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RASPANDO LA CRUZ

Rafael Spregelburd

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 1


Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9

RASPANDO LA CRUZ
Rafael Spregelburd

PERSONAJES Música original, efectos en cinta e insta-


lación acústica: Federico Zypce

Utilería y gráfica: Isol


WECK
ADOLF secuaz de Weck Fotografía: Patricia Di Pietro
DORITA amante de Weck
HERR VOGEL vecino de Weck Diseño de luces y escenografía: Rafael
FRAU VOGEL su esposa Spregelburd
TRAUMA hermana de Weck
BRUNO amigo de Weck Asistente de vestuario: Carolina Valente
MANSILLA general alemán
HILDA dueña del hotel Asistente de dirección: Alejandra Cosin
RUBÍ su hija
MENDIGO Dirección general: Rafael Spregelburd
CERDA

Raspando la cruz fue estrenada el 13 de junio de 1997


en la sala del Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos El texto de la obra ha sido
Aires, bajo la dirección del autor, con el siguiente traducido a los siguientes idiomas:
reparto:

WECK Ruy Krygier Alemán, por Almuth Fricke


ADOLF Alfredo Martín
DORITA María Onetto Neerlandés, por Bart Vonck
HERR VOGEL Alberto Suárez
FRAU VOGEL Gabriela Izcovich Italiano, por Lía Ogno
TRAUMA Julia Catalá
BRUNO Máximo Lazzeri
MENDIGO Pablo Ruiz
HILDA Mónica Raiola Estas traducciones fueron parte del en-
RUBÍ María Inés Sancerni cuentro Oltrebabele organizado por La
MANSILLA Rafael Spregelburd Loggia (Firenze, Italia, 1998).
CERDA María de los Ángeles Sal-
vador

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Apuntes sobre Raspando la cruz es lo antagónico del Bien sino su Doble
publicados en el programa de mano indisociable.

I Eduardo del Estal

El tiempo como Historia es una creación II


de la cultura judeo-cristiana, la sucesión
rectilínea de los acontecimientos es una Acerca de esta obra
trayectoria cuyo sentido está determina-
do por el instante final. Una o dos aclaraciones

La Historia condena a las cosas al retraso, Una: en esta obra ocurre un único hecho
las obliga a moverse a la velocidad de la sobrenatural: a partir de un punto dado,
razón, una velocidad impuesta al acon- como verán, el tiempo de la historia re-
tecer para que sea posible una lógica y trocede y busca desesperadamente un
su enunciación gramatical. origen que no encuentra, como ocurre en
los reflejos. El mundo tiende a volver a
La necesidad de Historia es un hambre os- la nada y el sentido a disolverse en el
cura, antes instintiva que racional. azar. Caray, ya les conté el final.

Nace de un terror visceral al azar, al horror Dos: en el cementerio judío de Praga, en


de que los acontecimientos se ordenen uno de los viejos edificios en reconstruc-
como destino. ción, pueden leerse, escritos sobre las
paredes, los nombres de varios miles de
Apartarse de la trayectoria de la causalidad víctimas del nazismo. Algunas paredes
implica abrirse a una extensión de fata- están todavía derrumbadas.
lidad, y en la fatalidad no hay sucesión,
todo se da simultáneamente. Curiosamente, sólo los nombres son
impronunciables; los apellidos remiten
Lo fatal es una forma y como tal está ente- tozudamente a la guía telefónica de Bue-
ramente presente y perpetuamente ce- nos Aires.
rrada.
Otras cosas también remiten a la Argenti-
Tiene un mismo y único signo para el co- na.
mienzo y para el final.
Antes de la Segunda Guerra, que habría
Mediante una operación sencilla y prodi- de iniciarse formalmente con la entrada
giosa el autor evidencia que la Historia en Polonia de los ejércitos de Hitler el 1
es irreflexiva, que se enrarece y desapa- de septiembre de 1939, muchos ciuda-
rece leída al revés. danos alemanes ya habían empezado a
cruzar sus fronteras. En Praga, capital
La Historia (y la anécdota) exige individuos, de la República Checa, la presión del
personajes, constancias de identidad poderoso imperio vecino condujo a un
bajo el dominio del lenguaje. Los perso- curioso y trágico referéndum, por el cual
najes son rehenes de sus nombres y de quienes concurrieron a votar (en su ma-
sus dichos. yoría, alemanes) decidieron por mayoría
la incorporación de la República al régi-
Contra estos imperativos, que implican un men del Tercer Reich. La resistencia -
teatro de identificación, el autor hace tea- ”casi” invisible- a este movimiento de las
tral la descomposición de las identidades, urnas fue diezmada en un abrir y cerrar
cada personaje está a la vez adentro y de ojos. El régimen fascista “invadió” a
afuera, el cuerpo del otro es el cuerpo pro- la República Checa democráticamente.
pio. Hay un sistema de espejos que no Súbitamente, un país cambiaba su iden-
reflejan la contradicción. tidad, su idioma y su historia (si es que
alguna de estas tres cosas existe).
Y este sistema óptico nos devuelve una ex-
traña imagen del Mal. En vista de la anécdota que dio pie a la es-
critura de Raspando la cruz se me per-
El Mal no es el demonio enemigo, la antíte- mitirán, espero: la desconfianza sistemá-
sis de Dios y del Bien, sino algo extraño tica como actitud poética; el recelo de la
y desorientador: lo Semejante. El Mal no Historia, con su apetito voraz de causas y

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efectos; y la fragmentación deliberada llamadas a los rosacruces. Casi nadie
como única forma de abarcar el espejo afirma que los conoce, nadie se llama a
roto de la Argentina, con las esquirlas sí mismo rosacruz, todos en cierto modo
puntiagudas de su holocausto privado. pretenden comunicar que se hallan en
perfecta sintonía con su programa. Al-
Si es como dice Del Estal, y “la realidad es gunos autores incluso hacen gala de una
la Resistencia de las cosas a todo orden extraordinaria humildad, como es el caso
simbólico”, entonces estamos frente a mi de Michael Maier, que en Themis aurea
obra más crudamente realista. (1618) sostiene que la confraternidad
existe realmente, pero admite que es una
Rafael Spregelburd persona demasiado humilde para poder
formar parte de ella. Pero, como observa
En el siglo XVII se aspiraba a una reforma Yates, el comportamiento habitual de los
universal del saber, de las costumbres, escritores de la Rosacruz consiste no sólo
de la sensibilidad religiosa, en un clima en afirmar que ellos no son de la
de extraordinaria renovación espiritual, Rosacruz, sino que ni siquiera han en-
dominado por la inminente llegada de un contrado nunca a un solo miembro de la
siglo de oro. [...] En este clima aparece en confraternidad.
1614 un escrito anónimo (Allgemeine und
general Reformation, der gantzen weiten Cuando en 1623 aparecen en París mani-
Welt) [...] cuya última parte es un mani- fiestos -naturalmente anónimos- que
fiesto titulado Fama Fraternalis R.C., en anuncian la llegada de los rosacruces a
el que la misteriosa confraternidad de los la ciudad, este anuncio desencadena fe-
Rosacruz revela su propia existencia, in- roces polémicas, la opinión general los
forma sobre su historia y sobre su mítico considera adoradores de Satanás. Des-
fundador, Christian Rosencreutz. En 1615 cartes, que en el curso de un viaje a Ale-
aparecerá, junto con Fama, que está es- mania había intentado -según se decía-
crito en alemán, el segundo manifiesto, acercarse a ellos (naturalmente, sin éxi-
escrito en latín, Confessio fraternitatis to), a su regreso a París ve cómo a su
Roseae crucis. Ad eruditos Europae. alrededor surge la sospecha de que per-
tenece a la confraternidad, y sale del apu-
El primer manifiesto augura que también ro con un golpe maestro: puesto que era
puede surgir en Europa “una sociedad una leyenda extendida que los rosacruces
que eduque a los gobernantes para que eran invisibles, procura aparecer en pú-
aprtendan todo lo que Dios ha permitido blico en muchas ocasiones y acaba así
que el hombre conozca” [...]. Ambos ma- con las habladurías que le conciernen.
nifiestos insisten en el carácter secreto [...] Un tal Neuhaus publica, primero en
de la confraternidad y en el hecho de que latín y después en francés en 1623, un
sus miembros no pueden revelar su pro- Advertissement pieux et utile des fréres
pia naturaleza. Por esto puede parecer de la Rosee-Croix, en el que se pregunta
aún más ambigua la llamada final de la si existen, quiénes son, de dónde han
Fama, dirigida a todos los hombres doc- sacado el nombre, y concluye con el ex-
tos de Europa, para que entren en con- traordinario argumento de que “por el
tacto con los propagadores del manifies- hecho mismo de que cambian y alteran
to: “Aunque de momento no hayamos sus nombres y que enmascaran su edad,
revelado nuestros nombres, ni tampoco y que según su propia confesión no se
cuándo nos encontraremos, sin embar- dejan reconocer, no hay Lógico que pue-
go intentaremos ciertamente conocer la da negar que necesariamente tienen que
opinión de todos, cualquiera que sea la existir”.
lengua en que se expresen; y todo el que
nos transmita su nombre podrá comu- Sería muy largo hacer la reseña de esta serie
nicar con alguno de nosotros de viva voz, de libros y libritos que se contradicen
o, si hubiese algún impedimento, por mutuamente, y que nos permiten pen-
escrito... Y también nuestra sede (aun- sar a veces que un mismo autor, bajo dos
que cien mil personas la hayan visto de seudónimos distintos, ha escrito a favor
cerca) permanecerá eternamente invio- y en contra de los rosacruces. [...] Ahora
lable, indestructible y oculta al mundo bien, esto nos demuestra cómo basta una
entero”. llamada, realmente bastante oscura y
ambigua, a la reforma espiritual de la
Casi inmediatamente, desde todos los lu- humanidad para desencadenar las reac-
gares de Europa empiezan a escribirse ciones más paradójicas, como si todo el

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mundo hubiese estado esperando un
acontecimiento decisivo y un punto de I
referencia que no fuese el de las iglesias
oficiales de ambas partes (católica y pro- (Oscuridad absoluta. El tic tac impasible
testante). Hasta el punto de que, a pesar de un reloj. Se escucha una voz. No sa-
de que los jesuitas fueron unos de los bemos quién habla. Es importante que
más fieron enemigos de los rosacruces, toda la escena permanezca en la oscuri-
hubo quien sostuvo que los rosacruces dad, haciendo invisibles a los persona-
fueron una invención de los jesuitas para jes.)
introducir elementos de nueva espiritua-
lidad católica en el seno del mundo pro- WECK: Esa fue la última vez que desperté,
testante. porque desde entonces no he vuelto a
dormir. Se puede pasar una noche des-
Finalmente, y como último aspecto para- pierto, se pueden pasar dos. Tres. ¿Cuán-
dójico del asunto -e indudablemente el tas? Mi historia terminará cuando acabe
más significativo-, Johann Valentin mi insomnio. Terminará cuando muera,
Andreae y todos sus amigos del círculo o cuando me deje caer finalmente sobre
de Tubinga, de quienes se sospechó in- esta cama de sábanas blancas, rendido.
mediatamente que eran los autores de ¿Quiénes son todos los demás, quiénes
los manifiestos, se pasaron la vida ne- son los otros personajes de mi drama? No
gando tal hecho o minimizándolo como estoy seguro. Yo he visto, desde enton-
si fuera un juego literario. ces, la sucesión inútil de los días y las
noches, una secuencia absurda en la que
de Umberto Eco, nada cambia. Salvo en la cabeza de quie-
en La búsqueda de la lengua perfecta, nes han dormido, que creen despertarse
Cap. 8: La lengua mágica (1994) en un lugar distinto, más siniestro o más
cómodo que sus propios sueños. Yo no
he vuelto a soñar. Desde aquella vez, cla-
ro. Estamos en Praga, fines de agosto de
1939. Mi nombre es Weck y no me impor-
ta decirlo. Los sucesos que veremos ocu-
rrirán en los días en los que no pude con-
RASPANDO LA CRUZ ciliar el sueño. Todos hablamos en checo,
o en alemán, pero estamos traducidos.
de Rafael Spregelburd Creo conveniente empezar por decir que
conocí a Dorita durante esta feroz vigilia.
La escena: Praga, 1939. Es una época dura. Muchos prevén la
guerra. Dorita dice que me ama. No sé. Si
ella insistiera en amarme, a pesar de todo,
Días antes de la invasión alemana a Polo- la mataría sin dudar. De más está decir
nia, que desató la Segunda Guerra Mun- que a mí ella no me importa.
dial.
ADOLF: No me interrumpas.
El tiempo avanza hasta la escena XIII, que
ocurriría el 1 de septiembre de 1939, WECK: No interrumpo. Nada más digo lo
cuando las tropas alemanas cruzan la que me parece.
frontera polaca. A partir de esta escena,
el tiempo retrocede: se vuelven a ver las ADOLF: No es ésa la cuestión. Todos sabe-
escenas (modificadas) en orden inverso, mos lo que te parece. (Silencio) ¿Y cómo
hasta llegar a la última (la primera, en harías para matarla?
orden cronológico) que es un suceso pre-
vio a la Escena I, y que lamentablemente WECK: La mandaría matar a través de al-
no habíamos podido ver antes, cuando gún amigo en común.
todavía era momento.
ADOLF: ¿Tienen amigos en común?
Las escenas suceden en distintos lugares
de Praga y en un hotel en las afueras, WECK: Muchos. Vos, por ejemplo.
pero no hay prácticamente ningún ele-
mento escenográfico. ADOLF: Claro. (Silencio) Todos la quere-
mos mucho. No creo que nadie quiera
matarla.

