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LA FAMILIA LOYNAZ
Y CUBA
Prólogo de Alejandro González Acosta
De izquierda a derecha Dulce María Loynaz, Gabriela Mistral y José
María Chacón y Calvo
LA FAMILIA LOYNAZ Y CUBA
Dulce María Loynaz
Luis García de la Torre
LA FAMILIA LOYNAZ
Y CUBA
Prólogo de Alejandro González Acosta
Colección ENSAYO
Colección ENSAYO
Editorial BETANIA.
Apartado de Correos 50.767
Madrid 28080 España.
I.S.B.N.: 978-84-8017-398-8
Depósito Legal: M-34787-2017
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índice
Bibliografía 115
Gabriela Mistral (al centro) y Dulce María Loynaz (con su perrito) sentadas en la
fuente del patio de la calle 19 y E en el Vedado, La Habana, Cuba.
PRÓLOGO
mundo y otro siglo, que recorrían incansables los rincones del palacete,
acariciando con sus manos de vapor inapresable los ricos objetos que
habían adornado sus vidas en tiempos más dichosos. Lo hicieron parte
de sus vidas, al muchacho, que, por cierto, se llamaba Luis.
Le permitieron a Luis que hojeara sus papeles y recorriera los viejos
libros con mirada sedienta e inquisitiva, hasta cada amanecer, cuando
debía marcharse para regresar al otro día, en la hora cómplice de la tar-
de, y continuar ese diálogo con aquellos interlocutores que le confiaban
sus memorias.
Hasta que vino el día cuando llegó a saber casi todo de sus cómpli-
ces de cada tarde, y decidió volar para buscar otro sol que alumbrara
más, pero llevando apenas como ligero equipaje los recuerdos de tantas
conversaciones y lecturas, para fijar en la memoria de los demás como
un deber de gratitud, el recuerdo, la traza, el perfil y las siluetas de
aquellos fantasmas amigos que le habían contado todo sobre ellos y sus
tiempos.
Este libro que ahora tiene el lector en sus manos, es la crónica de
esas largas conversaciones imposibles que un joven –que se llamaba
Luis, creo que ya lo dije- tuvo con sus nobles amigos, y es también su
homenaje a una forma de ser, de sentir y de estar en Cuba que ya no es
y quizá nunca más vuelva a ser. Pero vale la pena intentar la evocación
de ese recuerdo, aunque el regreso sea imposible, porque aunque lo
sepamos o no, queriéndolo o no, siempre estamos al final y al principio
de un viaje, pues toda vida es sólo eso, un vuelo desde la infancia a la
vejez, desde la cuna a la tumba, desde el nacimiento a la muerte, para
dejar un trazo, una huella apenas que marca la existencia, con unas lu-
ces tenues que se confunden y se apagan, y más tarde se pierden en la
penumbra, sobre todo en los atardeceres del trópico, cuando conviven
los muertos y los vivos en mansiones como las que recorrió Luis en su
peregrinaje, y que ahora nos cuenta en estas páginas, compartiendo las
memorias de sus habitantes.
Alejandro González Acosta
Suya
D.M.L”
(...)
(...)
(...)
22 Luis García de la Torre
(...)
(...)
(...)
(...)
perfil de camafeo
porcelana de plato
antiguo
su carne rosa-azul que se adivina
fría y dura…
Un verde ambiguo
le pinta el ojo claro; el mismo verde
(...)
(...)
24 Luis García de la Torre
(...)
Una neblina
la envuelve y nos da veda
con su traje de seda,
con su galgo y sus ojos color aguamarina
donde jamás brilla un deseo…
(...)
(...)
Me pierdo en lo oscuro
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa… en tus manos…
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
26 Luis García de la Torre
¿Es la alondra…?
(...)
(...)
(...)
La impasible
No hay oro que deslumbre a tu pobreza
Ni oro de mina,
ni oro de estrella,
ni oro de los ojos que te miran…
Espejismo
(...)
(...)
El sol se ha rajado
y cae un chorro de oro
sobre mi corazón.
Es un oro ardiente
que salta sobre las nubes
roto en chispas,
que muerde mi pecho
con muchos dientecillos encendidos…
El sol se ha rajado
y se desangra en luz
y me está ahogando…
(...)
Silenciosa
he mirado a la luz -tu luz…-
¡Mi luz!
… donde he bebido...
