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Los años 1853 en adelante siguieron a la guerra con Estados Unidos, en la que México
perdió más de la mitad de su territorio, fueron de desorden y desilusión. Los
levantamientos de indígenas asolaron diversos lugares del país, la llamada guerra de
castas de los mayas en Yucatán, la guerra social en la Sierra Gorda (Guanajuato,
Querétaro y San Luis Potosí) que se extendía por otras partes; los nómadas del norte
pasaban la frontera adentrándose en el territorio nacional, robaban y mataban sin que las
improvisadas defensas de los vecinos pudieran detenerlos en su ir y venir. Los
levantamientos de militares y grupos inconformes retaban al gobierno y éste, carente de
medios, tenía que acudir al Congreso solicitando dinero y facultades extraordinarias, que
los legisladores le negaban. En ese ambiente, el presidente Mariano Arista, electo para el
periodo, se hablaba de ellos y Lucas Alamán, su líder indiscutible, asumió el epíteto
diciendo que se llamaban conservadores porque querían rescatar lo que quedaba de la
patria despojada de su nacionalidad y de su integridad territorial por los federalistas,
empeñados en imponer un sistema de gobierno contrario a la unidad política
indispensable. Se fraguó así la dictadura de Antonio López de Santa Anna, inspirada en la
presidencia vitalicia de Luis Napoleón Bonaparte recientemente proclamado “emperador
de los franceses y en el sistema de centralización administrativa francés, excluyendo
cualquier tipo de elecciones y de órganos legislativos, pues el orden legal sería dictado por
el presidente de la República Mexicana investido de facultades omnímodas, asesorado por
los secretarios y por el Consejo de Estado, que él nombraría. renunció el 5 de enero de
1853, advirtiendo la imposibilidad de gobernar cuando todo contradecía el orden público y
las instancias encargadas de facilitar los medios para establecerlo se empeñaban en
negarlos, poniendo al país en un estado de perpetua anarquía. La oportunidad para los
conservadores había llegado. Ya a fines de los años cuarenta. Cuando triunfó la revolución
de Ayutla en agosto de 1855, aparecerían las diferencias que separaban a los liberales.
Cumpliendo con el principal propósito de la revolución, el general Juan Álvarez, presidente
interino, convocó al Congreso General Extraordinario, encargado de elaborar la nueva
constitución del país y de revisar los actos del gobierno de Santa Anna. El Constituyente se
reunió en febrero de 1856 y concluyó su labor un año después, cuando aprobó la
Constitución federal de 1857 en la que se establecían las garantías individuales, un
sistema para protegerlas mediante el juicio de amparo y, por lo que hace a la organización
de los poderes públicos, serias limitaciones para el ejecutivo con predominio del legislativo,
pues se creó un Congreso sin cámara de senadores.
La segunda intervención francesa en México fue un conflicto armado entre México y
Francia entre los años 1862 y 1867. Tuvo lugar después de que el Gobierno mexicano,
encabezado por Benito Juárez, anunciara la suspensión de los pagos de la deuda externa
en 1861.
Las tropas de la alianza llegaron a Veracruz en 1862 y entraron en negociaciones con el
Gobierno de México. Los dirigentes de las misiones británicas y españolas decidieron
volver, pero los franceses anunciaron que ocuparían México.
Tras sufrir un revés en Puebla el 5 de mayo de 1862, los franceses continuaron la
expedición que los llevó a ocupar la Ciudad de México el 10 de junio de 1863. El Gobierno
de la República comenzó desde entonces a peregrinar por varios puntos del país, mientras
los franceses seguían ocupando la capital. Las tropas francesas comenzaron a retirarse
gracias a los ataques mexicanos a partir de 1866, ante la inminencia de una guerra entre
Francia y Prusia y la derrota de los confederados en la guerra de Secesión estadounidense
en 1865, que respaldaron en todo momento a Napoleón III.
Años antes, algunos conservadores mexicanos radicados en Europa habían iniciado un
cabildeo para buscar apoyo a la instalación de un régimen monárquico en México
por segunda ocasión.
La invasión francesa de México fue un intento de Napoleón III de revivir el Imperio
francés, así como de prevenir el crecimiento de los Estados Unidos a través de alguna
anexión de territorio mexicano. Fue devastadora para México, ya que solo ayudó a
incrementar el periodo de inestabilidad y agitación durante parte del siglo XIX. Además
incrementó la deuda externa y creó una disrupción en la producción agrícola e industrial.
La caída del imperio de Fernando Maximiliano de Habsburgo es atribuida
principalmente a la retirada de las tropas francesas, pero el corte liberal con el que
gobernó Maximiliano fue un factor interno que también desempeñó un papel. Las medidas
liberales que expidió Maximiliano, como la que instituía la educación primaria laica,
gratuita e ineludible, le granjearon el rechazo de los conservadores, con los cuales
compartía el gobierno, sin ganarle a cambio el favor de los liberales republicanos. Aunado
a eso, la retirada de las tropas francesas en un momento crítico, cuando los republicanos
seguían hostiles y sin haber llegado a un acuerdo con ellos por el cual reconocieran el
Imperio, facilitó la reconquista de los territorios perdidos.