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El lupus eritematoso sistémico (LES) es una de las enfermedades autoinmunitarias

más prevalente; es crónica, caracterizada por un curso cíclico donde se alternan


períodos de exacerbaciones y remisiones; sistémica, ya que afecta prácticamente
cualquier órgano del cuerpo; y heterogénea, puesto que el espectro de
manifestaciones clínicas y alteraciones serológicas es muy amplio y variado. La
mayoría de los casos presenta un cuadro clínico leve o moderado; sin embargo, puede
presentarse o desarrollarse con un compromiso grave de órganos vitales.123

El LES es la enfermedad autoinmunitaria no organoespecífica por excelencia, ya que


el organismo produce numerosos autoanticuerpos dirigidos contra antígenos
celulares, cuyo resultado final son lesiones inflamatorias de múltiples órganos y
sistemas. Principalmente, se afectan los riñones, la piel y las mucosas, el sistema
músculo esquelético, el sistema cardiovascular, el sistema nervioso y el sistema
respiratorio.345

Su etiología se desconoce; sin embargo, varios estudios señalan ciertas


alteraciones genéticas predisponentes que desencadenan la enfermedad frente a
estímulos ambientales aún no precisados.4

El LES es una enfermedad crónica, con un curso clínico heterogéneo, variando desde
formas clínicas relativamente benignas hasta cuadros graves con riesgo para la
vida. Los objetivos del tratamiento son asegurar la supervivencia a largo plazo,
mantener la actividad de la enfermedad lo más bajo posible, prevenir el daño
orgánico, minimizar los efectos adversos del tratamiento, mejorar la calidad de
vida e informar a los pacientes acerca de su rol en mantener la enfermedad bajo
control. Los pacientes requieren ser controlados por un reumatólogo en forma
regular, y en caso de tener compromiso de diversos órganos, de todo un equipo
multidisciplinario.6

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