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Luis García de la Torre

LA FAMILIA LOYNAZ
Y CUBA
Prólogo de Alejandro González Acosta
De izquierda a derecha Dulce María Loynaz, Gabriela Mistral y José
María Chacón y Calvo
LA FAMILIA LOYNAZ Y CUBA
Dulce María Loynaz
Luis García de la Torre

LA FAMILIA LOYNAZ
Y CUBA
Prólogo de Alejandro González Acosta

Colección ENSAYO
Colección ENSAYO

Portada cortesía de Deysma Coll: Casa de la familia Loynaz en el Vedado, La


Habana: Calle Línea y 14, en la actualidad completamente en ruinas. En esta casa,
vivieron los hermanos Loynaz de jóvenes y es donde se sitúa la novela Jardín de
Dulce María. La otra casa, donde ella residió hasta su muerte, es la que está en la
Calle 19 y E. Nº 502, también en el Vedado.

© Luis García de la Torre, 2017

Editorial BETANIA.
Apartado de Correos 50.767
Madrid 28080 España.

I.S.B.N.: 978-84-8017-398-8
Depósito Legal: M-34787-2017

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índice

Prólogo de Alejandro González Acosta 9

I. Enrique Loynaz del Castillo, heroico y romántico 11

II. La concepción de palabras-pintura utilizada por


Dulce María Loynaz en su primera obra 18

III. Enrique Loynaz Muñoz en la poesía cubana 33

IV. Carlos Manuel Loynaz Muñoz, “el más brillante” 58

V. Flor Loynaz Muñoz “Beba”,


entre la mujer atemporal y la poesía laboratorio 76

VI. Flor y Dulce desmontan un feliz año viejo 101

Bibliografía 115
Gabriela Mistral (al centro) y Dulce María Loynaz (con su perrito) sentadas en la
fuente del patio de la calle 19 y E en el Vedado, La Habana, Cuba.
PRÓLOGO

En un rincón patriarcal de El Vedado levanta aún su estampa esa casa que


posee el raro y curioso privilegio de tener en su jardín, bajo el almendro flore-
cido, la luna enterrada. Cuentan algunos que a veces escapa y vuelve a lucir en
la noche, pero siente entonces mucho frío sola allá arriba, y recuerda la tibia
tierra que abajo la abriga y regresa a su escondite. Por eso es que a veces no
está en el cielo. Pero cuando luce en la noche, siempre dedica a El Vedado sus
claros más hermosos, su luz más transparente. A fin de cuentas, es su domicilio
terrestre. De ahí en gran parte la magia del barrio: podrán desbrozarlo, lle-
narlo de edificios, cerrar sus furnias con afeites de hormigón, levantar paredes
y más paredes, pero él sigue teniendo su “duende”.
En aquella muchacha nada indicaba que se convirtiera en poetisa: quizá
sus ojos, de extraña fijeza en un punto perdido. Pero nada más. En aquella
familia de guerreros y patriotas, no era ajena por cierto la poesía. Sin ir muy
lejos, el padre, héroe de mil batallas, de enhiestos mostachos requemados por
la pólvora y ojos de mirar acostumbrado al mando, en medio de una gran cam-
paña había escrito versos, como de épocas caballerescas, encendidos de pa-
triotismo: “A las armas, valientes cubanos, a Occidente nos llama el deber...”.
Aquella casa conoció quizá una de las familias más singulares de nuestra his-
toria: cada uno muy especial en su forma de ser; todos de acusada y torturante
sensibilidad. Herederos de historia, no obstante hicieron la suya propia. Y fue
en esa casa donde se forjó el carácter de cada uno de ellos. “Ver los Loynaz”
era la consigna del viajero y, sencillamente, hacia allá iban.

Fragmento La Dama de América.

Unos años después pasaba por aquella casa de El Vedado un mu-


chacho persistente, decidido a penetrar sus secretos.
Cruzaba frente a ella y volvía a hacerlo una y otra vez, inquiriendo
con ojos penetrantes y curiosos los arcanos que podrían ocultarse tras
sus paredes, sus cortinas siempre cerradas, su jardín desbordando de
plantas jíbaras y estatuas desfiguradas por el tiempo.
Y de tanto pasar y pasar frente a ella, el muchacho decidió penetrar
en la mansión de una forma sorprendente e impune: entró con la imagi-
nación, venciendo las puertas, con la llave dorada de la poesía. Y logró
entonces hablar con los fantasmas que la habitaban y estos le contaron
sus secretos, sus cuitas, sus quereres y pesares. De tal suerte, que el mu-
chacho pasó a ser parte entrañable de esa familia de espectros, de otro
10 Luis García de la Torre

mundo y otro siglo, que recorrían incansables los rincones del palacete,
acariciando con sus manos de vapor inapresable los ricos objetos que
habían adornado sus vidas en tiempos más dichosos. Lo hicieron parte
de sus vidas, al muchacho, que, por cierto, se llamaba Luis.
Le permitieron a Luis que hojeara sus papeles y recorriera los viejos
libros con mirada sedienta e inquisitiva, hasta cada amanecer, cuando
debía marcharse para regresar al otro día, en la hora cómplice de la tar-
de, y continuar ese diálogo con aquellos interlocutores que le confiaban
sus memorias.
Hasta que vino el día cuando llegó a saber casi todo de sus cómpli-
ces de cada tarde, y decidió volar para buscar otro sol que alumbrara
más, pero llevando apenas como ligero equipaje los recuerdos de tantas
conversaciones y lecturas, para fijar en la memoria de los demás como
un deber de gratitud, el recuerdo, la traza, el perfil y las siluetas de
aquellos fantasmas amigos que le habían contado todo sobre ellos y sus
tiempos.
Este libro que ahora tiene el lector en sus manos, es la crónica de
esas largas conversaciones imposibles que un joven –que se llamaba
Luis, creo que ya lo dije- tuvo con sus nobles amigos, y es también su
homenaje a una forma de ser, de sentir y de estar en Cuba que ya no es
y quizá nunca más vuelva a ser. Pero vale la pena intentar la evocación
de ese recuerdo, aunque el regreso sea imposible, porque aunque lo
sepamos o no, queriéndolo o no, siempre estamos al final y al principio
de un viaje, pues toda vida es sólo eso, un vuelo desde la infancia a la
vejez, desde la cuna a la tumba, desde el nacimiento a la muerte, para
dejar un trazo, una huella apenas que marca la existencia, con unas lu-
ces tenues que se confunden y se apagan, y más tarde se pierden en la
penumbra, sobre todo en los atardeceres del trópico, cuando conviven
los muertos y los vivos en mansiones como las que recorrió Luis en su
peregrinaje, y que ahora nos cuenta en estas páginas, compartiendo las
memorias de sus habitantes.
Alejandro González Acosta

Alejandro González Acosta (La Habana, 1953). Escritor y periodista cu-


bano, exiliado en México. Como profesor e investigador labora en la Univer-
sidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre otros libros es autor
de: La Dama de América. Textos y documentos de Dulce María Loynaz (Be-
tania, 2016).
I.
Enrique Loynaz del Castillo, heroico y
romántico1
Arma et litterale, en el General de Brigada del Ejército
Libertador Enrique Loynaz del Castillo se radica la propiedad
equilibrada de las armas y las letras. Como tópico literario, y de
vida, esta condición, le revelaba la constante porfía entre los dos
quehaceres, en donde cada uno intenta implantar al otro cuando
en verdad en él formaban el equilibrio que hizo a la persona2 ante
1. Frase calificativa gentileza de Alejandro González Acosta. La Habana, Cuba,
1953. Doctor en Letras Iberoamericanas, Investigador Titular del Instituto de
Investigaciones Bibliográficas y Catedrático de la División de Estudios de
Posgrado de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autor y coautor de
numerosas publicaciones editadas en México, Cuba y España. Ingresó como
Miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua y Correspondiente
Hispanoamericano de la Real Academia Española, en 1983. Miembro de la
Academia Cubana de la Lengua en el Exilio. Reside en México desde 1987.
2. Enrique Loynaz nació en Santo Domingo un 5 de junio de 1871. El heroico
formó parte de la Guerra del 95 junto con los tres sostenedores históricos, y
célebres, de la independencia de Cuba: Máximo Gómez (1836-1905) nació en
la República Dominicana, fue militar de la Guerra de los Diez Años y General
en Jefe de las tropas independentistas en la guerra de 1895; José Martí (1853-
1895) escritor y político cubano, líder de la guerra de 1895, Héroe Nacional de
Cuba, del cual fue estimado afecto; y Antonio Maceo (1845-1896) General y
Segundo Jefe Militar del Ejército Libertador, apodado “El Titán de Bronce”, de
quien fue ayudante personal. Supo de la pena del confinamiento y del pundonor
de la conflagración por su padre, Enrique Loynaz Arteaga, Capitán del Ejército
Libertador en la guerra de 1868. De bien joven estuvo enrolado, desde los 15 años,
participando en 88 contiendas. Fue laureado desde el 95 hasta el 98, sucediendo
de Comandante, a Teniente Coronel, a Coronel y a General de Brigada, según
el transcurso uniforme de los años. Se facultó en 1898. Finiquitada la guerra
en Cuba continuó como paradigma de libertador contendiendo al presidente
Estrada Palma, en 1906, y por reconocimiento de prestación, le fue emitido el
grado máximo de General del Ejército de la República de Cuba; luego combatió
a García Menocal en sus reelecciones; y 27 años después intervino en la
sublevación contra la dictadura de Gerardo Machado. Se opuso en la República
Dominicana al dictador Trujillo. El Gobierno de esa nación le dotó de los
grados de General del Ejército Dominicano. Y tuvo activa vida diplomática
durante las primeras décadas del siglo XX. Fue enterrado en Cuba, solo en
compañía de sus hijos, un 10 de febrero de 1963 y ese día, al siguiente, y a
la fecha, la enseñanza cubana, forzosamente continuó hablando del General
Enrique Loynaz del Castillo al mencionar la independencia y el Himno Invasor.
12 Luis García de la Torre

los demás: la historia de Cuba, la acción, el pensamiento y el


canto que conformaron la nación.
Su independentismo dechado proyectó para los cubanos lo
que significaba trabajar, andar, ser fuerte y guerrear en cada uno
de las cosas que aquejan, determinando una positiva acepción, y
que esto solo anticipaba una vida digna y hermosa preparándose
y cultivando el alma, el intelecto y la fuerza. Léase las Memorias
de la Guerra3de Enrique Loynaz del Castillo, ahí están las armas
que lucen y solventan, en los anales, la República de Cuba.
Las armas marcaron familiarmente al glorioso emparentándo-
lo con notables apellidos hacedores de Cuba en la lucha insurrec-
cional, los Castillos y Agramonte4 por ejemplo, familias ilustres
y patrióticas del Camagüey5, poseedoras de incontables fortunas,
bilingües, conocedores de parte del mundo y de gran prestigio
profesional. Pudieron todos continuar asidos al común hábito de
estar en paz socialmente, no obstante, sentían, como jamás ha
dejado de pasarles, hasta hoy, a los cubanos dignos de amor por
ella, que el deber estaba al ver el alejamiento de la voluntad de
su país y guerrearon. Y concibieron con su tiempo en esta orbe el
intento por la emancipación.
El verso también signó constante la genealogía del General,
Silvestre de Balboa6 y la poetisa Gertrudis Gómez de Avellane-
da7 son sus ascendientes fundadores e históricos. Por lo que su
familia desde el siglo XVII hasta el siglo XX cultivaron trascen-
diendo la poesía8.
Inevitable. Todas las batallas ganadas. Demasiada estirpe.
3. Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1989. Recopilado y transcrito por
su hija Dulce María Loynaz, insigne escritora cubana. Se encuentra en PDF
en línea.
4. (1841-1873) Ignacio Agramonte y Loynaz “El Mayor”, Mayor General del
Ejército Libertador y Jefe de la División de Camagüey, Cuba, de la guerra de
1868.
5. Provincia de Cuba.
6. (1563-1620) escritor castellano autor del primer texto literario en Cuba El
Espejo de Paciencia.
7. (1814-1873) escritora y poetisa cubana considerada una de las mayores
exponentes del romanticismo en Hispanoamérica.
8. Dulce María, Enrique, Carlos Manuel y Flor Loynaz Muñoz, sus hijos,
talentosos todos en el ejercicios de la poesía y la escritura cubana.
La familia Loynaz y Cuba 13

Loynaz del Castillo un 15 de noviembre de 18959 siendo Co-


mandante, brotándole el linaje y la esencia, crea el Himno Inva-
sor sucediéndole el gen escribidor de la letra heroica. Ojéense sus
Memorias. Venía mediado por los estudios del modernismo10 que
recién había irrumpido en la cubanía como arte novedoso, libre
y actual, tronchando así el cultismo anterior reinante. Lo vigente
entonces traería blandiendo en él el fierro y el recitar como lo
revolucionario, dureza y arte. Y con más anterioridad aun, le in-
fluenciaba el romanticismo cubano, el cual se le mezclaba con la
personalidad, y que rompió con la primacía de la literatura de la
colonia, e hizo exiliados a los primeros escritores del país, y que
se le adhería además por la consanguinidad antes mencionada.
Con mayúsculas estrofas líricas apunta, y esta alabanza escrita le
nace, de la altura del arrebato por anular otros textos que ensal-
zaban la bandera española, y su cometido en tierras cubanas, que
encontraron patrullando junto con las tropas camagüeyanas, por
lo que el autor, sin dejar de respetar el arte de la producción que
se leía, en la otra hoja de la ventana, a su lado, volcó la oda a la
invasión vívida, elevándola en el decir, y trazando en ella la ban-
dera roja, blanca y azul de estrella alba publicando para siempre
en Cuba, y su historia, con la rabia y el amor que hacen descubrir
la poesía, el Himno.
En su inicio, escribió el nacimiento, el momento originario en
que la tierra se nombra, se regionaliza ¡A las Villas (…) A Occidente;
luego, enmarcó el epíteto de los héroes valientes cubanos; continúa
sentenciando lo que pretende la nación con la invasión De la
Patria a arrojar los tiranos; y el cuarto verso alaba el hacer, el
resultado final sin consideraciones ¡A la carga: a morir o vencer!

¡A las Villas valientes cubanos:


A Occidente nos manda el deber
De la Patria a arrojar los tiranos
¡A la carga: a morir o vencer!

9. La guerra estalla el 24 de febrero de 1895, estaban en plena contienda.


10. José Martí, su compañero de guerra, fue antes que Rubén Darío, el cual le
llamaba “padre”, el precursor de este progreso literario en el mundo hispano.
14 Luis García de la Torre

A posteriori el canto aclama por las figuras, los héroes de la


Cuba histórica De Martí la memoria adorada (…) de Maceo, el
Caudillo Invasor (…) Alzó Gómez su acero de gloria, y allí esta-
ban los arquetipos, a su lado, entre todos; en la cometida nuestras
vidas ofrenda al honor, mano a mano los vivientes y nos guía
la fúlgida espada, sin tapujos y trazada la ruta triunfal / cada
marcha será una victoria, situándose la vida mutuamente por el
bien de la patria, su nobleza, su honra; la templanza del linaje;
y en el bramido final, la antítesis, la gloria la victoria del Bien
sobre el Mal.

De Martí la memoria adorada


nuestras vidas ofrenda al honor
y nos guía la fúlgida espada
de Maceo, el Caudillo Invasor.
Alzó Gómez su acero de gloria,
y trazada la ruta triunfal,
cada marcha será una victoria:
la victoria del Bien sobre el Mal.

Le continúa reverberando la potencia geográfica personifica-


da Orientales (…) Camagüey (…) Villareños, liada con lo agi-
ble que hace al hombre extensible ante los anales heroicos (…)
legendaria (…) de honor; cuando el aprendizaje de acomodar
hacia delante la vida al frente (…) avanzad; con lo único, y vá-
lido exponencialmente, que se hace visible en una contienda, el
motivo por la Patria, por la Libertad!

¡Orientales heroicos, al frente:


Camagüey legendaria avanzad:
¡Villareños de honor, a Occidente,
por la Patria, por la Libertad!

En los versos que corresponden, casi finales, se añade lo ini-


ciático, el fuego, como sentido mental del poder que el orden cu-
bano quiere establecer, viva la nación o no, radical. Si no hay fru-
tos se apura todo, se inicia desde la ceniza otra vez Cuba, cuando
La familia Loynaz y Cuba 15

ya nada quede para el hostil, de mar a mar, resurgiremos. El fue-


go como cura, no como infortunio, el fuego como reparación.

De la guerra la antorcha sublime


en pavesas convierta el hogar;
porque Cuba se acaba, o redime,
incendiada de un mar a otro mar.

Y para remate, sobre el transcurso de toda la rima conso-


nante, la belleza de la acción, de la celeridad y prontitud A la
carga escuadrones volemos; la sublimidad del arrebato de la
ferocidad prosopopéyica, del dolor corporal contrario Que a
degüello el clarín ordenó / los machetes furiosos alcemos; y se
sentencian todas las proezas memorables con saña de a quien
le duele la patria penada ¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

A la carga escuadrones volemos,


Que a degüello el clarín ordenó,
los machetes furiosos alcemos,

¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

Así avino afín nuestro canto:

¡A las Villas valientes cubanos:


A Occidente nos manda el deber
De la Patria a arrojar los tiranos
¡A la carga: a morir o vencer!
De Martí la memoria adorada
nuestras vidas ofrenda al honor
y nos guía la fúlgida espada
de Maceo, el Caudillo Invasor.
Alzó Gómez su acero de gloria,
y trazada la ruta triunfal,
cada marcha será una victoria:
la victoria del Bien sobre el Mal.
¡Orientales heroicos, al frente:
16 Luis García de la Torre

Camagüey legendaria avanzad:


¡Villareños de honor, a Occidente,
por la Patria, por la Libertad!
De la guerra la antorcha sublime
en pavesas convierta el hogar;
porque Cuba se acaba, o redime,
incendiada de un mar a otro mar.
A la carga escuadrones volemos,
Que a degüello el clarín ordenó,
los machetes furiosos alcemos,

¡Muera el vil que a la Patria ultrajó!

El Himno11, musicalmente, por tres años contendió y ensalzó


los honores solemnes de fundamentación patriótica nacional, con
raíz aguerrida. Estaba en la polifonía que se iba cursando, al uní-
sono, ir alentando el espíritu de quienes ahí todo lo enarbolaron,
entonándolos en el enfrentamiento como barricada para la carne.
Como todo lo sublime, le vino con el vocablo la sólida me-
lodía de esas atropellantes emociones primarias, por el escrito
abanderado enemigo que encuentran prontamente, el cual le
enrabia. Pero como arte se respeta, sentenció tajante, y a aquel
enérgico revolucionario le emanó al valiente en originaria semi-
lla del destino al germinarle completo el Himno, letra y tarareos
sacados. Semifrase de cuatro compases comenzada en anacrusa
dando el tiempo fuerte en el primer tiempo del primer compás;
frase completa en sus ocho compases en cuatro cuartos cuya fra-
se se repite; y con las palmas y la garganta heroica va mostrando
al mambí que lo circula el tono, y con el ritmo repetido la marcha
va marcando el paso de las cabalgatas insurrectas que pretenden
levantar al país y sacudirlo de la pesadilla bocabajo; con ritmo
isocrónico, tensión, fuerte tensión; la acentuación agógica, tóni-
ca, tararea la inflexión de la voz intensa, agónicas breves, tónicas
11. Al día siguiente, por órdenes del General Antonio Maceo, fue orquestado
por la banda de los Hermanos Avilés, unida a la invasión, bajo la dirección del
trombonista Manuel Dositeo Aguilera, el cual fungía como Capitán del Ejército
y Jesús Avilés Urbina. Actualmente sigue activa la agrupación musical y es la
jazz band más antigua de América.
La familia Loynaz y Cuba 17

graves; ritmos breves con giros melódicos ascendentes a valores


de ritmos breves y armonía con acordes mayores; y se mejora
con el alumbramiento el alma cabalgando entonados todos.
Y en el tiempo, imperecederos, los cubanos hoy, intuyan o no,
recapitulan a un General Enrique Loynaz del Castillo soberbio:
en el andar por su suelo, su casta cimentó nuestra patria; en el
bandeo diario del estandarte, su civismo izó nuestra nación; en
el tono del patriotismo, su Himno compuso nuestra sangre; y en
absoluta poesía, su abolengo hizo la literatura de nuestro país. Y
no hay dominio despojador, impotente, que sea capaz de tapar
esta historia de Cuba, y todo le queda, como es habitual, ya ridí-
culamente disimulado.
Al General de Brigada del Ejército Libertador Enrique Loynaz
del Castillo le morará su patria, y demás cubanías, en las artes y
las armas de su vida, a horcajadas, invariable, sépase.
II.
La concepción de palabras-pintura utilizada
por Dulce María Loynaz en su primera obra

En este trabajo pretendo destacar y precisar, fundamental-


mente en los años de escritura de la obra Versos, un recurso uti-
lizado por Dulce María Loynaz y el cual para nombrar me remi-
tiré a la valoración hecha por Gabriela Mistral1 al referirse a la
escritura de la poetisa cubana:
“Son palabras-pintura y escultura, palabras que la dan a us-
ted viva, vivísima. (Es el don vital, el don de hacer ver y palpar,
lo que más me gusta en la escritura humana. Era también el don
de nuestro Martí2)”3.
Me serviré de la caracterización por dos motivos esenciales.
Primero para retomar el reconocimiento mutuo que tuvieron las
dos poetisas, y que según estudio la distancia acentuó4, ya que
coincidieron en tiempo y oficio, cosa que Hispanoamérica debe
tener como lujo. Dulce María en su conferencia Gabriela y Lu-
cila un 28 de febrero de 1957 refiere encariñada sobre la poetisa
chilena:
“... Diré sin embargo que he evocado muchas veces ese día
como uno de los más felices de mi vida, y creo que también lo
fue para ella. Nunca más volví a verla como entonces, gentil,
amable, joven, casi ingenua.
La evocación que hizo de Cuba, la lectura de la poesía o
ronda de las palmas, humedeció los ojos de los cuatro que allí la
1. (1889-1957) poetisa, pedagoga, diplomática chilena y Premio Nobel
de Literatura en 1945. Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del
Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga.
2. (1853-1895) José Martí, escritor y político cubano. Líder de la guerra de
1895. Héroe Nacional de Cuba. Fue antes que Rubén Darío, el cual le llamaba
“padre”, precursor del Modernismo en el mundo hispano.
3. Aparece en las notas de contraportada de la edición Poesía de Dulce María
Loynaz de la Editorial Letras Cubanas del 2011.
4. Léase Gabriela y Dulce María de Aldo Martínez Malo, periodista y crítico
cubano; y la conferencia Gabriela y Lucila de Dulce María Loynaz publicada
en La palabra en el aire, Pinar del Río, Cuba, Ediciones Hermanos Loynaz,
2000.
La familia Loynaz y Cuba 19

oíamos embelesados. Luego nos mostró los originales de Lagar,


me dio a escoger entre ellos el poema que deseaba dedicarme...”
Por lo que cada vez que valide al recurso léase siempre en-
tre líneas con el análisis que pretendo la unión en el paradigma
mujer, talento, poetisa, gusto, admiración y amor coincidente de
inicio y final5. Y el segundo, que armonizan exactos el término
y la apreciación particular que tuve al releer curioso las obras y
por ello no creo necesario buscar otro calificativo al compuesto
encontrado por Gabriela Mistral. De ahora en adelante lo acoto a
palabras-pintura y conformaré su concepto.
Defino el término según he revisado el texto: las palabras-
pintura que Dulce María despliega puntual en estas obras son
unidades lingüísticas-literarias que conforman un mensaje el
cual incluye tintes que de por sí tienen un significado social y
cultural propio. Tal conjunto logra sensaciones que dan al texto
el carácter distintivo de poseer efectos de contraste, explícitos
perceptibles o de temple implícito.
Fundamentalmente entre los años 1920 y 1938 la autora in-
sertó en sus textos tal atributo y con ello logró sumar celeridad
cuando elaboraba su particular lírica. Dicho recurso le hicieron
producir una obra privilegiada entre lectores, y pares, colocando
en alza a su persona y a su hacer desde las primeras décadas del
siglo XX hasta la actualidad.
Antes de continuar aclaro que estos trabajos no fueron los
únicos escritos o difundidos en esos años: Juan Ramón Jiménez6
la incluye en su compilación La poesía cubana en 1936; en 1937
la Revista Bimestre Cubana publica en su número de julio-agosto
su poema Canto a la mujer estéril y al año siguiente aparece de
este texto una edición independiente; y la revista Grafos en 1938
incluye el texto Carta de amor al Rey Tut-Ank-Amen, que luego
sale publicado en folletos.
Veo muy necesario ser explícito en esto, la poetisa es sin lugar
a dudas la más importante del siglo XX en Cuba por lo que su
5. Siempre que se une a las dos escritoras se relata la situación de 1953 vivida
cuando la chilena se hospedó en la casona de Dulce María en la calle 19 esquina
E en el Vedado de La Habana, Cuba, y que no pretendo replicar ni disipar.
6. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1956.
20 Luis García de la Torre

obra está colmada de virtudes. Todas servidas encima de la mesa


de la literatura hispana y desarrolladas ampliamente en sus líneas
por lo que es merecedora de tal renombre. Pero en lo presente
solo abarcaré el punto planteado, y siempre en mis argumentos
primará lo racional, y si se asomara lo emotivo por favor deduzca
sin vacilación la seducción de casi treinta años por su decir.
Las palabras-pintura se descubren explícitas en el conjunto
de esta obra. Dulce María se sirve de su entorno cultural hispano-
caribeño-cubano con franqueza y orgullo. Lleva a la fascinación
de un disfrute activo ya que no muestran los aspectos estáticos,
tradicionales, que hacen que el lector recree frente a sus ojos un
lienzo o fotografía o dibujo y de ahí valore. El compuesto brinda
un efecto sin dudas plástico y/o fotográfico que está representado
por palabras y espectros que hacen formar mentales imágenes en
movimiento, poseedoras de un notable brío que domina vivo la
psicología de quien lee.
Repasemos en orden cronológico. Al inicio se observa algún
estancamiento pero a medida que pasan los años veremos la pro-
gresión del recurso ya que la práctica va mejorando la hábil pro-
puesta.
Dulce María Loynaz nos revela entonces Versos. Escritos des-
de la juventud hasta los treinta y seis. Dieciocho años de hacer
hasta que se decide publicar. Sobre el tema le refiere a Gabriela
Mistral, según Aldo Martínez Malo en su texto Gabriela y Dulce
María:
“... En esta oportunidad Dulce María Loynaz había publicado
su libro Versos escrito entre 1920 y 1938 y se lo envió a la chi-
lena. Gabriela le respondió una carta en la que lamentaba que
recibía el libro demasiado tarde -poco antes de su partida de la
Habana- y ya no era posible conocerla personalmente. Tildó a
la cubana de «orgullosa» por no haber divulgado antes su poe-
sía. Dulce María en respuesta le explicó que no era orgullo, sino
«timidez y que le atemorizaba la crítica adversa». En copia que
conservamos de puño y letra de Dulce María dice:
La familia Loynaz y Cuba 21

A Gabriela Mistral, 1938

Gabriela: Pocas cosas pueden darme ya la alegría que me dieron


sus palabras. Y fue bueno el elogio responsable pero más bueno
fue sentirla venir a mí a través de catorce años: los catorce años
que la estoy queriendo sin buscarla.

