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Compl Historia Penal en Colombia
Compl Historia Penal en Colombia
*
Abogado de la Universidad del Rosario. Especialista en Ciencias Pena-
les y Criminológicas de la Universidad Externado de Colombia, en De-
recho Penal Económico de la Universidad de Castilla La Mancha, y en
cumplimiento normativo de la misma universidad. Magister en Derecho
Penal de la Universidad Santo Tomas en convenio con la Universidad de
Salamanca. DEA y Doctor en Derecho de la Universidad Alfonso X El
Sabio de Madrid. Profesor titular, director del Grupo de investigación y
de la Especialización en Derecho Penal de la Universidad del Rosario.
Conjuez de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia.
Académico correspondiente de la Academia Colombiana de Jurispru-
dencia.
**
Abogado de la Universidad del Rosario. Especialista en Ciencias Pena-
les y Criminológicas de la Universidad Externado de Colombia. Es-
pecialista en Legislación financiera de la Universidad de Los Andres.
Introducción
Conocer la historia del Derecho Penal en Colombia resulta una labor ex-
tremadamente complicada, atendiendo varios factores. En primer lugar, es
bastante conocida la inestabilidad legislativa que históricamente ha carac-
terizado la política anticriminal entre nosotros. A manera de ejemplo, en
cuestión de apenas dos años, entre 1981 y 1982, se expidió un Código de
Procedimiento Penal, que fue derogado de inmediato para que recobrara su
vigencia el del año 1981. Lo propio sucedió con el Código Penal Militar,
igualmente modificado integralmente en menos de un lustro. En segundo
lugar, seguir el rastro a la historia de nuestra legislación es una labor extre-
madamente compleja, si se atiende a la dificultad para encontrar las fuen-
tes, pues, si bien es cierto, toda la legislación posterior a 1991 se encuentra
digitalizada y disponible en la red global de información, no sucede igual
con la anterior, que ha de buscarse en los archivos de la Nación e, incluso,
en bibliotecas privadas.
A estas dificultades ha de sumarse que la legislación nacional en materia
penal es asunto de permanentes cambios, unos estructurales y otros de me-
Ex Vicefiscal General de la Nación. Director del Departamento de Derecho Penal de la
Universidad del Rosario, tratadista, docente y conferencista en diversas Universidades.
Abogado litigante y consultor en asuntos penales. Conjuez de la Sala de Casación Penal de
la Corte Suprema de Justicia.
nor impacto, por lo que decidimos, para los efectos del presente artículo,
limitarnos a mencionar solamente aquellas leyes que contienen un aborda-
je integral de la materia y que, por ende, pueden considerarse un Código,
sin tener en cuenta normativas que pueden ser extensas y ocuparse de una
cuestión penal, pero que no cumplen los requisitos para considerarse una
codificación.
La literatura nacional sobre la historia del derecho penal colombiano ha
dado cuenta del desinterés en la materia, tanto en los investigadores y aca-
démicos como en los encargados de formular la política anti criminal, re-
proche que encontramos ya presente desde la majestuosa obra de Arturo
Quijano, considerada pionera en la materia en nuestro país, en la que indica
“entre nosotros se estudia asiduamente el Derecho y la Historia Francesa,
hasta en los más ridículos detalle, mientras que nuestra historia y nuestro
derecho son casi1 un misterio”. Esta observación, consideramos, se man-
tiene hoy en día sin alteración alguna, pues seguimos desconociendo la
historia de nuestro Derecho Penal mientras rendimos un culto irreflexivo
al que proviene de otras latitudes.
De modo que, en el presente documento presentamos, de manera descrip-
tiva lo que han sido los Códigos que han regido en Colombia, haciendo un
análisis separado, entre los sustantivos (2), los penales militares (3) y (4)
los de procedimiento penal. Por supuesto que podría considerarse que los
Códigos Penales Aduaneros, o de Infancia y Adolescencia son igualmente
Códigos Penales, pero hemos restringido el presente estudio a estos tres
estatutos.
