no es tal la doctrina proclamad;! en
la nuera iglesia (1): la justificación es el perdón de los
(1) Melanchth. Loe. theolog. p. 145 : «Usus vero sig—
ni (baptismi) hic est testari, qood per mortem tronseas
ad vítam , l i s t a n , quod mortilicatio carnis t u s salntaris
est.» Humos visto ya la idea que Melanchthon da de las
palabras vivificación y mortificación; las palabras siguien­
tes expresan todavía la misma doctrina: «Terrent peccala,
terret mora, terrent itlia mundi mala: confidc, quia
ía accepisti misericordia? erga t e , futurum u t sal veris,
quomodocumque opugneris h portis inferorum. Sic vides,
et signilicatum baptismi et siguí usnm durare in sanctis per
oranem vitam.» p, 146, «Idem bnptisnii usus est in niodiíi-
catione. Monet conaeientiam remissionis peccatoruni, et
certam redit de gratia Dei. Adeoque efíicit ut ne despere-
mus in mortificatione. Proinde qunntisper durat m orti-
ficatio, íantieper itipii usus est. Non absolvitur autem
mortilicatio , dum vetus Adnm prorsus extintus fuerit.»
p. 149: (i E st enim puenitontia vetti9tatis no str* m ortifi-
catio et renovatio spiritus: sacramentum ejus velsignum,
non aliad nisi baptismus est. » p. 150: «SicritEvangeliiiin
non amisimus alicubi lapsi, ita nec Evangeli j-p-aritfabap-
lismum. Certum est autem , Evangelium non semel tan-
tiim , sed Iterum ad iterum rem itiere p e c c a t u m . Quare
non mi misad sccundam condonationem, quam ad primain
baptismns pertínet.n Todos estos pasajes están tomados
del escrito de Lotero de captivitaie Babvlon. Opp. toin.
ii. fol. 287. b.
300 LA SIM BÓLICA.

pecados; el bautism o, el sello de este mismo perdón: los


efectos del sacram ento subsisten hasta la m uerte.
Las partes de la penitencia eslan tam bién descritas
m uy de diverso modo por Iob diferentes símbolos. Los
luteranos dicen: La contrición y la fe constituyen el
acto de la penitencia. El pecador tiembla á la vista de
los juicios de Dios, su conciencia eslft sumida en el es­
panto: hé aqui la contrición. Mas bien pronto la fe
como órgano viene 6 disipar estos tem ores; la confianza
germina en el corazon; la paz y la serenidad suceden é
la turbación y á las angustias: entonces la penitencia
está consumada. Asi la absolución no es mas que la sim­
ple declaración de que los pecados están perdonados ( 1 ).
Los reformados no adm iten mas que dos partes en la
penitencia. Sin em b arg o , la idea un poco mgs profunda
que se habían formado de la justificación, les hizo cam-
biur en algo la doctrina de los luteranos ( 2 ).

$. X X X III.

Continuarían. Doctrina sobre 1» penitencia.

Los católicos elevan, contra la nueva doctrina sobre



(1) Confets. A ugutt. Art. xii: Constat aulcm poeniten-
tia proprie his duabus p artibus, altera est con tr itio , seu
terrores incussi con 9cient¡» agnitopeccato. Altera est Fules
quw concipitur ex Evangelio seu absolutione; et credit
propter Christum rem itti peccata, ct consolatur conscien-
tiam et ex terroribus liberat. »
(2 ) Calvin. Institut. l . m . c. 3 ri. § . 8 . La denomina­
ción luterana de las d o 9 partes de la penitencia está aquí
reemplazada por las palabras vivifica tío e t mortifi-calio.
Mas debemos observarlo bien , por estas dos expresiones
quiere decir Calvino que el fiel se despoja del hombre vie­
jo y se reviste del nuevo: entiende por consiguiente otra
cosa que la contrición y la fe de los luteranos. Cuando
Augusti dice [Arqueología critliana, toin. ix. p. ,25) que
LA SIM BÓ LICA . 301
la penitencia, las mismas quejas que contrn la de L u ­
lero sobre la justificación. Esencialmente pobre y defec­
tuosa, detiene ell hombre en el grado mas bujo de la
vida espiritu alr apenas le hace presentir las riquezas d e
la grocía evangélica, y nada expresa menos que la idea
bíblica de la penitencia.
Según los católioos, este sacram ento se compone
de los ires actos del p enitente: la contrición , la confe­
sión y la satisfacción: doctrina q u e da tanibfen á la a b ­
solución del sacerdote o tra significación que la doctrina
protestante.
1. En prim er lu g a r, respecto A la contrición, es in­
finitamente superior á lo que los luteranos llaman t s -
p a n fo s , terrores de la conciencia. Q ue la sola vista del
infierno y sus tormentos pueda producir el dolor del
pecado es cosa contraria ¿ la experiencia y 6 la razón
á la vez; y para descender ha.sta este e r ro r, es necesa­
rio ignorar completam ente la fuerza del cristianismo.
1 Y q u él ¿seriamos incapaces de odiar el pecado por sí
mismo? La bondad infinita, el am or del é rd e n , de la
justicia eterna ¿ no tendrán algún imperio sobre el
hombre ? ¿ El tem or será el solo sentimiento que haga
agitar nuestros corazones?
Pero hay ma9 : los hechos mejor averiguados
prueban hasta la evidencia que el tem or no es el
solo camino que conduce ¿ la igVsia cristiana. El
Salvador es tam bién el divino doctor del género h u ­
m ano; y el que conozca la conversión de los Justinos,
de los Tacianos, de los Hilarios (1), se convencerá d eq u e
los reform ados h an tom ado prestada su torminología á
M elanchthon , ó que al m enos la han acomodado á la su­
ya , la prim era de estas aserciones es verdadera , m as no
la últim a.
(i) Véase Diálogo con el ju d ío T r y p k o n . — Discurso
contra los ffevtü r * .— Sobre la T r i n id a d .
San Justino es bastante breve para que om itam os c i-
302 I.A STM OCW .irA.

el am igo de la verdad puede ab ra z a r el cristianism o por


la sola consideración de que Je su cristo ha disipado la
m en tira y las tinieblas. S eg u ram e n te, eít estos principios
no es accidentalm ente com o el H ijo de Dios ha sido In
luz del m un d o ; e r r o r que lim itó A ta n alto p u n to In»
ideas de L u tero . El fiel q u e se ha unido al divino M aes­
tro por am o r á la v e rd a d , está ya un g rado mas alio
q u e si hubiese sido d eterm inado por el te m o r; despue*
o íro s motivos h arán n ac er en él el dolor del pecado.
S i, fuera del cristianism o, inspira el Salvador ya tnn
tiernos se n tim ien to s, /.qué de cosas no dirA al cora-
zon de su fiel discípulo? N o , el arrep e n tim icn lo no
consiste en los te rro re s de lo conciencia; para obtener
el perdón de los pecados, son necesarias m as nobles
afecciones. E n efecto el te m o r de los juicios de Dios no
es mas que una disposición al a rre p e n tim ie n to ; es un
germ en qu e recibe de o tra p a rte su d e sa rro llo , cuando
llega á ser una contrición verdadera y perfecta. M a r­
chando delante del a rre p e n tim ie n to , la.co n fian za y la
fe , diccn lo* ca tó lico s, deben p ro d u cir todavía el odio
del pecado y el a m o r de D ios; de s u e rte que estos dos
sentim ientos están contenidos tam bién en la penitencia.
¿ Q u é es pues In contrición p e rfe c ta ? E s á los ojos de
tarle aquí. Despues de haber descrito el ardor con que
los antiguos filósofos h an investigado la v e r d a d , dice
( D i v i n a i n s t i t u í . 1. r. c. i : «Sed ñeque adepti sunt id,
quod volebant, et operam simul atque ¡ndustriam perdide-
r u n t:q u ia veritas, id estarcan um summi Dei, qui facitom-
itia, ingenio, ac propriis non potest sensiluseom prehendi:
¿ilioqu.ii) niliil ínter Dctim, hommemque d istaret, si con*
silia etdispositiones iliius majestatis aetern® cogilatio as-
sequeretur hum ana. Quod quia fieri n o o potnit. n t hom í-
ni p er seipsum ratio divina iunotesceret, no n e9Í passus
homiitem Deus lumen sapiontiae requirenlem diutius ober-
r a r e , a c s in e ullo laboris effectu vagari per tenebras inex­
tr ic a b le s . Apcruit oculos ejus alíquándo et nolioncm ve-
ritatis rminus suum fecit etc.»
LA SIM BÓLICA. 303
la iglesia, el dolor del almo concebido p o r am or de Dios,
es el dolor del p e c a d o , con el Grme propósito de c u m ­
plir fielm ente la ley divina. E n todos los casos* p a ra
q u e un m ovim iento del corazon m rrczca llam arse con­
trición , es necesario al m enos q u e contenga la \o lu i.ta d
sincera d e no pecar m a s, aun cuando esta no fuese p ro ­
ducida por los m as puro» motivo? (1).
¿Q u ié n no ve ap arecer aq u í de nuevo toda la co n ­
tro v ersia sobre lo juslíficacion ? Según los protcsloiiti's,
el solo espanto de la conciencia nos hace dignos de los
m érito s de Je su cristo ; después la fe com o ó rg o n o , libcr-

(i) Bellarm. de p a n i t e n t . 1. i. c. x x . tom. m . p. 948.


fCiim partes jicEiiitentiae quaerimus , non quosvis motns,
qui quocumque modo ad pceiiilcntiam pertínent quseri-
m u s , sed eos du m ta x at, quí ex ipsa virtute pocnitcntiaj
prodeunt. Porro terreri f cum intcntantur miiiic^ non est
nlliiis virtutis actus , sed naturalis affectus , qtiein etiam
in pueris et in ipsis bestiis cerní mur. Ad haec sai pe (erro­
res in iis inveniuntur , qui paenitentiam nullam ag unt, ac
ne ínchoant q u id e m , u t in dw monibus, qui credunt et
eontremiscunt. Jac. u. (Hay entre creer y temblar y en­
tre temblar y creer mía diferencia que no hace observar
B e lla rm in o .) Sícpc etiam nonnulli veram poenitentiam
a g u n t, nullo poenae te rr o r e , sed solo Dei et justitio; fin—
p u ls i, qtialem crediLiile est fuis.se beatam illam feemiuam,
de q u a Dominus ait Luc. v ii. : D i m i u u n i u r t i p eccnl a
m u l t a , qu n n i am d i l e x i t m u l l u m . Quid si terrores síne pe-
n itc n tia , el pccnitentía sine terroribus aliquando esse po-
t e s t , certo non debent terrores itli ínter partes premien-
Lise n um erari. Denique lides, ut mox probabiinus, non est
pars ptcititcntiíC , sed eam praecedit. » Véase la obra lilu -
lnda , H u g o no n S a n c t - V i c t o r v-nd d i e ilieolog. I t i ch fun­
gen s e i n e r Z r i l ( Hug o de S a n - Y i c t o r y las d i f e r e n t e s es­
c uelas t eol ógi cas de «u é poca] , por Alberto Liebner , Leip­
z i g . 1832. Se ve en este escrito con cuánta mas profundi­
dad han tratado los escolásticos este objeto que ios refor­
madores.
304 LA SIM BÓ LICA .
tiindo al h om bre de estos te rro re s, le hace ju sto y ta n ­
to á loa ojos de Dios. E n seguida ►cuando el fiel está ju s­
tificado , el designio de cam biar de vida , y el am or de
Dios nacen de lo fe -, de su e rte que estos dos sentim ien­
tos en nada contribuyen á la justificació n , y no entran
por consiguiente en la idea de. la penitencia. Según la
d o ctrin a católico , al co n tra rio , le santificación y el per­
dón de la ofensa constituyen una unidad inseparable;
luego p ara qu e el hom bre obtenga el perdón de sus pe­
cados, es necesario qu e su alm a sea im pulsada por otros
sentim ientos q u e por el solo tem or.
II. A hora b ie n , esta doctrina de los luteranos ejer­
ció una grande influencia sobre el dogm a de la confe­
sión. Dicen los católicos: todo lo qu e afecta verd ad era­
m ente al h o m b re, debe por ncccMdad producirse por de.
Hiera : asi el am or hfteia Jesucristo se m anifiesta en los
obras de am or para con nuestros h e rm a n o s , y todo lo'
q u e les H acem os, lo hem os hecho á Jesu cristo . No es
du o tra m anera la contrición y la confesion de nuestras
faltas d elante de Dios. C uando el alm a está q uebrantada
por el a rre p e n tim ie n to , este sentim iento q u iere m ani­
festarse á toda l u z ; entonces confesam os nuestros peca­
dos á la ig le s ia , y todo lo que hacem os al sacerdote,
lo hemos hecho á Je su cristo , porque ocupa su lug ar.
D e la m ism a m a n era q ue un alim ento in sa n o , dice
O ríg en e s, alte ra la «alud, y vicia los órganos en tanto
q u e no es expulsado , asi el pecado ato rm en ta al hom ­
b re in te rio rm en te , en tan to q u e no ha sido arran cad o
de la conciencia por la confesion. Cuando dos enemigos
desean sinceram ente rec o n ciliarse, se sienten a r r a s tr a ­
dos á confesarse sus y e rro s; y esta confesion es la que
hace su reconciliación verdadera , la q u e vuelve la paz
á su corazon. T al es en efecto la n atu raleza del hom bre
q u e él mismo no cree en sus propias afecciones, si no las
ve m a n ifestu d asex terip rn o en te; y e n .re n lid a d , los m o *
vim ientos de nuestrn alm a no han llegado á su últim o
T.A SIM BÓLICA. 305
com plem ento sino cuando han recibido una form a visi­
ble. P or lo d em ás, para q u e la coufe^ion in terio r sea
v e rd a d e ra ,d e b e ser circu n stan ciad a. No solam ente pe­
cam os en g e n e ra l, sino que nos hacem os culpables d e
to ^ ó cual falta en p a r tic u la r : luego la confesion delen­
te de Dios debe e n tra r en la enum eración de los peca­
dos ; p o r consiguiente lo m ism o la confesion hecha al
sacerdote.
N o sucede asi en la doctrina p ro testan te . A q u í la
contrición del corazon , la confesion in te rio r no encier­
ra m as q u e el te m o r d e las venganzas d iv in a s; el a rre ­
pen tim ien to no es el dolor t el odio del p e c a d o ; p o rq u e
es despues d é la absolución cuando esle sentim iento n a ­
ce en él alm a del cristiano. U na confesion m anifestando
el pecado en público es absolutam ente im posible, p u es­
to q u e el hom bre no se halla en la sola disposición que
podría d e te rm in a rle á e sta confesion. E l mol está to ­
davía arraig ad o en la co n ciencia: ¿có m o pudría p ro d u ­
cirse A la lu z? E n este e s ta d o , lo vergüenza ex tra v ia
el en tendim iento del c r is tia n o , p o rq u e el pecado no es­
tá d esterrad o de la voluntad. Al co n tra rio el q u e le d e­
testa y a b o rre c e , le confiesa con dolor y con alegría a
la v ez : con dolor, p o rq u e el pecado es el m al propio
del p ec ad o r; con a l e g r í a ; porque se separa y aleja de él
confesándole.
D espues de esto debem os com prender la eversión de
los p ro testan tes h ic ia la confesion c a tó lic a : efe c tiv a­
m en te debe parecerles el verdugo de las conciencias
(carnificina conscienda rum ).
A dem as p o r favorables qu e hayan sido los prim eros
refo rm adores de la confesion a u ric u la r ( 1 ) , bien-pronto
(i) L u th e r , de captivitate Babyl. Opp. tom. ii. fol.
292: «Occulta autem confessio , quse modo celebratur,
etsi probar i ex Scriptura non possi t, miro modo Lamen
placel , et utilis , imo necesaria e s t , uec vellem cam non
esse, imo gaudeo eaui esse in ecclesia Christi.» A r t .
B. C.— T. VI. 20
306 I.Á SIM BÓ LICA .
fue abolida y debite serlo necesdrium enie, puesto que en
sus principios es para siem pre imposible. Y ¿cómo el
hombro podría declarar sus pecados , cuando el pecado
le cierra la boca ? ¿cómo el mal pódria sa-Rr de su co­
razón , si este no quiere separarse del mal ? ,
Sin em bargo, los nuevos dtictores querían éónservar
la absolución del sacerdote. D ecían: una vez que el fiel
debe participar del perdón general de I09 pecados, es
m uy laudable absolverle en p articular (1).