Suya

D.M.L”

Acá comienzan a manifestarse ambas en sus lecturas y pro-


ceden en misivas a una crítica caracterizada por la admiración
lírica.
Particularizo donde Gabriela se va percatando en general de
estas palabras-pintura.
Del libro nos perfila Dulce María en su poema Oda a la Vir-
gen María:

A tu luna azul -la que sólo


está en mi libro de Primera Comunión-
yo iría
esta noche tan larga
a recoger un poco de luz…

(...)

Hoy tengo aquí a mis pies un camino de tierra


dura, gris…
(...)

rubia Virgen María,

(...)

en la penumbra de las sacristías…

(...)
22 Luis García de la Torre

Casa de Oro, Torre de Marfil,

(...)

(¡Quién te viera otra vez aquellos ojos


de un azul profundo de litografía!...)

(...)

En esta noche larga antes de irme

(...)

Se pueden ver como las palabras destacadas van creando los


contrastes a lo largo del texto y los combina con su andar, con la
naturaleza, la ciudad y el arte. Se lee la imagen en movimiento,
que esté en su libro de Primera Comunión podría estatizar a par-
tir del inicio el curso pero los verbos ir y recoger anulan la idea
primaria al decir yo iría / esta noche tan larga / a recoger un poco
de luz y rompen con la representación quieta de una luna dentro
un libro. Y por donde transcurra su Oda se desliza la gama de
palabras-pintura que se podrían reunir entre claridad: luz, ru-
bia, Oro, Marfil y azul; y oscuridad: noche, gris y penumbra. En
el penúltimo verso de un azul profundo de litografía la técnica
también supone fijeza pero el adjetivo profundo anula la idea de
quietud que este arte representa, y lo convierte en dimensión,
hondura y una penetración que va perennemente en transcurso.
Este es un poema de tres objetos: la Virgen, el andar y los tintes.
Veamos en Lourdes cómo se hacen más evidentes las pala-
bras-pintura de Dulce María y Gabriela, cómo se mueve el texto
a pesar de ser un dibujo, cómo la liviandad del papel sobresale y
en general la luminosidad en lo que plantea:

Esta muchacha está pintada


en un papel de arroz que es transparente
a la luz; ella vuela en su papel
al aire… Vuela con las hojas secas
y con los suspiros perdidos.
La familia Loynaz y Cuba 23

Es la muchacha de papel y fuga;


es la leve, la ingrávida
muchacha de papel iluminado,
la de colores de agua…
La que nadie se atrevería
a besar por el miedo de borrarla…

Destaco de los dos poemas el sustantivo litografía y al adjeti-


vo pintada, alusión directa a las artes.
Continúo mi desplaces por Retrato de la Infanta:

María Teresa Alejandrina


(el retrato de alguna infanta rubia
sobre un obscuro fondo de vitrina

(...)

perfil de camafeo
porcelana de plato
antiguo
su carne rosa-azul que se adivina
fría y dura…

Un verde ambiguo
le pinta el ojo claro; el mismo verde

(...)

de Corte, reclamando oro y piedras


engolado de encaje…
El pelo tiene un rubio de ceniza
que recuerda las yedras
de los viejos castillos medioevales;
una mano de luna se desliza
por sobre el galgo elástico… En la sombra
queda la otra: -Brillan apenas los cristales

(...)
24 Luis García de la Torre

tiene manos de luna y pelo


de cenizas fina…

(...)

Una neblina
la envuelve y nos da veda
con su traje de seda,
con su galgo y sus ojos color aguamarina
donde jamás brilla un deseo…

(...)

es un pálido cuadro de museo:

(...)

Similar a los anteriores acá se apoya en otra técnica para la


confección del poema. Destaco de ella los extremos que mencio-
na y que veremos a partir de aquí cómo los extiende mucho más.
La poetisa al nombrar al texto Retrato cumple directa además
con una descripción prosopográfica y entre líneas etopéyica.
Son las estrofas más estáticas de las que aparecen en este li-
bro, pero a primera impresión ya que tienen un final evidente de
tránsito:

Sólo resta al que pasa junto a ella, mirar…


Mirar y pasar.

Dulce María en un día de paso y lluvia invita a recordar un


cuadro típico y más bien aburrido, apuntalando la visión en los
detalles extremos de fulgor opaco, y punto.
En otros poemas del libro la poetisa habla sobre el amor, con
un intimismo humano complejo, utilizando en cada uno estrofas
que marcan el contraste, que abandera, y que Gabriela en sus
lecturas volvió concepto al caracterizar la escritura de la cubana.
La poetisa no cesa en la colocación del recurso.
La familia Loynaz y Cuba 25

En Soneto sentencia y cuestiona:

Si el verso es sombra, ¿qué hace con el mío


la luz?... Si es luz…,¿la luz por qué lo extraña?

En La mujer de humo excesiva escribe:

Me pierdo en lo oscuro
me pierdo en lo claro,
en cada minuto
que pasa… en tus manos…

También en El perdedor intensa lo ofrece:

Hoy la devolveré a tu pecho ardiente


hecha sombra… ¡O hecha sol!

Estos ejemplos cortos dentro las tres creaciones líricas tienen


la función de mantener la conquista del reinado de las palabras-
pintura como tendencia. Aunque sea solo de esta manera con
ellos logra el efecto de la primacía, o por lo menos el aviso de la
vigencia.
Uno de los poemas más revisados de Dulce María, de este pri-
mer libro, es Si me quieres, quiéreme entera, en su decir estampa
íntegra lo que me convoca:

Si me quieres, quiéreme entera,


no por zonas de luz o sombra…
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, verde, y rubia,
y morena…
Quiéreme día,
quiéreme noche…
¡y madrugada en la ventana!...

Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda… O no me quieras!
26 Luis García de la Torre

En cada verso va y coloca el efecto, tanto discorde, como


de espectros, como alternando dispar entera-recortes. Todo un
abanico colorido que se mueve entre palabras contrarias, internas
y externas.
Ejercitaré más la tesis con el azar:

¿Es la alondra…?

(...)

al mañana de luz que eres tú mismo


y tú solo:
Está obscuro… Suena
(...)

Coloquio con la niña que no habla

(...)

Antonieta azul; gris más bien…(Si acaso


gris-azul como un ala de gaviota).

(...)

La impasible
No hay oro que deslumbre a tu pobreza
Ni oro de mina,
ni oro de estrella,
ni oro de los ojos que te miran…

Pobreza seca y dura tu pobreza


Cloruro de Mar Muerto,
impasibilidad
del Sahara amarillo bajo el cielo.
La familia Loynaz y Cuba 27

Espejismo

(...)

No están en mi horizonte, no brillas


aunque brilles con una luz de agua…

(...)

aunque beses… Reflejo, mentira


de agua tus ojos. Ciudad
de plata que me miente el prisma,
tus ojos… El verde que no existe,
la frescura de ninguna brisa,
la palabra de fuego que nadie
escribió sobre el muro… ¡Yo misma
proyectada en la noche por mi
ensueño, eso eres!... No brillas
aunque brilles… No besa tu beso…
¡Quien te amó sólo amaba cenizas!...

En Cataclismo se lee pura luz en imagen contrapropuesta con


el mismo símbolo según la sociedad occidental:

El sol se ha rajado
y cae un chorro de oro
sobre mi corazón.

Es un oro ardiente
que salta sobre las nubes
roto en chispas,
que muerde mi pecho
con muchos dientecillos encendidos…

El sol se ha rajado
y se desangra en luz
y me está ahogando…

¡Yo me muero del sol!


Le continúa Vuelvo a nacer en ti:
Vuelvo a nacer en ti:
28 Luis García de la Torre

Pequeña y blanca soy… La otra


-la obscura- que era yo, se quedó atrás

(...)

Silenciosa
he mirado a la luz -tu luz…-
¡Mi luz!

Al término de este libro aparece la creación quizás más auto-


biográfica y mencionada, no solo del poemario sino de la autora,
su Canto a la mujer estéril. En él me detengo.
En Canto… las palabras-pintura están llevadas a un nivel
extraordinario, más complejas en elaboración y por ende pues-
tas en una dimensión que precisa una mayor agudeza del lector.
No hablo del mensaje que se desdobla en conmoción y llega,
sino de las pistas sobre los extremos, los contrastes, los sí y no,
hablo de los bordes por donde ladean los espectros y ya no siem-
pre tan explícitos pero muy presentes. Quien se acerque a este
poema y quiera con entereza sumergirse, por todo lo que puso
en él Dulce María, debe ser capaz de evidenciar las palabras-
pinturas puestas como subproceso, complejo, de un propósito
ya de por sí muy intimista e intrínseco, y por ende enrevesado
si vamos no al mensaje sino al motivo lírico que lo hace ser, y
más si lo apreciamos como una develación de las entrañas de la
poetisa. Reconocerlas como alternativa importantísima coloca-
das por la autora para la comprensión cabal de lo que se debe
valorar. Llevado el recurso a otra altura merece el texto que un
agudo lector se nivele y llene todos los espacios de información
que nos propone conectando toda la cadena textual del poema y
de esta forma se regale interactuar cien por ciento con esta gran
obra.
Gabriela Mistral y Dulce María Loynaz vivieron de esta ma-
nera el episodio de un encuentro en el cual, trece años después de
escrito y ser leído, el diálogo sobre Canto… medió:
“En 1951, Dulce María, en compañía de su esposo, el perio-
dista canario Pablo Álvarez de Cañas, Osvaldo Valdés de la Paz
y la declamadora Aida Cuéllar, visitó Italia y se llegó a Rapallo
La familia Loynaz y Cuba 29

para encontrarse con Gabriela en la casa de la calle San Miguel


No 15, refugio modesto, de dos plantas, rodeado de un jardín
sin flores. La ganadora del Nobel de Literatura 1945, esperaba
ansiosa la llegada de los cubanos.
¡Mis queridos cubanos!- repetía emocionada, y abrazaba a
Dulce María, diciendo: -Con la llegada de ustedes me parecen
presentes todos los cariños que me han regalado en Cuba...
Cuántos dulces cariños inolvidables!.
Sin dejar hablar a los demás, proseguía:
Esta gran poetisa que es Dulce María me hace pensar mucho.
En Cuba conocí su libro primero, Versos, y leí el Canto a la Mujer
Estéril, que es obra maestra. ¿Qué hace ahora chiquita?....
Pablo le respondió que los editores de Aguilar reclamaban
otro libro de poemas en prosa. Gabriela frunció el ceño con sin-
cera alarma.
-Qué estoy escuchando!... No dejen que Dulce María abando-
ne la poesía por la prosa. Ella debe escribir solo poesía, pues en
ella vive el talento lírico que se encuentra en plenitud de creación.
De nuevo Pablo tomó la palabra para contestarle:
-Gabriela, nosotros recordamos de usted sus prosas magnífi-
cas que han contribuido también a su fama.
Ella ripostó malhumorada:
-Cosas querendonas, que nunca han merecido ser escritas y
divulgadas.
Y acercándose a Dulce María la abrazó.
-Tú tienes la gracia de la poesía. No huyas al dolor del parto,
a veces luminoso del verso, yendo a la prosa con pretexto de
descanso. Nuestro destino es cantar llorando...7.”
Canto a la mujer estéril es un gigante y hondo poema recoge-
dor de un pasaje de la vida de la autora, y siendo esta, no una ra-
zón, sino la razón más importante de su escritura, lleva ya de por
sí recostado el retrato de un contraste extremo: en una primera y
segunda relectura duele acercarse a esta revelación de intensa no
elección. Una tercera y cuarta ojeada lleva al seno de un agota-
miento de mujer explicitado en reflexiones que implicitas utili-
7. Gabriela y Dulce María de Aldo Martínez Malo.
30 Luis García de la Torre

zan todo el rato los tonos oscuros del no frente al pensamiento


tradicional de la luz-vida.
En su titulación traza tres palabras-pintura: exalta, da ful-
gor y concluye negando. Alaba, ilumina y opaca. Tres brochazos
concluyentes de lo por venir. Es bien clara con el lector.
En la primera estrofa categórica, tal vez por la costumbre de
explicitar o para sumergir feroz a quien la lee en la evidencia
directa y ayudarle, se inclina algo a la mención evidente del ex-
tremo oscuro, y cumple cierta función. Pero no es la tónica ni el
fuerte del texto que el recurso sea explícito:

Madre imposible: Pozo cegado, ánfora rota,


catedral sumergida…
Agua arriba de ti… Y sal. Y la remota
luz del sol que no llega a alcanzarte. La Vida
de tu pecho no pasa; en ti choca y rebota
la Vida y se va luego desviada, perdida,
hacia un lado -hacia un lado…-
¡Hacia dónde?...
Como la Noche, pasas por la tierra
sin dejar rastros
de tu sombra; y al grito ensangrentado
de la Vida, tu vida responde,
sorda como la divina sordera de los astros...

Está bien claro que el poema va pintado de opacidad y aun-


que presenta a la luz del sol lo hace desde el contraste de no luz,
sirviéndose de remota y no llega a alcanzarte. Pero sirvámonos
de las palabras-pintura presentes en la deducción y como Dulce
María las trabaja para lograr reacciones pictóricas en el lector
desde el inicio. En Madre imposible: Pozo cegado, ánfora rota,
/ catedral sumergida… / Agua arriba de ti… Y sal el hablante
no intenta, y lo logra, dejar ver cada una de estos hechos tan
distintos entre sí sino que lleva más bien a un dispersión men-
tal, mencionándolos conquista la nulidad, la conclusión mental
tajante, la inclinación negativa al hecho y obtiene del lector un
proceso intelectual, sobre la afirmación Madre imposible, que lo
La familia Loynaz y Cuba 31

que sigue como conclusión o consecuencia es llevar a quien lee


lápiz en mano a tachar la posibilidad entre rabioso-derrotado y
le queda solamente la resignación, y la curiosidad vencida, de
ver qué pasa en el resto del poema con su autora. Con un lápiz
negro y un rayado sombrío en el libro sabe que la batalla en su
lectura no será nada fácil. Dulce María muestra la gran poetisa
que es.
Repasemos otra estrofa donde las ideas se vuelven palabras-
pintura en el contraste blanco-negro:

Tú contra lo que quiere vivir; contra la ardiente


nebulosa de almas, contra la
obscura, miserable ansia de forma,
de cuerpo vivo, sufridor… de normas
que obedecer o que violar…
¡Contra toda la Vida, tú sola!...
¡Tú: la que estás
como un muro delante de la ola!

Lo mujer en su razón individual y social, simboliza la vida, la


humanidad, el destello que el ser humano necesita para su con-
tinuidad, tanto así que el acto de nacer se simboliza: dar a luz.
Lo femenino socialmente carga con el emblema del nacimiento,
es decir de la claridad. En esta estrofa contraria la naturaleza, lo
femenino es el freno a la existencia, es lo oscuro ante la claridad
que no deja llegar. El símil de los últimos versos ¡Tú: la que estás
/ como un muro delante de la ola! es Esfinge, es antinatural.
Quiero rescatar también la agudeza con la que aborda el re-
marque social que tiene esta estrofa y que sin dudas la autora
lo pincela al escribir sobre la presión del medio y que no hace
sino extremar el motivo lírico de normas / que obedecer o que
violar… la poetisa cuestiona, pesimista, que la existencia es en
fin un arremeter constante contra lo que nos tuerce la plenitud.
Dulce María pone negro sobre blanco en su persona todo el
rato, no se dice vida sino muerte, no se reconoce clara sino os-
cura, no se sabe proseguida sino cóncava. Y ahí en lo apagado,
cuando nos acostumbramos al claro-oscuro, a las palabras-pintu-
32 Luis García de la Torre

ra en blanco y negro, sin matices, Gabriela Mistral nos recuerda


que esa poesía … la dan a usted viva, vivísima y las dos mujeres,
una escribiéndose y la otra descubierta, espléndidas van y dejan
su herencia en estos versos:

¡Púdrale Dios la lengua al que la mueva


contra ti; clave tieso a una pared
el brazo que se atreva
a señalarte; la mano obscura de cueva
que eche una gota más de vinagre en tu sed!...
Los que quieren que sirvas para lo
que sirven las demás mujeres,
no saben que tú eres
Eva…
¡Eva sin maldición,
Eva blanca y dormida
en un jardín de flores, en un bosque de olor!...
¡No saben que tú guardas la llave de una vida!...
¡No saben que tú eres la madre estremecida
de un hijo que te llama desde el Sol!...

Y dichoso, y felizmente cursi, al final de una quinta lectura


me ofrezco de Dulce María Loynaz Muñoz la mejor escritora
cubana del siglo XX el alumbramiento de un inmenso destello
por una vida magna, el centelleo de una magnánima lírica, el
brillo de una novela atemporal e inubicable, el chispazo perenne
de epístolas y ensayos valientes y reveladores, y el parto de un
reconocimiento mundial gigante.
Cierra el año 1938 y se tienen en la isla logradas dos cosas de
las que por siempre se hablará, y en el resto del mundo: el primer
libro Versos de Dulce María Loynaz Muñoz, saboreado amplio
por la más grande poetisa chilena de todos los tiempos; y parada
en el umbral de la literatura cubana, lista, a la escritora más im-
portante de Cuba.
III.
Enrique Loynaz Muñoz en la poesía cubana
Su yo

Poeta y ensayista. Poseedor de un amplio conocimiento lite-


rario. Vivió en la escritura una realidad desasosegada en su yo
interior, que le hizo ser leal, en interés y forma, a un tipo de
lírica que dilató durante sus años más fértiles, y que se aparta
de lo que se produjo en esos años de la República. Sin embargo,
esto ha llevado a erradas conclusiones, poseía la fecundidad de la
variación, pero no le interesó, mucho más adelante lo retomaré1,
y como su escritura fue individualista, en sentido literario, social
y familiar, siempre generalmente se replicaba a su yo filosófico,
y lo demás era nulo. Hay dos razones que suponen lo planteado,
y son característica a quien se quiera acercar al autor: no le in-
teresaba publicar, por lo que encontrará poemas sin títulos, con
sutiles incongruencias que cierran el círculo consonante de “sí,
no publicar, no revisar”; y todos sus textos tienen la audacia, para
mí muy legítima ya que para ello es la lírica, de ser inalienable-
mentes personales en intento tal vez de sortilegio, quién sabrá,
por mucho que se teorice, quién podría develar un yo.
Perteneció a esa prole de poetas Loynaz: Dulce María, Carlos
Manuel y Flor. Todos creadores sucesivos, pero sin influenciarse
mutuamente, como no se conoce en la historia de la literatura otro
lazo filial común. Los cuatro indiferentes ante la existencia de
una lírica publicada, aludo que les hincaron los versos tan salidos
del alma en revoltijo con ese surtido cubano de lo impuro, que
tal vez era mejor afuera la no vida: “…Enrique, Carlos Manuel y
Flor (…) el primero, labraba versos y, avaro, los escondía, y re-
cién ahora se conocen algunos; el segundo, quemaba lo que es-
cribía; la tercera, Flor, mezcla de Gandhi y San Francisco, en su
palacio “Santa Bárbara” de La Coronela, en las afueras de La
Habana, rodeada por docenas de perros y gatos en inexplicable
convivencia, tejía poemas a una hoja de hierba o al ratoncitodel
sótano... Y Dulce, inevitablemente, tenía que ser poetisa…”.2 La
1. Abarcando dos etapas de sus producciones.
2. González Acosta Alejandro, La Dama de América. Madrid, Editorial
34 Luis García de la Torre

poesía les tenía poetas en ese filo de su nacimiento escritural,


momento clave, el resto del reposo en el tiempo, para nosotros
los lectores, lo ansiado, no les servía. La revisión, las lecturas y
ese contacto con la gente, ese manoseo, les iba aniquilando el
verso. Fue finito el margen de la palabra en cada uno de los Loy-
naz Muñoz, sobre todo para Enrique, Carlos Manuel y Flor, para
los hispanoamericanos inmenso. Dimitían de sus creaciones, y su
validez, para con el proceso literario cubano y sus lectores, per-
teneciendo al molde lírico de una época y sus razones: “Chacón3
subraya el sentido de renunciamiento que no era sólo propio de
Enrique Loynaz, sino que caracterizó a parte de su promoción
poética, como es el caso del alejamiento de la poesía, por otras
causas, de Rubén Martínez Villena4 (1899-1934), quien alrede-
dor de 1933 deja de escribir en versos, poco antes de su muerte;
o de Juan Marinello5 (1898-1977), que tras Liberación (1927)
apenas si luego escribe otros poemas; o de María Villar Buceta6
(1899-1977), de semejante trayectoria tras Unanimismo (1927);
o de José Zacarías Tallet7 (1893-1988), quien vino a publicar su
sola La semilla estéril en 1951…”.8 Y entre ellos, ya dicho, Enri-
que, sumando con su resta como tal, sin esperar particularidades
para la viva literatura de la isla. Pero no para su yo, a los quince
años ya reunía poesía, se sabía intelectual de labor y punto. Le
Betania, 2016.
3. (1893-1969) José María Chacón y Calvo. Estudioso cubano. Doctor en
Derecho y en Filosofía y Letras. Es autor, entre otros títulos, de Los orígenes
de la civilización, 1929; Estudios heredianos, 1939; Diario de la muerte de mi
madre, 1953; y Los días cubanos de Menéndez Pidal, 1961.
4. Intelectual y escritor cubano. Doctor en Derecho Civil y Público.
Revolucionario de la época de 1920 a 1930. Tuvo una breve pero importante
vida como poeta, destacan los poemas La Pupila Insomne, El gigante,
Insuficiencia de la escala y el iris y El anhelo inútil, entre otros.
5. Poeta, ensayista, periodista, crítico literario y político cubano, una de las
figuras intelectuales más relevantes de la cultura de su país. Doctor en Derecho
Civil y Público.
6. Poetisa, periodista, bibliotecaria y activista cubana. Formó parte de la
vanguardia de las décadas de 1920 y 1930.
7. Poeta y periodista cubano, considerado una de las figuras más importantes
de la poesía contemporánea. Premio Nacional de Literatura en 1984.
8. Cartas, pasión y poesía de Enrique Loynaz (Las cartas de Enrique Loynaz
Muñoz a José María Chacón y Calvo) de Virgilio López Lemus.
La familia Loynaz y Cuba 35

habían nacido, en perfecto estado lírico, versos que se respon-


dían a su propio destino de estar entre la mano y la no razón9 ya
escritos ¡Cuánta actitud! ¡Cuán noble íntegro su yo! Para el resto
nulidad. La marea de interioridades le daba los puertos a Enrique,
y la realización fue estrofa, y en el alma se le venía aclamando
más destreza, y el riesgo y las metas, ya se cumplieron y ¿qué
hacer? si lo sublime estaba ya puesto, y lo que seguía del curso
natural literario, no le acondicionaba el sentir y sí el distancia-
miento ¿Qué hacer? La respuesta era escriba, y quizás premoni-
toria: no hacer nada. El autor silenciaba a su hablante lírico, en
afán por no contaminarlo: “EG: ¿Usted cree todavía, Dulce, que
la poesía sea pura. En la actitud pura de la poesía? DML: Esa
era la obsesión de Juan Ramón (Jiménez)10. Y mi hermano decía
que sí. No creo que uno pueda. Sí creo en la poesía pura, pero me
parece muy difícil alcanzarla. Solamente muy contados. Quizá
mi mismo hermano Enrique, y desde luego Juan Ramón, que la
inventó.”11 Pura en camino y razón.
A Enrique Loynaz Muñoz, nacido justo un 5 de abril en 1904,
la literatura y las artes le llegan por consanguineidad y cercanía
inmediata. Sus antepasados, tenían talla inmensa: Silvestre de
Balboa12 y la poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda13, forma-
ban parte de su estirpe fundadora; su padre, presencia inmediata,
afecto de José Martí14, el General de Brigada del Ejército Liber-
tador Enrique Loynaz del Castillo15, compositor de aquellos ver-
9. Abogando por la subjetividad del género.
10. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en
1956.
11. Entrevista a Dulce María Loynaz, La Gaceta de Cuba, Cuba, noviembre-
diciembre, 1992, pp. 18-21 y transmitida en Gente de Palabra, programa de
radio de Radio Ciudad de la Habana, por Edmundo García.
12. (1563-1620) escritor castellano autor del primer texto literario en Cuba El
Espejo de Paciencia.
13. (1814-1873) escritora y poetisa cubana considerada una de las mayores
exponentes del romanticismo en Hispanoamérica.
14. (1853-1895) político, pensador, escritor, periodista, filósofo y poeta cubano.
Organizador de la guerra de independencia de 1895. Héroe Nacional de Cuba.
15. Enrique Loynaz formó parte de la Guerra del 95 junto con los tres
sostenedores históricos, y célebres, de la independencia de Cuba: Máximo
Gómez, José Martí, y Antonio Maceo. Fue el creador del Himno Invasor,
conocido como el segundo himno cubano.
36 Luis García de la Torre

