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Psicología Social y fenómenos comunicativos

Trabajo Práctico Nº 6 “Efecto: espectador”

Puede realizarse individualmente o en grupo

Nombre y apellido: Cinthya Guadalupe Loera Medina


DNI Nº 26830680 Fecha: miércoles 06 junio de 2018

Tema2-
Introducción. El “efecto espectador” Nuestro sentido de la responsabilidad: el
efecto espectador
A continuación se presenta un material que relata un suceso que fue conocido
periodísticamente como el “síndrome Genovese” o efecto espectador. 

Extraído de:
“http://psicopolice.blogspot.com.ar/ La historia de Kitty Genovese publicado 2012

La historia de Kitty Genovese


El 13 de marzo de 1964 tuvo lugar un crimen cuya repercusión significó un
antes y un después para el estudio de las víctimas. La criminología  se había
centrado hasta entonces en el estudio del delincuente.

Kitty Genovese vivía en Queens, un barrio residencial de Nueva York  y esa


noche cuando llegaba a su apartamento a la vuelta del trabajo, un delincuente se
abalanzó sobre ella y la acuchilló. Los gritos de Kitty consiguieron alertar al
vecindario puesto que las luces de varios apartamentos se encendieron e incluso
se oyeron voces que pedían que se dejara a la mujer en paz. El agresor huyó,
pero nadie acudió a socorrer a Kitty que, como pudo, se desplazó dirigiéndose al
portal de su casa.

No obstante, el delincuente regresó para atacarla de nuevo y los gritos de


Kitty sonaron con más desesperación. Del mismo modo, los vecinos se asomaron
y pidieron que parara, pero nadie alerto a la policía ni acudió a socorrerla, aunque
consiguieron que el agresor se fuera.

De nuevo, Kitty tuvo otra oportunidad para ser ayudada, pero nadie acudió,
nadie dio la voz de alarma. Desgraciadamente solo volvió su asesino para
rematarla.

El asesinato conmocionó a la sociedad estadounidense cuando se conoció


que un mínimo de 38 personas habían presenciado los hechos y que nadie fue
capaz de ayudar o como mínimo, avisar a la policía.

El caso de Kitty también tuvo su repercusión en la comunidad científica. De


su estudio surgió lo que se conoce como “el efecto espectador” o “el síndrome
Genovese” que explica que ante una emergencia es menos probable que alguien
intervenga cuando hay más personas que la presencian que  cuando hay una
sola.

Según los psicólogos Darley y Latané, que estudiaron el fenómeno, la


presencia de un grupo hace que se diluya la responsabilidad. Las personas
justifican su no actuación pensando que habrá otras más preparadas para ayudar
o bien temen ser reprochados por ofrecer una ayuda no solicitada.
Para completar el material sobre el triste caso planteado, se incorpora un
fragmento del Artículo sobre la investigación y explicación que realizan Darley y
Latané:

 EXPERIMENTOS PSICOSOCIALES: Nº 7: La difusión de la


responsabilidad (Darley y Latané, 1968).
28 diciembre, 2012 | Autor Fundación iS+D
La apatía es en sí misma una manifestación de agresividad.
Karl Menninger.

http://blog.isdfundacion.org/2012/12/28/experimentos-
psicosociales-n%C2%BA-7-la-difusion-de-la-responsabilidad-
darley-y-latane/

El siguiente experimento psicosocial surge ante la conmoción


que produjo un terrible crimen sucedido en la ciudad de Nueva
York. Un gran grupo de personas fue testigo. Nadie intervino.
Llevado a cabo en 1968 por Bibb Latané, de la Universidad de
Columbia, y John Darley, de laUniversidad de Nueva York,
ambos psicólogos sociales, su propósito era estudiar
experimentalmente qué hace que personas comunes, testigos de
situaciones manifiestas de emergencia, no presten su ayuda. 
¿Qué variables intervienen? ¿Qué decisiones les guían?