S m a l k d l d . P. m . c, 8 . p. 303 : «N equaquam in ecclesia


confessio e t abBolutio abóle rula e st: praesertim propter te­
ñeras e t parirlas conscientias e t própler jü v eu lu tein in -
clomitam c t petulantem , ut. a u d ia tu r, ex am inetur , et
in s titu a tu r in doctrina christiaua.» Eato9 arlículos con­
tienen un crecido núm ero de pasajes sem ejantes.
(í) El cánon i x i . del cü árto concilio de L étran
(H ard. C ú n t iL tofn. v ít. p. 35.) dice: «O m riis utriusqne
fidelis sexus , postquam ad anoos díscretionts pervenerit,
om nia sua solus peccata oonfiteatur fid eliter, saltem se -
m el in a n n o , proprio sa c c rd o ti, et injuuctam sibi poeni-
te n tia n studéat pro yiribua adim plere, súscipiens reveren-
te r ad m inus in pascha eueharistite sacram entuin.» Este
cá n o u n o contiene mas que un reglam ento de disciplina;
porque claro es que el tiempo de la confesion no pertene­
ce á la esencia del sacram ento. E n cuanto al uso adm iti­
do actualm ente en la iglesia de confesarse cada vezantes
de recibir la com unlon, no descansa sobre ley alguna
eclesiástica. Aquel á quien la conciencia no acusa alguna
falta grave podrá muy bien ir á la tnesa del Señor sin
que an tes haya som etido sus pecados al poder de las lla­
v e s ; y asi es que en otro tiem po no se aproxim aban los
fieles al santo tribunal sino cuando se juzgaba» particu­
larm ente culpables. Sin em bargo, el hom bre religioso,co­
nociendo las necesidades del cotazon h u m arto , vería con
“ dolor abolirse el frecuente liso de la conrcsion ; p ues solo
el sacerdote sintiendo el peso de sn .m in iste rio , podria
desear sem ejante cambio. E l célebre Pascal que acaso en­
tre todos los teólogos y filósofos m odernos, h a echado la
LA SIM DÓLICA. 307
Afii e] arrepentim iento se manifiesta por la confe­
sion : asi 1» confesion sincera descubre al sacerdote el
estado in terior del penitente. £1 sacerdote pues obra á

m irad a m as profunda sobre la m iseria dei hom bre, p inta


u u cstro orgullo, n uestro am or propio y la disposición que
tenem os á engañarnos á nosotros m ism os , y continúa:
«H á aquí un ejemplo que me causa h o rro r :
»La religión católica no obliga á descubrir sua peca­
dos indiferentem ente á todo el m undo: perm ite se perm a­
nezca oculto i los dem ás hom bres, m as exceptúa uno solo,
á quien m anda descu b rir el fondo de bu corazon y m ani­
festarse en toda realidad.. No hay m as que este solo hom ­
b re en el mftndo á quien no9 o rd en a desengañar, y le
obliga á u n secreto inviolable , que hace que este cono­
cim iento esté en él como si no estuviese. ¿Puede im aginar­
se alguna cosa m as caritativa y m as dulce? Y sin em bar­
go la corrupción del hom bre es tal que en cu en tra todavía
dureza en e sta ley , y esta es u n a de las principales razo­
nes que lia hecho rebelarse co n tra la iglesia una gran par-
te de E u ropa.
» lQ u é injusto y sin Tacón es el corazon del hombre
para reputar como malo que se le obligue á hacer en pre-
seucia de un hombre lo que seria justo , e n cierto modo,
que hiciese á presencia de todos los hombresl ¿ P o r qué es
justo que les engañemos?
»H ay diferentes grados e n esta aversión á la verdad:
m as puede decirae que existe en todos en algún grado,
porque es inseparable del am or propio. La delicadeza mal
entendida es la que obliga á los que están en la necesidad
de rep ren der á los dem as á buscar tantos rodeos y medios
para evitar chocarles. E s necesario que dism inuyan n ues­
tro s defectos, que figuren excusarlos , que m ezclen allí
alabanzas y testim onios de afeoto y estim ación. Con todo
esta m edicina no deja de ser am arga al am or p ro p io , que
la tom a lo m enos Que puede y siem pre con disgusto, y
m uchas veces con secreto despecho contra los que se la
presentan.
»Se sigue de esto que, si hay álguu interés en ser
308 LA SIM BÓLICA.
su ve& sobre el pecador por las obras satisfactorias. L ue­
go 91 la contrición constituye la esencia d e la peniten-
cia t mientras que ta confesion la da su formo y cora-

am ado de nosotros , se evita hacem o s un oficio que se sa­


be nos es desagradable : se nos tra ta como querem os ser
tra ta d o s, aborrecem os la v erd a d , se nos o c u lta ; quere­
m os ser liso n jead o s, se nos liso n jea; preferim os ser
en g añ ad o » , se nos engaña.
»E sto es Lo que hace q u ¿ cada grado de buena fortuna
que nos eleva en el m undo nos aleje m as de la verdad,
porque se tem e mas ofender á aquellos Cuyo afecto es
m as útil y cuya aversión m as peligrosa. Un príncipe será
la fáltula de toda E uropa -, y solo él no sabrá*nada. Yo no
me adm iro: decir la verdad es útil á quien se d ice, mas
perjudicial á los que la dicen porque se hacen aborrecer.
A hora bien, los que viven con los príncipes prefieren su
in terés al det príncipe á quien sirv en : por lo tanto no
se cuidan de- procurarle provecho perjudicándose á sí
m ism os.
«E sta desgracia es sin duda m ayor y mas com ún en las
mas grandes fo rtu n a s, mas no por esto están las m eno­
res exentas de ella , puesto que siem pre hay algún inte­
rés en hacerse am ar de los hom bres. Asi la vida humana
li o es mas que una ilusión p e rp é tu a ; no se h ace mas que
engañarse y adularse m utuam ente, N adie habla de noso­
tro s á n uestra presencia como en la ausencia. La unión
que hay entre los hom bres 110 está fundada m as que so­
bre este m utuo engaño : y pocas am istades subsistirían
si supiese cada u u o lo que dice su amigo de él cuando no
está presente , aunque liable entonces sinceram ente y sin
pasión.
»E1 hom bre pues no es mas que disfraz .m e n tira é hi­
p o cresía, ya en sím ism o, ya á la vista de los demas. No
quiere que se le diga la verdad, evita decirla,ák»s demas:
y todas estas disposiciones tan lejanas d e la justicia y de
la razón, tienen una ra iz n a tu ra l en nosotros [ P c n ta m i e n -
tos de P a s ta l. P. 1 . a rt. v. 1 1 . 8- tom . 1 . p. 194-, etc.
P a rís , 1812).»
LA S I H B Ó L K I A . 309
+
p lem ejito, In satisfacción la confirm a y fortalece. E stos
tre s actos del penitente , pues el últim o esta ya c u m ­
plido en la voluntad, estos tres actos son los p relim in a­
res indispensables de la absolución qu e consum a el sa­
cram ento. Se ve, por lo d e m a s , qu e la absolución sa ­
cra m en ta l no es la sim ple declaración d e q u e los p eca­
dos son perdonados. E n los principios católicos el
espanto del corazon no constitu y e la idea d é l a peniten­
cia , y la fe como órgano no justifica á Iob ojo?, d e Dios:
L uego los tr e s actos del penitente unidos di la ubsolucion
del sa cerd o te, ó , 8i 9e q u ie re , el sacram ento en toda
bu integridad confiere la g racia divina q u e purifica al
h o m b re del pecado, y le santifica en todo su ser.
No com prenden la doctrina de las dos iglesias aq u e­
llo» q u e dicen q u e el sacerdote católico absuelve en su
propio n o m b r e , m ien tras qu e el m inistro p ro testan te
no h ace mas qu e declarar la voluntad de Dios. Ja m ás
h o m b re alguno ha creído perdonar los pecados por su
propio p o d e r, y por o tra p arle la declaración lu te ra n a
tiene yn sentido en teram en te diverso del q u e im aginan
los teólogos de q u e ac tra ta .
111. F ulla q u e h a b la r de las obras satisfactoria?,
qu e poco ha considerábam os como cum plidas en la
lu n tad antes de la absolución del sacerdote. La satisfac­
ción es de dos m a n e r a s : la una concierne solam ente á
lo pasad o: la o tra m ira lo pasado y venidero á la vez*
E l p enitente bc a c u s a , por e j e m p l o ,de haberse
apropiado el bien de o tr o : es nece^nrio, de absoluta
•necesidad , qu e restitu y a si q u ie re obtener el perdón de
sus pecados. Sin em bargo, como en un gran núm ero de
casos el bien q u itado no puede re stitu irse á su legitim o
p oseedor, el sacerdote ex ig e entonces, según las c ir­
cunstancias , una com pensación equivalente. Se ve por
u lra p a rte que no Be puede d e s te rra r la injusticia y
conservar al m ism o tiem po el bien mal adquirido. A h
no hay perdón de los pecados sin re stitu c ió n , no hay
310 LA 9I11DÓLIC V.

m isericordia sin obras satisfactorias. Tal es pues la p ri­


m era especie de satisfacción: consiste en hacer lo que
el solo arrepentim iento exigiría ya del penitente.
La salud recobrada en la penitencia debe ser con­
servada con m ucho cuidado: es necesario que el peca­
dor , vacilando aun despues de su co id a, tom e nuevas
fuerzas para et bien. T am bién, conociendo el estado
interior de> p en iten te, el sacerdote le prescribe los re ­
medios que reclama su posicion , le impone ejercicios
piadosos que reanim en sus facultades religiosas , y con­
centra todos sus fuerzas contra su mas peligroso enem i­
go. Asi es que ciñendo la debilidad del hom bre la igle­
sia le eleva poco á poco basta las mas sublim es v irtu ­
des; y quien conozca nuestra tib ieza, nuestra flojedad,
nuestra languidez, quien sepa toda la aversión que te­
nemos hácia lo que exige sacrificios, com prenderá que
esta buena m adre viene á nuestro so co rro , no9 intima
sus voluntades inm utables para dar roas aliento ¿ nues­
tra débil voluntad (1). Asi la órden de los padres forti-

( 1) C a t e c h i s m . e x de cr eto c o n c il. T r i d e n t . p. 3V3:


« Satisfacere est causas peccatorum cxcidere e t eorum
suggestioni aditum non indulgcre. In quam sententiam
alii a ssen se ru n t; satisfactionem esse purgationcm qua
e lu itu r, quidquid sordium propter peccati m aculam in
anim a r e c e d it, atque íi pecnis tem pore definitis, quibua
ten eb am u r , absolvim us. Quse cuín ita s in t, facile erit
fidelibus persu ad ere, quam necessarium s it , u t pam iteii-
te s in hoc satisfactiom s studio se exerceant. Docendi
enim s u n t, dúo esse , q u # peccatura c o n s e q u u n tu r, nia-
culam e t pocuam : ac quam vis sem p er, culpa dim issa,
siraul etiam m ortis aetern¡e siipliciurn, apnd inferos cons-
titu tu m , co n d o n etu r, tam en non sem per co n tin g it, que—
m adm odum a tridentina svnodo dectaratum e s t, u t D o-
ttiimis peccatorum reliquias et poenam, certo tem pore
il(>rii)itain, qua) peccatis d eb e tn r, rem ittat etc.» p. 3 ri7:
«D. etiam B ernardus dúo aflirm at in peceato reperiri,
LA SIUDÓI.1CA. 311
flfca la debilidad del niño incapaz de sostenerle solo.
Sin em b arg o , bajo una relación , las obras satisfac­
torias tienen el carácter de verdaderas penas; y siem­
pre , desde el nacimiento del cristianism o, [os católicos
las m iraron igualm ente bujo este punto de viglp. E x ­
pliquémonos. Infringiendo la ley m o r a l, el hom bre
comete una falta infínita que le es para siempre im ­
posible reparar. Jesucristo pues, el justo por excelen­
c ia , se ha cargado con las iniquidades del m u n d o ; y
cualquiera que en tre en relación íntim a con él recibe
el perdón de sus pecados. M us.cuando Dios d¡ó el de­
creto de la redención, no le plugo exim ir al hombre de
las penas tem porales que puede su frir; y á menos de
aniquilar su justicia para hacer b rillar su m isericordia,
no podia establecer o tro órden de cosas ( tanjo menos
cuanto que el Bel se hace por el bautismo miembro del
cuerpo de Jesu cristo , y tiene poder para gu ard ar los
mandamiento*. Asi la violación de la ley hoce al hom ­
bre digno de castig o , y su falta debe ser expiada aun
mactilam anim * et plagam: ac turpitudinom quulem ip -4
saín Dei misericordia to lli: verum sanandis peccatorum
plañís valde neccssariam esse eam curam , quai 111 reme­
dio pnenitentia? adhibetur , quemadmodum cnim sanato
vulnere cicatrices quasdam rem anent, qua! et ipsas curan-
dai ím it: ita in anima culpa condonata superssiintreliquiae
}K*ccatonim purgandai etc.» p. 332: «Sed illud ín primis
a sacerdotibus observari o p o rte t, ut audita peccatorum
confessione, ante quam poenitentem á peccatis absolvat,
diligenter curent ut si quid ille forte de re aut de e x isti-
matione proximi detraxerit, cujns peccati mérito da-
mnandus essevideatur, cum ulatasatisfactionecom pcnset:
nemo enim absolvendus e s t, ni-si prius, quse cujusque
fu erin t, restituere polliceatur. At quoniam multi sunt,
quibus , et si p rolhe pollicentur , se ofíicio satis esse fac-
tu ro s, tamen ceTlum e9t, ac deliboratum nunquam pro-
missa e\solvere , omnino ii cogendi s u n t, ut resti-
tuant etc.»
312 LA SIM BÓLICA.

cuando se convierta. Vemos en la E scritura santa ana


m ultitud de ejemplos donde el pecddor, aunque perdo­
n ad o , está aun sujeto á castigo»; lo que seria inexpli­
cable s i , una vez justificado f no fúi‘9c ya deudor en
nada ¿ la justicia divina.
Dijeron sin embargo los reform adores que Dios no
aflige al hom bre mas que para tra e rle A via recta que
quiere sum ir su alma en el dolor (1). Sin duda hubie-

(1) Un hecho referido por Salig, y que tuvo lugar en


la conferencia de Ausburgo , manifiesta que al principio
no rechazaba Lotero las obras satisfactorias, que él mismo
acusaba á los católicos de relajamiento acerca de esté
punto. H é aquí las palabras de Salig s ( VolUtcendige k it-
to rie d e r A u g sb . C onfess. Historia completa de la Confe­
sión de Ausburgo, l. n . c. 8. 7. p. 297.) «Sin embargo
no puedo pasar en silencio lo que Cochléo cuenta de la se­
sión del primero y segundo dia. Como la tarde primera
no so pudiese convenir sobre el artículo de la satisfacción,
se resolvió que el dia siguiente Cochléo y Melanchthon
propondrían un medio propio á reunir los pareceres.
■Cochléo refirió pues un pasaje de Lutero concebido asi:
«Cuando nuestra madre 1a iglesia cristiana quiere dctc-
» n e r la mano de Dios dispuesta á herirnos, castiga á sus
»hijos imponiéndoles algunas obras satisfactorias á fin
»dc sustraerles d é la venganza celestial. Asi es como los
»ninivitas previnieron el juicio de Dios por las obras que
^hicieron libremente. E stas penas voluntarias no son al>-
»solutaniente indispensables (dicen los católicos), sino so­
ntamente hasta cierto punto. Es necesario que el pecado
»sea vengado ó por nosotros, ó por los hom bres, ó por
»Dios; verdad que destruyen estos oíros por su indulgen-
»cia. Si tuviesen buenos pastores, impondrían penas á
»sus ovejas á Gn de prevenir los castigos de Dios. Asi
«Moisós hizo morir algunos israelitas a causa del becerro
»de oro. (¿Cómo se trae aquí este ejemplo ?) Mas lo me»
jjo r seria que.nos castigásemos nosotros mismos.» Estas
palabras están bien distantes del extravío en que cayó
despues Lutero; entonces aun no había rechazado todo lo
LA S IM lriM C A .