sos cabalgados, que quizás le fueron hasta canción de cuna; y su


madre Doña Mercedes Muñoz Sañudo, una de las mujeres más
ricas herederas, de título nobiliario y gustos exquisitos pictóricos
colmados de imaginería paisajística, y dotada para el arte de la
música y el canto. Todos le antecedían en registro literario y en
compromiso cubano. Tal vez le pesaba la genealogía. Y Cuba,
con aquel arrastre de historia contigua, de fin de siglo16, donde
sobresalen sus dos cercanos, excepcionales hacedores de prosa
y poesía: Gertrudis Gómez de Avellaneda y José Martí. El yo de
Enrique nace ya con el peso del arte en la cuna y en los brazos de
su familia. Y a partir de ahí la lírica de la que formaría parte, qui-
siera o no, hizo válidas reformas y aportes a la literatura mundial
dentro del nuevo siglo17. Enrique se mantuvo ajeno a esta proli-
16. Cuba venía de un siglo XIX robustecida en el ámbito lírico con la presencia
en su cultura de Julián del Casal, como máxima figura del modernismo; Gabriel
de la Concepción Valdés, conocido también con el seudónimo de Plácido,
enriquecedor de la poesía afrocubana; Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el
Cucalambé, poeta popular; Juan Clemente Zenea, romántico; Gertrudis Gómez
de Avellaneda, Tula, la mayor exponente del modernismo hispanoamericano;
José Jacinto Milanés, poeta de una ternura melancólica; Juana Borrero, poeta
y pintora modernista; Luisa Pérez de Zambrana, poetisa con una obra marcada
por la Elegía; José María Heredia, primer poeta romántico; y José Martí,
considerado precursor también de lo moderno. En algunos la línea romántica
se hacía bien presente, y en otros, las ideas sociales y políticas, en total
compromiso con su país primaban.
17. En la República, a partir de 1902, incipientes autores seguirían potenciando,
el compromiso y la calidad. Escritores como Regino Boti, poeta con una obra
de marcado tema social; José Manuel Poveda, su poema El grito abuelo es
considerado antecedente del Negrismo en Cuba; Rubén Martínez Villena,
crítico de su realidad social; José Zacarías Tallet, impulsor de la poesía
contemporánea cubana; Regino Pedroso, iniciador de la poesía social; Eugenio
Florit, sólido literato cubano, en los años 90 fue varias veces propuesto para
el Premio Cervantes; Mariano Brull, iniciador del vanguardismo; Emilio
Ballagas, vanguardista, cultivador del neo romanticismo y la poesía negra;
Agustín Acosta, célebre escritor perteneciente al posmodernismo; y José
Zacarías Tallet, trascendente en la poesía contemporánea cubana. Luego
llegaría las vanguardias, las cuales parten en dos líneas diferentes: la realista,
de temática negra, social y política, donde su representante Nicolás Guillén
toma cabeza; y la introspectiva e intimista, que tuvo en su hermana Dulce María
Loynaz tremenda fuerza líricas. A partir de 1940, llega la segunda oleada de la
vanguardia cubana, con un grupo de escritores alrededor de la Revista Orígenes,
revista cubana y universal, y cuyo líder José Lezama Lima, figura cumbre de las
La familia Loynaz y Cuba 37

feración dentro de la cultura de la isla. Sí las ubicaba. Su misma


casa era lugar de reunión, por la basta cultura familiar. Pero aisló
el interés y nada se inclinaba a su escritura.
El escenario de la niñez del poeta, y sus hermanos, transcurre
en una casa esquinera de las calles Amistad y San Rafael18, arriba
de la joyería La Maison Française, de la época. De muy joven
se trasladan con su madre, luego del divorcio de sus padres, uno
de los primeros cuando aún no se estilaban, a una casona que
está, en la calle Línea y 14, ubicada en el Vedado, Ciudad de la
Habana, Cuba. La familia se acomoda ahí, cuando los hermanos
eran muy jóvenes: “fue en esa casa donde se forjó el carácter de
cada uno de ellos. “Ver los Loynaz” era la consigna del viajero
y, sencillamente, hacia allá iban. Como Federico19, que llegó un
buen día y le arruinó a Enrique una cuidadosa escritura legal20.
O como Juan Ramón, enlazado con la eterna Zenobia21 y des-
granando vellones a su paso. O como Gabriela22, con su voz de
bronce resonando en todos los rincones”.23 Ahí, él, y todos, con-
tinúan ilustrándose con preceptores particulares, que asistían al
letras cubanas y universales, reúne a: Ángel Gaztelu, con una obra definida por
Cintio Vitier como “fina captación de lo cubano”; Gastón Baquero, heredero
del modernismo; Virgilio Piñera, considerado uno de los autores más auténticos
de Cuba; Lorenzo García Vega, con una obra considerada “singular” dentro
de esta literatura por romper constantemente con conceptos y formas; Octavio
Smith, poeta moderno cubano; Cintio Vitier, erudito poeta cubano; Fina García
Marruz, exquisita poetisa, sus textos poseen la dualidad del espíritu y la
materia; y Eliseo Diego, uno de los más grandes poetas de habla hispana.
18. Municipio de Centro Habana, en Cuba.
19. (1898-1936) Federico García Lorca, poeta, dramaturgo y prosista español.
Mayor referente de la literatura española del siglo XX. Estuvo asiduamente con
los Loynaz, en la casa de Línea y 14, durante su visita a La Habana en 1930,
sobre todo con Flor que fue su acompañante y a quien le regaló el manuscrito
de “Yerma”.
20. Enrique se graduó de Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana en
1928, y a ratos ejercía su profesión.
21. (1887-1956) Zenobia Camprubí Aymar escritora y lingüista española.
Esposa de Juan Ramón Jiménez.
22. (1889-1957) Gabriela Mistral, seudónimo de Lucila de María del Perpetuo
Socorro Godoy Alcayaga. Poetisa, diplomática y pedagoga chilena. Premio
Nobel de Literatura en 1945, y Premio Nacional de Literatura de Chile en 1951.
23. González Acosta Alejandro, La Dama de América. Madrid, Editorial
Betania, 2016.
38 Luis García de la Torre

propio hogar a educarlos, y ejercitarlos, en el estudio y gusto por


las artes, les era favorito la confluencia de la música y la pintura,
los versos y el ostracismo vendrían después. A Enrique no, a él
le intentaban, pero no, le eran ajenos los maestros y maestras que
por decenas querían lograr su interés, se frustraba, no por la edu-
cación sino por el estímulo de los educandos. Y Enrique, además,
pasó demasiados años enfermo de niño: dolencias bronquiales
que le hacían la respiración discontinua - imaginen - con aque-
llos excesos nocturnos afiebrados del no aire anhelante, y la tos
expectorada, y los silbidos como tuba; e inflamadas las articula-
ciones de sus extremidades con un reuma propio de gente mayor,
y lo sabía y se condolía, sabe quién en qué, con sus menos de diez
años24. Encerrado en su pieza con una sola ventana, y la luna
en la oscuridad, el sol en la claridad y el cielo perenne, le eran
riego para lo que después vendría escrito - ay Dios - y nada más.
La madre de noche, el padre un momento, la abuela agitada, los
hermanos acunados en la risa propia de la edad, y Enrique siendo
quien después fuera para las letras cubanas: versos, naturaleza,
vínculo con lo perfecto y un hermético desinterés voluntario. Va-
rios cortos años después de su primera década, ya más maduro
el joven cuerpo, en correspondencia con su avezado espíritu, y
su inmerso yo, hizo que el Enrique lírico brotara. El arte y la
literatura le rebasaron el contenido y la forma a los quince años,
increíble, a los catorce recién, solo, estudia y se gradúa del Insti-
tuto de La Habana. El talentoso ego, preso de egoísta prudencia,
comenzó a escribir25.
24. Detalle de salud extraído de la correspondencia dirigida a José María
Chacón y Calvo, este la clasificó: “Carta autobiográfica de Enrique Loynaz
1924”. Está en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística en Cuba,
consultar.
25. A los quince años Enrique escribe su primer poema Los rieles en donde
ya va dando a conocer esa realidad particular y subjetiva. Regresado de unas
vacaciones en Canadá, y percibiendo que ya a Dulce María le emanaba su
obra, a través del poeta y periodista dominicano Osvaldo Bazil, que fue quien
dio conocer a su hermana, publica en el diario de La Habana La Nación, el
día 21 de marzo de 1920, con una breve nota bajo el título Los portaliras del
porvenir. Enrique Loynaz y Muñoz, el poema Sobre el mar. La sintonía de
ambos jóvenes con la lírica, y ser hijos del General Enrique Loynaz del Castillo
La familia Loynaz y Cuba 39

llamaron la atención. Así iría fraguándose el grupo el cual después se conocería


como Los nuevos. A Enrique sin embargo le caracterizaba su ostracismo y no
se mostraba en las reuniones literarias de la época, como las del Café Teatro
Martí. En abril de 1923, la revista El Fígaro, en su tirada de la página 183,
le publica Estaba solo en medio de la honda noche, texto que ahí aparecería
sin título, solo con una foto del autor a cuerpo entero y que sería incluido
posteriormente en la recopilación hecha por el crítico José Antonio Fernández
de Castro y Félix Lizaso, La poesía moderna en Cuba y como título ese primer
verso; las otros poemas serían Los rieles, Quiero ser algo inmaterial, Soñé con
una noche blanca, A lo lejos, El jardín bajo la lluvia, Pasó la procesión de
amigos, Aquel mar negro, Ella iba caminando, Con el pecho cargado de flores,
La estrella, Era la noche melodiosa y ¿Quién eres tú que pasas por el río?
En la publicación Social y su sección Escritores Jóvenes de mayo del anterior
citado 1923 le incluye tres textos Los rieles de 1920, En medio del estanque de
1921 y Quiero ser algo inmaterial de 1922. En 1925 en el diario La verdad,
de Murcia, aparecen algunos de sus poemas y es leído por aquellos lares, le
comenta Rafael Alberti a Chacón y Calvo en una carta fechada el 21 de enero de
ese año, ya que se presentan poemas también del español. Luego aparecen seis
textos, numerados de forma I al VI, por las maneras de no colocarles títulos,
en la compilación La poesía lírica en Cuba de 1927. Y un año más tarde se
incluyen en la voluminosa Evolución de la cultura cubana (1608-1927) de José
Manuel Carbonell y Rivero, y aparecen en el mismo orden los seis textos, del
I al VI. Juan Ramón Jiménez, en su paso por Cuba cuando vive su exilio, lo
incorpora a La poesía cubana de 1936 con cuatro de sus textos. Varios años
después, con motivo del cincuentenario de la República, Cintio Vitier, inserta
en Cincuenta años de poesía cubana (1902-1952)ocho poemas del autor, los ya
antes conocidos A lo lejos, Pasó la procesión de amigos, Con el pecho cargado
de flores, ¿Quién eres tú que pasas por el río?, El pescador, Entre los lirios, He
venido a buscar y No vayas a decirle...; en su análisis el estudioso cubano indica
de Enrique Loynaz: “Ha escrito un libro de ensayos sobre Guillermo Meister
y algunos capítulos de historia de la literatura castellana, todo ello inédito.
Tampoco ha publicado ningún libro de versos, aunque los tiene agrupados bajo
los siguientes títulos: Los poemas del amor y del vino, Faros lejanos, Un libro
místico, Canciones virginales, Canto a las sombras, Miscelánea y Después de
la vida, este último de 1937”. En 1967, en la revista Isla  de  la Universidad
Central de Las Villas, la cual dirige Samuel Feijóo, en su número de octubre-
diciembre, incluye el poema Entre los lirios; y Feijóo ese mismo año publica
otra muestra de sus textos en la antología Panorama de la poesía cubana
moderna. También el poeta uruguayo Mario Benedetti incluye a Enrique en la
selección Poesías de amor hispanoamericanas, la cual se edita en La Habana y
Montevideo en 1969. En 1984 Alejandro González Acosta, en  la revista Letras
Cubanas, publica Los Loynaz: textos inéditos. Ese mismo año, el 4 de abril, el
Museo Provincial de Historia de Pinar del Río, en Cuba, le ofrece un homenaje
y asisten sus hermanas Dulce María y Flor. En fecha posterior -1987- el
Gran Teatro de La Habana en un homenaje que se le rindió al poeta, edita el
40 Luis García de la Torre

Entre 1920 y 1921 emprende un viaje a Europa que hubiera po-


dido darle alas a su ser, sin embargo, sólo solventó su soledad. Se
emancipó de la tradicional importancia política familiar. Su vida
y obra demostraron tibieza ante la inclinación de ese tiempo hacia
los sucesos cubanos, fue rebelde y auténtico con su desarraigo.
Quizás fue la revancha ante todo lo que le estorbaba para su crea-
ción, familiar y social. En su obra no expresó lo que se exterioriza-
folleto Homenaje a Enrique Loynaz, obra que fue compilada por el estudioso y
crítico cubano Pedro Simón; dicho impreso incluye la serie de Los poemas del
amor y del vino, seis de los veinte poemas que la forman, y además los títulos Él
vendrá por la noche del ciclo Un libro místico, Pasos en la noche y Cuando
un aire inefable de Faros lejanos, Memento y Salmo de Versos dispersos..., Mi
métrica y Biografía de Versos de narración..., y un anexo de Documentos que
inserta una de las cartas escritas por Chacón y Calvo al poeta, varias opiniones
sobre su obra y una Cronología mínima. La revista Unión, en su número de
enero-marzo de 1988, da a conocer a través de su hermana Dulce María cuatro
de sus poemas. El 14 de junio de 1991 el diario ABC de Madrid incluye otros
textos del autor. En 1992, la Excma. Diputación Provincial de Valladolid y
la Fundación Jorge Guillén, bajo el ojo editorial del crítico Antonio Piedra y
la labor de compilación de Yamilé Manzor Llano, editan el título Alas en la
sombra,  con introducción de la propia hermana Dulce María, el cual abarca
algo de la obra poética de los hermanos Loynaz (Enrique, Carlos Manuel, Flor
y Dulce María, en ese orden) y la conforman de Enrique, textos de los cuales
solo uno no era inédito La oración del crepúsculo antes titulado con su primer
verso  Quiero ser algo inmaterial. Sigue en 1993, una edición artesanal, que
da a conocer el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura “Hermanos
Loynaz” de Pinar del Río en Cuba, con el título El misterio de las rocas
calladas, el cual reúne 22 poemas. Al otro año la revista Letras cubanas, en
su número 17, divulga algunas de las cartas enviadas por el poeta a José María
Chacón y Calvo, y se comentan especificidades de sus creaciones. En 1996
en suplemento Pasos del diario Guerrillero de Pinar del Río saca el artículo
Poesía en el tiempo de la investigadora Mariela Sieres Pita, junto con 4 de sus
poemas. Ya en 1998 ve la luz Génesis de una poesía trabajo de investigación
de de Mariela Sieres Pita, Rafael Bernal Castellanos y Everarda Vega, en Cuba.
Comenzando este siglo en el 2003 el Frente de Afirmación Hispanista, A.C.,
México da a conocer la Antología de la poesía cósmica y lírica de Enrique
Loynaz, con selección del poeta cubano Roberto Carlos Hernández Ferro. En el
2004 Ediciones Hermanos Loynaz, en Cuba, publica Poemas de amor y vino. Y
en el 2007 Ángel Augier,  poeta, ensayista, crítico literario y periodista cubano,
Premio Nacional de Literatura, realiza una compilación en la isla. Además,
es importante señalar que José María Chacón y Calvo, con quien tuvo una
excelente amistad, fue presentador y partícipe de la única lectura que hizo el
poeta en La Habana de 1943, en el Ateneo.
La familia Loynaz y Cuba 41

ba en Cuba, su universo era el de un yo constante coqueteando con


una soledad abrumadora.
Entre las pocas palabras dedicadas a su legado, recojo estas,
que aunque tienen cinceladas la vida y la sangre son sin duda las
emotivas-afectivas, y escriturales, más autorizadas: “Digamos que
su poesía fue la más pura y su mensaje el más alto: era un mensaje
dirigido muchas veces a Dios. No fue un poeta religioso, sino un
poeta místico, que es cosa muy distinta y muy ardua, y en nuestros
predios casi única.”26
Enrique Loynaz Muñoz dispuso sus obras en dos estadios: el
primero de 1920 a 1924 el cual incluye los títulos Un libro místico,
La canción en la sombra, Faros lejanos y Canciones virginales; y
el segundo de 1940 a 1945 en el cual agrupó sus textos en Misce-
lánea, Versos de narración y entretenimiento y Después de la vida.
De intermedio en 1925 escribe Los poemas del amor y del vino, un
libro luz de su oficio, y el cual impacientemente retomaré.

Entrampado en la oración de su manifiesto

De entre sus producciones, en 1922, aparece el exorbitante


poema-presentación La Oración del Crepúsculo. Texto que indi-
vidualiza a su inmerso yo, y caracteriza fatalmente casi toda su
producción. Hay que reconocer que si solamente hubiera escrito
esto, bastaría para estar, desde que se dio a conocer, esculpido en
los anales de la lírica cubana, en honor y majestuosidad. Tamaños
versos irán ganando páginas en la historia del arte literario, a me-
dida que se vaya estudiando y conociendo más su arte, pero no se
yerre marcándolo sin la virtud de la reinvención.
Léase como la lírica-declaración que es y que lo ubica en el
concepto místico por antonomasia. Lima con esta obra el antiguo
conflicto entre la poesía y la búsqueda constante de la expresión
que decanta lo místico en religioso. Porque lo religioso es la bús-
queda y lo místico es la vivencia del misterio, lo inmaterial. Dulce
María alude y coincido “es único”. Léase:
26. Introducción de Dulce María Loynaz al libro Alas en la sombra de los
Hermanos Loynaz, publicado por la Excma. Diputación Provincial de Valladolid
y Fundación Jorge Guillén, en 1992.
42 Luis García de la Torre

La Oración del Crepúsculo

¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!… Quisiera


no haber jamás nacido y no morir jamás;
ser tan sólo una fuerza: un color, un sonido,
una luz… Ser un claro de luna sobre el mar.

Ser un ardiente rayo de sol: Dar de mi fuego


y mi lumbre a la Tierra, ignorando que allá
en su seno, se agita como un sueño perenne,
como un misterio torvo, la ciega humanidad.

Ignorando sus vanos ideales, sus luchas


por las terrenas glorias y el error ancestral
de juzgarse a sí mismo grande, aún no sabiendo
por cuál causa ha nacido ni por cuál morirá.

No quisiera estar hecho de algo,


existir, solamente para luchar. Luchar
sin que el estéril río de la vida me lleve
dulcemente a un remanso de beatitud y paz.

¿Con qué divinos dedos libertar mi materia


de la prisión del mundo donde encerrada está?
-¿Cómo podré diluirme todo, todo en la nada,
en la luz?... ¡Mi Dios, quiero ser algo inmaterial!

Este texto posee la capacidad de levantarlo en el peldaño de


poeta místico de la isla, y lo hace. Ocupa el lugar señero. La nota
30 al pie de página ubica la publicación de este poema algu-
nos años después de haberse conocido otros de sus textos, pero la
potencia, la madurez tan espaciosa y la convicción tan activa de
su yo, aunque conocido luego, candidatea en calado y perfección
para ser el manifiesto literario de Enrique. El adjetivo místico tie-
ne su fuente en la palabra griega mystikós aparecida en el siglo
III, que significa cerrado o misterioso, tópico común en la pro-
yección de los versos más conocidos del autor. El abrazo entre su
poesía y la mística tienen aquí origen en el mismo propósito de
la una y la otra, la cercanía a lo absoluto, a lo no contaminado. El
que le concedan la peculiar unión de su yo con lo que conforma
Dios, en este caso lo etéreo anhelado. Costándole aun lo único que
La familia Loynaz y Cuba 43

realmente se posee, la vida. Plantea en él un estado anímico, que


aparece en la categoría de lo no asible, incorpóreo, proponiendo
el figurar espacial en lo suyo. Y aunque profesa una pretensión
religiosa, es arrastrado el lector, indudablemente, por el término
inmaterial, lo puro, lo volátil y en esa imagen construida delira
la mente. Este poema místico de Enrique funden idea y literatura
en comunión, retomando el “uno” y la tarea va hecha: purifica la
ilusión del autor, su empeño en el lenguaje es pedir, y da anhelo al
lector, para saber si su apetito fue atendido, por lo que el texto no
solo es máximo sino que lleva la curiosidad a por más de su obra.
Y nadie lo heredó, aunque nadaba en las aguas del posmodernis-
mo, ni cubano alguno lo antecedió: La Oración del Crepúsculo
tiene un lenguaje exclusivo, aislado en él mismo, regodeándose
auténtico entre sus propias raíces loynazes, y así continuamente
se me repite en cada lectura.
Cuántos ocaso habrá revisado el niño Enrique desde su úni-
ca ventana, y qué pensamientos inmortales le habrán llenado
distraído el deseo, para el acabamiento de ese dolor físico y que
no fue, y que en el crepúsculo se acentúan: recuerde un simple
malestar como insiste en el justo instante cuando el claror llega
al día hasta que sale el sol definitivo, y no dan deseos de laborar
para nada; o desde que el sol quiere ya ponerse hasta que oscu-
rece, y la fatiga determina una continuada pésima noche. Y por
años introspectivo pidiendo ser eterno sin tormentos, y ver fuerza
en el color, el sonido, la luz, la sal; ver fuerza en donde el común
de los seres ve relajamiento. O ya muy joven, cuán recogido en su
propia intimidad, en perplejidades y recelos para con lo que no se
comparte o entiende, pero que abunda en su mundano alrededor,
cualquier cosa pudiera ser lo que le provocaba encogimiento, y le
hacía sentirse vano en su meollo, y le es mucho más sano, lógico
y condescendiente renunciar a todo lo terrenal, y ser artífice en
el reposo del hombre, comprendiendo lo inmaterial como lo que
realmente da vida a la vida. Piensa, tú que lees, hoy en tu poco
tiempo de yo-existencia, o mejor dicho, en tu yo-supervivencia
diaria, y qué es lo que te podría dar pujanza, y se te concede unos
pocas semanas al año, ya que hay que seguir: un color preferido,
un sonido estimulante, una luz gustada, una luna apacible y un
mar vacacional. Enrique lo quería concedido alejado siempre, ya.
44 Luis García de la Torre

Y como todo texto del que escribe para sí tiene un lazo, y


quizás el lector se descuida, pero es imposible que el autor no
perciba, se contradice cuando pretende Ser un ardiente rayo de
sol: Dar de mi fuego / y mi lumbre a la Tierra, ignorando que
allá / en su seno, se agita como un sueño perenne, / como un
misterio torvo, la ciega humanidad para luego ansiar No quisiera
estar hecho de algo, / existir, solamente para luchar. Luchar / sin
que el estéril río de la vida me lleve / dulcemente a un remanso
de beatitud y paz! Enrique primero deja ver su individualidad,
ajena a Cuba, para después ser un poco parte de esta; tal vez
colocar la esencia familiar dentro del texto es llenarlo ¿propó-
sito o despropósito? ¿Le pesó lo Loynaz? Me inclino porque el
destello es egoísmo, raíz, garra para su fe, y se alude ser un poco
Dios “se hizo la luz”. La luz en el designio feroz de lo alejado,
lo misterioso, lo inmaterial, lo contemplativo: ardiente, dar mi
fuego pero ignorando. Como Bárbara en Jardín1 “…ser un poco
dios dispensador de mercedes.” Ante el tenue, espantoso y ciego
mundo poseído que se inclina por sus mismos desórdenes y cala-
midades. Que padece todas las guerras y ni idea, o tal vez cansa-
do de esa lid del siglo anterior, independentista, de su padre que
es Cuba viva. Generacionalmente queriendo ser otra luz, y no la
gloria que no para de ser contada, en su cuna, entre sus allegados,
en hombros y tan, tan, tan cargante para su honda personalidad
juvenil. Odiando ver continuo lo vivido en el pasado, e intentan-
do, ser disímil para el futuro. Quiere ser despojado de todo, ser
sublime sin materia, ser aislado en lo más íntimo y alejarse de lo
corpóreo del ser humano, zafarse. Ser la luminosidad de todo y
de todos, por dentro y hacia afuera, a salvarse refulgiendo, pero
muy lejos del exterior mundo cubano, que le detiene y estorba
para el deseo expresado; y cuando entrampa el texto articulando
lo contrario, lo dicho, le brotó lo Loynaz.
Como texto con presunción mística del siglo XX, y sin des-
tacables interioridades de figuras literarias, directo, veo solo un
halo de imagen y el mero hipérbaton ¿Con qué divinos dedos
libertar mi materia / de la prisión del mundo donde encerrada
está?, esta experiencia que pretende sucede fuera de los claus-
1. Personaje protagonista de la novela lírica de su hermana Dulce María Loynaz.
La familia Loynaz y Cuba 45

tros y órdenes religiosas, y llega en el ruido, en la vida moder-


na, característica también de otros autores afines, en la cual se
amontonan el cúmulo de errores cometidos desde siempre, y a
los que más bien Enrique procura expulsar de su yo totalmente.
Acullá, bien distante, remoto extremo ante el influjo externo del
hombre. En estos otros literatos, que en su siglo enunciaron una
vida activa en obra y “profesión” sobre la mística latinoamerica-
na, y entendiendo la diferencia “vocacional”, en esta declaración
no encontramos lo que en la mayoría de los demás: por un lado,
reunido el afán de conjugarse con el servicio solidario a favor
del pueblo, dejando una vasta obra en tal sentido, por ejemplo
Ernesto Cardenal2, Oscar Romero3 y Helder Camara4; y por otro,
autores sucesivos, pero también cumbres nacionales, los cuales
tuvieron más bien una relación de formación, marcada por el ob-
sequio u homenaje por la fe a Dios, aunque todos de singular
manera, Eliseo Diego5, Fina García-Marruz6, Ángel Gaztelu7,
2. (1925- ) sacerdote, teólogo, poeta, traductor, escultor y político nicaragüense.
Su poesía mística y religiosa se configura a partir de las circunstancias histórico-
sociales, con una muy propia identidad personal. Léase su Canto Cósmico.
3. (1917-1980) arzobispo salvadoreño. Hablaba en poesía, dijo, que no quería
gozar, ni descansar mientras hubiera un pueblo salvadoreño a quien liberar.  Su
palabra la encausó hacia la liberación y  la justicia de los pobres. Léase Sé que
mi hora se acerca.
4. (1909-1999) arzobispo brasileño, defensor de los derechos humanos y
teólogo de la liberación. Léase Hijo de rey.
5. (1920-1994) poeta, escritor y ensayista cubano. Premio Nacional de
Literatura en 1986 y Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del
Caribe Juan Rulfo en 1993. La poesía de Eliseo Diego, entrevista por Emilio
Bejel, University of Florida, Gainesville: “Sabes que soy religioso. En todo el
transcurso de mi vida, y aun en todo lo que escribo, hay un sentido religioso,
aunque a veces no sea totalmente obvio en el sentido superficial.”. Léase Voy
a nombrar la cosas.
6. (1923- ) poetisa e investigadora literaria cubana. Lo místico-religioso
presente en mucho de los textos de la obra de García Marruz, se evidencia
de disímiles maneras: en los misterios de la fe cristiana; en lo enigmático; en
los paisajes por ser creación de Dios; y en el intentar acercar al hombre a la
esencia de su creador, en converger la mística con el raciocinio que le permite
darse cuenta al lector de que los aspectos materiales del mundo, y de las cosas,
coexisten en lo concreto y en lo inmaterial. Léase Las miradas perdidas.
7. (1914- 2003) sacerdote y poeta cubano. Su poesía presenta un aura
modernista; una estética ligada a los poetas de su época, los del grupo Orígenes
del cual formó parte; la visión de la tradición de los místicos San Juan de la
46 Luis García de la Torre

Lezama Lima8, y hasta Virgilio Piñera9. En Enrique La Oración


del Crepúsculo, su yo-manifiesto, alega otra experiencia. Sus
pares todos iban inspirados en el contexto personal educativo o
temporal, Loynaz iba a lo muy particular de su individual cos-
mos, purgado de lo exterior, sin querer ser ni parte. Reitero según
Dulce María “…y en nuestros predios casi única.”: entrampado
¿Cómo podré diluirme todo, todo en la nada, / en la luz?... ¡Mi
Dios, ¡quiero ser algo inmaterial¡

… donde he bebido...