La metodología que empleamos, en el presente documento, es la de presen-
tar un contexto constitucional en el que se expide cada uno de los códigos
y dar cuenta de algunas de sus principales características, sin adentrarnos
en las particularidades de cada estatuto, en tanto que ello demandaría un
espacio adicional. Igualmente, no nos ocupamos de la infinidad de refor-
mas totales o parciales que modificaron cada uno de los estatutos, en tanto
que ello desborda el objeto de interés de la presente investigación, cual es
presentar las codificaciones que en estas materias han regido entre nosotros.
1
QUIJANO, Arturo. Ensayo sobre la evolución del Derecho Penal en Colombia. Imprenta y
librería de Medardo Rivas, Bogotá, DC, 1898. P. II.
Por demás, se realiza una presentación acrítica de cada uno de los estatu-
tos, sin comentar sus eventuales aciertos o desaciertos, dado que este no es
el propósito de esta investigación.
Esperamos, con este documento, entregar un insumo que permita conocer
a grandes rasgos la historia legislativa en estas materias entre nosotros,
no solamente como un recuento histórico para que los interesados puedan
tener un contexto de nuestro pasado en estas materias, sino también, para
que podamos encontrar las respuestas frente a los desafíos que diariamente
aparecen en el devenir de nuestro país.
cuentes y del modo de graduar los delitos y aplicar las penas (93-139); y
una parte especial que comprende (iii) los delitos y culpas contra la socie-
dad y sus penas (140-601) y (iv) los delitos y culpas contra los particulares
y sus penas (602-917).
El Estatuto tiene una importante influencia de la Escuela Clásica Italiana
que se evidencia en la misma definición de delito (1) como la voluntaria y
maliciosa infracción de la ley por la cual se incurre en una pena (2, 3). Así
mismo, establece la pena de muerte (19.1) y la de trabajos forzados entre
otras, y desarrolla de manera detallada la forma en que habrá de ejecutarse
la pena capital –a garrote– (32 y siguientes). Se realiza una diferenciación
(96) entre autores, cómplices, auxiliadores y encubridores.
Ante las dificultades prácticas para la aplicación de la Constitución de
1832 y las dudas generadas por algunas de sus disposiciones, se expidió
la Constitución Política de la República de la Nueva Granada, que data de
1843, siendo presidente Pedro Alcántara Herrán.
El 24 de mayo de 1851 se presenta un acto legislativo que declaraba una
nueva Constitución pero que nunca entró a regir, dado que la ley que de-
terminaría su entrada en vigencia nunca fue expedida.
Resulta importante destacar que en 1851 se presentó ante el Congreso el
denominado Proyecto Padilla en el que se eliminaba la pena de muerte y
se disponía la creación de una penitenciaría para los grandes criminales,
proyecto que no fuera aprobado por el legislativo. El 21 de mayo de este
mismo año, se dispuso la libertad de todos los esclavos desde el 1º de enero
de 1852 y quedaron derogadas todas las penas y delitos relacionados con
estas materias.
En 1853 se expidió la Constitución Política de la Nueva Granada, que
establece una carta de derechos (3) incorporando el principio de legalidad
(3.2.) y reiterando la prohibición de la esclavitud (6). Se define en esta
Constitución una primigenia forma de federalismo (10) estableciendo un
Gobierno popular, representativo y responsable de la República y reser-
vando a las provincias o secciones territoriales el poder municipal, que-
dando el Gobierno General facultado para proferir (10.4) la legislación
penal que califica las acciones punibles y establece los castigos corres-
pondientes.
Más allá de estas transiciones políticas, que podrían explicarse por la in-
fluencia que sobre los líderes de la República tenían el modelo de los Es-
tados Unidos –para entonces ya una potencia– o el Francés, la realidad
es que estas transiciones siempre se dieron en medio de cruentas guerras
civiles que marcaron la historia de este siglo entre nosotros. A lo largo
de este siglo hubo dos golpes de Estado, 14 guerras civiles regionales, 9
guerras generales, entre ellas la de los Supremos (1839-1842), la de 1851,
la de los Artesanos (1854), la Gran Guerra (1859-1862), la de las Escuelas
(1876-1877) y la de 1885.
En medio de estas guerras civiles, entre 1830 y 1858, se expidieron las
constituciones de 1831, 1832, 1843, y 1858, que marcan una transición del
centralismo al federalismo. Es así como, las Constituciones de 1858 y 1863
diseñaron una transición jurídica y política hacia una forma de Estado fe-
deral, conformada por nueve Estados provinciales y soberanos: Antioquia,
Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá Santander y
Tolima; que dispondrían de su propia legislación en materia penal. Lo pro-
pio haría la Federación, denominada para aquel entonces Confederación
Granadina, y luego Estados Unidos de Colombia, respectivamente.
