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Todo comienza al llegar Werther a un pueblo con ánimos de corregirse, abandonado su

propensión a la amargura, volcándose en el goce del presente.


Parece haber logrado su propósito en contacto con la naturaleza, relacionado con la gente
simple del lugar, en una aldea tranquila, entregado a la lectura de Homero. Desde
allí escribe a su amigo Guillermo: … “Si me preguntas cómo es la gente de este país, te diré:
“Como la de todas partes”. La raza humana es harto uniforme. La inmensa mayoría emplea
casi todo su tiempo en trabajar para vivir y la poca libertad que les queda les asusta tanto, que
hacen cuanto pueden por perderla”. La salud espiritual de Werther mejora paulatinamente, y
en esta dicha que su corazón siente, se la transmite en una carta a su amigo Guillermo: … “Reina
en mi espíritu una alegría admirable, muy parecida a las dulces alboradas de primavera, de que
gozo aquí con delicia. Cuando creía por fin haber alcanzado una estabilidad desconocida para
su carácter desapaciblemente apasionado, sufre un brusco acontecimiento que transformará su
vida fatídicamente. La gente joven había dispuesto un baile en el campo, al que Werther
asistiría. Tomó por pareja a una señorita bella y de buen genio, pero de trato indiferente. Al
recogerla para ir a la fiesta, ésta, que se hallaba en compañía de su tía, le pidió a Werther que
recogieran en el camino a una amiga. Esta se llamaba Carlota, quien impresionó desde un primer
momento al joven Werther, quien desde ese primer día se enamora perdidamente de la
muchacha. Carlota estaba comprometida con Alberto, joven educado e inteligente que en ese
entonces se hallaba en Suiza. A pesar de saber que la muchacha se halla comprometida,
Werther no puede frenar sus sentimientos. Su apasionamiento por Carlota es tal que cuando
no puede visitarla, envía a su criado, con el sólo objeto que el de tener cerca a alguien que la
haya visto.Werther traba amistad con Alberto, y este le permite seguir visitando a Carlota, con
lo que naturalmente las cosas empeoran. Como solución a su tormento, Werther decide alejarse
y acepta un cargo de diplomático. El joven enamorado escribe a carlota relatándole sus
sufrimientos en un medio desagradable; el embajador con quien trabaja Werther le resulta
completamente insoportable, llegando su tirria por este a tal extremo que renuncia a su
cargo. Alberto y Carlota se casan. Incapaz de controlar sus sentimientos y a pesar de sí mismo,
regresa al pueblo para instalarse cerca a su amada. La relación revive haciéndose más intensa y
peligrosa, hasta que por fin, después de besar a Carlota en un arranque de pasión, al que ella no
ha sido indiferente, se acentúa en él un sentimiento de culpa y un desequilibrio interior. La
resolución de abandonar este mundo había ido robusteciéndose y afirmándose en el ánimo de
Werther. Desde su vuelta al lado de Carlota, había considerado la muerte como el término de
sus males y como un recurso extremo del que siempre podía disponer. Las palabras de carlota
van minando poco a poco la serenidad de Werther: …
Llegó Alberto vio a Werther en su lecho, con la cabeza vendada. Su rostro, tenía ya el sello de
la muerte. No había bebido más que un vaso de vino de la botella que tenía sobre la mesa.

El libro de “Emilia Galotti” de Lessing, estaba abierto sobre el pupitre. La consternación de


Alberto y la desesperación de Carlota eran indescriptibles.

A las doce del día falleció. Werther. Durante algún tiempo se temió por la vida de
Carlota. Werther fue conducido por jornaleros al lugar de su sepultura; no le acompañó ningún
sacerdote.

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