Con Los poemas del amor y del vino el poeta se aleja de cual-
quier tendencia que a su obra le caracterizó, y que he podido con-
sultar, o referenciar, entre los pocos estudiosos de sus creaciones.
El aura ajena que trajeó siempre a Enrique, y que lo indicaba a lo
largo y ancho de su ser como un escritor desasido de todo domi-
nio externo, acá se fuga en este libro. Con 20 años escribe estos
poemas haciendo notar sin dudas como todo su ente se vuelca a
ellos sintiéndolos-pensándolos, y escribe y corrige. Me aventuro
por estas singularidades que le denotan un válido interés, que fue
él poemario favoritos del autor, o por lo menos el más trabaja-
do, al deber recobrarse de sí mismo y las proyecciones místicas.
Reposición que entre los conceptos filosóficos, ipseidad y mis-
midad, podrían separar al Enrique autor de La Oración..., del de
Cruz o Santa Teresa de Jesús; y una fuerte mirada católica de conservar las
maneras y tradiciones. Léase Oración y meditación de la noche.
8. (1910- 1976) poeta, novelista, cuentista y ensayista cubano. En Lezama Lima
hay presente una mística-poética ante la creación. Ve la poesía como existencia.
La literatura en analogía con lo divino. Ve extensión entre la entidad y el poeta.
Su obra, hace gala de erudición enciclopédica y subjetividad. Posee la luz de
los poetas místicos, en correspondencia con la lírica como género divino y la
intelectualidad del decir. Fue su camino a seguir, y dentro del cual creó grandes
originalidades para la literatura cubana, las cuales se conocen y estudian por
todo el mundo. Léase, toda su obra.
9. (1912-1979) poeta, cuentista, novelista y dramaturgo cubano. Su relación
con lo divino, y lo místico, que existe sin dudas, lo lleva a los contrastes, a
lo claro-oscuro. Las tradiciones religiosas le son extrañas, no ve en Dios un
ente para exaltar ni idealizar, lo cuestiona, pero le tiene fe. Léase Un teológico
atracón.
La familia Loynaz y Cuba 47

este poemario, el cual le tendió como una tregua frente a lo que


siempre se le achacó. En su etapa mística, respondería al concep-
to de ipseidad, ya que, este como texto representativo, recurre en
sí a la unión de su yo consigo mismo, lo cual le responde a su
individualidad histórica y hermética, a la identidad personal que
le distinguió del resto de la cubanía literaria, social y familiar, de
la época; y en contrapunto, en Los poemas del amor y el vino, le
guerrea explayarse en lo profano, mismidad, y son textos sujetos
a un ser de experiencia: se complace en el devenir del ser hombre
junto a una mujer, de gozar la edad moza y de la Baco naturaleza
que le calienta una inspiración contundente, en todo momento de
la clandestinidad amatoria.
Ya referido anteriormente, Enrique estuvo presente, sin perte-
necer por elección propia, en esas décadas de gloria de la poesía
cubana. La cual venía transitando del modernismo, al posmoder-
nismo y luego pasó a las vanguardias, en Cuba con sus singula-
ridades, y en el resto de América. La brillantez de Los poemas…
está cursada en la legalidad de presentar a un hombre distanciado
completamente del mundo interior que le circulaba, y acorazaba
en sus otros textos. Lo coloca en lo externo. Le hace emprender
confesiones versadas muy comunes, que lo alejan de ese afán de
hermetismo, por el deseo de consumar con su amada, y beber, y
sitúan al autor en un real romanticismo veinteañero, de primera
mitad del siglo XIX, en ese predominio del deseo sobre la razón,
y que en los ejemplos que continúan sugieren un amor más bien
entre aguas escondidas, por lo imposible de su visualidad social,
pero igual da la pelea para su carnalidad.
Es un texto en general sensitivo, de maneras suaves, con un
estatismo de elementos que constantemente se suceden y solo va-
rían en el anhelo, según las oportunidades. Que gira siempre en-
tre lirios, colores, Cuba, el vino y un erotismo consumado. Él se
afana en las sombras con ella, entre estos pocos recursos mencio-
nados. Enrique logra un equilibrio simple de cubanía romántica
de época, hablando de cosas reales, de las cosas que le cercan, y
le provocan en sus versos, y en sus escondrijos. Estas realidades
las expresa, y aunque realidad al fin, pueden ser interpretadas de
disímiles maneras, para nada unisignificativas.
48 Luis García de la Torre

Inmerso entonces entre los poemas, y sus propósitos, van apa-


reciendo en su franqueo, constantes, estos pilares.

Poema 3:

Nuestra embriaguez es como la embriaguez / que hace al lirio


/ dormir toda la noche sobre el agua del río

Poema 7:

Qué de lirios y qué de estrellas en el estanque. (...) / …¡Qué


de estrellas y qué de lirios en el agua! / ¿Es que los lirios se vol-
vieron estrellas blancas?

Poema 15:

Llena de la primavera del mundo y del cielo. / Llena de lirios.


/ Cierto que hemos llorado toda / la noche pero en nuestro / co-
razón, hay rocío, / hay lirios / y sobre todo, hay vino...

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi


amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace
un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir
/ cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear
vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios
manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca
luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies
suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa-
parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan,
se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata
/ y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo
de aguas…

La utilización del lirio hace velar en los textos lo fortunio de


lo exótico, lo único. Es símbolo de flor de mundo, y testigo de
La familia Loynaz y Cuba 49

esos momentos singulares. La idea de transición que abarca su


naturaleza habla del espacio que lo amatorio sugiere en la vida y
obra del autor. El sentido oculto amoroso, que denota explícito,
y que se permite superar durante los textos, aun por lo vetado de
la relación, transgrede lo social y familiar de época. No obstante
a lo disimulado, su entrega y mención, desde la antigüedad10 se
le atribuye, a desearle una vida esperanzadora a quien lo tiene a
su alrededor. Así mismo es señal de amor incondicional11 y de
pureza en todo sentido, priorizando la lealtad. Lo que descubre al
autor en su apogeo amoroso.

Poema 2:

La hoja amarilla sueña al caer… / Amada mía

(...)

La hoja amarilla llora al caer… / Es posible

Poema 7:

unas hojas amarillas se llevan el aire, / muy aprisa.

Poema 8:

El beso de mi amada es amarillo / como una flor de loto. Es


amarillo / como sus labios llenos de rocío, / como su corazón
lleno de lirios.

(...)

Mi amada es amarilla como un vino / amarillo, que nunca fue


bebido…

10. Los romanos y los griegos obsequiaban coronas de lirios para desear una
espléndida vida.
11. En la etapa victoriana los amantes lo entregaban en señal de amor.
50 Luis García de la Torre

Poema 14:

Cuando la beso se pone amarilla / y verde cuando la acaricio.


/ Yo no sé que embriaguez será esta / de mi amor que parece de
vino.

El color amarillo aporta la ventura interna y la fertilidad


en la carne. Su brillantez hace acudir al lujo que supone el en-
cuentro, a la fiesta de cada día. Expresa la vivez de la mente en la
expresión de un pensamiento alentado por el estar.

Poema 3:

… y nuestro vino es como el azul derretido / que se apaga en


el fondo azul de cada zafiro,

Poema 6:

Todo lo pone azul mi corazón. Anoche / en el jardín lucías


tan azul,

(...)

Toda tú: que eras como un azul entrañable / diluido en otro


azul que no eras tú.

Poema 12:

Extendidos los brazos va derecho hacia el mar…/ Con la mi-


rada suspendida busca un / secreto, no sabe dónde: y en sus ojos
/ el secreto del mar parece más azul.

(...)

sus dedos -exquisitos- limadores de azul.


La familia Loynaz y Cuba 51

Lo azul tranquiliza lo finito de la relación, no será. Sus en-


cuentros son inmortales, sagrados, divinos. Van al fondo: al co-
razón, a lo entrañable, a lo secreto. En su Cuba, en su mar, y en
su cielo, Enrique coloca el azul como faraónico presente, eterno.

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi


amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace
un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir
/ cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear
vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios
manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca
luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies
suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa-
parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan,
se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata
/ y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo
de aguas…

Poema 18:

Yo sólo necesito beber como si fuera / un vino negro tu negra


mirada.

Poema 20:

La que yo amo es negra como un vino / y yo estoy ebrio,


cuando / diluida en la luz de la / noche encantada / ella viene
despacio. / Nadie la visto nunca y apenas yo podría / insinuar
como es la que yo amo:

(...)

De todos modos ella sola llena / mi corazón, es lo bastante


en sueños, a mi lado / cuando en la noche clara / con la música
oscura de mi flauta / de ébano, la llamo. / Me basta con saber
52 Luis García de la Torre

que es negra de una / negrura intensa / como de nube de verano


/ como de agua remansada que se duerme / como de vino -inten-
samente negro- de amor, / ¡para mis labios!

Poema 21:

Mujer negra y profunda ¡Vino celeste / de no sé qué cielo! /


Negro vino, profundamente negro, / donde he bebido…

Utiliza el blanco como escondrijo de su amor y lo presenta en


el poema con una anhelante mujer blanca; y remata en el 20 y el
21 cubanizando la consumación con otra mujer, una negra que
asocia a la delación del misterio, a la elegancia y la sensualidad
de estar escondido en ella, donde nadie sospecha. Mujeres blan-
cas y negras son Cuba. En el brillo de su poesía se inculpa entre
estas supuestas dos mujeres, y recién al llegar al final cae la duda
de por quiénes se escribieron los versos. El color arrasa el velo,
fue blanca una, que encanto; sin embargo la negra fue suprema:
en ella bebió, se emborrachó en un disfrute bien pausado, activo,
y por nadie fue visto. Enrique se envalentona en su penúltimo
y último texto confesando su banquete oculto, de mucho amor
y tanto vino. Deja a Cuba un poemario antiautor, para lo que se
esperaría de él, según alimentó.

Poema 1:

Amor: -¿Cuál música está ahora temblando entre / los rama-


jes de los pinares?

Poema 2:

¿Tú sientes la tristeza o la dicha que trae / para nosotros en


el ardor de este verano?

(...)

en esta tarde de verano malva y roja


La familia Loynaz y Cuba 53

Poema 20:

Pero parece que cuando ella viene, / el palmar hondo sueña /


y cada hoja es una melodía en el bosque / de mangos… / Tal vez
ella no vivió nunca en este valle / donde
la busco

(...)

las ramas negras del palmar se inclinan / en la noche clara

(...)

y cada hoja es una melodía remota / en el bosque de mangos.


/ En sueños, ¡en mis sueños! / La luna redonda ilumina las cañas
bravas en / enero de un modo extraño / ¡luna de enero entre las
cañas bravas!

Indudablemente va transitando el texto por la isla y sus pre-


textos: pinares, verano, palmares, mangos, valles, cañas bravas.
En ese año de escritura, los motivos cubanos, van echando relie-
ve a las estaciones, desde enero hasta la estival. Por la mano de
Enrique se ensalzan logrando ilar la naturaleza caldeada de los
versos con las dulces melodías de la flora nombrada, y la cual
acomoda, para lograr el efecto de escondrijo cómplice, usando
para ello la inmensidad que Cuba, en su barrio presumo, le pone
delante.

Poema 1:

Cuando tú te acerques, todo esto caerá de / rodillas, amor


mío…

Poema 3:

Amada mía, este amor nuestro sabe a vino… / Pero ¿Es un


solo vino o, son todos los vinos / o ningún vino de la tierra? ...Un
54 Luis García de la Torre

imprevisto / saber -¿a qué?- saber a dolor infinito / ¿El dolor a


qué sabe? ...Ah sí. ¡sabe a lirios! / Nuestra embriaguez es como
la embriaguez / que hace al lirio / dormir toda la noche sobre el
agua del río / y nuestro vino es como el azul derretido / que se
apaga en el fondo azul de cada zafiro, / que se enciende en las
estrellas de media noche / cuando en el jardín palidecen todas
las flores.

Poema 5:

No sé por qué, hoy te llevo / en mis labios… más adentro, /


en mi pecho / … más adentro, / en mi corazón. / Hoy te siento /
correr por mi sangre de fuego. / Hoy te siento cantar en mi si-
lencio… / … más adentro, / hoy: Te llevo / en todo lo que tengo
y, aún no tengo, / en todo lo que deseo, / en todo lo que pienso, /
en todo lo que sueño, / en todo lo que busco, ¡aún más adentro!

Poema 10:

… ¿Su corazón, todo lo ama / o su corazón no ama nada? /


Sobre su boca una granada / partida… y sobre la granada de su
boca / una abeja loca. / ¿Su boca? ...Los racimos de uvas, las
moras / …¿Su boca ríe ante todas las cosas / o su boca llora? /
Sobre su cuerpo una bandada de palomas / en invierno, en estío:
las mariposas. / ¿Su cuerpo? ¿Por qué canta la alondra / a la
llegada de la aurora? / ¿Por qué los lotos han dormido toda /
la noche y ahora tienen el frescor de la onda / y la palidez de la
aurora? / ¿Su cuerpo? / ¡Qué de aromas! / ¿Su cuerpo? / ¡Qué
de sombras!

Poema 11:

Por más que mi amada es / como la fruta y yo soy / como la


dulzura de / la fruta, nunca / sintió / mi corazón, desde ayer / al
lado suyo hasta hoy / tanta sed / de dulzura, ni gozó / un placer /
tan parecido al dolor: / Yo se bien / que le hablé ¡mucho!del sol, /
de la lna y de lo que / seguramente ella no / me podía responder;
La familia Loynaz y Cuba 55

/ yo sé bien que todos los / minutos, al lado de / mi amada, para


mí son / o al menos, debían ser / los más dulces… Pero lo / que
no comprendo tal vez / en este dolor, / es por qué, / sal tengo en
el corazón / y no miel…

Poema 13:

Dos copas de vino mi amada me ofrece / cuando con sus


ojos me mira / y otra copa de vino parece / su boca que ríe y
suspira. / Pero yo prefiero / del vino que guarda escondido mi
amada / en la más secreta luz de su mirada / Del vino ligero /
que sabe a caricia y a herida, / que sabe a su vida y mi vida /
juntas… y no sabe nada: / Del vino ligero / por el que ella vive
y yo muero…

Poema 16:

Entre los lirios, no podría / decir cuál es el cuerpo de mi


amada. / Cuando baja a bañarse sola / por la mañana / y hace
un aire claro / y está llena de lirios el agua, / Nadie puede decir
/ cuál es el cuerpo de mi amada. / Su cabello parece blanquear
vagamente, / son más blancas sus manos blancas, / como lirios
manchados de vino, ¡son más blancas! / y hasta su roja boca
luce blanca. / Son blancos sus ojos / como sus pestañas, / los pies
suaves como leche se derriten / poco a poco en el agua, / desa-
parecen sus hombros y luego sus senos, / los brazos se alargan,
se ablandan, / extrañamente, como / si fueran dos cintas de plata
/ y su piel parece entonces hecha de agua de lirios / de un brillo
de aguas…

Poema 18:

Es muy tarde… Tal vez es demasiado / tarde para vivir. Apaga


ya tu lámpara. / Yo sólo necesito beber como si fuera / un vino
negro tu negra mirada.
56 Luis García de la Torre

Poema 19:

Tú también tienes mucho miedo; en tus ojos ebrios / he visto


pasar un / reflejo -pena sospechable- de otra vida / y de otra
insospechable juventud.

Poema 20:

La que yo amo es negra como un vino / y yo estoy ebrio, cuan-


do / diluida en la luz de la noche encantada / ella viene despacio.
/ Nadie la visto nunca y apenas yo podría / insinuar como es la
que yo amo:

(...)

De todos modos ella sola llena / mi corazón, es lo bastante


en sueños, a mi lado / cuando en la noche clara / con la música
oscura de mi flauta / de ébano, la llamo. / Me basta con saber
que es negra de una / negrura intensa / como de nube de verano
/ como de agua remansada que se duerme / como de vino -inten-
samente negro- de amor, / ¡para mis labios!

Poema 21:

Mujer negra y profunda ¡Vino celeste / de no sé qué cielo! /


Negro vino, profundamente negro, / donde he bebido...

Y descorriendo el prejuicio que le afama, le da ánimo amplia-


mente a: la carne y el vino, o el erotismo y el licor, o el sexo y la
bebida. Revelado se deja leer.
La poesía debe ser siempre motivo de estudio en la forma. Ir
a su núcleo no se estila, es irreverencia ante el autor y el lector.
Obsérvese desde su función estética para mantener el respeto
por su carácter autónomo, y particular. Infringir ello puede se-
pultar a los análisis que lo intenten. De la frontera hacia acá,
véase la forma de la obra y el código, y no intente traspasarla.
Vaya, y en cierta medida, al contexto artístico que desarrolla el
La familia Loynaz y Cuba 57

poeta, no al histórico ya que el verso admite multiplicidad de


criterios.
Sin embargo, en un autor como Enrique Loynaz Muñoz, al
cual la poesía le fue híper intimista, de él para él, se debe des-
entrañar desde su contenido, desde para lo que la escribió, fue
productivo, y no tuvo linealidad.

“Adentrarse en la poesía de Enrique Loynaz es traspasar las


fronteras de la realidad y el sueño con todos los riesgos que ello
conlleva...”.

Dulce María Loynaz


IV
Carlos Manuel Loynaz Muñoz, “el más
brillante”1

Carlos, como le nombraban, tuvo años de iluminación poéti-


ca, muchos lo ignoran, pocos se han asomado a su obra.
La redescubrí a 6,414 km de donde estoy2. Pretendo, sin licen-
cias y, ciertamente impulsado por el gusto de sus letras, ofrecer-
las. Y es en definitiva lo significativo de todas estas palabras que
acá continúo. Intento el estímulo de su lectura, y dar algo de luz a
quien se le acerque. Sépase que cabalgará sobre pocos versos, y
de alguien que fue embrollado. Están entonces, por el orden que
se debe, al final, es lo determinante de este texto; o, ceda a vagar
sobre Carlos:
Un 3 de agosto de 1906 nace el más pequeño de los hombres
de los hermanos Loynaz Muñoz, con todo lo que en la historia
familiar, y de la época, supone el mérito de ser el benjamín: “Mi
familia no me trató nunca como niña prodigio3 y si a alguien se
le dio este tratamiento, fue solo a mi hermano Carlos Manuel.”4;
y aunque le sucedió otra hermana Flor5, Beba, tres años después,
venía con la majestuosidad, en todo, de ser esa mujer que des-
pués fue.
Hijo del General y de María de las Mercedes Muñoz Sañu-
do6, Carlos es testigo de las corridas de los hermanos mayores,
y pronto se les uniría a Dulce María y a Enrique, en aquella mo-
1. Palabras de Dulce María Loynaz sobre su hermano.
2. Distancia de Santiago de Chile a La Habana Vieja, en Cuba.
3. (1902-1997) Dulce María Loynaz Muñoz, escritora cubana. Una de las
principales figuras de la poesía y las letras universales. La más grande escritora
cubana del siglo XX. Premio Nacional de Literatura en 1987 y Premio Cervantes
en 1992.
4. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 23 de febrero de 1982.
5. (1908-1985) Flor Loynaz Muñoz, poetisa cubana. Nunca tomó en serio su
poesía y la importancia de sí misma en la lírica. Sus textos fueron rescatados
por Dulce María en un gran afán por darles vida.
6. Pertenecía a una de las familias más ricas y antiguas de Cuba. Tenía especial
inclinación por las artes pictóricas y la música.
La familia Loynaz y Cuba 59

rada de la calle Amistad con San Rafael7. Ya nacida Flor, y los


cuatro en edad juvenil, se trasladan entonces a una casona de la
calle Línea y 148, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana, a
inmortalizar más, el linaje y la vivienda, los cuales no tardan en
anclarse, por siempre, en historia mutua a Cuba, y viceversa.
Aquel predio formaría parte de la estirpe familiar: el espíritu
soleado, de mar y de arte, le allegan y conforman, sin embargo
Carlos, como su hermano mayor Enrique, preferiría las sombras.
Los hermanos Loynaz estudian en casa con preceptores parti-
culares, crecen y se encapsulan. Allí, durante la primera mitad
del siglo XX, el mundo exterior se les interna: “Su falta de fe
me obliga a explicarle ciertas pequeñeces hogareñas, como por
ejemplo que suelo visitar a mi hermana que vive en el ala dere-
cha de la casa que da a Línea de cuatro a cinco de la tarde y a
mi madre de cinco a seis, y que a las seis suele llegar mi señor
esposo…”9 Todos ellos durante esa media centuria legitiman sus
creaciones. Y cuanto más creaban, más extendían, inconscientes,
su dádiva a la escritura cubana ante Hispanoamérica.
Carlos, delante de todos, poseía la habilidad del dibujo, la
música y lo animaban a que escribiera poesía: “ ...nuestro her-
mano Carlos Manuel, que nunca se doctoró, pudo adquirir una
de las culturas más extensas que he conocido, al extremo que se
le llamaba en el círculo íntimo, la Enciclopedia Viva.(...) …solo
nuestro hermano Carlos Manuel persistió en aquel rumbo; sus
incursiones poéticas fueron breves, extrañas y esporádicas, bien
que muy ponderadas por lo que pocos las conocieron, entre ellos
Juan Ramón Jiménez10 y Lorca11. Yo sigo pensando que su verda-
dero reino era la música. Ya desde sus primeros años dominaba
7. Municipio de Centro Habana, en Cuba.
8. En ella se sitúa la novela inmortal de Dulce María Loynaz Jardín; y muchos
otros textos de los cuatro hermanos.
9. Cartas que no se extraviaron, a Virgilio Piñera en 1938.
10. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en
1956.
11. (1898-1936) Federico García Lorca, poeta, dramaturgo y prosista español.
Mayor referente de la literatura española del siglo XX. Estuvo asiduamente con
las Loynaz, en la casa de Línea y 14, durante su visita a La Habana en 1930,
sobre todo con Flor que fue su acompañante y a quien le regaló el manuscrito
de Yerma.
60 Luis García de la Torre

el piano, y andando el tiempo se hizo un consumado ejecutante


en el cual granaba un original compositor.”12. Se conservan muy
pocos poemas suyos13 y según la persona más autorizada, Dulce
María, al reflexionar sobre ellos expresó: “...de lo que él quedó
se deduce fue su estilo más leve, más aligerado de filosofía.”14
Lo primero a indicar es que de la veintena de poemas que,
funestamente, solo se conservan, todos abarcan un período muy
joven de su vida, fueron escritos entre el año 1920 y 1929; es
decir, entre los catorce y los veintitrés años: “Carlos Manuel des-
truyó casi toda su poesía… (...)... la traidora enfermedad que lo
sorprendió en plena juventud y que agotó sus fuerzas creadoras.
Acaso fue una cuerda, un arco que se tensó demasiado.”15 Dulce
María, años antes, también había referido: “Esto también parece
una mala pasada del destino, pero después de todo procuro con-
solarme pensando que esa sería la clase de muerte que desearía
para mí16; y es probablemente lo que tendré. Sin descendencia
directa, con solo dos hermanos a mi lado, y los dos de fragilísima
salud17, parece natural que yo los sobreviva y me alegro de que
así sea. ¿Qué sería de ellos son mí?”18 Además, de cualquier
otro registro se conserva nada: “De Carlos Manuel también qui-
siera que usted tuviera alguno, pero él nunca concurrió a un
estudio fotográfico y solo quedan unas cuantas instantáneas de
Kodak.”19 Por lo tanto, se atesoran menos de diez años de una
producción que fue calcinada por su misma intención, tal vez no
voluntad: “La obra de Carlos Manuel sí se perdió totalmente; se
12. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en
la sombra.
13. Los publicados en Alas en la sombra, una veintena, y a los que me referiré
con posterioridad.
14. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en
la sombra.
15. Palabras de Dulce María Loynaz en la Introducción del poemario Alas en
la sombra.
16. Cartas que no se extraviaron, dirigida a Aldo Martínez Malo el 19 de
febrero de 1976, se refiere a su segundo esposo Pablo Álvarez de Cañas el
cual fallece en 1974 , y a su hermano Enrique Loynaz Muñoz que fue en 1966.
17. Carlos Manuel, el cual fallece un año después, el 18 de agosto; y Flor
Loynaz un 22 de junio de 1985.
18. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de febrero de 1976.
19. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de junio de 1977.
La familia Loynaz y Cuba 61