Con Los poemas del amor y del vino el poeta se aleja de cual-
quier tendencia que a su obra le caracterizó, y que he podido con-
sultar, o referenciar, entre los pocos estudiosos de sus creaciones.
El aura ajena que trajeó siempre a Enrique, y que lo indicaba a lo
largo y ancho de su ser como un escritor desasido de todo domi-
nio externo, acá se fuga en este libro. Con 20 años escribe estos
poemas haciendo notar sin dudas como todo su ente se vuelca a
ellos sintiéndolos-pensándolos, y escribe y corrige. Me aventuro
por estas singularidades que le denotan un válido interés, que fue
él poemario favoritos del autor, o por lo menos el más trabaja-
do, al deber recobrarse de sí mismo y las proyecciones místicas.
Reposición que entre los conceptos filosóficos, ipseidad y mis-
midad, podrían separar al Enrique autor de La Oración..., del de
Cruz o Santa Teresa de Jesús; y una fuerte mirada católica de conservar las
maneras y tradiciones. Léase Oración y meditación de la noche.
8. (1910- 1976) poeta, novelista, cuentista y ensayista cubano. En Lezama Lima
hay presente una mística-poética ante la creación. Ve la poesía como existencia.
La literatura en analogía con lo divino. Ve extensión entre la entidad y el poeta.
Su obra, hace gala de erudición enciclopédica y subjetividad. Posee la luz de
los poetas místicos, en correspondencia con la lírica como género divino y la
intelectualidad del decir. Fue su camino a seguir, y dentro del cual creó grandes
originalidades para la literatura cubana, las cuales se conocen y estudian por
todo el mundo. Léase, toda su obra.
9. (1912-1979) poeta, cuentista, novelista y dramaturgo cubano. Su relación
con lo divino, y lo místico, que existe sin dudas, lo lleva a los contrastes, a
lo claro-oscuro. Las tradiciones religiosas le son extrañas, no ve en Dios un
ente para exaltar ni idealizar, lo cuestiona, pero le tiene fe. Léase Un teológico
atracón.
La familia Loynaz y Cuba 47
Poema 3:
Poema 7:
Poema 15:
Poema 16:
Poema 2:
(...)
Poema 7:
Poema 8:
(...)
10. Los romanos y los griegos obsequiaban coronas de lirios para desear una
espléndida vida.
11. En la etapa victoriana los amantes lo entregaban en señal de amor.
50 Luis García de la Torre
Poema 14:
Poema 3:
Poema 6:
(...)
Poema 12:
(...)
Poema 16:
Poema 18:
Poema 20:
(...)
Poema 21:
Poema 1:
Poema 2:
(...)
Poema 20:
(...)
(...)
Poema 1:
Poema 3:
Poema 5:
Poema 10:
Poema 11:
Poema 13:
Poema 16:
Poema 18:
Poema 19:
Poema 20:
(...)
Poema 21:
Las tejedoras
Yo te daría…
Yo te daría mi amor
vestido de primavera,
pero soy ciego, señor,
y no tengo amor,
ni tengo
primavera.
(1923)27
Ella...
Esperanza
Parto celeste
Cenit
Adivinanza
y sin embargo,
Él es la armonía.
(1924)
Flores
Cumpleaños
La niña se va alejando
bajo el dulce anochecer…
Yo la he quedado mirando:
¡Qué no se vaya a caer!
Retrato de E.Q.L
Ella era…
Ella se eleva
y yo me iba arrastrando.
(Sin fecha)
una puerta apenas, y allí pude verlo en varias oportunidades muchos años des-
pués, tal cual estaba cuando lo ocultaron, con gruesas capas de polvo y espesas
telarañas, como un testigo impasible del tiempo. Tengo entendido que ese auto
se encuentra ahora en el Museo del Automóvil en La Habana Vieja.
Más tarde, durante una visita de Luis Buñuel a La Habana, se acarició la
posibilidad de hacer una película con la novela Jardín, con una juvenil María
Félix como protagonista y dirigida por el español, en esa misma casa, pero no
prosperó el proyecto pues hubo una manifiesta incompatibilidad entre la toda-
vía aun no “Doña” y la cubana.
Hubo que esperar mucho tiempo para que el cine llegara a esa “casa fan-
tasmagórica”.