Es en este contexto, cada uno de los Estados soberanos promulgaron sus
Códigos Penales. Hizo lo propio la Federación, que expidió la Ley 112 del
26 de junio de 1873, el segundo Código Penal que rigió en la historia de
Colombia. Dicha normativa contenía 663 artículos y derogó de manera ex-
presa (art. 663) el Código Penal de 1837, permitiendo su aplicación ultrac-
tiva en casos en los cuales aplicase el principio de favorabilidad (art. 663).
En lo que tiene que ver con su estructura, se mantiene una orientación clá-
sica del delito, al definirlo (art. 1) como la voluntaria y maliciosa violación
de la ley por la cual se incurre en una pena. Se divide en cuatro libros, a sa-
ber, una parte general en la que se encuentran (i) los delitos y las penas en
general (arts. 1-76) y (ii) los delincuentes y el modo de graduar los delitos
y aplicar las penas (arts. 77-116); y una parte especial en la que aparecen
(i) los delitos y culpas contra la sociedad (arts. 117-459) y (ii) los delitos
comunes o privados (arts. 459-646).
Resulta muy importante señalar que en esta codificación desaparece, en de-
sarrollo de lo establecido por la Constitución de 1863 (art. 15.1), la pena de
2
GAITÁN MAHECHA, Bernardo. El derecho penal conforme a las concepciones moder-
nas. En: Revista del Instituto de Ciencias Penales y Penitenciarias. Universidad Nacional
de Colombia, Bogotá, DE, 1953, número 1, p. 95.
3
GAITÁN MAHECHA, Bernardo. El derecho penal conforme a las concepciones moder-
nas. En: Revista del Instituto de Ciencias Penales y Penitenciarias. Universidad Nacional
de Colombia, Bogotá, DE, 1953, número 1, p. 97.
A lo anterior debe adicionarse que el Código Penal de 1980 había sido mo-
dificado en innumerables ocasiones, lo que hacía muy difícil su aplicación
por la cantidad de leyes especiales dispersas, al punto que se llegó a hablar
de ‘paratipos’ penales para hacer referencia a disposiciones de esta natu-
raleza que aparecían en otros estatutos, como el Dcho. Tributario o el Co-
mercial, entre otros. Naturalmente, la aparición del finalismo en los años
ochenta, de gran acogida en Colombia y en toda Latinoamérica, así como
las antinomías internas del neokantismo, en eventos como la explicación
del dolo en la tentativa, la imposibilidad de aplicar y explicar la autoría
mediata y su manejo de la causalidad, conllevaron a un consenso sobre la
necesidad de expedir un Nuevo Código Penal, labor que estaría a cargo en
esta ocasión de la Fiscalía General de la Nación, que en 1998 sometió al
Congreso de la República un proyecto para su discusión y posterior análi-
sis y aprobación.
La expedición de una nueva Carta Política 1991, en la que se crearon insti-
tuciones como la Fiscalía General de la Nación y la Corte Constitucional,
así como la profusión de normas penales a partir de la segunda mitad de la
década de los ochenta, sumado ello al relativo consenso sobre la teoría de
la imputación objetiva, acogida en nuestro país a partir de 1995, produje-
ron un consenso sobre la necesidad de actualizar y compilar la legislación
penal vigente.
Para 1998, el presidente de la República era Andrés Pastrana Arango, y
la lucha contra el narcotráfico había permitido la eliminación o el someti-
miento a la justicia de los carteles de la droga, pero se mantenía el conflicto
armado con los diferentes grupos guerrilleros que operaban a lo largo y
ancho de la geografía nacional. El denominado proceso 8 000 supuso una
oportunidad para juzgar los nexos entre el narcotráfico y la clase política
colombiana, y gracias a la Jurisprudencia de la Corte Constitucional se
crearon y reconocieron otros derechos fundamentales, como la eutanasia,
o el consumo de sustancias estupefacientes.
