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OSCAR ROMERO vive en el corazón del pueblo.

El proceso de beatificación y canonización de Oscar Arnulfo Romero no ha sido fácil.


El pueblo salvadoreño y todo el pueblo de América Latina lo han proclamado
tempranamente como San Romero de América. Pero ha habido resistencias y dilaciones
de parte de quienes aducen que no es prudente beatificarlo, por ser un personaje
incómodo y ajeno a la predicación tradicional. Estas dificultades las ha superado el
Papa Francisco al reabrir “el caso Romero”, inserto en una dolorosa y larga historia,
regada en todo el continente por la sangre de muchos que fueron solidarios con los
pobres. Por eso, el 23 de mayo de 2015 será recordado como un día en el que se hizo
justicia, al menos en el ámbito eclesial. Esto, porque hasta hoy no se ha aclarado ante
los tribunales salvadoreños el asesinato de Monseñor Romero, no obstante estar
precisada la información sobre los autores del crimen y sus inspiradores.
El 24 de marzo de 1980, mientras celebraba la eucaristía, Romero fue asesinado de un
balazo disparado por un sicario de la oligarquía. La policía inspeccionó el lugar de los
hechos sólo nueve días después del crimen. No tomó ninguna prueba ni interrogó a los
testigos. En la autopsia se hallaron fragmentos de una bala calibre 22, algo que no se
incluyó en el acta. El director de la Policía Nacional declaró tres semanas más tarde que
era imposible saber el calibre de la bala. Se designó como juez instructor a Atilio
Ramírez. Tres días después de su nombramiento, desconocidos penetraron en su casa,
dispararon e hirieron a una empleada del hogar. Ramírez abandonó El Salvador para
no regresar. Napoleón González, quien había presenciado cómo los asesinos habían
escapado en un automóvil, fue secuestrado y continúa desaparecido.
Roberto D”Aubuisson, quien ordenó el asesinato con el apoyo del ejército, lanzó una
campaña para achacar a la izquierda la muerte de Romero. El 7 de mayo de 1980, doce
oficiales militares y doce civiles fueron capturados en una hacienda cercana a San
Salvador por sospecha de preparación de un golpe de Estado. Entre ellos estaba
D”Abuisson. La documentación incautada daba indicios relativos al asesinato de
Romero. Pero ninguno de esos documentos fue puesto a disposición del juez
instructor.
En septiembre de 1981, D”Abuisson fundó la ultraderechista Alianza Republicana
Nacionalista (ARENA), con la que llegó al gobierno en 1988. Años antes, en marzo de
1984, D”Abuisson había presentado, en una videograbación, la declaración de un
supuesto comandante de la guerrilla, de nombre Pedro Lobo, quien asumió la
responsabilidad del asesinato de Romero. Lobo era un delincuente común a quien
habían sobornado con cincuenta mil dólares. Aunque todas las pruebas apuntaban hacia
D”Abuisson, éste nunca llegó a los tribunales, pues gozaba de inmunidad parlamentaria
como diputado y presidente a la Asamblea Legislativa. Falleció en 1992 a causa de un
cáncer de laringe. Hoy sigue siendo honrado como héroe por sus seguidores, pues
habría preservado del comunismo a El Salvador.
Parte de los acuerdos de 1992 entre el gobierno y las fuerzas populares fue la creación
de una Comisión de Verdad para investigar los crímenes y las violaciones de derechos
humanos del período del conflicto armado de El Salvador. La Comisión publicó su
informe el 15 de marzo de 1993. De éste se desprende que el ejército fue responsable
de más del noventa por ciento de las atrocidades cometidas durante la guerra civil. Uno
de los casos investigados fue el asesinato del Arzobispo Romero: Se constata que es
2.-

totalmente evidente que el ex mayor Roberto D”Abuisson Arrieta dio la orden de


asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de
seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la
ejecución del asesinato.
La creación de la Comisión de la Verdad exigía llevar ante los tribunales a los
responsables de los crímenes documentados e indemnizar a las víctimas. Pero cinco
días después de la publicación del informe, la Asamblea Legislativa aprobó una amplia
ley de amnistía con el nombre de “Ley de Reconciliación Nacional” y que abarcaba
todos los delitos y violaciones de derechos humanos cometidos desde el 1º de enero de
1980. Esta amnistía general ha conducido a perder la oportunidad de una verdadera
reconciliación, además de atentar contra los tratados internacionales sobre derechos
humanos y que El Salvador había ratificado.
En septiembre de 1993, María Julia Hernández, directora de la Oficina de Tutela Legal
del Arzobispado de San Salvador y Tiberio Romero, hermano del Arzobispo, llevaron el
caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington. La
acusación decía que “agentes de la República de El Salvador, que integraban
escuadrones de la muerte, ejecutaron extrajudicialmente a monseñor Oscar Arnulfo
Romero”. Hasta agosto de 1997, la Comisión requirió hasta cuatro veces información y
datos al gobierno de El Salvador. Sólo en febrero de 1998 el gobierno entregó una
respuesta, en la que pidió archivar el caso invocando para ello la ley de amnistía de
1993.
En agosto y septiembre de 2004, en el Tribunal de Fresno, California, se presentó una
demanda judicial contra Alvaro Saravia, mano derecha de Roberto D”Abuisson, por la
planificación y ejecución del crimen de Romero. Esto, porque Saravia vivía libre e
impunemente desde 1987 en Estados Unidos.. El 3 de septiembre de 2004, el tribunal
emitió una sentencia condenando a Saravia a pagar una indemnización de diez millones
de dólares. Saravia nunca se presentó al juicio y su paradero es aún desconocido.
Tutela Legal pidió que el juicio penal fuera reabierto por la justicia salvadoreña, lo que
no ha ocurrido. En 2014, Tutela Legal, creación de Romero, ha sido cerrada por
disposición del actual Arzobispo de San Salvador.
La Comisión de la Verdad recomendó también una investigación de los escuadrones de
la muerte. Para ello, en 1993 se creó un “Grupo conjunto para la investigación de
grupos armados ilegales con motivación política”. Esta investigación concluyó que
existían nexos entre los escuadrones de la muerte y la economía privada y círculos de
los salvadoreños residentes en Florida. Estas recomendaciones tampoco se han
aplicado. Los escuadrones de la muerte continúan existiendo, bajo el pretexto de actuar
contra la “delincuencia común”.
En 1990 se inició el proceso oficial de beatificación de Romero. El proceso terminó en
1996 a nivel diocesano y se envió a Roma. En 1996, Juan Pablo II visitó El Salvador y
preguntó a los obispos salvadoreños sobre lo que pensaban acerca de una posible
beatificación de Romero. La respuesta la dio el obispo René Revelo: “Romero es el
responsable de los setenta mil muertos que hubo en este país”.
En la capilla donde Romero fue asesinado, las monjas a cargo del recinto habían
colocado una lápida conmemorativa, calificándolo de “buen pastor y mártir”. El
responsable del proceso de beatificación ordenó cubrir la palabra “mártir” con una cinta
adhesiva negra, hasta que el título fuera concedido con autorización oficial de la Iglesia.
3.-