El  asesinato de Kitty Genovese


conmocionó la ciudad de Nueva York y motivó el experimento de
Darley y Latané. La brutalidad sufrida por Catherine Genovese,
apodada Kitty, no fue lo que conmovió a la opinión pública
neoyorquina, que inundó la redacción de The New York
Times con sus cartas. Su asesinato no habría ocupado más de
cuatro líneas de no ser porque treinta y ocho personas
presenciaron su larga lucha de treinta y cinco minutos, sin que ni
una sola llamase a la policía ni interviniese de ningún modo.
En el año 1964, a las 3:20 de la madrugada del viernes 13 de
marzo, Kitty regresaba del trabajo a su casa en la calle Austin del
distrito de Queens, Nueva York. Bajó de su coche y de camino
hacia el portal, pudo ver que un hombre sospechoso se acercaba,
así que trató de ir hacia una cabina telefónica que había a unos
pocos metros. Kitty no llegó a la cabina. Aquel hombre la atacó.
La joven gritaba tan fuerte que las ventanas de muchos de sus
vecinos comenzaron a iluminarse. Aquel hombre, Winston
Mosley, le estaba acuchillando con violencia. Las luces le
asustaron y abandonó el cuerpo de Kitty, acuchillado. El asesino
emprendió la huida pero viendo que las luces comenzaban a
apagarse volvió. No había terminado con ella. La encontró
yacente y continuó acuchillándola. Ella luchó por liberarse. Pero
él volvía a darle caza y continuaba.

El asesinato se produjo en tres actos.


Desde las 3:15 a.m hasta las 3:50 a.m, tres fueron las veces que
Mosley volvió para seguir apuñalándola. Treinta y cinco minutos
fue el tiempo que duraron los gritos de Kitty: “¡Me apuñala!”
“¡Socorro!” “¡Me muero!”.  Hubo treinta y ocho testigos en total.
Treinta y ocho ventanas encendidas que guarecían a treinta y
ocho personas que oyeron sus súplicas y vieron su lucha.
Ninguno intervino.
¿Podríamos ser nosotros uno de aquellos espectadores
impasibles?
Darley y Latané se propusieron investigar científicamente la falta
de intervención en situaciones de emergencia ¿Es nuestra
responsabilidad ayudar?
La hipótesis de los investigadores era que la causa de la no
intervención fue el número de personas que presenciaron el
asesinato: “La difusión de la responsabilidad disuade a los
testigos para ayudar.”
En el experimento pidieron a estudiantes de la NYU que
participasen en un debate sobre los problemas que cada uno
había tenido para adaptarse a la vida universitaria. Lo harían
situados cada uno en una cabina separada, para evitar que la
sensación de hablar ante un público directo les intimidase. Las
cabinas se comunicaban entre ellas por un sistema de sonido.
Cada uno debía hablar únicamente en su turno. Explicado esto, el
investigador les decía que no escucharía el debate, para
garantizar su libertad de expresión y salía de la sala.
Imaginemos que somos un estudiante de la NYU. Vamos a
participar en el experimento y estamos esperando en una cabina.
Comienza el debate y podemos escuchar a un joven que  habla en
primer lugar, explicando, con timidez, que sufre ataques
epilépticos en momentos de tensión, lo que le dificulta poder
adaptarse como le gustaría. Los otros participantes toman la
palabra por turnos. Llega nuestro turno, que es el último.
Terminamos de hablar. Se reinicia la ronda de palabra. El primer
compañero está hablando tranquilo, cuando empieza a
tartamudear, su discurso se agita: “yo-yo-ne-ne…nece-necesito a-
ayu-…da…un-un-at-ataq…” se sofoca y queda en silencio. Ha
sufrido un ataque epiléptico. Eso creemos. No podemos
preguntar a nadie, no podemos comunicarnos con nadie desde
allí dentro. Pero la puerta de nuestra cabina está abierta.
¿Salimos? ¿Pedimos ayuda? ¿Lo habrá hecho algún otro
compañero? ¿De verdad era un ataque? Tal vez alguien lo ha oído
y ya está siendo atendido.
Nosotros éramos el único sujeto experimental. El resto de
participantes y la víctima del ataque eran sólo grabaciones. El
ataque duraba unos seis minutos. Sentado fuera de nuestra
cabina, un investigador registra el tiempo que tardamos en
buscar ayuda para la víctima.
Darley y Latané querían estudiar el efecto de la cantidad de
testigos de la emergencia, de modo que variaron
sistemáticamente el tamaño del supuesto grupo de debate. En
unos casos el sujeto creía que se trataba de un grupo de seis
personas y en otros sólo él y la víctima. Cuando los sujetos
creían ser el único espectador de la emergencia tardaron 52
segundos después de iniciarse el ataque en responder y lo hizo
así un 85%. Sin embargo, si el grupo era mayor, tan sólo un 31%
reaccionó tratando de buscar ayuda, y tardaron una media de 166
segundos. Variando de forma sistemática el número de testigos,
Darley y Latané pudieron concluir que el número de testigos era
un determinante crítico para la intervención: “Cuando sólo está
presente un testigo en una emergencia, toda ayuda debe venir de
él. […] Cualquier presión por intervenir se centra únicamente en
él. Sin embargo, cuando hay varios observadores se divide entre
todos. Esto da como resultado que nadie ayuda.” (pp. 377-78 )