En el año 1998 se presentaron tres proyectos de ley al Congreso de la Re-
pública, todos elaborados por la Fiscalía General de la Nación. Todos tenían
una pretensión sin precedentes en la historia del Derecho Penal en Colom-
bia: la expedición simultánea de los Códigos Penal, de Procedimiento Penal
y el Código Penitenciario y Carcelario, que no solo fueran sistemáticos en-
pia del Derecho Penal penal o Procesal Penal Militar, siempre haciéndola
depender –particularmente en los últimos estatutos– del Derecho Penal
Ordinario, y espacios con una importante tensión, como lo demuestran los
debates sobre la posibilidad de que civiles fueren juzgados por autoridades
militares, y sobre el fuero penal militar.
El Derecho Penal Militar en Colombia tiene su primer antecedente en el
Decreto Real del 9 de febrero de 1793 proferido por Carlos III, que se-
ñala que “Los jueces y tribunales que hayan incurrido en competencias
enviarán los expedientes a la jurisdicción militar en tal forma que sus
tribunales pueden proceder de conformidad con la ordenanza en caso de
infracciones militares….”. Esta disposición fue incorporada a nuestra le-
gislación a través de las Leyes de Indias.
En la Constitución de 1812, se instaura el Tribunal Supremo de Guerra.
El artículo 174 de la Constitución de 1821 dispone que ningún colombia-
no, con excepción de quienes estuvieren empleados en la marina o en las
milicias que se hallaren en servicio deberá sujetarse ni sufrir los castigos
establecidos en las leyes militares. Mediante el Decreto del 12 de octubre
de 1821 se implantó una disciplina para los miembros del ejército, el De-
creto del 23 de septiembre de 1822 estableció el modo de proceder en las
causas ilícitas de la milicia activa, la Ley del 2 de junio de 1824 dispuso la
manera en que se conformaban los Consejos de Guerra, competentes para
juzgar a los militares procesados. El Decreto del 13 de abril de 1829 esta-
bleció la Alta Corte Militar de la República, y el Decreto del 11 de mayo de
1829 estableció que los Auditores de Guerra deberían revisar los procesos
penales militares.
En la Constitución de 1830 se establece (art. 106) que los individuos del
Ejército y la Armada en cuanto al fuero y disciplina, juicios y penas están
sujetos a sus peculiares ordenanzas. Señala, (107) que los individuos de la
milicia nacional que no se hallen en actual servicio no deberán sujetarse a
leyes militares ni sufrir castigos prevenidos por ellas, sino que se sujetan
a las leyes comunes.
En la Constitución de 1832 se indica (172) que los individuos de la fuerza
armada serán juzgados por las ordenanzas del ejercito, cuando se hallen
en campaña, pero si se encontraran de guarnición, solamente lo serán en
res que se encuentren en la reserva o en retiro temporal. 2°. Por razón del
hecho: a) Contra los militares en servicio activo que cometen alguno de
los delitos o faltas establecidas en el presente código; b) Contra los mili-
tares en servicio activo que cometen delito común en tiempo de guerra o
conflicto armada o turbación del orden público, si en los respectivos luga-
res no están funcionando normalmente, las autoridades del orden judicial.
C) Contra los militares o particulares que cometan delito militar o común
en territorio extranjero invadido; c) Contra los particulares sindicados de
hechos que comprometen la paz, la seguridad exterior, o la dignidad de
la nación o que afecten el régimen constitucional o la seguridad interior
del estado y, 3°. Por razón del lugar: De las infracciones que se cometen
dentro del territorio o jurisdicción militar respectivo, según las reglas es-
tablecidas en este código.
En cuanto al procedimiento, establece al igual que el anterior, la fase del
sumario y el juicio, y aumenta la pena de presidio a un máximo de 30 años
(140). Contiene, igualmente, las faltas respectivas en la parte especial del
Código.