ron xlcjtttio uti efrror tnn deplorable solemenle con haber


Interpretado bien estns palabras del hom bre en luchn
con" la desgracia í L o he m e r e c i d o fríen. ¡O h ! el f-eikti-
miento natural y la humildud saben ver en los padeci­
m ie n to otra cosa que Añedios de corrección. Hay m¡ii!,
es necesario rechazar las penas eternas reservadas al
malvado desde que se nieguen las penas temporales im ­
puestas al hom bre justo, lín efecto , trátese de la no-
cion y de la esencia de Ihs penas, y no de lo que ptie^
den tener de accidental. SI quereis pues que entre las
manos de Dios no sean las penas mas que unos medios de
sa lu d , desde entonces no pueden s e r destinadas unas
que ¡ncomoáa y m ortifica las pasiones del hom bre cor­
rompido.
Saüg continúa: «Estas palabras de L utero, que ha­
bían sido comunicadas por Cochléo, fueron leídas ante la
comision por el doctor Éck sobre un pedazo de papel. Re­
fiere aquí Cocldéo que las siete personas luteranas se mi­
raron un instante en un profundo silencio; Melanchthon,
que estaba también a ll í , te puso enramado y dijo: «Sé
muy bien que Lutero ha escrito esto » Y coiifo no sabia
mas que decir , el príncipe elector , Juan Federico T pre­
guntó : «¿Cuándo ha escrito esto Lutero ? ¿Hace ya diez
años?» Entonces dijeron los católicos: «Importa poco el
tiempo en que lo ha escrito Lutero : basta que haya sido
tal su doctrina.» Sobre esto Brentzen y Schneplius salie­
ron de sus casillas y dijeron que estaban allf no para de­
fender los escritos de L u tero , sino para m antener su con­
fesión fe. E n seguida Melanchthon dió su opinion pur
escrito de esta manera : aPueden muy bien admitirse tres
partes de la penitencia ; el arrepentim iento, la confrsion,
mas debe colocarse ante lodo la absoluciw , en fin la sa­
tisfacción que consiste en dignos frutos de penitencia.»
Se quedó de acuerdo sobre este punto que por la satisfac­
ción los pecados no son perdonados eu cuanto á la culpa;
mas ¿es necesaria para el perdón de la pena temporal ?
E sta cuestión quedó controvertida, lié aquí lo que refiere
Cochléo. wPues yo 110 quiero negar precisamente esta re-
311 LA SIM BÓLICA.

vcgcs á sanar ni hom bre, otras á castigarle, y sí por ol


conlrarip son esencialmente vengativas, en to jas partes
y siempre deben conservar este carácter. Observemos
ademas que estas dos hipótesis son igualm ente falsas;
porque de 1» misma manerñ que en Dios la bondad y
la justicia eítan estrecham ente unidas» asi también las
penas son remedios á la vez que castigos ; cuando el
hombre cierra su corazon á la m isericordia, entonces
únicamente siente los golpes de la venganza celestial.
Asi los reformadores para ser consecuentes deben re ­
form ar la doctrina da la E scritu ra en órdeo ó las penas
de la otra vida.
lacion.» En vano hubiera ensayado ponerlo en duda: por­
que el pasaje ele Lutero se encuentra todavía en A s s e r t . 41.
a r t . c o n t r a in d itlg e n t. a d a r d e , 5 , tal como-le refiere Sa­
lig segun Cochléo (véase el escrito de este último de a c ti s
■et s e r i p i i s L u lh . p. 200). Se concibe fácilmente el emba­
razo que esta cita causó en los estados protestantes: nunca
lia visto c©n placer la iglesia luterana las variaciones de
su fundador.
En cuanto al parecer de Melachthon, se acomoda muy
bien con muchos pasajes de la Apología, donde reconoce
también tre^ partes de la penitencia. Art. v: «Si quis vo-
let addere tertiam , videlicet dignos fructus pcenitcnti®,
hoc est. mutationem totius vit® ac morum in melius, non
refragabiniur.» Ved la generosidad de M elanchthon: quie­
re mas no oponerse á una opinion que se acomoda admi­
rablemente á su doctrina respecto á la fe; pues las pala­
bras citadas no establecen relación alguna íntima , nece­
saria e n tre el perdón de los pecados y el carnbkpde vida.
Hay mas : y es que nuestro autor da á la palabra s a t i s ­
f a c c ió n u na idea enteramente diversa que los católicos.
Segun la. doctrina universal, el designio de cambiar de
vida está contenido en la contrición ; de suerte que es d
primer acto que concuvrc á la penitencia sacramental.
Los protestantes dicen al contrario: El arrepentimiento
consiste en los terrores de que es libertado el hombre por
la absolución , y es despues cuando la vida nueva tiene su
L .l S1MHÓI.1CA. 315
Ahora b ie n , la iglesia que ve en Ib penitencio sacra­
mental udb institución divina * debe abr&iar todas las
relaciones del pecador con Dios; debe alim entar en el
hom bre la klea de que sus transgresiones son condena­
bles; debe en fín m antener las peona en toda la extensión
de su significación.
También el representante de Cristo para fortificar
al fiel en la virtud , le impone castigos, penas pro p ia­
m ente dichas. Hé aquí el punto de viála bajo el que se
miraban en los prim eros siglos las penitencias impuestas
á los pecadores públicos , y es una aserción desmentida
l>oi la historia que no hayan tenido por objeto roas que
rcconciliur con la sociedad de los fieles. N unca la iglesia
se ha separado de Jesucristo como se ha hecho en estos
últimos tiempos fuera del catolicismo, se creyó siempre
instituida para adm inistrar los intereses de la justicia
divina, como también para d erram ar sus favores.
Adem as, las obras satisfactorias no derogan en m a­
nera alguna los m éritos de la redención.. E d efecto, es­

principio. Hé aquí pues lo que Melanchlhon llama la ter­


cera parte de la penitencia; mas este cambio de \ ida no
es nada menos que la satisfacción exigida por la iglesia.
En aquel tiempo , según vemos, en las negociaciones
religiosas no se haeia gran escrúpulo del doblez.
Por lo demas los luteranos abandonaron bien pronto
sus principios sobre la satisfacción; pues en el instante
que se hacia de la vida nueva una parte integrante de la
penitencia, veian desplomarte toda su doctrina respecto á
la fe. Hé aquí cómo Melanchthon se empeñó en unas con­
tradicciones confusas; en vano procuraba suplir la insu-
ficiencia de la nueva enseñanza, cuando no quería aban­
donar sus principios fundamentales. Asi es como después
de haber concedido dos partes de la penitencia en su de­
claración referida por Cochléo, añade á continuación que
se detie c o n t a r a n t e todo la a hsolu eion ; como si todas es­
tas partes 110 debiesen existir al mismo tiem po; como si
110 se las debiese colocar sobre la misma línea.
310 tA S U in Ó M C A .

ta«í obras no deben ser confundidas con In satisfacción


obrada por el Salvador ; mus bien no tienen valor niño
en cuanto son producidas pdr «u divino espíritu; ef Hijo
del Altísimo q u e las ofrece A su P a d re , es por quien
marceen las misericordias de Utos (1).
A pesar de esta doctrina expresa de los católicos, los
protestante» no han podido con vencer ge nunca de que no
obscurecen la gloria de Cristo , han acusado siempre ó la
iglesia de conceder demasiado é la justicia del hombre.
Esta objeción, por ser tan absnrda, no sorprende en
I íi boca de los novadores cuando se recuerdan stw p rin ­
cipios sobre la justificación. ¿ Con qué titulo hubieran
exigido obras satisfactorias? ¿¿ajo forma de restitución?
M as esto hubiera sido proclamar las buenas obras nece­
sarias para la heiI v ü c k h i . ¿Como medios de conversión,
corno penas-niedicinales? Entonces se presentaba la doc­
trina de que ¿ I hom bre debeo b rp r con la gracia, q u e el
perdón de los pecados depende d é la santificación. ¿H u­
bieran hecho en fin de la satisfacción una parte in te ­
grante del sacram ento? Desde el principio rechazaron í;i
posibilidad de los preceptos, y para hacer sentir al pe­
cador esta posibilidad, se le impone la obligncion de sa­
tisfacer á la justicia divina. De numero que de cualquier
Indo que se m ire In satisfacción, es incompatible con lu
nueva enseñaiaa (2).

(Ij ConcU- Ir id m t. sesa. xiv. c. 8 : «Ñeque vero ¡la


nostra est satisfactio lisec, qftam pro peccatis nostris e.\-
Bolvimus, ut non sit per Christiim lesum . Naiti qui ex no-
bis, tamqnam ex nohís piliil possumns ; eo cooperante,
qui nos confortat, omniti poSBiimus. Ita non habet homo
undeglorietur, sed omnis glorificatio nostra in Ghristo est,
iíi quo vivim os, in quo merenuir , in quo aatiafacimn»,
facienles fructus dignos pamitentiie: qui ex illo vim .ha-
h e n t , ab illo olTeruntur P a tri. et per illum acceptautur
á Piltre.»
(ü) Melanclith. Loe. íheolog. p.GIS: «Quid en un videtur
LA S liU lÓ L H 'A . 317
A la docLrina de-tas obras satisfactorias y inedicinn-
les se une el dogma de lis indulgencias.Defigraeioda-
roente no Re puede negar,jaburo» deplorables 'd e só rd e ­
nes graves pudieron m uy bien em peñar á ios sectarios
en 1a via del e r r o r ; pero los-grandes ingenios, los r e s ­
tauradores del Evangelio; m as, loe enviados de Dios —
pues Lutero quería se le mirase como tal — rechazan la
verdad á en usa dul obuso q u e de ella se ha hecho (1) ?
Desde los prim eros siglos han entendido I09 católicos
por indulgencia el perdón de la penitencia impuesta por
la iglesia. liste favor era concedido cuando el pccador,
dando señales de enmienda parecía poder p asarsefin los
remedios que le habían sido proscripto», y é ra juzgado
digno de obtener con la absolución del sacerdote el p e r­
dón <le la pena tem poral (2).
Postcrio i mente algunos teólogos han dadoú la pala­
bra indulgencia u n a' significación mas extensa; pero
como su doctrina no forma articulo de f e ; no tenemos
que ocuparnos de ella en este lugar. R elativam ente ul
inagís convenire, quam ut sJnt in eoclesia publico mm
scelerum satisfactiones? At illae obscurarunt graliain.»
Calv. InstU. 1, iv. c. 4. §. ¿5 : «Talibu9 meudaciis oppono
gratuitam peGcatorum retnissionem : q u a ^ ih ii in Scrip-
turis clarius praedicatur.»
(1) ConeiL Ancyr. (a .314.) c. v. (Hard- Concil. tom . i.
p . 273 ! « T s i/J S í i u ¡skÓttouí f’^o-jcTiay ¿Xiiítf t í v Jiro*, t k í Í th t-*
Tf>:p?i SjiUMftFRl'Tft? <P‘XU.VÓpWrtV¿PÓ¿U » « TTXeÍíViX flTpWTJ&WCl
Y síviv, TTpo ir&'jTüi-j Se y.ai ó TjfoÍTvv , yaii <y f i í r i r w r a
e’^-tj.£¿3'9x • Mi ¡jutíjS n cpiXavQfKi/nta. íntfiZTfsíj&j.'. » ConC. Ní-
caen. a. 325. c. x n . 1 . 1. 327: « e í5 tcvtoü -Trfjcrw-
X íl TÍiV T T ffc d fifflV , 3t«í TS EIXÍí T Í5 JUSTvWÍO'.í. O C Sl U SV

7 « p x u i tpóSw AfLi yjxl vnojicV n xj.» a .'y a .ó n fy ia ií r r v í t : / ¡ t -


Tpapiiü spyw xa¡ cv <ry,n¡íXTi tfnJ)ciMuv7a.u » cf. COnCÜ. Gorth.
ív. c. 75.
(2) En la primitiva iglesia la absolución no, era conce­
dida sino despucs del cumplimiento de la satisfacción.
318 LA SIM BÓLICA.

dogma católico, el concilio de T rento ha dcGnido sola­


m ente que la iglesia tiene la facultad de conceder indul­
gencias, y que son útiles cuando son dispensadas con
sabiduría (1).
A. continuación veremos cómo la doctrina del p u r­
gatorio se une á la de las obras satisfactorias.

§. X X X IV .

Doctrio* tsUilií» fcolvo «1 mcronvoiil» ¿«1 a lta r y »obr« U m isa.

El grande objeto que abordamos da margen á las con­


troversias de la mas alta im portancia; y veremos todas
laa contrariedades doctrinales reflejarse en este único
p u n to , y dibujarse con una claridad mas viva todavía.
P or o tra p arte ¿la iglesia cristiana posee un culto santo,
lleno de vida y verdad? Tal es la im p o rta n te , la in­
mensa cuestión que es necesario decidir en este m o­
mento.
Según la ciará enseñanza de Cristo y de los apostó­
les; según la tradición constante, unánime de todas Las
(1) Concil- Trident. x x v . decret d« indulgent. E n el
mismo d e c r e t a l concilio reprueba y prohide severamen­
te los abusos en la dispensación d é la s indulgencias: «In
Jús tam enconcedendis m oderationem , justa veterem et
probatam in ecclesia consuetudincm adhilieri cupít: lie
nimia facilítate ecclesiastica disciplina enervetur. Abtisus
vero, qui in h is irrepserunt, et quorum ocas&ione insigne
lioc indulgentiarum nomen ab hajreticis blasphematur,
cmmendatos et correctos cupiens, praesenti decreto ge-
neraliter statuit pravos qua*stus omnes pro hisconsequen-
d is, unde pluriina in christiano populo abusuum causa
O u iit, omnino abolendos esse. Cffiteros veros, qui ex su-
perstitione, ignoratitia, írreverentia, aliundequomodocun-
que provenerunt.... mandat ómnibus episcopis, ut diligen­
tes quisque hujusmodi abusus eCelesi® sua; colligat,
eosque in prima synodo provinciali re fe ra t, e tc .»
LA SIM BÓLICA. 319
iglesias, enseñan los católicos que Jesucristo "está real­
m ente presente en la eucaristía; que el Dios todopodero­
so que convirtió el agua en vino en las bodas de Cana (1),
convierto de la misma m aneta la sustancia de pim y de
vino en el cuerpo y en la sangre de Jesucristo. Eri con­
secuencia le adoramos sobre ouestros altares (2), ex al
tam os su bondad, su a m o r, su m isericordia; dilatados
por uno alegría enteram ente divina, nuestros corazones
hacen b r illa r , en los himnos y cánticos, los sentimien­
tos de piedad de que oBtamos abrasados (3).
*
(1) C oncil. Tr'id ent. 9ess. x m . c. 4. oQuoniam autem
C üristus, redemptor n o ster, Corpus suum id , quod sub
specie pañis oflerebat, re re e s se d ix it; ideo pérsuasum
semper in ecclesia Dei fu it, idque tiunc denuo sánela
lisec sinodus d éclaro t, per consecratiónem pañis et víni,
coiivcrsionem fieri totíus Bubstantias pañis in substantiam
corporis ChrísR Domini n o stri, et totiufe substantiae vini
in substantiafli sanguinis ejua. Quse conversio. cotne-
uienter et proprie k sánela catbolica ecclesia traussub~
stantiatio est apellaU .»
(2) Loe. cit. c. 5 : «Nullus ¡taque dubitandi locus re -
lincjuitur., quia omnes in Christi lideles pro more in ca­
lilo! ¡ca ecclesia semper recepto latrise cultum , qui vero
Deo deb etu r, huic sanctissinio sacramento in veneratione
exhibeat. Ñeque enim ideo mirius est adorandum, quod
fuerit a Christo Domino, ut suma tu r , institntum . Nam
illum euntdem Deum proeentem in eo adesse credknus,
quem Paler a;ternus introducen» ¡n orbem terrarum , di-
cit: E t adorent eum omnes angelí Deí ,quem magi proci-
dentes adoraverunt, quem denique in Galiltea ab aposto-
lis adoratum fuisse Scriptura testa tu r .»
(3) Conocida es la prosa sig u ien te:
Lauda Sion Salvatorem ,
Lauda ducem et pastoren?,
In liymnis « t canticte.
Quantum p o test, tantum aude,
Quia m ájor om ni la u d e :
Nec laudare sufficis.
320 LA SFMUÓLICA.

