Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
-Tranquilos, no queremos hacerles daño. Vengan con nosotros, los pondremos a salvo.
Antes de que sus pies tocaran las cercanías del Banco, Daxton vio como una muchedumbre,
que igualaba en número a la de él, formaba una barrera protectora en torno al edifico.
La muchedumbre pisó el freno. Los gritos fueron cesando de apoco. Una grieta de no más de
treinta metros a lo largo de la plaza Sarcosi separaba a las dos muchedumbres. Los que
rodeaban al Banco se habían clavado como si fueran postes de corral.
-¡Eh, me alegra que ustedes también se nos hayan unido a la fiesta! -les grito.
Daxton sonrió con un tono burlón. Alguno de sus secuaces lo acompañaron con carcajadas.
-¡Detenerlos!
La muchedumbre estallo en mas gritos y silbidos. Estaban frenéticos. Chocaba sus barretas
para hacer aun mas ruido. Hizo un ademán para tranquilizar a las fieras.
-¿Lo ves anciano? -le sonrió- ¡súbete los pantalones y apártate de nuestro camino!
-¡No se necesitan armas para hablar, hijo! Y para que sepas ¡Tengo los pantalones bien
puestos! ¡Tu madre se encargó de subírmelos!
Esta vez las risas vinieron de ambos bandos. Daxton estalló de furia. No permitiría que nadie se
burlase de él y viviese para contarlo.
-¡Apártate anciano decrepito! ¡No te lo repetiré! -echo un ojo amenazante sobre sobre todos
sus rivales- ¡Eso también va para ustedes!
Arthur miró sobre su hombro, quería ver si alguien desertaba. Todos continuaban allí, firmes e
imperturbables como guardias reales del palacio de Buckingham.
-¡No les tenemos miedo! ¡Asique se los diré por ultima vez y de la manera más educada
posible! -se desenganchó el rifle del hombro- ¡Dense media vuelta y lárguense de aquí,
malnacidos!
-Oye, Dax -le murmuró- estas personas no se van a moverse. ¿Has visto su número? Quizás
podamos dejarlo para otro día, porque no lo piensas…-
Daxton lo cazó del cuello de su remera y lo trajo para sí. Le clavó su mirada de demente. La ira
se le escapaba por los poros.
-Si tienes miedo corre a tu casa, marica. No quiero cobardes a lado mío -lo lanzo hacia atrás.
Jeremy dio pasitos tontos hasta caer sentado. Otros lo ayudaron a ponerse de pie. Daxton se
dirigió a su muchedumbre, Jeremy no era el único que estaba temeroso.
-¡Oigan, Escúchenme! ¡Les prometí que recuperaríamos nuestro dinero por las buenas o por
las malas! -murmullos se trasmitían de uno en uno, ya no estaban tan seguros de lo que
querían- ¡Por lo que veo será imposible charlar con estas personas! ¡Tendrá que ser por las
malas! -se dio media vuelta, estaba perfilado hacia el banco- ¡El que esté cansado de que lo
tomen por estúpido y que les vivan mintiendo que me siga!
Daxton se echó a la carga con paso firme y seguro, no sabia si la muchedumbre iría tras de él.
Los primeros en seguirlo fueron sus secuaces. Al cabo de unos segundos, cientos de personas
se aproximaban como la ola de un tsunami, coma lava ardiente ebullida desde lo profundo de
un volcán.
Arthur sujetó su rifle con fuerza, estaba a segundos de la contienda. Calixto, que estaba a su
lado, se secó una gota de sudor de la frente, no se esperaba que fuesen a hacerle frente. Con
voz trémula se acercó a su compañero.
Desbloqueó el extremo del rifle donde tenía gravado el logo de la compañía fabricante. Extrajo
la ventana de carga y colocó algunas municiones. Deslizó el tuvo cargador, las balas tomaron
su posición. Giró el extremo gravado y bloquea el cargador, cerró el cerrojo; tiró de la palanca.
El movimiento produjo el clásico ruido automático del cerrojo volviendo hacia delante. La bala
ya estaba en la recamara, lista para salir despedida.
Entonces levantó su rifle y se acomodó en posición de tiro. Apoyó su cara sobre la superficie
del rifle. Puso en la mira a Daxton.