Cuando se filmó en su casa la película Los sobrevivientes (basada en un
cuento de Antonio Benítez Rojo, “Estatuas sepultadas”), aquello fue entre epo-
peya y zarzuela: uno de sus queridos gatos murió aplastado por un despren-
dimiento del techo y se veló en su cama; “ofició” como “sacerdote” Germán
Pinelli (interpretaba al padre Orozco en la película de Tomás Gutiérrez Alea;
alrededor del lecho mortuorio, muy puestos en sus papeles, estaban también
Enrique Santiesteban, Carlos Ruiz de la Tejera -recientemente fallecido-, To-
más Gutiérrez Alea y Eusebio Leal, quien dijo unas sentidas palabras de des-
pedida al felino).
Habitaba sola la enorme mansión, vestida con una suerte de túnica griega y
con el cabello cortado “a la motilona” (como si le hubieran colocado la mitad
de un coco en el cráneo y afeitado el resto), fumando sus imponentes habanos y
seguida por una multitud de perros y gatos. En unos de los Censos de Población
–no recuerdo bien si fue en 1970- a un despistado encuestador le correspondió
visitar la casa de Flor y ella misma me contó el diálogo; después de preguntarle
sus datos generales como nombre completo y edad, le inquirió: “Profesión”.
Respuesta lacónica de Flor: “Propietaria”. “Señora, dijo el muchacho, esa no
es una profesión”. Y ella ripostó: “Eso lo dice usted, joven, porque quizá nunca
ha tenido una propiedad, pero para ser propietario hay que ser abogado, arqui-
tecto, plomero, electricista, psicólogo…” Imagino la cara de asombro del joven
encuestador.
Flor y Federico
De todos los Loynaz, con quien tuvo verdadero afecto Federico García
Lorca durante su visita a Cuba (que han exagerado y adornado con muchas
falsedades, por cierto) fue sin duda con Flor, con quien el poeta granadino lo-
gró mayor cercanía, por su similitud de caracteres irreverentes y desenfadados.
Dulce María, en cambio, sintió rechazo por Federico por varias razones… (...)
Pero a Flor, lejos de eso, le encantó el andaluz y fueron muy amigos, al ex-
tremo que él le obsequió el manuscrito definitivo de “Yerma”, que después ella
vendió a Martha Arjona para el Patrimonio Nacional (no sé dónde esté ahora el
manuscrito)... (...)
Un día de confidencias, le pregunté a Flor si “todo” lo que se decía de
Federico era cierto, y después de dar una chupada a su habano me miró y dijo:
“Se ha dicho que fuimos novios o amantes y no es verdad. Nunca le interesé a
78 Luis García de la Torre
los espacios físicos y escriturales por los que vivió, y que casi es
tangible ¿Fue una figura a destiempo? ¿No le llega el fin ese 22
de junio de 1985, y todavía continúa su majestuosidad por esta
Cuba que aún le debe?
Tuve una educación cubana en revolución: materialista, aleja-
da de toda tendencia religiosa, o mística, e ilusoria en la confor-
midad del hombre nuevo. Lo refiero para darle explicación a lo
que voy a decir y que mucho tiene que ver a partir de ahora con
Flor. Dado estos antecedentes generales, y el de muchas genera-
ciones, seguido coloco estos otros: desde el año 1999 hasta un
15 de julio del 2004 estuve yendo todos los días laborables que
un mortal debe cumplir, y muchos fines de semana también, a la
calle 212 esquina 31, Reparto La Coronela en el Municipio Ha-
banero de La Lisa, donde desde el 4 de diciembre de 1985 funge
la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano; antaño la Quinta
“Santa Bárbara”, la mítica casa de Flor. Aún mantiene su nom-
bre original, el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel
García Márquez y presidente de la FNCL hasta su fallecimiento
en el 2014 quiso que así fuera, se dice, tal vez está en alguna
parte plasmado, desconozco. De lo que sí no tengo dudas y es
muy cierto, es que la estirpe Loynaz, y lo que ha significado para
Cuba e Hispanoamérica viene indisoluble con los lugares donde
vivieron, porque ahí hicieron patria y cultura. Y la Quinta “Santa
Bárbara” fue ideada por Flor, y materializada, por quien fuera
muy poco tiempo su esposo2 el arquitecto inglés Felipe Gardyn.