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WECK: Yo también. los pedazos de porcelana duran más que
uno.
ADOLF: ¿También, qué? (Silencio. La luz
se enciende y descubre a los personajes FRAU VOGEL: No lo van a poder creer, pero
de la escena II. La luz nunca es demasia- vivíamos casi uno al lado del otro y nun-
do intensa. Sepia, hepática.) ca habíamos visto más que el hall de
entrada.
II DORITA: (Mirando la casa) Bueno, es igual
que ésta. Igual, sólo que es como si se la
HERR VOGEL: Y le decía: ¿no es raro que viera en un espejo.
haciendo tanto tiempo todavía no nos
hayamos sentado siquiera a tomar un FRAU VOGEL: ¿Qué quiere decir?
café?
DORITA: Un espejo.
FRAU VOGEL: Y le decía yo: no, no es raro,
sobre todo considerando que nunca los FRAU VOGEL: Debe ser el idioma.
invitamos. ¿Más azúcar? Praga es una
ciudad tan rara. HERR VOGEL: Había estado en la guerra,
Helmut. Con los alemanes, claro.
DORITA: Sí, gracias.
FRAU VOGEL: ¿Con los alemanes o contra
FRAU VOGEL: Nosotros somos de Tzchkvsk. los alemanes? Porque no es lo mismo.
Pero acá no se puede pronunciar.
HERR VOGEL: Pero a quién le importa eso
HERR VOGEL: De cerca de... de las afue- ahora.
ras de Tzch...
FRAU VOGEL: Claro. Por eso digo yo, que
FRAU VOGEL: Pero supongo que todos so- es el idioma. Se escucha hablar tanto en
mos un poco extranjeros en este país. alemán. Una guerra es una guerra, ¿no
¿No? es cierto? Y a nadie le importó nada de
ésta, ¿verdad? ¿Van a renovar por todo
HERR VOGEL: Y le decía: ¿No es raro? Me el año?
miraba y me decía para mí mismo -¿se
dice “para” mí mismo?-: ¿qué será lo que DORITA: Bueno, la casa es cómoda. Es un
nos aleja de los amigos? lugar tranquilo.

WECK: No somos amigos. HERR VOGEL: Absolutamente. El herma-


no de ella siempre me dice: allá es tan
HERR VOGEL: Claro, no ha habido opor- tranquilo. Averiguá si no se alquila la
tunidad. casita de al lado, la de la reja negra, me
dice. Averiguá.
WECK: No puedo dejar de notar el tiempo
que tarda en revolver la taza. FRAU VOGEL: Trabaja en seguros.

HERR VOGEL: Sí, es... digno de atención. HERR VOGEL: Y como tienen dos chicos...
Es algo que yo... la taza, digo. Pienso en imagínese. (Pausa)
esta taza, ¿no?, que va a seguir estando
cuando yo ya no esté. WECK: No me puedo imaginar nada. (Pau-
sa)
FRAU VOGEL: Lo mismo que con aquel
vecino anterior, ¿te acordás? Los que vi- HERR VOGEL: Uno de los hijos quiere es-
vían antes en la casa de ustedes, a me- tudiar para... y el otro... (Pausa) Imagí-
nos de un metro de distancia, bueno, que nese.
ahora es de ustedes, pero antes... ¡Qué
tonta, qué nerviosa me pongo! DORITA: Tienen una chimenea igual a la
nuestra. Un poco más alegre, con tantos
(Nadie habla. HERR VOGEL vuelve a revol- adornos...
ver la taza.)
FRAU VOGEL: Claro, en cada viaje nos trae-
HERR VOGEL: Aunque se rompiera. Hasta mos algún recuerdo para la chimenea.

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Tarjetas con dibujos, mamuschkas, ése DORITA: Es un regalo hermoso. (Se queda
caballo es noruego... con la tarjeta)

DORITA: Nosotros no tenemos muchos... No FRAU VOGEL: Pero... ¿por qué no se que-
por mí... Me encantan las estupideces. dan a tomar un Guadalupe?

FRAU VOGEL: Claro, se ve que al señor... HERR VOGEL: Los hace ella.

WECK: (Respira hondo) Weck. DORITA: Es que realmente... tenemos que


irnos.
FRAU VOGEL: ...Weck no le gustan mucho
las... ¡Y ahora hay cada tarjetas! Espe- HERR VOGEL: Sí, ya veo que literalmente
ren un momento, les voy a mostrar una la están arrastrando fuera de esta casa.
increíble. (Sale a buscarla)
DORITA: Es que esta noche...
HERR VOGEL: Se la mandó su hermano.
No lo van a poder creer. ¿Los negocios... HERR VOGEL: Yo no pregunto qué pasa
marchan? ¿No? (Silencio) Estuvo en esta noche, ni me interesa. No es eso lo
América. ¡Se ven cada cosas! que yo pregunto.

WECK: Marchan. FRAU VOGEL: Claro, es una confusión...

HERR VOGEL: Qué bien, qué bueno. Es tan HERR VOGEL: Habrá notado que no men-
difícil en estos tiempos encontrar una ac- cioné en ningún momento nada respec-
tividad redituable. Los seguros están cada to a lo que pasa en general por las no-
vez peor. Con tantos atentados como hay. ches.
Estuvieron en América, pero quién sabe si
alguna vez podrán volver a hacer un viaje FRAU VOGEL: Una pequeña confusión,
tan importante. América es importante, pero que por pequeña no deja de ser en-
Rusia es importante, hay países y países, gorrosa, Walter.
¿verdad? Lo que ellos quieren es alquilar
en un lugar tranquilo, ¿me entiende?... Así WECK: Adiós.
que los negocios van más o menos bien...
¿Y ustedes, se dedican a...? HERR VOGEL: (De un golpe parte la taza
sobre la mesa, y se queda con la manija
WECK: ¿Vamos? ensartada en el dedo índice. Cerrando el
paso en la puerta) Y no es eso lo único
HERR VOGEL: ¡Pero si recién acaban de que no pregunto. Ya habrá visto, Herr
llegar! (A Frau Vogel) Se quieren ir. No sé Weck, las dos chimeneas tienen una pa-
si me estoy haciendo entender. red en común, cómo amplifican las con-
versaciones los tubos de la ventilación.
FRAU VOGEL: Antes tienen que ver ésta Y uno oye cosas. Oye cosas que no que-
(Por la tarjeta de Navidad) No lo van a rría oír... ¿A uno qué le puede importar?
poder creer. (La abre. Se escucha un su- Cosas de checos, cosas de alemanes, lo
surro, como una amenaza o un arrullo). mismo da.

DORITA: Qué curioso. ¿Qué dice? FRAU VOGEL: Además uno ve gente. Es
decir, la ve. Yo veo gente.
FRAU VOGEL: Algo en inglés. Es un mur-
mullo, dijo August, mi hermano. Y fíjen- HERR VOGEL: Va atando cabos. ¿Qué se
se: chatita. ¿Dónde están las pilas? Es hizo del dueño anterior de la casa?
un misterio. Tenga.
WECK: ¿El alemán?
HERR VOGEL: Ahora en América se habla
cada vez más español, dice el hermano FRAU VOGEL: La ve entrar y salir, entrar y
de ella, que trabaja en seguros. August. salir, todo el tiempo.

FRAU VOGEL: ¿Otro café? HERR VOGEL: No me malinterprete. Yo no


digo ni que sí ni que no, pero es necesa-
WECK: Nos vamos. Gracias. (Se empieza a rio saber... cuántos checos quedan toda-
poner el piloto) vía en Praga. Ya habrá visto aquella me-

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dalla. Todos nosotros tenemos una idea que se me ocurren.
muy delicada, muy elaborada, del honor
que debe mostrar un hombre, de la vo- WECK: Tirála.
cación ineludible de la patria checa.
DORITA: No lo voy a hacer. No quiero. Es-
FRAU VOGEL: Es más lo que una ve que lo toy harta.
que una oye.
ADOLF: Antes de seguir con esto, quiero
HERR VOGEL: ¿Cuántos alemanes puede que sepan que leí sin omisiones el Ulises
haber en esta ciudad? ¿Cuántos, que de Joyce.
estén en condiciones de votar por el im-
perio? Me estoy enredando más de lo WECK: (Por TRAUMA) ¿Cuánto hace que
necesario. duerme?

DORITA: ¿Habla del referendum? DORITA: Un rato, no mucho, creo. Hace


tres horas.
HERR VOGEL: ¡De la guerra, la guerra! ¿Y
qué será lo que se cocina en semejantes ADOLF: ¿Qué tiene que ver, me dirán? Muy
reuniones por las noches? Y uno escu- bien: sentí que era necesario decirlo.
cha, y uno lee, y ve las fotos de los aten- Cuando un hombre tiene cierta habili-
tados... ¿Quiénes son ustedes? dad, cuando ha adquirido un bien pre-
ciado que los demás no tienen, es justo
FRAU VOGEL: Sí, y lo que digo es que hubo que ese hombre se haga admirar. (Silen-
una confusión con la... Es decir, yo la cio)
traje para mostrársela, pero como es de
mi hermano, creo que es justo que la WECK: Hay que terminar con esto antes
conserve por todo el tiempo que yo quie- de que Bruno llegue. Podría no venir solo.
ra.
DORITA: ¿Y qué vas a hacer? (Weck no con-
WECK saca un arma y los acribilla a bala- testa)
zos. Dorita grita.
ADOLF: Sí, Dorita tiene que saber qué es
Apagón. lo que vas a hacer. Dorita te ama.

WECK: Veo que súbitamente te interesa


III Bruno.

Adolf, Weck y Dortia reunidos en torno a DORITA: Esto no puede seguir así. Siem-
unos papeles sobre la mesa; Trauma pre sospeché de él. Llegó sin que supié-
duerme en una mecedora. ramos nada, nunca un dato que se pu-
diera certificar. Tengo miedo. Por su cul-
ADOLF: Si un rosacruz era visto por un pa podrían haberte matado.
humano, cosa que de por sí es improba-
ble porque los rosacruces se ufanaban WECK: Sí. ¿Es bueno ese libro?
de ser invisibles, era necesario deshacer-
se de él. Del humano. Así mantuvieron ADOLF: Es un libro necesario. (Por Trau-
el secreto por siglos. ma) ¿No estará muerta?

WECK: Números. Estos no son más que WECK: Muy bien: esto es lo que vamos a
números, que significan cantidades, que hacer. Seguimos adelante.
son abstracciones, que no quieren decir
nada, y que por lo tanto se puede expre- Tengo estudiado el movimiento de la esta-
sar mediante el número cero. ción. Estas tropas van a llegar en el tren
de mañana.
DORITA: Sé de muchos hijos huérfanos que
esta noche no pensarán lo mismo. ¿Qué ADOLF: Hay un ciego que toca permanen-
hay que rime con “huérfano”? temente un acordeón. ¿Lo viste?

WECK: ¿Qué estás escribiendo? DORITA: No me parece una buena idea.

DORITA: Es mi libreta. Son poemas, cosas ADOLF: Entiendo que Bruno sea tu amigo.

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DORITA: ¿Mío? Pero si yo apenas lo conoz... ADOLF: Doce.

ADOLF: Suyo. Pero ella tiene razón: no ten- BRUNO: Pero no están muy contentos, ¿no?
drías que perdonarle un error que nos
puso a todos en peligro. WECK: (Pone su arma sobre la mesa) No
mucho.
WECK: Me siento débil. ¿Creen que se pue-
de haber muerto durmiendo? BRUNO: ¿Eran todos alemanes?

DORITA: ¿Y quién dice que fue un error? DORITA: Eso es lo que yo quería decir...
¿Y si Bruno se pasó finalmente a los ale- Porque... ¿nosotros somos la resistencia?
manes? No me extrañaría que el llamado ¿No?
lo hubie...
WECK: ¿Esperabas vernos esta noche?
WECK: ¿De qué estás hablando?
DORITA: ¿Hablamos otro idioma, no?
DORITA: Porque... nosotros somos... ¿Los
alemanes son... estamos en contra? ¿No? BRUNO: Tal como habíamos quedado, ¿por
qué?
WECK: No quiero oír más. Tengo sueño.
WECK: Prefiero que no haya dudas. Ya sa-
DORITA: Si intentaras dormir un poco. Es bemos lo del teléfono. Cayeron diez, pero
tan fácil... los otros fueron avisados y pudieron sa-
lir a tiempo. (Silencio)
ADOLF: Ojalá pudieras darte cuenta de que
lo dice para protegerte. Nunca te ama- DORITA: Voy a preparar un té. (Sale)
ron así. Eso es lo que te desconcierta.
ADOLF: Sí, eran alemanes. Por la contex-
DORITA: No estoy segura de amarlo. Eso tura. ¿Leíste a Joyce, Bruno?
es algo muy íntimo. Y estoy enojada, y
con miedo. Todos juegan conmigo. Voy a BRUNO: ¿Y bien?
terminar con una bala en... acá.
WECK: Pensamos que es un error, claro.
ADOLF: Bueno. Ustedes dos pueden no No tendría sentido.
saberlo. Eso se entiende.
BRUNO: No tendría sentido.
WECK: Adolf, admiro tu fría paciencia. Más
que tu amistad. Para quien está insom- WECK: Y preferimos seguir pensando así.
ne, la paciencia de los otros es más va-
liosa que su afecto. ADOLF: De todos modos, hay tantas cosas
que no tienen sentido. Lo digo porque
ADOLF: Dorita también tiene que tenerte tengo un ejemplo a mano.
paciencia.
BRUNO: Pero sospechan. Que yo llamé.
DORITA: No voy a seguir más en estas con-
diciones. No lo soporto. WECK: No me malinterpretes. No hay sos-
pechas. Estamos seguros. Pero no voy a
(Se abre la puerta y entra Bruno). preguntarte nada.