Fuente: Psicología social, Ediciones Paraninfo (2009) [pp.273]

En 1970, Darley y Latané añadieron complejidad a sus


explicaciones sobre por qué los individuos testigos de
emergencias se funden en la masa. Disolviéndose más, cuanto
mayor es el grupo, y no prestan ayuda. Explicaron otros
aspectos, más vinculados a la dimensión cognitiva de los testigos
de emergencias: ¿nos hemos dado cuenta? [Percatarse]
¿Estamos ante una emergencia real? [Interpretación] ¿Somos
responsables de ayudar? [Asumir la responsabilidad] ¿Podemos
ayudar? ¿Cómo? [Forma apropiada de ayudar] y por último
ACTÚAR, ¿estamos en disposición de ayudar? Denominaron este
modo de análisis árbol de decisiones, y en él queda ilustrado que
bajo el acto de ayudar en una situación de emergencia subyace
un acto complejo, compuesto de múltiples decisiones enlazadas,
que pueden llevar tiempo, no se producen de modo inmediato.

Fuente: Psicología social, Ediciones Paraninfo (2009) [pp. 271]

Este experimento guarda cierta relación con el experimento de Milgram sobre la obediencia a
la autoridad, pero no en ese punto sino en el siguiente; muchos de los sujetos experimentales
no acudieron a la otra sala a preguntar cómo se encontraba la persona que supuestamente
había sido electrocutada y los pocos que lo hicieron fue previa petición de permiso al
investigador. En ese caso, podemos concluir que la responsabilidad no se hizo difusa por el
número de “testigos” sino por la autoridad o jerarquía de los mismos.

Posteriormente, Darley y Latané trataron de investigar si éramos capaces de comprometer, no


la seguridad de otros, sino la nuestra propia, si nos encontramos ante un peligro difuso
integrados en un grupo. ¿Actuaremos si es nuestra propia vida la que está en juego?

Definieron el experimento: situados en una habitación, con un conducto de ventilación, tres


estudiantes universitarios debían completar un cuestionario sobre la vida universitaria. Dos de
ellos eran actores, el tercero el sujeto experimental. Tras unos minutos transcurridos del inicio
de la prueba, los investigadores soltaban en el conducto de ventilación un humo, inocuo, pero
aparentemente denso y potencialmente peligroso. El humo comenzaba a asomar por el
conducto, y pronto empezaba a llenar la estancia. Las instrucciones de los cómplices eran
continuar con la tarea, no mostrar inquietud ni miedo. Los sujetos miraban a sus compañeros,
que permanecían inmutables. Y continuaban ellos de igual modo completando la prueba.
Otros preguntaban si aquello era normal, sin obtener más respuesta que un gesto de
desconcierto. El cómputo final del experimento completo fue que: sólo un sujeto salió al pasillo
a pedir ayuda en los primeros cuatro minutos. Y sólo tres informaron del humo antes de que
terminara la prueba.