perdió con un drama de García Lorca que este le había dedica-


do, El Público, del que ahora se habla tanto, pero le aseguro que
no valía la pena. Probablemente el que dicen haber aparecido en
Nueva York es apócrifo.”20
Con tan dilatada cultura, y hermetismo, es bien complejo ir al
influjo, de un tierno Carlos de catorce años, pero evidencia en sus
líneas ser heredero de un modernismo enrolado con algo más, y
este “algo más” atribuido, por supuesto, a haber tenido una muy
vasta biblioteca y haberla consumido. Con acomodo y erudición
pudo beber de la mejor literatura; y por supuesto de esa primera
generación de modernistas, de finales de siglo XIX, y que le cal-
zaban a su interior, sobre todo con un predilecto familiar Julián
del Casal21. Poeta admirado por todos los hermanos, y a Carlos le
llega por actitud: Julián del Casal vivió poco y en soledad; Carlos
vivió poco con voluntad, y cuando un ser se aleja mentalmente,
está solo en su espacio, aun rodeado de gente, y se hace infran-
queable en su mundo figurado.
Incitado, fue con su pluma reciente a cantar, en medio de una
Cuba republicana, en apogeo. Es un Loynaz, no le versó su voz
a la moda patriótica22. A los catorce años va a romper con lo an-
terior y comienza a formar parte de lo suyo. Bien personal, crea
arte de sí, no es adquirido, está en él, individual y subjetivo, lejos
de las vanguardias y la otra poesía, por ejemplo afrocubana, se-
gún van los intereses sociales despuntando. Y cuando el escritor
no pretende que nadie se asome a su obra, posee libertad innata:
lejos desandan entonces los egos y los compromisos. Carlos iba
independiente en su escondite.
Colocando los textos en orden temporal, en este primero, Las
tejedoras, se divisa una lírica aplicada avanzando. Tiende a com-
binar su alma aciaga con la sustancia nocturna cubierta por la
bruma personificada en velo. Escribe un poema terrorífico ado-
lescente que asemeja más un panorama lejos del trópico, propio
20. Cartas que no se extraviaron. La Habana, 19 de junio de 1977.
21. (1863-1893) Excelente poeta cubano. Precursor del modernismo.
22. En esta etapa el país vive cambios en lo político, social y económico: se
termina la última Guerra de Independencia (1895-1898) y las consecuencias
que trae; y pocos años después le continúa la Primera Guerra Mundial, y en
1917, de una forma u otra, Cuba recibe los influjos de esta.
62 Luis García de la Torre

de países bien al norte o europeos, con colores de invierno, bas-


tante apocados, respondiendo además a su ánimo personal tras-
pasado al escritural. Acciona su propio paisaje combinado entre
sus viajes y sus lecturas. Lejos de la realidad caribeña e influido
por quién sabe qué cosa sentida en un pecho que enrola tanto lo
oscuro. Selecto en la ejecución escritural y sin igual ante lo que
nos propone a los ojos y su alma transcribe. Pasa del modernis-
mo, del post, de sus contemporáneos, y si hay un autor que con
esta edad se le divisa, y acecha en este poema, es sin lugar a du-
das el foráneo Edgar Allan Poe23, y llega a ser ese “algo más” de
su biblioteca, que mencioné anteriormente.
Tal vez hasta se diría que pudiera ser un pensamiento adoles-
cente, típico en pesimismo, pero al ir a este texto tan bien labora-
do, se anula la idea, y más bien me rodea que de su espíritu donde
confluyen los catorce años, la sangre patriótica y burguesa, los
intereses artísticos por montones y un ánimo peculiar, siempre a
tiempo de estallar, simplemente se me ocurre leyendo estos ver-
sos que de esta alma no se pudo ni se podrá saber nada.
Por la forma, son versos adquiridos de la lírica europea, tie-
nen algo de los parnasionos24. Se leen catorces versos de arte
mayor: dos cuartetos de rima consonante ABAB:ABAB, y dos
tercetos CCD:EED. Mucho tenía que curiosear Carlos, entre es-
tudios, para escribir este soneto tan joven, tan pulido. Es basto
interés y creación constante. Escribe con una métrica alejandrina
rigurosa y controlada, no da cabida para licencias, una joya.
En su elaborado trabajo, prima, ya dicho, la personificación.
El título sugiere la labor de la bruma, como ser, ante lo natural, y
va hilando su manto hasta forrarlo todo. Nombra elementos de la
naturaleza que accionan: La bruma, con sus manos heladas; las
rubias arboledas; sacude la floresta su melena salvaje; el viento,
se ríe a carcajadas; el viento, azotando las negras siluetas del
boscaje; el arroyuelo se esconde; la Bruma, encajes desplegan-
do tras las nubes del cielo; además con la bruma, con sus hilos
23. (1809-1849) crítico, escritor y poeta norteamericano. Conocido como uno
de los más importantes escritores universales de todos los tiempos.
24. Movimiento literario francés de la segunda mitad del siglo XIX. En
respuesta al Romanticismo, cuidaban mucho la forma y pretendían ser ajenos
a la realidad social.
La familia Loynaz y Cuba 63

de plata confecciona una metáfora, que si bien no es compleja


y es cómoda, es la necesaria referencia al título; y por último,
transfiere al penúltimo verso, el símil mientras surge la Luna
como una araña inmensa, que junto con la imagen del primer
cuarteto la fantasma de las manos heladas (...) / Lentamente, los
cuervos en lóbregas bandadas, / prosiguen su diabólico, infinito
viraje van dando, al inicio y al final del soneto, pasos al infra-
mundo plateado.
Está presto como buen poeta: obra para sí, crea poco y figura
harto.
Para continuar dándole un orden, ab ovo, y utilizado el térmi-
no lo jubilo de la narrativa, y me ayudo con el concepto, aparecen
rescatados, después, un poema de 1922, y seguidos otros diez de
1923. A estos textos redimidos podría fijárseles un “trecho”. En
el cual se reúne un universo sucedido de azul, primavera, rosas,
estrellas, sol, fuego, agua, rana, y lo bendito. La esencia de cada
una de estas palabras, son al contexto de Carlos, inexactas en lo
que indican con sus acepciones. La realidad continua presente
en las obras de estos años, y la lógica utilización de estos sustan-
tivos de manera bien peculiar, inusitada, no son un estado para
nada a modelo. El idioma tiene sus hábitos, y comúnmente se-
rían vocablos afortunados, válidos, y hasta flojos para cualquiera.
Pero entendiendo que para el joven poeta son los verbos del ba-
rrio, los que tiene a la mano viviendo en esa casona bien cerca del
mar, y de muy aventajada ubicación dentro de su ciudad local,
los tuerce originalmente haciéndoles desaparecer lo elemental, y
los utiliza más bien para dar con ellos una vuelta filosófica sobre
lo que plantea: Azul todo y todo… / y azul nada, nada; / ¡azul
que penetras, / azul, toda el alma!; y no tengo amor, / ni tengo
/ primavera.; Ella se quitó las rosas, / y sin saber, / la amé más,
que como rosa, / como mujer.; Los viejos se inclinan / sobre las
hojas secas, / a dormir. / Las estrellas caen formando / caminos
nuevos.; Las estrellas paren estrellas (...) / Yo sueño a veces (...) /
y ellas / empezarán a caer / en cascadas de luz sobre la tierra.; El
sol había llegado / al Cenit / Y yo lloré mucho.; (Atrás se quedó
la tarde / y ahora, la paz). / Traedme un poco / de aceite para
las heridas…; Yo debí, en otra vida, / haber sido una rana; Di,
perro (...) / Y tú, rana verde; Guano bendito que me dieron (...)
64 Luis García de la Torre

para quemarte cuando haya / tormentas y caigan rayos.; y Como


un pequeño insecto / he caído en la bruma.
Son poemas escritos entrados los diecisiete años, donde con-
tinúa la vida definiéndose, sin embargo ya a esa edad le iban
acuñando, constantes, esas controversias filosóficas con las que
Dulce María ligeramente determina la poesía de Carlos. Podría ir
más allá, fueron proverbiales augurios.
A continuación encontrará poemas de sus dieciocho años,
que tienen por denominador “el misterio, la intriga, el secreto,
la discreción, la reserva, el sigilo, el ocultamiento y lo hondo”,
léase Mis enemigos me preguntan: ¿por qué quieres… Y en Adi-
vinanza lo lleva a un nivel lúdico, propone jugar; esparcirse con
el enigma enrevesado, el pasatiempo secreto, la reserva de la res-
puesta en la intimidad y se da al lector el enigma. La solución
es tu ejercicio, tu dilema, “tira la pelota”. Después se lee Flores,
un texto breve y logrado. La actitud apostrófica lo hace moverse
entre lo objetivo y subjetivo de cada cual, con un simbolismo a
merced de cada psiquis; sabemos la respuesta, mas no el detalle:
es una flor negra y profunda, y otra flor blanca y terrible; una
grave y la otra grande y... se queda el poema pendiente, como
en las conjeturas, o lo que sea capaz de revelar el lector con lo
que abre: mi corazón, y con lo que sea para él intocable. Es un
escrito inacabado en apariencia, pero relativo a cada subjetivi-
dad, dependiente de cada cual. Cómodo en su métrica octosílaba,
por el confort idiomático del español, y luce en su lectura como
que un Carlos joven lo ideó, lo plasma y cierra su cuaderno de
versos o da vuelta a la página, dándonos el tan llevado y traído
hoy minimalismo.
Y Carlos Manuel Loynaz Muñoz cumple sus veinte años, y
reunidos cuatro poemas de hasta los veintitrés, los defino en un
ciclo de “satisfacción”. Puras caricias al contenido de cada es-
trofa; como en sonrisa, léase Yo tengo un jardín de Abril…. Los
encamina por dos senderos: uno, etario triunfante, está explícito
en Cumpleaños; y en otro que media la festividad, lo humano, la
luz, y la coloca definitiva, en rango superior sí, pero padeciéndo-
la, como que puede saltar, ya que algo acecha en algún recoveco.
Se leen los cuatro poemas esperando el mazazo, y no llega defi-
nitivo. Noto la lectura de Nietzsche en estos años, se le aparecen
La familia Loynaz y Cuba 65

abogando aparentes espíritus libres: él, el auditorio de Ana y el


agrimensor. Estos espíritus libres fueron para el filósofo un cam-
bio radical de las tres figuras supremas de la cultura tradicional:
el Santo, el artista y el sabio. Carlos quiere reflejar este cambio
en sus textos. Estos conceptos le versan al Loynaz chico en sus
poemas de los veinte, le aligera alegre la biología, y en ellos in-
tenta hacer nacer algo transformador: él celebrando, el público
distendido, y el técnico artista en su interés; pero ojo, es solo apa-
riencia, y se le imponen los 180 grados, y vuelve todo al punto
inexacto, cuestionador, inseguro, e implícito, de su filosofía. Le
da explícitas riendas a Nietzsche en su concepto de cambio, pero
las recoge para sí, en lo deductivo. La escritura de los cuatro son
la concesión de una velada veinteañera, como forma tradicional
de posición dominante en acto noble, superior ante agitaciones y
miserias diarias.
Por último, que al final ubiqué, aparece en esta edición un
poema sin fecha, libre, Ella era.... El cual podría ser insertado,
entre los cuatro momentos en que reúno su obra, en los textos de
los dieciséis o diecisiete años: por los elementos nombrados; y
por el énfasis rotundo de la antítesis al torcer filosófico lo que hay
entre él y ella, dando cada vez la espalda y finalizando en cada
estrofa con lo que solo coincide entre ellos, un punto final.
El hermano “más brillante” de los Loynaz murió tres veces:
la primera vez fue azarosa, cuando enfermó; la otra fue radical,
cuando destruyó su obra; y la última fue natural, la que antes o
después llega, a él en 1977.
El hermano “más brillante” de Dulce María, Enrique y Flor
murió sí, tres veces, no es extraño dado su gusto por los giros fi-
losóficos. Lo sorprendente es que, a pesar de él mismo, continúa
resucitado en su camino providencial por la poesía cubana, con
estas veinte obras, y que siempre estará habitándonos:

Las tejedoras

La bruma, la fantasma de las manos heladas,


con sus hilos de plata, va cubriendo el paisaje.
Lentamente, los cuervos en lóbregas bandadas,
prosiguen su diabólico, infinito viraje.
66 Luis García de la Torre

De rubias arboledas y plantas desgajadas,


sacude la floresta su melena salvaje.
El viento, el invisible, se ríe a carcajadas
azotando las negras siluetas del boscaje.

Arroyuelo que otrora fue azul anacarado


se esconde bajo el techo que al caer han formado
las ramas esparcidas por el húmedo suelo.

Todo ha quedado envuelto entre la Bruma densa,


mientras surge la Luna como una araña inmensa,
encajes desplegando tras las nubes del cielo.
(1920)25

Azul todo, todo


en la tarde cálida.
Azules los cielos
y azul en las casas.
Azul de la piedra
azul, torres chatas.
Azules los puentes,
y azul la montaña.
Azul, horizontes,
azul, tierras bajas.
Azul, cielo en fuegos,
azul, agua mansa.
Azul que se aviva
y azul que se opaca.
Azul todo, todo
en la tarde cálida.
Azul todo y todo…
y azul nada, nada;
¡azul que penetras,
azul, toda el alma!
(1922)26

25. Tiene 14 años.


26. Tiene 16 años.
La familia Loynaz y Cuba 67

Yo te daría…

Yo te daría mi amor
vestido de primavera,
pero soy ciego, señor,
y no tengo amor,
ni tengo
primavera.
(1923)27

Ella...

Ella se vistió de rosas


y olía a rosa;
y yo le dije:
¿Por qué te vistes de rosas
si eres rosa tú también?
Ella se quitó las rosas,
y sin saber,
la amé más, que como rosa,
como mujer.
(1923)

Esperanza

Las rosas caen, y de pétalos se han formado


caminos nuevos.

Las hojas caen;


hojas de oro cayendo forman
caminos nuevos.

Los niños caminan


sobre la blancura
de las rosas.

27. Tiene 17 años.


68 Luis García de la Torre

Los viejos se inclinan


sobre las hojas secas,
a dormir.

Las estrellas caen formando


caminos nuevos.
(1923)

Parto celeste

Las estrellas paren estrellas


y el cielo tiene, cada noche,
cientos de estrellas nuevas.
Yo sueño a veces
que han de llegar noches espléndidas
en que el cielo rebosará
¡de estrellas!
y ellas
empezarán a caer
en cascadas de luz sobre la tierra.
(1923)

Cenit

El sol iba subiendo


poco a poco
Y yo no creía más.
El sol iba ya
muy alto
Y yo no amaba ya.
El sol había llegado
al Cenit
Y yo lloré mucho.
(1923)

¡Qué no me den los vinos!


¡Qué no me den de las mieles!
La familia Loynaz y Cuba 69

Solo quedar quiero.


¡Dejadme quedar un rato
junto al fuego, entre vosotros!
(Atrás se quedó la tarde
y ahora, la paz).
Traedme un poco
de aceite para las heridas…
(1923)

Yo debí, en otra vida,


haber sido una rana
¡cantando alegremente
a la orilla del agua!
¡Quién sabe qué palabras
le dijera a la lluvia,
en un idioma claro
y lleno de frescura!
(1923)

Di, perro, ¿a quién llamas


bajo la noche inquieta?
¿amas la luna? ¿estás, acaso,
enamorado de una estrella?

Y tú, rana verde


que floreces en el agua
y cantas cuando llueve:
¿amas el agua?
(1923)

Guano bendito que me dieron


en un Domingo de Ramos
en la iglesita del pueblo
de aquel pueblecito blanco.
Yo siempre te he de guardar
en un rincón de mi cuarto
para quemarte cuando haya
70 Luis García de la Torre

tormentas y caigan rayos.


Guano bendito que me dieron
en un Domingo de Ramos.
(1923)

Como un pequeño insecto


he caído en la bruma.
Ella me va absorbiendo
poco a poco; mis manos
se están volviendo azul,
poco a poco; mis ojos
se están volviendo azul,
poco a poco; mi alma
se va volviendo azul,
poco a poco.
(1923)

Mis enemigos me preguntan: ¿por qué quieres


a esa joven extrañamente pálida?
No lleva flores en los cabellos, y la tristeza
parece reflejarse en su mirada…
Y yo he pensado, sin responderles:
sus ojos son tristes, no lleva rosas
a los cabellos atadas,
y cuando sus pies huellan apenas las cañas junto al río,
mi corazón queda herido como flauta.
Dejad que las otras acrecienten el día
con el áureo esplendor de sus espejos y de sus ajorcas.
Tú sola, y solo para mí, casi no eres
lumbre de estrellas que se reflejan en el agua.
(1924)28

Adivinanza

No tiene forma alguna,


tampoco melodía ni ritmo;

28. Tiene 18 años.


La familia Loynaz y Cuba 71

y sin embargo,
Él es la armonía.
(1924)

Flores

Flor negra y profunda. Tú,


la más grave, la que abre
en el corazón almendra,
plexo solar de los árboles.

Y tú, flor blanca y terrible,


la más grande, la que abre
en las cumbres intocables.
(1924)

Cumpleaños

Ayer cumplí veinte años…


Oro ardiente,
la tarde entró por la ventana abierta
en cantigas de pájaros, al giro
de las niñas jugando a la rueda.

Ayer cumplí veinte años; todavía


me llevo al corazón las manos… ¿Eran
así las historietas que contaban?
Allí dentro hay un pájaro que tiembla.

Vamos a sonreírnos que es verano


y se cubren de rosas las cancelas…
¡Qué es muy dulce vivir cuando se tiene
libros, papel y un poco de tristeza…!

Los árboles dan fruto, los caminos


son largos y los ríos al mar llevan.
72 Luis García de la Torre

Ayer cumplí veinte años, ¡y ya tengo


-de oro ardiente- en mis manos una estrella!
(1926)29

Oyendo el estudio 27 de Clementi

Noche del conservatorio


que es hoy su noche de gala,
y viene a tocar el piano
la pequeña y dulce Ana.
Con su vestido de tul
tiene el aire de una garza;
las alas se le han caído
y ¡no puede levantarlas!
Los caballeros de guante,
dicen cosas a las damas;
de un abanico que cae
se oye un rumor a distancia.
Niñas con clave de sol,
cintas azules, rosadas…
Noche del conservatorio;
¡con traje de luminarias!
Y cuando el gran tiovivo
empieza, Ana se levanta;
-sus trenzas son oro vivo,
de paloma a su garganta-.
El piano la espera y ella
debe atravesar la sala:
Con el filo de un suspiro
rompe los nervios que la atan,
y al piano enfila sus pasos
saltándose las miradas
sin caer… y Tararín…
(¿No ven cómo está de pálida?)
Tararín, tararán…
29. Tiene 20 años.
La familia Loynaz y Cuba 73

(Parece un lirio de aguas…)


Tararán, tararín…

Las notas chisporrotean


como luces de Bengala.
Si una fusa o una corchea
se fuga del pentagrama,
ella las caza en el aire
por la punta de las alas.
La casa de Ana está lejos
en una calle arbolada
y ella va al conservatorio
en bicicleta de plata.
Contando va las farolas
que de su umbral la separan,
pero hoy las ve en el teclado
bajo sus manos heladas;
las teclas negras son árboles,
farolas las teclas blancas.
Ya faltan pocas. Mas, ¡ay!
ya la niña se desmaya…
Alguien va a buscar corriendo
la bicicleta de plata…
Todos aplauden y nadie
ve la muerte en su mirada.
Ella sintió que sonreía
y las luces se apagaban.
Deja su atril el Maestro;
sus abanicos las damas;
sus guantes dejan caer
aquellos que los llevaban.
¡Vuelan jirones de música,
vuelan por toda la sala!...
¡Y enterraron bajo el piano
a la dulce y frágil Ana!...
(1927)30

30. Tiene 21 años.


74 Luis García de la Torre

Yo tengo un jardín de Abril,


y en él guardo yo una flor,
y también un ruiseñor

que canta en el mes de Abril.

La niña de los Pinares


va con su cántaro al río:

debe tener los pies suaves:


¡Qué no se hiera, Dios mío!

Dicen que tengo un jardín


y que en él guardo una flor,
y también un ruiseñor.
Dicen que tengo un jardín

La niña se va alejando
bajo el dulce anochecer…
Yo la he quedado mirando:
¡Qué no se vaya a caer!

Tengo un jardín en Abril.


Tengo un jardín y una flor.
Y también un ruiseñor.
Un jardín en pleno Abril.
(1927)

Retrato de E.Q.L

Este que ves de pelo de alambre recortado,


hundida la mirada, fruncido el entrecejo,
no es místico ni es sabio ni es orador ni es viejo:
Es un agrimensor modesto y recatado.

De la verdad haciendo su culto más preciado,


rechaza de su mente todo lo que es complejo
La familia Loynaz y Cuba 75

y en virtud del Gran Orden, que en él es don añejo,


sus ideas de plomo funde en molde cuadrado.

La acción vulgarizante de la vida moderna


lo volvió maquinaria. Era hombre caverna;
y aún puede que un recodo de humanidad se esconda

bajo la honda muy honda de su vida incipiente,


pues guarda entre sus útiles, casi secretamente,
un lienzo a medio hacer que copia a la Gioconda.
(1929)31

Ella era…

Ella era un ave


y yo una culebra.

Ella se eleva
y yo me iba arrastrando.

Ella subía a la montaña


y yo me ocultaba en la tierra.

Ella era la estrella


y a mí me cegaba la luz.

(Sin fecha)

31. Tiene 23 años.


V.
Flor Loynaz Muñoz “Beba”, entre la mujer
atemporal y la poesía laboratorio

Persigo este objetivo titular, releo a Flor Loynaz, indago, y


aclaro que mi inicio no va entre ideas cien por ciento sucedidas.
El texto por lo tanto más bien prefiero transitarlo, y ofrecerlo,
de lo inexplicable al mencionado fin. Esta verdad de su vida1 ha
1. Alejandro González Acosta, La Dama de América.
Flor: un personaje en busca de autor
Al recordar a Dulce María no puedo evitar que me salte en el recuerdo su
hermana Flor, “Beba” como le decíamos. Lejos de ser “una chiflada” como
alguien ha dicho, era una persona centrada pero en su mundo muy particular,
desde joven. Aún si no hubiera sido hermana de Dulce y de sus otros hermanos,
ni hija del general mambí, habría que escribir un libro sobre ella. Era una exce-
lente poetisa pero sus inspiraciones provenían de otra dimensión. Vegetariana
desde niña pero al mismo tiempo fumadora empedernida de largos habanos y
aficionada al buen ron, vivió gran parte de sus últimos años, antes de cambiarse
a casa de Dulce, en su mansión del reparto La Coronela, en la Finca “Santa
Bárbara” (Calle 212, esquina con 31, Municipio de La Lisa) dedicada así por la
niña protagonista de la novela Jardín. Dulce solía decir: “Mi hermana es Flor,
pero con espinas, y yo, de Dulce sólo tengo el nombre…” Tenía mucha razón.
Ambas tenían temperamentos fuertes pero curiosamente complementarios:
cuando estallaba una la otra la apaciguaba y lo contrario. Eran como el Ying y
el Yang del Tao confuciano.
Algún día debería escribir sobre Flor con más espacio. Pero aquí, sólo para
representar la relación con su hermana –la más importante de ambas, pues fue-
ron las últimas de la estirpe, la mayor y la menor de los hermanos- debo señalar
que era un personaje de leyenda: de joven se involucró con el grupo ABC y el
Directorio Estudiantil Universitario, organizaciones de acción violenta, a tal
punto, que fue quien manejaba el Fiat desde donde se disparó en el puente
de “El Laguito” a Clemente Vázquez Bello, entonces Presidente del Senado
durante el gobierno del Presidente Gerardo Machado. Años después, cuando le
presenté a una nieta de este señor, le dijo: “¿Tú sabes la historia, muchacha? …
Hijita, pero eso fue hace tanto tiempo que tú no me tendrás rencor, ¿verdad?”
Como un detalle asombroso relacionado con este suceso, debo comentar que en
esa época, a pesar de la movilización policiaca, nunca se encontró el automóvil
con el que se perpetró el atentado (además, pertenecía al padre de Dulce y Flor,
entonces consejero de Estado). Para ocultarlo, Flor decidió esconderlo donde
nunca se le ocurriría a nadie buscarlo: en el techo de su casa. Desconozco cómo
lo subieron pero luego construyeron encima del auto una caseta de madera con
La familia Loynaz y Cuba 77

una puerta apenas, y allí pude verlo en varias oportunidades muchos años des-
pués, tal cual estaba cuando lo ocultaron, con gruesas capas de polvo y espesas
telarañas, como un testigo impasible del tiempo. Tengo entendido que ese auto
se encuentra ahora en el Museo del Automóvil en La Habana Vieja.
Más tarde, durante una visita de Luis Buñuel a La Habana, se acarició la
posibilidad de hacer una película con la novela Jardín, con una juvenil María
Félix como protagonista y dirigida por el español, en esa misma casa, pero no
prosperó el proyecto pues hubo una manifiesta incompatibilidad entre la toda-
vía aun no “Doña” y la cubana.
Hubo que esperar mucho tiempo para que el cine llegara a esa “casa fan-
tasmagórica”.
Cuando se filmó en su casa la película Los sobrevivientes (basada en un
cuento de Antonio Benítez Rojo, “Estatuas sepultadas”), aquello fue entre epo-
peya y zarzuela: uno de sus queridos gatos murió aplastado por un despren-
dimiento del techo y se veló en su cama; “ofició” como “sacerdote” Germán
Pinelli (interpretaba al padre Orozco en la película de Tomás Gutiérrez Alea;
alrededor del lecho mortuorio, muy puestos en sus papeles, estaban también
Enrique Santiesteban, Carlos Ruiz de la Tejera -recientemente fallecido-, To-
más Gutiérrez Alea y Eusebio Leal, quien dijo unas sentidas palabras de des-
pedida al felino).
Habitaba sola la enorme mansión, vestida con una suerte de túnica griega y
con el cabello cortado “a la motilona” (como si le hubieran colocado la mitad
de un coco en el cráneo y afeitado el resto), fumando sus imponentes habanos y
seguida por una multitud de perros y gatos. En unos de los Censos de Población
–no recuerdo bien si fue en 1970- a un despistado encuestador le correspondió
visitar la casa de Flor y ella misma me contó el diálogo; después de preguntarle
sus datos generales como nombre completo y edad, le inquirió: “Profesión”.
Respuesta lacónica de Flor: “Propietaria”. “Señora, dijo el muchacho, esa no
es una profesión”. Y ella ripostó: “Eso lo dice usted, joven, porque quizá nunca
ha tenido una propiedad, pero para ser propietario hay que ser abogado, arqui-
tecto, plomero, electricista, psicólogo…” Imagino la cara de asombro del joven
encuestador.
Flor y Federico
De todos los Loynaz, con quien tuvo verdadero afecto Federico García
Lorca durante su visita a Cuba (que han exagerado y adornado con muchas
falsedades, por cierto) fue sin duda con Flor, con quien el poeta granadino lo-
gró mayor cercanía, por su similitud de caracteres irreverentes y desenfadados.
Dulce María, en cambio, sintió rechazo por Federico por varias razones… (...)
Pero a Flor, lejos de eso, le encantó el andaluz y fueron muy amigos, al ex-
tremo que él le obsequió el manuscrito definitivo de “Yerma”, que después ella
vendió a Martha Arjona para el Patrimonio Nacional (no sé dónde esté ahora el
manuscrito)... (...)
Un día de confidencias, le pregunté a Flor si “todo” lo que se decía de
Federico era cierto, y después de dar una chupada a su habano me miró y dijo:
“Se ha dicho que fuimos novios o amantes y no es verdad. Nunca le interesé a
78 Luis García de la Torre