DORITA: ¡Bruno! ADOLF: Fíjense en este ejemplo: no sé si


han visto al mendigo de la estación. Es
BRUNO: (Luego de una pausa) Bueno, aquí ciego, a lo mejor finge. Todo el día to-
estoy. cando ese bendito acordeón. Uno no
podría imaginar destino más desgracia-
WECK: Trauma duerme. do, ¿verdad?. Y sin embargo ahí está
él, ganándose unas monedas misera-
BRUNO: Escuché algo en la radio. bles, agradeciendo a Dios. Uno se com-
para con él y se dice: no hay destino
WECK: Sí. peor, eso es seguro, acá está el límite.
Sin embargo, el día menos pensado, se
BRUNO: Cayeron más de diez, dijeron. aparece un cretino y le roba el acor-

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deón al pobre hombre. Que se queda ADOLF: Pudo haber sido él.
solo y acurrucado en el mismo lugar.
Ya se deduce: siempre se puede estar BRUNO: Por lo pronto, los alemanes no
peor. están aquí afuera.

BRUNO: ¿Y qué vas a hacer? (DORITA corre a la ventana. Espía tras las
cortinas. No parece ver a nadie, pero tam-
WECK: (Juega un instante con el arma) poco se tranquiliza.)
Nada.
DORITA: Voy a traer el agua. No estarán
BRUNO: ¿Y yo? ¿Tendré que rendirme, ahora aquí afuera, pero están por todas
como si me estuvieran perdonando partes. Hasta en Polonia. (Sale)
heroicamente por algo que ni siquiera
hice? BRUNO: ¿Entonces? Ya dije lo que debía
decir.
WECK: Heroico es lo de Adolf, que dice que
ha leído un libro necesario. ADOLF: Como quieran. Me retiro. (Sale)

ADOLF: Aburrido, pero necesario. WECK: No sería la primera vez que un ami-
go me traiciona. Bueno, quién ha dicho
(BRUNO se sienta lentamente con la cabe- que seamos amigos, después de todo.
za entre las manos.) ¿Qué pensás del perdón?

DORITA: (Asomando) ¿Quieren té? Bruno, BRUNO: Me cuesta decirlo en checo. Es un


¿qué rima con “huérfano”? movimiento del ánimo demasiado exage-
rado. Nadie desea nunca perdonar por
WECK: ¿Cuánto tiempo hemos sido ami- naturaleza. Y sin embargo, es un gesto
gos? sin debilidad. ¿Qué me habías pregun-
tado?
BRUNO: No sé. Más bien poco. (A Dorita)
“Muérdago”. Me alegra que no los hayan WECK: Entonces estás libre de toda duda
matado a todos. (Silencio) Me alegra de y te perdono si mi hermana despierta en
verdad. Es todo lo que quiero decir. este momento. (Nadie se mueve) Es una
condición estúpida, pero es una condi-
WECK: De cualquier modo... ción, y está bien que así sea. (Nadie se
mueve) Es decir, el gesto del perdón se
BRUNO: No, dejáme seguir. Venía cami- enaltece cuando hay testigos. De lo con-
nando sin saber si los iba a encontrar o trario es un gesto vano. Sólo si despier-
no. Y pensaba en tantas cosas. Las ca- ta, como una resurrección. (No despier-
lles de Praga tienen esos nombres tan... ta)
ilegibles. Me perdía. Algunos de noso-
tros saben que lo que estamos hacien- BRUNO: El perdón es débil, claro. (Pausa)
do es lo correcto, sabemos que lo que ¿Y si no se despierta?
estamos haciendo, quiero decir. Bueno,
yo ya... no... (Silencio) WECK: (Toma el arma y la guarda) Bueno.
El tren de los generales. Mañana. El pro-
DORITA: El agua ya está lista. ¿Es una fri- cedimiento es el mismo: Trauma y yo en
volidad tomarse un té? el pasillo oeste. La detonación es después
del tercer silbato, siempre que yo no avi-
BRUNO: Y ahora me doy cuenta de la suerte se que existe peligro.
que tuve. Nada más. Podrían estar muer-
tos y no. Eso es todo. Puede parecer sim- BRUNO: (Tembloroso, vencido) Perdón,
ple, pero no consigo agregar nada más. Dios mío, estoy temblando. Somos tan
débiles, a veces.
WECK: Solamente que...
WECK: Débiles. (Va a salir, se detiene ante
BRUNO: Aquí estoy, solo. Frente a todos Trauma) En el sueño, es donde somos
ustedes, frente a Trauma que duerme. más débiles. Pero el sueño repara. Por
¿No estará muerta? Se la ve tan simple. eso es necesario. Es mañana. “Mañana”
para todos ustedes. “Hoy” para mí, que
DORITA: Mirá... ¿Hiciste el llamado o no? no tengo noches. (Sale. Bruno se acerca

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 10


a Trauma. Le dice algo al oído. Bruno TRAUMA: Sos demasiado bueno.
parece esperar alguna respuesta. Trau-
ma sigue dormida. Apagón.) WECK: Se lo voy a dar, de todos modos.

TRAUMA: No es necesario. Para nadie. Ni


IV para él, ni para vos.

Weck y Trauma en la estación del tren. Un (WECK deja el reloj en el estuche.)


pasillo poco transitado de la estación,
quizás un túnel. Weck prende un ciga- TRAUMA: ¿Mejor?
rrillo. El Mendigo está parado al lado de
un estuche vacío. Sostiene en una mano WECK: No.
un parlante del que sale una música tris-
te de acordeón, folklore checo. Habla a TRAUMA: Igual. Yo estoy mirando, y soy
la nada, porque es ciego. testigo del gesto.

MENDIGO: ...porque he estado tanto tiem- WECK: Sí. Bruno no va a venir. Es evidente
po alegrándolos, con mi música, con mis que nos ha traicionado. Por segunda vez.
alegres melodías. Cuando vuelven can-
sados del trabajo, de viajar mal, enoja- TRAUMA: Vamos a avisarles que no. Antes
dos, apurados, siempre me han tenido del silbato, o va a ser demasiado tarde.
aquí para alegrarlos con mi música. A ¿Qué pasa?
los vecinos buenos de Praga. Es por eso
que les pido por favor que si saben quién WECK: ¿Me equivoqué al perdonarlo?
lo hizo, le digan que me lo devuelva. Que
me voy a morir, sin mi acordeón. TRAUMA: Quién sabe.

TRAUMA: ¿Quién se lo robó? WECK: Vamos. (Se detiene) Tengo que de-
cirte algo: siento ganas enormes de lle-
MENDIGO: Hace dos días, pero ya ven que varme el reloj.
yo sigo acá, así que si saben quién lo tie-
ne, díganle que voy a pagar por él. Con TRAUMA: Ya se lo diste.
lo que me puedan ayudar.
WECK: Es cierto.
TRAUMA: No va a juntar nunca para com-
prarse otro. TRAUMA: No lo hagas.

MENDIGO: Igual, voy a estar acá hasta que WECK: Adolf tenía razón: este pobre ciego
me muera. no sabe que no hay destino peor que el
suyo. Se comparará a su vez con las ra-
TRAUMA: Es todo lo que tengo. tas, que apenas sí sobreviven, y creerá
que no está tan mal.
MENDIGO: Déjelo en el estuche. Y gracias.
TRAUMA: Qué horror. No hay derecho.
TRAUMA: Weck, ¿no podés dejarle nada?
MENDIGO: ...y siempre me han tenido aquí,
WECK: ¿Me sentiría mejor si le diera lo poco para alegrarlos un poco. Ya los vecinos
que llevo encima? buenos de la estación me han dado dos-
cientos treinta y cinco, porque saben que
TRAUMA: No sé. yo siempre he estado aquí...

WECK: ¿Y él? WECK: ¿Cuánto costaba el acordeón?

TRAUMA: Depende. MENDIGO: ...hace dos días, y yo qué voy a


hacer sin él. Yo que era la alegría de este
WECK: Tengo este reloj. pueblo. De esta ciudad triste de gente que
trabaja, igual que yo, y que no tiene qué
TRAUMA: No se lo des. darle de comer a sus hijos.

WECK: Podría venderlo y comprarse el acor- (Suena un silbato) Mi hijita, por su parte,
deón. está muerta. (Suena el segundo silbato).

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 11


TRAUMA: Es ahora o nunca, tenés que to- WECK: Weck.
mar una decisión. Yo le di todo lo que
tenía. (Suena el tercer silbato) HILDA: ...Weck va a ocupar la cuatro. No
tendré dificultad en recordar su nombre.
(WECK recupera su reloj del estuche y se Es tan sencillo. Es una suerte tener un
lo pone). nombre sencillo, porque se ahorra uno
así muchas explicaciones engorrosas.
TRAUMA: Es mejor así. Vamos. (Se escu- Recordarle a la gente a cada rato quién
cha la detonación) es uno... Conozco uno o dos ejemplos de
personas... Rubí, dulzura, quiero que me
ayudes a llevar las valijas del señor... de...
V a la habitación cuatro.

Un hotel en una ruta en las afueras de Pra- RUBÍ: ¿Cuál es la cuatro?


ga.
HILDA: Boba, la cuatro, al fondo, sobre el
Hilda es una mujer que ha conocido tiem- lago. La cuatro, la cuatro. Uno, dos, tres,
pos de esplendorosa juventud. Ahora está cuatro.
sentada en una silla de ruedas. Se arma
el peinado con gran coquetería. Los ojos RUBÍ: La tres está vacía.
pintados. Las manos inquietas.
HILDA: Pero el señor va a tomar la cuatro.
Weck está parado junto a sus valijas. Ya está decidido.

HILDA: ¡Rubí, hija! ¡Tenemos visita! No tar- RUBÍ: Sí. La tres también tiene todo.
dará ni un momento.
HILDA: Claro, claro. ¿Cuánto tiempo cree
WECK: Está bien. que va a parar acá?

HILDA: ¡Bajá, querida! Deje que le lleve las WECK: No sé. Unos días.
valijas, mientras tanto. (Rueda hasta
WECK y trata de tomar una valija). Es RUBÍ: Es más grande.
una nena consentida. Ya no es una nena.
Pero quizás la hayamos consentido un HILDA: La cuatro.
poco más de lo tolerable. La mataría, de
no ser porque nos es muy útil, y porque RUBÍ: Igual, están todas vacías.
la queremos tanto. (Carga con dificultad
la valija, e intenta rodar penosamente HILDA: No es una buena época. Hay poco
hacia las habitaciones. WECK no hace movimiento de rutas. Los atentados,
nada por ayudar.) ¡Rubí, bajá de una vez! ¿sabe?
Ya va a ver cuando baje, los ojos que tie-
ne. Los ha heredado de su madre. ¡Cómo RUBÍ: ¿Viene de Praga?
pesa esto! Supongo que va a quedarse
algún tiempo. HILDA: Sí. ¿Dónde está tu padre?

WECK: Sí. RUBÍ: No es mi padre. Dicen que hubo otra


bomba, en la estación de tren. ¿Es cier-
HILDA: Me encargaré de que lo pase muy to? Que hubo varios alemanes muertos,
bien. No hay otro lugar más tranquilo que tropas que llegaban en el tren.
éste. Salvo la tumba, claro está. (Ríe) Me
siento formidable, si hasta he recupera- HILDA: Te pregunté dónde estaba.
do mi viejo sentido del humor. ¡Rubí! Yo
antes estaba muy mal. Muy decaída. RUBÍ: ¿Tu marido? No sé, por allá. Lo di-
¿Cuántos años cree que tengo? Vamos, cen los diarios. Pero no dan las cifras.
sin miedo. Cuántos. No va a adivinar
nunca. WECK: Los diarios.

(Aparece Rubí. No tiene ningún encanto. RUBÍ: A lo mejor usted tiene noticias rea-
Se diría que es -incluso- fea.) les. De la resistencia, digo.

HILDA: Ah, bajó la princesa. El señor... WECK: No sé, no leo los diarios. ¿Puedo

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 12


pasar ya a la habitación? RUBÍ: (Tranquilizándola) Ya va a venir.

HILDA: Déjeme que lo ayude, es por el pa- HILDA: ¿Cómo lo sabés?


sillo, la última puerta. ¿Tendiste la cama?
RUBÍ: Se estaba vistiendo.
RUBÍ: ¿En la cuatro?
HILDA: Me das pena.
WECK: No importa. Gracias. No creo que
use la cama. (Toma sus valijas y sale). RUBÍ: En la cuatro.