La Ley 3 de 1945 fue derogada por el Decreto 1125 de 1950, Código de
Justicia Militar. Se trata de un Código dividido en tres libros, (i) jurisdic-
ción, competencia y organización de la Justicia Penal Militar, (iii) delitos y
penas militares y (iii) procedimiento que debe seguirse en la investigación
de los delitos y aplicación de las sanciones penales militares. Se estable-
ce que se halla sometido a la Jurisdicción Penal Militar (8º) el personal
militar en servicio activo, el personal civil que forma parte de las Fuerzas
Militares, el personal militar que se encuentra en situación de reserva o de
retiro, en los casos de delitos contra la disciplina de las Fuerzas Militares
o de delitos en que los particulares pueden ser juzgados, los prisioneros
de guerra y espías en tiempo de guerra, los particulares cuando cometen
delitos militares, y que incurran en los delitos contra los intereses de las
Fuerzas Militares. Dispone que se aplica la Justicia Penal Militar a los par-
ticulares que cometen delitos establecidos en las leyes penales comunes o
militares relativos a la existencia y seguridad del Estado o contra el Régi-
men Constitucional y Seguridad Interior del Estado o contra los bienes del
Estado en tiempo de guerra, conflicto armado, turbación del orden público
o conmoción interior.
5
La Corte Constitucional ha señalado que a pesar de que la Justicia Penal Militar administra
justicia, no hace parte de la Rama Judicial y se encuentra integrada a la Rama Ejecutiva
del Poder Público. Sentencia C-037 de 1996. En igual sentido, pueden consultarse las Sen-
tencias C-361 de 2001, C-676 de 2001, C-1149 de 2001, C-1262 de 2001, C-457 de 2002,
C-737 de 2006, C-928 de 2007, C-533 de 2008 y C-084 de 2016.
que un ciudadano pueda estar preso se requiere (161) una orden de arresto
firmada por autoridad competente, en la que se expresen los motivos para
la prisión, y que esta sea conocida por el ciudadano. Señalando, (162) que
el alcalde o carcelero no puede admitir ni detener en prisión al ciudadano
sino después de haber recibido la orden de prisión o arresto, y que no podrá
(163) prohibir al preso la comunicación, salvo que la orden disponga lo
contrario, caso en el que no podrá estar incomunicado por más de tres días.
Esta Constitución sancionaba como detención arbitraria (164) a quienes sin
poder legal arrestan, o mandan arrestar a otro, los que abusan del poder de
arrestar o los alcaldes o carceleros que contravengan lo establecido.
Indica esta misma Constitución que cuando desaparezcan los motivos que
dieron lugar al arresto, el arrestado será puesto en libertad, lo cual igual-
mente ocurre cuando otorgue una fianza. También señala que cuando se
tome la confesión del procesado, se deberá realizar a más tardar al tercer
día de los hechos, se le leerán los documentos y declaraciones de testi-
gos, con sus nombres, y todas las noticias posibles para que comprenda
de quienes provienen estas declaraciones (165). En lo que podría ser la
primera redacción del derecho a un proceso debido, esta Constitución es-
tablece el principio del Juez Natural (166) y (167) el principio de legalidad
en materia procesal penal; dispone que nadie podrá ser juzgado o castigado
sin habérsele oído o citado legalmente, y que nadie será obligado a decla-
rar contra si mismo en las causas criminales. Tampoco estarán obligados
a declarar los ascendientes y descendientes, y los parientes hasta el cuarto
grado civil de consanguinidad y segundo de afinidad.
Dispone la inviolabilidad de domicilio (169) así como de la corresponden-
cia (170), exigiendo orden judicial para levantar esta reserva legal. Refiere
que en ningún juicio habrá más de tres instancias (172), e indica que la in-
famia que afecta algunos delitos no trasciende a la familia o descendencia
del delincuente (173). Señala, que los civiles no se encuentran sujetos a las
leyes militares o sanciones establecidas en estas disposiciones (174). Des-
de esta Constitución, se establece que el Congreso debe indicar los delitos
por los que debe procederse con jurado de conciencia, para que posterior-
mente se extendiera a todas las causas militares y civiles.
En la Constitución Política de 1830, aparece (100) el Ministerio Público,
señalando que será ejercido por el Procurador General de la Nación “para
esto es, unas normas generales, seguidas de cuatro libros, así: (i) disposi-
ciones generales, (ii) la Policía Judicial y el sumario, (iii) el juicio, y (iv)
la ejecución de las sentencias y relaciones con las autoridades extranje-
ras. Mantiene los mismos órganos que administran justicia penal (31), así
como los funcionarios de instrucción (48). Mantiene la dirección, vigilan-
cia y coordinación de las labores de policía judicial en cabeza de la Procu-
raduría General de la Nación (283). Mantiene (309) el sumario en cabeza
del funcionario de instrucción, que inicia con el auto cabeza de proceso
(319) y se califica con el auto de proceder (480) o el sobreseimiento (488).
