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La Fundamentación Fenomenológica
La Fundamentación Fenomenológica
La fundamentación fenomenológica
Los fenomenólogos están convencidos de que es posible elaborar una ética «material» que
no incurra en los mencionados defectos. Tal convicción descansa sobre un modo diverso de
entender el apriorismo.
Para Kant el elemento racional a priori es una condición de la experiencia, una categoría
simplemente funcional, es decir, una función sintetizadora del entendimiento que permite
establecer conexiones universalmente válidas entre los datos sensibles, quedando ella
misma fuera de la experiencia. Si el a priori es funcional y sin contenido, todo contenido
será, para Kant, sensible y a posteriori, lo que equivale a afirmar que toda ética material es
empirista. Las leyes de los objetos de la experiencia y del querer se rigen por las leyes
trascendentales de los actos de experimentar y de querer y, por tanto, los objetos dependen
de la estructura de estos actos.
Max Sheler se muestra de acuerdo con Kant en la necesidad del apriorismo para
fundamentar la moral y, por consiguiente, en la completa separación de ser y valor también
para Scheler la Ética se elabora sin necesidad de un marco metafísico. El a priori dice
Scheler es el contenido propio de un tipo particular de experiencia: la experiencia
fenomenológica, entendida como intuición de esencias, además las conexiones entre actos y
objetos son recíprocas: a un tipo de objetos corresponde un tipo de actos y a un tipo de
actos corresponde un tipo de objetos. No hay primacía del acto sobre el objeto ni del objeto
sobre el acto. Los valores son el contenido significativo de un tipo especial de actos. El a
priori ético de Scheler es pues «material», es un contenido significativo, un eidos o esencia
ideal.
Los valores constituyen el fundamento apriorístico «material» de la Ética. Es grande la
insistencia de los fenomenólogos en defender la objetividad de los valores, contra el
psicologismo, el idealismo y, en general, contra todo subjetivismo. Los objetos de la
experiencia emocional tienen una legalidad propia, irreducible tanto a las leyes de la
conciencia, sea ésta trascendental o psicológica (kantismo y psicologismo), sea a la
experiencia inductiva de las ciencias naturales.
Según Max Scheler, existen valores objetivos y valores morales. Aquéllos se nos dan como
ocupando un puesto más alto o más bajo en una escala jerárquica.
Los valores objetivos son, yendo de los más bajos a los más altos, los valores sensibles (lo
agradable y lo desagradable), los valores de la percepción afectiva-vital (valores vitales),
los valores espirituales (estéticos, jurídicos, filosóficos) y los valores religiosos (lo santo).
Los valores morales, por el contrario, no tienen un contenido objetivo propio, por lo que
quedan fuera de la escala anterior. El valor de lo bueno se nos da en la experiencia cuando
la persona se orienta hacia el valor objetivo que se nos da como más alto, mientras que lo
malo está en preferir un valor objetivo más bajo a uno más alto.
La razón es ésta: el valor moral no tiene una materia propia, sino que surge en la
experiencia emocional con ocasión de la realización de valores objetivos.
Por otra parte, a través del concepto de intencionalidad, la fenomenología subraya tanto la
independencia del objeto respecto de la actividad psicológica o trascendental del sujeto,
como el hecho de que el acto espiritual está esencialmente correlacionado a un contenido
significativo. Con el propósito de captar el contenido eidético esencial de la experiencia, se
pone entre paréntesis (epojé) la dimensión actual (existencial) tanto del sujeto como del
objeto. El ser como acto queda fuera de la perspectiva del análisis fenomenológico
Detengámonos un poco para entender el sentido que la separación entre valor y ser tiene en
la fenomenología.
El valor no puede reducirse a lo fáctico. Una cosa es lo que «sucede » y otra lo que «debe
suceder»: que muchos se comporten de cierto modo no significa que tal comportamiento
sea justo; lo que es justo no deja de serlo porque nadie lo cumpla; lo que debe ser no pierde
su valor porque de hecho no llegue a ser; una cosa es el hecho y otro el derecho (quaestio
facti y quaestio iuris).
En la filosofía del ser, la esencia está fundamentada en el ser, lo que permite el acceso
metafísico al Ser Subsistente; en Scheler no está presente esa función fundante del ser. La
separación entre valor y ser hace difícil la solución del problema del fundamento último:
a) o se recurre al platonismo (lo que no nos parece verdad en Scheler, aunque no faltan
interpretaciones en ese sentido);
b) o la correspondencia entre lo eidético y la verdad de las cosas (ente en cuanto conocido-
ente real) ha de justificarse mediante una nueva edición de la armonía preestablecida entre
espíritu y mundo de Leibniz
c) se admite que en un contexto fenomenológico no es posible indagar sobre las esencias
más allá del hecho de su presencia y de sus relaciones mutuas, y el problema queda
entonces por resolver.
Si se admite que las nociones «a priori» son el término de una abstracción o reflexión
filosófica que opera, sí, sobre la experiencia, pero de un modo esencialmente diverso al
modo de operar de las ciencias positivas, y si se admite, en segundo lugar, que el ser que se
convierte con el bien no es la simple existencia o facticidad de lo que acaece, sino el ser
como acto o perfección antropológica, en el que se encierra una exigencia de «deber ser»,
la finalidad, y que existe, por tanto, una finalidad metafísica interna en la naturaleza
humana, que la razón práctica puede distinguir (y elaborar normativamente) de los
impulsos registrables en un individuo concreto, los problemas que preocupaban a la
fenomenología pueden resolverse en el ámbito de una antropología unitaria, deuna teoría
unitaria del bien y del saber que evite el dualismo que se encierra en el apriorismo.