E sta e% pues la creencia sobre qu e descanga el sa­


crificio de la misa; sacrificio tan antiguo como la iglesia
cu c u a n to á bu esencia, y cuyas formas' principales e n ­
contramos ya en los siglos II y III. Para poner la doc­
trina católica en toda su lu z , debemos anticipar algo
sobre el artículo de la iglesia.
Considerada bajo una relación, la iglesia representa,
de una m anera viva, á Jesucristo manifestándose y
obrando al través de todos los siglos: eternam ente con­
tinua su obra; todos los dias renueva la obra de la re ­
dención. •
El Salvador no solamente ba vivido en ella diez y
ocho siglos, sino que no ba desaparecido de enmedio
de nosotros; mas viviendo siem pre en su iglesia, la r e ­
vela su presencia bajo formas sensibles; En la predica­
ción de bu p alabra, él mismo es el doctor e te rn o , aso­
ciándose al hombre por las aguas del batftism o, perdo­
nando al pecador, fortificando al adolescente, bendi­
ciendo la unión de los esposos, se une en la E ucaristía
á todos Sos que suspira» hacia la vida bienaventurada;
él es el que consuela y anima al m oribundo; él es el
que consagra los órganos por los que su infatigable bon­
dad derram a todos estos beneficios y fuvores. M aí si
Jesucristo, oculto bajo un velo terreno, debe continuar
hasla al fin la obra que ha comenzado sobre la tierra,
se sigue que, en todos tiem pos, se immola á su Padre

Laúd is thema specialis ,


Pañis vivus et v ita lis,
H odie p ro p o n itu r, etc.
Un himno dice:
Pange lingua gloríosi
Corporis mysterium ,
Sanguinisque pretiosi, ' .
Quem in mundi pretium ,
Fructus ven tris generogi
Rcx effundit gentium, etc.
LA dlM D Ó L lC A . 321
por el género humano. Luego debemos encontrar en su
iglesia la representación 'iv a de este sacrificio ; porque
el Salvador celebra en él su existencia inm ortal (1).
Esforcémonos á penetrar el dogma católico en toda
nu profundidad; ] ojalá pudiese nuestra doctrina ter
comprendida por los protestantes (2)1 Jesucristo se ha
(1) Concil. Tridcnt. sess. x x n . c. 1. «Is igilur Deus,
et Domlnus n o ster, etsi semel seipsum in ara crucis,
morte intercedente, Deo patri o b latu ru aerat, ut aeternam
illic redemptionem operaretur: quia tainen per mortein
sacerdotium ejus. extinguendum non e ra l, in coena novis-
sima, quanocte tradebatur, u t dilecta: sponsc suee ecclesia)
'visibile, sicut hominum natura exig.it, relinqueret sacri-
ficium: quo cruentum illud , semel in cruce per agendum,
re p re sen ta re tu r, cjnsque memoria in flnem usque sfeculi
perm aneret atque illius salutaris virtus in remissionem
eorum , quae k^nobis qnotidie com m itlu n tu r, peccatorum
applicarelur, etc.» c. 2 : «El quoniam in divino hoc sa­
crificio , quod in missa peragitur, idem ille Christus con-
tinetur , et incruente immolatur , qui in ara crucis semel
seipsum cruente obtulit, docet sancta synodus sacrifícium
istud vere propitiatorium esse, per ipsumque lieri, si cum
vero co rd e, el recta fide , cum metu et rev eren tia, con-
triti ac peniten tes ad Deum accedamos,»
(2) A fin de hacer resaltar q ^ jo r la doctrina católica
sobre el inefable m isterio, referiremos algunos pasajes de
las liturgias ya de U iglesia de O riente, ya de la de Occi­
dente. Las liturgias orientales llevan ordinariam ente el
nombre de los fundadores de las iglesias cu que están en
uso ; asi e&que la liturgia de la iglesia de Jerusalem es lla­
mada liturgia de Santiago; la de la iglesia de Alejandría
de san Marcos etc. Toman también su Ululo de los obis­
pos que se sirven de ellas: decimos , por ejemplo , la li­
turgia de san Juan Crisóstom o, de san Basilio, de san
Cirilo etc. Respeto á la época en que han sido i n t r o d u ­
cidas en las iglesias, no puede determ inarse con tanta
precisión. Sin embargo no hay duda que existían ya en
el siglo IV , puesto que los monofisitas de Siria y
B. c. — T . VI. 21
32$ I A SIM BÓ LICA .
inmolado «obre la cruz por ime? Iros pecado?. Mas como
el hijo de Dios que ha m uerto y resucitado,♦ ha querido,
según M e propias palabras» residir en la E u c a ristía , ¿
Jesucristo presente de una m anera mística y solamente
vfcibjc :á los ojos de la fe» la iglesia ha substituido (por

de Egipto que sé separaron de la iglesia católica mediado


el siglo V la poseían lo m ism o que LoS griegos ortodoios.
P o r otra p arte Qirilo de Je ru sa le m , en s u s catéquesi?$,
cita m uchos lugares de la liturgia de Santiago y san Ju a n
Crisóstomo., que explica un gran, núm ero de pasajes san
cados igualm ente de diferentes litu rg ia s , tais supoue exis­
ten tes ya mucho. tiem po an tes. P u es el prim ero lloredo
lu id a riñes del IV sig lo , y el lL á mediados. E n fin se
euciicntra tan m aravillosa conform idad de principios y
aun de form as e n tre las liturgias o rientales y las de la
iglesia de O ccidente, que debe necesariam ente adm itirse
que se rem ontan A.una época en que los cristianos no es­
tab an aun esparcidos por toda la tie rra . E n el siglo II,
habla ya Ireneo d é la invocado!» (e?Tt*/nTrt) y en el 111 hace
m ención san Cirilo del prefacio con et s t i r s u m c o r d a , ¿>j¡
t j j y ;í n <J t í ; «o-pS'ús , que se halla en todas las liturgias
(consúltese d D o n a r e r . l i t u r g . I. n . c. 10): V éasesobre la
edad de las liturgias an a excelente disertación de Roitáu-
d o t: D i s e r t a i i o de L i t . O r i e n i . o r i g . e1 d u c t o r . I. n . P a­
rís 1 T 10, y L ie n h art. d ^ a n t i a r u s l i t u r g i i s . Á rgentora-
t i . 1829.
En la liturgia de sa n Ju a n C risóstom o (G o a r, Eu c h o-
lo g iu n i m e r i t w i l c G r c e c o r u m , P arts , 1047. p. ;70) luí
aquí la prim era oración que hacen los Beles (in m issá li-
d eliu m ): «EuXapnrroiyaív c o i, Kv^ivé ©eíc t£w J¡tw<xu«jv, t í
H i í t r ú a .?1 irapaTT/irití x x l vu7 t ío í y t ñ tfou Q ü íu .ü 'T n 'tji,
v u -r^yy-níta j t : i$ pijítívijÍ; ffX' Crrtp ruy n.usrEpwj» «,U7.fTíT<á-
Tjü'j xa.» rsu s y j \i£ r á y j: n u .y .T í ¿ 'v .‘ tlp o í^ -^ a i p Ó :C J tt.j S ín ziv
í uiv, TToUsrj nuaí <rit kcu í/u-
ciiS, xxi clvjíijizktiuS úníf Trojvroi tzv ka.7Ü ff3¡j, xai.ixa-
Vjíjy n.t*.*;, ;uS £?3y « 5 t Í j ^ t x t u v i a v trow t c i C t / i j , t v ñ $ ¡ a x f U i
t Á’ ifj^ v a x T H d j t £¡> kyi> j h m ltx ., vujtkl'í ycni á i T f f x í n r v f »»
I A S lM ltó L lC A . 323
óíden del Salvador, véase Luc. x x if. 20 ) el Cristo lifa-
tórico y accesible A los sentidos corporales; es decir,
ka tomado el uno por el o tro . porque el Cristo que bá
padecido y el Cristo cucaría tico no son mas que uñó:
Asi el .Cordero de Dios, en vi augusto mi&lerio, es to-

xxdapu UXpTJf£í(ü TÍ? <TlSHí í í t f t u ñ Á/XVV ETTlH XXlí^JLl f f i ¿V 1 T a » T |


KOtipü, ju u t í t t w , iv a íiV axoújy tijiwy, ÍXíus ¡\u h fiK? Vf T u trXn-
é a 55; ar? a y a d r r í ro s. »
* Mientras el canto querúbico hace el sacerdote entre
otras esta súplica (p. 72): « Eu Tap e¡ i •7rpos^>g'puy yuxi vrcef-
í>ípju ¿ v tf, xai -rrf xai S'ixStS'ípcsx, Xaig-ri á 0£J<?
tiuw'J, x a i ffo! t Í iv S a ^ a y 8 t a ñ í j u r o p tv , cruv t «3 avápC w ffou IT «T pí
xai tó) T rav x y iu , nal aT«Óuj, xa i Z u fir iiu ffiv nvíim aT i* vvy xaí
M ¡ , xeii si? TívS aiwvaS t u d aíwywv* a j x h ,n
Mas abajo (p. 7 5 .):
S I S acerdote d ic e : « Z tú^ev xa.Xíoí , ffrú.uív >tírá
rrpoo%-j)¡-LíV tiw ¿■J'íolw «Wc^wpav eiS fipnvn (?) TfoSpípt/y* »
El coro: « EXssv íipnwis, Sumn ataV^í. »
El sacerdote5 «y Ota-pí? t o v Kuptou íiuZiv 'Ixicjou Kpitfrw, xaí
n a y a m to v Q ío v , « a i I l a r p a í , xa.i! fi M t v M i a T iü ¿ t t a u n y tw ji»

r e ? , £tn f a r á ‘n a v r ^ v ripw'j. »
El CofOí « R a í Jtórá t¡k>■irvtu/Uirtf tfau. »>
El sacerdote: «avu «xu.kgy raí xapSías.»
El coro: «EKiuív -npeí tw Kúpwv. »
El sacerdote: «Eijoajír™-j /aív Kupíu.»
El coro: « A^nv XjlÍ Sly.o'.ió'j íCTi-Trpas’xcuííy ITaWpa vw» xai
a>J0V líVcOjUi , TpiJlíi* ifMOdlKílO't KCtí CtXÚpcíTSif. ))
El sacerdote: «Aíjrv xaí Stxmw y¿ vjwjv, ffí ivXnií», ere
aí»:Iy, <tíi ii^Tpíor-ty, o"£ 'TTjuo'xw 7y £i» ttol'jtí TÓiru) t5s Sícito-
Tci>.? íflw> ffí1 váo tí 0í¿í áv¿x(fif«íTflf, árrí¡’iyjrtTtfí» «topares, axa-
TÓX«rrT95 a:f ¿w, wcayTi'í gjm, y, t, X.
En la liturgia de san Basilio (Goar Euchológ. p. 162.)
la primera oracion de los fieles está asi concebida:
V J.V KÓj'íi xa-ríS’íga; ñ.uiy t \ tí%ya. t j u t í r?r? er^Tflpíxr fiut7 -
r r íf í w v , c u xam ^iiLK Tas rfpío.f tc-t>5 r a m i v o v í ' x a i ávu£nu<; ^sCXn-jq
324 LA SIMBÓLICA.
davla la victim a de propiciación por los pecados del
mundo. E n efecto, para expresnrnos con In precisión
posible, el Bacriflcio de la cruz no es mas que una porte
de un conjunto o rg án ico : toda ta vida del Salvador*
sus acciones, sus padecimientos y su m uerte no forman
a o j i y í y v í f f & x t \ i i T o ú p y :<j í t ;v x y í:j ero u é j a i a . T T r ’r í t j . itj íx á w
<¡y> íju ¿ s t i rsü ¿ ríjv U v ¿ v ¡j l x t í í f tí i r o S i í i m 'j 'i& v t w -
T fíV , w «)iara.)(pÍTüS tr r á u r íí í ’j w t t i t j r ? $ a y i ¿xf Sáfyis ex j , w pflíá-
y a juív a : t é j 7 í a» « iV tr i u í. 2 u r a p eí 5 r /c ^ u « T a T rávra. ó w án.
A Íi KÚf,í£ m u C ttej t u v í/AfTípwv' b j j . u p r i ' . p i á . T t í v , un i tw v T4V XasEi
á j 7 í 0 ^ á r u v , $ÉXTnn y íy v if fá a j , rrrv Owi'iav. ñ/¿w n, ja ií .e ü w fc s J tK -
ro v Í vú tu Í ') a av . »
Hé aquí la oracion del ofertorio (p. 164-) :
« VÍ'jpLL ó 0 ío 5 n.uüiv 5 « r i j a ! í / z a ? , kou ¿ .y a y u v c ii t t o rv
r a j T n n , 5 Ú TTíítíSa? íi/tí¡» ¿S 'ju í f í í f f « r n f i x v , é % x p t7 & n ív& tydV
oUj-avícow /jLuffTífícov á7roKúcXii}jív. crtj a e é lfir v o ^ íiuíf e¡<¡ rrw Z 'r j i -

Y .y Á y j Toujm v ¿y t í S v iá fL H t olí -ír v íu ^ a rá í ffOu ro íi ¿ n o u .