De “Santa Bárbara” me conozco cada rincón, cada madera y cada
arreglo. Allí, y solo lo digo ahora, comencé a dudar de la tenden-
cia de mi educación ya que me era muy evidente a medida que
iba conociéndola, y quiero a partir de ahora sin dudas personi-
ficarla, que había en Ella algo más que lo que se veía. No digo
un espíritu ni nada parecido, digo un algo más que con los años
fui concretando, y hoy la evolución del mundo me lo aclaró, o la
mía, pero lo fui descubriendo a partir de Ella, y es la energía. La
Quinta era rica, curiosa y viva energía. La casa respiraba, la casa
era Flor. Como que estaba en un perenne estado de pre borrache-
ra. Y otros días como que se manifestaba de llegar de paseo. Era
2. Se casaron en 1936.
80 Luis García de la Torre
y es. Todo persona que vi ahí a diario o de paso, y por ser el lugar
que es vi a muchos intelectos gloriosos, como que la Quinta los
recibía, y cada una dejaba y se llevaba inconscientemente algo, y
esto le daba a Ella esa euforia inexplicable, constante en singula-
ridad y alegrías. Siempre. Éramos a diario personajes tomando la
forma que Ella nos planificaba según sus días. Las ideas que sur-
gían para el trabajo de la FNCL eran de una segunda generación
del pensamiento: Flor recibía e ideaba; las personas iban a hacer
lo suyo y esas propuestas intelectuales tan creativas eran el fruto
de lo que su proceso mental había planificado minuciosamente
para el disfrute en su Quinta. Todo muy inexplicable y mágico.
Defiendo que Flor, activa, habita la Quinta “Santa Bárbara”
desde lo conocido y desde lo no en su mundo particular, fecundo.
Y de momento no asombraba. Me acostumbré a que fuera na-
tural ¡Me convivía! Y a su alrededor, todo ese predio, toda esa
vegetación, esas salidas y entradas, esa tierra, esa fauna, era su
cabellera. Ojo que era un derredor joven en sentido etario, lo de-
finiría como en nacimiento perenne y movido: plantas en cons-
tante germinación, cachorros por doquier, calles recién mojadas
siempre y en su paso el enigma de qué o quién llegará. Y como
cualquier ser vivo tiene su aroma, el de Ella era a humedad, a la
dulce humedad del tabaco combinada con ese olor extrañamente
fugaz del fósforo.
Esto que acá digo es completamente real. No pretendo vender
algo. No intento que se suba nadie al carro de la videncia. No
creo en ello.
La Quinta “Santa Bárbara”, la casa de la poetisa cubana Flor
Loynaz Muñoz, aún asoma a Beba en nuestras vidas y ambas lo
continúan gozando. Quizás está todavía donde debe porque fue,
desde la primera mitad del siglo pasado, una de las primeras mu-
jeres que comenzó a vivir, por sus maneras, en esta contempo-
raneidad. Nació para transitar más lejos del tiempo físico que le
tocó, por lo que le continúa al 22 de junio de 1985, intemporal,
esperando a gente entre las amplias puertas y ventanas de la Quin-
ta “Santa Bárbara”. E irremediablemente tuvo que ser así ya que
además tenía que ser el cuarto apoyo de esa mesa Loynaz que
puso encima suyo la herencia del sueño libertario, y el montón de
La familia Loynaz y Cuba 81
en un sentido, a la magia del papel físico, o del lápiz para los aún
más curiosos.
Con lo antes ya anunciado …fue única al encontrar su rum-
bo y al cual más adelante me referiré… comenzaré a repasar la
evolución de su derrotero hasta acuñar su poesía laboratorio y
desplegarla según vivía.
La lírica de Flor que aparece en su adolescencia está para nada
emparentada, ni aun intentando ver alguna evidente continuidad,
con la que luego le haría ser la gran poetisa que es. Emociones y
pensamientos de típica jovencita, según la época y lo permitido,
es más bien lo que se lleva al papel. Cómodos versos que aisla-
dos de su historia son poco rescatables. No dan ni de soslayo el
aroma del puro ron que después ofreció. En 1924, en plena ado-
lescencia escribía para sí:
El mismo camino
Lleno de luz
Abel
(...)
(...)
Caín
(...)
La familia Loynaz y Cuba 87
(...)
(...)
Mi novia es el sol…
Y mi amor
es como una sombrilla de encajes
entre mi novia y yo.
1930
Orquesta
193...
A Gabriel Castaño
(...)
1935
A la Bovina
(agradeciéndole su valiosa
colaboración en los momentos difíciles)
90 Luis García de la Torre
El motor suena
bajo y hueco:
es raro que el motor de la máquina
suene a mar.