HILDA: No hay ninguna necesidad de que HILDA: ¡Claro, y que reviente todo, y que-
te hagas notar. Decíme dónde está démonos sin clientes, y comamos de aho-
Günter. ra en adelante lo que nos den en la cari-
dad!
RUBÍ: Qué sé yo.
RUBÍ: Hace tiempo que nos quedamos sin
HILDA: Muy bien. Lo voy a esperar aquí. clientes.
Haciéndome la tonta.
HILDA: Andá a sacarlo de ahí. Necesitamos
RUBÍ: Eso es problema tuyo. ¿Será verdad la habitación.
que viene de Praga?
RUBÍ: Andá vos.
HILDA: No sé qué puede verte.
HILDA: Sabés muy bien que no puedo pa-
RUBÍ: Preguntáselo a él. sar el escalón. (RUBI empalidece, y su-
surra monosílabos ininteligibles.) ¿Qué
HILDA: ¡No te das cuenta de que soy tu pasa? Mi amor, ¿qué pasa? ¿Dije algo que
madre! te lastimó, de algún modo...?

RUBÍ: Lo digo en serio. Yo tampoco entien- RUBÍ: Tuve una visión.


do a Günter. Si viene de Praga debe ser
por algo. Me voy a ir, de una vez por to- HILDA: ¿Otra vez?
das.
RUBÍ: Una visión... Era...
HILDA: Después de lo que hicimos... ¿A
dónde te irías, desgraciada? HILDA: ¿Como cuando papá...? Arrodillé-
monos, arrodillémonos... (Quedan quie-
RUBÍ: A Praga. tas un momento) Bueno, ¿qué era?

HILDA: Estás loca. Además de ser un bi- RUBÍ: No sé... una cruz, al final de un ca-
cho, estás loca sin retorno. mino... algo... que va a pasar... que nos
va a pasar a todos...
RUBÍ: ¿Qué traía en las valijas?
(Entra Mansilla. Es un general alemán.
HILDA: No me dio tiempo de revisarlas. Puede ser que luzca un uniforme con
Llamá a tu padre, por favor. svástica. Las mujeres lo observan. Apa-
gón.)
RUBÍ: No es mi... ¡Basta! ¡No podemos se-
guir con esta farsa! Estás enferma.
VI
HILDA: Llamálo.
Weck toma su desayuno en una mesa. A
(Quedan quietas un momento) su lado está sentada Rubí, que insiste
en no demostrar ningún encanto. Entra
HILDA: Si por lo menos tuvieras algún Hilda en su silla de ruedas, empujada
encanto... lo entendería. Una madre por Mansilla.
siempre se enorgullece de una hija que
sabe enamorar a los hombres. Pero sos HILDA: He tenido una idea genial. Estoy
una desgraciada. Eso lo has heredado obsesionada con esto. A ver qué les pa-
de tu padre, seguramente no de mí. rece. No puedo dejar de pensar que es-
Llamálo. tos manjares campestres que comemos

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 13


con tanto apetito serán en pocos momen- HILDA: Más tarde le presentaré a mi mari-
tos una bola maloliente en el estómago. do. Günter adora esa habi...
Es así, todo se pudre, lo que permite que
la vida fluya tiene necesariamente mal WECK: Ya nos conocimos.
olor. ¿Sabe, querido Mansilla, a qué dis-
tancia de usted está el interior de mi es- (RUBI deja caer una taza y se va, fastidia-
tómago, por ejemplo? Se sorprendería. da.)
Qué delgada y qué eficaz es la piel, que
todo lo cubre y nos hace ver hermosos. HILDA: ¡Y la manteca de campo! Tiene un
No puedo dejar de pensar en eso, en la perfume tan de la región. En este cuento
podredumbre, tan cerca y a la vez tan campesino hay cuatro personas senta-
escondida. Y por fuera todo huele a ro- das alrededor de una mesa... ¿A qué hora
sas. Tendrá que ver los rosales en pri- se va?
mavera, coronel Mansilla.
MANSILLA: Al mediodía, a más tardar. Ten-
MANSILLA: Debe ser un gran jardín. go que volver pronto a Praga.

HILDA: (A Rubí) El coronel no quiere creer HILDA: Y sí, es una ciudad convulsionada.
la cantidad de turistas que paran aquí ¡Rubí! Habrá salido a buscar más man-
en el verano. Va a tener que volver a visi- teca. ¡Günter, querido! Quizás necesiten,
tarnos. necesite ayuda. Si me disculpan... (Sale
tan rápido como le permiten sus ruedas).
MANSILLA: El general.
MANSILLA: No entiendo por qué lo está
HILDA: Sí, el general. Sin embargo, los ro- haciendo.
sales no son gran cosa al lado de mi flor
favorita. ¿Ya ha visto que ojos tiene? WECK: No importa que lo entienda. Basta
con que se memorice estos datos.
MANSILLA: Deliciosos.
MANSILLA: Voy a tomar nota.
HILDA: Son un calco de los míos, más jó-
venes, por supuesto. Ven más lejos. Es WECK: Como quiera. Es la casa de rejas
una lástima que no pueda quedarse más negras, justo al lado de la florería. ¿Co-
tiempo. El coronel Mansilla ha hecho un noce la calle?
descanso en medio de una misión muy
importante. Bueno, al menos muy impor- MANSILLA: Sí. ¿Por qué no me dice su nom-
tante para ustedes los alemanes. bre real? El Führer le estará muy agra-
decido por el servicio que presta a su país.
MANSILLA: Para los alemanes sí, pero no
más que para ustedes los checos. La re- WECK: ¿El país de quién? Weck es mi nom-
sistencia tiñe de sangre a unos y a otros, bre real. No me importa decírselo.
a nuestra querida gran patria.
MANSILLA: Entonces a mí no me importa
RUBÍ: Se enfría. anotarlo.

HILDA: El desayuno, por supuesto. Ahora, WECK: Sepa una única cosa: no me impre-
mientras huela a campo. Desayunemos siona en lo más mínimo.
todos juntos, locamente, un desayuno
loco, tres checos y un alemán de nombre MANSILLA: No puedo decir lo mismo.
Mansilla. Me hace acordar a ese cuento
campesino en el que... Supongo que ya WECK: ¿Probó esta manteca?
ha conocido al señor Weck.

MANSILLA: No, es siempre un placer. VII


WECK: El placer es mío. RUBÍ: No me importaría compartirte con
las otras.
HILDA: ¿Cómo ha dormido, Weck? ¿Le gus-
ta la habitación? WECK: Creo que a ellas sí les importaría.

WECK: Sí. RUBÍ: Por favor, lleváme.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 14


WECK: No quiero que te maltraten. una de las valijas del piso para salir.
Toma la otra, que se abre súbitamente.
RUBÍ: Quiero irme de acá. De su interior sale un acordeón. Apa-
gón.)
WECK: Bueno, andáte.

RUBÍ: Trabajaría, como las otras. VIII


WECK: Ellas no trabajan para mí. Lo ha- Weck de nuevo frente al Mendigo. La mú-
cen porque les gusta, y se ganan algún sica deforme del acordeón sale del
dinero. parlantito que el Mendigo sostiene en la
mano.
RUBÍ: Yo haría lo mismo, siempre que es-
tuviéramos juntos. MENDIGO: Y les digo más: puedo dar dos-
cientos treinta y cinco por él, si me lo
WECK: No va a poder ser. devuelven. Y agradezco a Dios. Los bue-
nos vecinos pagan de alguna manera sus
RUBÍ: No me importa que no me quieras. culpas. Ya tengo doscientos treinta y cin-
Es más, me conviene. co. No me enojo con ellos. Son vecinos
buenos, cansados. Trabajan para los ale-
WECK: ¿Cómo es eso? manes; votaron por ellos. Y lo volverían
a hacer. Ven morir a la gente sin tener
RUBÍ: Günter me persigue, me desviste, me tiempo de contarla. Alguien tiene qué
ama, a su manera. Y yo no lo puedo so- saber dónde está. Alguien me lo va a de-
portar. Mi madre lo sabe, y quiere verme volver.
muerta. Qué puede importarme a mí todo
esto. WECK: ¿Cómo era?

WECK: ¿Y a mí? MENDIGO: ¿Usted lo vio? Yo soy ciego.


¿Qué le puedo decir?
RUBÍ: Mejor, mejor es que no te importe.
El mundo andaría mucho mejor si a na- WECK: Quizás tendría que enojarse con
die le importara nada de nadie. Dios, o con los buenos vecinos.

WECK: Pero yo te importo. MENDIGO: No podría. Son gente tan can-


sada.
RUBÍ: A mi manera.
WECK: Alguno de ellos le robó el acordeón.
WECK: Eso no es halagador.
MENDIGO: Es cierto. Pero con ése tampo-
RUBÍ: El ladrido de un perro no es halaga- co estoy enojado. Tarde o temprano me
dor, ni siquiera cuando el perro se lo pro- lo va a devolver.
pone.
WECK: Veremos.
WECK: Sí, sos fea.
MENDIGO: Yo los conozco.
RUBÍ: Mucho.
WECK: ¿Podría perdonarlo?
WECK: Cualquier hombre pagaría bastan-
te por una mujer así. Europa es atroz. MENDIGO: Tengo ese derecho, sí. No; es-
pere. No se vaya. Quiero decir que sólo
RUBÍ: No soy una mujer, soy una chica. yo puedo perdonarlo por el robo. Nadie
más. Me corresponde a mí. Yo puedo
WECK: ¿Cuántos años tenés? hacer visible al ladrón, yo puedo.

(RUBI no contesta.) WECK: ¿Eso lo hace sentirse bien?

WECK: Hacé la valija. MENDIGO: No contesto a eso. ¿Por qué me


pregunta? ¿Usted quién es?
(RUBI se acerca suavemente y lo besa. Lue-
go va hacia su habitación. WECK toma WECK: Nadie. (Pausa)

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 15


MENDIGO: ¿Se fue? (Weck no contesta) Así ADOLF: Alguien los puso sobre aviso. Tu-
que si alguien lo vio, acuérdese de este vimos que escaparnos.
pobre ciego, que tuvo que enterrar ya a su
única hijita, en una parcela de tierra hú- WECK: ¿Bruno? ¿Dónde están ahora?
meda que nunca pudo ver y a la cual le es
imposible regresar. Porque no sé dónde ADOLF: Algunos vinimos para acá... Pen-
queda. Porque me he desorientado. samos que la calle de la florería sigue
siendo la más discreta.
WECK: Todavía estoy acá.
WECK: ¿Dónde está mi hermana?
MENDIGO: Ya lo sé.
ADOLF: Pensé que ya lo sabrías. Lo mejor
WECK: Me vi involucrado en una situación es irse. A Hungría.
límite. La madre quería matar a la hija,
porque su padrastro se había enamora- WECK: ¿Qué le pasó?
do de ella. La madre estaba postrada en
una silla de ruedas, la hija sólo quería ADOLF: De Bruno tampoco supe nada.
huir. No sé cómo vine yo a meterme con Dorita se salvó.
esto, pero el padrastro mató a la vieja
empujándola al lago. La hija quiso sal- WECK: Peor para ella.
varla y se tiró detrás. No me explico por
qué. Günter, el padrastro, enloqueció. Me ADOLF: La despreciás.
pidió que le disparara. Me obligó a apre-
tar el gatillo. Me obligó. WECK: La desprecio porque me ama en se-
rio. No le importa lo que yo haga, ni que
MENDIGO: No tenía que meterse. Yo no me yo pueda ser un asesino, o un traidor.
meto con nadie. (Weck sale y camina Igual me ama. Es un ser despreciable.
hacia el espacio de la próxima escena.)
Lo siento. No me corresponde a mí opi- ADOLF: Todos lo somos, de alguna mane-
nar sobre ese crimen. He visto cosas ra.
mucho peores, es decir, las he visto con
estos ojos ciegos. Sólo hay un hombre al WECK: Hablemos de eso.
que podré perdonar. Es mi derecho. Lo
estoy esperando. A que vuelva con mi ADOLF: Sabés que no es posible. No es
acordeón. Uno solo. posible hablar de eso. A mí a veces tam-
bién me gustaría.
IX WECK: Es necesario, dadas las circunstan-
cias. No voy a seguir adelante hasta que
Adolf y Weck, sentados a la mesa. no hablemos. ¿Tiene sentido todo esto?
¿Se puede ser invisible cuando nadie ve
WECK: Me hice notar estúpidamente. Me a nadie, cuando todos están ciegos? En-
incliné ante el pedido del hombre, sentí tiendo. Nos callamos. ¿Dónde vieron a
que debía hacerlo. No quiero esto. Trauma por última vez?

ADOLF: Pobre Weck. La conciencia es algo ADOLF: Tu hermana no pudo... no escapó.


que no se ve. O no quiso, no sé.

WECK: No sé. Pensaba lo mismo. WECK: ¿Entonces?

ADOLF: ¿Por qué te fuiste? ADOLF: Pensé que ya lo sabías. Está muer-
ta. (Pausa) Fuiste vos, ¿no es cierto?
WECK: ¿Qué?
WECK: (Niega con la cabeza) Bruno. Su-
ADOLF: Después de lo del tren. (Weck no pongo. No voy a seguir adelante. Quiero
contesta) ¿Por qué? Sonó el tercer silba- ver a Dorita.
to, y no avisaste a nadie... No sabíamos
nada. Pensamos que también habías caí- ADOLF: Quizás no volvamos a vernos,
do. Weck.