mutado más bien en leyenda, de tal manera que no sé en cuál


segundo distraído cruzó la propia frontera de lo real y se contem-
pló en lo maravilloso ¿Hasta dónde ha evolucionado su figura?
¿Dónde se desbordó de su mismo contexto? Cada vez que me
asomo a algo sobre Flor, salta que su originalidad es la causa
que ha hecho de cualquier suceso un relato folclórico alimentado
de elementos que podrían ser de ficción, y la colocan todo el
rato en un aire irreal, pero que por su esencia personal perfecta-
mente son también verídicos ya que la base lo es. Por lo que
lo atribuyo a que más bien parece la vida de Flor en desarrollo
aún, en crecimiento perpetuo. Todos los que se han acercado, y
los que no ahora sabrán, que entre la verdad que fue y la que es,
van haciéndola crecer en interés, y queda mucho por descubrirse
entonces. Y meditando más bien lo alabo ¡Es excelente! Todo
acercamiento a Beba se fusionará abriendo las nuevas formas de
estudio que su gran persona merece. Y por lo tanto, se verá pe-
rennemente realizado el deseo de su hermana Dulce María, de
que su ser y su obra, ocupen el lugar que merecen en la poesía de
Cuba e Hispanoamérica. Yo entonces estaré a los pies del anhelo
de la escritora y contribuiré a ello con lo que acá plasmo y siento.
No seré para nada falaz. Sí objetivamente subjetivo. No hay otra
manera de acercarse, o de respetar.
Flor Loynaz Muñoz hoy ya no está, sin embargo si se acerca
a ella sentirá que esa luz todavía pulula, y no tímida; que domina
Federico y él tampoco a mí, pues éramos amigos. Pero tampoco es cierto que
se haya ‘desatado’ en La Habana con otros placeres, porque era muy refinado
y todo un “señorito andaluz”, con mucha clase y muy elegante a su manera.”
Cuando murió, en el Hospital “Hermanos Ameijeiras”, muy bien atendida,
fuimos a enterrarla en uno de los varios panteones de la familia en el Cemen-
terio de Colón. Por cierto, Flor era propietaria de numerosas propiedades en la
necrópolis. Ante la capilla del cementerio, los pocos que asistimos tuvimos un
momento de indecisión (en 1985 aún era muy fuerte la represión religiosa), y
a falta de brazos capaces, cargamos el ataúd –que parecía vacío por su escaso
peso- Juan Emilio Frigulls (simbólicamente, pues era muy alto pero de una
delgadez extrema, antiguo cronista católico del Diario de la Marina y entonces
reportero en Radio Reloj), Delio Carreras Cuevas (cronista de la Universidad
de La Habana, temblando, pues era muy temeroso), Eusebio Leal y yo. Oímos
el responso, sacamos el sarcófago y fuimos a sepultarla. A falta de que alguien
dijera algunas palabras de despedida, improvisé algunas, que ya no recuerdo
bien. Eso fue todo.
La familia Loynaz y Cuba 79

los espacios físicos y escriturales por los que vivió, y que casi es
tangible ¿Fue una figura a destiempo? ¿No le llega el fin ese 22
de junio de 1985, y todavía continúa su majestuosidad por esta
Cuba que aún le debe?
Tuve una educación cubana en revolución: materialista, aleja-
da de toda tendencia religiosa, o mística, e ilusoria en la confor-
midad del hombre nuevo. Lo refiero para darle explicación a lo
que voy a decir y que mucho tiene que ver a partir de ahora con
Flor. Dado estos antecedentes generales, y el de muchas genera-
ciones, seguido coloco estos otros: desde el año 1999 hasta un
15 de julio del 2004 estuve yendo todos los días laborables que
un mortal debe cumplir, y muchos fines de semana también, a la
calle 212 esquina 31, Reparto La Coronela en el Municipio Ha-
banero de La Lisa, donde desde el 4 de diciembre de 1985 funge
la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano; antaño la Quinta
“Santa Bárbara”, la mítica casa de Flor. Aún mantiene su nom-
bre original, el Premio Nobel de Literatura colombiano Gabriel
García Márquez y presidente de la FNCL hasta su fallecimiento
en el 2014 quiso que así fuera, se dice, tal vez está en alguna
parte plasmado, desconozco. De lo que sí no tengo dudas y es
muy cierto, es que la estirpe Loynaz, y lo que ha significado para
Cuba e Hispanoamérica viene indisoluble con los lugares donde
vivieron, porque ahí hicieron patria y cultura. Y la Quinta “Santa
Bárbara” fue ideada por Flor, y materializada, por quien fuera
muy poco tiempo su esposo2 el arquitecto inglés Felipe Gardyn.
De “Santa Bárbara” me conozco cada rincón, cada madera y cada
arreglo. Allí, y solo lo digo ahora, comencé a dudar de la tenden-
cia de mi educación ya que me era muy evidente a medida que
iba conociéndola, y quiero a partir de ahora sin dudas personi-
ficarla, que había en Ella algo más que lo que se veía. No digo
un espíritu ni nada parecido, digo un algo más que con los años
fui concretando, y hoy la evolución del mundo me lo aclaró, o la
mía, pero lo fui descubriendo a partir de Ella, y es la energía. La
Quinta era rica, curiosa y viva energía. La casa respiraba, la casa
era Flor. Como que estaba en un perenne estado de pre borrache-
ra. Y otros días como que se manifestaba de llegar de paseo. Era
2. Se casaron en 1936.
80 Luis García de la Torre

y es. Todo persona que vi ahí a diario o de paso, y por ser el lugar
que es vi a muchos intelectos gloriosos, como que la Quinta los
recibía, y cada una dejaba y se llevaba inconscientemente algo, y
esto le daba a Ella esa euforia inexplicable, constante en singula-
ridad y alegrías. Siempre. Éramos a diario personajes tomando la
forma que Ella nos planificaba según sus días. Las ideas que sur-
gían para el trabajo de la FNCL eran de una segunda generación
del pensamiento: Flor recibía e ideaba; las personas iban a hacer
lo suyo y esas propuestas intelectuales tan creativas eran el fruto
de lo que su proceso mental había planificado minuciosamente
para el disfrute en su Quinta. Todo muy inexplicable y mágico.
Defiendo que Flor, activa, habita la Quinta “Santa Bárbara”
desde lo conocido y desde lo no en su mundo particular, fecundo.
Y de momento no asombraba. Me acostumbré a que fuera na-
tural ¡Me convivía! Y a su alrededor, todo ese predio, toda esa
vegetación, esas salidas y entradas, esa tierra, esa fauna, era su
cabellera. Ojo que era un derredor joven en sentido etario, lo de-
finiría como en nacimiento perenne y movido: plantas en cons-
tante germinación, cachorros por doquier, calles recién mojadas
siempre y en su paso el enigma de qué o quién llegará. Y como
cualquier ser vivo tiene su aroma, el de Ella era a humedad, a la
dulce humedad del tabaco combinada con ese olor extrañamente
fugaz del fósforo.
Esto que acá digo es completamente real. No pretendo vender
algo. No intento que se suba nadie al carro de la videncia. No
creo en ello.
La Quinta “Santa Bárbara”, la casa de la poetisa cubana Flor
Loynaz Muñoz, aún asoma a Beba en nuestras vidas y ambas lo
continúan gozando. Quizás está todavía donde debe porque fue,
desde la primera mitad del siglo pasado, una de las primeras mu-
jeres que comenzó a vivir, por sus maneras, en esta contempo-
raneidad. Nació para transitar más lejos del tiempo físico que le
tocó, por lo que le continúa al 22 de junio de 1985, intemporal,
esperando a gente entre las amplias puertas y ventanas de la Quin-
ta “Santa Bárbara”. E irremediablemente tuvo que ser así ya que
además tenía que ser el cuarto apoyo de esa mesa Loynaz que
puso encima suyo la herencia del sueño libertario, y el montón de
La familia Loynaz y Cuba 81

escritos que definieron a la isla y la colocaron en un lugar privile-


giado dentro de las letras latinas, desde inicios del siglo XX.

Y Flor: en la poesía laboratorio

La poesía de Beba no tiene nada de lo que la primera mitad de


su siglo produjo ya que no viene ni va a las cubanas causas antes
mencionadas, y del siguiente tampoco ya que por elección, o te-
mática, no participó.
Para Flor la poesía fue el habitual laboratorio en el cual se mo-
vió.
Utilizo este término ya que está fuera de todos, como la poetisa.
Con la palabra alejo el oficio entiendo, pero más bien encuentro
que el vocablo laboratorio califica a sus poemas, los cuales están
dotados de la virtud de ofrecernos que lo usual fue su motivo, y no
precisamente lo más imprescindible, y cómo a la subjetividad de
su lírica le fue mejor la hechura de sus guerras propias y no la de
las causas comunes. Por lo que a la poesía de Beba, que fue única
al encontrar su rumbo y al cual más adelante me referiré, me es
fácil ubicarla en un antes y un ahora paralelo a la poesía cubana
del siglo XX y XXI. Cuando era escrita en la primera mitad del
siglo biológica y geográficamente pertenecía y no; cuando en la
segunda se le desata más agudo su verbo laboratorio alimenta sin
saberlo aún más la variedad de ejes temáticos con su propues-
ta unipersonal; y ya transitando por el siglo XXI, continúa en la
misma tónica de aún respirar, reviva, porque para nada le puedo
restar, por supuestísimo, el desafío de trasfondo de su manera de
vida identificada hoy cien por ciento con los anhelos de la mujer
actual, y que solo mencionaré acá sin interés de adentrarme.
La poesía fue para Flor el laboratorio en el cual combinó su
ingeniosa palabra con el muy preciado mundo de las cosas y seres
que pasan micro. Sus versos encontraron en esa reacción química
la fórmula. Una poesía que, como ninguna otra sin lugar a dudas,
da visibilidad a lo que sucede sin que nadie lo note. Reproduce lo
ordinario en el fenómeno de su lírica, siendo el material del cual se
inspira. Y al rodearnos tantos seres y cosas produjo siempre, por
lo que el descubrimiento de su vasta palabra aún está por llegar.
82 Luis García de la Torre

Para dar una forma a partir de aquí es necesario aclarar que no


posee deslinde alguno ya le fue ajeno cualquier intento de conti-
nuidad, organización o publicación. Por lo que es imposible trazar
principios y fines. Se asevera que comenzó a escribir de niña, sí;
y que hasta el fin de sus días continuó sobre cualquier formato,
también cierto3.
Seré cronológico entre tanteos y logros: en la primera mitad
del siglo XX, el primer acercamiento que tuvo a su lírica y el
cual rechaza fue el de Juan Ramón Jiménez4 cuando publica La
poesía cubana en 1936 e intenta incluirla; en la segunda parte
de la centuria Max Henríquez Ureña5 alcanzó a mencionarla en
su Panorama de la Literatura Cubana editado en La Habana en
1963; seguidos vendrían otros intentos, los cuales sí resultan
cuando Dulce María Loynaz y demás estudiosos se afanan, pero
deben entonces pasar casi veinte años para que en 1984 Alejandro
González Acosta logre que la revista Letras Cubanas publique
Los Loynaz: textos inéditos; luego el crítico cubano Pedro Simón
realiza la compilación y las notas para que en 1989 en La Habana
vea la luz el título Poesía de Flor Loynaz; después en 1995 es
editado en España una compilación de la obra de los hermanos
Loynaz por la Excma. Diputación Provincial de Valladolid y la
Fundación Jorge Guillén bajo el título de Alas en la sombra y con
nota de Dulce María Loynaz; y por último en 1997, según tengo
información, las Ediciones Hermanos Loynaz de Pinar del Río en
Cuba publican Como estrella escondida: poesía.
Algo de sus textos ya impresos puede encontrarse en internet
ya que han sido reproducidos, aunque realmente muy poco. Se
encuentra más un manojo de artículos resaltando para bien su
personaje legendario dentro de la poesía cubana e hispana. Por
lo que para su disfrute y estudio hay que ir todavía, y felizmente
3. Alejandro González Acosta a petición de Dulce María Loynaz al morir Flor
se personó en la Quinta “Santa Bárbara” y con doble afán, el del amor por
la familia y por la letras, con minucioso cuidado fue levantando cada frágil
corteza de pintura vinílica donde Beba fue dejando lo escrito hasta el término
de sus días, y con mucho tino le entregó lo rescatado a Dulce María.
4. (1881-1958) poeta español. Ganador del Premio Nobel de Literatura en
1956.
5. (1886-1968) escritor, poeta, profesor y diplomático dominicano.
La familia Loynaz y Cuba 83

en un sentido, a la magia del papel físico, o del lápiz para los aún
más curiosos.
Con lo antes ya anunciado …fue única al encontrar su rum-
bo y al cual más adelante me referiré… comenzaré a repasar la
evolución de su derrotero hasta acuñar su poesía laboratorio y
desplegarla según vivía.
La lírica de Flor que aparece en su adolescencia está para nada
emparentada, ni aun intentando ver alguna evidente continuidad,
con la que luego le haría ser la gran poetisa que es. Emociones y
pensamientos de típica jovencita, según la época y lo permitido,
es más bien lo que se lleva al papel. Cómodos versos que aisla-
dos de su historia son poco rescatables. No dan ni de soslayo el
aroma del puro ron que después ofreció. En 1924, en plena ado-
lescencia escribía para sí:

El mismo camino

Hay que ir siempre por el mismo camino.


Sobre la misma tierra, bajo los mismos árboles.
Hay que ir siempre por el mismo camino
que yo sola he cruzado
¡y llegar hasta ti!
Y llegar hasta ti, con los ojos deslumbrados
de la luz azul de todos los amaneceres pálidos
¡y llegar hasta ti!
Para luego alejarme
por el camino… llenos los ojos de la tarde…

Leyendo los tres primeros versos, se podría prescindir del


tercero y la fuerza del cuarto y quinto verso sí se notaría. Flor
utiliza en su aprendizaje el recurso innecesario de hacer lo mismo
entre el título, el primero y el tercero y repite nuevamente el
recurso en el quinto, sexto y octavo verso que igual opaca. Pierde
con ello el texto.
Pero leamos de 1926 como iba limpiando su poesía:
84 Luis García de la Torre

Lleno de luz

¡Lleno de luz está mi corazón!


Amo a la más mustia de las rosas;
a la estrella más lejana… Amor
que se va apagando con la tarde,
amor que el aire lleva como una canción.

¡Amor que aunque se aleje o se me apague


deja lleno de luz mi corazón!

No solo va dándose cuenta de que menos es más al no caer


en el mismo error, sino que va goteando la sustancia que luego
inunda su obra con el complemento la más mustia dentro del sin-
tagma verbal y va entendiendo el oficio. En general se percibe el
aprendizaje en desarrollo porque demasiado amor afloja el texto
y hace perder la robustez que podría tener.
Veamos, para ser justo, un poema de su hermano Carlos Ma-
nuel de 1922. Flor hermana menor mujer, Carlos hermano me-
nor hombre y ambos textos escritos con la misma edad:

Azul todo, todo


en la tarde cálida.
Azules los cielos
y azul en las casas.
Azul de la piedra
azul, torres chatas.
Azules los puentes,
y azul la montaña.
Azul, horizontes,
azul, tierras bajas.
Azul, cielo en fuegos,
azul, agua mansa.
Azul que se aviva
y azul que se opaca.
Azul todo, todo
en la tarde cálida.
Azul todo y todo…
La familia Loynaz y Cuba 85

y azul nada, nada;


¡azul que penetras,
azul, toda el alma!

En repetir términos no está el error. Acá la anáfora es el re-


curso que prima, y del cual se vale para dar grosor y fortaleza a
lo que desea plantear. Reitera cada vez sin molestar, sin hacer
disipar el interés del lector. Ambos repiten términos, Carlos los
sabe colocar, Flor lo está descubriendo con tropiezos.
Me torno al verso referido Amo a la más mustia de las rosas,
para muchos podría pasar sin penas ni gloria y hasta con un por
ciento bien alto de cursilería pero no es el caso. Entrando ya a la
juventud con sus dieciocho años dice en él a dónde irá la vista de
sus ojos y en cuáles lugares pondrá su corazón. A partir de aquí
aparece Flor, no en oficio, evidente, sí en asunto, de ese suspiro
de ron nada aún llega pero se siente algo de sed.
Leamos cómo un año más tarde ya domina la escritura y estar
dentro de la misma temática amorosa nos ayuda a aclararlo:

No existe ningún muro

No existe ningún muro entre nosotros,


si existiera
con más o menos trabajo al final lo derribara.
No existe abismo alguno entre nosotros,
si existiera
todo amor tiene alas.
No es tampoco que estemos tan lejos
puesto que toda distancia
por muy grande que sea tiene un límite.
¡Y lo que tiene límite se alcanza!

Pero no es distancia ni muro


ni abismo lo que nos separa…
Es un frío infinito, inexorable
-el frío de la Vida más que la Muerte helada-.
Tú y yo -cómo suena triste ahora-,
86 Luis García de la Torre

tú y yo, nos miramos cara a cara


sin amor, sin dolor y sin reproche…
Los dos tenemos frío, ninguno tiene alma.

En esta versada batalla entre ellos de camino, luz, muro y


abismo está claro que tira el anzuelo dentro de aguas románticas
adolescentes pero entre entrenamiento y entrenamiento, del que
tengo noticias, recién en estos diecinueve años pesca algo ya im-
portante dentro de lo que escribirá.
Y llega su majestad Flor Loynaz Muñoz a la segunda déca-
da, con dos poemas referidos a personajes bíblicos pero vistos,
a partir de 1928, junto con todo lo demás que ofrecería, con ese
ojo de testigo-subjetivo absoluto el cual nunca más se le nubló.
Labora progresista y mordaz ante un tema religioso que siempre
ha estado ahí, y que su clínica observa y reacciona dejándolo
originalmente resuelto a su pinta, como paciente con tratamiento:

Abel

Abel fue rubio como las rosas bajo el sol.

(...)

Abel cultivaba la tierra


pero el sol no tostaba su piel.

Abel nunca estuvo enamorado,


sonreía siempre sin saber por qué

(...)

Y murió joven, osado, rubio… ¡Sin llegar a


comprender!

Caín

(...)
La familia Loynaz y Cuba 87

Sus cabellos eran lacios y negros;

(...)

Caín -aunque vivía de la caza- ignoraba


qué cosa era morir ni matar.

(...)

Su crimen fue: ser fuerte ¡estar predestinado!


Huyó lejos y nadie lo volvió a ver jamás…
Sólo el sol…

Cada poema es lo del aparente hijo bueno e hijo malo que la


historia bíblica nos ofrece. Y en el transcurso Flor suma como el
mundo interior se supedita a los sucesos del exterior y deciden
el porvenir de cada cual, lo usual. Pero el temple de ánimo de su
hablante el lector lo percibe mellado, de indiscutible ex luminosi-
dad católica. Su ojo para con este suceso puntual le da el derecho
bien particular de conjugar la lírica del tema, desde lo material
y lo espiritual, con una escritura que experimenta novedosa por
su conclusión para con una historia tan llevada y traída y punto.
Ojo y mucho reflector con esto, la lírica sobre temas religiosos de
Flor va más ávida y contemporánea que la de poetas de su época
y más veloz que la de los críticos y antologadores del misticismo
y la religiosidad de su siglo. Su deber para con lo escrito muestra
una fe activa y con bastante actualidad social, ya que la atiende
cuestionadora e implícitamente necesaria a replantearse.
Confirmémoslo en este fragmento de Angelus escrito en 1930
cuando la oveja descarriada regresa sumisa a su redil y sucede en
el soneto que:

La oveja se ha acercado humildemente


hacia el viejo pastor, que indiferente
sólo calcula el precio de su lana.

Ella la pena expresa en un balido.


88 Luis García de la Torre

Y Dios que siempre al manso ha respondido.


le contesta en lenguaje de campana.

Un poeta como su hermano Enrique Loynaz Muñoz, interesa-


do entre los 16 y 20 años en una poesía inclinada a la fe, escribe
sin embargo:

Tú estás en el misterio de las rocas calladas,


por eso amo las rocas;

y en el misterio de las alboradas,


por eso amo la luz…

Recurso el camino sobre mi teoría y comienza Flor explícita


a regalarnos la puntualidad del objeto poético. Estrena la origi-
nalidad de muchos términos insertándolos líricos en sus poemas
laboratorios. Combina al género literario con la dimensión del
mundo que le interesa.
Y en la medida que pasan los años va aún más puntual aterri-
zando su interés, léase:

Mi novia es el sol…
Y mi amor
es como una sombrilla de encajes
entre mi novia y yo.

1930

Orquesta

Mi amor no es el arpa que canta


ni el laúd que tiembla y que llora.
No es la lira de pura línea
ni el violín que retoza.
Mi amor no es tampoco el tambor hondo
que ruge y reposa…
No es la flauta de agudas espinas
en sus notas
La familia Loynaz y Cuba 89

ni el violoncello anciano cuya música


suena como el recuerdo de alguna cosa.

No es el piano rico de armonías


como un torrente de gotas sonoras…

¡Mi amor retumba en las Trompetas Finales


que no habrán eco entre las cosas!

193...

Entre esos años 30 Beba tiene una fertilidad escritural fuera


de serie. Toma de aquí y de allá, de todo lo que le rodea, hace
un mejunje poético único. Su interés se vuelca a su entorno más
cercano de manera definitiva y no ha dudas de que su ángel no
procede del cielo sino de la tierra:

A Gabriel Castaño

Castaño: Tú eres como un ombligo enorme y


siniestro.
Tú eres como el ombligo de un gigante muerto…

(...)

Más que la fosa eres profundo… y en tu hueco


se arrastran los gusanos de todas las putrefacciones del
mundo.
¡Ombligo trágico del Universo!

1935

A la Bovina

(agradeciéndole su valiosa
colaboración en los momentos difíciles)
90 Luis García de la Torre

El motor suena
bajo y hueco:
es raro que el motor de la máquina
suene a mar.
¡A mar! A ola suena el hierro.
Las gomas están tensas,
las ruedas comienzan a girar en silencio;

(...)

El asfalto de la calle
ha robado al amanecer un gris ligero.
¡Asfalto de la calle, roto a trechos!

Y además dedicado este soneto al mismo objeto, con evidente


culto a su función:

A la bobina: Mi fiat de 1930

Muéstrate indiferente o refractaria


al elogio que tienes bien ganado:
pues que sin duda aquel que te ha elogiado
desconoce tu alma extraordinaria.

Alma que de manera involuntaria


a la par que tu hierro se ha forjado:
el alma de un titán encadenado
grande y sumisa está en tu maquinaria.

Temo que te rebeles algún día


cansada de mi frágil tiranía.
En tanto vas veloz cuando yo quiero

sin que nadie jamás ose alcanzarte.


¡Y yo con los demás soy a envidiarte
pues te envidio el corazón de acero!

1935
La familia Loynaz y Cuba 91

Extraordinario texto el cual personifica al elemento como


dama cautiva dentro del armazón. Unifica afectivamente la ma-
teria y el espíritu. Engrandece a la máquina con su admiración,
junto con la de otros, por la perfección que suponen sus laderas
milimétricamente pensadas, por la belleza de sus elementos com-
puestos que engranan proyección y suponen avance humano. La
siente hasta posible liberadora, según se le dé demasiado uso,
porque pudiera tomar el mando de su acción, independiente de
Flor ¿Les es familiar? La industria de cine contemporánea. Y le
reconoce celosa la resistencia ante este mundo en el que es mejor
tener el corazón forjado.
No es agotador dejar de mencionar su texto Trenino, el cual es
el más señalado de la autora. Es el símbolo carnal de su amor por
cuanto ser vivo transita en este planeta. Beba enarbola las parti-
cularidades del animal viendo en ellas virtudes antes los defectos
del hombre. No quiero pasar por alto dos comentarios que se
ameritan: uno, la fuerza muy válida que tiene hoy el reclamo por
los derechos de los seres no humanos; y dos, la falta de interés
por tener hijos y sí por criar animales. Flor en este texto de 1936
condiciona las dos tendencias:

Trenino, hijo mío, mi perro:


quisiera tener tu corazón
tanto como quisiera tener tu cerebro

(...)

Y un cuerpo como el cuerpo tuyo: fuerte,


ágil, rudo a la vez ¡eso yo quiero!
Odio el hablar, que es privilegio triste,
prefiero tu ladrido: es más sincero
y más noble y más claro que la inútil palabra
con que hablo y con que pienso.

(...)

Trenino, mi perro, mi hijo:


tú eres el mundo todo entero
92 Luis García de la Torre

puesto que eres inocente y fuerte


como el mundo en que creo.

Sobre textos dedicados a personas es bien curioso ver qué


elementos combina para la relación, cuáles piezas engrana para
el funcionamiento lírico. Admitiendo que son poemas sin preten-
siones de darse a conocer viene la lectura con la complacencia de
una percepción cien por ciento sincera. En 1941 crea:

A mi tía Doña Virginia Loynaz del Castillo

(personaje inolvidable)

Virginia: Dinosauria virgen,


devoradora de rosas…
Has muerto de hambre y sed:
ya que las rosas todas no bastaron
y la primavera de fue.

Virginia: ¡desoladora tía!