Cív Jfi K y f ti tíD T £y|ffá»i íu ia ; S'ícowwus t h í xa¿víií irsu
X íJT S jp rjú s t ¿ v á'/íjüv « u n i< r r n p íw j‘ n p o ;S ¿ £ a t ¡ijx á is i r p o f í y y í ^ r / -

T J .Í T Ü ¿ 7 íál iT3u &>flVcTrJlfíú), x a .r ¿ T0 7tAÍt9j5 TJV- éÁ£CH/{ ffav’ ivs


rcVii/iíÓA á^í;< t s í> c o í nóv AsrJKnv t w t o v , swtí « v a í-
f t x x r j v ó - s í a / u jrsp tw ^ fi.tteWpcüV á u a p r f lu a T w v , x a i tu » t j í XjujC
á'rVJM.K.aTCJ^' rrv TfpiJJ’íftja/A fiPiS f i i Tfl x a i V3ép¿v M i/ fly íia ir-
Tiipui», fi’í os'.Híiv tu ^ S ía s , á '^ r í K a T a T r t ^ j y «/¿i» t w X *p i v T7J á yh u

ayj U'j¡vua.T3i¡‘ tm&kít¡/ív i<p' \ua<r i &soi x a t ¿ ttíÍé eVi rrv


Xarpeíctv yi^iíLv T « ü m v x * í nr p í f S í f w « v ríw « ? - T r ^ J íf íe ^ ’aS íX
S'w pa, Nwf T a i S u a t a ? , ’A S fa a ju r a ? ¿ X o x a f rrú ff n í, M taí'w S
x a í ^Apáv r a s i/p jjffv w tí, Zauow iX Ta< £ipry/x«S‘ w í i r p úífSé^a) ím
-r iv á y L y í"3u árrsffTsX w v t w dXnáíiíiy r a ú j w ActTptícur ív tm xa¿
fu t I ’J Xíipcj'J fi/üi)-/ tw v á/íapT o|X «v flrpóiySc^ai r a S ajpa r a ^ T a i*
m y p r . j t Í t u t i j.jk K u j'i-' r « xúcTaE(<j;S¿yT¿i X£iTOup5Jfw á fiiu T r n u t

« y i « , ?9y S ^ f iM T rp íío , a'pw .uiást Tff> ,u t< r ó :v t <j v ttittw v x«i


< p p y i ] jj j ) v 3 ¡ m v ?¡.iw v, é v Tfl í u i f c t TÁ ipsS.ípa T í? ávTúíüwSíirícSj í í j
t? < í¿ x a i« S . n
En la liturgia de san M arcos, en práctica en la iglesia
de Alejandría, dicc el sacerdote á la elevación de la hostia
I.A S IM K Ó M C A . 325
maftque un inraéRío eaerlfieio, un solé acto de am or jr
de m isericordia, A la verdad este acto se compone de
muchos m om entos; roas niifgunn. de sus partes consti­
tuye la obra m aestra de la boodad divina. La voluntad
(R en au d o t, L iiurjj. orient. Coll. tom . I. pag. I i 5 . ):
« Ila v ra i'noircu.í Sicc t %í r f í or:<ptaí, rX> p u T tf tov áXnSi-
V3Í>, roí/ U-’j f 07 í w Z i tjOv wjD, t : u Kiyfí.u xai © fiü x a t Soc-rí-fos v¡j<¡.v
X t J i i X f>íffríü' Si’ :■* c u cxj'j « iT o j x a i á y íu W t v u & r ¿ a-X .apiff-
T : v m S, 'X ^ o a ^ > í^ 3 iú v ~ rt 'Xoymrv x a i o.vj.iuo.y-y> X a jp f i w T z í r r y ,
üy -r rp tfp ífc i aoi K i/f/í n x v r a . r i tSv n , á ito ¿var?Xwv r?.i;iv xcu
f i i X f l S'jOUUV O.TB « p -C U X«¿ ¿ ¿ íc r u f iftití' c r i [±¿y& 73 SVSfíCL CSU
¿•j • n a a i t;7 $ t S v f c i f x a i í% t t c o t i ts ttu ) 3i<juíajwa ^ o f t p É p i r a i t¡>
¿jÍ uíLTIi <L?Kú CfGU, KQ* {tjfllX HOLt 7TpOÍCjt3fa.
En la liturgia de Santiago * de la c h »1 se sirven los ja -
cobitas ó monofisitas de la Siiia, y que les era coniun con
la iglesia de J e ru s& lc m h a c e el sacerdote esta súplica
(Ueuaudot. tom. w. p - 30) :
«D cus p a te r, qui propter nmorem tuum erga liomines
magnum et ineffabiJcm, misisti liliuin tuum in mundam,
ut oven? errantem rjeducerel, ne averias taciem luam á
n o lis, dum sacríficium hoc spirituale e t ¡nenientura celc-
bram us: non enim justitiaR n o stm cotvfidimus, sed m ise-
ricordiae lu x . Deprecamur ergo et obsecramus cleincnliatn
tuam , ne in judicimn- aib populo tuu inysterium hoc, quod
insLitutum nohis est ad salulem : sed ad veniam peccato­
rum , reiwis&ionein insipicntiarum , ct ad gratias tibí reíe-
rendas: per gratiam , miserícordiam, ctam orem ergaliom i­
nes unigeniti filii tui per quem et cum q u o je decet glorian
Continúa el sacerdote ( p. 3 2 . ) s
«Memoriam igikur agimus, Domine, roorlts et resurre-
etionis tuse é sepulcro post tridiium , et ascensionis tu »
in ccelum , e t sessionis tuaí ad dexteram Dei patria: r u r -
sumque adventiis tui secuiuli, teri ¡bilis el gloriosi , quo
judicalurus es orbem in juslU ia : cuín unrnnquemque Fe-
m uneraturns es secundwn opera sua. Offcrinius tibí hoc
sacriíiciiHu- tertibile et incruentum , ut non secundum
peccata noetra agxs nobiscum, Domine, ñeque secundum
iniquitates nostras rq^ibuas noliis, sed secundum inansuc-
326 LA SIM BÓLICA.

t|e Cristo cíe entregarse á nosotros sobre nuestros nlloT


r e s , entra la rabien en esta grande inm olación; porque

tudinem tuám et arporem tujim. erga homínes mngnum et
ineffábilem, dele peccata nostra , se n o ru m nempé tuorum
tibi supplicantium. Populus enim tuusethffireriitas tua de­
preca tur te et per te et tecum Patrein tuum , dicens, etc.»
En el misal gótico, leemos (Alabillon. de L ititrg, 6V-
Uic. F ar. 1720. p. 210):
«Sacrilicits presentibus , D om ine, quaesumiis, inten-
<le placatus : quibus non jam aurum , tlius et m yrrha pro-
fe rtu r, sed quod iisdem miineribus dcclaratur , offertur,
im m olatur, sum itur ( scil. C h ristu s).»
E ii el misal fie los francos (loe. cit. p. 318) : «Sacri-
ficium , Domine, quod desideranter offerimus e t c .» p.
319 : «Hanc igitnr oblationem servitutis n o s tr» , S(*d et
cunctiB familiae tum quam tibí offerimus etc. »
En el antiguo misal galicano, están las oraciones si­
guientes (loe. cit. p. 334): a Sacrilícium tibi Domine ee-
Icbrandum placa tus ¿ntende : 'quod et nos k vitiis noslne
conditionis em undét, et tuo rom ini reddot acceptos: ct
communicatio pr¡csenti9 osculi perpetúan proficiat chariLn-
ti.» p. 385: «Descenriat precnm nr, omnipetens L)eus,
stiper haec , quse tibi offerimus , verbum tuum sanctnm;
descendat inaestimabilis glori® t u s Spirilus; descendnl an-
tiquro indnlgentis tupo danum : u t fiatoblatio haec Hostia
Spiritualis in odorem suavitatis accepta: etiam nos fámu­
los tuos per sanguinem Cliristi tua manus invicta o isto -
d ia t.— Libera nos ab omni malo omnipotens acterncDcus:
et quja tibi soli est pnestandi potestas, trihue, u t hoc so­
lemne sacrificium sanctíficet corda nostra, dum credilur;
deleat peccata, dum sum itur.» ¿"Nos permitirán los pro­
testantes transcribir algunos pasajes de la liturgia romana?
&Suscipe , sánete P ater , omnipotens aeterne D eus, hanc
immaculatam hostinm , quam eco indignns famuliis tuus,
offero tibí Deo meo vivo et vero, pro innumerahilibiis
peccatis et offensionibus et negligentiis mers , e t pro óm­
nibus circum stantibus, sed et pro omnibu#fidelibus chris-
tianis vi vis atque defunctis: ut mihi e t illis proficiat ad
sal litera in vitam stern am .
t.A 6i»inóucA , 327
figuro enlre los méritos que nos &on imputados (*). El
Mc.rilIcio do la misa es pues un verdadero sacrificio: mas
no se puede sin em bargo separarle do la-iidn del S a j a ­
d o r, según aparece claram ente del-objeto de su institu-

wOfferimus tibí Domine calircm salu tis, tuam depre­


c ó le s clementiaTn: ut in conspcctii iliviiifn mrijestati9
tuse, pro aiuítra et totius iriundi salulo cum odore stiavi-
latis ascendat.
wla espíritu hum ilitntis, et in animo contrito suscipia-
m ur Íl te Domine ut sio fíat sacrificium nostrum in cons-
pectu tuo liodie, u t placeat tibí Domine Den».
wStiscipe, Soneto T rm itns, banc oblatioiiem, quam
libi oíterimua ob memoriam passionis, resurreetionis et
ascensionis Jesu Christi Domini noslri etc. Stiscipint Do-
m ínushoc sacrificium de inanibustuis ad laudem et glo­
ria mmoniini9 s u i, ad utilitatem quoque nostram totiusque
ecclesitfc sute sapelíe.
Te igitur ,■ciernentissime P ater , per Jesum Chrislum
filium tuum D om inm n-nostrum , suppücesrogam us ac pe-
timus , ut i acepta h a te a s, ct bertedicas boec dona . linee
muñera,-hacc sailcta saciiftcia ¡Ilibata in primis qnre tibí
offerimus pro eccTesia tu a sancta catliolica: quam pacifi­
care, custodiré, adunareet regere digneris tolo orbe ter-
rarum etc. (L a oracion que acaba de leerse está en lodas
las liturgias): M emento, D om ine, famulorum famula-
riimquc tu a ru m , etom nium circiimstanlinm , quorum ti­
bí fides cognita e s t, e t nota devotio , pro quibus tibi offe-
rimlis ,-tc1 qui tibi oTferunt hoc sacrificium laudis pro se
sutsqne óm nibus: pro redemptione animarum suarum ,
pro 9pe salutis étincolum itatis 3usq: Ubique reddunt vota
9ua séterno Deo, nivo et yero.»
• Se encuentra desde la mas romota antigüedad en
todag las liturgias la memoria de las principales acciones
del Salvádor, oraciones para los vivos y para los difuntos
y la conmemoración de los santos.
Seria demasiado largoTeferir todos estos pasajes.
C) La eucaristía es la confinuacion, ó mas bien el
complemento:de la redención. En la Encarnación, ha to-
328 LA SIM BÓ LICA .
rion (1). En esta últim a p arle de su sacrificio, nos da
Jesucristo todo lo que ha hecho por nosotros: su inmo­
lación , de objetiva que e ra , se ha hecho subjectiva,
propia á cada uno de nosotros en particular. Inm olándo­
se el Redentor sobre la c r u i nos es todavía e x tra ñ o ; en

mado D i o 9 la naturaleza h u m an a; en la eucaristía , esfá


asociado el hombre á la naturaleza divina (11 P etr. i 4).
El misterio inefable, dice el concilio d e T re n to , encierra
alguna cosa por la virtud de las palabras sacramentales;
lo demas solo está allí por concomitancia, ¿Luego qué en­
contramos allí en virtud de la consagración? ¿L a divini­
dad? N o, no está allí mas que por la unión inseparable
do las dos naturalezas. ¿Q ué pues? El cuerpo y la sangre
del Salvador, sil hum anidad: fíoe est corpus meurn. Asi
en la Encarnación, dice E s tío : la divinidad marcha la
primera y la humanidad en seguida; pero en el sacramen­
to de nuestros altares, la humanidad se presenta delante
de la divinidad. Jesucristo, pudo decir: H ot est corpus
m tum deificatum; y entonces hubiera tenido el primer lu­
gar la divinidad ¿Por qué no lo ba hecho ? Porque quería
transportar el hombre á Dios, queria hacernos partici­
pantes de la naturaleza divina. (O misterio por siempre
adorable 1 ¡O prodigio de amor : no era bastante, divino
Jesús, haberos humillado hasta nuestra nada, sino que nos
eleváis hasta Dios! (2V. D . T . F.)
(1) En la obra que tiene por título : A n n a C om nente
supplcmenla, Tubinga 1832, t. iv. p. 18.— 2 3 ; el autor
M. Tafel refiere un fragmento de la Panoplia de Nicctas,
la cual aun no está impresa. Este fragmento esT á nuestro
parecer, el monumento mas antiguo donde se ha puesto
en cuestión si la misa es un verdadero sacrificio. El ha
tratado á Soterichos Panteugonos que vivía en el siglo XII
bajo Manuel Comneno. Sostenía Soterichos que el Salva­
dor , sobre nuestros a lta re s, no es ofrecido á Dios mas
yue en un sentido impropio. Condenado por los obispos
griegos retractó este error de la manera mas expresa. Su
retratación no se encueritra ya en el escrito de Tíícetas.
mas nosotros la hemos hecho imprimir en la Tübinqer
LA SIM BÓLICA. 529
el c u lto , es nuestro bien p ro p io , nuestra victima. Allí
se entregó por lodos los hom bres; aqui sé co m unicaá
cada uno de nosotros; allí no es mas que victim a, aquí
está reconocido y «dorado como tal.
Según el objeto que acabamos de asignarle, el so-
criOcio eucarfstico puede ser considerado bajo un do­
ble punto de vigía. En primer lugar como la iglesia
Quartalsehrifi (*). H¿la aquí'* »0>w^pík>> vj íyicc kcci (íf¿t
GWÍSw ¿T7¡ t w rn'j ductav x ai tvi vkv m ^ a y o u t v r v xixí rrv r e f e
t j u jiivryevo ji xa .i EvavSjWTrnb'avToS Xórav. r a í
•jj-fjiraXí-Taav T rafa
tért ®fo;*x9¿í,5,ay (dice hi copia del acta de P a rís , mas
evidentemente es necesario leer T r p s a X r í v a i ) x a¡ viv <na7,iy,
m p x a y í c i o í i , ú$ ~ rv a¿-m> cS c av y a í ¡áijlv , xdi t « o v t j tpf o-
fiu v r i ¿ y o -O c fta . K av t i TTfOí «y<xT'oir)W Évf/ffKnTfci X tv p & u u é 'js y ,

ávaQiuctTt yaT vnoU aX X u.f H vireypaQn 2^tvO C 55 5 f1o.'rr.vy:voc.»