WECK: ¿También? WECK: Error. Nunca nos hemos visto.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 16


MANSILLA: ¡Qué sé yo! ¡Qué pregunta es-
X túpida! ¿Otro vasito? Como comprende-
rá, ahora no puedo dejarlo ir. Mis supe-
Un cuartel nazi. Mansilla sirve unos tragos riores hacen preguntas. Preguntas a las
en unos vasos rotos. Trauma está tirada que no puedo contestar solo.
en el piso. Weck parado, las manos en
los bolsillos del sobretodo. A su lado, el WECK: Entiendo.
estuche del acordeón.
MANSILLA: Mire, Weck… Cuando entramos
MANSILLA: Supongo que nos dieron nom- en Praga las posibilidades de hacer el mal
bres falsos. Adolf, Bruno, Dorita, Trau- eran… ¿No tendrá una bomba en ese es-
ma.. (Lee de la libreta de Dorita) “Voy tuche?
desnuda / y te beso bajo el muérdago.
Soy como el trigo / huérfano / y sin má- WECK: Tiene miedo.
cula.” Todos nombres falsos. ¿Por qué no
me dice su nombre verdadero? MANSILLA: No. Deje, deje, no es necesario
que lo abra. ¿Toca música?
WECK: Weck.
WECK: No.
MANSILLA: Puede ser. (Sirve el vino) He pen-
sado tanto en todos ustedes. Adolf, Bru- MANSILLA: Bien. Hacen preguntas comple-
no… ¡Cómo me aburro! Sírvase. (Le da uno jas. ¿Y para qué tiene un instrumento si
de los vasos) ¿Cómo, no le gusta? Es un no toca música?
vino del Rhin, una exquisitez alemana.
WECK: ¿Qué le preguntan?
WECK: Entonces sí.
MANSILLA: Quieren saber quiénes eran los
MANSILLA: Ahí la tiene. Vea cómo duer- diez impostores que murieron en el aten-
me. ¿Es su hermana? tado de la estación.

WECK: Sí. WECK: ¿Cómo? ¿No eran de los suyos?

MANSILLA: ¿Tendré que creerle? MANSILLA: No sé. También quieren saber


si es uno de ellos.
WECK: No sé.
WECK: ¿Y usted qué les dice?
MANSILLA: Lo noto cambiado.
MANSILLA: Usted me dirá qué les digo.
WECK: He cambiado. ¿No estará muerta?
WECK: Dígales la verdad: que ellos son in-
MANSILLA: ¿No irá a echarse atrás, ver- visibles. Y que usted me ha visto. Por lo
dad? tanto, no puedo ser uno de ellos.

WECK: No sé. MANSILLA: (Ríe) Perfecto. Eso puede lle-


gar a funcionar.
MANSILLA: ¿No estará guardando un arma
bajo el abrigo? ¿No estará esperando el WECK: También puede ayudar esto. (Saca
momento adecuado para matarme? un dinero del estuche)

WECK: Me registraron. MANSILLA: ¿Cuánto hay?

MANSILLA: Claro, qué estúpido. Qué vino WECK: Doscientos treinta y cinco.
tan dulce. ¿Sabe cómo se conocen las
uvas para este vino? MANSILLA: No es mucho, ¿verdad?

WECK: No. WECK: Depende para quién.

MANSILLA: Lástima. ¿Vino a ver si era cier- MANSILLA: ¿En serio piensa que lo voy a
to? Supongo que sí. Ahí la tiene. dejar ir? Voy a serle franco. Praga es un
problema muy menor. Nos divierte más
WECK: ¿Cuánto hace que duerme? de lo que nos preocupa. Los checos se

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 17


adaptan fácilmente a nosotros. Ni siquie- ADOLF: Mucho.
ra hubo guerra. Hubo referendum. La
resistencia es, permítame usar sus pa- DORITA: (Ríe) Estamos todos un poco lo-
labras, invisible. Los muertos no son cos. Es normal. Tomamos el tren de la
tantos como se calcula que habrá ma- tarde para el norte.
ñana cuando entremos en Polonia. Y
esto es un pequeño secreto a gritos. Qué ADOLF: ¿Lo querés?
sé yo. ¿A qué vino? ¿A que lo castiguen?
¿O a que lo perdonen? (Silencio) Usted DORITA: Me trata bien. Hizo arreglos para
me da miedo, lo confieso. (Saca un arma nosotros en Berlín.
y apunta a Weck, que no se inmuta.
Apagón.) ADOLF: (Pone su arma sobre la mesa) Qué
curioso es todo. Weck me había pedido
que te matara yo mismo. En otras cir-
XI cunstancias, está claro.

DORITA: (Hace unas señas extrañas con DORITA: (Prende un cigarrillo) En otras cir-
las manos a Adolf.) No es seguro que- cunstancias.
darse acá. Ya deben haber averiguado la
dirección. ADOLF: Pero es al revés. Es decir, los moti-
vos son al revés. Ahora me es claro. Era
ADOLF: Es posible. él el que te amaba. No podía soportar que
te fueras con el otro. ¿Cómo lo supo?
DORITA: Hoy mismo me voy.
DORITA: Bruno le contó.
ADOLF: Está bien. Deben haberlo matado.
ADOLF: ¿Por qué?
DORITA: Ya sé.
DORITA: Hace tiempo que ya no pregunto
ADOLF: Una vez me pidió algo muy propio por qué se hacen las cosas en este país.
de él. Me dijo: si ella insistiera en amar- Supongo que son grandes amigos. Y le
me a pesar de todo, la mataría sin du- contó.
dar. Te despreciaba. No podía soportar
que lo quisieras, porque él se veía a sí ADOLF: ¿Por eso se fue?
mismo como un monstruo.
DORITA: No sé. Yo no sé nada. Soy una
DORITA: No sé si lo quise. Fue bueno con- tonta que ríe. (Pausa) Esos discos te los
migo, cuando lo conocí. Me trataba dife- voy a dejar.
rente de las demás. Sé que siguió tenien-
do muchas, pero se las arregló para que ADOLF: ¿Ah, sí? (Patea los discos)
yo creyera que era la única. Quizás fui la
única. A lo mejor sí, a lo mejor creyó que DORITA: Éstos también te los voy a dejar.
lo amaba en serio. (Adolf arroja con furia los discos que
Dorita le señala) Quizás no volvamos a
ADOLF: ¿A dónde vas a ir? vernos, Adolf.

DORITA: ¿Dónde seré más invisible? ADOLF: Nunca nos hemos visto. (Levanta
el arma). Weck también me contó lo de
ADOLF: En Berlín. ustedes, lo de los arreglos en Berlín. Voy
a tener que cumplir sus instrucciones,
DORITA: En Berlín. ¿Cómo lo supiste? Dorita. (Entra Bruno, intempestivamen-
te).
ADOLF: ¿Vas a irte solita? Está bien, no
contestes si no querés. Puedo imaginar DORITA: ¡Bruno, por fin, está loco!
el resto yo solo.
BRUNO: (Sacando a su vez un arma) Va-
DORITA: ¿Lo decís por Bruno? mos a tranquilizarnos. (Adolf guarda el
arma. Bruno lo imita, más lentamente.)
ADOLF: Claro. Ya escuché todo.

DORITA: ¿Cuánto hace que lo sabés? DORITA: ¿Nos tomamos un té?

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 18


ADOLF: Por mí... to pequeño, o de nena que va al jardín.
Dorita. La delatora, la traidora. La aman-
DORITA: ¡Cómo me puse! Sigo siendo una te doble. Vas a morir sin haber entendi-
tonta. Voy a poner el agua. (Sale) do nada. Como todos nosotros, claro está.
(Sobreviene el apagón. Se perciben algu-
BRUNO: ¿Ya te lo contó? nos movimientos bruscos. Finalmente
suena el disparo).
ADOLF: No todo.

BRUNO: Nos vamos a Berlín. En el tren. XII


ADOLF: Sí. Rubí e Hilda en el tren a Praga.

BRUNO: ¿Se sabe algo de Weck? HILDA: Ah, el viento fresco de la campi-
ña... ¡Cómo vamos a extrañar todo esto
ADOLF: Nada. Quiso ir a llevarse el cuerpo en la ciudad!
de su hermana.
RUBI: No hubieras venido. Cerrá esa ven-
BRUNO: A esta hora ya debe habernos de- tana.
latado a todos.
HILDA: Tonta. Te podrías haber puesto una
ADOLF: Puede ser. No creo. blusa más... algo más...

DORITA: (Desde afuera) ¿Cuántas de azú- RUBI: Ésta está bien.


car?
HILDA: Sos una infeliz, algo que nunca me
BRUNO: ¡Dos! La casa de acá al lado... ¿Si- pasará a mí. Estoy cambiando, recupe-
gue vacía? rando el tiempo perdido en ese campo.

ADOLF: Supongo. RUBI: ¿No te arrepentís de nada?

BRUNO: ¿Qué hizo Weck con los cuerpos? HILDA: ¿De qué voy a arrepentirme?

ADOLF: No sé. RUBI: Vos sabrás. ¿Y si encuentran el cuerpo?

DORITA: Alcanzó el agua para uno sólo. HILDA: Basta. Una guerra es el momento
más indicado para encontrar un cuerpo
BRUNO: (Sacando el arma y apuntándola flotando en el lago.
repentinamente) No importa. Vos no vas
a tomar nada. RUBI: Dos cuerpos.

DORITA: ¿Bruno, qué pasa? HILDA: Basta. No te olvides que no lo hice


sola, y que sos una rata. No pierdo opor-
BRUNO: Dejá la taza. tunidad de recordártelo. Me siento bien,
joven. Algo va a cambiar. Hija, Rubí, joya
DORITA: Pero... de mami.

BRUNO: Dejá la taza. (RUBI tiene unas convulsiones)

DORITA: Adolf, ¿qué pasó? Si estaba todo RUBI: La carne... que es débil, se deja ha-
tan bien... cer...

BRUNO: La taza. HILDA: ¿Qué... qué pasa?

(DORITA obedece) MANSILLA: (Escoltado por Adolf y Dorita,


en la estación de trenes. Dorita está ridí-
BRUNO: Ordenes de Weck. culamente vestida con un disfraz con
trenzas. Adolf le alcanza a Mansilla el
DORITA: ¿Cómo? discurso que se supone deberá leer) Pri-
mero de septiembre. Las tropas alema-
BRUNO: Pobre Dorita. Nombre de animali- nas entran en Polonia.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 19


RUBI: Una bestia... de fuego... ro aquí? Para el pecado es necesaria la
fe, la certeza de hacer el Mal. Para que
MANSILLA: Empieza la guerra. podamos ver la ley con toda su clari-
dad reveladora es necesario el pecado.
RUBI: En el cruce de Europa... el toro pe- ¡Y es necesario que aparezca Dios para
netra con su cuerno la vagina de Euro- que entendamos la guerra! ¿Pero qué
pa... la vagina de chapa. le diré yo al Führer? Si Dios apareciera
en Praga precisamente en este momen-
MANSILLA: Dios tuvo que ver con todo esto. to, ambos bandos lo tendrían por fal-
so, haga lo que haga. ¡¡No se puede en-
RUBI: Bajo la cruz... una bestia de fuego carnar el Bien!! Así vuelvo a mi Patria,
silbando en los rieles de Europa... Mamá, harto de mí mismo y de este pueblo
cuando nos muramos no va a quedar oscuro.
nada.
(Adolf intenta dar por terminado el discur-
MANSILLA: Señores, ese consejo de guerra so. Inauguran algo, cortan una cinta,
que me espera en Berlín... distraen a Mansilla de su delirio)

RUBI: La cruz... MANSILLA: ¿Se entiende por qué dejé ir a


Weck? ¿La noción de “pueblo”, se entien-
(El tren se oscurece. Se ilumina la estación de? ¿Qué gano yo con esto? Que me es-
de la escena IV. Un gran semáforo de peren en Berlín para dar explicaciones o
señales ferroviarias. Se trata de un pos- fusilarme, quizás y con suerte en pre-
te de hierro con un brazo móvil; se trata sencia del Führer. Fíjense de qué mane-
de una cruz.) ra no me importa. Subiré heroico a ese
tren, quiero morir en la vieja Europa,
morir en guerra contra Polonia, totalmen-
XIII te vacío de convicciones...