Diosa antigua de un pueblo fenecido,
dime ¿qué luna de color de hiel
ilumina tu Templo
que olvidó la Mitología?

Y un favorito, del cual no iré más allá de este párrafo, pero


que por fuerza no puedo dejar de señalarle estos dos aspectos
increíbles que validan su poesía laboratorio: el título, el más ale-
jado de lo grandilocuente que significa un poema Después de una
radiografía, E.L., y su magistral inicio y fin Que no pudo morder
tu pulmón joven. Listo.
Por estos mismos años encuentro esta obra que observo curio-
so ya que me descubre cómo lleva su faceta a una nueva magni-
tud. Mezcla el oficio con el decir espontáneo, lo fácilmente com-
prensible, con una frase del habla informal cubana y que anuncia
se fue a bolina. Me crea interés no tanto el resultado como la ela-
boración. Me atrae más el proceso que el producto. La veo más
gustosa sacando el término de aquí, buscando ingredientes de
La familia Loynaz y Cuba 93

allá, que saboreando los mismos versos ya concluidos. El guión


fue genial, no tanto la película:
Bolina… Bolina…
La remota ciudad de Bolina
a donde van los papalotes perdidos.
Ciudad hecha de azúcar y nácar escondida
tras un mazo de nubes, cercada de neblina
-una neblina entre azulada y lila-.
En un silencio casi musical Bolina
alza a la nada sus torres agudísimas
en que se enredan los papalotes
-a lo lejos parecen banderitas-.
¡Bolina, Bolina!
Quizás el amor que arrebatara el viento
llegue a ti algún día.

En 1953 ya Flor está en sus cuarenta y cinco años y viviendo


hace casi veinte en la Quinta “Santa Bárbara”. Entra a la otra mi-
tad del siglo y llegará el momento del que líricamente no podrá
restarse más. Todo ese mundo literario estaba por independizarse
de su madre y salir a lo que fuera. Aun empeñada en su escondite,
y recelosa, entendía que no lograba poner suficientes barreras a la
función que cumplirían sus obras para la Cuba literaria, ídem que
sus hermanos. Quizás por ello, diez años antes que Max Henrí-
quez Ureña consiguiera citarla en su Panorama de la Literatura
Cubana, ya Beba visiona y por si acaso, hace un alto en ella mis-
ma y escribe un gran soneto el cual es más bien un ceder hacia
el resto, nosotros; y además en él da un único paso, el de abrazar
compromisoria la íntima poesía de Dulce María. Veo en la lectu-
ra a la mujer curiosa que se despoja de su poesía laboratorio, se
zafa de su mundo. Intuye el porvenir. Y quizás por ello se aferra
en el resguardo a la estirpe Loynaz uniéndose sólida a la lírica
intimista del Premio Cervantes. Cosa para nada común entre la
poesía de cada uno de los hermanos. No quiero dejar de citarlo
íntegro ya que de manera real es una revelación si atiendo a lo
planteado, y dice al respecto por si es sorprendida:
94 Luis García de la Torre

Yo no quiero otra sangre que la mía:


esta sangre que lleva por mis venas
mezclándose al acíbar de mis penas
la dulzura de mi melancolía.

Yo no quiero otra sangre: no querría


ni fuerza ni salud si son ajenas.
¡Quiero ser lo que soy! ¡Y soy apenas!
Y aun de mí me fatigo todavía.

Ya pasó la olvidada primavera


y se encanece mi cabello lacio…
Como estrella que oscila en el espacio

late mi corazón, que nada espera.


Déjale adormecer, y que despacio
entre las sombras de mi pecho muera.

Dulce María en 1947 en el poemario Juegos de agua, también


con cuarenta y cinco años, ya había escrito este siguiente texto
tan diferente en estructura al anterior y tan divergente en el senti-
do de ser una posibilidad y el de Flor un hecho. Pero convergen-
tes cien por ciento en el sentido, en el temple, en el apoyo que le
da uno al otro y en la evidente sucesión literaria de la hermana
menor:

Los estanques

Yo no quisiera ser más que un estanque


verdinegro, tranquilo, limpio y hondo:
Uno de esos estanques
que en un rincón obscuro
de silencioso parque,
se duerme a la sombra tibia y buena
de los árboles.
¡Ver mis aguas azules en la aurora,
La familia Loynaz y Cuba 95

y luego ensangrentarse
en la monstruosa herida del ocaso…!
Y para siempre estarme
impasible, serena, recogida,
para ver en mis aguas reflejarse
el cielo, el sol, la luna, las estrellas,
la luz, la sombra, el vuelo de las aves…
¡Ah el encanto del agua inmóvil, fría!
Yo no quisiera ser más que un estanque.

Con estos dos decires justifico lo plateado. Total la sinceridad


de hacer saber quiénes eran. Flor abierta ante lo que brinda de-
clara íntima, cinco años después que su hermana, que no quiere
ser otra mujer. Dulce María pictoriza lo que quisiera, y ahí nos
revela sus modos reales. Las dos van pareadas en su intención.
Flor afirmando y Dulce María pretendiendo explícita al mencio-
nar el anhelo, contrario a lo que ella es. Magistrales textos, pero
afine la mirada y vea: no dicen en el decir. Se cuidan todo el
tiempo las espaldas. Muestran todo y nada. Flor escribía para sí
y no necesita por ello aclararse ni sus penas, ni su melancolía, ni
definirse, y sí solo afirmarse ¡Quiero ser lo que soy! Sola se auto
refiere. Y Dulce María siempre en esa lírica que le salía sí o sí de
su yo, de ella con ella sin restricciones, pero que uno siente que
jamás se descubre.
Cerrada la develación del soneto y su antecesor, le llegaría
la segunda mitad del siglo en el cual estará más atenta al micro-
cosmos. Si antes en su poesía mezclaba lo muy propio con la
grandeza del género, ahora más ajena a lo que sucediera afuera6,
inmersos versos llegarían inspirados todavía más en unos meros
metros cuadrados.
Me convoca un texto de 1967, impecable para su continuidad,
otro soneto En vísperas de una operación. Título que demuestra
de dónde va a venir aún más la agudeza de sus poemas, de qué se
va a asir en su reacción de laboratorio para obtener un compuesto
lírico en el cual mezcla, en este texto podemos tener un ejemplo
concreto, la forma clásica de un endecasílabo con sus cuartetos
6. Triunfa la revolución cubana en 1959.
96 Luis García de la Torre

y tercetos y una inspiración puntualmente contemporánea para


estas épocas por lo común de estas intervenciones.
Quisiera hacer valer el último terceto el cual recoge además
de lo referido un simbolismo personal, familiar y por ende pa-
triótico, y que amerita ahora destacar. Ojo que este es un perfecto
final de recordatorio. Una implícita y puntual clase de historia y
literatura que vienen al dedo con la efervescencia política de esos
años y que Flor la acentúa, la combina con ella, con su filiación:

En cuanto a mí, casi no pido nada:


sólo que pongan en mi mano helada
el eslabón de una cadena rota.

Para mí hace tácita referencia a su antecesor directo y a otros


mucho más lejanos que se remontan a la conformación de la pa-
tria, y los une a su yo aguerrido. Se ata en el verso … si ya la
muerte me depara a parte de la historia Loynaz. Todos fieles a la
independencia, a las subjetivas conquistas, al adelanto para con
sus años. Y de ahí el declarar casi a los sesenta años por lo que
vendrá y por lo que fue sólo que pongan en mi mano helada / el
eslabón de una cadena rota.
Flor Loynaz a partir del año 70 continúa más arriesgada en su
hacer poético personal experimentando entre formas y motivos.
Y no cede ante su reserva de publicar, ni antes ni después.
Aúno de esta época tres textos puntuales de 1976 que des-
corren en cierta media algo de la vida de la autora, quizás en su
dádiva por si alguien la leía, o tal vez por todo lo contrario. En el
primero que destaco escribe:

A mi perro Teodulfo

(que sólo vivió un año)

Cuando pongo en algo un poco de amor


se me pierde…
Amor que es ya como la luna
empalidecida en el cielo de la aurora.
Luna mellada…
La familia Loynaz y Cuba 97

Agonía…
¡Amor todavía!

Flor toma a su querido Teodulfo, a lo que le representó, lo


hace recorrer toda su vida y concluye con un complemento que
retoma en símil personificándolo en la naturaleza. Y al terminar
deja suspensiva el epíteto y la angustia, pero exclama enfática
que aún persiste el Amor presuponiendo su intensidad, y no como
una posibilidad. Beba no cede casi entrada en sus setenta años.
Sigue honesta a su lírica laboratorio: toma de su amor, de un año
vivido, de su vasta cultura, de su fuerte deseo de futuro y mezcla,
reacciona, dejando encima de la mesa un poema de siete versos
que maestro compacta su energía.
De los otros dos textos, que son sonetos subsecuentes, uno
explica el momento que vivía la autora y toda la nación. No es
mi deseo entrar en un tema social desgastante, pero al aludir en
él a la falta, grandeza práctica y utilidad liberadora del papel,
historiza cómo iba su patria:

Sin papel

Esta vez el papel no me ha alcanzado


y la palabra vuela libre al viento.
Volará como vuela el pensamiento
hacia el país del sueño no soñado.

Lo escrito no ha quedado terminado


pero está vivo: que vibrar lo siento
con tañer de campana el firmamento
en un azul, de nubes despejado.

Aun cuando nunca más papel hubiera


o mi mano cansada no pudiera
trazar con línea firma la idea pura
ella estará cual lava derretida
socavando la tierra estremecida
hasta saltar un día ¡estoy segura!
98 Luis García de la Torre

En el otro sigue mostrando como su micro mundo le llama al


verso y presta lo combina con la grandeza de esas utopías llama-
das libertad y respeto ajeno. Flor en la vida y en la escritura las
practica e intenta:

A una hoja de papel que me regaló Dulce María

Es una fina hoja de papel


con la que el viento alegre jugaría
¡cuántas cosas en ella contaría
que al corazón me suben en tropel!

Mas seguiré guardándolas en él,


en esta delirante algarabía
donde el llanto, la risa y la poesía
se mezcla como acíbar, sal y miel.

Dejemos esta hoja en su pureza


guardando la palabra inmaculada:
si quiere, por el viento arrebatada

andar el mundo ¡vuelve con presteza!


Que no será mi mano fatigada
quien sujete su vuelo a mi tristeza.

Una pasión real por la literatura le hizo producir siempre sin


pretensiones de notarse, y la humildad la torna libre. La empatía
humana concebida en verso la adelantó a su época, a un tiempo el
cual todavía no llega. No vemos en el hombre nada de lo que para
Flor era evidente. Deben suceder todavía muchos más años para
que un por ciento mínimo de personas procedan igual, salven
el alma y de paso al mundo. Beba no fue de su época, tuvo que
estar por lo ya dicho, pero va mucho más allá, por dentro y por el
proceder de afuera. En este texto lo testamenta explícita, escribe
qué es para ella primordial. Se debate entre el hecho de conservar
la genialidad o la vida. Y elige natural salvando su mundo. Flor
es virtud:
La familia Loynaz y Cuba 99
En mi biblioteca

Libros maravillosos y deshechos


donde la traza y la polilla un día
con hambre semejante al hambre mía
aquí encontraron alimento y lecho.

Viviendo estamos bajo el mismo techo


¡y bien conoce Dios cuánto querría
aplastaros a todas a porfía
si al corazón no repugnara el hecho!

Mas pienso en vuestras vidas pequeñitas


que aquí transcurren apaciblemente:
y en mi vida que pasa lentamente

como un ala entre sombras infinitas.


Es por eso que inclino la cabeza
y se cruza de brazos mi tristeza.

1977

Por esto sostengo que aún mantiene la esperanza en “Santa


Bárbara”. Labora infinita en su universo y todavía escribe en el
aire, sin fatigas, por los seres y cosas que no tienen voz. Yo no lo
vi pero lo encontré en mi paso por el lugar muchas veces.
El último texto del cual tengo noticias data de 1978. Como
los anteriores sonetos lo transcribo íntegro. Más que ameritarlo
lo debemos a nosotros mismos:

A mi madre

Madre, cuando ahora miro las cosas que guardabas


no sé desde qué estrella se llega a tu sonrisa:
son cosas pequeñitas, ordenadas sin prisa
que aún no acierto a saber por qué las conservabas.
Tan limpias, que hasta el polvo que en la envoltura estaba
me ha dejado en los dedos suavidad de cenizas…La Ceniza del
100 Luis García de la Torre

Miércoles, que de la muerte avisa


a quien por sus afanes diarios la olvidaba.

Hoy ¡con cuánto cariño conservaré estas cosas


que nadie ha de robarme por lo poco que valen!
Me robarán el oro, la plata, hasta las rosas…

Mas, para suerte mía, los ladrones no saben


que mi mejor tesoro no está en la alcoba oscura,
sino en mi corazón colmado de ternura.

1978

Diferente a los anteriores endecasílabos, leemos aquí un cu-


rioso alejandrino frecuente entre los poetas modernistas y que a
su vez lo toman de los parnasianos de la segunda mitad del siglo
XIX. Flor a sus setenta años experimenta mezclando la forma al
ir al origen más puro, a la estimación de la poesía en sí, al com-
promiso con lo bello; y el contenido al evocar el seno, el amor
maternal, la semilla. Resultando una evidente relación semántica
de contigüidad metonímica.
Y Beba, señorial, en uno de sus últimos registros en soledad,
a la historia y a las letras cubanas y universales, vuelve a dejar
varias pistas de su patrimonio: el develar por el filo de sus versos
finales de dónde hereda la agudeza7, dónde ha apilado la fortuna
de su dominio, y que respira y sigue pendiente.

7. Su madre Doña Mercedes Muñoz Sañudo, una de las mujeres más ricas
herederas, de título nobiliario y gustos exquisitos pictóricos colmados de
imaginería paisajística, dotada además para el arte de la música y el canto.
La familia Loynaz y Cuba 101

VI.
Flor y Dulce desmontan un feliz año viejo
En Línea1 y 14 es la casa. Casi ya no está. La ruina y el des-
cascaro roído en malestar es lo que se ve. Y viceversa. La medio-
cridad de borrar físicamente el predio de una estirpe, en aquel en-
tonces juvenil, que no se dejó tomar, ni joven ahí ni más tarde ya
viejo, por los restos de esa otra Habana. Hijos de la más intrépida
descendencia latina y mambisa. La casa ajada por la sal y el mal
gusto de más de medio siglo. La literatura sin embargo endiosa.
Ahí tomaron una rica limonada muchas figuras de las letras lati-
noamericanas e hispánicas. Dieron avance de obras cumbres que
respectivos países han tomado para sí. Defendiendo a cada hijo
y vanagloriándose de que su tierra le haya dado un talento tal.
Sin embargo, hoy, váyase a la Ciudad de La Habana en Cuba,
busque el barrio del Vedado, llegue a Línea y 14 y entenderá dos
cosas: una, de por qué me es imposible marcar la desidia que
socialmente simboliza la casa en este párrafo; y dos, verá cómo
esos restos de palacete señorial son la revancha, la respuesta anti
sistema ante los que aún creen que ahí hubo para ellos algún
resarcimiento.
En Calle 192 , luego de ser habitada desde el año 1947, y lle-
gado 19593, de 1960 a 1997 se vive un enclaustro voluntario, un
enclaustro convencido de que afuera era mejor no mirar, ni perso-
nal ni socialmente, lo que ocurría, o lo que se frustraba. Décadas
de violencia social contra la persona, o contra el inmueble, que
es lo mismo. Años de silenciamiento en un entorno caracterizado
por el talento literario inigualable hasta hoy, y la historia mam-
bisa como no existiría en vida más hasta su muerte. Y 19, que por
casi medio siglo todos veían cuando pasaban, bien señorialmente
1. Casona de la calle Línea y 14, ubicada en el Vedado, Ciudad de la Habana,
Cuba. La familia Loynaz del Castillo fue a vivir cuando los hermanos eran muy
jóvenes, y en la cual se sitúa la novela de Dulce María Loynaz “Jardín”. Hoy
completamente en ruinas.
2. 19 y E no. 502, casa en el Vedado, municipio de la Ciudad de La Habana,
Cuba, donde vivió Dulce María Loynaz hasta su muerte.
3. Triunfo de la Revolución Cubana en 1959.
102 Luis García de la Torre

dormida en el descuido y la mugre, desde el 5 de febrero del 2005


funge como centro cultural. Lugar de promoción literaria. Des-
pués de habitar 57 años la casa, es demasiado el compromiso con
sus rejas, sus murallas, sus arcos, sus lozas, sus conversaciones, y
la estancia entonces llega a ser su habitante y su habitante respira
y siente por sus piedras. Se conformaron: uno símbolo del otro,
uno raíz y tronco del otro. Y hoy, esté la casa en mejores condi-
ciones físicas o carcomida, espiritualmente cariada o quimérica,
fue tan recio lo que se vivió en ella que se manifestará constante
y por siempre en lo sublime de esos linderos, en su historia, en la
del Vedado y en la de toda Cuba.
Y en la Quinta4 no cesa la afluencia, es un aire de imagi-
nería. Alquimia5, Ruiz de la Tejera6, Lichi7, Edmundo8, Gabo9,
Birri10, Ullmann11, Brandauer12, Pérez13, Titón14, Chijona15, Dai-
4. La Quinta Santa Bárbara, calle 212 esquina 31, La Coronela, La Lisa, Ciudad
de la Habana, Cuba, sede de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano
(FNCL) desde 1985.
5. Alquimia Peña (1946- ) Directora General actual de la Fundación del Nuevo
Cine Latinoamericano.
6. Oscar Ruiz de la Tejera (1941-2013) arquitecto fundador de la Escuela
Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, La Habana,
Cuba. Uno de los más importantes escenógrafos del cine cubano. Desde 1986
laboró como asesor de la presidencia de la FNCL.
7. Eliseo Alberto Diego García Marruz (1951-2011) escritor, periodista y
guionista de cine cubano.
8. Edmundo Aray (1936- ) cineasta y poeta venezolano. Miembro del Consejo
Superior de la FNCL.
9. Gabriel García Márquez (1927-2014) escritor colombiano. Premio Nobel de
Literatura en 1982 y Presidente de la FNCL.
10. Fernando Birri (1925- ) cineasta, director, actor y escritor argentino.
Miembro del Consejo Superior de la FNCL.
11. Liv Ullmann (1938- ) actriz, escritora y cineasta noruega. Musa de Ingmar
Bergman. Personalmente la vi recorriendo la FNCL anonadada con lo que veía
en la Quinta y con un libro en la mano, creo si mal no recuerdo era su biografía.
Su rostro alucinaba con el lugar. Bien humilde al trato y muy sencilla al vestir,
en aquella ocasión.
12. Klaus Maria Brandauer (1943- ) actor y director de cine austriaco. Estuvo
en la FNCL por su X Aniversario. En el Archivo Fotográfico de la Fundación
está registrada su visita y sus expresiones recorriendo la Quinta.
13. Fernando Pérez (1944- ) director de cine y escritor cubano.
14. Tomás Gutiérrez Alea (1928-1996) director de cine y guionista. Uno de los
más destacados cineastas en la historia del cine cubano y latinoamericano.
15. Gerardo Chijona (1949- ) profesor, guionista y director de cine cubano.
La familia Loynaz y Cuba 103

cich16, Cumaná17 y cientos de los creadores más importantes del


mundo.
De la herencia de antaño, en la sala, un pequeño medallón que
estaba roto y un bargueño ubicado por la parte de la entrada.
Después estaba la escalera monumental con una armadura tártara
a sus pies. Una armadura de caballero y seis cuadros antiguos.
Muy antiguos. Muy borrados por el tiempo. Muy ajados. Cuando
pasabas al vestíbulo, después, pasada la entrada, había aquel
enorme San Miguel Arcángel matando a un dragón de bronce.
Subías y te encontrabas con un vestíbulo que daba acceso a dos
habitaciones con una especie de biblioteca raída. Las habitacio-
nes eran cuartos de huéspedes. En el de la derecha, girando en
ciento ochenta grados, una capilla. Era una sensación monumen-
tal. La capilla era un salón que te encontrabas con todo lo que
habían tenido las iglesias habaneras. Todas las iglesias habane-
ras. Se había conformado de las iglesias, de los antiguos conven-
tos, de las ventas de Santa Teresa, de Santa Catalina de Siena, de
Santa Clara18. Recorrieron todos los lugares de La Habana Vieja
durante más de cincuenta años comprando a una señora que se
llama Doña María. Una anticuaria española residente en la casa
El Ras19. Habían hecho una verdadera capilla donde se conserva-
ban angelotes del siglo XVII, cuadros auténticos de imágenes
religiosas, ex votos de monjas. Eran cantidades de piezas fabulo-
sas. Estaba organizada hasta con bancos, con reclinatorios. Cosas
curiosas. Antes de llegar “Los Sobrevivientes”20, la casa estaba en
ruinas. Existían muchos objetos. Porcelanas, había maravillosas
porcelanas rotas, innumerables. Jarrones de alabastros. Escultu-
ras sin cabeza. Eran muchísimas, eran como seis. Antes de subir,
después que pasabas el salón, estaban dos habitaciones llenas de
tarecos. Y por el pasillo historiador, en el último cuarto, el de
Flor. Era impresionante. Una cama neoclásica. Un escaparate.
16. Osvaldo Daicich (1975- ) director de cine, guionista y escritor argentino.
17. María Caridad Cumaná (1964- ) directora de cine, escritora y ex
coordinadora del portal web de la FNCL www.cinelatinoamericano.org a
partir del año 2004.
18. Provincia de Cuba.
19. Ubicada en la calle Consulado y Trocadero.
20. Película del director de cine cubano Tomás Gutiérrez Alea filmada en la
casa, en 1978.
104 Luis García de la Torre

Una coqueta. Una cantidad de papeles realmente asombrosos.


Era el verdadero archivo de Flor. Era un archivo fabuloso. Pape-
les que estaban en esa habitación junto con el féretro. Féretro de
madera antigua. Ella decía que acostumbraba en él a dormir la
siesta. Eran más bien bromas. Se sentía con Flor verdaderamente
un sentido de que el tiempo no terminaba. Flor era una mujer que
tenía muchas cosas que decir. Las decía. Pero no las decía todas.
O las decía a medias. O también temía dar alguna interpretación.
Había llevado una vida un poco ligera. Había tentado a la socie-
dad. Había sido una mujer principal de la sociedad habanera21.
No había tenido gustos de señora de casa. Sí estilísticos y estéti-
cos. No había conservado la tradición de familia como Dulce
María. El valor que tuvo Flor para enfrentar la vida fue el silencio
en que conservó de todo. Se llevó silencios muy grandes, porque
lo vivió todo. Sabe Dios todas las profecías que vivió Flor alre-
dedor de todos esos personajes. Y de muchos de los cuales no nos
habló. Y que no logramos ahora quizás ni captarlo. Las personas
que acudían a la Quinta no tenían la amplitud. Las fiestas eran
abiertas y menos distinguidas en cuanto al auditorio y a las per-
sonas. En la Quinta entraban gente que no eran del mundo social
de ellas. Entraban a divertirse. Con Dulce María era lo contrario.
Las tertulias de Dulce María antes de la revolución, en el 59, es-
tán registradas todas en el diario La Marina22 en la Biblioteca
Nacional de Cuba. Están en todas las crónicas sociales. Cuando
Dulce María recibía, porque Dulce María por el cargo del espo-
so23, tenía que recibir a toda personalidad ilustre que venía por La
Habana, y eran registradas en la Crónica Social Habanera corres-
pondiente. Así que, anterior al 59, Dulce María tuvo un mundo
social. Del 46 al 59 ¿a quién no recibió Dulce María en Calle 19?
Pero la gente que iba a 19 no era la gente que iba a Quinta Santa
Bárbara. El mundo del arquitecto no era el mundo del connotado,
porque Dulce María tenía que cuidar cada diálogo, cada conver-
sación. Existe el álbum de bodas que está publicado en Islas Ca-
21. Antes del triunfo de la revolución cubana en 1959.
22. Periódico cubano fundado en 1831y cerrado en 1960.
23. Pablo Álvarez de Cañas, inmigrante canario que se labró una carrera de
periodista de crónica social. Fue considerado en su época como el mejor de
ese género. Se casó con Dulce María Loynaz en 1946, fue su segundo esposo.
Falleció en 1974.
La familia Loynaz y Cuba 105

narias. El segundo álbum de boda24 de Dulce María. En ese ál-


bum aparecen los salones de Dulce María del 57 al 59. Iba
asentándose toda la sociedad. Iba por ejemplo Lily Hidalgo de
Conill25, las Ponce de León26, los apellidos ilustres las Montal-
vo27, los Sarrá28. Todo un mundo social muy señalado: empresa-
rios, gente de letras, letras Ateneo, letras Chacón y Calvo, letras
Artes y Letras, Universidad de Villanueva29 y de la Universidad
de La Habana. Los antiguos apellidos: Aguas Claras30, Josefina
de Cárdenas31, Raúl de Cárdenas32 y Rosita Jibacoa de Marco33.
Eran esos arados. Dulce María dio muchos arados. Porque el ám-
bito de dar ella como fiestas y goces sociales y estéticos eran
producidos por una sensación de ser gente. De atraer hacia su
casa todo lo más granado que pasaba por La Habana. O vivía en
ella. Pero nunca Flor tuvo la preponderancia social, ni el tacto
social de Dulce María. Flor era vista en la sociedad habanera
como un bicho raro. Como un objeto inculto. Notorio. Nadie se
acercó a Flor. En las veladas de la Quinta se servía bebida cruda.
Eran bien retiradas. No tenían un fin altruista. El matrimonio de
Flor duró poco tiempo. Y estas cosas ella las hacía sola, con ami-
gos y algunas amigas que no eran amigos de Dulce María, o no
estaban en el ámbito de Dulce María. La relación entre ellas era
por momentos tirante. Era dura. Tuvieron épocas sin hablarse.
Era difícil. Dulce se mantenía así por tiempo. En 19 había una
nunciatura. Dulce María tenía un sentido funerario para las ho-
ras. Para el pasar del tiempo. Había momentos en las conversa-
ciones que estaba muy ausente y que no se podía abordar. No se
podía preguntar. Había que escuchar lo que ella quisiera contes-
24. Tuvo un primer matrimonio en 1937 con su primo Enrique Quesada Loynaz.
Estuvieron juntos hasta 1943.
25. Lily Hidalgo de Conill, viuda rica de la aristocracia habanera de antes del
59.
26. Familia con título nobiliario en Cuba, Marqueses, antes del 59.
27. Familia ilustre de La Habana, antes del 59.
28. Familia rica de La Habana, antes del 59.
29. Santo Tomás de Villanueva.
30. Familia ilustre de La Habana, antes del 59.
31. Familia ilustre de La Habana, antes del 59.
32. (1888-1979) Abogado y político cubano. Vicepresidente de la república
entre 1944 y 1948.
33. Persona ilustre de Cuba, antes del 59.
106 Luis García de la Torre