En francés: «Creo con eV santo y sagrado sínodo que el
sacrificio que se ofrece ahora y se ha ofrecido en otro
tiempo por el Hijo tínico de Dios, el Verbo hecho hom­
bre, se ofrece todavía en la actualidad, puesto que es una
sola y misma cosa. £1 que piense de o tra manera sea
anatematizado. Y si se encuentra alguna cosa escrita con­
tra cstacreoncia, la someto alauathem a. Firm ado Soteri-
chos Panteugonos. »
0 ) E ierito trim e iir ia l de Tubinga publicado jioj- MM. MtcMcr,
H in ch a r , Or«f T Hí-rílsl.. I V IchKí loi diaria! ffligioana í^n* w puLlirua
rn Alemania , el Je Túbingu ct tiu fonlM ilic»ím «I mai anj»i« J profundo.
M, Máck, que ae mmslrii ti digno eurrsor d<-1 rfrlcbrc Frilm oprr1
,
M. Lnn|> , pro fijo r de derrrhn ranAnirir; Al- Stlucnm -ilfr', dircrlnr drl
leminarin rulólien ¡ MM. Eisenlmth , líe te le , rlc. le han provisto il«
muchoii nrlíruU» notables. Od*»t<ii uJL, iearq il<; indicar ilgnnni do I í i
okrui de M. H irarkrr , rl [wwlo da la <ro!fi(¡1o moral : Meditacronri *o .
fcr» lo-t e r n n q 'h o i de Ctiai etitiit , TuUngu 485 T to lo jln m/>rn¡ , 3
rol. ¡Lid. i 833. Cateiji/Ptii , iliid^ tltirsrp g e n v itm « « li o . I8 2 I. M i r «
¡« i intiulijcncini , -lj|2i). ¡triarían d il ernnyrfrc tr'fjifn í í mi‘loiln r t-
eoláiíicn , 1823. Todna rataa «liras ae rnimili riin rn Afemamft r M i i m i r n
lóalas oirás, mneslias. Qiu'rrianina laml»i<'n dar é' cnimcrr la J » trotine*
eion <te M- l>rcy rt f« trologiif , ana in riih ftn rin p e i tiilr r l m (onlr¡-
b u eio h n y Int tá n o n n <tn lo* apáilolt* , »u firrU d sül>rp lol tfm ri-
Uot í 1* in lro d u ttio ■ de I I. Herlial ni antigua Tetiatnei i|* el CofflMl-
í itrio <lo M. Mack i obre iv* ep iilo la t p a tío ra let de »an tal?]» ; lúa
(rnbnjña de M. I.nng anlirc rl drrctlao einAnicn , rlc. eli\ ; m«n r^ln nci
H ila r ia no y Uj»n. (lV. I). T, F.)
330 LA SIMBÓLICA.
reconoce do deber bu existencia smo á la encarnación
del Hijo de Dios, debemos considerarle como un sacri­
ficio de alabonxas y de acciones do gracias. La iglesia
se declara incapaz de ofrecer á Dios su rccononm icnto
de o tra m anera que entregándole el que se ha hecho la
víctima del m undo, ex clam a: « E n vuestra m isericor­
dia nos habéis m irado como hijos vuestros en^ Jesucris­
to ; perm itid que por Jesu cristo , vuestro H ijo, presen­
te enmedio de nosotros, os adoremos como nuestro
P a d re , en los sentimientos del mas vivo reconocimien­
to. i AyI Nada poseemos, nada,.que.pueda S(.r os ag ra­
dable mas que Jesucristo: recibid nuestra ofrenda con
m isericordia.» Tales Bon las palabras que pronuncian
los fieles por boca del sacerd o te, manifestando que
Cristo se ha hecho su v íctim a, y que continúa siendo
su mediador cerca de Dios. Asi es que Jesucristo prc -<
senté en la eucaristía es el q u e ofrecemos al Padre ce*
leslial, mas no nuestras adoraciones, naestras alaban­
zas, y acciones de gracias. Sin duda que la presencia
de Cristo inspira en los corazones el mus vivo recono­
cim iento, el mas ardiente am or , pero est09 sentim ien­
tos considerados en sí m ism os, son indignos de las m i­
sericordia* de Dioa. Jesucristo, víctima en el c u lto , es
una fuente inagotable de piedad y de devocion; m as
para esto es necesario que esté presente al hom bre,
que el alm i pueda unirse & él como á su objeto ex­
terior.
En segundo tu g a r, los fieles se reconocen pecado­
res y se esfuerzan á apropiarse mus y mas los m éritos
de la redención. P u e s, bajo este punto de vista, el
sacrificio de nuestros altares llega á ser un sacrificio
propiciatorio, estrecha constantem ente los tozos que
nos unen ó Dios. El Salvador, presente enmedio de
nosotros, no cesa de decir á 6u P ad re en el ciflo : « M i­
ra en mí con piedad este pueblo lid y arrep en tid o :»
y á sus hermanos sobre la tie rra : « Venid á m i todos
LA S IM B Ó L IC A . 331
las que f .síot i cargados y fatigados , y t/a oj alft'úiie;
cualquiera que se vuelta hócia mi en la sinceridad do
su co rozón, obtendrá m isericordia, perdón y gracia. »
Las liturgias griegas y latinas dicen q u e , en la acción
santa, se ofrece el mismo Jesucristo ó su P ad re, qué
es á la vez la víctima y el sacrificadoF^ Respecto á un?-
otros t reconociendo en el Salvador eucnrjfilico el C or­
dero de Dios que se Iva entregado por los pécados del
m undo á la duración de In hostia exclam em os y:o<¡ei-
dos de sentimientos de a m o r, de confianza, de a r r e ­
pentim iento y hum ildad: O J e sú s, vos sois por quien
viro, por quien m uero; sra yo con vos en la vida y en
¡a m u irte (*).
Parécenos ahora bien claro que I» fe en la presencia
real es el fundamento de todn la doctrina católica so­
bre la miso. Negad que Jesucristo está1 presente sobre
nuestros altares, y la celebración de la cena no es mas
que la conmemoración del sacrificio de la cru z; lo m is­
mo que un cu ad ro , un símbolo cu alq u iera, reproducé
en nuestra memoria una pe i son a que nos fue querida.
M as si, por el contrurio, admitimos que el Salvador
continua habitando tirire nomtrosj, entonces lo pasado
se hace presente; entonces los m éritos de Jesucristo,
todo lo que lia hecho por nosotros se encuentra unido á
su persona divino; está aolire el altar srgun es y con
todaS-sus obras, en una |>;ilabra, es una verdadera víc­
tim a. ¡Qué encantador lenguaje lu b la esta creencin al
corazonl [Cuán vivamente obra «obre el entendimiento
y la voluntad, como si la memoria debiera hacernos
presente 6 Jesucristo ali jado diez y ocho siglos 1 Sepun
nuestra doctrina, él mismo ñus manifiesta su am or,
su bondad y m isericordia; está siem pre éntre nosotros
Heno de g rad a y verdad.

(*) Este acto de ofrenda se halla en todos Tos libros


de oraciones alemanes. (iV- i). T . f .)
L .l 91MBÓL1CA.
Asi, considerada como sacrificio, la misa es I* ce­
lebración de los favores conc«didos al hom bre en Jesu­
cristo; pues inmolando A Dios una víctima 9¡n mancha,
tiene por o b jeto , ya expresar el vivo reconocimiento
de los Gele&, ya aplicarnos sin cesar los m éritos de la
redención. ¿ Y quién no ve cuántas virtudes inspira esta
doctrina en los corazones? A proxim ando á nuestro en­
tendim iento todos los beneficios y acciones del Salvador,
produce la fe , la esperanaa y caridad; en una palabra,
lodos los sentimientos q u e exige la presencia de un
Dios tres veces sonto; y después el Cordero celestial
ofrecido en holocausto * nos obtiene b gracia divina q u e
desarrolla y fecunda estas santas disposiciones. Como,
según los cató ti coa, la santificación esté estrecham ente
unida al perdón de los pecados; como por o tro lado no
obra la gracia en el hom bre si no obra él con ella, do
aqui podrá ya concluir el observador que no es bastan*
te asistir Corporalmcnte ó. la acción santa p«ra q u e p ro ­
duzca su efecto.
El sacrificio de la misa se ofrece tam bién por los
vivos y p o r los difuntos. E n la inmolación de Cristo,
pedimos-al ciela por todas las personas que nos son
queridas, las recomendamos á 1» clemencia del Dios de
las misericordias. E t cristiano no puede concentrarse ori
sí mismo; se ex tiende-su caridad á- todos los hombres:
pero ¿con cuánta mas raion debe pensar en sus h e r­
manos en el m isterio de am or? ¿Cuánto debe pedir el
perdón, de los pecados del m undo? La sociedad de los
fieles con les bienaventurados y los potestades superio­
res es. renovada tam bién en I» santa obkirion; porque
los espíritus consumados están unirio6 al divino Salva-
d o r, y n a podemos contem plar su obra sin ver al m is­
mo tiem po lodo» sus efectos. E n fin uniendo al sacri­
ficio toda nuestra existencia, todos nuestros movi­
m ientos, ofrecemos á Jesucristo nuestros dolores y
placeres, nuestras lágrim as y alegrías. E n una pala­
L A SIM BÓLICA. 333
b ra , en la celebración de )a memoria de C risto , el
bienhechor del género hum ano, glorificamos y supli­
camos á nuestro Padre celestial; en loa padecimientos
le pedimos fuerzas y consuelos; en la prosperidad la
abnegación de nosotros m ism os, el desprendim iento de
los biehes de la tierra.
Sin em bargo, no hemos considerado la misa hasta
aqui tino como sacrificio; es necesario m irarla ahora
bajo o tro punto de vista. Asi q u e , lo hemos dicho y a,
jcónfiesan dos fieles que no encuentran en sí roas que
indigencia y corrupción; q u e , sin la víctima euenrísti-
c a , nado poseen que pueda ser agradable á Dios. En la
idea de esta profunda m iseria, 6e abandonan ¿ In bon­
dad divina en Jesu cristo , esperando su gracia y m ise­
ricordia. P or este acto de confianza y de abnegación,
«I fiel e stá , por decirlo asi, fuera de si mismo; se ha
separado de su existenci» alejada de Dios, para solo vi­
vir eu Jesucristo y por Jesucristo. Pues desde este mo­
m ento puede el Salvador e n tra r en el corazón de su
discípulo, unirse A él por la com union; el cristiano
desde entonces puede estar lleno de la sustancia divina.
Y si en In actualidad no comulgan ya todos los fieles
cada domingo, como en los prim eros siglos, debe re ­
caer la falta sobre su tibieza y no sobre la iglesia; por­
que todas las oraciones de la acción santa suponen una
comunion de parte de todos los asistentes. Por lo d e-
mas la iglesia exhorta encarecidam ente á sus hijos íi
unirse de espíritu á la comunion del sacerdote, á fin
de recibir á Jesucristo al menos espiritualm ente (1).

(1) Concil. T rid , sess. x iii. c. t i i i : «Quoad ustim


autem recle et sapieuter Patres nostri tres rationes hoc
sanctum sacramentum accipiendi dislinxerunt. Quosdam
eñim docuerunt sacram entaliter dum tanat id suniere, u t
percatorea, alioa autem ap irítualiter, itlos nim irúm ; qui
voto proposituni itlum ccelestcni panem edeu tes, lidc vi-
331 LA SIM BÓLICA.
Hé aquí el culto que damos á Dios sobre nuestros
a ltare s: culto inefable, profundam ente religioso^ lleno
de v iü a f de verdad. Sin duda el hom bre cornal que no
puede creer todavía en la encarnación del Hijo de Dios,
porque conoce bien que adm itiendo este m isterio, debe
volver todo su corazon hacia Jesucristo; «ste hom bre
sin duda no puede ver en la misa mas que supersti­
ción , e rro r y locura. Constantem ente no6 invita á con­
fesar nuestra debilidad, nuestra n a d a ; despues, repre­
sentación viva del am or inmenso, e te rn o , que nos ha
dado hasta su Hijo único, despierta el mas vivo reco­
nocim iento. la mas ardiente caridad. Cualquiera que se
declara contra este acto , quiere a rra stra rse sobre la
tie rra , ó bien no ve alH mas que Las cerem onias, las
genuflexiones del sacerdote y el traje que Itera al al­
tar. £ | que desconozca las necesidades del corazon del
hom bre, asi como el elevado objeto del celestial liber­
tador en la institución de los sacram entos; sobre todo
el que , ¿ ejemplo de los maniqueos, rechace estos di­
vinos mtelerios como carnales y groseros; aquel tam ­
bién encontrará necesariam ente el dogma católico in­
concebible. A los ojos de este h o m b re, el culto no es
espiritual sino en cuanto es falso: los buenos pensa­
mientos q u e : excita dentro de si por la 6ola fuerza de
su entendim iento, las sublimes •contemplaciones en las
cuales se ejereila (*), los firmes proyectos, las santas
resoluciones q u e forma en su corazon; á Dios solo, al
Cristo ideal es á quien la* presen ta, mas no al Cristo
que ha padecido y que habita en tre nosotros. Y sin em -

\ a , quffi per dileetionem o pera tu r , fructum eju9, e t u t i -


litatem se n tiu n t; tertios porro sacram entaliter simul et
spiritualiter: hi autem 9unt, qui se prius probant et ins-
tru u u t, ut vesteni nuptialem induti, etc.»
(*) Se reconocen las palabras de i . i . Rousseau.
(¿V. D. T , F.)
LA SIM BÓ LICA . 335
burgo» por el hecho de tu manifestación del v erbo, el
culio del corazon debe tener un fundam ento exterior;
debe, en su form a, representar ol Sah ador en medio
de los padecimientos, porque bc lia revelado cgpio vic­
tima por los pecador del mundo. Mas cómo el hom bre
que hu comprendido toda la encarnación del Hijo de
D ios, que ve con alegría que está en él ahora deposi­
ta r la \ido aparente para volver á tom ar una vida real
y divina; el hombre que sube que la doctrina del per-
don de los pecados y de la divinización de nuestro ser
no puede serle de ventaja a lg u n a , en tanto que no Id
realice dentro de sí; ¿cóm o este h o m b re, decimos,
puede no honrar en la misa una institución divina?
H é aq u i, para nosotros, una cosa inconcebible.
Des pues de esta exposición estamos en el caso de
responder ó la principal objecion de los protestantes.
Dicen: La misa aniquila el sacriGcio consumado sobre
lo c r u z , ó al menos inspira prevención, porque le re­
presenta como imperfecto é insuficiente. ¿M as quién
no ve que haciéndonos eternam ente presente la inm o­
lación del Salvador, la misa supone y confirma la san­
gre derram ada sobre el Calvario, y que bien lejos de.
horrarla de la m em oria, la inspira al contrario en to­
dos los corazones? ¿N o es pues el mismo sacr i Picador,
la misma víctima quien se entregó sobre el m onte san­
to , y quien se inmola aun sobre el a lta r?
Síii em bargo, com o, ti pesar do la evidencia de esla
v e rd a d , repitiéron los reformadores mil teces In obje­
cion de que se trata . debe ten er profundas raicea en el
protestantismo. Procurem os descubrir la filiación de
este erro r.
Lo creencia de qúe Jesucristo Be ofrece en sacrificio
en la Eucaristía llega ñ d estru ir el pecado hasta en el
fondo de los corazones, penetra el interior del hombre
y pro:luce una vida enteram ente nueva (1). Asi adm i-
(1} L u le ro , Je CopUdlalc Btthyl. Opp. etl. Jen.
336 LA SIM BÓLICA,
tiendo esta institución de In misericordia d iv in a, es
el hom bre forzosamente conducido é la doctrino de la
justificación in te rio r, y reciprocam ente es necesario
rechaza^ el m isterio inefable una vez desechado esta
doctriua. E n efecto, si la sangre del Cordero celestial

tom. ii. pág. 270. b. y 280, pinta las impresiones que


había hecho en é l , en su juventud , el culto católico; mas
estos dichosos recuerdos fueron debilitándose, y se ex­
tinguieron en fin para siempre. Hé aquí las palabras de
L ulero: « E st ¡Laque m issa, sed secundum substantiam
sn a m , proprie nihit aliuri , quam verba Christi pnedicla:
Accipite et mandúcate etc’. Ac si dicat: Eccc o homo pec-
cator et dam natus, es mora gratuitaque c h a rita te , qua
dilifro te , sic volente misericordiarum p atre, his verbis,
promitto tib í, ante omne merittim et votUm tu u m , re -
niissionom omnium peccatorum tuorum et vitam seter-
num. E t ut certissimus de hac mea promissione irrevo-
cabilí sis , corpus meum tradam ct sanguínem fundam,
inorte ipaa hac hanc promissionem confirm aturus, et
utrum que tibi in signum et memoriale ejusdem promis-
sionis relicturus. Quod cum frequentaverís, mei memor
sis, liauc meam in te charitatem et largitatem predices
et laudes et gratias aghs. Ex quibus vides, ad missam
digne habendam , aliud non requiri , quam (ídem , qua
Imic promissioni fideliter nítatur, Christum in sois ver-
bis veracem cred as, et sibi haec immensa bona esse do­
nata, non dubitet. Ad hanc fidem mox sequetur sua
spouté dulcissimus affectus c.ordis, qua dilalatur et im -
pinguatur spirítus horniuis (haec est c h a n ta s , per Splri—
tum Sane til tn in (irte Christi d o n ata) ut in Christum , tam
largum ethenignum testatorem , rapiatyr, fiatque peritas
atiui et novut homo. Quís enim non dulciter lacrym etur,
imo pr® g,-indio in Christum pene exam inetur, si credat
fide indubitata, hanc Christi promissionem ínicslimabilem
ad se pertinere? Quomodo non diliget tan tum Renefacto-
rem , qui indigno et longe alia mérito tantas divitias et
hrereditatem hanc ®ternam , prajveniens'offert, prom iltit
et donat?» Comp, saneli Asseltni Ora/iones, n. x x v ,—
LA SIM BÓ LICA . 337
no purifica et corazon del h o m b re ; si tantó9 beneficios
no excitan en nosotros \iv 09 sentim ientos de am or y de
reconocim iento; s i , á la vista de este inmenso abati­
m iento t todo nuestro ser no se ofrece en holocausto al
S e ñ o r, entonces dudamos con derecho de nuestra p ro ­
pia santificación , y diremos con los protestantes que la
justicia de Jesucristo no se nos im puta mas que bajo
una relación ex terio r. Ahora debemos com prender las
palabras del católico á la elevación de la h o stia : ¡Ó Je­
s ú s 1 que toda m i existencia esté en tos p a ra siempre*
Observemos sin em bargo que los re fo rm a d le s pudieron
em peñarse en el erro r por numerosos y deplorables
abusos, especialmente por la indiferencia y la tibieza
de los católicos; y ademes de esto ignoraban las tra d i­
ciones de los prim eros siglos sobre ta sagrada E ucaristía.
Por lo demás no se puede negar q u e , bajo un concep­
to , toda su doctrina no sea favorable al sacrificio de la
m isa; mas como apercibiesen vagam ente en este culto
alguna cosa infinitamente mas profunda que su sistema,
fueron conducidos por una pendiente insensible á rech a­
zar el m isterio adorable de nuestros aliares.
R esta todavía hacer algunas observaciones particu­
lares. Y en prim er lugar enseña la iglesia q u e , por las
palabras sacramentales , la sustancia del pan y del vino
se convierte en cuerpo y en sangre del divino Salvador.
E sta doctrina ocupa un lugar im portante en el sistema
católico. ¿ Y quién no piensa al punto en el cambio
moral que transform a todo nuestro ser? ¿Q uién no re -

xxxv. Opp. edit. Gerberon. Par. 1721. p. 264. et seq.