MANSILLA: Ese consejo de guerra va a oír (Todos en la estación aplauden: el Mendigo,


algo increíble. (Lee el papel que le ha Rubí, Hilda -que agita banderitas- Dorita
pasado Adolf) “Ah, Praga, tal vez la ima- y Adolf. Mansilla despliega con gran es-
gen estoica de esta estación embanderi- fuerzo unas enormes banderas nazis).
nada, y allí, y allá, y acullá los dorados
trigales cimbreándose desnudos...” Un TRAUMA: (Que ingresa arrastrando a Weck
momento, por favor. (A Adolf) ¿Qué es hacia afuera) No es necesario que lo ha-
esto? ¿Quién escribió esta...? (Sigue, al gas.
pueblo), “...estos raídos júbilos de des-
pedida sean quizás lo último que veré WECK: Es el momento indicado, frente a
en este país tan... al sur.” (Arroja el dis- toda esta gente. Voy a hacerlo igual.
curso que le ha escrito Dorita, y conti-
núa, progresivamente enfervorecido) RUBI: Mamá, cuánta gente. Cuántas ban-
¡Cómo han cambiado las cosas, ahora deras de colores.
que Polonia llama! He tenido que ma-
tar, porque alguien debía encarnar la ley, HILDA: (Ríe) ¡Acá en Praga voy a recuperar
y la ley mata, por su propia naturaleza. todos los años perdidos! ¡Qué ímpetu
Pero no hay lugar para la ley en esta loco, qué oportunidad! Es como si alguien
ciudad tan... tan... olvidada de Europa. nos regalara otra vida.
Europa, von Jupiter, dem Stier,
vergewaltigt. Hier sind wir, ihr TRAUMA: Si no querés no lo hagas.
Einwohner Prags, im Zentrum! In der
Mitte des Schlachthofs... WECK: No quiero hacerlo.

ADOLF: (Interviene para traducir, notable- TRAUMA: Jesús lo hizo. Se entregó al ene-
mente consternado porque no cree opor- migo, se hizo notar, predicó, todo eso.
tuno que Mansilla hable en alemán).
Bueno, se refiere al mito de la violación WECK: Yo también prediqué. Ahora, predi-
de Europa, en la que Zeus... Aquí en el co. (Apunta a MANSILLA).
centro, Praga...
TRAUMA: Bueno. Nadie entendió nada.
MANSILLA: ¿Pero quién es más extranje- Todos mintieron. Volvamos a casa.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 20


RUBI: Mamá, ¿nosotras en qué creemos? poco sí, quizás. Puede ser que me haya
puesto un poco nervioso y la haya lasti-
MANSILLA: No diré nada más. Ni a favor, mado... no quiso probar el vino del Rhin.
ni en contra. Ni una sola palabra. (Le muestra un vaso de vidrio roto.) ¿Sabe
cómo se conocen las uvas para este vino?
(WECK dispara sobre Mansilla. Griterio y ¿Para qué vino?
confusión)
WECK: ¿Para ése?
TRAUMA: Quizás yo pueda ayudarte a dor-
mir un poco. MANSILLA: ¿Éste? ¿A qué vino?

(La mata de un segundo tiro. Griterío. Weck WECK: No tengo ni idea. Supongo que se
mata a todos.) eligen las más maduras.

(Mientras la luz va desapareciendo, en off, MANSILLA: No, no, ¿para qué vino?
se superponen unas radios lejanas y mal
sintonizadas, mientras Weck se sienta, WECK: Era mi hermana.
ausente, en medio de la masacre:
MANSILLA: No sé si creerle. Los demás es-
LOCUTOR 1: “Bueno, esto es una carnice- caparon.
ría. El mito de la violación de Europa jus-
tamente instala, para los griegos...” WECK: Tenía que saber si estaba muerta.

LOCUTOR 2: “...curioso experimento en el MANSILLA: (Silencio. Luego, a Trauma)


que dos trenes lanzados en direcciones ¡Trauma! (Trauma despierta y va hacia
opuestas, uno contra otro...” él) Mach dir keine Sorgen. (Trauma besa
a Mansilla en la boca.) Weck ist hier.
LOCUTOR 3: “...el despliegue de los ejérci-
tos de Hitler sobre el Corredor de TRAUMA: Na klar. Ich sehe schon. Buenos
Danzig...” días, Weck.

LOCUTOR 2: “...porque si en nuestra per- WECK: Hola.


cepción incorporamos la idea de suce-
sión, y por lo tanto la idea de FINAL...” TRAUMA: Los dejo solos (Sale, pero vuelve
a entrar rápidamente y se sienta.)
LOCUTOR 3: “Cabe esperar que Europa no
tardara en reaccionar a esta entrada so- MANSILLA: ¿Cómo voy a hacer para dejar-
bre Polonia que...” lo ir?

LOCUTOR 2: “...la idea de final instala la WECK: No veo el problema. Nadie me co-
noción de un JUICIO, y al final siempre noce, salvo usted, Mansilla.
está el Apocalipsis...”)
MANSILLA: Sí, sí, ya sé... Quiero decir, van
RUBI: (Su voz es clara en medio de la oscu- a sospechar...
ridad) Es una cruz, al final de un cami-
no, mamá... Ahora lo veo... El tiempo re- WECK: Para nada. Yo mismo llegué hasta
trocede, todo vuelve a pasar, mamá, qué acá. ¿Pensarán que soy tan estúpido de
raro es el tiempo. ir a meterme en la boca del enemigo?

PUNTO DE INFLEXION MANSILLA: No, claro. No es tan estúpido.


Ni siquiera sabe de quién es enemigo.
EL TIEMPO RETROCEDE
WECK: Muy bien. ¿Puedo llevármela... lle-
varla?
XIV
MANSILLA: No.
Weck y Mansilla en posición idéntica a la
escena X. Trauma en el piso; el rostro WECK: ¿Por qué no?
está quizás manchado de sangre.
MANSILLA: ¿Qué más quiere? ¿Que el
MANSILLA: No creo que haya sufrido. Un Führer lo condecore?

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 21


WECK: No, eso lo hemos reservado para el
buen Mansi... ¿De verdad se llama XV
Mansilla?
Bruno, Dorita y Adolf en las posiciones en
MANSILLA: (A Trauma) Es la primera vez que terminaran en la escena XI.
que lo veo interesarse por algo. (A Weck)
Tengo que saber qué les voy a decir so- El trueno de la escena anterior ha sido el
bre usted. disparo del revólver de Adolf. Bruno tie-
ne los ojos enormemente abiertos. Lue-
WECK: Yo soy invisible, nadie me ha visto. go cae al piso, muerto.
Dígales que Trauma era la cabeza orga-
nizada de la resistencia checa. ADOLF: Traé las valijas.

(Trauma y Mansilla ríen e intercambian DORITA: Pensé que no iba a entrar más.
algunas palabras en alemán, a las que
Weck asiste agobiado y atónito). ADOLF: No hay que perder tiempo. Los ale-
manes pueden encontrarnos antes de tiem-
MANSILLA: Sería más fácil matarlo ahora. po. Vamos, Mansilla nos espera. Hay que
disfrazarse, nos va a hacer subir al tren.
WECK: Sí, no gana ni pierde nada. Pero si
me deja ir todavía puedo entregarle a los DORITA: ¿Puedo ponerme un traje de
otros. A Bruno, Adolf, Dorita... trenzuda?... Escuchó todo atrás de la
puerta, y no fue capaz de entrar antes.
MANSILLA: Está bien. Salga discretamen- Este es el que más gozaba de verme su-
te. No hable con los guardias, en ningún frir.
idioma. Y cuando llegue a la calle des-
aparezca. ADOLF: (Tiernamente) No seas injusta.
Todos gozamos bastante viéndote sufrir.
WECK: Es lo que tenía pensado. (Pausa)
Algo más: si las cosas se complican, dí- DORITA: (Boba) Loco. ¿Mansilla también
gales que soy el hijo de Dios. Dígales que viaja a Berlín?
el Dios de los judíos se presentó ante
usted, pero que no le dio ningún mensa- ADOLF: No creo. Ya lo transferirán dentro
je importante. de unos días, para condecorarlo. Es po-
sible que lo manden a Polonia.
MANSILLA: Esa sí que es buena. Ya quiero
yo explicarle eso a un consejo de guerra. DORITA: En Berlín quiero un departamen-
to luminoso, amplio.
WECK: Es una idea que puede funcionar.
ADOLF: No conviene que nos hagamos no-
MANSILLA: (Riendo) ¡Puedo agregar que tar. Por lo menos por un tiempo.
hizo milagros, que tocó el acordeón, y que
se iluminó Praga con el relámpago divi- DORITA: Siempre quise vivir en Berlín. ¿Por
no! qué no conviene? ¿Somos... judíos, aca-
so? Qué tonta. Digo, ¿quién es judío?
WECK: (Pensativo, mirando el estuche del ¿Polonia es judía?
ciego) No. Pero puede decirles esto. (Mur-
mura algo en hebreo) ADOLF: Weck nunca te habría llevado.

MANSILLA: (Riendo) Váyase. Desaparezca. DORITA: ¿A Berlín? Puede ser. Lo voy a


extrañar. Pero no te pongas celoso. Soy
WECK: (Sigue murmurando algo en hebreo. así, un poco puta. (Toma unas valijas y
Recoge el estuche del acordeón. Un re- va a salir) Bruno era bueno. Era hones-
lámpago súbito ilumina la escena; el rui- to. Es el único que creyó en algo. Iba a
do de un único trueno, como un dispa- matarme, se dio cuenta de todo. ¿Oís?
ro. Luego, apagón.) Todavía está vivo. Parece que quiere ha-
blar.

ADOLF: Andá saliendo. Yo me encargo.

DORITA: No, quiere decir algo. ¿Qué es

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 22


Bruno, qué es? Quiere decir algo, no es- MANSILLA: Sé que nos hemos visto antes.
toy soñando. Hay que escucharlo. Yo di- Dígame dónde.
ría también alguna cosa, pero estoy ex-
traviada. No tendría ningún sentido. ¡Por HERR VOGEL: ¿Antes de qué?
favor, hablá, qué es? (Dorita lo sacude,
desesperada. Presa del llanto.) ¿Qué es? MANSILLA: No salgan de la casa.
¡Alguien tiene que decir algo que valga la
pena! ¿Qué es? (Apagón) Sale. Se oyen algunas instrucciones en ale-
mán. Pasos en la calle. Luego silencio.
XVI FRAU VOGEL: Ya está. Los despistamos.

Frau Vogel y Herr Vogel sentados en el li- HERR VOGEL: Saquémonos estos disfraces.
ving de su casa. Ella bastante más asus-
tada que él. Entra Mansilla desde el in- FRAU VOGEL: ¿Estás loco, Weck? Todavía
terior de la casa. pueden volver. Voy a preparar el café.

HERR VOGEL: Como podrá ver, no hay HERR VOGEL: Entonces Bruno finalmente
nadie. les dio nuestra dirección a los alemanes.

FRAU VOGEL: Nosotros no tenemos nada FRAU VOGEL: Supongo. No sé por qué des-
que ocultar. apareciste después del atentado en la
estación. No te importó lo que pudiera
MANSILLA: ¿Por qué dijo eso? pasar conmigo.

FRAU VOGEL: Me pareció adecuado. HERR VOGEL: Adolf sabe cuidar de los dos.
(Silencio de Frau Vogel).
MANSILLA: Sin embargo, ésta es la calle
de la florería y ésta es la única casa con FRAU VOGEL: No sabíamos dónde estabas.
reja negra.
HERR VOGEL: Calláte.
HERR VOGEL: En eso se equivoca.
FRAU VOGEL: Pensamos,... pensé... que
FRAU VOGEL: La casita de al lado es idén- quizás estabas muerto.
tica a ésta. Ahí sí que hay gente muy
ruidosa. HERR VOGEL: Te hubiera gustado.

MANSILLA: ¿Qué quiere decir? FRAU VOGEL: ¿Por qué me tratás así?

FRAU VOGEL: Nada. Eso. Gente muy ex- HERR VOGEL: Andá a hacer el café.
traña. Y una escucha, a través de las
paredes. FRAU VOGEL: Todos creen que soy una es-
túpida, y que entonces me pueden tratar
MANSILLA: Mis datos fueron precisos: la como a un perro. Ya verán que no es así.
casa de rejas negras.
MANSILLA: Muy bien, tenían razón.
HERR VOGEL: Y su informante... ¿es
confiable? FRAU VOGEL: ¿Era la casa de al lado?

MANSILLA: Supongo que sí. No. No lo es. MANSILLA: Sí. ¿De cuál me habla? Hay dos
casas al lado. En una encontramos esto.
FRAU VOGEL: ¿Por qué no se fija entonces (Le muestra la tarjeta de Navidad) ¿Se
en la casa de al lado, mientras yo les pre- refiere a esa casa?
paro un café a sus hombres?
FRAU VOGEL: Sí.
MANSILLA: Muy bien. No salgan de la casa.
Puede haber incidentes. (Va a salir y re- MANSILLA: ¿Por qué?
gresa. A Herr Vogel.) ¿Dónde nos vimos
antes? FRAU VOGEL: ¿Por qué, qué?

HERR VOGEL: ¿Antes? MANSILLA: ¿Reconoce esta tarjeta?

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 23


FRAU VOGEL: ¿Esa tarjeta...? FRAU VOGEL: ¿Sí?

MANSILLA: Está dirigida a Frau Vogel. ¿Es MANSILLA: Sí. Adiós. (Sale)
usted, no?
FRAU VOGEL: ¡Tiene mi libreta!
FRAU VOGEL: No...
HERR VOGEL: (Mientras sale al interior de
MANSILLA: Antes me dijo que sí. la casa) ¿Qué habías anotado ahí?

