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Los Dioses Tienen Sed
Los Dioses Tienen Sed
El siglo XVIII sacudió al mundo, empezando por la revolución estadounidense que, junto
con el reinado de la ilustración como nuevo modelo de pensamiento, racional, moderno,
revolucionario y por lo tanto republicano, impulsaron la consolidación de la revolución en
Francia, esto junto a una monarquía imperante y una aristocracia encaprichada al
feudalismo y los privilegios que con este venían.
Igualdad y libertad, dos preceptos fundacionales para todo estado en tiempos modernos,
actuales, que se quiera proclamar como democrático. Cánones como estos no pueden
quedar subyugados ante otro concepto, más que la limitación del mismo, pero en 1789, y en
general, la década del 90 del siglo XVIII en Francia,, fue una época dominada por un
impulso revolucionario, fuerte, audaz, capaz de llevarse todo por delante con una única
visión u objetivo, la conformación de un estado soberano, independiente y democrático,
una república, dejando atrás la idea de la federación y castigando con mano dura y sin
compasión a aquellos que fueran en contra de esta, o se creyera que lo estuvieran.
Pero a pesar de todo este proceso independentista, podría decirse, por parte del pueblo,
subyugado a un poder monárquico, despótico, y arbitrario; este ideal de libertad e igualdad
como principal característica del estado republicano que, apenas mostraba sus primeras
luces en 1789 en Francia, entra en controversia con el actual pensamiento imperante de la
época, es decir, la ideología adiestrada por la doctrina religiosa, en especial la católica. En
este momento se halla la república y sus partidarios en medio de dos nociones en disputa,
por no decir contrariedad. La tendencia liberal y emancipación por parte del pueblo francés
se ve nublado por la costumbre y el arraigo a lo pasado y su cultura, toda una tradición de
sumisión por parte de este ante un poder papal, y a su vez ligado fuertemente a la
monarquía como forma de gobierno.
Libertad, se pregonaba la libertad entre los hombres, la libertad de cumplir con sus deseos,
aspiraciones y trabajo. pero se puede hablar de libertad de pensamiento y de locomoción
cuando aún se encuentra subordinado al poder y órdenes de un superior que, aun peor que
el monarca no da a conocer sus promulgaciones de forma clara y concisa y que, de que en
realidad las hubiera, cada quien interpreta de forma distinta. aquel pulpo que ha reinado e
impuesto su voluntad a través de los tiempos, seguía vigente en medio de la sociedad, la
religión, enemiga de la total liberación del hombre, sublevando a la razón y la crítica de una
sociedad falta de esta. pasaba su poder de una convención a otra, de un poder a otro, de un
tirano a otro, y de una inquisición a otra, sin tener la más remota idea de cómo gobernarse a
sí misma, acostumbrada a obedecer, la sociedad francesa, aún no estaba lista para dejar tan
altos compromisos a ciudadanos que conformaban el tribunal, sin antes dejar a cargo a un
ser supremo, que no tenga miedo de imponer su ley, y de mandar a quien fuere necesario
para el cumplimiento de sus fines.
Puede ser que por el afán de declararse república Francia, o bien sea por el amor que se le
tenía a la patria, y que se juró defender a capa y espada, se cegara tanto la justicia que
podría llegar al caso de solo tener que sentar a un acusado en la sala del tribunal para
declarársele culpable. El tribunal en sus ansias de proteger la soberanía de la comuna,
ignoraba y dejaba a un lado el concepto de un debido proceso a la hora de juzgar a los
acusados. Se presentó, entonces una ola de desconfianza de la justicia por parte del pueblo,
generándose el miedo y la obediencia por temor y no por razón, como pregonaba la
revolución. el mayor temor de los comunes se había vuelto realidad, destituir a un tirano
para imponer a otro, igual o peor al anterior, dicha justicia que se impartía por parte del
tribunal, se convirtió en una justicia perseguidora y acusadora, por no decirse inquisidora.
el miedo se apoderaba de la sociedad y este se incrementaba al ver que amigos, vecinos, y
conocidos se recluían en diferentes centros penitenciarios, fueran cárceles propiamente
dichas, o iglesias que fueron adecuadas para la instauración de comités, y cuyos sótanos
fueron acondicionados como calabozos, y en cualquier sitio donde pudieran amontonar a
cientos de ciudadanos acusados de compartir y generar ideas de talante anti republicano,
aristócratas, emigrados, que huyeron del país en cuanto comenzó la revolución en masa, o
simples ciudadanos que con el infortunio de la coincidencia fueron declarados como
conspiradores y federalistas, o bien, cómplices de Pitt, como los llamaban los acusadores.