Dice L utero, loe. cit. p. 2 8 1 : «Ita possum quotidie,
imo omni h o r a , missam habere, dum quotie9 voluero,
possum mihi verba Christi proponere et fidem meam in
illis alere.» Esto es verdadero en s í, mas estas palabras
vertidas aquí sin modificación alguna hacen inútiles los
sacramentos y el culto público que debe reposar sobre
alguna cosa exterior
£. C- — T, vi. 22
338 LA S1UDÓLICA.
cu erd a q u e p o r n u estra unión con el R ed en to r acaba
el h o m b re te rre n o y com ienza el hom bre c e le stia l, du
tal m anera que no vivimos ya, sino q u c C risto e s el que
vive en n o so tro s? L u te ro no pudo ver jamáB á J e su ­
cristo solo en la e u c a r is tía , siem pre se presentaban ¿
su entendim iento el pan y el v in o ; asi como á su s ojos
en el ho m bre regenerodo dos v o lu n ta d e s, la una espi­
r itu a l y la o tra c a r n a l, se en tre g an ó un com bate ¿
m u e r t e , sin que la segunda pueda nunca convertirse
en la p rim era.
P o r o tra * p a rte e sta m U m a creencia es la expresión
m as form al de la objetividad del alim ento divino» por­
q u e nos m anifiesta la sustancia m aterial aniquilada
a n te el alim en to superio r. E nseñado con m as ó m enos
clarid ad en ta l ó cual é p o c a , m as existente siem pre en
la iglesia ( 1 ) , e ste dogm a ha sido definido expresam en-

(1) E n la liturgia de san Juan Crísóstom o (G oar


p. 7 7 . ) dice el diácono : « E úXaynaov $-¿<jtzotx t q j
E u c h o lo g .
a ytov « p w .» Responde el s a c e r d o t e : « Ustnucv rev ¡ih «fray
tívtsv Ttuiiv ffjjua 7su KpüTTúi/ ffsu.w E ntonces suplica el diá­
cono al sacerdote bendiga el vino; y dice el sacerdote;
« T í Se ¿ 9 TTSTrtftU T 0 ‘j 7 <ti Tt/UíJV ftífia TS'J K flS T S V CJU , » J SO-
b re la s dos especies: («MfraSaXwv toj Uvíú¡mri ao'j túj áyiu.ti
Se en c u en tra en la liturgia de san Basilio > p. 1 6 6 , hasta
las m ism as expresiones. Leem os en la de la iglesia de
A lejandría (R enaudot. C ollectio U turg, o rie n t. tom . i.
p . 1 5 7 : « Ettí S í ftp1 v u a f hxl i t r i t : u í «pTXÍ tsl'tíü ó i kcu £tti
T a irsTrifia. T u r ra . - a TIvcv/jm c s v t o ü y n v , h e. r a v r a k y i á j f i
TfXtiwcrn, iós 'Tra.vTsS'úja/ic? — Xa i iroimn tú uív ciprav aa-
ju a .... to í e TT0 T r fi: v , ai¿ta táS xa/vn? SmQmítíí o x t o j t í j Kup/a-j
Xúlí SUTÍipSS > XOlí TTCt^SafflXEi-í YI/WV ’lnffJV. XfiyTJ'AO
M il 0 £ O J
E l cánon de los etiopes dice (loe. cil. p. 5 0 i) : «Os-
tende íaciem tuam super Jiunc panem et super huuc cali—
ce m , quos proposuim us super ho caltare spirituale tum n.
b enedic, sanctifica et purifica illos; et transm uta huno
panem , u t fíat corpus tuum p u ru m , e t quod m istum est
LA SIM BÓLICA. 339
te en la edad m edia, entonces que un misticismo pan-
te ís ta , confundiendo lo finito é infinito, identificaba á
Dios Padre con el m u n d o , é Dios Hijo con la idea e te r­
na del hom bre , y al E spíritu Santo con loe sentim ien­
tos religio^Be. Lo hemos d ic h o y a , estas m onstruosida­
des fueron defendidas por muchaB sectas gnósticas,
despues por A raauri de C h artres, David de Dinant etc.
La revelación cristiana no era ¿ los ojos de estos here­
jes mas que la revelación del h o m b re : no veian en los
sacram entos jdqs que lo que ponemos en ellos: debian
pues rechazarlos como inútiles. Identificando la n a tu ­
raleza con el Ser Suprem o creian participar de la esen­
cia infinita; ¿cómo hubieran admitido medios exterio­
res para divinizarlos? En estas circunstancias pareció
necesario proclam ar de nuevo la antigua creencia y
presentar á la luz todas sus consecuencias. Ahora bien,
la doctrina de la transustanciacion , es d e c ir, el cambio
de una sustancia creada en u n alimento que diviniza al
h o m b re , enunció de la m anera roas clara el dogma
católico contra estas diferentes sectas , que olvida bao
que Jesucristo hizo un mundo nuevo, lejos de haber
sido producido él por el mundo. Ademas esta es la éj o-
ca é que se rem onta la Ge&ta del p in tísim o Sacram en­
to (1). Como en esta solemnidad aparecía Cristo fuera

in hoc calicó, sanguis tuus pretiosus.» Sobre lo cual R e-


naudot hace esta observación, p. 527: nVeram m utatio-
nem significat vox ^Etiópica, rei scilicebunius jn aliam,
u t agnoscit ipse Rudolphus in Lexicís suis : multíque
Scriptur® loci in quibus u su rp atu r, palain faciunt. Si
vel levissima de ejus signiíicatione esset dubitatio, vos
coptica, cui responde!, et versiones arabios illam plcne
discuterent.»
(1) Una multitud de pasajes manifiestan que la adora­
ción sube mucho mas alto que á la edad media, á la ig­
norancia sola pertenecía negar este hecho. Sin hablar del
testimonio mucho xnas antiguo de Orígenes, leemos en la
340 U SIM BÓLICA.
del hombre, viniendo A nosotros de una manera externa,
fue imposible desde entonces confundirle con los actos
del entendim iento humano. P or la doctrina de la tr s n -
sustanciacion el cristianismo con todo9 b u s dogmas se
m uestra una revelación* e x te r io r , tenicnd#á Dios por
autor inmediato. Guando comenzaron los reform adores
á dogm atizar , era tanto mas urgente erigir de nuevo
esta enseñanza , cuanto que entonces un falso esplritua­
lismo invadía tam bién todas las clases y condiciones.
F inalm en te, en la iglesia católica se ha estíiblecido
el ueo de no adm inistrar la eucaristía sino bajo una sola
especie. Este es un punto de pura disciplina que no en­
tra en el dogma universal (1).
Ademas esta costum bre no lia sido introducido por ley
alguna , sirio que era ya general cuando la ley ha ve­
nido á confirm arla. P o r o tra p a r te , y esto no es menos
conocido, los monasterios que suprim ieron los primeros
el uso del cáliz, fueron impulsados por los mas puros
m otivos: por el piadoso tem or de profanar la pangre
del Altísimo. Para el que adm ite la presencia real es­
te tem or no puede ser supersticioso; y el católico, ins­
truido por la E scritu ra y tradición, sabe que puede abs­
tenerse del cáliz sin alejarse del espíritu de C ris to , sin
privarse de las bendiííones del sacram ento. A proxim án­
dose 6 la santa mesa con sus hermanos en la fe, to ­
davía hay el consuelo de ver que nadie es conducido

liturgia de san Juan Crisóstomo (Goar, Evcholog. p. 81):


((E^ra ( í la elevación de la hostia): irposxuvEÍ b ¿efív?,
9 S 'lM I V tf, tV « EJTIV TOrtiJ ' X¿TÍVTf5 JUVÍT/XWS TQ& Ó 0S5S ÍX*¡T-
énTi Tíi>ayiac-TQjXü. — ó Xaccí á/xows -mxvT¿i ¡u t * ii/Xa-
6f(ítS '7rpoíKuy5uriv (*). »
(*> Eulon«s ( i ¡o clífo cio n) flí prosteraon el ucerdole t í I diárono,
diciuado tres vece* en voi baja: O Oíos, linwd piedad d<i m i, pobre
pccM(>r, — Y tudes los fielrB ar prosternan ignulmeiilí ton dfTinum.

\t) Concil. Trident. sess. xxi. can. i . —ív. sess. tcxii.


decrct. sup. concess. Calicis.
lA SIM BÓLICA. 341
ftílf por un guato c a rn a l, desórden que existe dem asia­
do en las iglesia* separadas.
Cuando I09 zuingliano9 nos acusan de m u tilar el sa­
cram e n to , los zuinglianos que le han quitado el cuerpo
y la sangre adorable para 90I0 dejar pan y vino, Be nos
recuerda el pasaje riel evangelio en que nuestro Señor
dice á los Fariseos (M alth. x x i u . 24.): Guias ciegos* que
coláis el mosquito y os iragais u n camello. Por lo demás
veríamos con gozo dejado á la libertad de cada uno el
uso del c á liz , lo que acontecerá sin duda cuando el
voto general se pronuncie en favor de esta costum bre
con tanta energía como opuesto se ha manifestado des-
pues del siglo X II.

§. X X X V .

D octrina de loa ln tcran o i y do U i rcform nilor acerca de la encoriitla.

Apenas habían proseguido su ca rre ra los reformados


durante algunos años que se vieron, nacer en la doctri­
na respecto á la eucaristía contrariedades de la mas al­
ta importancia. L utero á la verdad defendió la presen­
cia real; mas una palabra de Pedro de Ailly (* ), mas
bien por cierto que la E scritu ra santa r le hizo recha­
zar la transustauciacioo (1).

(*) Este sabio cardenal había dicho q u e , 9in ti dogma


de la transustanciacion, seria maa fácil concebir la pre­
sencia real. (¿V. D. T . F.)
(1) Se lee también en la Confesion de A'isburgo,
art. x : «De ccena Doruini d o cen t, quod corpus etsanguis
Chriáti vere adsint et distribuantur vescentibus in ccena
Domini, et improbant secus docentes.» En el texto primi­
tivo se encuentran las palabras sub specie pañis et vmf;
pero fueron borradas por Melanchthon desde 1531. Hé
aquí lo que dice Salig en su h isto ria completa de la Con-
feiion de A u g tb u rg o , vol. n i. c. 1. p - 171: «Ed la edición
312 LA SIM BÓLICA.

Partiendo de los principios erigidos en la refottúa


Bobre loa sacramentos en g e n e ra l, Carlostndio, profesor
en W tten b erg a, impugnó la presencia de Cristo en la
de 1530,de la cual se presentó un ejemplar á Carlos V ,e l
artículo décimo estaba asi concebido: «Respecto ála cena
del Seflor, enseñan que el cuerpo y la sangre de Cristo es­
tán verdaderamente presentes bajo las apariencias del fian
y del vino, que son ofrecidas al fiel en la comnnion; y re­
chazan la doctrina contraria.»
Lutero abolió también la misa privada, y lié aquí por
qué: «Voy á haceros, dice, una pequeüa confesión, Padre
m ío ; vos me dare¡9 la absolución. Me encuentro despier­
to á media noche ; entonces el diablo me hace este dis­
curso (el diablo me ataca y atorm enta frecuentemente du­
rante la noche): «Escucha, profundo doctor: hace quince
años has dicho la misa casi todos los dias. ¿Qué has he­
cho? Un acto de idolatría has adorado , no el cuerpo de
Jesucristo, sino el pan y el vino; lo has adorado y presen­
tado á las adoraciones de los dema9.» Yo respondí: ¿No
he sido ordenado sacerdote por mi obispo? ¿ No he segui­
do las órdenes de mi iglesia? Dijo el diablo en seguida:
«Los turcos y los infieles no obran también por la órden
de su iglesia__ ; ¿y qué sucedería si tu crisma y ordena­
ción fuese falsa como la de los turcos?» Entonces 1111 su­
dor m ortal, bañó mi frente, mi corazon palpitó y tembló
violentamente. El diablo sabe estrech ar, instar sus argu­
mentos , su poderosa palabra oprim e, a te rra , aniquila.
La cuestión y la respuesta se hacen sentir á la vez. [ Qué
terrible yozI j Qué energía de expresión 1 ]Qué varonil y
vigorosa elocuencia t Yo lo sé demasiado, él puede aho­
gar á los hombres durante la noche; puede sumir al alma
en una angustia tan extremada . que destroce este cuerpo
perecedero. Asi es que muchos han sido hallados muertos
por la mañana en su lecho. Hé aquí cómo me asaltó en
esta disputa. Yo no querría m as, n o , por todo lo de este
m undo, pasar por angustias tan espantosas. Escuchad
ahora cómo atacó mi ordenación,
«Tú lo 9abes no tienC9 mucha fe en Jesucristo......»
Lutero refiere aquí los largos razonamientos del diablo,
L A SIM BÓ LICA . 313
etiearifltía, y hemos visto que del mismo punto de lis ­
ta , no e9 fácil responder á sus óbjecciones {*). Respecto
6 las pruebas directas sobre las que edificó su enseñan­
za , nada mas pobre y m ezquino; pero lo que é\ no pu­
do hacer, Zuínglio y Ecolniqpadio q u e vinieron en su a u ­
xilio lo hicieron con bastante habilidad.
Lo hemos observado ya mas de unn v ez, los prim e­
ros reformadores suizos no tenían mas qne ideas m ez-
quinas y pobres; mas parecen nquf haberse superado
A si mismos. Según ?u doctrina, la cena no es mas que el
recuerdo de los padecimientos y m uerte del Salvador;
y si vieron en ella alguna cosa mas profunda t apenas lo
notamos en sus escritos (1).
despues continúa: « Los santo9 papistas van á derram ar
sobre mí toda la hiel de su sátira, dirán: Hé aquí este
gran doctor que no sabe responder al diablo__ Si yo fue­
se papista y el diablo me dejase tranquilo , sabría bien res­
ponderle ; porque yo soy también uno de los esforzados
que no tienen miedo de diez hombres cuando e9tan solos.
¡Mas que no oyen la voz del diablo 1 Su lenguaje sobre la
iglesia, sobre los antiguos u 9 o s,su parla no sería la rg a ...
Ño dudo que Em ser y Ecolampadio hayan sido ahogados
de esta manera.» (Obras de Lutero. edit. allem. de Jena.
tom. vi. p. 8-2 — 83. b.). Esta cita nos ha llevado un poco
lejos, pero hemos visto cuál era el maestro de Lutero.
(IV. D. T . F.)
(*) Este pesado reformador había apostado, con el
vaso en la mano á que renovaría las opiniones de Beren-
gario contra la presencia real.
(1) Uuldricí Zuínglii. Opp. tom. n. En su memoria
intitulada: Jllustrissim ú Germanice principibw in conci-
liis Ang. congreg. p. 5M> et s e q ., estableció una doctrina
que no sería desaprobada por los racionalistas del dia. Di­
ce: Quo factum est, ut veteres dixerint corpusChristi ve-
re esse in ccena: id autem duplici nom ine, cum propter
istam , quae jam dicta est , certam fídei contemplationem,
qure Chri&tum ipsum in cruce propter no9 deficientem n i-
hil minus praesentem v id e t, quam Stephanus carnalibus
LA SIM BÓLICA.
Ademas nuestros do9 reformadores» ei bien llegaron
á las mismas consecuencias, interpretaron de diverso
modo el versículo 26 del capítulo X X V I de san M ateo.
Zuiriglio (*) pretendía que el verbo éarl quiere decir
significa, m ientras que E c ^ m p a d io lo tom aba en bu
sentido n a tu ra l, mas la palabra crióla., decía, está u sa­
da metafóricam ente por figura de m i cuerpo.
A unque L utero en e6ta época habia rechazado ya
la transustanciacion, sostuvo sin embargo la presencia
real con toda su ruda vehemencia, es verdad (* •); pero
con mucho talento tam bién ; porque cuando combate
oculis ad desteram patria regnantem videret. E t adsevera-
re a u d e o , hanc Stephano revelationem et eihibitionem
sensibiliter essefactam , u t nobis exemplo esset, fidelibus,
cum pro se paterentur , co seraper modo adfore, non sen­
sibiliter , sed contemplatione et solatio fitlei.» p. 549.
«Cum paterfamilias peregre profecturus, nobilissimum
annulum su u m , in quo imago sua expresa e s t, conjugi
matriíamiliffi, his verb¡9 tradit. En me tibi maritum,
quem absentem teneas et quote oblectes. lam illi paterfa-
mili® Domini nostri Jesucristo ti puní gerit. Is enim abiens
eclesiffi conjugi sute imaginem suatn in coenx sacramento
reliquit.»
(*) También se le apareció á Zuinglio un espíritu para
inspirarle un texto contra la presencia real. ¿Era el diablo,
esta vez, quien razonaba contra el augusto misterio?
Nuestro autor no lo decide positivamente; dice que era
un fantasm a blanco ó negro. (¿V. D. T . F.)
(**) Lutero decia que «el diablo habia tomado pose­
sión del cuerpo de los zuinglianos: que estaban endiabla­
dos, superendiablados y perendiablados; que su lengua
era falaz, movida al capricho de Satanás, infundida y
transfundida en su Veneno infernal.» Segtln estas pala­
bras podía L utero, como lo hace frecuentemente en sus
escritos, alabarse de haber defendido bien la presencia
real. Bayle no se equivocó en decir: «D os sectarios que
se em brollan, ae odian mas que al tronco de que están
«epatados.» ( N . D . T . F .)
la simbólica . 315
en fávor d é la verdad es un atleta invencible, incom-
p n rabie; y bus escritos contra Zuinglio merecen todavía
nuestra ti tención.
E ntre los do9 partidos fluctuaron constantem ente
ein punto de parada Capitón y el deferente B ucero; y
6e esforzaron inútilm ente en tra e r su creencia á una
expresión clara y precisa (1).
Galvino tomó igualm ente un enmino interm edio:
dotado de una gran sagacidad, hubiera podido form ular
bu doctrina con toda la sencillez apetecible, si no h u ­
biera preferido envolverse en cierta obscuridad. Enseñó
que el cuerpo de Cristo está realm ente presente en la
sagrada c c n a , que asi le recibe el fiel en la# mesa del

