Una de las cosas maravillosas que se expresaron en la profecía del Señor
Jesucristo, se encuentra en el libro de Isaías, capítulo 63, versículo 9, donde dice:
"En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, los trajo y los levantó". En algunos de los mejores manuscritos dice, incluyendo el final del versículo 8: "Se convirtió en el Salvador de todas sus angustias. Él mismo los salvó; no envió un mensajero ni un ángel. En su amor y misericordia los rescató; los levantó y los llevó en sus brazos como en los tiempos de antaño". El Señor Jesucristo anda conmigo por el camino de la vida, y estoy seguro que Él va con usted también, estimado oyente, y cuando yo caigo, cuando yo tropiezo y caigo, Él está allí a mi lado. ¿Y sabe usted que hace? Él me levanta, sacude mis ropas y me dice que comience a andar de nuevo. Es consolador tener a mi lado a alguien que no ha tropezado y caído conmigo pero está a mi lado en todo momento para acompañarme en mi aflicción, como lo hizo por su pueblo cuando vagaban por el desierto.
Ahora aquí aconseja restaurar al que se ha equivocado. La palabra usada para
restauradle es un verbo que quiere decir, "arreglar, componer un hueso fracturado". Si alguien se cae y se quiebra una pierna, ¿qué es lo que hace usted entonces? No se va y lo deja abandonado allí. No. Pablo dijo: "Vosotros que sois espirituales, arreglad ese hueso roto, haciendo todo lo posible para que esa persona se pueda levantar nuevamente y continuar caminando". Es decir, que con humildad, hay que ayudarle a corregirse.