HERR VOGEL: Mi apellido es Vogel. FRAU VOGEL: Tonterías, versos. Tenía ver-
sos. Cosas lindas que fui escribiendo con
FRAU VOGEL: Sí. Yo casi nunca uso el de el tiempo. Cosas de amor. Puede ser que
casada. hubiera también alguna referencia a
algo... a algo más real, no sé. Algún nom-
MANSILLA: ¿Por qué? bre, algún nombre de alguien mezclado
con los versos...
FRAU VOGEL: Bueno... porque... ¿Qué tie-
ne que ver? WECK: (Entrando por donde ha salido Herr
Vogel, aún cambiándose el saco). ¿De
MANSILLA: ¿Qué hacía esto en la casa de alguien, quién?
al lado?
FRAU VOGEL: No sé, no sé. Tenemos que
FRAU VOGEL: Yo se la regalé a Dorita. irnos lejos.

MANSILLA: ¿Conoce su nombre? WECK: Sí. Dorita...

FRAU VOGEL: Bueno... Creo, Dorita, FRAU VOGEL: ¿Qué?


Dorina, algo así. Estuvieron aquí una
tarde, los inquilinos de al lado, tomando WECK: Es muy importante que me digas
el té. Yo preparé un Guadalupe. algo.

MANSILLA: Y usted les regaló la tarjeta. FRAU VOGEL: ¿Qué?

FRAU VOGEL: Sí. WECK: ¿Alguna vez me quisiste en serio?

MANSILLA: Muy bien. Eso lo explica todo. FRAU VOGEL: No voy a contestar estupi-
No había nadie. Se deben haber separa- deces.
do después del último atentado. Encon-
tramos mapas, anotaciones, cosas. ¿Re- WECK: Es importante.
conoce esta libreta?
FRAU VOGEL: ¿Para quién?
FRAU VOGEL: No, no la conozco.
WECK: Por favor.
MANSILLA: Mejor así. No dejen de avisar si
los ven por aquí. FRAU VOGEL: No me gusta que pidas por
favor. No me gusta esto. Me voy a cam-
HERR VOGEL: Por supuesto. biar. (Apagón).

MANSILLA: Adiós.
XVII
FRAU VOGEL: Un momento. (Pausa) ¿Qué
me dice del café? Weck y Adolf, sentados a la mesa. Podría
ser que estuvieran en posición simétrica
MANSILLA: ¿Por qué me ofrece café? ¿Por respecto de la Escena IX. Es decir, que si
qué justamente ahora, ahora que me es- hubiera elementos escenográficos, éstos
toy yendo? podrían haberse girado 180 grados. Ellos
están sentados al revés, como si toda la
FRAU VOGEL: Pensé que... escena se viera en espejo.

MANSILLA: Hay algo muy sospechoso en ADOLF: ¿Por qué te fuiste? Después de lo
todo esto. del tren. ¿Por qué? Sonó el tercer silba-

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 24


to, y no avisaste a nadie... No sabíamos que el Mendigo sostiene en la mano.
nada. Algunos vinimos para acá... Pen-
samos que la calle de la florería sigue MENDIGO: Y agradezco a Dios. Los bue-
siendo la más discreta. nos vecinos pagan de alguna manera sus
culpas. Alguien tiene que saber dónde
WECK: ¿Dónde está mi hermana? está. Alguien me lo va a devolver.

ADOLF: Pensé que ya lo sabrías. Lo mejor WECK: Quizás tendría que enojarse con
es irse. A Hungría. Dios, o con los buenos vecinos.

WECK: ¿Qué le pasó? Por favor. MENDIGO: No podría. Son gente tan can-
sada.
ADOLF: De Bruno tampoco supe nada.
WECK: Alguno de ellos le robó el instru-
WECK: ¿Te molesta que pida por favor? mento.

ADOLF: No. MENDIGO: Es cierto. Pero con ése tampo-


co estoy enojado. Tarde o temprano me
WECK: Te molesta. lo va a devolver.

ADOLF: Un poco. Sí, es insoportable. Dorita WECK: Ahí lo tiene. (Deja el estuche a un
se salvó. lado del ciego. La música se detiene.)
Supongamos que existe sólo una perso-
WECK: Peor para todos nosotros. na que es capaz de perdonarme. Supon-
gamos que yo me he encargado de que
ADOLF: La despreciás. así sea. (Se arrodilla).

WECK: No. Soy despreciable. MENDIGO: Lo siento. No voy a perdonarlo,


no soy tan estúpido.
ADOLF: Todos lo somos, de alguna manera.
WECK: ¿Qué quiere decir?
WECK: Hablemos de eso.
MENDIGO: Lléveselo. Nunca lo he visto.
ADOLF: Sabés que no es posible. No es
posible hablar de eso. A mí a veces tam- WECK: ¡Ahí tiene su acordeón, tiene que
bién me gustaría. cumplir su promesa!

WECK: ¿Dónde vieron a Trauma por últi- MENDIGO: (Se saca violentamente los an-
ma vez? teojos. No sabemos si ve) Me tienen har-
to, usted y el otro. Son lo mismo.
ADOLF: Tu hermana no pudo... no escapó.
O no quiso, no sé. WECK: ¿Qué otro?

WECK: ¿Entonces? MENDIGO: El que vino antes, el otro. Hizo


exactamente lo mismo. Se encargó de que
ADOLF: Pensé que ya lo sabías. Está muer- todos creyeran en él. O por lo menos al-
ta. (Pausa) Fuiste vos, ¿no es cierto? gunos. Pero ya es tarde. Llegó en el mo-
mento incorrecto, y al lugar menos apro-
WECK: (Niega con la cabeza) Bruno. Su- piado. Estamos en el umbral de una gue-
pongo. O vos. No voy a seguir adelante. rra. Yo por mi parte, no lo he visto. No
Quiero ver a Dorita. voy a perdonarlo. Tampoco voy a ser el
que lo castigue. Algún día terminará esta
ADOLF: Quizás no volvamos a vernos, Weck. desgracia. (Prende la música) Así que si
alguien lo vio, acuérdese de este pobre
WECK: Error. Nunca nos hemos visto. ciego, que tuvo que enterrar lo único que
tenía en esta tierra, y que se niega a re-
gresar. Porque no es posible cometer tan-
XVIII tas veces el mismo error. Alguien se ha
desorientado. Díganme ustedes quién.
Weck de nuevo frente al Mendigo. La música
deforme del acordeón sale del parlantito Weck se lleva el estuche y sale en silencio.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 25


nena tan fea. En Praga no le faltarán
XIX mujeres.

HILDA: Ahora sí estaremos en paz. Me ale- WECK: Necesito que una, por lo menos una,
gro que entienda la situación. me quiera.

WECK: No la entiendo. HILDA: A veces “por lo menos una” es un


número demasiado grande. Imbécil. Ase-
HILDA: ¿Por qué nos ayudó a matar a sino. Me repugna usted, y todo lo suyo.
Günter, entonces? Gracias por sacarnos ese peso de enci-
ma. ¡Ay, Günter, si tan sólo te hubieras
WECK: Rubí me lo pidió. fijado en mí, tal como era el plan! Un
hombre hermoso, Günter, bruto y her-
HILDA: Pobre hija mía. No podía hacer otra moso, un cuerpo de hombre yaciendo en
cosa. Con su padre pasó exactamente lo el fondo oscuro del lago.
mismo. ¡Y yo, aquí, mutiladas mis alitas!
¡Tener que ver cómo esos descarados
abusaban de mi Rubí! XX
RUBÍ: Puede ser que yo los haya alentado Weck toma su desayuno en una mesa. A
un poco, mamá. su lado están sentados Mansilla e Hilda
en su silla de ruedas.
HILDA: No, criatura, no. No sientas pena,
no digas tonterías. Eran tipos brutos. Sin HILDA: La piel, tan delgada, que nos sepa-
malicia, pero muy brutos. ra de lo que se pudre dentro del cuerpo.
Y sí, es una ciudad convulsionada. ¡Rubí!
RUBÍ: Vos sos peor, Weck. Consentiste en Habrá salido a buscar más manteca.
matar a un hombre que no te había he- ¡Günter, querido! Quizás necesiten, ne-
cho nada. cesite ayuda. Si me disculpan... (Sale tan
rápido como le permiten sus ruedas).
WECK: ¡Vos me lo rogaste!
MANSILLA: No entiendo por qué lo está
RUBÍ: No tenías que aceptar. haciendo.

WECK: ¿Pero qué pasa, ahora? WECK: No importa que lo entienda. Basta
con que se memorice estos datos.
RUBÍ: No puedo querer a un asesino.
MANSILLA: Voy a tomar nota.
WECK: En todo caso, estamos en la mis-
ma. Ya te habías cargado a tu padre. El WECK: Como quiera. Es la casa de rejas
anterior, digo, el verdadero. negras, justo al lado de la florería. ¿Co-
noce la calle?
RUBÍ: No importa, yo no te estoy pidiendo
que me quieras. No veo por qué es tan MANSILLA: Sí. ¿Cómo se llama el cabecilla?
importante que te quiera. Fue vergonzo-
so oírte pedir por favor. WECK: Adolf.

WECK: Dijiste que querías venir conmigo a MANSILLA: ¿Y usted, Weck? ¿Por qué no
Praga. me dice su nombre real? El Führer le
estará muy agradecido por el servicio que
RUBÍ: Lo sigo diciendo. Pero no voy a que- presta a su país.
rerte. Nunca. No estoy tan loca. (Sale)
WECK: Weck es mi nombre real. No me
HILDA: Es un poco dura, al principio. Es- importa decírselo.
pere, no se vaya. Falta tirar el cuerpo al
lago. Un cuerpo magnífico. MANSILLA: Entonces a mí no me importa
anotarlo.
WECK: No cumplió su promesa. Dijo que
iba a quererme si la ayudaba con esto. WECK: No me importa qué piense el Führer.
Además, no creo que su delirio llegue
HILDA: ¿Qué importancia tiene? Es una demasiado lejos.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 26


MANSILLA: Puede ser que se equivoque. Se HILDA: No hay ninguna necesidad de que
avecina una gran guerra, querido Weck. te hagas notar. Decíme dónde está
Una gran guerra que va a ser ganada por Günter.
Alemania. Una guerra que va a cambiar
la historia del mundo. RUBÍ: Qué sé yo.

WECK: A mí qué me importa. La historia HILDA: Muy bien. Lo voy a esperar aquí.
del mundo. Haciéndome la tonta.

RUBÍ: Eso es problema tuyo. ¿Será verdad


XXI que viene de Praga?

El hotel. Weck acaba de llegar. HILDA: Ya le echaste el ojo, perra, puta,


lasciva. Monstruo checo.
HILDA: Es sospechoso. Nada más. Un hom-
bre que huye de Praga... RUBÍ: Ojalá éste me amara en serio. Ojalá
hubiera alguien que me quisiera. Alguien.
WECK: Yo no huyo de Praga...
HILDA: Tu madre te quiere.
HILDA: Que huye hacia el campo, y pide
hospedaje en un lugar como éste... Yo no RUBÍ: Ya lo sé. (Se deja caer al lado de la
confiaría en usted. No le creería ni me- silla de ruedas, abrazada a su madre, y
dia palabra. llora desconsoladamente.) ¡Soy tan infe-
liz, mamá!
WECK: ¿Tiene habitación o no?
HILDA: (Fría y hermosa) Todos lo somos.
HILDA: Puede ser. Espere a que venga mi Pero algún día llegará aquél que nos sa-
hija. ¡Rubí! ¡Bajá, querida! que de todo esto. Es como si lo viera. No
se puede seguir sufriendo eternamente.
Le advierto que no queremos problemas. Eso es algo que... no puede ser. Dios no
No estamos con ningún bando. Si los ale- lo va a permitir.
manes dicen que ahora los checos so-
mos alemanes, así será. ¡Qué puede im-
portarle a una! ¿Usted que piensa?
Entra Mansilla. Está cabizbajo, casi débil.
WECK: ¿Del referendum? Un general alemán, pero débil, como si
ya hubiera pasado por todo esto. Lenta-
HILDA: ¿Es idiota? mente, se pone un brazalete: es la svás-
tica. Hilda lo observa en silencio, mien-
WECK: No sé. Todo es tan complejo. Me tras se mece apenas con Rubí en brazos.
duele tanto la cabeza. Hace tiempo que Apagón.
no duer...

(Aparece Rubí.) XXII


HILDA: Ah, bajó la princesa. El señor... Weck y Trauma en la estación del tren. El
Mendigo está parado al lado de un estu-
WECK: Weck. che vacío.

HILDA: ...Weck va a ocupar la cuatro. MENDIGO: Que me voy a morir, sin mi


acordeón.
RUBÍ: ¿Cuál es la cuatro?
TRAUMA: No se lo des.
HILDA: Boba, la cuatro, al fondo, sobre el
lago. La cuatro, la cuatro. Uno, dos, tres, WECK: Adolf tenía razón: este pobre ciego
cuatro. no sabe que no hay destino peor que el
suyo. Se comparará a su vez con las ra-
RUBÍ: La cuatro. Es ahí al fondo. Tendrá tas...
que tenderse la cama.
TRAUMA: (Se escucha el primer silbato)
WECK: No hay problema. Permiso. (Sale) Queda poco tiempo.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 27


WECK: No me interrumpas. TRAUMA: No lo escuches.

TRAUMA: No interrumpo. Nada más digo MENDIGO: Voy a hablar. (Suena el tercer
lo que me parece. silbato. El Mendigo calla. Un instante
después, mientras empieza a hablar, sue-
WECK: ¿Por qué... dijiste eso? na la detonación.) Yo que era la alegría
de este pueblo. De esta ciudad triste...
TRAUMA: ¿Qué? Mi hijita, por su parte...

