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Otro cap

Gonzalo estaba agazapado contra la puerta, se acurrucó y cubrió su rostro. Ya no tenía


escapatoria, presentía que este sería su final. La muchedumbre estaba a un paso de él,
gritaban al viento como si fueran piratas. Miró entre sus dedos, vio el cañón de un rifle. Solo
pudo esperar el impacto de bala. Al cabo de unos segundos le sorprendió que aun estuviera
ileso, aunque a ciencia cierta no sabía el tiempo que se tomaba una turba en destrozar a su
objetivo. Temblando de miedo levantó la cabeza. El sujeto se trataba de Calixto, y su rifle no lo
estaba apuntando. Le tendió una mano.

-Vamos chico, dame la mano.

En la sala de recepción, todos vieron como un sinfín de personas flanqueaban el edificio. El


terror invadió a todos. Algunos de los empleados, llevado por el pánico, atinaron a salir
corriendo despavoridos en dirección a la puerta, su instinto de sobrevivencia se lo pedía. Justo
antes de llegar, otros vinieron de afuera. Todos se quedaron pasmados: ya no podremos huir,
es nuestro fin, pensaron.

-Tranquilos, no queremos hacerles daño. Vengan con nosotros, los pondremos a salvo.

Antes de que sus pies tocaran las cercanías del Banco, Daxton vio como una muchedumbre,
que igualaba en número a la de él, formaba una barrera protectora en torno al edifico.

-Oye, Dax, mira -le comentó sonriente- más de tus feligreses.

-No, creo que no lo son -se detuvo y levantó su brazo.

La muchedumbre pisó el freno. Los gritos fueron cesando de apoco. Una grieta de no más de
treinta metros a lo largo de la plaza Sarcosi separaba a las dos muchedumbres. Los que
rodeaban al Banco se habían clavado como si fueran postes de corral.

-¡Eh, me alegra que ustedes también se nos hayan unido a la fiesta! -les grito.

La muchedumbre no le respondió. Los que estaban en medio de ella se hicieron a un lado,


dieron paso su vigía. Arthur salió detrás con su rifle al hombro.

-¡Lo siento, pero la fiesta se canceló! ¡Largo!

Daxton sonrió con un tono burlón. Alguno de sus secuaces lo acompañaron con carcajadas.

-¿Qué diablos crees que haces, anciano?

-¡Detenerlos!

-¿Detenernos? Pero si solo queremos hablar ¿O no muchachos? -miró hacia atrás.

La muchedumbre estallo en mas gritos y silbidos. Estaban frenéticos. Chocaba sus barretas
para hacer aun mas ruido. Hizo un ademán para tranquilizar a las fieras.

-¿Lo ves anciano? -le sonrió- ¡súbete los pantalones y apártate de nuestro camino!

-¡No se necesitan armas para hablar, hijo! Y para que sepas ¡Tengo los pantalones bien
puestos! ¡Tu madre se encargó de subírmelos!

Esta vez las risas vinieron de ambos bandos. Daxton estalló de furia. No permitiría que nadie se
burlase de él y viviese para contarlo.
-¡Apártate anciano decrepito! ¡No te lo repetiré! -echo un ojo amenazante sobre sobre todos
sus rivales- ¡Eso también va para ustedes!

Arthur miró sobre su hombro, quería ver si alguien desertaba. Todos continuaban allí, firmes e
imperturbables como guardias reales del palacio de Buckingham.

-¡No les tenemos miedo! ¡Asique se los diré por ultima vez y de la manera más educada
posible! -se desenganchó el rifle del hombro- ¡Dense media vuelta y lárguense de aquí,
malnacidos!

-¡Como quieras anciano! ¡Estas muerto! ¡Todos lo están!

Jeremy se acercó a Daxton por detrás, estaba un tanto asustado.

-Oye, Dax -le murmuró- estas personas no se van a moverse. ¿Has visto su número? Quizás
podamos dejarlo para otro día, porque no lo piensas…-

Daxton lo cazó del cuello de su remera y lo trajo para sí. Le clavó su mirada de demente. La ira
se le escapaba por los poros.

-Si tienes miedo corre a tu casa, marica. No quiero cobardes a lado mío -lo lanzo hacia atrás.

Jeremy dio pasitos tontos hasta caer sentado. Otros lo ayudaron a ponerse de pie. Daxton se
dirigió a su muchedumbre, Jeremy no era el único que estaba temeroso.

-¡Oigan, Escúchenme! ¡Les prometí que recuperaríamos nuestro dinero por las buenas o por
las malas! -murmullos se trasmitían de uno en uno, ya no estaban tan seguros de lo que
querían- ¡Por lo que veo será imposible charlar con estas personas! ¡Tendrá que ser por las
malas! -se dio media vuelta, estaba perfilado hacia el banco- ¡El que esté cansado de que lo
tomen por estúpido y que les vivan mintiendo que me siga!

Daxton se echó a la carga con paso firme y seguro, no sabia si la muchedumbre iría tras de él.
Los primeros en seguirlo fueron sus secuaces. Al cabo de unos segundos, cientos de personas
se aproximaban como la ola de un tsunami, coma lava ardiente ebullida desde lo profundo de
un volcán.

Arthur sujetó su rifle con fuerza, estaba a segundos de la contienda. Calixto, que estaba a su
lado, se secó una gota de sudor de la frente, no se esperaba que fuesen a hacerle frente. Con
voz trémula se acercó a su compañero.

-Arthur, no creo que vayan a detenerse.

-No contaba con ello.

Desbloqueó el extremo del rifle donde tenía gravado el logo de la compañía fabricante. Extrajo
la ventana de carga y colocó algunas municiones. Deslizó el tuvo cargador, las balas tomaron
su posición. Giró el extremo gravado y bloquea el cargador, cerró el cerrojo; tiró de la palanca.
El movimiento produjo el clásico ruido automático del cerrojo volviendo hacia delante. La bala
ya estaba en la recamara, lista para salir despedida.

Entonces levantó su rifle y se acomodó en posición de tiro. Apoyó su cara sobre la superficie
del rifle. Puso en la mira a Daxton.

-Vamos hijo, da un paso más.

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