tar. Flor tenía la obligación de pasar días en 19 y días en Santa


Bárbara. Se temía que producto, no de enajenación, sino produc-
to de la lejanía fuera asaltada la casa. Sucedió en varias ocasio-
nes. No existía ningún custodio. No podía manejar dinero. En
muchos momentos personas llegaban con un papelito: “Dulce
María dale cinco pesos al portador”. Esa era la forma de comu-
nicación económica de Flor. Todo el dinero se concentraba en 19.
Dulce María administraba los gastos mínimos de Santa Bárbara.
Había un sentido de patriarcado, o de matriarcado, de Dulce Ma-
ría con respecto a sus hermanos. Flor no era completamente una
criatura realizada. Se encontraba aplastada por la presencia de
Dulce María. Delante de un retrato muy lindo que había en el
comedor de la casa Santa Bárbara, de una Dulce María muy ju-
venil, Flor tomaba un café. Sentada en un juego de comedor de
palisandro grande con doce sillas. En frente también el cuadro
“El suplicio de Guatimozín”, donde estaban además todas las
Ediciones Príncipes, tomaba café y sentía mucho temor. Se había
confesado mucho a Dios porque había tenido mucha envidia
siempre del talento que Dios le había concedido a Dulce y no a
ella. Y además sentía que Dulce sabía hacer todas las cosas y ella
no. Dulce María, tenía que haber amado mucho decía. Y le pedía
a Dios muchos votos, por el destino de Dulce María y su triunfo.
Dulce María tenía que ser eterna. La admiración se sentía como
envidia, y le era castigo. Eran métodos de vida completamente
distintos. Flor meditaba mucho en el comedor. De esto y lo otro.
Allí tenía sus lecturas preferidas. Libros dedicados por Dulce
María. Ídem en su cuarto. Su cuarto y el comedor eran los de
mayor estancia. No se sentaba nunca afuera. Tenía cierto temor a
ser observada. Aunque era capaz de salir de noche con dos pisto-
las del General a ver quién estaba en la maleza. Ahí sorprendió a
un viejito que después fue su criado. Lo trajo preso a la casa y se
hicieron amigos tomando un café. En su cuarto Flor tenía un lu-
gar de refugio. La cama siempre estaba destendida. Y siempre
estaba limpia. Era una mujer limpia. La casa estaba abandonada
sí, sin embargo, se veía que la habitaba un ser. Una casa donde
hay polvo, donde hay telarañas, pero una casa donde el tiempo
transcurre al unísono. Ya no había a nadie en la servidumbre.
Estaba sola completamente. El lugar era verdaderamente tene-
La familia Loynaz y Cuba 107

broso. Ella se pasaba temporadas en casa de Dulce y se regresaba


de nuevo. Había mucha soledad. Tanto igual en 19. Estaban
completamente solas. Estaban con una soledad de esas desgarra-
dora. La casa de Santa Bárbara, durante más de 20 años, hasta el
83 que se desmontó, se convertiría en el depósito de objetos.
Vendidos baratísimo. Se cedieron muchos al Museo Nacional34, a
muchísimas instituciones. Regaló la capilla, al Padre Fusiño35,
para que fuera la capilla de la del parroquial mayor de Sancti
Spíritu36. El mobiliario de la Quinta había estado antes en Línea.
Muchos de los muebles, y objetos de arte, y la colección de cua-
dros habían sido objetos que habitaban en Línea. Ese conjunto,
esos mobiliarios fueron a parar en su mayoría a la Finca. Como
regalo de la familia a Flor. Porque en Línea cada una de ellas te-
nía una casa. Existía la gran casa de la Quinta del Alemán, por la
esquina. Cuando Flor se casó se construyó el pabellón anexo. El
pabellón con sentido egipcio. Lo construyó el esposo de Flor, el
arquitecto. Allí vivió Flor su amor con él. Después se fueron para
la Quinta Santa Bárbara. Y eran los muebles de Jardín. “Jardín37”
se termina de escribir en el año 1935. Existen dos manuscritos de
esa novela. Uno que se publicó y otro que no se publicó. Al final
termina ella en una página: “he escrito una obra inmortal, 1935”.
Todo lo que estaba en Jardín, todo lo que estaba en aquellas casas
de Línea, aquel conjunto monumental, todo ese mobiliario fue
repartido. No mucho fue para la casa de 19. Dulce tenía un senti-
do de conservar algunas cosas. Pero en su mayoría se trasladó a
Santa Bárbara. Santa Bárbara fue como un reducto del recuerdo
juvenil de Jardín. A Santa Bárbara va a parar toda la niñez de
ellos.
Flor fue una mujer interesante. Daba consejos sanos, muy
elegantes. Tenía un sentido del tiempo real. Que el tiempo tie-
ne que hacer el envejecimiento de las cosas. O sea, no se tienen
que añejar las cosas, solo el tiempo. Si la polilla coge un libro y
lo devora es interesante porque la polilla ha hecho su obra sobre
el papel. La galería de cuadros preciosos que ascendía la escale-
34. Museo Nacional de Bellas Artes, Ciudad de La Habana, Cuba
35. Padre de la Iglesia Nuestra Señora del Carmen.
36. Provincia de Cuba.
37. Novela escrita por Dulce María Loynaz.
108 Luis García de la Torre

ra. Que eran cuadros realmente interesantísimos y originales casi


todos. Eran de pintores de cualquier escuela, lo mismo había de
escuela flamenca que escuela española. Estaban muy raídos. Eran
preciosos. Eran de personajes que habían sido conquistadores, y
representantes de la nobleza en Cuba. Había uno precioso que era
un caballero hidalgo español. Otro también religioso, tenebroso,
muy bonito. Eran seis cuadros. Esos cuadros estaban ya en malas
condiciones, la tela se había deshilada toda. Pero eran cuadros que
habían pertenecido a una rama de la familia y que se habían reu-
nido ahí. Para muchos son los cuadros que estuvieron en Jardín.
No había ningún cuadro de flores, ni de frutas, ni de vida. Eran
cuadros muy austeros, muy tristes. No existía profusión de cua-
dros a no ser de temas tristes. Ella decía que era necesario el añejo
de ellos. Que tenían que deteriorarse porque sí. Que las polillas
tenían que comer. Que Dulce estaba mal en cuanto a conservar-
lo todo. Que era imposible conservarlo todo. Que esos cuadros
estaban ahí y que se quedarían en la pared. Y efectivamente se
quedaron ahí hasta su muerte, muy llenos de polvo. Flor no quería
restaurarlos. Decía que no. Que no era necesario. Que el tiempo
tenía que transcurrir. Que tenía que destruirlo de todas maneras.
No tenía ningún interés en conservar nada. Nada absolutamente.
Tenía que observar el tiempo transcurrir. O sea, era una vida que
no quería morir. Ella no quería morir. Su agonía fue muy dura,
fue en 19. Ella no deseaba morir, pero al mismo tiempo quería
que todas las cosas fueran reales. Que todo fuera real. Que las
cosas tenían que morir y los gusanos comer. Flor tenía ese diálogo
fuerte. Estaba en contra de restaurar, de venerar el pasado. Vene-
raba el pasado pero como vida. Por ejemplo, con la taza de Lorca.
La tasa en la vitrina que era de Lorca, de la vajilla de Jardín. Y
recordaba cuando iban los dos de madrugada a despertar a algún
poeta, o cuando tomaban una limonada debajo de los jardines de
la finca. Dulce no quería recordar ni hablar nunca de esos asun-
tos. Esas veladas que Flor hacía con Lorca de madrugada traían
mucha gente. Gente de los muelles que entraban. Lo que Dulce
prohibía, Flor callaba. Los enigmas. Los secretos familiares no se
podían decir. Los hermanos que tenían una vida más alegre. Por
eso Lorca llegaba, saltaba, tocaba el piano, gritaba y reía en aque-
llos jardines en Línea. A Dulce le molestaba todo aquello.
La familia Loynaz y Cuba 109

Santa Bárbara era un palacio abierto desde que tú entrabas.


Desde que tú veías el sarcófago y veías a Napoleón en su cuarto.
Estaba además San Loynaz. La preciosa imagen del santo San
Martín de Loynaz, que fue un mártir en el Japón. Un jesuita. El
primer santo de la familia, el patrón de Guipúzcoa38. Era el santo
que protegía a las familias en el siglo XVII y XVIII en Guipúz-
coa. Fue un franciscano martirizado por los japoneses y después
canonizado. Es el santo de esa región. En el año 46 Dulce María
fue invitada y escribió “La excursión a San Loynaz”. La poetisa
no era de mucho cuidar su árbol genealógico, sin embargo tenía
una veneración por San Loynaz. Y así escribió varias epístolas.
Todo esto fue comprado. El museo de Santa Clara39se quedó con
maravillas. Le compró toda una vida. Ahí se podrían ver unos
jarrones con las batallas de Napoleón. Gabriel García Márquez-
40
compró la casa para crear la FNCL con muchos de sus muebles.
Eran los de Jardín.
El tiempo de después de la revolución no existía. La tecno-
logía para ellas no existía. La revolución se quedó anquilosada.
Dulce María era muy amiga de Juan Marinello41. Cierta vez le
cerraron las puertas de la casa de 19, por E. Decían no se podía
tener una casa con dos entradas. Le escribió a Juan Marinello.
William Gattorno42 llevó personalmente la carta. Juan Marinello
fue muy locuaz. Se ocupó del asunto de las Loynaz. Juan Marine-
llo era un verdadero amigo de Dulce María, pese a las distancias
políticas. Se sentían unidos por algún ancestro. Desde el punto
de vista poético. Desde el respeto profesional. Juan contestó y
la ayudó. Es bonito ya que a pesar que ellas tenían ese nexo, y
de que existían esas personalidades afuera, la revolución no en-
traba en aquel recinto. Por lo que consideraron a Juan Marinello
38. Provincia de España. Territorio del País Vasco.
39. Provincia de Cuba.
40. Presidente de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano desde su
creación el 4 de diciembre de 1985.
41. (1898-1977) Intelectual cubano y político. Tras el triunfo de la revolución fue
Rector de la Universidad de la Habana, embajador en la UNESCO. Perteneció
al Partido Comunista desde su fundación en 1965 hasta su fallecimiento. Hoy
existe en Cuba la Fundación Juan Marinello.
42. Historiador cubano. Amigo de las Loynaz. Testigo vivo de esta época y
todas estas palabras.
110 Luis García de la Torre

un gran amigo. Él tenía interés por las Loynaz. Claro cuando


entrabas en casa de las Loynaz el mundo era de abanicos, de por-
celanas, era otro mundo. Cuando triunfa la revolución ellas no
querían observar. Se encerraron a vivir y a ver. Dulce María hizo
un corto viaje a los Estados Unidos en el 59. Regresó enseguida
y se quedó a ver lo que pasaba. Su esposo viajó. Estuvo ausente
12 años hasta el 72. Regresó a La Habana y en el 74 murió. La
hija del General no tiene por qué abandonar el país y fue incre-
pada. Mucha gente, y la revolución, querían que Dulce María se
fuera del Vedado porque estorbaba. Pero tuvo amistades, aunque
es un tema delicado. Con Mariblanca Sabas Alomá43, mujer muy
rígida, muy difícil, pero muy cercanas. De Angelina de Miranda,
quien fuera su secretaria y acompañante. Angelina de Miranda
era la personificación del amor sagrado. Si existió un amor gran-
de para Dulce María fue la vida consagrada de Angelina de Mi-
randa. No quiere decir con esto que haya existido ningún tipo de
roce carnal. Si una dedicación muy bella. Era un amor celestial lo
que sentía Angelina de Miranda por Dulce María. Por más de 52
años. Flor tuvo también amistades. Y con hombres. Tuvo amistad
con José Zacarías Tallet44, con Regino Pedroso45, con Monseñor
Gaztelu46, como su confesor; con Aldo Martínez Malo47, que para
ella fue un mecenas porque fue quien logró domesticar a Dulce
María, para que Dulce María escribiera “Fe de vida”48. Y la logró
tranquilizar en sus últimos años, que fueron años terribles. Los
años de ese silencio49. Dulce María estuvo a punto de enloquecer
en ese silencio terrible. Un silencio que las pisadas, el único eco,
era el eco del silencio, y ese silencio la hubiera vuelto loca de
43. (1901-1983) Feminista, poetisa y periodista cubana.
44. (1893-1989) Poeta y periodista cubano. Figura trascendente de las letras
contemporáneas.
45. (1896-1983) Poeta vanguardista cubano. Iniciador de la poesía social.
46. (1914-2003) Sacerdote y poeta Ángel Gaztelu Gorriti.
47. (1932-2001) Periodista, crítico literario y de cine.
48. Libro escrito por Dulce María Loynaz sobre su esposo. Publicado en 1995.
49. Dulce María Loynaz se mantuvo por décadas encerrada en su morada sin
contacto alguno con lo que sucedía en el exterior. Aislada de la revolución
cubana y cualquier intento de acercamiento. Que igual no lo hubo de manera
oficial. Todo lo contrario.
La familia Loynaz y Cuba 111

no haber aparecido Aldo Martínez Malo, que fue consejero de


las dos. También otros amigos íntimos, contemporáneos a ellas.
Pero tan distantes por el éxodo. O tan distantes porque no podían
atenderlas, como las habían atendido con anterioridad al 59.
Flor murió en 1985, de 77 años. No envejeció nunca. Siempre
se conservó igualita: su cara, sus matices. La misma hasta que se
convirtió en una pasita que se destruyó. Se fue secando. Además,
no se pintaba. Era muy delgadita. Su forma de vestir muy ligera,
vestidos antiguos sin transformar, trajes de chaqueta en verano,
colores muy vivos. Dulce María tenía una prestancia muy gran-
de al vestir. Había conservado las líneas de un cuerpo más inte-
resante. Poseía un cuerpo más esbelto. Y sobre todo tenía una
dignidad al vestir que enseguida daba a notar que era una gran
dama. Tenía vestidos hechos para ella por Balenciaga y Christian
Dior. Con manejo de todas las cosas. Flor no hacía gala de sus
manejos de coquetería femenina. Ninguna de las dos vistió con
telas de después del 59, ni zapatos de después del 59. Se vestían
de los armarios antiguos. Quedaron varadas en el tiempo. Dulce
era realmente bella. Flor era fea. Dulce tenía un magnetismo de
belleza enigmático. Era una mujer que habría llamado la aten-
ción de estar en una multitud. La mirada de Flor era profunda
y era sincera. Era con dolor. Ella hubiera querido ser una mujer
distinta. No se lo permitió la vida ni tampoco ella se lo permitió.
Sufría, era una mujer con resignación. Le alegraba la bebida, los
diálogos así picarescos, simpáticos, una buena lectura, hablar de
poesía, hablar de las novedades. Las dos estaban más pendientes
del mundo, aunque no podían hablar. Los últimos años le intere-
saron libros, recortes de prensa, acontecimientos culturales. La
llegada de Gabriel García Márquez a Cuba. La entrevista con él
cuando las visitó50. A García Márquez lo leyeron. A su novela
fabulosa, y él tuvo muchas atenciones con ella. Y Dulce María
decía que ella era un antecedente porque ella había dado en “Jar-
dín” un antecedente de lo real maravilloso. Disfrutaba también
novedades que eran pasajeras, no eran grandes novedades, eran
acontecimientos que se hacían eco. Cuando estuvo Ian Gibson51,
el famoso historiador de Lorca en La Habana. Le hizo una entre-
50. Se vieron personalmente para la venta de la Quinta Santa Bárbara.
51. ( 1939- ) Escritor y biógrafo irlandés. Biógrafo de Federico García Lorca.
112 Luis García de la Torre

vista sobre la homosexualidad del hermano. Fue muy connotado


como ella gozó esa entrevista. Gibson se marchó y quedó con-
vencido que no había ocurrido nada con el hermano de Dulce
María y Flor. Nada entre él y Lorca. Esto fue publicado en el
ABC de Madrid. Se tuvo una victoria en el diálogo con Gibson.
Era un hombre que venía deseoso que Dulce María refrescara su
memoria y dijera algunas intimidades. Dulce María lo convenció
de que no. Un diálogo muy duro que se publicó en el ABC de Ma-
drid. Y cuando le imputaron mundialmente que había quemado
los manuscritos de “El Público”52 y luchó. No lo había quemado,
fue Carlos Manuel quien los quemó. Los quemó entre muchos
documentos que echó a la hojarasca. Dulce María llamó la aten-
ción mucho sobre eso. Después en el 92 fue cuando más llamó la
atención en el mundo53.
Al final Flor sabía que tenía cáncer. Decía: “esa pelotica que
tengo aquí”. Y en la cocina, con tres o cuatro papas en una bolsa
las tomaba y cuidaba a Dulce: “ahorita voy a hacer un puré de
papa que le gusta mucho que le haga porque Dulce está escri-
biendo y cuando Dulce escribe hay que hacer silencio”. No se
sentían un poco distante una de la otra. Se percibía algo que no se
podía decir y ella quería decir algo que no se podía entender y fue
la despedida. Fueron seis meses de agonía. Flor hacía hincapié en
el destino de las cosas. Eran muy afectivas. Eran muy afectivas y
estaban muy unidas. Dulce María no tenía tiempo nada más que
para cuidar a su hermana. Estaba cerrada la casa a cal y canto
y no había ni ruidos en aquella casa54. Dulce no bajaba. Flor ya
estaba en las últimas, aquella pelota era inmensa.
Lo había manifestado, anteriormente lo había manifestado,
era terrible para Dulce entender que se iba a quedar sola. A la
muerte de Flor estaba Dulce muy dolida porque la prensa, y todo
el mundo, se había ocupado muy poco de Flor. Ni Gabriel García
Márquez ni la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano se
habían ocupado. No había habido interés por la figura de Flor. Le
quedó mucho. Le quedó mucho resentimiento, afectividades, una
52. Obra dramática escrita por Federico García Lorca en 1930. Le regaló el
manuscrito a Carlos Manuel Loynaz.
53. Le fue otorgado el Premio Cervantes.
54. En la casa de 19 y E.
La familia Loynaz y Cuba 113

vida. Le quedó mucho porque el silencio a veces es tenebroso.


A veces se deben decir las cosas. Fue tenebroso el silencio entre
ellas dos, por épocas. A veces es necesario tener franqueza entre
las personas. Decirse las cosas para que no queden. Ellas tenían
miedo de decirse las cosas cara a cara. Se las decían de una for-
ma mesurada. No se decían toda la verdad. Quedaban momentos
muy estentóreos, de dolor, y Dulce a la muerte de Flor, escribió:
“yo no sé si soy yo misma o soy la mitad de ella”. Hablando
sobre el destino de un apellido, de un linaje, de todo, de todo. Es-
taba verdaderamente temerosa ya. Después vino el Premio Cer-
vantes. Como todos sabemos en el 92, y fue en el 85 la muerte de
Flor, siete años para llegar al 92. Dulce fue capaz de soportar los
embates de la vida.
Sobre el Premio hay una carta55 muy interesante, es una carta
impublicable sobre el premio: “…usted no tiene que estar triste
porque yo no lo estoy, treinta años de silencio y de silenciamiento
no es lo mismo, pero a todas luces yo no he luchado el Premio, se
ha adjudicado por la grandeza del silencio...”.

55. Dirigida a William Gattorno. Vi el fragmento en la carta.


Dulce María Loynaz, en silla de ruedas, con los reyes de España y el
Ministro de Cultura español en la entrega del Premio Cervantes.
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Enrique Loynaz, Los poemas del amor y el vino. Ediciones Loynaz,


Pinar del Río, Cuba, 2004.

Flor Loynaz, Flor Loynaz. La Habana, 1989.


Este libro se terminó
el día 25 de diciembre de 2017.
Dulce María y Flor Loynaz.
Casa de la Calle 19 y E. en el Vedado, donde murió Dulce María
Loynaz, en ruinas.
Dulce María Loynaz entrando en un Museo en La Habana
con el Director del mismo y su esposo Pablo Álvarez de
Cañas.
Dulce María Loynaz con su mascota preferida.
Dulce María Loynaz
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RESUMEN DEL CATÁLOGO (1987-2017)

Colección ENSAYO:

Los días cubanos de Hernán Cortés y su lucha por un ideal, de Ángel


Aparicio Laurencio.

Desde esta orilla: poesía cubana del exilio, de Elías Miguel Muñoz.

Alta Marea. Intromisión crítica en ocho voces latinoamericanas: Belli,


Fuentes, Lagos, Mistral, Neruda, Orrillo, Rojas, Villaurrutia, de Alicia
Galaz-Vivar Welden.

Novela española e hispanoamericana contemporánea. Temas y técni-


cas narrativas: Delibes, Goytisolo Benet, Carpentier, García Márquez, y
Fuentes, de María Antonia Beltrán-Vocal.

Poesías de J. F. Manzano, esclavo en la isla de Cuba y El Ranchador de


Pedro José Morillas, de Adriana Lewis Galanes.

El discurso dialógico de La era imaginaria de René Vázquez Díaz, de Ele-


na M. Martínez.

Cuba, país olvidado, de Sergio Heredia Corrales.

Francisco Grandmontagne, un noventayochista olvidado, de Argentina a


España, de Amalia Lasarte Dishman.

Cuba: el abrazo imposible. Cartas a Alde, de Mari Paz Martínez Nieto.

Erotomanías y otros derivados, de Pedro Molina.


Cuba: la conspiración del silencio, de John A. Pérez Sampedro.

Asedios al texto literario (Arenas, Borges, Carpentier, Diego, Góngora,


Herrera y Reissig, Lezama Lima, Martí, Onetti, Quevedo, Rulfo, San Juan
de la Cruz, Sarduy, Vallejo), de María Elena Blanco.

El único José Martí, principal opositor a Fidel Castro, de Ismael Sambra.

El alcoholismo: cómo afecta a su entorno, de Engar Juli.

Gastón Baquero: la invención de lo cotidiano, de Felipe Lázaro.

Después del rayo y del fuego. Acerca de José Martí, de Eduardo Lolo.

La estirpe de Telémaco. Estudios sobre la literatura y el viaje, de Petra-


Iraides Cruz Leal y José Ismael Gutiérrez.

La configuración literaria de la revolución cubana. De la mitificación a la


desmitificación, de Emilia Yulzarí.

Para Cuba que sufre: mi granito de arena, de Joely R. Villalba.

Carlos Quinto, tanto imperio y Felipe II: “No he oído cantar a los ruise-
ñores”, de Clara Díaz Pascual.

Indagación en la literatura y cultura hispanoamericana, de Onilda A. Ji-


ménez.

Ecléctico Eclesiastés con Proverbios I. Prosas estilizadas al estilo de mi ma-


dre, de Alberto Díaz Díaz.

Poesía insular de signo infinito. Una lectura de poetas cubanas de la diás-


pora, de Aimée G. Bolaños.

La espléndida ciudad y La necesidad de escribir, de Julio Pino Miyar.


Las estaciones de Reinaldo Bragado: El existencialismo cubano y el para-
digma de los escritores en la Isla, de David Walter Aguado.

La cárcel letrada: narrativa cubana carcelaria, de Rafael E. Saumell.

La modernización fallida: República Dominicana (1996-2012), de Carlos


Báez Evertsz.

¿Fue José Martí racista? Perspectiva sobre los negros en Cuba y Es-
tados Unidos. (Una crítica a la Academia norteamericana), de Miguel
Cabrera Peña.

Un puente contracorriente. Ediciones El Puente: Un esfuerzo literario


dentro y fuera de Cuba, de Marlies Pahlenberg.

Estudios literarios (Enrique Serpa, Carlos Felipe, José R. Brene, An-


tonio Machado, Francisco de Arango y Parreño, René López, César
Vallejo, J. D. Salinger, Lino Novás Calvo) de Roberto Ferrer.

Los indignados españoles: Del 15M a PODEMOS, de León de la Hoz.

Antes de “Cuba Libre”. El surgimiento del primer presidente, Tomás


Estrada Palma, de Margarita García.

La Dama de América: Textos y documentos sobre Dulce María Loynaz,


de Alejandro González Acosta.

Gastón Baquero: El hombre que ansiaba las estrellas, de Carlos Barbá-


chano.

Desigualdad y clases sociales, de Carlos Julio Báez Evertsz.

La familia Loynaz y Cuba, de Luis García de la Torre.


(1991)
(2016)
Luis García de la Torre (Ciudad de La
Habana, 1973) se graduó de Licenciado en
Educación en la Especialidad de Español y
Literatura (1991-1996) del Instituto Superior
Pedagógico “Enrique José Varona”, Ciudad
de La Habana, Cuba; y de Profesor de Len-
guaje y Comunicación de la Universidad de
Chile (2008-2010), Santiago de Chile.
Vive en el sur de América, cerca de la Cordi-
llera de los Andes, desde el año 2004. Tiene
editado el poemario Rave Party (2002) y ha sido incluido en antolo-
gías de poesía en España y Estados Unidos.
Publica estudios sobre literatura en diversos medios según le interesa.

Este es un libro de cinco: como la estrella de la bandera con


sus puntas salientes o como las franjas que son cinco también,
dos blancas mujeres y tres azules recias, y que con su trazo fija
andares.
Este es un libro de cinco diversidades: del General Enrique
Loynaz del Castillo, de su hija mayor Dulce María, de su primer
hombre Enrique, de su segundo Carlos Manuel, y de Flor.
Este es un libro de cinco diversidades históricas y literarias
cubanas: del General Enrique Loynaz del Castillo con su Himno
Invasor; de su hija mayor Dulce María y sus inicios en el reinado
literario hispano; de su primer hombre Enrique y su amplia
fecundidad escritural; de su segundo varón Carlos Manuel y
la suerte de tener su embrollo en veinte textos rescatados; y de
Flor, la menor, que aunó en su vida la estirpe y el futuro.

editorial
Colección Ensayo

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