¡A mar! A ola suena el hierro.
Las gomas están tensas,
las ruedas comienzan a girar en silencio;
(...)
El asfalto de la calle
ha robado al amanecer un gris ligero.
¡Asfalto de la calle, roto a trechos!
1935
La familia Loynaz y Cuba 91
(...)
(...)
(personaje inolvidable)
Los estanques
y luego ensangrentarse
en la monstruosa herida del ocaso…!
Y para siempre estarme
impasible, serena, recogida,
para ver en mis aguas reflejarse
el cielo, el sol, la luna, las estrellas,
la luz, la sombra, el vuelo de las aves…
¡Ah el encanto del agua inmóvil, fría!
Yo no quisiera ser más que un estanque.
A mi perro Teodulfo
Agonía…
¡Amor todavía!
Sin papel
1977
A mi madre
1978
7. Su madre Doña Mercedes Muñoz Sañudo, una de las mujeres más ricas
herederas, de título nobiliario y gustos exquisitos pictóricos colmados de
imaginería paisajística, dotada además para el arte de la música y el canto.
La familia Loynaz y Cuba 101
VI.
Flor y Dulce desmontan un feliz año viejo
En Línea1 y 14 es la casa. Casi ya no está. La ruina y el des-
cascaro roído en malestar es lo que se ve. Y viceversa. La medio-
cridad de borrar físicamente el predio de una estirpe, en aquel en-
tonces juvenil, que no se dejó tomar, ni joven ahí ni más tarde ya
viejo, por los restos de esa otra Habana. Hijos de la más intrépida
descendencia latina y mambisa. La casa ajada por la sal y el mal
gusto de más de medio siglo. La literatura sin embargo endiosa.
Ahí tomaron una rica limonada muchas figuras de las letras lati-
noamericanas e hispánicas. Dieron avance de obras cumbres que
respectivos países han tomado para sí. Defendiendo a cada hijo
y vanagloriándose de que su tierra le haya dado un talento tal.
Sin embargo, hoy, váyase a la Ciudad de La Habana en Cuba,
busque el barrio del Vedado, llegue a Línea y 14 y entenderá dos
cosas: una, de por qué me es imposible marcar la desidia que
socialmente simboliza la casa en este párrafo; y dos, verá cómo
esos restos de palacete señorial son la revancha, la respuesta anti
sistema ante los que aún creen que ahí hubo para ellos algún
resarcimiento.
En Calle 192 , luego de ser habitada desde el año 1947, y lle-
gado 19593, de 1960 a 1997 se vive un enclaustro voluntario, un
enclaustro convencido de que afuera era mejor no mirar, ni perso-
nal ni socialmente, lo que ocurría, o lo que se frustraba. Décadas
de violencia social contra la persona, o contra el inmueble, que
es lo mismo. Años de silenciamiento en un entorno caracterizado
por el talento literario inigualable hasta hoy, y la historia mam-
bisa como no existiría en vida más hasta su muerte. Y 19, que por
casi medio siglo todos veían cuando pasaban, bien señorialmente
1. Casona de la calle Línea y 14, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana,
Cuba. La familia Loynaz del Castillo fue a vivir cuando los hermanos eran muy
jóvenes, y en la cual se sitúa la novela de Dulce María Loynaz “Jardín”. Hoy
completamente en ruinas.
2. 19 y E no. 502, casa en el Vedado, municipio de la Ciudad de La Habana,
Cuba, donde vivió Dulce María Loynaz hasta su muerte.
3. Triunfo de la Revolución Cubana en 1959.
102 Luis García de la Torre
Dulce María Loynaz, La palabra en el aire. Pinar del Río, Cuba, Edi-
ciones Hermanos Loynaz, 2000.
Ivette Fuentes, José Lezama Lima. Hacia una mística poética. Verbum
Editorial, 2010.
Colección ENSAYO:
Desde esta orilla: poesía cubana del exilio, de Elías Miguel Muñoz.
Después del rayo y del fuego. Acerca de José Martí, de Eduardo Lolo.
Carlos Quinto, tanto imperio y Felipe II: “No he oído cantar a los ruise-
ñores”, de Clara Díaz Pascual.
¿Fue José Martí racista? Perspectiva sobre los negros en Cuba y Es-
tados Unidos. (Una crítica a la Academia norteamericana), de Miguel
Cabrera Peña.
editorial
Colección Ensayo