Se había vuelto costumbre ver en las plazas a decenas de compatriotas ejecutados por la
guillotina, el acusado, los inquisidores, verdugos y el corro inagotable de curiosos, quienes
se dividían en bandos, estaban aquellos que gritaban que los liberasen, otros más que
animaban cada vez más al inquisidor, y los que eran indiferentes frente a la escandalosa
escena presenciada, algunos huían despavoridos al ver tan salvaje y cruel cuadro.
Estrambótico espectáculo para semejante tiempo de escasez y necesidad inmediata de
reconciliación y unión entre la sociedad, incrementaba a su vez el deseo de apoderarse de lo
ajeno, en tiempos de penuria sale a flote lo peor de la humanidad, las ganas de asesinar
igualaban a las ganas de morir, antes de que la guillotina pasase por su cuello.
La Sección entonces, se encargaba de llenar los calabozos y centros improvisados de
reclusión, y por otro lado, el papel del Tribunal erra condenar a los acusados presentados
por, ya sea el comité de vigilancia, o el comité de salvación, o cualquier otro con capacidad
para capturar y acriminar ciudadanos, hombres, mujeres, adolescentes, todos ellos, de
distinta raza, posición social, capacidad económica, pasaban uno a uno a la guillotina, por
la mayoría y, en general, el veredicto final concluía en pena de muerte. Se había vuelto tan
cotidiano que aquellos pobres acusados se condenaban de forma automática a la muerte, no
existía absolución en cargos sobre la actitud o simple insinuación de esta de carácter anti
republicano.
La justicia estaba cegada y con sed de venganza, pensaba en su único fin, la República, y
no le interesaba los medios que tuviera de usar para llegar a este. Estaba condicionada por
siglos de subordinación y opresión ejercida por parte del gobierno preponderante. No sabía
de miramientos, enfocada en su función principal, juzgar. Anteponiendo la asamblea como
prerrogativa, dejando a un lado la veracidad de los hechos. En realidad, esta ya no
importaba, lo que imperaba en el momento era el adiestramiento de la sociedad hacia un
nuevo paradigma, hacerles odiar, tan solo, la idea de concebir al estado como federalista,
bajo un gobierno monárquico influenciado por el sistema feudal. Esla creación de un nuevo
patriotismo desligado de la concepción de superioridad del rey, proceso complejo, puesto
que el rey, y el poder que este ostentaba era delegado por obra y gracia de dios, y cómo
podría si quiera proyectar una sociedad dominada por un espíritu religioso, tan católico
como solo este, que desligara de un día para otro a su soberano “natural” impuesto por
dios, para aceptar un gobierno hecho por sus semejantes, personas del común.
La, entonces llamada, Comuna de París, estaba regida por varios comités que se delegaban
y ostentaban la autoridad en dichos territorios, algunos de los más representativos y a la vez
más temidos por los mismos ciudadanos, tuvieran o no el tan exigido certificado de
civismo, era el Comité de Vigilancia de la Sección, el Comité de Salvación Pública, entre
otros, los cuales representaban al poder ejecutivo, legislativo, y en cierto modo el judicial,
este último siendo ejercido por el Tribunal.
Tiempos de incertidumbre, tienen efectos contrarios entre las opciones, puede ocurrir que la
sociedad implemente métodos de unificación entre sí, y que correspondan a un único
objetivo, convidar a la comunidad en una sola, sin divisiones banales, y concentrarse en lo
que unifica a una nación en tiempos difíciles, como puede dividirla, fraccionarla,
enfrentándose los sectores unos con otros en una guerra de supervivencia, donde el terror
gobierna, y en el cual hasta el inocente sienta tal opresión que desarrolle un miedo
irracional que inculpe hasta el más pulcro de los ciudadanos honrados.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
France, A. (1912). Los dioses tienen sed. Barcelona: Barril Barral editores s, l.