Los opositores a Romero tienen cargos influyentes en El Vaticano, al igual que en El


Salvador, como son los miembros de la clase alta y los integrantes del círculo de
D”Abuisson. Ellos pusieron en marcha el asesinato y aún ahora afirman que el
Arzobispo fue manipulado por los jesuitas. Distinta es la visión de los pobres, en cuyas
chozas cuelga siempre una imagen de Romero.
La tumba de Romero se encuentra en el subsuelo de la catedral de San Salvador. Este
lugar y la capilla donde fue asesinado se han convertido en lugares de peregrinación.
En los treinta y cinco años transcurridos desde su muerte, se ha formado una tradición
en torno a Romero. En las canciones, los “corridos” típicos de El Salvador, las
comunidades recuerdan a Romero y su martirio. El 24 de marzo de cada año, miles
recorren en procesión el centro de San Salvador hasta la catedral, para conmemorar su
asesinato con una misa solemne. En el Centro Monseñor Romero de la Universidad
Centroamericana “José Simeón Cañas”, se encuentra un lugar conmemorativo de
Romero, de los jesuitas asesinados y de todos los mártires de El Salvador. Allí se han
recopilado centenares de libros y escritos sobre Romero, en muchos idiomas. Por
primera vez, el 19 de marzo de 2000 se proyectó en un canal de televisión privado una
película sobre Romero. Anteriormente, esta película había sido prohibida en El
Salvador. En una edición de nueve tomos se han publicado sus homilías y su diario
espiritual. Se creó una fundación que lleva su nombre para mantener vivo su recuerdo.
En septiembre de 2000, los obispos argentinos hicieron confesión de culpa por su
silencio durante los años de dictadura militar. Lo hicieron delante de las fotografías de
Romero y del obispo Enrique Angelleli, asesinado en 1976, en Argentina, por su
defensa de los perseguidos. De esta manera manifestaron que Romero y Angelleli
habían realizado aquello que ellos omitieron.
Ignacio Ellacuría y Jon Sobrino se han referido siempre en sus escritos teológicos a
Romero y sus homilías. Ellacuría escribió en “El pueblo crucificado” cómo, ante la
miseria y la opresión, se puede seguir hablando todavía de salvación cristiana. Jon
Sobrino asocia la cruz de Cristo al sufrimiento de los pobres. La salvación cristiana
viene “de abajo” y está ligada a los pobres. Karl Rahner, en “Dimensiones del
martirio”, artículo publicado en 1983 en la revista “Concilium”, puso su mirada en El
Salvador: “¿Por qué no habría de ser mártir un monseñor Romero, caído en la lucha por
la justicia en la sociedad, en una lucha que él hizo desde sus más profundas
convicciones cristianas?”. Jürgen Moltmann, en “El camino de Jesucristo”, colocó a
Romero junto a Dietrich Bonhoeffer como ejemplo extraordinario de mártir moderno.
El Centro de Reflexión Teológica de la Universidad Centroamericana “José Simeón
Cañas”, lleva el nombre de Romero y es uno de los centros más importantes de la
teología de la liberación de América Latina. Dado que los sectores conservadores
insisten en que la teología de la liberación ha muerto, el Centro Monseñor Romero es
prueba de lo contrario. Por su parte, Gustavo Gutiérrez ha manifestado que no le
preocupa el futuro de la teología de la liberación, sino que le preocupa dónde dormirán
los pobres en el siglo XXI.
A pesar de que no se ha hecho justicia con Romero ni con los centenares de miles de
mártires de América Latina, monseñor Romero se ha convertido en modelo de defensor
de la dignidad humana y de un orden mundial más justo. Es así como en julio de 1998
se desveló una estatua de Romero en la entrada principal de la abadía de Westminster,
en Londres, junto a otros mártires del siglo XX, entre ellos, Dietrich Bonhoeffer, Martin
Luther King, Mahatma Gandhi y Maximilian Kolbe. Se ha hecho realidad aquella
afirmación de Romero: “Si me matan, resucitaré en el pueblo”.
4.-

Hervi Lara.
Comité Oscar Romero-SICSAL-Chile.
Comisión Etica contra la Tortura (CECT-Chile).

Santiago de Chile, 21 de abril de 2015.

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