{i) Confess. teírapolllaiia, cap. x v ih . p. 352 e t seq.:


«Singulari studio hanc Christi in suos bonitatem semper
dcpr& dicant, qua is non minus hodie , quam in novissi-
ma illa ccena, ómnibus qui ínter illius discipulos ex animo
nomen dederunt, cum hanc coenam , ut ip9e instituit,
repetunt, verum suum corpus vernmque suum sangui-
n e m , vere edendum et bibendum , in cibum potiimque
animarum: quo illao in aitcrnain vitam alan tu r, daré per
sacramenta dignatur, ut jam ipse in illis t et illi in ipso
vivant et porm aneant, in die novissima in novam et im>-
mortalem vitam per ipsum resuscitandi etc,» Como dije­
se también Zuinglio que Jesucristo está realmente pre­
sente en la eucaristía ; como por otra parte estaba en
relación íntima con las ciudades de la Alemania superior,
nadie tenia confianza en las palabras que acabamos de ci­
tar. Dijo Salig ( H títoria completa de la confesion de
Augsburgo , vol. íi. cap. 12. p. 400 ) : «En muchos pun­
tos la confesion de las cuatro ciudades era verdadera­
m en te según el espíritu del cristianism o; pero en el a rtí-
Otilo de la sagrada cena tenia muchos equívocos, de tal
m an era que podia interpretarse en el sentido de Zuinglio
lo mismo que en el de L utero...... Por esta razón , sobre
este último capítulo, debía ser interpretada según las
cartas citadas por nosotros, de Bucero y de M elanchthon.»
316 LA SIM BÓLICA.
S eñor; maa entendió por esto q u e , al tiempo de la
euncion de los elementos terrenos, que n o son nías que
la figura del cuerpo y' de la sangre ad o rab les, em a­
nando una virtud celestial del espíritu del Salvador , se
derramn sobre el Bel (1), En la conferencia de Zurich
vió Calvino abrazados su» principios por los reformados
de la Suiza, y despues fueron sancionados por todos los
símbolos del partido (2).

(1) Calvin. Instituí. 1. ir . c. 17. fol. 502. Conaens.


tig. Calvin, opp. tom, v m . p. 648.
(2) Confesa, helvet. I I . art. x x . x x ii. p. 99 et seq.:
«Ccenam vero m ysticam ,» leemos en el artículo x x u ,
nsuís ver% ad hoc offert , ut magis magisque in illis vi-
v a t, et illi in ipso: non quod pañi et vino corpus domini
ct sanguis vel naturaliter u n in n tu r, sed quod pañis et
vinum ex institutione domini symbola s n n t, quibus ab
ipso domino per ecclesiae ministerium vera cor por is et
sanguinis ejus communicatio non in periturum ventria
cibum , sed in aeternse vitse alimoniam exliibeatur. Hoc
¿aero cibo ideo s$pe utim u r, quoniam hujus moni tu in
crucifixi mortero sanguinemque fidei oculis intuentes ac
salutem nostram non sine coclestis vitse gustu et vero vi­
tse aeternae sensu meditantes hoc spirituali, vivifico in ti-
moque pábulo ineffabili cum -suavitate reficimur ac ine-
narrabili verbi laetitia propter inventam vitam exultam us,
totique ac viribus omnino nostris omnibu9 in gratiarum
actionem , tam pro admirando Christi erga nos beneficio
efíundimur etc. » Este pasaje debia estar colocado en la
categoría de los de la confesion tetrapolitana. Confesáio
gall. art. xxxvr. p, 12 3 : « Affirmamus sanctam ccenam
d om ini, alterum videlicet sacramentum esse nobis te sti-
monium nostrn cum domino nostro Jesu Christo unitio-
n is , quoniam non est dumtaxat m ortuus semel e t excita-
tas h mortuis pro n o b is, sed etiam vere nos pascit et
n u trit carne sua et sangnine, u t unum cum ipso Cacti
vitam cura ipso communem habeamus. Quamvis enim
nunc sit in ccelis , ibidem etiam mansurus , doñee veniat
mundum judicaturus: credimus tamen eum arcana et
I.A. SIMBÓMC.A. 347
Hagamos todavía algunas observaciones. Las dispu­
tas que dividían á los reform adores afligían profunda­
mente á los nuevos cristianos. Ademas de que proveían
de arm as á los católicos, destruían la unión entre las
iglesias protestantes; unión tanto m as apetecible en ton -
c e s, cuanto que la guerra civil comenzaba ó infle maree
en Alemania. Los sacram entarlos Robre todo ( asi lla­
maba Lotero á los discipulos de Zuinglio, de Carlos*
Indio, & c.) Be encontraban en la mas crítica posición.
Pequeño rebaño en Israel no contaban partidarios mas
que en cuatro ciudades: iban á sucum bir bajo los gol­
pes de sus adversarios. Asi en la dieta de Augsburgo
en 1530 hicieron lodos sus esfuerzos para ser admitidos
rt comunion. Mas en vano a g o la ro n , bajo la dirección
del artificioso B u ccro , todos los subterfugios del equí­
voco : r u s tentativas se frustraron ante la lealtad ale­
mana de L u le ro , que m architó su fraseología capciosa.
En el tratado de paz concluido en N urem berg solo se
adm itió á los que reconocían la confesion de Ausburgo.
Asi la opinion m o d erad a, por la cual se procuraba
conciliar todos los p artidos, debió mas bien su origen á
¡ncomprehensibili spiritus sni virtute nos nutriré et vivi­
ficare sui corporís et sanguinís substnntia per fidem ap -
prehensa. Dicimus autem hoc spiritualiter fieri, non ut
cflicatis et veritatis loco imaginationem aut cogitationem
supponamus, sed potins, quoniam hoc mysterium n ostra
cum Ghristo coalitionis tam sublime e s t , u t ómnes nos-
tros sensus totumque adeo ordinem naturse superet:
rienique quoniam cum sit divinum ac coele9te , non nisi
fide percipi et apprehendí potest. » Confessio anglic.
art. xxxv m . p. 137 : aCoena domini non est tantum síg—
num mutuas benevolentiae cristianorum ínter Bese, verum
potins eBt sacramentum nos trae per mortem Christi re -
demptionis. Atque adeo rite, digne et cum fide sum enti-
bus, pañis, quem frangim us, est communicatio corpo­
ris Christi: similiter poculum benedictionis est com mu-
nicatio sanguinís Christi,»
318 n sT M ü rtf.ir.A .

los interesen políticos que á la convicción religiosa de


sus autores. Sin em bargo se vió engrosarse de dia en
dia el núm ero de 9us adicto*». El mismo M elanchlhón
no permaneció extraño ó ellos: al co n trario , llevó la
complacencia hasta introducir en su favor algunos cam ­
bios (1) en das ediciones que aparecieron hócia 1540 de
la confesion de Augsburgo. Como los partidarios de esta
doctrina decian expresam ente que Jesucristo está pre­
sente en la c e n a , qne su cuerpo es ofrecido en la co~
m union; como por otra parte la nueva confesion de
Augshurgo favorecía cierta confusionde ideas, se llegó
A decir bien pronto , después de la m uerte de L u tero ,
que la opinion do los sacram éntanos era ortodoxa con­
forme ó los reformadores witenbergense».
El desgraciado Juan de Lasko, sin re c u rso , Bin
asilo , temiendo por su libertad, había hecho también
alguno* cambios en la fórmula presentada al em perador.
Los protestantes en masa se sublevaron contra el impío,
le llenaron de ultrajes , liastn disputarse quién le daría
el último puntapié. ¿Q u é diremos ahora de M elanch-
thon? ¿Tenia derecho á m odificar, á cam biarla c o n ­
fusión de Augsburgo porque era su redactor? Su doblez,
en una palabra, su bellaquería será una mancha eterna
en su memoria. A (In de aprender por su boca la ver-

(1) H é aquí los cam bios obrados por M elanhthon:


Se lee en las prim eras ediciones: « De c a n a Domini
doccnt, quod corpus et aanguis Christi vere adsint et
dislribuantur vesceotíhus in coena Domini, et i mprobant
tecuv tlócenles,» Es necesario observar que también ha
desaparecido aquí el sub tpeeie pañis et v i n i ; mas esto
no es, dice Salig (en la obra citada vol. m . c. 1. p. 477),
un cambio esencial, in realibus.
El texto corregido d ice: «De coena Domini docent,
quod cum pane et vino vere «¿chibeaniur corpus et san-
guis C hristi, vesceutibus in coena Domini.» Por lo de­
mas esta diferencia resaltará mejor ¿ continuación.
LA SIM BÓLICA. 549
dadera doctrina de su padre en la f e , venial) de todas
parten las iglesies á consultarle con una entera confian-
za. ¡ Y bien 1 recurriendo al equívoco , respondía el
Minto reformador por medio de extensos y largos ro­
deos, se servia de expresiones embrolladas que 6e des­
truían unas ¿ otras. F in alm en te, algunos meses antes
de su m uerte , cuando ya nada tuvo q u e tem er por su
persona, abrazó abiertam ente los principios de Calvino.
P or lo demás los sucesores de M elanchthon se manifes­
taron , en punto á hipocresía ,. dignos discípulos de fu
m aestro; y se aprobarían los justos castigos que les p re­
paró el elector de Sajón ¡a sí do hubieseu 6Ído, en p arte
al m enos, demasiado rigorosos (*).
Asi los luteranos no solamente tenían que defender
la doctrina prim itiva de su iglesia, sino que les era ne­
cesario aun form ularla con sencillez y precisión. Lo
q u e hicieron de la m anera sig u ie n te : Calvino decía á
la verdad que se recibía realm ente ¿ Jesucristo en la
c e n a ; mas esta comunión, proseguía, no tiene lugar mas
que por la f e , en el m om ento en que el cuerpo de
Cristo es ofrecido al hom bre. De donde Be sigue que
(*) Los m ism os luteranos no han condenado á Me­
lanchthon con m enos severidad. H é aquí lo que declara­
ro n en pleno sínodo : «Cam biando y recam biando e te r­
nam ente sus e sc rito s, ha dado arm as á los pontificales,
h a reducido los fieles á no saber ya á qué atenerse sobre
la verdadera doctrina. S u s L u g a r e s t e o l ó g i c o s , añaden,
serán llam ados mejor ju e g o s te o l ó g i c o s .» [C o llo c . A U e n b .
p. 5 0 2 , £03). No sorprenderán estas variaciones cuando
se recuerde que tenia por regla fundam ental que los a r ­
t íc u lo s de fe debía n s e r c a m b ia d o s con>fr e c u e n c ia , a to -
m o d a d o s á los t ie m p o s y c ir c u n s t a n c i a s . Si volviese
M elanchthon á reform ar su reform a , según este princi­
p io , negaría los deberes m as esenciales de la m oral,
negaría la inspiración de la sagrada E sc ritu ra , negíiria la
divinidad de Jesucristo y n e fa ria el cristianism o. Si se
pidiesen pruebas de esto , se darían. (Di. D . T . F.)
350 LA SIM BÓLICA.

en tre el alimento celestial y el elem ento m aterial no hay


sino una unión pasajera accidental. ¿Qué opusieron ó esto
loe luterano*? Definieron en el libro de la Concordia que
el cuerpo da Jesucristo es dado en, con y bajo el pan.
A dem as, Begun el doctor de G in eb ra, el hombro
unido á Cristo por el am or y por la fe, es decir, el pre­
destinado, puede solo recibir el cuerpo y la sangre ado­
rables. E l incrédulo pues no recibe mas que el pan y
el vino. P a ra obviar este e rro r estableció el libro de la
Concordia que los indignos reciben también el cuerpo
del Salvador mas para su condenación.
E n Gn, para apuntalar su opinion, decian los sa­
cram éntanos que estando el Señor sentado á la diestra
de su Padre » no puede estar en la eucaristía. R epitie­
ron frecuentem ente esta objecion en la conferencia de
Poissy, y Beza se arro jó á decir que Cristo está tan dis­
tante de la eucaristía como el cielo del infierno. Por otra
p arte L utero y sus discípulos habían ya sostenido que el
Salvador está presente en todas partes aun en cuanto á
su humanidad (ubiquitas corporis Chrisli). A instiga­
ción del reform ador B reuz, esta monstruosa opinion ha­
bía sido desde luego reconocida en el símbolo de los
W itenberg en ses; en fin consagrada después por el libro
de la C oncordia, fue proclamada dogma de fe. Se re*
plicó pues á los reform ados, que en relación á Dios no
podia trabarse ni de derecha, ni de izquierda , porque
está en todo lu g a r; asi que Jesucrislo está (ambien eu
todas partes en cuanto á su hum anidad.
A quí se toca la doctrina de la comunicación de idio­
mas , doatrina que fue frecuentem ente una tea de dis­
cordia entre I09 protestantes; pueB los reformados acu ­
saban á los luteranos de no adm itir mas que una n atu ­
raleza en Jesucristo, y estos echaban en cara á sus
adversarios de caer en la herejía de Neslorio (1).
(1) Solid, Declar . p. 659— 691 — 724.
F I N DEL P R I M E R TOMO,

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