Proferido el auto de proceder, (498) inicia la fase del juicio, en el que se
celebra la audiencia pública, eventualmente con la intervención del jura-
do en los casos expresamente señalados (519), señalando “que la sala de
audiencia deberá tener especio para un público no menor de cincuenta
personas, con asientos numerados…cuando la afluencia de espectadores
así lo requiera a juicio del Juez, la entrada se hará por medio de boletas,
cuyo número debe corresponder al de los asientos…” (559). Proferido el
fallo, proceden los recursos ordinarios y extraordinarios.
Proferido el Código Penal sustancial de 1980 que reformó el de corte Posi-
tivista de 1936, el 29 de enero de 1981 se expide el Decreto 181, por medio
del cual se expide el Código de Procedimiento Penal, mismo que fuera
derogado (1º) por la Ley 2a de 1982, normativa que restableció la vigencia
del Decreto 409 de 1971.
En el año 1984, mediante la Ley 2a, se crearon los cargos de jueces espe-
cializados, y se establece un procedimiento especial para la investigación
y el juzgamiento de delitos de secuestro extorsivo, extorsión y terrorismo.
Mediante la Ley 52 de 1984 se otorgan facultades al presidente de la Re-
pública por el término de dos años para expedir un nuevo Código de Pro-
cedimiento Penal cuyas bases se fijan en esta misma disposición.
En desarrollo de lo anterior, se expide el Decreto 050 del 13 de enero de
1987, contentivo del Nuevo Código de Procedimiento Penal. Esta dispo-
sición cuenta con 680 artículos, divididos en un título preliminar, y cinco
libros, a saber (i) disposiciones generales, (ii) investigación, Cuerpo Técni-
co de Policía Judicial y Sumario, (iii) juicio, (iv) ejecución de la sentencia,
y (v) relaciones jurisdiccionales con autoridades extranjeras. Mantiene los
Se mantienen las tres fases del proceso penal, como son la investigación
preliminar que termina con la formulación de imputación (286) o el ar-
chivo de las diligencias, (79), la indagación que termina con la radicación
del escrito de acusación (336) y el juicio, fase que abarca, las audiencias
de acusación (338), preparatoria (355) y de juicio oral (366), en la que
se practican las pruebas que sustentan la sentencia respectiva, de confor-
midad con los precitados principios de inmediación y concentración. En
este modelo procesal, si bien la Fiscalía General de la Nación se mantiene
dentro del Poder Judicial, las decisiones respecto de los derechos del de-
nunciado, imputado o acusado son del resorte del juez.
El nuevo modelo se fundamenta entonces en el principio dispositivo típico
de los sistemas de tendencia acusatoria, por medio del cual son las partes
las que mueven la actuación, con capacidad de renunciar a los actos del
proceso y fuerte culto al principio de concentración para que solamente se
admita como prueba aquella que ha sido admitida, presenciada, controla-
da, discutida y controvertida ante el juez.
En este modelo, la fase de investigación es eminentemente requirente en
cuanto el fiscal debe acudir al juez de garantías a pedir su autorización para
intervenir derechos fundamentales, sobre todo los del procesado en cuanto
a su persona o bienes. Así mismo, en los fiscales quienes se apoyan en la
policía judicial de investigación se concentra la actividad de recolección
de los elementos materiales de prueba, evidencia física e información por
obtener. Se elimina la segunda instancia.
En sede de investigación no habrá controversia probatoria la que se
cumplirá, por regla general, una vez inicie la fase de controversia probatoria
en el juicio y una vez el juez hubiere admitido los elementos de prueba a
desfilar.
En el nuevo sistema rige el principio de necesidad de la acusación, la que
además debe surtir un control ante el juez de conocimiento en relación con
la claridad de los hechos jurídicamente relevantes y su congruencia con la
imputación de los cargos. Así mismo, en caso de considerar el fiscal que
no tiene prueba suficiente para acusar, la preclusión que solicite deberá
tener el aval jurisdiccional para que la decisión adquiera el carácter de cosa
juzgada material.