WECK: Nada. (Suena el segundo silbato)


XXIII
TRAUMA: Cuando suene una vez más te
vas a ir. Frau y Herr Vogel, sentados en el living de
su casa.
WECK: No.
FRAU VOGEL: ¿Oíste eso?
TRAUMA: Es necesario. Vas a reunirte con
Mansilla en esta dirección. HERR VOGEL: ¿Qué habrá sido?

WECK: No quiero hacerlo. FRAU VOGEL: ¿El horno?

TRAUMA: Es necesario. Vas a decirle tu HERR VOGEL: ¿Está prendido?


nombre verdadero. Cuando lo escuche,
te va a pedir anotarlo. Vas a repetirle el FRAU VOGEL: Me puse a calentar unos
nombre. scons.

WECK: No quiero. HERR VOGEL: Habría que ver si no explotó.

TRAUMA: Está escrito. FRAU VOGEL: Sí. (Se quedan sentados)


¿Vendrán?
WECK: ¿Dónde está escrito? Hasta ahora
no me han dado pruebas. HERR VOGEL: Podríamos habernos muer-
to.
TRAUMA: No hay que pedir pruebas. Está
escrito. Es más aún, esto ya sucedió. Toda FRAU VOGEL: ¿Cómo?
la historia ya sucedió. Nadie puede ne-
garse a cumplir su parte. Cada cosa es HERR VOGEL: Digo, si hubiera sido el hor-
única, y ocurre siempre del mismo modo. no.

WECK: ¿Voy a volver a verte? FRAU VOGEL: ¿Habrá explotado?

TRAUMA: Bien sabés que sí. HERR VOGEL: Y si hubiéramos estado en


la cocina.
WECK: ¿A verte... con vida...?
FRAU VOGEL: Sí. La vida humana es tan
TRAUMA: Es necesario. frágil.

MENDIGO: (Se quita los anteojos) Perdonen HERR VOGEL: Imagináte. Por ponerse a
un segundo, nada más. No pude evitar calentar unos scons.
oír la conversación. Y si bien mi opinión
es la de un pobre ciego, creo que harían FRAU VOGEL: Sí. (Pausa) Les puse ralla-
bien en escucharla. Sobre todo usted. dura.

TRAUMA: No lo escuches... HERR VOGEL: No creo que vengan.

WECK: ¿Lo dice por mí? FRAU VOGEL: Walter...

TRAUMA: ...éste es el que te perdonará. HERR VOGEL: Qué.

MENDIGO: Es una verdad muy simple. Y FRAU VOGEL: Si hubiéramos muerto en


es hora de que alguien se entere. un accidente...

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 28


HERR VOGEL: Un accidente hogareño. FRAU VOGEL: ...¿quedaría tiempo para
arrepentirse? (Pausa) Para arrepentirse,
FRAU VOGEL: Es lo mismo. digo yo. Arrepentirse.

HERR VOGEL: No.


XXIV
FRAU VOGEL: Si todavía no me dejas ter-
minar. Epílogo

HERR VOGEL: No es lo mismo morirse pre- Cerda, la más hermosa de todas las mu-
parando unos scons. Esas son cosas que jeres. Está sentada al lado de Weck, que
pasan, que no se pueden evitar. Imagináte. duerme en silencio, sentado en la silla
Prender el horno, y sin más... de ruedas. La habitación es muy lumi-
nosa. Es la primera vez que se ve todo
FRAU VOGEL: Es claro. tan claramente. Uno debería descubrir
que todo ha ocurrido en la semipenum-
HERR VOGEL: Pero hay otras muertes que bra, hasta este momento. La luz blan-
sí podrían evitarse. ca y liviana irá inundando la escena,
se r eflejará en todos los objetos,
FRAU VOGEL: Quiero decirte algo. inmaculadamente blancos, acariciará el
cuerpo tibio de Cerda, envolverá a los
HERR VOGEL: ¿Qué es? personajes hasta transformarse en un
manto luminoso, casi imposible de mi-
FRAU VOGEL: Que ya lo sé. rar. Desde el comienzo de la escena, se
escucha una voz que monologa detrás
HERR VOGEL: ¿Qué cosa? de la ventana: es Adolf. Creemos reco-
nocer algunos de sus textos; son cosas
FRAU VOGEL: Ya sé que votaste por los que ya ha dicho durante la obra.
alemanes en el referendum. Y vos sabías
que yo lo sabía. Pero... eso. Ya sé que los CERDA: Estás en los brazos de Cerda. Cer-
votaste. No hace falta que me digas nada. da, que no te va a dejar caer.

HERR VOGEL: ¿Y eso? WECK: ¿Qué día es?

FRAU VOGEL: Nada. Quiero que sepas que CERDA: Son las doce del mediodía. En el
te quiero. sueño, es donde somos más débiles. Pero
el sueño repara. Por eso es necesario. A
HERR VOGEL: No van a venir, estos des- veces me pasa, sin embargo, que me des-
graciados. Va a tener que venir tu her- pierto por casualidad. Es decir, no es por
mano y hablar directamente con ellos. casualidad, pero me despierto y sé que
podría no haber despertado. ¿Vos nunca
FRAU VOGEL: ¿Vos decís que renovarán pensaste en ir a vivir al campo?
contrato?
WECK: No, al campo no.
HERR VOGEL: No sé. Son gente rara.
CERDA: Cuando me muera, ojalá me mue-
FRAU VOGEL: Sí. Los terroristas son así. ra durmiendo. Así no me daría cuenta
de nada.
HERR VOGEL: Siempre hubo terroristas.
(Weck, más atento a la voz que escucha
FRAU VOGEL: ¿Habrá sido el horno? afuera que a Cerda, súbitamente la
besa)
HERR VOGEL: Andá a fijarte.
CERDA: Vos creés que soy muy hermosa.
(Pausa) Cuando dejes de amarme, inmediata-
mente dejarás de verme hermosa.
FRAU VOGEL: Me preguntaba... Si hubié-
ramos muerto esta misma noche... WECK: No.

HERR VOGEL: ¿De qué podríamos morir- CERDA: (Abre la ventana y la voz de Adolf
nos esta misma noche? deja de oírse) Tuviste un sueño.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 29


WECK: ¿Cómo sabés? WECK: Cuánta luz.

CERDA: Contámelo. CERDA: Es un día maravilloso, uno de esos


días en los que suceden las cosas im-
WECK: Es un sueño triste. portantes. Praga, verano del 39. (Vuelve
a escucharse pasar el avión de la Escena
CERDA: ¿Es complicado? I. Adolf aparece en el marco de la venta-
na, y es testigo mudo y frío de todo cuanto
WECK: No, es sencillísimo. Un hombre se dice.) Vení, durmamos un minuto más,
muere para salvarlos a todos, después uno sólo...
resucita y va hacia Dios, que no es una
abstracción, sino una cosa más bien pa- WECK: Es tarde. Voy a levantarme... (Se
recida a él. para y comienza a vestirse. La ropa le es
extraña; algunas prendas pertenecen a
CERDA: Todavía hay tiempo. otros personajes)

WECK: ¿Por qué preguntás... todo? El CERDA: Un segundo nada más, un segun-
hombre está contento de su acción: ha do, qué es un segundo para el tiempo
salvado las almas de millones de otros del mundo,
hombres iguales a él. Pero Dios se nie-
ga a salvar la suya propia. Le dice: ADOLF: Nada.
“Weck”, porque el hombre se llama Weck,
“Pobre Weck. No te conozco. Sé quiénes CERDA: Nada. Un segundo no es nada...
son todos los hombres que he creado, (Se deja caer en la silla de ruedas)
pero no sé quién eres.” “No soy un hom-
bre”, le dice Weck. “Soy tu hijo. Nunca WECK: Es una buena solución, digo, lo del
he sabido qué hacer, nunca he encon- hombre...
trado mi lugar entre ellos.” Dios calla
un instante y luego dice: “Entonces, CERDA: ¡Nada!
¿cómo esperas que salve tu alma, tú, que
no la tienes?” WECK: Si vuelvo a soñar con él, voy a ex-
plicárselo claramente. “Weck”, le voy a
CERDA: ¿Hay más? decir: “Tendrás que encontrar alguien
que te ame, por lo menos una persona,
WECK: Supongo que sí, pero ahí termina una sola que te ame en serio. Alguien
el sueño. que te perdone, por lo menos uno que
sea capaz de entender que el alma hu-
CERDA: Muy bien. Ese hombre debería mana está a veces llena de malicia. Y
hacer tres cosas. Buscar alguien que un tercero que te castigue, alguien que
lo ame, alguien que lo perdone y al- pueda decirte: “Esto no podías hacerlo
guien que lo castigue. Dios no puede y aún así lo has hecho”. Todo es bien
resistir esa evidencia, y lo reconoce sencillo, cuando hay luz se pueden ver
como humano. Finalmente salva su las cosas claramente. Cerda. (Pausa)
alma. Cerda, ¿me oís? (Pausa) Cerda. Le voy
a decir: “y un tercero, que te castigue.
WECK: Ojalá. Siento simpatía por ese hom- América es importante, Rusia es impor-
bre. ¿Vamos a desayunar? tante. Mi madre lo sabe y quiere verme
muerta.” ¡Cerda! Todo es bien sencillo.
CERDA: ¿Cómo muere? Hoy, por primera vez, no estoy confun-
dido.
WECK: ¿Quién?
ADOLF: ¿Vamos?
CERDA: Ése. ¿Cómo muere? (Weck no con-
testa) Yo espero morir durmiendo. Y no WECK: Sí. (Trepa a la ventana para salir
enterarme. de la habitación pero queda allí toda-
vía un momento) ¡Cerda! (Pausa) ¡Cer-
WECK: Sos tan dulce. Vamos a desayu- da!
nar.

CERDA: Esperá, un rato más... Un segun- El apagón cae cuando la luz y la quietud
do... Yo me voy a quedar un rato... así. son ya insoportables.

Dramática Latinoamericana de Teatro/CELCIT N° 9 pag 30


Escrita entre marzo de 1995 y Fundador junto a Andrea Garrote del gru-
marzo de 1996. po “EL PATRÓN VÁZQUEZ”, algunas de
sus obras se han presentado en nume-
Rafael Spregelburd rosos festivales del mundo: España, Co-
(Buenos Aires, 1970) lombia, Brasil, Portugal, Uruguay.
Dramaturgo, actor y director
http://www.autores.org.ar/spre Ha sido traducido al inglés, francés, italia-
no, alemán, portugués y holandés y es-
Formado en los talleres de dramaturgia de trenado en diversos puntos del interior
Mauricio Kartun y José Sanchis Sinisterra del país y del extranjero.
y de actuación de Ricardo Bartis, la posi-
ción de Spregelburd dentro del teatro por- Es además traductor del inglés y respon-
teño es múltiple y representa una de las sable de la traducción de obras de Steven
tendencias más peculiares del quehacer Berkoff (“Decadencia”, “Greek”) y de
teatral en nuestro medio: la de autores Harold Pinter.
que escriben sus propias dramaturgias o
que devienen directores de sus textos, in- Como docente, trabajó dictando clases de
tegrando así la dramaturgia, la actuación dramaturgia y actuación en el Sportivo
y la puesta en escena como aspectos de Teatral (que dirige Ricardo Bartis), en
un mismo problema estético. el Centro Cultural Ricardo Rojas de
Buenos Aires, en el Festival de Bogotá
Obtuvo numerosos premios de dramaturgia, (Colombia), a través del Instituto Na-
entre los que se cuentan el Premio Muni- cional del Teatro en Salta, y con gru-
cipal (1992) por «Cucha de almas», el Pre- pos independientes de Río Gallegos,
mio Argentores (1995) por «Remanente de General Roca y Bahía Blanca. Para este
invierno», el Premio Nacional Iniciación año, ha sido invitado a dictar un semi-
por «Destino de dos cosas o de tres», Pre- nario en Casa de América de Madrid y
mio del Fondo Nacional de las Artes por a hacerse cargo de la materia “Taller de
«Cuadro de asfixia», Premio Buenos Artes dramaturgia” en el posgrado de la Uni-
Joven por el montaje integral de «Dos per- versidad de Medellín, Colombia.
sonas diferentes dicen hace buen tiem-
po» (en coautoría con Andrea Garrote),
Premio de la facultad de Psicología de la
UBA por «La tiniebla», Ternas de los pre- Rafael Spregelburd. Correo electrónico:
mios Trinidad Guevara y María Guerrero spre@sinectis.com.ar
1999 por “La modestia”, etc.
Todos los derechos reservados
Integrante del disuelto grupo de autores Buenos Aires, Argentina. Febrero de 2000
CARAJA-JÍ, ha publicado y estrenado, CELCIT. Centro Latinoamericano de Creación e
entre otras: “Raspando la cruz”, “La ina- Investigación Teatral
petencia”, “La extravagancia” y “La mo- Director: Carlos Ianni
destia”, esta última en cartel dentro del Bolívar 825. (1066) Buenos Aires. Argentina
marco del II Festival Internacional de Teléfono/fax: (5411) 4361-8348. e-mail:
Buenos Aires y el Festival de Otoño de celcit@sinectis.com.ar
Madrid 1999. Internet: http://argen-guia.com/celcit

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