Los estudiantes ignoraron las claves materiales de peligro y se adhirieron a las claves
sociales. Actuaron en contra de su sentido común, y se guiaron por las directrices del grupo.
Arriesgaron su vida, antes de oponerse al grupo.

Este experimento es una muestra de la influencia del grupo en el individuo. Como sucedió en
los experimentos realizados por Solomon Asch, en los años cincuenta, sobre la influencia
social, las claves sociales primaron; pero mientras que en el trabajo de Asch únicamente se
trataba la dimensión cognitiva, en estos se trata de la propia supervivencia, y aun así los
sujetos obviaron las señales físicas de peligro, y se adhirieron a las claves sociales,
demostrando que éstas son fundamentales en la conducta humana y animal.

El grupo es una entidad superior al individuo. Es más fuerte que él, el individuo se nutre del
grupo, lo utiliza para adaptarse, para sobrevivir. Pero el grupo también oprime la voluntad del
individuo. Se impone a él, haciendo que sus necesidades individuales pasen a ser
secundarias. El grupo le lleva a sitios a los que no podría llegar sólo, pero le cobra un peaje.
Este peaje es su individualidad. Dentro del grupo deja de ser él mismo, para convertirse tan
sólo en un miembro. Todo el valor de la persona única y diferente a todos se funde, se
disuelve en el grupo. Y con su individualidad, quedan disueltas del mismo modo su voluntad y
su responsabilidad.

Sin embargo, el experimento del caso Genovese nos muestra que si la emergencia tiene lugar
y somos la única ayuda posible, entonces el individuo sí actúa. Si siente la responsabilidad
que cae pesada sobre sus hombros,  entonces reacciona y es capaz de actuar antes de que
haya trascurrido un solo minuto.

Debe ser cierta entonces aquella frase de Bécquer:


La soledad es el imperio de la conciencia
Frente a lo expuesto… se le solicita que:
1-Sintetice una explicación acerca del fenómeno social denominado “Efecto
espectador“
Creo que el nombre de este fenómeno viene debido a que las personas ante una
situación de auxilio, eligen la posición más cómoda para ellas (de manera incluso
inconsciente) que suele ser, el rol de espectador. Y eligen el rol posiblemente
debido a inseguridad, ya sea de que la propia situación genere algún tipo de daño
a su persona; o sentirse incapaz de realidad la ayuda solicitada.

2-Lo relacione con las categorías conceptuales y explicaciones que plantean


los investigadores del Artículo.
Como el estudio basado en el experimento lo dice, el grupo es una grande
influencia social en el individuo y si el grupo no acude ante un llamado de ayuda,
las personas tenderán a no acudir, ignorando así lo que posiblemente en la
individualidad hubiese sido diferente, tal como lo dice el estudio sobre que ‘‘el
grupo también oprime la individualidad del individuo’’. Tanto es así, que tampoco
prestarán atención a su supervivencia si el grupo no lo hace, tal es el ejemplo del
grupo de adolescentes que siguen a sus pares en situaciones de riesgo a pesar de
que se pongan en peligro.

3-Seleccione un evento de la vida cotidiana en el que se pueda observar la


presencia de este fenómeno y fundamente.
Últimamente se han aumentado los casos de desaparición de personas. Se relata
incluso como suben a los autos a niños y adultos a la vista de varias personas, las
suficientes como para poder detener la situación que generalmente es ejecutada
por solamente 2 o 3 personas. Creo que aquí todos participan como espectadores
pero en ninguno de los relatos he escuchado que alguien auxilie, muy
posiblemente debido a la inseguridad mencionada en el punto 1.

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